Está en la página 1de 19

Aclaración del autor:

El personaje que cuenta esta historia, es un niño de 10 años al que le puse


el nombre de Antonio.
Llegando el verano y después de pensarlo un poco, decidí aceptar la
invitación de mis abuelos a pasar unos días en el campo. Hacia
muchísimo tiempo que no iba y eran muy pocos los recuerdos que
tenia de su casa, pero cuando pensaba en ella, siempre solía recordar
una cascada, un lugar que yo consideraba como mágico.
Ya lunes, mi abuelo me iba a pasar a buscar muy temprano por la
mañana, a las 9 escuche la bocina de su auto y salí, mi mama me
acompaño a la entrada, me dio la mochila, un beso y con un saludo
desde lejos a mi abuelo me despidió diciéndome que lo disfrutara.
En camino, en silencio, el solía hablar muy poco pero tenía una forma
de decir las cosas y una sonrisa muy sincera y amorosa.
Habiendo abandonado la ciudad, mirando el paisaje, pensaba que
quizás ir a su casa podría haber sido una mala idea, seguro me
aburriría.
Y entonces llegamos, era un lugar hermoso, un campo muy extenso
donde simplemente se veían la casa, unos árboles a lo lejos y un
inmenso pastizal.
Al entrar, mi abuela con una demostración de muchísima agilidad para
su edad se paro rápido a recibirme, se acerco con una sonrisa, me tomo
de los hombros, me dio un beso fuerte y me dijo que estaba muy
contenta de verme, tenía mucha energía. Luego me mostro donde
estaba mi habitación y se fue, deje mi mochila, me saque los zapatos y
me recosté en la cama. Mirando el techo pensaba en mis amigos y el
barrio, quizás en este momento podría estar jugando al futbol con
ellos. Me distraje un rato mas pensando en lo pesimista que era cuando
de repente una briza entro por la ventana ondeando la cortina y me
llamo la atención, me acerque, la corrí y me asome. A lo lejos se veían
otros árboles que no había notado al llegar, parecía un lugar muy
misterioso, me quede un rato viéndolos atento, luego, de golpe, la vos
de mi abuelo me distrajo, decía que saldría un momento, así que me
pare, camine hasta la cocina y vi a la abuela que estaba amasando lo
que parecían unos ñoquis o fideos, me dijo que la comida estaría lista
en unas 3 o 4 horas, que si quería podía ir a dar un paseo.
Salí y camine por un lado bordeando tranquilo la casa. Era un día
hermoso, una briza suave corría por mi rostro, de repente vinieron a
mi mente algunos recuerdos. Camine un rato mas algo distraído
mirando el pasto cuando de repente, levanto la vista y estaba justo
frente de un árbol inmenso, me acerque y asomándome por un costado
pude ver que había muchísimos más de la misma especie, parecía un
bosque. Decidí atravesarlo o al menos ver hasta dónde iba. Así que
anduve despacio sintiendo la corteza con mis manos, arriba una luz
tenue atravesaba las enormes y lejanas copas, se sentía una enorme
tranquilidad, de pronto me quede quieto, no había avanzado mucho
pero me resulto curioso como desde que salí de la casa no había
sentido miedo de andar por ahí solo. Decidí volver, di media vuelta y
justo en ese instante, por una fracción de segundo creí ver algo raro,
una luz o un reflejo de algo que se encontraba en la dirección por la
que iba. Luego otra vez, vi como aprecia y se ocultaba, una sensación
de valentía me inundo por completo, retome mi curso y caminando con
rapidez, me dirigí hacia ese lugar, anduve un minuto hasta que la logre
ver de nuevo, era un reflejo de algo metálico que se movía. Estaba lejos,
así que me apure, corrí rápido y de repente, un descampado, el
matorral había quedado atrás y estaba solo, todavía sentía una
sensación de euforia, me tranquilice, observe que ya se hacía tarde y
decidí volver. Casi llegando veo a lo lejos a mi abuelo que se acercaba
levantando una mano y saludando, decía que la comida estaba lista.
Al día siguiente me desperté y lo primero que pensé fue en lo que había
visto en el bosque, después en los ñoquis y después en mi estomago,
había comido muchísimo.
Afuera jugando con los perros me detuve a pensar de nuevo. El abuelo
me dijo que muchas veces se veían animales y que el reflejo podría
haber sido el cencerro de alguna vaca. No me basto y esa misma tarde
decidí volver.
Ya listo, metí en mi mochila algunas cosas que me podrían ser útiles y
salí, no era muy tarde y los abuelos dormían su siesta, dude un minuto
en dejarles una nota pero no me pareció necesario, de cualquier
manera volvería en muy poco tiempo, mi objetivo era averiguar que se
escondía allí.
Una vez que llegue al lugar donde vi el brillo por primera vez, me senté,
saque de mi mochila unos largavistas que había llevado para ver
pájaros y mire alrededor, no vi nada. Temía que si me acercaba mucho
huiría. De repente escuche un ruido, a mi derecha, luego a mi izquierda,
algo estaba cerca, sin pensarlo mucho se me ocurrió gritar, pregunte
que quien andaba ahí pero no hubo respuesta. Seguí caminando, muy
atento a cualquier sonido, esta vez, tomaría otro camino. Después de
un rato, un poco cansado y algo decepcionado me senté a tomar un
jugo, concluí que ya había sido suficiente y que regresaría. Entonces,
sin querer derrame un poco de jugo, esto provocó un sonido y fue
entonces que me acorde.
- ¡la cascada! - dije en vos alta, no entendía como hasta ese momento
no me había acordado de ella.
Me pare, guarde todo rápido y mire a mi alrededor.
- ¿para donde voy? - me hice la pregunta en vos baja esperando por
alguna razón ver algo que me lo indicara. Y entonces lo vi, de nuevo, un
destello, rápido sin pensar me dirigí hacia ese lugar, corrí mucho y me
detuve, estaba jadeando.
-¿y ahora? - de nuevo pregunte tratando de recuperar el are, mire y
nada, cerré los ojos atento a cualquier ruido y espere. De repente una
música comenzó a sonar, estaba asombrado, era claro de que se
trataba de alguien, esta vez con más tranquilidad trate de percibir de
donde venia, muy atento camine despacio hasta que empecé a notar
como de apoco me acercaba, abrí bien los ojos y mire atento. La música
era más fuerte y a ella se sumo un ruido de cascada, con mi excitación y
alegría de pronto apareció una sensación profunda de intriga, “¿Quién
estaría tocando esa música?” Ya estaba muy cerca para echarme atrás,
a unos metro se podía ver un camino que se abría en medio de una
especie de cañaveral, empecé a avanzar cuando de repente la música
ceso, sin embargo seguía escuchando el ruido de la cascada, adelante
un destello, esta vez mucho mayor, me encandilo y al pasar pude ver
una silueta de una criatura enorme, me detuve, ya no sabía si
continuar, quieto espere a ver qué sucedía. De repente se movió y la
música comenzaba a sonar nuevamente, note como de alguna manera
me tranquilizaba, un poco asustado seguí la marcha hasta que llegue a
estar a solo unos metro de la criatura, fue entonces que descubrí lo que
era, un enorme oso, mucho mayor de lo que se supone debía ser un
oso, a medida que me acercaba y gracias a la música me fui
tranquilizando, mientras tanto a mi asombro el oso parecía encogerse,
tomando así un tamaño más normal. Llegue hasta estar a su lado, me
senté, lo mire, sin saber bien que hacer lo salude, no me miro, dejo de
tocar, pude ver el instrumento, era un acordeón, lo puso a un lado y
mientras seguía contemplando la cascada sin mirarme, hablo.
- Me alegro que llegaras, por lo general a medida que se acercan a mi, el
miedo se hace mayor y muchos salen corriendo, felicidades. Claro que
yo te ayude bastante - concluyo riendo.
- ¿Quién sos? – Pregunte. Fue entonces con rareza que me percate de
que el oso podía hablar. Moviendo la cabeza me miro por primera vez.
- Soy Rafael - dijo con una sonrisa, luego se paro despacio y agrego.
- Sígueme - Yo me pare y comencé a caminar detrás de el.
- ¿A dónde vamos? - Pregunte viendo como se alejaba dejando atrás el
acordeón.
- ¿lo vas a dejar ahí? – pregunte de vuelta mientras lo veía desde abajo
tratando de seguirle el paso.
- Vas a tener que empezar a hacer mejores preguntas - dijo y agrego.
- Vamos a mi casa - y con más entusiasmo empezó a acelerar el paso.
Yo lo seguía como podía, de repente escuche un ruido que venía de
atrás, mire y note como el oso hacia una zancada mayor y me ganaba
unos metros de recorrido.
- No te distraigas - dijo. Trate de hacerlo apurando el paso hasta que de
nuevo escuche algo que me hizo detener, fue solo unos segundo pero
suficiente para perderlo de vista, corrí lo más rápido que pude pero ya
no lo veía, grite llamándolo y nada, seguí caminado pero no lo
encontraba, fue entonces cuando me empecé a preocupar por la hora,
ya se hacía tarde y mis abuelos se debían estar preguntando dónde
estaba, no sabía qué hacer, volver no parecía ser una opción a esa
altura, y para colmo mi entusiasmo por conocer la casa de ese
sorprendente animal era mucha, me reí, no estaba asustado. Camine y
camine hasta que de repente vi a una persona, era una vieja que a mi
sorpresa estaba contemplando lo que parecía ser un charco de agua,
me acerque sigilosamente, no parecía notar que estaba ahí, empecé a
ver que de verdad era una vieja muy fea, tenia el pelo gris y enredado,
una nariz grande y horrenda. Quería preguntarle si conocía al oso y
como llegar a su casa, mas no me anime, su aspecto me generaba
desconfianza.
Así que continúe, camine tanto rato sin saber bien a donde iba que ya
me espesaba a arrepentir de no hablar con la vieja. De golpe escuche
una vos, me acerque contento y vi un hombre, más bien parecía un
ciruja, toda la ropa rota y muy sucio. Esto igual no fue lo primero que
me espanto, lo más raro era con quien estaba hablando, era un árbol.
De cualquier manera ya estaba cansado de caminar, iba a preguntarle
si conocía al oso, me acerque un poquito más y ahí empecé de nuevo a
dudar, con un poco de rabia hacia mí mismo, di media vuelta y seguí
por donde venia. Enojado ya por segunda vez, refunfuñando con migo,
me dije que si llegaba a ver a alguien mas ya no dudaría en hablar, justo
entonces apareció algo, me acerque de apoco entre las ramas y arboles
hasta lograr ver lo que era, una especie de rata, toda vieja, fea y mal
vestida, en su comparación el ciruja y la vieja eran mucho más
amigables, enojado de vuelta por mi desconfianza absurda camine
hacia ella, me detuve a unos dos metros y calle, en el momento que abrí
la boca ella hablo.
-¿Muy difícil no? - Acercándome un poco más le respondí.
- No sé a qué se refiere.
- A medida que tu desconfianza crecía, mas te alejabas de tu objetivo.
Me sorprendió que supiera lo que me sucedía, calle y luego agrego.
-Tranquilo, creo que valió la pena, dime, ¿has aprendido algo?
No supe bien que responder.
-¿Conoces al oso? pregunte algo temeroso.
- Claro, vive justo a 10 metros de donde viste por primera vez a la vieja.
De un momento a otro vi como la rata vieja empezaba a crecer y se
transformaba mágicamente en el oso. Sorprendido di un paso atrás. El
con una sonrisa me saludo.
-Vamos, caminemos, esta vez sígueme el paso.
Mientras caminábamos le dije.
-Disculpe, no entendí lo que paso, ¿siempre fuiste vos?
- No, la anciana es una mujer, algo malhumorada sí, que vive por aquí y
el hombre que viste es el dueño de gran parte de estas tierras, ambos
son mis amigos.
-¿Entonces fue una prueba?
- Algo así, quería que aprendieras la importancia de no desconfiar.
- Entiendo, pero – pregunte un tanto confundido - ¿no siempre es
bueno confiar en todas las personas verdad?
- Bien, pero ¿en qué basas tu desconfianza?
- En lo que conozco, mi experiencia.
- ¿Y tu experiencia que trajo a tu vida? ¿Sabiduría o miedo?
Calle, no sabia que responder, el agrego.
-Si es miedo, significa que malinterpretaste, viste lo que quisiste, lo que
se supone conocías y lo tachaste como malo, no permitiendo ver la
maravilla que se esconde a su lado.
- No sé si comprendo del todo bien.
- Ya lo entenderás, listo, llegamos a mi casa.
La casa estaba tan bien camuflada entre la vegetación que no la había
visto.
-Vamos entra, seguro que tienes hambre.
La verdad estaba hambriento.
La casa era pequeña pero muy bonita. Me volví a asombrar al ver al oso
empequeñendose. Rápidamente se acerco a mí con dos tazas de de te,
me dio una, nos sentamos y con mucha amabilidad me pregunto.
-¿Hay algo que quieras preguntarme? porque no hablamos mucho y me
imagino que a estas alturas debes tener varias dudas.
- Si ¿quién eres y porque llegue hasta aquí?
- Es una excelente pregunta. Yo soy Rafael – dijo - no sé si se podría
decir que soy especialmente un oso, esta es una de las apariencias que
más me gusta llevar.
- ¿Y porque un oso?
- El oso es fuerte y feroz pero a su vez expresa ternura y respeto, dijo y
continuo.
- La razón de porque estás aquí, es aprender a superar tu limitaciones
para vivir mejor.
Mi panza gruño.
-Veo que tenes hambre. Voy a salir un momento, busca tranquilo, debe
de haber algo que comer en algún lado.
Apenas salió empecé a buscar. Después de revolver un buen rato lo
único que pude encontrar fue una bolsa de harina.
Qué problema, pensé, lo único que se me ocurría hacer era pan, y no
sabía cómo. Me habían querido enseñar un par de veces pero siempre
me dio pereza. Me dije que de cualquier manera lo intentaría, pero
primero tenía que abrir el paquete, trate con las manos y no lo
conseguí, entonces encontré un cuchillo. Estaba a punto de utilizarlo
pero me detuve, recordé una vez que quise abrir otro paquete y casi
me cortaba un dedo, me dio miedo y no volví a intentarlo. Pensé un
rato más y llegue a otra conclusión. No serviría de nada intentarlo ya
que tampoco sabía prender la cocina, lo había intentado en varias
ocasiones y siempre se reían de mí, me cargaban así que también deje
de intentarlo. De repente me sentí un poco inútil.
Pasaron unos minutos y Rafael volvió.
- ¿Qué paso? - Pregunto al verme sentado mirando el paquete de
harina.
- No lo logre - Le explique brevemente las razones y le hable de mi
frustración.
- Excelente, dijo.
Lo mire de reojo, un poco malhumorado.
-Has aprendido algo muy valioso, aprendiste sobre tres enemigos que
se pueden presentar a la hora de realizar alguna tarea, la pereza, el
miedo y la vergüenza. Ven, yo te enseñare.
Nos pusimos a amasar y en un momento ya teníamos el pan hecho y
listo para comer.
En silencio comimos, y reímos un poco, luego toco algunas canciones
con el acordeón.
Al rato le pregunte.
- En mi vida eh experimentado muchas veces miedo, vergüenza y
pereza. Pero la verdad es que nunca supe bien como superarlas.
-Si te fijas, es la duda la raíz del problema, tendemos a dudar mucho,
ante muchas situaciones, nos basamos en experiencias y cosas que nos
dijeron, cuando la respuesta está adentro de uno, donde lo viejo no es
tan relevante, así como el recuerdo de malas experiencias te impidió
hacer el pan.
- ¿Y cómo se hace para no dudar tanto?
- Empieza de apoco, y teniéndote paciencia, el atreverte a hacer cosas
será fundamental, aunque eso, quizás luego, te haga dudar mas,
entiende que no es tan fácil, respétate y entonces más fácil será.
Luego me invito a salir, afuera me pregunto si quería seguir caminando
yo le dije que si aunque estaba algo cansado.
- No hay problema, dijo y de repente empezó a crecer y crecer de
tamaño hasta que se hizo enorme, se agacho un poco y me dijo que
subiera a uno de sus hombros.
- ¡Sujétate bien!
Me agarre de unos cuantos pelos que llegue a manotear y empezó a
caminar, más allá del terror, era fabuloso. Luego subiendo la voz para
que lo escuchara me pregunto.
-¡¿Ves allá a lo lejos una laguna?!
- ¡Sí!, Respondí.
Acelero un poco la velocidad y en un par de zancadas llegamos hasta la
laguna, una vez allí me bajo de su hombro y dijo que tenía que hacer
algo, que en un rato volvería, que si lo llegaba a necesitar, podía
llamarlo y el probablemente me escucharía.
No me dejo muy tranquilo. Así que me quede sentado en el pasto
contemplando la laguna pensado porque me dejaría en ese lugar. Me
distraje cuando de golpe a un lado vi un destello, era el reflejo de la
ventana de una cabaña la cual no entendía como había pasado por alto.
Camine hacia ella hasta llegar a la puerta, verdaderamente era
hermosa, toque y espere a que alguien abriera, como nadie respondió
probé con mover el picaporte, estaba abierta, dude, no me parecía que
estuviera bien entrar así en una casa ajena, comencé a cerrarla para
irme cuando de repente una vos dulce me hablo.
-Puedes pasar.
Entre y adentro había una joven muy bella, me sorprendió que con tan
solo verla sentí una enorme paz que me invadía.
-¿Que buscas? - me dijo dulcemente.
Dude, la pregunta me tomo por sorpresa.
-Superar mis miedos, los que pueda - dije, casi sin pensarlo y me
sonroje.
Sonrió muy amablemente y me invito a sentarme.
-Ponte cómodo y cierra tus ojos.
Me acerque y me senté cerca de ella.
-¿Así que Rafael te trajo aquí?
- Así es.
-Supongo que aprendiste muchas cosas nuevas ¿verdad?
- Si, y en muy poco tiempo - sonreí un poco nervioso.
-Dime, ¿qué aprendiste?
- Aprendí que no hay que juzgar por las apariencias y también aprendí
a actuar más allá de la pereza, la vergüenza y el miedo.
- Excelente ¿te hablo acerca de la duda?
Tenía una voz hermosa..
-Sí, me dijo que es la raíz del problema, o algo así, pero, no se si lo
comprendí.
Fue entonces que abrí los ojos y entendí enseguida porque me pidió
que los cerrara, era para no distraerme con su belleza.
-Está bien, dijo sonriendo. ¿Qué fue lo que no entendiste?
- No sé, pienso que dudar en normal y necesario. Por ejemplo, dudar
ante un problema, nos lleva a tomar la mejor decisión ¿no?
- Si, dependiendo de cómo lo veas, la mente siempre va a dudar porque
no aprende, en cambio el corazón acepta porque entiende el amor en
cada acción, si juzgamos desde el corazón, el siempre nos guiara por el
camino de la verdad.
- ¿Y cómo se hace eso?
- Con práctica y paciencia, dijo riendo.
Otra vez la paciencia, pensé. Me acorde de Rafael que también me
hablaba de la paciencia, era un poco frustrante.
En ese momento alguien toco a la puerta.
-¡Pasa Rafael! Grito ella.
Agachando la cabeza para no golpearse entro sacudiendo un poco el
suelo.
-¿Podrías tomar una forma un poco más acorde con las dimensiones de
esta casa no? - dijo ella y reímos.
- ¿Y entonces? - dijo Rafael y se detuvo de repente, viéndome con cara
de entusiasmo.
- ¿Que pasa? - pregunte.
- Puedo ver y me encanta, lo mucho que has aprendido en este corto
tiempo.
Me quede sin entender de qué hablaba, y por mi cara, era obvio, ya que
ella aclaro.
- Hay cosas que para los que saben ver, son muy evidentes.
Seguía un poco confundido, igual aproveche a decir.
-Estábamos hablando sobre la duda pero.. tengo dudas– dije sin
percatarme de lo absurdo que sonaba, ellos rieron.
- No está mal dudar, tampoco tener miedo – aclaro Ella - es mas, a
veces pueden ser muy útiles, sobre todo cuando son muy grandes,
quizás lo que nos están diciendo es que tengamos cuidado, nos
advierten que todavía no estamos preparados.
- Si, ¿pero como diferenciarlo? – pregunte.
- Eso es tarea de cada uno, para esas cosas es que es tan importante
conocerse – aclaro Rafael.
- Bueno ¿tienen tanto hambre como yo? - dijo luego, parándose con
energía.
Merendamos casi en silencio, con alguna que otra carcajada. Luego
salimos a afuera a contemplar el atardecer.
-Creo que mis abuelos ya deben estar preocupados – dije mirándolo a
Rafael
- Tranquilo me contesto, yo conozco a tu abuelo.
- ¡¿De enserio?! ¿Sabe que estoy acá?
- Si.
- Pero ¿cómo que lo conoces?
- El ya hace mucho tiempo se topo con migo, y aprendió algunas cosas
también, desde entonces lo visito de vez en cuando, somos buenos
amigos – yo me quede encantado, después agrego.
- De cualquier manera antes de que vuelvas quisiera enseñarte una
cosa más.
Dicho esto empezó a crecer de tamaño, me miro y agachándose dijo.
-¿Subes?
Así que me subí de nuevo a su hombro y empezó a caminar en
dirección a la laguna.
-¿Que haces? ¿Esto es seguro? pregunte mientras se sumergía hasta la
cintura en el agua y con una mueca se reía.
Cruzamos a lo que parecía ser otro bosque.
-Recuerda, no te preocupes, ando por aquí. Me dijo y se interno en el
bosque.
Me quede parado de nuevo pensando en que hacia ahí, Rafael se iba
diciendo que no me preocupe pero no me daba ni una pista de que
hacer. Ya estaba oscureciendo y lejos se veía una fogata, me acerque
por la orilla y a mi sorpresa, ahí estaba el hombre zaparrastroso que
había visto al principio. Me le arrime despacio, el me vio, sonrió a
penas y luego siguió viendo el fuego.
Espere un momento y me volvió a mirar, esta vez durante un rato,
fruncía el seño como si me analizara o algo parecido.
-Entonces ¿sos el dueño de parte de estas tierras? - Le pregunte
tratando de escapar de esa situación incómoda.
- Asi es - Me respondió y siguió callado un rato largo, mi “medidor de
desconfianza” ya casi estaba al tope, no confiaba en él y estaba
buscando alguna excusa para huir de ahí cuando me acorde de las
enseñanzas. El problema era que mi desconfianza ya se convertía en
miedo y no sabía qué hacer, quería no hablar demasiado porque no
sabía si lo que digiera me podría meter en más problemas.
- Esta bien, dijo, yo tampoco me fio de ti- ahí me di cuenta que en
realidad era yo el que lo estaba analizando.
- Perdón - me apresure a decir - estoy aprendiendo.
- Ya veo, no me mentiste - dijo y levantando apenas la cabeza, me miro
con compasión.
- ¿Como dices? Pregunte sin comprender.
- Que en vez de evadirte inventando una excusa, me diste a entender
que tampoco te fiabas de mí, eso demuestra más que las palabras, tu
compromiso por mejorar.
Me sorprendí, esto de que la gente desconocida sepa tanto de mi me
empezaba a fascinar.
-Bueno, ya que has venido hasta aquí y como dices, soy dueño de parte
de estas tierras, ¿Por qué no me acompañas?
- ¿A donde? Pregunte curioso.
- Sígueme.
Y lo seguí, comenzamos a andar por entre los árboles, se había hecho
rutina esto de caminar siguiendo a alguien sin saber bien a donde.
-¿A qué piensas que se debe tu desconfianza? Pregunto de repente.
- Pues, no lo sé, supongo que la eh pasado mal en el pasado y eso me
hizo ser muy cauteloso.
- ¿Y cómo te hace sentir, ser desconfiado?
- Mal, me molesta mucho.
- El mayor problema de la desconfianza es que muchas veces te aleja de
lo que quieres y te encuentras muchas veces solo.
Dio en el clavo, era eso lo que me molestaba más de ser desconfiado.
-Pero no te aflijas, me dijo contemplando mi cara, vamos a resolverlo.
Seguimos caminando y de repente el bosque empezó a tomar otro
color, distinto, más llamativo. A su vez el aspecto de él empezó a
cambiar, su pelo, la suciedad, su ropa. Empezó a embellecerse.
-¿Que sucede? le pregunte asombrado.
- Llegamos a mis tierras, aquí solo puedes llegar con invitación – dijo
riendo.
- Sorprendente ¿cómo es que cambiaste? de repente pareces un
príncipe.
- Este es mi aspecto original, yo siempre luzco así, es solo que antes no
lo lograbas ver- dijo riendo de nuevo, con elegancia.
- ¿Cómo es posible?
- Vamos de apoco, me dijo y continuamos caminando.
De repente llegamos a lo que parecía ser una cascada preciosa, a un
lado había un banco adornado, muy lindo donde nos sentamos.
-¿Quieres te?
De pronto me sentía como en presencia de la realeza, no solo su
aspecto había cambiado, también su forma de hablar y moverse.
-No - conteste.
- Ya veo, aun seguís desconfiando de mi.
- Perdón, es que apenas te conozco.
- No pidas perdón, no tienes porque sentirte afligido por esto, aun no
es tu elección, piénsalo como una enfermedad, yo también lo soy, pero
eh aprendido a dominarlo.
- ¿Como haces?- pregunte casi como súplica.
- Si es una enfermedad, solo se cura con paciencia y disciplina. Has de
entender que el problema está en ti, no en los demás.
- Pero, ¿me pides que confié en todos? ¿Sin discriminar? No todas las
personas son buenas.
- Sí, pero ¿cómo me veías justo antes de entrar aquí? Debes saber una
cosa que quizá pienses que no tiene mucho que ver con esto, pero lo
que atraes es lo que necesitas para aprender, si desconfías de casi
todos, difícil es que aprendas cosas nuevas.
- Dime alguno de tus secretos.
Se rio dulcemente mientras tomaba un sorbo de te.
-Es mas simple de lo que crees, confiar en los otros hace que puedas
tener más confianza en ti..
- Y confiar en mí hace que tenga más confianza en los demás, dije como
en respuesta.
- ¡Exacto!
- ¿Y entonces el miedo? ¿Qué sería?
- Al igual que la desconfianza, los miedos son velos de ilusión que nos
distorsionan la realidad, entre mas corramos esos velos, más felices
seremos, estaremos más cerca de la verdad.
- Ahí viene Rafael- Agrego.
Mire a mi alrededor y no vi nada.
-¿Donde?
- Lo sentí venir, espera.
Y lo vi, llegaba no sé si cansado o distraído.
-¿Como es que lo sentiste venir? - Pregunte intrigado - ¿por el olor?
Soltó una carcajada.
-¡Hola! - Dijo Rafael - ¿Como están?
- ¿Bien y vos?- respondimos.
- Bien, uf, estuve combatiendo por ahí unas mentiras, está lleno de
ellas.
¿Mentiras?- Pregunte.
-Si, así le decimos a los miedos – dijo el príncipe - a las desconfianzas
les llamamos distracciones.
- Soy un distraído - dije agachando la cabeza.
Los dos se rieron.
-Justo hablábamos de la desconfianza - dijo el príncipe.
- Ah, ¿y cómo van con eso? - pregunto Rafael mirándome con una
mueca burlona y entrecerrando los ojos.
- Supongo que bien, ¿algo para aportar Rafael?
- Si, la valentía, hay que ser muy valiente y cuestionar nuestras
creencias.
- ¿Y porque es tan difícil?, pregunte.
-Son hábitos, es como hacer dieta, si te dijera que tenes que dejar el
azúcar ¿qué crees que pasaría?
- Supongo que podría, con el tiempo - dije.
- Claro, y en el intento, mas de una vez acabarías comiendo alguna torta
o chocolate. Lo mismo es con el miedo, sabes que tienes que ser
valiente, pero en el intento caerás muchas veces en el miedo.
- Creo que entendí, y seguro que se consigue con esfuerzo y paciencia
¿no? - dije un poco abochornado.
- Si - dijeron los dos entre risas.
- Pero antes me dijeron que el miedo puede ser útil en ocasiones, ¿con
la desconfianza es igual?
- Claro, el miedo, la duda y la desconfianza tiene su propósito – aclaro
el príncipe – hasta que llegado un día, ya no los necesites mas.
- Si – interrumpió Rafael – o que por lo menos, logres identificarlos y
actuar en consecuencia.
- Bueno, ¿listo para regresar? Me pregunto.
Mire al príncipe con un gesto de agradecimiento y el me devolvió una
sonrisa y una mirada muy amable y llena de cariño.
-Está bien, dije, un poco mas alegrado, vamos.
- Bueno, pero esta vez tendrás que caminar, me dijo Rafael
agarrándose la cintura.
Los dos reímos.
Empezamos a caminar y mientras tanto el me hacia preguntas.
-¿Pudiste aprender algo valioso?
-Si, ahora me siento mucho mas confiado, ¡siento que puedo combatir
un dragón!
- Curiosamente, el poder para enfrentar a los dragones se basa
especialmente en confianza.
Me quede un poco confundido.
-Si, me dijo el riéndose por mi gesto.
- ¿Dragones de verdad? - Pregunte.
- Claro, Aunque no son tan malos como dicen, tienen mala fama, yo
tengo como amigos a unos cuantos, son criaturas sorprendentes.
- Quisiera conocer alguno.
- Para disfrutar de su compañía se necesita de mucha sabiduría.
- Y entonces ¿cómo hago para ser más sabio?
- Yo diría que tienes que combatir más mentiras y distracciones, y
aprender de ellas. Así es como se logra la sabiduría.
- ¿Aprender de ellas? - Pregunte.
- Si, son su función, que los cabezadura como vos aprendan - dijo
riendo y sacudiéndome la cabeza con su enorme mano.
De repente empecé a ver a Rafael mucho más amigable.
-Te siento.. distinto, como más amigable – le dije
- Es mi naturaleza, lo que pasa es que recién ahora empiezas a sentirlo.
- No entiendo.
- A medida que te haces más sabio, empiezas a percibir la vida con mas
belleza y claridad, ya que puedes ver y sentir en proporción al amor
que puedes dar.
Pensé un rato.
-¿Y cómo hago?
Justo llegábamos a la laguna, ya era de noche.
-Mira tu reflejo en el agua, ¿que ves?.
Me acerque al agua y mire, era yo, aunque un poco mas apuesto de lo
que recordaba.
-Soy yo, aunque me veo, no sé, diferente.
- Bien, eso es porque te estás queriendo mas, yo me veo como yo
quiero y como quiero que los demás me vean. Por ejemplo para vos,
soy un oso parlanchín, dijo entre risas.
Me quede pensando, pronto me vino una duda.
- Entonces si yo me quisiera mucho, mucho más de lo que me quiero
¿Qué pasaría?
- Probablemente no estés buscando siempre la aprobación de los
demás o que te quieran, tendrías relaciones mucho más libres.
- No sé, tengo la sensación de que me quiero, pero igual espero que mis
amigos me llamen, que me quieran ver y cuando no pasa no me siento
muy bien.
- Quizá sea necesario que aprendas a quererte mas, a ser feliz por vos
mismo, para eso está la soledad.
- Sí, pero sufro.
- ¿Crees que te amas? – pregunto entonces mirándome.
- Si – conteste.
- Pensaste alguna vez de que quizás a veces las personas no se quieran
tanto, tanto que quizás no puedan ver cuanto a ellos los quieres.
Me quede callado, me consideraba muy demostrativo.
- Es el velo del miedo – dijo - en este caso, a que no nos quieran, a veces
esta tan presente que no podemos ver lo mucho que nos aman.
- ¿Que pasaría sin el? Pregunte.
- En muchos casos. yo creo que llorarían de la emoción por sentir tanto
amor, no es tan fácil resistirlo.
- Suelo querer que me quieran los que no me lo demuestran.
- Es una herida normal, suele pasar, a veces, que como no nos quiso
quien mas nos debió haber querido, busquemos afuera que nos quiera
el que no lo demuestra, creyendo que es ese el amor que nos
merecemos.
- Creo que lo entiendo.
- ¿Crees que puedes cambiar?
- ¿Atraer personas que si me lo demuestren? – pregunte.
- Claro – dijo.
- ¿y cómo lo hago?
- Perdonando
- ¿Perdonando? ¿Pero a quien?
- A quien haga falta, pueden ser tus padres o alguien más.
- ¿Y eso porque me ayudaría?
- De esta forma no seguirías buscando en otros este patrón para
resolverlo.
- No entiendo.
- Supongamos que conoces una chica, a ella le gustas pero no te lo
demuestra, tu esperaras que esto suceda, pero cuando ocurre ella te
deja de gustar – dijo y agrego.
- Eso es porque entendes el cariño por lo que conoces y no has
resuelto.
- Creo que lo entiendo.
- Que bueno, porque justo acá es donde aparece la desconfianza.
- ¿Por qué? Pregunte.
- Lo que sucede, en muchos casos, es que desconfiamos justamente de
quien más nos quiere, como nos resulta casi desconocido, le tememos,
desconfiamos, no les creemos.
- ¿Y qué se puede hacer? - pregunte.
- Haciéndolo consciente - concluyo.
- Me duele un poco la cabeza.
- Si, fue mucho, descansemos – dijo riendo.
Nos recostamos en el pasto a mirar el cielo. Me sentía mejor, decidí no
pensar mucho en todo lo que había aprendido, trataría simplemente,
fluir.
Después de un rato, bien de noche, Rafael me dijo que debíamos volver,
así que nos subimos a una canoa para cruzar el lago. Casi llegando al
otro lado me miro y me pregunto.
Así que bueno, ¿alguna otra duda?
En ese momento lo contemple y me mantuve en silencio, sentí que no
hacía falta hablar. Una paz me invadió, el se mantuvo callado,
observando el paisaje, de pronto pude verlo con claridad, su belleza, su
inmenso amor y todo fue claro, lo entendí, no hacía falta decir más
nada, era el momento, el presente, lo que ocurría, aquí y ahora. El me
miro con unos ojos llenos de amor, de compasión y sonrió y con un
gesto me dijo, “si”.

También podría gustarte