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Carole Mortimer
Argumento:
Por un error, Kelly perdió a su hijo y al hombre que amaba.
Volver a ver a Jordan, su marido, después de cinco años, fue para Kelly una
impresión más fuerte que ver a su padre en estado de coma. Verle de nuevo
fue revivir el dolor de la pérdida de su hijo, pero tuvieron que fingir una
reconciliación.
NOTA: publicado por Harmex bajo el sello/colección Bianca 3-35 (1983)
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Capítulo 1
Kelly palideció y casi deja de respirar cuando vio al hombre que entraba en el
hotel, acompañado de la acostumbrada rubia de turno. Tenía que ser rubia, pues
Jordan sentía pasión por ellas. Pero por lo menos no era Angela Divine.
Jordan no la vio, así que tuvo ocasión de mirarlo sin que él se diera cuenta.
Tendrá ahora más o menos treinta y nueve años, el gris que plateaba sus sienes
contrastaba de manera notable con el negro azabache del resto de su cabellera.
Kelly dio un paso atrás cuando Jordan y la hermosa rubia entraron en el
elevador, y continuó escondida mientras éste empezó a ascender. Era inevitable que
algún día se volvieran a encontrar y, sin embargo, Kelly sentía que aún no estaba
preparada para ello.
En aquel tiempo, hacía cinco años, ella tenía dieciocho y fue una víctima fácil
del encanto de Jordan. Se enamoró de él a primera vista, y siguió enamorada hasta
que, siete meses después, sus sueños de pertenecerle para siempre fueron destruidos
en forma tan definitiva como el hijo que llevaba en sus entrañas.
Aún recordaba con toda claridad aquel día cuando despertó en la fría
habitación de la clínica, ignorando qué era lo que estaba haciendo ahí. ¡Pronto lo
sabría!
“Temo que ha perdido usted a su nene, señora Lord.
Kelly alzó los ojos para mirar al joven medico, ¿Nene? ¿Cuál nene? quería
preguntar, más claro aún. ¿El nene de quién?
“Duerma, señora Lord —le dijo con voz suave una enfermera—. Duerma y
cuando despierte de nuevo, su esposo estará otra vez con usted.
“¿De nuevo? —preguntó Kelly. Su boca estaba seca—. ¿De dónde regresará?
“El señor Lord ha tenido que ir a su oficina, según parece.
“Ah, si —sabía que tendría que ser algo relacionado con la oficina lo que apartó
a Jordan de su lado cuando más lo necesitaba. Volvió el rostro para que la enfermera
no viera las lágrimas que pugnaban por salir de sus ojos—. Gracias —murmuró—,
creo que dormiré.
Kelly frunció el ceño. Los párpados empezaban a caer cubriendo sus ojos por
efecto del sueño. La enfermera había mencionado un nene. Quisiera saber de qué
hablaban…
Cuando volvió a despertar, la pérdida de su hijo tuvo sobre ella el efecto de un
puñal.
Cerró con fuerza los ojos azules, se negaba a aceptar la realidad.
¿Habría regresado Jordan de su oficina o todavía estarían dando prioridad a los
asuntos de su trabajo? Después de todo, ella no estaba enferma, sólo había perdido al
nene que en esos meses llegó a ser para ella la cosa más importante de su vicia, el hijo
que Jordan nunca deseó.
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“¡Qué alegría verla de nuevo, señora Lord! —la señora McLeod, el ama de
llaves, salió a recibirla al vestíbulo.
“Gracias, señora McLeod —le fue imposible demostrar ningún afecto a la mujer
de la cual sólo recibió bondad y cariño desde el día que se casó con Jordan, su jefe,
seis meses atrás.
“Sírvanos el té en la estancia, señora McLeod —sugirió Jordan—. Estoy seguro
de que mi esposa se lo agradecerá.
“Desde luego, señor —sonrió la mujer—. Está listo. Iré por él.
Una vez solos. Kelly se retiró de su esposo, caminando por la espaciosa estancia
que, aún después de seis meses de vida en común, no adquirió nada de la
personalidad de ella, sino sólo la de Jordan. Las cortinas de terciopelo color gris
oscuro hacían juego con la mullida alfombra. Los sillones y el sofá de cuero negro
eran sobrios, y aun los escasos adornos femeninos y algunos objetos de cristal
cortado, acentuaban el aspecto frívolo de la habitación carente de calor… como el
mismo Jordan.
No se explicaba el porqué Jordan se había casado con ella; desde luego que no
fue porque la amaba, él no sabía amar. Pero el amor fue el motivo por el cual ella lo
aceptó… el que sintió por él, un amor que murió al igual que su hijo.
Desde que lo conoció en la fiesta que su padre ofreció y en la que ella hizo las
veces de anfitriona, Jordan pareció impresionado por ella.
La invitó esa primera noche, al teatro, y durante un mes salieron a menudo. El
hecho de que Jordan la tratara más bien como lo haría con una niña consentida, no la
preocupó.
Cuando le pidió que se casara con él, aceptó de inmediato, ya que lo único que
quería era estar a su lado siempre.
Su padre no mostró entusiasmo con la noticia, pero a pesar de la discreta
oposición que demostró, la boda se celebró al mes de haberse encontrado por
primera vez. Pasaron la luna de miel en Barbados.
Fue durante uno de esos momentos de amor que Kelly concibió a su hijo.
Jordan no compartía su entusiasmo, sin embargo, debido a su propia felicidad, ella
no hizo mucho caso. Nunca imaginó que a partir de que le informara a su esposo que
iba a ser padre, las cosas cambiarían.
“Tu padre vendrá a cenar —le informó Jordan mientras la señora McLeod
llevaba el té—. No le he dado la noticia. No me pareció apropiado hacerlo por
teléfono.
“Entonces, voy a ser una sorpresa para él —hizo un mohín.
“Sí —estuvo de acuerdo él, con expresión severa.
“Una verdadera sorpresa —repitió Kelly, tocándose el vientre ahora plano.
“Sí —Jordan volvió a llenar su vaso de whisky.
“¿No es demasiado temprano para empezar a beber?
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”Niña ridícula —murmuró con dulzura, atrayéndola hacia sí—. Llora, Kelly —
la animó—. Te sentirás mejor.
“No tengo intenciones de llorar —se zafó de sus brazos, actitud que no permitía
acercamiento alguno entre ellos—. ¿Por qué habría de hacerlo?
Había llorado casi hasta la histeria al perder a su hijo y ahora todo lo que podía
sentir era un odio profundo hacia Jordan.
“Me advirtió el médico que tendría que esperar estos cambios bruscos de tu
carácter —la miró pensativo—. Pero no esperes que mi paciencia hacia ti sea
ilimitada.
“No espero nada de ti. Ahora, si me lo permites, me retiraré a mí habitación a
descansar antes de la cena.
“A nuestra habitación, Kelly —le corrigió con suavidad.
“La considero mi habitación, puesto que tú no te dignaste compartirla conmigo
durante varios meses”.
“Eso cambiará, ahora que…
“¡Ahora que ya no estoy embarazada! —exclamó ella—. Puedes hacer lo que
quieras, pero no esperes que te dé la bienvenida.
“Kelly…
“¡Vete al infierno! —esta vez logró escapar hacia su cuarto sin ninguna
interrupción.
Una vez en él, se dejó caer sobre el lecho, sintiéndose en extremo débil. Si
Jordan en realidad tenía intención de compartir su cama de nuevo, tendría que irse
de ahí tan pronto como le fuera posible. No soportaba la idea de dormir en la misma
habitación.
Se quedó dormida casi de inmediato, y al despertar encontró que sólo disponía
de media hora para arreglarse antes de la llegada de su padre. Al bajar las piernas de
la cama, Jordan salió del baño, con la bata azul marino que usaba después de
Dañarse. Kelly se perturbó de inmediato al percibir lo íntimo de la situación, aunque
la fría mirada que le dirigió, ocultó a la perfección sus tumultuosos sentimientos.
“Debiste despertarme —fe reprochó.
“¿Debí hacerlo? —preguntó él con descuido, al tiempo que se secaba el cabello
húmedo—. Dijiste que querías descansar.
“Pero no por tanto tiempo —se retiró el cabello del rostro, forzándose a no
mirar la forma en que la bata de Jordan se abrió dejando al descubierto su pecho
bronceado—. Tendrás que atender a papito mientras me doy una ducha y me visto
—se volvió con indiferencia.
Jordan arrojó la toalla sobre la enorme cama que compartirían de nuevo a partir
de ese día y se dirigió hacia ella con esa determinación que tan bien conocía.
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“ex esposo”, puesto que no hubo divorcio. Pero aunque conservó el apellido de él, se
consideró una mujer libre durante los últimos cinco años.
Y ahora él se encontraba ahí, en el mismo hotel que ella. Tendría que buscar
otro tan pronto como fuera posible. Se dirigió apresurada hacia la administración,
dándose cuenta de que por segunda vez huía de Jordan, pero sabía que estando él
cerca, era el mejor camino a seguir. ¡A él le encantaría una situación como ésa! ¡Se
divertiría al verla avergonzada!
Sonrió a la joven que se encontraba tras el mostrador.
—¿Señora Lord? —la hermosa rubia le sonrió con amabilidad.
Sí, decidió Kelly, a su esposo le gustaría esa chica. Era alta, con piernas bien
formadas. Jordan debió estar padeciendo una crisis mental cuando se casó con ella,
pensó con amargura. Ella era muy esbelta.
Un montoncito de dinamita, su padre solía llamarla.
¡Su padre! ¡Cielos! Estaba tan absorta recordando a Jordan, que olvidó su
preocupación por su padre. Los dos tuvieron un accidente automovilístico, y
mientras ella salió ilesa, su padre estaba aún en estado de coma. Se dirigía hacia el
hospital cuando vio a Jordan.
—Si busca a su esposo, señora Lord —la recepcionista habló de nuevo—, ya
subió a sus habitaciones.
—¿El subió adónde?… — preguntó incrédula.
—Acaba de subir a su suite, señora Lord —repitió la muchacha, frunciendo el
ceño contundida.
Kelly hizo un gesto de desagrado.
—Muchas gracias —dijo y se volvió para retirarse.
Así que Jordan sabía que ella se encontraba ahí. Y en estos instantes estaba en
su suite. ¡Bueno, eso tendría que aclararse!
No encontró señales de la presencia de Jordan cuando entró en la suite que ella
ocupaba. Todo era silencio. Quizá la muchacha de la recepción se había equivocado.
Antes que pudiera seguir investigando, alguien llamó discretamente a su puerta.
—Señora Lord —era el gerente del hotel—, sólo vine para cerciorarme de que
nada le faltaba.
Kelly frunció el ceño. En las ocasiones que ella había estado en el hotel, ese
hombre se había mostrado bástame cortes, pero desde luego nunca se tomó la
molestia de interesarse por su comodidad.
—No, nada me falta, gracias. Aunque mi esposo…
—¡Ah, sí! ¿Su esposo se encuentra cómodo también?
—Sí, gracias John —respondió una voz masculina que Kelly nunca podría
confundir—. Tengo todo lo que necesito —agregó.
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Capítulo 2
—¿Después de cinco años, es todo lo que se te ocurre decir?
El encogió los hombros y caminó con lentitud hacia el interior del cuarto.
—Sucede que es la verdad.
Kelly lo siguió.
—¿Y cómo esperabas encontrarme? Mí padre está enfermo de gravedad en una
clínica.
Jordan sacó del closet unos pantalones color café y una camisa crema.
—Tienes veintitrés años y te vistes como una anciana. ¿En dónde conseguiste
esa ropa tan horrible? Parece como si fueras a un funeral.
La crueldad de sus palabras la hirió.
—Mi padre se encuentra enfermo, no esperarás que me vista de rojo para ir a
visitarlo.
—¿Y por qué no? —aflojó el cinto de su bata, sonriendo al notar que ella se
volvía apresurada—. Sigo estando igual que hace cinco años, y entonces no te
disgustaba mirarme —se burló—. Te fascinaba acariciarme.
Rió al notar su ira.
—¿Por qué no podrías usar un vestido rojo? Estoy seguro de que tu padre se
sentiría mejor al verte así que con eso que traes puesto.
—Mi padre no puede ver cómo me visto, por el momento —le informó con
amargura—. Está en estado de coma desde que tuvimos el accidente.
Jordan asintió con la cabeza mientras se vestía.
—Así me lo informaron en el hospital. Otro tanto me dijo el médico.
Kelly agrandó los ojos, sorprendida.
—¿Has estado en contacto con el hospital?
—Por supuesto —le contestó con sequedad.
—No creo que me hayan dicho más que a ti.
—Pero, ¿qué te dijeron? —insistió, desesperada.
El encogió los hombros.
—No mucho. Aunque parece ser que su estado dejó de ser peligroso.
—¿Es cierto eso? —le preguntó Kelly, a la vez que lo observaba ponerse una
chaqueta que hacía juego con los pantalones.
—Así me lo informaron.
—Entonces, debo regresar al hospital. Sólo vine a bañarme y cambiarme.
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—Así lo pensé —Jordan la miró con atención—. Has estado a su lado día y
noche y debo decirte que se te nota.
—¿Quieres dejar de insultarme? —las lágrimas inundaron sus ojos—. ¡En este
momento no puedo soportarlo! —comenzó a sollozar.
Sintió que Jordan la abrazaba.
—Esto debió haber sucedido hace mucho tiempo —dijo él enronquecido.
Kelly trató de zafarse, dándose cuenta de que no era tan inmune a él como
había pensado durante los últimos cinco años.
Pero ahora no podía alejarlo, y la emoción que sintió hizo que intensificara sus
esfuerzos por librarse de él.
—¡Quítame las manos de encima, antes que empiece a gritar hasta que todo el
mundo venga!
El dio un paso atrás, manteniendo las manos en alto.
—Que nunca se diga que obligué a una mujer a aceptarme en contra de su
voluntad.
—¿Es por eso que me dejaste partir con tanta facilidad hace cinco años?
—Tú quisiste irte —la burla desapareció del rostro de Jordan.
—Sí, así es. Y nunca me he arrepentido.
—¿Ni siquiera una vez? —se burló—. ¿Me estás diciendo que no hubo
ocasiones, de noche, al yacer en tu lecho, en que desearas que estuviera contigo?
¿Que nunca añoraste las veces que hicimos el amor?
¿Lo había hecho alguna vez? ¡No de manera consciente! ¿Pero
inconscientemente? Oh, sí, lo había deseado.
La forma en que hacían el amor era perfecta, no existían entre ellos inhibiciones,
cada uno tratando de proporcionar al otro la mayor satisfacción posible. Sin
embargo, eso no significó mucho para Jordan que fue en busca de otras mujeres.
—¿Por qué dijiste que debí haber llorado así hace mucho tiempo? —preguntó la
chica sin responder a sus preguntas tan íntimas; prefirió ignorarlas para borrar los
recuerdos eróticos.
—Hasta donde supe, nunca lloraste por la pérdida de nuestro hijo.
Una terrible palidez sustituyó el rubor que había cubierto el rostro de Kelly.
—¡Nunca lloré!… —su voz se ahogó—. ¡Dios mío, lloré hasta que se me
acabaron las lágrimas!
—Y cuando terminaste de llorar —la miró con los ojos entrecerrados—, ¿por
qué no regresaste?
—¿Regresar? —frunció el ceño—. ¿Contigo? —había burla en su voz.
—¿Y por qué no? ¡Soy tu esposo! —la expresión de Jordan se tornó sombría.
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—¿Ah, sí? —le tocó burlarse—. ¿Y qué es para ti la hermosa rubia que te
acompañaba sólo hace unos momentos?
—¿Janet? Es mi secretaria particular.
—¡Qué original! —exclamó Kelly al mismo tiempo que recogía el bolso—.
Bueno, con tu permiso, iré al hospital.
—¡Qué coincidencia, yo también! —abrió la puerta para dejarla pasar.
—¿Tú también? —inquirió sorprendida—. ¿Por qué?
Jordan la miró disgustado.
—Voy a ver a mi suegro. Una cortesía muy natural, creo.
Kelly le permitió tomarla por el codo y guiarla hasta la salida del hotel y hacia
la limousine que esperaba.
—No esperaba que ese parentesco tuviera alguna importancia para ti —le dijo
con ironía.
Jordan se acomodó con tranquilidad dentro del auto.
—Quizá no la tenga —encendió un cigarrillo. El conocido aroma pronto saturó
el interior del vehículo. Era una marca especial hecha para Jordan, y Kelly se
sorprendió al darse cuenta de que había extrañado ese olor—. Tu padre sigue siendo
mi amigo —continuó—. Lo fue mucho antes que te conociera y me casara contigo.
—Sí —le contestó con brusquedad—. Lo había olvidado. Lo siento.
El inclinó la cabeza con arrogancia.
—Me doy cuenta de tu preocupación —aceptó—. ¿Cómo sucedió el accidente?
Kelly respiró profundo; de inmediato volvió a revivir los terribles momentos y
a escuchar el ruido de los metales al chocar. El lado donde su padre estaba sentado,
se había deshecho casi por completo. La joven pareja que conducía el otro coche salió
ilesa. Kelly sólo recibió algunos golpes y heridas sin importancia. Pero su padre
quedó inconsciente desde entonces.
—Fue una de esas cosas que pasan sin que se pueda culpar a nadie.
—¿Y a ti no te sucedió nada? —Jordan la miró con fijeza.
—No.
—En el hospital me dijeron que estuviste internada durante dos días.
—Ellos no tenían derecho…
—¡Tenían todo el derecho! —aplastó el cigarrillo con furia—, ¡tengo el derecho
de preguntar por la salud de mi esposa!
Kelly no protestó.
—¿Cómo te enteraste del accidente?
—Estaba en los Estados Unidos, de negocios. Un amigo me envió un telegrama
dándome la noticia.
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La mano de Kelly, oprimió con fuerza la de su padre. Se sentía tan indefensa sin
el apoyo de él, que no pudo ignorar lo mucho que llegó a depender de él desde que
se separó de Jordan.
—No estaba encerrada en una cápsula de hielo; sólo volví a la realidad,
desperté del tonto sueño de creer que podríamos vivir felices para siempre. ¡Qué
infantil debiste encontrarme, Jordan! —exclamó sin rencor.
—Te encontraba… encantadora.
—Bueno, estoy segura de que habrás encontrado otras mujeres igual de
encantadoras. A Janet, por ejemplo.
—Janet es mi secretaria y nada más.
—Quizá tengas un concepto distinto de las cosas. Tal vez consideres que el
dormir con tus secretarias es sólo parte de las obligaciones de ellas —le dijo con
amargura—. Es posible que sea más fácil todo sí se enfoca como parte de los
negocios.
—¿Tal vez qué cosa sea más fácil? —preguntó cortante Jordan.
—Sabes bien lo que quiero decir. ¿Cuántas… secretarias has tenido desde que
nos separamos?
La expresión del rostro de él era sombría.
—¿Qué es lo que quieres implicar?
—¿Cuántas, Jordan?
—He tenido tres secretarias desde entonces…
—¿Sólo tres? Me sorprendes.
—¡Kelly! —le advirtió airado.
—¿Y todas eran rubias?
Jordan frunció el ceño.
—¿Rubias?
—Bueno, eres uno de esos hombres que las prefieren rubias.
—Entonces, ¿por qué me casé contigo? —miró con fijeza su cabello negro.
—Muchas veces me he preguntado lo mismo, tal vez ha vas tenido un receso
temporal. En fin, eso pertenece al pasado —dijo cortante—. ¿Quieres quedarte o
prefieres que yo tome mi turno?
—Me quedo.
Kelly se levantó.
—Entonces yo me voy —se inclinó para besar a su padre en la mejilla con
mucha dulzura.
Jordan también se levantó.
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“Kelly.
“No intervengas, David —le advirtió Jordan, furioso—. Si no te agrada nuestra
conversación, espéranos en la sala.
“Sí, hazlo papá —la mirada desafiante de Kelly sostenía la de Jordan.
“Jordan…
—Déjanos solos un rato, David —le pidió Jordan, y muy a su pesar, su padre así
lo hizo.
“Ahora —una vez más Jordan se volvió hacia ella—, di lo que tengas que decir
con toda franqueza.
“Te voy a dejar —anunció ya calmada—. Esta noche. Regresaré con mi padre.
“¿Y piensas que puedes hacerlo? ¿Crees que te lo permitiré?
“Sé que no puedes impedírmelo —le respondió con frialdad.
“¡Vaya si puedo! —se levantó, la tomó de una mano y la obligó a levantarse
también—. Siempre he podido dominarte de una manera —su boca cubrió la de ella
con crueldad.
Kelly permaneció inconmovible, como una estatua de hielo mientras él la
besaba con desesperación, tratando en vano de obtener de ella alguna respuesta. Pero
ella no respondió, se sintió asqueada al pensar que en la misma forma besaría a
Angela Divine.
Por fin se retiró, empujándola lejos de sí con disgusto.
“Así que ya no quieres ni besarme —le reprochó herido—. Muy bien, ve con tu
padre, y cuando hayas recuperado el sentido común, llámame. Iré por ti, para traerte
a mi lado que es donde debes estar.
“Te odio.
“¡Y bien sabe Dios que en estos momentos, yo también te odio! —Jordan salió
de la habitación y unos segundos después también de la casa.
Su padre trató de persuadirla de que permanecieran ahí unos días más, pero
ella se negó. Hizo una maleta y salieron antes que Jordan regresara.
Tal vez la pregunta que le hizo Jordan antes, del motivo por el cual nunca
regresó a él, se refería a esa última escena. El le dejó la puerta abierta, por si algún día
quería volver. Pero ni siquiera pensó en ello, viajaba con su padre cuando tenía que
salir de negocios, actuó como su anfitriona en la casa de Hampshire. El volver con
Jordan, nunca le pasó por la mente.
¿Entonces, por qué ahora se le ocurrió?
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—Las vacaciones a las que él se refería eran la luna de miel de ustedes. Temo
que el golpe que recibió, le causó una pérdida parcial de la memoria.
—¿Lo que quiere decir?… —preguntó Jordan con impaciencia.
—Lo que quiere decir que el señor Darrow ha perdido, esperamos que
temporalmente, cinco años de su vida. Por lo que a él concierne, ustedes acaban de
casarse y apenas regresan de su luna de miel.
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Capítulo 3
Kelly no podía hablar debido al aturdimiento. ¡Su padre había perdido la
memoria! Bueno, no por completo; sólo había olvidado que ella y Jordan estaban
separados.
—Tendremos que decirle —miró al doctor Jones—, que Jordan y yo…
—Dudo que sea oportuno decirle nada —interrumpió Jordan con frialdad—.
¿Estoy en lo cierto, doctor Jones?
—Sin duda alguna, señor Lord —contestó el médico—. De momento, no
soportaría saber que cinco años de su vida son un completo vacío para él. Su
condición cardiaca…
—¿Su condición cardiaca? —inquirió Kelly, confundida—. No sabía que mi
padre…
—Yo sí lo sabía —confesó Jordan—. David me lo dijo hace años.
—¿Hace cuánto? —quiso saber la chica.
—Hace cuatro años.
El doctor Jones asintió con la cabeza.
—Eso es más o menos cuando él lo supo.
—Pero a mí no se me informó —dijo Kelly con expresión sombría—. Mi padre
no me dijo nada.
—Es probable que no quisiera preocuparla —lo excusó el médico—. Después de
todo, todavía es joven y no quiso que se preocupara usted.
—Y ahora que ha perdido la memoria, tal vez tampoco recuerde su condición
—arguyó ella con amargura.
—Yo diría que es seguro que no la recuerda, por lo que es importante que no
reciba impresiones fuertes. Debemos protegerlo tanto como nos sea posible.
—¿Cuánto tiempo estará así? —Kelly se inclinó hacia el doctor—. ¿Cuánto
tiempo pasará antes que vuelva a recordar?
—Podrían ser horas, días, aun semanas. No tengo manera de saberlo.
—¿Semanas? —repitió—. Mientras, ¿qué vamos a hacer?
—Por lo pronto, tendremos que actuar como si en realidad estuviéramos
viviendo con cinco años de retraso. El recuperará la memoria por sí mismo, así que si
tratamos de apresurarlo, lo único que conseguiremos será empeorar las cosas.
—Pero nosotros no podemos… Jordan y yo… nosotros no…
—Lo que mi esposa trata de decir —Jordan la interrumpió—, es que estamos
separados.
—Eso dificulta aún más las cosas —opinó el médico.
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—¡Oh, Dios mío! —gimió él mientras Kelly lo miraba acusadora, con los ojos
llenos de lágrimas— ¿Hasta dónde me hiciste llegar? Kelly…
—¡No me toques! —ella dio un paso atrás cuando él extendió los brazos,
buscándola—. ¡No te me acerques!
—Kelly…
—¡No! —se volvió y corrió a refugiarse en su habitación.
—Kelly! —la voz sofocada de el le llegó a través de la puerta cerrada— Kelly, lo
siento. Abre, querida.
—¡No! —contestó con voz temblorosa.
—No quise asustarte. Por amor de Dios, déjame entrar para explicarte —movió
el picaporte tratando de abrir—. ¡Déjame entrar, Kelly!
—¡Te dije que no!
—Muy bien, si eso es lo que quieres. Pediré la cena a las ocho y media,
asegúrate de no llegar tarde.
—No cenaré contigo —gritó la chica.
—No estés ahí a la hora y verás lo que sucederá —contestó él amenazándola y
luego oyó sus pasos firmes que se retiraban.
Kelly se tendió sobre la cama, temblorosa. ¡Jordan le había pegado!
Nadie lo había hecho, ni siquiera su padre.
¡Pero tenía que reconocer que merecía más que eso! ¿Cómo pudo decirle algo
tan cruel? Sólo Jordan la había llevado al grado de perder el control, y al parecer sus
emociones siempre la traicionaban cuando se trataba de Jordan.
¿Cómo podría arreglarse y bajar a cenar con él como si nunca la hubiera
abofeteado?
Después de haber permanecido en el baño durante una hora, se miró el rostro
en el espejo. Sólo pudo notar una ligera inflamación en el labio inferior. Las huellas
de los dedos de Jordan, empezaban a desaparecer. El maquillaje, aplicado con
destreza, disimuló lo que quedó de esas huellas, pero no pudo hacer nada para
borrar la hinchazón del labio.
Se puso un traje verde pálido que se ajustaba a su figura.
Jordan había dicho que la cena se serviría a las ocho y media, así que bajó a las
ocho veinticinco, segura de que la conversación que entablarían sería ligera e
impersonal.
El ya se encontraba ahí, cuando ella entró; estaba sentado en uno de los sillones
con expresión de malhumor y en una mano sostenía un vaso cuyo contenido hacía
girar. Kelly estaba segura de que era whisky pues Jordan nunca tomaba otra cosa.
Tan pronto como la vio se levantó.
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Capítulo 4
Visitaban diariamente a su padre, pero él no parecía recordar nada, pues seguía
embromando a Jordan y a Kelly por estar recién casados.
Estuvo en la casa el día anterior a la salida de su padre de la clínica, sólo para
asegurarse de que todo estaba listo para cuando ellos llegaran. Además, debía
presentarse de nuevo ante la señora McLeod; la pobre mujer de seguro se encontraría
confundida por el curso que tomaron las cosas.
Nada había cambiado. Kelly casi podía creer que los últimos cinco años lejos de
Jordan, nunca habían transcurrido.
—Bueno, aquí estamos de nuevo —la señora McLeod llevó la bandeja con el
servicio del té—. Como en los viejos tiempos —agregó feliz.
—No del todo —le sonrió Kelly—. Vine para asegurarme de que el señor Jordan
le explicó la situación.
—Oh, el señor Lord me contó todo lo relacionado con su padre. ¡Qué terrible! —
sacudió la cabeza apesadumbrada.
—Sí —Kelly estuvo de acuerdo—. ¿Me haría el favor de tomar el té conmigo?
—¡Oh, no podría! —la señora McLeod se ruborizó de placer.
—¿Segura? —insistió Kelly sirviéndose una taza.
—Sí… gracias. Preparé la habitación que su padre solía ocupar cuando venía de
visita, pensé que sería lo mejor.
—Sí, desde luego —Kelly frunció el ceño—. Creo que todo va a ser muy difícil.
—¿El no recuerda nada?
—No después que el señor Lord y yo nos casamos. Por eso todo es tan difícil.
Pero qué tan difícil, no se dio cuerna hasta el día siguiente que Jordan llevo a su
padre a casa. Ahora siempre estarían vigilados por la mirada amorosa de su padre.
Ni por un instante podrían dejar de actuar.
David Darrow mirón su alrededor, admirándolo todo, mientras tomaba asiento
en la sala. Sólo una pequeña venda sobre su frente recordaba el accidente.
—Siempre me gustó esta casa —le dijo a Jordan—. Pero tendrás que reconocer
que mi hija la ha transformado en un verdadero hogar.
—¡Desde luego que sí! —asintió Jordan, a la vez que observaba a Kelly mientras
ésta alisaba las tablas de su falda—. Yo no sabría qué hacer sin ella.
—¡Es natural! —rió alegre el viejo—. ¿Cómo te sientes Kelly? Te veo un poco
pálida.
— ¿Querida? —la llamó Jordan con dulzura mientras ella continuaba su
movimiento nervioso con la falda.
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Ella se sorprendió y el color invadió sus mejillas al notar con cuánta facilidad
usaba esa palabra cariñosa.
—¡Oh, lo siento! —parpadeó confusa.
—Tu padre expresaba su preocupación al verte tan pálida.
—Son las emociones que he tenido —contestó tratando de tranquilizarlo—. Es
tan agradable tenerte en casa, papá.
—Es muy agradable estar aquí. Me preguntaba si tu palidez no se deberá a
algo… —enarcó una ceja.
—¿Debido a algo?… ¡No! —Kelly se puso aún más blanca.
—Danos tiempo, David —Jordan salió en su auxilio—. Hemos estado casados
sólo unas pocas semanas.
—Fue sólo una idea…
—Con permiso —Kelly se levantó apresurada—. Yo… no me siento bien —salió
corriendo de la habitación.
Sin proponérselo, su padre había tocado el único tema sobre el que no podía
fingir. Cuando llegó a su cuarto estaba temblando y se sentó en la cama pues sentía
que las piernas no la sostendrían.
—Eso no fue muy prudente de tu parte —comentó Jordan al entrar.
—¡Prudente! —repitió—. Sé que no lo fue pero no pude soportarlo Jordan. No
cuando se refirió a un posible embarazo. Por favor, trara de comprender, Jordan…
—Sí, lo comprendo —le respondió con voz dulce, acercándose para sentarse a
su lado en la cama doble—. De verdad te comprendo, Kelly —tomó una mano de ella
entre las suyas.
—Nunca has comprendido, Jordan —le dijo con severidad retirando la mano
con violencia—, y no es tiempo para intentarlo.
—No quiero discutir contigo —se levantó y empezó a pasear por la
habitación—. No mientras tu padre nos espera abajo.
—No, tienes razón —aceptó la joven—. Lo siento.
Los ojos de él se abrieron un poco más, sorprendidos.
—Ven a hablar con tu padre. Después del almuerzo descansará, así que tú
puedes hacer otro tanto por un buen rato. Nunca creí que el estar enamorada de mí
fuera tan difícil para ti.
—Pretender estar enamorada de ti. Hay una sutil diferencia.
—No es tan sutil, Kelly —hizo una mueca—. Es como quien recibe un golpe en
la cabeza.
—Quizá.
—Estaré trabajando esta tarde mientras tu padre descansa. ¿Qué harás?
—Quedarme aquí, supongo. Uno de los dos tiene que quedarse. ¿No lo crees?
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—Siéntate —Kelly le ofreció una silla—. ¿Te puedo ofrecer té? Te ayudará a
alejar el mareo.
—Muy bien, gracias —la joven estaba muy pálida—. Espero a mi esposo, pero
creo que se ha demorado un poco.
—No te preocupes —Kelly le sirvió el té—. ¿Azúcar?
—No, gracias. Eres muy amable —la joven le sonrió agradecida, pero con algo
de timidez.
—No soy amable, pero puedo imaginar cómo te sientes.
La muchacha se sonrojó, y su mirada se detuvo en la sortija de matrimonio que
Kelly lucía en su dedo.
—¿Tienes hijos?
—No —Kelly contestó palideciendo—. Encargamos uno, pero no se logró.
—Oh, lo siento —había comprensión en sus ojos azules—. Se han hecho muchos
adelantos en este campo, y sin embargo, casi pierdo también a mi nene al principio
del embarazo. Me llamo Laura.
—Kelly —le dijo a su vez ella.
—Me da gusto conocerte, Kelly. Me estaba sintiendo muy sola, así que
agradezco que me hayas ofrecido tu compañía. Mi esposo está ocupado la mayor
parte del tiempo, por eso aún no llega.
—Estoy familiarizada con ese sentimiento —dijo Kelly haciendo un mohín.
—¿Se comporta tu esposo de la misma manera?
—Nunca deja de hacerlo —pensó que se le podía perdonar el llamar a Jordan su
esposo, de hecho, todavía lo era—. ¿Para cuándo esperas al niño?
—Dentro de unas cinco semanas más —sonrió Laura con recato—. Me siento
tan pesada…
—Pero ya pronto pasará.
—Sí —el rostro de Laura se iluminó—. Aquí llega ya —se levantó con alegría—.
¡Querido! —se echó en sus brazos.
—Siento llegar tarde, querida —la abrazó y luego la retiró de sí para mirarla con
orgullo.
—¿Negocios? —lo embromó.
—¿Cómo lo adivinaste?
Kelly reconoció esa voz, reconoció al hombre que era el esposo de Laura.
—¡Ian¡ —exclamó demostrando su alegría y poniéndose también de pie—. ¡Ian
Smythe!
El se volvió posando sus ojos sorprendidos en ella.
—¿Kelly? —inquirió con voz incierta—. Kelly, ¿eres tú?
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Capítulo 5
—Eso haré —los ojos de la chica brillaron con ira—. Es posible que tenga que
compartir la casa contigo, más no la habitación. Usa el cuarto donde acostumbrabas
dormir solo, eso no debería molestarte.
—Tu padre está ocupándolo.
—Entonces otro —le dijo Kelly—. Hay bastantes.
—Aquí me quedaré. Tu padre espera que así sea.
—¿Mi padre? —Kelly lo miró aprensiva—, ¡Pero él no se dará cuenta en dónde
estás durmiendo!
—¿Y si llegara a necesitar algo durante la noche? ¿Sí llegara a despertarse
temprano y viniera a tocar a nuestra puerta?
—No lo hará —pero su voz no era muy segura—. ¡Si no te vas a dormir a otra
parte Jordan, me iré yo! —se dirigió a la puerta.
—No lo harás, Kelly —la detuvo de un brazo—. Pienso que debemos resolver
este problema aquí y ahora mismo.
—¿Cuál problema? —lo miró con aprensión.
La respiración de Jordan era agitada.
—Creo que sabes a qué me refiero —no dejaba de mirarla.
Ella echó la cabeza hacía atrás, mirándolo decidida.
—No tengo idea de lo que estás diciendo.
—¿No? —preguntó él burlón—. Oh, creo que sí la tienes.
—¡No la tengo! —trató de soltarse, pero todo lo que logró fue que aumentara la
presión sobre su brazo—. ¡Me estás lastimando¡ —protestó.
—Sí —aceptó con voz ronca—. Parece que siempre te estoy lastimando. Creo
que, tratándose de ti, no sé hacer otra cosa. Pero me gusta. ¿Recuerdas lo que
solíamos hacer, Kelly? Recuerdas…
—¡No recuerdo nada! —lo interrumpió, deteniendo de pronto el movimiento
acariciante del pulgar de Jordan sobre su brazo—. ¡No he pensado en ti durante años!
¿Por qué tendría que recordar cómo fue el estar casada contigo?
—Entonces, conviene que te refresque la memoria —le dijo inflexible.
—¡No! —ella esquivó el rostro, al verlo inclinar la cabeza para besarla.
—Sí, Kelly —los labios masculinos se posaron sobre los de la joven y ésta
percibió la tensión de Jordan—. Oh, sí. Kelly —gimió como si estuviera agonizando,
oprimiéndola contra sí antes de apoderarse una vez más de sus labios—. Piensa en
mí ahora, Kelly, y deséame.
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—Pero sí lo fue —insistió Kelly—. Un error que haríamos bien en olvidar los
dos.
—¿Y piensas que yo puedo olvidar eso? —le preguntó con aspereza—. ¿Quieres
que pretenda que esto nunca sucedió?
Kelly levantó los hombros con una indiferencia que estaba lejos de sentir.
—Podrías intentarlo —le respondió dando por terminado el asunto—. Piensa
que yo fui sólo otra mujer que llevaste a la cama.
—¡Pero tú eres mi esposa!
—¡Qué experiencia tan nueva para ti! —la chica sonrió con amargura.
—Kelly…
—¿Te importaría dejarme dormir? —lo interrumpió—. Estoy cansada.
Jordan apagó, furioso, el cigarrillo en el cenicero y la tomó de los hombros,
sacudiéndola con ira.
—No puedes dormirte después de lo que ha pasado —dijo indignado.
—¿Qué otra cosa me sugieres que haga?
—¿En realidad quieres saberlo? —su voz era profunda.
Les sucedía otra vez. A ambos. Un ligero rubor apareció bajo la tez bronceada
de Jordan, sus manos oprimieron los brazos de Kelly, y la aspiración de él volvió a
hacerse entrecortada. La joven de nuevo fue presa del deseo, y aun en contra de su
voluntad, se sentía atraída hacia él y respondía a sus caricias.
—Que esta vez, no sea ningún error —Jordan pronunció las palabras con
lentitud y con la mirada fija en los labios entreabiertos de ella—. Esta vez —repitió—,
no será error de ninguno de los dos.
Sus movimientos eran lentos y acompasados; de pronto, perdieron el control de
sus emociones y alcanzaron la cima del éxtasis. Segundos más tarde, Jordan que la
oprimía contra sí con desesperación fue vencido por el sueño.
Kelly no podía imaginar adonde pararía todo eso. No quería ver más allá de
este momento. Viviría la vida como llegara, cada día y cada noche, según se le
presentaran.
A la mañana siguiente, ella despertó temprano, y cuando intentó levantarse
Jordan se lo impidió con un abrazo; ella esperó hasta que él volvió a hundirse en el
sueño profundo, entonces se retiró con sigilo rumbo al baño.
No quiso pensar en los sucesos de la noche anterior y con deliberación, decidió
aceptar las cosas tal como llegaran. Estaba casada con Jordan.
—¿El desayuno, señora Lord? —la señora McLeod entró en la sala a donde
Kelly entró en busca de su bolso.
Se volvió sonriente hacia el ama de llaves.
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—¿Te gustaría ir a una de las playas nudistas? —Kelly le preguntó con malicia
cuando se pusieron los trajes de baño.
El frunció el ceño.
—¿Playa nudista?
Kelly se mordió el labio inferior. Era el primer día que pasaba a solas con su
padre y ya había olvidado su pérdida de memoria. La playa nudista se había abierto
tan sólo hacía un año, así que su padre no sabía de su existencia. Rió de manera
traviesa, tomándolo del brazo.
—¿No has oído hablar de ello? Está todavía en etapa experimental, tratan de
saber si tendrá éxito.
—Bueno, no me interesa —se negó de inmediato—. Aunque tal vez podríamos
ir sólo para mirar —sus ojos brillaban con picardía.
—¡Tú y tus semejantes! —Kelly rió.
—Así es —estuvo de acuerdo con tristeza—. ¡Te juego una carrera, a ver quién
se mete primero en el agua!
Kelly hizo un gesto.
—¿Correr sobre estas piedras que se supone son la playa? ¡Claro que no! ¿En
dónde está la arena?
—Tal vez debajo de las piedras —sugirió David, sonriente.
El agua del mar estaba helada, por lo que pronto salieron a la pedregosa playa
en donde se secaron con las toallas.
—¿Te gustaría almorzar? —le preguntó Kelly temblando.
—Sí, claro. ¿En dónde quieres comer?
—Aquí —respondió Kelly sonriendo—. Extiende las toallas para sentarnos,
mientras voy a traer pescado y papas fritas.
—Estoy seguro de que había más variedad en Barbados —dijo riendo su padre.
Kelly se ruborizó, pero recordó que su padre creía que acababa de llegar de allá.
—Pudo haber más variedad —le dijo en broma—, pero no fue mas divertido.
Regresaré en diez minutos. Si no, manda a buscarme.
Se puso los pantalones vaqueros encima del bikini.
—Si no me encuentras es que estoy en la playa nudista.
—¡Si tú vas, yo iré también —le advirtió la joven.
Regresó a los diez minutos con pescado y papas fritas entre cucuruchos. El
estaba acostumbrado a los restaurantes más exclusivos, pero parecía disfrutar la
comida que ella te había llevado.
—¿No hay postre? —le preguntó mientras se deshacían del periódico
manchado de vinagre.
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—No, pero compré esto, para sustituirlo —sacó dos latas de Coca Cola del bolso
de mano.
—¡En realidad sabes cómo ofrecer un almuerzo de clase! —exclamó, bebiendo
con deleite.
—¡Vamos, sé que te gustó! —rió Kelly, tendiéndose sobre la toalla y quedó
dormida bajo el sol.
—Dormiste como un angelito —comentó su padre cuando despertó—. Con
seguridad que Jordan no te permite dormir, ¿vedad? —rió con picardía cuando la vio
ruborizarse.
— ¡Eso te obligará a comprarme un algodón de dulce, como castigo! —la joven
se levantó.
Compraron uno para cada uno, y Kelly rió al ver a su padre lleno de dulce.
—Puesto que soy mucho más viejo que tú, tengo más tiempo que no como esta
cosa tan pegajosa. Y ya que hablamos de edades…
—¿Sí? —la voz dé Kelly era cortante. Estaba segura de que él se había dado
cuenta de que ella ya no era una ingenua muchachita de dieciocho años.
—La gente me dirige miradas curiosas —irritado tiró el ofensivo algodón de
dulce a un cesto de basura—. Piensan que soy tu novio senil.
Kelly sonrió.
—Démosles algo de qué hablar —se paró de puntillas y lo besó, a la vez que lo
tomaba de un brazo—. Dime, ¿cómo se siente uno cuando lo consideran un viejo
verde?
—Bastante bien —rió él—. Por lo menos eso levanta el ánimo —de pronto se
puso serio—. El matrimonio parece sentarte bien.
La sonrisa de ella se tornó forzada.
—¿Creíste que no sería así?
—No estaba muy seguro. Sabiendo lo que Jordan siente por ti…
—¿El te habló de eso? —lo interrumpió con brusquedad.
—El y yo tuvimos una conversación cuando te pidió que te casaras con él. ¿Por
qué crees que le pedí que esperaran un poco? Yo sabía que él no era un hombre con
el cual se pudiera vivir feliz, no, sabiendo lo que siente por ti.
Al parecer Jordan había reconocido ante el padre de ella que lo que sentía por
Kelly era sólo atracción física.
—Si sabías lo que sentía por mí, ¿por qué permitiste que me casara con él? —
quiso saber ella—. De seguro que te darás cuenta lo difícil que es para mí aceptar esa
situación.
—Pensé que podrías soportarlo. Además tú estabas decidida a casarte con él.
—Sí —aceptó Kelly con voz sombría—. Es verdad.
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—No hay prisa, Miles te está reemplazando con eficiencia —gracias a Dios que
su padre tenía el mismo asistente personal desde hacía veinte años—. Unas cortas
vacaciones no te harán mal.
—Pero estaba en plenas negociaciones para comprar Landers —se quejó.
Landers era una compañía que su padre compró años atrás. De hecho, le
proporcionaba muy buenas ganancias en la actualidad.
—Miles está por completo capacitado para hacerse cargo de eso —ella insistió—
. Además, el médico dijo que ni siquiera debías intentar reanudar tu trabajo todavía.
—No me perjudicará si hago una corta visita, ya sea por la tarde o por la
mañana, para asegurarme de que Miles está manejando todo como lo haría yo.
Entraron en el comedor y la señora McLeod les sirvió el primer platillo.
—Con toda seguridad que Miles está manejando todo como lo harías tú —le
aseguró Kelly—. Siempre lo ha hecho.
—Pero…
—En realidad no creo que sea una buena idea —le dijo con firmeza Kelly—. Te
conozco bien, papá, no te detendrías con el asunto de Landers. Pero tengo una idea
mejor. ¿Qué te parece si Miles trae el trabajo acá? De esa manera estaremos seguros
de que no te fatigarás demasiado.
¡Y también podrían revisar el trabajo antes que llegara a sus manos, para
asegurarse de que no le llegara ningún indicio que le descubriera su amnesia
temporal!
—¿Qué te parece la idea?
—Preferiría ir a la oficina…
—Me temo que eso está fuera de toda consideración. Papito. Si el doctor te dejó
salir de la clínica fue porque le prometiste no hacer tonterías. Jordan y yo podríamos
arreglar internarte de nuevo con toda facilidad —lo amenazó.
—Está bien —aceptó por fin con un profundo suspiro—. Pero le hablaré a Miles
mañana temprano.
—Por la tarde —insistió Kelly—. Tuviste hoy un día muy agitado, creo que
debes descansar por la mañana.
—Te me estás volviendo muy mandona —protestó.
—Eso lo aprendí gracias a que soy tu hija y estoy casada con Jordan —le
contestó con toda frescura.
Su padre no pudo hacer menos que reír.
—Creo que tienes razón. Muy bien, será por la tarde. ¿También le das órdenes a
Jordan de esta manera?
—¿Tú que crees? —Kelly enarcó una ceja.
—Pienso que no.
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Ella sonrió.
—Correcto.
Después de cenar estuvieron escuchando música y al cabo de una o dos horas,
Kelly observó que su padre empezaba a cerrar los ojos de cansancio. Con mucho
tacto sugirió que ambos se fueran a dormir, sabiendo demasiado bien, que si se lo
sugería sólo a él, se negaría en forma rotunda.
Antes de las once, oyó llegar el coche. Demasiado tarde, aun para Jordan, y
apretó los labios con ira, pero de inmediato cambió su expresión al oír los firmes
pasos de Jordan por la escalera. Pareció vacilar unos segundos antes de abrir la
puerta. Su penetrante mirada se dirigió de inmediato hacia Kelly, quien fingió estar
absorta en la lectura de una revista.
Al cerrar la puerta de la habitación, observó a Kelly con cautela.
—¿Tuviste un buen día?
—Si, gracias. Papá y yo fuimos a la costa —dejó la revista a un lado, prestándole
toda su atención.
—Así me lo informó la señora McLeod. Fueron a Brighton, ¿verdad?
—Sí —Jordan no estaba seguro del humor de ella, podía notarlo. Bueno, se
llevaría un sorpresa si creía que le iba a hacer una escena. Había decidido conservar
la calma. Sonrió—. Comimos pescado, papas fritas y luego algodón de azúcar.
—Apuesto a que tu padre se divirtió —le dijo con sequedad.
—Aunque te parezca raro, si. Estaba bastante relajado cuando llegamos a casa.
Aunque ha decidido que quiere ver a Miles —Kelly continuó informándolo de lo que
ella le sugirió—. No se me ocurrió qué otra cosa hacer.
—Fue una buena idea, quizá no se me hubiera ocurrido —se pasó una mano
por el cabello con cansancio.
—¿Tuviste un día muy difícil? —le preguntó con dulzura.
—Pues, no fue muy bueno —respondió con altanería.
—¿Por que no te bañas, y si quieres, te doy un masaje en el cuello? Tal como
solía hacerlo —le ofreció Kelly—. Tú decías que te hacía descansar… —vio la
confusión de Jordan.
—Kelly, ayer te pedí que volvieras conmigo. ¿Acaso estas aceptando?
—Estoy ofreciendo darte un masaje en el cuello —le contestó encogiendo los
hombros—, pero si no quieres que lo haga… —se acurrucó entre las mantas como si
se preparara para dormir, bostezando para que todo resultara más convincente.
—Desde luego que sí quiero —confesó Jordan apresurado—. Sólo tardaré dos
minutos, no te duermas.
Regresó del baño con una toalla enredada en la cintura y el cabello húmedo.
Kelly ocultó una sonrisa al ver la prisa con que se tendió en el lecho, boca abajo.
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Parecía que su actitud fría e indiferente estaba dando frutos… y así se comportaría en
adelante.
—¡Oh! —exclamó con satisfacción al sentir la punta de los dedos — de ella
recorrer su espina dorsal—. Tienes las manos más sensuales que conozco.
A Kelly le encantaba tocarlo de esta manera.
—¿Te gusta? —le preguntó, excitada.
—Mucho —le confirmó—. Siento lo de esta noche, Kelly. Normanson voló de
Nueva York y tuve que ir a encontrarlo. ¿Recuerdas a Normanson?
Lo recordaba con vaguedad. Era un amigo de negocios de Jordan.
—Sí, lo recuerdo.
—Me hubiera escapado, si hubiese sido posible —murmuró Jordan.
—No importa —ahora sus manos estaban sobre los hombros masculinos—.
Papá y yo la pasamos muy bien, y tú tienes que cumplir con tu trabajo —continuó
con los movimientos acariciantes.
—Sí —suspiró él—, pero después de lo de anoche…
—¿Anoche? —repinó Kelly, perdiendo por un momento el control.
Hizo un esfuerzo para recuperarlo.
—¿Qué hubo de especial anoche? —le preguntó en tono descuidado.
El rodó sobre el lecho para mirarla. Era más peligroso en esta posición. La
mirada se posaba sin recato alguno en la tela transparente de su camisón de dormir,
bajo el cual se alcanzaban a ver los senos.
—¿Y me preguntas eso? —emocionado la asió de los brazos.
—Sí —sonrió ella—. Estamos casados, Jordan. Tuvimos todo el derecho de
disfrutar de una noche como la que pasó.
—Pero, ¿no regresarás a mi lado?
—No podría tomar una decisión de esa naturaleza, basándome sólo en una
noche que pasamos juntos.
—¿Kelly? —él frunció el ceño—. ¿Qué me estás dando a entender? Que sigamos
como hasta ahora, durmiendo juntos pero sin comprometernos en nada?
Ella se retiró de él.
—No estoy lista para comprometerme con alguien a nada —se quedó
mirándolo mientras se levantaba de la cama para quitarse la toalla y ponerse la bata
de baño.
—¿Adónde vas? —le preguntó al verlo dirigirse a la puerta.
—A prepararme una bebida —la miró con frialdad.
—¿Así como estás? —le preguntó, refiriéndose a la escasez de prendas.
—¡Así, es lo que se me antoja!
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Capitulo 6
—¿Cómo sucedió esto? —inquirió Kelly.
—Lo averiguaremos después —el tono de Jordan era severo—. Llama al doctor
Jones y dile que venga de inmediato. Mientras, iré a calmar a tu padre.
—Sí, lo haré de inmediato.
El médico prometió ir enseguida. Kelly se vistió apresurada con unos
pantalones azul marino y una blusa, antes de ir a la habitación de su padre.
—¡Tenía derecho a saberlo! —oyó los gritos de su padre—. No soy un niño a
quien se le mima y se le sigue la corriente.
—Cálmate, David —decía Jordan—. Sé que no eres un niño…
—Entonces, ¿por qué ocultarme algo así?
—David…
—Papito —Kelly entró en la habitación—. Lo hicimos por tu bien. Los
médicos…
—¡Sí, los médicos! —gritó furioso—. ¿En qué pensaban, que no me lo dijeron?
¡Dios mío! ¿Se dan cuenta de que soy cinco años mayor de lo que creía? ¿Y ahora, de
qué te ríes? —se volvió hacia Kelly—. No es nada gracioso, te lo aseguro.
—Pero sí lo eres tú —le contradijo—. Todo lo que te indigna es el hecho de que
eres cinco años mayor de lo que creías.
—Para ti, que sólo tienes veintitrés, esto no tiene importancia pero yo ¡ya tengo
cincuenta y uno!
Kelly se sintió aliviada porque se dio cuenta de que ese momento de buen
humor lo relajó en forma visible. De todos modos, se alegró cuando llegó el médico
pidiendo quedarse a solas con su paciente.
Jordan se pascaba por su propia habitación a la vez que se ponía unos
pantalones color café y camisa.
—¿Cómo fue que esa noticia se publicó en los periódicos? —preguntó con
impaciencia, encendiendo un cigarrillo.
Kelly se sentó en la cama.
—No tengo la menor idea.
—Nadie lo sabía, fuera de nosotros, y unos cuantos en el hospital —recogió el
periódico en donde se publicó la noticia—. Ben Durston —leyó el nombre del
reportero—. Nunca oí su nombre. ¿Lo conoces?
—Estás implicando…
—No estoy implicando nada —suspiró—. Sólo pretendo descubrir dónde
recogió esa información. De alguna manera este hombre. Ben Durston, supo lo de tu
padre, y quiero averiguar cómo.
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—Ven aunque sea una hora —le sugirió Maggie—. Tu padre está dormido y
Jordan no ha llegado.
—Es posible que tengas razón —dijo Kelly pensativa—. Muy bien —se
decidió—. Estaré ahí en quince minutos.
Subió de prisa la escalera para cambiar su ropa informal por uno de los vestidos
elegantes que colgaban en su guardarropa.
—Saldré sólo por una hora, señora McLeod —pasó por la cocina para avisarle al
ama de llaves—. Mi padre no despertará antes. El doctor dijo que las pastillas lo
harían dormir mucho tiempo.
—¿Qué le digo al señor Lord, si llegara antes que usted regrese?
Kelly levantó los hombros.
—Dígale que sólo estaré ausente una hora —no quiso que el ama de llaves le
dijera adonde había ido. ¡Que se preocupara!
El apartamento de Maggie era tan extravagante como ella misma; la chica usaba
un vestido de lino rojo cuya falda terminaba en puntas. Su aspecto era el de una
hermosa gitana.
—Te veo cansada —comentó después de darle el abrazo de bienvenida.
El rubor invadió el rostro de Kelly. Estaba cansada porque era de madrugada
cuando ella y Jordan se quedaron dormidos.
—Pensaba que me levantarías el ánimo —le dijo contrariada—, no que me
recibirías diciéndome lo mal que me ves.
—No dije que te veo mal —Maggie la condujo a la sala y le sirvió una bebida
antes que se diera cuenta de lo que sucedía—. Sólo dije que te veía cansada Oye, ¿tú
y Jordan no habrán estado?…
—¡Maggie! —Kelly se puso tensa—. Ese tema es muy personal.
Maggie la miró en forma especulativa.
—No me gusta cómo me lo dices. No le habrás permitido seducirte otra vez.
—No, no se lo he permitido —se tomó el whisky de un solo trago, sintiendo que
le ardía el estómago—. ¡Dios mío bien pudiste advertírmelo! —tosió y se levantó
mientras Maggie le daba unos golpes en la espalda—. Sabes que nunca tomo whisky
—puso el vaso vacío sobre la mesa.
—Se me olvidó. ¿Estás bien? —le preguntó cuando Kelly dejó de toser.
—Así lo creo —dijo haciendo un gesto.
—Ven, te mostraré unos diseños —Maggie se encaminó hacia su mesa de
trabajo—. Mira éste y éste… —juntó una buena cantidad y se la enseñó a su amiga.
—Son hermosos —comentó Kelly.
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Capitulo 7
Jordan, sentado en el borde de la cama, se vestía con nerviosismo. Kelly resistió
el impulso de acariciarlo porque aún su comportamiento era incomprensible para
ella.
Yacía bajo las sábanas, la ropa que usó hasta una hora antes estaba regada por
el suelo en donde Jordan la había tirado. Kelly pensaba que una o dos de esas
prendas estarían inservibles… la impaciencia de Jordan no se detuvo ante botones o
cierres.
Lo que siguió a este frenético despojo de sus ropas, fue del todo diferente a
cualquier otra cosa que Jordan y ella hubieran compartido.
El le había hecho el amor como si sólo deseara su cuerpo y al final, tenía a Kelly
aferrada a él sin pudor alguno, respondiendo a todo lo que él quería saber acerca de
esa tarde. Por fin pareció aceptar que su visita a Maggie era verdad.
Kelly disfrutó cada segundo de esa entrega, pero tan pronto como sus
corazones reanudaron su pausado ritmo. Jordan se retiró de ella y se vestía para
abandonarla.
—¿Jordan? —su voz era temerosa.
—¿Sí? —contestó aún furioso.
—¿Me crees? —por fin se atrevió a tocar su espalda desnuda, sólo para que se
retirara de ella con violencia—. ¿Jordan? —se mordió el labio inferior cuando él se
levantó.
—Sí, te creo —empezó a abotonarse la camisa—. Hay circunstancias bajo las
cuales nunca mientes. Esta fue una de ellas.
Cuando se marchó, ella se dejó caer sobre las almohadas y estalló en llanto.
Acababa de probarle, de la manera más humillante posible que ella sólo era un
cuerpo para él. No podía permitir que eso continuara. Le pediría a la señora McLeod
que le preparara una habitación aparte.
Su padre volvió de la clínica un poco antes de la cena, y Kelly aprovechó el
momento en que ellos tomaban una copa antes de cenar para hablar con el ama de
llaves.
—Oh, me ocupé de eso —le aseguró el ama de llaves cuando Kelly le dio sus
órdenes.
—¿Cómo? —la joven parpadeó confundida.
—Sí señora. El señor Lord me pidió que lo hiciera antes de salir.
—¿Lo hizo? —Kelly palideció.
La señora McLeod asintió con la cabeza.
—Explicó que su insomnio no la deja descansar a usted.
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—La más grande de todas —pero su suegro sonrió para suavizar sus palabras—
, y la mejor.
Jordan se inclinó burlón.
—Tomaré tus palabras como una lisonja.
—Estoy segura de que papi tuvo la intención de que eso fuera —Kelly intervino
de pronto—. Siempre admiró a la gente que ve las cosas que quiere y las toma —
había doble intención en sus palabras, y la expresión de Jordan le indicó que había
comprendido.
—Excepto una vez —su padre no se dio cuenta de la tensión entre ellos—. No te
agradecí que te llevara de mi lado —explicó cuando los dos lo miraron
interrogándolo con la mirada—. Y con tanta prisa. Fue casi una indecencia.
—Te equivocas acerca de eso, David —sus ojos le prometían a Kelly el desquite
por la pulla que ésta te había lanzado—. Hubiera sido una indecencia si no me
hubiera casado con Kelly —se burló.
—¿Qué? ¡Oh, sí… —su padre rió—. Entiendo lo que quieres decir.
—¡Pero yo no! —protestó Kelly encolerizada—. No me gusta lo que insinuaste,
Jordan —no dejaría que ese insulto pasara sin contestación.
—Sólo está bromeando, amor —opinó David.
—Quizá, pero no me gustó —sus mejillas estaban ruborizadas por la ira.
—A Kelly no le gusta que le hagan bromas —se burló Jordan.
—¡No, no me gusta! O por lo menos no con algo como eso.
El levantó las manos como para indicar que estaba derrotado.
—El caso se cierra.
El señor Darrow bostezó.
—Me voy a la cama. Los veré mañana.
Una vez que estuvieron solos, Jordan fue al bar y se sirvió un whisky.
—Espero que te sientas contenta ahora que has asustado… no asustado no es la
palabra correcta, avergonzado a tu padre en tal forma que lo obligaste a ir a la cama.
—¡No hice nada de eso! —exclamó ella—. Tú tienes la culpa. Insinuaste que me
hiciste un favor al casarte conmigo.
—¿Eso hice? —Jordan sonrió con burla—. Creo que entendiste mal.
—Lo que quisiste decir a mi padre fue que, si no te hubieras casado conmigo de
todos modos me habrías seducido.
—¿Dije eso?
—¡Sabes muy bien que lo hiciste! —se levantó furiosa—. ¡Eres un presumido!
¡Yo no hubiera dormido contigo!
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Kelly caminó hacia él. Jordan gimió de nuevo al sentir que la chica le tocaba el
hombro, y abrió los ojos con dificultad.
—¿Q…qué quieres?—arrastraba las palabras—. ¿Por qué no me dejas en paz?
¡Vete, déjame solo!
—¡No lo haré! —lo sacudió al ver que cerraba de nuevo los ojos—. Despierta,
Jordan. ¡Vamos! —lo tiraba del brazo—. No puedes quedarte aquí.
—¡Yo puedo quedarme donde se me antoje! —la miró sombrío.
—Deberías estar en tu cama —le dijo con impaciencia.
—¿Qué objeto tiene? ¡Tú no la compartirás conmigo!
—Ve a acostarte, Jordan.
—Estoy muy… bien aquí —murmuró soñoliento.
—¡Jordan! —Kelly lo sacudió de nuevo—. ¡Jordan, despierta! —le ordenó con
desesperación, pero él no la oyó.
De pronto su padre apareció en la puerta, dándose cuenta de la situación.
—¿Necesitas ayuda? —le preguntó con cautela.
Kelly lo miró agradecida.
—¿Podrías ayudarme a llevarlo a la cama? El… no está muy bien —se ruborizó.
Jordan esbozó una sonrisa burlona.
—Lo que Kelly quiere decir —rodó sobre su cuerpo y poco le faltó para caer del
sofá—. Es que estoy por completo privado de mis facultades mentales —rió.
Su padre entró en la habitación.
—No me di cuenta de que tenían fiesta —dijo con sequedad.
—Oh sí —Jordan lo miró—. Para una sola persona —rió con amargura—. ¿No
es así, mi amor? —dirigió una sonrisa en dirección de Kelly—. Dile a tu padre la
razón de mi fiesta solitaria —la animó medio sentándose—. Dile…
Se dejó caer de nuevo sobre el sofá por completo inconsciente.
—¡Oh, Dios mío! —Kelly ocultó el rostro entre las manos—. Lo siento, papá.
Lamento que hayas tenido que presenciar esto.
—No te apenes, cariño —la abrazó—. Discutieron, ¿verdad?
—Sí —ella apoyó la frente contra el pecho de su padre.
—¿Fue muy serio el motivo?
—Bastante.
—Cariño, no se puede decir que un matrimonio haya tenido éxito a menos que,
de vez en cuando tengan sus discusiones. Piensa en lo aburrido que sería si en todo
estuvieran de acuerdo.
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—Lo fue.
—¿De seguro que no tuvo nada que ver la broma que te hizo antes de retirarme
a mi habitación?
—En forma indirecta —le dijo cortante.
—Oh, Kelly, cariño, no puedes…
—Por favor, papá, sé que tienes las mejores intenciones, pero…
—Lo que me quieres decir es que no intervenga —arqueó una ceja—. Está bien
puedes decírmelo siempre que me pase de la raya.
Ella miró la taza que tenía en la mano.
—Te estás pasando de la raya.
—Bueno, caso cerrado —aceptó de buen humor—. Ahora dime, ¿quieres
llevarme a la clínica? Me aconsejaron que no manejara.
Kelly sonrió.
—Por supuesto que te llevare —quería estar fuera de casa cuando Jordan
despertara—. Te recogeré cuando termines, también, si así lo deseas —le ofreció.
—Eso no será necesario, Ann dijo que me traerá.
¡Así que la hermosa Ann Fellows quería ver de nuevo a Jordan!
Quizá la otra mujer fuera la razón por la que Jordan se embriagó la noche
anterior. Probablemente añoraba estar en compañía de ella que fingiendo ante el
padre de Kelly.
Jordan había salido para la oficina cuando Kelly regresó de la clínica, y a juzgar
por el nerviosismo de la señora McLeod, el humor de su esposo era negro, tal como
Kelly lo esperaba.
—¿Regresará mi esposo para la hora del almuerzo? —preguntó al ama de
llaves.
—Yo…no lo creo—la señora McLeod tartamudeó una respuesta.
En otras palabras, la pobre mujer estaba tan asustada que no se atrevió a
preguntarle.
—Entonces, todos saldremos —le dijo Kelly—. Mi padre comerá en la clínica así
que yo también almorzaré fuera.
—Muy bien, señora Lord.
Kelly entró en la sala, encontrando el número que necesitaba antes de marcar.
—Con la señora Smythe, por favor —le pidió a la criada que contestó el
teléfono—. Habla la señora Lord —daba pequeños golpes de impaciencia en la
mesita del café mientras esperaba que Laura contestara.
—¿Kelly! —Laura exclamó encantada—. ¡Qué gusto oírte! Y providencial,
también, me siento un poco deprimida esta mañana —le explicó.
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Capitulo 8
Laura miraba a Kelly con aprensión.
—¿Kelly? —frunció el ceño confundida.
—Yo… ¿te importaría que fuéramos a otra parte?
Recogió su bolso preparándose para salir.
—¡Por supuesto que no! si así lo prefieres —estuvo de acuerdo Laura al
instante.
—Sí, lo prefiero —dijo Kelly poniéndose de pie.
Salió del restaurante por otra puerta, distinta a aquélla por donde Jordan entró,
observándolo para asegurarse de que no la viera.
—¿Kelly?
Ella volvió el rostro hacia Laura.
—Lo siento —le sonrió fingiendo alegría—. Yo… No quise hablarle a Jordan en
este momento. El parecía… estar ocupado —se disculpó.
Laura la hizo entrar en un taxi.
—Ven, vamos. Comeremos en mi casa, si quieres.
—No, no quiero comer —Kelly se mordió el labio inferior para impedir que le
temblara, el recuerdo de la mano de Jordan descansando sobre la espalda de Ann
Fellows la perseguía.
—Así lo creí. Hablaremos cuando lleguemos a casa —agregó Laura con
dulzura.
La sala de descanso de Laura tenía las ventanas orientadas hacia el jardín, la
vista era reconfortante. Kelly se sentó entrelazando las manos sobre el regazo.
—Sue, trae café —le pidió Laura a la criada—. ¿Estás segura de que no quieres
nada de comer?
—No, gracias —le replicó Kelly con rostro sombrío.
—Sólo café —le dijo Laura a la criada—. Ahora —se sentó al lado de Kelly una
vez que estuvieron solas—, ¿quieres decirme lo que pasó?
Kelly trató de controlarse.
—No hay nada qué decir —respondió con firmeza.
—¿Quién era la mujer, Kelly?
—Una enfermera. Ella… ella cuidó a mi padre —Kelly cesó de disimular, y
Laura se percató de su desesperación—. Creo que ahora, ella ha fijado su atención en
Jordan —sonrió temblorosa.
—¿Pero no estás segura?
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—Y no debes fingir ante nadie —le dijo Kelly en tono confidencial—. Laura
sabe que nuestro matrimonio es un fracaso y creo que se lo habrá dicho a Ian; no
parecen tener secretos entre ellos.
—¿Le contaste a Laura la verdad? —Jordan le preguntó ignorando la pulla.
—No necesité hacerlo, ella lo adivinó.
—¿Cuantas más de tus “compinches” saben la verdad de nuestro arreglo?
—Laura no es mi “compinche”. Es mi amiga. La estimo bastante.
—Bueno, es mucho mejor que Maggie.
—¡Viniendo de ti, eso no es una lisonja. Pensarías que Judas es mejor que
Maggie! —sus ojos brillaron con resentimiento.
—¡Qué extraño, que hayas usado esa comparación!
—¿Qué quieres decir? —lo miró con fijeza.
—Oh, no importa —Jordan encogió los hombros.
—Ahora eres tú quien evade la pregunta —le reclamó con valor.
La expresión de él era burlona.
—Puedes aplicarme el mismo tratamiento que yo te doy, si gustas.
Era la primera vez que hacía referencia a la tarde en que poco faltó para que la
violara, Kelly se ruborizó.
—No, creo que no —bajó las piernas de la silla de descanso donde se
encontraba—. ¿A qué hora nos espetan Ian y Laura?
—A las siete y media.
—Entonces es mejor que vaya a arreglarme.
Se forzó a caminar con despreocupación al atravesar el jardín y entrar a la casa,
sabiendo que Jordan la estaba observando. ¡Oh, cómo quisiera poder ser inmune a su
indiferencia, que no le importara el que ya no la deseara!
Puso especial cuidado en su arreglo, y Jordan no ocultó su admiración cuando
la vio entrar y se le acercó para colocarle sobre los hombros una chaquetilla de
terciopelo.
—Muchas gracias —le dijo con frialdad, retirándose de él—. No he visto a mi
padre esta noche.
—Salió a cenar. Llamó para avisarnos mientras tú te bañabas.
—No dijo nada de que pensara cenar fuera cuando lo vi.
—Fueron planes de última hora, me parece —abrió la puerta del auto para que
ella entrara y acomodó la tela de su falda antes de cerrarla otra vez.
El aroma de la loción de afeitar que él usaba la envolvió tan pronto como se
sentó en el coche; era demasiado real para que lograra ignorarla. La mareó un poco,
así como el olor del cigarrillo que fumaba.
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Kelly suspiró.
—Que estoy embarazada.
—Sí, lo sé —le confirmó su amiga—. Pero Jordan no lo sabe, ¿verdad?
—No. Yo tampoco lo sabía hasta esta noche, cuando empecé a sentirme mal.
¡Oh, Laura! ¿Qué voy a hacer?
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Capitulo 9
Laura la miró con tranquilidad.
—¿Qué es lo que quieres hacer?
—No lo se. ¡Todo es tan inesperado!
—No quieres tener al nene, ¿es eso?
—¡Que no quie… —exclamó Kelly—. ¡Por supuesto que sí quiero!
—Entonces… ¿Cuál es el problema?
—¡El padre del nene!
—¿Jordan?
—¡Por supuesto, Jordan!
—Sólo quise estar segura —sonrió Laura.
—Pues más vale que lo estés… y muy segura. Jordan es el padre de mi hijo —
Kelly suspiró—. Ha sido el único hombre en mi vida.
—Parece que te arrepientes de que sea así —insistió Laura.
—Arrepentimiento no es la palabra adecuada. Pienso que si hubiera amado a
alguien más, no hubiese caído con Jordan de manera tan fácil por segunda vez, ni me
hubiera metido en este lío.
—¿Consideras que es un lío?
—No —suspiró de nuevo—. ¿Quieres saber lo que siento, en realidad? ¡Estoy
como en éxtasis! —los ojos le brillaban—. Estoy encantada de llevar de nuevo un hijo
de Jordan en mis entrañas. ¡Pero no quiero retener al padre junto a mí de esa manera!
—¿Has pensado que quizá él quiera que lo retengas… de cualquier manera. —
Ya me dijo que, tan pronto como mi padre esté bien de nuevo quiere que yo salga de
su vida —recordó sombría.
—¿En realidad te dijo eso?
—Oh, sí.
—Iré a traerte el pastel y el té.
—¡Laura! —Kelly la detuvo—. ¿No le dirás a Jordan la verdadera razón de mi
malestar?
—Claro que no —le aseguró Laura—. Aunque creo que sabes que se trata de
algo que no podrás ocultar por mucho tiempo. ¿Cuántas semanas tienes de
embarazo?
—Cinco.
—Pareces estar muy segura.
Kelly bajó la vista mirándose las manos.
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—Lo estoy.
—No tardaré —y Laura salió de la habitación.
¡Estaba embarazada! Quería gritar, llorar de alegría. Esta vez, se aseguraría de
que nada saliera mal; tendría a su hijo con o sin Jordan.
Y estaba decidida a no retener a Jordan a su lado con el pretexto del nene.
No necesitaba que un médico confirmara su embarazo, no obstante, recordando
la amabilidad de Paul Anderson, el especialista que la atendió la vez anterior, pensó
que sería mejor ir a verlo. Sí, haría una cita con él.
—¡Aquí tienes! —Laura llegó con el pastel y el té prometidos—. Cuando
termines, será mejor que bajemos y tranquilicemos a ese ansioso esposo tuyo.
Kelly se sentó en la cama para tomar el té.
—Laura, has hecho mucho esta noche preparándonos la cena.
Deberías sentarte a descansar con los pies en alto.
—Lo haré cuando pueda. Bueno, mi maleta está lista y tengo todo lo necesario,
ahora me pregunto si tendré tiempo de asear el comedor antes de irme —se mordió
el labio inferior, pensativa—. Le di a Carol la noche libre porque yo quise preparar la
cena, y no quisiera dejarle todo ese desorden para que ella lo arregle mañana. ¿Crees
que tenga tiempo de limpiar?
—¿Tiempo? —repitió Kelly sin comprender—. Yo puedo ayudarte, me siento
bien.
El rostro de laura se iluminó.
—¡Maravilloso! Si bajamos y empezamos luego, no deberíamos tardarnos
mucho puesto que somos dos —de pronto se llevó las manos al vientre—. ¡Oh, Dios
mío, ése sí que estuvo fuerte!
—¿Ese? —Kelly le preguntó—. ¿Qué quieres decir?…
—Oh, es que he estado con contracciones desde hace dos horas, mas o menos —
le dijo Laura feliz.
—¿Ya avisaste a la clínica?
—Oh, sí.
—¿Y a Ian?
Laura dejó escapar una risita.
—No, todavía no. Se asustará y esto todavía se llevará horas.
—¡Pero no puedes saber eso con seguridad! —Kelly se levantó, asustada—.
Tienes que salir para la clínica tan pronto como sea posible.
—Pero dijiste que me ayudarías a limpiar la cocina y el comedor primero.
—Jordan y yo podemos hacer eso cuando ustedes se vayan —Kelly la sacó de la
habitación empujándola suavemente—. Espero que tu pobre esposo no se vaya a
desmayar de la impresión.
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Jordan regresó una hora después, reuniéndose con Kelly en la sala de descanso.
—Ian prometió llamarnos tan pronto como haya noticias. Por lo pronto, te
llevaré a casa y te meterás en la cama. Te veo exhausta.
—Me siento bien —Kelly se ruborizó.
—Pues no parece —la contradijo con firmeza—. Te meterás en la cama y
tomarás una bebida caliente.
—¿Y tú? —le preguntó, de pronto añorando su proximidad.
—¿Yo? —repitió cortante volviendo el rostro—. No, no creo.
Ella guardó silencio en el tibio interior del coche, lo necesitaba esta noche, y una
vez más la rechazó. Nunca se lo pediría de nuevo.
Su padre ya estaba en la cama cuando ellos llegaron, y bostezaba cansado. Kelly
se dirigió a su habitación; Jordan no hizo nada por detenerla. De nuevo se mostraba
taciturno, inalcanzable.
Ella se encontraba acostada cuando escuchó un llamado a la puerta.
Jordan entró en la habitación, para sorpresa de Kelly, con una bandeja.
—Cocoa —anuncio sentándose en el borde de la cama.
Ella tomó el recipiente de su mano, ruborizada de alguna manera la presencia
de Jordan la acobardaba.
—¿Qué es eso? —le preguntó mirando la pastilla que el le tendía.
—Estas excitada, y esta espera para saber de Laura no te hará ningún provecho.
Es una pastilla para dormir…
—¡No! —se retiró de él con horror—. No la quiero.
—No te hará daño. Es una de las pastillas que el médico le recetó a tu padre
para que durmiera.
¡Y que podía causarle un daño irremediable a su nene!
—No me gusta tomar medicinas —le dijo con frialdad.
—Tampoco a mí. Pero pienso que debes dormir, lo necesitas.
Kelly sabía de una forma más placentera de lograrlo sin necesidad de pastillas.
Sintió que se ruborizaba al pensarlo. Se dio cuenta de que Jordan adivinó sus
pensamientos con sólo mirarla a los ojos y la invadió la ira.
—Me dormiré sin necesidad de tomar pastillas —le dio la espalda—. Buenas
noches.
Podía oírlo caminar por la habitación, y de pronto, sintió hundirse el otro lado
de la cama bajo su peso, cuando él se acostó a su lado. La tibieza de su cuerpo
desnudo siguió la curva de la espalda de ella.
Kelly tembló cuando una mano masculina le acarició los muslos.
—Apaga la luz —le murmuró él mordiéndole el lóbulo de la oreja.
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—Jordan…
—No me rechaces, Kelly. No esta noche. Te necesito.
Ella no tenía intenciones de rechazarlo. Apagó la luz y se volvió para
enfrentarlo. Lo que siguió fue hermoso.
Cuando despertó a la mañana siguiente. Jordan se había ido, pero le quedaba el
recuerdo de sus cuerpos abrazados durante toda la noche. Como de costumbre, no se
habló una sola palabra entre ellos, pero no obstante, la maravilla del amor que ella
sentía por él, permanecía con Kelly, amenazando ahogarla.
¡Si pudiera ser así siempre! Pero no era posible. Pronto su embarazo sería
notorio.
Jordan entró en la habitación sin llamar, con el desayuno en una bandeja.
—Me dijo Laura que debía traerle el desayuno a la cama a la madrina de su hijo
—le explicó con una sonrisa.
Los ojos de Kelly se iluminaron de alegría mientras se incorporaba estirando la
sábana para cubrir su desnudez. La mirada de Jordan se fijó sin recato alguno en sus
senos descubiertos.
—¿Tuvo un hijo Laura? —le preguntó emocionada.
—También Ian —le respondió burlón.
—¿Cómo se encuentran los dos? —la chica lo miró impaciente.
—Bueno, parece que Ian está soportándolo todo muy bien. ¡Oh, está bien, está
bien! —Kelly lo amenazó con arrojarle una almohada—. Laura y el nene están bien.
Se llamará Anthony Michael.
—Como el padre de Laura —Kelly movió la cabeza asintiendo.
—Y como el de Ian —completó Jordan con voz seca.
—¿Te quedarás ahí parado todo el día con mi desayuno?
Sonriendo, colocó la bandeja sobre las piernas de la chica.
—Creo recordar que tú sólo tomas té y tostadas a esta hora.
—¡Correcto! —ella levantó la mirada sonriéndole—. ¿En realidad voy a ser la
madrina de Anthony?
—Sí —él se sentó a su lado—. Y yo el padrino —dijo orgulloso.
Kelly se entregó a la tarea de poner mantequilla a su tostada y servirse el té.
—¿Y cuándo piensan bautizarlo? —preguntó.
—Pues no creo que hayan fijado todavía una fecha. ¿Cuándo se supone que
deben ser bautizados?
—Como unos seis meses después de su nacimiento, me parece.
—Entonces, ésa será la fecha cuando lo hagan.
—Nosotros ya no estaremos juntos —le recordó ella.
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Esperó nerviosa en el consultorio que le llegara su turno. Ella sabía que estaba
embarazada, eso no la preocupaba. Sólo la inquietaba el temor de que le dijeran que
algo no marchaba bien en su embarazo.
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Capitulo 10
Cuando volvió en sí, yacía sobre el diván del consultorio de Paul Anderson.
—¿Usted no lo sabía, verdad? —suspiró el galeno.
—No. No tenía la menor idea.
—Yo, como es natural, pensé que su esposo se lo habría dicho.
—Mi esposo y yo nos separamos tan pronto como perdí al nene —le dijo
sombría e incorporándose a la vez.
—Ya veo. Entonces, este nene…
—Es de él —lo interrumpió Kelly con voz firme—. Vino después de una
reconciliación temporal—se ruborizó bajo los ojos interrogantes del médico—. Pero
eso carece de importancia ahora, lo que me interesa es no perder este hijo.
—A mí también, señora Lord.
—Entiendo que lo es… lo siento. No quise ser brusca —lo que sucedía era que
estaba impresionada por lo que él le había revelado, y todavía no podía poner sus
pensamientos en orden—. Dígame qué es lo que debo hacer para lograr que mi hijo
venga al mundo de manera normal, y lo haré.
—Bien…
—¿Sí? —preguntó ansiosa—. ¿Ha pensado en algo?
—Sí, pero no será muy agradable.
—Dije que haría cualquier cosa, doctor Anderson, y lo dije en serio.
—Muy bien —respondió él levantando los hombros—. Pero no diga que no se
lo advertí. La solución ideal es que usted pase todo el embarazo en cama, ya sea en
su hogar o en un hospital.
—¿Todo el tiempo? —preguntó incrédula.
—Me temo que así es. De esa manera, casi no habría riesgo.
—Entonces lo haré —decidió Kelly—. ¿Cuándo tendría que empezar?
—Tan pronto como le sea posible —el doctor frunció el ceño—. ¿Está segura de
querer hacer esto? No es una decisión que deba tomarse a la ligera. Tal vez debería
discutirlo primero con su esposo.
—No —bajó la vista mirando sus manos—. Le dije que nuestra reconciliación
fue temporal —levantó la cabeza con orgullo—. Todo ha terminado —ahora sabía el
motivo por el cual Jordan abandonó la habitación, pero eso no justificaba lo de
Angela Divine.
—Entiendo.
—Quiero ir a un hospital —le dijo decidida—. ¿Podría recomendarme alguno?
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—Sí, por supuesto… Puedo arreglar todo para usted desde aquí, si así lo
prefiere.
—Sí, tal vez sea lo mejor —se levantó dando por terminada la entrevista—. Le
llamaré más tarde para confirmar cualquier arreglo que usted haya hecho.
—Quizá sea mejor que yo la llame…
—¡No, no! —repitió su negativa—. Es probable que no esté en casa y yo… yo
quiero recibir la llamada. Usted es mi médico y como tal, entiendo que esta entrevista
será información privada, entre usted y yo.
—Sí —aceptó él con voz lenta.
—Y si alguien llegara a preguntarle cosas acerca de mí… cualquier cosa, ¿usted
no daría ninguna información?
—No, si usted me lo pidiera.
—Se lo estoy pidiendo —dijo Kelly con toda calma.
—¿Esta petición suya, incluye al esposo del cual está separada?
—A él, en especial —le confirmó con voz temblorosa.
—¿Cree usted que su actitud sea acertada? —le preguntó el médico con
dulzura—. En los meses venideros es cuando más lo va a necesitar a su lado.
—Nuestro matrimonio terminó —insistió ella—. Lo llamaré después, doctor
Anderson.
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—Yo no… —Maggie se interrumpió al oír que alguien abría la puerta con una
llave. Un hombre entró en la estancia, vestía con informalidad.
—¿Qué estás haciendo aquí? —quiso saber Maggie.
—Olvidé mi cuaderno de notas —se dirigió al escritorio que estaba en un
extremo de la habitación y recogió la libreta—. ¿No nos vas a presentar? —le
preguntó, mirando a Kelly con interés.
—Soy Kelly Lord—se presentó al ver que Maggie quedó muda.
El abrió los ojos sorprendido.
—¿Kelly Lord? Esposa de Jordan Lord —dijo arrastrando las palabras—. Hija
de David Darrow.
Ella asintió con la cabeza.
—Sí, ésa soy yo —Kelly lo miró extrañada—. ¿Le conozco a usted, señor?…
—Ben —intervino Maggie.
—Muy bien, querida, no es necesario que te alarmes —le sonrió—. Me retiro, ha
sido un placer conocerla —inclinó la cabeza antes de salir.
—Bueno, ¿de qué estábamos hablando? —preguntó Maggie cortante—. Ah, sí
de Jordan. Ahora…
—Maggie —la interrumpió Kelly algo tensa—. El nombre de tu amigo es Ben.
¿Ben Durston?
—Kelly…
—¿Lo es? —la voz de Kelly era aguda, una sensación de fatalidad la invadía.
—Sí —reconoció Maggie muy a su pesar.
—Ben Durston el que escribió el artículo acerca de mi padre.
—Sí —suspiró Maggie.
—Así que fuiste tú —la acusó Kelly—. Desde entonces hemos estado
preguntándonos cómo pudo enterarse el periódico, y ¡eras tú! ¿Por qué Maggie? —se
le ahogó la voz—. ¿Por qué me hiciste esto?
—Lo hice para retener a Ben a mi lado.
—Pero siempre me dijiste que eras tú la que no estaba segura de quererlo, no él
—frunció el ceño.
—Bueno, te mentí.
—¿Y fuiste capaz de traicionar una confidencia para que no te dejara?
—Haría cualquier cosa por evitar que eso sucediera —aceptó Maggie con
vehemencia.
—¡Pensé que éramos amigas!
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Todavía estaba confusa cuando llegó a casa y vio a la señora McLeod caminar
apresurada por el vestíbulo.
—¿Pasa algo malo? —le preguntó Kelly.
—No, nada en absoluto —el ama de llaves le sonrió alegre—. Es maravilloso,
verá usted…
—Está bien, señora McLeod —Jordan se les acercó—. Lleve el champaña al
señor Darrow tan pronto la tenga preparada, y avísele que la señora Lord y yo nos
reuniremos con él en un momento.
Kelly observó a la mujer desaparecer rumbo a la cocina, y Jordan la tomó con
firmeza del brazo llevándola a su estudio. Ella lo miró nerviosa, preguntándose el
porqué de la celebración. ¿Habría roto el doctor Anderson su promesa?
—Tu padre y Ann acaban de anunciar su compromiso —le informó Jordan,
tranquilizándola y sin sospechar nada acerca del embarazo.
—Oh no, Jordan, eso no lo permitiré.
El entrecerró los ojos.
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—¿Que no lo permitirás?
—No, no lo permitiré —ella sacudió la cabeza con firmeza—. Tú podrás
involucrarte con todas las mujeres que quieras, pero no permitiré que te burles de
papá.
—Involucrarme… ¿Estás insinuando que tengo que ver con Ann?
Kelly no se dejó intimidar por su ira, el hijo que llevaba en su vientre le daba el
valor que quizá, de otro modo, le faltaría.
—No estoy insinuándolo, Jordan. Te vi con ella hace poco en un restaurante.
—¿Que me viste con Ann? —su voz era incrédula.
—Sí.
—Pero yo… ¡Ah, ya sé! Sí, estaba con ella, pero también se encontraba ahí tu
padre.
—¡Estaban solos!
—Tu padre llegó poco después de nosotros. Si hubieras permanecido un
momento más espiándonos, lo hubieses visto.
—Suponiendo que eso sea verdad…
—Lo es.
—Si lo es, ¿por qué tanto misterio sobre el asunto?
Jordan apretó los labios, pensativo.
—De todos modos, ¿tienes intenciones de dejarme? —le preguntó por fin.
—Tan pronto como sea posible —lo confirmó ella.
—Entonces, no tengo nada qué perder —dijo resignado—. Tu padre recuperó la
memoria ese día. Tal vez recuerdes que estaba profundamente dormido cuando
regresaste a casa.
Sólo una cosa le importaba a ella ahora.
—¿Mi padre recuperó la memoria? —repitió confusa—. ¿Recuerda todo?
—Sí —respondió Jordan con desaliento.
Ya no tenía ninguna cosa por la cual preocuparse. Sólo quería que se le
explicara el porqué no se le informó de su recuperación cuando sucedió.
—¿Por qué crees que no lo hicimos? —le preguntó a su vez Jordan en respuesta
a su pregunta.
Ella sacudió la cabeza, demasiado cansada para pensar.
— No tengo ni la menor idea.
—Me sorprendes —dijo él arrastrando las palabras—. Últimamente pareces ser
tú la que tiene todas las respuestas.
—Tengo una más, Ben Durston es el hombre que vive con Maggie.
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El silbó sorprendido.
—No se me ocurrió nunca. Quizá porque tenía otras cosas en mi mente —dijo
con tristeza.
—Tales como… —la voz de Kelly era dulce.
—Tú —suspiró Jordan.
—Jordan —se mordió el labio inferior—. Maggie me confesó la forma en que te
ha perseguido durante años, sólo quiero decirte que yo… que lo siento, por mi
comportamiento contigo por culpa de ella. Tenías razón, no fue una verdadera
amiga. ¿Por qué no me contaste lo de ella?
—¿Y desilusionarte, sabiendo lo que pensabas de ella? No tuve valor para
hacerlo.
—Y aun así, me has herido de tantas otras maneras.
—Pero nunca con intención —le respondió. Su voz era algo ronca.
—¿El haberte involucrado con Angela Divine no fue con intención? ¿Se suponía
que no debería sentirme herida? —le reclamó Kelly.
El frunció el ceño con expresión sombría.
—¿Crees que tengo amoríos con todas las mujeres que conozco?
—Sé de ella.
—¿De la misma forma como sabías lo de Ann Fellows?
Ella se ruborizó por el reproche.
—Los oí, a Angela y a ti, cuando hacían planes para irse juntos de vacaciones.
El estaba anonadado.
—No sé de lo que me estás hablando. Nunca tuve amoríos con Angela, y puedo
asegurarte que jamás hicimos planes para irnos de vacaciones juntos… como no
fuera en viaje de negocios.
—En definitiva, no te creo.
—Estás equivocada.
—¡No puedo estarlo! Yo los oí.
—Cuéntame —le dijo con suavidad.
Ella lo hizo, sin omitir detalle, ni siquiera la furia y la frustración que había
sentido.
—Se trataba de Ian —le aclaró cuando ella terminó el relato.
—No te comprendo —lo miró confundida.
—Ian era quien se iría con Angie. Laura era la mujer posesiva en su vida, y su
padre, el hombre de negocios de gran influencia.
Ella contuvo el aliento, horrorizada.
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—No… —y sin embargo. Laura misma le había confiado que Ian la traicionó en
un tiempo.
—¡Sí! —insistió Jordan, había ira en su voz.
—Entonces… todo este tiempo…
—Sí, ¿qué me dices de todo este tiempo, Kelly? —él se le acercó y la abrazó—.
Dime. ¿Cuándo escuchaste esa conversación?
—Fue… —cerró los ojos para tratar de rechazar el dolor que la invadía—. Fue el
día que perdí al nene —dejó que las palabras salieran atropelladas de sus labios.
Lo escuchó respirar con fuerza.
—¿El que perdieras al bebé… sucedió por eso? —preguntó. Su voz temblaba.
—Sí. ¡Oh Dios mío, sí!
—¡Mi pequeña tonta! —gimió él oprimiéndola contra sí—. ¿No te das cuenta de
que tú también pudiste haber muerto?
Ella lo miró.
—¿Es eso cierto? —tenía las mejillas bañadas en lágrimas.
—Tú no eres fuerte para tener niños —murmuró entre sus cabellos.
—¿Fue por eso que abandonaste nuestra habitación? —le acariciaba el
abundante cabello de la nuca—, ¿y me dejaste cuando más te necesitaba?
—¿Y acaso creías que yo no te necesitaba? —su voz era atormentada—. Pero no
podía estar cerca de ti sin hacerte el amor. Tuve que separarme de ti porque sabía
que no podría controlarme. Todavía no puedo hacerlo, cuando estoy contigo.
—¿Jordan? —ella contuvo el aliento, temerosa de abrigar alguna esperanza.
—Te amo, Kelly. No es posible que no te hayas dado cuenta de eso.
Ella parpadeó.
—¿Amor…Jordan? ¿Verdadero amor?
—¡Sí… verdadero amor! Te amo con locura, con pasión, nada que no seas tú me
importa. Siempre te he amado, desde que te vi por vez primera. Yo me hubiera
casado contigo de inmediato, pero tu padre insistió en que esperara. Verás, soy lo
que puede llamarse un anormal, emocionalmente. Padezco cierta enfermedad.
—¿Qué es lo que te sucede?
Jordan se retiró de ella, dejando caer los hombros.
—¡Estoy obsesionado contigo! —se volvió para mirarla, triste—. ¡Si pudiera
encerrarte donde nadie te viera, lo haría! Siento celos de todo el que te mira, del que
te habla. Cuando pensé que el nene te apartaría de mí, me desmoroné. Si hubieras
muerto, yo me hubiese matado.
—Pero… pero me dejaste ir.
—Sí —suspiró él—. Te dejé ir, antes que destruirte.
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—Después de estar separada de mí durante cinco años, creo que ya debes saber
si puedes o no vivir conmigo. Está bien, Kelly, comprendo. Yo tampoco podría vivir
con esta obsesión. Sabes ya la verdad acerca de tu padre, así que brindaré por su
felicidad y me iré —le dijo con amargura.
Kelly frunció el ceño.
—¿Por qué no se me dijo la verdad? ¿Por qué no me dijeron que había
recuperado la memoria? —todavía no había contestado a esa pregunta, aunque ya
había respondido a muchas otras.
—Porque yo quería tener otra oportunidad de ganar tu amor —alzó los
hombros—. Pero no resultaría, no viviendo contigo como lo estamos haciendo. Sólo
el verte me hace temblar de deseo. ¡Compartir la habitación contigo, sin tocarte, sería
el purgatorio!
—Pero mi padre…
—El creyó que nunca dejaste de amarme, aun cuando estábamos separados. El
pensó también que era justo que yo tuviera esta oportunidad. Quería que fueras feliz
y pensó que yo podría darte esa felicidad. Se equivocó, así como yo. Puedes quedarte
aquí, yo me iré.
—Eso no será necesario, pues yo tendré que irme por un tiempo —le aseguró
apresurada—. Pienso viajar.
Jordan frunció el ceño.
—A tu padre no le gustará eso.
—Es que no me importa la opinión de nadie, Jordan —le contestó controlando
su voz, tratando de mostrarse fría y segura de sí.
—Muy bien —él se irguió, como si se recuperara de un golpe—. Vamos a
representar una comedia ante tu padre y Ann.
—Jordan… —su voz se ahogó—. Lo siento.
—También yo —le dijo apesadumbrado.
¡Oh, por favor, que estos meses pasen rápido!
No fue así, los días parecían arrastrarse. Y sin embargo, al final. Todo valió la
pena. Esta vez, no hubo ningún contratiempo, y cuando se acercó el día tan
ansiosamente esperado, todo se desarrolló dentro de una increíble normalidad.
Durante el tiempo que Kelly pasó en el sanatorio, su única visitante fue Laura, a
la que hizo jurar que guardaría el secreto hasta del mismo Ian. Telefoneaba a su
padre con frecuencia, para no causarle ansiedad, y tenerlo informado acerca de sus
supuestos viajes. Como estaba recién casado, fue más fácil sostener el engaño, pues la
atención de él ya no estaba concentrada sólo en ella.
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—No se aflija —rió ella—. Habrá muchas ocasiones en que tendrá que hacerlo.
—Oh, señora Lord…
—Comprendo —Kelly oprimió su mano—. Sólo estaré ausente durante media
hora —le advirtió.
Janet estuvo tan sorprendida de verla como la señora McLeod, aunque ella
recuperó su control casi al instante.
—Le avisaré al señor Lord que usted está aquí —le dijo muy cortés.
—No, no lo haga —Kelly la detuvo—. Quiero sorprenderlo —le explicó.
Janet enarcó las cejas.
—Oh, creo que lo logrará.
—Mi esposo saldrá a almorzar —le dijo Kelly a la muchacha—. Así que por
favor cancele todos sus compromisos por el resto del día y no pase llamadas.
—No estoy segura…
—Cancélelas, Janet —le ordenó Kelly con firmeza antes de entrar en la oficina
de Jordan.
—Kelly… —él se levantó con lentitud cuando la vio.
—Hola querido… —lo saludó con voz enronquecida por la emoción.
—¿Querido?… —repitió confuso.
—Sí… querido —se le acercó y lo abrazó; podía oír el rápido latir de su
corazón—. ¡Te he extrañado tanto! —su voz era temblorosa.
El la abrazó con ansia.
—Dios sabe que yo también te he extrañado —gimió, ocultando el rostro en el
cuello de ella—. ¿En dónde estuviste? —quiso saber, retirándola de su cuerpo con un
brazo—. He contratado gente para buscarte en todas partes.
—¿Es verdad eso? —ella abrió los ojos sorprendida. —Pero yo estaba en
contacto con mi padre.
—No es lo mismo —dijo Jordan con voz áspera—. ¿En dónde estuviste, Kelly?
—Te lo diré después.
—Me lo dirás ahora.
—No, no lo haré. Iremos a casa a almorzar.
—¿A casa? ¿A nuestra casa? —le preguntó incrédulo.
—Sí —lo tomó de la mano, guiándolo hacia la puerta—. La señora McLeod
tiene todo preparado.
El se detuvo en seco.
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—¿Qué es esto, Kelly? ¿Otro intento para ver si es posible que vivas conmigo?
Porque no quiero repetirlo. No soportaría perderte de nuevo… —su voz se
entrecortó por la emoción.
—No me perderás otra vez, Jordan. Te amo. Siempre te he amado, ni por un
solo momento dejé de hacerlo, aun cuando creía odiarte.
—Pero me abandonaste.
—Por razones muy justificadas. Te explicaré al llegar a casa.
—Más vale que tus motivos sean válidos —le contestó él muy serio.
—Lo son —ella de nuevo le tomó la mano, mirándolo con adoración.
—¡Dios mío, eres hermosa! —la besó con pasión. Cuando la puso en libertad, él
temblaba y su respiración era agitada—. ¡Te amo!
—Vamos a casa —insistió ella.
—¿Tienes intención de quedarte?
—Oh, sí —Kelly sonrió.
—Entonces, vamos —le rodeó la cintura con un brazo, como para protegerla—.
Estaré fuera el resto del día —le dijo a Janet al pasar por la recepción.
Ella asintió con la cabeza.
—Ya cancelé sus compromisos.
—Yo le dije que lo hiciera —le explicó Kelly.
—¿Piensas dirigir mi vida? —le preguntó Jordan cuando estuvieron en el coche.
—De manera total —respondió llena de felicidad—. Disfrutarás tanto de mi
compañía, que no vas a querer separarte de mi lado.
—Nunca quise separarme de ti —confesó.
—Oh, Jordan, te amo.
—Espero que así sea, porque no volveré a dejar que te vayas —sus manos se
aferraban al volante. —Te lo probaré, tan pronto como pueda —le prometió.
—¿Cuando lleguemos a casa? —inquirió enarcando una ceja, esperanzado.
Kelly sacudió la cabeza con pesar.
—Tengo otros planes, para cuando lleguemos a casa.
—El almuerzo puede esperar.
—No me refería al almuerzo.
—Entonces, ¿a qué?
—Espera y verás —la joven le acarició un muslo.
El suspiró con impaciencia, pero no la presionó más. Lo único que Kelly
esperaba era que no se impresionara demasiado. Tal vez hubiera sido mejor que ella
le hubiese explicado la situación por teléfono, pero entonces, no le pareció una buena
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idea, no se atrevió a hacerlo; ahora ya era tarde y no podía hacer otra cosa que
enfrentarlo a los hechos consumados.
Cuando entraron en la casa, no se escuchaba nada que revelara la presencia de
un niño. Sin embargo, pronto vieron a la señora McLeod que arrullaba al nene en sus
brazos, hablándole con ternura, y Jordan la miró sorprendido.
—¿Qué?… —Jordan se quedó como clavado en el piso, pálido.
—Ven querido —Kelly le tocó el brazo—. Te presento a tu hijo.
—¿Mi hijo?
—Sí —Kelly tomó el nene de los brazos del ama de llaves y se lo entregó con
cuidado.
—Iré a revisar la comida —dijo la señora McLeod y se retiró.
—Kelly —Jordan apenas podía hablar—. No puedo… este niño…
—Es tu hijo —le confirmó ella mirando al pequeño que era demasiado parecido
a Jordan para que tuviera duda alguna.
Jordan tuvo que sentarse para no caer, sosteniendo al niño con torpeza entre sus
brazos.
—Debes haber estado esperándolo cuando te fuiste —dijo por fin con voz
áspera—. ¿Lo sabías, entonces?
—Sí —ella se mordió el labio inferior—. Jordan, pero eso no es todo —lo miró
suplicante.
—¿Más? —su voz se ahogó en su garganta—. ¿Qué más puede haber?
—No te disgustes conmigo, Jordan. ¡Por favor!
—No estoy disgustado, sólo confuso… incrédulo.
Ella respiró profundo.
—Entonces, en un momento, lo estarás mucho más —se inclinó sobre la cunita y
sacó de ella otro nene.
—¡Gemelos! —exclamó Jordan sin poder creer lo que estaba sucediendo.
—Tu hija —asintió ella.
—¡Dios mío! —él sacudió la cabeza—. ¡Todo esto pasó y no me lo dijiste!
—Porque no pude soportar la idea de que sufrieras —le dijo con
desesperación—. ¿Entiendes?
—Y para que no sufriera, te enfrentaste a todo esto sola. ¡Debes pensar que soy
un cobarde!
—¡No eres ningún cobarde! —exclamó Kelly—. Y no sufrí mucho. Pasé los
últimos siete meses en cama, y el nacimiento fue fácil. Hermoso —jamás le contaría
de los largos y tediosos días cuando añoraba estar entre sus brazos.
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Fin
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