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Al igual que ocurre con muchos otros conceptos, las definiciones disponibles sobre el
sistema económico son muy numerosas. Un buen número de ellas prácticamente coinciden
en lo esencial. Pero otras tienden a subrayar algunos aspectos diferenciales o parten de
posiciones ideológicas claramente divergentes.
En general nos referimos a “algo que está organizado de una determinada forma “o bien a
la existencia de unas reglas o normas de procedimiento”. Sistema procede del griego
systema de syn-histemi que simplificadamente equivaldría a reunir. El termino se aplica a
un conjunto ordenado de normas y procedimientos con que funciona o se hace funcionar
una cosa, lo que permite aplicarlo a un sistema político, aun sistema educativo, o un sistema
económico.
Sistema Económico:
Con gran frecuencia se afirma que la actividad económica, y las decisiones sociales que se
toman respecto a ella, giran alrededor de las respuestas que puedan darse a tres preguntas:
¿Qué producir?, ¿Cómo producir? ¿para quién producir?
Obviamente, las opciones elegidas en una serie de puntos y aspectos esenciales para la vida
económica y social desembocarán en uno u otro tipo de sistema económico. El
reconocimiento del derecho a la propiedad sin límites, o con unos límites muy amplios,
define, por ejemplo, un tipo de relaciones económicas entre los sujetos que componen una
sociedad que son completamente distintas de si lo que se acepta es la propiedad colectiva
de los bienes de producción.Y de igual modo, el sistema económico será sustancialmente
distinto si el principio de solidaridad es el que se impone en materia de distribución, en
lugar de unos criterios basados en el interés individual.
Los debates sobre las virtudes, la viabilidad y las supuestas ventajas de los distintos sistemas
económicos han generado miles de páginas en los medios de comunicación y en la literatura
científico-académica de carácter político, sociológico y filosófico. Una de las conclusiones
que se deduce de los análisis comparativos es que ningún sistema económico ha resultado
ser plenamente satisfactorio. Algunos sólo son ya reliquias del pasado. Otros, como los
ensayados por la URSS y en los países que estuvieron en su órbita, han fracasado de forma
bastante estrepitosa, aunque en su haber puedan anotarse determinados logros. Y los
sistemas que actualmente existen en los países democráticos, esencialmente basados en
los principios del mercado, han mostrado siempre dificultades para combinar de forma
satisfactoria los principios de eficiencia y de equidad.
Un aspecto que fue objeto de debate en el pasado y que aún sigue teniendo cierta
actualidad es el de si el sistema económico es un «fin en sí mismo», o si es simplemente un
«medio» que, como tal, sirve para facilitar el logro de los auténticos fines, ya sean éstos de
carácter marcadamente económico (el crecimiento, el pleno empleo o la mejora del
bienestar material) o de tipo mucho más político, como priorizar la libertad o la solidaridad.
El mercado es, así, el medio imprescindible para que el bienestar material de la sociedad
pueda mejorar y para que se realicen los ajustes que la economía requiere. En su obra
Capitalismo, socialismo y democracia, publicada por primera vez en 1942, J. A. Schumpeter
manifestó importantes reservas a la idea de considerar el sistema económico como un
simple «medio». Al comparar, desde una perspectiva esencialmente teórica, el capitalismo
y el socialismo «puros», no sólo puso en duda la primacía del primero sobre el segundo en
términos de eficiencia, sino que se permitió traspasar el terreno estrictamente económico
y propuso «valorar» ambos sistemas desde una óptica bastante más amplia: la sociopolítica.
«Incluso si la humanidad fuera tan libre para elegir como lo es el empresario entre dos
máquinas competitivas —afirma Schumpeter en la citada obra—, no se desprende ningún
juicio de valor de los hechos y relaciones que he intentado poner de relieve.
Desde una óptica orientada a la defensa del capitalismo como sistema, Jacob Viner también
aceptó esta consideración del sistema económico como «fin» y no como «medio ».
Refiriéndose a los esfuerzos que en los años cincuenta y primeros sesenta se hacían para
comparar los logros de los dos países considerados como «modelos» de capitalismo y de
socialismo, respectivamente (los EEUU y la URSS), este autor niega que tal comparación
puede limitarse al terreno de la eficiencia y a los posibles logros en términos de crecimiento
económico. «Si todas las estadísticas de la URSS consiguieran demostrar que la eficiencia de
su economía es mayor y que su crecimiento es superior, ello no induciría nunca a numerosos
ciudadanos a dejar de preferir vivir en una sociedad capitalista».