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La castidad es una de las flores más exquisitas y olorosas en el jardín de la Iglesia y tiene la

sencillez, el candor, la majestad y la delicadeza del lirio. La virginidad inspirada por el amor de
Cristo, es una de las grandes revelaciones del Evangelio.

Excelencia de la virginidad

Desde el origen del cristianismo, respondiendo al llamamiento del Maestro y siguiendo las
huellas de la Virgen María y a ejemplo de los apóstoles, se levanta una legión inmensa de
almas virginales.

Las vírgenes son la alegría de la Iglesia y hacen florecer la fecundidad de la Iglesia.

San Juan Crisóstomo es un bien más excelente que el matrimonio, el hombre por ella se hace
semejante a los ángeles y los débiles mortales se convierten en émulos de los ángeles

El alma pura es una bella rosa y las tres divinas personas descienden del cielo para respirar su
perfume.

Virtud capital.

La castidad es una de las columnas principales que sostienen nuestro templo espiritual, es
imposible vivir religiosa, cristiana y hasta humanamente al margen de esta virtud

Toda alma debe ser casta y nadie entrará en el reino de los cielos sin esta vestidura nupcial.

La castidad descansa sobre un triple fundamento: humano, cristiano y religioso.

FUNDAMENTO HUMANO

La castidad como virtud humana, encuentra su justificación en los mismos principios de la ley
natural y no es más que “el dominio enérgico y constante de los instintos siguiendo las reglas
de la razón. El hombre debe vivir castamente por laos derechos de Dios y por la dignidad
personal.

Los derechos de Dios

Toda moralidad depende de Dios y El quiere que el hombre sea casto y lo quiere como:

- Creador: el nos hizo cuerpo y alma, somos para El, tiene un derecho de propiedad
absoluto, universal e inalienable. Entonces deducimos que este cuerpo no es nuestro
sino de Dios, y por lo tanto debe ser tratado con soberano respeto y nadie está
autorizado para poner su mano de ladrón o sacrílego.
- Legislador: La ley que nos ha sido dada no es tiránica sino que es tan sabia como santa.
Esta virtud nos fija dentro del orden y la armonía, nos pone en estado de entrar en los
caminos de Dios, de realizar sus planes y por último de procurar su gloria; demanda el
orden moral el dominio del alma sobre el cuerpo, del espíritu sobre la materia y
también que use de él según los designios providenciales de Dios. Por ello nadie tiene
derecho sin ir contra una de las leyes más fundamentales de la naturaleza de
transformar esta noble facultad en un vil instrumento de placer y de esterilidad.
- Artista soberano: ser casto es respetar una de las obras más hermosas del artista
soberano. Cada artista tiene derechos y no consiente que se ponga la mano bárbara y
sacrílega sobre su obra. El hombre entero es la virtud fuente de belleza, de armonía,
de santidad mientras que la impureza es un principio de fealdad, de agotamiento, de
completa degradación. El que no sabe ser casto se envilece y se rebaja al nivel de las
bestias.

COMO EL LIRIO

Carácter de la castidad

Es tal vez la virtud más frágil y la más expuesta, son numerosos sus enemigos interiores y
exteriores.

El primer carácter de la castidad es su poder de irradiación interior y exterior, moral y física. La


castidad espiritual y material al mismo tiempo se enraíza primero en la voluntad para
desarrollarse luego en todas nuestras facultades. La verdadera virginidad está en el alma.

Por eso la castidad es ante todo una cuestión de voluntad y de adhesión inmutable a Dios.
Mientras la voluntad no se doblegue al impulso de las pasiones, la virtud permanece intacta y
se arraiga más. Se es casto con la ayuda de Dios si se quiere y en la medida en que se quiere
serlo. Debe hacerse la distinción de “sentir” y “Consentir”, por ello no se ha de turbar por la
tentación por muy frecuente y horrible que sea. Santos de una inocencia incomparable han
pasado por esta prueba temible que no ha hecho más que purificar y virilizar su virtud.

Desde la voluntad la castidad e extiende a todas las demás potencias internas irradia sobre la
inteligencia iluminada por la fe, purifica la memoria que no vuelve al pasado y al mundo al que
ha renunciado; de sus anteriores debilidades el religioso no conservará más que un recuerdo
limpio de todo atractivo e impregnado de compunción. La imaginación no se entrega tampoco
a ensueños perturbadores...

Pero lo que más que nada debe ser casto es el corazón. Esta pureza no es indiferencia, dureza
o egoísmo. El corazón puro es ardiente y apasionado, que ama todo lo digno de ser amado,
con orden, con medida como a Dios, en Dios y por Dios. Todo afecto es florecimiento de la
caridad, todo afecto es sobrenaturalizado, excluye además toda ligadura natural, afecto
desordenado, amistad sentimental

Desde las facultades del alma la castidad se difunde por el cuerpo entero y los sentidos. En
una religiosa todo debe ser casto: la lengua, el oído, los ojos, el tacto y todavía mucho más el
alma. Que la fisonomía, la postura y la manera de andar estén marcadas con esa divina
modestia, fruto del Espíritu Santo.

VIRTUD AMENAZADA

E una virtud sumamente delicada y está terriblemente amenazada.


Su primer enemigo y el más peligroso por estar dentro es la corrompida naturaleza, la
concupiscencia de la carne.

También el temperamento, porque puede existir una inclinación a los placeres carnales. El
pasado que no estuvo exento de debilidades o de faltas; la inocencia que por ser menos
precavidos caen con más facilidad en la trampa. La edad puesto que la juventud es la más
tentada; las confesiones mal hechas no abriendo el corazón, no descubriendo afectos, sin que
se les pueda advertir; la conciencia ancha que no hace caso de cosas pequeñas en materia de
pureza; la conciencia sobresaltada que agranda y alimenta las tentaciones; la paz prolongada;
la vida tibia; la insensibilidad de la caída

El mundo: La influencia perniciosa del mundo hundido en el mal que en nuestro s días rezuma
sensualismo. El religioso está en contacto forzoso con una sociedad paganizada y gangrenada,

El demonio: Tentaciones que Dios permite a veces para castigar la presunción y el orgullo o
como pruebas purificatorias.

VIRTUD FECUNDA

La castidad dolorosa y a veces heroica es también por eso mismo admirablemente fecunda. La
castidad no florece más que sobre la cruz. El alma pura es una tierra abonada, propicia para
que germinen y se desarrollen todas las virtudes, especialmente la fe, la oración y el amor.

La castidad es fuente de luz, de fe viva, recogimiento y oración más dulce; también es fuente
de verdadera felicidad, sin remordimientos y sin vicisitudes y de amor.

NECESIDAD DE LA LUCHA

La castidad religiosa es una virtud de batalla y de conquista, su integridad solo puede ser el
resultado del triunfo cotidiano de la gracia y de la voluntad sobre todas las fuerzas coaligadas
de la naturaleza, del mundo y del infierno.

Tiene defensores: la humildad, amor de Cristo y la prudencia y puede usar de dos armas
eficaces: la austeridad y la oración.

MURALLAS DE LA CASTIDAD.

Humildad lo mismo que el orgullo conduce a las más grandes disoluciones, así la humildad es
la salvaguardia de la castidad. La humildad es la guardiana de la pureza y la madre de la
ciencia. Elk orgullo es la misma debilidad, nadie puede ser casto sin la gracia divina y esta
gracia Dios la niega a los soberbios. El castigo del orgullo es la caída en el fango. San Vicente
“Aunque fueseis ángeles, si tenéis vanidad caeréis en la impureza que es el castigo de este
vicio, ya que dios permite que las personas orgullosas caigan en ese horrible pecado para
humillarlas. El humilde tiene por el contrario conciencia de su debilidad y de sus miserias y
este sentimiento es una salvaguardia y una fuerza. El humilde evita el peligro y se mortifica

Amor de Jesucristo: No basta un amor lánguido y tibio, sino que es necesario un amor
completo, ardiente, generoso, una amistad profunda, una pasión de esposa. Quien sabe amar
con ternura desconoce el adulterio y, en el alma consagrada, toda falta contra la pureza reviste
la malicia de un adulterio espiritual.

Es también remedio preventivo contra la hermosura, el amor y el placer humano. Siempre


basta únicamente Dios al que le ama ardientemente.

Debilita la concupiscencia, nada mortifica tan rápida, eficaz y completamente la


concupiscencia como el verdadero amor de Dios, Rey del Corazón y dueño de todos sus
afectos. El amor carnal es vencido por el amor espiritual.

Actos de amor en la hora de la tentación.- Cuando seamos tentados arrodillémonos


inmediatamente y hagamos de nuestro corazón un escudo y un arma de nuestra plegaria, con
múltiples y fervorosos actos de amor.

Prudencia: Vigilad y orad para no caer en la tentación, evitar toda ocasión peligrosa. La
prudencia frente a sí mismo exige una vigilancia asidua de la imaginación, del corazón y de los
sentidos y el respeto sobrenatural de un cuerpo consagrado a Dios.

Las relaciones entre los miembros de una misma comunidad han de ser también discretas, sin
prejuicio de la cordialidad evitando las simpatías puramente naturales, ligaduras
sentimentales, amistades particulares y familiaridades fuera de lugar.

Y con el mundo (viajes, excursiones, correspondencia, visitas, dirección espiritual, confesiones,


locutorio, etc.) guiados por las constituciones.

En el apostolado: Ni el ardor de celo, ni la rectitud de intención pueden dispensar de la reserva


y la prudencia, que debe ser redoblada en las relaciones con personas de diferente sexo. No
somos ángeles y el pecado original por muy viejo que sea, no ha perdido su virulencia.

A estas medidas de prudencia individual, la Iglesia, celosa de la virtud y reputación de sus


religiosos, creyó conveniente añadir oficialmente la clausura que prohíbe la entrada de ciertas
personas en las casas religiosas y a los religiosos salir de sus casas sin permiso: prohibición de
introducir o dejar entrar personas del mundo en el interior del convento sin causa legítima y
con licencia de los superiores y prohibición a todo religioso de salir y de permanecer fuera de
su convento sin motivo razonable y sin permiso.

LAS ARMAS DE LA CASTIDAD

Mortificación.- el lirio de la pureza no conserva su blancura si no está protegido por las espinas
de la mortificación. El religioso enamorado del regalo, de la comodidad, sin espíritu de
sacrificio y de renunciamiento está siempre dispuesto y con frecuencia caerá. El placer aunque
legítimo es veneno que 3enerva la voluntad, reblandece el cuerpo y predispone para todas las
derrotas.

El trabajo.- Los que trabajan mucho apenas si les queda tiempo para ser tentados. “al que no
tiene nada que hacer se encarga el demonio de encontrarle una ocupación. El cuerpo si está
demasiado bien cuidado, se convierte en un servidor insolente y recalcitrante.
La austeridad se reforzará con el dominio de nuestras facultades y de los sentidos externos:
mortificación de la inteligencia, de la imaginación y de la memoria. Además se debe guardar la
austeridad exterior especialmente en las miradas, la vista. Hay que mortificar de un modo
especial los ojos, aún en las cosas permitidas y honestas.

No se debe olvidar la templanza en el comer y en el beber. Es una costumbre excelente la de


imponerse alguna privación en todas las comidas y no levantarse nunca de la mesa
completamente harto.

La oración.- la castidad es don excelente de Dios. Por ello la castidad es una gracia excepcional
que ha de implorarse todos los dias

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