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SOBERANÍA ALIMENTARIA
Muchas veces olvidamos, que las plantas de las cuales obtenemos nuestros alimentos, son el resultado de largos
procesos culturales.
El área andina, en especial la parte central y sur que hoy ocupa nuestro país, es uno de los pocos espacios a nivel
mundial en donde se han domesticado plantas de importancia central en la alimentación de la humanidad, por ejemplo, la
India y China con el arroz, Irak con el trigo, Perú con la papa y México con el maíz. Si a esto agregamos, que es en el área
andina en donde se ha domesticado la mayor diversidad de plantas con altísimos componentes nutricionales, podemos
sostener que en nuestros campos se encuentra el futuro de la alimentación mundial, no por los niveles de producción, sino
por la diversidad, resistencia y alto contenido nutricional de las plantas cultivadas. Y ¿quiénes posibilitaron y posibilitan esta
diversidad de alimentos?
Los pueblos indígenas, mantenemos la biodiversidad, conocimientos y tecnología en torno al cultivo y producción
de alimentos desde hace miles de años, esfuerzo que muchas veces no es correspondido con políticas de incentivo y
fortalecimiento de esa diversidad y, por el contrario, afrontamos diversas “olas” en la producción agrícola, que han
privilegiado el monocultivo, como fue el ciclo de la quinua en Ayacucho: saturando el mercado, empobreciendo los campos
por la sobre explotación y rompiendo los ciclos productivos y la diversificación de cultivos.
En el caso del maíz, diversas comunidades ayacuchanas lo tienen como eje de su producción agrícola, cultivándolo
a diferentes alturas. Esta facilidad con la que se adapta el maíz es una clara muestra de cómo los pueblos indígenas han
logrado entender y mejorar las plantas para lograr esa adaptación que les permite contar con disponibilidad y variedad de
mazorcas. Así mismo, sus posibilidades de almacenaje y transporte lo hacen muy práctico para su comercialización y, sin
embargo, el mercado y los incentivos para su consumo son bastante limitados, a diferencia de México por ejemplo.
Así mismo, cabe agregar que el maíz es uno de los cultivos que requiere de plantas asociadas, como es el caso
del frejol principalmente, el cual ayuda a las raíces del maíz en la captación y fijación del nitrógeno necesario para su
crecimiento, agregándose un alimento más, igualmente diverso en su variedad e importante por su valor alimenticio, que
también requiere ser investigado y registrado en su diversidad.
A nivel mundial, el maíz es el alimento más producido, seguido del trigo y del arroz. Según la FAO, en 2021, Estados
Unidos fue el mayor productor de maíz a nivel mundial, seguido de China, Brasil, Argentina y Ucrania. Ninguno de los
centros de domesticación del maíz, como es el caso del México o Perú, figuran en ese listado ¿por qué?
El camino que ha seguido el maíz, es similar al de muchos de nuestros alimentos originarios: el de la invisibilidad
o su poca valoración, para en la actualidad, privilegiar a otros productos importados o industrializados y, en el pasado,
para destinar los campos de cultivos a productos demandados por el mercado internacional. En ese panorama ¿por qué
fortalecer la producción del maíz y cuál es su lugar e importancia para los pueblos indígenas y el país?
Para el caso del área andina, todo parece indicar que el proceso de domesticación del maíz se dio de manera
independiente al camino recorrido en Centroamérica. Así mismo, ha sido diferente la importancia del maíz en la economía
y alimentación entre ambas regiones, pues mientras en Centroamérica, de manera particular en México, el maíz ocupó un
lugar central para sus pueblos a lo largo de la historia e incluso en la actualidad. En el caso de nuestro país, el maíz estuvo
junto a otros alimentos, precisamente por la amplia biodiversidad, climas y suelos que los pueblos indígenas hicieron
productivos e, históricamente, estuvo asociado a actividades rituales, de relaciones sociales, de intercambio y comercio.
La importancia económica que tiene el maíz en la actualidad se debe a su industrialización para obtener etanol o
la fabricación de alimento para el ganado, entre otros productos, siendo muy pocas las variedades o razas empleadas.
Para ampliar la producción de estas pocas variedades dirigidas a la industria, se deja de lado o se sustituye la diversidad de
maíces destinados a la alimentación y consumo interno, poniéndose en riesgo la seguridad alimentaria y económica de las
comunidades.
Dentro de una perspectiva de sostenibilidad y de seguridad alimentaria, entendida la seguridad alimentaria indígena
como la capacidad de obtener alimentos propios sin que factores externos (clima, economía etc.) afecten el trabajo
agrícola para su producción, el maíz forma parte de un conjunto
enorme de alimentos indígenas, complementarios entre sí,
que posibilitan el acceso a una diversa y variada oportunidad
alimenticia, de ahí que el esfuerzo en adaptarlo a diferentes
alturas y tipos de clima, como es el caso de los pisos ecológicos,
convierten al maíz en un “súper alimento” capaz de crecer en
todas las regiones de nuestro país y a diversas altitudes.
La cultura, entendida como la creación colectiva de los pueblos para hacer frente a los desafíos de su entorno,
creando sistemas de vida, de entendimiento y relacionamiento entre los seres humanos y los demás seres vivos, como
plantas y animales, en donde la espiritualidad y entendimiento de lo inmaterial está presente permanentemente en la vida
presente, pasada y futura, a través de relaciones de reciprocidad para el bienestar, es una cultura viva, en permanente
diálogo creativo y, por lo tanto, con capacidad de respuesta a situaciones críticas.
En este escenario, la cultura alimentaria indígena se convierte en una estrategia de primer orden para sanar la vida
y el espíritu de poblaciones quebradas en su continuidad comunitaria, histórica y territorial. De esta manera, iniciamos
nuestro recorrido con una propuesta de alimentación, basada en alimentos indígenas, entre los comedores populares de
Huamanga y Lima, para luego pasar a desarrollar iniciativas de fortalecimiento de la agricultura indígena, rescatando los
sistemas de riego y tecnología agrícola, los conocimientos en cuanto al clima y controladores naturales de plagas así como
rescatando la diversidad de plantas y sus variedades, que en el contexto del conflicto armado primero y, luego, ante las
crisis económicas y las demandas del mercado, estaban en riesgo de desaparecer y en algunos casos, ya se había perdido
el conocimiento sobre sus propiedades y usos.
NUESTRA PROPUESTA
En este camino, la identificación de los sistemas de vida y producción de alimentos de las comunidades indígenas
de Ayacucho, nos muestra la importancia de ciertas plantas en la vida comunitaria y de ciertas zonas productoras o
“especializadas” en determinados productos, dependiendo de su altura y condiciones climáticas, lo conocido generalmente
como piso ecológico.
Esto sucede con el maíz, el cual se encuentra presente en las provincias de Ayacucho. La importancia que tiene esta
planta para las comunidades trasciende a lo productivo, pues la organización comunitaria y la cultura en torno al maíz,
articula la vida de estas comunidades, así como también es importante destacar la diversidad de razas existentes, muchas
de ellas sin un nombre consensuado en la comunidad, ni con un uso o propiedades plenamente identificados, todo lo cual
nos indica:
2. La falta de un consenso en cuanto nombre y propiedades, nos habla de la pérdida en cuanto a la continuidad de
conocimientos sobre estas variedades o razas, a la vez que esto es un indicador con respecto a los cambios que se
viene operando en las comunidades.
Así mismo, existe una vieja controversia con respecto al maíz y su impacto en la formación cultural de nuestro país.
A diferencia de México en donde se encuentra presente a lo largo de su desarrollo cultural, en nuestro caso, si bien se
encuentra presente desde la época precerámica, cobrará notoriedad durante los grandes imperios originarios, primero
con Wari y luego con el Inca. Pero entre México y Perú, sí se ha podido establecer que la domesticación tuvo un desarrollo
independiente y, por tanto, se hace necesario conocer y profundizar en estos procesos propios.
De esta manera, CHIRAPAQ viene desarrollando una propuesta centrada en el maíz y la vida comunitaria en la región
de Vilcas Huaman y Víctor Fajardo, con la finalidad de:
1. Fortalecer la biodiversidad productiva indígena mediante la recuperación de variedades de maíces y la
identificación de sus razas y propiedades.
2. Identificar las potencialidades del maíz que le permiten adaptarse a diferentes pisos ecológicos, así como un
mapeo de suelos en la región desde la perspectiva indígena.
3. Recuperar los conocimientos ancestrales en torno a la agricultura, como son la tecnología entorno al manejo de
suelos y agua, además de los indicadores climáticos y de la naturaleza, con especial atención a los referidos al
maíz.
4. Fortalecer la identidad comunal e indígena mediante la visibilidad de los conocimientos materiales e inmateriales
en torno al maíz y las plantas indígenas.
5. Generar medios de vida sostenible, mediante la comercialización de productos derivados del maíz, además de su
articulación al paisaje histórico y cultural.
6. Recuperar el entorno territorial, desde la perspectiva de las geografías indígenas, la cual consiste en recuperar
las plantas, animales y biodiversidad, además de las técnicas de sostenibilidad medioambiental originarias.
Como señalamos, nuestro país es una de las pocas zonas a nivel mundial en donde se han realizado procesos
milenarios de domesticación de alimentos. La diversidad resultante, nos muestran la capacidad de los alimentos nativos
de ser adaptados a diferentes suelos y climas y esto es un potencial enorme frente al cambio climático que afrontamos y
en donde, cada vez más la escasez de alimentos es una realidad que afronta la humanidad, junto con la escasez hídrica.
En el pasado, alimentos indígenas como la papa, salvaron de la hambruna al mundo. Luego la quinua y la kiwicha
posibilitaron la llegada de la humanidad a la luna, y así, una serie de plantas indígenas peruanas ocupan un lugar importante
en la historia de la humanidad. El maíz, antes semilla sagrada para los incas, hoy presenta múltiples posibilidades por ser
una planta que puede adaptarse al actual contexto de cambio climático, además de la importancia que representa para la
vida comunitaria de las comunidades indígenas, todo lo cual pone de manifiesto la necesidad de investigar y profundizar en
los usos y propiedades de esta planta ancestral, ademas de ser fuente de articulación social, con un rico patrimonio cultural
que viene contribuyendo a la cohesión social.
De esta manera, el presente encuentro regional es un espacio de cultura viva en torno al maíz y es el inicio de una
serie de actividades que esperamos se institucionalicen en la región como un espacio de diálogo entre las comunidades,
autoridades y academia, además de la comunidad educativa.
SARA MAMA, SEMILLA SAGRADA
PROGRAMA DEL ENCUENTRO REGIONAL
• El maíz y su uso ritual hace 3000 años: evidencias en el centro ceremonial de Campanayuq Rumi, Vilcas
Huaman – Ayacucho.
Lic. Yuri Cavero Palomino.