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1
Si obras bien, alaba y dale gracias al Señor por ello; si te
acaece obrar mal, humíllate, sonrójate ante Dios de tu
infidelidad, pero sin desanimarte; pide perdón, haz
propósito, vuelve al buen camino y tira derecho con mayor
vigilancia. Ya sé muy bien que no quieres obrar mal
dándote cuenta; y las faltas que cometes inadvertidamente
sólo deben servirte para adquirir humildad.
No temas y no te angusties con las dudas de tu
conciencia, porque ya sabes que obrando con diligencia y
haciendo cuanto puedas, sólo te queda pedirle a Dios su
amor, ya que Él no desea otra cosa que el tuyo. Practica
cuanto has aprendido de mí y otros; no temas y procura
cultivar con amor y con diligencia la suavidad y la
humildad interior.
Había prometido ir ahí a pasar unos meses para poder
veros a todos y deciros cosas hermosas de Jesús, para
confortaros y confirmaros en las santas resoluciones;
pero conviene renunciar por ahora, aun sintiéndolo
mucho, a causa del motivo arriba expresado. De momento,
Jesús no me lo permite. Cumpliré la promesa en cuanto el
Señor lo quiera. Pido continua y ardientemente al cielo mil
bendiciones para ti y para nuestros hermanos, y, sobre
todo, para que seas humilde y manso de corazón, y para
que aproveches de las pruebas a que piadosamente te
somete el Señor, recibiéndolas amorosamente por amor a
quien por el nuestro toleró tantísimas.
Os saludo y abrazo a todos. Dale recuerdos a Fray
Marcelino, y dile que recibí su tarjeta. Se lo agradezco de
corazón, y si necesita algo de mí antes de que vaya yo ahí,
que me escriba tan sólo.
Padre Pío.
CARTA DEL PADRE PÍO SOBRE EL ÁNGEL DE LA
GUARDA
Así le escribía el 15 de julio de 1915, el Padre Pío de
Pietrelcina a Ana Rodote:
2
“Que el buen Ángel Custodio vele sobre ti. Él es tu
conductor, que te guía por el áspero sendero de la vida.
Que te guarde siempre en la gracia de Jesús, te sostenga
con sus manos para que no tropieces en cualquier piedra,
te proteja bajo sus alas de las insidias del mundo, del
demonio y de la carne.
“Tenle gran devoción a este Ángel Bienhechor. ¡Qué
consolador es el pensamiento de que junto a nosotros hay
un espíritu que desde la cuna hasta la tumba, no nos deja
ni un instante ni siquiera cuando nos atrevemos a pecar!
“Este espíritu celeste nos guía y nos protege como un
amigo o un hermano. Es también consolador saber que
este ángel reza incesantemente por nosotros, ofrece a
Dios todas las buenas acciones y obras que hacemos; y
nuestros pensamientos y deseos, si son puros.
“Por caridad, no te olvides de este compañero invisible,
siempre presente y siempre pronto a escucharnos y más
todavía para consolarnos. ¡Oh, feliz compañía, si
supiésemos comprenderla!”.
¿CÓMO PUEDE AYUDARTE EL ÁNGEL CUSTODIO?
- Tu Ángel Custodio es una muestra más del amor y de la
bondad de Dios contigo.
- A tu Ángel Custodio, Dios le permite llegar directamente
a tu imaginación (sin palabra alguna), suscitando
imágenes, recuerdos, impresiones que te señalen el
camino correcto a seguir.
Tu Ángel Custodio puede ayudarte de las siguientes
formas:
a) Darte AUXILIO ESPIRITUAL:
Puede si tú se lo pides, ayudarte a que tu oración sea
mejor, a que no te distraigas, puede sugerirte propósitos
para mejorar o formas de concretar algún buen deseo,
puede ayudarte en el apostolado, en el trato con las
personas que te rodean...
b) Darte, además, algún AUXILIO MATERIAL:
3
Puede si se lo pides, ayudarte en las pequeñas
necesidades de la vida cotidiana como por ejemplo: no
perder el autobùs, ayuda en un examen que has estudiado,
encontrar algo que habías perdido, acordarte un asunto
olvidado que es necesario tener presente...
c) PROTEGERTE de los peligros del alma:
tu Ángel Custodio te cuida contra las tentaciones que te
invitan a cometer un pecado.
d) PROTEGERTE de los peligros del cuerpo:
por ejemplo un tropiezo, un choque, un accidente, una
enfermedad... La Biblia dice: ¨Te enviará a sus ángeles
para que no tropieces en piedra alguna¨ (Sal 90,11).
e) Darte consejo prudente. Llamarte al bien.
f) Animarte.
g) Confortarte, consolarte.
h) Ayudarte en todo aquello que sea bueno en tu camino
de salvación.
- Finalmente es importante que recuerdes que los ángeles
no tienen el poder de Dios ni su sabiduría infinita. Pueden
ayudarte porque Dios se los permite.
Procuremos ser devotos y agradecidos con nuestro Ángel.
Invócalo en tus necesidades.
Queridísima hija:
Siento como mías todas sus aflicciones. El verle tan
conmovida me mueve espontáneamente a decir al Señor
que mande al enemigo que desista del feroz asedio, o que
le dé a Ud. más fortaleza para resignarse con suavidad a
su voluntad santísima.
Mientras me aflijo y ruego de esta manera, siento una
alegría espiritual al considerar el singularísimo amor que
Jesús le tiene. Señal cierta de este amor es la tempestad
que ruge sobre su cabeza y que la va transformando por
entero. No crea que ésta es una opinión personal: es Dios
mismo quien advierte que la tentación es una prueba de
que el alma se está uniendo con Dios: “Hijo, si te aprestas
a servir a Dios, prepara tu alma para la tribulación”.
4
El que se vea perseguida quiere decir que está en el
camino del servicio divino y, cuanto más amiga y fiel sea
de Dios, tanto más arreciará contra Ud. la tentación. La
tribulación es señal clarísima de que el alma está unida a
Dios: “Con Él estoy en la tribulación.” Todo el desaliento
que rodea su alma no puede ser un castigo de Dios por
sus comuniones y confesiones mal hechas, ni por otras
prácticas de piedad realizadas sin cuidado; créame, esos
pensamientos son verdaderas y clarísimas tentaciones
que debe desechar lejos de Ud., porque no es verdad de
ninguna forma que ofenda a Dios, ya que el mismo Señor
con su gracia vigilante la preserva.
Cuando el alma gime y tiene miedo de ofender a Dios, no
le ofende, está lejísimos de tal cosa. La gracia divina está
con Ud. y el Señor la quiere muchísimo. Las sombras, los
temores, las persecuciones contrarias son artefactos
diabólicos que debe despreciar Ud. en nombre de Jesús.
No dé oídos a estas tentaciones. Pertenece al enemigo el
hacer creer que nuestra vida pasada esté totalmente
sembrada de pecados. Escúcheme, la conjuro de parte de
Jesús a que procure sentir que precisamente esto es lo
que dice el Esposo del alma, y que yo le digo ser su
presente estado: Un efecto de su amor para con Dios y
una prueba del incomparable amor de Dios para Ud.
Rechace todos esos temores, no aumente las sombras
que el enemigo va haciendo cada vez más densas para
atormentarla y alejarla si le fuera posible hasta de la
comunión diaria. Consuélese y alégrese sabiendo que el
Padre celestial permite estos ataques del enemigo para
que su misericordia la asemeje más a su divino Hijo en las
angustias del desierto, del huerto y de la cruz.
Sí, el Padre celestial quiere que se asemeje a su Unigénito,
que, habiendo asumido sobre sí la iniquidad de los
hombres, fue atormentado de manera terrible e inefable.
Esté, pues, agradecida, porque la trata como alma
predilecta, para que pueda seguir de cerca a Jesús por la
cuesta del calvario; y yo veo con emoción y alegría en mi
corazón esta manera de obrar de la gracia de Dios con Ud.,
queridísima hermana del corazón.
5
Padre Pío
Carta del 25 de julio de 1915, a Anna Rodote – Ep. III, p.
86
Con el fin de evitar irreverencias e imperfecciones en la
casa de Dios, en la iglesia – que el divino Maestro llama
casa de oración -, le exhorto en el Señor a practicar o
siguiente.
Entre en la iglesia en silencio y con gran respeto,
considerándose indigna de aparecer ante la Majestad del
Señor. Entre otras consideraciones piadosas, recuerde
que nuestra alma es el templo de Dios y, como tal,
debemos mantenerla pura y sin mácula ante Dios y sus
ángeles.
Avergoncémonos por haber dado acceso al diablo y sus
seducciones muchas veces (con su seducción del mundo,
su pompa, su llamada a la carne) por no ser capaces de
mantener nuestros corazones puros y nuestros cuerpos
castos; por haber permitido a nuestros enemigos
insinuarse en nuestros corazones, profanando el templo
de Dios que somos a través del santo bautismo.
En seguida, tome agua bendita y haga la señal de la cruz
con cuidado y lentamente.
En cuanto esté ante Dios en el Santísimo Sacramento,
haga una genuflexión devotamente. Después de haber
encontrado su lugar, arrodíllese y haga el tributo de su
presencia y devoción a Jesús en el Santísimo Sacramento.
Confíe todas sus necesidades a Él junto con la de los
demás. Hable con Él con abandono filial, dé libre curso a
su corazón y dele total libertad para actuar en usted como
él crea mejor.
Al asistir a la Santa Misa y a las funciones sagradas,
permanezca muy compuesta, cuando en pie, arrodillada y
sentada, y realice todos los actos religiosos con la mayor
devoción. Sea modesta en su mirada, no gire la cabeza
aquí y allí para ver quién entra y sale. No ría, por respeto a
este santo lugar y también por respeto de quienes están
cerca de usted. Intente no hablar, excepto cuando la
caridad o la estricta necesidad lo requieran.
6
Si reza con los demás, diga las palabras de la oración
claramente, observe las pausas y nunca se apresure.
En suma, compórtese de tal manera que todos los
presentes sean edificados, y que, a través de usted, sean
instados a glorificar y amar al Padre celestial.
Al salir da iglesia, debe estar recogida y calma. En primer
lugar, pida el permiso de Jesús en el Santísimo
Sacramento; pida perdón por las faltas cometidas en su
presencia divina y no Le deje sin pedir y recibir Su
bendición paterna.
Cuando esté fuera de la iglesia, sea como todo seguidor
del Nazareno debería ser. Sobre todo, sea extremamente
modesta en todo, pues esta es la virtud que, más que
cualquier otra, revela los sentimientos del corazón. Nada
representa un objeto más fiel o claramente que un espejo.
Igualmente, nada representa mejor las buenas cualidades
de un alma que la mayor o menor regulación del exterior,
como cuando alguien parece más o menos modesta.
Debe ser modesta al hablar, modesta en la sonrisa,
modesta en su porte, modesta al caminar. Todo eso debe
ser practicado, no por vanidad, con el fin de mostrarse a sí
misma, ni con hipocresía con el fin de aparecer buena a
los ojos de los demás, sino, por la fuerza interna de la
modestia, que reglamenta el funcionamiento exterior del
cuerpo.
Por tanto, sea humilde de corazón, circunspecta en las
palabras, prudente en sus resoluciones. Sea siempre
económica al hablar, asidua a la buena lectura, atenta en
su trabajo, modesta en su conversación. No sea
desagradable con nadie, sino benevolente para con todos
y respetuosa con los más ancianos. Que cualquier mirada
siniestra salga de usted, que ninguna palabra osada
escape de sus labios, que nunca haga una acción
indecente o de alguna forma gratuita; nunca
especialmente una acción gratuita o un tono de voz
petulante.
7
En suma, deje que todo su exterior sea una imagen vívida
de la compostura de su alma.
Mantenga siempre la modestia del divino Maestro ante sus
ojos, como un ejemplo; este Maestro que, según las
palabras del Apóstol a los Corintios, colocó la modestia de
Jesucristo en pie de igualdad con la mansedumbre, que
era su virtud particular y casi su característica: “Ahora yo,
Paulo, os ruego, por la mansedumbre y humildad de
Cristo”, y de acuerdo con tal modelo perfecto, reforme
todas sus acciones externas, que deben ser reflejos fieles,
revelando los afectos de su interior.
Nunca se olvide de este modelo divino, Annita. Intente ver
una cierta majestad adorable en su presencia, una cierta
agradable autoridad en su modo de hablar, una cierta
agradable dignidad en el andar, en el mirar, en el hablar, al
conversar; una cierta dulce serenidad del rostro.
Imagine esa extremamente compuesta y dulce expresión
con la que él llamó a la multitud, haciendo que dejasen
ciudades y castillos, llevándolos a las montañas, los
bosques, a la soledad y las playas desiertas del mar,
olvidando totalmente la comida, la bebida y los
quehaceres domésticos.
Así, intentemos imitar, tanto como nos sea posible, estas
acciones modestas y dignas. Y hagamos lo mejor para ser,
en lo que sea posible, semejantes a Él en la tierra, con el
fin de que podamos ser más perfectos y más semejantes a
Él por toda la eternidad en la Jerusalén celeste.
Termino aquí, pues soy incapaz de continuar,
recomendando que usted nunca se olvide de mí ante
Jesús, especialmente durante estos días de extrema
aflicción para mí. Espero que la misma caridad de la
excelente Francesca por quien usted tuvo la gentileza de
dar, en mi nombre, mis manifestaciones de extremo
interés en verla crecer cada vez más en el amor divino.
Espero que ella me haga la caridad de hacer una novena
de Comuniones por mis intenciones.
8
No se preocupe si es incapaz de responder a mi carta
inmediatamente. Lo sé todo, así que no se preocupe.
Me despido de usted con el beso santo del Señor. Yo soy
siempre su siervo.
Fray Pío, capuchino
Grupos de oración del Padre Pio de habla hispana
Segundo Misterio:
10
Quiera el Señor conceder el triunfo a la verdad, la paz a su
Iglesia, la tranquilidad a las naciones de la tierra, salud y
prosperidad a Vuestra Santidad, para que, disipadas estas
nubes pasajeras, el reino de Dios triunfe en todos los
corazones, gracias a Vuestra acción apostólica de
supremo Pastor de toda la cristiandad.
(12 de septiembre de 1968, al Papa Pablo VI – Ep. IV, p. 12)
Padre Nuestro, 10 Ave María y Gloria
Tercer Misterio:
11
Venga pronto el reino de Dios; santifique a su Iglesia este
piadosísimo Padre; derrame abundantemente su
misericordia sobre aquellas almas que hasta ahora no lo
han conocido. Destruya el reino de satanás; ponga en
evidencia, para confusión de esta bestia infernal, todas
sus malas artimañas; haga conocer a todas las almas las
claves para engañar de este triste cosaco. Este tiernísimo
Padre ilumine las inteligencias de todos los hombres y
llame a sus corazones, para que los fervorosos ni se
enfríen ni reduzcan la marcha en los caminos de la
salvación; los tibios se enfervoricen; y aquellos que se le
han alejado retornen a él. Disipe también y confunda a
todos los sabios de este mundo para que no combatan e
impidan la propagación del reino. En fin, que este Padre
tres veces santo aleje de su Iglesia las divisiones que
existen e impida que se produzcan otras nuevas, para que
haya un solo redil y un solo Pastor. Centuplique el número
de las almas elegidas; envíe muchos santos y doctos
ministros; santifique a los actuales y haga que, por medio
de ellos, retorne el fervor a todas las almas cristianas.
Aumente el número de los misioneros católicos, porque,
todavía de nuevo, nos tenemos que lamentar con el divino
Maestro: «La mies es mucha y los trabajadores son
pocos».
(8 de marzo de 1915, a Anita Rodote – Ep. III, p. 61)
Cuarto Misterio:
12
Después del amor de nuestro Señor, yo te recomiendo el
de la Iglesia, su esposa y nuestra tierna madre; el de esta
querida y dulce paloma, que sólo puede poner huevos y
hacer que nazcan pichoncitos para el Esposo. Agradece a
Dios, cientos de veces al día, el ser hija de la Iglesia. Pon
tu mi-rada en el Esposo y en la Esposa; y di al Esposo:
«Oh, que eres el Esposo de una bella Esposa»; y a la
Esposa: «Ah, que eres la Esposa de un Esposo to-do
divino». Ten gran compasión de todos los pastores y
predicadores de la Iglesia, al igual que de todos los
pastores de almas; y contempla, hijita mía, cómo están
diseminados por toda la tierra, porque no hay provincia en
el mundo donde no haya muchos. Ruega a Dios por ellos
para que, salvándose ellos mismos, procuren con fruto la
salvación de las almas. Y en esto te suplico que no te
olvides nunca de mí, cuando te encuentres delante de
Jesús, ya que él me da tanta voluntad de no olvidarme
nunca de tu alma.
Quinto Misterio:
No todos estamos llamados por Dios a salvar almas y a
propagar su gloria mediante el elevado apostolado de la
predicación; y has de saber que este no es el único y solo
medio para alcanzar estos dos grandes ideales. El alma
puede propagar la gloria de Dios y trabajar por la
salvación de las almas mediante una vida verdaderamente
cristiana, orando incesantemente al Señor que «venga su
reino», que su santísimo nombre «sea santifica-do», que
«no nos deje caer en la tentación», que «nos libre del
mal».
13
Esto es lo que debes hacer también tú, ofreciéndote plena
y continuamente al Señor por este fin. Reza por los
malvados, reza por los tibios, reza también por los
fervorosos, y reza de modo especial por el sumo Pontífice,
por todas las necesidades espirituales y temporales de la
santa Iglesia, nuestra muy tierna madre; y eleva una
oración especial por todos los que trabajan por la
salvación de las almas y por la gloria de Dios en las
misiones, entre tanta gente infiel e incrédula.
(11 de abril de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 68)
14
Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del
demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú
Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el
divino poder a Satanás y a los otros espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo para la perdición de las
almas. Amén."
+ En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
ROSARIO DE LA PACIENCIA
Señal de la cruz
Señor: en este día tan especial, vamos a orar juntos
meditando las enseñanzas del Santo Padre Pío, quien es
un modelo para nosotros, ya que ha sido un hombre de
valor: que siguió Tus enseñanzas, supo enfrentar la
adversidad con amor, que fue humilde, que tuvo caridad y
que nunca se envaneció con los dones que poseía. Que
nos enseñó a honrarte y a amar a María Tu Santa Madre.
Que nos enseñó a orar por quienes amamos, por quienes
no conocemos y por todos los que lo necesitan.
En Tu presencia y en Tus manos dejamos nuestra vida,
nuestras alegrías, nuestros proyectos, nuestra esperanza,
nuestros sufrimientos y nuestra amada tierra.
Acompáñanos Señor en nuestras súplicas. Amén.
15
Primer Misterio:
La virtud de la paciencia es la que nos asegura, más que
ninguna otra, la perfección; y, si conviene practicarla con
los demás, hay que tenerla no menos con uno mismo. El
que aspira al puro amor de Dios, no necesita tanto tener
paciencia con los demás cuanto tenerla consigo mismo.
Para conquistar la perfección, se necesita tolerar las
propias imperfecciones. Digo tolerarlas con paciencia y no
ya amarlas. Con este sufrimiento crece la humildad. Para
caminar siempre bien, es necesario, mi queridísimo hijo,
aplicarse con diligencia a recorrer bien aquel trozo de
camino que está más cerca y que es posible recorrer,
hacer bien la primera jornada, y no perder el tiempo
deseando hacer la última cuando todavía no se ha hecho
la primera.
Muchísimas veces nos detenemos tanto en el deseo de ser
ángeles del paraíso, que descuidamos ser buenos
cristianos. Con esto no quiero decir o significar que no
sea oportuno para el alma poner muy alto su deseo, pero
sí que no se puede desear o pretender alcanzarlo en un
día, porque esta pretensión y este deseo nos fatigarían
demasiado y para nada. Nuestras imperfecciones, hijito
mío, nos han de acompañar hasta la tumba. Es cierto que
nosotros no podemos caminar sin tocar tierra; pero es
verdad también que, si no nos tenemos que tumbar o
mirar a otro lado, tampoco hay que pensar en volar,
porque en las vías del espíritu somos como pequeños
pollitos, a quienes todavía no les han salido las alas.
(25 de noviembre de 1917, a Luis Bozzuto – Ep. IV, p. 403)
16
Nuestra vida terrena se va muriendo poco a poco en
nosotros; de igual modo es necesario hacer morir en
nosotros nuestras imperfecciones. Imperfecciones, es
cierto, que para las almas piadosas que las sufren, pueden
ser también fuentes de mérito y motivos poderosos para
adquirir virtudes; porque, a través de esas imperfecciones,
conseguimos conocer cada vez mejor el abismo de
miseria que somos; y ellas nos impulsan a ejercitarnos en
la humildad, en el desprecio de nosotros mismos, en la
paciencia y en el esfuerzo.
Hijo mío, yo no sé qué impresión producirá en tu alma esta
pobre carta, pero todo lo he escrito al pie del crucifijo. He
sentido muy fuerte en mi corazón el impulso a escribirte lo
que te he escrito, porque he juzgado que una gran parte de
tu mal pasado ha estado motivado por haber hecho
grandes proyectos y, viendo después que los resultados
eran pequeñísimos y que las fuerzas eran insuficientes
para poner en práctica aquellos deseos, aquellos planes y
aquellas ideas, fuiste atormentado por angustias e
impaciencias, inquietudes y turbaciones de la mente y del
corazón. De aquí nacieron en tu corazón todas aquellas
desconfianzas, languideces, ruindades y faltas. Y si todo
esto es verdad, como por desgracia lo es en realidad, sé
más prudente de aquí en adelante, camina pisando tierra,
porque el alto mar te produce vértigos y te provoca
mareos.
(25 de noviembre de 1917, a Luis Bozzuto – Ep. IV, p. 403)
17
El gozo es un vástago de la caridad; pero, para que este
gozo sea perfecto y verdadero, se requiere que tenga
como su compañera invisible a la paz, que se da en
nosotros cuando el bien que poseemos es el bien sumo y
se-guro. Ahora bien, ¿no es acaso Dios el sumo bien que
el alma ama y amándolo lo posee?
Es necesario, pues, que este bien, además de ser sumo,
sea también seguro. Pues bien, el divino Maestro nos
asegura que «Vuestro gozo nadie os lo podrá quitar».
¿Qué testimonio más seguro que éste? El alma, al pensar
en esto, no puede no sentirse enteramente alegre. He aquí
lo que hace afrontar con ánimo jubiloso las más amargas
contradicciones.
Sin embargo, hay que señalar que, así como el alma
mientras esté en estado de peregrino no podrá alcanzar
nunca la caridad perfecta, de igual modo su paz no podrá
nunca ser perfecta. Las contradicciones, las tribulaciones
son tantas, los contrastes con los que la pobre alma es
maltratada son tan numerosos, como para hacerla
agonizar en ciertos momentos de la vida, hasta tal punto
de resultarle insoportable la vida misma; y esto na-ce del
verse en peligro de poder arruinarse.
Ahora bien, para resistir a tan duras pruebas, le es
necesaria la paciencia, virtud que nos hace soportar, sin
ceder, las adversidades. Busque el alma que hace
profesión de perfección tener muy en cuenta esta virtud, si
es que le preocupa no trabajar inútilmente, ya que es por
esta virtud por la que permanecerá interiormente
ordenada.
(23 de octubre de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 197)
18
Cuarto Misterio:
La caridad, el gozo y la paz son virtudes que vuelven al
alma perfecta en torno a lo que posee; la paciencia, en
cambio, la vuelve perfecta en torno a lo que soporta.
Lo dicho hasta aquí es lo que es necesario para la
perfección interior del alma. Para la perfección exterior del
alma son necesarias las virtudes, algunas de las cuales se
refieren al modo cómo el alma que tiende a la perfección
debe comportarse con el prójimo; otras, en cambio, se
refieren al régimen de los propios sentidos.
Entre las virtudes que el alma necesita en relación al
prójimo, encontramos, en primer lugar, la benignidad, con
la que el alma devota, con sus comportamientos
agradables, corteses, cívicos, ajenos a toda grosería,
cautiva a aquéllos con quienes trata y atrae a imitar su
vida devota.
Pero todo esto es aún muy poca cosa. Conviene bajar a
los hechos: y he aquí que nos viene inmediatamente la
benignidad, virtud que empuja al alma a servir de utilidad
para los demás. Y aquí es bueno señalar dos cosas
bastante importantes para el alma que tiende a la
perfección. Una de ellas es ver que el prójimo no saca
provecho del bien que se le hace; la otra es, no sólo que el
prójimo no siempre saca provecho del bien que se le hace,
sino, lo que es peor, ver que a veces corresponde con
ofensas y con ultrajes. Al alma no bien instruida le sucede
con frecuencia que cae en el engaño. Dios nos libre de ser
víctimas de semejantes emboscadas, tendidas por el
enemigo para arruinarnos y correr sin premio.
Es necesario, por tanto, que, contra la primera emboscada,
nos armemos con la hermosa virtud de la magnanimidad,
que es una virtud que no permite que el alma retroceda
nunca al procurar el bien ajeno, incluso cuan-do ve que
ningún provecho saca el prójimo. Contra la segunda, es
necesario armarse de mansedumbre, que lleva a reprimir
la ira, incluso cuando se ve correspondida con ingratitud,
con ultrajes y con ofensas.
19
Pero todas estas hermosas virtudes todavía no bastan si
no se les une la virtud de la fidelidad, mediante la cual el
alma devota adquiere prestigio y cada uno se asegura de
que en su obrar no hay doblez.
(23 de octubre de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 197)
Padre nuestro, 10 Ave María y Gloria
Quinto Misterio:
Hay algunas enfermedades físicas, cuya curación depende
de un acertado modo de vivir. El amor propio, la estima de
sí mismo, la falsa libertad de espíritu, son raíces que no se
pueden erradicar fácilmente del corazón humano.
Solamente se puede impedir la producción de sus frutos,
que son los pecados; porque sus primeros retoños y sus
ramas, esto es, sus prime-ras sacudidas y sus primeros
movimientos, de hecho no se pueden impedir mientras se
está en esta vida mortal, aunque sí se puede moderar y
disminuir su calidad y su fuerza mediante la práctica de
las virtudes contrarias, particularmente del amor de Dios.
Es necesario, pues, tener paciencia al cortar los malos
hábitos, domar las antipatías y superar las propias
inclinaciones y cambios de humor; porque, mi buena
hijita, esta vida es una lucha continua y no hay quien
pueda decir: «Yo no he sido tentado». La quietud está
reservada para el cielo, don-de nos espera la palma de la
victoria. Aquí, en la tierra, hay que combatir siempre entre
la esperanza y el temor; pero con el propósito de que la
esperanza sea siempre más fuerte, y teniendo presente la
omnipotencia de aquel que nos auxilia. No te canses,
pues, de trabajar, con constancia, con confianza y con
resignación, por tu conversión y perfección.
(11 de junio de 1918, a Erminia Gargani – Ep. III, p. 735)
20
Padrenuestro, 10 Ave María y Gloria
21
Dios Todopoderoso y Eterno, Origen de la vida del alma y
del cuerpo, Dios de toda criatura, Soberano de los siglos y
Señor de todos tus dominios. Tú que eres Padre
misericordioso, y que enviaste a tu Hijo Jesucristo al
mundo para deshacer las obras del diablo, bendice a
Colombia.
Infunde el Espíritu de la Verdad sobre tus hijos que
habitan en este suelo, envía el Espíritu Paráclito sobre los
legisladores de nuestra nación, haz descender el Espíritu
defensor, el Espíritu que hace nuevas todas las cosas, y
que repele las insidias falaces del adversario, y frustra los
planes de destrucción y muerte que se ciernen sobre los
pueblos.
Dios Todopoderoso, Padre Santo, escucha el gemido de tu
Iglesia suplicante; tu misericordia venga sobre nosotros,
Señor, como lo esperamos de Ti. Salva a nuestra Patria
Argentina, sálvala poniéndola por encima de toda
perversión, y de las leyes de muerte, y de las costumbres
perniciosas. Bendícela con el Espíritu de santidad. No
permitas que prevalezca el maligno. Desata a nuestra
Patria de todo lazo de confusión, de los embates
engañosos, de las astucias que persiguen a las causas
justas, de la violencia y el veneno de la eterna perdición.
22
*asesor espiritual nacional de los Grupos de oración del
Padre Pio , Argentina.
CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN DE JESÚS
Rendido a tus pies, ¡Oh Jesús mío!, considerando las
inefables muestras de amor que me has dado y las
sublimes lecciones que me enseña, de continuo, tu
adorabilísimo Corazón, te pido humildemente, la gracia de
conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo.
Para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que
generoso concedes a los que de veras te conocen, aman y
sirven. Mira que soy muy pobre ¡oh dulcísimo Jesús! y
necesito de vos como el mendigo de la limosna que el rico
le ha de dar, mira que soy muy rudo ¡oh Soberano
maestro!, y necesito de tus divinas enseñanzas para luz y
guía de mi ignorancia.
Mira que soy muy débil, ¡oh Poderoso amparo de los
débiles ! y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en vos
para no desfallecer. Sé todo para mí, Sagrado Corazón:
Socorro de mis miserias, lumbre de mis ojos, báculo de
mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda
necesidad.
Tú me alentaste y convidaste cuando con tan tiernos
acentos dijiste, repetidas veces en tu Evangelio: “Venid a
Mí, aprended de Mí, pedid, llamad…” a las puertas de tu
corazón vengo hoy, y llamo, pido y espero. Del mío te hago
¡oh Señor! Firme, formal y decidida entrega: tómalo vos, y
dame en cambio lo que sabes me ha de hacer feliz en la
tierra y dichoso en la eternidad. Amén
23
Los cristianos son los “hijos de la alegría”; Dios “puso el
regocijo en nuestro corazón” (Sal. 4,8); la Iglesia, para la
criatura regenerada por el bautismo, en una magnífica
plegaria al Dueño de la vida y de la alegría, pide: “¡Que ella
te sirva alegre en tu Iglesia!”; Jesús en la última Cena
ruega al Padre que nos dé, no sólo la alegría, sino “la
plenitud de la alegría” (Jn. 15, 11); San Pablo grita a todos:
“Alégrense en el Señor siempre; les repito, alégrense” (Fil.
4,4); San Agustín incita: “Canta y camina; canta con la voz,
canta con el corazón, canta con las costumbres”, y si el
recuerdo de ti te entristece, el pensar en Él te ilumine de
alegría.
La alegría es “el gigantesco secreto del cristiano”
(Chesterton); a cada cristiano Dios le da el poder de hacer
de manera que quienquiera que lo vea –es un pensamiento
de Claudel- sienta deseos de cantar, como si le indicaran
en voz baja el tono… No obstante, el bosque de sauces
llorones es denso; es más fácil ver un ángel que descubrir
entre los cristianos una cara alegre. La “buena noticia”,
dada y propagada por Jesús, no parece causar mayor
alegría; muchos son los rostros tensos y las arrugas
precoces. “¿Dónde carambas escondéis vuestra alegría? –
pregunta Bernanos-. Al veros vivir como vivís, es increíble
que a vos y sólo a vos se haya prometido la alegría del
Señor”.
¿Quién sabrá nunca a cuántos cristianos Dios
recriminará su tristeza? Entretanto, no deberían estar
tristes más que de una sola tristeza: la de no ser santos.
Tal deformación ha infectado también a ciertos
hagiógrafos que a veces nos afligen con biografías de
santos taciturnos, enfadados, mientras que al contrario
ellos recuerdan que Dios “nos ha creado en el amor para
que vivamos en la alegría” y están contentos siempre y de
todo, porque nuestra alegría es Alguien y no algo; son
felices además de ser…santos, “no porque su santidad –
observa Merton- los vuelva admirables ante los demás,
sino porque el don de la santidad hace que ellos puedan
admirar a los demás. El don les confiere una visión que
puede encontrar el bien en los delincuentes más terribles”.
24
Un aspecto particular de la alegría es el buen humor.
¿Acaso tiene lugar no sólo en la vida de un cristiano sino
hasta en la de un santo? Como adecuada introducción,
que anticipa la respuesta afirmativa, transcribimos
directamente la oración que un santo elevaba al cielo para
obtener el don del buen humor: “Señor, dame una buena
digestión y también algo que digerir. Dame la salud del
cuerpo con el buen humor necesario para mantenerla.
Dame, Señor, un alma santa que haga tesoro de aquello
que es bueno y puro, a fin de que no se asuste a la vista
del pecado sino que encuentre, en su presencia, la manera
para poner las cosas de nuevo en su lugar. Dame un alma
que no conozca el tedio, el rezongo, los suspiros y los
lamentos, y no permitas que me aflija excesivamente por
esa cosa tan entrometida que se llama ‘ego’. Señor, dame
el sentido del ridículo. Concédeme la gracia de entender
una broma, para que conozca, en la vida, un poco de
alegría y pueda compartirla también con los demás. Amén”
(Tomás Moro).
25
Esto y más entendemos, al referirnos al humorismo y
buen humor del Padre Pío: el regocijo, la alegría, la
jocundidad, la ocurrencia juguetona y aguda, placentera,
alusiva y punzante, pero no hasta el punto de convertirse
en ironía.
El padre es un dador risueño, sirve a Dios y lo sirve con
alegría, con risa inocente y sana que le viene del corazón
puro, posee aquella alegría “sagrada” que tiene en Dios su
punto de referencia.
Resulta admirable su desenvoltura, con la que
generalmente llevó el peso de su ascesis inimitable y de
sus cruces, las que Dios y los hombres cargaban sobre
sus espaldas; y uno de los aspectos “proverbiales eran
sus ‘salidas’ divertidas, las ocurrencias del espíritu, los
chistes, brotados en pleno discurso, ora para aclarar de
golpe cualquier impresión que pudiese haber dado de
victimismo, ora para aligerar el efecto cortante de
indirectas, que usualmente eran leccioncitas muy
certeras” (Mondrone D., art. cit., p. 147).
26
Si durante las conversaciones con los amigos –que el
Padre Pío se permite luego de las fatigas del
confesionario- la presencia de alguna persona
desconocida enfría el recreo, él mismo considera
recomponer la atmósfera de abierta cordialidad y la
serenidad, la reposada “diversión” continúa con los
nervios distendidos, y en descanso y gozo del alma.
Se “divertía” y divertía, en el sentido preciso
etimológico de la palabra, desviando la tensión del ánimo
y del cuerpo de las actividades habituales, para disfrutar
una pausa de calma y de reposo en las breves alegrías
intercaladas en el ministerio; se “relajaba” (“relaxare”:
aflojar, que se refiere a distención), participando siempre y
con gusto en los recreos de la comunidad religiosa, sin
olvidar que la amable y fraterna conversación es también
caridad y la caridad “es siempre preciosa”.
De su inagotable repertorio sacaba las historias “más
inconcebibles y originales”, relatando con “memorable
desenvoltura”, como para dar envidia al más brillante
narrador. Conocía y sabía usar la agradable virtud de la
“eutrapelia”: ni tanto ni tan poco, chispeante y cortés,
comprometido hombre de Dios, que transfigura alma y
cuerpo en paz y alegría.
Incluso escogiendo la flor y nata, falta lo mejor: su voz
viva.
27
Cuando era estudiante, con una toalla y un cráneo puso
en aterradora fuga a un compañero suyo, reduciéndolo al
estertor por el miedo. Llamado a las armas, también él
tuvo sus aventuras militares. En una mañanita de lluvia “le
tocó ir no sé a donde. Nuestro soldado se armó
valerosamente de un paraguas y marchó, bien arreglado,
hacia la Plaza Plebiscito. ‘¡Hey, soldado!’. Pero el soldado
seguía de frente como si no hubiese escuchado. ‘¡Eh!
¡Recórcholis, os hablo a vos, soldado!’. Era un coronel
quien precisamente se impacientaba. Consideré
conveniente regresar. ‘¿Qué novedad es ésta?’, gritó el
coronel bajo el agua que lo ensopaba. ‘¡Un soldado con
paraguas! ¿Está loco?’. Me convenía hacerme el tonto –
recuerda en este punto el Padre Pío con una sonrisa
astuta- y le ofrecí mi paraguas: ‘Si el señor coronel se
quiere arreglar, lo acompaño…’. El coronel entendió que
tenía que vérselas con un recluta aturdido y con un gesto
de desprecio me volvió la espalda y me dejó ahí con mi
paraguas en la mano”.
Un recluta simplón es psicológicamente preparado para
una inminente visita del Rey. El sargento sabía que,
generalmente, los coloquios entre el Rey y los reclutas no
se salían del siguiente formulario: 1. pregunta: “¿Cuántos
años tiene?”, respuesta: “Veintidós”; 2. pregunta:
“¿Cuántos años de servicio tiene?”, respuesta: “Dos”; 3.
pregunta: “¿A quién sirve con mayor gusto, al Rey o a la
Patria?”, respuesta: “Uno y otro”. Y sobre esta pauta el
sargento instruye pacientemente al soldado raso, que
luego de muchos esfuerzos, aprende la lección.
28
El tipo de chiste preferido por el Padre Pío es aquel por
categoría; con frecuencia une los acostumbrados
abogados a los médicos, bromeando sobre su mala fama,
cordialmente anteponiendo: “Es para reírnos”. Un día,
pues, un Papa es llamado a resolver un delicado problema
de “precedencias” en las procesiones. Los abogados
quieren estar delante de los médicos, y los médicos
delante de los abogados.
El Pontífice salomónicamente arregla los
procedimientos para los séquitos de los implicados. Y
sentencia: “Praecedant carnifices, sequantur latrones:
adelante los médicos y detrás los abogados…”.
Un día el Padre Pío, rodeado de un grupito, distingue a
dos médicos que se acercan y él, rápido, pregunta:
“¿Sabéis como está un enfermo entre dos médicos?
¡Como un ratón entre dos gatos!...”.
Y por picar a los “togados”: “¿Sabéis por qué San
Ivone es el único abogado que ha entrado en el Paraíso?
Ahora os explico” y comienza con vivacidad y riqueza de
pormenores.
Para contar el cuentito del borracho, se levanta de la
poltrona de mimbre y remeda al personaje: “¿Por qué, oh,
Señor –decía el borracho que había visto sobre el muro
caminar un ciempiés- a este animalito le diste cien patas, y
a mí que no logro mantener el equilibrio sólo dos?”.
29
Usualmente no cuenta sólo por contar, sino que utiliza
el tiempo de recreo, sirviéndose de bromas con tema
didáctico y moral, que se insertan en la conversación
como respuesta a éste o aquél interlocutor. Para inducir,
por ejemplo, a uno de éstos a dejar S. Giovanni Rotondo y
regresar a su ciudad natal para reemprender el trabajo
habitual, narra cómo Cristo junto con los apóstoles había
arrendado un campo de trigo para la siega. “La tarde del
primer día no habían cortado ni un solo manojo porque
Jesús en vez de poner a trabajar a los Apóstoles los había
entretenido dialogando. Reprendido por el dueño del
campo, Jesús hizo un gesto y la extensión de trigo se
convirtió en un campo de gavillas apiladas. Al día
siguiente, San Pedro quiso imitar al Maestro. Arrendado
otro campo, en vez de poner a trabajar a los otros
Apóstoles se puso a conversar con ellos bajo los árboles,
pero en la tarde ante la furia del dueño inútilmente repite el
gesto de Jesús. El milagro no se cumplió. San Pedro es
considerado bribón por el dueño e ingenuo por Jesús”
(Bedeschi L., art. cit., p. 90).
30
Campanini y Macario, los dos notables actores
cómicos, llegaron a S. Giovanni Rotondo para visitar el
santuario de la Virgen de las Gracias y para rendir
homenaje al Padre Pío. Apenas los encuentra por los
corredores, el Padre Pío exclama: “¡Mira que caras!”. El
señor que los acompaña y los presenta a él, dice: “Padre,
los actores decidieron dejar de trabajar con las piernas y
comenzar a trabajar con la cabeza”. Y el Padre Pío: “Hagan
lo que quieran, lo importante es que sean juiciosos”. Y
despidiéndose, con tono risueño añade: “Seguid siendo
irreverentes; nunca habéis andado con tantas
formalidades. Cambiad rápido o de otro modo os corro”.
31
El Padre Pío sabía que el “dador alegre” no sólo agrada
a Dios sino también a los hombres; que no es de buen
cristiano hacerle la vida al prójimo más gravosa de cuanto
lo sea ya, agobiándolo con nuestro humor negro; por
consiguiente, lleno el corazón de la alegría que Dios ama
–“la alegría, cuando es fruto de la serenidad y del gozo,
tiene su casa en el corazón del cristiano, y su espejo en su
rostro” (Don Giuseppe De Luca)- se muestra abierto,
amable y contento con todos aquellos que encuentra
sobre su ruta para sostenerlos y ayudarlos continuamente
con su presencia. Y también en esto el Padre Pío está en
perfecta armonía con el espíritu de su seráfico padre
Francisco de Asís.
Así su humorismo se vuelve también apostolado y no
queda sólo en simple distracción y reposo: su alma santa
no se asusta ante el pecado, sino que encuentra el camino
“para poner de nuevo las cosas en su lugar”.
32
Usualmente, habilísimo, utiliza otra manera para
esconder los dones de los que Dios lo ha colmado. A
quien le dice lleno de admiración. “¿Por qué yo no amo a
Jesús como tú?”, él responde. “¿Y por qué yo no lo amo
como tú?”.
33
Con una carcajada general se rompe el gran silencio,
parecía un encuentro de viejos y festivos amigos, el
tiempo de la entrevista pasó velozmente y el Padre Pío
regresó al silencio conventual luego de haber extendido a
su alrededor una cortina de niebla para defenderse de
honores y alabanzas que se le tributaban sinceramente.
34
Su piedad se funde con un corazón ligero y contento:
donde hay mucha fe –está escrito- habrá también
muchísima risa (“es siempre primavera en el corazón que
ama Dios”, dice el cura de Ars –y hablaba por experiencia
personal). Risa condimentada con aquella “sal de la vida”
que se llama humorismo: “Padre espiritual, ¿por qué ayer
en la tarde durante la prédica sobre la muerte, dada por el
padre ejercitador, usted reía?”.
“¿Y qué iba a hacer? No me pude contener: ¡ciertos
predicadores te hacen reír incluso ante la muerte! …”.
Durante un temporal un hermano que está con el Padre
Pío en el corredor del convento de S. Giovanni Rotondo,
asustado por los relámpagos, que son frecuentes por la
presencia de la cabina eléctrica situada en una habitación,
dice: “Padre espiritual, por lo menos alejémonos de la
cabina. Ayer por un rayo se murieron diez personas”. Y él,
rápido: “Nosotros no corremos este peligro: sólo somos
dos”.
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No sabemos si el Padre Pío deba lamentarse también
de algún hermano Juan de la Miseria (señalaba, en
cambio, que lo vendían muy…barato, cuando oyó a un
chiquitillo sobre el atrio que voceaba: “El Padre Pío por
dos centavos…” ofreciendo la foto a los peregrinos), pero
es cierto que él no es ni feo ni legañoso y tampoco
trompudo: es “muy bello” (al mensaje arrebatado de una
mujer: “¡Padre feo y malo!”, el Padre Pío le contesta:
“¡Malo, sí! ¡Pero feo, no, porque Dios me hizo bello!”), sus
grandes ojos están “llenos de luz”; según la sugerencia de
su Fundador deja al demonio la tristeza y al bufón le dice
que siga haciendo el bufón; y sobre semejante línea de
conducta recibe la aprobación de un filósofo santo: “Etiam
officium histrionum, quod ordinatur ad officium hominibus
exhibendum, no est secundum se illicitum” (Incluso el
papel de comediante, cuando se trata de ejercerlo ante los
demás, no es en sí mismo ilícito) obtiene la sonrisa de la
Virgen y un aplauso del Niño Jesús: “Carlo Campanini va
con el Padre Pío: ‘Padre, ¿cómo puedo preciarme de ser
de vuestra familia espiritual, si cada tarde debo
empastarme la cara y siempre hacer el bufón en el
escenario?’
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El Padre Pío sonríe: ‘Hijo, en este mundo cada quien hace
el bufón en el lugar que Dios le asignó’. Basta anteponer a
Dios y cada cosa regresa a su lugar (…). Hubo un
saltimbanqui que se hizo monje y puesto que era de veras
ignorante no lograba aprender los cantos y las oraciones
de los hermanos. Entonces, cuando la iglesia estaba
desierta, el fraile saltimbanqui se exhibía ante la estatua de
Nuestra Señora, demostrando sus únicas habilidades:
saltos, cabriolas, volteretas. Fue grande el escándalo en el
convento cuando se supo el episodio. Y una bella mañana
el padre guardián se escondió detrás de una columna para
sorprender al hermano saltimbanqui. ¡Cuál no sería la
sorpresa del padre guardián cuando vio a la Virgen santa
sonreír desde su estatua y al Niño Jesús agitar las manitas
complacido por las proezas del maromero en hábito gris!
Ahí lo tienes: el fraile más ignorante de la comunidad
ofrecía a la Reina del cielo la flor de sus cualidades: y ella
aceptaba con alegría. Porque aquel fraile había escogido
bien su lugar. Nos atreveremos a decir con el Padre Pío:
‘hacía bien el ‘bufón’ en el puesto que Dios le había
asignado’. ¡Oh, aquella maravillosa ‘bufonería’ de
Francisco de Asís y de San Juan Bosco! Señor, dadnos un
poco; sólo un poco. ¡Tenemos mucha necesidad de ello
para ayudar al Padre Pío a terminar su grandiosa obra!”
(9).
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