Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Muchos de nosotros estamos insatisfechos con la confesión. Y no sería la solución darle otro nombre
al sacramento, o confesarse como antes o del modo moderno, en el confesionario o frente a frente.
Un gran obstáculo está en como examinamos nuestra conciencia. Muchas veces no somos capaces
en encontrar nada digno para ser confesado; otras, confesamos siempre los mismos errores. La raíz
del problema es pensar que debemos examinar solos nuestra conciencia, en lugar de pedir la ayuda
de Nuestro Señor Jesucristo y del Espíritu Santo.
Nosotros realmente no nos conocemos muy bien. Todos tenemos un punto obscuro que no
comprendemos. Somos olvidadizos, negligentes. Pero Nuestro Señor Jesús conoce a cada uno de
nosotros por completo. Él nos ama, así como somos: no como podríamos ser o como seremos un
día, pero como somos ahora.
Si intentamos examinar solos nuestra conciencia, corremos el riesgo de ver las cosas solamente a
través de nuestro punto de vista. Subestimamos nuestros errores y debilidades y hasta ignoramos
totalmente algunos de ellos. También podemos quedarnos molestos y cansados viendo los mismos
hábitos negativos aún presentes en nuestra vida después de todas nuestras decisiones de dejarlos.
Es grande la tentación de renunciar. Podemos llegar también al otro extremo. Porque estamos
apenas deslizando por la superficie, podemos ironizar diciendo que no somos tan malos, al final de
cuentas. Así nos volvemos complacientes y satisfechos con nuestra forma de ser y actuar.
Hacerlo por nuestra propia cuenta nos lleva a una confesión decepcionante por otro motivo:
contamos los síntomas en vez de los pecados. Si sentimos fiebre, si tenemos una erupción en la piel
y en la garganta, esperamos que el médico haga un diagnóstico sobre lo que está causando estos
síntomas y trate la enfermedad que está por detrás de los síntomas. Nosotros vemos apenas los
síntomas. Confesamos como pecados lo que son, en realidad, los síntomas de un alma
profundamente enferma: actitudes constantes de interés propio que nos tienen aprisionados a
hábitos egoístas o en una debilidad persistente.
Debemos pedir a Jesús que desenmascare estas actitudes negativas que reposan en la raíz de
nuestros pecados-síntomas. Es eso lo que debemos colocar delante del Señor y del Espíritu Santo en
la confesión.
Un sabio decía: “Tú nunca conseguirás las respuestas correctas si estás haciendo las preguntas
equivocadas”. ¿Cómo puedes hacer las preguntas correctas solo? Pero, cuando abres los ojos de tu
mente a Jesús presente en ti, y te pones bajo sus cuidados y bajo su dirección, Él examinará tu
conciencia junto contigo. Él y el Espíritu Santo te conducirán a las preguntas y a las respuestas
correctas.
Después rece el Salmo 139 (138) – Tranquilamente, reflexionando sobre lo que estás diciendo:
Entonces, sin prisa, di al Señor con tus propias palabras o con éstas:
Señor Jesús,
Señor Jesús,
Muéstrame dónde estoy fallando en amar a cualquiera de tus hermanos y hermanas,
Como Tú me amaste.
Quédate con Nuestro Señor y ten en mente la cita bíblica del Éxodo 14,14:
Si no, ¿por qué? ¿Cuál es mi postura delante de Dios que permite que eso ocurra?
Caso así sea, confiese -no apenas las distracciones- sino también las causas de ellas
Hazte a ti y también a Nuestro Señor preguntas más profundas:
Sobre tu capacidad o que te rehúses en confiar en el amor y en el cuidado que Él tiene por ti, y como
eso es demostrado;
Si reservas un momento para leer la Palabra de Dios a fin de conocer al Espíritu del Señor;
Confiese la respuesta
Confiese la respuesta
Confiese la respuesta
Lleve a cada una de las personas que le son más próximas, una a una, para dentro de su
mente y de su corazón, en la presencia del Señor.
Pídale que puedas ver a la persona con los ojos del Señor y que Te muestre como debes
actuar en relación a esa persona.
Pregúntele al Señor que Él quiere que tú hagas para esa persona-tu hermano o hermana.
Entonces, pida al Señor que Te muestre si tú estás siendo un obstáculo para el plan de
amor de Dios hacia aquellos que están más próximos de ti.
Reserve un momento para reflexionar sobre eso en la presencia del Señor y pídale ayuda y
sanación.
Confiese todo que te pueda ser revelado como obstáculo en el camino de alguien en
dirección a Dios.
Y luego:
Señor Jesús,
Dijiste: “Si aman solamente a los que los aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No lo hacen
también los cobradores de impuestos? Y, si saludan solamente a vuestros hermanos, ¿qué
hacéis de extraordinario? ¿No lo hacen también los paganos?”
Muéstrame donde mi amor es solamente un amor de retribución, como el de un pagano,
Señor.
Pregúntese a sí mismo y a Nuestro Señor Jesús, a través de quien todas las cosas fueron
hechas, y que es el primogénito de todas las criaturas:
¿Tengo amor al dinero, que es la raíz de todos los males? ¿Soy muy apegado a cosas
materiales?
Confiese esa actitud y ejemplifíquela
¿Soy generoso con el dinero hacia los demás?
¿O soy avaro?
¿Si soy lo último, por qué?
Confiese esa actitud y ejemplifíquela
¿Busco conocer la voluntad de Dios para que pueda consentir y cooperar con ella?
Si no, ¿Por qué?
Confiese la respuesta
¿Vivo de acuerdo con el principio: “Quiero lo que quiero, cuando quiero” en algún área de
mi vida?
Confiese la respuesta
Libertad
¿Soy prisionero de mis sentimientos de miedo, culpa, preocupación, inferioridad, ansiedad,
odio contra mí mismo?
¿Entrego el pasado al amor misericordioso de Dios?
¿Permito que el pasado aún me perturbe?
Entregue una vez más todo eso a Dios, y Él te liberará.
¿Planeo prudentemente las cosas que están bajo mi control y elección, y entrego lo demás
al sabio amor divino?
¿Me molesto de antemano con todo lo que pueda pasar?
Entregue una vez más todo eso a Dios, y Él te liberará.
En presencia del Señor Jesús,
Pídale para verte a ti mismo como Él te ve. Él te ama tanto que dio su vida por ti.
Mira siempre para tu lado negativo a través de los ojos de Jesús tu Salvador, Tu hermano,
Tu pastor, Tu Señor, aquel que te sanó.
Di a ti mismo como Él dijo a la mujer sorprendida en adulterio: “Ni Yo te condeno”.
Si Dios te absolvió, ¿quién eres tú para condenarte?
Si escribiste tus respuestas, relea y reflexiona sobre lo que descubriste de Nuestro Señor y
de Su Espíritu.
El sacramento
Confiese
Demuestre el arrepentimiento
Recibe la absolución
Experimente la libertad
Acepte la sanación
Reconozca la gracia de crecer en el amor
Luego,
Una vez más, en silencio, concéntrese en sí mismo.
Concientícese de la presencia de Jesús.
Agradézcalo.
Con Él y a través de Él, agradece al Padre,
Y al Espíritu Santo.
Pide a María para agradecer junto a ti.
Tiempos y estaciones
En Fin de Año tenemos la Fiesta de Cristo Rey. Podemos rever todas las áreas de
nuestra vida cuando nos preparamos para la celebración de los sacramentos,
diciendo: “El Reino de Dios, ha llegado”.
Entréguese
Poco a poco abrirás tu ser de forma total al Señor, sin dejar ninguna parte de ti
cerrada o bloqueada. Deje que Jesús asuma el comando. Tu buena voluntad en
permitir que el Señor guíe tus días lanza su poder salvador sobre ti.
Ofrécete como regalo a Él. Entrégale tu vida y tu amor.