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CAPÍTULO III.

LA ENFERMEDAD COMO
DIFERENCIA. BERLINGUER. Resumen
Berlinguer (1994) considera que, la enfermedad, habitualmente es definida como anormalidad o
desviación, o como inferioridad respecto al promedio de la población. En cuanto a dicha consideración
acerca del concepto de normal y patológico, el autor cita a Guido Vernoni, quien refiere que “Las
observaciones estadísticas en biología han demostrado cómo en cada especie de vivientes se encuentran
innumerables variantes, de las cuales las más frecuentes corresponden al prototipo de la especie, es decir, al
máximo de la normalidad, mientras que aquellas menos frecuentes se alejan de ellas gradualmente, pasando
invariablemente al campo de la anormalidad” (Berlinguer,1994, p. 56). Dicho concepto no solamente hace
referencia a las enfermedades, sino a toda la estadística biológica.

1.¿Quién es normal?
Berlinguer (1994) menciona que, en cuanto a la norma que define quien es normal y quien no, resulta
difícil de ser evaluada, inclusive en los sistemas físicos y más en los biológicos. Actualmente, todas las
ciencias biológicas, que estudian los seres vivientes, ponen mayor énfasis en la individualidad, volviendo así
más al concepto de norma, y eliminando la rigidez que dominaba en las ideas del siglo pasado. Así, “para las
enfermedades, la distinción de normal y anormal, y luego entre anormal y patológico, es aún más
complicada, también en el campo específicamente diagnóstico” (Berlinguer,1994, p. 57). Destaca que,
además, depende de las capacidades de comprobación, las cuales progresan continuamente.
Menciona que, en la actualidad, también se recurre a pruebas funcionales, en tanto que muchas otras pruebas
de diagnóstico han introducido márgenes de arbitrariedad, pudiendo ser interpretadas de diversas maneras.
Plantea acerca del check-up, o uso y abuso del análisis para verificar el estado de salud, lo cual puede dar
lugar a inexactitudes y errores. Además, considera que otra causa de perplejidad nace en la disparidad de
juicios entre los médicos, respecto a un mismo caso clínico.

2.Norma biológica y norma social


Berlinguer (1994) considera que, de manera evidente, para algunos fenómenos, el patrón de juicio es solo
biológico. En cambio, se presentan otros fenómenos que son evaluados como normales o anormales
conforme el oficio, la cultura, la renta, las posibilidades terapéuticas. Ante ello, la sociedad transforma
dichas evaluaciones en motivo de exclusión o condena, de tal manera que el hacer coincidir la anormalidad y
la patología resulta, a menudo, arbitrario. Así, “Existe una normalidad biológica, con un campo de
variabilidad propio, más allá del cual se desemboca netamente en lo patológico; con ella se entrelaza una
anormalidad social, una evaluación ética o moral de las conductas, basada en juicios y prejuicios que
cambian según la época” (Berlinguer,1994, p. 58). Consecuentemente, la evaluación mezcla criterios con la
actitud, las reacciones y las operaciones ante la diversidad y las variaciones, las cuales son típicas de cada
especie y de toda la historia humana, pero destaca la existencia de mayores reacciones o interacciones
institucionales, en las sociedades desarrolladas, que se relacionan con la economía, con el Estado, con
la cultura y el poder.
Así, menciona que “Cuanto más pobres y marginadas son las personas, mayor es la probabilidad de que se
las defina como “desviadas” (Berlinguer,1994, p. 59).
Por otro lado, Berlinguer (1994) menciona que, en el Siglo pasado, se tendía a considerar iguales y/o a
confundir los conceptos de anormal y patológico, de tal manera que se fijaba, de manera rígida y arbitraria
las características y los límites de las enfermedades, su origen y sus consecuencias. Así, resultaba necesario
dar una explicación a la frecuente internación de los peligrosos en manicomios: “(…) los braceros eran
anormales, tarados por constitución” (Berlinguer,1994, p. 59). Pero, además, cuando existía una herencia
morbosa, ya fuera verdadera, presunta o pretendida, los diagnósticos médicos y juicios morales se
mezclaban de la manera más desenvuelta. Así, resulta típico la descendencia descripta por César Lombroso
acerca de la familia de un alcohólico. Ante ello, el solo hecho de reflejar que las perversiones sexuales
fueran todas atribuidas a la mujer, muestra como la moral dominante tiene influencia acerca de la valoración
de la anormalidad.

3. El metro variable
Para el autor, una vez establecido el hecho de la existencia de las enfermedades, algunas de las mismas
resultan ser evaluadas de diversas formas conforme la sociedad, la época y las personas. De esta manera, una
enfermedad grave tal como la epilepsia, ha sido vista como señal divina, o bien, como posesión del
demonio, conforme sea el caso. Así, dicha ambivalencia “(…) se presentó nuevamente en el siglo XIX
cuando la ciencia positiva pretendió explicar y encasillar todos los fenómenos, incluso la creación artístico-
literaria” (Berlinguer,1994, p. 62).
Sin embargo, la diferencia no es solamente respecto al pasado o a otras civilizaciones, sino que, en la
actualidad, en la Labelling theory (teoría clasificatoria basada en las “etiquetas” de la enfermedad mental) se
afirma que muchos síntomas no son sino confirmaciones de desviación de la normalidad, en tanto que “(…)
que la condición de sano y enfermo deriva también de una “negociación”, influida a su vez por las
relaciones de poder; y que cuanto más marginales son los atributos de una persona, mayor es la posibilidad
de entrar en la categoría de las personas que son definidas como desviantes. (Berlinguer,1994, p. 62). Así,
dicha marginación que resulta así agravada, también puede provenir de enfermedades físicas y no solamente
de las enfermedades mentales.

4. ¿Quién puede trabajar?


Berlinguer (1994) menciona que aquello que, genéticamente había sido una ventaja, “(…) una manera para
sobrevivir más fácilmente a la adversidad del ambiente, por la ley de los hombres, se vuelve un obstáculo y
un pretexto para ser excluido del trabajo” (Berlinguer,1994, pp. 63). Según el autor, ello probablemente sea a
causa de la ignorancia, aunque destaca la existencia de una tendencia, muy acentuada en la sociedad actual,
de multiplicar las barreras selectivas, en tanto se las justifica con la patente de cientificidad y, en cambio, no
se busca el lograr una mayor integración y reducción de las condiciones patógenas.
Así, destaca que, en las fábricas de los EEUU se presentan, cada vez más, sistemas más serios, tales como la
selección genética y los exámenes biológicos para la incorporación al trabajo. Así, si se considera que uno
no es apto para soportar la nocividad, se lo descarta, puesto que “(…) no se trata de bajar el riesgo
ambiental, sino de aumentar la resistencia de los trabajadores” (Berlinguer,1994, pp. 64). Asimismo, el autor
aclara que nunca hubo certeza acerca de que las anomalías genéticas hagan que los sujetos sean más.
Destaca que, en estos casos, la supresión de una función genética (una condición patológica), resulta ser
una ventaja para poder trabajar. En el caso que no haya incapacidad para el trabajo productivo, se crea una
incapacidad para la vida reproductiva. Por otro lado, refiere que, el mismo enfermo, en determinados casos,
se resiste a la cura puesto que usa esa condición de enfermo para poder tener acceso a una indemnización o
para poder conseguir un trabajo.

5. ¿Somos todos discapacitados?


Berlinguer (1994) menciona que se presenta una análoga actitud discriminatoria ante los discapacitados.
Cita a uno de ellos, Mauro Cameroni, quien aun sufriendo de niño una parálisis con lesiones cerebrales
llegó, sin embargo, a estudiar y recibirse de médico. En su libro “Dentro y más allá de la deficiencia”,
menciona que el discapacitado “(…) es considerado como un sujeto que no puede tra-bajar o que, por lo
menos, tiene una capacidad laboral inferior a la normal. Esto es absolutamente equivocado porque en la
mayoría de los casos, si al afectado se lo pone en un lugar de trabajo apropiado, puede rendir como todos
(…) (Berlinguer,1994, pp. 65-66). Para confirmar ello, el autor refiere que basta con realizar una reflexión
acerca de las experiencias personales o próximas.
Berlinguer (1994) considera que ello no solamente ocurre en el trabajo, sino también en las escuelas. Así,
plantea que un sujeto puede ser considerado como discapacitado y tener una capacidad de aprendizaje igual
o mayor que la de otros, conforme sea la manera en que se haya afrontado el problema por parte de los
docentes, del personal sanitario y de los compañeros. En tanto que las enfermedades y las discapacidades
existen, tanto en el campo físico como en el mental. No obstante, el autor plantea que el “(…) catalogar la
salud como ideal y lo patológico como desviación, porque los dos fenómenos son parte de un proceso único,
y porque la enfermedad, que se constituye sobre base biológica o psíquica, es revestida de un juicio social
por las consecuencias que provoca en la vida cotidiana” (Berlinguer,1994, pp. 66). De ello, se derivan
actitudes que pueden agravar, en vez de atenuar, los fenómenos patológicos.
El autor aclara que, de manera frecuente, las personas se encuentran “(…) ante situaciones alienadas,
trabajos incompatibles con la vida, más que vidas incompatibles con el trabajo, una sociedad para
transformar más que hombres para descartar” (Berlinguer,1994, pp. 66).

6. ¡Abajo las barreras!


Berlinguer (1994) plantea el siguiente cuestionamiento: ¿Cómo actuar, en consecuencia?
En el plano ético, se debe considerar a la enfermedad como variedad y no como una desviación. Así,
“puesto que no todas las anormalidades son enfermedades, sería erróneo afirmar lo opuesto: que las
enfermedades son algo carente de objetividad y sostén biológico y psíquico” (Berlinguer,1994, pp. 67). En
cambio, se debe reconocer, utilizando y acrecentando los conocimientos científicos, las variaciones del
equilibrio que pueden resultar nocivas. Además, se debe reducir tanto las causas de tales anormalidades,
como la amplitud de los criterios de desviación. En la actualidad, ello resulta posible, tanto por las mayores
posibilidades de indagación acerca del organismo humano, como por la mayor tendencia a la solidaridad
colectiva, la cual se encuentra sostenida por técnicas específicas de integración.
Sin embargo, Berlinguer (1994) considera que, frecuentemente, nos comportamos como las tribus Kubú, en
tanto que aceptan e integran en el grupo los casos de enfermedades que no perturban la vida comunitaria,
pero, cuando la enfermedad impide ello, descartan a los afectados, de tal manera que los alejan y los
condenan a un fin prematuro. Al respecto, Berlinguer (1994) cita a Sigerist, quien refiere que “la víctima
muere socialmente mucho antes de que lo alcance la muerte física” (Berlinguer, 1994, p. 68). En la
actualidad, ocurre algo similar en la sociedad, cuando no interviene la asistencia pública o la solidaridad de
los particulares; de tal manera que se presenta un retroceso a las leyes tribales.
Berlinguer (1994) considera que, para actuar más moderna y humanamente, existen cuatro caminos a seguir,
siendo una de ellas el prevenir y curar las enfermedades. Asimismo, menciona que gran parte de los
discapacitados no deben existir como tales, en tanto que resultan ser fruto de omisiones o errores. De esta
manera, la prevención, además de ser una exigencia moral, también consiste en una necesidad económica.
Contrariamente, los costos de la asistencia se hubieran vuelto insostenibles, y aquel que tenga verdadera
necesidad no podría ser atendido.
Por otro lado, el autor plantea que resulta posible, además, actuar técnicamente sobre el ambiente físico y
social, con la finalidad de reducir la esfera de las anormalidades, de tal manera de ofrecer iguales
posibilidades a sujetos que podrían verse apartados de la vida colectiva.
Además, plantea la existencia de obstáculos laborales, como así también arquitectónicos.
Berlinguer (1994) plantea que se debe organizar la sociedad de tal manera de poder integrar las
“anormalidades”, impidiendo con ello la tendencia de definirlas siempre como enfermedad, con las
consecuentes discriminaciones y agravamientos. Dicha tendencia a la integración resulta más practicable
cuando la sociedad es menos competitiva. En tanto que, si se tiende a una sociedad competitiva, “se tenderá
inevitablemente a aceptar en el trabajo, en la escuela, en la colectividad, solo a los individuos dotados de
cualidades particulares; se llegará a estrechar el cerco alrededor de las personas consideradas como
anormales, y arrinconadas así en el callejón sin salida de la internación forzada y del abandono” (Berlinguer,
1994, p. 69)

BIBLIOGRAFÍA.
Berlinguer, G. (1994). Capítulo 3. La enfermedad como diferencia. En Berlinguer, G. (1994). La
enfermedad. Sufrimiento, diferencia, peligro, señal, estímulo: Buenos Aires: Lugar Editorial (pp. 35-
47).

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