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Es un hecho que
todos cometemos errores. Los llamados errores están presentes en nuestras vidas para que a partir de
ellos podamos decidir quiénes queremos ser
La aparición del sentimiento de culpa se vincula al desarrollo de la conciencia moral del sujeto.
Las personas introvertidas y con rasgos obsesivos tienden a vivir la culpa con mayor intensidad.
Mientras que los estilos educativos centrados en el castigo físico provocan respuestas agresivas, los estilos
orientados al castigo psicológico (“Ya no te quiero”, “No ves cuánto nos haces sufrir”) provocan sentimientos de
culpa intensos
Esto explica en gran medida por qué puede ser tan atractivo acumular culpa y vergüenza en
nosotros mismos: estamos activando el centro de recompensa del cerebro.
Pero la culpa tiene además una función social poderosa en términos de vigilar nuestro
comportamiento.
Las personas que son propensas a la culpa tienden a trabajar más duro y a desempeñarse
mejor que las personas que no lo son, y se las percibe como líderes más capaces.
De hecho, las personas que a menudo se sienten culpables son percibidos también como
mejores amigos, amantes y empleados.
Así que hay una buenas razones según la ciencia por la que nos sentimos culpables, claro
que las desventajas de la culpa resultan ser mucho peores que los beneficios.
El sentimiento de desaprobación
La culpa puede por tanto definirse como esa incómoda sensación que se experimenta
cuando se hace algo que sabemos dará lugar a la desaprobación de los que nos
importan.
Es un subproducto de nuestras acciones en conflicto, ya sea con un código interno o con
la moral impuesta externamente. El resultado de este conflicto se traduce en sentimientos de
culpa.
La culpabilidad y la preocupación
Las cosas que haces y la forma en que vives tu vida, en términos generales puede dividirse
en dos categorías: “lo bueno” y “lo malo”. Cuando haces cosas buenas recibes la aprobación
de los demás y cuando haces cosas malas recibes la desaprobación.
Por lo tanto, la culpa tiende a aparecer como resultado de hacer “cosas malas” o no
hacer “cosas buenas”.
Para agravar la influencia que la culpa ejerce sobre nosotros, esta se asocia a menudo
con la preocupación que dedicamos a los demás o a nuestras propias acciones.
La mayoría de nosotros considera que no sentirse culpable por una supuesta “mala acción”
significa que la acción misma o sus consecuencias no nos importan, lo que
consecuentemente nos convierte en malas personas.
Por supuesto, la implicación subyacente detrás de esta lógica es que para llegar a ser una
“buena persona” hay que demostrar cierta preocupación por los demás hasta el punto de
alinearse con lo que ellos consideran bueno o malo, o lo que es lo mismo, hay que ajustarse
a las necesidades y deseos de los que te rodean.
Superar con éxito la culpa por lo tanto, comienza por defender tus creencias, deseos y
necesidades, sin ser influenciado por lo que piensan, desean o necesitan los demás. De otro
modo siempre serás vulnerable a la culpa impuesta externamente por las convenciones o las