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Una noche especial

Carole Mortimer

Una noche especial (1981)


Título Original: Burning obsession (1982)
Editorial: Harlequin Ibérica
Sello / Colección: Bianca 114
Género: Contemporáneo
Protagonistas: Jordan Lord y Kelly Darrow Lord

Argumento:
Por un error, Kelly perdió a su hijo y al hombre que amaba.
Volver a ver a Jordan, su marido, después de cinco años, fue para Kelly una
impresión más fuerte que ver a su padre en estado de coma. Verle de nuevo
fue revivir el dolor de la pérdida de su hijo, pero tuvieron que fingir una
reconciliación.
NOTA: publicado por Harmex bajo el sello/colección Bianca 3-35 (1983)
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Capítulo 1
Kelly palideció y casi deja de respirar cuando vio al hombre que entraba en el
hotel, acompañado de la acostumbrada rubia de turno. Tenía que ser rubia, pues
Jordan sentía pasión por ellas. Pero por lo menos no era Angela Divine.
Jordan no la vio, así que tuvo ocasión de mirarlo sin que él se diera cuenta.
Tendrá ahora más o menos treinta y nueve años, el gris que plateaba sus sienes
contrastaba de manera notable con el negro azabache del resto de su cabellera.
Kelly dio un paso atrás cuando Jordan y la hermosa rubia entraron en el
elevador, y continuó escondida mientras éste empezó a ascender. Era inevitable que
algún día se volvieran a encontrar y, sin embargo, Kelly sentía que aún no estaba
preparada para ello.
En aquel tiempo, hacía cinco años, ella tenía dieciocho y fue una víctima fácil
del encanto de Jordan. Se enamoró de él a primera vista, y siguió enamorada hasta
que, siete meses después, sus sueños de pertenecerle para siempre fueron destruidos
en forma tan definitiva como el hijo que llevaba en sus entrañas.
Aún recordaba con toda claridad aquel día cuando despertó en la fría
habitación de la clínica, ignorando qué era lo que estaba haciendo ahí. ¡Pronto lo
sabría!
“Temo que ha perdido usted a su nene, señora Lord.
Kelly alzó los ojos para mirar al joven medico, ¿Nene? ¿Cuál nene? quería
preguntar, más claro aún. ¿El nene de quién?
“Duerma, señora Lord —le dijo con voz suave una enfermera—. Duerma y
cuando despierte de nuevo, su esposo estará otra vez con usted.
“¿De nuevo? —preguntó Kelly. Su boca estaba seca—. ¿De dónde regresará?
“El señor Lord ha tenido que ir a su oficina, según parece.
“Ah, si —sabía que tendría que ser algo relacionado con la oficina lo que apartó
a Jordan de su lado cuando más lo necesitaba. Volvió el rostro para que la enfermera
no viera las lágrimas que pugnaban por salir de sus ojos—. Gracias —murmuró—,
creo que dormiré.
Kelly frunció el ceño. Los párpados empezaban a caer cubriendo sus ojos por
efecto del sueño. La enfermera había mencionado un nene. Quisiera saber de qué
hablaban…
Cuando volvió a despertar, la pérdida de su hijo tuvo sobre ella el efecto de un
puñal.
Cerró con fuerza los ojos azules, se negaba a aceptar la realidad.
¿Habría regresado Jordan de su oficina o todavía estarían dando prioridad a los
asuntos de su trabajo? Después de todo, ella no estaba enferma, sólo había perdido al
nene que en esos meses llegó a ser para ella la cosa más importante de su vicia, el hijo
que Jordan nunca deseó.

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Kelly volvió la cabeza y sollozó con amargura.


“¿Kelly? —una mano le acarició el hombro; ella sintió su calor a través de la
delgada tela de su camisón de dormir.
Con lentitud se volvió para mirar a su esposo.
“Jordan —dijo con frialdad—. ¿Terminaste tus asuntos? —le preguntó.
“Estabas dormida —su actitud era un tanto reservada—. No había nada que yo
pudiera hacer.
“Desde luego que no —contestó ella, distante—. ¿Resolviste tus problemas? —
dejó escapar una risita—. ¡Pues claro que lo hiciste, qué pregunta tan tonta!
“No estuve en la oficina. Kelly. Yo…
Ella trató de sentarse. No quería escucharlo.
“¿Podrías llamar a alguien para que me ayude, por favor?
El se inclinó sobre ella.
“Yo te ayudaré —la incorporó, sosteniéndola.
“¡No! —lo rechazó con violencia—. ¡Llama a otra persona. Llama a una
enfermera, a cualquiera que no seas tú! —gritó casi histérica.
De inmediato se retiró de Kelly, su expresión era indescifrable.
“Habrá otros niños, Kelly —le dijo—. Siento lo que sucedió con éste, pero…
“¡No! —gritó ella de nuevo—. ¡No habrá otros! ¡No tendré más! —lo miró
asustada—. ¡No habrá más!
De pronto, sin fuerzas se dejó caer sobre las almohadas.
“Estás cansada. Trata de dormir, regresaré a verte más tarde.
“¿Regresarás al trabajo, Jordan? —le preguntó con malicia—. ¿O tal vez es
Angela lo que te atrae?
“¿Angela? ¿Te refieres a mi secretaria? —entrecerró los ojos grises.
“Si así prefieres llamarla —Kelly sonrió con ironía.
“Estás más cansada de lo que supones —le respondió su esposo cortante—.
Estás imaginando cosas. Duerme, después hablaremos.
“Sólo quiero saber una cosa: ¿cuándo podré irme de aquí?
“El médico dijo que dentro de un par de semanas, sin embargo, estarás todavía
muy débil.
“Siempre he sido débil en lo que se refería a ti, pero ya no.
“¿Qué estás diciendo, Kelly? Entiendo que estés trastornada por lo que le
sucedió a la criatura…
“¿Qué era?
Jordan pareció sorprendido por la pregunta.

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“No pienses más en ello. Es mejor olvidarlo.


¡Olvidarlo! Ella nunca olvidaría la pérdida de ese hijo ni la razón que la
provocó.
“¿Qué era, Jordan?
“Una niña —le contestó con brevedad.
“Entonces, quizá fue mejor que muriera, pues tú deseabas una niña menos de lo
que a un varón.
“Yo prefiero que tú estés viva y bien… —le acarició una mano.
“¡No me abrumes con tus falsas palabras! —le dio la espalda—. Sí no te
importa, me gustaría dormir ahora —se acomodó bajo las mantas pretendiendo
dormir.
“¿Kelly? —de nuevo le tocó un hombro.
“Tengo sueño. Adiós, Jordan”.
“Te veré mañana —dijo con resignación.
Esperó que la puerta se cerrara antes de dar rienda suelta a su llanto. Recordaba
todo. Había pasado a la oficina de Jordan aquella mañana, ansiosa por mostrarle la
ropita que le compró al nene; entró apresurada en la recepción y encontró que la
secretaria no estaba sentada frente a su escritorio. Escuchó el tono monótono de la
voz de Jordan mientras hablaba con la muchacha que fue su secretaria durante un
año, pero el hecho de que estaban trabajando no le molestó. La presencia de la joven
en la oficina de Jordan, nunca la había incomodado.
¡Pero la conversación que sostenían sí lo logró! Lo que escucho esa mañana la
hizo comprender que la relación que existía entre él y su secretaria, iba más allá de la
oficina.
Salió apresurada de la recepción como si el demonio la persiguiera.
¡Jordan y su secretaria! Se sintió enferma, y siguió corriendo sin recordar su
estado, hasta que un dolor intenso la dominó.
Así descubrió la razón por la cual Jordan no volvió a acercársele a partir del
momento en que se confirmó su embarazo… desde entonces estuvo frecuentando a
su hermosa secretaria. Ella había jurado entonces que él nunca la podría tocar, una
decisión que rápidamente le comunicó al regresar del hospital a su casa.

“¿Estás cómoda? —Jordan acomodó las mantas alrededor de las piernas.


''Sí, gracias —replicó con indiferencia.
El la miró, tratando de comprender; luego, se acomodó detrás del volante.
Camino a casa no hablaron.

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“¡Qué alegría verla de nuevo, señora Lord! —la señora McLeod, el ama de
llaves, salió a recibirla al vestíbulo.
“Gracias, señora McLeod —le fue imposible demostrar ningún afecto a la mujer
de la cual sólo recibió bondad y cariño desde el día que se casó con Jordan, su jefe,
seis meses atrás.
“Sírvanos el té en la estancia, señora McLeod —sugirió Jordan—. Estoy seguro
de que mi esposa se lo agradecerá.
“Desde luego, señor —sonrió la mujer—. Está listo. Iré por él.
Una vez solos. Kelly se retiró de su esposo, caminando por la espaciosa estancia
que, aún después de seis meses de vida en común, no adquirió nada de la
personalidad de ella, sino sólo la de Jordan. Las cortinas de terciopelo color gris
oscuro hacían juego con la mullida alfombra. Los sillones y el sofá de cuero negro
eran sobrios, y aun los escasos adornos femeninos y algunos objetos de cristal
cortado, acentuaban el aspecto frívolo de la habitación carente de calor… como el
mismo Jordan.
No se explicaba el porqué Jordan se había casado con ella; desde luego que no
fue porque la amaba, él no sabía amar. Pero el amor fue el motivo por el cual ella lo
aceptó… el que sintió por él, un amor que murió al igual que su hijo.
Desde que lo conoció en la fiesta que su padre ofreció y en la que ella hizo las
veces de anfitriona, Jordan pareció impresionado por ella.
La invitó esa primera noche, al teatro, y durante un mes salieron a menudo. El
hecho de que Jordan la tratara más bien como lo haría con una niña consentida, no la
preocupó.
Cuando le pidió que se casara con él, aceptó de inmediato, ya que lo único que
quería era estar a su lado siempre.
Su padre no mostró entusiasmo con la noticia, pero a pesar de la discreta
oposición que demostró, la boda se celebró al mes de haberse encontrado por
primera vez. Pasaron la luna de miel en Barbados.
Fue durante uno de esos momentos de amor que Kelly concibió a su hijo.
Jordan no compartía su entusiasmo, sin embargo, debido a su propia felicidad, ella
no hizo mucho caso. Nunca imaginó que a partir de que le informara a su esposo que
iba a ser padre, las cosas cambiarían.
“Tu padre vendrá a cenar —le informó Jordan mientras la señora McLeod
llevaba el té—. No le he dado la noticia. No me pareció apropiado hacerlo por
teléfono.
“Entonces, voy a ser una sorpresa para él —hizo un mohín.
“Sí —estuvo de acuerdo él, con expresión severa.
“Una verdadera sorpresa —repitió Kelly, tocándose el vientre ahora plano.
“Sí —Jordan volvió a llenar su vaso de whisky.
“¿No es demasiado temprano para empezar a beber?

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“¿Te importa? —la miró con disgusto.


“En realidad no —contestó la joven elevando los hombros.
“Eso pensé —de un solo trago, vació la mitad del contenido del vaso—. ¿Qué te
pasa? —le preguntó con voz áspera—. Comprendo que el haber perdido al nene fue
una experiencia desagradable.
“Me alegro que lo comprendas —la voz de ella también era áspera.
“No soy tan insensible. Pero no creí que esto te cambiara al grado de que me es
difícil reconocerte.
Kelly cogió uno de los floreros de cristal cortado para observarlo.
“Cuando suceden estas cosas, uno parece madurar de pronto. Después de todo,
Jordan, ya no soy una niña —dijo con burla.
“Yo no diría que dieciocho años son muchos. Además, siempre me gustó tu
entusiasmo juvenil por todas las cosas.
“Tus deterioradas sensaciones se sentían atraídas por mi “juvenil entusiasmo”,
¿era eso? —se mofó Kelly.
“¿Lo ves? —la tomó por los hombros y obligándola a mirarlo, al hacerlo, dio un
golpe involuntario al florero que ella todavía sostenía en las manos. Se hizo añicos a
sus pies—. ¡Vaya! —exclamó—. ¡Mira lo que has hecho!
“¿Lo que yo he hecho? —ella lo miró acusadora, el florero era uno de sus
favoritos—. Tenias que usar la fuerza bruta… como siempre —dijo con sorna—.
¡Quítame las manos de encima!
“Sí —entrecerró los oíos al mirar su boca.
Kelly supo que iba a besarla y se soltó de un tirón.
“¡No me toques! ¡Odio que me toquen!
“Pues no es eso lo que recuerdo.
Ella se ruborizó al darse cuenta de que se refería a las noches en que casi le
suplicó que la amara.
“Olvida esos recuerdos. No quiero…
“Aquí lo tenemos ya —la señora McLeod entró con una bandeja, sonriéndoles
llena de felicidad—. ¡Cielos! —exclamó al ver el florero roto—. ¿Fue un accidente?”
“Resbaló de entre las manos de mi esposa —le informó Jordan.
Kelly apretó los labios para detener la airada contestación. Después de todo, lo
que él decía era verdad, pero fue culpa de Jordan que eso sucediera.
“Oh, no tiene importancia —el ama de llaves levantó los pedazos—, es sólo
vidrio.
Kelly se dio cuenta del movimiento de los labios de Jordan al escuchar el
comentario. Se trataba de un florero de gran valor que a ella le encantaba.
Ella tomó asiento frente a la bandeja del té.

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“¿Leche o limón? —preguntó con frialdad a su esposo.


“Leche, hay ya bastante acritud en esta habitación —contestó él Kelly lo miró
furiosa, la señora McLeod todavía se encontraba levantando los pedazos de florero.
“¿Azúcar? —inquirió con exagerada cortesía.
“No, gracias —él se sentó y estiró las piernas—. Pero sírvete tú también…
necesitas reponer tus energías —agregó provocándola
Ella comprendió lo que quiso decir y apretó los labios iracunda.
“Qué amable eres en preocuparte por mi salud. ¿No le parece que es un esposo
modelo en cuanto a consideración se refiere, señora McLeod?
“Claro que lo es —el ama de llaves por fin se incorporó—. Hemos estado tan
preocupados por usted, sobre todo el señor Lord.
“Pero no era necesario que se preocuparan de esa manera —Kelly sonrió a la
otra mujer—. Soy joven.
“Por supuesto que lo es. Pero le decía yo al señor Lord que haría bien en
llevársela a pasar unas vacaciones en algún lugar lleno de sol.
“¡No, no! Prefiero no ir a ningún lugar —no quería ir a ningún sitio en el que
tuviese que estar a solas con Jordan.
La burla que vio en la mirada masculina la hizo comprender que había
adivinado el verdadero motivo de su negativa.
“Quizá más tarde —intervino él—. Por lo pronto, no puedo ausentarme del
negocio.
¡No podía abandonar a su secretaria! Angela Divine era hermosa, una rubia alta
y escultural, diez años mayor que Kelly.
Kelly se estremeció al recordar lo que era sentirse mujer en brazos del
apasionado Jordan. Pero, puesto que él no podía dejar sus negocios por el momento,
sugirió salir sola. Tenía que retirarse de él; el amor que sintió por Jordan se había
transformado en odio en un tiempo breve.
Jordan esperó que el ama de llaves se retirara para rechazar su sugerencia.
“No irás a ningún lado sin mí —le advirtió—, aun cuando estés padeciendo de
esta ridícula aversión hacia mí.
Kelly se levantó.
“¡Vete al infierno! —gritó furiosa mientras se volvía en dirección a su cuarto
donde había dormido sola desde que le hizo saber a Jordan que estaba embarazada.
El la alcanzó antes que llegara a la puerta, y la hizo volverse.
“No vuelvas a hablarme en esa forma, pequeña —le advirtió amenazante—. No
lo toleraré.
“¿Y qué si lo vuelvo a hacer? —preguntó sollozante—. ¿Me golpearás? —rió con
amargura—. Supongo que te gustaría hacerlo.

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”Niña ridícula —murmuró con dulzura, atrayéndola hacia sí—. Llora, Kelly —
la animó—. Te sentirás mejor.
“No tengo intenciones de llorar —se zafó de sus brazos, actitud que no permitía
acercamiento alguno entre ellos—. ¿Por qué habría de hacerlo?
Había llorado casi hasta la histeria al perder a su hijo y ahora todo lo que podía
sentir era un odio profundo hacia Jordan.
“Me advirtió el médico que tendría que esperar estos cambios bruscos de tu
carácter —la miró pensativo—. Pero no esperes que mi paciencia hacia ti sea
ilimitada.
“No espero nada de ti. Ahora, si me lo permites, me retiraré a mí habitación a
descansar antes de la cena.
“A nuestra habitación, Kelly —le corrigió con suavidad.
“La considero mi habitación, puesto que tú no te dignaste compartirla conmigo
durante varios meses”.
“Eso cambiará, ahora que…
“¡Ahora que ya no estoy embarazada! —exclamó ella—. Puedes hacer lo que
quieras, pero no esperes que te dé la bienvenida.
“Kelly…
“¡Vete al infierno! —esta vez logró escapar hacia su cuarto sin ninguna
interrupción.
Una vez en él, se dejó caer sobre el lecho, sintiéndose en extremo débil. Si
Jordan en realidad tenía intención de compartir su cama de nuevo, tendría que irse
de ahí tan pronto como le fuera posible. No soportaba la idea de dormir en la misma
habitación.
Se quedó dormida casi de inmediato, y al despertar encontró que sólo disponía
de media hora para arreglarse antes de la llegada de su padre. Al bajar las piernas de
la cama, Jordan salió del baño, con la bata azul marino que usaba después de
Dañarse. Kelly se perturbó de inmediato al percibir lo íntimo de la situación, aunque
la fría mirada que le dirigió, ocultó a la perfección sus tumultuosos sentimientos.
“Debiste despertarme —fe reprochó.
“¿Debí hacerlo? —preguntó él con descuido, al tiempo que se secaba el cabello
húmedo—. Dijiste que querías descansar.
“Pero no por tanto tiempo —se retiró el cabello del rostro, forzándose a no
mirar la forma en que la bata de Jordan se abrió dejando al descubierto su pecho
bronceado—. Tendrás que atender a papito mientras me doy una ducha y me visto
—se volvió con indiferencia.
Jordan arrojó la toalla sobre la enorme cama que compartirían de nuevo a partir
de ese día y se dirigió hacia ella con esa determinación que tan bien conocía.

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“Atender a tu padre no es lo que tenía en mente hacer en estos momentos —


murmuró, con la mirada fija en los labios de ella—. Ven —le ordenó con voz
enronquecida.
“No ahora —ella se dirigió al guardarropa para escoger entre los trajes de
noche, esos que no había podido usar en los últimos meses por el embarazo. Mirando
ahora su esbelto cuerpo, le era casi imposible creer que alguna vez llevó en sus
entrañas al hijo de Jordan”.
“¡Kelly! —las manos masculinas descansaron en las caderas de ella, atrayéndola
hacia sí—. ¡Dios mío, cuánto he deseado tenerte entre mis brazos! —gimió ocultando
el rostro en el cuello de la chica.
Kelly se sintió enferma.
“Por favor, Jordan —intentó librarse de sus brazos—. Esta no es hora para esa
clase de cosas.
“¿Esa clase de cosas? —repitió él con dulzura—. Todo lo que quiero es besar a
mi esposa, quizá sostenerla entre mis brazos unos instantes.
Ella le sonrió.
“No tenemos tiempo para eso, papá llegará pronto, y ninguno de los dos estará
listo para recibirlo.
“¡Maldición! —exclamó—. Lo que sucede es que no quieres que te bese,
¿verdad?
La joven se estremeció sólo de pensarlo. El pudo estar con Angela Divine
mientras ella se encontraba en el hospital, ¡y ahora quería besarla!
“Tienes razón —confesó—, no tengo ningún deseo de que me beses.
“Eso pensé —se alejó de ella.
Mientras Kelly estuvo entre sus brazos, no experimentó nada distinto a ese
enorme vacío que no se parecía al intenso amor que antes sintió por él. Supo entonces
que su matrimonio debía terminar.

Kelly volvió a la realidad con un estremecimiento, segura de que sólo habían


transcurrido unos segundos o minutos desde que vio a Jordan entrar en el elevador;
sin embargo, en ese corto tiempo revivió todo su pasado doloroso.
Para Jordan, los votos matrimoniales sólo significaban que ella se había
transformado en su exclusiva propiedad, mientras que él continuaba viviendo y
comportándose como soltero.
Bueno, ahora era toda una mujer, había vivido cinco años más… y también
aprendido más… al menos eso esperaba. Era una chica segura de sí que no se dejaba
afectar por nada. Vivía con su padre, trabajaba como anfitriona para él, y no había
vuelto a saber nada de su ex esposo desde la noche que lo dejó. No era realmente su

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“ex esposo”, puesto que no hubo divorcio. Pero aunque conservó el apellido de él, se
consideró una mujer libre durante los últimos cinco años.
Y ahora él se encontraba ahí, en el mismo hotel que ella. Tendría que buscar
otro tan pronto como fuera posible. Se dirigió apresurada hacia la administración,
dándose cuenta de que por segunda vez huía de Jordan, pero sabía que estando él
cerca, era el mejor camino a seguir. ¡A él le encantaría una situación como ésa! ¡Se
divertiría al verla avergonzada!
Sonrió a la joven que se encontraba tras el mostrador.
—¿Señora Lord? —la hermosa rubia le sonrió con amabilidad.
Sí, decidió Kelly, a su esposo le gustaría esa chica. Era alta, con piernas bien
formadas. Jordan debió estar padeciendo una crisis mental cuando se casó con ella,
pensó con amargura. Ella era muy esbelta.
Un montoncito de dinamita, su padre solía llamarla.
¡Su padre! ¡Cielos! Estaba tan absorta recordando a Jordan, que olvidó su
preocupación por su padre. Los dos tuvieron un accidente automovilístico, y
mientras ella salió ilesa, su padre estaba aún en estado de coma. Se dirigía hacia el
hospital cuando vio a Jordan.
—Si busca a su esposo, señora Lord —la recepcionista habló de nuevo—, ya
subió a sus habitaciones.
—¿El subió adónde?… — preguntó incrédula.
—Acaba de subir a su suite, señora Lord —repitió la muchacha, frunciendo el
ceño contundida.
Kelly hizo un gesto de desagrado.
—Muchas gracias —dijo y se volvió para retirarse.
Así que Jordan sabía que ella se encontraba ahí. Y en estos instantes estaba en
su suite. ¡Bueno, eso tendría que aclararse!
No encontró señales de la presencia de Jordan cuando entró en la suite que ella
ocupaba. Todo era silencio. Quizá la muchacha de la recepción se había equivocado.
Antes que pudiera seguir investigando, alguien llamó discretamente a su puerta.
—Señora Lord —era el gerente del hotel—, sólo vine para cerciorarme de que
nada le faltaba.
Kelly frunció el ceño. En las ocasiones que ella había estado en el hotel, ese
hombre se había mostrado bástame cortes, pero desde luego nunca se tomó la
molestia de interesarse por su comodidad.
—No, nada me falta, gracias. Aunque mi esposo…
—¡Ah, sí! ¿Su esposo se encuentra cómodo también?
—Sí, gracias John —respondió una voz masculina que Kelly nunca podría
confundir—. Tengo todo lo que necesito —agregó.

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Kelly se volvió con violencia. Jordan estaba en el umbral de la puerta de la


habitación, ¡por fortuna, no era el cuarto donde ella había metido sus pertenencias!, y
sólo tenía puesta una bata de baño blanca. Los cabellos húmedos le indicaron que
estaba dándose una ducha cuando ella creyó que él no se encontraba dentro.
—Jordan… —acertó a decir con voz débil.
El no la miraba, sino al gerente.
—Gracias por tu interés, John. Si algo nos faltara, de seguro te llamaremos.
Cuando el joven se retiró, Jordan miró con frialdad el traje sastre de color gris
oscuro y la blusa negra que usaba; el cabello negro corto, y el ligero maquillaje de la
chica.
—Kelly —la saludó con brusquedad—. ¿Qué te ha sucedido? ¡Estás hecha un
desastre!

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Capítulo 2
—¿Después de cinco años, es todo lo que se te ocurre decir?
El encogió los hombros y caminó con lentitud hacia el interior del cuarto.
—Sucede que es la verdad.
Kelly lo siguió.
—¿Y cómo esperabas encontrarme? Mí padre está enfermo de gravedad en una
clínica.
Jordan sacó del closet unos pantalones color café y una camisa crema.
—Tienes veintitrés años y te vistes como una anciana. ¿En dónde conseguiste
esa ropa tan horrible? Parece como si fueras a un funeral.
La crueldad de sus palabras la hirió.
—Mi padre se encuentra enfermo, no esperarás que me vista de rojo para ir a
visitarlo.
—¿Y por qué no? —aflojó el cinto de su bata, sonriendo al notar que ella se
volvía apresurada—. Sigo estando igual que hace cinco años, y entonces no te
disgustaba mirarme —se burló—. Te fascinaba acariciarme.
Rió al notar su ira.
—¿Por qué no podrías usar un vestido rojo? Estoy seguro de que tu padre se
sentiría mejor al verte así que con eso que traes puesto.
—Mi padre no puede ver cómo me visto, por el momento —le informó con
amargura—. Está en estado de coma desde que tuvimos el accidente.
Jordan asintió con la cabeza mientras se vestía.
—Así me lo informaron en el hospital. Otro tanto me dijo el médico.
Kelly agrandó los ojos, sorprendida.
—¿Has estado en contacto con el hospital?
—Por supuesto —le contestó con sequedad.
—No creo que me hayan dicho más que a ti.
—Pero, ¿qué te dijeron? —insistió, desesperada.
El encogió los hombros.
—No mucho. Aunque parece ser que su estado dejó de ser peligroso.
—¿Es cierto eso? —le preguntó Kelly, a la vez que lo observaba ponerse una
chaqueta que hacía juego con los pantalones.
—Así me lo informaron.
—Entonces, debo regresar al hospital. Sólo vine a bañarme y cambiarme.

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—Así lo pensé —Jordan la miró con atención—. Has estado a su lado día y
noche y debo decirte que se te nota.
—¿Quieres dejar de insultarme? —las lágrimas inundaron sus ojos—. ¡En este
momento no puedo soportarlo! —comenzó a sollozar.
Sintió que Jordan la abrazaba.
—Esto debió haber sucedido hace mucho tiempo —dijo él enronquecido.
Kelly trató de zafarse, dándose cuenta de que no era tan inmune a él como
había pensado durante los últimos cinco años.
Pero ahora no podía alejarlo, y la emoción que sintió hizo que intensificara sus
esfuerzos por librarse de él.
—¡Quítame las manos de encima, antes que empiece a gritar hasta que todo el
mundo venga!
El dio un paso atrás, manteniendo las manos en alto.
—Que nunca se diga que obligué a una mujer a aceptarme en contra de su
voluntad.
—¿Es por eso que me dejaste partir con tanta facilidad hace cinco años?
—Tú quisiste irte —la burla desapareció del rostro de Jordan.
—Sí, así es. Y nunca me he arrepentido.
—¿Ni siquiera una vez? —se burló—. ¿Me estás diciendo que no hubo
ocasiones, de noche, al yacer en tu lecho, en que desearas que estuviera contigo?
¿Que nunca añoraste las veces que hicimos el amor?
¿Lo había hecho alguna vez? ¡No de manera consciente! ¿Pero
inconscientemente? Oh, sí, lo había deseado.
La forma en que hacían el amor era perfecta, no existían entre ellos inhibiciones,
cada uno tratando de proporcionar al otro la mayor satisfacción posible. Sin
embargo, eso no significó mucho para Jordan que fue en busca de otras mujeres.
—¿Por qué dijiste que debí haber llorado así hace mucho tiempo? —preguntó la
chica sin responder a sus preguntas tan íntimas; prefirió ignorarlas para borrar los
recuerdos eróticos.
—Hasta donde supe, nunca lloraste por la pérdida de nuestro hijo.
Una terrible palidez sustituyó el rubor que había cubierto el rostro de Kelly.
—¡Nunca lloré!… —su voz se ahogó—. ¡Dios mío, lloré hasta que se me
acabaron las lágrimas!
—Y cuando terminaste de llorar —la miró con los ojos entrecerrados—, ¿por
qué no regresaste?
—¿Regresar? —frunció el ceño—. ¿Contigo? —había burla en su voz.
—¿Y por qué no? ¡Soy tu esposo! —la expresión de Jordan se tornó sombría.

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—¿Ah, sí? —le tocó burlarse—. ¿Y qué es para ti la hermosa rubia que te
acompañaba sólo hace unos momentos?
—¿Janet? Es mi secretaria particular.
—¡Qué original! —exclamó Kelly al mismo tiempo que recogía el bolso—.
Bueno, con tu permiso, iré al hospital.
—¡Qué coincidencia, yo también! —abrió la puerta para dejarla pasar.
—¿Tú también? —inquirió sorprendida—. ¿Por qué?
Jordan la miró disgustado.
—Voy a ver a mi suegro. Una cortesía muy natural, creo.
Kelly le permitió tomarla por el codo y guiarla hasta la salida del hotel y hacia
la limousine que esperaba.
—No esperaba que ese parentesco tuviera alguna importancia para ti —le dijo
con ironía.
Jordan se acomodó con tranquilidad dentro del auto.
—Quizá no la tenga —encendió un cigarrillo. El conocido aroma pronto saturó
el interior del vehículo. Era una marca especial hecha para Jordan, y Kelly se
sorprendió al darse cuenta de que había extrañado ese olor—. Tu padre sigue siendo
mi amigo —continuó—. Lo fue mucho antes que te conociera y me casara contigo.
—Sí —le contestó con brusquedad—. Lo había olvidado. Lo siento.
El inclinó la cabeza con arrogancia.
—Me doy cuenta de tu preocupación —aceptó—. ¿Cómo sucedió el accidente?
Kelly respiró profundo; de inmediato volvió a revivir los terribles momentos y
a escuchar el ruido de los metales al chocar. El lado donde su padre estaba sentado,
se había deshecho casi por completo. La joven pareja que conducía el otro coche salió
ilesa. Kelly sólo recibió algunos golpes y heridas sin importancia. Pero su padre
quedó inconsciente desde entonces.
—Fue una de esas cosas que pasan sin que se pueda culpar a nadie.
—¿Y a ti no te sucedió nada? —Jordan la miró con fijeza.
—No.
—En el hospital me dijeron que estuviste internada durante dos días.
—Ellos no tenían derecho…
—¡Tenían todo el derecho! —aplastó el cigarrillo con furia—, ¡tengo el derecho
de preguntar por la salud de mi esposa!
Kelly no protestó.
—¿Cómo te enteraste del accidente?
—Estaba en los Estados Unidos, de negocios. Un amigo me envió un telegrama
dándome la noticia.

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—¿Un amigo tuyo? —inquirió ella.


Jordan sonrió con desgana.
—Tengo algunos, ¿sabes?
—Sí, lo sé —respondió ella con voz fría—. Sólo me preguntaba si yo lo conocía.
—Fue Ian Smythe —le informó.
—¡Ian! —su rostro se iluminó de alegría—. ¿Todavía trabaja para ti? —Ian era el
asistente personal de Jordan hacía cinco años y Kelly siempre sintió simpatía por él.
—No, trabaja para sí mismo —contestó Jordan, frunciendo el ceño.
—¿De veras? —preguntó Kelly mostrándose interesada.
—Tuvo la sensatez de casarse con la hija de Anthony Miles.
Anthony Miles era un poderoso industrial que hacía un año había muerto de un
ataque al corazón.
—¿Ian se casó con Laura Miles? —inquirió Kelly, sorprendida.
—Hace ya algunos años.
—Entonces, no fue por “sensatez”. Estoy segura de que Ian no se hubiera
casado si no hubiese estado enamorado de Laura.
—¡Enamorado! —se burló Jordan—. Laura es atractiva… pero yo no la hubiera
elegido como mi esposa.
—¿Son felices?
—Parece que sí.
—Eso es lo que importa.
—No lo creo. Nosotros parecíamos serlo y tú me abandonaste.
—Bien sabes el porqué —respondió Kelly.
—El hijo que perdiste también era mío, no obstante, yo no le volví la espalda a
mis responsabilidades…
—¡Responsabilidades! ¿Llamas a nuestro hijo una responsabilidad?
—En cierta forma…
—¿Porque tú no lo querías? ¿Porque sentías que te estorbaba? ¿Porque?…
—¡Cállate! —le ordenó entre dientes—. ¡Cállate si es que amas tu vida!
Sus ojos brillaban en forma tan siniestra que Kelly guardó silencio de
inmediato. Sin embargo, Jordan acababa de revelarle la verdadera opinión que tenía
del hijo que ella amó tanto, y sintió que su odio renacía con más fuerza, azuzado por
su crueldad.
—Lo siento —dijo él por fin, más calmado—. Nunca pudimos hablar sobre esto
en forma razonable. ¿Cuando te internaron en el hospital a raíz del accidente, no

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encontraron nada de cuidado? —volvió la conversación a donde se había quedado


unos minutos antes.
—Sólo me internaron para tenerme en observación, cuestión de rutina.
El despidió al chofer tan pronto como llegaron al hospital, y Kelly se sintió
vulnerable al caminar al lado de Jordan en dirección al cuarto que ocupaba su padre.
Su padre yacía sobre el lecho, pálido, con una venda blanca en la frente, y una
sonda de plástico introducida en una vena del brazo, le pasaba todos los elementos
necesarios para sostener su cuerpo.
—Lo veo mejor que antes —le dijo Kelly a Jordan—. Tenía unos cables en el
pecho que estaban conectados a ese aparato, y en lugar de la pequeña venda una le
cubría toda la cabeza —se estremeció al recordar cuando lo vio por vez primera
después del accidente—. Pensé que estaba muriéndose —terminó de hablar, con voz
trémula.
—El médico me dijo que tenían esperanzas de que se recuperara por completo
—comentó Jordan.
—También me dijeron eso —ella se sentó en la silla que por costumbre ocupaba
al lado de la cama de su padre, tomando una de las manos inertes entre las suyas—.
Por lo general converso con él un rato. Sé que te parecerá tonto, pero creo que lo
ayuda.
—Estoy seguro de que así es. Hazlo, mientras localizo al médico para hablar
con él.
Kelly casi no se dio cuenta de su partida, toda su atención estaba concentrada
en su padre. Tenía algo nuevo que contarle. Le habló de la llegada de Jordan al
mismo hotel donde ella se hospedaba. Esa era otra de las cosas que debía preguntarle
a Jordan, acerca de lo que estaba haciendo en la suite de ella. Estaba tan iracunda
cuando lo encontró en sus habitaciones, que olvidó hacerlo.
—No hay ningún cambio —le informó Jordan al regresar—. Parece que se está
recuperando lentamente, se cree que puede tardar varios días más —acercó una silla
y se sentó a su lado.
Kelly asintió moviendo la cabeza.
—Gracias Jordan. ¿Qué estabas haciendo en mis habitaciones en el hotel?
—Nuestras habitaciones —la corrigió.
—¿Qué se supone, que debo entender con eso?
—Se supone, querida Kelly, que en realidad quien está ocupando mis
habitaciones, eres tú. Cuando te registraste como mi esposa, en forma automática te
alojaron en la suite que tomo en alquiler durante todo el año.
—¿Yo estoy ocupando tu suite?
—Correcto —sonrió con burla—. No te gusta la idea, ¿verdad?
—No —aceptó ella cortante—, tomaré otras habitaciones cuando regrese.

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—No harás tal cosa.


—Yo…
—Te quedarás donde estás, Kelly ¿Qué piensas que dirán si yo estoy en una
suite y mi esposa en otra?
—Puesto que yo sólo soy la esposa que te abandonó, creo que dirán que es muy
normal ese comportamiento.
—Te quedarás donde estás —repitió Jordan, tenso.
—No…
—¡Sí! No seas ridícula. No tengo intenciones de reclamar mis derechos
conyugales, no necesitas preocuparte por eso. Además, apenas tendremos ocasión de
vernos, pues será muy difícil que coincidamos al estar ahí.
—¿Ah, sí? —sus mejillas estaban todavía ruborizadas por la referencia que hizo
a “sus derechos conyugales”.
—Sí. El médico piensa que tu insistencia en hablarle a tu padre es lo que lo está
ayudando a salir del estado de coma. Así que te propongo que lo hagamos por
turnos.
—No es necesario que tú hagas eso, Jordan —miró el rostro de su padre—. Sé lo
ocupado que debes estar, lo importante que tu trabajo es para ti. No hay razón para
que… —se interrumpió al tomarle él con brusquedad la barbilla, obligándola a
mirarlo.
—Hay una razón muy poderosa: ¡Tú!
—¿Yo? —preguntó Kelly, agrandando los ojos.
—¿Te has mirado bien en un espejo estos últimos días? —la recorrió con la
mirada—. ¡Te apuesto que con una blusa y un pantalón de mezclilla, no se podría
decir si eres hombre o mujer!
—Sé que he perdido peso…
—¡Perdido peso! ¡Estás esquelética! ¡Eres sólo ojos!
Ella parpadeó para evitar las lágrimas.
—Últimamente no he tenido muchos deseos de comer.
El le soltó la barbilla.
—Eso ha sucedido por mucho más tiempo que los cuatro días que tu padre
lleva en la clínica. Y no es normal que todo te provoque deseos de llorar, tú no eres
así. Esta es la tercera vez, en unos cuantos minutos, que has empezado a llorar.
—Lo siento —se sonó de manera poco elegante.
—Pues no lo sientas… es más saludable que el encerrarte en una cápsula de
hielo, como lo hiciste la última vez que nos vimos hace cinco años.

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La mano de Kelly, oprimió con fuerza la de su padre. Se sentía tan indefensa sin
el apoyo de él, que no pudo ignorar lo mucho que llegó a depender de él desde que
se separó de Jordan.
—No estaba encerrada en una cápsula de hielo; sólo volví a la realidad,
desperté del tonto sueño de creer que podríamos vivir felices para siempre. ¡Qué
infantil debiste encontrarme, Jordan! —exclamó sin rencor.
—Te encontraba… encantadora.
—Bueno, estoy segura de que habrás encontrado otras mujeres igual de
encantadoras. A Janet, por ejemplo.
—Janet es mi secretaria y nada más.
—Quizá tengas un concepto distinto de las cosas. Tal vez consideres que el
dormir con tus secretarias es sólo parte de las obligaciones de ellas —le dijo con
amargura—. Es posible que sea más fácil todo sí se enfoca como parte de los
negocios.
—¿Tal vez qué cosa sea más fácil? —preguntó cortante Jordan.
—Sabes bien lo que quiero decir. ¿Cuántas… secretarias has tenido desde que
nos separamos?
La expresión del rostro de él era sombría.
—¿Qué es lo que quieres implicar?
—¿Cuántas, Jordan?
—He tenido tres secretarias desde entonces…
—¿Sólo tres? Me sorprendes.
—¡Kelly! —le advirtió airado.
—¿Y todas eran rubias?
Jordan frunció el ceño.
—¿Rubias?
—Bueno, eres uno de esos hombres que las prefieren rubias.
—Entonces, ¿por qué me casé contigo? —miró con fijeza su cabello negro.
—Muchas veces me he preguntado lo mismo, tal vez ha vas tenido un receso
temporal. En fin, eso pertenece al pasado —dijo cortante—. ¿Quieres quedarte o
prefieres que yo tome mi turno?
—Me quedo.
Kelly se levantó.
—Entonces yo me voy —se inclinó para besar a su padre en la mejilla con
mucha dulzura.
Jordan también se levantó.

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—No pienses que esta conversación se va a quedar inconclusa, la


continuaremos en un lugar más apropiado —sus últimas palabras llevaban una
advertencia.
Ella se irguió, desafiante.
—Estaré esperando, ansiosa. Regresaré en un par de horas.
—Kelly…
—¿Sí? —ella se volvió para mirarlo, y contuvo el aliento ante el atractivo
inigualable de Jordan.
—¿No olvidaste algo? —le preguntó con dulzura.
Ella miró su bolso, lo único que llevaba consigo.
—No, no lo creo —frunció el ceño.
—Pues a mí me parece que sí —se le acercó con lentitud y decisión.
Kelly comenzó a retroceder, no le gustó su mirada.
—¿Qué… qué quieres?
—¿Qué crees? —la tomó entre sus brazos.
—No…—tuvo tiempo de decir antes que Jordan la silenciara con sus labios.
Sintió que se desmayaba, todo pareció dar vueltas a su alrededor, la única
realidad era Jordan y el firme apoyo de su cuerpo. La oprimió con fuerza contra sí.
Las manos de Kelly descansaban en los hombros de él. La emoción la hacía
temblar igual que años atrás y no se sentía capaz de hacer otra cosa distinta a pararse
en puntillas para responder mejor a sus caricias.
De pronto los besos de Jordan se hicieron más dulces, la besaba con suavidad
como si bebiera un néctar, manteniendo la cabeza de ella inmóvil entre sus manos.
Sabía cómo hacer que perdiera el control. ¡No lo había olvidado!
Haciendo un esfuerzo supremo, Kelly recuperó su sensatez y se retiró de él,
jadeando, a la vez que lo miraba con aprensión.
—Tendrás que aumentar de peso, antes que yo vuelva a hacer esto —advirtió
Jordan con lentitud, arreglándose el nudo de la corbata—. Fue como abrazar a un
saco de huesos.
—¡Entonces, no me abraces! Preferiría que nunca me volvieras a tocar.
—Eso no puede ser… me gusta acariciarte y besarte.
—¡Sí, a mí y a cien mujeres más!
Jordan torció la boca.
—Pero sucede que en este momento no hay aquí cien mujeres más.
—Entonces espera hasta que regreses al hotel y le hagas a Janet una visita —y
salió, dando un portazo tras sí.

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—Ah, señora Lord —la enfermera que atendía a su padre le sonrió al


encontrarla en el pasillo—. Su padre está mejorando.
—Sí —Kelly le sonrió algo insegura—. Jordan, mi esposo, está con él ahora.
—Ah sí —la sonrisa de la mujer le indicó que ya conocía a Jordan… y que
simpatizaba con él—. Usted debe estar muy contenta por haber logrado ponerse en
contacto con él, para que pudiera venir a acompañarla.
¡Así que eso era lo que Jordan les había dicho!
—Sí —no tenía objeto desmentir lo que él les dijo.
—¿Dice que él se encuentra ahora con su padre?
—Sí —confirmó Kelly.
—¿Le parece bien que le lleve una taza de té?
—A él le agradará mucho. Gracias —la enfermera A. Fellows, según pudo leer
en la pequeña placa de plástico que llevaba prendida en el pecho, era una rubia
atractiva. Justo el tipo que ajordan le gustaba.
—Me ocuparé de eso en este momento. La veré más tarde, señora Lord.
Pero Kelly adivinó que la mujer anticipaba su encuentro con Jordan.
—Quizá así sea —contestó con voz fría y se apresuró a retirarse de ahí.

En el hotel, dispuso de bastante tiempo para pensar en la forma en que Jordan


la había besado. Decir que su actitud la sorprendió, era poco.
Recordando la forma como lo alejó de sí después de perder a su hijo,
encontraba aún más difícil explicarse el porqué se dejó arrastrar a sus brazos, como si
esos cinco años de separación, no hubieran tenido lugar.
No olvidaba aún el último beso que Jordan le dio en aquella ocasión, su ira y
frustración. Su padre había llegado a la hora esperada para cenar, la noche que ella
volvió del hospital y su sorpresa al verla fue grande pero justificada.
“Es terrible… —murmuraba, trastornado.
“Sí —por fin Jordan intervino—. Pero con el tiempo, vendrán otros niños.
“¡No! —exclamó Kelly—. ¡Nunca! ¡Nunca más!…
“El médico dijo que no hay razón por la cuál no puedas volver a tener otro hijo
dentro de un año, más o menos.
“¡No me importa lo que haya dicho el médico! —gritó—. Lo que quiero decir es
que no deseo tener más.
“Claro que quieres —insistió Jordan tratando de conservar la paciencia con
ella—. Siempre has querido tener hijos.
“¡Pero no tuyos! ¡No quiero volver a tener hijos contigo!

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“Kelly.
“No intervengas, David —le advirtió Jordan, furioso—. Si no te agrada nuestra
conversación, espéranos en la sala.
“Sí, hazlo papá —la mirada desafiante de Kelly sostenía la de Jordan.
“Jordan…
—Déjanos solos un rato, David —le pidió Jordan, y muy a su pesar, su padre así
lo hizo.
“Ahora —una vez más Jordan se volvió hacia ella—, di lo que tengas que decir
con toda franqueza.
“Te voy a dejar —anunció ya calmada—. Esta noche. Regresaré con mi padre.
“¿Y piensas que puedes hacerlo? ¿Crees que te lo permitiré?
“Sé que no puedes impedírmelo —le respondió con frialdad.
“¡Vaya si puedo! —se levantó, la tomó de una mano y la obligó a levantarse
también—. Siempre he podido dominarte de una manera —su boca cubrió la de ella
con crueldad.
Kelly permaneció inconmovible, como una estatua de hielo mientras él la
besaba con desesperación, tratando en vano de obtener de ella alguna respuesta. Pero
ella no respondió, se sintió asqueada al pensar que en la misma forma besaría a
Angela Divine.
Por fin se retiró, empujándola lejos de sí con disgusto.
“Así que ya no quieres ni besarme —le reprochó herido—. Muy bien, ve con tu
padre, y cuando hayas recuperado el sentido común, llámame. Iré por ti, para traerte
a mi lado que es donde debes estar.
“Te odio.
“¡Y bien sabe Dios que en estos momentos, yo también te odio! —Jordan salió
de la habitación y unos segundos después también de la casa.
Su padre trató de persuadirla de que permanecieran ahí unos días más, pero
ella se negó. Hizo una maleta y salieron antes que Jordan regresara.
Tal vez la pregunta que le hizo Jordan antes, del motivo por el cual nunca
regresó a él, se refería a esa última escena. El le dejó la puerta abierta, por si algún día
quería volver. Pero ni siquiera pensó en ello, viajaba con su padre cuando tenía que
salir de negocios, actuó como su anfitriona en la casa de Hampshire. El volver con
Jordan, nunca le pasó por la mente.
¿Entonces, por qué ahora se le ocurrió?

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Kelly estaba sentada al lado de su padre cuando éste despertó la tarde


siguiente. Ella había estado hablándole, como de costumbre, y en esos momentos le
confesaba la confusión de sus sentimientos acerca de Jordan.
Jordan tuvo razón, casi no se veían, y cuando llegaban a encontrarse, su actitud
hacia ella era fría, como si el incidente que tuvo lugar en esta misma habitación, no
hubiera sucedido nunca.
Fue cuando le comentaba eso a su padre que él abrió los ojos y comenzó a
mover los labios. Cuando Kelly se dio cuenta de ello, tuvo que hacer un gran
esfuerzo para no soltar el llanto, y oprimió el timbre que estaba colocado cerca del
lecho para llamar al médico.
Se levantó emocionada.
—¿Papá? —dijo sollozando—. Papá, soy Kelly.
—Hola, querida —él habló como si no hubiera estado inconsciente durante
cinco días—. ¿Qué hora es?
—Son las cuatro de la tarde. ¿Cómo te sientes?
—Me duele la cabeza —hizo una mueca—, y tengo sed.
—Buena señal —el médico entró en la habitación.
—Buenas tardes, doctor —el padre de Kelly lo saludó cordial—. ¿En dónde está
mi yerno?
—¿Recuerdas que estuvo aquí, papá? —le preguntó la chica, emocionada.
El la miró confundido.
—No, no lo recuerdo. Pero si estás aquí, también Jordan debe estarlo. Siento
haber interrumpido tus vacaciones, querida.
—Pero, papá… —Kelly se mostró extrañada.
—¿Puedo examinar a su padre a solas, señora Lord? —interrumpió el médico—.
Podrá hablar con él dentro de unos minutos. Quizá quiera telefonear a su esposo
mientras espera.
—Oh, desde luego que sí —oprimió la mano de su padre—. No tardaré papá.
El teléfono en las habitaciones del hotel fue contestado por Janet Amery.
—¿Señora Lord? Sí, el señor Lord está aquí —dijo, contestando a su pregunta.
—¿Kelly? —inquirió Jordan soñoliento.
—¿Estás descansando, Jordan? —preguntó Kelly.
—Sabes bien que no es así —contestó airado—. Janet y yo estamos trabajando.
—¡Apuesto que si!—se burló Kelly.
—¿Qué quieres, Kelly? —suspiró impaciente.
—Oh, sí —por un momento había olvidado el motivo de su llamada—. Papá
acaba de despertar.

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—¿Por qué no me lo dijiste enseguida? Salgo de inmediato para el hospital.


Llegó tan rápido que aún no terminaba el doctor de examinar a su padre.
—¿Como está? —preguntó.
—Parece que bastante bien, aunque algo confuso.
—Pues eso era de esperarse —Jordan se sentó a su lado en la sala de espera.
—Supongo que sí —dijo Kelly con lentitud—, al parecer cree que yo he estado
de vacaciones.
—Bueno, acabas de regresar de Francia.
Kelly no le preguntó cómo se había enterado de ello.
—Esas no fueron vacaciones, papá estuvo trabajando todo el tiempo que
permanecimos allí.
—Está confundido, como tú dices —Jordan encogió los hombros.
—No estoy tan segura… —se interrumpió para mirar ansiosa hacia el medico
que en esos momentos salía de la habitación.
Jordan se levantó.
—Doctor —estrechó la mano del médico con cortesía.
—Señor Lord —respondió Michael Jones.
Kelly se unió a ellos.
—¿Cómo lo encuentra, doctor? —preguntó ansiosa.
—¿Podrían acompañarme a mi consultorio? Hablaremos con más libertad.
Ella apenas podía dominar su impaciencia, cuando se sentaron en la oficina del
médico. ¿Estaba su padre más enfermo de lo que se creyó en un principio?
—Me doy cuenta de que la pregunta que voy a hacerles les parecerá extraña —
les dijo por fin—, ¿pero podrían decirme cuánto hace que están casados? —se dirigía
a Jordan.
—Hace cinco años. ¿Por que? —Jordan se mostraba tan confundido como Kelly
—Tal como lo pensé —expuso el galeno.
—¿Qué sucede? —inquinó Kelly con nerviosismo—. ¿Pasa algo?
—Nada grave —se apresuró a tranquilizarla el doctor Jones—. Parece que el
golpe que su padre recibió en la cabeza causó más daño de lo que supusimos al
principio.
—Pero usted dijo que no había fractura…
—Y no la hay, señora Lord. Sucede —respiró profundo antes de continuar—,
que su padre… hace unos minutos le pidió disculpas por haber interrumpido sus
vacaciones, ¿recuerda? —enarcó una ceja al mirarla.
—Sí —respondió ella frunciendo el ceño.

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—Las vacaciones a las que él se refería eran la luna de miel de ustedes. Temo
que el golpe que recibió, le causó una pérdida parcial de la memoria.
—¿Lo que quiere decir?… —preguntó Jordan con impaciencia.
—Lo que quiere decir que el señor Darrow ha perdido, esperamos que
temporalmente, cinco años de su vida. Por lo que a él concierne, ustedes acaban de
casarse y apenas regresan de su luna de miel.

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Capítulo 3
Kelly no podía hablar debido al aturdimiento. ¡Su padre había perdido la
memoria! Bueno, no por completo; sólo había olvidado que ella y Jordan estaban
separados.
—Tendremos que decirle —miró al doctor Jones—, que Jordan y yo…
—Dudo que sea oportuno decirle nada —interrumpió Jordan con frialdad—.
¿Estoy en lo cierto, doctor Jones?
—Sin duda alguna, señor Lord —contestó el médico—. De momento, no
soportaría saber que cinco años de su vida son un completo vacío para él. Su
condición cardiaca…
—¿Su condición cardiaca? —inquirió Kelly, confundida—. No sabía que mi
padre…
—Yo sí lo sabía —confesó Jordan—. David me lo dijo hace años.
—¿Hace cuánto? —quiso saber la chica.
—Hace cuatro años.
El doctor Jones asintió con la cabeza.
—Eso es más o menos cuando él lo supo.
—Pero a mí no se me informó —dijo Kelly con expresión sombría—. Mi padre
no me dijo nada.
—Es probable que no quisiera preocuparla —lo excusó el médico—. Después de
todo, todavía es joven y no quiso que se preocupara usted.
—Y ahora que ha perdido la memoria, tal vez tampoco recuerde su condición
—arguyó ella con amargura.
—Yo diría que es seguro que no la recuerda, por lo que es importante que no
reciba impresiones fuertes. Debemos protegerlo tanto como nos sea posible.
—¿Cuánto tiempo estará así? —Kelly se inclinó hacia el doctor—. ¿Cuánto
tiempo pasará antes que vuelva a recordar?
—Podrían ser horas, días, aun semanas. No tengo manera de saberlo.
—¿Semanas? —repitió—. Mientras, ¿qué vamos a hacer?
—Por lo pronto, tendremos que actuar como si en realidad estuviéramos
viviendo con cinco años de retraso. El recuperará la memoria por sí mismo, así que si
tratamos de apresurarlo, lo único que conseguiremos será empeorar las cosas.
—Pero nosotros no podemos… Jordan y yo… nosotros no…
—Lo que mi esposa trata de decir —Jordan la interrumpió—, es que estamos
separados.
—Eso dificulta aún más las cosas —opinó el médico.

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—¿De qué manera? —preguntó Jordan entrecerrando los ojos.


—El señor Darrow podrá abandonar el hospital dentro de unos pocos días, pero
si ustedes están divorciados…
—No estamos divorciados —explicó Jordan con calma—, sólo separados.
—Entonces, tal vez fuera posible… —el doctor Jones se levantó—. Les
recomiendo que piensen con toda seriedad en el caso y consideren una reconciliación
temporal en beneficio del señor Darrow.
—Desde luego —aceptó Jordan con desgana—, discutiremos el problema y le
haremos saber lo que decidamos.
—Yo no volveré a vivir contigo —le dijo Kelly tan pronto como estuvieron
solos.
—Sabía que dirías eso —Jordan, disgustado, caminaba por la sala de espera—.
Como de costumbre, sólo piensas en ti.
—Yo soy…
—Eres una egoísta. Siempre lo fuiste. No estás pensando en tu padre, ¿verdad?
Piensa en lo que sucederá, si de pronto se da cuenta de que, lejos de ser la pareja feliz
que él cree, hemos vivido separados durante cinco años.
—No podemos ignorar el pasado.
—No te estoy proponiendo que hagamos eso, tampoco yo lo deseo. El casarme
contigo fue una locura y debí haberlo pensado mejor. No, no regresaremos a eso,
Kelly, pero estoy dispuesto a aparentar lo que no es por la amistad que me une a tu
padre. Pero claro, la decisión final está en tus manos.
—¡Yo… no quiero permanecer cerca de ti más de lo necesario! No obstante…
¡está mi padre! No quiero que nada malo le suceda.
La expresión de Jordan era remota.
—No tienes que decidir ahora, dudo que lo den de alta pronto.
—¿No podrías… irte en viaje de negocios o algo parecido? —lo miró
esperanzada.
—Eso no sería normal en un hombre que acaba de regresar de su luna de miel
—se burló.
—No, supongo que no —aceptó ella muy a su pesar.
—Entremos a verlo. Puedes pensar sobre este problema después.
¡Pensar sobre el problema! No podría hacer otra cosa. ¡Toda la idea le parecía
ridícula!
—No pienses en ello ahora —le ordenó al bajar la vista y ver su expresión
perpleja—. Trata de parecer una recién casada feliz —le recomendó con burla.
—No acabo de comprender cómo me dejé engañar por ti.
—Te lo puedo explicar todo con una palabra, Kelly: sexo.

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Ella se quedó sorprendida.


—¡Eso es mentira!
—Disfrutabas cuando te amaba —la recorrió con la mirada y esbozó una
sonrisa, pero no de alegría—, y a mí me gustaba hacerte el amor.
—Por un tiempo —asintió—. Hasta que te aburriste de mí. Todavía no puedo
comprender por qué te casaste conmigo.
—¿Ah, no?
—¡No!
—Por una razón muy válida. Kelly —y abandonó la sala de espera.
Ella se apresuró a seguirlo.
—¿Cuál fue esa razón?
Jordan se detuvo con brusquedad, haciendo que la gente que pasaba cerca de
ellos los mirara con sorpresa.
—Escúchame, Kelly —su voz era áspera—, debiste haberme hecho estas
preguntas antes de abandonarme, olvidándote de nuestro matrimonio. No tengo la
menor intención de hacer un relato sobre eso ahora.
—¿Por qué no te has divorciado de mí?
—¿Por qué? —él rió—. Por una sencilla razón, resultaste ser un motivo
disuasivo muy valioso.
—¿Disuasivo… un motivo disuasivo?
—Para cualquier otra mujer que llegara a pensar en ser mi esposa —le explicó
con sencillez—. Ahora, sonríe mi amor —le dijo burlón—, que vamos a ver a tu
padre.
—Pero…
—¡Sonríe, Kelly!
Ella lo hizo, aunque con dificultad, resintiendo la forma como la tomó de la
mano al entrar en la habitación de su padre.
—¿Qué les pareció Barbados, disfrutaron su estancia allí? —sus ojos brillaron de
felicidad.
—Fue muy hermoso —Kelly se ruborizó.
Los dedos de Jordan oprimieron los de ella hasta causarle dolor, antes de soltar
su mano para abrazarla.
—Kelly es muy tímida —le dijo a su suegro—. De hecho, casi no salimos de la
villa —la miró sonriendo, y en sus ojos había cierta advertencia.
El rubor que cubría sus mejillas se acentuó. Era cierto. Casi no habían salido. El
amor la había embriagado.
—Me parece que ambos olvidaron comer —dijo su padre embromándolos.

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—Teníamos cosas más agradables en qué ocupar nuestro tiempo —contestó


Jordan, regresándole la sonrisa.
—Estoy seguro de que así fue. ¡Kelly! —David tendió las manos hacia ella.
—¡Oh, papacito! —ella ocultó el rostro en el pecho paterno—. ¡He estado tan
preocupada por ti! —sollozó.
El le acarició el cabello.
—Querida, me encuentro bien; además, Jordan te ha servido de apoyo y
consuelo.
Sí, era verdad. No se sentía tan sola y perdida desde que él llegó, pero eso
nunca se lo diría a nadie.
—¡Oye! —bromeó su padre—. ¡Me estás mojando el pijama!
—Lo siento —se retiró sonriendo entre lágrimas.
—Creo que debemos dejar descansar a tu padre, Kelly —Jordan la ayudó a
incorporarse y la sostuvo cerca de él.
—¿Acaso no dormí durante cinco días seguidos? —sonrió David.
—Ese no fue un sueño reparador —la enfermera Fellows entró—. Está muy
débil todavía, señor Darrow. Creo que será mejor que su hija y el señor Lord regresen
mañana.
—Si usted lo ordena, enfermera —se volvió hacia Jordan cerrándole un ojo—.
Por lo menos, tengo una hermosa enfermera.
Jordan se fijó en la joven mientras ésta se movía con gracia por la habitación,
arreglando las mantas de la cama.
—Hermosa de verdad —comentó Jordan con admiración.
—Vamonos querido —sugirió Kelly con dulzura exagerada—. Estoy segura de
que podemos dejar a papá en las expertas manos de la enfermera Fellows.
Su padre rió de buena gana, haciendo una mueca cuando sintió que le dolía la
cabeza.
—Debiste nacer con los ojos verdes —dijo.
Jordan besó a Kelly y aumentó la presión de su brazo al sentir que trataba de
retirarse.
—Kelly sabe que no tiene que preocuparse. Soy el típico esposo leal —le
aseguró a David.
—Será mejor que hables en serio —gruñó el viejo—. Llevan casados unas pocas
semanas.
—Tranquilo, señor Darrow —intervino la enfermera—, o se buscará un dolor de
cabeza colosal.
—Creo que ya lo conseguí —David hizo un gesto.
Kelly se inclinó para besarlo en la mejilla.

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—Te veremos mañana, papito.


—Que no sea muy temprano —los miró con picardía—. Entiendo, por lo que
me dijo el doctor Jones, que ustedes se turnaban para estar conmigo. Ahora, pasen
algún tiempo juntos mañana.
—¡Esto es terrible! —gimió Kelly cuando estaban dentro del coche—. No sé si
pueda tolerarlo.
—Lo estás haciendo muy bien —la atención de Jordan se concentraba en el
volante—. Ese pequeño arranque de celos lo convenció más que otra cosa. Eres una
magnífica actriz.
¡No había sido actuación! Todo empezaba de nuevo, la amargura, furia, y los
celos humillantes que parecían quemarla viva.
—Eso mismo pensé —dijo con despreocupación—. Aunque tú tampoco lo
hiciste mal.
—Gracias. Aunque no dudo que pronto volveré a recordar el papel de esposo
enamorado.
—¡Enamorado! —se burló Kelly—. Me trataste como si fuera un juguete muy
caro.
—Te dije que no quería discutir el pasado. De ahora en adelante pensaremos
sólo en el futuro. Por tu padre.
—Piensas que mejorará, ¿verdad?
—Oíste lo que dijo el médico, su amnesia es temporal.
—Y cuando recupere la memoria, ¿cómo vamos a explicar el que vivamos
juntos?
—No lo explicaremos. No tengo que explicar a nadie el porqué vivo con mi
esposa.
—¿A nadie? —le preguntó incrédula.
—A nadie —respondió con firmeza—. ¿Se puede decir lo mismo de ti?
—¿Te refieres a si tengo algún amigo? —Kelly se ruborizó.
—Eso mismo —asintió él.
—No. No tengo ningún amigo.
—Me parece que tuviste varias citas con Ian después que me dejaste —la
sorprendió con la pregunta.
—Yo no las llamaría citas —no cuando se pasó todo el tiempo hablando de
Jordan. Ian siempre supo escuchar, y a ella le simpatizaba—. Supongo que fue Ian
quien te dijo que salimos juntos.
—Sí.
Kelly se humedecía los labios, estaba nerviosa.
—¿Qué más te dijo?—trató de fingir indiferencia.

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—Sólo que se habían visto —le contestó, encogiendo los hombros.


—¿Nada más?
—No.
¡Bueno, gracias a Dios por eso! Ella habló con Ian con toda franqueza, aunque ni
a él le pudo revelar la magnitud de la traición de Jordan. Tal vez Ian ya la conociera,
pues él trabajaba con ambos, con Jordan y con Angela. Pudo darse cuenta de lo que
pasaba entre su jefe y su secretaria.
Cuando llegaron al hotel. Janet Amery estaba en la suite, escribiendo a máquina.
—¿Llamó Burrows? —le preguntó Jordan, a la vez que caminaba hacia el
escritorio.
—No, Jordan —Janet lo miró.
—¡Maldito sea! —exclamó Jordan contrariado—. ¿Es posible que no se dé
cuenta de que necesito esos datos antes de poder cerrar el trato?
—Estoy segura de que lo sabe —lo confortó Janet.
—Llámalo de nuevo —le ordenó más calmado—. ¡Jimmy esperará sólo hasta las
diez de esta noche!
—Perdón —dijo Kelly con suavidad, conocía el carácter de Jordan—. Me retiro
a mi habitación.
Jordan se volvió a mirarla, como si por el momento se hubiera olvidado de su
existencia.
—¿Cenaremos juntos?
—No lo creo. Pareces estar muy ocupado.
—No obstante, tengo que comer —le dijo córtame.
—No quiero molestar —un ligero indicio de la vieja amargura apareció en la
voz de la joven—. Estoy segura de que tú y la señorita Amery no necesitan mi
compañía.
Jordan la tomó de un brazo y la empujó sin miramientos hacia el pasillo de la
suite.
—¡Cenarás conmigo, quieras o no! —sus ojos brillaban furiosos—. Y más te vale
omitir tus pullas acerca de Janet y yo, creo que le causarás dificultades con su
prometido.
—¿Está comprometida? —Kelly agrandó los ojos, sorprendida.
—Con mi asistente personal.
—¿Burrows?
—Correcto.
—Entonces, no fue muy cortés de tu parte expresarte de él como lo hiciste frente
a la señorita Amery —no pudo evitar sentir un gran alivio e hizo un esfuerzo para

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que Jordan no se diera cuenta de ello. Se moriría de vergüenza si llegara a descubrir


que sus celos hacia la señorita Amery y hacia la enfermera Fellows eran reales.
—No soy partidario de sostener esa clase de relaciones con las personas que
trabajan en mi negocio, pues afectan la calidad del trabajo.
—Claro… y nada debe interferir con tu trabajo, ¿no es cierto? —se burló Kelly—
. Me sorprende que te esfuerces tanto en trabajar; después de todo, ya eres rico.
—¿Es que no lo sabes? Es un buen sustituto —hizo un gesto.
—¿Un buen sustituto para qué?
—¡Para esto! — los labios masculinos reclamaron los de Kelly con deseo.
Las manos de Jordan se apoyaban con firmeza sobre su espalda, y la chica se
apoyaba contra él, sintiéndose indefensa ante tal atractivo.
Los labios de Jordan se movían sobre los de ella con insistencia, exigiéndole que
devolviera pasión con pasión, cuando la vio jadear tratando de respirar. Kelly se
sentía mareada, pero se negaba a reconocer que podía ser otra la razón, distinta a la
falta de aire.
—¡Suéltame! —le ordenó indignada.
—Con gusto.
—¡No vuelvas a hacer eso nunca!
Jordan rió.
—Pero ya te lo dije, me encanta besarte.
—Odio que me beses —lo fulminaba con la mirada.
—¡Embustera! —se burlaba de ella—. Te encanta que lo haga, siempre te gustó.
—Pensé que no querías hablar del pasado —le dijo con frialdad.
Tenía el rostro encendido por la vergüenza.
—Pero Kelly —continuó burlándose—. Esto no sucedió en el pasado.
—Y no sucederá en el futuro tampoco.
—Acaba de suceder y tú lo disfrutaste tanto como yo. Además, deberíamos
adquirir más práctica.
—¿Práctica?…
—Piensa, ¿qué impresión le causaría a tu padre el darse cuenta de que no sé
cómo besar a mi esposa? Tú puedes haber aprendido a besar de otra manera desde la
última vez que estuvimos juntos.
Kelly lo miró indignada.
—Y cómo hubiera podido… ¡Oh! —sonrió con satisfacción—. ¡Es que he salido
con otros hombres! —le dijo desafiándolo.
—Pero es notorio que no saliste el tiempo suficiente como para que se
atrevieran a besarte.

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—¡He sido besada!


—¿Por cuántos hombres? —la furia de Jordan era aún mayor que la de ella.
—Por varios —se negaba a mirarlo a los ojos—. Desde luego que el número no
iguala al de mujeres que habrás tenido, te lo puedo asegurar.
El le encajó los dedos en los brazos.
—No estamos hablando de mí, Kelly. ¿Cuántos hombres ha habido en tu vida?
¿Has dormido con alguno?
—¡Por supuesto que no! ¿Puedes decir tú lo mismo si te pregunto de tus
mujeres? —lo retó mientras, por fin, él la soltó.
—¿Y si yo pudiera? —la miraba ton ojos entrecerrados.
—¿Después de cinco años? —sonreía incrédula—. ¡No podías aguantar ni cinco
días sin una mujer, menos cinco años!
—Quizá no —levantó los hombros; parecía haber olvidado su ira.
—Si buscas un motivo para divorciarte de mí, Jordan, no lo encontrarás por ese
camino.
—Ya te lo he dicho, no quiero divorciarme.
—¡Ah, sí! Olvidaba que te conviene tener una esposa oculta.
—Correcto —de nuevo controlaba la situación—. ¿Tú sí quieres divorciarte?
¿Hay alguien con quien deseas casarte?
—No.
—Y puesto que no quieres tener más hijos…
—¿Quién dice que no quiero? —le preguntó cortante.
—Tú lo dijiste —su mirada era penetrante.
—¿Cuándo?… Oh, eso era antes —se dio cuenta de lo que él quería decir—.
Entonces estaba trastornada, confundida. No sabía lo que decía.
—Sabías que me decías que me odiabas —recordó él con amargura—. Lo sabías
y gozabas haciéndome daño. ¿Cómo crees que me sentí al oírte decir que me odiabas,
cuando apenas acabábamos de perder a nuestro hijo?
—A mi hijo —le corrigió con vehemencia, recordando con demasiada claridad
la razón por la que lo perdió—. Nunca lo consideraste tu hijo, Jordan. Jamás
demostraste ningún interés por él… ella—se corrigió con amargura—. Por ti, muy
bien pudo no existir.
—Es que no entiendes —él movió la cabeza con expresión de cansancio—.
Nunca entendiste.
—No. Fue extraño, ¿verdad? Yo siempre creí que un esposo se interesaría
mucho en la existencia de su hijo. La iba a llamar Jordana, ¿lo sabías? ¡Gracias a Dios
que no nació ni tuvo que llevar toda su vida el apellido de un bastardo como tú!
Sin pensarlo, él le dio una bofetada.

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—¡Oh, Dios mío! —gimió él mientras Kelly lo miraba acusadora, con los ojos
llenos de lágrimas— ¿Hasta dónde me hiciste llegar? Kelly…
—¡No me toques! —ella dio un paso atrás cuando él extendió los brazos,
buscándola—. ¡No te me acerques!
—Kelly…
—¡No! —se volvió y corrió a refugiarse en su habitación.
—Kelly! —la voz sofocada de el le llegó a través de la puerta cerrada— Kelly, lo
siento. Abre, querida.
—¡No! —contestó con voz temblorosa.
—No quise asustarte. Por amor de Dios, déjame entrar para explicarte —movió
el picaporte tratando de abrir—. ¡Déjame entrar, Kelly!
—¡Te dije que no!
—Muy bien, si eso es lo que quieres. Pediré la cena a las ocho y media,
asegúrate de no llegar tarde.
—No cenaré contigo —gritó la chica.
—No estés ahí a la hora y verás lo que sucederá —contestó él amenazándola y
luego oyó sus pasos firmes que se retiraban.
Kelly se tendió sobre la cama, temblorosa. ¡Jordan le había pegado!
Nadie lo había hecho, ni siquiera su padre.
¡Pero tenía que reconocer que merecía más que eso! ¿Cómo pudo decirle algo
tan cruel? Sólo Jordan la había llevado al grado de perder el control, y al parecer sus
emociones siempre la traicionaban cuando se trataba de Jordan.
¿Cómo podría arreglarse y bajar a cenar con él como si nunca la hubiera
abofeteado?
Después de haber permanecido en el baño durante una hora, se miró el rostro
en el espejo. Sólo pudo notar una ligera inflamación en el labio inferior. Las huellas
de los dedos de Jordan, empezaban a desaparecer. El maquillaje, aplicado con
destreza, disimuló lo que quedó de esas huellas, pero no pudo hacer nada para
borrar la hinchazón del labio.
Se puso un traje verde pálido que se ajustaba a su figura.
Jordan había dicho que la cena se serviría a las ocho y media, así que bajó a las
ocho veinticinco, segura de que la conversación que entablarían sería ligera e
impersonal.
El ya se encontraba ahí, cuando ella entró; estaba sentado en uno de los sillones
con expresión de malhumor y en una mano sostenía un vaso cuyo contenido hacía
girar. Kelly estaba segura de que era whisky pues Jordan nunca tomaba otra cosa.
Tan pronto como la vio se levantó.

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—Acabo de telefonear al hospital —le informó—. Tu padre está durmiendo


tranquilo.
—Gracias —le contestó ella con frialdad.
—Kelly… —gimió él tomando las manos de ella entre las suyas—. ¿Podrás
perdonarme alguna vez?
—No hay nada qué perdonar —retiró sus manos al tiempo que se alejó de él—.
Si alguna vez vuelvo a decirte otra cosa parecida, espero que hagas lo mismo que
hiciste. ¿Puedo tomar un jerez, por favor? —en forma deliberada cambió de tema.
—Pero no podemos pretender que eso nunca sucedió —sirvió el jerez en una
copa—. ¡Mira tu boca, tu hermosa boca! —cerró los ojos como si quisiera dejar de ver
la dolorosa escena—. Debe dolerte muchísimo.
Kelly echó el cuerpo hacia atrás como si él la hubiera tocado, y rescató la copa
de los dedos masculinos.
—Me recordará que debo mantenerla cerrada —sonrió al oír que alguien
llamaba a la puerta, deseando terminar la conversación—. Debe ser nuestra cena…
espero. Tengo mucha hambre. ¿Qué ordenaste para cenar?
—Pato.
—Mi platillo favorito —los ojos de la chica brillaron.
—¿Todavía? —él enarcó las cejas.
—Sí.
—Es grato saber que algunos de tus gustos no han cambiado.
Fue a abrir la puerta.
El camarero se quedó para servirles la comida y el vino, debido a lo cual la
conversación fue por completo sobre tópicos generales. Así que Kelly pudo disfrutar
de su cena con tranquilidad.
Ella sirvió el café en la sala mientras que el camarero se llevaba el carrito de
servicio.
—He estado pensando. Jordan… —le dijo mientras daba pequeños sorbos a su
café.
—Mmm —él descansaba en el sillón opuesto al que ella ocupaba, con las
piernas estiradas.
Kelly sacudió la cabeza, tratando de no fijarse en lo atractivo que era su esposo.
—Se trata de la casa —explicó apresurada.
Jordan arqueó las cejas sin comprender.
—Entiendo que tu padre tiene un ama de llaves, ¿no es así?
—Oh, sí —contestó ella pasándole la azucarera como autómata. El azúcar y los
pasteles eran la debilidad de Jordan y aun así no aumentaba de peso—. No me
refería a la casa de papá sino a la nuestra.

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—¿Qué sucede con ella?


—Que no la tenemos, y con toda seguridad, papá la recuerda. Pasamos meses
decorándola antes que me cambiara a ella. Le va a parecer extraño que lo traigamos
aquí. Aunque supongo que siempre podremos rentar un apartamento, pero…
—No es necesario —la interrumpió con desgana.
—Pero tampoco podemos irnos a vivir a casa de él, hace cinco años no la tenía.
¿Recuerdas que…
—Todavía tengo la casa, Kelly.
Ella lo miró sorprendida.
—¿Nuestra casa?
—Correcto —asintió él.
—¿Y la señora McLeod? ¿Aún trabaja para ti?
—Sí.
—Pero… ¿por qué?—sacudió la cabeza—. Lo que quiero decir es ¿Por qué
quedarnos aquí cuando nuestra casa no está lejos?
—¿Quieres saber la verdad?
—Por supuesto.
—Recuerdos —dijo Jordan expresando sus sentimientos con esa sola palabra.
—¿Recuerdos?… ¿Buenos o malos?
—Oh, en definitiva… —se interrumpió al oír que alguien llamaba a la puerta—.
Discúlpame —se dirigió a abrir.
Kelly se sintió frustrada. Quería saber la respuesta a su pregunta, así que, al ver
que la que llamaba era Janet Amery, le dirigió una mirada furiosa.
La pobre muchacha no pudo menos que mostrarse nerviosa e incómoda.
—Siento molestarte, Jordan, señora Lord, pero acaba de llamar Richard.
—¿Y? —Jordan de pronto se mostró interesado.
—Aquí están las cantidades —la joven le dio un papel.
El tomó la hoja de papel y miró los números ansioso.
—Háblale a Jimmy —le ordenó—. Y cuando lo hayas hecho, dile a Richard que
quiero hablar con él. Tengo que darle instrucciones de última hora.
—Sí Jordan —ya se estaba encaminando hacia el teléfono.
—Pensándolo bien, no detengas a Richard en la línea, dile que venga. Así
podremos discutir los puntos más delicados del contrato después de hablar con
Jimmy.

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—Sí Jordan —la secretaria empezó a marcar el número de Jimmy mirando a


Kelly como disculpándose—. Siento haber interrumpido su velada —le dijo con
timidez.
—No se preocupe —Kelly se levantó, resignada—. Creo que es hora de
despedirme. Buenas noches.
—¿Buenas noches? —él levantó la vista del papel—. Oh… oh sí, buenas noches.
Kelly.
Ella creyó que ni siquiera la sintió salir. Era todo como en los viejos tiempos,
nada había cambiado.
¿Durante cuánto tiempo tendrían que seguir con esa farsa? Le estaba resultando
más difícil cada minuto que pasaba recordar que sólo se trataba de una actuación, y
que cuando ésta terminara, ella y Jordan deberían separarse.

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Capítulo 4
Visitaban diariamente a su padre, pero él no parecía recordar nada, pues seguía
embromando a Jordan y a Kelly por estar recién casados.
Estuvo en la casa el día anterior a la salida de su padre de la clínica, sólo para
asegurarse de que todo estaba listo para cuando ellos llegaran. Además, debía
presentarse de nuevo ante la señora McLeod; la pobre mujer de seguro se encontraría
confundida por el curso que tomaron las cosas.
Nada había cambiado. Kelly casi podía creer que los últimos cinco años lejos de
Jordan, nunca habían transcurrido.
—Bueno, aquí estamos de nuevo —la señora McLeod llevó la bandeja con el
servicio del té—. Como en los viejos tiempos —agregó feliz.
—No del todo —le sonrió Kelly—. Vine para asegurarme de que el señor Jordan
le explicó la situación.
—Oh, el señor Lord me contó todo lo relacionado con su padre. ¡Qué terrible! —
sacudió la cabeza apesadumbrada.
—Sí —Kelly estuvo de acuerdo—. ¿Me haría el favor de tomar el té conmigo?
—¡Oh, no podría! —la señora McLeod se ruborizó de placer.
—¿Segura? —insistió Kelly sirviéndose una taza.
—Sí… gracias. Preparé la habitación que su padre solía ocupar cuando venía de
visita, pensé que sería lo mejor.
—Sí, desde luego —Kelly frunció el ceño—. Creo que todo va a ser muy difícil.
—¿El no recuerda nada?
—No después que el señor Lord y yo nos casamos. Por eso todo es tan difícil.
Pero qué tan difícil, no se dio cuerna hasta el día siguiente que Jordan llevo a su
padre a casa. Ahora siempre estarían vigilados por la mirada amorosa de su padre.
Ni por un instante podrían dejar de actuar.
David Darrow mirón su alrededor, admirándolo todo, mientras tomaba asiento
en la sala. Sólo una pequeña venda sobre su frente recordaba el accidente.
—Siempre me gustó esta casa —le dijo a Jordan—. Pero tendrás que reconocer
que mi hija la ha transformado en un verdadero hogar.
—¡Desde luego que sí! —asintió Jordan, a la vez que observaba a Kelly mientras
ésta alisaba las tablas de su falda—. Yo no sabría qué hacer sin ella.
—¡Es natural! —rió alegre el viejo—. ¿Cómo te sientes Kelly? Te veo un poco
pálida.
— ¿Querida? —la llamó Jordan con dulzura mientras ella continuaba su
movimiento nervioso con la falda.

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Ella se sorprendió y el color invadió sus mejillas al notar con cuánta facilidad
usaba esa palabra cariñosa.
—¡Oh, lo siento! —parpadeó confusa.
—Tu padre expresaba su preocupación al verte tan pálida.
—Son las emociones que he tenido —contestó tratando de tranquilizarlo—. Es
tan agradable tenerte en casa, papá.
—Es muy agradable estar aquí. Me preguntaba si tu palidez no se deberá a
algo… —enarcó una ceja.
—¿Debido a algo?… ¡No! —Kelly se puso aún más blanca.
—Danos tiempo, David —Jordan salió en su auxilio—. Hemos estado casados
sólo unas pocas semanas.
—Fue sólo una idea…
—Con permiso —Kelly se levantó apresurada—. Yo… no me siento bien —salió
corriendo de la habitación.
Sin proponérselo, su padre había tocado el único tema sobre el que no podía
fingir. Cuando llegó a su cuarto estaba temblando y se sentó en la cama pues sentía
que las piernas no la sostendrían.
—Eso no fue muy prudente de tu parte —comentó Jordan al entrar.
—¡Prudente! —repitió—. Sé que no lo fue pero no pude soportarlo Jordan. No
cuando se refirió a un posible embarazo. Por favor, trara de comprender, Jordan…
—Sí, lo comprendo —le respondió con voz dulce, acercándose para sentarse a
su lado en la cama doble—. De verdad te comprendo, Kelly —tomó una mano de ella
entre las suyas.
—Nunca has comprendido, Jordan —le dijo con severidad retirando la mano
con violencia—, y no es tiempo para intentarlo.
—No quiero discutir contigo —se levantó y empezó a pasear por la
habitación—. No mientras tu padre nos espera abajo.
—No, tienes razón —aceptó la joven—. Lo siento.
Los ojos de él se abrieron un poco más, sorprendidos.
—Ven a hablar con tu padre. Después del almuerzo descansará, así que tú
puedes hacer otro tanto por un buen rato. Nunca creí que el estar enamorada de mí
fuera tan difícil para ti.
—Pretender estar enamorada de ti. Hay una sutil diferencia.
—No es tan sutil, Kelly —hizo una mueca—. Es como quien recibe un golpe en
la cabeza.
—Quizá.
—Estaré trabajando esta tarde mientras tu padre descansa. ¿Qué harás?
—Quedarme aquí, supongo. Uno de los dos tiene que quedarse. ¿No lo crees?

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—¿Estás empeñada en que entablemos esa discusión, después de todo, Kelly?


—Sólo insinuaba…
—Estaré aquí toda la tarde —respondió él con frialdad — , Janet y yo estaremos
trabajando en mi estudio.
Sintió que los celos se posesionaban de ella, pero de inmediato los sofocó.
—Siendo así, saldré —ella había observado el comportamiento de Jordan con su
secretaria en los últimos días, vio la forma indolente en que él le coqueteaba y la
actitud de la chica no era de indiferencia, aun cuando ella y Richard Burrows
parecían estar bastante enamorados.
—Kelly —Jordan la detuvo cuando ella se dirigía a la puerta—, Kelly por lo que
concierne a tu padre, nuestro matrimonio apenas comienza. ¿No podríamos pensar
en la misma forma?
—¿Me estás proponiendo que empecemos de nuevo? —le preguntó con
frialdad.
—Sí —contestó con voz enronquecida.
Ella se retiró de su lado.
—Tú no necesitas una esposa. Jordan, nunca la necesitaste.
—Te necesito, Kelly. Sólo a ti.
—Es demasiado tarde. Ahora, si no te importa, iré a hablar con mi padre. No
nos estamos comportando como buenos anfitriones. ¿Me acompañas?
—Iré después —no la miró—. Iré después —repitió como ausente.
—Muy bien —contestó Kelly y lo dejó.
Si ella se hubiese mostrado débil, si no hubiera oído esa conversación entre
Jordan y Angela Divine que le recordaba con insistencia su falsedad, tal vez se
hubiese dejado persuadir por esa súplica conmovedora, pidiéndole una segunda
oportunidad. Pero él la traicionó una vez, y podía volver a hacerlo, y ella no tendría
las fuerzas suficientes para soportarlo de nuevo.
Cuando entró en la sala, su padre estaba tomando café. Cuando nadie lo
observaba, no disimulaba su cansancio y Kelly sintió pena por él.
El se volvió y la miró, su expresión de cansancio desapareció en el acto.
—Lo siento querida —se levantó, acercándosele para abrazarla—. Jordan me
explicó que hablar de nenes en estos momentos, te hace sufrir; que él ya fue
impertinente contigo pidiéndote que tuvieran hijos de inmediato. Pero estoy de
acuerdo contigo, querida, a los dieciocho años, eres demasiado joven para empezar
una familia.
La furia hirvió en su pecho al escuchar la excusa que Jordan le dio para
justificar su actitud. ¡Cómo se atrevía a hacerlo pensar que ella era la que no quería
tener hijos, cuando en realidad él era quien!…
—Demasiado joven, papito —estuvo de acuerdo con él.

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Durante el almuerzo, Kelly se mostró demasiado alegre, engañó a su padre más


no a Jordan. Salió de la casa tan pronto como él se retiró a su habitación a descansar.
—¿Adonde vas? —Jordan la alcanzó en el momento que se metía en el coche.
—A la ciudad —se acomodó detrás del volante y se ajustó el cinturón de
seguridad—. Te dije que saldría.
—Quiero saber el lugar exacto de Londres adonde irás.
—Voy a ver a Maggie. Me imagino que la recuerdas, ¿verdad?
—Muy bien —Jordan hizo un gesto de desagrado.
—Puedo ver que la recuerdas —Kelly gozaba al torturarlo.
—Entre los dos no existe ninguna simpatía.
—Sí —dijo ella sin ocultar su satisfacción.
—Pienso que es por eso que decidiste visitarla. Así podrán ponerse a hablar de
todos mis defectos. Que soy un ingrato bastardo… creo que eso fue lo que me dijo la
última vez que nos vimos.
Kelly frunció el ceño.
—¿Cuándo fue eso? No recuerdo que hayan llegado a insultarse.
—Eso se debe a que, cuando sucedió, tú no estallas presente. Fue después que
desapareciste. Ella no sabía que me habías abandonado.
—Ya veo. ¿Y ella te llamó… eso?
—Sí —le confirmó Jordan—. Así que estoy seguro de que pasarán una tarde
encantadora.
—Así lo espero. Regresaré a tiempo para la cena —se quedó mirando la mano
de él que impedía cerrar la puerta—. ¿Te importaría?…
—Desde luego que no —y dio un paso atrás.
Kelly apretó los labios cuando vio el auto de Janet entrar en el camino.
—Ya llegó tu secretaria —le dijo con ironía.
—Así es —Jordan respondió sonriendo.
—Me alegro que tengas compañía y que no te sientas solo.
—Nunca me siento solo, excepto cuando quiero estarlo.
—Sé que es así —cerró con fuerza la puerta y partió, respondiendo con una
inclinación de cabeza al amable saludo de Janet Amery. Sin duda que ésta disfrutaría
al máximo su tarde a solas con Jordan.
Kelly pisó el acelerador con fuerza. Así que Maggie vio a Jordan después de que
ella lo abandonó. ¡Qué extraño que ella nunca le mencionó eso! Bueno, tal vez lo hizo
por evitarle un mal rato.
Cuando se comunicó con Maggie, la muchacha pudo robarle un poco de tiempo
a sus diseños y encontrarse con Kelly para tomar el té de la tarde. No se habían visto

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hacía meses, y el humor de Kelly mejoró muchísimo cuando la vivaracha Maggie


entró en el restaurante. Cabellera rojiza, con rizos que colgaban libres por su espalda,
ojos color café, salpicada de pecas, y labios sensuales.
—¡Kelly! —Maggie la abrazó, retirándose después para verla mejor—. ¡Estás
muy bien!
—¡Tú también! —Kelly le sonrió.
—Supe lo de tu padre —le dijo Maggie ahora seria—, pero apenas ayer regresé
de los Estados Unidos, y cuando llamé a tu casa, se negaron a decirme en dónde
podía comunicarme contigo. Me dio mucho gusto que me llamaras esta tarde, pues
de otro modo, hubiera tenido que recurrir a la policía para localizarte.
—Hay una razón para guardar el secreto —Kelly se mordió el labio.
—¡Cuéntamelo! ¡Suena interesante!
Ella le contó todo, primero algo incierta, después, con lujo de detalles.
—Así que ahora tendremos que esperar —terminó su historia con un suspiro.
—Y mientras, volver a vivir con Jordan —Maggie estaba escandalizada.
Kelly soltó la risa al ver su expresión.
—Maggie, él es mi esposo todavía —le sonrió.
—¿Quieres decir que tú y él…que ustedes… viven otra vez juntos?
—¡No! No, no quiero decir eso. Sólo te hacía notar que no existe ninguna razón
legal que nos impida hacerlo.
—Aunque no creo que la legalidad o ilegalidad del asunto hubiera detenido a
Jordan en modo alguno.
—No creo que eso le hubiera afectado —Jordan siempre fijaba sus propias
leyes.
—Es probable que tampoco se hubiera casado contigo, si hubiese podido
conseguirte de alguna otra manera.
—¡Maggie! —exclamó Kelly escandalizada.
—Jordan no es el tipo de hombre con el que se podría aplicar eso de “y vivieron
felices para siempre” —dijo Maggie burlona—. A él le gustan los devaneos y
terminarlos pronto.
Kelly sintió indignación, por primera vez el abierto antagonismo de Maggie
contra Jordan la irritó.
—Considerando que ni siquiera te gusta mi esposo, parece que sabes bastante
sobre él —le dijo cortante.
—¡Válgame Dios! ¿Acaso he despenado al tigre dormido?
—¿Qué quieres decir? —le preguntó Kelly con brusquedad.

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—Recuerdo que cuando estábamos en la escuela —Maggie se sirvió otro


emparedado—, se necesitaba mucho para hacerte perder los estribos, siempre fuiste
una persona tranquila.
Kelly se avergonzó.
—Lo siento, Maggie —le dijo apesadumbrada—. Como podrás imaginarte, todo
es bastante difícil en casa en estos momentos.
— Puedo imaginarlo —Maggie aceptó de inmediato—. ¿Y Jordan se siente feliz
viviendo en esas condiciones?
—Dudo que lo sea —Kelly se ruborizó.
—¿Y cuándo lo ha sido? —inquirió su amiga moviendo la cabeza—. Pero,
¿acepta ese arreglo?
—El fue quien insistió en ello.
—¡Cielos!
—¿Por qué dices: “¡Cielos!” en esa forma? La verdad es que no podíamos
escoger.
—Jordan nunca hace lo que no desea. ¿Ha tratado de llevarte a la cama?
—¡Maggie! ¿No te parece que esa pregunta es demasiado personal?
—Quizá lo sea, pero, ¿lo ha hecho?
—¡No!
Maggie enarcó una ceja.
—Suenas algo displicente.
—¡No seas tonta! —Kelly le respondió molesta—. Lo que no me gusta es tu
indiscreción.
Su amiga encogió los hombros con actitud afable.
—Te lo pregunto porque recuerdo que antes casi no te dejaba salir de la cama.
Maggie era encantadora y Kelly la estimaba, pero no quería continuar con esa
clase de conversación.
—Maggie…
—Muy bien —se sirvió otro pedazo de pastel—. Me encanta esta costumbre de
los ingleses de tomar el té de la tarde —sonrió.
—¡Pero engordarás!
—¡Oh no! —rió Maggie—. Me alegro de ser tan delgada. Cuando las mujeres
me ven luciendo mis propias creaciones, creen que ellas se verán igual que yo con
ellas, aunque tengan la talla de un elefante. No, de verdad Kelly —insistió cuando
Kelly empezó a reír—, ahora no estoy presumiendo, pero me ven maravillosa con
mis propias creaciones, y… ¡basta Kelly, deja de reír! —le dijo en son de reproche—.
Estoy hablando en serio.

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—Lo se —contestó Kelly todavía riendo—. Sin presumir.


—Bueno… —Maggie le sonrió a su vez—. Quizá presumía…
—Sí, lo hacías.
—Y debo hacerlo. Nunca llegarás a ser nadie en este mundo si no arrebatas lo
que quieres. Aprendí eso de la manera más dura. Cuando regresé a Inglaterra y papá
me suspendió su ayuda económica, decidí sobrevivir por mis propios medios. No ha
sido fácil, pero por lo menos ahora logro mantenerme a flote. Hasta papá empezó a
ablandarse esta vez que fui a visitarlos. Pensaba en abrirme una boutique.
—¡Cuánto me alegro!
—Pero en los Estados Unidos —agregó ella haciendo un gesto.
—Oh, ¿y tú no quieres?
—Me gusta Inglaterra, especialmente en estos momentos que me pretende un
muchacho encantador —encogió los hombros—. No quiero dejarlo, por lo pronto.
Quizá en un par de meses piense de distinta manera, pero no ahora. Y hablando de él
—miró el reloj—, debo irme, voy a prepararle la cena.
—¿En serio?
—Es una verdadera locura, ¿verdad? —hizo un gesto—. Es el primer hombre
por el cual hago eso.
—Deben ser muy formales tus sentimientos hacia él —sonrió Kelly.
—Quizá —Maggie se levantó—. Tengo que dejarte, Kelly. Te llamaré otra vez,
¿de acuerdo?
—Hazlo. Quiero saber algo más de ese hombre maravilloso que te ha hecho
arrimar a la cocina.
—Todavía no llega a tanto. ¿Sabes?, la semana pasada que cociné para él,
estuvo enfermo varios días.
—Pues entonces me sorprende que esté dispuesto a volver a correr el riesgo.
—También yo —Maggie besó la palma de su mano y soplando sobre ella, envió
un beso a Kelly—. Pórtate bien —le advirtió mientras corría hacia la entrada del
restaurante.
Kelly terminó de tomar el té con lentitud; no tenía ninguna prisa por llegar a la
casa. Su padre descansaría hasta la hora de la cena, y a ella no le atraía la idea de
estar a solas con Jordan.
De pronto, una mujer pasó cerca de su mesa y se tambaleó. Kelly evitó que
cayera sosteniéndola de un brazo. La mujer era hermosa, y a simple vista podía uno
darse cuenta de que estaba embarazada.
—¿Estás bien? —le preguntó Kelly preocupada.
—Muy bien, gracias. Sólo me mareé un poco.

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—Siéntate —Kelly le ofreció una silla—. ¿Te puedo ofrecer té? Te ayudará a
alejar el mareo.
—Muy bien, gracias —la joven estaba muy pálida—. Espero a mi esposo, pero
creo que se ha demorado un poco.
—No te preocupes —Kelly le sirvió el té—. ¿Azúcar?
—No, gracias. Eres muy amable —la joven le sonrió agradecida, pero con algo
de timidez.
—No soy amable, pero puedo imaginar cómo te sientes.
La muchacha se sonrojó, y su mirada se detuvo en la sortija de matrimonio que
Kelly lucía en su dedo.
—¿Tienes hijos?
—No —Kelly contestó palideciendo—. Encargamos uno, pero no se logró.
—Oh, lo siento —había comprensión en sus ojos azules—. Se han hecho muchos
adelantos en este campo, y sin embargo, casi pierdo también a mi nene al principio
del embarazo. Me llamo Laura.
—Kelly —le dijo a su vez ella.
—Me da gusto conocerte, Kelly. Me estaba sintiendo muy sola, así que
agradezco que me hayas ofrecido tu compañía. Mi esposo está ocupado la mayor
parte del tiempo, por eso aún no llega.
—Estoy familiarizada con ese sentimiento —dijo Kelly haciendo un mohín.
—¿Se comporta tu esposo de la misma manera?
—Nunca deja de hacerlo —pensó que se le podía perdonar el llamar a Jordan su
esposo, de hecho, todavía lo era—. ¿Para cuándo esperas al niño?
—Dentro de unas cinco semanas más —sonrió Laura con recato—. Me siento
tan pesada…
—Pero ya pronto pasará.
—Sí —el rostro de Laura se iluminó—. Aquí llega ya —se levantó con alegría—.
¡Querido! —se echó en sus brazos.
—Siento llegar tarde, querida —la abrazó y luego la retiró de sí para mirarla con
orgullo.
—¿Negocios? —lo embromó.
—¿Cómo lo adivinaste?
Kelly reconoció esa voz, reconoció al hombre que era el esposo de Laura.
—¡Ian¡ —exclamó demostrando su alegría y poniéndose también de pie—. ¡Ian
Smythe!
El se volvió posando sus ojos sorprendidos en ella.
—¿Kelly? —inquirió con voz incierta—. Kelly, ¿eres tú?

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—¡La misma! ¡Qué alegría volverte a ver! —le sonrió.


—¡Y a ti!
—Veo que ya se conocían —los interrumpió Laura mirándolos con sospecha.
Ian la abrazó.
—Vamos al salón de descanso, parece que aquí estamos llamando la atención.
¡Apenas puedo creer que seas tú, Kelly¡ Después de tanto tiempo.
—Quizá quisieras presentarnos, Ian —le dijo su esposa con frialdad, mientras
tomaban asiento en el salón de descanso.
—Oh, lo siento. Creí que ya se conocían.
Su esposa le explicó cómo conoció a Kelly, Ian se mostró preocupado de
inmediato.
—Preséntame Ian —le recordó Laura.
—Oh sí, desde luego. Laura ésta es Kelly Lord. Kelly, te presento a mi esposa,
Laura.
—Bueno, esa no fue una presentación muy entusiasta, querido. ¿Cómo estás
señora Lord… ¿Lord? —repitió Laura—. Ian, ella es…
—La esposa de Jordan —completó el, emocionado.
—Oh, ya veo —Laura se ruborizó—. Lo siento, Kelly no quise ser ruda… sólo
que yo…
—No tiene ninguna importancia —le aseguró Kelly—. Es probable que yo
también estuviera celosa si tuviese un marido como Ian.
—Pero lo tienes. Quiero decir… —Laura se ruborizó de nuevo—. Bueno, Jordan
es… muy simpático.
—Sí. Eso me recuerda que debo irme. Me estará esperando.
—¿Ya se reconciliaron? Oh, lo siento —se disculpó Ian—. Eso es cosa de
ustedes. ¿Cómo está tu padre?
—Mejorando.
—¿Ya regresó a casa?
—Oh, sí. Hoy. Está con Jordan y conmigo.
—¿Podrían tú y Jordan ir a cenar con nosotros uno de estos días? —le preguntó
Laura con dulzura—. A Ian y a mí nos encantaría que lo hicieran.
—¡Desde luego que no! —se negó Kelly—. Estoy segura de que no debes de
esforzarte preparando una cena cuando el nene está casi por llegar.
—No hay nada que le guste a Laura tanto como recibir gente —dijo Ian—. Aun
así.
—En ese caso —Kelly todavía dudaba—, tendré que decirle a Jordan, desde
luego… —se levantó, preparándose para partir.

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—Yo también lo llamaré —le aseguró lan.


Kelly se despidió y fue hacia su coche apresurada. No era que no le agradaran
los Smythe, sólo que no quería presentarse frente a la sociedad en compañía de
Jordan, como su esposa.
Cuando llegó a la casa. Jordan paseaba por la sala.
—¿En dónde estuviste? —quiso saber tan pronto como la vio.
—Te dije adonde fui —Kelly colocó su bolso en una mesa.
La hizo girar para enfrentarlo.
—Llamé a Maggie, me dijo que la habías dejado hacía horas.
—¿Llamaste a Maggie? —los ojos de Kelly reflejaron indignación.
—Sí —le gritó él.
—Mi padre, está él…
—Está bien —la interrumpió Jordan.
—Entonces, ¿tratabas de verificar lo que te había dicho?
—¡No seas ridícula! Tardaste y yo…
—¡Te preocupaste por mí! —la voz de Kelly era, a su vez, sarcástica.
—¡Sí, me preocupé! Podrías haber tenido un accidente.
—No soy muy dada a tenerlos. Cuando nos sucedió el que acaba de pasar, no
era yo quien iba manejando, sí es eso lo que quieres implicar.
—No quise decir eso —suspiró, a la vez que se pasaba las manos por el cabello.
—Si en realidad quiere, saber por qué me tarde…
—Sí quiero —insistió él.
—Bueno, pues… me encontré con un viejo amigo.
Jordan se puso tenso.
—¿Un amigo? ¿Un viejo amigo?…
—Tuyo —Kelly asintió moviendo la cabeza.
—¿Mío?
—Sí. ¿Te gustaría saber quién es? —lo provocó—. ¿Temes que sea una de tus
amistades femeninas?
—¡Kelly! —había en su voz una advertencia.
—Me encontré con Ian y su encantadora esposa. El te llamará para invitarnos a
cenar. Aceptar o no, queda a tu elección.
—¿Quieres ir?
—Me gusta Laura, pero…

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—Entonces iremos —decidió Jordan con firmeza—. A tu padre no le importará


quedarse solo por una noche. Lo arreglaremos para la siguiente semana.
—Muy bien. Ellos, ellos esperan un niño — Kelly se miró las manos—. Será
pronto, pienso.
—Ya veo —Jordan apretó los labios.
Ella lo miró acusadora.
—Te darás cuenta que dije que ellos esperan un nene, no sólo Laura.
—Sí, me di cuenta. Entiendo que esa pulla iba dirigida a mí —se paseaba de
nuevo por la habitación.
—Sabes que así es —se volvió hacía la puerta al oír entrar a su padre.
—¡Hola, querido! —lo besó con cariño en la mejilla—. Te veo bien después de tu
descanso.
—Y me siento mejor. Has tenido a Jordan muy preocupado —la regañó—.
Como recién casado, es natural que se preocupe si tardas en regresar más de lo
normal.
¡Así que su padre también se enteró de su tardanza!
—Ya me disculpé de manera apropiada —le dijo sonriendo.
—¿Sí? —su padre sonrió también—. Entonces, tal vez debí tocar antes de entrar.
Ella celebró la ocurrencia como sabía que él esperaba que lo hiciera.
—Tienes una mente muy picara.
—Recuerdo que cuando tu madre y yo nos casamos, acostumbrábamos
besarnos y hacer toda clase de jueguitos. Fue así como naciste —recordó con tristeza.
—¡Qué encanto! —lo besó cariñosa—. Voy a cambiarme para cenar. No tardaré.
—¿No olvidaste besarme también? —Jordan la miró burlón.
Ella se detuvo en el umbral de la puerta.
—Me parece que has recibido bastantes besos en lo que va del día.
—Ya empieza a racionarme —dijo moviendo la cabeza apesadumbrado y
mirando a su suegro.
Kelly salió de la habitación riendo, pero la risa desapareció tan pronto cerró la
puerta tras sí. ¡Qué atrevimiento el de Jordan al retarla de esa manera! Tan pronto
como su padre se retirara a dormir, le haría ver con toda claridad lo que ella pensaba
de sus besos.
Jugaron a las cartas después de cenar, Jordan venciéndolos, como lo hacía
siempre. Cuando eran recién casados, él le enseñó a jugar exigiéndole una prenda
cada vez que perdía. Siempre terminaba desnuda, y cuando lo acusaba de hacerle
trampa, al instante él se desvestía.
Lo que seguía los hacía olvidar el juego de las cartas.

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—No estás concentrándote, Kelly —su padre interrumpió sus pensamientos.


Una mirada furtiva en dirección de Jordan, le reveló que él había adivinado sus
pensamientos. Se ruborizó.
—Lo siento, papi. Creo que… estoy cansada.
—Creo que todos lo estamos —respondió Jordan guardando las cartas—. Es
hora de ir a dormir.
—Tienes razón —el padre de Kelly estiró sus miembros con lentitud—. Me
siento débil.
Jordan se levantó y fue al bar.
—¿Quieren un último trago? —ofreció tomando la botella de whisky.
—Sí, gracias —aceptó el señor Darrow.
—A mí no —dijo Kelly—. Me voy a dormir. Buenas noches —se dirigió a la
puerta.
—¿No vas a darle a tu padre el besito de las buenas noches, ahora que ya tienes
un esposo? —le reclamó David.
—¡Claro que sí! —sonriendo le besó una mejilla, al mismo tiempo que miraba a
Jordan de soslayo, retándolo a que también le pidiera uno. Pero él no lo hizo, su
sonrisa burlona indicaba que comprendió el reto.
Las mantas estaban dobladas como invitándola al descanso y su camisón de
encaje estaba extendido sobre la cama. Todo era como fue hacía tiempo atrás, excepto
que esta noche el enorme lecho recibiría sólo el cuerpo de ella. No debía extrañarle…
¿Acaso no durmió sola ahí durante dos meses, antes de abandonar a Jordan?
Oyó cuando su padre se retiró a su habitación al salir del baño envuelto en una
toalla. Jordan estaba en el cuarto sin corbata ni chaqueta.
—¿Q… qué estás haciendo aquí? —preguntó ella.
—Me preparo para acostarme. Pienso que eso es obvio.
—¡No dormirás aquí!
—¡Trata de impedírmelo! —la actitud de Jordan era desafiante, separó los pies y
cruzó los brazos sobre su pecho.

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Capítulo 5
—Eso haré —los ojos de la chica brillaron con ira—. Es posible que tenga que
compartir la casa contigo, más no la habitación. Usa el cuarto donde acostumbrabas
dormir solo, eso no debería molestarte.
—Tu padre está ocupándolo.
—Entonces otro —le dijo Kelly—. Hay bastantes.
—Aquí me quedaré. Tu padre espera que así sea.
—¿Mi padre? —Kelly lo miró aprensiva—, ¡Pero él no se dará cuenta en dónde
estás durmiendo!
—¿Y si llegara a necesitar algo durante la noche? ¿Sí llegara a despertarse
temprano y viniera a tocar a nuestra puerta?
—No lo hará —pero su voz no era muy segura—. ¡Si no te vas a dormir a otra
parte Jordan, me iré yo! —se dirigió a la puerta.
—No lo harás, Kelly —la detuvo de un brazo—. Pienso que debemos resolver
este problema aquí y ahora mismo.
—¿Cuál problema? —lo miró con aprensión.
La respiración de Jordan era agitada.
—Creo que sabes a qué me refiero —no dejaba de mirarla.
Ella echó la cabeza hacía atrás, mirándolo decidida.
—No tengo idea de lo que estás diciendo.
—¿No? —preguntó él burlón—. Oh, creo que sí la tienes.
—¡No la tengo! —trató de soltarse, pero todo lo que logró fue que aumentara la
presión sobre su brazo—. ¡Me estás lastimando¡ —protestó.
—Sí —aceptó con voz ronca—. Parece que siempre te estoy lastimando. Creo
que, tratándose de ti, no sé hacer otra cosa. Pero me gusta. ¿Recuerdas lo que
solíamos hacer, Kelly? Recuerdas…
—¡No recuerdo nada! —lo interrumpió, deteniendo de pronto el movimiento
acariciante del pulgar de Jordan sobre su brazo—. ¡No he pensado en ti durante años!
¿Por qué tendría que recordar cómo fue el estar casada contigo?
—Entonces, conviene que te refresque la memoria —le dijo inflexible.
—¡No! —ella esquivó el rostro, al verlo inclinar la cabeza para besarla.
—Sí, Kelly —los labios masculinos se posaron sobre los de la joven y ésta
percibió la tensión de Jordan—. Oh, sí. Kelly —gimió como si estuviera agonizando,
oprimiéndola contra sí antes de apoderarse una vez más de sus labios—. Piensa en
mí ahora, Kelly, y deséame.

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La voz de él se tornó ronca. Ella no podía creer en esa sensación de embriaguez


que la hacía desmayar entre los brazos de Jordan y ofrecerle sus labios para que los
besara.
—¡Me deseas! —exclamó incrédulo.
—No. Yo…
—¡Sí, es cierto! —gritó triunfante, levantándola de manera que la toalla de baño
resbalaba de su cuerpo.
Mientras la depositaba sobre el lecho. Kelly no se opuso a que le quitara la
toalla por completo, quedando desnuda ante su mirada.
Jordan de inmediato se despojó de la ropa sin ocultar el deseo que lo
embargaba.
—¡Dios mío, eres hermosa! —gimió al tenderse junto a ella sobre la cama,
besándola sin cesar.
El deseo corría por las venas de Kelly como fuego líquido, las piernas de ella se
entrelazaban con las de él, la emoción la mareaba. Se había privado del amor de
Jordan por demasiado tiempo, así que en ese momento lo único que deseaba era
remontar las cumbres del éxtasis sin limitaciones.
—¿Kelly? —él la miró a los ojos—. Sabes que tengo que poseerte, ¿verdad?
—Sí —asintió ella, sabiendo que Jordan no podría controlarse.
—No trates de detenerme —le besaba el cuello—. Por lo que más quieras no me
detengas, Kelly —suplicó.
Ella no ofreció resistencia, y juntos alcanzaron la satisfacción de sus ardientes
deseos, regresando a la realidad uno en brazos del otro.
Jordan la miró con expresión de agonía.
—¿Qué he hecho? —rodó hacia un lado de ella—. ¡Dios mío! ¿Qué hice?
Kelly sintió que la sangre se helaba en sus venas al hacerse la misma pregunta.
¿Qué había hecho ella? No podía culpar a Jordan por lo que había sucedido. Le
correspondía a ella haberse negado. Pero era demasiado tarde, y él sólo podría sentir
desprecio por la facilidad con que ella cayó víctima de su propio deseo.
Lo observó mientras se levantó para ponerse la bata de baño, y vio que
encendía un cigarrillo, tembloroso. Se llevó una mano a la sien, dándose un pequeño
masaje, como si tuviera dolor.
—Nunca tuve la intención de que esto sucediera —dijo desolado—. Lo que
quiero decir es que…
—Fue un error —lo interrumpió Kelly a la vez que se envolvía en la sábana,
para ocultar su desnudez.
Jordan le lanzó una mirada penetrante.
—No es eso, en realidad —suspiró.

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—Pero sí lo fue —insistió Kelly—. Un error que haríamos bien en olvidar los
dos.
—¿Y piensas que yo puedo olvidar eso? —le preguntó con aspereza—. ¿Quieres
que pretenda que esto nunca sucedió?
Kelly levantó los hombros con una indiferencia que estaba lejos de sentir.
—Podrías intentarlo —le respondió dando por terminado el asunto—. Piensa
que yo fui sólo otra mujer que llevaste a la cama.
—¡Pero tú eres mi esposa!
—¡Qué experiencia tan nueva para ti! —la chica sonrió con amargura.
—Kelly…
—¿Te importaría dejarme dormir? —lo interrumpió—. Estoy cansada.
Jordan apagó, furioso, el cigarrillo en el cenicero y la tomó de los hombros,
sacudiéndola con ira.
—No puedes dormirte después de lo que ha pasado —dijo indignado.
—¿Qué otra cosa me sugieres que haga?
—¿En realidad quieres saberlo? —su voz era profunda.
Les sucedía otra vez. A ambos. Un ligero rubor apareció bajo la tez bronceada
de Jordan, sus manos oprimieron los brazos de Kelly, y la aspiración de él volvió a
hacerse entrecortada. La joven de nuevo fue presa del deseo, y aun en contra de su
voluntad, se sentía atraída hacia él y respondía a sus caricias.
—Que esta vez, no sea ningún error —Jordan pronunció las palabras con
lentitud y con la mirada fija en los labios entreabiertos de ella—. Esta vez —repitió—,
no será error de ninguno de los dos.
Sus movimientos eran lentos y acompasados; de pronto, perdieron el control de
sus emociones y alcanzaron la cima del éxtasis. Segundos más tarde, Jordan que la
oprimía contra sí con desesperación fue vencido por el sueño.
Kelly no podía imaginar adonde pararía todo eso. No quería ver más allá de
este momento. Viviría la vida como llegara, cada día y cada noche, según se le
presentaran.
A la mañana siguiente, ella despertó temprano, y cuando intentó levantarse
Jordan se lo impidió con un abrazo; ella esperó hasta que él volvió a hundirse en el
sueño profundo, entonces se retiró con sigilo rumbo al baño.
No quiso pensar en los sucesos de la noche anterior y con deliberación, decidió
aceptar las cosas tal como llegaran. Estaba casada con Jordan.
—¿El desayuno, señora Lord? —la señora McLeod entró en la sala a donde
Kelly entró en busca de su bolso.
Se volvió sonriente hacia el ama de llaves.

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—No, gracias, señora McLeod, yo no desayunaré, pero creo que mi esposo le


agradecerá que le lleve una taza de café a la cama, antes de irse a trabajar.
—Muy bien, señora Lord —la otra mujer le sonrió con alegría.
—Voy a salir, señora McLeod —Kelly por fin encontró el bolso de donde sacó
un monedero y las llaves del coche—. Mi padre dormirá todavía un buen rato.
—¿La espero para la hora del almuerzo? —le preguntó el ama de llaves con
cortesía.
—Oh, sí —Kelly respondió sin vacilación—. Salgo sólo a dar un corto paseo.
—Me siento tan contenta de que estén todos ustedes de nuevo aquí.
—Es agradable estar de vuelta aquí —le sonrió Kelly—. Regresaré antes que
baje mi padre a desayunar.
No sabía adonde iba, sólo quería reponerse antes de enfrentarse de nuevo a
Jordan. Sabía que eso era una cobardía, y de seguro que él le reclamaría cuando se
volvieran a ver; pero por el momento, quería pensar sobre la noche anterior, sola.

El paseo despejó su mente y le permitió poner orden en sus pensamientos.


Aceptaría el afecto que Jordan quisiera darle, pero nunca le permitiría adivinar el
verdadero alcance de sus sentimientos.
Su padre estaba en la sala cuando ella llegó.
—Jordan acaba de irse en este preciso momento —le dijo, levantándose para
besarla en la mejilla.
Ya lo sabía, lo pasó en el camino y aunque él le hizo señas de que se detuviera,
ella sólo lo saludó con un descuidado ademán. Su actitud de antaño, enamorada y
rendida lo aburrió tanto, que buscó los brazos de otra mujer sólo unos cuantos meses
después de su matrimonio; esta vez él la encontraría fría y sofisticada. Quizá así
pudiera retener su interés por más tiempo.
Sonrió a su padre.
—Lo veré después. ¿Qué haremos ahora?
El levantó los hombros.
—¿Qué sugieres?
—¿Que te parece si vamos a dar un paseo por la costa? Podríamos nadar. Hasta
puedes comprarme un algodón de dulce.
—¡Trato hecho! Pero primero desayunamos. ¿Sí?
—Encantada —Kelly accedió—. ¡Me estoy muriendo de hambre!
Desayunaron con muy buen apetito, y riendo, fueron a buscar las cosas
indispensables para ir a la playa.
Cuando llegaron a Brighton, era la hora del almuerzo.

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—¿Te gustaría ir a una de las playas nudistas? —Kelly le preguntó con malicia
cuando se pusieron los trajes de baño.
El frunció el ceño.
—¿Playa nudista?
Kelly se mordió el labio inferior. Era el primer día que pasaba a solas con su
padre y ya había olvidado su pérdida de memoria. La playa nudista se había abierto
tan sólo hacía un año, así que su padre no sabía de su existencia. Rió de manera
traviesa, tomándolo del brazo.
—¿No has oído hablar de ello? Está todavía en etapa experimental, tratan de
saber si tendrá éxito.
—Bueno, no me interesa —se negó de inmediato—. Aunque tal vez podríamos
ir sólo para mirar —sus ojos brillaban con picardía.
—¡Tú y tus semejantes! —Kelly rió.
—Así es —estuvo de acuerdo con tristeza—. ¡Te juego una carrera, a ver quién
se mete primero en el agua!
Kelly hizo un gesto.
—¿Correr sobre estas piedras que se supone son la playa? ¡Claro que no! ¿En
dónde está la arena?
—Tal vez debajo de las piedras —sugirió David, sonriente.
El agua del mar estaba helada, por lo que pronto salieron a la pedregosa playa
en donde se secaron con las toallas.
—¿Te gustaría almorzar? —le preguntó Kelly temblando.
—Sí, claro. ¿En dónde quieres comer?
—Aquí —respondió Kelly sonriendo—. Extiende las toallas para sentarnos,
mientras voy a traer pescado y papas fritas.
—Estoy seguro de que había más variedad en Barbados —dijo riendo su padre.
Kelly se ruborizó, pero recordó que su padre creía que acababa de llegar de allá.
—Pudo haber más variedad —le dijo en broma—, pero no fue mas divertido.
Regresaré en diez minutos. Si no, manda a buscarme.
Se puso los pantalones vaqueros encima del bikini.
—Si no me encuentras es que estoy en la playa nudista.
—¡Si tú vas, yo iré también —le advirtió la joven.
Regresó a los diez minutos con pescado y papas fritas entre cucuruchos. El
estaba acostumbrado a los restaurantes más exclusivos, pero parecía disfrutar la
comida que ella te había llevado.
—¿No hay postre? —le preguntó mientras se deshacían del periódico
manchado de vinagre.

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—No, pero compré esto, para sustituirlo —sacó dos latas de Coca Cola del bolso
de mano.
—¡En realidad sabes cómo ofrecer un almuerzo de clase! —exclamó, bebiendo
con deleite.
—¡Vamos, sé que te gustó! —rió Kelly, tendiéndose sobre la toalla y quedó
dormida bajo el sol.
—Dormiste como un angelito —comentó su padre cuando despertó—. Con
seguridad que Jordan no te permite dormir, ¿vedad? —rió con picardía cuando la vio
ruborizarse.
— ¡Eso te obligará a comprarme un algodón de dulce, como castigo! —la joven
se levantó.
Compraron uno para cada uno, y Kelly rió al ver a su padre lleno de dulce.
—Puesto que soy mucho más viejo que tú, tengo más tiempo que no como esta
cosa tan pegajosa. Y ya que hablamos de edades…
—¿Sí? —la voz dé Kelly era cortante. Estaba segura de que él se había dado
cuenta de que ella ya no era una ingenua muchachita de dieciocho años.
—La gente me dirige miradas curiosas —irritado tiró el ofensivo algodón de
dulce a un cesto de basura—. Piensan que soy tu novio senil.
Kelly sonrió.
—Démosles algo de qué hablar —se paró de puntillas y lo besó, a la vez que lo
tomaba de un brazo—. Dime, ¿cómo se siente uno cuando lo consideran un viejo
verde?
—Bastante bien —rió él—. Por lo menos eso levanta el ánimo —de pronto se
puso serio—. El matrimonio parece sentarte bien.
La sonrisa de ella se tornó forzada.
—¿Creíste que no sería así?
—No estaba muy seguro. Sabiendo lo que Jordan siente por ti…
—¿El te habló de eso? —lo interrumpió con brusquedad.
—El y yo tuvimos una conversación cuando te pidió que te casaras con él. ¿Por
qué crees que le pedí que esperaran un poco? Yo sabía que él no era un hombre con
el cual se pudiera vivir feliz, no, sabiendo lo que siente por ti.
Al parecer Jordan había reconocido ante el padre de ella que lo que sentía por
Kelly era sólo atracción física.
—Si sabías lo que sentía por mí, ¿por qué permitiste que me casara con él? —
quiso saber ella—. De seguro que te darás cuenta lo difícil que es para mí aceptar esa
situación.
—Pensé que podrías soportarlo. Además tú estabas decidida a casarte con él.
—Sí —aceptó Kelly con voz sombría—. Es verdad.

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—¿No eres feliz, Kelly? —le preguntó con ansiedad.


El no debía estar sometido a ninguna tensión ni dársele ningún disgusto. Debía
recordar eso.
—Pero debes haberte dado cuenta de que sí lo soy —le sonrió con mucho
cariño—. Ambos lo somos.
—Es difícil de creer. En apariencia, Jordan es un hombre tan poco emotivo.
—Somos felices. Deja de preocuparte sin razón —ella consultó su reloj—. Pienso
que debemos regresar si no queremos llegar tarde para la cena.
—¿Y no vamos a ver a los nudistas? —David enarcó una ceja.
—¿En tu estado de salud? —le sonrió—. ¡Desde luego que no!
—¡Aguafiestas! —se quejó.
Cuando llegaron a la casa, eran casi las siete y Kelly esperaba encontrar a
Jordan dando vueltas por la sala, tal como el día anterior.
Sufrió una desilusión al comprobar que no era así. Tampoco estaba en el salón
de descanso, ni en la habitación.
—Señora McLeod —bajó a la cocina—. ¿No está mi esposo en casa?
—No, señora Lord —el ama de llaves ayudaba a la cocinera a preparar la
cena—. Llamó temprano para avisar que llegaría tarde.
—¡Oh!
—Dijo que surgió una junta de negocios inesperada.
—Ya veo —Kelly se mordió el labio inferior. Era una excusa demasiado
conocida—. ¿No le dijo más o menos a qué hora regresaría? Si no tarda mucho, quizá
podamos esperarlo.
—El señor Lord dijo que no lo esperaran a cenar, que podría llegar muy tarde.
—Gracias —aceptó ella la explicación entrelazando las manos con
nerviosismo—. Entonces, sírvanos la cena a la hora acostumbrada.
Salió de la cocina, rumbo a la habitación. La amplia cama parecía burlarse de
ella. Hacía sólo unas horas que Jordan y ella habían compartido ese lecho, y ahora
inventaba la acostumbrada disculpa para poder ir a ver a alguna de sus mujeres.
Bueno, pero no la encontraría deprimida cuando regresara.
—¿No vendrá Jordan? —su padre se mostró sorprendido por su ausencia.
—Negocios —le informó Kelly—. ¿Tal vez quisieras presidir la mesa y servir el
vino?
El le sirvió un jerez y para él un whisky.
—Hablando de negocios, tendré que regresar a mi trabajo pronto. Ya estoy bien,
y me siento como un haragán sin hacer nada.

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—No hay prisa, Miles te está reemplazando con eficiencia —gracias a Dios que
su padre tenía el mismo asistente personal desde hacía veinte años—. Unas cortas
vacaciones no te harán mal.
—Pero estaba en plenas negociaciones para comprar Landers —se quejó.
Landers era una compañía que su padre compró años atrás. De hecho, le
proporcionaba muy buenas ganancias en la actualidad.
—Miles está por completo capacitado para hacerse cargo de eso —ella insistió—
. Además, el médico dijo que ni siquiera debías intentar reanudar tu trabajo todavía.
—No me perjudicará si hago una corta visita, ya sea por la tarde o por la
mañana, para asegurarme de que Miles está manejando todo como lo haría yo.
Entraron en el comedor y la señora McLeod les sirvió el primer platillo.
—Con toda seguridad que Miles está manejando todo como lo harías tú —le
aseguró Kelly—. Siempre lo ha hecho.
—Pero…
—En realidad no creo que sea una buena idea —le dijo con firmeza Kelly—. Te
conozco bien, papá, no te detendrías con el asunto de Landers. Pero tengo una idea
mejor. ¿Qué te parece si Miles trae el trabajo acá? De esa manera estaremos seguros
de que no te fatigarás demasiado.
¡Y también podrían revisar el trabajo antes que llegara a sus manos, para
asegurarse de que no le llegara ningún indicio que le descubriera su amnesia
temporal!
—¿Qué te parece la idea?
—Preferiría ir a la oficina…
—Me temo que eso está fuera de toda consideración. Papito. Si el doctor te dejó
salir de la clínica fue porque le prometiste no hacer tonterías. Jordan y yo podríamos
arreglar internarte de nuevo con toda facilidad —lo amenazó.
—Está bien —aceptó por fin con un profundo suspiro—. Pero le hablaré a Miles
mañana temprano.
—Por la tarde —insistió Kelly—. Tuviste hoy un día muy agitado, creo que
debes descansar por la mañana.
—Te me estás volviendo muy mandona —protestó.
—Eso lo aprendí gracias a que soy tu hija y estoy casada con Jordan —le
contestó con toda frescura.
Su padre no pudo hacer menos que reír.
—Creo que tienes razón. Muy bien, será por la tarde. ¿También le das órdenes a
Jordan de esta manera?
—¿Tú que crees? —Kelly enarcó una ceja.
—Pienso que no.

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Ella sonrió.
—Correcto.
Después de cenar estuvieron escuchando música y al cabo de una o dos horas,
Kelly observó que su padre empezaba a cerrar los ojos de cansancio. Con mucho
tacto sugirió que ambos se fueran a dormir, sabiendo demasiado bien, que si se lo
sugería sólo a él, se negaría en forma rotunda.
Antes de las once, oyó llegar el coche. Demasiado tarde, aun para Jordan, y
apretó los labios con ira, pero de inmediato cambió su expresión al oír los firmes
pasos de Jordan por la escalera. Pareció vacilar unos segundos antes de abrir la
puerta. Su penetrante mirada se dirigió de inmediato hacia Kelly, quien fingió estar
absorta en la lectura de una revista.
Al cerrar la puerta de la habitación, observó a Kelly con cautela.
—¿Tuviste un buen día?
—Si, gracias. Papá y yo fuimos a la costa —dejó la revista a un lado, prestándole
toda su atención.
—Así me lo informó la señora McLeod. Fueron a Brighton, ¿verdad?
—Sí —Jordan no estaba seguro del humor de ella, podía notarlo. Bueno, se
llevaría un sorpresa si creía que le iba a hacer una escena. Había decidido conservar
la calma. Sonrió—. Comimos pescado, papas fritas y luego algodón de azúcar.
—Apuesto a que tu padre se divirtió —le dijo con sequedad.
—Aunque te parezca raro, si. Estaba bastante relajado cuando llegamos a casa.
Aunque ha decidido que quiere ver a Miles —Kelly continuó informándolo de lo que
ella le sugirió—. No se me ocurrió qué otra cosa hacer.
—Fue una buena idea, quizá no se me hubiera ocurrido —se pasó una mano
por el cabello con cansancio.
—¿Tuviste un día muy difícil? —le preguntó con dulzura.
—Pues, no fue muy bueno —respondió con altanería.
—¿Por que no te bañas, y si quieres, te doy un masaje en el cuello? Tal como
solía hacerlo —le ofreció Kelly—. Tú decías que te hacía descansar… —vio la
confusión de Jordan.
—Kelly, ayer te pedí que volvieras conmigo. ¿Acaso estas aceptando?
—Estoy ofreciendo darte un masaje en el cuello —le contestó encogiendo los
hombros—, pero si no quieres que lo haga… —se acurrucó entre las mantas como si
se preparara para dormir, bostezando para que todo resultara más convincente.
—Desde luego que sí quiero —confesó Jordan apresurado—. Sólo tardaré dos
minutos, no te duermas.
Regresó del baño con una toalla enredada en la cintura y el cabello húmedo.
Kelly ocultó una sonrisa al ver la prisa con que se tendió en el lecho, boca abajo.

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Parecía que su actitud fría e indiferente estaba dando frutos… y así se comportaría en
adelante.
—¡Oh! —exclamó con satisfacción al sentir la punta de los dedos — de ella
recorrer su espina dorsal—. Tienes las manos más sensuales que conozco.
A Kelly le encantaba tocarlo de esta manera.
—¿Te gusta? —le preguntó, excitada.
—Mucho —le confirmó—. Siento lo de esta noche, Kelly. Normanson voló de
Nueva York y tuve que ir a encontrarlo. ¿Recuerdas a Normanson?
Lo recordaba con vaguedad. Era un amigo de negocios de Jordan.
—Sí, lo recuerdo.
—Me hubiera escapado, si hubiese sido posible —murmuró Jordan.
—No importa —ahora sus manos estaban sobre los hombros masculinos—.
Papá y yo la pasamos muy bien, y tú tienes que cumplir con tu trabajo —continuó
con los movimientos acariciantes.
—Sí —suspiró él—, pero después de lo de anoche…
—¿Anoche? —repinó Kelly, perdiendo por un momento el control.
Hizo un esfuerzo para recuperarlo.
—¿Qué hubo de especial anoche? —le preguntó en tono descuidado.
El rodó sobre el lecho para mirarla. Era más peligroso en esta posición. La
mirada se posaba sin recato alguno en la tela transparente de su camisón de dormir,
bajo el cual se alcanzaban a ver los senos.
—¿Y me preguntas eso? —emocionado la asió de los brazos.
—Sí —sonrió ella—. Estamos casados, Jordan. Tuvimos todo el derecho de
disfrutar de una noche como la que pasó.
—Pero, ¿no regresarás a mi lado?
—No podría tomar una decisión de esa naturaleza, basándome sólo en una
noche que pasamos juntos.
—¿Kelly? —él frunció el ceño—. ¿Qué me estás dando a entender? Que sigamos
como hasta ahora, durmiendo juntos pero sin comprometernos en nada?
Ella se retiró de él.
—No estoy lista para comprometerme con alguien a nada —se quedó
mirándolo mientras se levantaba de la cama para quitarse la toalla y ponerse la bata
de baño.
—¿Adónde vas? —le preguntó al verlo dirigirse a la puerta.
—A prepararme una bebida —la miró con frialdad.
—¿Así como estás? —le preguntó, refiriéndose a la escasez de prendas.
—¡Así, es lo que se me antoja!

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Kelly levantó los hombros.


—¿Debo esperarte?
—No —contestó furioso y cerró con violencia la puerta tras sí.
Kelly apagó todas las luces, menos la de la mesita de noche, y se durmió.
Esperaba que Jordan no bebiera mucho pues cuando lo hacía se ponía inaguantable.
No pudo haber tomado mucho, pues estuvo ausente sólo durante cinco
minutos. Kelly abrió los ojos, soñolienta, para mirarlo, cuando entró.
El mal humor no lo abandonaba todavía, cuando al sentarse en el borde de la
cama al lado de ella la tomó con brusquedad entre sus brazos.
—Te deseo —le dijo con fiereza—. ¡Te deseo! —repitió.
Kelly lo miró sin parpadear.
—No me estoy negando, Jordan.
—¿Y por qué no lo haces? —la sacudió con fuerza—. No puedo creer que ésta
seas tú. No me amas, no quieres volver a ser mi esposa pero sí dormir conmigo.
—Eres un amante fabuloso, Jordan. He extrañado mucho el dormir contigo.
—Y yo también he extrañado lo mismo. Ven —le ordenó.
No hubo ninguna delicadeza cuando la poseyó, pero la manera como le hizo el
amor esta vez fue mejor que la noche anterior.
—¿Has tenido amantes, Kelly? —le preguntó.
—No —no le mentiría en algo tan importante, ni siquiera para hacerlo sentir
celos.
—¿Y por qué? —la observaba a través del humo del cigarrillo.
—Me he dedicado a viajar con mi padre para ayudarle en sus negocios.
—En otras palabras, porque no has tenido tiempo —dijo con amargura.
—Sí.
Jordan apagó el cigarrillo con furia.
—Entonces, es mejor que me asegure que siempre estés feliz —la volvió a besar
con crueldad.
Kelly despertó a la mañana siguiente a raíz de unos fuertes golpes en la puerta
de su habitación. Jordan saltó de la cama, y corrió a la puerta amarrándose el
cinturón de la bata.
—¿Qué sucede? —Kelly parpadeaba azorada —. ¿Pasa algo malo?
— No tengo idea —le contestó cortante—, pero voy a averiguarlo —abrió de
inmediato—. Señora McLeod, ¿qué sucede?
—¡Oh, señor, señor! —estaba muy agitada—. ¡Yo no sabia! ¡Nadie me lo dijo!
No leí el periódico antes y…

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—Señora McLeod, haga el favor de explicarse —le interrumpió Jordan.


—Sí, señor —suspiró—. Mire —le dio un diario—. Esto le explicará todo.
El tomó el periódico y leyó el titular.
—¡Santo cielo! —exclamó—. ¿El señor Darrow vio esto?
—Sí, señor Lord. Y está muy trastornado. El…
—Muy bien, señora McLeod. Yo me encargaré de él. ¿Está en su habitación
todavía?
—Sí, señor Lord. El…
—¿Qué sucede? —preguntó Kelly acercándoseles—. ¿Jordan?…
El le dio el periódico y Kelly leyó el titular que decía: “El señor David Darrow,
conocido hombre de negocios, pierde la memoria en un accidente”.

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Capitulo 6
—¿Cómo sucedió esto? —inquirió Kelly.
—Lo averiguaremos después —el tono de Jordan era severo—. Llama al doctor
Jones y dile que venga de inmediato. Mientras, iré a calmar a tu padre.
—Sí, lo haré de inmediato.
El médico prometió ir enseguida. Kelly se vistió apresurada con unos
pantalones azul marino y una blusa, antes de ir a la habitación de su padre.
—¡Tenía derecho a saberlo! —oyó los gritos de su padre—. No soy un niño a
quien se le mima y se le sigue la corriente.
—Cálmate, David —decía Jordan—. Sé que no eres un niño…
—Entonces, ¿por qué ocultarme algo así?
—David…
—Papito —Kelly entró en la habitación—. Lo hicimos por tu bien. Los
médicos…
—¡Sí, los médicos! —gritó furioso—. ¿En qué pensaban, que no me lo dijeron?
¡Dios mío! ¿Se dan cuenta de que soy cinco años mayor de lo que creía? ¿Y ahora, de
qué te ríes? —se volvió hacia Kelly—. No es nada gracioso, te lo aseguro.
—Pero sí lo eres tú —le contradijo—. Todo lo que te indigna es el hecho de que
eres cinco años mayor de lo que creías.
—Para ti, que sólo tienes veintitrés, esto no tiene importancia pero yo ¡ya tengo
cincuenta y uno!
Kelly se sintió aliviada porque se dio cuenta de que ese momento de buen
humor lo relajó en forma visible. De todos modos, se alegró cuando llegó el médico
pidiendo quedarse a solas con su paciente.
Jordan se pascaba por su propia habitación a la vez que se ponía unos
pantalones color café y camisa.
—¿Cómo fue que esa noticia se publicó en los periódicos? —preguntó con
impaciencia, encendiendo un cigarrillo.
Kelly se sentó en la cama.
—No tengo la menor idea.
—Nadie lo sabía, fuera de nosotros, y unos cuantos en el hospital —recogió el
periódico en donde se publicó la noticia—. Ben Durston —leyó el nombre del
reportero—. Nunca oí su nombre. ¿Lo conoces?
—Estás implicando…
—No estoy implicando nada —suspiró—. Sólo pretendo descubrir dónde
recogió esa información. De alguna manera este hombre. Ben Durston, supo lo de tu
padre, y quiero averiguar cómo.

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—Bueno, no fui yo —le contestó Kelly cortante.


—Tampoco yo. Así que tuvo que ser alguien de la clínica, quizá alguna de las
enfermeras —sacó del guardarropa una chaqueta color crema y se la puso.
—¿Adónde vas? —quiso saber Kelly.
—A ver a Ben Durston. Quiero saber quién le dio la información. Por suerte
parece que no afectó demasiado a tu padre. Está sufriendo un ligero shock, pero
pronto le pasará. Pienso que tal vez hubiera sido mejor habérselo dicho desde el
principio.
—Tal vez —ella estuvo de acuerdo—. Pero el doctor Jones opinó y nosotros
estuvimos de acuerdo, que decírselo podía causarle más daño.
—Quizá, pero está muy indignado. Regresaré después —Jordan se arregló los
puños de la camisa.
—¿No irás a trabajar?
—No.
—¡Pobre Janet, sufrirá una desilusión!
—¡Kelly!
Ella le sonrió con dulzura.
—Perdona, Jordan. Me había olvidado de la habilidad que tienes de satisfacer a
más de una mujer al mismo tiempo.
—Espero que no creas que en forma simultánea —respondió burlón.
—¿Vendrás a tiempo para el almuerzo?
—Eso depende de cuánto tiempo me lleve conseguir esa información.
Sabiendo lo persuasivo que era él, no creía que tardara mucho en regresar.
—Le diré a la señora McLeod que vendrás a almorzar.
—¿Estarás aquí?
—No estoy segura.
—Kelly, tenemos que hablar…
—No sé de qué.
—Anoche…
—Oh, sigues con eso, Jordan —dijo con impaciencia—. ¿Lo disfrutaste?
—Sabes que sí —aceptó con voz tensa.
—Y yo también, así que no hagamos de ello un acontecimiento.
—¡Pero, Kelly, nosotros no podemos seguir sólo… durmiendo juntos!
—¿Y por qué no? Estamos casados.
El rostro de él se contrajo por la ira.

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—¡Dios mío, cuando asumes esa actitud, no puedo comunicarme contigo!


—Entonces, ni lo intentes —se levantó a arreglar las mantas de la cama—. ¿No
es hora de que te vayas?
—Me ocuparé de ti más tarde —le advirtió.
Kelly sonrió de manera encantadora.
—Estaré esperando ansiosa.
—Creo que ya no te conozco —movió la cabeza confundido.
—Nunca me conociste, Jordan. Jamás te tomaste el tiempo suficiente para
hacerlo. No lo creíste importante.
—Bueno, ahora lo estoy haciendo.
—Eso me sonó como una amenaza.
—Más bien es una declaración de mis intenciones —la puerta se cerró sin ruido
tras él.
Kelly regresó a la habitación de su padre, y lo encontró tendido sobre la cama
mientras el doctor Jones lo examinaba.
—¿Bien doctor? —le preguntó cuando él se incorporó, cerrando el maletín.
—Fue un ligero shock, pero fuera de eso está muy bien.
—Qué bueno —su padre bajó las piernas de la cama.
—Me encuentro con la noticia de que han pasado cinco años más de lo que yo
pensaba y sólo tengo un “ligero shock”. ¡Fantástico! —exclamó burlón.
—Vuelva a la cama —ordenó el médico con firmeza—. Puede tomar un
almuerzo ligero y luego dormir todo lo que quiera. Le dejaré unas tabletas para
ayudarle a dormir.
—Si usted piensa que me acostaré a dormir, está muy equivocado —el padre de
Kelly dijo en tono burlón—. Voy a salir, quiero recordar los cinco años de vida que
me faltan.
—Lo siento, señor Darrow, pero usted no irá a ninguna parte. Si no quiere
descansar aquí, tendré que internarlo en la clínica por un par de días —el doctor
enarcó una ceja—. Ahora dígame, ¿qué prefiere?
—Me quedaré aquí —aceptó con tristeza.
—Y seguirá mis instrucciones —exigió el galeno—. Si no lo hace, su hija tiene
instrucciones estrictas de llamarme.
—¡Y creo que lo hará! —su padre le dirigió a ella una mirada furiosa.
Kelly y el doctor Jones rieron al bajar la escalera juntos.
—Hablé en serio al decir que necesitaba descansar —le dijo cuando llegaron a la
puerta principal—. En estos momentos su padre se siente furioso, cuando comprenda
que todo ese tiempo no es más que un vacío en su memoria, le dará pánico. Sería
mejor que durmiera mientras pasa lo peor.

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—Jordan y yo nos aseguraremos de que siga sus instrucciones.


—Eso no va a ser fácil. No le gusta obedecer.
—¡Lo notó! —rió Kelly.
—Sí —sonrió—. Si parece ponerse peor, llámeme de inmediato. De todos
modos vendré mañana para verlo. Ahora que se ha dado cuenta de su estado, existe
la posibilidad de que ciertos recuerdos acudan a su memoria hasta que la recupere
por completo.
Y cuando eso sucediera, ella y Jordan no necesitarían seguir viviendo juntos.
Pero no debía pensar en ello. Lo más importante era que su padre recuperara la
memoria y ella lo ayudaría a hacerlo.
—Por ningún motivo traten de forzarlo —el doctor le recomendó—. Sólo el
tiempo podrá ayudarlo. ¿Está su esposo en casa?
—Tuvo que salir, pero regresará pronto. ¿Quería hablar con él?
—No necesariamente. Sólo quería preguntarle si tenía alguna idea de cómo
llegaron los periódicos a enterarse de esto.
—Creo que fue a averiguar eso —le respondió Kelly sonriendo.
—Ya veo. Bueno, debemos alegrarnos de que el daño no fue mucho.
Su padre parecía sobrellevar bien la sorpresa, hasta parecía alegre durante el
ligero almuerzo que tomaron en el jardín. Jordan aún no regresaba y Kelly procuraba
con todas sus fuerzas, no pensar en las razones por las que no lo había hecho.
—Ahora, toma una siesta —le aconsejó a su padre levantándose—. ¡Vamos
papito, a la cama!
El se recostó en un diván cerca de ella.
—¿No podría quedarme aquí y dormir durante una hora?
—El doctor dijo que tenías que dormir por la tarde —insistió Kelly—. Y es eso
lo que vas a hacer.
—¿Tengo que hacerlo?
—Sí, no lo dudes —lo obligó a levantarse—. Deberás tomar dos de las pastillas
que el médico te recetó.
—Sabes que no me gusta tomar pastillas —rezongó.
Kelly llenó un vaso con agua y se lo puso en la mano.
—Tómalas —le ordenó.
—Estos últimos cinco años han logrado hacer de ti una persona demasiado
autoritaria —le reprochó tomando las pastillas.
—¡Oh no, papá. Han logrado cambiarme mucho más!
—Ojalá que no me esperen demasiadas sorpresas —murmuró, mientras subían
la escalera juntos.

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—No muchas —respondió en forma reservada.


—Eso espero. No es bueno para un hombre de mi edad.
—Nunca me di cuenta de lo presumido que eres —sonrió.
—Siempre pensé en los cincuenta años como una piedra milenaria que nunca
quise alcanzar.
—Te puedo asegurar que lo hiciste con gran dignidad —ella lo tapó con el
cubrecama cuando el se tendió en el lecho—. Hasta hicimos una gran recepción.
—¿Aquí?
—No, claro que no —se ruborizó al darse cuenta de que estuvo a punto de
cometer otra indiscreción. Le resultaba difícil fingir—. Estábamos en Francia.
—Oh, tú y Jordan se reunieron conmigo allá —asintió él con la cabeza como si
fuera la única conclusión lógica.
Ella no tenía idea del lugar donde estaba Jordan cuando su padre cumplió los
cincuenta años, aunque recibieron un telegrama de felicitación de su parte.
—¿Quieres algo antes que me vaya? —corrió las cortinas.
—No, estaré bien —las pastillas empezaban a hacerle efecto.
—Duerme bien. Pronto nos veremos —lo besó con cariño en la frente.
Todavía Jordan no regresaba cuando bajó la escalera y estaba furiosa. Salió un
rato al jardín. ¡Por lo menos debió telefonear para advertirle que llegaría tardé!
—¡Teléfono, señora Lord! —la señora McLeod la llamó desde la casa.
—¿Sí? —gritó una vez que tomó el auricular.
—¡Oye! —le contestó una voz femenina conocida—. Sé que tuve que dejarte de
una manera un tanto brusca el otro día —le dijo Maggie—, pero no esperaba que me
gritaras de esa manera.
—Lo siento, Maggie. Mi disgusto no es contigo.
—¿Jordan? —adivinó Maggie.
—¿Y quién otro?
—Por lo que veo, él no está ahí.
—No.
—En ese caso, ¿te gustaría venir? Me siento un poco culpable por haberte
dejado en forma tan brusca la otra vez; además, tengo varios diseños que me gustaría
que vieras. Tienes un gusto excelente.
—¡Aduladora! —rió Kelly.
—Bueno, es cierto.
—No creo que pueda ir ahora —le explicó lo de su padre.

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—Ven aunque sea una hora —le sugirió Maggie—. Tu padre está dormido y
Jordan no ha llegado.
—Es posible que tengas razón —dijo Kelly pensativa—. Muy bien —se
decidió—. Estaré ahí en quince minutos.
Subió de prisa la escalera para cambiar su ropa informal por uno de los vestidos
elegantes que colgaban en su guardarropa.
—Saldré sólo por una hora, señora McLeod —pasó por la cocina para avisarle al
ama de llaves—. Mi padre no despertará antes. El doctor dijo que las pastillas lo
harían dormir mucho tiempo.
—¿Qué le digo al señor Lord, si llegara antes que usted regrese?
Kelly levantó los hombros.
—Dígale que sólo estaré ausente una hora —no quiso que el ama de llaves le
dijera adonde había ido. ¡Que se preocupara!

El apartamento de Maggie era tan extravagante como ella misma; la chica usaba
un vestido de lino rojo cuya falda terminaba en puntas. Su aspecto era el de una
hermosa gitana.
—Te veo cansada —comentó después de darle el abrazo de bienvenida.
El rubor invadió el rostro de Kelly. Estaba cansada porque era de madrugada
cuando ella y Jordan se quedaron dormidos.
—Pensaba que me levantarías el ánimo —le dijo contrariada—, no que me
recibirías diciéndome lo mal que me ves.
—No dije que te veo mal —Maggie la condujo a la sala y le sirvió una bebida
antes que se diera cuenta de lo que sucedía—. Sólo dije que te veía cansada Oye, ¿tú
y Jordan no habrán estado?…
—¡Maggie! —Kelly se puso tensa—. Ese tema es muy personal.
Maggie la miró en forma especulativa.
—No me gusta cómo me lo dices. No le habrás permitido seducirte otra vez.
—No, no se lo he permitido —se tomó el whisky de un solo trago, sintiendo que
le ardía el estómago—. ¡Dios mío bien pudiste advertírmelo! —tosió y se levantó
mientras Maggie le daba unos golpes en la espalda—. Sabes que nunca tomo whisky
—puso el vaso vacío sobre la mesa.
—Se me olvidó. ¿Estás bien? —le preguntó cuando Kelly dejó de toser.
—Así lo creo —dijo haciendo un gesto.
—Ven, te mostraré unos diseños —Maggie se encaminó hacia su mesa de
trabajo—. Mira éste y éste… —juntó una buena cantidad y se la enseñó a su amiga.
—Son hermosos —comentó Kelly.

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—Me siento muy orgullosa. Una boutique se ha interesado en ellos.


—¡Magnífico! —exclamó Kelly, contenta al notar que Maggie no le pedía que se
quedara con algunos.
—Una boutique exclusiva —agregó Maggie apresurada—. Cada vestido será
confeccionado con exclusividad.
—¡Qué bien! —Kelly escuchó sin prestar mucha atención, pensaba en que tal
vez Jordan habría regresado a casa, y en caso de que así fuera, ¿lograría descubrir la
fuente de información de la noticia del periódico?
—Claro, si es que firmo un contrato con ellos —continuó hablando Maggie—.
Eso querrá decir que no puedo regresar a los Estados Unidos por varios años.
—Pero tu padre te ofreció abrir una boutique para ti.
—¡Exacto! —suspiró su amiga.
—Me imagino que la última vez, no envenenaste a tu amigo —Kelly le dijo con
sequedad, adivinando el motivo de la indecisión de Maggie para regresar a América.
—¿Lo que quieres saber es si todavía nos vemos? Oh, sí. Ahora más que antes.
Quiere vivir conmigo.
—¿Y tú también lo amas?
—¡Pues claro! —sonrió Maggie—. Pero no quiero que él esté muy seguro de mí.
Acostumbra a salirse siempre con la suya. Desde luego que consentiré, después de
algún tiempo.
—¿Te vas a casar con él? —le preguntó Kelly emocionada.
—Vuelves a ser ingenua, Kelly —su amiga movió la cabeza con burla—. Desde
luego que no. El es casado.
—Ya veo —contestó Kelly—. ¿Y a su esposa no le importa?
—No tengo la menor idea — Maggie levantó los hombros.
—¿A ti te importa? —Kelly estaba asombrada ante la actitud de su amiga.
— Debió tratar de conservarlo mientras pudo hacerlo —dijo Maggie con
descaro.
—Quizá sea así. Pero eso no siempre es posible —arguyó Kelly.
—Oh, lo siento, Kelly. No pensé… —Maggie se mostró arrepentida. Kelly le
brindó una sonrisa forzada.
—No te preocupes, no tiene importancia —se levantó—. Pienso que tus diseños
son hermosos, y si tienes pensado quedarte en Inglaterra, creo que el contrato con esa
boutique es la respuesta.
—Pero no apruebas la otra mitad de mis intenciones.
—Se trata de tu vida —contestó Kelly despreocupada—. Después del fracaso
mío, no puedo pretender aconsejarte —sonrió con tristeza—. De seguro que hubiera
gozado más de la compañía de Jordan si hubiera sido su amante y no su esposa.

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—Te estás volviendo cínica.


—No. Sólo realista —corrigió Kelly—. Hagamos una cita para almorzar la
semana que viene, ¿quieres?
—Me encantaría —aceptó Maggie sonriendo—. Entonces te contaré si me decidí
por llevar una vida de pecado o si regreso con mi padre y mi madre. Pero creo que lo
último no será posible. Había un coche desconocido en la entrada de la casa, cuando
ella llegó, además del Mercedes de Jordan. ¿Quién podría ser el visitante?
Cuando entró en la sala, la risa femenina desapareció. Su padre estaba sentado
en uno de los sillones y Jordan en el otro. Su visitante se hallaba en el sofá. Kelly sólo
podía ver la parte superior de la cabeza una rubia y contuvo el aliento. ¿Sería posible
que Jordan hubiera?… ¡No sería Angela Divine!
—Ah, Kelly —dijo Jordan, dirigiéndose hacia la puerta en donde ella se había
quedado inmóvil—. Querida —le sonrió, aunque con frialdad, y la besó en los
labios—, ¿en dónde estuviste? —murmuró—. ¡Bebiste! —la miró acusador.
—Sí —Kelly lo tomó de un brazo y se volvió con una hermosa sonrisa a
enfrentarse con su padre y la visitante, ¡que no era Angela Divine!
—¿No vas a presentarme, querido? —preguntó con voz seductora.
—No necesitas ser presentada a Ann, Kelly —le contestó su padre, divertido.
—¿No? —frunció el ceño sin comprender.
—Ann Fellows, querida —Jordan respondió burlón.
¡Ann Fellows! Kelly no reconoció a la enfermera sin su uniforme.
Era demasiado hermosa.
—Siento no haberla reconocido, señorita Fellows —forzó una sonrisa,
apartándose de Jordan para tomar asiento al lado de la otra mujer—. Después de
todo de lo que usted ha hecho para ayudar a mi padre —agregó con expresión
culpable, su sonrisa era ahora más natural.
—Oh, no se preocupe —la otra mujer le sonrió amistosa—. El uniforme
confunde a mucha gente.
—Apenas podía creer lo que veía, cuando la vi ahora —David rió.
—Es usted muy amable —Ann rió con sensualidad.
—Mi suegro no le está haciendo justicia —intervino Jordan.
—Y usted es aún más amable —la sonrisa de Ann se hizo más amplia.
—Jordan no es amable —la voz de Kelly era fría—, lo que sucede es que sabe
reconocer la hermosura en una mujer —se volvió hacia él para encontrarse con una
mirada penetrante.
—Lo sé, puesto que estoy casado con una mujer hermosa.

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—¡Oh, gracias querido! —le obsequió una sonrisa de exagerada dulzura y se


volvió hacia la otra mujer—. ¿No le parece que los hombres se están conduciendo en
forma de verdad encantadora señorita Fellows?
—¡Estoy por completo de acuerdo! Por favor llámeme Ann. Ahora que su padre
no está bajo mi cuidado, podemos olvidarnos de las formalidades.
Kelly se preguntó si al decir esto, Ann estaría pensando en su marido. ¡Oh!
Tenía que poner un alto a todo eso.
La joven se levantó.
—Debo irme, pronto estaré de guardia —dijo reacia.
El padre de Kelly también se levantó.
—Fue muy amable de su parte ofrecer llevarme. Traeré mi chaqueta.
—Pero… —Kelly frunció el ceño, confundida—, ¿adonde vas?
—A la clínica —respondió David, alegre—. El doctor Jones ha decidido
hacerme unas pruebas.
—Pero esta mañana…
—Yo lo llamé, Kelly —su padre le informó con voz dulce—. Mientras
despertaba, esta tarde, me pareció recordar algo. El doctor quiere ver hasta dónde
puedo hacerlo.
—¿Y envió a la señorita Fellows… quiero decir a Ann en su tiempo libre para
llevarte?
—No —rió la aludida—. Yo tenía que venir por este rumbo y ofrecí hacerlo.
Una vez más la sospecha mortificaba a Kelly.
—Fue muy amable de su parte —dijo ella algo fría.
—Oh, Ann es muy conocida por su bondad —comentó Jordan con admiración o
al menos eso le pareció a Kelly.
—Traeré mi chaqueta —repitió su padre—. No tardaré.
—Lo esperaré en el coche —le dijo Ann Fellows al verlo salir.
—¡Muy bien! —sonrió—. Puedo regresar en un taxi, cuando termine.
—¿Estás seguro de que no quieres que te lleve? —le preguntó Kelly—. Yo
podría esperarte y traerte.
—No sé cuánto pueda tardar. No quiero que estén esperándome, tal vez
durante horas.
—Eso no me importaría, papá…
—Deja que acompañe a esa hermosa mujer, Kelly —Jordan la interrumpió con
decisión—. A su edad, ya no tendrá muchas oportunidades de hacerlo —agregó
burlándose.
—¿A su edad? —Ann Fellows frunció el ceño—. No comprendo, el sólo tiene…

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—Es una broma —el padre de Kelly le explicó—. Se lo contaré camino a la


clínica.
La enfermera resignada se volvió para mirar a Kelly y a Jordan.
—Fue muy agradable volver a verlos. Quizá podamos reunimos alguna vez —
les sonrió.
—Podría apostar que así será —Jordan le devolvió la sonrisa.
—¿De manera que estas muy seguro de volver a verla? —le reclamó Kelly
cuando estuvieron solos—. Sabes que así será.
—Mientras que tú también…
—Oh, tenlo por seguro. No soy tan ciega como crees.
—¿Es que no te es simpática? —le preguntó elevando las cejas.
—¡Claro que sí! Me simpatiza, ¿hay alguna diferencia?
—Pues debería haberla.
—Te equivocas. Bueno, cuéntame, ¿qué mas encontraste ahora, además de Ann
Fellows? —le preguntó con acritud—. ¿O es que fue ella la que informó a los
periódicos?
—¡No seas absurda! —exclamó Jordan—. No pude averiguar nada. Nadie quiso
informarme acerca de Ben Durston o la forma en que obtuvo su información.
—¿Por qué no me telefoneaste para avisarnos que no vendrías a almorzar? —le
preguntó con ira.
—Es posible que por la misma razón por la que te negaste a decirle a la señora
McLeod adónde fuiste. No creí que te importara.
—¡Yo no me negué a decirle a la señora McLeod a donde iba! Le dije que saldría
durante una hora, además, no sabía que tenía que rendir cuentas hasta de mi más
insignificante acción. El almuerzo fue distinto —insistió ella cuando él se quedó
mirándola como queriendo regresarle las palabras de su última observación—. Nos
causaste bastantes trastornos.
—La señora McLeod me dijo que sólo hubo ensalada para el almuerzo, no veo
qué inconveniencia les pude haber causado.
—Pues para mí lo fue.
—¿En dónde estuviste toda la tarde, Kelly?
—Fuera.
—Lo sé, ¿pero dónde?
—Pues sólo fuera —ella se le enfrentó desafiante.
—Has estado tomando, ¿no es así? —le exigió furioso una respuesta.
—Sí, bebí. ¿Eso te importa?
—¿Con quién tomaste. Kelly? ¿Con quién? —Jordan se le acercó.

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—Ma… ggie —tartamudeó al ver su rostro contraído por la ira—. Estuve


tomando con Maggie —repitió, nerviosa.
—¡Embustera! —la acusó—. ¿Quién es él, Kelly? ¿Cómo se llama tu amante?
Ella lo miró azorada.
—No tengo amante. Te lo he dicho varias veces. Nunca he tenido.
—Mientes. Dime. ¿te llevó a su apartamento o a un hotel?
—¡Estuve con Maggie! —insistió ella—. ¡Te estoy diciendo la verdad!
—No te creo.
—¡Pero es verdad! Llámala, Jordan —le sugirió con desesperación.
—¿Llamar a esa bruja? ¡Estás bromeando! Me dirá cualquier cosa que me pueda
lastimar. Además, es posible que hayan preparado las dos esta trampa.
—No, Jordan —le dijo en tono casi suplicante—. Créeme, estuve con ella.
—Estuviste tomando whisky, tú nunca tomas whisky.
—Lo tomé por accidente. No me di cuenta…
—Me estás mintiendo, Kelly. ¡Mintiendo! —la sacudió con fuerza.
—No, no. No te miento. Maggie me dio un vaso con una bebida y la tomé sin
darme cuenta de que era whisky, hasta que casi me ahogó. Yo… ¿Adonde me llevas?
—lanzó un grito al sentir que la alzaba y salía de la habitación.
—Arriba —le dijo severo, en sus ojos brillaba una determinación.
—¿Arriba? ¿Para qué? —ella empezó a luchar para que la soltara.
La sonrisa que él le dirigió no tenía nada de agradable.
—¿Para qué crees? —se burló, subiendo la escalera.
Kelly estaba asustada, mucho más de lo que pensó que podía algún día llegar a
estarlo.
—¡No, Jordan! —le suplicó adivinando su intención—. ¡Así no!
—Sólo hay una manera de saber la verdad. Antes que termine contigo, me
estarás diciendo adónde fuiste esta tarde… y con quién.

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Capitulo 7
Jordan, sentado en el borde de la cama, se vestía con nerviosismo. Kelly resistió
el impulso de acariciarlo porque aún su comportamiento era incomprensible para
ella.
Yacía bajo las sábanas, la ropa que usó hasta una hora antes estaba regada por
el suelo en donde Jordan la había tirado. Kelly pensaba que una o dos de esas
prendas estarían inservibles… la impaciencia de Jordan no se detuvo ante botones o
cierres.
Lo que siguió a este frenético despojo de sus ropas, fue del todo diferente a
cualquier otra cosa que Jordan y ella hubieran compartido.
El le había hecho el amor como si sólo deseara su cuerpo y al final, tenía a Kelly
aferrada a él sin pudor alguno, respondiendo a todo lo que él quería saber acerca de
esa tarde. Por fin pareció aceptar que su visita a Maggie era verdad.
Kelly disfrutó cada segundo de esa entrega, pero tan pronto como sus
corazones reanudaron su pausado ritmo. Jordan se retiró de ella y se vestía para
abandonarla.
—¿Jordan? —su voz era temerosa.
—¿Sí? —contestó aún furioso.
—¿Me crees? —por fin se atrevió a tocar su espalda desnuda, sólo para que se
retirara de ella con violencia—. ¿Jordan? —se mordió el labio inferior cuando él se
levantó.
—Sí, te creo —empezó a abotonarse la camisa—. Hay circunstancias bajo las
cuales nunca mientes. Esta fue una de ellas.
Cuando se marchó, ella se dejó caer sobre las almohadas y estalló en llanto.
Acababa de probarle, de la manera más humillante posible que ella sólo era un
cuerpo para él. No podía permitir que eso continuara. Le pediría a la señora McLeod
que le preparara una habitación aparte.
Su padre volvió de la clínica un poco antes de la cena, y Kelly aprovechó el
momento en que ellos tomaban una copa antes de cenar para hablar con el ama de
llaves.
—Oh, me ocupé de eso —le aseguró el ama de llaves cuando Kelly le dio sus
órdenes.
—¿Cómo? —la joven parpadeó confundida.
—Sí señora. El señor Lord me pidió que lo hiciera antes de salir.
—¿Lo hizo? —Kelly palideció.
La señora McLeod asintió con la cabeza.
—Explicó que su insomnio no la deja descansar a usted.

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Era verdad que el insomnio de Jordan no la dejaba dormir, pero… ¡No en la


forma como hizo creer al ama de llaves!
—Ya veo —sonrió algo forzada—. Bien, creo que me reuniré con ellos en la sala.
Con permiso —y escapó apresurada.
Así que Jordan ya no quería compartir el lecho con ella. La atracción que ella
ejercía sobre él había desaparecido mucho más pronto esta vez que hacía, cinco años.
Sentía que no podía enfrentarse a Jordan en ese momento. Necesitaba tiempo
para ocultar su desesperación.
Se retocaba los labios ante el espejo cuando Jordan entró en el cuarto minutos
después. Ella estaba muy pálida, y sus movimientos eran nerviosos y sin
coordinación.
—Tu padre nos espera para cenar —le advirtió él.
—Lo siento. Estoy lista para bajar.
—Kelly… —Jordan la detuvo, suspirando—. Puedes dejar de sentirte asustada.
No voy a repetir los acontecimientos de esta tarde. De hecho, no te molestaré más
con mi presencia. Dormiré en otra habitación desde esta noche, mientras permanezca
aquí.
Sus palabras le advertían que pensaba irse tan pronto como su padre se
encontrara bien. Así lo había esperado ella, pero ahora, él se lo confirmaba.
—Eso me parece bien —le contestó sin dar importancia a lo que él dijo.
—Así lo pensé —hizo una mueca.
—¿Bajamos? —le preguntó.
—¿Por qué no? —Jordan le abrió la puerta.
Kelly pasó la mayor parte de la noche hablando con su padre. Su visita a la
clínica fue un éxito.
—El doctor Jones quiere que vaya dos horas todos los días. Piensa que puede
ser una buena terapia para mí.
—De seguro que sería mejor terapia si estuvieras con gente que conocieras —
Kelly frunció el ceño confundida.
—El doctor Jones dice que no —sonrió su padre—. He decidido dejar que Miles
continúe manejando mis negocios por un tiempo más.
—Así que ya no vendrá.
—No es necesario, sé que no tengo que preocuparme del contrato de Landers.
De momento, debido al estado demi memoria, no creo ser de mucha ayuda aunque
fuera a la oficina. Por lo menos, aún recuerdo la rapidez con que el mundo de los
negocios cambia. ¡Sería como un pato sin plumas entre aves de rapiña!
—Y creo que me consideras una de dichas aves —le dijo Jordan con sequedad.

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—La más grande de todas —pero su suegro sonrió para suavizar sus palabras—
, y la mejor.
Jordan se inclinó burlón.
—Tomaré tus palabras como una lisonja.
—Estoy segura de que papi tuvo la intención de que eso fuera —Kelly intervino
de pronto—. Siempre admiró a la gente que ve las cosas que quiere y las toma —
había doble intención en sus palabras, y la expresión de Jordan le indicó que había
comprendido.
—Excepto una vez —su padre no se dio cuenta de la tensión entre ellos—. No te
agradecí que te llevara de mi lado —explicó cuando los dos lo miraron
interrogándolo con la mirada—. Y con tanta prisa. Fue casi una indecencia.
—Te equivocas acerca de eso, David —sus ojos le prometían a Kelly el desquite
por la pulla que ésta te había lanzado—. Hubiera sido una indecencia si no me
hubiera casado con Kelly —se burló.
—¿Qué? ¡Oh, sí… —su padre rió—. Entiendo lo que quieres decir.
—¡Pero yo no! —protestó Kelly encolerizada—. No me gusta lo que insinuaste,
Jordan —no dejaría que ese insulto pasara sin contestación.
—Sólo está bromeando, amor —opinó David.
—Quizá, pero no me gustó —sus mejillas estaban ruborizadas por la ira.
—A Kelly no le gusta que le hagan bromas —se burló Jordan.
—¡No, no me gusta! O por lo menos no con algo como eso.
El levantó las manos como para indicar que estaba derrotado.
—El caso se cierra.
El señor Darrow bostezó.
—Me voy a la cama. Los veré mañana.
Una vez que estuvieron solos, Jordan fue al bar y se sirvió un whisky.
—Espero que te sientas contenta ahora que has asustado… no asustado no es la
palabra correcta, avergonzado a tu padre en tal forma que lo obligaste a ir a la cama.
—¡No hice nada de eso! —exclamó ella—. Tú tienes la culpa. Insinuaste que me
hiciste un favor al casarte conmigo.
—¿Eso hice? —Jordan sonrió con burla—. Creo que entendiste mal.
—Lo que quisiste decir a mi padre fue que, si no te hubieras casado conmigo de
todos modos me habrías seducido.
—¿Dije eso?
—¡Sabes muy bien que lo hiciste! —se levantó furiosa—. ¡Eres un presumido!
¡Yo no hubiera dormido contigo!

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—¿No lo hubieras hecho? —la interrumpió con frialdad—. Me parece recordar


varias ocasiones en que me suplicabas lo contrario.
—¡Bastardo! Te odio.
—Eso no es nada nuevo.
Los labios de ella temblaron al oír el frío tono de su voz.
—Siempre te aburrí —le recriminó con voz ahogada.
—¡Nunca me aburriste! —negó en tono sombrío.
—Entonces, te cansaste de mí. Es la misma cosa.
—Dijiste que nunca me tomé el tiempo suficiente para llegar a conocerte, pues
parece que tú tampoco lo hiciste. Tal vez los dos estábamos empeñados en proteger
nuestro “yo”, y asustados para bajar la guardia y llegar a conocernos mejor.
—¿Asustados? —se burló Kelly—. ¡Tú nunca te has asustado!
—Realmente no me conoces.
—Conozco al hombre que me has permitido conocer. Tú eres el que permanece
alerta, Jordan. Yo siempre fui demasiado ingenua.
—Puede ser que tengas razón —se volvió—. Buenas noches, Kelly.
—¿Buenas… noches?
—Sí —le dio la espalda con determinación.
—¿Cuál es el motivo por el cuál siempre te retiras cuando pretendemos
entendernos? —quiso saber ella.
—Porque es demasiado tarde para eso —suspiró—. Buenas noches, Kelly.
Ella contuvo el aliento, frustrada por la actitud de él. ¿Por qué no quería
hablarle, por lo menos decirle que la despreciaba, si es que lo hacía?
No conciliaba el sueño. Se acostumbró a dormir junto a Jordan y se sentía
segura en sus brazos. La cama le parecía enorme y solitaria. Un vivido recuerdo de lo
que sucedió cuando ella le dijo lo del hijo.
No debió pensar en el nene, pues esto le trajo el recuerdo de Angela Divine, en
especial, la última conversación que sorprendió entre Jordan y ella. Kelly enterró el
rostro en las almohadas que aún conservaban el aroma de la loción para después de
rasurar de Jordan. La conversación entre ellos la llevaba impresa en la mente, cada
una de las dolorosas palabras se quedaron grabadas ahí:
“Si ella se da cuenta, no le gustará —la voz de Jordan tenía un tono algo
divertido.
Kelly había estado a punto de entrar en la oficina, pero algo la detuvo. Si
hubiera hecho eso, con toda seguridad que habría sorprendido rostros culpables,
aunque no le cabía duda de que Jordan saldría del aprieto con su acostumbrada
arrogancia.
Angela emitió una de sus risas sensuales, muy segura de sí.

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“No se dará cuenta. No hay ninguna razón para que lo haga.


“Es evidente que no la conoces muy bien, es una joven muy posesiva —la voz
de Jordan aún era divertida—. Además su padre es muy influyente en el mundo de
los negocios. Podría haber dificultades.
“Eso no nos impediría estar juntos —declaró Angela.
“No, creo que no —escuchó la risa de Jordan—. Estás muy segura de ti, Angela.
“¿No debería estarlo? —la voz de la secretaria era sugestiva.
“Sí, creo que sí.
Angela rió.
“Conozco mi poder.
“Por muy buenas razones, diría yo —dijo Jordan con dulzura.
“Jordan —la voz de Angela era persuasiva—. ¿No crees que antes que Kelly
tenga a su nene podríamos darnos tiempo para estar juntos? Comprendo que
después no sería posible, estarás ocupado.
“Supongo que podríamos arreglar disponer de dos días. Muy bien Angie,
prepara todo y comunícame cuándo quieres salir.
“¡Oh, gracias. Jordan! Arreglaré eso ahora mismo.
Ese fue el momento en que Kelly recuperó la cordura, cuando salió corriendo
del edificio llorando. Esa fue la razón por la que no podía soportar que Jordan
siquiera se le acercara, al llegar él a verla al hospital.
Kelly gimió. El recuerdo le hizo daño. No podría dormir, por más que lo
intentara. Se levantó, se puso unos pantalones de algodón y una blusa, y bajó la
escalera sin hacer ruido. Quizá un paseo la relajaría.
A esa hora de la madrugada, Londres estaba silencioso; había unas cuantas
personas todavía en la calle. Kelly disfrutó su paseo por los escaparates de las
tiendas, y no haciendo caso a los nombres que le ofrecían su compañía regresó a la
casa apresurada.
Eran más de las cuatro de la mañana cuando Kelly entró en la casa y fue a la
cocina, para tomar una taza de café.
Sentía que ella era la única persona que estaba despierta en el mundo, como…
¿Qué fue eso? Oyó un ruido proveniente de algún lugar de la casa. ¿Habría alguien
más despierto? Quizá fuera su padre que no podía dormir tampoco.
Ahí estaba de nuevo, esta vez parecía un gemido. ¡Oh, Dios mío, ojalá que no se
sintiera mal!
Siguió en la dirección del ruido hasta el despacho de Jordan. ¿Qué estaría
haciendo su padre ahí? La puerta chirrió al empujarla ella, molestando al hombre
que estaba tendido en el sofá. Una botella de whisky yacía sobre la alfombra, a su
lado. ¡Jordan!

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Kelly caminó hacia él. Jordan gimió de nuevo al sentir que la chica le tocaba el
hombro, y abrió los ojos con dificultad.
—¿Q…qué quieres?—arrastraba las palabras—. ¿Por qué no me dejas en paz?
¡Vete, déjame solo!
—¡No lo haré! —lo sacudió al ver que cerraba de nuevo los ojos—. Despierta,
Jordan. ¡Vamos! —lo tiraba del brazo—. No puedes quedarte aquí.
—¡Yo puedo quedarme donde se me antoje! —la miró sombrío.
—Deberías estar en tu cama —le dijo con impaciencia.
—¿Qué objeto tiene? ¡Tú no la compartirás conmigo!
—Ve a acostarte, Jordan.
—Estoy muy… bien aquí —murmuró soñoliento.
—¡Jordan! —Kelly lo sacudió de nuevo—. ¡Jordan, despierta! —le ordenó con
desesperación, pero él no la oyó.
De pronto su padre apareció en la puerta, dándose cuenta de la situación.
—¿Necesitas ayuda? —le preguntó con cautela.
Kelly lo miró agradecida.
—¿Podrías ayudarme a llevarlo a la cama? El… no está muy bien —se ruborizó.
Jordan esbozó una sonrisa burlona.
—Lo que Kelly quiere decir —rodó sobre su cuerpo y poco le faltó para caer del
sofá—. Es que estoy por completo privado de mis facultades mentales —rió.
Su padre entró en la habitación.
—No me di cuenta de que tenían fiesta —dijo con sequedad.
—Oh sí —Jordan lo miró—. Para una sola persona —rió con amargura—. ¿No
es así, mi amor? —dirigió una sonrisa en dirección de Kelly—. Dile a tu padre la
razón de mi fiesta solitaria —la animó medio sentándose—. Dile…
Se dejó caer de nuevo sobre el sofá por completo inconsciente.
—¡Oh, Dios mío! —Kelly ocultó el rostro entre las manos—. Lo siento, papá.
Lamento que hayas tenido que presenciar esto.
—No te apenes, cariño —la abrazó—. Discutieron, ¿verdad?
—Sí —ella apoyó la frente contra el pecho de su padre.
—¿Fue muy serio el motivo?
—Bastante.
—Cariño, no se puede decir que un matrimonio haya tenido éxito a menos que,
de vez en cuando tengan sus discusiones. Piensa en lo aburrido que sería si en todo
estuvieran de acuerdo.

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—Supongo que tienes razón —ella lo miró. Su padre no imaginaba siquiera lo


mal que las cosas estaban entre ella y Jordan. ¿Pero, por qué se embriagó él de esa
manera?—. Debemos llevarlo a la cama, no podemos dejarlo aquí y que la señora
McLeod lo encuentre en esta condición.
—No, tienes razón. Tómalo de un brazo y yo lo tomaré del otro —logró que
Jordan se sentara.
—¿Puedes hacer este esfuerzo sin que te traiga consecuencias? —le preguntó
Kelly preocupada.
—Yo estaré bien, no te angusties Preocúpate de Jordan. Cuando despierte, ¡ya
verás la resaca que tendrá!
—No será más de lo que se merece.
—¡Oh, vaya! —exclamó en voz baja—. Todos tenemos derecho a embriagarnos
una que otra vez. Aunque reconozco que nunca había visto a Jordan así, pensé que
tenía demasiado dominio de sí.
—Oh, tiene bastante dominio de sí —hicieron que se levantara y lo condujeron
hacia la escalera—, pero a veces afloja un poco, aunque no como ahora.
—Ya llegamos —su padre empujó la puerta del dormitorio, y entre los dos
acostaron a Jordan en la cama.
Demasiado tarde Kelly se dio cuenta de que estaban en la habitación de ambos,
la que Jordan abandonó esa tarde.
—¿Necesitas que te ayude a desvestirlo?
—No creo que sea necesario —Kelly respondió con un mohín—. Es mejor
dejarlo dormir. Sólo le quitare los zapatos —y empezó a hacerlo—. Regresa a la cama
papito. Yo estaré bien.
—Buenas noches, cariño —se inclinó y le besó la sien—, y no seas demasiado
dura con él cuando despierte, no es un bebedor empedernido.
Kelly se sentó en una silla a observar a Jordan por el resto de la noche.
Murmuraba muchas cosas durante su sueño.
Cuando salió del cuarto para acompañar a su padre en el desayuno, Jordan aún
dormía.
—¿Todavía está dormido? —le preguntó su padre cuando ella se sentó a la
mesa.
—Sí —respondió tensa.
—Es probable que sea lo mejor que puede hacer.
—Quizá sí.
—¿Todavía estás disgustada con él? —enarcó una ceja al preguntárselo.
—Sí —Kelly no hizo ningún esfuerzo por disimular.
—¡Debió ser una señora discusión!

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—Lo fue.
—¿De seguro que no tuvo nada que ver la broma que te hizo antes de retirarme
a mi habitación?
—En forma indirecta —le dijo cortante.
—Oh, Kelly, cariño, no puedes…
—Por favor, papá, sé que tienes las mejores intenciones, pero…
—Lo que me quieres decir es que no intervenga —arqueó una ceja—. Está bien
puedes decírmelo siempre que me pase de la raya.
Ella miró la taza que tenía en la mano.
—Te estás pasando de la raya.
—Bueno, caso cerrado —aceptó de buen humor—. Ahora dime, ¿quieres
llevarme a la clínica? Me aconsejaron que no manejara.
Kelly sonrió.
—Por supuesto que te llevare —quería estar fuera de casa cuando Jordan
despertara—. Te recogeré cuando termines, también, si así lo deseas —le ofreció.
—Eso no será necesario, Ann dijo que me traerá.
¡Así que la hermosa Ann Fellows quería ver de nuevo a Jordan!
Quizá la otra mujer fuera la razón por la que Jordan se embriagó la noche
anterior. Probablemente añoraba estar en compañía de ella que fingiendo ante el
padre de Kelly.
Jordan había salido para la oficina cuando Kelly regresó de la clínica, y a juzgar
por el nerviosismo de la señora McLeod, el humor de su esposo era negro, tal como
Kelly lo esperaba.
—¿Regresará mi esposo para la hora del almuerzo? —preguntó al ama de
llaves.
—Yo…no lo creo—la señora McLeod tartamudeó una respuesta.
En otras palabras, la pobre mujer estaba tan asustada que no se atrevió a
preguntarle.
—Entonces, todos saldremos —le dijo Kelly—. Mi padre comerá en la clínica así
que yo también almorzaré fuera.
—Muy bien, señora Lord.
Kelly entró en la sala, encontrando el número que necesitaba antes de marcar.
—Con la señora Smythe, por favor —le pidió a la criada que contestó el
teléfono—. Habla la señora Lord —daba pequeños golpes de impaciencia en la
mesita del café mientras esperaba que Laura contestara.
—¿Kelly! —Laura exclamó encantada—. ¡Qué gusto oírte! Y providencial,
también, me siento un poco deprimida esta mañana —le explicó.

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Kelly ignoraba cómo reaccionaría Laura a su llamada, y el placer que sintió en


su voz satisfizo sus titubeos.
—Espero que no sea nada serio.
—No —rió Laura—. Sólo impaciencia por el nacimiento del niño. ¡Me siento
como si fuera un tanque, en este momento! Estoy tan cansada, ojalá que hayas
telefoneado para concertar una cita.
—Pensé en que quizá podríamos almorzar jumas.
—Encantada. Eres mi salvavidas, Kelly, sólo dime a qué horas y dónde y estaré
allá.
Kelly rió por la desesperación de Laura. Hicieron los arreglos y colgó. De
inmediato, el teléfono timbró haciéndola sobresaltar.
—¿Sí? —dijo
—¿Kelly? —escuchó la voz de Jordan.
—Sí —respondió tensa.
—Llamé para avisarte que no iré a almorzar.
—Está bien. Yo también he hecho arreglos para salir.
—¿Ah, sí? —su voz era brusca.
Kelly se sentía llena de resentimiento.
—Sí, así es. ¿Tienes alguna objeción? —su sarcasmo era evidente.
—Depende de con quién vayas. ¿Otra vez Maggie?
—No —respondió sin la menor intención de disipar sus dudas.
—Entonces, ¿con quién? —quiso saber.
—¿Cómo sientes la cabeza? —con deliberación, ella no contestó su pregunta.
—¡Terrible! —gruñó—, pero ya lo esperabas, ¿verdad?
—¿Lo crees así? —le preguntó ella en un tono que lo hizo enfurecer—. Sí,
supongo que sí —murmuró.
—¿Dije algo cua… cuando perdí el conocimiento?
—Sólo tonterías que no tenían sentido. ¿Por qué?
—Sólo curiosidad. La mayoría de las personas que he visto embriagadas
parecen ponerse sentimentales.
—Tú no, Jordan —rió sarcástica—. No te preocupes, no revelaste ninguno de
tus secretos.
—¿Secretos?
—Sí, por ejemplo, no dijiste el nombre de la mujer con la que andas.
—Estoy más interesado en el hombre con el cual te ves —le dijo a su vez con
voz severa—. ¿Quién es?

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—¡No te importa! Pero le haré conocer tu interés. Le va a divertir —agregó


antes de colgar.
Cuando ella llegó ala habitación, el teléfono volvió a sonar. Corrió y se encerró
en el baño, mientras la señora McLeod llamaba a la puerta del dormitorio, luego, no
recibiendo contestación, entró y tocó la puerta del baño.
—Señora, el señor Lord está en el teléfono.
Kelly sonrió complacida.
—¿Podría decirle que estoy bañándome, señora McLeod? —le gritó—. Si es
importante, quizá pueda tomar el mensaje.
Se mordió los labios para no reír al imaginarse la furia de Jordan.
El ama de llaves regresó un poco después. Para entonces, Kelly en realidad se
estaba dando un baño.
—Ningún mensaje, señora Lord —le gritó.
Ella no esperaba que lo hubiera. Jordan no era el tipo de hombre que sostendría
una conversación por medio de terceras personas. Estaba segura de que por la noche
le exigiría algunas respuestas… bueno, esperar no le haría daño.

Laura estaba aún más atractiva que cuando la conoció.


—Me alegré mucho de que llamaras —sonrió mientras se sentaba con todo
cuidado—. Ian ha estado ocupado últimamente, y yo demasiado tensa, no puedo
dedicarme a hacer nada. Empecé a tejer unas bolitas y lo he estado haciendo las
últimas tres semanas, pero parece que nunca terminaré.
Kelly rió.
—Lo harás. De todas maneras, creo que ya tendrás suficientes.
—Oh, no muchas, sólo un par de docenas —Laura hizo un mohín—. Cada una
de las veinte tías que tiene Ian, nos ha regalado un par —le confesó.
—¡Veinte tías!
—Bueno, en realidad son cuatro. Sólo que parece que son veinte… a veces.
Cuando los padres de Ian murieron, las cuatro se hicieron cargo de él.
—Me gusta oírte hablar —sonrió Kelly. Se dio cuenta de que la simpatía que
sentía hacia ella, aumentaba.
—Oh, qué bueno —sonrió Laura—. Soy una conversadora compulsiva, por lo
general, mi tema es Ian, aunque últimamente ha sido el nene. Pero los hombres se
aburren tanto cuando se habla de niños.
—Sí —estuvo de acuerdo Kelly con cierto grado de amargura.
—Ian me habló acerca de tu hijo —le dijo Laura con dulzura, la compasión
asomaba a sus ojos—. ¡Fue una verdadera lástima!

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—Sucedió hace mucho tiempo —Kelly forzó una sonrisa.


—Por lo menos Jordan y tú han vuelto a reunirse.
—Eso se lo debemos a tu marido.
—¿Ian? ¿Que hizo?
—Le dijo a Jordan que yo lo necesitaba —Kelly continuó explicándole lo del
accidente.
—Y eso fue lo que los volvió a reunir —los ojos de Laura brillaban de
emoción—. ¡Qué romántico!
—Sí —estuvo de acuerdo Kelly, pero su voz sonaba sombría—. Aunque Jordan
y yo… —se interrumpió.
Laura notó de inmediato la palidez de ella.
—¿Qué pasa? —se irguió en su asiento—. Kelly, ¿qué sucede?
—Yo… no… —Kelly volvió a interrumpirse, se sentía enferma de la impresión.
Laura siguió su mirada, observando también a Jordan que retiraba una silla
para que Ann Fellows se sentara.

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Capitulo 8
Laura miraba a Kelly con aprensión.
—¿Kelly? —frunció el ceño confundida.
—Yo… ¿te importaría que fuéramos a otra parte?
Recogió su bolso preparándose para salir.
—¡Por supuesto que no! si así lo prefieres —estuvo de acuerdo Laura al
instante.
—Sí, lo prefiero —dijo Kelly poniéndose de pie.
Salió del restaurante por otra puerta, distinta a aquélla por donde Jordan entró,
observándolo para asegurarse de que no la viera.
—¿Kelly?
Ella volvió el rostro hacia Laura.
—Lo siento —le sonrió fingiendo alegría—. Yo… No quise hablarle a Jordan en
este momento. El parecía… estar ocupado —se disculpó.
Laura la hizo entrar en un taxi.
—Ven, vamos. Comeremos en mi casa, si quieres.
—No, no quiero comer —Kelly se mordió el labio inferior para impedir que le
temblara, el recuerdo de la mano de Jordan descansando sobre la espalda de Ann
Fellows la perseguía.
—Así lo creí. Hablaremos cuando lleguemos a casa —agregó Laura con
dulzura.
La sala de descanso de Laura tenía las ventanas orientadas hacia el jardín, la
vista era reconfortante. Kelly se sentó entrelazando las manos sobre el regazo.
—Sue, trae café —le pidió Laura a la criada—. ¿Estás segura de que no quieres
nada de comer?
—No, gracias —le replicó Kelly con rostro sombrío.
—Sólo café —le dijo Laura a la criada—. Ahora —se sentó al lado de Kelly una
vez que estuvieron solas—, ¿quieres decirme lo que pasó?
Kelly trató de controlarse.
—No hay nada qué decir —respondió con firmeza.
—¿Quién era la mujer, Kelly?
—Una enfermera. Ella… ella cuidó a mi padre —Kelly cesó de disimular, y
Laura se percató de su desesperación—. Creo que ahora, ella ha fijado su atención en
Jordan —sonrió temblorosa.
—¿Pero no estás segura?

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—¿Qué otra explicación puede haber? —le preguntó con amargura.


—Muchísimas, diría yo.
Kelly torció la boca.
—No conoces a Jordan.
—Ya veo —Laura sonrió a la criada cuando entró con el café.
—Deberías comer algo —aconsejó Kelly a su nueva amiga—. Tienes que
conservar tus fuerzas.
—Creo que tienes razón. Comeré un emparedado —dijo Laura a la criada—.
Hazme uno como acostumbro —agregó.
—¿Como acostumbras? —preguntó Kelly cuando la sirvienta había salido.
Laura sonrió algo avergonzada.
—Con jamón y jalea de fresa.
—¡Ah! —Kelly hizo gestos.
—Hablábamos de ti —le recordó Laura.
—No, hablábamos de Jordan. Son dos temas diferentes.
—¿Lo son?
—Por completo —Kelly movió la cabeza afirmando.
—Entonces, ¿no han hecho las paces, en realidad? —preguntó Laura con
astucia.
—No.
—Así me pareció —suspiró Laura—. No me interpretes mal, es que cuando nos
vimos la última vez, no actuabas como alguien que es feliz. Yo creía que, habiendo
regresado a vivir con tu esposo hacía tan poco tiempo, deberías estarlo. Kelly sonrió.
—No sólo eres hermosa sino que también tienes inteligencia.
—Ojalá eso sea cierto —rió Laura—. Temo que sean las enseñanzas de papá.
Fue una de esas personas que cree que si deseas algo, debes hacer lo imposible por
obtenerlo.
Kelly se puso sería.
—Si lo que quieres decirme es que debo empezar una campaña para conquistar
a Jordan, te diré que es demasiado tarde. Quizá siempre fue demasiado tarde para
nosotros.
—Bueno eso es algo que no puedo creer. Ian me dijo que Jordan estaba y ha
estado siempre enamorado de ti.
Kelly rió incrédula.
—Ian debió estar hablando de otro hombre. Jordan no se enamora de alguien
por mucho tiempo. Nunca lo ha hecho.

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—Pero Ian me dijo…


—Entonces se equivocó —interrumpió Kelly con brusquedad—. Conozco a mi
esposo. Ni siquiera soy el tipo de mujer que lo atrae —agregó con amargura.
—No seas tonta —le dijo Laura—. Los hombres no tienen un determinado tipo
de mujer que les atraiga.
—Pues Jordan sí. Altas, esbeltas y rubias.
—Entonces no puedo entender por qué se casó contigo. Mejor dicho sí, sí
puedo, debiste haberle causado el efecto de seis de ellas.
—Le causé efecto durante seis meses —la corrigió Kelly—. Eso fue lo que duró
nuestro matrimonio.
—¿Culpa tuya o de él?
—Creo que de los dos un poco.
—Estás evadiendo de nuevo mis preguntas. Sírvete café —la invitó Laura—.
Ahora dime qué parte de culpa tuvo Jordan y cuál fue la tuya.
Kelly suspiró.
—No hay mucho qué contar. Cuando estaba embarazada, él tenía relaciones
con otra mujer —su mano temblaba mientras llevaba la taza a sus labios.
—¡Detestable!
—Cuando me enteré, perdí a mi hijo. Después de eso, no pude soportar verlo
junto a mí, así que lo abandoné.
—Pero, ¿no te diste cuenta de que reaccionabas así debido a la pérdida de tu
nene y no porque en realidad le tuvieras aversión a Jordan?
—Ahora lo sé — Kelly sonrió con tristeza.
—¿Lo sabes? Oh… —dijo Laura con intención—. Todavía lo amas, ¿verdad?
—Sí. Debo estar loca para soportar la forma en que me trata. Pienso que Ann
Fellows significa mucho para él, pues se embriagó por ella.
—¿Es eso todo? Pues no es nada fuera de lo común.
—¿No lo es? — Kelly agrandó los ojos.
—No.
—¿Qué tratas de decirme?
—Qué él y Ian acostumbraban embriagarse cuando Ian y yo empezamos
nuestro noviazgo.
—¿Jordan lo hacía?
—Mmm. Las primeras veces que lo vi, estaba por completo ebrio.
—Casi no puedo creerlo —Kelly respondió negándose a aceptarlo.

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—Pero es verdad —insistió Laura—. Al principio no lo encontraba de mi


agrado, me refiero a Jordan. Pero luego, volví a tratarlo cuando estaba sobrio. En su
estado normal es encantador.
—No puedo creer que estuviera ebrio. Nunca lo vi así hasta anoche.
—Pero es la verdad, pregúntaselo a Ian o al mismo Jordan.
—Dudo que nos dirijamos la palabra por mucho tiempo.
—¿Vas a volverlo a dejar?
—Me parece que así será, Laura, no estoy dispuesta a compartirlo —se
levantó—. Debo irme. Mi padre debe haber regresado del hospital y no me gusta
dejarlo solo demasiado tiempo.
—¿Me llamarás de nuevo? Todavía estamos esperando que Jordan acepte venir
a cenar con nosotros. ¿Aceptó cuando se lo dijiste?
—Oh, sí. Aunque ahora ya no estoy segura de sus planes, puesto que está
interesado en Ann Fellows. Puede ser muy terco, tratándose de eso —dijo Kelly con
amargura.
—Oh, pero deben venir, y pronto. Yo ya no dispongo de mucho tiempo.
—Veremos qué puedo hacer —le prometió Kelly—. Te llamaré durante la
semana para que hagamos otra cita para almorzar, ¡aunque si ordenas emparedados
de jamón con jalea, prefiero no ir!
Laura rió.
—Me portaré bien, te lo prometo.

Durante el trayecto a su casa, los pensamientos de Kelly eran un caos.


Cuando llegó, se sorprendió al ver el coche de él, pues creyó que pasaría la
tarde con Ann Fellows. Quizá ella estuviera de turno en el hospital. ¡Qué lástima!,
pensó malévola.
Cuando entró, Jordan salía de su estudio, el traje oscuro de negocios sustituido
por unos pantalones viejos y una camisa a cuadros.
Kelly volvió el rostro con frialdad.
—¿En dónde está papá? —preguntó, entrando en la sala de descanso.
Jordan la siguió.
—¿Qué clase de saludo es ése?
Ella lo miró desafiante.
—La única clase que obtendrás de mí, de ahora en adelante.
—Siento lo de anoche —le dio disculpas.
—¡Sí sólo fuera eso!

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—¿Qué quieres decir?


—No tiene importancia.
Kelly levantó los hombros.
El la hizo girar para que lo mirara a los ojos.
—¡Estoy harto de que me respondas con esa clase de evasivas. Te hice una
pregunta y quiero una contestación!
—Te la he dado.
—¡No me has dado nada! —sus dedos se encajaron en el brazo de ella—. Nunca
lo has hecho. Todo lo que he querido de ti, he tenido que tomarlo por la fuerza. Y lo
haré ahora, si no me respondes.
—¡No te atreverás! —lo miró furiosa.
—¿Me estás retando, Kelly?
—¡Sí!
—Correcto —la hizo caminar fuera de la habitación y subir la escalera.
—¡Desnúdate! —le ordenó cuando estuvieron en el dormitorio.
—¡No lo haré! —le respondió indignada.
De un tirón Jordan le abrió el vestido por el frente.
—¿Te quitarás el resto o tendré que hacerlo por ti?
—Ninguna de las dos cosas —ella cogió una bata—. ¡No podrás seguir
tratándome así!
—¿No? —dio un paso hacia ella, amenazándola.
—No —Kelly temblaba—. Mi padre…
—Le dieron un sedante para dormir y está en su habitación —le dijo
burlándose—. Parece que pasó mala noche.
—Y ambos sabemos el motivo, ¿verdad?
—Debiste dejarme donde estaba, nadie te pidió que intervinieras.
—Supongo que hubieras preferido que los criados te encontraran en esa
condición —se burló ella.
—No sería la primera vez.
Kelly frunció el ceño. Parecía que Jordan confirmaba lo que Laura le había
dicho.
—¿Tienes el hábito de embriagarte?
—No, no me embriago por hábito. ¿Te vas a quitar el resto de la ropa o no?
—No.
—Entonces, te lo quitaré —y empezó a hacerlo con la mayor facilidad,
escapando sin esfuerzo de los golpes que ella pretendía darle con los puños

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cerrados—. Te metiste al baño a propósito esta mañana, para no hablar conmigo —


ahora ella estaba desnuda frente a él.
—¿Por qué habría de hacerlo?
Jordan apretó los labios.
—Quiero saber el nombre del hombre, Kelly, del amante que siempre me dices
que no existe —aprisionó ambas manos con una de las de él, mientras que con la otra
se desabotonaba la camisa—. ¡Su nombre, Kelly!
—¡Vete al infierno! —gritó con vehemencia—. Siempre he creído en la igualdad
del matrimonio. Lo que tú puedes hacer, también yo puedo hacerlo.
—¿De qué estás hablando?
—No sigas, fingiendo más, Jordan. No soy ya tan ingenua ni estoy ciega.
—Eres incomprensible —dijo furioso—. La mayor parte del tiempo, no entiendo
lo que estás diciendo.
—Bueno, ¡pues entiende esto! —le dio un puntapié en la espinilla.
—¡Salvaje! —la soltó dando un gemido—. ¡Arpía!
Kelly corrió. Cerró la puerta del baño tras sí y se apoyó contra ella cuando
Jordan trató de abrir.
—¡Vete! —gritó—. ¡Vete y nunca vuelvas a acercarte a mí!
—Kelly —su voz era ronca y persuasiva—. Kelly, abre la puerta.
—¿Para que puedas terminar lo que empezaste a hacer? —rió burlona—. ¡No
me engañas!
—No te tocaré, te lo juro.
—Lo mismo dijiste ayer —le recordó.
Ella lo oyó suspirar.
—Sal y hablaremos. Pienso que ya es hora de que lo hagamos Kelly.
—Y yo pienso que ya no importa que hablemos. Cuando lo hacemos, siempre
terminamos de la misma forma, y la atracción física, no basta, para ningún
matrimonio.
—¿Atracción física? ¿Eso es todo para ti?
—Sabes que es así para los dos —le dijo con amargura.
Por varios minutos. Jordan no habló, luego dijo:
—Si eso es lo que en verdad piensas, entonces, tienes razón. No vale la pena
hablar.
—Me alegro que lo comprendas.
—Kelly, me voy, no te molestaré más. Sal de ahí, antes que te congeles.
—No saldré hasta que esté segura de que te marchaste.

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—Puedes estar segura de que lo haré —dijo cansado—. Te repito que no te


volveré a molestar —oyó la puerta cerrarse tras él.
Kelly esperó varios minutos antes de atreverse a salir del baño. La habitación
estaba vacía. Todo había terminado entre ellos, tal y como había dicho Jordan.
Jordan cumplió su promesa y no volvió a acercársele. Durante las siguientes
dos semanas. Kelly y Laura se vieron dos veces para almorzar juntas, aunque la cena
se tuvo que posponer pues Jordan tuvo que salir de la ciudad en viaje de negocios
durante varias semanas.
Cuando Jordan regresó de su viaje de negocios estaba aún más frío con ella. En
las cinco semanas que tenían de vivir juntos, su padre no recordó nada. Pasaba
mucho tiempo en el hospital y hasta fue a la oficina una o dos veces, pero nada
parecía devolverle la memoria.
Kelly se encontraba en el jardín cuando él regresó del trabajo la siguiente noche;
su padre fue a pasar la tarde a su oficina.
—¿Tienes algunos planes definidos para esta noche? —Jordan salió a
preguntarle, el traje que usaba era impecable.
—¿Por qué? —levantó la mirada hacia él mientras hacía la pregunta.
—Porque Ian Smythe ha estado llamándome todo el día, insistiendo en que
vayamos a cenar con ellos esta noche. Laura tendrá que ir a la clínica de un momento
a otro, pero está empeñada en que cenemos allá, hoy.
Kelly frunció el ceño.
—No creo que sea una buena idea.
—Tampoco yo —Jordan suspiró—. Una cosa es fingir por el bien de tu padre,
pero otra muy distinta tener que fingir para otras personas.
—No pensaba en eso cuando dije que no creía que fuera una buena idea, sino
en Laura.
—Es una dama que tiene sus ideas muy bien definidas. Ian nunca ha podido
dominarla.
Kelly se puso tensa.
—Tal vez no es necesario que lo haga. Se aman y eso es suficiente para la
mayoría de la gente. No todos los hombres necesitan imponerse a las mujeres.
—Como yo, quieres decir —completó él en tono severo.
—Siempre —estuvo de acuerdo ella sin vacilar.
—Pero contigo no resultó, ¿verdad?
—No resultó en lo absoluto, diría yo.
—Puede que tengas razón.

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—Y no debes fingir ante nadie —le dijo Kelly en tono confidencial—. Laura
sabe que nuestro matrimonio es un fracaso y creo que se lo habrá dicho a Ian; no
parecen tener secretos entre ellos.
—¿Le contaste a Laura la verdad? —Jordan le preguntó ignorando la pulla.
—No necesité hacerlo, ella lo adivinó.
—¿Cuantas más de tus “compinches” saben la verdad de nuestro arreglo?
—Laura no es mi “compinche”. Es mi amiga. La estimo bastante.
—Bueno, es mucho mejor que Maggie.
—¡Viniendo de ti, eso no es una lisonja. Pensarías que Judas es mejor que
Maggie! —sus ojos brillaron con resentimiento.
—¡Qué extraño, que hayas usado esa comparación!
—¿Qué quieres decir? —lo miró con fijeza.
—Oh, no importa —Jordan encogió los hombros.
—Ahora eres tú quien evade la pregunta —le reclamó con valor.
La expresión de él era burlona.
—Puedes aplicarme el mismo tratamiento que yo te doy, si gustas.
Era la primera vez que hacía referencia a la tarde en que poco faltó para que la
violara, Kelly se ruborizó.
—No, creo que no —bajó las piernas de la silla de descanso donde se
encontraba—. ¿A qué hora nos espetan Ian y Laura?
—A las siete y media.
—Entonces es mejor que vaya a arreglarme.
Se forzó a caminar con despreocupación al atravesar el jardín y entrar a la casa,
sabiendo que Jordan la estaba observando. ¡Oh, cómo quisiera poder ser inmune a su
indiferencia, que no le importara el que ya no la deseara!
Puso especial cuidado en su arreglo, y Jordan no ocultó su admiración cuando
la vio entrar y se le acercó para colocarle sobre los hombros una chaquetilla de
terciopelo.
—Muchas gracias —le dijo con frialdad, retirándose de él—. No he visto a mi
padre esta noche.
—Salió a cenar. Llamó para avisarnos mientras tú te bañabas.
—No dijo nada de que pensara cenar fuera cuando lo vi.
—Fueron planes de última hora, me parece —abrió la puerta del auto para que
ella entrara y acomodó la tela de su falda antes de cerrarla otra vez.
El aroma de la loción de afeitar que él usaba la envolvió tan pronto como se
sentó en el coche; era demasiado real para que lograra ignorarla. La mareó un poco,
así como el olor del cigarrillo que fumaba.

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—¿Te importaría apagar tu cigarrillo? —le pidió con voz cortante.


El la miró sorprendido. De inmediato lo apagó en el cenicero.
—Lo siento. No creí que te molestara.
—No me molesta —dijo ella sacudiendo la cabeza—. No siempre. Es sólo…
—Es sólo que hoy no estás dispuesta a tolerarlo —se mofó él.
—Sí… quiero decir no. ¡Oh, no lo sé! —se humedeció los labios—. Hace tanto
calor aquí dentro —las gotas de sudor corrían por su frente.
—¿Quieres que baje el vidrio? —Jordan la miró preocupado.
—No, no. No importa —respiró profundo—. Me sentiré bien dentro de un
minuto.
El disminuyó la velocidad del coche hasta casi detenerlo.
—¿Prefieres que volvamos?
—¡No! —su voz era chillona—. Sigue adelante —habló más calmada. Si le decía
que regresaran, con toda seguridad que se iría a buscar a Ann Fellows—. Ian y Laura
nos esperan.
—Comprendo que es algo tarde para avisarles que no vamos, pero si te sientes
mal…
—Ya estoy bien —insistió ella.
El trayecto hacia la casa de los Smythe parecía interminable y una vez que
llegaron. Kelly bajó apresurada del coche, respirando a bocanadas el aire para
despejar su cabeza.
Jordan rodeó el coche para pararse a su lado y notó su palidez.
—Debimos regresar —dijo malhumorado.
—Estoy bien —ella forzó una sonrisa.
—Pues no parece —murmuró mientras llamaba a la puerta.
—¡Gracias! —le dijo Kelly dolida—. ¡Eso era lo que yo quería escuchar!
El apretó los labios.
—Sabes lo que quise decir.
—Quisiste decir que estoy horrible —se sentía demasiado mal para poder hacer
otra cosa que no fuese discutir.
—No.
La puerta se abrió, y Laura apareció.
—¡Kelly! —le dio un abrazo efusivo—. Y Jordan —dijo con algo de timidez.
—¿Se me permite dar un beso a mi anfitriona?
Laura se ruborizó.
—Tal vez deberías preguntárselo a tu esposa.

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—Besa a quien quieras —respondió la joven con indiferencia—. De todos


modos lo haces.
El no respondió y besó a Laura en la mejilla.
—¿Pronto nos darás la sorpresa? —la embromó por su vientre voluminosa.
—Dos días más… según el médico. Yo pienso que puede ser en cualquier
momento.
—Espero que no sea esta noche —dijo fingiendo horror.
Ella soltó una risita.
—Una nunca sabe. Entra en la sala, Jordan. Ya sabes el camino, y estoy segura
de que a Ian le encantará convencerte de que tomes un whisky con él.
—Pues no le dará mucho trabajo hacerlo —le respondió sonriendo.
—Kelly y yo subiremos a dejar su chaquetilla.
—A eso le llamo tener tacto —rió Kelly tan pronto estuvieron en la habitación
de Laura—. ¿En realidad se necesitan dos personas para llevar una chaquetilla de
terciopelo a tu cuarto?
—Sabes que no. ¿Mejoran las cosas entre Jordan y tú?
—Más bien han empeorado.
—Lo siento. ¿Sigue saliendo con esa otra mujer?
—Sí.
—Ian no podía creerlo, cuando se lo dije…
—¿Le dijiste a Ian eso?… —Kelly interrumpió desolada.
—Yo le comento todo. Y Él dijo…
—No quiero saberlo, Laura —la tomó de un brazo—. ¡Vamos a cenar, antes que
me desmaye de hambre!
A mitad del postre, pensó que se desmayaría.
—¿Te sientes mal otra vez? —Jordan estaba sentado frente a ella y la miraba con
ojos penetrantes.
Ella asintió sin palabras, bebió un sorbo de agua.
Jordan se levantó y le ayudó a tenderse en el sofá.
—Lo siento —murmuró a Laura y a Ian—. Creo que el pescado que comí en el
almuerzo estaba descompuesto.
—¿Y por qué no me lo dijiste? —le preguntó Jordan con voz áspera—. Llamare
al médico.
—¡No!
—Pero si se trata de un envenenamiento debido al pescado puede ser peligroso
—razonó él con firmeza.

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Laura se acercó para tocarle la frente.


—No parece tener fiebre.
—Aun así —insistió Jordan—. Quisiera que la examinara un médico para estar
seguro de que no es nada serio.
—Estoy de acuerdo con Jordan —intervino Ian—. No debe dársele poca
importancia a un envenenamiento.
—Creo que todo lo que necesita, es descansar un poco —opinó Laura.
—Pero tú no eres galeno, querida —le dijo su esposo con cariño.
—Tal vez deba llevarte a casa y llamar a un doctor —comentó Jordan,
pensativo.
—¡No! —el sólo pensar en que tendría que subir al coche en ese momento, la
hizo sentirse aún más enferma—. Laura tiene razón, debo descansar un rato y estaré
bien.
—No estoy seguro… —aún dudaba Jordan.
Kelly miró suplicante a Laura. No podría soportar el camino a casa en ese
momento. Lo único que quería era estar sola.
—La dejaremos descansar —dijo Laura con firmeza, en respuesta a la muda
súplica de su amiga—. Llevémosla arriba.
Kelly se tambaleaba al levantarse, entonces Jordan la ayudó.
—Estaré bien dentro de un momento —le aseguró.
—Mas vale que así sea.
La habitación estaba fresca y ella se desplomó en la cama, agradecida.
—Me siento como una tonta —esbozó una sonrisa—, provocando todo este
escándalo.
—No estas provocando ningún escándalo —le dijo Laura—. ¡Fuera, Jordan! Yo
me aseguraré de que esté cómoda, luego estaré con ustedes.
—¿Kelly? —la miró.
—Ya me siento mejor —le sonrió dejando escapar un suspiro de alivio al verlo
partir.
Laura se sentó a su lado en la cama.
—Dime la verdad, ¿cómo te sientes?
—¡Muy mal! —hizo un gesto y estaba pálida.
—Así lo pensé. Pero insisto —Laura se levantó—. No es nada que no puedan
curar un pastel y una taza de té bien caliente.
—Lo sabes, ¿verdad? —Kelly la miró con fijeza.
—¿Qué cosa? —fingía inocencia.

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Kelly suspiró.
—Que estoy embarazada.
—Sí, lo sé —le confirmó su amiga—. Pero Jordan no lo sabe, ¿verdad?
—No. Yo tampoco lo sabía hasta esta noche, cuando empecé a sentirme mal.
¡Oh, Laura! ¿Qué voy a hacer?

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Capitulo 9
Laura la miró con tranquilidad.
—¿Qué es lo que quieres hacer?
—No lo se. ¡Todo es tan inesperado!
—No quieres tener al nene, ¿es eso?
—¡Que no quie… —exclamó Kelly—. ¡Por supuesto que sí quiero!
—Entonces… ¿Cuál es el problema?
—¡El padre del nene!
—¿Jordan?
—¡Por supuesto, Jordan!
—Sólo quise estar segura —sonrió Laura.
—Pues más vale que lo estés… y muy segura. Jordan es el padre de mi hijo —
Kelly suspiró—. Ha sido el único hombre en mi vida.
—Parece que te arrepientes de que sea así —insistió Laura.
—Arrepentimiento no es la palabra adecuada. Pienso que si hubiera amado a
alguien más, no hubiese caído con Jordan de manera tan fácil por segunda vez, ni me
hubiera metido en este lío.
—¿Consideras que es un lío?
—No —suspiró de nuevo—. ¿Quieres saber lo que siento, en realidad? ¡Estoy
como en éxtasis! —los ojos le brillaban—. Estoy encantada de llevar de nuevo un hijo
de Jordan en mis entrañas. ¡Pero no quiero retener al padre junto a mí de esa manera!
—¿Has pensado que quizá él quiera que lo retengas… de cualquier manera. —
Ya me dijo que, tan pronto como mi padre esté bien de nuevo quiere que yo salga de
su vida —recordó sombría.
—¿En realidad te dijo eso?
—Oh, sí.
—Iré a traerte el pastel y el té.
—¡Laura! —Kelly la detuvo—. ¿No le dirás a Jordan la verdadera razón de mi
malestar?
—Claro que no —le aseguró Laura—. Aunque creo que sabes que se trata de
algo que no podrás ocultar por mucho tiempo. ¿Cuántas semanas tienes de
embarazo?
—Cinco.
—Pareces estar muy segura.
Kelly bajó la vista mirándose las manos.

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—Lo estoy.
—No tardaré —y Laura salió de la habitación.
¡Estaba embarazada! Quería gritar, llorar de alegría. Esta vez, se aseguraría de
que nada saliera mal; tendría a su hijo con o sin Jordan.
Y estaba decidida a no retener a Jordan a su lado con el pretexto del nene.
No necesitaba que un médico confirmara su embarazo, no obstante, recordando
la amabilidad de Paul Anderson, el especialista que la atendió la vez anterior, pensó
que sería mejor ir a verlo. Sí, haría una cita con él.
—¡Aquí tienes! —Laura llegó con el pastel y el té prometidos—. Cuando
termines, será mejor que bajemos y tranquilicemos a ese ansioso esposo tuyo.
Kelly se sentó en la cama para tomar el té.
—Laura, has hecho mucho esta noche preparándonos la cena.
Deberías sentarte a descansar con los pies en alto.
—Lo haré cuando pueda. Bueno, mi maleta está lista y tengo todo lo necesario,
ahora me pregunto si tendré tiempo de asear el comedor antes de irme —se mordió
el labio inferior, pensativa—. Le di a Carol la noche libre porque yo quise preparar la
cena, y no quisiera dejarle todo ese desorden para que ella lo arregle mañana. ¿Crees
que tenga tiempo de limpiar?
—¿Tiempo? —repitió Kelly sin comprender—. Yo puedo ayudarte, me siento
bien.
El rostro de laura se iluminó.
—¡Maravilloso! Si bajamos y empezamos luego, no deberíamos tardarnos
mucho puesto que somos dos —de pronto se llevó las manos al vientre—. ¡Oh, Dios
mío, ése sí que estuvo fuerte!
—¿Ese? —Kelly le preguntó—. ¿Qué quieres decir?…
—Oh, es que he estado con contracciones desde hace dos horas, mas o menos —
le dijo Laura feliz.
—¿Ya avisaste a la clínica?
—Oh, sí.
—¿Y a Ian?
Laura dejó escapar una risita.
—No, todavía no. Se asustará y esto todavía se llevará horas.
—¡Pero no puedes saber eso con seguridad! —Kelly se levantó, asustada—.
Tienes que salir para la clínica tan pronto como sea posible.
—Pero dijiste que me ayudarías a limpiar la cocina y el comedor primero.
—Jordan y yo podemos hacer eso cuando ustedes se vayan —Kelly la sacó de la
habitación empujándola suavemente—. Espero que tu pobre esposo no se vaya a
desmayar de la impresión.

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—Así lo espero… ¡Oh!… —Laura jadeó de nuevo, mordiéndose los labios—.


Creo que tienes razón, debo ir a la clínica.
—Yo no lo creo, lo sé. Ya deberías estar allá.
Ian y Jordan conversaban cuando las dos mujeres entraron en la sala, Jordan de
inmediato interrumpió la conversación y se acercó a Kelly.
—¿Estás bien? —le preguntó con ternura.
En cualquier otro momento, ella hubiera notado su interés por ella, pero ahora
tenía otras cosas en mente.
—Es por Laura por la que nos tenemos que preocupar —respondió
apresurada—. Ian, saca el coche. Jordan, ve a la habitación y trae la maleta de Laura.
Ian palideció.
—¿Quieres decir… Laura, tú ya?…
—Por supuesto que ya empezó —dijo Kelly con impaciencia—. ¿Quieres sacar
el coche?
—Yo los llevare —ofreció Jordan con serenidad—. No creo que Ian esté en
condiciones de hacerlo.
—Pienso que deben darse prisa —opinó Kelly.
—¿Y tú?
—Laura quiere asear el comedor y la cocina. Si no le prometo hacerlo, no creo
que se deje llevar.
—No me gusta la idea de dejarte sola cuando tú misma no le sientes muy bien.
—Ya estoy bien —insistió cuando Jordan comenzó a protestar.
—Llévalos a la clínica, por favor.
Por fin logró que salieran de la casa. Laura y Ian iban en el asiento de atrás y
Jordan al frente del volante.
—Y quiero que me avisen cuando nazca el nene —fue su recomendación.
—Cuídate —le dijo Laura con intención—. Haremos que Jordan regrese luego.
—Gracias. Creo que te pedí que no lo hicieras esta noche —dijo Jordan
embromándola.
Laura rió.
—Lo haré aquí mismo, si no te apresuras.
—¡Dios no lo permita! —gimió Jordan poniendo el coche en marcha—.
Regresaré pronto, Kelly.
Ella se quedó mirando el automóvil alejarse hasta que las luces traseras
desaparecieron en la distancia, luego entró en la casa y empezó a lavar y secar antes
de barrer y limpiar la cocina y el comedor, contenta de hacer algo para dejar de
pensar en Laura y en el niño por nacer.

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Jordan regresó una hora después, reuniéndose con Kelly en la sala de descanso.
—Ian prometió llamarnos tan pronto como haya noticias. Por lo pronto, te
llevaré a casa y te meterás en la cama. Te veo exhausta.
—Me siento bien —Kelly se ruborizó.
—Pues no parece —la contradijo con firmeza—. Te meterás en la cama y
tomarás una bebida caliente.
—¿Y tú? —le preguntó, de pronto añorando su proximidad.
—¿Yo? —repitió cortante volviendo el rostro—. No, no creo.
Ella guardó silencio en el tibio interior del coche, lo necesitaba esta noche, y una
vez más la rechazó. Nunca se lo pediría de nuevo.
Su padre ya estaba en la cama cuando ellos llegaron, y bostezaba cansado. Kelly
se dirigió a su habitación; Jordan no hizo nada por detenerla. De nuevo se mostraba
taciturno, inalcanzable.
Ella se encontraba acostada cuando escuchó un llamado a la puerta.
Jordan entró en la habitación, para sorpresa de Kelly, con una bandeja.
—Cocoa —anuncio sentándose en el borde de la cama.
Ella tomó el recipiente de su mano, ruborizada de alguna manera la presencia
de Jordan la acobardaba.
—¿Qué es eso? —le preguntó mirando la pastilla que el le tendía.
—Estas excitada, y esta espera para saber de Laura no te hará ningún provecho.
Es una pastilla para dormir…
—¡No! —se retiró de él con horror—. No la quiero.
—No te hará daño. Es una de las pastillas que el médico le recetó a tu padre
para que durmiera.
¡Y que podía causarle un daño irremediable a su nene!
—No me gusta tomar medicinas —le dijo con frialdad.
—Tampoco a mí. Pero pienso que debes dormir, lo necesitas.
Kelly sabía de una forma más placentera de lograrlo sin necesidad de pastillas.
Sintió que se ruborizaba al pensarlo. Se dio cuenta de que Jordan adivinó sus
pensamientos con sólo mirarla a los ojos y la invadió la ira.
—Me dormiré sin necesidad de tomar pastillas —le dio la espalda—. Buenas
noches.
Podía oírlo caminar por la habitación, y de pronto, sintió hundirse el otro lado
de la cama bajo su peso, cuando él se acostó a su lado. La tibieza de su cuerpo
desnudo siguió la curva de la espalda de ella.
Kelly tembló cuando una mano masculina le acarició los muslos.
—Apaga la luz —le murmuró él mordiéndole el lóbulo de la oreja.

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—Jordan…
—No me rechaces, Kelly. No esta noche. Te necesito.
Ella no tenía intenciones de rechazarlo. Apagó la luz y se volvió para
enfrentarlo. Lo que siguió fue hermoso.
Cuando despertó a la mañana siguiente. Jordan se había ido, pero le quedaba el
recuerdo de sus cuerpos abrazados durante toda la noche. Como de costumbre, no se
habló una sola palabra entre ellos, pero no obstante, la maravilla del amor que ella
sentía por él, permanecía con Kelly, amenazando ahogarla.
¡Si pudiera ser así siempre! Pero no era posible. Pronto su embarazo sería
notorio.
Jordan entró en la habitación sin llamar, con el desayuno en una bandeja.
—Me dijo Laura que debía traerle el desayuno a la cama a la madrina de su hijo
—le explicó con una sonrisa.
Los ojos de Kelly se iluminaron de alegría mientras se incorporaba estirando la
sábana para cubrir su desnudez. La mirada de Jordan se fijó sin recato alguno en sus
senos descubiertos.
—¿Tuvo un hijo Laura? —le preguntó emocionada.
—También Ian —le respondió burlón.
—¿Cómo se encuentran los dos? —la chica lo miró impaciente.
—Bueno, parece que Ian está soportándolo todo muy bien. ¡Oh, está bien, está
bien! —Kelly lo amenazó con arrojarle una almohada—. Laura y el nene están bien.
Se llamará Anthony Michael.
—Como el padre de Laura —Kelly movió la cabeza asintiendo.
—Y como el de Ian —completó Jordan con voz seca.
—¿Te quedarás ahí parado todo el día con mi desayuno?
Sonriendo, colocó la bandeja sobre las piernas de la chica.
—Creo recordar que tú sólo tomas té y tostadas a esta hora.
—¡Correcto! —ella levantó la mirada sonriéndole—. ¿En realidad voy a ser la
madrina de Anthony?
—Sí —él se sentó a su lado—. Y yo el padrino —dijo orgulloso.
Kelly se entregó a la tarea de poner mantequilla a su tostada y servirse el té.
—¿Y cuándo piensan bautizarlo? —preguntó.
—Pues no creo que hayan fijado todavía una fecha. ¿Cuándo se supone que
deben ser bautizados?
—Como unos seis meses después de su nacimiento, me parece.
—Entonces, ésa será la fecha cuando lo hagan.
—Nosotros ya no estaremos juntos —le recordó ella.

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—No —Jordan dijo con voz tensa—. Supongo que no.


—Sabes que no —Kelly dio un trago a su té.
—¿Lo de anoche, no significó nada para ti? —él se levantó y fue a la ventana.
Jordan se volvió hacia ella con violencia.
—¿Significó algo para ti? —inquirió la joven.
—Yo te hice esa pregunta primero.
Kelly miró la tostada que tenía en la mano.
—Yo… yo lo disfruté —confesó con franqueza.
—¡Eso lo sé, maldita seas! Lo que quiero saber es si significó algo para ti.
—Y yo te pregunté lo mismo.
—¡Oh, al diablo con todo! —salió furioso de la habitación.
Cuando bajó al comedor, su padre había terminado de desayunar, la miró
sonriente.
—¿Que sucede? Primero Jordan me dice que no irá a trabajar y ahora, después
de todo, decide ir.
Ambas cosas fueron novedad para Kelly; primero la intención de Jordan de
tomarse el día libre y después, el hecho de que se hubiera ido a trabajar.
—Tiene mucho trabajo —dijo con descuido, cambiando luego de tema le
preguntó—. ¿Adónde fuiste anoche?
—¿No te lo dijo Jordan? —se sonrojó un poco.
—No —Kelly se dio cuenta del azoro de su padre—. ¡Vamos, dímelo!
—Parece que estoy enamorado, Kelly —le dijo casi con tristeza.
—¡Papá! —Kelly agrandó los ojos—. ¿Cuándo sucedió esto?
—Durante las últimas semanas —respondió con timidez.
—¿Puedo saber el nombre de la mujer que amas?
—Ya la conoces —le sonrió—. Estoy enamorado de Ann… Ann Fellows.
—¿Ann?… —Kelly palideció—. Yo… yo no creí…
¡Oh, Dios! Su padre se había enamorado de la mujer que en secreto se veía con
Jordan.
—Bueno, estoy algo viejo para pensar en casarme otra vez —comenzó a decir el
señor Darrow.
—¿A los cincuenta y tantos años? —lo animó, pero estaba anonadada.
—Aún a los cuarenta y seis —hizo un gesto—. Pero estoy pensando en ello muy
en serio. ¿Qué te parecería tener a Ann de madrastra?
Kelly se mordió el labio inferior.

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—¿No crees que debes preguntarle a ella primero?


—Sí. Supe que tu amiga tuvo un nene —cambió de tema.
—Mmm. Pienso telefonearles a la clínica para preguntar si puedo verla hoy —
tuvo la intención de hacerse acompañar de Jordan para ver la reacción de éste ante el
nene, pero eso no sería posible—. Llamaré de todos modos.
—¿Crees que ir a la clínica es buena idea? —le preguntó su padre preocupado.
—¿Qué quieres decir? —Kelly le dirigió una penetrante mirada.
—Yo…Tú…Jordan me dijo lo del hijo que perdiste hace cinco años —le explicó
con torpeza.
—¿Ah, sí? Ya pasó eso, papito —además una nueva vida germinaba dentro de
ella. Nada le sucedería a ese hijo, ella no lo permitiría—, y además. Laura se
extrañará si no la voy a visitar.
—Creo que tienes razón —accedió un poco conmovido.
Kelly visitó a Laura varias veces durante la semana siguiente.
Laura tenía dos días de haber regresado a su hogar y habían pasado diez desde
el nacimiento del bebé; diez días durante los cuales Kelly apenas vio a Jordan.
Kelly miró con tristeza su vientre que iba en aumento.
—¿Jordan todavía no sabe nada? —le preguntó Laura.
Ella esquivó la mirada.
—No.
—¿Has visto al médico?
—Lo veré esta tarde.
—Bueno, por lo menos eso es algo —dijo Laura aprobando.
—Lo he estado posponiendo —confesó Kelly—. No me agrada ir adonde el
médico. Pero Paul Anderson es un buen ginecólogo.
Laura asintió moviendo la cabeza.
—Sí, he oído decir eso.
Kelly se levantó.
—Tengo que irme ya, mi cita es dentro de media hora.
—Deseo que todo salga bien. ¿Me llamarás?
Kelly le aseguró que lo haría.

Esperó nerviosa en el consultorio que le llegara su turno. Ella sabía que estaba
embarazada, eso no la preocupaba. Sólo la inquietaba el temor de que le dijeran que
algo no marchaba bien en su embarazo.

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Levantó la vista cuando Paul Anderson salió a la recepción.


—Señora Lord —le estrechó la mano mientras ella se levantaba—. Pase por
favor —le señaló una silla antes de sentarse detrás de su escritorio de caoba—. Tenía
la esperanza de volver a verla por aquí —sonrió.
Kelly jugaba con las correas de su bolso, de pronto, sintió las manos calientes y
húmedas.
—¿Usted… lo esperaba? —se humedeció los labios.
—Oh, sí —asintió él moviendo la cabeza—. ¿La acompaña su esposo?
—No. El… tenía que trabajar.
—Mm, recuerdo que era un hombre muy ocupado. ¿Desea que la examinemos
primero? Así podremos discutir las cosas con mayor claridad.
Kelly se sometió al examen.
—Bien —le lanzó una sonrisa de satisfacción—. Me alegro decirle que está
embarazada.
Ella lanzó un largo suspiro, sintiendo un gran alivio al oírselo confirmar, aun
cuando ya lo sabía.
El escribió algo en sus notas, el expediente de Kelly estaba abierto sobre su
escritorio.
—Lleva cinco o seis semanas de embarazo —murmuró pensativo.
—Seis y media —murmuró Kelly a su vez.
—¿Está tan segura de la fecha? —el médico la miró.
Ella sintió que el rubor invadía su rostro.
—Sí.
—Oh, bueno. Eso nos evita especulaciones. Desde luego, se presentarán los
mismos problemas.
—¿Problemas? —ella frunció el ceño, confundida.
—Sí —él sonrió—. Tendrá que extremar usted sus cuidados igual que antes.
—Pero de seguro, eso es natural.
—Lo que quiero decir, es que tendrá que tener especial cuidado, como la vez
anterior.
—La vez anterior los cuidados no fueron suficientes —recordó ella con
amargura.
—No —estuvo de acuerdo el médico—. Quizá esta vez recuerde que las señoras
embarazadas, en especial aquellas que son tan delicadas como usted, no andan
corriendo por las calles.
Kelly lo miró aún más confundida.
—¿Delicada? ¿Lo soy?

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—En extremo —le aseguró él moviendo la cabeza.


Ella se humedeció los labios.
—Explíqueme, por favor.
—Tiene los mismos problemas que la vez anterior, nada ha cambiado. Padece
de una debilidad en los músculos que le hace en extremo difícil, soportar el peso de
un niño durante los nueve meses. Creo que su esposo le habrá dicho…
—¿Jordan? —le preguntó cortante, no podía creer lo que él estaba diciendo.
—Sí… Jordan. Estoy seguro de que no le agradará ser desterrado de su cama de
nuevo —sonrió con simpatía—. Aunque ahora tiene la ventaja de no ser recién
casados.
Kelly estaba muy pálida, cada vez le parecía más difícil aceptar lo que el médico
acababa de decirle.
—¿Me está diciendo que le aconsejó a Jordan dormir en habitaciones separadas
hace cinco años?
—No exactamente. Pero bajo las circunstancias, creo que él encontraba difícil
compartir el mismo lecho con usted sin poder continuar con las acostumbradas
relaciones.
—¡Dios mío! —gimió ella. Todos esos años ella pensó que Jordan la había
repudiado por su embarazo, cuando en realidad, lo que el trataba de hacer era
protegerla a ella y a su hijo.

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Capitulo 10
Cuando volvió en sí, yacía sobre el diván del consultorio de Paul Anderson.
—¿Usted no lo sabía, verdad? —suspiró el galeno.
—No. No tenía la menor idea.
—Yo, como es natural, pensé que su esposo se lo habría dicho.
—Mi esposo y yo nos separamos tan pronto como perdí al nene —le dijo
sombría e incorporándose a la vez.
—Ya veo. Entonces, este nene…
—Es de él —lo interrumpió Kelly con voz firme—. Vino después de una
reconciliación temporal—se ruborizó bajo los ojos interrogantes del médico—. Pero
eso carece de importancia ahora, lo que me interesa es no perder este hijo.
—A mí también, señora Lord.
—Entiendo que lo es… lo siento. No quise ser brusca —lo que sucedía era que
estaba impresionada por lo que él le había revelado, y todavía no podía poner sus
pensamientos en orden—. Dígame qué es lo que debo hacer para lograr que mi hijo
venga al mundo de manera normal, y lo haré.
—Bien…
—¿Sí? —preguntó ansiosa—. ¿Ha pensado en algo?
—Sí, pero no será muy agradable.
—Dije que haría cualquier cosa, doctor Anderson, y lo dije en serio.
—Muy bien —respondió él levantando los hombros—. Pero no diga que no se
lo advertí. La solución ideal es que usted pase todo el embarazo en cama, ya sea en
su hogar o en un hospital.
—¿Todo el tiempo? —preguntó incrédula.
—Me temo que así es. De esa manera, casi no habría riesgo.
—Entonces lo haré —decidió Kelly—. ¿Cuándo tendría que empezar?
—Tan pronto como le sea posible —el doctor frunció el ceño—. ¿Está segura de
querer hacer esto? No es una decisión que deba tomarse a la ligera. Tal vez debería
discutirlo primero con su esposo.
—No —bajó la vista mirando sus manos—. Le dije que nuestra reconciliación
fue temporal —levantó la cabeza con orgullo—. Todo ha terminado —ahora sabía el
motivo por el cual Jordan abandonó la habitación, pero eso no justificaba lo de
Angela Divine.
—Entiendo.
—Quiero ir a un hospital —le dijo decidida—. ¿Podría recomendarme alguno?

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—Sí, por supuesto… Puedo arreglar todo para usted desde aquí, si así lo
prefiere.
—Sí, tal vez sea lo mejor —se levantó dando por terminada la entrevista—. Le
llamaré más tarde para confirmar cualquier arreglo que usted haya hecho.
—Quizá sea mejor que yo la llame…
—¡No, no! —repitió su negativa—. Es probable que no esté en casa y yo… yo
quiero recibir la llamada. Usted es mi médico y como tal, entiendo que esta entrevista
será información privada, entre usted y yo.
—Sí —aceptó él con voz lenta.
—Y si alguien llegara a preguntarle cosas acerca de mí… cualquier cosa, ¿usted
no daría ninguna información?
—No, si usted me lo pidiera.
—Se lo estoy pidiendo —dijo Kelly con toda calma.
—¿Esta petición suya, incluye al esposo del cual está separada?
—A él, en especial —le confirmó con voz temblorosa.
—¿Cree usted que su actitud sea acertada? —le preguntó el médico con
dulzura—. En los meses venideros es cuando más lo va a necesitar a su lado.
—Nuestro matrimonio terminó —insistió ella—. Lo llamaré después, doctor
Anderson.

Salió del consultorio en estado de contusión. Necesitaba alguien con quién


hablar, alguien que conociera la historia desde el pasado y que la comprendiera. Sólo
pudo pensar en una: Maggie.
Su amiga pareció sorprenderse cuando llamó a su puerta unos minutos
después.
—¡Hola, ingrata! —exclamó cuando abrió—. ¿Qué te trae por aquí?
Kelly rompió a llorar.
—¡Oh, Maggie! —exclamó escondiendo el rostro en el hombro de su amiga.
—¡Oye! No quise decir que no eras bienvenida —su amiga le dijo en broma.
—Ya lo sé —Kelly respondió calmándose un poco.
—¿Qué sucedió? —Maggie le acariciaba el cabello—. ¿Te ha hecho sufrir más
ese desalmado?
—¿Te refieres a Jordan?
—Bueno. ¿Qué otro desalmado conocemos?
—No es un desalmado —Kelly se sonó—. Puede ser muy gentil, a veces.

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—Yo no… —Maggie se interrumpió al oír que alguien abría la puerta con una
llave. Un hombre entró en la estancia, vestía con informalidad.
—¿Qué estás haciendo aquí? —quiso saber Maggie.
—Olvidé mi cuaderno de notas —se dirigió al escritorio que estaba en un
extremo de la habitación y recogió la libreta—. ¿No nos vas a presentar? —le
preguntó, mirando a Kelly con interés.
—Soy Kelly Lord—se presentó al ver que Maggie quedó muda.
El abrió los ojos sorprendido.
—¿Kelly Lord? Esposa de Jordan Lord —dijo arrastrando las palabras—. Hija
de David Darrow.
Ella asintió con la cabeza.
—Sí, ésa soy yo —Kelly lo miró extrañada—. ¿Le conozco a usted, señor?…
—Ben —intervino Maggie.
—Muy bien, querida, no es necesario que te alarmes —le sonrió—. Me retiro, ha
sido un placer conocerla —inclinó la cabeza antes de salir.
—Bueno, ¿de qué estábamos hablando? —preguntó Maggie cortante—. Ah, sí
de Jordan. Ahora…
—Maggie —la interrumpió Kelly algo tensa—. El nombre de tu amigo es Ben.
¿Ben Durston?
—Kelly…
—¿Lo es? —la voz de Kelly era aguda, una sensación de fatalidad la invadía.
—Sí —reconoció Maggie muy a su pesar.
—Ben Durston el que escribió el artículo acerca de mi padre.
—Sí —suspiró Maggie.
—Así que fuiste tú —la acusó Kelly—. Desde entonces hemos estado
preguntándonos cómo pudo enterarse el periódico, y ¡eras tú! ¿Por qué Maggie? —se
le ahogó la voz—. ¿Por qué me hiciste esto?
—Lo hice para retener a Ben a mi lado.
—Pero siempre me dijiste que eras tú la que no estaba segura de quererlo, no él
—frunció el ceño.
—Bueno, te mentí.
—¿Y fuiste capaz de traicionar una confidencia para que no te dejara?
—Haría cualquier cosa por evitar que eso sucediera —aceptó Maggie con
vehemencia.
—¡Pensé que éramos amigas!

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—Lo somos, pero tratándose de hombres, la cosa cambia. Pregúntale a Jordan


sobre ello —hizo un gesto—. Estoy segura de que le encantaría decirte acerca de las
incontables veces que traté de seducirlo.
Kelly se puso pálida.
—¿Qué dices? ¿Tú y Jordan?…
—Desde luego que no lo logré.
—¿Jordan te rechazó?
—Oh, sí —le confirmó enfurecida—. ¡Ese bastardo! Aun después que tú lo
abandonaste no quiso ceder.
—Me dijo que lo habías ido a ver —recordó Kelly con expresión sombría.
—Fue mi último intento —Maggie aceptó moviendo la cabeza—. Pero me
insultó. ¡Dios, cómo lo odio! Aunque aún lo deseo —le confió con amargura.
—Y es por eso que Jordan no confía en ti y no le simpatizas —Kelly habló casi
para sí. También se explicaba ahora la comparación que hizo el otro día con Judas.
Jordan sabía, siempre lo supo, la clase de amiga que Maggie era. Maggie levantó los
hombros.
—Ahora supongo que tú piensas y sientes lo mismo.
—Sí —le dijo Kelly sin vacilar—. No tienes moral ni principios.
—Y ambas sabemos que tú sí los tienes —se burló Maggie—. Pero de nada te
sirvieron cuando se trató de retener a Jordan a tu lado, ¿verdad?
—¡Me das asco! —gritó Kelly antes de salir.

Todavía estaba confusa cuando llegó a casa y vio a la señora McLeod caminar
apresurada por el vestíbulo.
—¿Pasa algo malo? —le preguntó Kelly.
—No, nada en absoluto —el ama de llaves le sonrió alegre—. Es maravilloso,
verá usted…
—Está bien, señora McLeod —Jordan se les acercó—. Lleve el champaña al
señor Darrow tan pronto la tenga preparada, y avísele que la señora Lord y yo nos
reuniremos con él en un momento.
Kelly observó a la mujer desaparecer rumbo a la cocina, y Jordan la tomó con
firmeza del brazo llevándola a su estudio. Ella lo miró nerviosa, preguntándose el
porqué de la celebración. ¿Habría roto el doctor Anderson su promesa?
—Tu padre y Ann acaban de anunciar su compromiso —le informó Jordan,
tranquilizándola y sin sospechar nada acerca del embarazo.
—Oh no, Jordan, eso no lo permitiré.
El entrecerró los ojos.

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—¿Que no lo permitirás?
—No, no lo permitiré —ella sacudió la cabeza con firmeza—. Tú podrás
involucrarte con todas las mujeres que quieras, pero no permitiré que te burles de
papá.
—Involucrarme… ¿Estás insinuando que tengo que ver con Ann?
Kelly no se dejó intimidar por su ira, el hijo que llevaba en su vientre le daba el
valor que quizá, de otro modo, le faltaría.
—No estoy insinuándolo, Jordan. Te vi con ella hace poco en un restaurante.
—¿Que me viste con Ann? —su voz era incrédula.
—Sí.
—Pero yo… ¡Ah, ya sé! Sí, estaba con ella, pero también se encontraba ahí tu
padre.
—¡Estaban solos!
—Tu padre llegó poco después de nosotros. Si hubieras permanecido un
momento más espiándonos, lo hubieses visto.
—Suponiendo que eso sea verdad…
—Lo es.
—Si lo es, ¿por qué tanto misterio sobre el asunto?
Jordan apretó los labios, pensativo.
—De todos modos, ¿tienes intenciones de dejarme? —le preguntó por fin.
—Tan pronto como sea posible —lo confirmó ella.
—Entonces, no tengo nada qué perder —dijo resignado—. Tu padre recuperó la
memoria ese día. Tal vez recuerdes que estaba profundamente dormido cuando
regresaste a casa.
Sólo una cosa le importaba a ella ahora.
—¿Mi padre recuperó la memoria? —repitió confusa—. ¿Recuerda todo?
—Sí —respondió Jordan con desaliento.
Ya no tenía ninguna cosa por la cual preocuparse. Sólo quería que se le
explicara el porqué no se le informó de su recuperación cuando sucedió.
—¿Por qué crees que no lo hicimos? —le preguntó a su vez Jordan en respuesta
a su pregunta.
Ella sacudió la cabeza, demasiado cansada para pensar.
— No tengo ni la menor idea.
—Me sorprendes —dijo él arrastrando las palabras—. Últimamente pareces ser
tú la que tiene todas las respuestas.
—Tengo una más, Ben Durston es el hombre que vive con Maggie.

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El silbó sorprendido.
—No se me ocurrió nunca. Quizá porque tenía otras cosas en mi mente —dijo
con tristeza.
—Tales como… —la voz de Kelly era dulce.
—Tú —suspiró Jordan.
—Jordan —se mordió el labio inferior—. Maggie me confesó la forma en que te
ha perseguido durante años, sólo quiero decirte que yo… que lo siento, por mi
comportamiento contigo por culpa de ella. Tenías razón, no fue una verdadera
amiga. ¿Por qué no me contaste lo de ella?
—¿Y desilusionarte, sabiendo lo que pensabas de ella? No tuve valor para
hacerlo.
—Y aun así, me has herido de tantas otras maneras.
—Pero nunca con intención —le respondió. Su voz era algo ronca.
—¿El haberte involucrado con Angela Divine no fue con intención? ¿Se suponía
que no debería sentirme herida? —le reclamó Kelly.
El frunció el ceño con expresión sombría.
—¿Crees que tengo amoríos con todas las mujeres que conozco?
—Sé de ella.
—¿De la misma forma como sabías lo de Ann Fellows?
Ella se ruborizó por el reproche.
—Los oí, a Angela y a ti, cuando hacían planes para irse juntos de vacaciones.
El estaba anonadado.
—No sé de lo que me estás hablando. Nunca tuve amoríos con Angela, y puedo
asegurarte que jamás hicimos planes para irnos de vacaciones juntos… como no
fuera en viaje de negocios.
—En definitiva, no te creo.
—Estás equivocada.
—¡No puedo estarlo! Yo los oí.
—Cuéntame —le dijo con suavidad.
Ella lo hizo, sin omitir detalle, ni siquiera la furia y la frustración que había
sentido.
—Se trataba de Ian —le aclaró cuando ella terminó el relato.
—No te comprendo —lo miró confundida.
—Ian era quien se iría con Angie. Laura era la mujer posesiva en su vida, y su
padre, el hombre de negocios de gran influencia.
Ella contuvo el aliento, horrorizada.

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—No… —y sin embargo. Laura misma le había confiado que Ian la traicionó en
un tiempo.
—¡Sí! —insistió Jordan, había ira en su voz.
—Entonces… todo este tiempo…
—Sí, ¿qué me dices de todo este tiempo, Kelly? —él se le acercó y la abrazó—.
Dime. ¿Cuándo escuchaste esa conversación?
—Fue… —cerró los ojos para tratar de rechazar el dolor que la invadía—. Fue el
día que perdí al nene —dejó que las palabras salieran atropelladas de sus labios.
Lo escuchó respirar con fuerza.
—¿El que perdieras al bebé… sucedió por eso? —preguntó. Su voz temblaba.
—Sí. ¡Oh Dios mío, sí!
—¡Mi pequeña tonta! —gimió él oprimiéndola contra sí—. ¿No te das cuenta de
que tú también pudiste haber muerto?
Ella lo miró.
—¿Es eso cierto? —tenía las mejillas bañadas en lágrimas.
—Tú no eres fuerte para tener niños —murmuró entre sus cabellos.
—¿Fue por eso que abandonaste nuestra habitación? —le acariciaba el
abundante cabello de la nuca—, ¿y me dejaste cuando más te necesitaba?
—¿Y acaso creías que yo no te necesitaba? —su voz era atormentada—. Pero no
podía estar cerca de ti sin hacerte el amor. Tuve que separarme de ti porque sabía
que no podría controlarme. Todavía no puedo hacerlo, cuando estoy contigo.
—¿Jordan? —ella contuvo el aliento, temerosa de abrigar alguna esperanza.
—Te amo, Kelly. No es posible que no te hayas dado cuenta de eso.
Ella parpadeó.
—¿Amor…Jordan? ¿Verdadero amor?
—¡Sí… verdadero amor! Te amo con locura, con pasión, nada que no seas tú me
importa. Siempre te he amado, desde que te vi por vez primera. Yo me hubiera
casado contigo de inmediato, pero tu padre insistió en que esperara. Verás, soy lo
que puede llamarse un anormal, emocionalmente. Padezco cierta enfermedad.
—¿Qué es lo que te sucede?
Jordan se retiró de ella, dejando caer los hombros.
—¡Estoy obsesionado contigo! —se volvió para mirarla, triste—. ¡Si pudiera
encerrarte donde nadie te viera, lo haría! Siento celos de todo el que te mira, del que
te habla. Cuando pensé que el nene te apartaría de mí, me desmoroné. Si hubieras
muerto, yo me hubiese matado.
—Pero… pero me dejaste ir.
—Sí —suspiró él—. Te dejé ir, antes que destruirte.

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—Pero fue el pensar que no me amabas lo que me estaba destruyendo.


—¿Que no te amaba? —se burló él riendo—. Algunas veces le he pedido a Dios
no amarte tanto. Esta obsesión contigo va en contra de mi naturaleza. Hasta que
apareciste en mi vida, todo era normal en ella. Tenía amigas que para mí no
significaban nada. Tan pronto como entraste en la habitación, empecé a vibrar con
esta ardiente obsesión, y desde entonces, siempre ha sido así. Cuando me
abandonaste, acostumbraba yacer despierto por las noches, tratando de pensar en
cómo hacerte volver, pero por la mañana, recuperaba la cordura. Sé que no te
convengo. Kelly, y tú me vuelves débil, cuando en realidad soy fuerte.
—¿Y cómo te sentirías si me casara con otro?
—¡Nunca dejaré que le pertenezcas a otro!
—Pero yo quiero tener hijos, Jordan. Por lo menos dos. Yo quiero…
—¿Todavía quieres tener hijos, aun sabiendo que eso puede matarte?
Ella asintió con la cabeza.
—Es muy importante para mí.
—Y tú eres importante para mí —la atrajo hacia sí con rudeza—. ¡Cielos no
puedo vivir sin ti Kelly! No me abandones de nuevo —le suplicó—. Quédate a mi
lado. Sé mi esposa de nuevo.
—¿Y los hijos?
—¡Nunca! Jamás volveré a exponerte a ese peligro. No podría soportar la
tortura de esos nueve meses, cada día preguntándome si te iré a perder. Eso fue lo
que me indujo a beber, la última vez.
Kelly se separó de sus brazos.
—No puedo regresar a ti, Jordan.
Los brazos de él cayeron a sus lados; su expresión era de derrota.
—Sabía que esta obsesión te asustaría. Asustaría a cualquier mujer —la miraba
a los ojos de manera penetrante—. ¿O es que ya no me amas? Me amabas, me lo
decías todo el tiempo, pero yo no me atrevía a decírtelo, por miedo a enloquecer y
parecer un tonto ante ti.
Pobre Jordan, cómo había sufrido por amarla tanto. La observación que le hizo
su padre de que no era fácil vivir con Jordan, era para ella comprensible ahora.
—A mí no me hubiera importado, si lo hubieras hecho —le dijo con voz
enronquecida por la emoción.
—¿Y ahora, es demasiado tarde?
—Sí… demasiado tarde. Quizá algún día…
—No me hagas promesas que después no puedas cumplir —su voz era
áspera—. Nuestro matrimonio, por fin, ha llegado a su término.
—No digas eso —la voz de ella se ahogó—. Sólo te pido tiempo. Siete meses.

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—Después de estar separada de mí durante cinco años, creo que ya debes saber
si puedes o no vivir conmigo. Está bien, Kelly, comprendo. Yo tampoco podría vivir
con esta obsesión. Sabes ya la verdad acerca de tu padre, así que brindaré por su
felicidad y me iré —le dijo con amargura.
Kelly frunció el ceño.
—¿Por qué no se me dijo la verdad? ¿Por qué no me dijeron que había
recuperado la memoria? —todavía no había contestado a esa pregunta, aunque ya
había respondido a muchas otras.
—Porque yo quería tener otra oportunidad de ganar tu amor —alzó los
hombros—. Pero no resultaría, no viviendo contigo como lo estamos haciendo. Sólo
el verte me hace temblar de deseo. ¡Compartir la habitación contigo, sin tocarte, sería
el purgatorio!
—Pero mi padre…
—El creyó que nunca dejaste de amarme, aun cuando estábamos separados. El
pensó también que era justo que yo tuviera esta oportunidad. Quería que fueras feliz
y pensó que yo podría darte esa felicidad. Se equivocó, así como yo. Puedes quedarte
aquí, yo me iré.
—Eso no será necesario, pues yo tendré que irme por un tiempo —le aseguró
apresurada—. Pienso viajar.
Jordan frunció el ceño.
—A tu padre no le gustará eso.
—Es que no me importa la opinión de nadie, Jordan —le contestó controlando
su voz, tratando de mostrarse fría y segura de sí.
—Muy bien —él se irguió, como si se recuperara de un golpe—. Vamos a
representar una comedia ante tu padre y Ann.
—Jordan… —su voz se ahogó—. Lo siento.
—También yo —le dijo apesadumbrado.
¡Oh, por favor, que estos meses pasen rápido!

No fue así, los días parecían arrastrarse. Y sin embargo, al final. Todo valió la
pena. Esta vez, no hubo ningún contratiempo, y cuando se acercó el día tan
ansiosamente esperado, todo se desarrolló dentro de una increíble normalidad.
Durante el tiempo que Kelly pasó en el sanatorio, su única visitante fue Laura, a
la que hizo jurar que guardaría el secreto hasta del mismo Ian. Telefoneaba a su
padre con frecuencia, para no causarle ansiedad, y tenerlo informado acerca de sus
supuestos viajes. Como estaba recién casado, fue más fácil sostener el engaño, pues la
atención de él ya no estaba concentrada sólo en ella.

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Jordan permaneció en la casa, y según su padre le informaba, estaba por entero


entregado al trabajo, casi de una manera suicida.
Bueno, ella se alegraba de que sus sufrimientos hubieran llegado a su fin; ya
podía salir del sanatorio. Tomó un taxi y se dirigió directo a su hogar con el nene.
La señora McLeod la miraba desconcertada al abrir ella la puerta.
—Señora Lord… —miró la maleta que estaba a los pies de Kelly—. ¿Ha
regresado para quedarse? —le preguntó emocionada, sin poder contener su alegría.
—Sí —le sonrió Kelly—, pero no vengo sola.
La señora McLeod dirigió la vista hacia el taxi. Frunció el ceño sin comprender.
Kelly rió.
—Venga a ayudarme —la invitó.
El ama de llaves la siguió, confundida.
—No comprendo…
—Pronto lo hará —le prometió Kelly.
—Permítame ayudarla —le dijo el chofer solícito, al adivinar la intención de
Kelly de cargar ella misma la canasta con el nene—. Usted no debe esforzarse aún.
—Muchas gracias —aceptó ella agradecida—, aunque me encuentro muy bien.
—Mi esposa ha tenido tres niños —le dijo mientras llevaba la canasta a la sala—
, así que sé que usted todavía está bastante débil.
Kelly le dio una propina generosa y se volvió para encontrarse con una casi
petrificada señora McLeod que atisbaba dentro de la canastilla.
—Yo… usted… yo…
—Está bien —rió Kelly—. Sé cómo se siente.
—Estoy segura de que no lo sabe.
—¡Claro que sí lo sé! —insistió Kelly, feliz—. ¿Le gustaría hacer de niñera
durante media hora? Voy a la oficina para traer a Jordan a casa a almorzar.
—Me encantaría —dijo la señora McLeod con vivacidad—. El señor Lord estará
contento de verla.
—Así lo espero.
—No tenga duda de ello. Pero temo que esto —señaló al nene— le va a causar
una verdadera sorpresa.
—Espero que sea una sorpresa agradable. Prepare un buen almuerzo para
celebrar, señora McLeod —se inclinó para besar a su hijo que dormía—. Faltan dos
horas para que coma, así que no tendrá dificultades.
El ama de llaves parecía decepcionada.
—Esperaba poder tomarlo entre mis brazos.

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—No se aflija —rió ella—. Habrá muchas ocasiones en que tendrá que hacerlo.
—Oh, señora Lord…
—Comprendo —Kelly oprimió su mano—. Sólo estaré ausente durante media
hora —le advirtió.
Janet estuvo tan sorprendida de verla como la señora McLeod, aunque ella
recuperó su control casi al instante.
—Le avisaré al señor Lord que usted está aquí —le dijo muy cortés.
—No, no lo haga —Kelly la detuvo—. Quiero sorprenderlo —le explicó.
Janet enarcó las cejas.
—Oh, creo que lo logrará.
—Mi esposo saldrá a almorzar —le dijo Kelly a la muchacha—. Así que por
favor cancele todos sus compromisos por el resto del día y no pase llamadas.
—No estoy segura…
—Cancélelas, Janet —le ordenó Kelly con firmeza antes de entrar en la oficina
de Jordan.
—Kelly… —él se levantó con lentitud cuando la vio.
—Hola querido… —lo saludó con voz enronquecida por la emoción.
—¿Querido?… —repitió confuso.
—Sí… querido —se le acercó y lo abrazó; podía oír el rápido latir de su
corazón—. ¡Te he extrañado tanto! —su voz era temblorosa.
El la abrazó con ansia.
—Dios sabe que yo también te he extrañado —gimió, ocultando el rostro en el
cuello de ella—. ¿En dónde estuviste? —quiso saber, retirándola de su cuerpo con un
brazo—. He contratado gente para buscarte en todas partes.
—¿Es verdad eso? —ella abrió los ojos sorprendida. —Pero yo estaba en
contacto con mi padre.
—No es lo mismo —dijo Jordan con voz áspera—. ¿En dónde estuviste, Kelly?
—Te lo diré después.
—Me lo dirás ahora.
—No, no lo haré. Iremos a casa a almorzar.
—¿A casa? ¿A nuestra casa? —le preguntó incrédulo.
—Sí —lo tomó de la mano, guiándolo hacia la puerta—. La señora McLeod
tiene todo preparado.
El se detuvo en seco.

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—¿Qué es esto, Kelly? ¿Otro intento para ver si es posible que vivas conmigo?
Porque no quiero repetirlo. No soportaría perderte de nuevo… —su voz se
entrecortó por la emoción.
—No me perderás otra vez, Jordan. Te amo. Siempre te he amado, ni por un
solo momento dejé de hacerlo, aun cuando creía odiarte.
—Pero me abandonaste.
—Por razones muy justificadas. Te explicaré al llegar a casa.
—Más vale que tus motivos sean válidos —le contestó él muy serio.
—Lo son —ella de nuevo le tomó la mano, mirándolo con adoración.
—¡Dios mío, eres hermosa! —la besó con pasión. Cuando la puso en libertad, él
temblaba y su respiración era agitada—. ¡Te amo!
—Vamos a casa —insistió ella.
—¿Tienes intención de quedarte?
—Oh, sí —Kelly sonrió.
—Entonces, vamos —le rodeó la cintura con un brazo, como para protegerla—.
Estaré fuera el resto del día —le dijo a Janet al pasar por la recepción.
Ella asintió con la cabeza.
—Ya cancelé sus compromisos.
—Yo le dije que lo hiciera —le explicó Kelly.
—¿Piensas dirigir mi vida? —le preguntó Jordan cuando estuvieron en el coche.
—De manera total —respondió llena de felicidad—. Disfrutarás tanto de mi
compañía, que no vas a querer separarte de mi lado.
—Nunca quise separarme de ti —confesó.
—Oh, Jordan, te amo.
—Espero que así sea, porque no volveré a dejar que te vayas —sus manos se
aferraban al volante. —Te lo probaré, tan pronto como pueda —le prometió.
—¿Cuando lleguemos a casa? —inquirió enarcando una ceja, esperanzado.
Kelly sacudió la cabeza con pesar.
—Tengo otros planes, para cuando lleguemos a casa.
—El almuerzo puede esperar.
—No me refería al almuerzo.
—Entonces, ¿a qué?
—Espera y verás —la joven le acarició un muslo.
El suspiró con impaciencia, pero no la presionó más. Lo único que Kelly
esperaba era que no se impresionara demasiado. Tal vez hubiera sido mejor que ella
le hubiese explicado la situación por teléfono, pero entonces, no le pareció una buena

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idea, no se atrevió a hacerlo; ahora ya era tarde y no podía hacer otra cosa que
enfrentarlo a los hechos consumados.
Cuando entraron en la casa, no se escuchaba nada que revelara la presencia de
un niño. Sin embargo, pronto vieron a la señora McLeod que arrullaba al nene en sus
brazos, hablándole con ternura, y Jordan la miró sorprendido.
—¿Qué?… —Jordan se quedó como clavado en el piso, pálido.
—Ven querido —Kelly le tocó el brazo—. Te presento a tu hijo.
—¿Mi hijo?
—Sí —Kelly tomó el nene de los brazos del ama de llaves y se lo entregó con
cuidado.
—Iré a revisar la comida —dijo la señora McLeod y se retiró.
—Kelly —Jordan apenas podía hablar—. No puedo… este niño…
—Es tu hijo —le confirmó ella mirando al pequeño que era demasiado parecido
a Jordan para que tuviera duda alguna.
Jordan tuvo que sentarse para no caer, sosteniendo al niño con torpeza entre sus
brazos.
—Debes haber estado esperándolo cuando te fuiste —dijo por fin con voz
áspera—. ¿Lo sabías, entonces?
—Sí —ella se mordió el labio inferior—. Jordan, pero eso no es todo —lo miró
suplicante.
—¿Más? —su voz se ahogó en su garganta—. ¿Qué más puede haber?
—No te disgustes conmigo, Jordan. ¡Por favor!
—No estoy disgustado, sólo confuso… incrédulo.
Ella respiró profundo.
—Entonces, en un momento, lo estarás mucho más —se inclinó sobre la cunita y
sacó de ella otro nene.
—¡Gemelos! —exclamó Jordan sin poder creer lo que estaba sucediendo.
—Tu hija —asintió ella.
—¡Dios mío! —él sacudió la cabeza—. ¡Todo esto pasó y no me lo dijiste!
—Porque no pude soportar la idea de que sufrieras —le dijo con
desesperación—. ¿Entiendes?
—Y para que no sufriera, te enfrentaste a todo esto sola. ¡Debes pensar que soy
un cobarde!
—¡No eres ningún cobarde! —exclamó Kelly—. Y no sufrí mucho. Pasé los
últimos siete meses en cama, y el nacimiento fue fácil. Hermoso —jamás le contaría
de los largos y tediosos días cuando añoraba estar entre sus brazos.

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—No me mientas —él no se dejó engañar—. ¿Cómo se llaman? —miró a sus


hijos con ternura, Kelly estaba conmovida.
—Todavía no tienen nombre —suspiró aliviada. Todo marcharía bien de ese
momento en adelante, estaba segura. Sonrió—. Eran los únicos en la clínica que no
tenían un nombre. No creí justo decidir algo de tanta importancia yo sola.
—Gracias —le dijo con sentimiento él—. ¿Quieres que cambiemos de nene? —
enarcó una ceja—. De pronto siento un ardiente deseo de sostener a mi hija en mis
brazos.
—¿No piensas que soy muy lista?
—¡Sí, muy lista! —le replicó él arrastrando las palabras.
—En realidad, Jordan he escogido uno de los nombres. ¿No te parece mal? Me
gustaría que nuestra hijita se llamara Jordana.
El la miró pensativo, tal vez recordando a la nena que habían perdido.
—Si estás segura de que eso es lo que quieres —le dijo algo incierto.
—Oh, lo estoy —le dirigió una sonrisa radiante—. Te dejaré que escojas el
nombre de nuestro hijo.
—Tendré que pensar en ello muy seriamente, porque, después de todo, el
pobrecito tendrá que llevarlo durante toda su vida. Yo… ¡Kelly! —la miró de
soslayo—. No estoy seguro, pero parece…
—¿Cambio de pañalito? —rió—. Te enseñaré cómo se hace.
—¡No harás nada de eso! —Jordan le entregó a la pequeña y fue al teléfono.
—¿A quién vas a llamar? —le preguntó mientras cambiaba el pañal con
destreza.
—A tu padre. Me imagino que todavía no sabe que es abuelo.
—No, pensé que tú eras el que tenía derecho a saberlo primero.
—¿Los estás alimentando tú misma? —le preguntó con su voz profunda.
—¿Celoso? —lo embromó, dándose cuenta de que era la mejor forma de
ayudarlo a moderar su amor obsesivo.
—De manera irracional —le contestó riendo—. Te has vuelto muy atrevida,
jovencita. Cuando hayas recuperado las fuerzas, te daré una buena paliza. Pero ahora
voy a telefonear a tu padre y a decirle lo lista que eres.
—Jordan… Yo no puedo…
—Lo sé —le dio un beso en la boca—. Todo lo que pretendo es tenerte entre mis
brazos, besarte y decirte lo mucho que te amo. Puedo esperar para todo lo demás.
—Yo… —la interrumpió el llanto de su hija, y muy pronto la imitó el nene—.
No creo que los niños puedan esperar más para tomar su almuerzo —dijo Kelly con
pesar.
—Pueden esperar dos minutos. Yo quiero observarlos cuando estén comiendo.

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— Jordan —ella se ruborizó.


—Sólo quiero ver. Oh Kelly, lamento haber sido la causa de que tuvieras que
sufrir tanto, pero sé que yo no habría soportado la agonía de saberte en peligro por
mi culpa. ¡Dios mío, qué cobarde soy!
—No sigas mortificándote —le acarició los labios—. Estamos juntos de nuevo, y
eso es todo lo que importa.
—Si tú lo dices…
—Lo digo.
—La espera me parecerá eterna —su voz era sensual.
—También a mí —sonrió ella, imaginando el placer de estar entre sus brazos
toda la noche, disfrutando de ese amor aceptado por ambos.

Fin

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