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1. ESCÚCHAME Y HÁBLAME
Escucha. Fíjate. Recoge. Asimila. Practica. Lo sé, es difícil escucharme
cuando la cabeza está llena de ruido. Es imprescindible el silencio. Es
imprescindible el desierto. La aridez y el vacío espantan. Pero si eres fiel, si
perseveras, no lo dudes, tu Amado dejará oír su voz y arderá tu corazón, y este
calor interno te procurará la paz y la fecundidad. Saborearás entonces cuán suave
es tu Señor, cuán liviana su carga. Experimentarás fuera del tiempo que me
consagres con exclusividad la realidad del Dilectus meus Mihi et Ego illi.
Cuanto – no obstante los obstáculos, las repugnancias o las tentaciones de
cobardía- más se multipliquen los momentos en que me busques y me encuentres
para escucharme, tanto más sensible será mi respuesta, tanto más te animará mi
Espíritu sugiriéndote no sólo lo que Yo quiero que digas, sino también lo que quiero
que hagas- con la seguridad, además, de que cuanto digas y cuanto hagas será
fecundo.
Mi Palabra y esa luz que de ella emana atribuyen su verdadero lugar a todas
las cosas en la síntesis de mi inmenso Amor, respecto a la eternidad, pero sin
menoscabar en lo más mínimo el valor propio de cada ser y de cada
acontecimiento.
Tu misión no es tan sólo tratar de insertarme en todo lo humano, sino
facilitarme asimismo la asunción de todo lo humano para que yo lo consagre a la
Gloria de mi Padre.
Mírame. Háblame. Escúchame.
Yo soy no sólo testigo de la verdad, sino la Verdad. Yo soy no sólo canal de
vida, sino la misma Vida. Quien Me sigue, progresa por el camino de la Luz, y la
Luz que Yo soy se incrementa en él.
Sí, háblame con espontaneidad de cuanto te preocupa. Yo dejo múltiples
oportunidades a tu iniciativa personal. No vayas a creer que lo que te atañe pueda
dejarse indiferente, ya que tú eres algo de Mí. Lo esencial para ti es no olvidarte
de Mí, acudir a Mí con todo el amor y toda la confianza de que, en la actualidad,
eres capaz.
Yo te hablo en lo íntimo del alma, en esas regiones en las que tu mentalidad
se enriquece comulgando con la mía. No es indispensable que tú captes con
claridad, sobre la marcha, lo que te digo. Más importante es la impregnación de
tu pensamiento por el mío. Más tarde podrás traducir y expresar.
Hay que compadecerse de los que nunca Me oyen y se marchitan
lamentablemente. ¡Ojalá vinieran a Mí con un alma de niño! Yo te doy gracias,
Padre, porque encubriste estas cosas a los orgullosos y se las has descubierto a los
pequeños y a los humildes. Si alguien se estima pequeño, que venga a Mí y beba.
Sí, que beba la leche de mi pensamiento.
Intensifica tu atención. Sólo Yo puedo darte la luz que de manera tan
apremiante necesitas. En mi luz es donde tu espíritu se fortalecerá, donde tus
pensamientos se clarificarán, de donde surgirán las soluciones a los problemas que
se te plantean.
Yo quisiera servirme de ti cada día más y más. Para eso, fija incesantemente
en Mí tu voluntad. Despréndete de ti mismo. Determina en ti una mentalidad de
miembro cuya única razón de vivir soy Yo, y Yo la única finalidad de tu vida.
Pídeme auxilio despacito, sosegadamente, con amor. No te imagines que Yo
sea insensible a las delicadezas del amor. Sí, sí, tú Me amas; con todo, trata de
probármelo cada día mejor.
Cuéntame tu jornada. Y no es que Yo no la conozca, pero Me gusta oírtela
contar, como le gusta a la mamá el balbuceo de su hijo cuando vuelve de la
escuela. Manifiéstame tus deseos, tus proyectos, tus pesares, tus dificultades. ¿O
es que no crees que Yo sea capaz de ayudarte a superarlos?
Háblame de mi Iglesia, de los obispos, de tus colegas, de las misiones, de las
religiosas, de las vocaciones, de los enfermos, de los pecadores, de los pobres, de
los obreros; sí, de esa clase obrera que tiene sobradas virtudes para no ser
cristiana, por lo menos en optativo. ¿No es entre los trabajadores, maltratados
muchas veces y muchas veces agobiados por las preocupaciones y los
contratiempos, donde se encuentra más generosidad profunda y mayor aptitud
para responder Sí a mis llamadas, cuando éstas no se hacen inaudibles por el
contratestimonio de los que se parapetan tras de mi Nombre?
Háblame de cuántos sufren en su espíritu, en su carne, en su corazón, en su
dignidad. Háblame de todos los que mueren en la actualidad o que van a morir –
conscientes de ello por lo que están o aterrados o, por el contrario, sosegados-, y
de cuántos van a morir sin siquiera darse cuenta.
Háblame de mi crecimiento en el mundo y de mi actuación en lo íntimo de
los corazones; de lo que realizo asimismo en el cielo para Gloria de mi Padre, de
María y de todos los Bienaventurados.
2. MORA EN MÍ Y RECÍBEME
Silencio de los demonios interiores que se llaman orgullo, instinto de poder,
espíritu de dominación, espíritu de agresividad, erotismo -bajo una u otra forma-
que obscurece el espíritu y endurece el corazón.
Silencio de las preocupaciones secundarias, de las inquietudes excesivas, de
las evasiones estériles.
Silencio de las dispersiones inútiles, de la satisfacción propia, de los juicios
temerarios.
Más eso no basta. Has de desear igualmente que mi pensamiento impregne tu
espíritu y poco a poco se vaya imponiendo a tu intelecto.
Sobre todo no más impaciencia ni desasosiego -sino, por el contrario, gran
serenidad, gran disponibilidad, con una buena voluntad total para guardar mi
Palabra y ponerla en práctica, pues es semilla de Verdad, de Luz, de Felicidad. Es
semilla de eternidad, que transfigura las cosas y los gestos más humildes de la
tierra.
Cuando alguien la ha asimilado, saboreado, apreciado profundamente, ya no
puede olvidar ni su precio ni su sabor- por el contrario comprende toda su
importancia y está dispuesto a sacrificar por ella muchas cosas secundarias que
parecen imprescindibles.
Yo llevo a cabo mi obra de paz y de amor en la iglesia por medio de las almas
de oración, dóciles a mi acción.
Meditación: pensar en Dios amándole.
1.- Diálogo de los ojos.
2.- Diálogo de los corazones.
3.- Diálogo de los deseos con cada una de las personas de la Santísima Trinidad.
A- Padre.
1. a) Inmerso en Jesús, Hijo del Padre Eterno, mirar al Padre con disponibi lidad, con
acción de gracias, con amor.
b) El Padre me mira en su Hijo: Hic est Filius meus dilectus; el Padre ve todas las almas
trabadas con la mía en la síntesis del plan de amor, y ve asimismo toda mi
miseria. Kyrie, eleison!
a) Inmerso en Jesús comulgando con sus sentimientos, yo amo al Padre. No digo nada.
Amo. Abba, Pater! Laudamus Te, propter magnam gloriam tuam.
b) El Padre me ama. Dejarme amar por el Padre. Ipse prior dilexit nos. Tanto amó Dios
al mundo.
a) Desear al Padre en unión con Jesús: don de la salud física y moral, intelectual y
apostólica.
b) ¿Qué queréis que haga? Veni et vide. Ora et labora. Quédate tranquilo -alegre- lleno
de confianza.
B- Hijo.
1. a) Ver a Jesús en sus misterios.
b) Jesús ve mi miseria, pobreza, indigencia. Christe eleison.
2. a) Amar a Jesús con toda mi alma, con todo mi corazón, con todas mis fuerzas, en
unión con María, los Ángeles y los Santos. Amor consolador, reparador.
b) Dejarme amar por Él: Dilexit me et tradidit Semetipsum pro me.
3. a) Lo yo que yo deseo: Que Él haga de mí alter Christus y alter minister Christi.
b) Déjame conducirte según mi beneplácito: disponibilidad, flexibilidad, adhesión.
C. – Espíritu Santo
1. a) Contemplar todo lo que el Espíritu Santo realiza, dona y perdona en el mundo.
Todo lo que purifica, inspira, ilumina, inflama, robustece, une, fecunda.
b) Manifestar mi miseria. Kyrie, eleison! Suplicarle que elimine los obstáculos que
impiden la realización del plan del Padre.
2. a) Amar al Amor. Ignis ardens.
b) Dejarme abrasar por Él. Cáritas Dei difusa est in córdibus nostris per Spíritum
Sanctum.
3. a) Pedir el don de la oración profunda, del abrazo interior.
b) Dejarme invadir por Él. Llamarle. Ofrecerme. Saturarme.
Es de suma utilidad que dispongas de tiempos fuertes en los que mi Presencia
se haga más manifiesta a tu alma.
En primer lugar, has de pedirme más intensamente que te despoje de cuanto
te impide escuchar, oír, captar, asimilar, poner en práctica mi Palabra.
Efectivamente, en ti Yo soy El que te habla. Mas tú no Me puedes oír si no
escuchándome. Y no Me puedes escuchar más que si tu amor está totalmente
exento de todo amor propio y si toma las características de un amor oblativo en
comunión con el mío.
En segundo lugar, tienes que consagrarme fielmente y en exclusividad
tiempos fuertes en lo íntimo de ti mismo, donde estoy Yo y donde vivo mediante
una Presencia siempre actual, siempre activa y que ama sin cesar.
En tercer lugar, has de sonreírme más. Ya lo sabes: Yo amo al que da y al que
se da sonriendo. Sonríeme. Sonríe a todos. Sonríe a todo. Hay en la sonrisa, mucho
más de lo que a ti te parece, la delicadeza expresiva del amor verdadero a base
del don de sí, y por lo tanto, cuanto más te das tú a Mí, tanto más, por mi parte,
Me doy Yo a ti.
Tú no tienes que vivir tan sólo frente al Señor, sino en tu Señor. Cuanto más
obres teniéndolo en cuenta –esforzándote por no tener más sentimientos que los
míos- más te percatarás de la maravillosa simbiosis que, por Mí, te une a la Trinidad
entera, a todos los Santos y a todos los miembros de mi Cuerpo Místico. Solo, nunca
estás. Tu vida es esencialmente comunitaria.
Piensa, ora, labora en Mí. Yo en ti, tú en Mí. Ya lo sabes, tal es mi deseo de
intimidad contigo. Constantemente estoy a la puerta de tu alma y llamo. Si oyes
mi voz, y si Me abres la puerta de par en par, Yo entro en tu casa y cenamos juntos.
No te preocupes por el menú. Soy Yo Quien ofrezco cada vez la mayor parte del
festín y yo encuentro mi alegría viendo cómo lo saboreas para que estés en mejor
disposición de darme a tus hermanos. Piensa en ellos al pensar en mí. Asúmelos
cuando te dejas absorber por mí.
Vive conmigo como con el amigo a quien nunca se abandona. No me
abandones con tu voluntad; no me abandones con tu corazón; trata de
abandonarme lo menos posible con tu espíritu.
Presta atención a mi presencia, a mi mirada, a mi amor, a mi palabra.
A mi presencia. Sabes pertinentemente que yo estoy ahí, cerca de ti, y en ti,
y en los demás. Pero una cosa es saberlo y otra experimentarlo. Pídeme con
insistencia esta gracia. No rechazaré tu oración humilde y perseverante. Es la
expresión más genuina de una fe viva y de una caridad ardiente.
A mi mirada. Sabes pertinentemente que yo siempre tengo los ojos clavados
en ti. ¡Ah, si pudieses ver mi mirada llena de bondad, de ternura, de deseo,
atisbando tus opciones íntimas, siempre benévola, alentadora, dispuesta a
sostenerte y a ayudarte! Pero para eso: la tienes que encontrar en la fe, desear en
la esperanza, quererla en el amor.
A mi amor. Sabes pertinentemente que yo soy el amor, pero lo soy
incomparablemente más de lo que sabes. Adora y dame tu confianza. Las sorpresas
que te reservo serán aún mucho más bellas de lo que puedes imaginar. El tiempo
que sigue a la muerte será el de la victoria de mi amor sobre todas vuestras
limitaciones humanas –si éstas no han sido deliberadamente consentidas, pues en
este caso lo que hacen es contrarrestarlo.- Desde ahora, pídeme la gracia de una
percepción más fina, más intuitiva de todas las delicadezas de mi inmenso amor
para contigo.
El tiempo que pasas exponiendo tu alma a las radiaciones divinas de la Hostia
es para ti más ventajoso que los trabajos febrilmente efectuados fuera de mí.
6. LLAMA AL ESPÍRITU
Llama más a menudo al Espíritu Santo. Él solo puede purificarte, inspirarte,
instruirte, inflamarte, “mediadorizarte”, fortificarte, fecundarte.
Es Él quien puede liberarte de todo espíritu mundano, de todo espíritu
superficial, de todo espíritu utilitario.
Es Él quien te hace valorar exactamente las humillaciones, el sufrimiento, el
esfuerzo, el mérito en la síntesis de la Redención.
Es Él quien proyecta un destello de nuestra sabiduría sobre tus disposiciones
interiores conforme al plan de nuestra providencia.
Es Él quien garantiza a la fase meritoria de tu existencia su rendimiento total
al servicio de la Iglesia.
Es Él quien te sugiere lo que has de hacer y te inspira lo que has de pedir para
que yo pueda actuar por tu actividad y orar por tu oración.
Es Él quien mientras tú prosigues tus actividades te purifica de todo espíritu
propio, de todo juicio propio, de todo amor propio, de toda voluntad propia.
Es Él quien mantiene tu vida centrada en mi amor. Es Él quien te impide
apropiarte el bien que Él mismo te hace realizar.
Es Él quien prende fuego a tu corazón y le hace vibrar al unísono con el mío.
Es Él quien hace brotar en tu inteligencia esas ideas en las que nada te hacía
pensar. Y la medida que Le eres dócil, es Él quien te inspira la decisión oportuna,
tal comportamiento saludable, y así mismo tal retorno al desierto.
A ti te hace falta el Espíritu Santo para desarrollar en ti el espíritu filial para
con el Padre: Abba Pater, y el espíritu fraterno para con los demás.
A ti te hace falta el Espíritu Santo para que tu oración quede centrada sobre
la mía y pueda lograr toda su eficacia.
A ti te hace falta el Espíritu Santo para que tu querer sea firme, inflexible,
poderoso. Bien sabes que sin él tú tan sólo eres debilidad, fragilidad.
A ti te hace falta el Espíritu Santo para gozar de la fecundidad que yo quiero
para ti. Sin Él tú no eres sino polvo y esterilidad.
A ti te hace falta el Espíritu Santo para ver todas las cosas como las veo yo,
y para disponer de un índice indiscutible de referencia sobre el valor de los
acontecimientos en la síntesis de la Historia vista por dentro.
A ti te hace falta el Espíritu Santo para prepararte a lo que será tu vida
definitiva y ayudarte a orar, a amar, a obrar como si llegases al paraíso.
Cree en la presencia del Espíritu Santo en ti. Él, empero, no puede obrar ni
hacerte percibir su divina realidad más que si tú le llamas en unión con Nuestra
Señora.
Llámale por ti, pero asimismo por los demás –pues en muchos corazones está
como amordazado, atado, paralizado. Es la razón por la que el mundo demasiadas
veces marcha mal.
Llámale en nombre de todos los que te salen al paso. Entrará en cada uno
según la medida de su receptividad y progresivamente aumentará en cada uno su
capacidad.
Llámale en nombre de todas las almas desconocidas que yo te confío y en
favor de las cuales tu fidelidad puede lograr gracias valiosas.
Llámale sobre todo en nombre de los sacerdotes y de las almas consagradas,
para que en el mundo de hoy se multipliquen los auténticos contemplativos.
El periodo posconciliar es siempre para la Iglesia un periodo delicado en el
que la cizaña es sembrada de noche por el inimicus homo con el buen grano.
Quien aspira a mi Espíritu respira la caridad de mi Corazón
¡Cuánto mejor iría el mundo, cuánto más viva y unida estaría la Iglesia, si el
Espíritu Santo fuese más ardientemente deseado y acatado con mayor fidelidad!
Pide a mi Madre que te incluya en el cenáculo de las almas pobres y pequeñas
que, bajo su dirección materna, merecen para la Iglesia y para el mundo una
efusión más abundante y más eficaz de mi Espíritu de amor.
Confianza, hijo mío, Yo quiero que se sienta, cada día más, mi vida palpitar
en ti.
Todo lo que me ofreces, todo lo que haces, todo lo que me das, yo lo recibo
como Salvador y en la unidad del Espíritu Santo, yo puedo, por mi parte,
ofrecérselo al Padre purificado de toda ambigüedad humana, enriquecido con mi
amor para beneficio de toda la Iglesia y de toda la humanidad.
¡Ojalá conocieses el poder de unión y de unificación del Espíritu Santo,
Espíritu de unidad! Él obra suaviter et fortiter en lo íntimo de los corazones que
lealmente se sujetan a su influencia. ¡Hay relativamente tan pocos hombres que
le llamen de verdad! Esa es la razón por la que tantas naciones, tantas
comunidades, tantas familias viven divididas.
Llámale para que haga crecer nuestra alegría trinitaria en tu alma, esta
alegría inefable que dimana del hecho que cada una de nuestras personas,
aun permaneciendo totalmente ella misma, se da sin reserva a las otras dos.
Alegría total del don, del trueque, de la comunión incesante, en la que soñamos
insertaros libremente.
Fuego de amor cuya única ambición es invadir, pero que, con relación a
vosotros, está limitado en su acción y en su intensidad porque estáis distraídos y
porque rehusáis entregaros a Mí.
Fuego que quisiera devoraros, no para destruiros, sino para transformaros,
para transfiguraros en él –de tal manera que todo lo que toquéis se inflame por
contacto-
Fuego de luz y de paz –porque yo pacifico todo lo que conquisto y comparto
mi alegría luminosa con todo lo que asumo.
Fuego de unidad donde, respetando las legítimas y enriquecedoras
virtualidades individuales, yo suprimo todo lo que divide y todo lo que se enfrenta,
para asumirlo todo en mi amor. Pero tienes que desear aún con mayor fuerza mi
llegada, mi crecimiento, mi toma de posesión, -tienes que desear la fidelidad al
sacrificio y a la humildad, tienes que permitirme que yo me sirva de ti para
manifestar la delicadeza de mi bondad.
¡Qué bajo la influencia de mi Espíritu, tú llegues a ser un incendiario de amor!
Siempre se gana tiempo cuando se utiliza el de ponerse bajo la influencia de
mi Espíritu y cuando se me da el que yo pido.
El Espíritu Santo no deja de trabajar en lo íntimo de cada ser como en el
interior de cada institución humana. Pero son indispensables los apóstoles fieles a
sus inspiraciones –dóciles a la jerarquía que me representa y me continúa entre
vosotros. Colaboración activa que significa dinamismo a mi servicio – haciendo
fructificar lo mejor que podáis los talentos y los recursos, por limitados que sean,
que yo os he impartido. Colaboración activa, es decir, fidelidad al trabajo en unión
conmigo y en comunión con todos vuestros hermanos. Y todo eso, en la serenidad.
Yo no os pido que carguéis sobre vuestros nervios la miseria del mundo, ni tan
siquiera las crisis de mi Iglesia –pero sí que los llevéis en vuestro corazón, en
vuestra oración y en vuestra oblación.
Mi Espíritu está contigo. Mi Espíritu es luz y vida.
Es luz toda interior sobre cualquier cosa que necesites saber y ver. Él no tiene
que revelarte de antemano todos los designios del Padre, pero, en la fe, te
proporciona las luces indispensables para tu vida interior y para tu actividad
apostólica.
Es vida, es decir: movimiento, fecundidad, poder. Movimiento, ya que actúa
por medio de sus impulsos discretos pero tan preciados, motiva tus aspiraciones,
inspira tus deseos, orienta tus opciones, estimula tus esfuerzos. Fecundidad, ya
que es Él el que aumenta mi vitalidad en ti y acrecienta tu ya innumerable
posteridad. Él utiliza tu pobre vida y tus escasos recursos para obrar por ti y atraer
hacia mí. Poder, ya que obra no estrepitosamente, sino como el aceite que
penetra, empapa, fortalece y facilita la actividad humana impidiendo sus
chirridos.
Cuando el Espíritu Santo se precipita sobre un ser humano, lo transforma en
un hombre diferente, pues ese hombre se encuentra bajo el dominio directo de
Dios.
Que se intensifique tu deseo de la venida más abundante del Espíritu Santo a
ti y a la Iglesia. Tú mismo quedarás sorprendido por los frutos que producirá en ti
y en aquellos en cuyo nombre le solicites.
8. ESPERO TU COLABORACIÓN
Considérate como un miembro mío, estrechamente unido a mí por todas las
fibras de tu fe y de tu corazón, por toda la orientación de tu voluntad. Obra como
miembro mío, consciente de tus limitaciones personales, de tu incapacidad para
hacer cualquier cosa verdaderamente eficaz por ti. Ora como miembro mío,
uniéndote a la oración que yo mismo hago en ti y uniéndote a la oración de todos
los hombres tus hermanos. Ofrécete como miembro mío, sin olvidar que yo estoy
siempre por amor en estado de oblación a mi Padre y con deseos de incorporar a
este acto de pleitesía el mayor número de los hombres que viven actualmente
sobre la tierra. Recibe como miembro mío, mi padre a quien yo me doy, se da
constantemente a mí en la unidad del Espíritu santo. En la medida en que tú no
haces más que uno conmigo, tú mismo compartes las riquezas divinas ad modum
recipientis. Ama como un miembro mío, afanándote por amar a todos los que yo
amo con el mismo amor con que les amor yo.
Trabaja por mi cuenta. Eres mi servidor. Mejor aún, eres miembro mío y, de
hecho, tú trabajas tanto más para ti cuando más lo hacer por mí. Nada de cuanto
se hace por mí se puede perder.
Comulga reiteradamente con mi pensamiento eterno sobre todas las cosas.
Tú no lo puedes captar íntegramente pues es infinito; pero esa comunión te
procurará cierta claridad o, por lo menos, algunos destellos que banalizarán tu
caminar sobre la tierra. Mis pensamientos sobre los hombres y sobre los
acontecimientos –pensamientos divinos llenos de amor y de delicadeza- te
ayudarán a considerarlos con mayor respeto y estima. Por otra parte, recuerda que
un día tú mismo darás a los seres y a las cosas de la tierra un valor muy diferente
del que, hoy por hoy, les asignas.
Yo espero al mundo. Espero que venga a mí con plena libertad, y no tan sólo
física sino moralmente.
Yo espero que acepte reunirse conmigo, que asocie su desamparo al que yo
experimenté por él en Getsemaní.
Yo espero que una su sufrimiento, inseparables de su condición humana, a
los que yo experimenté por él durante mi estancia en la tierra y especialmente
durante mi pasión.
Yo espero que una su oración a la mía, su amor a mi Amor.
Yo espero al mundo. ¿qué es lo que le impide venir a mí y en primer lugar
oír mi voz que siempre le está llamando discreta pero persistentemente? Es el
pecado que, como una brea pegajosa, obtura todos sus sentidos espirituales, torna
su alma opaca a las cosas del cielo, paraliza sus movimientos y entorpece su
marcha. Es el espíritu superficial, la falta de atención, la ausencia de reflexión, el
torbellino de la vida, de los negocios, de las noticias, de las relaciones. Es la falta
de amor, cuando, no obstante, el mundo tiene sed de amor. Tan sólo tiene este
vocablo en la boca; sin embargo, las más de las veces su amor no es más que
sensualidad y egoísmo, cuando no se torna en odio.
Yo espero al mundo para curarle, para purificarle, para limpiarle y poder
restaurar en él la verdadera noción de los valores…
Pero necesito ayuda y por eso te he menester. Sí, necesito contemplativos
que me ayuden a borrar las faltas uniendo su vida de oración, de trabajo y de amor
a la mía, y que se unan, mediante la ofrenda generosa de sus sufrimientos
providenciales, a mi oblación redentora. Necesito contemplativos que unan sus
peticiones a mi oración para conseguir los misioneros y los educadores espirituales,
impregnado de mi Espíritu, de los que inconscientemente el mundo tiene sed.
Lo importante no es hacer mucho sino hacerlo bien, más para hacerlo bien,
se requiere mucho amor.
Recapitulemos juntos todos los esfuerzos y todos los pasos, incluso los
vacilantes, de la humanidad hacia mí. Une sus oraciones, incluso las no formuladas,
a las mías, sus pasos, incluso los ambiguos, sus actos de bondad, incluso los
imperfectos, sus alegrías más o menos adulteradas, sus sufrimientos más o menos
bien aceptados, sus agonías, en las que toca la hora de la verdad, más o menos
conscientes –y sobre todo sus muertes que vienen a juntarse con la míaa y, juntos,
suscitaremos un aumento de atracción hacia el único que puede darles el secreto
de la paz y de la verdadera felicidad.
Gracias a esta trilogía: recapitulación por asunción, unión por confluencia y
liberación en la fe de mercedes espirituales invisibles, yo salgo victorioso en
muchas almas que se sorprenden por la sencillez de mis caminos y por la fuerza de
mi divina delicadeza.
Nada es ruin, nada insignificante cuando se trabaja o se sufre en unión
conmigo. Que recapitulo a todos los hombres la dimensión universal es esencial a
todo cristiano, con mayor razón a todo sacerdote. Más allá de ti. Yo veo a todas
las almas que he vinculado con la tuya. Yo veo su indigencia y la necesidad que
pueden tener de mi ayuda por tu mediación. Yo adapto tu género de vida al mismo
tiempo que al plan de amor del Padre, a las necesidades presentes modificadas
por la libertad humana. Todo transcurre en la síntesis de los designios divinos que
siempre sacan el bien del mal y hacen brotar el amor allí mismo donde la maldad,
cuando no la necedad humana, aparecen imposibilitarlo.
El mundo de los cristianos está demasiado agitado, demasiado enfocado
hacia el exterior –incluso el de muchos sacerdotes y religiosas. Empero en la
medida en que me acogen, en que me desean, en que tratan de abrirse de par en
par a mi amor, en esa medida la vida cristiana y la vida apostólica se ven colmadas
de alegría y de fecundidad.
Soy yo solo el que produce el bien duradero; pero necesito servidores e
instrumentos que sean canales de gracia, no obstáculo para mis favores
espirituales por sus dispersiones y por las ambigüedades de la búsqueda de sí
mismos a través de sus actividades.
Naturalmente, yo quiero hacer de mis fieles creadores, pero conmigo y
según el plan de mi Padre. Nunca olviden sin embargo: por más que yo les llame a
colaborar conmigo, por sí mismos tan sólo son siervos inútiles.
Su vida no puede ser fecunda sino en la medida en que moren en mí y me
permitan actuar en ellos.
Cada uno tiene su propio caminar. Si es fiel –sin nerviosismo, con serenidad-
caminaremos juntos – y si me invita a quedarme con él, me reconocerá a través de
los detalles más corrientes de su vida y su corazón se inflamará de amor por mi
Padre y por los hombres.
Los que sufren en unión conmigo son los primeros misioneros del mundo.
Si tú vieses a la gente como la veo yo, por dentro, te darías cuenta de que
necesito encontrar en la tierra seres de buena voluntad en los que yo pueda sufrir
y morir continuamente para espiritualizar y vivificar a la humanidad.
Ven a mí con confianza. Yo sé mejor que tú lo que hay en ti, puesto que
en ti vivo y que tú eres algo de mí. Pídeme ayuda: yo te alentaré y tú aprenderás
a alentar a los demás.
Repíteme, con todo el ardor del que te sientas capaz, tu deseo de hacerme
amar.
Repíteme tu deseo de no vivir más que para mí al servicio de tus hermanos
y el de ser poseído por mí.
Muéstrate generoso en la “búsqueda” de mí, pues ésta presupone un
mínimo de ascesis. Digan lo que digan, sin este mínimo no es posible la vida
contemplativa, y sin vida contemplativa, imposible la vida misionera auténtica y
fecunda. En tal caso, sobreviene la esterilidad, la amargura, la decepción, el
obscurecimiento del espíritu, el endurecimiento del corazón… y la muerte.
Mis caminos son a veces desconcertantes, ya lo sé, pues trascienden la
lógica humana. En la humilde sumisión a mi proceder es donde tú encontrarás cada
día más la paz y, gracias a ella, te será concedida por añadidura la fecundidad
misteriosa.
Estar, cuando así lo dispongo. Yo, disminuido, abandonado, inutilizado, no
equivale a ser inútil, muy al contrario. Yo nunca soy tan eficiente como cuando mi
servidor ignora lo que realizo por él.
En la medida de lo posible, piensa en todos los sufrimientos humanos
actualmente experimentados sobre la tierra. La mayor parte de las víctimas no
entienden su significado, ni intuyen el tesoro de purificación, de redención, de
espiritualización que los sufrimientos constituyen. Relativamente raros son los que
han recibido la gracia de comprender el poder salvífico del dolor cuando se
confunde con el mío.
Por todos los que sufren en la tierra, yo estoy en agonía hasta el fin del
mundo; pero que mis apóstoles no dejen inutilizado todo este caudal de la
oblación humana que permite a mi oblación divina apresurar, en favor de la
humanidad, la lluvia de mercedes espirituales que tanto necesita.
Yo te había prevenido que tendrías que sufrir mucho -pero que yo estaría
ahí, a tu lado, en ti- y que el dolor no sería superior a tus fuerzas sostenidas por
mi gracia.
¿No soy yo el que te ha sostenido sugiriéndote sin cesar este tríptico: “Yo
asumo…yo me reúno con…yo desencadeno…?”
Sí, asumir en ti todos los sufrimientos humanos con todo lo que pueden
tener de ambiguo -¿por qué no?- todos los insomnios, todas las agonías, todas las
muertes- acto seguido, unirlos con los míos; según el principio de las confluencia,
desembocar en el gran río purificador y divinizador que soy yo para el mundo; -por
fin, estar totalmente convencido de que por el hecho de esta tu unión conmigo, tú
desencadenas para numerosos hermanos desconocidos un sinnúmero de favores
espirituales.
¡Cuántas almas desconocidas son, de esa manera, pacificadas, consoladas,
reconfortadas! De la misma manera, ¡cuántos espíritus puedes tú abrir a mi luz!,
¡cuántos corazones a mi llama! –los cuales nunca sospecharán de dónde les viene
este suplemento de gracia.
¿Puede alguien ser totalmente sacerdote sin ser por lo menos un poco
hostia? El espíritu de inmolación es parte integrante del espíritu sacerdotal- y el
sacerdote que no lo llegue a comprender, nunca dispondrá más que de un
sacerdocio mutilado. Encarándose con la primera dificultad, irá de frustración en
amargura y prescindirá del tesoro que yo le ponía en las manos. Sólo el sacrificio
remunera. Sin él, la actividad más generosa se vuelve estéril. Es evidente, no todos
los días son Getsemaní –no todos los días son el Calvario- pero el sacerdote digno
de este nombre ha de saber que encontrará el uno y el otro, bajo una forma
proporcionada a sus posibilidades, en ciertos momentos de su existencia. Tales
instantes son los más preciosos y los más fecundos.
El que sufre solo es muy digno de lástima. Por eso te he pedido tantas
veces que recapitules todos los sufrimientos humanos y los unas a los míos para
que puedan adquirir valor y eficacia. Esa confluencia es asimismo el gran medio
para conseguir su alivio-
Lejos de replegar tu corazón sobre ti mismo, tu sufrimiento debe dilatarlo
sobre todos los sufrimientos que encuentres y también sobre todas las miserias
humanas que tú ni siquiera sospechas. En ello no cabe la menor ambigüedad, ni la
menor búsqueda de ti mismo –sino por el contrario una disponibilidad total a la
sabiduría de mi Padre.
Si la oración es la respiración del alma, la asfixia manifiesta claramente la
falta de llamada al oxígeno divino que se consigue en mí.
Desde hace casi un mes tú te hallas con frecuencia sobre la cruz, pero has
podido notar que, a pesar de los inconvenientes grandes y pequeños que de ella se
originan, nunca te ha faltado mi presencia, para rematar en tu carne lo que falta
a mi Pasión por mi cuerpo que es la iglesia. Por de pronto nunca has sufrido más
allá de lo soportable, y si te sientes, principalmente en ciertos momentos, algo
disminuido, yo suplo en ti tus insuficiencias: muchas cosas se arreglan mejor que
si tú mismo te ocupases de ellas.
Aprecio esas largas horas de insomnio en las que te afanas por unirte a mi
oración en ti. Aun cuando tus ideas son confusas, aun cuando encuentras con
dificultad las palabras para expresarlas, yo leo en lo profundo de ti lo que tú me
quieres decir y te hablo silenciosamente a mi manera.
Actualmente necesitas mucha calma, mucha comprensión y mucha
bondad. Sea éste el recuerdo que guarden de ti.
Estás viviendo la hora en la que lo esencial viene a ocupar el lugar de lo
urgente y, con mayor razón, de lo accesorio. Ahora bien, lo esencial, soy yo, y mi
libertad de acción en el corazón de los hombres.
Tal vez importe recordar que estas líneas fueron escritas por el Padre dos
días antes de su muerte, acaecida en la noche del 22 al 23 de septiembre de 1970.
10. SÉ HUMILDE
Olvídate. Renuncia a ti mismo. Interésate por mí y te encontrarás en tu
propio lugar sin haberte buscado. Lo que cuenta es seguir adelante, la ascensión
de mi Pueblo. Lo que cuenta es el conjunto y cada uno en ese conjunto. Déjame
conducir mi gran negocio a mi manera. Yo he menester mucho más de tu humildad
que de tu acción exterior. Te utilizaré como mejor me parezca. Ninguna cuenta
me tienes que pedir, tú y yo, ninguna te tengo que dar. Sé dócil, sé disponible.
Ponte enteramente a mi discreción, escudriñando mi voluntad. Yo te indicaré paso
a paso lo que espero de ti. Tú no descubrirás en el acto la utilidad, de lo que te
pido; por ti, no obstante. Yo obraré, en ti me percibirán cada día más y, a menudo,
sin que tú te des cuenta, por ti yo haré pasar mi luz y mi gracia.
También es bueno que caigas en la cuenta, con humor, de que por ti mismo
nada eres ni tienes derecho alguno. Utiliza, jubiloso, lo gran poco que te dejo,
pensando con gratitud en los medios que, aunque disminuidos, te sigo
concediendo. Nada de lo que te es indispensable para cumplir día tras día la misión
que te confío te será restado pero lo utilizarás de una manera más genuina porque
estarás más consciente de que los dones puestos a tu disposición son
absolutamente gratuitos y al mismo tiempo relativamente precarios.
Es normal que a veces no seas comprendido, que tus intenciones más rectas
sean desfiguradas y que te atribuyan sentimientos o decisiones que no proceden
de ti. Quédate en paz y no te dejes afectar por nada semejante. Otro tanto ocurrió
conmigo, y eso es parte de la redención del mundo.
Que tu humildad sea leal, confiada, constante. Pídemelo como una gracia.
Cuanto más humilde seas, más te acercarás a la Luz, y más por lo tanto la
difundirás a tu alrededor.
Sin compartir aún la plenitud de la plenitud de la alegría eterna que te
espera, tú puedes ya desde ahora y cada día más, hacer brotar sus reflejos en tu
alma y hacerlos rutilar a tu alrededor.
Sé siempre más un servidor de mmi bondad, de mi humildad, de mi alegría.
Permíteme que te guíe. Tú siempre tendrás las luces y la ayuda necesaria, y eso
tanto más cuanto más intensa hagas tu fusión de voluntad conmigo. No temas. A
su debido tiempo te inspiraré las soluciones de mi corazón y te otorgaré los
medios, incluso los temporales, para su realización. ¿no te parece que vale la pena
que trabajemos juntos?
Aún te queda mucho que hacer por mí, más yo seré tu inspiración, tu
apoyo, tu luz y tu alegría. No tengas más que un solo deseo: que yo pueda servirme
de ti como me plazca sin tener que rendirte cuenta, ni darte explicaciones del por
qué. Eso, es el secreto del Padre y de nuestro plan de amor. No te preocupes ni
por las contradicciones, las incomprensiones, las calumnias, ni por las
obscuridades, las neblinas, las incertidumbres; todo eso llega y pasa, más todo eso
sirve también para fortalecer tu fe y para brindarte la ocasión de hacer fecunda
mi redención para provecho de tu innumerable posteridad.
Desea que todos me amen. Tus actos de deseo valen por todos los
apostolados.
Los años que aún tienes que vivir sobre la tierra no serán los menos
fecundos. Serán algo así como el otoño, la estación de las frutas y de los bellos
tintes de las hojas que están por caer; serán algo así como las puestas del sol
momentos antes de hundirse en el horizonte. Tú, por tu parte, irás hundiéndote
cada día más en mí, encontrarás tu puesto eterno en el océano de mi amor e
insertarás en mi vida de gloria tu alma bañada en mi luz.
Pide con fe, con fuerza, y hasta con una confianza porfiada. Si no eres
escuchado al instante tal y como te lo imaginabas, lo serás un día no lejano tal y
como lo hubieses deseado tú mismo si vieses las cosas tal como las veo Yo.
Pide para ti mismo; pide también por los demás. Haz pasar en la intensidad
de tus llamadas la inmensidad de las miserias humanas. Tómalas contigo y
represéntalas ante mí.
Pide por los que todo lo tienen y por los que no tienen nada; por los que
todo lo son y por lo que no son nada; por los que lo hacen todo ( o creen hacerlo
todo) y por los que no hacen nada ( o creer no hacer nada).
Pide por los que se sienten orgullosos de su fuerza, de su juventud, de sus
talentos, y por los que se sienten disminuidos, limitados, agotados.
Pide por los que gozan de buena salud y que ni se dan cuenta siquiera del
privilegio de tener un cuerpo y un espíritu en perfecto estado de marcha; y por los
tullidos, los decrépitos, los pobres viejos hipersensibilizados a sus achaques.
Pide especialmente por todos los que mueren o que van a morir.
Deposita cada día más tu confianza en mí. Tu luz, lo soy yo; tu fuerza, lo
soy yo; tu poder, lo soy yo. Sin mí no serías más que tinieblas, flaqueza y
esterilidad. Conmigo no hay ni una sola dificultad de la que no puedas salir
victorioso, pero no te vayas por eso a engreír o vanagloriar. Te arrogarías
indebidamente lo que no te pertenece. Obra más a menudo bajo mi dependencia.
¡Si supieses con qué empeño yo busco esa aportación meritoria de mis
miembros que da a la oración que yo soy la plenitud, el complemento que yo les
brindo poderme dar!
En ti, puesto que ahí estoy yo, elevando sin cesar hacia mi Padre cuanto
eres, cuanto piensas y cuanto haces – como un homenaje de amor, de adoración,
de acción de gracias – Yo estoy dispuesto a recolectar todas tus peticiones y a
tomarlas por mi propia cuenta. ¡Cuántas cosas podrías conseguir tú si te decidieses
a insertar tu oración en la mía!
Ahí estoy yo, como un servidor, pero como un servidor a quien nada se le
pide y a quien se arrincona.
Raros son los que me llaman con sus oraciones. ¡las más de las veces, éstas
son recitaciones de labios afuera que pronto se hacen fastidiosas tanto para aquel
a quien, en principio, van dirigidas como para el que las profiere sin atención!
¡Cuántas energías derrochadas, cuánto tiempo perdido, cuando un poco de amor
bastaría para llenarlo todo de animación!
Llámame en las horas de dolor para que tu cruz sea mmi cruz y para que
así te ayude yo a llevarla con valentía y paciencia.
Llámame en unión con todos los que me llaman porque me aman o porque
sienten la necesidad de mi presencia o de mi ayuda.
Yo nunca desengaño a los que se fían de mí. ¿Por qué pides tan poca cosa’
¿Qué es lo que no puedes conseguir?
Yo soy el que ora en ti y acumula tus aprietos como tus necesidades para
presentárselos al Padre.
Adora: reconoce que yo soy todo y que tú no eres sino por mí, Mas por mí
¿qué no eres tú? Un pedacito, sin duda, pero un pedacito de mí. Recuerda que eres
polvo y que al polvo volverás, pero en polvo asumido, espiritualizado, divinizado
en mí y por mí.
¿Deseas algo y qué deseas? No se puede tratar de un deseo superficial, sino
de una aspiración profunda en la que esté comprometido todo tu ser. Cuando
verdaderamente te haces un alma de deseos, no hay nada que tú no me puedas
pedir o pedir a mi padre en unión conmigo.
Cuando tu deseo se fija en mí, cuando solicitas poseerme y ser poseído por
mí, cuando ardientemente aspiras a mi predominio, a mi abrazo, a mi impronta, -
ten la seguridad de ser escuchado aun cuando no percibas ninguna mutación
brusca, ningún cambio aparente. Es poco a poco como se ejerce mi acción y en lo
invisible donde opera. Mas al cabo de cierto tiempo, descubrirás en ti una nueva
disposición, una orientación más habitual de tus pensamientos y de tus quereres,
una opción más espontánea en mi favor o en beneficio de los demás – y ese es el
resultado tangible al que aspirabas.
“Oh Jesús mío, concédeme ser en Ti y por Ti lo que quieres que sea;
pensar en Ti y por Ti lo que quieres que piense.
Concédeme hacer en Ti y por Ti lo que quieres que haga
Concédeme decir en Ti y por T lo que quieres que diga.
Concédeme amar en Ti y por Ti a cuantos Tú propones a mi amor.
Dame la fuerza de sufrir en Ti y por Ti, con amor, lo que quieres que sufra.
Haz que te busque siempre y en todo lugar para que me guíes y me
purifiques según tu divina Voluntad”.
Esta oración, el Padre la repetía cada día durante los últimos años de su
vida. La comunicaba gustoso y recomendaba su recitación cotidiana.
Ten confianza y quédate en paz por el porvenir. Sí, el fin de tu vida será
dinámico, sereno y fecundo. Yo quiero servirme de ti aun cuando tú receles tu
inutilidad.
Yo pasaré por ti, como me guste, de preferencia cuando tú no te des
cuenta.
Saca la alegría de mí. Aspírala para que te inunde más y puedas mejor
suministrarla en torno a ti.
No es necesario ser rico ni gozar de buena salud para ser feliz. La alegría
es un don de mi corazón que yo otorgo a los que dilatan el suyo, viviendo para los
demás – pues la alegría egoísta no tiene duración. Sólo persiste la alegría del don.
Es lo que caracteriza la alegría de los Bienaventurados.
Pídeme con frecuencia el buen humor, el brío y ¿por qué no? La alegría
franca y jovial.
¿Por qué tantos hombres están tristes cuando yo los he creado para la
alegría? Los unos están agobiados por las preocupaciones de la vida material Otros
están dominados por el orgullo mal reprimido, la ambición decepcionada y
decepcionante, la envidia amarga y amargante, la búsqueda inquieta de los bienes
materiales que nunca lograrán hartar su alma. Otros son víctimas de sus fiebres
sensuales que impermeabilizan su corazón al deleite de las cosas espirituales.
Otros, por fin, no habiendo podido comprender la pedagogía de amor que encierra
todo sufrimiento, se revelan contra él, rompiéndose la cabeza contra la pared en
lugar de colocarla sobre mi pecho, donde yo podría consolarles, reconfortarles y
enseñarles a valorar su cruz de tal manera que ésta les sostenga en lugar de
aplastarles.
¡Si supiesen el mal que hacen y que se hacen por no abrirse ampliamente
al cántico interior de mi alegría divina y por no armonizarse con el ritmo de esta
misma alegría en ellos!
Nunca se les repetirá bastante que nada de lo que les torna amargos y
tristes viene de mí, y que toda alegría, incluso la alegría en la fe y la alegría por
la cruz, es el camino real para llegar hasta mí y para permitirme crecer en ellos.
Ofréceme todas las alegrías de la tierra, alegrías físicas del juego o del
deporte, alegría intelectual del investigador que descubre, alegrías del espíritu,
alegrías del corazón, alegrías del alma sobre todo.
Adora la Alegría Infinita que yo soy para vosotros en la Hostia del Sagrario.
(Habiendo oído estos últimos días varias críticas contra las Horas Santas,
las Exposiciones del Santísimo Sacramento y las “Bendiciones”, yo le preguntaba
lo que de ellas había que pensar).
15.TODO EL PROBLEMA DE LA
EVANGELIZACIÓN: EL AMOR
¡Si supieses cuán bella es la sonrisa de Nuestra Señora! ¡Si pudieras verla,
tan sólo un instante, toda tu vida resultaría iluminada! Es una sonrisa de bondad,
de ternura, de protección, de misericordia, en una palabra, de amor. Lo que no
puedes ver con los ojos del cuerpo, lo puedes percibir con los del alma, por la fe.
Pide incansablemente al Espíritu Santo que haga resplandecer en tu
pensamiento esa sonrisa inefable que es como la expresión genuina de la
Amantísima y de la Inmaculada. Su sonrisa basta para disipar las penas y sanar las
heridas. Ella ejerce una influencia profunda hasta en los corazones más
empedernidos y proyecta una luz inefable sobre los espíritus más lóbregos.
Contempla esa sonrisa en todos los misterios de su vida. Contémplala en la
alegría del cielo, uniéndote a los bienaventurados que en ella encuentran una de
las fuentes más abundantes de su felicidad.
Contémplala por la fe, pues está cerca de ti. Mírala mirarte. Mírala
sonreírte. Con su sonrisa ella te ayudará, pues su sonrisa materna es una luz, una
fuerza y una fuente viva de caridad.
Tú mismo, sonríele lo mejor que puedas. Permíteme que yo le sonría por ti.
Comulga en mi sonrisa para con Ella.
Confíate a Ella. Sé cada día más delicado para con Ella. Tú sabes lo que Ella
ha sido para ti en tu infancia y en tu vida sacerdotal.
Contigo estará Ella en el ocaso de tu vida y en la hora de tu muerte; Ella
misma vendrá a buscarte para presentarte a mí, pues es, por excelencia, Nuestra
Señora de la Presentación.
Sin cansarte comulga con los sentimientos del corazón de María. Expresa a
tu manera lo que sientes.
Hay una manera de traducir las disposiciones del alma de mi madre que te
es personal e incomunicable. Tú haces verdaderamente tuyas sus disposiciones sin
que por eso dejen de ser suyas. En realidad, es el mismo Espíritu el que inspira,
anima, amplifica, y tú sirves sencillamente de acompañamiento a la melodía única
e inefable que brota del corazón de mi madre.
Ven a refugiarte en el regazo de Nuestra Señora. Ella sabrá, mejor que
nadie, acariciar tu frente y valorizar tu cansancio. Ella te ayudará, con su
presencia materna, a subir lentamente en pos de mí mi largo vía crucis.
Oirás sin duda su llamada tres veces reiterada: penitencia, penitencia,
penitencia; es para que tu transfiguración espiritual sea más resplandeciente. Per
crucem ad lucem.
Sobre todo, mantente en paz; no fuerces tu talento. Comulga lo mejor que
puedas, en unión con Ella, en la gracia del momento presente, y tu vida, por
apagada que parezca a los ojos de muchos, será fecunda y de gran utilidad para
una muchedumbre.
No dejes de ponerte con frecuencia bajo la influencia conjugada del Espíritu
Santo y de Nuestra Señora y pídeles que se acreciente tu amor.
Comparte mis sentimientos para con mi madre, sentimientos hechos de
delicadeza, de ternura, de respeto, de admiración, de confianza total y de loco
agradecimiento.
Si Ella no hubiese asentido a ser lo que fue, ¿qué hubiera podido hacer yo
por vosotros? Con toda exactitud Ella es, en la creación, la proyección fiel de la
bondad materna de Dios. Ella es tal como nosotros la concebimos, tal como
nosotros la podíamos desear. ¡Si supieses cuán encantadoras son todas sus
iniciativas! Ella es como el encanto de Dios hecho mujer.
Únete a mí para hablarle, pedirle su ayuda para ti y para los demás, para la
Iglesia, para el desarrollo del Cuerpo Místico.
Imagina su felicidad en la gloria del Cielo donde no olvida a ninguno de sus
hijos de la tierra.
Piensa en la realeza materna de María. Su realeza, toda espiritual, Ella la
ejerce sobre cada uno de los hombres de la tierra – pero no es eficaz sino en la
medida en que los hombres la integran en su vida.
Yo no hago milagros sino donde se siguen sus consignas como en
Caná: “Haced cuanto Él os diga”.
Vosotros no podéis oír mi voz ni hacer lo que yo os pido sino en la medida
en que respondéis fielmente a su influencia y a sus llamadas. Así es como ambos
continuamos trabajando juntos para que todos los hombres colaboren con nosotros
a difundir un poco más de amor verdadero sobre la tierra.
María te ayudará par que nunca olvides al Único necesario, para que no te
embotes con frivolidades, para que no confundas lo accesorio con lo principal, para
que sepas hacer las opciones fecundas. Ella está siempre a tu lado, dispuesta a
ayudarte, a conseguirte, por su intercesión, alegría y fecundidad para los últimos
años que has de pasar sobre la tierra. Ahora bien, Ella lo podrá conseguir tanto
más fácilmente cuanto mayor sea tu confianza en su ternura y en su poder.
Vive en la acción de gracias para con Ella. Cuando me das las gracias, únete
a su Magnificat; Ella no deja de cantarlo con todas las fibras de su corazón y
quisiera prolongarlo en todos los corazones de sus hijos de la tierra.
Sigue pidiendo esa fe clara, luminosa y cálida que Ella te ha conseguido pero
que tiene que ir creciendo hasta el momento de nuestro encuentro.
Piensa en el instante aquel en que la veas en el esplendor de su gloria
eterna. ¡Cuánto te reprocharás entonces el no haberla ni suficientemente amado
ni filialmente complacido!
Porque Ella se dio totalmente, sin demora, sin reserva, sin réplica, yo me di
totalmente a Ella y Ella puedo darme al mundo.
La Encarnación no es tan sólo la inserción de lo divino en lo humano, es
asimismo la asunción de lo humano por lo divino.
En María se ha verificado gloriosamente la asunción de su humanidad por mi
divinidad. Convenía que en cuerpo y alma, Ella fuese asumida por mí en una alegría
que compensará infinitamente tantos dolores generosamente ofrecidos en espíritu
de colaboración con mi Obra redentora.
En la luz divina, Ella ve todas las necesidades espirituales de sus hijos – Ella
quisiera ayudar a tantos ciegos para que recuperen la vista de la fe, a tantos
paralíticos de la voluntad para que vuelvan a encontrar la energía y el denuedo
indispensables para darse a mí, a tantos sordos para que oigan mis llamadas y
pongan todo su empeño en contestarlas.
Ella, empero, no lo puede hacer sino en la medida en que se multipliquen
las almas de oración que la imploren para que interceda por la humanidad tantas
veces tambaleante.
Tú eres uno de sus hijos privilegiados. Muéstrate con Ella hijo cada día más
afectuoso y servicial.
María es la hermosísima, la buenísima, la omnipotencia suplicante. Cuanto
más la conozcas, tanto más te acercarás a mí.
Única es su dignidad. ¿No soy yo la carne de su carne, la sangre de su sangre?
¿No es Ella la proyección ideal del Padre en la creatura humana, reflejo de la
Belleza y de la Bondad divinas?
Acude a Ella más filialmente, con una inmensa confianza. Suplícala por
cuantas necesidades descubras en ti y en el mundo, desde la paz en los corazones,
en los hogares, entre los hombres, entre las naciones, hasta el amparo materno
para los pobres, los lisiados, los enfermos, los heridos, los moribundos.
Confía a su influencia misericordiosa los pecadores que te son conocidos o
de los que oyes hablar.
Componte un alma de niño para con Ella. Arrímate a Ella, escóndete en su
regazo. ¡Son tantas las gracias que podrías conseguir más fácilmente para ti, para
tu trabajo y para el mundo, si la suplicases con mayor frecuencia y si te esforzases
por vivir bajo su influencia!
Hay, en la vida interior, profundizaciones que son consecuencia de los rayos
que yo hago emitir a mi madre y de los que sólo se aprovechan los que a Ella
recurren con fidelidad.
Muchas almas, en la actualidad, se dejan conducir a callejones sin salida o,
por caminos extraviados, hacia barrizales donde su vida se vuelve estéril, porque
no recurrieron bastante a la ayuda tan poderosa y tan providencial de María.
Piensan – las pobrecillas – poder pasarse sin Ella, como si un niño pudiese, sin
inconvenientes, privarse de la solicitud materna. El caso es que María nada puede
hacer por ellas si ellas no le piden que intervenga. Maniatada por el respeto a su
libertad, es preciso que de la tierra suba hacia Ella una apremiante llamada a su
intercesión.
¿Qué puedes hacer tú, frente a la inmensidad de la labor? : ¡la
evangelización de tantos hombres, la conversión de tantos pecadores, la
santificación de tantos sacerdotes! Te sientes pobre y desarmado. Es, pues, el
momento de pedir en unión con mi madre intensa y perseverantemente. Muchos
corazones serán conmovidos, renovados, abrasados.
Su misión es facilitar, proteger, intensificar su unión profunda conmigo.
Unido a Ella, tú te unes a mí en profundidad.
María es la que continúa intercediendo por ti e interviniendo, con mucha
mayor frecuencia de lo que piensas, en todos los detalles de tu vida espiritual, de
tu vida laboriosa, de tu vida dolorosa, de tu vida apostólica.
La Iglesia está actualmente en crisis. Lo cual es normal cuando mi madre ya
no es suficientemente invocada por los cristianos. Mas precisamente, si tú y todos
tus hermanos, que han experimentado alguna vez en su vida el alcance de su
mediación, os decidieseis a suplicarla ardientemente en nombre de los que no lo
piensan, esta crisis se transformaría pronto en apoteosis.
Créeme: mi poder no ha menguado – sí, yo puedo suscitar, como en los siglos
pasados, grandes santos y grandes santas que asombrarán al mundo; mas yo quiero
necesitar esa vuestra colaboración que permita a mi madre, siempre atenta a la
miseria del mundo, interceder como en Caná.
La espiritualización progresiva de la humanidad no se hace sin sacudidas,
sin rupturas, algunas veces. Sin embargo, mi Espíritu siempre está ahí. Ahora bien,
por pedagogía, en atención a vuestra aportación humana, por mínima que sea, Él
no puede ejercer su influencia sino en conexión con su Esposa, vuestra madre,
María.
Mañana es la fiesta por excelencia de nuestra madre, la mía y la tuya y la
del género humano en su totalidad.
Contémplala interiormente en su inefable belleza de Inmaculada que dice
siempre SÍ a la voluntad del Padre, y de Transfigurada en la gloria de su Asunción.
Contémplala en la Bondad insondable, esencial, existencial de su
maternidad divina y humana, de su maternidad universal.
Contémplala en su Omnipotencia suplicante que postula tu llamada y la de
todos los hombres a su intercesión.
Contémplala en su intimidad exquisita y delicada con las Tres personas de
la Santísima Trinidad: Hija perfecta del Padre, Esposa fiel del Espíritu Santo, Madre
consagrada al Verbo Encarnado, hasta el olvido total de sí misma.
Ella es la que te condujo a mí. Ella es la que te presentó a mí – como Ella es
la que no ha dejado de protegerte a lo largo de tu vida y la que, en el día bendito
de tu muerte, te ofrecerá a mí en la luz de la Gloria.
19. LO QUE ESPERO DE LOS QUE HE
ESCOGIDO
COLOQUIO FINAL
Finaliza el verano de 1970.
El 22 de septiembre, por la noche, el Padre escribe en su libreta las líneas
que a continuación transcribimos, y traza una raya.
Esa noche, se encuentra mejor que de costumbre. Se queda un poco “en
familia” después de la cena, tranquilizándonos con su bondadosa sonrisa.
Se retira, por fin, a su habitación, después de habernos dado las “buenas
noches”.
Y esa noche es cuando el Señor viene en busca de su fiel servidor.
“Por la noche, duérmete en mis brazos; así es como morirás…”, había
escrito el Padre como al dictado de Jesús el 18 de octubre de 1964. Esta muerte
serena, sin sombra de agonía, durante el sueño, acaecida casi seis años después
de haber sido escritas estas palabras, ¿no se presenta como una nueva “señal”
sobre la autenticidad de su mensaje?
“Si permaneciereis en Mí, y mis palabras permanecieren en vosotros, cuanto
quisiereis, pedidlo y lo obtendréis” (Juan 15, 7) ¿No te das cuenta tú, por la
coincidencia de tantas señales providenciales, de cuán verdadera es esta palabra?
Soy yo mismo en ti el que te conduce a veces en sentido contrario al de tus
proyectos aparentemente más lógicos y más legítimos ¡Cuánta razón tienes al
depositar en mí toda tu confianza! Las situaciones más enmarañadas se desenlazan
en el momento oportuno como por arte de magia.
Pero son indispensables dos condiciones:
1.- Permanecer en Mí.
2.- Estar pendiente de mis palabras.
Es preciso que pienses más en Mí, que vivas más para Mí, que te pongas más
a mi disposición, que compartas todo más conmigo, que conmigo más te
identifiques.
Es preciso, por otra parte, que percibas la realidad de mi Presencia en ti –
Presencia simultáneamente locuaz y silenciosa – y que estés más pendiente de lo
que, sin ruido de palabra, yo te digo.
Yo soy el Verbum silens, el Verbo silencioso; no obstante, yo impregno con
mis ideas tu espíritu, y, si prestas atención, si vives en el recogimiento, mi claridad
ahuyenta las tinieblas de tu pensamiento y éste, entonces, puede traducir a tu
propio vocabulario lo que yo quiero enseñarte.
Si se estrecha más la intimidad entre Yo y tú, nada hay que tu no puedas
conseguir de mi poder, para ti, para todos los que viven a tu alrededor, para la
Iglesia y para el mundo. Así es como el contemplativo puede hacer fecunda toda
su actividad; ésta, además, se encuentra purificada de toda ambigüedad y es fértil
en profundidad.