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i Miguélez
El a ~ estudio y reflexión a la
elal la cual ofrece un análisis
mu is fundamentos de la psi-
col e su método y técnicas.
Su ana11s1s se Lv• ''P'"'··~ __ -~ , partes.La primera consiste
en una crítica de la ciencia ortodoxa y de las bases en
que se apoya, de sus artículos de fe no probados, de
algunas definiciones, axiomas y conceptos gratuitos,
de su pretensión de ser el camino para el conocimiento
y de su ingenuidad y falacia al creer que siempre usa el
mismo método cuando, de hecho, no tiene ni ha tenido
nunca un método único, y los avances de la ciencia se
dieron sólo cuando sus más distinguidos exponentes
decidieron apartarse de las rígidas reglas canónicas que
constreñían y coartaban el pensamiento, la originalidad
y la imaginación creadora.
Esta parte constituye el marco de referencia crítico en
que se ubica la segunda, la cual se dedica a estudiar las
bases de un posible paradigma para la psicología que
sea a la vez "científico'; es decir, fruto de un estudio rigu-
rosamente crítico y sistemático, y"humanista';o sea, fiel a
la naturaleza integral y personal de los seres humanos.
El objetivo de esta segunda parte es dar una base firme
y sólida a las siguientes tesis centrales: el método de-
pende del objeto de la ciencia, y si el objeto de estudio
"humano'; "animal" e inorgánico" es irreductible uno a
otro, necesita métodos diferentes; la vida humana tiene
una riqueza de contenido que no captan las técnicas
matemáticas u operacionalistas y necesita métodos más
humanos y personalistas; la clave para la comprensión
de la persona es el estudio del significado de las acciones
y de la intención que las anima, más que el mero estudio
de la conducta externa; los caminos que parecen más
adecuados para una comprensión cabal del hombre son
~~~
·La psicología
humanista.
Un nuevo paradigma psicológico
1. Psicología. 2. Hombre. l. t.
Impreso en México
División Administrativa Printed in Mexico
Av. Río Churubusco 385
Col. Pedro María Anaya, C. P. 03340 Se imprimió en
México, D. F. Impresora Publimex, S. A.
Tel. 56884233, FAX 56041364 BM2 BOTW
..
PREFACIO
MMM
3
PRÓLOGO-SÍNTESIS
5
6 Prólogo-Síntesis
significado de las acciones y de la intención que las anima, más que el mero estudio
de la conducta externa; los caminos que parecen más adecuados para una cabal
comprensión del hombre son los métodos que se centran en el "diálogo": el
hermenéutico-dialéctico, el fenomenológico, el etnográfico, el de investigación-ac-
ción, el de historias de vida, etc., ya que reúnen un conjunto de bondades y cualida-
des que los hacen flexibles y sensibles a las características propia's de cada persona.
Con base en una identificación m.ás clara y precisa del valor de la "ciencia
normal", será posible ver la extrapolación de las ciencias naturales a las ciencias
humanas, precisar su inadecuación para el estudio de los principales factores que
orientan el comportamiento humano, señalar sus limitaciones en la comprensión del
hombre como persona y ampliar el mismo concepto de "ciencia" a todo estudio
rigurosamente crítico y sistemático. En este sentido, la presente obra se define mejor
con base en una epistemología orientada hacia una meta: la comprensión del hom-
bre, como se ampliará y se ejemplificará en los temas que trata la tercera parte de la
misma: el currículum, la educación y la psicoterapia.
Por consiguiente, no nos interesan tanto la naturaleza y validez del conocimien-
to en sí, en sentido básico y universal, sino la naturaleza y validez de ciertos procedi-
mientos metodológicos para enriquecer una parte del conocimiento, la de la
comprensión del hombre como persona. Sin embargo, le corresponde a la misma
psicología analizar y desentrañar la naturaleza de los procesos psíquicos en que se
fundamenta la metodología de la ciencia.
Los recursos metodológicos que se van a utilizar -y que especificaremos más en
la Introducción- serán, lógicamente, todos los que oportunamente puedan usarse en
los estudios epistemológicos o gnoseológicos, es decir, todos los que considere con-
venientes y apropiados, sin limitaciones de ningún género, la sindéresis de la pru-
dencia intelectual. En cierto sentido, éste es un problema de evaluación de criterios
que, por consiguiente, no puede-estar sometido a normas o a otros criterios que
encaucen o limiten su propia tarea. Sólo así será posible ver la necesidad de un
nuevo paradigma epistemológico para la psicología y cómo la estructura de la Psico-
logía Hum¡:lnista lo lleva implícito en su propia naturaleza.
Durante la primera mitad del siglo xx, la psicología caminó en dos direcciones
notablemente diferentes e incomunicadas. Por un lado, la orientación conductista,
objetivista, mecanicista y positivista. Por el otro, el grupo de psicologías que se origi-
naron con Freud y el psicoanálisis. Sin embargo, estas dos corrientes tenían como
denominador común un principio básico sobre la naturaleza del hombre que influirá
el marco de referencia conceptual y los métodos de investigación e interpretación de
los hallazgos consiguientes: e/ determinismo. Si para unos la conducta era interpre-
tada como un proceso automático y casi mecánico, estimulado por el medio ambien-
te exterior, para otros era un producto desencadenado por impulsos internos.
Freud, guiado por su profesión, escoge un "modelo médico" para la naturaleza
psicológica del hombre. Este "paciente" seguirá enfermo o se curará de acuerdo con
las vicisitudes del campo de batalla que es el ser humano, donde tres fuerzas conflicti-
vas internas -el id, el ego, y el superego- están encerradas en una lucha sin cuartel.
Por el contrario, Watson y Skinner, máximos representantes del conductismo,
están interesados únicamente en la conducta observable externamente. Ignoran, e
incluso niegan, al "hombre interno" y su posible libertad, la cual "no es más que una
pura ilusión", pues está abandonado a las fuerzas incontrolables del ambiente.
8 Prólogo-Síntesis
Prefacio 3
Prólogo-Síntesis 5
Introducción 13
Primera parte:
Crítica a la concepción clásica de la ciencia
Segunda parte:
Hacia un nuevo paradigma en psicología
Tercera parte:
La psicología humanista en la práctica
Bibliografia 195
Indice onomástico 207
Indice analítico 211
l1
INTRODUCCIÓN
CONTEXTO GENERAL
En el número de septiembre-octubre de 1975 (Núm. 35, pp. 4-16), la revista
The Humanist publicó una declaración -Objections to Astro/ogy: a Statement
by 186 Leading Scientists- contra la Astrología. La declaración consta de cuatro
partes; la primera, de una página de extensión, es la declaración propiamente
dicha. Siguen, luego, 186 firmas de astrónomos, físicos, matemáticos e indivi-
duos de otras profesiones no especificadas, entre ellos 18 Premios Nobel. Por
último, hay dos artículos que explican más detalladamente el "proceso" contra la
astrología.
Esta declaración que, por la respetabilidad de quienes la firman, pareciera
evidenciar la posición inobjetable y decisión definitiva de la ciencia (al estilo del
Roma locuta causa finita), suscitó, por el contrario, toda una ola de críticas pos-
teriores. Lo que en estas críticas se censura es el tono "religioso" del documento,
la debilidad e ignorancia que reflejan los argumentos y la manera autoritaria en
que se presentan. Efectivamente, muchos se preguntan: ¿para qué son necesa-
rias 186 firmas, cuando se poseen fuertes y sólidos argumentos? Pero lo más
grave es que sea literalmente cierto que algunos de estos eminentes científicos
"no saben de qué están hablando". En efecto, ante un representante de la BBC
de Londres que quiso entrevistar a algunos de los premios Nobel, éstos declina-
ron la solicitud afirmando que "nunca habían estudiado la astrología y no tenían
idea de sus detalles" (Feyerabend, 1978, p. 91).
Todo esto ha hecho pensar a más de un crítico en el famoso Mal/eus
Maleficarum que el Papa Inocencia VIII publicó en el año 1484 contra la brujería.
Hay mucho paralelismo entre ambos. El Papa hace preceder este libro -preparado
por los más eminentes estudiosos de la época, sobre los fenómenos, etiología,
aspectos legales y aspectos teológicos de la brujería- de una bula, habla con toda
la autoridad de su sagrada y máxima investidura y, en nombre de Dios, condena y
estigmatiza todos los fenómenos hechiceros y de brujería como provenientes de
los demonios. Para los que creían en la autoridad papal, ese pronunciamiento
estaba respaldado por la autoridad divina y era total y absolutamente cierto.
13
14 Introducción
hemos realizado un gran esfuerzo para colaborar en dicha empresa, por medio de
nuestra obra El paradigma emergente: hacia una nueva teoría de la racionalidad
científica, la. ed., Gedisa, Barcelona, 1993; 2a. ed., Trillas, México, 1997; y próxima
edición en inglés.
La lucha entre paradigmas es siempre muy aguerrida. En general, siempre se
acusa al nuevo paradigma, que busca status y aceptación, de no ser "científico", lo
cual equivale a acusarlo simplemente de no aceptar los criterios y reglas de
"cientificidad" establecidos, es decir, de no ser como el anterior. Es lógico que si es
otro paradigma, tiene que ser y presentarse en forma diferente. Por otro lado,
ningún paradigma puede defenderse a sí mismo con base en los criterios sobre
los que se funda, ya que se apoyaría en una argumentación circular. Por ello, el
debate debe centrarse en la ponderación de los criterios.
Con la aparición del psicoanálisis surgieron ejemplos muy claros de esto; se le
acusaba de no ser "científico", a lo cual respondían algunos psicoanalistas diciendo
que "la ciencia no era psicodinámica". Se dieron con igual frecuencia muchos casos
en el campo de las ciencias socioeconómicas en los países socialistas, donde se
acusaba a los teóricos disidentes de ser "anticientíficos" en esa área, porque iban contra
la visión social y económica aceptada y sostenida por los líderes de la comunidad.
MARCO DE REFERENCIA Y
PRESUPUESTOS BÁSICOS
En una obra de fondo epistemológico y metodológico como ésta, parece evi-
dente que no debiera haber presupuesto alguno. Sin embargo, como nunca ac-
tuamos sin algunos presupuestos y sin un marco de referencia que dé sentido a lo
que decimos, conviene hacerlos patentes para apreciar mejor su posible influen-
cia en nuestro pensamiento.
Ante todo, hay una realidad que consideramos concreta y evidente: que todo
ser humano está ubicado en un tiempo y un espacio determinados y que es el
resultado de una historia personal familiar, social y cultural única e irrepetible.
Este hecho hace que el individuo vea las cosas desde un punto de vista que no
coincide totalmente con el de ningún otro ser humano. En nuestro caso, la histo-
ria personal de quien escribe le ha llevado a ver las realidades humanas en forma
menos positivista y materialista y más cargadas de valores y de espíritu, en forma
menos atomista y estática y más en sus aspectos de significación, relación con el
contexto, la totalidad y el proceso.
En la conciencia de esta realidad está claramente implícito cierto perspecti-
vismo, es decir, que cada uno de nosotros tiene un punto de vista del Universo,
que la realidad se compone de innumerables puntos de vista, y cada individuo y
cada época escoge solamente aquel o aquellos que se acomodan más a su capa-
cidad receptiva, y que es absurdo pretender la posesión gnoseológica absoluta de
la realidad: nadie posee un "ojo de Minerva" o está dotado del "ojo de Dios".
18 Introducción
Así pues, es fácil detectar que hay cierto intento de obligar a la Naturaleza
a que encaje dentro de unos límites preestablecidos y relativamente inflexibles,
y a los fenómenos que no encajan en ellos frecuentemente ni siquiera se les
considera.
El método que hemos seguido en esta obra nos llevará a tomar un alto nivel
de conciencia de los presupuestos aceptados, así como a considerarlos única-
mente como una hipótesis guía, sin que esto implique circularidad; o mejor dicho,
sí implicará circularidad, pero no será viciosa, sino virtuosa, pues implicará úni-
camente "interacción" entre los presupuestos y los argumentos examinados. En
general, no queremos negar que la realidad, vista desde otro punto de vista, se
presente con determinadas características, propiedades o matices interesantes y
útiles; sólo queremos afirmar y probar que estamos viendo esa misma realidad
-la realidad humana- bajo un nuevo sistema de relaciones y desde un punto de
vista que nos parece más vasto, más fértil, más coherente y más acorde con el
resto de los conocimientos aceptados por otras disciplinas; sólo queremos decirle,
humildemente, a nuestros lectores que, durante 25 años, hemos estado presen-
ciando y ayudando a nuestros alumnos de posgrado en Psicología a presenciar
el espectáculo desde un balcón que nos parece mejor ubicado en la sala del
teatro, e invitarlos a venir a nuestro lado para que lo comprueben ellos mismos.
UBICACIÓN EPISTEMOLÓGICA
Mario Bunge, en su obra La investigación científica (1975), señala, con la
claridad y el énfasis que lo caracterizan, una serie de ideas sobre la importancia
de la investigación teorética en Psicología, que, por la pertinencia de las mismas
a nuestro estudio, hacemos plenamente nuestras.
Es una peculiaridad de la ciencia contemporánea -señala Bunge- que la
actividad científica más importante, la más profunda y la más fecunda, se centre
en torno a teorías y no en torno a recolección de datos, las clasificaciones de los
mismos o hipótesis sueltas ... La infancia de toda ciencia se caracteriza por su
concentración sobre la búsqueda de variables relevantes, datos singulares, clasi-
ficaciones e hipótesis sueltas que establezcan relaciones entre esas variables y
expliquen aquellos datos. Mientras la ciencia permanece en ese estadio
semiempírico carece de unidad lógica ... La dimensión y la adecuación relativas del
trabajo teorético miden, pues, el grado de progreso de una ciencia ... Por esta ra-
zón, la Psicología y la Sociología, a pesar de su enorme acervo de datos empíricos
y generalizaciones de bajo nivel, siguen considerándose aún en un estadio sub-
desarrollado porque no abundan en teorías lo suficientemente amplias y profun-
das como para dar razón del material empírico disponible. Pero en ése como en
otros departamentos de la investigación, la teorización se considera frecuente-
mente como un lujo, y no se admite como ocupación decente más que la recolec-
..
Introducción t9
ción de datos, o sea, la descripción. Y esto hasta el punto de que está de moda en
esas ciencias oponer la teoría (como especulación) a la investigación (entendida
como acarreo de datos). Esta actitud paleocientífica, sostenida por un tipo primiti-
vo de filosofía empirista, es en gran parte la causa del atraso de las ciencias del
hombre. En realidad, ese punto de vista ignora que los datos no tienen sentido ni
pueden ser relevantes más que en un contexto teorético, y que la acumulación al
azar de datos, e incluso las generalizaciones que no son más que condensaciones
de datos, son en gran parte pura pérdida de tiempo si no van acompañadas por
una elaboración teorética capaz de manipular esos resultados brutos y de orientar
la investigación (pp. 413-416; cursivas nuestras).
Examinando diferentes tipos de investigaciones se puede constatar, lamen-
tablemente con cierta frecuencia, que medir y contar son, algunas veces, sustitu-
tos del pensamiento, y que quien se centra precipitadamente en la acumulación
de datos no tiene tiempo o preparación para ser crítico. Por esta razón, solía decir
Einstein que la ciencia consistía en crear teorías: "Ideamos una teoría tras otra
-decía-, y lo hacemos porque gozamos comprendiendo ..., reduciendo los fenóme-
nos, por un proceso lógico, a algo ya conocido o (en apariencia) evidente" (1950).
Es natural que cuanto más alto queramos que suba el edificio de la ciencia, más
profundos y sólidos deberán ser los cimientos en que se apoya.
tico y crítico" del hombre como persona. En el término "persona" incluye todas
las características específicamente humanas.
En segundo lugar, dedica una atención especial a los fenómenos más
típicamente humanos. Merleau-Ponty introdujo la noción de "orden humano"
para estos fenómenos. El dar un puesto de privilegio en el estudio psicoló-
gico a los problemas de la libertad, la elección, la creatividad, el amor y el
odio, el sentido de la muerte, etcétera es ciertamente un factor altamente
motivador.
Finalmente, concede también una primacía a la ºrelación''. La Psicología
concebida como ciencia humana no da prioridad a los elementos, unidades o
procesos independientes, sino a la estructura que los une y da sentido.
Concretamente, no le dará la prioridad ni al mundo concebido independien-
temente del hombre, ni al hombre entendido como ser existente antes de su
relación con el mundo. Da la prioridad al estudio del hombre en relación con
el mundo.
5. El objeto de estudio necesita también una clarificación de acuerdo con
las siguientes puntualizaciones: es necesario entender lo presente para des-
cubrir el contexto. Se pone énfasis en el descubrimiento y comprensión de lo
que está presente, de lo que es actual y real en el momento, para que des-
pués, por medio de la descripción, se llegue a descubrir la estructura de la
situación como un todo, en sus relaciones, contexto y significado.
Igualmente, es necesario comprender la dialéctica experiencia-conducta.
Los métodos que consideran la experiencia o la conducta como realidades "a
se stantes" (es decir, totalmente independientes), no captan la interacción y
dialéctica que existe en su relación íntima. Esto sucede con las técnicas obje-
tivas o la introspección que enfatizan respectivamente la conducta o la expe-
riencia.
La Psicología Humanista trata de comprender -aunque éste es todavía
sólo un propósito- la dialéctica experiencia-conducta en términos de un con-
cepto más amplio y extenso, de un concepto holista, como es la "estructura" o
la "situación", pues ambas revelan diferentes aspectos de una única entidad,
al mismo tiempo que se sobrepone la una a·1a otra.
Siguiendo el razonamiento de Merleau-Ponty, hacemos notar que no se
considera el enfoque científico-natural en Psicología como algo inútil o que
trata fenómenos inexistentes. Más bien, pensamos que este enfoque estudia
la conducta del hombre a un nivel de integración inferior al que tienen los
procesos psíquicos, los cuales se caracterizan precisamente por su alto nivel
de integración.
Por último, el objeto de la Psicología requiere un nuevo concepto de la
"Naturaleza''. Dado el concepto acrítico que se ha aceptado de "naturaleza" y
de "ciencias naturales", se debería concluir o que el hombre es en parte no-
natural o que el concepto de naturaleza debe ser ampliado de tal manera
que todos los aspectos de la naturaleza humana puedan ser incluidos.
22 Introducción
MICHAEL POLANYI
HENRY MARGUINAU.
PREMIO NOBEL DE FÍSICA
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Naturaleza
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La ciencia empieza con la creencia de que el Universo está ordenado o, mejor, de que
puede ser ordenado por el hombre. Esta ordenación consiste en disponer las cosas
según grupos, no de cosas idénticas, sino de cosas que parecen ser o comportarse de
modo semejante (Bronowski, 1978, p. 65).
25
26 Primera parte. Crítica a la concepción clásica de la ciencia
relacionando ciertos hechos particulares. Su objeto sería ordenar los hechos par-
ticulares encuadrándolos en la estructura de una ley general. De esta manera,
cada ley de la ciencia, buscando a tientas la igualdad debajo de los hechos,
reuniría un número diseminado de los mismos y ampliaría el orden y la unidad
del Universo. Vista así, la ciencia sería un proceso de creación de nuevos concep-
tos que unificarían nuestra representación del Universo.
En 1780, el doctor John Brown declaró que todas las enfermedades tenían
una, de dos causas: o bien se debían a la tensión de las partes sólidas del cuerpo,
o a su relajamiento. Por tanto, sólo habría dos tipos de tratamiento: uno, soporífe-
ro para la tensión, y otro estimulante para el relajamiento. El soporífero que reco-
mendaba el doctor Brown era el láudano y el estimulante, el whiskey. Esta teoría
se conoce aún hoy día con el nombre de teoría "brouniana".
Aquí vemos un esfuerzo por ordenar la infinita variedad de las enfermedades
en relación con sus causas y, por tanto, un intento de crear ciencia en este sen-
tido. El éxito tan limitado de esta teoría se debió a que los hechos (enfermeda-
des) no fueron suficientemente observados. De esta clase de limitaciones se deri-
va la instancia del método. De donde se deduce que no todos los caminos son
igualmente adecuados para lograr el fin perseguido. Bertrand Russell señala que
la esencia de la ciencia reside en la "persecución sistemática del conocimiento"
(1975, p. 109).
Para algunos científicos, como por ejemplo Einstein, la ciencia no busca tanto
el orden y la igualdad entre las cosas cuanto unos aspectos todavía más genera-
les, tales como "la simetría", "la armonía", "la belleza" y "la elegancia", aun a ex-
pensas, aparentemente, de su adecuación empírica. Einstein coincide en esto con
el concepto pitagórico de tetraktys, como raíz de la armonía. Recordemos que
para la mente griega la belleza ha tenido siempre una significación enteramente
objetiva. La belleza es verdad; constituye un carácter fundamental de la realidad.
Así es como Einstein vio la teoría general de la relatividad. Sin embargo, Feigl
relata que en 1920, en una conferencia en Praga, estando él presente, Einstein
afirmó que si ciertas observaciones espectrales "no concuerdan cuantitativamente
con los principios de la relatividad general, entonces mi teoría se reduciría a polvo
y cenizas" (Feyerabend, 1975, pµ. 27, 57).
Anteriormente señalamos que la ciencia parece tener por objeto, para algu-
nos estudiosos, descubrir el orden oculto del Universo. Conviene puntualizar que
aquí hay un presupuesto implícito: la creencia de que el Universo tiene un orden.
Para muchos hombres de ciencia el Universo está constituido por un maravi-
lloso y perfecto mecanismo de relojería, tanto en la astronomía del macrocosmos
como en los más recónditos sectores donde se esconde la vida del microcosmos.
Esta apreciación fue muy generalizada, mostrándose con especial énfasis a lo
largo de toda la era newtoniana.
Pero, ¿qué significaría esto para hombres que, como Russell, afirman: "pien-
so que el mundo externo puede ser una ilusión pero, si existe, se compone de
Cap. t. Naturaleza de la ciencia 27
CRITERIOS DE "CIENTIFICIDAD"
Universalidad
Más arriba afirmamos que la ciencia es, en último análisis, conocimiento,
como lo indica su nombre. Pero agregamos que suele ser considerada como co-
nocimiento de un género determinado, conocimiento de leyes generales observa-
das en casos particulares. Este rasgo diferenciaría el conocimiento científico del
conocimiento referido a un caso, entidad, hecho o individuo particular. Ya los
filósofos escolásticos solían repetir que scientia non est individuorum (la ciencia
no trata de individuos).
Según esta orientación, las ciencias serían -utilizando la terminología de
Windelband- disciplinas nomotéticas, es decir, que estudiarían solamente leyes
de amplia aplicación, preferiblemente universales, y la individualidad sería es-
28 Primera parte. Crítica a la concepción clásica de la ciencia
tudiada solamente por la historia, el arte o la biografía, cuyos métodos son idio-
gráficos.
No obstante, el estudio de la individualidad puede alcanzar también una
"universalidad" o generalidad en algún aspecto y en alguna medida, nada despre-
ciable en cuanto a su importancia y utilidad. Por ejemplo, el estudio profundo de
un individuo o de una entidad puede evidenciar una estructura personal o parti-
cular con un conjunto de rasgos y disposiciones peculiares que, aunque pertene-
cen únicamente a esa persona o entidad, describen y pueden predecir e incluso
ayudar a "controlar" su conducta a lo largo de un extenso periodo de su vida. Aquí
tendríamos un tipo de universalidad "temporal" -porque se extiende a muchas
situaciones en el tiempo-, que puede ser más útil, en relación con el individuo o
entidad, que la universalidad "espacial" o "extensional", referida a un elemento de
muchos sujetos o entidades.
Por otro lado, es posible que la naturaleza del objeto sea única, tan irrepetible
e irreproducible como la explosión de una estrella nova, la erupción de un volcán,
un terremoto, determinada revolución política o el fenómeno de doble personali-
dad. En casos similares, a la ciencia no le queda otra alternativa que estudiar esos
casos únicos en sí, ayudada, naturalmente, por su mejor equipo teórico.
Predicción y control
Con base en estas reflexiones, podemos preguntarnos qué otras características,
además de la universalidad, suelen exigirse a determinado cuerpo de conocimien-
tos, para poder considerarlo como "científico". El número y alcance de estas carac-
terísticas varía mucho de acuerdo con lo que cada autor espera de la ciencia. No
se le exigen las mismas cualidades a todas las áreas o parcelas del saber, por la
sencilla razón de que es su misma naturaleza la que se lo impide. Sin embargo,
no por eso se las excluye simplemente de formar parte del conocimiento científico.
Así, por ejemplo, se suelen señalar como características del saber científico la
predicción de eventos y el control de los mismos.
Si uno de los objetivos de la ciencia consiste en describir el Universo en un
lenguaje ordenado, es con la finalidad de que podamos prever los resultados
de diferentes alternativas de acción, entre las cuales tenemos que escoger. Lo que
buscamos, tanto en la ciencia como en nuestra vida cotidiana, es un sistema de
predicción, una especie de adivino, con el fin de controlar el futuro, de escoger y
orientar nuestra acción.
Sin embargo, una ciencia tan sofisticada como la astronomía, que puede
predecir con mucha precisión futuros eventos del Sistema Solar o de la aparición
de un cometa, carece en absoluto de la capacidad de controlarlos; igualmente, la
geología ha llegado a un alto nivel en su capacidad de explicar el pasado geológico,
pero muy poco puede aportar en cuanto a la predicción de terremotos y menos
aún puede intervenir en el control de los mismos.
29
Comunicabilidad
Otra característica, objeto de frecuente discusión, es la comunicabilidad de la
ciencia. Si un conocimiento no es comunicable -suele decirse- no es científico. La
razón principal de ello es que el conocimiento se considera como algo intersubjetivo
que debe gozar de cierto consenso entre la comunidad científica.
En gnoseología se estudia un tipo de conocimiento estrictamente personal, el
conocimienl~prender (Verstehen) profundo, tan frecuente en las
disciplinas humanas y tan experimentado y vivido por los psicólogos clínicos y por
los artistas. Estos hombres pueden captar una realidad singular y particular a un
gran nivel de profundidad, y comprender los nexos y las complejas interrelaciones
que constituyen ese ser individual, así como tener una vivencia muy peculiar y
casi mística que les lleva a una cierta identificación con el objeto de estudio. En
este caso, el sujeto poseería un conocimiento cierto, pero no científico; es decir,
hablando etimológicamente, un conocimiento no-conocedor, cosa absurda.
Por otro lado, el motivo de la incomunicabilidad de la ciencia puede ser sim-
plemente algo debido al sujeto y no a la cosa en sí y la consecuencia sería la
misma: cosa ilógica.
Si el objeto de la ciencia es la posesión de la verdad, convendría poner énfa-
sis en que habría que buscarla donde y como quiera que ella se encuentre y
considerarla como un proceso de investigación entre otros, pero no superior de
por sí; únicamente podemos expresar una preferencia por el método empírico
científico sobre otros tipos más intuitivos de investigación. Russell, por ejemplo,
dice que la ciencia, como persecución de la verdad, será igual, pero no superior, al
arte (1975, p. 8).
Intersubjetividad o consenso
En cuanto al hecho de que se dé cierta intersubjetividad o consenso, recorde-
mos que Galileo estaba solo con sus teorías y que los "sabios" del tiempo, los
doctores en Teología, en Filosofía, en Derecho y en Astronomía, calificaron sus
teorías como "absurdas y filosóficamente falsas". Y mucho tiempo antes, el astró-
nomo Ptolomeo había considerado la idea de que la Tierra se movía como extra-
ña, vieja (de los griegos) e "increíblemente ridícula". Igualmente, el gran viajero
griego Piteas de Masilea fue considerado durante muchos siglos como un "gran
mentiroso" por sus relatos acerca de una isla en el Norte que tenía, como caracte-
rísticas, el mar congelado y el Sol brillaba a media noche.
Pero no es necesario mirar tan atrás en el tiempo; en nuestro mismo siglo
tenemos casos similares. En 1950, por ejemplo, Velikovsky publicó la obra Worlds
in Collision, un libro altamente heterodoxo desde el punto de vista científico, que
aceptaba y se apoyaba en ideas del Antiguo Testamento, de los vedas, de los
mayas y de la mitología grecorromana, para sostener que una serie de eventos
30 Primera parte. Crítica a la concepción clásica de la ciencia
catastróficos que sucedieron en la Tierra entre los siglos X!.f y v11 a. C. se debieron
al paso repetido de la Tierra a través de la cola de un cometa que finalmente
chocó con Marte y, después de perder la cola, su cabeza se convirtió en el planeta
Venus. La reacción negativa de los astrónomos, científicos y grupos académicos
interesados fue tal, que la editorial MacMillan tuvo que renunciar por el boicot de
que fue objeto, a sus derechos editoriales y suprimir el libro (aunque era entonces
el de mayor venta en Estados Unidos de América), y Velikovsky recibió toda clase
de improperios. Sin embargo, el gran público aceptó el libro con interés y se con-
virtió en un best seller. En diciembre de 1962, el explorador espacial estadouni-
dense Mariner 11 confirmó las predicciones de Velikovsky sobre Venus: ·su
temperatura incandescente" de superficie era de 426 ºC "y sus nubes estaban
repletas de hidrocarburos (petróleo)". Pero estos sucesos no reabrieron la discu-
sión, como era lógico, entre los científicos. Sencillamente, hablaron de una "curio-
sa coincidencia" (Velikovsky, 1980, pp. 15-17).
Así como el que canta extra corum, por muy bien que lo haga y sea el único
que está en lo cierto, siempre da la impresión de estar "desentonado", así las
comunidades "científicas" censuran duramente al que rompe la "armonía" del
paradigma aceptado y compartido, aun cuando ello sea para corregir falacias
inveteradas.
En general, la gran mayoría de estos hombres destacados y, sobre todo, los
que han dado origen a las revoluciones científicas (como Copérnico, Galileo, Newton,
Darwin, Planck y otros), se han quedado solos durante mucho tiempo y, en repeti-
das circunstancias, se les consideró como faltos de "sentido común" (y con razón,
pues ese sentido común estaba errado) y alienados (cosa igualmente cierta en
cuanto separados del común pensar y obrar). Por esto, Max Planck escribió con
tristeza en su Autobiografía que "una nueva verdad científica no triunfa por me-
dio del convencimiento de sus oponentes, haciéndoles ver la luz, sino, más bien,
porque dichos oponentes llegan a morir y crece una nueva generación que se
familiariza con ella".
Así, pues, la intersubjetividad o consenso entre determinada comunidad de
científicos contemporáneos, como desea Kuhn, puede ser algo deseable, pero no
necesariamente indispensable en sí.
El método utilizado
Bronowski pone el fundamento de la ciencia en el método que utiliza, es de-
cir, en la unión del método lógico-deductivo (cuyo uso había prevalecido durante
toda la Edad Media) con el método empírico-inductivo que desarrolló Francis Bacon:
la ciencia. Whitehead, que ya puso de relieve este hecho, sitúa la fecha de la revo-
lución científica en el momento en que Galileo y sus contemporáneos se dieron
cuenta de que los métodos, el empírico y el lógico, no tienen sentido separados, y que
han de ir reunidos. Según hitehead, la Edad Media era tan lógica en sus especula-
ciones sobre la naturalez como lo so os nosotros. No es como racionalistas que les
aventajamos; nuestros éxi m ales resultan de juntar a su lógica, a cada paso
audaz de la razón deductiva, una vuelta inexcusable a los duros hechos empíricos
(1978, pp. 37, 109).
las estrellas, así como en el cálculo de las latitudes, y durante mucho tiempo fue
el reloj de bolsillo y la regla de cálculo del mundo.
Remontándonos todavía más en el tiempo, nuestro asombro no es menor al
considerar las maravillas que nos dejaron las civilizaciones egipcia y babilónica
-todavía hoy inexplicables en cuanto a ciertas técnicas utilizadas en la construc-
ción de pirámides y mausoleos- y, en el lejano oriente, lo prodigioso, por ejemplo,
de la medicina china, tan estudiada hoy y tan vieja como el Emperador Amarillo,
que vivió en el tercer milenio antes de Cristo.
Quizá, ningún sabio de la antigüedad señaló Y. estableció mejor la importan-
cia de unir el método racional con el empírico, de como lo hizo Hipócrates entre
los griegos. Hipócrates (460-377 a. C.), "padre de la medicina", que codificó gran
parte de las 70 obras que componen el "corpus hipocrático" y que se ocupan de la
práctica médica, escribió en sus Preceptos:
Debe atenderse, en la práctica médica, no fundamentalmente a las teorías plausibles,
sino a la experiencia combinada con la razón. .. Apruebo la teoría si sienta sus bases
en los acontecimientos y deduce sus conclusiones de acuerdo con los fenómenos.
Porque si la teoría sienta sus bases en hechos claros, se ve que reside en el dominio
del intelecto, que, a su vez, recibe sus impresiones de otras fuentes... Pero si no
comienza a partir de una impresión clara, sino de una ficción plausible, induce a
menudo a situaciones dolorosas y molestas. Todos los que así actúan se pierden en
un callejón sin salida.
Con base en todos estos hechos y en muchísimos más que podríamos enun-
ciar, sería más acorde con la realidad sostener que: a) tanto en la época de los
babilonios, egipcios y fenicios, como, sobre todo, entre los griegos y romanos
existió un auténtico uso de procedimientos lógico-racionales y empíricos, aun-
que con un prevaleciente énfasis en sus aspectos pragmáticos; b) los griegos
-especialmente los pitagóricos- llevaron esta ciencia a un orden más racional,
con lo cual adquiere un valor más absoluto; c) esta primera concepción parece
olvidarse y eclipsarse en los siglos siguientes y no es redescubierta y restaurada,
sino hasta la época del Renacimiento, y dJesta ciencia, a partir de Galileo y debido
a una serie de factores positivos que trajo consigo la época renacentista y la
aparición de la imprenta, comenzó a acumular y divulgar sus hallazgos en forma
continua y sistemática, cosa que no pudieron hacer las civilizaciones antiguas.
Esto sería más lógico que la afirmación de que todas las creaciones anteriores a
Galileo fueron precientíficas.
Refutabilidad
Karl Popper, máximo representante del racionalismo crítico, ubica la esencia
de la ciencia exclusivamente en su enfoque crítico y, más precisamente, pone
como criterio de demarcación entre la ciencia y la seudociencia, la refutabifidad
de un sistema teórico:
Cap. t. Naturaleza de la ciencia 33
solo experimento bien realizado, se puede deducir o comprobar una ley. El método
de Jean Piaget -apoyado básicamente en esta lógica- fue considerado durante
mucho tiempo por numerosos investigadores positivistas como no-científico, debi-
do a que no seguía ciertos cánones clásicos sobre el tamaño de la muestra. Sin
embargo, en 1956, el famoso científico atómico Oppenheimer, al hablar a la
American Psychological Association, lo propone como un modelo para iniciar la
investigación en algunas áreas de las ciencias humanas.
Con base en lo expuesto anteriormente, y por otras razones que añadiremos
en los próximos capítulos, parece ser que el criterio para definir la ciencia puede
variar mucho en relación con el tiempo o épocas históricas y también con las
perspectivas, intereses y deseos de las personas. En la Edad Media, la teología fue
"la reina de las ciencias" y la misma filosofia no era sino una ancilla theologiae.
_En el Renacimiento, y durante todo el siglo x1x, el modelo de la ciencia siguió la
orientación baconiana, galileiana, newtoniana y darwiniana, es decir, tomó un
derrotero estrictamente positivista. En el siglo xx, Einstein, Planck y Heisenberg,
entre otros, con la teoría general de la relatividad, la mecánica cuántica y el prin-
cipio de indeterminación, dinamitaron las bases de esa ciencia positivista,
mecanicista y determinista y volvieron a introducir la filosofía en la misma raíz del
concepto de ciencia.
¿cuál será, por fin, la naturaleza de la ciencia? Creemos que no es posible
llegar a una posición definitiva sin considerar la luz que sobre este problema
arroja la consideración del teorema de Géidel y las ideas de Tarski, como veremos
más adelante.
~
~-
~:~.- ...... ~
Crisis en. ,la
concepc1on
----!!"'·;..-: clásica de
-la ciencia
37
38 Primera parte. Crítica a la concepción clásica de la ciencia
A lo largo del siglo x1x, Darwin buscó una explicación mecanicista de la evo-
lución: el mecanismo de la selección natural. El medio es la causa de que los
animales mejor adaptados al mismo, sobrevivan frente a sus rivales en esta lucha
por la existencia. De esta manera, Darwin introducía la idea de causalidad en su
teoría de la evolución.
Así, el método de Newton, basado en la explicación causal y mecánica de los
fenómenos, que consideraba al principio de causa y efecto como su principio
ordenador y rector, se fue convirtiendo en el método de toda ciencia.
La creencia de que el Universo es una máquina, llevó a muchos investigado-
res y hombres de ciencia a intentar repetir la hazaña de Newton construyendo un
modelo similar para sus respectivas ciencias (Economía, Psicología, Sociología,
etc.). Adam Smith, Jeremy Benthan, Stuart Mill, Hartley, Mesmer, Freud, Zola y
otros, cada uno a su manera, dedicaron toda su vida a esta esperanza. Pero esta
concepción clásica de la ciencia estaba minada intemamente y tal situación la
llevaría gradualmente a tomar conciencia de ello, a entrar en crisis y a desembo-
car en un ruidoso colapso.
En cuanto a la estrategia baconiana, Reynolds (1971, p. 142) señala dos
desventajas que la acompañan siempre, pero especialmente en las ciencias so-
ciales. En primer lugar, el número de datos que pueden reunirse es teóricamente
infinito, y la falta de consenso entre los científicos en cuanto a cuáles son las
variables importantes ha dado como resultado tener que medir una lista sin fin de
características. Por esto, un científico que adopte esta estrategia no podría -ha-
blando rigurosamente- superar el primer paso. En segundo lugar, el problema de
encontrar estructuras interesantes entre los datos recogidos es abrumador, pues
hay tantas que todas merecerían una seria consideración.
En este procedimiento metodológico, siempre se ha puesto énfasis en la me-
dida y cuantificación, a tal grado que su precisión estadística y decimal llegó a ser
sinónimo de conocimiento científico, aunque los problemas por tratar fueran de
poca importancia y hasta triviales.
Ciertamente, una respuesta aproximada y modesta a un problema importante
es mucho más útil que una respuesta precisa, elegante y cuantificada dada a un
problema trivial. Lo que no merece estudiarse no hay razón que obligue a hacerlo
bien. Por otra parte, Russell nos recuerda que "la técnica matemática es poderosa,
y los hombres de ciencia están naturalmente ansiosos de aplicarla siempre que
sea posible; pero una ley puede ser muy científica sin ser cuantitativa" (1975,
p. 55).
El empirismo supone y acepta, gratuita y acríticamente, la idea de que la
experiencia sensorial nos da una mejor imagen del mundo que el pensamiento
lógico e intuitivo.
La revolución científica del siglo xv11, y su consiguiente afianzamiento, se fue
apoyando cada vez más en una base que no era tan lógica como parecía: la idea
de una causalidad universal. La ciencia no es toda astronomía y menos un juego
de billar, aunque en el siglo x1x se construyese toda una teoría del comporta-
Cap. 2. Crisis en la concepción clásica de la ciencia 39
miento de los gases a partir de él. Pero también aquí, como en todo el campo
regido por la segunda ley de la termodinámica, hay una puerta abierta. Efectivamen-
te, podría ocurrir que un recipiente lleno de agua puesto al fuego, en vez de hervir,
se helase, pues no está demostrado por ninguna de las leyes de la física que el
hecho sea imposible; sólo la segunda ley de la termodinámica demuestra que es
altamente improbable.
LA CRISIS DE LA CAUSALIDAD
Y EL DETERMINISMO FÍSICOS
La crisis y el rechazo de la causalidad universal tuvo un proceso laborioso y
complejo. Cuando a mediados del siglo pasado se observó que el planeta Urano
sufría retrasos, Leverrier, con solo papel, lápiz y las leyes de Newton a su disposi-
ción, calculó dónde podía haber otro planeta que, con su fuerza gravitatoria, alte-
rase la órbita de Urano. Cuando se enfocó el gran telescopio de Berlín hacia ese
punto, apareció claramente Neptuno. Esto no podía menos que provocar una ma-
yor admiración por Newton y sus leyes.
Unos 12 años más tarde, el mismo Leverrier descubrió que también el plane-
ta Mercurio sufría alteraciones gravitatorias; y de inmediato se dio a la tarea de
buscar otro nuevo planeta. Incluso, le puso el nombre: se llamaría Vulcano. Pero,
por dondequiera que buscó en el espacio al tal Vulcano para culparle de la irregu-
laridad, no lo pudo hallar. Este problema sólo se aclaró con un estudio profundo
de los supuestos fundamentales de la filosofía de Newton, en especial de su
concepto de tiempo. Será Einstein el que demuestre que el tiempo y el espacio
(que Newton creyó absolutos) no tienen sentido, en Física, independientemente
del observador; que es un supuesto considerar el espacio y el tiempo como dados
absolutamente e idénticos para todos los observadores. No podemos comparar el
tiempo en dos lugares distintos sin enviar una señal de uno a otro, el recorrido de
cuya distancia toma en sí mismo un tiempo determinado. En consecuencia, Einstein
mostró que no hay un "universal ahora"; sólo hay un "aquí y ahora" para cada
observador, de tal manera que el espacio y el tiempo están inextricablemente
unidos entre sí y constituyen aspectos de una misma realidad (Bronowski, 1978).
De esta manera, el espacio y el tiempo pierden su valor axiomático, es decir,
el valor que llevaría en sí mismo la garantía de su firmeza y solidez, y se convier-
ten en hipótesis básicas, que se las mantiene tanto como se puedan sostener las
consecuencias derivadas de ellas.
Max Planck dio un paso fundamental cuando, en 1900, descubrió que la
energía, como la materia, no es continua, sino que aparece siempre como conjun-
to o quanta de determinados tamaños. Desde un principio, las ideas de la mecá-
nica cuántica no podían concordar con la mecánica clásica de las partículas.
Había que reconocer propiedades casi fantásticas a un electrón siempre que emi-
40 Primera parte. Crítica a la concepción clásica de la ciencia
la ley de causalidad ... es una reliquia de una edad pasada que sobrevive, como la
monarquía [inglesa], sólo porque se supone, erróneamente, que no hace daño (1953,
p. 387).
41
Así como el mecanicismo tuvo que retirarse ante la incapacidad de dar una
explicación científica del mundo hace casi 200 años, con la llegada de la física
cuántica e/ determinismo y Ja causalidad tienen que ser abandonados o, cuando
menos, completamente redefinidos. De esta manera, la ciencia se irá centran-
do cada vez más en el descubrimiento de estructuras ordenadas en los sistemas
dinámicos y tratará de encontrar y formular las propiedades invariables de estos
complejos sistemas.
En sentido estricto, hoy no existen ya ciencias exactas; existe la ciencia y, por
otro lado, existe el sentido común, y ambos tienen que aprender a asimilaren sus
métodos e ideas básicas Ja incertidumbre fundamental de todo conocimiento.
Heisenberg había dicho, en su ensayo autobiográfico "Sobre las conexiones
entre Ja educación humanista, Ja ciencia natural y Ja cultura occidental': que
"quien quiera llegar hasta el fondo de cualquier disciplina tendrá que dar, más
pronto o más tarde, con las fuentes humanistas''. Y Henry Margenau, premio Nobel
de Física, destaca este punto y lo pone como elemento diacrítico entre la ciencia
del siglo x1x y la del siglo xx:
la primera era fáctica, se ocupaba de descubrir datos siempre más exactos y confiables
y la determinación de las constantes de la naturaleza hasta un creciente número de
lugares decimales. La nuestra es una aventura humana, preñada de desafíos e ideas,
esperanzas y frustraciones, y sus conceptos trascienden en sumo grado el dominio de
los hechos mensurables (1969, p. 3).
42 Primera parte. Crítica a la concepción clásica de la ciencia
el escepticismo puede ser doloroso y puede ser estéril; pero es, por lo menos, honrado
y lo engendra la búsqueda de la verdad. Quizá sea una fase transitoria; pero no es
posible, realmente, escapar a ella retornando a las descartadas creencias de una
edad más estúpida (ibídem, p. 83).
Donald Campbell, que fue reconocido siempre como uno de los más ilustres
representantes de la orientación psicológica experimental "pro-positivista", en su
alocución presidencial a la American Psychological Association, en 1975, sostuvo
enfáticamente, a la luz de la epistemología moderna, que todo conocimiento es
"indirecto, apoyado en presupuestos, corroborado sólo en forma oblicua e incom-
pleta ..., subjetivo, provincial, aproximado y metafórico" (Campbell, 1975, p. 1120).
Iguales apreciaciones habían sostenido anterior y posteriormente Hanson (1958),
Polanyi (1962), Kuhn (1978), Popper (1963, 1972) y Toulmin (1961).
Ciertamente estamos aquí ante un cuadro patético que nos describe una
realidad muy alejada de la que tienen en mente algunos "científicos" o investiga-
dores que trabajan en el área de las ciencias humanas y miran a la Física como el
modelo perpetuo que hay que copiar y la fuente de perenne inspiración para
elaborar métodos y técnicas, y cuando afirman que algo está "científicamente
demostrado" (con este tipo de ciencia), les parece que quien se atreva o pretenda
añadir algo más será por mera arrogancia intelectual o por pura superstición
retrógrada.
Bronowski, por su parte, es más optimista y funda este optimismo en las
promesas que ofrece el concepto de probabilidad. A fin de cuentas -señala este
autor- lo que buscamos, tanto en la ciencia como en nuestra vida cotidiana, es un
sistema de predicción. Descartes y Hobbes introdujeron el concepto unificador de
causalidad que dio un gran impulso a las ciencias naturales, si consideramos su
estado en la época renacentista. Ahora hemos perdido la calma porque la ciencia
y el conocimiento se han roto en pedazos. Estamos buscando otro concepto uni-
versal semejante para unificar e iluminar nuestro mundo. Puede ser que el con-
cepto de probabilidad estadística llegue en el futuro a unificar los diseminados
fragmentos de la ciencia.
~----- El método
enla
• •
c1enc1a
~_.·:...·---·
47
48 Primera parte. Crítica a la concepción clásica de la ciencia
No existe método especial que garantice el éxito o lo haga probable. Los científicos
no resuelven los problemas porque poseen una varita mágica -una metodología o
una teoría de la racionalidad-, sino porque han estudiado un problema durante largo
tiempo, porque conocen la situación muy bien, porque no son demasiado estúpidos
(aunque esto es dudoso hoy día cuando casi todo el mundo puede llegar a ser cien-
tífico) (sic) y porque los excesos de una escuela científica son casi siempre balancea-
dos por los excesos de alguna otra escuela. Sin embargo, los científicos sólo raramente
resuelven sus problemas, cometen cantidad de errores y muchas de sus soluciones
son completamente inútiles (1975, p. 302).
Podéis decir, por ejemplo, que veis a un amigo, el señor Janes, paseando por la calle;
pero no es lícito hacer esta afirmación así en absoluto. Lo que veis es una sucesión de
imágenes coloreadas que se mueven sobre un fondo estacionario. Estas imágenes, por
medio de los reflejos condicionados de Pavlov, traen a nuestro cerebro la palabra
"Janes", y por eso decis que veis a Janes. Pero otras personas, mirando desde sus
ventanas con diferentes ángulos, verán algo diferente, debido a las leyes de perspectiva;
por consiguiente, si todos ven a Janes, debe haber tantos Janes diferentes como
espectadores hay, y si hay un solo Janes verdadero, la vista del mismo no es permitida
a nadie. Si aceptamos por un momento la verda.d del hecho que nos proporcio-
na la física, explicaremos lo que llamáis "ver a Janes", con los siguientes
Cap. 3. El método en la ciencia 49
hay truco ni máquina alguna que pueda convertir un montón de datos, por preci-
sos, numerosos y relevantes que sean, en un enunciado de alto nivel. Lo único
que puede inferirse de los datos son enunciados del más bajo nivel, o sea, gene-
ralizaciones empíricas; y ni siquiera esto sin ambigüedades, sino de tal forma que
esos enunciados quedarán aislados mientras no se invente algún principio unifi-
cador más fuerte (pp. 347, 373).
La recolección de datos sin una teoría o hipótesis que guíe ese trabajo como
enseñaron los empiristas Bacon y Comte y como sugieren algunos "intérpretes" de
Bergson y Husserl es algo poco menos que imposible. En efecto, los "hechos" o
hallazgos empíricos sólo se pueden calificar como lógicamente relevantes o irre-
levantes por referencia a una hipótesis dada. Nadie se pone a "buscar'' nada sin
una idea de las propiedades de lo que está buscando, y, si lo hace, no lo recono-
cería en caso de que lo encuentre.
Como reacción ante este punto de vista, algunos autores se van al lado opuesto.
Ya vimos que Weimer considera que las teorías determinan los datos y que, en
general, los hechos son el producto final de la teoría. Igualmente, Theobald (1968,
p. 110) afirma que las teorías determinan la intención y el significado de las
observaciones, ya que éstas casi siempre son realizadas con alguna teoría en la
mente. Pero, por otro lado, podemos hacernos las siguientes preguntas: ¿por qué
formulamos y preferimos una hipótesis o teoría y no otra? ¿Qué es lo que nos
mueve a adoptar un punto de vista o criterio de clasificación, entre los muchos
posibles?
Aquí existe el peligro de profesar una tesis paradójica o de caer en una argu-
mentación circular: lo que da a una teoría alguna justificación empírica, sería un
conjunto de datos; pero, a su vez, los datos que ofrecen la evidencia han sido "pro-
ducidos" con la ayuda de la teoría. Convalidaríamos la teoría por el dato y el dato
por la teoría, lo cual, evidentemente, sería un circulo vicioso. La única manera de
salir airosos de este círculo es apoyarnos en un concepto diferente: el de interacción
dialéctica entre los datos y la teoría o hipótesis, entre la experiencia y la razón.
Un ejemplo puede ayudarnos a comprender lo anterior. Cuando un médico
examina por primera vez a un enfermo, observa varios síntomas; luego formula
una tímida hipótesis: "pudiera ser tal enfermedad". Si fuera cierto, habría también
otros síntomas y se pone a buscarlos; si no los encuentra, reformula la hipótesis o
la descarta y formula otra, quizá bajo un enfoque totalmente diferente, y así sucesi-
vamente. Ese proceso de interacción, en que los datos corrigen la hipótesis y ésta
ayuda a buscar y calificar otros datos, es un concepto que implica una auténtica
retroalimentación epistemológica y, a nuestro juicio, describe mucho mejor los
procesos cognoscitivos que se dan en los seres humanos. De esta manera, la
ciencia, toda ciencia, sería una marcha por aproximaciones sucesivas -cada vez
más exactas, pero nunca completamente tales- a la estructura de lo real; pero
-recordémoslo bien- también esa, supuesta, estructura "objetiva" siempre será
"objetivada" de acuerdo con el color de la lente con que la miremos, es decir, que
nunca podrá ser completamente objetiva.
52 Primera parte. Crítica a la concepción clásica de la ciencia
Tarski, por su parte, demostró que no puede haber un lenguaje preciso uni-
versal; que ningún lenguaje consistente puede contener los medios necesarios
para definir su propia semántica; que, por tanto, para dar su definición se requiere
de un metalenguaje semántico de orden superior al del lenguaje objeto, cuya
semántica contenga; por esta razón, todo lenguaje formal que sea al menos tan
rico como el aritmético, contiene sentencias con sentido que no se puede demos-
trar que sean verdaderas o falsas.
Estas afirmaciones, como el teorema de Godel, no son, a nuestro juicio, sino
el caso de un principio más general, aplicable a todo proceso consciente y, parti-
cularmente, a todo proceso racional: el principio que afirma que entre Jos determi-
nantes de todo proceso consciente o racional siempre existen algunos que no son
conscientes o no pueden establecerse.
54 Primera parte. Crítica a la concepción clásica de la ciencia
sos mediante tos cuales se llegó a muchos de los grandes descubrimientos, pone
en evidencia que fue renunciando al orden inicial, caminando al margen de la
dirección del yo y hasta en estado soñoliento e, incluso, mientras se dormía o
soñaba.
La diferencia entre Popper y Feyerabend consiste en que el primero opina
que la ciencia no debe comenzar con la recolección de observaciones ni con el
desarrollo de experimentos, sino con la discusión crítica de mitos, porque, históri-
camente, casi todas las teorías científicas se han originado en mitos; el segundo,
en cambio, va más allá y piensa que el mito, y todo otro proceso mental aparente-
mente irracional -pero que frecuentemente sólo es arracional- no sólo pueden
dar aportes valiosos en el nacimiento de una teoría científica, sino también a Jo
largo de todo su desarrollo.
Kuhn señala (1978) que los historiadores de la ciencia han encontrado cada
vez más dificultades en distinguir lo que debe ser considerado "científico" y lo que
ha sido juzgado como "error" y "superstición".
Cuanto más cuidadosamente estudian, por ejemplo, la dinámica aristotélica,
la química del flogisto o la termodinámica del calor, más cierto consideran que
aquellos puntos de vista sobre la Naturaleza entonces corrientes eran, como un
todo, ni menos científicos ni más producto de la idiosincrasia humana que aque-
llos corrientes hoy en día. Si estas anticuadas creencias deben ser llamadas mitos,
entonces los mitos pueden ser producidos por la misma clase de métodos y soste-
nidos por la misma clase de razones que hoy conducen al conocimiento científico.
Si, por el contrario, han de ser llamadas ciencia, entonces la ciencia ha incluido
cuerpos de creencias enteramente incompatibles con las que sostenemos hoy en
día. Dada esta alternativa, el historiador debe escoger la segunda. Las teorías
anticuadas no son en principio no científicas por el hecho de haber sido descarta-
das (Kuhn, 1978, p. 22).
Por consiguiente, la ciencia se encuentra mucho más cercana del mito de lo
que muchos "científicos" están dispuestos a admitir. La ciencia es una de las
muchas formas de pensamiento que han sido desarrolladas por el hombre, y no
necesariamente es siempre la mejor. Es conspicua, ruidosa y arrogante, pero sólo
es superior para quienes ya se han decidido en favor de cierta ideología, o que la
han aceptado sin haber examinado sus ventajas o límites.
Un examen cuidadoso manifiesta que la ciencia y el mito se solapan en
muchas formas, que las diferencias que creemos percibir, frecuentemente no son
más que fenómenos locales que pueden cambiarse en semejanzas en otras par-
tes y que las discrepancias fundamentales son el resultado de diferentes metas,
más que de diferentes métodos que tratan de alcanzar el mismo fin racional.
Los estudios realizados, por ejemplo, por Horton, en la década de 1960, sobre
el Pensamiento tradicional africano y Ja ciencia occidental, indican que hay poca
o ninguna diferencia entre ambos en lo que se refiere a la búsqueda de una teoría
que dé unidad a la complejidad aparente, al ordenamiento en un contexto causal
de las cosas y a los grados de abstracción que alcanzan algunas mitologías.
58 Primera parte. Crítica a la concepción clásica de la ciencia 1
Ante esta serie de afirmaciones puede venir espontáneamente la objeción
sobre los magníficos y espectaculares avances que ha realizado la ciencia y la
tecnología en todas las áreas en que se desenvuelve la vida moderna. Ésta sería
una falsa objeción, aunque estos resultados están a la vista y nadie los puede
negar. Lo que se niega es que estos progresos y este éxito sean resultado única-
mente de la ciencia y metodología "racional", y que se hayan logrado sin ninguna
cooperación de los elementos "no científicos". La Astronomía, por ejemplo, progre-
só con las "increíblemente ridículas" ideas de Pitágoras y sus discípulos, y la sim-
patía de Platón por los círculos, la zoología y la botánica con la detallada
clasificación de animales y plantas que poseían tribus primitivas, la fisiología con
el pensamiento Vudú, la Medicina con la acupuntura y moxibustión de las anti-
guas creencias chinas, a las cuales algunos científicos, horrorizados, le habían
pronosticado el más seguro colapso, etcétera.
Por consiguiente, es necesario reexaminar nuestra actitud hacia la mitología,
la religión, la astrología, la magia y todas aquellas ideas que los racionalistas y los
empiristas quisieran ver desterradas de una vez por todas de la faz de la Tierra.
Pero de donde nunca podrán arrojarlas es de sí mismos. La perspicacia del estu-
dioso se revelará en saber hallar, en esa inmensa vastedad de pensamiento y
reflexión humanos, aquello que hay de bueno, y no arrojarlo todo por la borda con
una típica reacción tabú, como tan frecuentemente se ha hecho. El verdadero
sabio sabrá ubicarse en un supranivel de reflexión para realizar las elecciones
más adecuadas y fructíferas.
En conclusión, parece más sabio aceptar que la ciencia no tiene un método
único y especial, porque, de facto, nunca lo ha tenido, ni le conviene tenerlo, si
desea avanzar más rápidamente.
Llegamos, igualmente, al resultado de que la separación entre la ciencia clá-
sica y los posibles conocimientos "no-científicos", no sólo es artificial, sino perjudi-
cial para el progreso del conocimiento. Si queremos entender la Naturaleza, si
queremos dominar nuestro entorno físico, si queremos comprender a los seres
humanos, tendremos que utilizar todas las ideas y todos Jos métodos e integrar
Jos mejores aportes de las diferentes disciplinas y escuelas (filosóficas, psicológio
cas, etc.) que tengan algún contenido promisorio, y no solamente una pequeña
selección prejuiciada de los mismos.
Después de la primera edición de esta obra, el autor de la misma se dio a la
tarea de estructurar una de fondo epistemológico, para darle forma al nuevo
Paradigma emergente (1993 1ª· ed., 19972"·), y otras dos de naturaleza metodológica:
Comportamiento humano (1989 1ª· ed" 1996 2ª·) y La investigación cualitativa
etnográfica (199l1ª· ed" 1994 2ª" 1998 3ª·). Estas obras han sido guiadas y diseñadas
con la intención de responder a las inquietudes epistemológicas y
metodológicas planteadas inicialmente en ésta. Sin embargo, las ideas centrales
de estas obras han sido insertadas en los puntos clave de esta segunda
edición.
Hacia un
nuevo paradigma
en psicología
W. DILTHEY
~:..· ____
,,.,.
Una .,
concepc1on
humanista
del hombre
61
62
CARACTERIZACIÓN DE IA CONCEPCIÓN
HUMANISTA DEL HOMBRE
Berelson y Steiner publicaron en 1964 un estudio sobre 1045 investigaciones
científicas relacionadas con la conducta humana, y concluyeron que la imagen
del hombre que emerge de ellas es ªincompleta''. He aquí sus palabras:
Hemos recibido de Europa casi todos nuestros conceptos clave. Con dedos cuidado-
sos hemos tomado las actitudes de Würzburg, el condicionamiento de Leningrado,
las manchas de tinta de Zurich, el gestaltismo de Berlín, el subconsciente (así como
el neopositivismo) de Viena, el cociente intelectual de Breslau y de París, la estadís-
tica de Inglaterra y la patología de Francia. A éstos les hemos agregado la rigidez
de un método tieso, una pizca de nuestro pragmatismo y un destello de optimismo.
Nos hemos dedicado incluso a la cohabitación conceptual de unir el psicoanálisis
con el concepto de estímulo-respuesta, así como con el concepto de cultura; tam-
bién hemos unido a Pavlov con la psicoterapia, sin mencionar al existencialismo
con Elvis Presley (p. 22).
1
1
J
Cap. 4. Una concepción humanista del hombre 7t
tendiendo con este concepto los "actos no enteramente determinados por eventos
anteriores" (Berlin, 1968, p. 680). Evidentemente, esto es un contrasentido: si hay
actos que no están totalmente determinados por los eventos anteriores, no están
determinados en absoluto. No hay un término medio.
Cómo es que el hombre es libre en un mundo físico sometido, en gran parte, a
leyes deterministas, es ciertamente un misterio metafísico, pero no más misterioso
de lo que podría ser su ilusión de libertad si su conducta fuera plenamente determi-
nada. Por otro lado, todo hombre tiene clara conciencia de sí mismo como ser libre.
Sin embargo, la libertad de que goza el hombre no es absoluta; hay grados de
libertad. Si sólo poseo dos opciones o conozco dos soluciones, únicamente tendré
un grado de libertad. Pero si tengo muchos conocimientos relacionados con la situa-
ción en que me encuentro, si poseo una amplia educación y cultura y una extensa
experiencia, tendré más grados de libertad y mi acción posible será más libre.
Cuando una persona llega a la terapia, generalmente presenta un cuadro de
falta de libertad y se describe a sí misma como "manejada", "conducida", incapaz
de conocer o elegir lo que quiere, y experimenta diferentes grados de insatisfac-
ción, tristeza, conflicto o desesperación. Pero, a medida que la terapia avanza, se
advierte un proceso que va del condicionamiento, control, rigidez y estaticidad
hacia la fluidez y flexibilidad, hacia la espontaneidad y la libertad.
El nivel y los grados de libertad aumentan a medida que la persona se abre y
acepta sus vivencias, a medida que la persona es ella misma y da entrada y hace
accesibles a su conciencia todos los conocimientos disponibles relacionados con
la situación: las demandas sociales, sus complejas necesidades y conflictos posi-
bles, sus memorias de situaciones similares, su percepción de la singularidad de
la situación presente, etcétera. Se podría decir que en la terapia se constata en
forma paradigmática la naturaleza, dinámica y desarrollo de la libertad humana.
trucción humana (psicoterapia): en este contexto, es fácil observar que el ser hu-
mano está sediento de relaciones auténticas y profundas, de relaciones humanas
donde pueda ser él mismo en todas sus dimensiones y aceptado plenamente
como es, sin que se le utilice para cualquier tipo de diagnóstico, evaluación o
análisis 'y sin que se le pongan barreras cognoscitivas o emocionales.
Martín Buber describe esta relación profunda, de persona a persona, como una
~ Jelación "yo-tú"; es decir, una mutua experiencia de hablar sinceramente uno a otro
\como personas, como somos, como sentimos, sin ficción, sin hacer un papel o des-
empeñar un rol, sino con plena sencillez, espontaneidad y autenticidad. Este autor
considera que ésta es una experiencia que hace al hombre verdaderamente hu-
mano, que no puede mantenerse en forma continua, pero que si no se da de vez en
cuando, el individuo queda afectado seria y negativamente en su desarrollo. Es más,
Karl Marx -en sus Tesis sobre Feuerbach, y como veremos en el capítulo 12- consi-
dera que "la esencia del hombre no es una abstracción inserta en cada ser humano,
sino que, en su auténtica realidad, es la integración de las relaciones sociales".
Este tipo de relación es la que constituye la mejor forma educativa y, cuando
ésta ha fallado, la mejor práctica terapéutica. En su más feliz realización, esto da
la sensación a sus participantes de haber vivido un momento fuera del tiempo y
del espacio, algo similar a un sentimiento de trance del cual se sale como de un
túnel y se regresa a una vida cotidiana completamente distinta. \
El hombre es capaz de crear
Si es cierto que en algunos animales se pueden observar procesosínfimos de
pensamiento o rudimentos del fenómeno de la conciencia, de ninguna manera se
les puede atribuir la característica típicamente humana de la creatividad. En efec-
to, el pensamiento y la conciencia se hallan, en condidones normales, en todo
representante de la especie humana; en cambio, la creatividad es una dotación
~ 1 que aparece especialmente en sus miembros más selectos y destacados en una u
otra área de la actividad: artes, ciencias, filosofía, etcétera. Es más, se distingue
claramente de la inteligencia y del cociente intelectual que miden muchos tests,
ya que éste tiene una alta correlación con el pensamiento "convergente", mientas
que !3- creatividad correlaciona altamente con el pensamiento "divergente", abier-
to, que ve los viejos problemas en forma nueva.
Torrance puntualiza que el pensamiento creativo consiste en el proceso de
percibir elementos que no encajan o que faltan, de formular ideas o hipótesis
sobre esto, de probar estas hipótesis y de comunicar los resultados, tal vez modi-
ficando y volviendo a probar la hipótesis. Szent-Gyürgyi, premio Nobel de Medici-
na, dice que "el pensamiento creador consiste en ver lo que todo el mundo ve y
pensar lo que nadie piensa". De esta manera, la realización creativa tendría un
carácter novedoso y original, podría ser más o menos extraordinaria y, de alguna
manera, enriquecería con su aporte a la sociedad y a la cultura.
Cap. 4. Una concepción humanista del hombre 75
"no saben lo que quieren", pero la persona adulta y madura debe saberlo. Lo que
en un joven puede ser normal, no lo sería en personas mayores.
La búsqueda de valores en una persona no consiste en un examen de con-
ceptos vagos e irrelevantes para su vivir cotidiano, sino en un esfuerzo continuo
por encontrar significados profundos que validen su autoidentidad y que esta-
blezcan y apoyen los compromisos y las responsabilidades que toma: pueden
estar referidos al campo filosófico, al científico, al moral y al religioso, etcétera.
En medio del cúmulo de incertidumbres, dudas y probabilidades que rodean al
ser lJJlmano, es lógico que éste busque algunos puntos de anclaje, algunas certezas,
alguna fe que le sirvan como guía que ilumina su camino o como bálsamo benéfico
que mitigue las inevitables frustraciones y ansiedades que la vida engendra.
Lógicamente, en la medida en que determinada creencia brinda resultados y
efectos satisfactorios se va afianzando en un individuo y, por el contrario, será separa-
da del núcleo de valores o escépticamente rechazada cuando del hecho de se-
guirla se derivan consecuencias desastrosas o, simplemente, sin valor ni
significación para el mismo.
·-----11"':·.. .-.
~:;.¡,¡··.-.--~
Fidelidad
a "todo"
----111":;~
lo humano
~¡¿¡¡¡,··---- .
La fidelidad a la naturaleza del objeto que se está investigando-en nuestro
caso a la complejidad del ser humano descrita en el capítulo anterior- es algo que,
sin excepción, parece de aceptación universal. Sin embargo, esta fidelidad es más
teórica que práctica. De hecho, los presupuestos y la filosofía implícita con que
trabaja el investigador lo guían y, en gran parte, determinan la naturaleza •atribui-
da" a sus hallazgos. Pareciera como si los presupuestos moldearan y dieran forma
a los datos y hechos (materia prima) que va encontrando.
Este capítulo tiene como objeto examinar la función determinante que tienen
los presupuestos en la investigación, especialmentepsicológica.
ONTOLOGÍA PRESUPUESTA
EN TODA INVESTIGACIÓN
Muchos informes sobre investigaciones psicológicas y casi todas las publi-
caciones relacionadas con esta área, comienzan con una hipótesis aceptada y
después relatan, con detalles hasta obsesivos, lo que sucede de ahí en adelante.
Pero las etapas más importantes y cruciales de la investigación tienen lugar
antes de esto y pocas veces son mencionadas, es más, frecuentemente ni siquie-
ra son reconocidas.
Si nos preguntamos cómo se llegó a la hipótesis, no podemos menos de
constatar que se hizo a través de una interpretación anticipada de los hechos, ya
que eso es, en definitiva, una hipótesis: una tesis subyacente (hipo-tesis). Ahora
bien, esa interpretación exige haber visto los hechos en una forma determinada,
que luego dificulta verlos, de ahí en adelante, en cualquiera de las otras formas
posibles. La hipótesis puede iniciarse mediante un proceso de analogía, induc-
ción, deducción o construcción, pero también puede ser el fruto de una intuición,
cuyo proceso es totalmente inconsciente. Sin embargo, la formulación clara y ex-
plícita de la hipótesis se deriva de relacionar el planteamiento del problema con
nuestra estructura cognoscitiva personal, la cual activa las ideas antecedentes
pertinentes y las soluciones dadas a problemas anteriores parecidos que, a su
79
80 Segunda parte. Hacia un nuevo paradigma en psicología
metafísica oculta es una mala metafísica, por decir lo menos (como la motivación
inconsciente es frecuentemente patológica)" (p. 75).
Joda teoría psicológica contiene en sí misma una imagen implícita del hom-
bre, una concepción de lo que es la especie humana~ Vimos en el capítulo anterior
las tres concepciones principales de la Psicología. En el caso del psicoanálisis
ortodoxo, por ejemplo, el modelo es una especie de sistema hidráulico en el cual
los "fluidos psíquicos" bajo presión tienen que mantenerse en equilibrio a través
de la apertura o el cierre de diferentes "válvulas" psíquicas. Sin embargo, aunque
no se puede hacer demasiado énfasis en dicha imagen, su difusión en la socie-
dad a lo largo de la primera mitad del siglo xx promovió una libre expresión de los
impulsos agresivos y eróticos. En muchas formas de la psicología de estímulo-
respuesta, como la de Skinner, la visión del hombre es la de una máquina auto-
mática altamente compleja: una vez programada la persona a través de su historia
de refuerzos, se le "introduce" un estímulo y se obtendrá una respuesta predeter-
minada. Lo grave de tal concepción del hombre son las consecuencias lógicas
que de ella se derivan: si los individuos son máquinas, deberán evaluarse como
tales y, por tanto, se usarán, se repararán, se volverán a usar y se desecharán de
acuerGo._con su eficiencia.
En general, el investigador hace patentes de vez en cuando los presupuestos
con que trabaja; unas veces en forma implícita y más o menos velada, pero otras
de una manera abierta y declarada. Tolman, por ejemplo, que siempre deseó ser
considerado conductista, en el calor de una controversia, dijo abiertamente que
iba adelante "imaginando cómo me comportaría si yo fuera una rata"(Macleod,
1964, p. 65). Si esto era cierto, aunque él se considerase a simismo como
conductista, en realidad era un fenomenólogo, o un criptofenomenólogo,como lo
llamó Kohler. Por esto está cargada de verdad la frase antes citada de Whitehead,
de que "ninguna ciencia puede ofrecer mayor seguridad que la metafísica incons-
ciente que tácitamente presupone".
Bertrand Russell tiene un comentario humorístico que nos ayuda a esclarecer
mejor este punto. Se refiere a los experimentos psicológicos realizados con ani-
males, por los americanos, generalmente conductistas, y los que practicaban los
alemanes, de orientación gestaltista.
Se podría decir, hablando en general, que todos los animales que han sido observa-
dos cuidadosamente se han comportado de tal manera que confirman la filosofía en
que creía el observador antes de comenzar la obser\lación. Es más, todos los anima-
les exhiben las características nacionales del observador. Los animales estudiados
por los americanos se mueven frenéticamente haciendo un despliegue increíble de
energía y dinamismo y finalmente logran el resultado esperado por casualidad. Los
animales estudiados por los alemanes permanecen quietos y pensativos, y, por fin,
desentrañan la solución desde el fondo de su conciencia ... (en: Bugental, 1967, p. 95).
Es muy lógico, que en las últimas décadas esté adquiriendo tanta importan-
cia la redefinición de la naturaleza del conocimiento y que se estén revisando
82 Segunda parte. Hacia un nuevo paradigma en psicología
\
1
INSTITUCIONALIZACIÓN ILÓGICA
DE LA PSICOLOGÍA
En lo que se refiere a la ciencia psicológica, Koch denuncia la manera extra-
ña en que se institucionalizó. Las ciencias ganan su independencia, y finalmente
su status institucional, al lograr el suficiente conocimiento como para llegar a ser
tales. Pero en su etapa inicial, la Psicología fue única y fue líder en la forma en
que su institucionalización precedió su contenido y sus métodos precedieron a
sus problemas. Si existen claves para comprender la historia, esta afirmación es
ciertamente una para entender la breve historia de nuestra ciencia (1959, 111, p.
783). Es decir, en este caso no se ha respetado el orden lógico señalado por la
filosofía de la ciencia. El_ord_~n de procedimiento debería ser el siguiente: primero,
examinar la naturaleza general del fenómeno en estudio; luego, ver cómo estu-
diarlo apropiada y científicamente; y, sólo después, ver si existe ya un método para
ello o hay que inventatlo~ 1 El camino seguido por la psicología tradicional fue
precisamente el contrario. Por esto, Cassirer (1975) afirma que "el método de la
psicología fue calcado por doquier, entre los primeros fundadores de esta ciencia,
sobre el de la física" (p. 143). Y Wundt iniciador de la psicología experimental en
1870, usa la tabla periódica de los elementos químicos como su modelo para los
"elementos de la mente".
Tampoco se debería enfatizar demasiado la distinción entre filosofía y ciencia,
ya que es sólo relativa. Efectivamente, una extremada distinción se apoya en la
supuesta autonomía de las ciencias, y esta autonomía se basa en el hecho de que
las ciencias tienen su propio método, diferente del filosófico. Sin embargo, la acep-
tación de un método se debe a la libre elección previa de un enfoque, lo cual
constituye un punto de vista filosófico.
La afirmación de Koch, de que la elección del método de la Psicología prece-
dió al estudio de sus problemas, es un señalamiento que aclara muchas cosas. La
incipiente ciencia psicológica del siglo x1x aceptó el método de las ciencias
naturales y, concretamente, el de la Física, por el prestigio que éste tenía en di-
chas ciencias y porque se creía entonces -y muchos lo creen aún hoy día- que
sus resultados se debían al método en sí, y no a la adecuación del mismo con el
objeto de estudio. Aceptada esta falacia, era lógico desear utilizarlo como si fue-
ra de validez universal. Pero et, objet9_d~_ estudiu d~_l~LPsLcología no era de la
misma naturaleza que el de la FíSfca ,y la adecuación del método a este nuevo
objeto era esencialmente falla.
J
Cap. 5. Fidelidad a "todo" lo humano 83
Es aquí donde se halla el fulcro del problema que nos ocupa. ¿cuál es la
naturaleza del objeto de estudio de la Psicología? En el capítulo anterior hicimos
un análisis bastante detallado de la concepción del hombre, vista con un enfoque
humanista. Examinado este objeto de estudio más de cerca y en su estructura
integral, nos encontramos con algo sumamente complejo e inaferrable.
En efecto, los fenómenos humanos siempre están cambiando, son difíciles de
generalizar, son sumamente complejos, poseen innumerables factores que se en-
tretejen e interactúan, no hay vocabulario ni palabras sensibles para desig-
nar todos sus matices, no hay variables observables definidas que puedan generar
hipótesis altamente significativas y prometedoras, el fenómeno y la vivencia hu-
mana pueden ser siempre reinterpretados en formas más diferenciadas y sutiles
(pero toda explicación reduce siempre el explanandum), la variabilidad situacional
y fluctuación de factores que afectan la ejecución es muy grande (la personalidad
del investigador, el rapport la fatiga, la salud física, la motivación, el nivel y dura-
ción de la atención, la tolerancia a la frustración, la confianza en sí mismo, el nivel
de aspiración, la estabilidad emocional, el nivel de ansiedad, el atrevimiento, el
miedo o Ja timidez, etc.) y, finalmente, está el carácter reflejo de la investigación
del hombre sobre sí mismo como persona y la imposibilidad de realizar una aproxi-
mación empírica a los actos libres.
Todo esto insinúa la idea de que los fenómenos humanos parecen más bien
ser individua/es y únicos, y requerir, por consiguiente, métodos especiales para su
adecuado estudio.
En 1957, Maslow presentó un conjunto de "prescripciones" para la Psicología
Humanista; algunas de ellas son las siguientes:
(1) la Psicología debiera estar más... relacionada con los problemas de la huma-
nidad y menos con los problemas del gremio ... ; (2) la Psicología americana debiera
ser más atrevida y más creativa ... y no sólo cauta y cuidadosa en evitar errores...; (3) la
Psicología debe estar más centrada en los problemas y menos absorbida por los
medios o métodos...; (4) la Psicología debe ser más positiva y menos negativa ...; (5) la
Psicología debe estudiar las profundidades de la naturaleza humana tanto como
la superficie de la conducta, el inconsciente, así como el consciente ... ; (6) la Psicología
debe estudiar al ser humano no como una arcilla pasiva, determinado irremediable-
mente por fuerzas externas; el hombre es, o debe ser, un ser activo y autónomo, un
móvil autogobernado, elector y centro de su propia vida ..; (7) los psicólogos deben
dedicar más tiempo al estudio intenso de la persona única y singular, para balancear
su preocupación con el hombre en general y con las capacidades generalizadas y
abstractas (Maslow, 1965, pp. 20-33).
cargada que puede crear expectativas muy irreales (Koch, 1973). En efecto, Merleau-
Ponty (1976) ha demostrado fehacientemente que en todos estos campos "sola-
mente se puede avanzar si el pensamiento causal y mecánico es sustituido por un
pensamiento dialécticd' (pp. 247-257).
La plena fidelidad al fenómeno humano tiene, a su vez, una exigencia más:
que las teorías sean derivadas del estudio de seres humanos sanos. Muchas
teorías psicológicas corrientes están basadas ampliamente en el estudio de la
-conducta de gente enferma y angustiada .o. peor, en las cabriolas de ratas cauti-
vas, hambrientas y desesperadas. La diferencia entre la persona sana y la enferma
puede ser mayor aún que la diferencia entre ésta y el animal. De aquí, la impor-
tancia de basar las teorías en el estudio de individuos con salud psíquica normal.
Precisamente, Maslow, que acusó frecuentemente a Freud de haber estudia-
do sólo "la mitad enferma del ser humano", trató, con sus investigaciones sobre la
autorrealización, de estudiar, sobre todo, la dotación más rica que podían alcan-
zar los seres humanos. Por ello, sus estudios se centraron en las personas "más
autorrealizadas" que pudo encontrar.
Esta fidelidad a lo humano -que caracteriza y define al enfoque humanista-
guiará hacia el estudio de realidades de alta significación (como son la generosi-
dad, la amistad, la audacia y el coraje, la sinceridad, la paciencia, la lealtad y
fidelidad, la responsabilidad, etc.), hasta ahora muy descuidadas y, en conjunto,
puede cambiar sustancialmente una teoría sobre el comportamiento humano.
Quizás se podría afirrnar que la diferencia fundamental entre los psicólogos
humanistas y los de otras orientaciones está en el método utilizado. Los humanis-
tas están centrados en el problema por estudiar y su significación e importancia,
tratan de respetar la estructura del mismo, ser plenamente fieles a su naturaleza
y cambian de método de acuerdo con la utilidad que éste les brinda en cada
circunstancia; los psicólogos de otras orientaciones, especialmente los conductistas
y psicoanalistas, están centrados en el método, como una vía regia y sagrada, y la
variación de técnicas es muy restringida, aunque el caso concreto, las circunstan-
cias y el exiguo éxito logrado aconsejen lo contrario; esto explica que los
conductistas hayan dedicado tanto tiempo y tantos equipos sofisticados para en-
señar a jugar ping pong a los pichones y a levantar complejas palancas a las
ratas.
Por esto, cuando se habla de rigor metodológico, este término debe entender-
se bien: rigor en cuanto fidelidad al método (conductismo, psicoanálisis) y rigor
como fidelidad a la naturaleza del objeto estudiado (Psicología Humanista), que
se evidencia como mucho más importante.
En conclusión, un enfoque como éste acerca de la relevancia que tienen los
presupuestos en la conducción de una investigación y la fidelidad al objeto de
estudio, no puede ser completo sin desembocar y concluir con la advertencia
husserliana de la reducción fenomenológica.
Husserl se admiraba de cómo frecuentemente la gente "ve" cosas que no
están presentes y "oye" acentos que nunca se hacen; de que nuestras mentes
86 Segunda parte. Hacia un nuevo paradigma en psicología
están tan llenas de ideas y teorías sobre cómo deberían ser las cosas, que rara vez
las percibimos como realmente son. Por esto, a la hora de cubrir cada una de las
etapas de todo estudio o investigación, es necesario realizar una epoché; es decir,
tomar conciencia y poner entre paréntesis temporalmente el coeficiente existencial
(contingente) de las cosas, para poder alcanzar su esencia, prescindir de todos
aquellos conocimientos, teorías, hipótesis, creencias y deseos que pueden
distorsionar la naturaleza del fenómeno en estudio y hacernos ver sólo aquello
que ya sabemos, creemos, aceptamos o deseamos o, a lo sumo, algo nuevo, pero
que tiene plena concordancia, coherencia y lógica con nuestra posición previa. Es
necesario que nuestra mente sea transparente y diáfana -aunque ello sólo es
posible parcialmente-, con el fin de que sea sólo, o prevalentemente, el fenómeno
el que nos hable y, como dice el mismo Husserl: "vayamos hacia las cosas mis-
mas".
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El
conocimiento
psicológico
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actualidad
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Sin embargo, como ya se señaló, Bohr, Heisenberg y otros físicos han demos-
trado fehacientemente que el concepto copernicano de que "la naturaleza" puede
separarse del hombre no es ya sostenible, que en las ciencias naturales son cada
vez más las realidades que no son observables, las hipótesis que no son sus-
ceptibles de contrastación experimental y que, por tanto, el ideal de una ciencia
completamente independiente del hombre, es decir, plenamente objetiva, es una
ilusión. Si esto es cierto para la más objetivable de las ciencias, la física, a fortiori
lo será para una ciencia como la Psicología, que lleva en sus entrañas la necesi-
dad continua de la autorreferencia.
Cada vez ha ido tomando más vigencia, en nuestra epistemología actual, la
famosa frase de Protágoras: "el hombre es la medida de todas las cosas". Pero si
es "la medida", entonces será muy arriesgado y muy difícil (por no decir imposible)
medir al hombre mismo, ya que medir es siempre comparar algo con un patrón
externo a lo que se mide.
Mediante rigurosos estudios sobre psicología fenomenológica se ha llegado
también a la conclusión de que la "objetividad" en el estudio de los seres huma-
nos, _aun cuando se busque a través de una estricta y exigente metodología, es
una falacia básica, ya que el control de las variables siempre es referido a un
número muy limitado de ellas, se efectúa a través de una manipulación artificial
de la situación, ubica la vida fuera de su contexto natural y toda "imaginada
objetividad" se reduce a un total artefacto (Giorgi y otros, 1971).
Con base en esta clase de consideraciones, hay eminentes científicos y filóso-
fos de la ciencia, como Michael Polanyi, que consideran que la palabra "ciencia"
no es muy útil, que nadie sabe con precisión lo que es ciencia y que, incluso "no
es necesario para los científicos conocer lo que es ciencia". Este autor llegó a
sugerir que se pusiera fuera de circulación, por espacio de 10 años, la palabra
"científico" y que no se usara como término de apreciación, ya que así se descubri-
ría un gran número de apreciaciones útiles y más significativas, como "penetran-
te", "revelador", "sensible" y, especialmente, "verdadero" (Coulson y Rogers, 1968,
pp. 137, 160, 197).
Las formas de la psicología remiten a las formas fisiológicas; y las formas fisiológicas
son modalidades de las formas físicas. En una parte considerable de sus manifesta-
ciones, lo anímico, lo vital y lo físico admiten una interpretación fundada en los
mismos principios... Por tal razón, ha sido patente en la Gestaltpsychologie la tenden-
90 Segunda parte. Hacia un nuevo paradigma en psicología
Si Jo bello es una buena vía que nos conduce a encontrar Jo verdadero, tam-
bién Jo bueno puede serlo. Estudiosos calificados de los procesos que sigue el
pensamiento humano, han demostrado convincentemente que en la psicología
del pensamiento es un hecho pacífico que "nuestro pensamiento sólo en conta-
das ocasiones es rigurosamente lógico" (Oerter, 1975, p. 18). En todos los demás
momentos el pensamiento está influenciado y, a veces, guiado por los valores
profesados, las emociones y los sentimientos que, según su nivel de coherencia
con la Naturaleza, lo orientarán hacia ella o lo desviarán de ella.
Este modo de proceder de nuestro intelecto no es irracional, como algunos
autores han señalado con frecuencia, es sencillamente arracional no es ilógico,
sino alógico, es decir no va contra la razón o la lógica, sino que camina al margen
de ellas y, por el hecho de utilizar muchos otros recursos que posee el ser huma-
no, puede ser -como ha demostrado Rogers- más sabio que el mismo procedi-
miento racional o lógico.
Nace, así, la necesidad de un concepto capaz de expresar, al mismo tiempo e
igualmente bien, estos tres aspectos de la perfección ontológica del ser. Quizá
solamente los conceptos de "significación" y ºsignificado" puedan desempeñar
esta función. En efecto, lo que la verdad, la bondad y la belleza tienen en común
es su plenitud de significación.
CRITERIOS DE VALIDACIÓN
DE lA EVIDENCIA
Entremos más de lleno en los aspectos epistemológicos de nuestro problema.
Ciertamente es claro y pacífico que lo que importa en la búsgueda del conoci-
miento es el fin y no los medios o métodos con que se logra. Alcanzar la verdad,
adquirir buenos, sólidos y útiles conocimientos importa mucho más que la prácti-
ca de un método u otro. El respeto y utilización de un método debiera existir
únicamente en la medida en que el mismo se demuestra exitoso. Lo contrario
sería un dogmatismo metodológico incomprensible, una metodolatría absurda.
Ahora bien, la ciencia se ha venido identificando con un método, el método
de la Física, que ha dado muy buenos resultados en ese campo. Debido a estos
óptimos logros se ha atribuido al método de Ja Física una virtud y un poder univer-
sales. Anteriormente vimos cómo hay quienes consideran el modelo físico como
"el ideal permanente del conocimiento psicológico". Esta expresión puede tener
dos acepciones totalmente diferentes: si lo que se insinúa es un ideal que hay que
copiaren Psicología, estaría, a nuestro juicio, muy errado; si lo que se aconseja es
que la psicología se vea estimulada para lograr los mismos niveles de excelencia
que la Física, por los caminos, los medios, métodos y procedimientos que más se
adecuen a su objeto -aunque sean totalmente diferentes de los de la Física-, el
consejo sería muy correcto. Es decir, el método de la Física es muy bueno en la
Física, porque tiene plena adecuación con su objeto. Que este método sea bueno
Cap. 6. El Conocimiento Psicológico en la Actualidad 93
pecan por aceptar una empiria excesivamente estrecha y que cuando adoptan
posiciones radicales y extremas invocando continuamente la observabilidad y
mensurabilidad de los datos y rehuyendo y aborreciendo todo concepto o idea
renuentes a ello como si fueran fantasmas, más bien manifestarían -en términos
de la psicología piagetiana- un infantilismo o estancamiento de su desarrollo
intelectual que ha quedado fijado en el nivel del pensamiento concreto y no ha
pasado, de facto, al pensamiento formal o abstracto.
Es, pues, natural que en el área de las ciencias humanas haya muchos auto-
res que aborrezcan esta empiria estrecha y busquen una evidencia con más énfa-
sis en lo intelectual; que les preocupen mucho más los presupuestos implícitos
aceptados, que pueden dar al traste con todo, y el reduccionismo deformador de
la realidad estudiada; que consideren, más aún, que toda ciencia está impregna-
da de opciones extraempíricas, basadas en un conjunto de juicios de valor, y
apoyada en una base totalmente subjetiva.
Si analizamos el desarrollo de una investigación científica en todas sus par-
tes, constataremos que las opciones subjetivas extraempíricas (que, en último
análisis son opciones filosóficas) se dan continuamente: ante todo, la ciencia se
origina en una persona determinada que persigue metas, propósitos o valores de
significación personal y subjetiva. El científico investiga una cosa y no otra porque
la cree de mayor valor; escoge la hipótesis que juzga mejor; determina el método
de estudio que más valora (grupos de control que merecen su confianza, formula-
ciones operacionales satisfactorias, procedimientos estadísticos razonables, etc.);
fija el alcance que deberá tener el análisis estadístico; da a sus hallazgos una
interpretación u otra según tenga, a su juicio, mayor validez o se aproxime más al
criterio que él valora; escoge la medida en que él mismo ha de creer en sus
hallazgos, etcétera.
Es así, comprensible cómo Polanyi, renombrado filósofo de la ciencia y emi-
nente científico, pueda afirmar que "la ciencia es un sistema de creencias con las
cuales estamos comprometidos ... y, por tanto, no puede ser representada en térmi-
nos diferentes" (1962, p. 171; cursivas nuestras). En efecto, no es nada infrecuente
que una ley que ni siquiera puede ser establecida por demostración para un
grupo de científicos, para otros sea estrictamente evidente.
Generalmente se sostiene que una teoría pasa de ser considerada "mera
especulación" o conjetura, a "conocimiento científico" cuando, después de mu-
chas contrastaciones, el resultado se mantiene positivo; pero no se advierte que el
criterio último y la instancia definitiva de validación de esa contrastabilidad, es
decir, el juicio sobre si el resultado confirma o refuta la teoría, es una intuición, o
sea, una visión intelectual de la realidad en cuestión. De esta manera se forma de
nuevo el círculo que ya tratamos en el capítulo 3. Tampoco resuelve nada recurrir
a la metáfora, totalmente falsa, del espejo. Si el conocimiento sensitivo tiene algo
de especular, el conocimiento intelectual no tiene absolutamente nada. Conocer
no es formar una imagen especular; si así fuera, se llegaría a explicar el espejo
por el conocimiento y el conocimiento por el espejo, sin saber, en definitiva, quién
Cap. 6. El Conocimiento Psicológico en la Actualidad 95
explica a quién. Ya vimos (en el capítulo señalado) que la salida de este círculo
tiene una sola vía decente: el concepto de interacción. Y siempre seguirá siendo
cierto que todos los conceptos, en cuanto aspiren a transmitirnos cualquier clase
de conocimiento de la realidad, tienen necesariamente que "realizarse", a la pos-
tre, en la "intuición", es decir, en algo que es visto, en algo que es captado por la
mente humana. Ahora bien, la intuición tendría siempre la fragilidad y relatividad
intrínseca del ser humano.
De este modo considerada, la ciencia, o el conocimiento auténtico y real, no
tendrían ningún criterio indispensable para que sean verídicos: ni la reproducibilidad,
ni la contrastabilidad, ni su poder predictivo, ni su comunicabilidad, ni el nivel de
consenso, ni ningún otro. Todos serán convenientes y ayudarán a que determina-
da persona o grupo logren una mayor evidencia; pero ninguno de tales elementos
es esencial o intrínseco a la naturaleza de la verdad. Una persona determinada
puede tener plena y total evidencia de una verdad, sin que ésta goce de ninguno
de los atributos señalados.
La posibilidad de que se dé uno más de esos criterios, depende generalmente
de la naturaleza del objeto conocido; y el grado de evidencia que una persona
puede lograr acerca de una verdad, está en función, y deriva en gran medida, de
la capacidad y agudeza de su inteligencia y de los demás factores cognoscitivos.
Por esto, necesitamos saber más con respecto a la forma en que conocemos,
cómo los sistemas de creencias, ideales y expectaciones influencian nuestra per-
cepción de los eventos, cómo interactúan los valores y el conocimiento, y cómo la
alteración del contexto puede favorecer la reorganización de nuestras realidades
y su desarrollo según nuevas direcciones. De todo esto pueden derivarse suge-
rencias y formulaciones de una nueva metodología para las ciencias humanas.
"
,_..
~;:;,;,=·.,..=ilda---
Estructura
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y gestalt
97
G~'"'. ; T!:'.CA.
98 Segunda parte. Hacia un nuevo paradigma en psicología
asociación o de síntesis. De esta manera, los "datos" ñsicos concretos (color, soni-
do, tacto, etc.), que suelen ser considerados como el punto de partida de todo el
conocimiento de la realidad, son, más bien, un producto relativamente posterior.
Piaget demostró también que en los niños pequeños sus primeras vivencias son
cabalmente vivencias fisiognómicas o de expresión personalizante, y la percepción
de las "cosas" o de las "cualidades de las cosas" se origina mucho después.
De esta manera, el datum original, lo que se da -que en Gnoseología quiere
decir lo que no se discute y que inicialmente debiera admitirse por todos-, es un
protofenómeno que se nos impone desde el principio con un sentido o significado
personal· es decir, que no habría hechos "escuetos", plenamente "objetivos", total-
mente externos al observador, "indiscutibles" y que "se impongan" de igual manera
a todos, hechos que sea posible establecer sin recurrir a la ayuda de determinados
presupuestos conceptuales que le den un "significado". En el fondo, ésta es la
misma base del famoso teorema de Godel, que ya tratamos en el capítulo 3.
Los "hechos" que le toca estudiar a las ciencias humanas -das Faktum der
Kulturwissenschaften de Cassirer- difieren esencialmente de los hechos de las
ciencias naturales. Ya Dilthey -a fines del siglo pasado, y como auténtico iniciador
de la Psicología Humanista- asignaba a la Psicología el estudio de "una conexión
que se nos da siempre de modo originario, como la vida misma ..., las regularidades
en la conexión de la vida psíquica desarrollada". Le parece a este autor que la
Psicología de su tiempo no se ha dedicado a esta tarea y, por esto, "en las obras de
los poetas y en las reflexiones sobre la vida que encontramos en grandes escrito-
res como Séneca, Marco Aurelio, San Agustín, Maquiavelo, Montaigne, Pascal, se
contiene una comprensión del hombre, en toda su realidad, frente a la cual queda
muy por debajo cualquier psicología explicativa" (1951, p. 204).
Siguiendo el pensamiento de Merleau-Ponty, esta misma idea podría expre-
sarse diciendo que la Psicología debe estudiar la conducta humana entendida
como una estructura que contiene la irreductible relación hombre-mundo, la cual
puede hacerse o no plenamente patente a la persona estudiada o a su observador.
En efecto, Merleau-Ponty (1976) afirma que las estructuras no pueden ser defini-
das en términos de realidad exterior, sino en términos de conocimiento, ya que son
objetos de la percepción y no realidades ñsicas; por eso, las estructuras no pueden
ser definidas como cosas del mundo físico, sino como conjuntos percibidos y, esen-
cialmente, consisten en una red de relaciones percibidas que, más que conocida,
es vivida (pp. 204, 243). Precisamente gran parte del pensamiento del estruduralismo
clásico concebía la estructura como algo externo al observador.
El valor de este tipo de estructura (el de Merleau-Ponty) se hace más evidente
por su capacidad para integrar los puntos de vista interno y externo. En efecto, la
historia de la Psicología hace ver que no ha existido esta integración, sino que,
más bien, las diferentes escuelas han puesto énfasis en uno u otro enfoque: estu-
dio de la conciencia con el método introspectivo, o estudio de la conducta externa
imitando el método científico.
Todas las disciplinas científicas han ido reemplazando, en los últimos tiem-
pos, la visión atomística de su objeto (compuesto de variables independientes) por
Cap. 7. Estructura y Gestalt 99
puede decir que una estructura biológica, psíquica, social, o una estructura física,
química, gramatical, histórica o política, tienen mucho en común; pero, realmente,
no tienen nada igual. No existe ni siquiera un analogatum prínceps en una disci-
plina, que lleve el liderazgo de la analogía a las otras. Sin embargo, desde el
punto de vista epistemológico y metodológico, la analogía estructural puede ofre-
cer "modelos" fértiles en la comprensión de determinada disciplina, mérito que
hay que reconocer a la Gestaftpsychologie.
En lo que se refiere a la estructura psíquica, hay que tener presente que en
ella no todo es armonía, coordinación y orden. Puede haber subestructuras que
tiranizan y esclavizan a otras; puede haber estructuras en franco progreso y otras
en proceso de desintegración. Así, el impulso sexual (con todo su equipo de re-
cuerdos, sentimientos, imaginaciones, etc.) puede adquirir un dominio opresor
sobre la estructura, por ejemplo, de los valores éticos, o derrumbar la estructura de
la autoestima o imagen de sí mismo, etcétera.
En general, la personalidad bien integrada tiene menos luchas y conflictos
internos de subestructuras; en cambio, las personalidades neuróticas pueden ser
auténticos campos de batalla donde hay todo tipo de intrigas con complejísimas
estructuras que desafían la pericia profesional del psicólogo para su cabal
desciframiento y comprensión.
No podemos comprender un todo sin ver sus partes, pero podemos ver las partes sin
comprender el todo ... Cuando comprendemos como parte de un todo una determina-
da serie de elementos, el foco de nuestra atención pasa de los detalles hasta ahora
no comprendidos a la comprensión de su significado conjunto. Este pasaje de la
atención no nos hace perder de vista los detalles, puesto que sólo se puede ver un
todo viendo sus partes, pero cambia por completo la manera como aprehendemos los
detalles. Ahora los aprehendemos en función del todo en que hemos fijado nuestra
atención. Llamaré a esto aprehensión subsidiaria de los detalles, por oposición a la
aprehensión focal que emplearíamos para atender a los detalles en sí, no como par-
tes de un todo (1966, pp. 22-23).
Las ciencias naturales, para estudiar su objeto lo "analizan" hasta donde sea
posible. La palabra "análisis" (del verbo griego anaJyo) quiere decir descomponer,
disolver, desligar. Así, la tarea que se proponen estas ciencias es examinar en
detalle el objeto de su estudio, descomponiéndolo en elementos que son indivisibles.
Es una práctica común explicar el todo en términos de sus partes. Parece
natural y obvio explicar la conducta de los sistemas complejos en términos de las
propiedades de sus componentes: las sociedades en términos de individuos, los
individuos en términos de moléculas y éstas en términos de átomos. Éste es un
hábito mental frecuente entre los científicos y también entre muchos filósofos,
quienes, comúnmente, no consideran necesario dar razones para justificar sus
hábitos. Pero e/ análisis al estilo de Ja física también puede disolver el objeto de
estudio y volverlo irrec9nocib/e. Ésta es la advertencia que Saint-Exupéry hace a
los intelectuales que, al tratar de explicar el rostro por sus partes, se vuelven luego
incapaces de ver la sonrisa. El estudio no puede consistir sólo en analizar, sino
también, y sobre todo, en "sintetizar-organizar-componer-estructurar''.
105
106 Segunda parte. Hacia un nuevo paradigma en psicología
ción se aplica exactamente a la actitud analítica del psicólogo con respecto al objeto.
El tipo de psicología dirigida al descubrimiento de los elementos últimos ha fracasa-
do "por ver los árboles y no el bosque" (1963, p. 99).
sentido en que son, en gran parte, desconocidos; tercero, porque es imposible regis-
trar, así sea en forma aproximada, las manifestaciones mentales de un hombre, salvo
que se las tome como indicios de la mente en la que se originaron. Siempre es la
mente lo que conocemos en forma primaria; el conocimiento de sus actividades no
puede ser sino derivado, vago e incierto (Polanyi, 1966, pp. 34, 49; cursivas nuestras).
emociones de las suyas, en qué medida mi peso se aleja del promedio, etcétera.
Muy rara vez estudia mi peso, mi pulso y mis emociones como elementos de un
conjunto que se halla en interacción entre sí. Una vez más, tomar los elementos
en un sentido per se es perder su verdadero significado (Allport 1966, p. 24).
Pero el autoengaño y la falacia mayores se cometen cuando se estudia un
rasgo o un elemento en mucha gent~. Se aísla ese rasgo o elemento de la estruc-
tura individual de que forma parte en cada persona y así se analiza, mide y com-
para. Evidentemente, ese elemento puede tener significados muy diferentes en
cada persona y en cada estructura personal. Si así fuera, se estarían mezclando
cosas de naturaleza diversa, y lo único que tendrían en común sería el nombre.
Quizá, éste sea el pecado capital de la mayoría de nuestros estudios psicológicos
actuales. A esta misma conclusión han llegado los buenos médicos cuando nos
dicen que "no hay enfermedades, sino enfermos".
Estos procedimientos demuestran ser, en la práctica, tan infecundos y fal-
tos de éxito como la pretensión de conocer los rostros de un grupo de personas
estudiando sucesivamente los ojos de todas, luego la boca, la nariz, etcétera,
pero sin observar ni estudiar nunca la cara de ninguna de ellas en su conjunto.
Es más, somos incapaces de reconocer a nuestro mejor amigo en una fotografía
que sólo podemos observar por partes: un ojo, la boca, la nariz, etcétera, pues
estamos imposibilitados para captar la relación entre las partes; y ésta juega el
papel decisivo.
En esa misma línea de ideas razonaba Kierkegaard cuando decía:
Recientemente he llegado a inclinarme cada vez más a pensar que el modo atomístico
de pensar es una forma mitigada de psicopatología o, por lo menos, un aspecto del
síndrome de inmadurez cognitiva (1970, p. xi; cursivas nuestras).
111
112 Segunda parte. Hacia un nuevo paradigma en psicología
LA VERDAD NO ES MANUFACTURADA
POR EL MÉTODO
De aquí se ha derivado una fuente de reacción, manifestada por representan-
tes de muy diferentes posiciones teóricas. Tolman, por ejemplo -aunque pertene-
ciente a la tolda conductista-, dice que hoy día a la Psicología (debido, quizá, a
sentimientos de "inseguridad") la han embarcado en un vuelo de demasiadas
estadísticas y de demasiada matematización; que las revistas parecen llenas de
un tratamiento matemático hipersofisticado de los datos, los cuales, siendo en sí
mismos de pequeño interés intrínseco y un hallazgo diminuto y, a veces, tonto, por
el alto poder estadístico del tratamiento se cree que pueden probar la hipótesis
nula (1959, p. 150).
Igualmente, Koch -a quien no puede tacharse de militar y sostener a ultranza
ninguna orientación teórica específica- en el Epílogo de su monumental obra de
siete volúmenes sobre la psicología del siglo xx, donde hace una evaluación críti-
ca de las diferentes tendencias y aportes existentes en la Psicología actual, dice
que solamente se puede concluir que el "autismo" por la cuantificación llegó a
borrar la demarcación entre medios y fines; que cierta jerga pseudomatemática se
hizo común a todos y se revela en la afición general por un lenguaje de "varia-
bles" y "funciones", así como en el uso incesante de términos como "parámetro" y
"paramétrico" en contextos puramente metafóricos (1959, vol. 3, p. 770).
Los daños que esta actitud ha ocasionado a la Psicología, no son fáciles de
precisar. En efecto, la cuantificación, la mensurabilidad y la matematización con-
sagraron y, en cierto modo, divinizaron un "método': Con ello, se ha llegado a
creer que la verdad es lograda y, casi, manufacturada más por el método que por
el hombre. Así, cuando un problema no "reverencia" al método o es refractario a
él, simplemente se niega. En la medida en que esta actitud se practica y generali-
za, se va acentuando un alejamiento del auténtico objeto de estudio, se rela-
cionan y plantean los problemas y se formulan con criterios que pregarantizan un
aparente éxito del método usado. Con todo ello, tenemos en marcha una progre-
siva trivia/ización de la investigación, con lo cual se construye un mayúsculo
mecanismo de autoengaño. La creencia de que la matemática y el método garan-
tizan la verdad, está tan extendida que puede llevar a presentar una teoría mate-
máticamente correcta, pero factualmente vacía, como lo ilustra Bunge con la teoría
axiomática de los fantasmas (1975, p. 515).
Cap 9. Limitaciones de los modelos matemáticos 113
EL OBSERVADOR HUMANO
COMO INSTRUMENTO DE ÚLTIMA
INSTANCIA DE VALIDACIÓN
Si entramos un poco más a fondo en el problema y analizamos el proceso del
estudio cuant¡tativo, veremos más claramente su relatividad y dependencia radi-
cal de la evaluación cualitativa. Taylor lo expresa de la forma siguiente:
... las investigaciones que comienzan y terminan con términos cuantitativos o numéri-
cos son, probablemente, muy ingenuas. Detrás de las cantidades es necesario que
exista un problema cualitativo muy claramente definido. Las buenas investigaciones
comienzan con buenas preguntas y terminan con decisiones cuidadosas; ambos pa-
sos son cualitativos y exigen el ejercicio del sentido común. El paso cuantitativo
intermedio de la investigación no produce una decisión, únicamente indica la proba-
bilidad de que una hipótesis o proposición cualitativa sea incorrecta, una vez que esa
proposición ha sido representada en términos cuantitativos. (Giorgi, 1970b, p. 67).
La primera era fáctica, se ocupaba de descubrir datos siempre más exactos y confiables
y la determinación de las constantes de la naturaleza hasta un creciente número de
lugares decimales. La nuestra es una aventura humana, preñada de desafíos e ideas,
esperanzas y frustraciones, y sus conceptos trascienden, en sumo grado, el dominio
de los hechos mensurables (1969, p. 3).
La bola de billar no es ahora golpeada únicamente por otra, sino por diez simultánea-
mente, y tendremos simplemente que usar una aritmética algo más complicada para
entender lo que sucede ... Es, de una manera particular, en los datos de la personali-
dad donde esta teoría se derrumba en la forma más completa. Es fácil demostrar que
dentro de cada síndrome de la personalidad existe una relación diferente de la causal.
Es decir, si usamos el vocabulario causal tendríamos que decir que cada parte del
síndrome es, al mismo tiempo, una causa y un efecto de cada una de las otras partes,
como también lo es de cada grupo formado por estas otras partes y, aún más, ten-
dríamos que decir que cada parte es causa y efecto del todo de que es parte. Tal
absurda conclusión es la única posible si usamos solamente el concepto de causalidad
(1970, p. 300; cursivas nuestras).
Puede haber todo tipo de interacciones entre las variables (independientes tanto
como intervinientes) en las nuevas situaciones no estandarizadas, interac-
ciones que no podrían haberse deducido de los resultados obtenidos en las
situaciones estandarizadas o definidas... Pero se podría decir que hay otro modo
posible de concebir mis variables intervinientes: el admitir que son meramente
una ayuda para pensar (para "mi pensamiento", si se quiere) ... Las variables
intervinientes... son, en la presente situación de nuestro conocimiento psicológi-
co, tan inverificab/es como mis creencias, percepciones, expectaciones, valencias
y vectores (1959, pp. 147-148).
Con toda razón había afirmado antes este autor que •....mi propia y particular
concepción de las variables intervinientes proviene primeramente de mi propia
fenomenología. Así, Ja apreciación que Kohler hizo de mí, considerándome un
criptofenomenólogo, fue probablemente correcta" (ibídem, cursivas nuestras).
118 Segunda parte. Hacia un nuevo paradigma en psicología
Ante esta sinceridad de Tolman, habría que concluir con el principio que
utiliza la jurisprudencia procesal: "a confesión de reo, relevo de pruebas".
En los últimos tiempos se ha acrecentado la esperanza-puesta en el uso de los
modelos estocásticos. En la tercera sección del capítulo 2 señalamos que las "le-
yes" estocásticas son "leyes a medias", pues no explican, ni siquiera en Física, los
acontecimientos y procesos individuales, sino únicamente el resultado promedio
de un grupo o conjunto; y lo ilustramos con ejemplos de la desintegración radiactiva.
En una teoría de formulación estocástica, la variabilidad estocástica está ex-
presada por una variable no mensurable que representa la suma o efecto de
todas las variables omitidas en una apreciación. Esta variable no mensurable
puede tomar cualquiera de sus valores con cierta probabilidad. En síntesis, lo
único que es ciaro en un proceso estocástico es que -como indica el término
griego "stochastikós" escogido para designarla- tiende o apunta 1en una determi-
nada dirección. Y esto, en general, sólo se observa o advierte como actividad
promedio de un grupo o conjunto de elementos o individuos. Es decir, que el
porcentaje o proporción estadística, o el enunciado 13robabilitario, no es una pro-
piedad distributiva perteneciente a cada uno de los miembros, sino que se trata
de una propiedild colectiva que pertenece al grupo o clase como tal.
En las ci-encias humanas, cuando se trata con individuos particulares, con
personas concretas, las "leyes" estocásticas (que nos señalan, por ejemplo, que
hay_ cierta diferencia estadística significativa entre dos grupos) son de un valor
práctico insignificante. La certidumbre matemática (estadística o probabilística)
que nos señala lo que hará determinada proporción de individuos de un grupo,
deja insoluble el enigma de cada individuo aislado. Nos da la impresión de cono-
cer a todo un grupo, pero no conocemos en realidad a ninguno de sus miembros
en particular. El hecho de que 1% de los conductores en una determinada ciudad
tenga algún tipo de choque diariamente, no indica que usted o yo tengamos 1%
de ¡>rnbabilidad de hacerlo; eso de13enderá de nuestra habilrdad, prudencia y de-
más destrezas errelmanejo del vehículo. El promedio se aplica al grupo como tal
y no a cada uno de sus miembros. Pero ésa es la praxis profesional corriente:
médica, psiquiátrica, etcétera, con todas las graves secuelas que ello trae para la
salud física y psíquica.
Por último, es frecuente también en las ciencias del hombre el uso de mode-
los matemáticos. Muchas veces se usan los términos "modelo" y "teoría" como
sinónimos; pero, en general, se llama "modelo" a cualquier formulación teórica
que no sea una "teoría".
Allport trata de clarificar la bondad y los peligros del uso de los modelos con
las siguientes advertencias:
En relación con los modelos, me gustaría señalar que a pesar de estar en boga son
por naturaleza reduccionistas, no teóricos y antieclécticos. Un modelo es una analo-
gía, ya sea de tipo sustantivo o formal. El decir, que la conducta humana es "como la
entrada y la salida de una computadora", es un modelo sustantivo; el afirmar que
la conducta encaja en un teorema matemático es un modelo formal. Al haber señalado
•
Cap 9. Limitaciones de los modelos matemáticos 119
T~f"';A
.·'·,¿
120 Segunda parte. Hacia un nuevo paradigma en psicología
Decía Aristóteles que era propio del hombre instruido buscar la precisión en
toda clase de cosas, en cuanto lo permita la naturaleza de la materia estudiada.
Sin embargo, en lo que se refiere al conocimiento del hombre, son muchas las
personas instruidas que no creen en la posibilidad de esta precisión y, por tanto,
renuncian a buscarla.
En este asunto parece mejor seguir el pensamiento de Aristóteles que, por
otro lado, coincide con el de otro gran sabio, Confucio, quien decía que era mejor
encender una pequeña luz que lamentarse en la oscuridad.
Muchos de los estudiosos que no creen en el logro de una comprensión
cabal del hombre, lo hacen, más que todo, como reacción a cierta práctica fetichista
del método, convencidos de que no existe un camino real de certeza científica, ni
un método infalible de conocimiento y que no se puede hablar de una "metodología
científica" en oposición a todas las otras metodologías, sino que, más bien, es
necesario reconocer que toda vía para adquirir conocimientos lleva en sí algún
riesgo. Creen, además, que la mayoría de los métodos basados en la medición no
han demostrado ser superiores a los pronósticos que nos ofrece el sentido común.
121
122 Segunda parte. Hacia un nuevo paradigma en psicología
desafiantes y, uno por uno, resolverlos (1963, p. 87). Nuestra idea básica es, más
bien, la opuesta. Una Psicología concebida como la que hemos venido describien-
do, todavía tiene que descubrir su propio método y también-su estilo propio de
praxis investigativa. Existen, no obstante, algunas señales que marcan el camino
por seguir.
En primer lugar, hay un orden lógico que se impone de por sí. Es necesario
que el estudio esté dirigido a problemas importantes, relevantes, de notable signi-
ficación. Únicamente después se pensará en el método apropiado para abordar-
los. Es mejor estudiar grandes problemas, aunque sea con métodos humildes y
tentativos, que estudiar con métodos refinados aspectos triviales del comporta-
miento humano. Esto implica juicios de valor; pero los juicios de valor que entran
en la selección de los problemas es algo inevitable en el proceder humano. No se
puede actuar sin algún presupuesto axiológico. Es más, es bueno que así sea, ya
que los valores iluminan el camino de nuestras vidas.
Ciertamente, la esencia de la ciencia no la constituyen los métodos o procedi-
mientos usados, ni las técnicas o instrumentos, sino la relevancia y solidez de los
conocimientos logrados. Sin embargo, un experimento realizado con un
instrumental sofisticado, aunque sea sobre un tema trivial, insulso e intrascendente,
pocas veces es criticado. Casi toda la crítica en la literatura científica se refiere al
método y a la técnica o lógica seguida. No obstante, es evidente que lo que no
merece hacerse no hay por qué hacerlo bien. Será también siempre cierto que son
los fines y las metas que la ciencia persiga los que mejor podrán dignificar sus
métodos. El pensamiento contrario nos haría recordar al hombre de- que habla
Freud; que se pasó la vida limpiando sus anteojos sin jamás usarlos para ver
mejor.
En segundo lugar, es necesario que las descripciones psicológicas se ha-
gan con términos propiamente psicológicos. El uso de una terminología fisicista,
como la que tan frecuentemente encontramos, reduce o desvirtúa el significa-
do de los fenómenos humanos, cuando no los destruye en su esencia. Ya
señalamos, igualmente, la inadecuación de ta matemática estática y atomística,
apropiada, más bien, para tratar realidades cuantitativas que cualitativas. Tam-
poco son convenientes los términos filosóficos, que tienen un significado pre-
ciso dentro de esa disciplina. Esto no quiere decir que el psicólogo no tenga
una orientación filosófica, porque, como ya indicamos, todo investigador es
a la vez un metafísico, y no puede dejar de serlo. Sólo se quiere indicar que
donde le falten a la Psicología sus propios términos, deberá acuñarlos y, si
usa otros de otras disciplinas, deberá ser muy consciente de su uso analógico
o metafórico y señalarlo.
Más que cualquier otra cosa, por todas las razones ya expuestas, el método
usado deberá respetar la naturaleza del objeto estudiado. Los fenómenos psicoló-
gicos tienen una estructura propia, constituida por las vivencias personales del
sujeto en su relación única con el mundo fenoménico. Aislar y tratar de definir
variables para después captar su significado en una estructura psíquica, es co-
Cap. t O. El problema del método t 23
Toda intervención para hacer una medición, para estudiar lo que sucede en el mundo
atómico, crea, no obstante todo el orden de este mundo, una situación nueva, única,
no plenamente predecible (En: Bugental, 1967, p. 6).
Ahora bien, las realidades psíquicas son mucho más fluidas, dinámicas y
sensibles que los cuerpos físicos. Si el estudioso de la Psicología quiere compren-
der al hombre, deberá tener esto muy en cuenta; de lo contrario, no captará lo que
hay en la persona, sino lo que él ha puesto en ella.
l. En primer lugar, hay que precisar que las llamadas "definiciones operacionales"
no son definiciones en sentido estricto. La definición propiamente hablando es,
como señala Bunge (1975, p. 168), una correspondencia signo-signo. Es una ope-
ración puramente conceptual que introduce formalmente un nuevo término en
algún sistema de signos (como el lenguaje de una teoría) y especifica en alguna
medida la significación de este término. Por otro lado, un signo no puede tener
sentido alguno si no es dentro de un contexto, como lo hace una pieza de un
rompecabezas al relacionarse con las otras. Ese contexto está formado por los
designata (objetos designados) de los signos y sus posibles correlatos (otros obje-
tos correlativos): todos juntos son los que dan significación al signo. Ahora bien,
puede ser que el signo tenga un correlato no-conceptual y se interprete, al menos
parcialmente, por una relación signo-correlato; esta relación sería una "referición"
(una referencia, en sentido etimológico), pero nunca podría ser considerada como
una "definición" propiamente tal. El hecho de que las "refericiones" operativas no
ofrecen más que interpretaciones incompletas, llevó a Carnap (1956) a señalar
que una definición operativa no es una equivalencia plena, sino un simple enun-
ciado condicional.
cía radical que hay entre "homicida" y "asesino": matar contra la propia voluntad y
hacerlo "con premeditación y alevosía' son dos acciones humanas totalmente diferen-
tes, y así las sanciona el derecho procesal. En las acciones humanas, sobre todo,
los detalles, observados en sí mismos, carecen de significado e, incluso, es impo-
sible observarlos de ese modo, porque siempre forman parte de una "fisonomía" o
estructura <linámica más amplia. El operacionalismo desconoce todo este conjun-
to de realidades, que piden interpretación o hermenéutica.
11. Necesitamos una evidencia racional, más que una "evidencia empírica"
(expresión conceptualmente autocontradictoria, ya que la evidencia es siempre
un proceso mental interior y no empírico). La interpretación operacionalista, espe-
cialmente en la versión que enfatiza el carácter empírico de la ciencia, ha tendido
a oscurecer los aspectos teóricos y sistemáticos de los conceptos científicos y la
fuerte interdependencia entre la formación de los conceptos y la formación de las
teorías. El alcance empírico, en cuanto reflejado en criterios claros de aplicación,
/ no es el único desideratum de los conceptos científicos, ni tampoco el más impor-
tante. Cada vez se ha ido comprobando más que los solos "datos" no persuaden
ni llevan a ningún científico a la aceptación o rechazo de una teoría, pues es un
hecho que siempre operamos dentro de una estructura teórica que nos lleva a ver
los "datos" de una u otra manera. Por ello, el concepto de "evidencia" ha ido
cambiando en todas las orientaciones de la filosofía de la ciencia, del énfasis
puesto en su base empírica al énfasis que se da a su base racional o teórica.
En esta línea de pensamiento razonaba Hempel (1973), cuando dice que "el
hecho de que una hipótesis, tomada aisladamente, no ofrezca posibilidad de
contrastación operacional no proporciona una razón suficiente para rechazarla
como desprovista de contenido empírico o como carente de sentido científicamen-
te. Lo que debemos, más bien, es considerar el enunciado en el contexto sistemá-
tico de las demás leyes e hipótesis en que aquél ha de funcionar y examinar las
implicaciones contrastadoras a que puede dar lugar entonces" (p. 143).
Uno de sus discípulos, Fiedler, impresionado por este hecho, hizo su tesis
doctoral sobre el mismo, estudiando las semejanzas y diferencias entre los tera-
peutas "exitosos" y "no-exitosos" de tres escuelas terapéuticas: la psicoanalítica, la
adleriana y la rogeriana. El resultado de esta investigación demostró que los tera-
peutas exitosos de las tres escuelas se asemejaban más entre sí que con los
colegas de la propia escuela que no tenían éxito.
¿Qué significaba esto? Que las técnicas u operaciones concretas de cada
escuela (que eran diferentes) no jugaban el papel determinante, y que había "algo
más" que jugaba un rol decisivo y que era común a todos los terapeutas exitosos.
Este algo más y diferente de las técnicas lo llama Rogers "actitud", y lo describe
como una disposición interna de gran interés, deseo y consagración por ayudar al
"cliente". Evidentemente, esta actitud era la que daba vida y eficacia a la técnica y
operación utilizada. Por esto, el terapeuta que la tenía era exitoso y el que no,
fracasaba.
Cuando se logró esta evidencia, Rogers cambió su práctica en la formación
de terapeutas y comenzó a usar el lema "actitudes más que técnicas". Ya San
Agustín había señalado esta realidad y la expresó frecuentemente en sus escritos:
"ama y haz lo que quieras" -decía él-; es decir, él estaba seguro que cuando se
ama, se podrá hacer cualquier cosa, porque ese "cualquier cosa" estará guiado
por el amor y, por tanto, será bueno.
Es claro que la actitud personal o el espíritu con que "se realizan las opera-
ciones" las impregna de una realidad invisible, pero auténtica que juega el papel
principal y decisivo.
Examinando un poco más de cerca la práctica operacionalista, podemos cons-
tatar que su paso inapropiado e indebido consiste en convertir y reducir una
estructura humana (pslquica, social, etc.) donde hay mucho de espíritu, a un gru-
po de elementos, que no son todos los que hay en la estructura, ni se captan en su
significado funcional, sino únicamente en el sentido per se, es decir, en su sentido
más físico y material.
Es, por consiguiente, muy lógico que el operacionalismo haya sido tildado, a
veces, de "vulgar reduccionismo" y que, en muchos casos, se le haya acusado de
estar aplicando la práctica descuartizante del "lecho de Procusto" a los fenómenos
más típicamente humanos.
Igualmente, resulta incomprensible su tesis principal si tenemos presentes
las investigaciones de Piaget que hacen ver cómo el niño va superando poco a
poco la etapa de las operaciones concretas captando la constancia de la materia
(hacia los 7 años), luego la conservación del peso (hacia los 9) y, finalmente (entre
los 11 y 12 años), la constancia del volumen. De esta manera, el niño, hacia los 12
años, entra en la etapa del pensamiento formal y abstracto -y el pensamiento de
segundo grado de abstracción- que serán el instrumento conceptual para toda su
vida de adulto. Cabría preguntarse: lpor qué extraña "razón" los fanáticos del
operacionalismo quieren que el adulto regrese a la etapa de un pensamiento
infantil que superó desde hace muchos años, y que, precisamente, lo haga en un
132 Segunda parte. Hacia un nuevo paradigma en psicología
NECESIDAD E IMPORTANCIA DE IA
EXPERIENCIA INTERNA
En la medida en que en este capítulo y en. el anterior hemos señalado las
limitaciones y la inadecuación de diferentes prácticas metodológicas o heurísticas,
y puesto énfasis en la importancia de la estructura psíquica, de las actitudes, de
los presupuestos, de lo que es más espiritual en el hombre, etcétera, damos pie a
que se formule la pregunta: lcómo estudiar todo esto en forma objetiva, rigurosa
y científica? Desde un punto de vista externo puede parecer imposible. Si lo fuera,
habría que recurrir a las descripciones personales y subjetivas de las personas
estudiadas. Pero, lson estas descripciones fidedignas?
Esta pregunta replantea un problema epistemológico al cual se han dado dos
soluciones: rechazo de todo método de estudio basado en autoinformes como
algo sospechoso e indigno de ser considerado con seriedad científica, y acepta-
134 Segunda parte. Hacia un nuevo paradigma en psicología
ción de los mismos para ser estudiados rigurosa y sistemáticamente como cual-
quier otra fuente de datos.
Concretamente, el problema que aquí se plantea es el de la verificación de la
experiencia interna, que divide los hechos en "públicos" y "privados". A primera
vista parece claro que los hechos públicos pueden ser comprobados por todo el
mundo y son, por tanto, seguros e inobjetables. Los privados, en cambio, permane-
cen en la penumbra, ya que, siendo personales, no se pueden observar y hay que
creerlos sin tener evidencia de ellos. Si examinamos esta diferencia más detenida-
mente, constataremos que es mucho menos de lo que aparenta o, incluso, des-
aparece como tal.
McCurdy, entre otros, hace ver que una persona puede hablar en forma idén-
tica, de un sueño que tuvo, como si se tratara de su imagen en un espejo o de un
aeroplano observado en el cielo. Los dolores de cabeza, pensamientos, sentimien-
tos y planes futuros no son menos observables para él que las cosas que están
fuera de los linderos de su piel. Aunque no podemos comunicar nuestro conoci-
miento de los eventos internos con la misma facilidad y precisión que los objetos
expuestos a la vista de los demás, hay muchas formas de hacerlos públicos: con
palabras, gestos, expresiones faciales, pintura, música, etcétera (Severin, 1973, p.
289). Efectivamente, el hombre tiene muchos lenguajes para comunicarse y no
siempre el hablado es el más expresivo, ni agota el potencial significativo que
está presente en el proceso vivencia! interno de cada persona.
Aun en el uso ordinario del métoao científico, la verificación pública presenta
problemas epistemológicos cruciales. La confirmación pública es, en último análi-
sis, una inferencia, una construcción lógica derivada de las experiencias o datos
privados. En efecto, cuando yo veo un papel rojo y le pregunto a mi colega de
trabajo de qué color es ese papel y me responde que rojo, yo jamás podré saber si
la vivencia experiencia! que él ha tenido de ese "rojo" corresponde a la que yo
tuve. No me queda otro remedio que creer que es la misma o dudar de que lo sea.
La vida diaria, como la vida científica, están sumergidas en esa básica "inse-
guridad" epistemológica. Son frecuentes los malentendidos y las discusiones de-
bidos al uso del mismo término para designar realidades experienciales diferentes
y, viceversa, la calificación de una misma realidad con términos diferentes. En las
peores circunstancias encontramos que se hace uso de las palabras como si
fueran un cajón de sastre donde cada uno pone aquello que desea. Pero en todo
esto hay algo más que convalida lo que estamos afirmando. Cuando yo invito a
un colega a que observe, sea testigo y confirme mi "experimento", realizo tácita-
mente varias inferencias y creo plenamente en ellas sin pedir la verificación aje-
na. En efecto, aceptar que mi colega es una persona como yo y que puede tener la
misma vivencia experiencia( mía, son claras inferencias. De ninguna manera está
demostrado; simplemente lo acepto.
En conclusión, la diferencia entre hechos públicos y privados no es algo esen-
cial. Ambos contienen un elemento de experiencia privada y de inferencia. Por
consiguiente, los hechos privados se pueden estudiar con el mismo rigor y serie-
Cap. 10. El problema del método t 35
dad con que se estudian los públicos, y si condenamos los hechos privados como
"muy subjetivos" condenamos, de igual modo, todos los hechos que consideramos
como públicos; e, inversamente, si aceptamos de buena fe los hechos públicos
como buenos, por la misma razón debemos aceptar la existencia y utilidad de los
privados.
La pregunta lógica que debe seguir es la siguiente: lcómo podemos com-
prender al ser humano en forma eficaz? Anteriormente señalamos que la mayoría
de los métodos de estudio no han demostrado ser superiores al sentido común.
Quizá esto se debe a que el sentido común, aun dentro de su aparente simplici-
dad, camina por una pista más armónica y coherente con la realidad psicológica
que muchos métodos y es, por tanto, más fértil. En efecto, el sentido común nos
guía preferentemente hacia visiones integrales, holistas y dinámicas, más que a
apreciaciones atomísticas y estáticas; nos lleva, sobre todo, a valorar el significado
funcional de las acciones, más que su sentido per se; utiliza los "tres cerebros",
como ya señalamos en capítulos anteriores.
En la mayoría de las áreas donde se solicitan los servicios psicológ!cos (edu-
cación, orientación, asesoramiento, trabajo social, industria, psicoterapia, psiquia-
tría, etc.), al profesional de la Psicología no le son suficientes los conocimientos
relativos a grupos y clases sociales; necesita, más que todo, ser capaz de com-
prender la personalidad individual. Por ello, es apropiada aquí la pregunta: ¿cómo
podemos ir más allá de lo que nos ofrece el simple sentido común? ¿cómo pode-
mos comprender la estructura neuropsíquica general de una persona y las subes-
tructuras que la integran?
Barker (1965) hace una crítica acerca de cómo la artificialidad del laboratorio
cambia y distorsiona la realidad vivida al observar, recoger y medir los datos. Por
ello, sugiere un estudio psicológico orientado ecológicamente. Una psicología eco-
lógica sería mucho más fiel a la realidad estudiada. Aquí hay un paralelismo con
lo que están haciendo los zoólogos, quienes antes estudiaban animales cautivos,
enjaulados, aislados de su grupo y alimentados artificialmente; mientras que aho-
ra tratan de estudiarlos en su medio natural, sin que adviertan la presencia del
investigador y respetando todo el equilibrio ecológico. Evidentemente, esta forma
es mucho más fiel a la realidad y más eficaz.
Esta instancia sugiere estudiar las personas, individual o colectivamente, en
el auténtico contexto concreto en que se desenvuelve su vida; sugiere estudiar lo
que los autores alemanes llaman su Lebensweltphanomen; es decir, su mundo
fenoménico vivencia!.
En la medida en que una persona, con su vida y sus relaciones, puede ser
concebida como un sistema dinámico autorregulado, el enfoque ecológico parece
ser el más adecuado para estudiar y describir su auténtica realidad humana.
En segundo lugar, siguiendo el pensamiento de Laing, quien dice que "la
conducta es una función de la vivencia", es necesario formular una Psicología
desde el punto de vista de la persona estudiada, que es el verdadero actor. Aquí
entra de lleno la orientación y el aporte de la psicología fenomenológico-existencial.
136 Segunda parte. Hacia un nuevo paradigma en psicología
Esta visión dará mucha luz a la comprensión del significado de cada conducta, es
decir, ayudará a captar su sentido funcional, que es el que importa.
El método de la observación participativa tiene presentes estas precauciones.
En él, el investigador trabaja en el campo y en la situación de la vida real como
testigo o "sombra" y considera también a la persona estudiada como un informador
de sus propias vivencias en la situación concreta. Este método utiliza, sobre todo,
teorías de estructura holista, como el instrumento guía más adecuado para su
trabajo. En cierto modo, todas estas instancias se concretan en el método dialógico.
En él, ambas personas -el investigador y la persona estudiada- entran en un
diálogo cooperativo en el que los dos dan y reciben información, lo cual produce
una acción continua de retroalimentación que crea un proceso de cambio en
ambos interlocutores. Cuando en este diálogo se cumplen ciertas condiciones,
resulta -a nuestro juicio- el método más promisor en la comprensión del ser
humano. Por ello, este método será objeto de un estudio detenido en el capítulo 12.
Búsqueda de
:::::.~-··-.·una clave
~·· metodológica*
137
138 Segunda parte. Hacia un nuevo paradigma en psicología
IA INTENCIONALIDAD
El problema de la decisión -estudiado sobre todo por autores de lengua ale-
mana (Entscheidungsproblem)- nos remite a otro de larga trayectoria, discutido
especialmente en el campo de la Filosofía: la intencionalidad. Quien toma una
decisión tiene en mente una meta hacia la cual tiende. La decisión no es, por
tanto, más que una hija de la intención. Es, pues, necesario saber lo que es la
intención en un ser humano y ver, luego, cómo podemos conocer esas intencio-
nes, sean de otra persona o de nosotros mismos; también de nosotros mismos,
porque, a veces, no son plenamente conscientes.
De esta manera, conocer las intenciones que persigue una persona sería una
clave metodológica para descifrar y dar sentido a una multitud inmensa, variada y,
aparentemente, inconexa o disfrazada de conductas. Sin embargo, no debemos
confundir la intencionalidad con las intenciones concretas. La intencionalidad
es la capacidad del hombre de tener intenciones; es una estructura compleja que
las fundamenta. Detengámonos primero en la intencionalidad en sí.
Aristóteles dijo que "lo que está dado a los ojos (es decir, lo que se percib~) es
la intención del alma". Esto quiere decir que la intención, el interés o deseo con
que miramos las cosas tiene tanto poder sobre nuestros sentidos que acomoda,
desvirtúa o transforma esos objetos, adaptándolos perceptivamente a su perspec-
tiva. La intención con que examinamos, por ejemplo, una casa (si deseamos ad-
quirirla para vivir en ella, comprarla para revenderla, pasar en ella un fin de semana
o verla para pintar un cuadro artístico), nos lleva a ver algo muy diferente, y aun
las mismas cosas tienen un significado especial en cada caso. Se impone el signi-
ficado funcional sobre el significado per se.
El concepto específico de "intencionalidad" fue introducido en el pensamien-
to occidental por los filósofos árabes de España al principio de la Edad Media, y se
convirtió en un punto central del pensamiento de esa época. Su idea básica era la
aristotélica, aunque Santo Tomás de Aquino reelaboró y enriqueció el concepto.
Cap. 11. Búsqueda de una clave metodológica 139
Todo fenómeno psíquico se caracteriza por lo que los escolásticos de la Edad Media
llamaban la "in-existencia" (Jnexistenz. existencia en, dentro) intencional (o, alguna
vez, mental) de un objeto y lo que nosotros llamaremos, aunque no sin cierta ambi-
güedad, la referencia (Beziehung) a un contenido, la dirección (Richtung) hacia un
objeto (que en este contexto no se debe entender como algo real) o la objetividad
inmanente (inmanente Gegenstandlichkeit}. Todos contienen algo similar a su objeto,
aunque no todos en la misma forma. En la representación (Vorstellung), algo es
representado; en el juicio algo es reconocido o rechazado; en el amor, algo es amado;
en el odio, odiado; en el deseo, deseado, etcétera. Esta "in-existencia" intencional es
propia únicamente de los fenómenos psíquicos. Ningún fenómeno físico presenta
algo similar. Y así, podemos definir los fenómenos psíquicos diciendo que son aque-
llos fenómenos que contienen algunos objetos intencionales en sí mismos (1973,
orig. 1924, 1, pp. 124-125).
lA CONCIENCIA INTENCIONAL
En cuanto a la conciencia, Brentano también la definía por el hecho de que
tiene alguna intención, apunta hacia algo fuera de sí misma, hacia algún objeto.
La intencionalidad otorga, así, contenidos significativos a la conciencia. Todo acto
consciente es, por lo tanto, un acto que tiende hacia un fin, hacia un objetivo, es
un volverse de la persona hacia algo.
Husserl (1962b) acepta esta línea de pensamiento, y pone énfasis en que la
conciencia no sólo no puede ser separada de su mundo objetivo, sino que verda-
deramente constituye ese mundo. Por eso, afirma que el significado es una inten-
ción del alma y el acto y la experiencia de la conciencia misma sería un moldear
y remoldear continuo de nuestro mundo (May, 1971, p.211).
140 Segunda parte. Hacia un nuevo paradigma en psicología
En la práctica terapéutica es, quizá, donde más evidente se hace esta tesis.
Allí se hace patente, sobre todo, cómo el carácter selectivo de la percepción, la
rigidez perceptiva, la apertura a las vivencias y la activación de la memoria son
funciones de la intencionalidad. Es más, MacCleary y Lazarus han demostrado
que existe una discriminación sin representación consciente. Estos autores dicen
que éste es un fenómeno de subcepción, mediante el cual un sujeto es capaz de
efectuar discriminaciones a niveles neurológicos inferiores al requerido para una
representación consciente. Esta capacidad explicaría el hecho de que un sujeto
distinga, a un nivel subliminal, el carácter amenazador de una vivencia determi-
nada y le niegue el acceso a una conciencia plena, o bien lo distorsione jpara
aceptarlo en la misma (Rogersy Kinget 1967, 1, p. 195). A su vez, esto indicaría
que en toda persona existe un centro psíquico, dinámico y coordinador de los
demás procesos, que se autorregula y defiende de todo aquello que considera,:a
primera vista, peligroso, lo cual, en ciertos momentos, puede estar constituido por
sus mismas percepciones. Por ello filtra esas percepciones según su capacidad
presente de resistencia y tolerancia.
La orientación humanista en Psicología considera de mayor relevancia, para
la comprensión del hombre, el conocimiento de este mundo interno y su dinámi-
ca; no niega que el mundo externo sea una realidad concreta e influyente y con
ciertos significados de carácter universal -aunque sí lo hagan algunos autores-,
sino que enfatiza la importancia de la realidad interna del hombre como estructu-
ra clave para su comprensión como persona. Acepta, por consiguiente, la doctrina
de los ido/a baconianos (specus, tribus, fori, theatri). Es decir, reconoce los princi-
pales errores en que puede caer el ser humano por derivación, respectivamente,
de su propia naturaleza particular, de la naturaleza humana en general, de la vida
social o de la sugestiva influencia de grandes personalidades. Y así, el significado
último que cada fenómeno tiene para una persona específica no es fruto única-
mente -ni es creado- sólo por su realidad cognoscitiva y conativa, sino que es el
resultado de una interacción dialógica entre estos poderes y la realidad externa.
Es decir -volviendo al concepto de intencionalidad- el hombre se dirige hacia un
objeto porque atrae su interés o significa algo importante para él, pero gran parte
de ese significado es algo construido por él con base en toda su historia personal.
Así pues, el hombre es a la vez un "receptor" y un "dador'' de significados.
Estamos aquí en una posición muy alejada de la sostenida por autores como
Skinner, quien afirma que "una persona no actúa sobre el mundo, es el mundo el
que actúa sobre ella" (1972, p. 260). Tendría que explicar este autor, entonces, de
dónde ha nacido el progreso y la cultura que hoy gozamos, si no los considera
como fruto de la acción del hombre sobre el mundo.
En la vida del hombre hay muchas realidades y, si bien es cierto que algunos
aspectos pueden ser estudiados y explicados en términos de las ciencias natura-
les, su vida, considerada globalmente, sólo puede ser comprendida con métodos
armónicos y adecuados a la naturaleza de la psique. Solamente comprendemos a
un hombre cuando su vida y sus acciones, inteligiblemente relacionadas, consti-
tuyen uña unidad. La observación de fragmentos de su conducta nunca nos dará
la comprensión del individuo. Esta conciencia de unidad nos llevará, en palabras
de Spranger, a "ver los hechos como cargados de significación en relación con la
totalidad".
La intención es la que unifica y da sentido a cada uno de los hechos. Si un
hecho no está unido a la intención, no tiene significación e, incluso, no lo recono-
cemos cor.io nuestro. Así, por ejemplo -como ya señalamos en el capítulo anterior-
cuando cometemos una torpeza y ofendemos a alguien, nos excusamos diciendo
que "no fue intencional~ Con esto declaramos que ese acto es algo ajeno a noso-
tros mismos y, por tanto, no tiene el significado que tendría si formara parte de
nuestra estructura psíquica. Si así fuera, podría constituir una "ofensa grave"; en
cambio, no pasa de ser un "leve descuido".
Y en teología moral se han distinguido tradicionalmente las acciones huma-
nas en actus hominis y actus humanus. En el primer concepto entran los actos
realizados, pero no queridos expresamente; mientras que el segundo comprende
los actos realizados deliberada y expresamente. Aunque las leyes civiles siempre
responsabilizan al hombre de todos sus actos y sus consecuencias, la teología
moral declara que los actus hominis no son imputables. Por ello, tanto la juris-
prudencia como la teología moral son muy conscientes de que una acción cambia
de significado y, por tanto, de naturaleza, según forme parte del sistema general
de la personalidad o sea simplemente algo ajeno, aislado y sin relación alguna
con la misma.
A esto, añadimos nosotros que esa red única está sostenida principalmente
por motivaciones dirigidas a un objetivo.
Como señalamos en capítulos anteriores, este sistema de la personalidad tiene
grados variables de orden y desorden; tiene estructura, pero también tiene falta de ella;
tiene función, pero hay también perturbaciones de esa función. Podríamos decir,
con Murphy, que en todas las personas, aun normales, hay muchas cosas desligadas
y muchos cabos por atar. Sin embargo, todo esto no impide que la personalidad se
presente en su totalidad con un gran nivel de coherencia y que sea en realidad
un sistema complejo de elementos en interacción mutua y con fines propios.
Estas fallas de estructura y perturbaciones de la función originaron la apari-
ción de técnicas de estudio tales como la libre asociación, que es una técnica para
ir más allá de la mera intención consciente, entregarse al dominio de la
intencionalidad y descubrir, así, el significado de las cosas desconectadas y apa-
rentemente casuales.
Allport llama udisposiciones personales" a las estructuras psíquicas de cada
persona y da de ellas la siguiente definición:
Una disposición personal es una estructura neuropsíquica generalizada (peculiar del
individuo) que posee la capacidad de convertir a muchos estímulos en funcionalmente
equivalentes y de iniciar y guiar formas consistentes (equivalentes) de conducta
adaptativa y estilística (1966, p. 443).
Según Allport, alguna disposición personal tiene una influencia que se obser-
va en cualquier acto; y tal disposición es una disposición cardinal. Por lo tanto, no
puede permanecer oculta; el individuo es conocido por ella y puede, incluso, ser
famoso por ella. Esta cualidad cardinal ha sido llamada algunas veces pasión
dominante, rasgo principal, sentimiento básico, tema de unidad y raíz de una vida
(1966, p. 433). Puede ser que en algunas personas no haya una sola disposición
cardinal con dominio y prepotencia sobre todas las demás, sino que existan varias
disposiciones cardinales centrales formando una especie de constelación.
Todo esto nos pone más concretamente sobre la pista que debemos seguir
para conocer y comprender a cada persona. Podríamos decir que el ser humano
siempre está intentando algo. Y para comprender cualquier comportamiento visi-
ble suyo, debemos ponerlo en relación con la intención y considerarlo como una
expresión de ella. La intención se revela, en general, en la disposición cardinal, y
es el foco y la clave que proporciona una guía a la atención del observador.
Identificar, por lo tanto, el sistema único de intenciones, y las disposiciones
cardinales de una persona es poner de relieve lo que verdaderamente le importa,
lo que atrae su interés y tiene significación determinante en su vida; todo esto
equivale a identificar su constelación de valores. Ahora bien, los valores persona-
les son la fuerza dominante en la vida y toda la actividad de una persona se
orienta hacia la realización de esos valores. Por consiguiente, e/ foco de la com-
prensión es el valor-orientación de Ja persona, es decir, su filosofía de la vida.
La pregunta lógica, en este momento, es: ¿cómo podemos conocer esa inten-
ción, esas disposiciones cardinales, ese sistema de valores o esa filosofía de la
vida? La respuesta a esta pregunta será el objetivo del capítulo siguiente.
~·
~ ·.-·---~
....
El "diálogo"
como
----p~
método
143
144 Segunda parte. Hacia un nuevo paradigma en psicología
EL MÉTODO FENOMENOLÓGICO
Y EL COMPRENSIVO EN EL DIÁLOGO
La naturaleza del diálogo permite -y éste es un punto de máxima relevancia-
ser enriquecido con la aplicación de las principales reglas del método
fenomenológico. Este método nació como una protesta contra el reduccionismo. Ir
"hacia las cosas mismas" ha sido siempre el Leitmotiv de la investigación
fenomenológica. En su prescripción negativa, este método expresa una oposición
radical a la práctica de enfocar los problemas partiendo de creencias cristalizadas
y teorías apoyadas en una tradición acrítica que, generalmente, perpetúan las
concepciones esclerotizadas y los prejuicios inconscientes (marcos teóricos
preestablecidos y extrapolados). Todo ello con miras a un retorno al estudio de
fenómenos no adulterados. Por todo ello, este método prescribe o aconseja abste-
nerse -por lo menos temporalmente- de todo conocimiento, teoría, hipótesis, creen-
cia u opinión previos sobre lo que se desea conocer.
La prescripción positiva del método fenomenológico nos aconseja que deje-
mos al fenómeno hablar por sí mismo, observando, analizando y describiendo
todos sus aspectos, detalles y matices precisa y exactamente como aparecen en
sus contextos naturales. Es necesario tratar de poner entre paréntesis, momentá-
neamente y en la medida de lo posible, toda idea previa para lograr abordar el
fenómeno con mente limpia, fresca, ingenua, inocente y sensible, y permitir así
que sea su "estructura" la que se imponga en nuestro conocimiento. Rogers afir-
ma que de su investigación terapéutica se llega a la siguiente conclusión:
once análisis diarios, sin más laboratorio ni aparato que oír y analizar a sus
enfermos, tratando de interpretar sus problemas y comprenderlos.
Lo señalado hasta aquí, relacionado con la "reducción" que propugna el mé-
todo fenomenológico -cuyo valor hemos considerado incuestionable y aceptado
plenamente- podría poner de relieve un aparente contrasentido. Sin embargo, no
hay tal contradicción; la "reducción fenomenológica" aconsejada por Husserl
(epoché = prescindir o poner entre paréntesis lo subjetivo, lo teórico y la tradición)
no puede ser nunca total, ni tampoco él deseaba que lo fuera. Es cierto que en el
diálogo hay que tomar todas las precauciones para no proyectar y ver nuestros
presupuestos, hipótesis, teorías y prejuicios. Pero esto no significa que el investi-
gador no tenga sus valores, creencias y conocimientos, aun contrarios a los que
posee la persona estudiada, y menos aún que tenga que convertirse en una espe-
cie de camaleón psicológico que se identifique miméticamente con la estructura
de la personalidad en estudio.
Los filósofos de la antigüedad sostenían ya el famoso principio in medio stat
virtus. También aquí la verdad se hallará en una sabia combinación del respeto y
fidelidad al fenómeno que se nos ofrece (para captarlo en toda su genuina expre-
sión) y en un rico aporte de estrategias, técnicas y tácticas que faciliten la com-
prensión cabal del mismo. El grado de intuición, perspicacia y habilidad para
realizar esta difícil combinación, determinará el nivel de pericia profesional en
esta ciencia y arte del conocimiento del ser humano como persona. Sin embargo,
hay algo que es todavía más importante que esta perspicaz inteligencia de las
realidades. Así, Rogers, hablando de la eficacia en su trabajo terapéutico a lo
largo de más de 40 años, dice que "/a calidad de mi encuentro es más importante,
a la larga, de lo que es mi conocimiento académico, mi entrenamiento profesio-
nal, mi orientación en el asesoramiento y las técnicas que uso en la entrevista"
(1967, p. 90).
Otra bondad del método dialógico, que lo convierte en una de las mejores
vías, si no la mejor, para conocer al hombre, es su capacidad de autocorrección y
perfectibilidad. A lo largo de todo el proceso, a medida que el encuentro se realiza,
en el dar y recibir continuo y recíproco de ambas personas, hay siempre una
posibilidad de retroalimentación a nivel psíquico. Esta realidad, bien aprove-
chada, hace que el diálogo corrija sus fallas sobre la marcha, incremente sus
logros y sea, en general, un proceso perfectible.
Es esta característica la que más agradables sorpresas trae al profesional de
la Psicología, pues una relación dialógica como la que venimos describiendo,
fácilmente reubica a cada uno de los elementos importantes, pone de relieve las
razones escondidas que dan sentido a lo que parece irracional, conduce al descu-
brimiento de Ja estructura psíquica de la persona estudiada y permite programar
procesos de recuperación y de autorrealización. _
148
A. N. WHITEHEAD
~
~;¡;¡,¡·..¡.¡¡¡
.. - - - · Una
concepción
humanista
del currículum
153
154 Tercera parte. la psicología humanista en la práctica
DESARROLLO "PERSONAL''
Cada persona está constituida por una realidad genética y constitucional
muy peculiar y única. Los elementos químicos, biológicos, endocrinológicos, cons-
titucionales y temperamentales se entrelazan en cada ser humano en una forma
personal e irrepetible. Éste es un hecho que la educación como la Medicina, la
psicoterapia, la jurisprudencia y la ética no pueden desconocer~De él se derivan
muchas consecuencias revolucionarias. El planificador curricular lo tendrá en cuenta
en la medida en que asigne a la orientación y práctica educativas las tareas de
ayudar a cada estudiante a "descubrir su propia identidad", su "real yo", a tomar
conciencia de sí mismo y comprenderse a fondo, a conocer la unicidad de su
persona, a saber cómo se diferencia de los demás y en qué forma su historia,
capacidades, potencialidades y deseos le pueden fijar una meta y trazar una vía
de desarrollo estrictamente individual y personal.
Esta doctrina contrapone dos clases de aprendizaje: el "aprendizaje externo"
y el "aprendizaje interno". El primero se inspira en la doctrina de la tabula rasa de
Locke, y es aceptado y promovido por muchos conductistas y asociacionistas, que
hablan como si todo pudiera ser enseñado y todo pudiera ser aprendido, como si
el ser humano fuera una especie de arcilla pasiva que se puede moldear, contro-
lar, modificar y reforzar en la forma que uno decida (Maslow, 1975).
La materia prima, en cambio, con que nace cada ser humano y su historia
personal nos ponen frente a una "naturaleza intrínseca" muy sutil. no nece-
sariamente patente ni consciente, que hay que buscar y conocer, que hay que
Cap. 13. Una concepción humanista del currículum 15 5
,.._,:·
~~~- ;~:-
156 Tercera parte. La psicología humanista en la práctica
CONDUCTA CREADORA
Es plenaf"11ente natural al ser humano el comportarse en forma creadora. Aún
más, ésta es la nota más distintiva y específica que lo contradistingue del animal.
La actividad creadora no es algo reservado a personas ricamente dotadas o excepcio-
nales: todo ser humano normal puede desempeñarse creativamente en mayor o me-
nor grado. Pero muchas prácticas educativas se empeñan en deshumanizar al niño
reduciendo su actividad de aprendizaje a una obtusa repetición y tediosa rutina. Así,
en lugar de fomentar el autoaprendizaje, la imaginación creadora, la originalidad, la
novedad de significados e interpretaciones, se dedican a inhibir lo más preciado y
prometedor que trae el joven, inculcando hábitos de conformismo y comportamiento
automático. Aún más, para hacer esto más técnicamente, se ha llegado a crear una
cierta "ingeniería de la conducta" que considera al niño como una materia prima
a que hay que dar forma a través de una serie de procedimientos técnicos.
El niño, y en general el estudiante en el aula corriente, aprenden muy pronto que
lo que tienen que hacer es agradar al maestro o profesor, que el pensamiento y
conducta originales o creadores -no convencionales- son castigados de una u otra
forma, mientras que la repetición y memorización de respuestas son premiadas, y, por
esto, se concentran y dedican a adivinar qué es lo que el profesor quiere que hagan,
más que a comprender los problemas.
Si el ser humano en desarrollo es un sujeto creador, el planificador curricular.
como cualquier educador, jamás le podrá fijar unos objetivos o conductas terminales
cerrados e incuestionables; su personalidad no podrá ser definida ni evaluada única-
mente en términos de patrones formativos externos, comunes a un grupo social deter-
minado. Si es cierto que hay que prepararlo para vivir dentro de una comunidad
específica, también es igualmente verdad que él puede y tiene derecho a intervenir,
contribuir, mejorar, hacer progresar y, en general, cambiar esa sociedad ofreciéndole la
riqueza de su propia y original personalidad en cuanto ser único e irrepetible.
158
también el genio que se escondía dentro de ellos. Pero los genios del arte, de la
literatura, de la política, de la guerra, de la psicoterapia, de la docencia, como los
maestros religiosos, realizan muchas acciones a las cuales no les dan tanta im-
portancia. Su genio o su carisma o su espíritu excepcional se expresan a través de
múltiples y variados actos, según lo aconsejen las situaciones, las circunstancias
o las personas que los rodean. Por esto, los discípulos que quieren copiar el genio
a través de la acción material (o con técnicas y definiciones operacionales), pier-
den el espíritu y se quedan con la letra. Pero, sabemos que "la letra mata, mientras
que el espíritu da vida" (2 Cor. 3,6); y esto no es traído aquí sólo con sentido
metafórico.
También ilustramos esta idea con el ejemplo histórico de lo que le pasó a
Rogers y sus discípulos, entrenados en el Counseling Center de la Universidad de
Chicago. Los alumnos sabían y dominaban perfectamente las técnicas que él
empleaba en psicoterapia y, sin embargo, fracasaban rotundamente, aun cuando
aplicaban con toda meticulosidad los mismos procedimientos que él usaba.
Al buscar detenidamente, con investigaciones rigurosas y sistemáticas, la ex-
plicación correspondiente, estudiando las semejanzas y diferencias entre los tera-
peutas "exitosos" y "no-exitosos" de tres escuelas terapéuticas: la psicoanalítica, la
adleriana y la rogeriana, se evidenció claramente que /os terapeutas exitosos de
las tres escuelas se asemejaban más entre sí que con los colegas de la propia
escuela que no tenían éxito.
Era evidente que las técnicas, o acciones concretas, de cada escuela -que
eran diferentes- no estaban jugando el papel determinante, y que había algo más
que jugaba un rol decisivo y que era común a todos los terapeutas exitosos. Este
"algo más" y diferente de las técnicas lo llama Rogers "actitud", y lo describe como
una disposición interna de gran interés, deseo y consagración por ayudar a la
persona. Evidentemente, esta actitud era la que daba vida y eficacia a la técnica
utilizada. Por esto, el terapeuta que la tenía era exitoso y el que no fracasaba.
Cuando se logró esta evidencia, Rogers cambió su práctica en la formación
de terapeutas y comenzó a usar el lema "actitudes más que técnicas".
Es claro que Ja actitud personal o el espíritu con que se hacen las cosas o se
realizan las acciones las impregna de una realidad invisible, pero auténtica, que
juega el papel principal y decisivo.
Ésta es una realidad que hay que tener muy presente a la hora de planificar.
Los planes, proyectos, métodos y técnicas pueden ser muy buenos en sí. Pero si se
olvidan o no se tienen en cuenta, o se desconocen, las personas que deberán
implantarlos y realizarlos (sus cualidades intelectuales y afectivas, sus actitudes y
disposiciones, su valores, su dedicación y responsabilidad, su vocación y compro-
miso, y, en general, sus rasgos más espirituales) podríamos concluir diciendo que
a estos planes, proyectos, métodos y técnicas no se le puede asignar ninguna
calificación valorativa, o más bien, cuando han sido preparados para una situa-
ción, contexto y circunstancias específicas y se ha cometido esta gravísima omi-
sión, se les podría asignar con toda razón un calificativo muy negativo.
La
educación
----!l'l'F'"~ humanista
161
162 Tercera parte. La psicología humanista en la práctica
y, posteriormente, una vez más, al lóbulo prefrontal (Eccles, 1980, pp. 307-8,
391-2).
Nauta (1971), un gran estudioso de la relación entre los sistemas prefrontal y
límbico, señala que el estado interno del organismo (hambre, sed, miedo, rabia,
placer, sexo, etc.) se indica a los lóbulos prefrontales desde el hipotálamo, los
núcleos septales, el hipocampo, la amígdala y demás componentes del sistema
límbico, a través de una gran red de vías y circuitos que llevan intenso tráfico de
información; el córtex prefrontal sintetiza toda esta información emotiva, sentimental
y apetitiva, y traza, luego, una guía adecuada de conducta. De esta manera, los
estados afectivos adquieren una importancia extraordinaria, ya que pueden inhibir,
distorsionar, excitar o regular los procesos cognoscitivos, conclusión ésta que de-
berá cambiar muchas prácticas antieducativas, que no se preocupan de crear el
clima o atmósfera afectivos necesarios para facilitar los procesos de aprendizaje y
el fomento y desarrollo de la creatividad.
PRINCIPIOS CENTRALES DE IA
EDUCACIÓN HUMANISTA
Como acabamos de señalar, la educación humanista tiene una trayectoria
muy larga en la historia. La filosofía griega, y su cultura en general, dieron una
importancia singular al estudio y desarrollo del hombre: el ser humano era el
Cap. 14. La educación humanista l 65
centro de todo. Protágoras consideró al hombre como "la medida de todas las
cosas". Y ésta no era sólo una frase bonita; era la guía de su pensamiento y de su
acción; era una actitud mental que ponía en primer lugar de importancia la bús-
queda de la verdad, de la bondad y de la belleza.
Y el Renacimiento es la conexión plena con esta orientación filosófica e his-
tórica. Su Nrenacer" es precisamente un redescubrimiento de los valores de los
clásicos griegos y latinos. El Renacimiento exalta al hombre y los valores espiri-
tuales, su libertad y su superior naturaleza, sobre todas las demás cosas.
Igualmente, el Romanticismo de los siglos XVIII y x1x, con sus máximos exponen-
tes en Rousseau y Víctor Hugo, y contra el materalismo y sistemas mecanicistas
que se habían ido creando y expandiendo en los últimos tiempos, expresan un
auténtico "culto" a la bondad "natural" de ser humano, haciendo énfasis en la
individualidad, la particularidad, la subjetividad y la autoexpresión. Todo esto hace
del Romanticismo un auténtico precursor del pensamiento postmoderno
actual.
La educación humanista actual es muy rica de contenido. Casi todos los
psicólogos humanistas hacen una continua referencia hacia ella. A continuación,
exponemos algunas de sus principales ideas, las que creemos fundamentales y
básicas para concretar una imagen de la misma. Nos referimos, sobre todo, a
algunas obras más significativas de Gordon Allport (1963, 1966), Carl Rogers (1972,
1975), Abraham Maslow (1970, 1973, 1975, 1982), y Arthur Combs (1978).
Maslow (1973) recalca que •cada uno de nosotros posee una naturaleza
interior, esencial, de tipo instintivo, intrínseca, dada, naturaf, es decir, con un grado
de determinación hereditaria apreciable y que tiende fuertemente a persistir" (p.
252). Pero también señala que son potencialidades y no realizaciones finales; que
•este núcleo interno, aunque posea una base biológica e instintiva, es débil en
ciertos aspectos más bien que fuerte; con facilidad es vencido, suprimido o repri-
mido; puede ser incluso destruido de forma definitiva ..., pero raramente desapare-
ce o muere, en la personal normal...; para suprimirlo o reprimirlo hay que realizar
un esfuerzo, que suele traducirse en fatiga; esta fuerza es un aspecto dominante
de la voluntad de salud, del apremio al desarrollo, del impulso a la autorrealización,
de la búsqueda de la propia identidad y es ella la que posibilita, en principio, toda
psicoterapia, educación y autoperfeccionamiento" (pp. 253, 255).
La misión de todo educador o terapeuta es, según Maslow (1975), ayudar a la
persona a descubrir esta naturaleza intrínseca, este •yo", lo que está ya dentro de
ella, más que reforzarla o modelarla o enseñarle algo introduciéndola en un mol-
de prefabricado, que alguien creó a priori para ella.
Cap. 14. La educación humanista t 67
Tengo la gran impresión -añade Maslow (1975)- de que éste es el modo en que
puede funcionar el mundo de la educación. Si queremos ayudar, ser consejeros, edu-
cadores, guías o terapeutas, lo que debemos hacer es aceptar a la persona y ayudarla
a aprender qué clase de persona es. ¿cuál es su estilo, cuáles son sus aptitudes, de
qué es capaz y de qué no, qué podemos construir sobre eso, cuál es su buena materia
prima, sus buenas potencialidades? La nuestra debe ser una relación no-amenazante
y debemos crear una atmósfera de aceptación de la naturaleza del joven, que reduce
el miedo, la ansiedad y la defensa al mínimo posible. Sobre todo, debemos tomarle
cariño al joven, es decir, disfrutar con él su desarrollo y su autorrealizar:ión. Todo esto
se parece mucho al terapista rogeriano, a su aceptación incondicional, a su con-
gruencia, a su apertura y a su cálido aprecio (p. 311).
En el capítulo 12, vimos que varios autores consideran que la esencia del
ser humano no reside en la persona particular, sino en la relación de ésta con
sus semejantes. En la educación humanista se da gran importancia y valor a
los modos de enseñar a la gente a construir cálidas relaciones interpersonales
y a los modos de enseñar a aumentar la confianza, la aceptación, la concien-
cia de los sentimientos de los demás, a la honestidad recíproca y otros modos
de conocimiento social.
los propios colegas que el fruto de esa intuición (de esa visión intelectual) fue
correcto. Pero esto exige dos cosas igualmente difíciles ante las cuales han fraca-
sado muchos genios creadores: primero, descomponer el contenido de la intuición
en partes o pasos más simples y comprensibles y, segundo, traducirlo a un len-
guaje más clásico y que diga "algo" a quienes permanecen todavía en "otro mun-
do".
2. El pensamiento de Ortega
Ortega y Gasset considera al universitario inculto que así procede como "el
nuevo bárbaro, retrasado con respecto a su época, arcaico y primitivo en compa-
ración con la terrible actualidad y fecha de sus problemas. Este nuevo bárbaro es
Cap. 14. La educación humanista 171
principalmente el profesional, más sabio que nunca, pero más inculto también: el
ingeniero, el médico, el abogado, el científico". Para él la "cultura es lo que salva
del naufragio vital, lo que permite al hombre vivir sin que su vida sea tragedia sin
sentido o radical envilecimiento. El hombre que no vive a. la altura de su tiempo
vive por debajo de lo que sería su auténtica vida, es decir, falsifica o estafa su
propia vida, la desvive... Al quedar el hombre bajo el nivel vital de su tiempo se
convierte relativamente en un infrahombre" (1968, passim).
Estas apreciaciones pudieran parecer un tanto exageradas, si no fuera la
autoridad de un hombre como Ortega -que fue toda su vida profesor universitario
y previó el futuro próximo casi con la misma agudeza mental con que interpretó
su presente- quien las señala y, aún, las enfatiza cuando añade que "ha sido
menester esperar hasta los comienzos del siglo xx para que se presentase un
espectáculo increíble: el de la peculiarísima brutalidad y la agresiva estupidez con
que se comporta un hombre cuando sabe mucho de una cosa e ignora de raíz
todas las demás" (ibídem, p. 34).
Ortega no indica en este punto cuál es la cosa sobre la cual sabe mucho el
profesional en cuestión; pero en otros lugares hace ver que pudiera ser cualquier
área del saber científico, técnico o humanístico. De modo que tan bárbaro seria
un inculto especialista en tecnología hidráulica, como un inculto investigador del
ciclo vital de un microbio, o un inculto crítico de arte o un inculto filósofo que se
zambulló en Kant y no ha regresado a la superficie de este mundo.
3. Proliferación de antivalores
La evidencia de cuanto antecede se nos muestra cuando observamos yana-
lizamos detenidamente el nivel de las actividades a que dedican su tiempo de
ocio una gran mayoría de los profesionales egresados de nuestras universidades;
los juegos de café, las cartas, el alcohol, la lY, las conversaciones banales y las
discusiones superficiales constituyen su recreo espiritual. Se nos muestra también
cuando vemos su mercantilismo profesional y cómo ofrecen los servicios de su
especialización, adquirida gratuitamente en la universidad, al mejor postor, así
sea para explotar más eficazmente a sus compatriotas obreros y defender los
intereses de compañías extranjeras en menoscabo de su propio país. Se patentiza
cuando observamos cómo ceden al medio que exalta la riqueza, el lujo, el poder y
el craso hedonismo del placer pasajero, superficial y animal. Se manifiesta cuan-
do se pronuncian dogmática y enfáticamente sobre cualquier asunto y no exhi-
ben una idea que se salga fuera de los lugares comunes.
Esta muestra axiológica, saturada de verdaderos antivalores, refleja la estruc-
tura de la sociedad consumista creada por una técnica desprovista de orientación
y altos ñnes, como serían, en nuestros países, la erradicación de la miseria, el
hambre, la enfermedad y la ignorancia.
Ante esta situación de facto, lpuede la universidad contemporánea desenten-
derse de su misión de ofrecer a sus estudiantes un sistema de ideas vivas que
t72 Tercera parte. la psicología humanista en la práctica
represente el nivel cultural del tiempo? Todo dependerá del valor que sus autori-
dades y profesores reconozcan a esta formación humanista, en relación y compa-
ración con la preparación profesional y el entrenamiento en la investigación.
5. La profesión de hombre
Con base en esta línea de pensamiento, la universidad tiene su objetivo cen-
tral en la formación cultural y humanista. Su cumplimiento es un fundamento
insoslayable, pero también una garantía de éxito en el logro de la formación
profesional, científica y técnica de sus estudiantes.
En esta labor de formación humanista, la universidad se preocupará, ante
todo, del hombre como tal, es decir, tratará de llevarlo hacia la más alta y
noble profesión que es la de ser hombre, culturalmente pleno y moralmente ínte-
gro. Que el conjunto de ideas, creencias, actitudes y valores de que vive y con que
juzga expresen los principios y las conclusiones básicas del saber de la época.
Que utilice estas conclusiones en la solución de sus propios problemas y en la
solución de los problemas de la comunidad en que se desenvuelve. Esto impli-
ca un concepto de cultura como saber integrado y asimilado en la propia vida. Si
la cultura no se acerca a la vida, la vida se queda sin cultura y, según Ortega,
degenera en barbarie.
No se trata, por consiguiente, de trasmisión de información o de conocimien-
tos, ni de acrecentamiento del saber por acumulación, sino de crecimiento interior
por un proceso de maduración que, abriendo nuevos horizontes y señalando nue-
vas perspectivas, va desarrollando integralmente la personalidad del estudiante.
CARACTERIZACIÓN BÁSICA DE
LOS ESTUDIOS GENERALES
La UNESCO -refiriéndose a los estudios generales- dice que "son la pieza
esencial de una reforma universitaria; en un sentido una reforma es necesaria
para introducir los estudios generales, pero, en otro sentido y más profundamente,
de la introducción de los estudios generales se espera una auténtica reforma".
información no digerida", como dice Frondizi (1971, p. 43). Del cúmulo inmenso y
fabuloso de saberes hay que elegir sólo aquellos que "se consideran estrictamen-
te necesarios para la vida del hombre que hoy es estudiante..., es decir, para la
vida efectiva y sus ineludibles urgencias" (Ortega, 1968, p. 47).
Muchos contenidos de gran valor educativo en una determinada etapa del
crecimiento de un estudiante pueden transformarse en lastre en otra. Por esto,
el contenido de los cursos debe buscarse en función de los intereses vitales y
motivación profunda del estudiante. Y los intereses nacen casi siempre alrededor
de problemas concretos, ya sean personales o de relevancia nacional. Será nece-
saria una amplia y variada gama de cursos para que sea posible contemplar
la diversidad de intereses, aspiraciones, necesidades, problemas, urgencias y capaci-
dad de los estudiantes. Para asegurar el éxito de los programas, es necesario que se
relacionen y apoyen en un real apetito intelectual, y éste sólo nace de una sentida
carencia interna.
Por múltiples razones, el profesor puede partir de la estructura secuencial del
saber, de la coherencia e integración de la materia o, lo que sería más lamentable,
de sus exigencias, intereses o conveniencias personales. Un grave mal de nuestra
enseñanza universitaria es la absurda pretensión de querer enseñarlo todo. Dejar
de lado una disciplina, época o autor, constituye un sacrilegio para los profesores
que tienen alma de coleccionistas (Frondizi, 1971, p. 96). En todos estos casos, los
cursos fallarían en el objetivo central que persiguen o debieran perseguir. La
estructura lógica y epistemológica de una disciplina es bueno seguirla, pero sólo
cuando ello no implique un sacrificio de los intereses reales del estudiante.
4. Interdisciplinariedad pragmática
Las diferencias y exigencias individuales fundamentan una estructuración
académica en que no se obligue a los estudiantes a tomar ningún curso prefijado.
La obligación se limitará a tomar un determinado número de cursos o créditos a
lo largo de la carrera. Los estudiantes, asesorados, escogerán libremente los cur-
sos dentro de un repertorio elaborado con finalidad educativa. Es un error peda-
gógico, que responde a una anticuada filosofía educativa, el organizar un plan
fijo de cursos que todo estudiante debe tomar. Cada alumno tiene su modo pecu-
liar de crecer y en su evolución sigue su propio derrotero.
Tampoco sería pedagógicamente adecuada, ni caería dentro del concepto de
estudios generales, la idea de ofrecer a los estudiantes varios carriles paralelos,
compuestos cada uno de ellos por una serie determinada -ciencias sociales, cien-
cias de la conducta, Filosofía, Historia, Literatura, arte, etcétera- de tal manera que
la elección de una serie de cursos implica automáticamente la exclusión de los
que están ubicados en todos los otros carriles. Ésta es una concepción "profesiona-
lizante" de los estudios generales, en directa oposición con su naturaleza peculiar.
En algunas universidades de Estados Unidos de América se hace esto con el fin
de darle al estudiante también un "Minor" (una minicarrera), pero es a expensas
de su formación humanista.
Esa idea está basada, además, en un falso principio pedagógico: el que sos-
tiene que, para lograr un objetivo académico notable en las ciencias humanas,
hay que dominar un área del saber a fondo. Esto es tan falso como afirmar
que para realizar una comida saludable y provechosa para el organismo, hay que
asimilar un alimento abundante y bueno, pero con base en un solo componente:
arroz, o papas, o zanahorias o, más alarmante, sal o picante.
Los problemas humanos tienen una estructura poliédrica y ninguno de ellos
se resuelve con la aplicación de una sola ciencia o disciplina y, menos aún, los
graves problemas existenciales que confronta el estudiante de nuestro tiempo.
Pero sí es posible lograrlo con un menú académico sabiamente diseñado y balan-
ceado en función de estas necesidades y con un asesoramiento tutoría! para
que cada estudiante vaya tomando, en el tiempo y con el ritmo apropiados, lo que
mejor se adecua a su situación particular.
Esta línea de diseño académico, vieja y siempre perenne en Pedagogía,
se basa en el principio de interdisciplinariedad pragmática: de cada disciplina se
toma aquello, y únicamente aquello, que se relaciona con el problema a solucio-
nar o con el objetivo a lograr. La ciencia no se persigue por sí misma, sino como
medio o instrumento para un fin. Esto exige un modo de pensar no en forma
atomística, sino basándose en estructuras. La vida humana está rodeada de for-
mas estructuradas por todas partes: los objetos, los seres vivos y las acciones
humanas son conjuntos de elementos heterogéneos en continua interacción y
escapan a todo intento de reducción atomística. Por esta razón, Abraham Maslow
Cap. 14. La educación humanista 177
181
182
el uso de estos ingenios mecánicos relativamente nuevos ofrece por primera vez una
base firme para la investigación de los procesos terapéuticos y para la enseñanza y
perfeccionamiento de las técnicas de la terapia. La terapia no necesita ya ser una
habilidad terapéutica vaga, un don intuitivo. La psicoterapia puede ser ya un proceso
basado en principios conocidos y verificados, con unas técnicas comprobadas que
implementen dichos pfincipios. El programa de grabaciones aquí descrito nos ha
proporcionado una comprensión inicial de los elementos básicos de la terapia, ha
abierto las puertas a investigaciones altamente_ significativas, y nos ha permitido
enseñar a los psicoterapeutas a ser mucho más aptos (1942, p. 434).
Llegamos así al año 1954, en que Rogers tiene ya una posición definida y
definitiva con relación al papel netamente secundario que juegan las técnicas en
el proceso terapéutico, afirmando que "una mala técnica puede triunfar si las
actitudes son adecuadas ..." (Gondra, 1978, p. 77), ya que "el cambio terapéutico
parece producirse por la vivencia de una relación ... He aprendido gradualmente
que no puedo ayudar a esta persona afligida por medio de ningún método inte-
lectual o de entrenamiento. Ningún enfoque que descanse sobre el conocimiento,
sobre la aceptación de algo que se enseña, tiene utilidad. Estos enfoques parecen
tan directos y tentadores, que, en épocas pasadas, ensayé una gran cantidad de
ellos... Pero, según mi experiencia, tales métodos son fútiles e inconsecuentes"
(Rogers, 1956, pp. 9-10).
INVESTIGACIONES DE RESPALDO
El cambio de valoración de las técnicas hacia las actitudes no sólo fue fruto
de la experiencia clínica de los terapeutas rogerianos, sino que se fue sometiendo
paralelamente a investigaciones sistemáticas que corroboran el papel decisivo de
las actitudes en el éxito terapéutico.
Heine estudió a un grupo de pacientes que habían pedido tratamiento
psicoterapéutico a psicoanalistas, terapeutas centrados en la persona y terapeu-
tas adlerianos. Independientemente del tipo de terapia, estos pacientes advirtie-
ron cambios semejantes en su persona. Al ser interrogados acerca de lo que, a su
184 Tercera parte. La psicología humanista en la práctica
l. Hay un único factor en los conceptos que los diferentes terapeutas tienen
sobre la naturaleza de la relación terapéutica ideal. Esto indica que los tera-
peutas de escuelas diferentes ven esencialmente los mismos elementos como
más o menos importantes en la relación, y que las diferencias de escuela y
método no les llevan a intentar crear una relación que difiere en esencia de
la de los colegas de otras escuelas y métodos.
Evidentemente, este estudio clarificó, sobre todo, lo que los terapeutas pensa-
ban sobre la relación terapéutica y cómo ellos intentaban crearla. Era necesario
saber cómo era, de hecho, la relación que ellos creaban, para ver si también ahí se
daban las características señaladas.
Para esto Fiedler realizó otros estudios (1950b). Hizo grabaciones de entrevis-
tas a terapeutas de diferentes escuelas y de diferentes niveles de competencia
comprobada. Las grabaciones fueron presentadas a cuatro jueces: un "juez" con
entrenamiento psicoanalítico, uno con entrenamiento rogeriano, uno con entre-
namiento psicoanalítico y rogeriano y uno sin entrenamiento terapéutico, pero
que había estudiado interpretación dramática. A estos "jueces" se les pidió que
describieran cada una de las entrevistas, usando 75 proposiciones que habían
sido usadas previamente para describir la relación terapéutica ideal. También aquí
se determinaron las intercorrelaciones y se hizo el análisis factorial. Los resulta-
dos confirmaron los mismos hallazgos que se habían obtenido en el estudio de la
relación terapéutica ideal.
Estas mismas conclusiones fueron corroboradas por Heine (1950) en un es-
tudio con la Técnica O. A ocho pacientes en tratamiento con terapeutas de la
escuela psicoanalítica, a ocho en terapia no-directiva y a ocho con terapeutas
adlerianos se les pidió que describieran los cambios que habían experimentado
como resultado de la terapia y que indicaran los factores a los cuales ellos atri-
buían los cambios. Así, encontró que los pacientes de terapeutas de diferentes
escuelas tendían a clescribir los factores que llevaban al cambio con términos de
diferentes métodos de tratamiento, pero que, sin embargo, señalaban la misma
"atmósfera" de relación.
De esta manera, quedaba claro que la semejanza esencial de la relación
terapéutica no sólo existía en la percepción de los terapeutas, sino también en la
opinión de Jueces" externos que oían las grabaciones de las entrevistas y en el
juicio de los pacientes que se habían sometido al tratamiento.
La relación interpersonal
depende principalmente del terapeuta
Como conclusión de estos estudios se plantea una pregunta: si son los bue-
nos terapeutas los que crean las buenas relaciones terapéuticas, lno juega papel
alguno el paciente? La experiencia clínica parece señalar que, de vez en cuando,
nos encontramos con pacientes difíciles e, incluso, intratables. Aquí tiene su cabi-
da la segunda hipótesis de Fiedler, que decía que la relación era creada por el
terapeuta. mene esta afirmación un respaldo serio?
Paralelamente a los estudios de Fiedler,'fue realizado otro estudio por Quinn
(1950). Este autor in'vestigó el papel que jugaba el terapeuta en la determinación
de la naturaleza de la relación, utilizando para ello los mismos casos y el mismo
grupo de proposiciones que había usado Fiedler en sus investigaciones, pero con
la diferencia que Quinn presentó a sus jueces las grabaciones habiendo borrado
Cap. 15. La orientación y terapia humanistas 187
antes todas las intervenciones que correspondían a los pacientes. De esta forma,
los jueces calificaban las intervenciones de cada terapeuta (carga emocional,
rapport. etc.) sin estar influenciados por las reacciones de los pacientes. E~te estu-
dio mostró que los jueces, usando solamente las intervenciones del terapeuta,
describían la relación terapéutica en forma similar a como la describieron los
jueces de Fiedler, que había oído el diálogo completo de terapeuta y paciente.
Fiedler realizó otro estudio (1953) para determinar mejor la importancia y
papel decisivo que juega el terapeuta en la relación interpersonal. Para ello, grabó
muchas horas de diálogo entre terapeutas y pacientes. Los resultados fueron los
siguientes: las horas de diálogo de un terapeuta con dos pacientes diferentes
tenían un índice de correlaclón de .81, dos horas de diálogo con el mismo pacien-
te .85, y dos evaluaciones diferentes de la misma hora de diálogo tenían una
correlación de .83.
Estos hallazgos, unidos a los del estudio de Quinn, demostraron que las acti-
tudes del terapeuta tienen una notable estabilidad y que no son afectados mayor-
mente al cambiar de un paciente a otro o por la diferencia del contenido temático
tratado en la entrevista.
No obstante todo esto, siempre siguió existiendo el hecho de que hay pacien-
tes "más difíciles" o "imposibles", pacientes que llevan a la relación terapéutica
algo que desafía las conclusiones señaladas arriba.
Este problema sólo se aclaró, dentro del enfoque centrado en la persona, en
la década de 1960, cuando Rogers y su escuela se abocaron a tratar de aplicar
sus teorías en el tratamiento de los esquizofrénicos. Estos enfermos -notablemen-
te más graves que los atendidos ordinariamente en el medio académico, donde se
desarrolló el enfoque rogeriano- eran mucho más pasivos e insensibles; esto obli-
gó a los terapeutas a realizar ciertos cambios en su estilo y moctalida habitiual,
a ser en cierto modo algo más activos y a crear una relación interpersonal con
nu.evas características.
el terapeuta es incapaz de mantener una relación positiva con el paciente, sus nece-
sidades propias interfieren continuamente en la comprensión, se siente disgustado
con él, es punitivo, se expresa en forma desagradable para con él, actúa con actitudes
de superioridad y manifiesta una incomprensión de los sentimientos que el paciente
trata de comunicarle.
Quizá, al leer esto, se pudiera pensar que no hay terapeuta que actúe en
semejante forma. Para asegurar que sí los hay, baste pensar que las descripciones
que los jueces hicieron de las relaciones creadas por algunos terapeutas no ex-
pertos tenían un índice de correlación negativa de - .77 con la relación terapéuti-
ca ideal.
En el estudio de Heine se había pedido, también, a los pacientes que señala-
ran las 10 características de sus terapeutas que, en su opinión, le habían sido de
mayor ayuda en su tratamiento y las 10 que le parecieron más deletéreas. Esos
dos grupos de características coinciden básica y sustancialmente con las descri-
tas por los terapeutas expertos. Y una coincidencia esencial fue hallada, igual-
mente, en el estudio en que los jueces entrenados calificaron las entrevistas
grabadas de terapeutas expertos y no-expertos.
Es digno de tenerse en cuenta, no obstante la notable diferencia que se
revela entre las características que exhiben los buenos y los malos terapeutas,
que no hay entre ellos diferencia apreciable en cuanto a su conocimiento. Esto se
manifestó, entre otras cosas, en la incapacidad que ellos tenían de predecir las
autodescripciones de sus pacientes: los buenos terapeutas manifestaron una ca-
pacidad de predicción que osciló entre índices de correlación que iban de .13 a
.19, nivel que, prácticamente, equivale a cero.
Se corrobora, así, la idea de que ni los conocimientos teóricos ni los prácticos
(las técnicas) peculiares de cada escuela marcan la diferencia entre el buen y mal
terapeuta. De hecho, ningún estudio encontró diferencia alguna o factor alguno
que diferenciara a los terapeutas de una escuela de aquellos pertenecientes a
otra. La diferencia siempre estaba entre los buenos y los malos terapeutas, inde-
pendientemente de su escuela de afiliación, es decir, de sus conocimientos, méto-
dos y técnicas particulares. Ello nos lleva a pensar que el conocimiento diagnóstico
-que es común a los buenos y a los malos terapeutas- tampoco juega un papel
importante en el proceso del tratamiento, y que hay otro conocimiento (la com-
prensión empática) -que tienen sólo los buenos terapeutas- que sí juega un
papel clave en el proceso de recuperación dse un ser humano.
189
Tratando de precisar este factor crucial del cambio constructivo, Rogers dice
que "parece ser que lo que experimenta el individuo en terapia es una vivencia de
ser amado. Amado no de un modo posesivo, sino de un modo que le permita ser
una persona distinta, con ideas y sentimientos propios y una manera de ser que le
es exclusivamente personal" (Rogers y Kinget, 1967, 1, p. 109).
En uno de los estudios de Fiedler (1953) se señala que "los buenos terapeu-
tas ven a sus pacientes, en gran parte, como se ven (los terapeutas) a sí mismos"
(correlación entre .52 y .68 con las clasificaciones de los supervisores). Quizá sea
ésta una clave -si no la clave- de comprensión de todo el problema que nos
ocupa. En efecto, "el ver al otro como nos vemos a nosotros mismos", implica -en
una persona madura, como se supone que sea el terapeuta- un alto nivel de
congruencia, de aceptación y respeto y, sobre todo, de comprensión empática.
Estamos, aquí, muy cerca del concepto de "comprensión" (Verstehen) de Dilthey,
cuyo proceso consiste en captar el significado y la intención de la conducta de
otra persona, a lo cual sólo se llega -como dice él- a través del "descubrimiento
del yo en el tú". Éste es también el sentido que Martín Buber da a su concepto de
"encuentro yo-tú", que originó una nueva filosofía del diálogo y la vasta "psicolo-
gía del encuentro", cuyo mejor paradigma lo hallamos en la relación terapéutica.
Estas ideas plantean un problema: si las actitudes son algo personal e íntimo,
lcómo pueden ser comunicadas al paciente y cómo puede éste captarlas? Parece,
en efecto, que tanto la comunicación como la percepción de estas actitudes son
indispensables, de lo contrario, sería como si no existieran en la relación.
Según la tesis principal que venimos exponiendo, hay muchos modos y con-
ductas capaces de comunicar al otro la propia autenticidad, respeto y empatía, y
ni siquiera es necesario que el terapeuta intente tal comunicación, puesto que
ordinariamente ésta se consigue mediante una expresión o lenguaje facial, no
verbal, involuntario. En gran parte, esta comunicación no depende del sistema
nervioso central, voluntario, sino del sistema nervioso autónomo; es decir, que
comunica algo incluso sin darnos cuenta y aún contra nuestra voluntad, revelan-
do, quizá, una realidad que queremos esconder.
Llegamos, así, a lo que se puede considerar como el núcleo central de la
orientación terapéutica centrada en la persona, al encuentro interpersonal. El "en-
cuentro" se define dentro del marco de referencia y contexto típicamente existencial
y ha venido a caracterizar esta orientación en las últimas décadas. Cada encuen-
tro es único e irrepetible, es decir, peculiar y propio de cada pareja en relación.
La dinámica de cada encuentro terapéutico la podríamos clarificar teniendo
presente la siguiente secuencia de pasos:
Todo esto implica, todavía, algo más: el terapeuta queda despojado de casi
todos sus atributos técnicos y científicos y se convierte en un compañero del
paciente, en una persona profundamente comprometida en la relación personal.
Rogers dice: "la calidad del encuentro es más importante que los conocimientos
académicos, el entrenamiento profesional, la orientación terapéutica y las técni-
cas que se usen en la entrevista" (1967, p. 90).
Al entrar en una relación tan personal y en forma tan profunda, el terapeuta
puede quedar afectado de manera notable; por esto, la misma terapia tiene parte
de riesgo y parte de aventura para el terapeuta. Al abrirse a la experiencia y
vivencias de su paciente, el terapeuta se enfrenta una y otra vez con áreas de su
mundo interior en las que se puede sentir amenazado, y al expresar esos senti-
mientos desagradables se hace consciente de vivencias reprimidas o negadas en
su interior y, poco a poco, puede llegar a asimilarías en su propio yo.
Como puede verse, este conjunto de investigaciones, conducidas dentro del
enfoque centrado en la persona, tiene un amplio radio de aplicación, y de ellas se
beneficiarán todos los profesionales de ayuda: psicólogos, psiquiatras, terapeutas,
orientadores, trabajadores sociales, educadores y médicos.
CONCLUSIÓN GENERAL
En 1957 la American Psychologica/ Association deseaba preparar una obra
que abarcara en forma orgánica toda la Psicología del siglo xx. Para dirigir esta
extraordinaria tarea escogió a Sigmund Koch debido a sus extraordinarias creden-
ciales como historiador y filósofo de la Psicología. El resultado de este trabajo, en
el que colaboraron más de 80 destacados especialistas en el área, fue la obra de
Cap. 15. La orientación y terapia humanistas 1 93
·'·.
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Miguel Martínez Miguélez
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