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Caterina Ricci

Breve historia del urbanismo

Fernando Chueca explica cómo el proceso de las civilizaciones del Valle del Nilo y la
Mesopotamia condujeron hasta la vida urbana. Presta atención a los problemas del
urbanismo contemporáneo y la respuesta que presentan las escuelas de ecología urbana y
las medidas gubernamentales que se han tomado en el terreno práctico. La problemática
principal que analiza se basa en el crecimiento desmesurado de la metrópolis a partir de la
deshumanización y el desarraigo social.
Según Chueca, la ciudad es pensada únicamente como una vinculación inquebrantable con
el hombre. Cita a Aristóteles para definir el concepto de ciudad, determinando que “una
ciudad es un cierto número de ciudadanos, de modo que debemos considerar a quién
debemos llamar ciudadanos y quién es el ciudadano…”. Esto establece una relación directa
entre ciudad y Estado. Los problemas que pueda tener la ciudad se trasladan al estado
político de la misma. Alfonso el Sabio describe la ciudad medieval como concebida a partir
de muros que la defienden de la amenaza exterior.
Según Werner Sombart las grandes ciudades occidentales previo a la era industrial asientan
sus bases a partir de un príncipe o señor que fija su residencia en un territorio de su
elección y suma a sus pares, transformándolo así en una ciudad barroca, donde predomina
el consumismo y el lujo.
Ortega y Gasset establecen la diferenciación entre ciudad y naturaleza, siendo la primera
una invención artificial del hombre. Por esto, la ciudad clásica y mediterránea donde
abundan las plazas es para ellos el tipo de ciudad más eficiente. En ésta predominan los
actos sociales primarios sobre los secundarios. Mientras esta locuacidad se pierde, decae la
ciudadanía. He aquí la carencia de las ciudades anglosajonas de vida civil, y abundancia de
vida doméstica. Es decir, no se trata de un concepto político, sino de un concepto agrario.
Entre ambos conceptos, de sociedad civil y sociedad doméstica, aparece la ciudad islámica.
El musulmán no establece una vida plenamente doméstica, ya que lleva al extremo la
defensa de lo privado, y por esta misma causa no puede permanecer mucho tiempo en su
propia prisión organizada. Tampoco existe la vida pública por la existencia de la vida de
harén (era un espacio privado definido como un lugar que sirve para mantener la modestia,
el privilegio y la protección de la mujer. Un harén puede albergar a la esposa o esposas de
un hombre, a sus hijos varones prepúberes, a sus hijas solteras, trabajadoras domésticas y
otras parientes solteras). Ésta era la antítesis de la ciudad clásica, ya que carecía de
fachadas y presentaciones exteriores, por lo que tornaba al patio como su espacio principal,
cumpliendo la función de plaza. La diferencia se encuentra en el uso, el cual no está dirigido
a la dialéctica social, sino a la meditación silenciosa. Este tipo de ciudad se monta sobre la
vida privada y el sentido religioso de la existencia, por lo que no podría ser comparada con
un estilo de ciudad doméstica. Se preservan las viviendas como individuales y no como un
conjunto urbano.
El autor describe la organización urbana musulmana como más inmediata y biológica que la
occidental, ya que se desarrolla de la casa hacia fuera, delegando a las calles la tarea de
acomodarse a las casas, no como en occidente donde son las estas las que se acomodan
al entorno preestablecido. Para Chueca, los musulmanes no tienen consciencia del bien
común general, y sintetizan su manera de funcionar como civilización en base a la religión,
dejando a la sociedad y la política como un aspecto secundario.
El enfoque se divide entonces en tres ciudades: la ciudad pública del mundo clásico, la
doméstica y campestre de la civilización nórdica, y la privada y religiosa del Islam.
En conclusión, la ciudad contemporánea se caracteriza por su desintegración. Es
fragmentaria, donde ni en unas puede darse la vida de relación, por asfixia, ni en otras por
descongestión.

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