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Derecho penal I

El principio de judicialidad.
(Ricardo C. Nuñez. Páginas 118 y 119)

Aunque este principio tiene un carácter procesal, lo enunciamos y desarrollamos porque constituye la forma
en la cual debe realizarse nuestro Derecho penal sustantivo. La judicialidad representa para los acusados una
garantía respecto de la imparcial y correcta aplicación de la ley penal. Tiene su fuente constitucional en los
principios del juez natural, de la división de los poderes del gobierno y del juicio previo.
Todo habitante de la Nación goza del derecho de defender ante su juez natural (Constitución, art. 18) su vida,
su libertad, su honor o su patrimonio si una sanción legal los afecta. De acuerdo con el principio de la
separación de poderes (Constitución, arts. 36, 74 y 94) y con la prohibición de que el Poder Ejecutivo ejerza
funciones judiciales (Constitución, art. 95), el juez natural sólo puede ser un tribunal de justicia. La
prohibición de que el Poder Ejecutivo desempeñe funciones judiciales, es un pilar básico del sistema político
adoptado, según el cual el Poder Judicial, como una de las ramas del gobierno, sólo puede ser desempeñado
por jueces nombrados en la forma señalada por la Constitución y por las leyes e investidos de la potestad de
juzgar con independencia de los otros dos poderes que lo integran. Al Poder Judicial le corresponde, como
correlativo de una garantía constitucional de los habitantes del país, conocer y resolver todas las cuestiones o
hechos en que discuta o afecte un derecho de aquellos y que los interesados quieran llevar a su conocimiento.
Los tribunales de justicia solo pueden aplicar la ley penal mediante un juicio. Es una garantía constitucional
la de que “ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho
del proceso” (Constitución, art. 18). Juicio no es, en el concepto constitucional, cualquier procedimiento
sumario que comprometa la defensa, la prueba y la justicia de los fallos judiciales. Como garantía
constitucional, el juicio exige las formas sustanciales de la acusación, la prueba, la defensa y la sentencia, de
manera que los acusados se encuentren en condiciones de conocer cabalmente la acusación que se les hace,
presentar las pruebas de descargo y ser oídos sobre la acusación y las pruebas, y que el tribunal pueda
apreciar con amplitud, a los fines de dictar sentencia, los elementos de acusación o de defensa. El juicio,
como garantía constitucional, no exige la doble instancia, ni, por consiguiente, que en todas las instancias
establecidas se asegura la misma amplitud de audiencia y de defensa (…).

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