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CABEZAL

Artes plásticas

TÍTULO

Amalia Nieto: la multifacética artista que marcó su propio camino a lo largo del siglo XX.

En el panorama artístico uruguayo, existen artistas que, por motivos que van más allá de su obra,
han sido injustamente relegados por colegas y críticos. Tal es el caso de la pintora, escultora,
ilustradora y diseñadora gráfica Amalia Nieto.

La exposición Retrospectiva, que supone un recorrido por su extensa y variada obra, puede apreciarse
actualmente en la Sala 5 del Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) hasta el 2 de mayo, de martes a
domingos, entre las 13 y las 20 horas.
La muestra se divide en dos secciones: una que abarca fotos, cartas, muestras de sus diseños gráficos,
libros que ilustró y afiches, y otra que refiere a sus pinturas y esculturas. Es imperativo recorrer ambos
espacios para entender cabalmente la importancia y extensión de la obra de Nieto.
Mujer, bisexual, combatiendo la discriminación de sus colegas masculinos, y a la sombra de sus grandes
amores, el compositor, pianista y escritor Felisberto Hernandez y la directora de teatro Laura Escalante,
logró sin escandalizar a la pacata sociedad de la época, trazar un camino único y personal, revelando una
visión transformadora del arte.
“Me preguntan cuál es, de acuerdo a mi propia experiencia, la posición estética que debe seguir un artista.
Pienso que el artista, en todos los casos, debe superar la realidad; modificar, transformar, mejorar,
inventar, soñar la realidad. El artista es eso ante todo y muchas cosas más si se quiere, que pueden
enriquecer su obra. Pero antes que nada ver distinto, sentir distinto, con acento propio. En mi caso ese
acento va muy ceñido a la forma, a la forma objeto, a la forma color, a la estructura, al andamiaje riguroso,
a la construcción sobria y medida. Eso sin perder una actitud vital, no siempre alcanzable, para que
aparezca el resorte mágico o metafísico.”
Este texto, parte de uno más extenso, rico y lleno de matices, es la carta de presentación de la artista, y
puede leerse apenas se ingresa a la sala. Si bien la exposición está dispuesta en un orden casi
cronológico, se pueden distinguir claramente las series en las que se divide su obra, marcadas por los
cambios en el manejo de la luz, la forma, el color, el cambio del óleo por el acrílico, la geometría plana por
el volumen.
Amalia Nieto nació en Montevideo en 1907. A los 18 años estudió pintura con Domingo Bazzurro. Cuatro
años después viajó a París, donde permaneció durante tres años realizando estudios en la Grande
Chaumière con Othon Friesz y en la Academia de André Lhote. También asistió a un curso de Historia del
Arte en La Sorbona.
Resultan reveladores sus primeros trabajos, de pequeño formato, correcta hechura y colores sucios,
comunes en la pintura nacional. El primer quiebre en su estilo lo realizó en 1930. De ese año podemos
apreciar, junto a una naturaleza muerta con influencias planistas, unos “Arlequines” de estilo
constructivista.
Una constante en su obra es la utilización del color como elemento de fuerza y vehículo para comunicar su
mensaje, lo cual puede notarse ya desde sus principios.
A su regreso a Montevideo, Amalia Nieto realizó su primera exposición individual, y comenzó a impartir
clases de plástica en el Liceo Francés.
En 1934, Joaquín Torres García retornó al Uruguay, y Amalia formó parte de un grupo que colaboraba
con el maestro y difundía la teoría constructiva, convirtiéndose en su discípula e integrando además la
Asociación de Arte Constructivo creada por él.
En 1937 contrajo matrimonio con Felisberto Hernández, y ese mismo año se presentó en el Salón
Nacional de Artes Plásticas, publicando además notas en el diario El Plata y comentando sobre arte en CX
48 Radio Femenina.
En las décadas siguientes, presentó 33 muestras individuales y obtuvo 37 galardones en salones
nacionales, además de representar al Uruguay en bienales internacionales.
A lo largo de la muestra, la obra de Amalia está dispuesta en un in crescendo. En “Espacios detenidos”
(1960) hasta “América insólita” podemos disfrutar de pinceladas que muestran su vehemencia,
vehemencia que vuelca hacia los colores en “Centinela” (1967) y con los que experimenta hasta 1970. En
forma paralela Amalia empieza a trabajar con volúmenes, estructuras móviles que invitan al espectador a
participar de la obra configurándola de diferentes maneras. En 1969 gana el Gran Premio Escultura en el
Salón Nacional de Artes Plásticas con “Homenaje al cubo”. Se aprecia su larga experimentación con la
tercera dimensión sobre el plano, pintado la sombra de los objetos dibujados sobre planos de colores
apastelados, objetos que recuerdan a piezas de ajedrez. Además de las formas elegidas, los títulos de las
obras (“Sentenciada. La sombra que persigue”, “Juego de sombras”, “Juego misterioso”) refieren a lo
simbólico de las composiciones.
En esas obras, que revelan una madurez artística, ya no hay búsqueda: hay certezas.
En 1989, en la serie de “Naturalezas Muertas Mentales” y, definitivamente, en 1990 en la serie “Ritmo de
objetos útiles” aparecen representados dos planos, aunque la artista sigue trabajando la misma gama de
colores y los objetos se estilizan y se ordenan, mostrando un retorno a sus comienzos con Torres García.
La muestra se presta para recorrerla una y otra vez cambiando el sentido, instintivamente, y quizá así
podamos conocer o percibir algunas de las múltiples capas que componen cada obra. Hay que estar
abierto a dejarse seducir por Amalia.

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