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Capítulo 3
Dios es eterno

“He aquí, Dios es grande, y nosotros no le conocemos, Ni se puede seguir la huella de sus años”
(Job 36:26).

“Tu reino es reino de todos los siglos, Y tu señorío en todas las generaciones. 14 Sostiene Jehová a
todos los que caen, Y levanta a todos los oprimidos. 15 Los ojos de todos esperan en ti, Y tú les das
su comida a su tiempo. 16 Abres tu mano, Y colmas de bendición a todo ser viviente” (Salmos
45:13-16).

“Antes que naciesen los montes Y formases la tierra y el mundo, Desde el siglo y hasta el siglo, tú
eres Dios” (Salmos 90:2).

“Mis días son como sombra que se va, Y me he secado como la hierba. 12 Mas tú, Jehová,
permanecerás para siempre, Y tu memoria de generación en generación” (Salmos 102:11-12).

“Dije: Dios mío, no me cortes en la mitad de mis días; Por generación de generaciones son tus
años. 25 Desde el principio tú fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos. 26 Ellos
perecerán, mas tú permanecerás; Y todos ellos como una vestidura se envejecerán; Como un
vestido los mudarás, y serán mudados; 27 Pero tú eres el mismo, Y tus años no se acabarán”
(Salmos 102:24-27).

“El hombre, como la hierba son sus días; Florece como la flor del campo, 16 Que pasó el viento por
ella, y pereció, Y su lugar no la conocerá más. 17 Mas la misericordia de Jehová es desde la
eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen, Y su justicia sobre los hijos de los hijos”
(Salmos 103:15-17).

“No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No
desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance” (Isaías 40:28).

“Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito
en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de
los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados” (Isaías 57:15).

“Mas Jehová es el Dios verdadero; él es Dios vivo y Rey eterno; a su ira tiembla la tierra, y las
naciones no pueden sufrir su indignación. 11 Les diréis así: Los dioses que no hicieron los cielos ni la
tierra, desaparezcan de la tierra y de debajo de los cielos. 12 El que hizo la tierra con su poder, el
que puso en orden el mundo con su saber, y extendió los cielos con su sabiduría; 13 a su voz se
produce muchedumbre de aguas en el cielo, y hace subir las nubes de lo postrero de la tierra; hace
los relámpagos con la lluvia, y saca el viento de sus depósitos” (Jeremías 10:10-13).

“Pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el
mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la
fe” (Romanos 16:26).

“Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los
siglos de los siglos. Amén” (1Timoteo 1:17).
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“El único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha
visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén” (1Timoteo 6:16).

“Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos. 11 Ellos
perecerán, mas tú permaneces; Y todos ellos se envejecerán como una vestidura, 12 Y como un
vestido los envolverás, y serán mudados; Pero tú eres el mismo, Y tus años no acabarán” (Hebreos
1:10-12).

“Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de
ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que
era, el que es, y el que ha de venir. 9 Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y
acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, 10 los
veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por
los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: 11 Señor, digno eres de
recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y
fueron creadas” (Apocalipsis 4:8-11).

“Dios es amor.” Su naturaleza y su ley son amor. Lo han sido siempre, y lo serán para siempre. “El
Alto y Sublime, el que habita la eternidad,” cuyos “caminos son eternos,” no cambia. En él “no hay
mudanza, ni sombra de variación.”
Cada manifestación del poder creador es una expresión del amor infinito. La soberanía de Dios
encierra plenitud de bendiciones para todos los seres creados. El salmista dice: “Tuyo el brazo con
valentía; fuerte es tu mano, ensalzada tu diestra. Justicia y juicio son el asiento de tu trono:
misericordia y verdad van delante de tu rostro. Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte:
andarán, oh Jehová, a la luz de tu rostro. En tu nombre se alegrarán todo el día; y en tu justicia
serán ensalzados. Porque tú eres la gloria de su fortaleza; ... Porque Jehová es nuestro escudo; y
nuestro rey es el Santo de Israel” - Salmos 89:13-18 (Elena G. de White - PP 11).

“El Rey del universo convocó a las huestes celestiales a comparecer ante él, a fin de que en su
presencia él pudiese manifestar cuál era el verdadero lugar que ocupaba su Hijo y manifestar cuál
era la relación que él tenía para con todos los seres creados. El Hijo de Dios compartió el trono del
Padre, y la gloria del Ser eterno, que existía por sí mismo, cubrió a ambos. Alrededor del trono se
congregaron los santos ángeles, una vasta e innumerable muchedumbre, “millones de millones,” y
los ángeles más elevados, como ministros y súbditos, se regocijaron en la luz que de la presencia
de la Deidad caía sobre ellos. Ante los habitantes del cielo reunidos, el Rey declaró que ninguno,
excepto Cristo, el Hijo unigénito de Dios, podía penetrar en la plenitud de sus designios y que a
éste le estaba encomendada la ejecución de los grandes propósitos de su voluntad” (Elena G. de
White - PP 14-15).

“Dios, el Ser infinito y omnisciente, ve el fin desde el principio, y al hacer frente al mal trazó planes
extensos y de gran alcance” (Elena G. de White - PP 64).

“Con todo, la inteligencia limitada de los hombres resulta inadecuada para comprender los planes
del Dios infinito. Nuestras investigaciones no nos harán descubrir jamás las profundidades de Dios.
No debemos intentar con mano presuntuosa levantar el velo que encubre su majestad. El apóstol
exclama: “¡Cuán incomprensibles son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” Romanos 11:33.
No obstante podemos comprender lo bastante su modo de tratar con nosotros y los motivos que
le hacen obrar como obra, para reconocer un amor y una misericordia infinitos unidos a un poder
sin límites. Nuestro Padre celestial dirige todas las cosas con sabiduría y justicia, y no debemos
vivir descontentos ni desconfiados, sino inclinarnos en reverente sumisión. Él nos revelará sus
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designios en la medida en que su conocimiento sea para nuestro bien, y en cuanto a lo demás
debemos confiar en Aquel cuya mano es omnipotente y cuyo corazón rebosa de amor” (Elena G.
de White - CS 581-582).

“De esa manera somos inducidos a adorar al Creador, y confiar con inteligencia en su Palabra.
Ninguna mente finita puede comprender plenamente la existencia, el poder, la sabiduría, o las
obras del Infinito. El escritor sagrado dice: “¿Alcanzarás tú el rastro de Dios? ¿Llegarás tú a la
perfección del Todopoderoso? Es más alto que los cielos: ¿qué harás? es más profundo que el
infierno: ¿cómo lo conocerás? Su dimensión es más larga que la tierra, y más ancha que la mar.”
Job 11:7-9. Los intelectos más poderosos de la tierra no pueden comprender a Dios. Los hombres
podrán investigar y aprender siempre; pero habrá siempre un infinito inalcanzable para ellos.
Sin embargo, las obras de la creación dan testimonio de la grandeza y del poder de Dios. “Los
cielos cuentan la gloria de Dios, y la expansión denuncia la obra de sus manos.” Salmos 19:1. Los
que reciben la Palabra escrita como su consejera encontrarán en la ciencia un auxiliar para
comprender a Dios. “Porque las cosas invisibles de él, su eterna potencia y divinidad, se echan de
ver desde la creación del mundo, siendo entendidas por las cosas que son hechas.” Romanos 1:20
(Elena G. de White - PP 109-110).

“El mundo entero necesita ser instruido en los oráculos de Dios, para entender el objetivo de la
expiación... El objeto de esta expiación era que se pudiera mantener la ley divina y el gobierno. El
pecador es perdonado por medio del arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor y
Salvador Jesucristo. Hay perdón de pecado, pero la ley de Dios permanece inmutable, tan eterna
como su trono. No hay tal cosa como un debilitamiento o fortalecimiento de la ley de Jehová.
Como siempre ha sido, así es. No puede ser abrogada o cambiada en un solo principio. Es tan
eterna e inmutable como Dios mismo” (Elena G. de White – Signs of the Times, 20 de marzo,
1901).

“Dios tenía un conocimiento de los sucesos del futuro aun antes de la creación del mundo. No hizo
que sus propósitos se amoldaran a las circunstancias, sino que permitió que las cosas se
desarrollaran y produjeran su resultado. No actuó para causar un cierto estado de cosas, sino que
sabía que existiría una condición tal. El plan que debía llevarse a cabo al producirse la defección de
cualquiera de las elevadas inteligencias del cielo... es el secreto, el misterio que ha estado oculto
desde hace siglos. Y según los propósitos eternos se preparó una ofrenda para que hiciera
precisamente la obra que Dios ha hecho a favor de la humanidad caída” (Elena G. de White -
Comentario bíblico adventista, tomo 6, pp. 1081, 1082).

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