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FEDERICI (“Calibán y la bruja”)

Introducción

La autora se plantea repensar el desarrollo del capitalismo desde el punto de vista del feminismo. Calibán como un símbolo de resistencia a la lógica del capitalismo.

Analiza la transición del feudalismo al capitalismo desde el punto de vista de las mujeres, el cuerpo y la acumulación primitiva/originaria (AO). La autora se

diferencia de Marx en dos cuestiones:

1) Marx examina la AO desde el punto de vista del proletariado masculino, Federici lo hace desde el punto de vista de los cambios que introduce en la

posición social de las mujeres. En su descripción incluye varios puntos ausentes en Marx: a) una nueva división sexual del trabajo que somete el trabajo femenino y

su función reproductiva a la reproducción de la fuerza de trabajo; b) el orden patriarcal que excluye a las mujeres del trabajo asalariado y las subordina; c)

mecanización del cuerpo, para las mujeres como una máquina de producción de nuevos trabajadores; d) las cacerías de brujas, que fueron tan importantes para el

desarrollo del capitalismo como la colonización y la expropiación de campesinos.

2) Marx era consciente del carácter criminal del desarrollo capitalista, pero lo consideraba un paso necesario para el proceso de liberación humana

(desarrollo de la capacidad productiva), y pensaba que la violencia tendería a disminuir. Para la autora, estaba equivocado: la globalización llevó un retorno de los

aspectos más violentos. Además, ella recupera el punto de vista de las mujeres que fueron tratadas como inferiores, explotadas (nunca como un camino a la

liberación).

Federici se pregunta cómo explicar la ejecución de “brujas” y por qué el capitalismo surge mientras se da esta guerra contra las mujeres. Se plantea que la caza trató

de destruir el control de las mujeres sobre su función reproductiva y sirvió para desarrollar un régimen patriarcal más opresivo. Para la autora, la caza fue

contemporánea a una nueva división sexual del trabajo, que las confina al trabajo reproductivo, y que fue un aspecto central en la acumulación y la formación del

proletariado moderno.

Si en la sociedad capitalista la “feminidad” se constituyó como función-trabajo que oculta la producción de la fuerza de trabajo bajo la cobertura de un “destino

biológico”, la historia de las mujeres es la historia de las clases y la pregunta es si se ha trascendido la división sexual del trabajo. La categorización jerárquica y la

identificación de las mujeres como realidad corporal degradada fue instrumental para la consolidación del poder patriarcal y la explotación masculina del trabajo

femenino. Intentos de disciplinar y apropiarse del cuerpo femenino, que ha sido el principal objetivo del despliegue de técnicas de poder. El cuerpo es para las

mujeres lo que la fábrica es para los asalariados varones: el principal terreno de su explotación y resistencia.

Plantea también su diferenciación respecto de Foucault. Para la autora, la promoción del “biopoder” no es más que el resultado de una nueva preocupación por la

acumulación y reproducción de la fuerza de trabajo. La violencia y la esclavitud siguen estando a la orden del día, y mucha de ella dirigida contra las mujeres. La

conquista del cuerpo femenino sigue siendo precondición para la acumulación de trabajo y riqueza, tal como se ve en las nuevas tecnologías reproductivas y en la

“feminización de la pobreza”. Para la autora, el capitalismo está vinculado necesariamente con el racismo y el sexismo. Es imposible asociar al capitalismo con

cualquier forma de liberación. Si pudo reproducirse, es por las desigualdades que ha construido en el cuerpo del proletariado mundial y su capacidad de globalizar

la explotación. Hoy en día, la resistencia al capitalismo ha alcanzado también su dimensión global.

Capítulo 1: “El mundo entero necesita una sacudida”

Plantea que el capitalismo fue una respuesta de los señores feudales, mercaderes, obispos a un conflicto social secular que había hecho temblar su poder. Fue una

contrarrevolución que destruyó posibilidades de la lucha antifeudal. Esto derriba la creencia de que el capitalismo “evolucionó” desde el feudalismo.

Estudia cómo la historia de las mujeres se entrecruza con el desarrollo capitalista. En la lucha anti-feudal, había un movimiento de mujeres opuestas al orden

establecido y a las normas sexuales dominantes. Estas luchas sociales medievales fueron importantes al exigir un orden más igualitario y contra las jerarquías. Son

importantes para comprender por qué fueron importantes el exterminio de brujas y la extensión del control estatal sobre la reproducción.

La servidumbre apareció cuando los terratenientes debieron conceder a los esclavos el derecho a tierra y familia para contener sus rebeliones. Los terratenientes

comenzaron a someter a los campesinos libres, quienes buscaron protección en los señores, aún al precio de su independencia. Apareció una nueva relación de

clase que homogeneizó las condiciones de los antiguos esclavos y los campesinos libres. La servidumbre permitió a los siervos el acceso directo a los medios para su
reproducción: parcelas de tierra. Sin embargo, esta comunidad medieval no era una comunidad de iguales, había diferencias sociales entre campesinos

ricos/pobres/libres, etc.

La tierra se entregaba a hombres, las mujeres tenían estatus de segunda clase. Las siervas eran menos dependientes de sus parientes masculinos: menos diferencia

física, social 🡪 menos subordinación que en el capitalismo. Sobre la autoridad de sus maridos y padres prevalecía la de los señores, que mandaban sobre las

relaciones sociales y el trabajo de las mujeres. La división sexual del trabajo era menos pronunciada. Las mujeres trabajaban en los campos y también en las casas:

sus actividades domésticas no estaban devaluadas, y no suponían relaciones sociales distintas a las de los hombres. Luego, en el capitalismo, el trabajo doméstico

deja de ser visto como trabajo real. La división sexual que existía era una fuente de poder y protección para las mujeres, que podían plantarse frente a los hombres.

En las aldeas medievales había luchas cotidianas. Los siervos querían preservar su excedente de trabajo y productos y ensanchar sus derechos. También se resistían

a proveer servicios militares, por lo que se recurría a la violencia. Las luchas más fuertes eran contra los impuestos: sumas que los señores exigían arbitrariamente y

que no eran compensados con nada. Existían también otras formas de resistencia cotidiana: desgano, disimulo, hurtos, etc.

Estas luchas lograron la concesión de privilegios, la libertad de comerciar y la reducción de arbitrariedades. Lo más importante fue la sustitución de servicios

laborales por pagos en dinero, que ubicaba la relación feudal sobre una base más contractual. Esto también cooptó los objetivos de la lucha: sirvió como división

social y desintegró la aldea feudal. Fue positivo para los campesinos acaudalados, pero los más pobres perdieron lo poco que tenían: el campesinado sufrió un

proceso de proletarización. La sustitución por dinero hizo más difícil para los campesinos diferenciar entre el trabajo que hacían para sí mismos y el que era para los

terratenientes. También, los arrendatarios libres emplearon y explotaron a otros trabajadores. El dinero y el mercado comenzaron a dividir al campesinado,

aparecieron las diferencias de clase al interior y se produjo una masa de pobres.

Para las mujeres, fue negativo también. La comercialización creciente redujo su acceso a la propiedad y el ingreso. Fueron excluidas de la propiedad de la tierra y

comenzaron el éxodo a las ciudades: sirvientas, vendedoras, etc. Esto no las liberaba, pero su subordinación al hombre en las ciudades era menor. Fueron ganando

acceso a muchas ocupaciones que antes no tenían (hasta en los movimientos heréticos) y ganando autonomía.

El movimiento de herejía popular fue el que mejor expresó una búsqueda de alternativa para las relaciones feudales por parte del proletariado medieval y su

resistencia a la economía monetaria. Fueron un intento consciente de crear una sociedad nueva (a diferencia de la espontaneidad de los milenaristas). Estaban bien

organizadas en sus ideas y su autodefensa, fueron fundamentales en la lucha antifeudal. Aspiraban a una democratización radical de la vida social: denunciaban

jerarquías, propiedad privada y acumulación de las riquezas, planteando una emancipación universal. Se oponían a la Iglesia y su corrupción/codicia; esto era un

enfrentamiento contra el pilar ideológico del poder feudal. La Iglesia del SXI era un poder despótico, que gobernaba con mano de hierro, extorsión y corrupción.

Usaban la acusación de herejía para atacar toda forma de insubordinación social y política.

Muchas de las sectas herejes tenían ideas como la aversión a la guerra, condena a la pena capital, tolerancia hacia otras religiones, elusión del matrimonio y la

procreación. Las mujeres tenían un lugar importante. Había un intento de control medieval de la natalidad: comenzó a ser asociada con crímenes reproductivos

como la sodomía, el aborto, etc. Se oponían a los esfuerzos de la Iglesia para poner a todo el mundo bajo su control en el matrimonio y la sexualidad: indicaban qué

días se podía tener sexo, con quién; imponían penitencias, etc.

En la Iglesia, las mujeres no eran nada, pero en los movimientos heréticos tenían elevada posición social y los mismos derechos. Se podía convivir sin estar casados

y otras libertades. Las mujeres trataron de controlar su función reproductiva. La Iglesia en un momento fue más indulgente de aquellas que lo hacían por cuestiones

económicas; pero cuando comenzaron a percibirlo como una amenaza a la estabilidad económica y social fue pensado como intolerable (luego de la peste negra).

En este período, los aspectos sexuales de la herejía fueron los más perseguidos. Transición hacia la caza de brujas: la mujer se convirtió en figura de lo hereje, y la

bruja en el principal objetivo de la persecución.

La herejía era un fenómeno de clases bajas. Los campesinos y trabajadores urbanos descubrieron aquí una causa común. La ciudad y el campo todavía mantenían

una relación estrecha y todos aspiraban a nivelar las diferencias sociales. Existían posturas de rechazo al trabajo y de una nueva valorización del trabajo (manual).

Esto último refleja la creación de un proletariado urbano, para quienes la vida en la ciudad representaba un nuevo modelo de servidumbre. En estos trabajadores es

donde se ve mayor protesta social y aceptación de ideas heréticas.


La Peste Negra cambió profundamente la vida europea. Se revolucionaron las jerarquías y se debilitó la disciplina social. La gente trataba de pasarlo lo mejor

posible, sin perspectiva de futuro. Los trabajadores se hicieron escasos y crecieron sus costos, lo cual fortaleció que se rompieran las ataduras feudales. Las

amenazas dejaron de tener tanto efecto: la relación de clase se vio subvertida, y creció el conflicto social. Se comenzó a vivir una “edad de oro del proletariado”:

con salarios altos y comida barata, se reforzó su valoración social. También significó una reducción de las diferencias de salarios entre hombres y mujeres y la

desaparición de la servidumbre 🡪 luego del SXIV no había siervos atados a la tierra, y sí campesinos libres que aceptaban trabajar por una recompensa sustancial.

La autora plantea igualmente cierto escepticismo ante esta “abundancia”.

En el SXV, se produjo una contrarrevolución. Se transformó el antagonismo de clase en hostilidad contra las mujeres: se dejó de considerar la violación como delito

ante mujeres de clase baja, etc. Esto resultó en una debilitación de la solidaridad de clase de la lucha antifeudal. Las mujeres víctimas no podían volver a recuperar

su lugar en la sociedad. Se creó un ambiente misógino que degradó a las mujeres e insensibilizó a la población frente a la violencia contra las mujeres. Esto creó el

ambiente para la caza de brujas que comenzaría allí. Por otro lado, se institucionalizó la prostitución.

Esta “carta sexual” fue parte de un proceso más amplio que tendió a centralizar al Estado como el único agente capaz de afrontar la generalización de la lucha y

preservar las relaciones de clase, como luego haría con los límites al coste de trabajo, prohibición de la vagancia, etc. Este conflicto había generado una nueva

alianza entre burguesía y nobleza para derrotar las revueltas proletarias. Las revueltas fueron derrotadas porque todas las fuerzas del poder feudal (nobleza,

Iglesia, burguesía) se les enfrentaron unificadas por miedo a una rebelión. La burguesía y la nobleza estuvieron aliadas en la eliminación de las clases bajas.

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