Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Silvina Ramírez2
Resumen
Palabras claves
Pluralismo jurídico. Pluralismo epistemológico. Nuevas matrices estatales
Abstract
This article resumes the discussion about legal pluralism in Latin America, reflecting on
the new characteristics that it acquires in the 21st Century, to rethink other forms of
State. Thus, the concept of legal pluralism is linked to that of epistemological pluralism,
in the understanding that only starting from the idea of a multiplicity of knowledge is it
possible to adequately substantiate the existence of legal pluralism. With this starting
point, the need to generate new state models is generated.
Key words
Legal pluralism. Epistemological pluralism. State models
Repensando el pluralismo
Desde hace poco más de dos décadas asistimos a un despertar del concepto de
“pluralismo jurídico” en América Latina, vinculado principalmente a la emergencia de
los pueblos indígenas en la región y a un reconocimiento constitucional que abrió la
puerta para debatir sobre las consecuencias que para conceptos tan amarrados a nuestras
1
El presente trabajo es una versión revisada del artículo “Pluralismo jurídico en el siglo XXI: ¿nuevas
formas de Estado?”, publicado originalmente como capítulo del libro Justicia, Derechos Humanos y
Pueblos Indígenas. Nuevos debates y tendencias”, Ximena Alarcón, Andrea Aravena, Claudio Espinoza,
Juan Jorge Faundes, Sergio Fuenzalida, José Luis Pérez y Juan Vergara (editores), coedición, Ediciones
Universidad Católica de Temuco, Ediciones Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Red
Latinoamericana de Antropología Jurídica, Capítulo Chile (RELAJU-CHILE), Temuco, Santiago, 2017.”
2
Abogada y Doctora en Derecho. Miembro de la Sección RELAJU, Argentina. Profesora Facultad de
Derecho, Universidad de Buenos Aires, y Universidad de Palermo.
2
teorías –tales como Estado, nación, soberanía, monopolización del castigo, etc.–
vendrían a reconfigurar el escenario político jurídico de nuestros países.
Ya bien entrado el siglo XXI, vale la pena volver a pensar las discusiones de
entonces a la luz de las realidades presentes, nuevas constituciones y un contexto que, si
bien es más proclive al reconocimiento de derechos, sigue generando profundas
desigualdades, un reconocimiento que en la realidad es insuficiente para que los pueblos
indígenas recuperen su lugar como sujetos políticos.
El pluralismo jurídico no resulta –al menos normativamente, y para algunos Estados-
un concepto ajeno. Por el contrario, en las reformas constitucionales de los 90 -en
especial en el llamado constitucionalismo andino3- se reconocen formas de
administración de justicia indígena, pero no es hasta el paradigma establecido en el siglo
XXI con las reformas constitucionales de Ecuador en 2008 y Bolivia de 2009 que los
sistemas de administración de justicia ordinaria y de administración de justicia indígena
adquieren paridad.
Esta paridad y simetría entre diferentes sistemas de justicia debe ser justificada y
fundamentada en la existencia de cosmovisiones diversas. Cosmovisiones que
contemplan valores encontrados, formas de acceso al conocimiento divergentes y una
forma de gestionar la conflictividad –que se deriva de estas características- que difiere
precisamente por sus contrastes filosóficos, culturales y organizativos.
Si reconocemos la existencia de pluralismo jurídico, esto es un conjunto de sistemas
de justicia con características particulares, debemos admitir que sus formas de gestionar
la conflictividad tienen que ver con sus modos de vida y su propia cosmovisión.
Este artículo pretende enlazar el concepto de pluralismo jurídico al de pluralismo
epistemológico, en el entendido de que sólo partiendo de la idea de una multiplicidad de
saberes es posible fundamentar adecuadamente la existencia de pluralismo jurídico. Con
este punto de partida se describe la configuración de la administración de justicia
atravesada por la existencia y vigencia de diferentes sistemas de justicia, a la vez que se
teorizan sobre diferentes formas de interacción “correctas” entre dichos sistemas, de
acuerdo con algunas formas de pluralismo jurídico ya existentes en América Latina. De
ese modo, y dado que la administración de justicia contribuye en gran medida a generar
diferentes modelos de Estado, se exploran matrices estatales que respetan el pluralismo
jurídico y que van incorporando paulatinamente instituciones interculturales.
Finalmente, y a la luz de situaciones concretas, se evaluarán nuevas formas de
estatalidad y de “interlegalidad” que se van gestando en procesos políticos y jurídicos
altamente complejos.
Así, el pluralismo jurídico adquiere sentido si se lo vincula, como un friso que
compone una imagen desde lo abstracto a lo concreto, en primer lugar, con las
reflexiones alrededor de la potencialidad de la interacción de diferentes conocimientos,
entendiendo que siempre es posible dotar de nuevos contenidos a los conceptos; en
segundo lugar, con las discusiones alrededor de las formas que va adoptando el Estado y
los principios que lo sostiene; y, por último, y dado el estado de la situación actual del
3
Las reformas de las constituciones de Colombia, Bolivia, Ecuador, Perú, Venezuela.
3
pluralismo jurídico, con una proyección del futuro de una administración de justicia que
ha dejado de ser monolítica y homogénea.
4
Cfr. Sally Engle (2007).
5
La celebración de un juicio por jurados en la provincia de Neuquén (Argentina) en noviembre de 2015,
en la causa “Carol, Soae; Raín, Mauricio; Velázquez Meliqueo, Martín; s/ Tentativa de Homicidio”, en
trámite ante el MPF de Zapala, Legajo 10450/2014, en donde se juzgó a Relmu Ñanku (Carol Soae) por
tentativa de homicidio, y a Martín Velázquez Meliqueo y Mauricio Raín por lesiones agravadas, todos
pertenecientes a la comunidad Winkul Newen del Pueblo Mapuche, generó en los actores judiciales y
juristas enormes desafíos, dado que debió discutirse, en primer lugar, cómo seleccionar la mitad del
jurado, que por decisión judicial se conformó por miembros del Pueblo Mapuche (el así llamado jurado
intercultural). Si bien existe regulación acerca de la conformación del jurado, ésta sólo está pensada para
la integración de ciudadanos no indígenas, lo que obliga a pensar un modo de conformación de los
jurados indígenas que respete, precisamente, la interculturalidad. En este caso el jurado dictó un veredicto
4
En este punto es pertinente clarificar qué se entiende –en este trabajo en particular–
por presupuesto epistemológico. No es otra cosa que un punto de partida que tiene
especialmente presente un conocimiento asentado en la realidad, conocimientos que
varían de cultura en cultura, lo que nos permite hablar de un “pluralismo
epistemológico”. Esta diversidad cultural permite asimismo reflexionar sobre lo que
Santos llama “ecología de saberes” y que no es otra cosa, según sus propias palabras,
que una epistemología desestabilizadora (Santos, 2010:59), precisamente porque desafía
la idea tan arraigada de la universalidad del conocimiento, la razón y la verdad.
La perspectiva universalista ha contribuido en gran medida a gestar la idea de
modernidad que hoy se intenta superar, a través de la construcción de Estados asentada
en una visión única, con marcos axiológicos válidos en todo tiempo y lugar y una de
cuyas consecuencias es la gestación de un único sistema de administración de justicia.
El pluralismo jurídico también significa repensar la matriz estatal imperante, para dar
curso a un Estado pluralista que sea sensible a ese abanico de saberes.
Con este presupuesto es más sencillo entender una derivación que es prácticamente
incuestionable. La diversidad epistemológica significa multiplicidad de saberes, si esto
es así, conlleva a la pluralidad de sistemas de justicia, una inferencia más que obvia. No
puede entenderse al pluralismo jurídico si no está asociado a un pluralismo
epistemológico que lo enmarque, que lo contextualice y que le brinde las herramientas
necesarias para que pueda no sólo desarrollarse sino asimismo encontrar fundamento.
El pluralismo epistemológico, entonces, se convierte en un presupuesto necesario
para afirmar la existencia de pluralismo jurídico. Precisamente, será el reconocimiento
de esta posibilidad la que brinde un anclaje a la coexistencia de múltiples sistemas de
justicia. Ciertamente, esta idea necesita de un desarrollo que excede el objetivo de este
trabajo. No obstante, lo relevante es entender que el pluralismo jurídico no puede
entenderse como un fenómeno aislado, sino que es producto y consecuencia de una
comprensión del mundo que no es unidireccional, que es contra hegemónica y que
requiere, como tal, de un buceo más profundo en su genealogía para poder transmitir de
modo comprensible su relevancia.
Asimismo, el respeto del pluralismo epistemológico y el consiguiente
reconocimiento de pluralismo jurídico debe llevar necesariamente a concebir una matriz
estatal diferente a aquella construida en la modernidad. Para ello, deben
desconcentrarse, descentralizarse y transformarse las instancias del Estado,
posibilitando un entramado entre diferentes nodos de gestión de la conflictividad que
sea reflejo y traduzca las particulares concepciones de cada pueblo.
de “no culpabilidad”.
5
Una vez que se reconoce desde los Estados la administración de justicia propia, uno
de los desafíos que surge –de hecho, alrededor del cual se trabaja consistentemente hace
más de dos décadas, de manera coincidente con la adopción del Convenio 169– es cómo
llevar adelante la articulación entre diferentes sistemas normativos que coexisten en un
mismo espacio geopolítico. En otras palabras, cómo instrumentar el pluralismo jurídico
(Ramírez 2014: 150 y ss.)6.
La coordinación o articulación es una dimensión que los Estados no han abordado
fácilmente, a pesar de que ya en la ola de reformas constitucionales de la década de
1990 se incorporaron fórmulas constitucionales que reconocen el pluralismo jurídico,
especialmente en los países del bloque andino. Estas nuevas constituciones tomaron el
impulso de su renovación en materia indígena a partir de la aprobación del Convenio
169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) adoptado en 1989. Y es en el
nuevo siglo, con las últimas reformas constitucionales en América Latina, la
Constitución ecuatoriana de 2008 y la Constitución boliviana de 2009, donde se instala
–al menos normativamente– un paradigma más sólido de reconocimiento de la justicia
6
Parte de este trabajo ha sido publicado por IWGIA en 2014, en Convenio 169 de la OIT. Los desafíos de
su implementación en América Latina a 25 años de su aprobación.
6
7
Ley 073 del 29 de diciembre de 2010.
8
Para un estudio pormenorizado, véase Silvina Ramírez (2013). Véase también Faundes (2014).
7
9
Por ejemplo, en las comunidades de Jesús de Machaqa del departamento de La Paz, en el altiplano
boliviano, existen los Servicios Legales Integrales Municipales (SLIM), que interviene en casos de
violencia contra la mujer (Cfr. Choque, 2012).
10
La "Declaración de Pulmarí" fue firmada el 29 de agosto de 2014 en la localidad de Aluminé, provincia
del Neuquén, por los representantes del Ministerio Público Fiscal de Neuquén, de la Corporación
Interestadual Pulmarí y del Consejo Zonal Pewence. En la Declaración de Pulmarí los participantes
declararon:
Estado asuma la justicia indígena como parte de la justicia estatal. Esta situación
también es muy problemática, porque las autoridades indígenas –muchas de ellas, al
menos– no quieren ser diluidas en lo que se llama autoridades estatales, por lo que, en
cierto sentido, la pérdida de su identidad es un efecto no menor que deberá ser tenido en
cuenta en un análisis posterior12.
Los obstáculos que enfrenta una formulación de genuinas políticas interculturales
están relacionados, primordialmente, con un punto de partida equívoco, asociado al
nacimiento de los mismos Estados. Con ese mal inicio, lo que se construyó a
continuación fue una suerte de acompañamiento a concepciones que iban de un
segregacionismo obsceno, pasando por el asimilacionismo hasta llegar, en el mejor de
los casos, a lo que se denomina integracionismo, pero sin construir una relación con un
“otro” diferente, respetando condiciones políticas y jurídicas análogas a la del Estado
que surgió en la modernidad.
Como se advierte, en pleno siglo XXI y con material normativo que protege un
conjunto de derechos de los pueblos indígenas, todavía no existe una cabal comprensión
de los alcances del reconocimiento. De ese modo, tampoco es esperable que ese mismo
Estado pueda delinear sistemas de administración de justicia interculturales y que
consideren a los pueblos indígenas como genuinos sujetos políticos, aquellos que gozan
de derechos colectivos.
Estado incumpla con sus obligaciones brindando justicia si ésta es reclamada por las
comunidades indígenas que deciden, respetando su autonomía, que intervengan las
autoridades ordinarias.
Un planteo razonado sobre el tema que vincule los debates doctrinarios, los avances
jurisprudenciales, la normativa existente y la situación fáctica de los pueblos indígenas
debe tomar como punto de partida los instrumentos jurídicos internacionales que
colocan en el centro de la escena el principio de libre determinación y autonomía, para
que a partir de estos conceptos se delinee una nueva relación entre el Estado y los
pueblos indígenas, que en nuestro caso de estudio se traduce en la relación entre la
justicia ordinaria y la justicia indígena.
En definitiva, la administración de justicia indígena es reflejo de la consagración del
principio de libre determinación y, por ende, del respeto a la autonomía indígena. Por
supuesto que esta autonomía también se expresa en el ejercicio de otros derechos. Sin
embargo, su importancia está vinculada a ser conceptualizados dentro del Estado no
sólo como meros grupos “diferentes”, sino con aquella calidad que los convierte en
sujetos políticos, lo que da sentido a la interculturalidad.
Por otra parte, en América Latina ha sido también relevante que el sistema
interamericano de derechos humanos (SIDH) utilice como pauta de interpretación, para
dirimir conflictos en los que se encuentran involucrados pueblos indígenas,
precisamente el Convenio 169 de la OIT. Dado que el SIDH se ha convertido
progresivamente en un actor central en la región, mencionar el Convenio en sus
sentencias o informes le otorga un lugar especial para influir en decisiones de alto
impacto. Así, en temas tan sensibles como los derechos territoriales, las sentencias de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) han sido clave para clarificar
algunas discusiones conceptuales con alcances prácticos indiscutibles. Si bien no existe
una sentencia de la Corte IDH específica sobre reconocimiento de la administración de
justicia indígena, los derechos indígenas que establece hasta el presente –utilizando
como pauta interpretativa el Convenio 169 de la OIT– forman parte actualmente de un
material jurídico insoslayable a la hora de garantizar precisamente esos derechos.
Los derechos de los pueblos indígenas han adquirido una fuerza cada vez más
notable. A partir de la adopción del Convenio 169 de la OIT en 1989 (y su consiguiente
ratificación por gran parte de los países latinoamericanos), de las reformas
constitucionales que incorporan cláusulas de reconocimiento, así como de la suscripción
de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas
de 2007 y de la recientemente aprobada Declaración americana sobre Derechos de los
Pueblos indígenas en junio de 2016, se consolidó un marco normativo que protege un
conjunto de derechos –entre los más relevantes, el derecho a la tierra y al territorio, el
derecho a sus recursos naturales, el derecho a la consulta y participación y el derecho a
administrar su propia justicia– que garantizan su existencia como pueblos.
Específicamente, en el sistema de administración de justicia, y focalizado aún más en
la justicia penal, se pensó que las reformas procesales penales permitirían consolidar la
protección de los derechos de los pueblos indígenas –al incorporar herramientas
específicas que tengan presente el “hecho de la diversidad” y contribuir, de ese modo, a
11
Apuntes finales
articular diferentes modos de administrar justicia. Por otra parte, se discute la mejor
manera de relacionamiento entre sistemas, se problematiza sobre su interacción y la
incorporación de interculturalidad en los sistemas de justicia ordinarios, y se debate
sobre la necesidad de generar nuevos mecanismos que respondan a la interculturalidad.
Los pueblos indígenas, por su parte, gozan del derecho a la libre determinación y a la
autonomía. En ejercicio de estos derechos pueden decidir y definir cómo administrar
justicia, y desde ya pueden ejercer derecho propio. También existe la posibilidad de que
decidan colectivamente, a través de sus autoridades, que sea la justicia ordinaria la que
intervenga en sus conflictos, cuando evalúan –por las razones que fueran- que no
quieren intervenir en un conflicto en particular. De ese modo, se respeta su libre
determinación, y se evita que el Estado eluda sus responsabilidades, limitando el
servicio de justicia en las comunidades.
Si bien es cierto que es difícil escapar a la idea monolítica de la justicia, evitando
caer en un paradigma de sometimiento de una jurisdicción a otra, deben generarse las
condiciones de simetría y de respeto entre los diferentes sistemas. El debate alrededor
de dichas condiciones forma parte de la etapa aún pendiente y de la consolidación de
formas estatales que acojan la diversidad y que, en definitiva, puedan dar respuestas a
las demandas por justicia de los pueblos indígenas.
Referencias bibliográficas
SALLY ENGLE, M. (2007). Pluralismo Jurídico. En: L. Ariza Higuera & D. Bonilla
Maldonado (eds.). Pluralismo jurídico. Bogotá: Nuevo Pensamiento Jurídico-Temas,
Siglo del Hombre.
SANTOS, B. de S. (2010). Descolonizar el saber, reinventar el poder. Montevideo:
Trilce.
SIEDER, R. & FLORES, C. (2012). Dos justicias: coordinación interlegal e
intercultural en Guatemala. Guatemala: F/G Editores.