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Por ejemplo, un árbol cae sobre un automóvil y lo daña. ¿Cuál es la causa del daño? La
caída del árbol, parece. Pero si el automóvil no hubiera sido dejado por su dueño en ese
lugar, ¿estaría roto? Obviamente, no. Entonces, ambos hechos son condiciones para que
el daño se produzca. Supongamos que el dueño, cuando se dirigía a estacionarlo en ese
lugar, se quedó sin combustible y fue a la estación a cargarlo. Si el empleado de la
estación de servicio se hubiera negado a hacerlo, ¿el automóvil estaría dañado? Tampoco.
Estaría inmóvil en otro lugar. Entonces, la acción del empleado de la estación de servicio
también podría ser causa del daño del automóvil.
La regla a adoptar será: “A produce B cuando en el orden natural y corriente de las cosas A
produce B”.
Veamos su aplicación. Tengo una deuda de U$ 20.000 dólares con una persona. Le digo
que el martes a las 16 h me espere en la confitería enfrente de la Universidad.
Habitualmente, él los martes por la tarde se encuentra muy alejado de ese lugar, pero a
fin de que yo le pague, se dirige a esa confitería y allí me espera. Justo a las 16 h explota
una bomba y mi acreedor fallece. ¿Cuál fue la causa por la que allí se encontraba?
Podríamos decir que porque yo lo dirigí hacia allí. ¿Soy el causante –jurídicamente
hablando– de que allí se encuentre? Para averiguarlo debemos aplicar la regla:
Pero supongamos que escucho una conversación entre dos personas con las cuales no
tengo ninguna relación y me entero de que el martes a las 16 h van a poner una bomba en
la confitería enfrente de la Universidad. Presuroso, le digo a mi acreedor que me espere a
esa hora (o desde un ratito antes) en ese lugar. La bomba explota y mi acreedor muere.
No tuve ninguna relación con el hecho físico que produjo la muerte (no puse la bomba),
pero si aplicamos la regla:
“En el orden natural de las cosas, cuando se le pide a alguien que vaya a un lugar donde va
a explotar una bomba, muere”.
Entonces, hasta ahora, podemos ver que en el mundo hay daños producidos por causas.
Pero no sabemos nada respecto a quién o quiénes deben pagarlos.
La culpa, además, puede medirse porque las conductas imprudentes, negligentes, torpes,
tienen distinta gravedad. No es lo mismo cruzar fuera de la esquina una calle angosta
donde se circula a baja velocidad que hacerlo en una autopista o no guardar atención en
los parámetros que se deben observar para establecer una dosis de anestesia, etc. Para
hacerlo, formaremos una escala de 0 a 100.
Puede parecer extraño y muy arbitrario calificar con porcentajes la culpa, pero como
veremos luego, resulta de la mayor importancia.
El sistema no reprocha a nadie actuar torpemente. Lo que establece es que si por ese
accionar torpe se produce un daño, quien actuó de esa forma debe indemnizarlo. El
objetivo del sistema no es castigar, sino reparar, y eso constituye la diferencia esencial con
el derecho penal.
Como vimos, en los casos de responsabilidad por factores subjetivos, para determinar la
obligación de resarcir (pagar) evaluamos la conducta del agente que provoca el daño. En
un caso nos preguntamos si quiso hacer el daño (dolo), en el otro evaluamos si fue torpe
(culpa). En cambio, en los casos de factores objetivos no nos interesa la actitud de nadie.
Son reglas objetivas que establecen que alguien debe pagar por encontrarse en una
situación determinada. El reproche que podemos encontrar en los casos de dolo o de
culpa en los factores objetivos no existe en absoluto.
b) Daños producidos por terceros por los que se debe responder. Cuando
existe una relación de dependencia (en el más amplio sentido) y el
dependiente produce un daño (con dolo, con culpa o sin discernimiento, no
importa) el principal debe responder civilmente y pagar los daños.
Podemos encontrar casos (la mayoría) en que ambos, principal y
dependiente, sean responsables. La conducta del principal puede haber
sido intachable. No se le reprocha haber elegido mal a su dependiente.
Objetivamente, debe pagar por ser principal, no por las características de
su acción.
Sin embargo, si aplicamos el sistema visto hasta este punto, puede derivar en resultados
muy injustos. Imaginemos que alguien conduce su automóvil y lo hace de una manera
correcta, a la velocidad permitida, prestando la mayor atención, etc. Otra persona, por su
parte, decide cobrar una indemnización y habiendo estudiado el sistema hasta el punto en
que nosotros hemos llegado, sorpresivamente se arroja frente al automóvil a fin de cobrar
la indemnización.
¿Hay daño? Si resulta herido, hay daño emergente, se tienen que pagar gastos de
hospitalización, medicamentos, transportes, etc. (output). También, lucro cesante si
trabajaba y ahora no lo puede hacer (cesación del input). También se considerarían daños
personalísimos.
Podríamos medir culpas con un “Culpómetro”. Por ejemplo, cruzar la calle 5 metros fuera
del área peatonal, digamos, 10%. Cruzar una autopista con una venda en los ojos, 100%,
etc.
Cuando existe culpa de un tercero, digamos de un 30%, el obligado al pago solo deberá
indemnizarse el 70 % del daño porque el otro 30% corresponderá a ese tercero. Y si la
culpa del tercero fuera del 100%, entonces el tercero deberá hacerse cargo del total del
daño.
LA NECESARIA ILEGALIDAD
Aún falta un elemento para completar el sistema. El hecho que produce el daño debe ser
ilegal. Si el hecho se produce en legítima defensa, el daño no es indemnizable. El hecho
dañoso realizado en legítima defensa debe ser proporcionado a un ataque inminente y
ese ataque no se debe haber provocado. O para evitar un mal superior. O si el daño se
produce por el ejercicio regular de un derecho, como sucede en los perjuicios
patrimoniales que se ocasionan por la libre competencia.