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PABLO MARTÍN PRIETO

LOS FUEROS DE GUADALAJARA


Para mis padres, Malaquías y Abilia.

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INTRODUCCIÓN.
El objetivo del presente trabajo es ofrecer un estudio de conjunto sobre los
fueros de Guadalajara, tomados como cauce adecuado y relevante para el conocimiento
de su realidad local, entendida en sentido amplio, en los tiempos medievales. Se trata de
dos textos forales, desparejos en extensión y carácter, atribuidos respectivamente a los
reinados de Alfonso VII y Fernando III. Establecer dichos textos, sobre la base de las
versiones y copias disponibles, constituye el primer deber de la crítica textual, a la que
también se pide plantear y, en lo posible, resolver, los problemas suscitados a cuenta de
su proceso de formación. La comparación, tanto de su literalidad como de su contenido
normativo, con otros textos forales de época y entorno semejantes permite alumbrar
algunas conclusiones parciales sobre la interpretación y origen de los institutos que
contienen. El seguimiento en su continuidad de la producción normativa del concejo de
Guadalajara hasta el final de los tiempos medievales asegura la posibilidad de verificar
la evolución de preceptos que arrancan de los fueros y están llamados a un desarrollo
ulterior interesante en las ordenanzas de la villa: por este camino, puede estudiarse cuán
dilatada fue en cada caso la vigencia de las normas recogidas en los fueros.
El tema en la historiografía.
Alfonso García-Gallo precisó con claridad ejemplar, en un trabajo clásico, las
distintas acepciones del término “fuero”: van éstas desde designar el modo de juzgar del
tribunal, hasta la norma jurídica misma, y a partir de esta última, el vocablo llega a
significar el ordenamiento o conjunto de normas que rige en un lugar, y por ende, el
texto en que éste se consigna1. Entendiendo, pues, por fueros aquellos textos donde se
recogen selecciones del Derecho vigente en un lugar2, su estudio constituye, de antiguo,
uno de los centros de atención preferente de los historiadores del Derecho e
institucionalistas. A los precursores de la historia española del Derecho, desde la
segunda mitad del siglo XVIII, se deben ya aportaciones valiosas encaminadas a su
estudio pormenorizado3. Durante el siglo XIX, los debates que acompañaron la
construcción del Estado liberal y el surgimiento de movimientos regionalistas teñirán de
color político el estudio de los fueros, cuya componente simbólica se percibe todavía
hoy con fuerza4. En todo tiempo, un defecto usual en la aproximación a los fueros,
inducido en alguna medida por una óptica exageradamente positivista, ha sido dejarse
seducir por el prestigio de los textos, tomándolos, de manera acrítica, como formados
por la autoridad que en ellos figura como otorgante, con el contenido y en el estado en
que los promulga; una aproximación científica al tema requiere emplear los recursos de

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la crítica para verificar su autenticidad diplomática y describir la formación del Derecho
que en ellos se contiene como un proceso histórico.
Las conclusiones de esta labor crítica permiten afirmar que, en su gran mayoría,
los fueros castellanos no fueron elaborados en la cancillería regia, sino en el seno de los
concejos, como compilaciones formadas por prácticos locales, frecuentemente a partir
de exenciones o concesiones privilegiadas, recogiendo usos y costumbres de los
pobladores, preceptos extraídos de fazañas y sentencias, así como posturas locales, a lo
largo de un complejo proceso de redacción5, en fases sucesivas, pasando de la forma de
cartas a libros de fuero6.
Por lo que toca en particular a los fueros de Guadalajara, bien que habiendo sido
objeto de varias ediciones y de estudios parciales, puede afirmarse que, hasta el
presente, se ha venido echando en falta un verdadero estudio de conjunto.
En su famosa obra sobre los fueros de las provincias vascongadas, Juan Antonio
Llorente dejó escrita una breve valoración del problema:
“El de Guadalaxara, dado por don Alfonso VIII, corregido por la
reyna doña María, muger del rey don Sancho el Bravo, y confirmado por
don Alonso XI en ocho de Agosto de mil trescientos y catorce, y en primero
de Agosto de mil trescientos treinta y uno, es el de Toledo con corta
diferencia7”.
Como veremos, se mezclan en esta breve noticia varias cosas: de un lado, parece
claro que el texto conocido por Llorente habrá sido el primer fuero de la villa, el
atribuido a Alfonso VII, pues es el único del que cabe razonablemente predicar esa
semejanza con el de Toledo que el autor desea destacar; de otra parte, la enmienda
introducida por María de Molina y confirmada por Alfonso XI no se hizo a este texto,
sino al segundo fuero de la villa, aprobado por Fernando III; en cuanto a la atribución a
Alfonso VIII, no es asunto inverosímil, por razones que procuraremos aclarar en nuestro
estudio.
De este pequeño embrollo se hace eco más adelante, en nota a su edición del
primer fuero de Guadalajara, el erudito Tomás Muñoz Romero8; en el título atribuye el
texto, sin duda por error, pues lo fecha en 1133, a Alfonso VI (y al hacerlo toca
seguramente un punto crucial, como tendremos ocasión de discutir más adelante). Hasta
nuestros días, buena parte de quienes estudian el primer fuero de Guadalajara siguen su
texto por esta edición de Muñoz Romero.

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Con todo, algunos historiadores locales a quienes la versión de Muñoz no
satisfizo se ocuparon posteriormente de editar sus propias transcripciones del mismo
texto: así, el cronista provincial guadalajareño Juan Catalina García López en 18949, su
discípulo y continuador Manuel Pérez Villamil en 191410, y Antonio Pareja Serrada en
192111. Entre tanto, el texto es reseñado en alguna obra de erudición, como el estudio
que Ubierna Eusa dedica en 1917 a los fueros de la provincia de Guadalajara12.
En 1924 el erudito norteamericano Hayward Keniston da a la estampa su
conocida edición del segundo fuero de Guadalajara, atribuido a Fernando III13; se trata
del libro de fuero, que edita basándose en dos manuscritos: el ejemplar que durante
siglos se conservó en el concejo de Guadalajara para acabar en la Biblioteca de la
Universidad de Cornell, donde todavía hoy se custodia; y la copia inserta en el códice
X.II.19 de la Biblioteca del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Su cuidada
edición, formada con criterio científico, constituye desde entonces referencia
inexcusable para cuantos se ocupan de este segundo fuero.
Dejando a un lado la corrección y buen método de su edición, podemos juzgar la
aproximación historiográfica que Keniston hizo al texto: y teniendo en cuenta lo
limitado de sus conocimientos sobre la historia del Derecho español, lo cierto es que,
aun participando de ciertos prejuicios propios de la época, el erudito norteamericano se
mostró sensible y perspicaz al señalar ciertos problemas cruciales. Supone con acierto
que los dos textos que maneja se derivan de una fuente común, pero se obstina en
postular la preexistencia de una innecesaria versión latina del fuero14; sobre la base de
ese apriorismo juzga la lengua del fuero15; llama la atención sobre la naturaleza
miscelánea de los fueros, concebidos como compilaciones normativas antes que como
textos unitarios16; conoce el primer fuero publicado por Muñoz Romero, y la indicación
antes citada de Llorente, pero no acierta a relacionarlos, y postula la posible existencia
de un fuero dado a Guadalajara por Alfonso VIII, distinto del editado por Muñoz y del
que él mismo publica17; sobre la cuestión de las relaciones de este fuero con otros,
descarta la existencia de un paralelismo fuerte con el primer fuero de Guadalajara, y
apunta las semejanzas parciales con los de Alcalá, Brihuega, Medinaceli y sobre todo
con la Carta del otorgamento del fuero de Madrid18.
La publicación de la obra de Keniston tuvo eco inmediato entre los estudiosos
del Derecho español. De 1925 data la breve pero enjundiosa reseña que le dedicara Galo
Sánchez en las páginas del Anuario de Historia del Derecho Español, haciéndole objeto

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de una acogida favorable, aderezada con numerosas e interesantes puntualizaciones de
detalle19.
La puesta a disposición de los eruditos de ediciones accesibles de los dos fueros
de Guadalajara facilita en lo sucesivo la consideración de los mismos como objeto de
estudio aportado al conjunto de fuentes normativas de época medieval sobre las que se
elaboran distintos trabajos parciales. Así, citarán preceptos de uno o ambos fueros de
Guadalajara en sus estudios sobre aspectos concretos de historia del Derecho autores
como: José Orlandis20, Juan García González21, Ramón Fernández Espinar22, José
Martínez Gijón23, Francisco Tomás Valiente24, por citar únicamente algunos de los más
destacados.
Asimismo, se aprovecha el contenido de los fueros para trazar visiones
panorámicas de las instituciones y la vida de la Guadalajara medieval, en las obras de
autores localistas25.
Por otra parte, aparecen separadas por breve plazo sendas aportaciones
relevantes de carácter general al tema de los fueros, debidas a dos figuras de referencia
en la historia del Derecho español: nos referimos, naturalmente, a los importantes
artículos de Alfonso García-Gallo26 y Rafael Gibert27, en los que se ocupan de poner en
pie un marco conceptual para el estudio de los fueros medievales, y al hacerlo pasan
revista a los problemas que los principales textos plantean. García-Gallo circunscribe su
aproximación a los fueros de Guadalajara como comprendida en el área geográfica que
identifica con la antigua Celtiberia prerromana; presenta el primer fuero como uno de
los textos breves propios de la primera mitad del siglo XII; y el segundo como
perteneciente a una etapa más avanzada de elaboración del Derecho local, entre finales
del XII e inicios del XIII28. Por su parte, Gibert se aventura a algunas aseveraciones
sobre el proceso de redacción y contenido de ambos fueros29:
“Guadalajara recibió pobladores de ambos fueros, leonés y
castellano. El documento más antiguo de su derecho es el fuero de 1133 por
Alfonso VII: un privilegio judicial que coloca a la nueva población en el
régimen autonómico de Castilla, con algunos caracteres del fuero de
frontera. La atribución de la herencia vacante se hace por “albedrío de
buenos hombres mozárabes”. El “tener todos un fuero” se refiere al pago del
diezmo. Fernando III dio en 1219 nuevos fueros, que representan una
fijación más avanzada del derecho local. No es un fuero reformador;
consolida la jurisprudencia y las ordenanzas municipales. En 1314 la reina

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doña María (mujer de Sancho IV) restableció en Guadalajara el derecho de
troncalidad, que es netamente castellano y fuero de Sepúlveda por
antonomasia; posiblemente, se había quitado a Guadalajara por la política
legislativa apoyada en el fuero Real”.
Algunas de las anteriores afirmaciones merecen ya un comentario cuya
justificación hallará el lector en las próximas páginas de nuestro estudio: la lectura que
nosotros damos al primer texto no avala la participación de los mozárabes en cuestiones
de herencia; la unidad de fuero no se apoya en el pago de diezmo alguno, sino,
parcialmente, en la abolición del tributo de alessor, propio de la fiscalidad heredada de
la administración musulmana; a Gibert le faltaban datos para asegurar que el segundo
fuero consolidara “la jurisprudencia y ordenanzas municipales” (o más bien, posturas
del concejo, correspondiéndose las ordenanzas, propiamente, con época posterior); lo
que María de Molina hizo en 1314, a petición de los vecinos, no fue tanto “restablecer el
derecho de troncalidad” (cuya calificación de “fuero de Sepúlveda por antonomasia”
resulta, por demás, discutible), cuanto establecer un uso troncal distinto al que se había
recogido en el segundo fuero, sin que el influjo de la obra legislativa de Alfonso X haya
tenido, al parecer, cosa que ver en el asunto.
Del segundo fuero apareció en 1983 una nueva edición, en la obra general
dedicada por Julio González al reinado de Fernando III30, tomando como texto base un
manuscrito del Archivo Histórico Nacional que no había sido conocido por Keniston31,
y aportando las variantes de los manuscritos de Cornell y El Escorial que el erudito
norteamericano ya había manejado. Es peculiar que en la ficha de este documento,
González inserte una referencia enigmática a un “becerro del siglo XVI” del Archivo
Municipal de Guadalajara, sin que por demás registre en su edición variante alguna de
esta supuesta procedencia; de hecho, el único volumen custodiado en el Archivo
Municipal de Guadalajara que puede corresponderse con esa descripción es un llamado
Libro copiador, confeccionado en la segunda mitad del siglo XVI, recogiendo
privilegios, ordenanzas, inventarios, aranceles y otros contenidos misceláneos del
concejo, pero donde no se hallará copiado, en sitio alguno, el fuero de la población32.
En 1998 se leyó, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Málaga, la tesis doctoral de María Ángel Rosso Jiménez, titulada Estudio lingüístico del
Fuero de Guadalajara (1219)33. Contiene este trabajo un interesante y completo estudio
de la lengua del segundo fuero. Su autora manejó y transcribió por separado cada uno de
los tres manuscritos que presentan el texto de este fuero: Cornell (C), Escorial (E) y

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AHN (que ella llamó B, por no inducir a considerarlo original, y al que nosotros nos
referimos como A), pero no realizó una edición crítica combinando las lecturas de todos
ellos34. En general, sus suposiciones sobre el stemma codicum y la transmisión textual
del fuero son razonables, si bien adolecen de cierta vaguedad e imprecisión; conociendo
las referencias de Llorente y las ideas de Keniston sobre un original latino, plantea
como posible la existencia de un fuero dado por Alfonso VIII como modelo
aprovechado en la confección del aprobado por Fernando III en 121935; debido, en fin, a
la orientación filológica de su trabajo, maneja superficialmente y deja en un segundo
plano, de manera comprensible, cuanto atañe a aspectos históricos y jurídicos sobre el
texto36.
En suma, y como puede apreciarse, la anterior selección de los hitos más
significativos en el estudio de los fueros de Guadalajara transmite la impresión de un
trabajo a medio hacer, en que a las diversas aportaciones parciales faltaba por añadir un
enfoque general o de síntesis, que pretendemos ofrecer en nuestro presente estudio.
Plan de la obra.
Como punto de partida para nuestro estudio, ofrecemos en primer lugar los
textos de ambos fueros: en el caso del primero, el atribuido a Alfonso VII, no se trata
propiamente de una edición del texto, sino de una versión propia basada en las lecturas
proporcionadas por los editores que conocieron el diploma antes de su desaparición;
para el segundo fuero, el confirmado por Fernando III, hemos realizado una edición
crítica parcial (concentrada en la parte dispositiva del documento) basada en los tres
manuscritos conocidos de época medieval que nos transmiten el texto.
Figura a continuación una indagación crítica de los textos, orientada a
desentrañar, en la medida de lo posible, cuanto puede decirse sobre su proceso de
formación y redacción. En seguida, un capítulo destinado a resumir y ordenar lo
principal de su contenido normativo, completado con la glosa detenida, cláusula por
cláusula, de ambos textos. De esta forma, el lector puede formarse una idea general del
carácter y contenido de los fueros, pudiendo si lo desea descender a cuestiones de
detalle que hallará luego desarrolladas en el comentario pormenorizado de cada
cláusula.
Por último, se presentan algunos instrumentos útiles para completar el
conocimiento y la valoración de los textos: transcripciones y referencias a algunos
documentos de archivo en los que puede seguirse la evolución ulterior de ciertos
preceptos o normas contenidos en los fueros; cuadros esquemáticos en que se presentan,

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sin voluntad de exhaustividad, algunas concordancias relevantes de los fueros
estudiados con otros textos próximos; un conciso glosario de términos que pudieran
presentar alguna dificultad inicial al lector; y la bibliografía selecta con las principales
obras que hemos usado para preparar nuestro trabajo.

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EL PRIMER FUERO, ATRIBUIDO A ALFONSO VII.
Para los propósitos de nuestro estudio nos ha parecido conveniente elaborar, si
no una verdadera edición (empeño imposible de raíz debido a la desaparición física del
diploma), sí al menos una versión propia de este texto, sin pretender con ello restituir o
reconstruir su literalidad original, sino como mera herramienta de trabajo formada por
cotejo y selección de las lecturas más plausibles o (en nuestra opinión) más acertadas,
tomadas de las transcripciones publicadas, anteriores todas ellas a la renovación de
criterios y métodos que los diplomatistas han protagonizado en las décadas posteriores a
1936, fecha en la que se perdió el diploma. La versión de García López parece, en
general, fiable y formada con buen sentido37. Las de Pérez Villamil y Pareja Serrada la
siguen a mayor o menor distancia, sin aportar nada verdaderamente relevante38. La
edición de Muñoz Romero39 nos sirve sólo como referencia para organizar nuestros
parágrafos, separados y numerados sobre aquélla, debido a la gran difusión alcanzada
por la obra de dicho erudito decimonónico.
Todas las ediciones mencionadas parecen basadas en un mismo original, pero
presentan variantes en su transcripción. Nuestra versión supone un intento de
refundirlas en un solo texto, adoptando en cada caso la lectura que nos parece más
correcta, la ortografía que hipotéticamente estimamos más cercana al original que
transcribían, y la puntuación que consideramos más oportuna para la recta intelección
del texto.
***

9
Don Alfonso, por la graçia de Dios Enperador de Espanna, et donna Berenguella
Reyna, muger mia: a vos, los ommes de Guadalfaiara, damos et otorgamos et
confirmamos, por aquesta scriptura, et es a saber:
[1] [a] Que ayades mandamiento de yuntas en Talamanca con los ommes
d’allent sierra por vestros fueros, et firmedes sobrellos; [b] et ayades otrossi
mandamiento en Fita con los ommes de Sant Estevan et de Berlanga adelante, et
firmedes sobrellos; [c] et si omme de Guadalfaiara oviere jodizio con algund omme de
los sobredichos, et apareçiere por fazer derecho ante el juez de aquella villa, et el otro
non quisiere alli algund derecho fazer, pendre por si mismo, et tome en asadura xxx
solidos.
[2] Omme que oviere jodizio con omme d’allent sierra et viniere a mandamiento,
et aquellos se llamaren a jodizio del Rey, non vayades con ellos allent sierra a demandar
al Rey.
[3] Otra razon, otorgamos a vos, que sodes pobladores de Guadalfaiara, o
aquellos que d’aqui adelant vernan a poblar, siquiere de Castiella, siquiere de Leon,
siquiere de Gallizia o de otras partes, que ayades vestras casas et vestras heredades en
todo el logar, et assi misma mientre d’aquellos moçarabes, commo de otros ommes los
quales alli seredes allegados.
[4] [a] Et qui pendriere a vos fuera de termino de Guadalfaiara, en carrera o en
otro logar, peche a la parte del Rey quinientos solidos, et doble aquella pendra, et el otro
nol suelte aquella pendra por quel pendro; [b] et si alguno pendrare d’aquellas aldeyas
de Guadalfaiara, peche a la parte del Rey sesaenta solidos, et aquella pendra doble; [c]
mas si querella oviere algund omme de las otras partes contra omme de Guadalfaiara,
vengal demandar derecho a so conçeio, et parezca ante aquel juez que alli fuere, et fagal
alli derecho; et si alli nol quisiere fazer derecho, tome so bordon et pendrel por si mismo
en aquella puerta.
[5] [a] Otrosi, a todos los pobladores de Guadalfaiara, et reçibieren alli casas et
heredades, esten en ellas un anno, et despues de un anno, si non quisieren alli estar, et
las quisieren vender, vendanlas a qui quisieren, et vayan a do quisieren; et si adelante
quisieren a otra extremadura, ayan sus casas et sus heredades en paz, et sin ocasion
ninguna; et si se quisieren yr a Castiella, o a otras tierras, asi misma mientre las puedan
vender a qui quisieren; [b] et si non las quisieren vender, et quisieren tener aquellas

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casas et las heredades: si fuere cavallero, sirva por el otro cavallero; et si fuere peon,
assi misma mientre faga.
[6] [a] De calonnas, et de llagas, siquier de homiçidio, qui voz levare antel juez o
antel merino que fuere, peche al Rey la septima parte, et assi el sennor non firme
sobrellos; [b] et si aquella voz non fuere fallada ante aquel juez o merino, faga cada uno
su voluntad entre vezino et vezino, et peche toda aquella calonna el vezino al vezino; [c]
furto et trayçion, todo sea a la parte del Rey.
[7] [a] Todos los ommes de Guadalfaiara que fueren en cavalgada con el Rey o
con otro sennor, et dieren una quinta, non den otra; [b] mas si ovieren a levantar
cavallos o llagas de ommes, primero levanten aquello, et despues den la quinta por
suerte; assi misma mientre fagan si fueren menos de Rey o de otro sennor.
[8] [a] Aquellos peones de Guadalfaiara non fagan fonsado; [b] mas los
cavalleros vayan en hueste con el Rey las dos partes, et la terçera parte finque en la
çibdad; [c] et si algund cavallero de aquellas dos partes non quiera andar con el Rey
peche diez solidos al Rey; [d] este serviçio fagan al Rey una vez en el anno, cada anno;
[e] et todos los ommes que fueren fallados en esta sobre dicha çibdad, et fueren alli
pobladores, et dizdra alguno d’aquellos: “yo so fiio de potestad”, non aya mayor pena si
non commo uno de sus vezinos, mas la septima parte peche; [f] semellant mientre de
jodios o de moros; [g] sin vezinos de Guadalfaiara non fagan aqui merynos.
[9] El omme que viniere a Guadalfaiara, de Castiella o de otros logares, et
aduxiere consigo muger rabida, o verna fuyendo temiendo muerte, et fuere en los
terminos de aquella çibdad, et fuere alli desonrrado o muerto, qui lo fiziere peche al Rey
quinientos solidos.
[10] [a] Et los ommes de Guadalfaiara que fueren a mercado non den portadgo
en la mi tierra; [b] et esto mismo, de ganado de aquella çibdad non den montadgo en
ningund logar.
[11] Et todo omme que podra aver casas, o sean sos yuveros eizo non aya
ningund omme calonna sobrellos, si non so sennor.
[12] [a] Testamentarios non ayades alli; [b] mas si ovieren gentes, que hereren
las quatro partes, et la quinta denla por su alma; [c] et si non oviere alguna gente que
herede, denlo todo por su alma segund alvedrio de buenos ommes.
[13] [a] Moçarabes [...] nin otros ommes non pechen alaxor, que quiere dezir
quinta; [b] mas todos ayan un fuero.

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[14] [a] Et si alguno oviere jodizio con su vezino fasta x solidos, esten a joyzio
de so alcalde; [b] et de x solidos arriba, si se clamaren al Rey, esperen alli al Rey fasta
que venga a estas partes.
[15] [a] Et si fuere apellido, corran alla con sennas talegas; [b] et si çibdad o
castiello fuere priso o çercado, vayan alla las dos partes de los cavalleros, et la terçera
parte finque en la çibdad.
[16] Mercaderes que vinieren alli, non los pendren ningund omme en carrera,
nin en çibdad; et si alguno los pendrare, peche al Rey sessaenta solidos.
[17] Si verdadera mientre el poderoso Dios nos diere fuerça et vitoria sobre los
moros, que podamos prender el otra estremadura en adelant, diziendo afirmamos que
vos et ellos departades mediane de tierra por mar: et ellos non firmen sobre vos, nin vos
sobrellos, mas derecho jodizio sea entre vos;
[17 bis] et todo omme a qui demandaren jodizio meryno o juez, pare fiadores
que fagan quanto mandare el conçejo et aquel Rey: et si assi non lo quisieren agir a
derecho, refierla et ruiela sobre so razon.
[18] Si algund omme entre vezinos oviere sospecha de furto uno contra otro, et
non fuere provado d’algund furto, jure el, et otro con el que sea su vezino; et si provado
fue en otros furtos, salvesse por lidiador que sea semejante de si.
[19] [a] Moro que fuere preso en fonsado o en guerra, et fuere alcayad sobre
cavalleros, denlo al Rey, et el Rey de çient solidos a aquellos quel tomaren; [b] et del
otro cativo non den al Rey si non su quinta.
[20] Ningund omme que toviere cavallo, o armas, o alguna otra cosa enprestado
del Rey, et viniere el dia de su muerte, tenga aquello todo su fijo o su hermano.
[21] [a] Oro o plata que sea ganado con trabajo, den la quinta al Rey; [b] mas de
otros pannos, o de otra ropa, non den quinta.
[22] Aun quiero et mando et otorgo, por remision del Rey don Alfonso mi
abuelo, et de todos mis parientes, que los clerigos de Guadalfaiara non sirvan cavalleria
a Rey nin a otro sennor, nin a alcalde, nin a ninguna voz non salgan, nin cavallos non
conpren por fuerça, si non por su buena voluntad: mas sirvan a Dios et a sus eglesias a
las quales son ordenados, et a so obispo tan sola mientre.
[23] Sobre todo, otorgo et confirmo aquesta sobrescripta carta a todos los
moradores de Guadalfaiara; que do et mando que todos aquellos ganados que vernan a
paçer yerva en todos los terminos de Guadalfaiara, de qual que quiere parte, et vernan
d’allent sierra a estas partes, assi commo las aguas en termino de Guadalfaiara corren

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d’aquel monte que de los que otros montes ysse, otorgo et mando que la media parte del
montadgo sea guardado para mi, et la otra media parte, a huebos de los varones de
Guadalfaiara, et a ellos sea dado, et que fagan dello a so voluntad.
[24] Estos son los terminos de Guadalfaiara, los quales otorgamos et a ellos
damos: Daganço, et Dagançiel, Alcorcos, Anorçim, Peçuela, Ascarich, Fontona, Hueva,
Penalver, Yrueste, Brihuga, Archiella, Çiruelas, deçedas Ferayuso, Azura Vela, las
lagunas de Trexuech, Agalapagos, Alcoleya con todo su termino.
[25] Otra razon, vos otorgamos et damos, a huebos de los muros de
Guadalfaiara, cal, et adriellos, et sogas, et espuertas, et tapiales, et el preçio del maestro;
et los porteros de las puertas paguen del aver del Rey, al juez de la villa, xxiiij
mencales: et aqueste aver, si nol quisiere dar el merino o el judio, reçibalo el juez et
delo, et de ende cuenta al merino o al judio fasta xxx dias que yxiere del juzgador:
d’aqui adelante, que nol responda.
Si algund por aventura quisiere menos preçiar aquesto que nos creemos, et
aqueste mio testamento quisiere crebantar, o derromper quiera, de la yra de Dios
poderoso sea encorrido, et del santo cuerpo et sangre del nuestro sennor sea maldicho et
eneganado, et con Datan et Abiron, et con Judas que trayo al nuestro sennor, con el
diablo, que las penas infernales dentro en el infierno sotenga.
Fecha fue aquesta firme carta en era de mille et CL xxj, quinto dias andados de
las nonas de mayo; regnava el Rey don Alfonso, et el conde Remon, et donna Hurraca,
fija de la Reyna, et la Reyna donna Berenguella; quando se torno de Çafra, et aduxo
consigo Çefadolan de Metadole, que regnava en Espanna sobre los moros anteluzinos.
Yo, don Alfonso, Enperador, que lo mande fazer, lo confirmo. Yo, Reyna donna
Berenguella, muger del, lo confirmo. Yo, infante donna Sancha, hermana del, confirmo.

Domingo Gonçalez, Garçi Rodriguez, Testigos: Viçent Eyza.


conde, confirmo. confirmo. Domingo Perez. Pero Miguell.
Ferrand Iannez, Alvar Perez, Pero Domingo. Pero Carroz.
confirmo. confirmo. Çebrian Viçent Ferruzo.
Garçia Perez, Martin Ferrandez, Almodovar. Sancho Marvadez.
confirmo. confirmo. Ovieco Bueno. Gonçalo Salvador.
Melendo Martinez, Don Berenguel, Christoval.
confirmo. arçediano, Gonçalo Garçia.

13
Gonçalo Perez, confirmo.
confirmo. Rodrigo Ordonnez,
Pelay Corvo, confirmo.
confirmo.

Martin, notario del Rey, aquesta scriptura confirmo.


[26] Yo, don Alfonso, Enperador, mando et confirmo aquella petiçion que me
pidieron los ommes buenos de Guadalfaiara: por casas, si quier por vinnas, si quier por
morales, de un anno arriba non responda a vezino nin a omme de fuera.
Et sennor, este traslado es sacado del privillegio del Enperador don Alfonso,
vuestro antezesor.

14
EL SEGUNDO FUERO, APROBADO POR FERNANDO III.
De este segundo texto ofrecemos una edición propia, basada en el manuscrito C
(Cornell), registrando en notas las variantes correspondientes a los manuscritos A
(Archivo Histórico Nacional) y E (El Escorial). Nuestra edición se limita a la parte
dispositiva del documento, omitiendo así tanto el protocolo como el escatocolo del
mismo, que no aparecen de manera uniforme en todos los manuscritos.
***

15
[1] Tod ome que en boz agena quisiere entrar, primera mientre jure1 queE1
demanda derecho, y echarloE2 en la boz; et sy estoE3 non fiziere, no lo pierdaE4.
[2] Tod ome que oviereE5 a firmar ante alcaldes et juradosE6, con nonbre con
quales firmaraE7, et digal sy quierenE8 firmar o no, et que firmas oviere a perçebirE9;
diga a los alcaldes et a los jurados: “esto do a pesquerir”, et ellos pesquiran ante que
firmen las firmas; et pesquiran quatro jurados et sex alcaldes fiel mientre en bonos
omes, et al que fallaren en verdad, pase; et al otro, non; et o seE10 acordaren losE11 mas,
los otros vayanE12 posA1 ellos.
[3] QuyE13 oviere a jurar, et dixere elE14 otro: “pesquerid esta jura”, pesquiranla
los sobre dichos alcaldes et jurados; et sy non quisieren pesquerir, pechen ellos aquella
demanda.
[4] QuyE15 firiere a otro con punno, peche diez maravedis.
[5] QuiE16 truxiereE17 porE18 cabellos, peche diez maravedis.
[6] QuiE19 firiere a otro con armas de fierro, o con de fustaE20, o con piedra, o
con teja, pechen sesenta maravedis.
[7] QuyE21 anduviere en vando et firiere, et liuores non fiziere, peche tres
maravedis.

1
Literalmente, “ujre”, por metátesis de “jure”, que el copista puede haber reproducido sin entender. El
fenómeno se repite en A, probablemente por depender ambos manuscritos de una misma fuente.
KENISTON transcribe esta forma como “mire” en la variante correspondiente al manuscrito C, aunque
no la adopta en su edición: p. 3.
E1
El copista de E inserta aquí la fórmula “cre que”, muy probablemente siguiendo un prurito de
corrección del texto que copia, tal como lo entiende.
E2
En E se lee “e reçibanlo”. Probable corrección introducida por el copista, adoptada por KENISTON en
su edición: p. 3.
E3
En E se omite “esto”.
E4
En E se lee “non lo reçiban”: nueva corrección probablemente debida al copista, que KENISTON
adopta en su edición: p. 3.
E5
En E se lee “quisyere”.
E6
En E se inserta aquí “primera mente”, adición adoptada por KENISTON en su edición: p. 3.
E7
En E se lee “con qual quier es firmaret”, lectura probablemente deficiente.
E8
En E se lee “quisiere”.
E9
En E se lee “reçebir”.
E10
En E se lee “i sy”.
E11
En E se añade “de”.
E12
En E se añade “en”.
A1
En A se lee “por”.
E13
En E se lee “Quien”.
E14
En E se lee “al”.
E15
En E se lee “Quien”.
E16
En E se lee “Quien”.
E17
En E se añade “la mano”.
E18
En E se añade “los”.
E19
En E se lee “Quien”.
E20
E trastrueca el orden: allí se lee “con armas de fuste o de fierro”.

16
[8] Tod ome qui viniere en vando et firiere, o dixere: “dadle”, et el otro fuere
ferido, peche sesenta maravedis.
[9] Qui oviere a desafiar, diaE22 biernes desafie ante los alcaldes, et los alcaldes
fagangelo saber; et sy non vinieren dar por2 derechoA2 E23, costringanle los alcaldes fasta
que cunplan de derecho.
[10] Tod ome que provareE24 en açoche3 o en mercado, peche tres maravedis.
[11] Tod ome que dixiere a otro: “lidiarte ho e” syn mandamientoE25 deE26
alcaldes, peche diez maravedis; et syE27 anbos lo dixierenE28 el uno al otro, pechen
anbos çientE29 maravedis.
[12] DosE30 que varajaren, qui primera mente firiere, peche; etE31 qui sobre si
tornare, non peche.
[13] Pescador o conejero que vendiere pescado o conexos en sus casasE32,
pechen sendos maravedis.
[14] Qui echare algund armaE33 por ferirE34 et non firiere, peche tres maravedis.

E21
En E se lee, extrañamente, “[blanco] muger que”, probablemente por una lectura deficiente,
suponiendo el copista una fórmula del tipo “Tod ome o muger que”. KENISTON registra esta variante en
su edición: p. 4.
E22
En E se añade “de”.
2
Tanto en A como en E se omite este “por”.
A2
En A se añade en este punto: “pechen tres maravedis en que asy enbiaren que non vinieren resçebir
derecho, pechen tres maravedis, e qui non quisiere dar derecho”. Esta redacción reiterativa puede indicar
deficiente comprensión, por parte del copista, de una anotación marginal incorporada al texto, y permite
postular un origen separado para A respecto de C, con que en tantos puntos coincide, por lo demás.
E23
En E se añade en este punto: “peche tres maravedis; e el que non quisiere dar derecho”, resultando una
redacción más completa que C y más coherente que A. Por dar lugar a la lectura más comprensible,
KENISTON la adopta en su edición: p. 4.
E24
En E se lee “robare”, lectura adoptada por KENISTON en su edición: p. 4.
3
Abreviatura de resolución problemática: “açoche” o “açogue”. ROSSO JIMÉNEZ dice basarse en
modelos paleográficos para identificarla con la abreviatura de “ecclesia” (p. 41, nota 30), conclusión a la
que ya había llegado KENISTON, registrándola con incredulidad en la nota correspondiente de su edición
(p. 4). La abreviatura en A es similar. Probablemente los copistas de C y A la transmitieron sin
comprenderla, procurando reproducir su aspecto gráfico. En E, sin embargo, aparece correctamente
resuelta.
E25
En E se lee “mandado”.
E26
En E se añade “los”.
E27
En E se omite este “si”.
E28
En E se lee “dixeron”.
E29
En E se lee “veynte”: se trata probablemente de una corrección introducida por el copista para superar
la desproporción entre la cuantía de ambas penas. Sobre la posible razón de dicha desproporción, cfr.
nuestro comentario a esta cláusula. KENISTON registra la variante en su edición, pero adopta la lectura
“çient”: p. 4.
E30
En E se lee “Los”.
E31
En E se omite esta conjunción.
E32
En E se lee “en su casa”.
E33
En E se ordena este comienzo así: “Quien alguna arma echare”.
E34
En E se añade en este punto: “a otro”. Parece una precisión añadida por el copista para mejor entender
la cláusula.

17
[15] Tod ome que plazo pusiere, et dixere: “echamos a plazo”E35, nolE36 preste
ninguna sobrepuestaE37, sy non firmare conE38 los alcaldes de la rayz.
[16]4 Alcaldes prenden por bueltas de mercado, por lides e por vandos, syn
quereloso, et vieden el mal do lo fallaren.
[17] Sy algunos varajaren et paz pusierenE39 entre si, non pechen nada.
[18] QuiE40 muger prendare e dixere: “teste a tu marido”, firmegelo; et sy non,
peche quatro sueldosE41.
[19] Tod ome qui rancuraE42 metiere a los alcaldes, faganle luego aver derecho;
etE43 si non, pechenleA3 E44 un maravedi, et faganleE45 aver derecho; et de estas calonnas
fagan tres partes: una al rencuroso E46, E47otra a los alcaldes, et otra al conçejo.
[20] Tod ome quiE48 fuere trobiesoE49, non pendre si non contino5 E50
, et el
notino6 E51 tenga los pennos.
[21] Tod ome que erençia quisiere demandar, demande fata a diezE52 annos, et
dende asusoE53 non respondan, si no fuere preso o en romeria.
[22] Tod vezino o moradorE54 que fiziere a otro jurar, et despues le dixereA4:
“mentira juresteE55”, costringanle los alcaldes, etE56 peche tres maravedis.

E35
En E la frase que se recoge es: “echemos echemos [sic] el plazo”.
E36
En E se desarrolla como “no le”.
E37
En E se lee “sobre el apuesta”: es lectura deficiente que revela la incomprensión del copista.
E38
En E se lee “sy non firmaren”, omitiendo el “con”.
4
En C aparece esta cláusula fundida con la anterior, no precedida de calderón alguno, o de otro signo de
separación. En A y en E sí aparece separada. El sentido la distingue suficientemente de la inmediatamente
anterior. KENISTON la separa asimismo, numerándola como §16 de su edición: p. 5.
E39
En E se lee “fizieren”.
E40
En E se lee “Quien”.
E41
En E se lee “çinco maravedis”.
E42
En E se lee “querella”.
E43
En E se omite esta conjunción.
A3
En A se lee “pechen”, sin el enclítico “le”.
E44
En E se lee “pechen”, sin el enclítico “le”, al igual que en A. KENISTON mantiene el enclítico en su
edición: p. 5.
E45
En E se añade “luego”, probablemente por imitación de la anterior ocurrencia de esta expresión dentro
de la misma cláusula.
E46
En E se lee “para el querelloso”: acorde con la anterior elección del término “querella” por “rancura”.
E47
En E se añade en este punto la conjunción “e”.
E48
En E se lee “que” (menor latinización).
E49
En E se lee “travieso”, frente a C “trobieso” y A “trouieso”. KENISTON escoge para su edición la
forma “trabieso”: p. 5.
5
Literalmente, “contino”, tanto en C como en A: interprétese como contracción usual de “con vezino”.
E50
En E se lee “con vezino”: el copista ha desarrollado la contracción. Es la lectura que adopta
KENISTON en su edición: p. 5.
6
Literalmente, “notino”, tanto en C como en A: interprétese como contracción usual de “no vezino”.
E51
En E se lee “vezino”, atendiendo al sentido de la cláusula: es la lectura que adopta KENISTON en su
edición: p. 5. Sobre la discrepancia en la interpretación de esta cláusula que se sigue de la adopción de
una solución u otra, cfr. nuestro comentario.
E52
En E se lee “fasta diez”.
E53
En E se lee “ayuso”.

18
[23] QuiE57 enpellare a otro peche tres maravedis.
[24] Andador non coja ninguna cosa synonE58 su soldada: quinqueE59 maravedis.
[25] QuiE60 cauallo perdiere yendo en apellido, cojaE61 del vezino unE62 ochaua
de mentalA5 E63.
[26] Tod ome de GuadalfajaraE64 que bozes o bueltas oyere, et con lanças, o con
escudos, o con lorigasE65, exiereE66 en la villa, peche diez maravedis.
[27] Qui oviere de firmar a conçejo, firme con çincoE67 de conçejo.
[28] CaualleroA6 qui fuere en fonsado et se demandare, aduganloE68 aqui nosA7
aE69 tres nuefE70 dias, et deE71 tres nuefE72 dias adelante, non respondaE73.
[29] Alcalde o jurado quiE74 con armasE75, fueraE76 cuchillo, a bueltaE77 o en
vando viniere, peche diez maravedis.
[30] Sy buelta se fiziereA8 E78
enE79 villa, junten por alcaldes oA9 jurados la
clergueriaE80, a provecho de la villa, et syn arma, et qui armas aduxiere, peche diez

E54
En E se omite “o morador”.
A4
En A se lee “dixera”.
E55
En E se lee “juraste”, actualización conforme al uso lingüístico del copista.
E56
En E se lee “que”.
E57
En E se lee “Quien”.
E58
En E se añade “fuere”.
E59
En E se lee “çinco”, actualización del numeral latino, más conforme con el uso lingüístico del copista.
E60
En E se lee “Quien”.
E61
En E se lee “coxga”.
E62
En E se lee “una”.
A5
En A se lee “metal”.
E63
En E se lee “mencal”. Es la lectura preferida por KENISTON en su edición: p. 6.
E64
En E se lee “Guadalajara”, conforme al uso actualizado.
E65
En E se invierte esta relación, y reza “e con lorigas e con escudos”.
E66
En E se lee “saliere”, actualización conforme al uso lingüístico del copista.
E67
En E reza en este punto una abreviatura “vº”, que siguiendo el uso del documento puede desarrollarse
como “vezino”, dando lugar a una variante, si bien, cabe la posibilidad de que el escriba haya tenido a la
vista un numeral romano en el texto que copiaba y lo haya malinterpretado. Tanto en C como en A el
numeral aparece escrito en letra (“çinco”).
A6
En A se lee, textualmente, “Cauallo”, sin signo abreviativo alguno que pudiera hacer pensar en la
palabra “cauallero”, tal vez debido a un descuido del escriba.
E68
En E se lee “cunduganlo”.
A7
En A se lee “non”.
E69
En E se lee “non de”. Tal vez sea un error del copista, por “mande”.
E70
En E se lee “nueve”.
E71
En E se omite este “de”.
E72
En E se lee “nueve”.
E73
En E se lee “non le respondan”.
E74
En E se lee “que”.
E75
En E se lee “fuere”, por incomprensión del escriba, que suple el sentido de la cláusula que copia.
E76
En E se lee “salvo con”.
E77
En E se lee “bueltas”.
A8
En A se lee “Sy bueltas se fizieren”.
E78
En E se lee “Sy bueltas se fizieren”.
E79
En E se añade “la”.
A9
En A se lee “et”.

19
maravedisE81, et vieden tod el mal; et vayan pendrar et vedar el mal todos ensenble; et
qui non quisiere yr, peche diez maravedis a sos conpanneros.
[31] Tod ome qui pennos prisiere en mun [sic]7 A10, jure con un pariente vezino;
et sy pariente non oviere, jure con noE82 vezino, et peche diez maravedis.
[32] Sy ovejas oviereA11 uiniere [sic]E83 aE84 la vinna quanto piedra unaE85
pudiere echar, prendanE86 un carnero; et sy entrarentE87 en la vinna, pierdan çinco
carneros, o el danno, qual mas quisiere el sennor de la vinna.
[33] Ningund ome, porE88 casa, nin por vinna, nin por moral, nin por peral, de un
anno arriba non responda, nin cogaA12 utorE89.
[34] Tod ome quiE90 muger prisiere, el marido de al escosa en arras E91 vente
maravedis, et a la bibda, diez maravedis; et al escosa del aldea, diez maravedis, et a la
bibda, çinco maravedisE92.
[35]8 TodE93 ome quiE94 prisiere ganado danno faziendoE95, ante que entre enE96
corral prenda pennos de una ochaua de metalE97; e sy no, peche çinco sueldos; e sy
trasnochare, dupleE98 el ganado9.

E80
En E reza “ayuntense los alcaldes e jurados en el albergueria”. KENISTON adopta esta lectura en su
edición: p. 6.
E81
En E la cláusula se termina aquí, añadiendo “a sus conpannas”. Sin duda el escriba ha omitido, por
error, toda una línea del original que copiaba.
7
Esta extraña abreviatura la desarrollamos, por analogía con E, como “vinna”; tal vez el escriba
reprodujo el aspecto gráfico que tenía en el manuscrito que copiaba, sin entenderla él mismo.
A10
En A se lee “nim”.
E82
En E se lee “un”: es la lectura que adopta KENISTON en su edición: p. 6. Sin embargo, tanto en C
como en A reza “no”.
A11
En A se lee “ovieren”.
E83
En E se lee “venieren”, simplificando la confusa redacción de C y A, en beneficio de la claridad. Es la
lectura adoptada por KENISTON en su edición: p. 6.
E84
En E se lee “en”.
E85
En E se lee “una piedra”, corrigiendo el orden inverso, tal como aparece concordantemente en C y A.
KENISTON adopta la lectura de E en su edición: p. 6.
E86
En E se lee “pierda”.
E87
En E se simplifica la terminación latina: “entraren”.
E88
En E se lee “nin por”.
A12
En A se lee “coja”.
E89
En E se lee “otor”: es la lectura adoptada por KENISTON en su edición: p. 7.
E90
En E se lee “Todo ombre que”.
E91
En E se permuta este orden: “en arras a la escosa”.
E92
En E rezan todos los numerales en romanos: “XX, X, V”.
8
A partir de ésta, síguense diferencias entre los tres manuscritos, en lo tocante a la separación de las
cláusulas (mediante calderones en C y A, con párrafos en E). Respetamos en nuestra edición la separación
establecida por KENISTON en su edición, al objeto de conservar su numeración, que ha venido sirviendo
de referencia para todos los estudios sobre este fuero, y que, desde un punto de vista práctico, parecería
inconveniente alterar ahora.
E93
En E se lee “Todo”.
E94
En E se lee “que”.
E95
En E se invierte el orden: “faziendo danno”.
E96
En E se lee “a”.

20
[36]10 A13
De março arriba, deA14 E99
ganado que entrare en mies, peche por la
caveça fanega; etE100 fasta março, media fanega; et por arvejas et mijo, asy peche
commoE101 por çenteno; et por garvanços, E102commo por trigo; et por diez porcos etA15
por diez ovejasE103, una fanega; et si fuere pasçida oA16 arrancadaA17 mata de cogonbro,
peche un sueldo, et por el aperoE104. Et en vinna, por entrada, aE105 la cabeça tres
cotosE106.
[37] Por danno de vinna non preste bula [sic]A18 E107 sobrepuesta.
[38] TodE108 ome queA19 a otro en su casa, o en su vinna, o en su ortoE109, o en su
mesE110, lo fallare de noche furtando o [sic]A20 E111
lo matare, jure con dozeA21 dosE112

E97
En E se lee “mencal”.
E98
En E se lee “doble”.
9
En los tres manuscritos, C, A, y E, se lee claramente “el ganado”. KENISTON reconoce esta lectura en
C y E, por medio de la oportuna nota a su edición: p. 7, pero la corrige por “el danno”, por razones de
sentido y de analogía con el fuero de Alcalá de Henares: p. 22. Sobre la base de A, postulamos la
posibilidad de que el texto original de esta cláusula acabase en la palabra “duple”, siendo las palabras “El
ganado” las primeras de la cláusula o periodo siguiente, o bien una rúbrica descriptiva del contenido de la
misma, incorporada en el cuerpo principal del texto que se copiaba.
10
La extensión de esta cláusula queda aquí establecida como en la edición de KENISTON, más conforme
con la separación del manuscrito E. En C y en A se halla separada en un cierto número de cláusulas de
menor extensión.
A13
En A, un trazo marca la separación entre esta cláusula y la precedente. De acuerdo con esta
separación, la última palabra de la cláusula precedente vendría a ser “duple”; y las primeras de la
presente, “El ganado”, tratándose tal vez, como postulamos, de una rúbrica del original incorporada al
manuscrito aquí copiado.
A14
En A se omite este “de”.
E99
En E se omite este “de”.
E100
En E se omite esta conjunción.
E101
En E se omite este “commo”.
E102
En E se reitera aquí “asi peche”.
A15
En A esta conjunción se halla transformada en un calderón, introduciendo una separación artificial.
E103
En E se invierte el orden: “e por diez ovejas e por diez puercos”.
A16
En A, en lugar de esta conjunción, se encuentra un calderón, introduciendo una separación artificial.
A17
En A, se lee “arrincada”.
E104
En E se reemplaza esta lectura por “e por col, arrienço”. Esta lectura, más informativa y más
coherente que la presentada en C y A, es adoptada por KENISTON en su edición: p. 7.
E105
En E se omite este “a”.
E106
En E reza “quartas”. KENISTON registra esta variante en su edición, pero escoge la lectura
coincidente de C y A: p. 7.
A18
En A reza “bulla”.
E107
En E se lee “ninguna”. KENISTON registra esta discrepancia entre C y E; siguiendo el sentido de E,
supone que la lectura haya sido en origen “nulla” (confundida por el copista de C y A) y en consecuencia
proporciona la forma “nula” en su edición: p. 7.
E108
En E se lee “Todo”.
A19
En A se lee “qui”.
E109
En E se lee “huerto”.
E110
En E se lee “sus mieses”.
A20
En A se lee “et”.
E111
En E se lee “e”.
A21
En A se lee “dize”.
E112
En E se omite este “dos”.

21
vezinos que furtando lo matoE113: non peche nada, nin excaA22 E114
enemigo, syno el
omezilio viejo.
[39] Toda muger mala que dixere mala palabra a varon o a muger, vatanla sin
calonnaE115.
[40] Ningund ome non riepte a su collaço, nin syeruo a su sennorE116; E117
por
E118
ninguna cosa non aya riepto, syno por muerte de ome, o por fuerço , o por muger
forçada; A23et en estas tres cosas aya parte el sennor, et en al, non.
[41] TodE119 ome que fuereE120 poblar a GuadalfajaraE121, e dixere: “yo so fijo de
San Fagon” [sic]11 E122, no aya mayor calonna que uno de sus vezinos.
[42] Ningund omeE123 de Guadalfajara que vezino fuere non seaE124 merinoE125.
[43] Ningund ome de GuadalfajaraE126 que judezE127 fuere non coja pecho
ninguno de la villa, fueras sy viniere el Rey en la villa, o sennor, et dieraE128 el conçejo
alguna enfurçionE129: aquello saque etE130 aquello coja el judezE131.
[44] TodE132 ome a qui so juguero o so collaço matareE133, sea alA24 E134 omezillo
de so sennor.

E113
En E se inserta aquí la conjunción “e”. Es la lectura adoptada por KENISTON en su edición: p. 7.
A22
En A se lee “exen”.
E114
En E se lee “salga”.
E115
En E se añade “alguna”.
E116
En E se lee “sennora”.
E117
En este punto introdúcese en E separación entre dos cláusulas.
E118
En E se lee “furto”.
A23
En este punto introduce A separación entre dos cláusulas.
E119
En E se lee “Todo”.
E120
En E se lee “viniere a”.
E121
En E se lee “Guadalajara”.
11
Tal es la lectura, claramente producto de un malentendido, en C y también en A.
E122
En E se lee “de ynfançon”: es con toda probabilidad la lectura correcta, y con buen sentido la adoptó
KENISTON en su edición: p. 8.
E123
En E se lee “vezino”, dando lugar de inmediato a una redundancia.
E124
En E se lee “sera”.
E125
En E se da esta misma lectura, pero reza, tachado, “vezino”, sin duda un lapsus calami del copista,
cuya atención parece haber estado distraída en este punto de la labor.
E126
En E se lee “Guadalajara”.
E127
En E se lee “juez”.
E128
En E se lee “dieren”.
E129
En E se lee “algund esfuerço”.
E130
En E se lee “o”.
E131
En E se lee “juez”.
E132
En E se lee “Todo”.
E133
En E se invierte la redacción de este paso: “que a su yuguero o a su collaço matare”.
A24
En A se lee “el”.
E134
En E se lee “el”. Es la lectura adoptada por KENISTON en su edición: p. 8.

22
[45]12 TodoA25 ome que en GuadalfajaraE135 muriere yA26 E136
parientes no
oviere, hiE137 dent su aver por su alma, oE138 el mandare; et sy murieraA27 E139
syntE140
lengua, dentE141 su aver o bieren bonos omesE142 por bien.
[46] TodE143 ganado de GuadalfajaraE144 non de montadgo a ningund
lugarA28E145.
[47] TodE146 vezino de GuadalfajaraE147, sy el judezE148, E149
o los alcaldes, o los
juradosE150, alguna cosa le demandaren, de fiador que faga quanto el Rey mandare; et sy
asi fiadorE151 non le quisieren coger, defienda su casa.
[48] TodE152 vezino que a ome albarranE153 matare non peche syno el omezillo
viejo, et non exca E154 enemigo.
[49]13 Ningund ome por ninguna raiz non responda de un anno arriba.
[50] Tod ome a quiE155 demandidieren fiadoresE156 de salvo seyendo ante los
alcaldes, e non los diereE157, peche tres maravedis; e ayan poder de desecharE158 çinco
omesE159.
[51] Cauallero quiE160 oviere cavallo etE161 armas de fuste et de fierro, et toviere
casa pobladaE162 en la villa, non peche et sea escusado.

12
Esta cláusula, en el manuscrito C, no está separada de la anterior por el acostumbrado calderón.
A25
En A se lee “Tod”.
E135
En E se lee “Guadalajara”.
A26
En A se lee “et”.
E136
En E se lee “e”.
E137
En E se omite este “hi”.
E138
En E se lee “do”.
A27
En A se lee “muriere”.
E139
En E se lee “muriere”.
E140
En E se lee “syn”.
E141
En E se lee “den”.
E142
En E se lee “do omes buenos tovieren”.
E143
En E se lee “Todo”.
E144
En E se lee “Guadalajara”.
A28
En A se lee “logar”.
E145
En E se lee “en logar ninguno”.
E146
En E se lee “Todo”.
E147
En E se lee “Guadalajara”.
E148
En E se lee “juez”.
E149
En E se añade en este punto “o los judgadores”.
E150
En E se omite “o los jurados”.
E151
En E se invierte el orden: “fiador asy”.
E152
En E se lee “Todo”.
E153
En E se lee “abbarranno”.
E154
En E se lee “salga”.
13
En el manuscrito C esta cláusula está adherida a la anterior, sin separación entrambas.
E155
En E se lee “quien”.
E156
En E se lee “demandare fiador”.
E157
En E se lee “e los non diera”.
E158
En E se lee “sacar”.
E159
En E se lee “maravedis”, error evidente del copista.

23
[52]A29 Sy cavallero muriere, su cavallo et sus armas sean del fijo mayor que
fuere en casa; et sy fijoE163 non oviere en casa, heredelo el fijo mayor queA30 fuere fuera
de casa; et sy muriere su muger, ningund pariente, nin fijos nin fijas, non partan al
cavallero su cavallo nin sus armas.
[53] TodE164 ome queA31 a sabiendas lexareE165 de desafiar adE166 aquel quiE167
matoE168 su pariente, et desafiare a otro por presçio, o por ruego, o por mala voluntad
que aya contra el, pierdaE169 el enemigo, et peche el omezillo que deviere pechar aquel
henemigo sy con derecho fueseE170 desafiado.
[54] Ningund ome quiE171 fuere justiçiado, sus parientes non pierdan el aver.
[55] TodE172 ome qui por alcaldia diere aver, derribentleE173 las casas, et peche al
conçejo venteE174 maravedis, et non sea mas enE175 portiello. 14 A32E176El alcalde, quando
entrare, E177jure con dos parientes que non conpro aquel alcalidiaA33 E178.
[56] De aquel quarto que fuere el judezE179, el conçejo con losE180 jurados
pongan almotaçenA34, et no ayan poder el judezE181 nin los alcaldes sobre el

E160
En E se lee “que”.
E161
En E se omite “cavallo et”.
E162
En E se omite “poblada”.
A29
En A esta cláusula aparece adherida a la anterior, sin separación entrambas.
E163
En E se omite “fijo”.
A30
En A se lee “qui”.
E164
En E se lee “Todo”.
A31
En A se lee “qui”.
E165
En E se lee “dexare”.
E166
En E se omite este “ad”.
E167
En E se lee “que”.
E168
En E se añade “a”.
E169
En E se omite “el, pierda”.
E170
En E se lee “fuere”.
E171
En E se lee “que”.
E172
En E se lee “Todo”.
E173
En E se lee “derribenle”.
E174
En E se expresa este numeral en romanos.
E175
En E se añade “el”.
14
En C se introduce en este punto, mediante calderón, una separación de cláusulas. Debido a la
continuidad temática, KENISTON opta por suprimir esta separación en su edición: pp. 9-10.
A32
En A se introduce también en este punto separación entre cláusulas mediante el correspondiente
calderón.
E176
En E se añade la conjunción “e”.
E177
En E se añade “primera mente”.
A33
En A se lee “aquella alcaldia”.
E178
En E se lee “aquella alcaldia”.
E179
En E se lee “juez”.
E180
En E se lee “dos”.
A34
En A reza “almothaçen”.
E181
En E se lee “juez”.

24
almutaçenA35 E182; et de al judezE183 cada domingo dos libras de carne: A36una de vaca, et
otra de carnero.
[57] Por ninguna cosa ningund ome non respondaE184 syn querelosoE185.
[58] TodE186 ome qui aver oviere a dar, et negare, o dixere: “pagado lo he”, et
por alongar lo fiziere, et se echare al Rey, et dixere: “aquel demandador dolo a
pesquerir”, et fallaren verdad que ge lo deve, non vayan con el al Rey, et pendre, cada
dia, porE187 su aver, fataE188 dos maravedis; et sy de dos maravedis arriba fuere la debda,
et se echare al Rey, vayaE189 puesto plazo en todE190 el reygnoA37 E191
, o queE192 el Rey
fuere, et aquel que non y fuere, sea caydo.
[59] TodE193 ome qui a otro demandare fiador de su faz, delE194 fiador que non se
vaya; et el fiador sea fata a unE195 anno, et de anno arriba non responda.
[60] NingundA38 ome que dixere a otro: “damE196 lo que deveysE197”, et dixereA39
ante tres bonos omesE198: “devo”, et sy nolE199 diere fiador et debdor, por otro fiador no
lo de; et sy dixere: “no te devo nada”, delE200 fiador y casa con pennos de seerleE201
luego a derecho; et sy fuere vençidoE202, delE203 luego lo suyo.
[61] TodE204 ome qui vestias oviere a prenderE205 por conçejo, non prendaE206
vestia de cavallero escusado, nin de vibdaE207, nin de forno, nin de molino, nin de ome

A35
En A reza “amutaçen”.
E182
En E se lee “almotaçen”.
E183
En E se lee “juez”.
A36
En A se añade la conjunción “et”.
E184
En E se invierte el orden: “non respondan ningund ome”.
E185
En E se lee “querelloso”.
E186
En E se lee “Todo”.
E187
En E se lee “de”.
E188
En E se omite este “fata”.
E189
En E se lee “aya”.
E190
En E se lee “todo”.
A37
En A se lee “regno”.
E191
En E se lee “reyno”.
E192
En E se lee “do”.
E193
En E se lee “Todo”.
E194
En E se lee “de”.
E195
En E se lee “fasta un”.
A38
En A se lee “Ningunt”.
E196
En E se lee “dame”.
E197
En E se lee “me deves”.
A39
En A se lee “dixer”.
E198
En E se lee “omes buenos”.
E199
En E se lee “non le”.
E200
En E se lee “dele”.
E201
En E se lee “ser”.
E202
En E se lee “convençido”.
E203
En E se lee “dele”.
E204
En E reza “Todo”.
E205
En E se lee “prendar”.

25
pobre que non fuere en carta, nin de ome de fuera E208villa, nin de clerigo; et si aquella
prisiereE209, peche diez maravedis.
[62]15 TodE210 ome qui rancuraE211 oviere de otro sobre desorna, o por feridaE212,
o por muerte de ome, et aquella rancuraE213 non metiere a los alcaldes queA40 fueren en
elE214 anno, y despues laE215 metiere a los alcaldes que fuerenE216 otro anno, 16
non
responda.
[63]17 Cavallero escusado, quando oviere de yr en hueste con el Rey, escuse una
vestia que non sea de cauallo.
[64]18 Nin laE217 cosa non prenda el judezE218 a menos de dos alcaldes; et sy
prisiere, et non ge lo pudiere el judezE219 provar porE220 dos alcaldes, por quanto
jurareE221 el querelosoE222, tantolE223 pechenE224 19.
[65]20 En toda cosa quel sennor oviere parte, el judezE225 leE226 demande con el
querelosoE227, et al judizioE228 oE229 a las firmas no seanE230 el judezE231 nin el merino.

E206
En E se lee “prende”.
E207
En E reza “byuda”.
E208
En E se añade “de”.
E209
En E se lee “prendare”.
15
En el manuscrito C existe una cierta confusión al recoger las cláusulas siguientes, que aparecen
separadas o agrupadas artificialmente por efecto de la mala colocación de los calderones realizada por el
copista. Esa característica aparece también en A.
E210
En E se lee “Todo”.
E211
En E se lee “desonrra”, dando lugar a redundancia luego.
E212
En E se lee “por ferida, o por desonrra”.
E213
En E se lee “querella”.
A40
En A se lee “qui”.
E214
En E se lee “ese”.
E215
En E se lee “lo”.
E216
En E se inserta “en el”.
16
El escriba de C sitúa aquí un calderón, entendiendo que la expresión “non responda” pertenece a la
cláusula siguiente. KENISTON subsanó este defecto, que también se da en A, en su edición: p. 11.
17
Tanto en C como en A esta cláusula no aparece separada de la inmediatamente posterior.
18
Tanto en C como en A esta cláusula no aparece separada de la anterior ni de la posterior.
E217
En E se lee “Ninguna”. Es probablemente la lectura correcta, estando la de C y A condicionada por el
hecho de no reconocer separación entre el comienzo de esta cláusula y la anterior. KENISTON adopta la
lectura “Nula”: p. 11.
E218
En E se lee “juez”.
E219
En E se omite “el judez”.
E220
En E se lee “con”.
E221
En E se lee “jure”.
E222
En E se omite “el quereloso”.
E223
En E se lee “tanto le”.
E224
En E se añade “al querelloso”, por haberlo omitido antes.
19
Tanto en C como en A la frase “en toda cosa quel sennor oviere parte” se presenta como el final de esta
cláusula.
20
Tanto en C como en A la colocación del calderón hace comenzar esta cláusula en “el judez”.
E225
En E se lee “juez”.
E226
En E se lee “la”.
E227
En E se lee “querelloso”.
E228
En E se lee “juyzio”.

26
[66] Ome qui mandare por su alma, mandelA41 E232
mueble; et si rayz mandare,
et fijos oviere, o parientesE233, nolE234 preste.
[67] TodE235 ome qui a otro matare peche trezientos maravedis, et quantos enE236
el firieren, cada uno pecheE237 trezientos maravedis, et excanE238 enemigos21. EtA42 si
non oviere de que pechar el coto, pierdan las manos diestras, et quanto ovieren; et sy en
casa de algund vezino se metieren, el los prenda; et sy dexerA43 E239
: “non los pudE240
prender”, salvesE241 con doze dos vezinosE242; E243sy non se pudiere salvar, oE244 dar los
omes a justiçia, peche los cotos; et sy non cunpliere, a el corten la mano, et excaA44 E245
enemigo.
[68] Por entrada de casa no aya pesquisa.
[69] QuiE246 muerte de ome demandare, primera myentreE247 jure con dos
parientes vezinos que non lo demanda por malquerençia, syno quelE248 fazen creer que
parte ovo en la muerte; et syE249, responda; et si esto non quisiere jurar, non responda.
[70]E250 Aquel qui ome matare puesE251 que lo saludareE252, muera por ello.
[71] QuiE253 ome matare, el seyendo seguro, muera por ello.

E229
En E se lee “nin”.
E230
En E se lee “este”.
E231
En E se lee “juez”.
A41
En A se lee “mande”.
E232
En E se lee “mande”.
E233
En E reza “e fijos e parientes oviere”.
E234
En E se lee “non le”.
E235
En E se lee “Todo”.
E236
En E se lee “con”.
E237
En E se invierte el orden: “peche cada uno”.
E238
En E se lee “salgan”.
21
Tanto en C como en A se introduce aquí un calderón separando esta cláusula en dos.
A42
En A se lee “Et”.
A43
En A se lee “dixer”.
E239
En E se lee “dixere”.
E240
En E se lee “pude”.
E241
En E se lee “salvese”.
E242
En E se lee “con doze testigos”.
E243
En E se añade “e”.
E244
En E se lee “nin”.
A44
En A se lee “ixca”.
E245
En E se lee “salga por”.
E246
En E se lee “Quien”.
E247
En E se lee “mente”.
E248
En E se lee “que le”.
E249
En E se lee “asy”.
E250
En E esta cláusula se presenta unida a la anterior.
E251
En E se lee “despues”.
E252
En E se lee “saluare”. KENISTON adopta la lectura concurrente de C y A en su edición: p. 12. Cabe
una interpretación diferente, dando preferencia a la forma de E: cfr. nuestro comentario a esta cláusula.
E253
En E se lee “Quien”.

27
[72] QuiE254 ome matare sobre fiadores de salvo peche mill maravedis e muera
por ello; et sy aquel non oviere onde pecheE255 el pecho, pechenle losE256 fiadores; et sy
el cuerpo aver non pudierenE257 los fiadores, prendan lo que ha, et sobre aquello pechen
los cotos, et el vaya por traydor; et sy el cuerpo dieren a justiçia los fiadores, non
pechen nada.
[73] QuiE258 muger forçare muera por ello.
[74] QuiE259 por muger forçada demandidiereE260, firme en la villa con tres
vezinos, et de fuera con dos, que se mostro rascada et maltrayda antes que entrase en
casa: et siE261, responda; et sy non firmaren, non responda.
[75] Por muerte de ome sexE262 alcaldesE263, quatro jurados lo pesquiran et lo
juren en conçejo; 22et esta pesquisa parientes del muerto non la den; et sy los alcaldes et
los jurados nonE264 quisieren pesquerir, ellos pechen el coto; oE265 esta pesquisa fuere,
otro judizioE266 non presteE267 del que pesquirieren E268 los alcaldes et los jurados; que
culpa non ovo en la muerte del ome, non responda.
[76] DeE269 muerte de ome que alcaldes et jurados non pudieren pesquerir, entre
salvo etE270 riepto, qual mas quisierenE271 parientes del muerto, A45
et sy el uno le diere
23
[sic] , los otros salvense.
[77] AlE272 qui su pariente matare et fuere en pos de su enemigo et lo matare,
non pecheE273 nada.

E254
En E se lee “Quien”.
E255
En E se lee “de que pechar”.
E256
En E se añade “sus”.
E257
En E se lee “non pudieren aver”.
E258
En E se lee “Quien”.
E259
En E se lee “Quien”.
E260
En E se lee “demandare”.
E261
En E se lee “asy”.
E262
En E se lee “seys”.
E263
En E se inserta la conjunción “e”.
22
Tanto en A como en E se introduce aquí la separación de nueva cláusula, y se omite la conjunción “et”.
E264
En E se añade “lo”.
E265
En E se lee “do”.
E266
En E se lee “juyzio”.
E267
En E se lee “aya”.
E268
En E se lee “e pesquirieren”. Sobre la base de esta lectura, y teniendo en cuenta el sentido,
KENISTON inserta en su edición un “si”: p. 12. Sobre nuestra diferente lectura y puntuación, que sigue
de cerca C y A, cfr. nuestro comentario a esta cláusula.
E269
En E se lee “Et”.
E270
En E se lee “o”. KENISTON adopta esta lectura en su edición: p. 13.
E271
En E se inserta “los”.
A45
En A se introduce en este punto, mediante calderón, una innecesaria separación de cláusula.
23
Se trata de un evidente error de copia, por “lidiare”, corregido en A y en E, y por KENISTON en su
edición: p. 13.
E272
En E se lee “El”.

28
[78] TodE274 ome qui a otro firiere o matareE275, et se ençerrare en algund
lugarE276, et fueren sus parientes con armas prenderleE277 fiadorE278; et sy non quisyere
darE279 fiador et lo mataren, non pechen nada; et si el, o el sennor de las casas, dieren
fiador, non lo maten nin lo fiergan, nin fuerçen las casas; 24 E280
et dando fiadores, sy lo
mataren o loE281 firieren, o forçaren las casas, pechen las calonnas dupladasE282.
[79]25 E283El vando que lo amparareA46, peche mill maravedis.
[80] QuiE284 ome matare o furtare, nolA47 E285 preste yglesia nin palaçio.
[81] QuiE286 enemigo conosçidoA48 en su casa acogiereE287, et non se pudiere
salvar, peche çient maravedis.
[82] QuiE288 muger rabiere, peche çient maravedis, et ixcaE289 enemigo; et sy ella
se yxiereE290 porE291 su voluntad, sea deseredada.
[83] TodE292 ome que casas agenas quebrantare, peche las calonnas dupladasE293,
et todE294 el dannoE295 que hiE296 fiziere, al sennor de las casas; et sy vinieren26 en ayuda
con vandoE297, peche cada uno diez maravedis; et quiE298 non oviere onde pecheE299

E273
En E se lee “pechen”.
E274
En E se lee “Todo”.
E275
En E se invierte el orden: “mathare o firiere”.
E276
En E se lee “logar”.
E277
En E se lee “a prenderle”.
E278
En E se lee “de fiador”: es la lectura adoptada por KENISTON en su edición: p. 13.
E279
En E se lee “darles”.
24
En C se introduce aquí, mediante calderón, separación de cláusula. También en A. No así en E.
E280
En E se omite esta conjunción, y no existe la separación entre cláusulas presente en C y en A.
E281
En E se omite este “lo”.
E282
En E se lee “dobladas”.
25
En C esta cláusula queda separada de la anterior por el correspondiente calderón. Dicha separación no
está presente en A ni en E. Nuestro deseo de respetar la numeración tradicional, establecida en la edición
de KENISTON, nos mueve a editarla aquí por separado.
E283
En E se añade la conjunción “E”.
A46
En A reza “anparare”.
E284
En E se lee “Quien”.
A47
En A se lee “non le”.
E285
En E se lee “non le”.
E286
En E se lee “Quien”.
A48
En A se repite la palabra “conosçido”.
E287
En E se lee “acojere”.
E288
En E se lee “Quien”.
E289
En E se lee “salga”.
E290
En E se lee “saliere”.
E291
En E se lee “de”.
E292
En E se lee “Todo”.
E293
En E se lee “dobladas”.
E294
En E se lee “todo”.
E295
En E se lee “dapnno”.
E296
En E reza “y”.
26
Tanto en C como en A se lee “junieren”, por metátesis de “uinieren”.
E297
En E se lee “e sy otros omes vinieren con vando”.
E298
En E se lee “el que”.

29
estas calonnas, yaga en la carçelA49 tres nuefE300 dias; et de tres nuefE301 diasE302, sy non
oviere las calonnasE303, non coma nin vebaE304 fataE305 que muera.
[84] Ningund mandamiento non prestaE306 sy non fuerE307 el martes primero
despues de Sant Miguel; et sy fuere refertado, non preste.
[85] Por muerte de ome non demanden nin desafienE308 de çincoE309 arriba.
[86] AE310 todE311 ome queA50 demandydierentE312 fiadores de salvo, de fiadores,
por el et por sus parientes, a su cuerpo de aquel que los demandare.
[87] AE313 todE314 ome que demandarenA51 E315
fiadores delanteE316 alcaldes et
E317
jurados, que vibaA52 E318
en paz et que non sea trabiesoE319, delosE320; et sy no los
diere, vaya por albarran, et quiE321 lo matare no ixcaE322 enemigo nin peche nada, syno
el omezillo viejo: trentaE323 et dos maravedisE324.
[88] TodE325 ome quiE326 cortare arbol queA53 fruta llevareA54 E327 syn grado de su
sennorE328, et ge lo pudieren provar, peche diez maravedis; E329
et por arbol que non
llevareA55 fruto, peche çinco sueldos.

E299
En E se lee “de que pechar”.
A49
En A se lee “carçer”.
E300
En E se lee “nueve”.
E301
En E se lee “nueve”.
E302
En E se añade “adelante”.
E303
En E se omite la frase “sy non oviere las calonnas”.
E304
En E reza “beva”.
E305
En E se lee “fasta”.
E306
En E se lee “preste”: es la lectura adoptada por KENISTON en su edición: p. 13.
E307
En E se lee “salvo sy fuere”.
E308
En E se lee “defiendan”.
E309
En E se añade “omes”.
E310
En E se omite “A”.
E311
En E se lee “todo”.
A50
En A se lee “qui”.
E312
En E se lee “demandare”.
E313
En E se omite “A”.
E314
En E se lee “todo”.
A51
En A se lee “demandare”.
E315
En E se lee “demandare”.
E316
En E se lee “ante”.
E317
En E se añade “ante los”.
A52
En A se lee “biva”.
E318
En E se lee “biva”.
E319
En E se lee “travieso”.
E320
En E se lee “dellos”.
E321
En E se lee “el que”.
E322
En E se lee “salga”.
E323
En E se lee “treynta”.
E324
En E se lee “mencales”.
E325
En E se lee “Todo”.
E326
En E se lee “que”.
A53
En A se lee “qui”.
A54
En A se lee “levare”.

30
[89] QuiE330 cortare vinna syn grado de su sennorE331, peche por cada vid diez
maravedis; et sy lo demandare a sospecha, hagaA56 E332
la manquadra, et salvese con
sexE333, et el seteno.
[90] Juguero o collaçoE334 responda a su amo troaE335 cabo del anno por lo
quelE336 demandaren; E337
por quanto elA57 E338
jurare, tantolE339 peche; et sysE340 fuere
antesE341 delA58 cabo del anno, oE342 lo fallare, yA59 lo peche.
[91]27 Estos maravedis de las calonnas sean de tresA60 mencales.28 E343
Destas
calonnas, la terçiaA61 parte al rencorosoA62 E344
, et la terçeraE345 al sennor, et la
terçeraE346 al conçejo; etE347 destas calonnas, las duasE348 partes in29 A63 E349

apresçiadura, et la terçeraE350 en monedaE351.

E327
En E se lee “levare”.
E328
En E se lee “duenno”.
E329
En E se desdobla esta cláusula en dos; la segunda reza: “Quien arbol que non levare fruta cortare
peche çinco sueldos”.
A55
En A se lee “levare”.
E330
En E se lee “Quien”.
E331
En E se lee “duenno”.
A56
En A se lee “faga”.
E332
En E se lee “peche”.
E333
En E se lee “seys”.
E334
En E se invierte el orden: “El collaço o yuguero”.
E335
En E se lee “fasta”.
E336
En E se lee “que le”.
E337
En E se añade “e”.
A57
En A se lee “por quantol”.
E338
En E se omite este “el”.
E339
En E se lee “tanto le”.
E340
En E se lee “si se”.
E341
En E se lee “ante”.
A58
En A se lee “ante de”.
E342
En E se lee “do”.
A59
En A se lee “hy”.
27
Esta cláusula aparece unida en E; separada en dos, en C y en A. La presentamos unida por nuestro
deseo de seguir la numeración de la edición de KENISTON: p. 14.
A60
En A se lee “tres tres”.
28
Tanto en C como en A se introduce en este punto, mediante calderón, separación entre dos cláusulas.
E343
En E se añade la conjunción “e”.
A61
En A se lee “terçera”.
A62
En A se lee “rencuroso”.
E344
En E se lee “querelloso”.
E345
En E se lee “terçia”.
E346
En E se lee “terçia”.
E347
En E se omite la conjunción “e”.
E348
En E se lee “dos”.
29
En C se lee “ni”, por metátesis de “in”.
A63
En A se lee “en”.
E349
En E se lee “en”.
E350
En E se lee “terçia”.
E351
En E se lee “almoneda”.

31
[92] TodE352 ome que a otro quebrare su ojo, olE353 cortare nariz, o mano, o pie,
peche çient maravedis, et ixcaE354 enemigo; etE355 sylE356 cortare E357
oreja olE358 echare
dos dientes de suso o dos de ayusoE359 questanE360 delante, olE361 cortare su pulgar de la
mano, por cada unA64 destos mienbros peche çinquentaE362 maravedis; et destos ayuso,
commo van desçendiendo los mienbrosA65 de los dientes et de los dedos, ansiE363
desçiendanA66 E364
deE365 las calonnas, por cada mienbro, çinco maravedis;A67 et destas
calonnas de los mienbros, sean las dos partes delE366 quereloso, et la terçera de los
alcaldes; et sy el malhechorE367 non oviere onde pecheA68 E368
las calonnas, yaga en la
carçerE369 tres nuefE370 dias, et sy de tres nuefE371 dias adelante non diere las calonnas,
non coma nin vevaA69 E372 fataE373 que muera.
[93] Qui emparare pennosE374 a vezino, peche medio metalE375 al judezE376, et
medio al quereloso; et qui a andadorE377 que los alcaldes enbiaren en E378
villa, pechen
un maravedi, et en el aldea, pechenE379 tres maravedis; et qui al judez, un maravedi; et

E352
En E se lee “Todo”.
E353
En E se lee “o le”.
E354
En E se lee “salga”.
E355
En E esta conjunción aparece tachada.
E356
En E se lee “sy le”.
E357
En E se añade “el”.
E358
En E se lee “o le”.
E359
En E se lee “yuso”.
E360
En E se lee “que sean”. Es la lectura adoptada por KENISTON en su edición: p. 15.
E361
En E se lee “o le”.
A64
En A se lee “uno”.
E362
En E se lee “çient”.
A65
En A se introduce aquí un calderón.
E363
En E se lee “asy”.
A66
En A se lee “desçendan”.
E364
En E se lee “deçiendan”.
E365
En E se omite este “de”.
A67
En A se introduce en este punto un calderón.
E366
En E se lee “al”.
E367
En E se lee “malfechor”.
A68
En A se lee “pechar”.
E368
En E se lee “pechar”.
E369
En E se lee “carçel”.
E370
En E se lee “nueve”.
E371
En E se lee “nueve”.
A69
En A reza “veba”.
E372
En E se omite la expresión “non coma nin veva”.
E373
En E se lee “fasta”.
E374
En E se lee “Quien pennos anparare”.
E375
En E se lee “mencal”.
E376
En E se lee “juez”.
E377
En E se lee “los andadores”.
E378
En E se añade “la”.
E379
En E se omite “pechen”.

32
qui a dos alcaldes, tres maravedis;E380 et qui a cabilloE381 de los alcaldes, diez
maravedis; et vayan alA70 conçejo et pechen a los alcaldes venteE382 maravedis, et
pierdan los pennos que levaren el conçejo; et qui anparareA71 pennos aE383 andador de
los jurados, peche en villaE384 un maravedi, et en E385
aldea tres maravedis; et qui aE386
los jurados, venteE387 maravedis.
E388 E389
[94] Aldeano que acotare a otro, el que non viniere alE390 coto, peche
medio maravedi al quereloso, et medio al judezE391.
[95]E392 Et lo que no es en esta carta sea en albedrio de buenos omes.
[96] QuiE393 ovyere a dar iguajaA72 E394, a vezino de carta de vezinos de carta;A73
E395
a morador, de moradores; et sy non, non los resçibaE396.
[97] Ningund ome que fuere braçero, o oviere fecho prueva, o fuere fuera de
termino, non venga en eguajaE397, sy no fuere por su cabeça.
[98] QuiE398 oviere a firmar a vezino de carta, firme en villa con tres vezinos de
carta; et en E399aldea, con dos; et a morador, en E400villa firme con tres moradores; et en
E401
aldea, con dos.

E380
En E se omite todo el pasaje: “et qui al judez, un maravedi; et qui a dos alcaldes, tres maravedis”.
E381
En E se lee “al cabildo”.
A70
En A se lee “el”.
E382
En E reza el numeral en romanos: “xx”.
A71
En A se lee “emparare”.
E383
En E se lee “al”.
E384
En E se permuta el orden: “en la villa peche”.
E385
En E se añade “el”.
E386
En E se omite “et qui a”. En su lugar aparece, tachado: “e a”.
E387
En E el numeral aparece en romanos: “xx”.
E388
En E se añade “El”.
E389
En E se añade la conjunción “e”.
E390
En E se lee “a”.
E391
En E se lee “juez”.
E392
En E se omite por completo esta cláusula.
E393
En E se lee “Quien”.
A72
En A se lee “eguaia”.
E394
En E se lee “eguaja”.
A73
En A se añade la conjunción “e”.
E395
En E se añade la conjunción “e”.
E396
En E aparece esta lectura: “e sy non lo reçibiere”, defectuosa, y que parece dejar la cláusula trunca.
E397
En E se lee “yguala”.
E398
En E se lee “Quien”.
E399
En E se añade “el”.
E400
En E se añade “la”.
E401
En E se añade “el”.

33
[99] TodE402 ome queA74 oviere filiosE403 et muriere uno de los parientes, parta
con sus fijos; et sy en uno moraren los fijos, et muriere alguno dellos, heredentE404 los
otros hermanos; et sy partido ovieren, heredentloA75 E405 el pariente.
[100] Ningund ome de GuadalfajaraE406 no aya poder de vender heredad ni rayz
a ome de horden; et sy la vendiere a omes de hordenE407, pechen çient maravedis, et
E408
pierdan los conpradores la heredad.
[101] TodE409 ome queA76 molino oviere defienda, deE410 la presa arriba, quanto
una piedra pudiereE411 echar; et del calzeE412 ayuso, otrosy defienda quanto una piedra
pudiere echar.
[102] A muger que mandidiereE413 furtoA77 de diez mencales arriba, E414
sy non
E415 A78 E416
fallaren pesquisa, salves con doze dos mugeres.
E417
[103] Ningund ganado de fuera termino non entre en la dehesa; et sy lo
prisyeren los cavalleros, maten, de la grey de las ovejas, diez carneros, et del busto de
las vacas maten una vaca; et los cavalleros non pidan ningund pedidoE418, et sylA79 E419

pidieren, pechen çient maravedis.


[104] El peso de la lana, et del lino, et del cannamo, pese en medio del alcoba; et
E420
sy otra guisa pesare, pecheE421 el pesador çient maravedis, et prendan del roba del

E402
En E se lee “Todo”.
A74
En A se lee “qui”.
E403
En E se lee “fijos”.
E404
En E se lee “heredenlo”: es la lectura adoptada por KENISTON en su edición: p. 16.
A75
En A se lee “heredelo”.
E405
En E se lee “heredelo”: es la lectura adoptada por KENISTON en su edición: p. 16.
E406
En E se lee “Guadalajara”.
E407
En E se omite “et sy la vendiere a omes de horden”.
E408
En E se inserta “que”.
E409
En E se lee “Todo”.
A76
En A se lee “qui”.
E410
En E se omite este “de”.
E411
En E se lee “pudiera”.
E412
En E se lee “caz”.
E413
En E se lee “demandare”.
A77
En A se lee “furpto”.
E414
En E se inserta “e”.
E415
En E se lee “salven se”
A78
En A se lee “diz e dos”.
E416
En E se lee “doze”.
E417
En E se añade “de”.
E418
En E se lee “non pidan asadura ninguna ni pedido ninguno”.
A79
En A se lee “si”.
E419
En E se lee “sy lo”.
E420
En E se inserta “de”.
E421
En E se lee “e pese”.

34
robo [sic]A80 de lana E422, dos dineros; et del cannamo, quatro dineros; et del lino, sexE423
dineros.
[105]30 TodE424 ome queA81 heredare de ome muerto, poco o mucho, pague el
debdo; et sy non loE425 quisiere pagarA82, non herede.
[106]31 EtE426 la pesa del peso delE427 cannamo, et del lino, et de la lana, sea una
et non sea en talega; et sy la fallare en talega, peche el pesador çient maravedisE428.
[107] EtE429 por ninguna cosa non firme palaçio, sy no fuere con alcaldes que
fueren jurados.
[108] Qui soE430 moro tornare cristiano, et non oviere fijos, heredelo su sennor
sy por Dios seE431 aforrare; et sy por aver lo tornare, o por annos, herede la meatadE432 el
sennor, et la meatad oE433 el mandare.32 Et sy parientes oviere cristianosE434, heredenlo
sus parientes.
[109] Ningund ome qui demandare fiador en aldea a otro, et non ge lo diere,
prendalE435 syn calonna; et sy dixere: “dare fiador en la villa”, llieveloA83 E436 preso fasta
A84
la villa syn calonna.
[110] TodE437 poblador queA85 viniere E438
poblar a GuadalfajaraE439 non peche
fasta aE440 un anno.

A80
En A se lee “del rova rovo”.
E422
En E se lee “del robo de la lana”.
E423
En E se lee “seys”.
30
En su edición, KENISTON da a esta cláusula la numeración § 106, trastrocando el orden con la
inmediatamente posterior (p. 17). Es esta la única excepción que, por fidelidad a los tres manuscritos,
hacemos a nuestra regla de respetar la distribución y numeración de cláusulas establecida en aquella
edición.
E424
En E se lee “Todo”.
A81
En A se lee “qui”.
E425
En E se omite “lo”.
A82
En A se reitera, por error, “pague el debdo”: está recuadrado en el manuscrito.
31
En su edición, KENISTON da a esta cláusula la numeración § 105.
E426
En E se omite este “Et”.
E427
En E se lee “de”.
E428
En E se añade “de pena”.
E429
En E se omite este “Et” inicial.
E430
En E se lee “Quien su”.
E431
En E se lee “lo”.
E432
En E se lee “meytad”.
E433
En E se lee “meytad do”.
32
Tanto en C como en A aparece aquí un calderón de separación entre cláusulas. No así en E.
KENISTON adopta la lectura sin separación (p. 17), y nosotros nos adherimos a ella para respetar su
numeración.
E434
En E se lee “crystyano”, en singular.
E435
En E se lee “prendanle”.
A83
En A se lee “lievelo”.
E436
En E se lee “lievelo”.
A84
En A se lee “fasta a”.
E437
En E se lee “Todo”.

35
[111] Ningund ome, deE441 primero casamiento E442
que case, non peche fasta
aE443 un anno.
[112]E444 Cavallero de aldea, nin peonE445, non prenda fonsadera, nin escuse
vestia por yda de hueste.
[113] Ningund ome que fuere fiador de salvo a otro non responda de anno arriba
pues que los alcaldes ixcanA86 E446.
[114]33 Ningund ome qui tornare so moro cristiano nunqua E447 non firme sobre
su sennor quelE448 torne en danno, nin su fijo al suoE449, nin suE450 nieto al suoE451.
[115] Ningund ome que a otro dixere nonbre vedado, o “gafo”, o “cornudo”,
peche tres maravedis, et sobre esto jure que non lo sabe en el.

A85
En A se lee “qui”.
E438
En E se lee “viniere a”.
E439
En E se lee “Guadalajara”.
E440
En E se omite este “a”.
E441
En E se lee “del”.
E442
En E se reitera en este punto: “primero”.
E443
En E se omite este “a”.
E444
Entre la anterior y la presente, en E figura una cláusula que no llevan C ni A: “Ningund ome que
tomare casa de primero non peche fasta un anno”.
E445
En E la cláusula comienza: “Cavallero nin peon del aldea”.
A86
En A se lee “excan”.
E446
En E se lee “salgan”.
33
En C el comienzo de esta cláusula no queda separado de la anterior por el correspondiente calderón. Sí
sucede en A, y en E forma párrafo aparte.
E447
En E se lee: “Ningund ome qui su moro tornare cristiano”.
E448
En E se lee “que le”.
E449
En E se lee “suyo”.
E450
En E se omite este “su”.
E451
En E se lee “suyo”.

36
LA FORMACIÓN DE LOS TEXTOS.
El fuero atribuido a Alfonso VII: generalidades.
Es cuestión fundamental, en el estudio de los fueros, procurar reconstruir en lo
posible su proceso de gestación y redacción. Por lo que toca al contenido normativo, su
origen en la tradición castellana se remonta a la doble fuente del Liber, de una parte,
completado, de otra, con una serie de preceptos consuetudinarios que, partiendo de una
primera formulación casuística en forma de fazañas, recibieron una elaboración
posterior, con frecuencia desconocida, durante un periodo de transmisión oral40. Tal es
el origen de los llamados “fueros del conde Sancho”, expresión con que se conoce el
fondo común de Derecho castellano de base consuetudinaria formado durante los siglos
X y XI, que será escriturado de forma parcial en las distintas redacciones de Derecho
castellano de la Extremadura y en la Carta Castellanorum aprobada por Alfonso VI
para los repobladores castellanos de Toledo y su reino.
Como comprobaremos, el origen del contenido normativo del primer fuero de
Guadalajara, atribuido a Alfonso VII, se halla conectado con esas dos tradiciones de
fijación del Derecho castellano: de una parte, el horizonte de los fueros de la
Extremadura, entre los cuales se alude con frecuencia al de Sepúlveda como uno de los
más antiguos e influyentes; de otra, el Derecho de los castellanos de Toledo,
representado por textos como la Carta Castellanorum y el primer fuero de Escalona.
Y es que el fuero de Guadalajara atribuido a Alfonso VII no es, ciertamente, el
fuero de Toledo41 (aunque contenga una relevante muestra de preceptos emparentados
con dicha procedencia); ni tampoco es el fuero de Sepúlveda42 (si bien guarda en último
término mayor relación con el Derecho de la Extremadura que con el molde toledano):
es, más bien, una de las redacciones locales del Derecho castellano tradicional,
desarrollada en el contexto de repoblación de la Extremadura, y recogiendo costumbres
locales propias43.
Análisis del texto.
Pero un estudio del fuero de Guadalajara atribuido a Alfonso VII requiere
necesariamente, para alcanzar alguna conclusión fiable, del imprescindible análisis
textual. Por desgracia, en el caso que nos ocupa, la posibilidad de realizar un auténtico
análisis diplomático del texto digno de ese nombre se esfuma irremediablemente: y es
que el único diploma por el que conocemos este texto se perdió en 193644: en
consecuencia, no disponemos hoy sino de las transcripciones que distintos estudiosos
hicieron del mismo antes de aquella fecha45.

37
Una cosa queda clara: este diploma no era el original del fuero46, sino en todo
caso una copia romanceada del mismo. Según García López, autor de la que parece la
más fiable (e influyente) de sus transcripciones, el diploma era un pergamino de 550 x
570 mm., escrito por una cara, y en 38 renglones, en letra de privilegios de la segunda
mitad del siglo XIII47. En su edición del mismo texto, más descuidada, Muñoz Romero
considera la letra del siglo XIV48. A pesar de esta discrepancia, y de las diferencias
formales que se aprecian entre las transcripciones debidas a estos historiadores,
podemos estar razonablemente seguros de que ambos transcribieron el mismo
documento, el único del que tenemos noticia, y del que proporcionamos nuestra propia
versión, basada en las ediciones disponibles.
Contando, pues, con esta versión del texto, podemos proceder a un análisis
general de su factura diplomática, siempre con la necesaria reserva derivada de la
insegura transmisión del mismo49. El diploma se presenta como traslado no fechado de
un privilegio real atribuido a Alfonso VII en 1133: en lo que sigue, procederemos a
examinar en qué medida su forma se ciñe o separa de este proceso de redacción que
afecta haber seguido el documento.
No existe invocación, ni monogramática (el crismón) ni nominal (fórmula del
tipo: “In Dei nomine”). Cabe la posibilidad de que la llevara el supuesto original latino
y que se dejara de copiar en el traslado romanceado.
El diploma comienza por la intitulación: “Don Alfonso, por la graçia de Dios
Enperador de Espanna, et donna Berenguella Reyna, muger mia”. La titulación imperial
puede haber sido adoptada por Alfonso VII inmediatamente tras la muerte de su madre
la reina Urraca, y en cualquier caso aparece regularmente como “Imperator Hispaniae”
en los diplomas firmados por su escribano Cipriano Pétriz desde 112650. Al monarca
aparece asociada en la intitulación su esposa la reina Berenguela. El matrimonio de
Alfonso con Berenguela parece haber tenido lugar a finales de 1127, o a principios de
112851. En todo ello no se aprecia contradicción con la datación del diploma, ni con los
usos de la cancillería52.
A continuación figura la dirección: “a vos, los ommes de Guadalfaiara”: no se
dirige al concejo, ni a los vecinos, ni a los pobladores, sino, tan genéricamente, a los
hombres de Guadalajara, de la que ni se dice si es aldea, villa o ciudad. Esta imprecisión
es compatible con los usos cancillerescos de la época53.
Constan seguidamente los verbos que describen la acción: “damos et otorgamos
et confirmamos”. De estos verbos, los dos primeros son sinónimos, en tanto que el

38
tercero alude a la confirmación. Como es sabido, en los documentos de la época puede
establecerse una diferencia, en cuanto al uso de los verbos, entre los que expresan la
actio (dono, concedo, confirmo), y los que reflejan la conscriptio (facio cartam). En este
respecto, la forma diplomática usual en las cartas de donación y confirmación tiende a
ser la segunda, “facio cartam”, enlazando con la dirección54, en tanto la actio aparece
con frecuencia en los textos forales55. Sin embargo, en la época no estaba clara una tal
distinción, con carácter general, entre cartas de donación o de confirmación de un lado,
y cartas de fuero de otro56.
Acaba el protocolo con las palabras: “por aquesta scriptura, et es a saber”. La
calificación del documento como escritura se contradice con la posterior referencia al
mismo como carta (así, en la cláusula 23 y en la data). Por lo demás, en la cancillería
ambos términos, escritura y carta, se venían aplicando frecuentemente y de forma
indistinta a los fueros, desde los tiempos de Alfonso VI57. En nuestro documento, la
fórmula latina subyacente al romanceamiento podría reconstruirse, tentativamente,
como sigue: “dono, concedo et confirmo hanc scripturam, videlicet”, aceptable en
cualquier caso como uso cancilleresco regular para un fuero. Cabe adicionalmente
anotar, a cuenta de la misma, la presencia del verbo que alude a la confirmación, como
referido a un hipotético privilegio anterior, circunstancia en todo caso frecuente bajo
Alfonso VII58. Es cuestión no suficientemente aclarada, a la que como en seguida
veremos apuntan algunos otros detalles del documento.
Sigue en él la parte dispositiva, que en este caso comprende de las cláusulas 1 a
la 25 del fuero. En nuestro comentario a las mismas expresamos algunas suposiciones
sobre su pertenencia a distintas etapas de redacción: ciertos indicios apuntan a su
carácter misceláneo, con ocasionales adiciones posteriores. Es posible que en un mismo
documento se hayan agrupado cláusulas de distinta procedencia. Por ejemplo, en las
cláusulas de la 1 a la 21 inclusive predomina la referencia al rey en tercera persona, con
algunas excepciones en que su figura queda aludida en primera (§§ 3, 10, 17). En
algunos casos, no resulta fácil decidir si se trata de cláusulas traducidas del latín o
redactadas originalmente en romance.
La cláusula 22 está redactada como referida al rey, en primera persona,
comenzando: “Aun quiero et mando et otorgo, por remision del Rey don Alfonso mi
abuelo, et de todos mis parientes”. Este abuelo al que se refiere el otorgante es, con toda
probabilidad, Alfonso VI59; evocar su memoria en este punto equivale verosímilmente a
confirmar lo que en seguida se otorga como privilegio o uso primeramente concedido

39
por el conquistador de Guadalajara. La índole del contenido de la cláusula, eximiendo a
los clérigos de toda obligación militar, como medio de preservar su consagración en
exclusiva al ministerio sacerdotal, coincide puntualmente con un privilegio otorgado en
1128 por el mismo Alfonso VII a los clérigos toledanos, también con referencia a la
memoria de sus mayores60, apuntalando así nuestra convicción de que esta cláusula data
de tiempos de Alfonso VII y presupone la preexistencia de alguna merced, privilegio, o
uso acuñado ligado a la memoria de Alfonso VI.
En la cláusula 23 figura la calificación de carta, aplicada, al parecer, a la
procedencia de la norma anterior (§ 22): “Sobre todo, otorgo et confirmo aquesta
sobrescripta carta a todos los moradores de Guadalfaiara”. Como tenemos ocasión de
exponer con detalle en nuestro posterior comentario, a partir de la cláusula 22 parece
introducirse una cesura, marcándose la separación que inicia una fase de redacción
distinta, representada por las cláusulas de la 22 a la 25, y que por distintos motivos
identificamos con la época de Alfonso VIII. Vendría referida, así, esta adición, a
algunos preceptos incorporados al fuero: la confirmación de una carta de Alfonso VII
cuyo contenido queda sintetizado en el § 22, y nuevas normas adoptadas bajo el reinado
de Alfonso VIII, ya fuera por privilegio real, o bien por atribución al rey de acuerdos o
avenencias del concejo (§§ 23-25).
Después de la cláusula 25 viene la cláusula conminatoria, conteniendo una
maldición larga y expresiva: “Si algund por aventura quisiere menos preçiar aquesto que
nos creemos, et aqueste mio testamento quisiere crebantar, o derromper quiera, de la yra
de Dios poderoso sea encorrido, et del santo cuerpo et sangre del nuestro sennor sea
maldicho et eneganado, et con Datan et Abiron, et con Judas que trayo al nuestro
sennor, con el diablo, que las penas infernales dentro en el infierno sotenga”. Sobre
documentos reales de Alfonso VII, el mismo Rassow ya advirtió, a propósito de tres
cláusulas conminatorias diferentes contenidas en tres diplomas firmados por un mismo
notario, sobre la inseguridad y diversidad formal de este tipo de cláusulas61. La pena
espiritual, en documentos de la primera etapa de la cancillería del Emperador,
contempla habitualmente la mención al infierno y a “Judas el traidor”; en cambio, no
son tan frecuentes en ella la referencia al cuerpo y sangre de Cristo, ni a los condenados
Datán y Abirón62; por comparación con modelos de esta época, se echa en falta, en la
cláusula del fuero de Guadalajara, la preceptiva excomunión. Asimismo se aprecia
como irregular, en esta parte del documento, la omisión de toda pena material, una

40
característica que contrasta generalmente con el estilo de la cancillería castellana
contemporánea63.
Encontramos a continuación la data cronológica, siguiendo el modelo habitual
de “Facta carta”: “Fecha fue aquesta firme carta en era de mille et CL xxj, quinto dias
andados de las nonas de mayo” (3 de mayo de 1133). La forma de expresarla hace
verosímil que haya sido traducida del latín. En particular, la calificación de la “carta”
como “firme” es consistente con los formularios usados en diplomas forales desde
tiempos de Alfonso VI64. La data viene completada, como en algunos documentos de la
cancillería de este monarca65, con alusión a un acontecimiento: “quando se torno de
Çafra, et aduxo consigo Çefadolan de Metadole, que regnava en Espanna sobre los
moros anteluzinos”, pero separado de la propia data por una fórmula controvertida. La
crónica del monarca sitúa este hecho histórico, la entrevista en Zafra con su aliado el rey
Zafadola, en el séptimo año del reinado, durante los preparativos para su primera
campaña de primavera contra los andalusíes66. Sin embargo, si de acuerdo con nuestro
documento Alfonso VII y Zafadola ya se habían “tornado” de Zafra el 3 de mayo,
¿cómo pudo expedir la cancillería real un documento en Zafra diez días después, el 13
de mayo?67 Manuel Lucas Álvarez supone un error de datación en el fuero de
Guadalajara68. Lo cierto es que tanto la pena espiritual con Datán y Abirón, como la
datación por un acontecimiento, remiten a la segunda época de la cancillería de Alfonso
VII, si bien sobre la data no podemos alcanzar mayor precisión de la que aporta el
documento.
Sobre la fórmula controvertida a la que nos referíamos en el párrafo anterior:
“Regnava el Rey don Alfonso, et el conde Remon, et donna Hurraca, fija de la Reyna, et
la Reyna donna Berenguella”, todo parece indicar que se trata de una interpolación; en
cualquier caso, el hecho de que se interponga entre la data cronológica y la posterior
postilla en la que se cita un acontecimiento histórico ligado a dicha data confirma la
impresión de ser un cuerpo extraño. “Regnava el Rey don Alfonso [...] et la Reyna
donna Berenguella”: si bien esta fórmula se acerca a la Hoheitsformel (la cual resulta en
todo caso más propia de la segunda época de la cancillería de Alfonso VII), debería ir
seguida de la relación de los reinos del monarca69. Pero lo que peor cuadra (con mucho)
es la interpolación de Ramón (Raimundo) y Urraca, de los que sólo cabe pensar hayan
sido los progenitores de Alfonso VII, si bien se los denomina de una forma extraña: a
Urraca como hija de la reina, y no como reina ella misma. Esta mención sólo tendría
sentido en un documento anterior a 1128, en el cual Alfonso apareciera caracterizado

41
como hijo de Raimundo y Urraca70, pero en ningún caso como figura en nuestro
diploma, dando a entender que reinaban, simultáneamente, Alfonso VII, su esposa (sólo
desde 1128) Berenguela, su madre Urraca (fallecida en 1126) y su padre Raimundo
(fallecido en 1107)71.
En documentos anteriores a 1126 es frecuente registrar la fórmula de Alfonso y
su madre Urraca como correinantes72, o que Alfonso aparezca caracterizado como hijo
de Urraca y Raimundo, pero no ambas fórmulas simultáneamente combinadas. Tal vez
se trate, en origen, de una fórmula procedente de algún documento anterior, quizás del
reinado de Alfonso VI, cuando la cancillería registraba la legitimidad de Urraca como
hija de la reina, a diferencia de su hermana Teresa, nacida fuera del matrimonio73. Sin
embargo, en los diplomas de este reinado abunda la mención de Urraca como hija del
rey, pero nunca aparece la extraña fórmula “hija de la reina”74. En cualquier caso, si el
documento de Alfonso VII que está en la base de esta parte del diploma hubiera sido
una confirmación de los fueros que Guadalajara tuvo bajo Alfonso VI, ello permitiría
explicar esta referencia arcaizante a Urraca y Raimundo como procedente de aquella
época75.
Viene después el escatocolo propiamente dicho, con la fórmula de
corroboración, confirmantes y testigos. La roboración es triple, en este caso: “Yo, don
Alfonso, Enperador, que lo mande fazer, lo confirmo. Yo, Reyna donna Berenguella,
muger del, lo confirmo. Yo, infante donna Sancha, hermana del, confirmo”. Ya hemos
expuesto anteriormente que la titulación imperial de Alfonso no es incompatible con
documentos anteriores a su coronación76. En cambio, resulta extraño que, al lado del
monarca, figuren en este punto su esposa la reina Berenguela y su hermana la infanta
Sancha participando en la corroboración77. Por otra parte, no se conserva rastro alguno
del signo que debía acompañar la roboración del monarca, habitualmente justo después
del verbo “confirmo”78.
Siguen los confirmantes y testigos, dispuestos según nuestras noticias del
documento en cuatro columnas. Por más que Manuel Lucas Álvarez se empeñe en
afirmar, benévolamente, que los datos de las personas concuerdan79, lo cierto es que la
nómina de confirmantes y testigos de este documento transmite una insoslayable
impresión de extrañeza. Entre los confirmantes destaca un “conde Domingo González”
y una relación de supuestos nobles (Fernando Yáñez, García Pérez, Melendo Martínez,
Gonzalo Pérez, Pelayo Corvo, Garci Rodríguez, Alvar Pérez, Martín Fernández, y,
separado de los anteriores, Rodrigo Ordóñez80). Anómalo resulta que entre los

42
confirmantes no aparezca relacionado obispo alguno, sino tan sólo un “arcediano
Berenguel” (de cuya iglesia o procedencia nada se indica81). La relación de los testigos,
bastante numerosa82, tampoco recuerda los usos de la cancillería, y más parece que se
trate de los testigos de alguna o algunas de las adiciones de época posterior (§§ 22-25),
que del supuesto diploma original de Alfonso VII. Sin duda que, durante la formación
del documento, o en el momento de verterlo al romance, todos estos nombres podrían
haber sufrido notable alteración en mano de los copistas; pero intentar corregirlos, uno
por uno, para asemejarlos en lo posible a los que hallamos en documentos originales, ya
sean de uno o de otro reinado, se antoja un procedimiento arduo y de incierto resultado.
Todo parece indicar, a la vista de esta relación de confirmantes y testigos, que no
procede de un documento auténtico emanado de la cancillería.
Llega luego la suscripción notarial: “Martin, notario del Rey, aquesta scriptura
confirmo”. A menudo sucede que la presencia de suscripción notarial constituye el
elemento decisivo en cuestión de autentificar un documento. En este caso, la fórmula
resulta aceptable como romanceamiento de una fórmula latina regular; en la calificación
del documento como escritura se aprecia contradicción con la de carta que
encontrábamos en la cláusula 23 y en la data, si bien concuerda con la calificación que
consta en el protocolo del diploma. Quizás la palabra “scriptura” oculta y desfigura aquí
una forma verbal: “scripsi et confirmo” / “scripsit et confirmat”. Por lo que se refiere a
la identificación del notario, nada impide la atribución a Martín Peláez, canónigo
compostelano cuya larga asociación con la cancillería castellana se prolonga desde los
tiempos de la reina Urraca hasta los primeros años del reinado de Alfonso VII,
interviniendo en documentos que van de 1122 a 1133, precisamente83. Por lo demás,
parece que 1133 fue un año turbulento en el seno de la cancillería castellana: debido a la
expulsión de quien venía encabezándola, Bernardo, se inicia entonces un periodo
inestable, en que Martín parece adquirir un protagonismo acrecido como substituto de
Bernardo; también se trata de un periodo relativamente mal conocido y problemático84,
en que se datan diversos falsos85.
Es llamativa la adición de una nueva cláusula (la 26, redactada como una gracia
concedida por Alfonso VII a los hombres buenos de Guadalajara) debajo de la
suscripción notarial. Se trata, a todas luces, de una anotación realizada cuando el texto
del documento se hallaba ya cerrado y concluido, en un momento posterior. Tal vez
podría representar una cláusula que se decidió añadir cuando el documento ya estaba
formado, y que por razones de espacio se inscribió en el margen inferior del documento,

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entre la suscripción notarial y el borde inferior del pergamino, o en la plica del mismo,
si la tuvo. Si se hubiera tratado de una anotación marginal incorporada en un traslado
posterior, el copista la habría intentado disimular en el cuerpo dispositivo del texto,
insertándola entre las restantes cláusulas; por este motivo, creemos hallarnos ante una
adición realizada sobre el último traslado que se hizo del documento, esto es, sobre el
romanceamiento, y por lo mismo, probablemente anotada en romance.
Aunque muy probablemente las cláusulas de la 22 a la 25 no formaban parte del
supuesto privilegio de Alfonso VII que está en el origen del fuero hasta que le fueron
añadidas en una fase de redacción ulterior, y esta cláusula 26 a que ahora nos referíamos
parece en todo caso posterior a la formación del diploma (y por lo mismo, a los §§ 23-
25), aun así quedará redactada como concesión atribuida a Alfonso VII, singularizado
por su apelativo imperial, por entender los redactores del documento que éste
correspondía como un todo a su reinado, a pesar de nuestra suposición que ve la época
de Alfonso VIII como el contexto propio de las antedichas cláusulas 22 a 25.
Si esta suposición se revela cierta, entonces esta última cláusula (§ 26) podría ser
coetánea de la fe del traslado que se da a continuación y cierra el diploma: “Et sennor,
este traslado es sacado del privillegio del Enperador don Alfonso, vuestro antezesor”.
Esta fórmula es una de las más reveladoras y significativas de cuantas venimos
analizando: delata que, en su estado conocido, el documento es un traslado romanceado
(no un traslado notarial, ni autorizado por el nombre de escribano alguno) de un
documento que se atribuye en su totalidad a Alfonso VII, por presentarlo así sus
fórmulas diplomáticas. La expresión “Et sennor” es característica de una redacción en
romance. Por otra parte, esta fe del traslado se redacta como dirigida a un monarca
castellano sucesor de Alfonso VII, a quien se presenta el documento para su
confirmación: probablemente, se refiere ya a Fernando III. De haberse dirigido el
traslado a Alfonso VIII, para designar a Alfonso VII no se habría escogido el apelativo
“antezesor”, sino el de “abuelo”: el primero de estos términos transmite una
connotación de mayor alejamiento temporal, razón por la que entendemos que se
corresponde mejor con los tiempos de Fernando III, al igual que la redacción en
romance.
El fuero atribuido a Fernando III: generalidades.
El segundo fuero de Guadalajara se presenta como otorgado por Fernando III en
1219. Su contenido normativo se corresponde con un desarrollo del Derecho local
propio de un concejo de la Extremadura castellana. Es posible que algunos de sus

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preceptos hayan sido extraídos, extractados o adaptados de privilegios reales concedidos
al concejo de Guadalajara, o bien de redacciones anteriores, quizás compilaciones de
Derecho castellano vigente en la villa que sirvieron de modelo para algunas partes de
este texto: a este respecto, resulta reveladora la referencia a una carta que hallamos en
su § 95. En cualquier caso, la extensión y variedad del articulado se corresponden bien
con un horizonte de desarrollo local del Derecho autóctono, con relativa abundancia de
preceptos claramente emparentados con el tipo de disposiciones que habitualmente se
asocian a las posturas de los concejos de la época.
La riqueza del texto aconseja reservar toda otra consideración sobre su
problemático y complejo proceso de formación para el capítulo consagrado al
comentario cláusula a cláusula de su contenido normativo. Aquí nos limitaremos, de
momento, con apuntar algunas precisiones basadas en su apariencia diplomática y las
características lingüísticas del texto.
Análisis del texto.
Una vez más, el texto del segundo fuero de Guadalajara no llega hasta nosotros
en su forma original, sino en tres copias que se hicieron del mismo en época medieval.
Denominaremos manuscrito C al conservado en la Biblioteca de la
norteamericana Universidad de Cornell (el texto en los folios 2r-6v), que ya sirviera de
texto base para la edición, pionera y más influyente, debida a Hayward Keniston, en
192486; y, adicionalmente, también el texto que escogemos como base para nuestra
propia edición: tanto el tipo de escritura como las marcas de agua del papel permiten
datar el manuscrito en la segunda mitad del siglo XV.
El segundo manuscrito, que llamaremos A, se encuentra en el Archivo Histórico
Nacional de Madrid (sección de Consejos, legajo nº 33454), en un expediente titulado
La ciudad de Guadalajara sobre la confirmación de ciertos ordenamientos (el texto en
los folios 3r-7v); cosida al mismo va una carta de Pedro de Cartagena, procurador del
monasterio de San Bartolomé de Lupiana, oponiéndose a la elaboración de nuevas
ordenanzas concejiles para Guadalajara, en consideración de las antiguas que ya tenía la
ciudad. En la parte superior del folio 1v de este manuscrito, una anotación del
licenciado Vergara indica que fue presentado al Consejo Real en 1570. De esa fecha
debe datar su inclusión en el fondo de la sección de Consejos, adonde llegó con motivo,
al parecer, de un pleito. Sus ediciones más conocidas se deben al erudito local Francisco
Layna Serrano87 y al historiador Julio González88. Se trata de una copia muy próxima al
manuscrito C en todos sus aspectos paleográficos, razón que induce a considerar como

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muy probable una datación paralela. Es asimismo posible que ambas versiones se
deriven de un original común, si bien una particularidad en el § 9 de este manuscrito A
podría indicar distinta procedencia, como recogemos en nuestro comentario a dicha
cláusula.
El tercer manuscrito, E, procede de la Biblioteca del Real Monasterio de El
Escorial, en el códice X.II.19, titulado Ordenamientos y leyes de los reyes Enrique II,
Juan I, Alonso XI, Enrique III, Juan II y Enrique IV; y Fuero y Ordenanzas de
Guadalajara (el texto en los folios 114r-120r), y acompañado, hasta el final del códice,
por una selección de ordenanzas concejiles. Este manuscrito fue utilizado por Keniston
para incorporar sus numerosas variantes al texto base de su edición de referencia. Y es
que, contrastando con la gran uniformidad que se observa entre C y A, E difiere
abundantemente del texto de aquéllos. Respecto del molde común de C y A, el texto
aparece actualizado desde un punto de vista lingüístico, e introduce una miríada de
correcciones mayores y menores, junto con un sistema completo de rúbricas, separación
de las cláusulas mediante párrafos, y algunas glosas de variada extensión89. Todo ello
indica la pertenencia de este tercer manuscrito a una tradición textual distinta a la
representada por los otros dos, y completada con posterioridad a 1348, como indican
algunas glosas referidas al célebre Ordenamiento de Alcalá. Por lo demás, el desarrollo
de la letra cortesana de este manuscrito parece propio de las últimas décadas del siglo
XV.
Los tres manuscritos coinciden en presentar el fuero con la forma de un
privilegio emanado de la cancillería real castellana, dado por Fernando III en Toledo, el
26 de mayo de 1219, si bien en el manuscrito E se omite todo el escatocolo con la
corroboración, suscripciones y confirmantes, que sí aparecen en C y en A.
Desde un punto de vista diplomático, nada hay que objetar a los aspectos
formales de este documento, donde todo concuerda con los usos de la cancillería y con
la serie de los documentos preparados en ella por el escribano de éste, Egidio. En efecto,
la labor y el formulario típico de Egidio están suficientemente acreditados, sin sombra
de ambigüedad o de reserva, en la cancillería de Fernando III en esos años iniciales del
reinado, cuando se turna frecuentemente en el oficio de la escribanía con Domingo de
Soria. La serie de los documentos debidos a Egidio se remonta a los inicios del reinado
y su intervención se torna cada vez más activa en la cancillería a medida que se acerca
la fecha de mayo de 121990. Tanto el protocolo como el escatocolo de este fuero de
Guadalajara coinciden plenamente con los usos de la cancillería y con los formularios

46
de Egidio que conocemos por documentos originales coetáneos, en muchos de los
cuales encontramos incluso la misma nómina de confirmantes (ocasionalmente afectada
por mínimas variaciones, como permutaciones en el orden de algunos nombres). Así
pues, en principio, todo parece indicar firmemente la autenticidad y legitimidad de este
fuero como emanado de la cancillería real castellana en mayo de 1219.
Por lo que se refiere a la parte dispositiva, el hecho de que esté redactada en
castellano, en tanto protocolo y escatocolo se atienen, en latín, a los usos de la
cancillería, no basta para arrojar sombra de sospecha sobre el documento: son conocidos
otros ejemplos de diplomas emanados de la cancillería de Fernando III en los que la
parte dispositiva aparece también en romance, por un motivo o por otro, sin que por
demás quepa dudar razonablemente de su autenticidad91. La comparación del romance
castellano de este fuero de Guadalajara con una cláusula coetánea (datada en 1219)
recogida (en original) en el fuero de Madrid (§ 113)92 autoriza a suponer que, a través
de la tradición documental, las copias conocidas han conservado en lo substantivo el
estado original de la lengua del fuero guadalajareño.
Por lo demás, la lengua del fuero presenta algunas particularidades
reveladoras93: algunos usos arcaizantes, propios del estado balbuciente de un romance
castellano que hacia 1219 llevaba tras de sí una escasa tradición escrita; vacilaciones
características, fenómeno que no estimamos ajeno al carácter compilador, heterogéneo y
misceláneo del documento; ocasionales rasgos léxicos orientales que pueden hacer
pensar en la influencia del habla aragonesa en la región94; cierta inestabilidad o falta de
rigor ortográfico manifiesta en fenómenos literalmente a-normales imputables al influjo
del habla popular95; y aparición de algunos que Rosso Jiménez estima “fenómenos
innovadores respecto de la lengua de 1219”96.
Sobre la base de estas características, así como por el contenido de sus cláusulas,
puede aceptarse que el cuerpo fundamental del fuero fue redactado con anterioridad a la
confirmación del mismo por Fernando III en 1219, habiendo recibido enmiendas y
adiciones posteriores en las que cabría ver esos usos que revelan un estado más
moderno de la lengua.
El dispositivo del fuero se formó probablemente en el seno del concejo, en un
periodo lato, con anterioridad a 1219; habiendo podido conceder Fernando III, al
comienzo de su reinado, un privilegio confirmando a Guadalajara su fuero, ya fuera
recogiendo explícitamente su contenido normativo, ya mediante un diploma en que sólo
se hubiera consignado la confirmación en términos generales de los “fueros, usos y

47
costumbres” de la villa, según fórmula bien conocida en la época. Esta última
disyuntiva conduce a dos posibilidades hipotéticas. Coinciden ambas en suponer que el
concejo podría haber comenzado a recoger por escrito su Derecho local antes de la
concesión de Fernando III. Pudiera ser que esta compilación formada en el seno del
concejo hubiera sido presentada a la cancillería regia para su confirmación, y que ésta
hubiera llegado en 1219, en un privilegio que la aprueba e inserta, tal como lo
conocemos. O bien, que el concejo, luego de recibir de Fernando III un privilegio de
confirmación general de sus fueros, usos y costumbres, le hubiera añadido como parte
dispositiva las cláusulas que hoy lleva, engastadas entre el protocolo y el escatocolo del
diploma original de la cancillería97. De un modo u otro, lo cierto es que el documento
resultante constituye el modelo de toda la ulterior tradición documental del fuero, en la
que se distinguen con claridad dos ramas: una representada por los manuscritos C y A
(posiblemente, no copian el mismo modelo98), en la que verosímilmente se conserva
una gran fidelidad ortográfica y paleográfica al original; y la otra rama, representada por
el manuscrito E, caracterizado por un esfuerzo del copista hacia la actualización
lingüística y corrección del texto.
Hipótesis sobre la formación de los fueros.
Teniendo en cuenta lo anterior, así como el análisis del contenido normativo de
los textos, deseamos resumir brevemente, por mor de la claridad, lo esencial de la
hipótesis que estimamos como más probable, a la luz del estado actual de nuestro
conocimiento del tema, sobre la formación de los fueros de Guadalajara.
Guadalajara pasó a manos cristianas en torno a la fecha crucial de 108599.
Tratándose, según todos los indicios, de la segunda población del conjunto de territorios
ganados a los musulmanes en esta fase de la reconquista, sólo por detrás de la misma
ciudad de Toledo, cabe suponer que haya compartido con ésta una parte substancial de
las características que definen la estructura social urbana y el modelo de poblamiento.
Sobre la base de esta semejanza, así como por la amplia difusión que en los primeros
tiempos tras la conquista cristiana tuvo en el reino de Toledo el Derecho de su capital,
podemos postular que Guadalajara se pobló a fuero de Toledo, esto es, que su
repoblación siguió en los primeros años cristianos el modelo toledano. De acuerdo con
este modelo, debió conservarse por algún tiempo un estatuto jurídico diferenciado para
los mozárabes (y en efecto, puede percibirse un eco del mismo en el primer fuero de la
villa), y adoptarse, para el conjunto de la población de origen castellano, un cuerpo de
Derecho bien arraigado en la tradición jurídica de la frontera, que podemos identificar

48
como base del Derecho local, y conocer parcialmente a través de los preceptos del
mismo recogidos en compilaciones de otros concejos de la Extremadura, o por la misma
Carta Castellanorum concedida por Alfonso VI a los pobladores castellanos de Toledo.
No existe, en cambio, constancia alguna de que colectivos significados de francos hayan
tomado parte en la repoblación del enclave, ni que en consecuencia éstos hayan sido
objeto de un tratamiento jurídico diferenciado100.
Sin embargo, el poblamiento de la villa seguramente no pudo pasar de hacerse
en precario, debido a que la inminente inversión de la suerte en la lucha iba pronto a
proyectar una sombra de amenaza sobre los territorios ganados en 1085. La invasión
almorávide de la península precipita la reacción musulmana, cuyo primer éxito parcial
está representado por la derrota cristiana de Zalaca / Sagrajas en 1086. Se inicia, a partir
de esta fecha, un periodo de dificultad para las armas cristianas, con sucesivos vaivenes
que sumen el recién ganado reino de Toledo en una época de inestabilidad. El asedio
almorávide de Toledo en 1090 es el primero de una serie de intentos, a la postre
fracasados, por recuperar la antigua capital visigótica para las armas musulmanas. En la
defensa de Toledo y su reino destaca tempranamente la figura emergente de Alvar
Fáñez, cuya memoria, ligada a la leyenda personal del Cid, ha permanecido tan presente
en tierras de Guadalajara101. Consta la presencia del mismo Alfonso VI en Guadalajara
en algunas ocasiones, cuando menos en 1098, y quizás también en 1103102. No cabe
descartar que, con ocasión de estas visitas, el rey hubiera patrocinado alguna iniciativa
destinada a afianzar las defensas y la población del enclave. El final de este reinado,
marcado por el brutal impacto de la derrota de Uclés (1108)103, en la que perdió la vida
el propio heredero del reino, presagiaba la prolongación de las mayores dificultades
frente a los musulmanes en los años de hierro que siguieron bajo el reinado turbulento
de Urraca.
En aquellos años marcados por la acometida almorávide y el retroceso de las
líneas cristianas, el estilo de la vida urbana en Guadalajara debió quedar deprimido, y no
parece que las circunstancias de su defensa, ni el modelo de administración militar bajo
la dirección de Alvar Fáñez hayan ofrecido oportunidad para un desarrollo intenso de su
Derecho local. No debería sorprender, en estas circunstancias, que en Guadalajara no se
haya conservado fuero alguno de esta época. A partir de 1107, parece que la
administración militar de Guadalajara queda confiada a Fernando Garcíaz de Hita, un
personaje destacado en esta región, que será definitivamente encumbrado durante el
reinado de Urraca104. Es muy posible que las tropas almorávides llegaran a amenazar

49
directamente las tierras del alfoz de Guadalajara durante su incursión del verano de
1109105. A partir de 1118 la coyuntura se vuelve más favorable a los cristianos: en ese
año tiene lugar la conquista de Alcalá de Henares, con importantes consecuencias en lo
que se refiere a la articulación y unificación bajo soberanía castellana del valle del
Henares. Todavía la comarca del valle del Tajo entre Zorita y Almoguera estuvo
expuesta a frecuentes incursiones almorávides hasta la toma de Oreja en 1139, punto de
referencia para la repoblación cristiana de la zona. Así, podemos aceptar que
Guadalajara y su tierra quedaron hasta la cuarta década del siglo XII comprendidas en el
radio de acción de cierta inestabilidad inhibidora de la repoblación y del crecimiento.
En este contexto, no sorprende que Alfonso VII hubiera protagonizado algún
tipo de iniciativa en favor del poblamiento y la reactivación de Guadalajara. El primer
fuero se presenta como otorgado en 1133, fecha vecina de 1135, cuando se dice iniciado
el fuero de Alcalá de Henares. Pues bien, es desde luego posible que Guadalajara
hubiera recibido de Alfonso VII, en la primera etapa de su reinado, algún privilegio. Tal
vez, este privilegio estaba suscrito por el escribano Martín, cuyo rastro encontramos en
el texto del primer fuero. Puede discutirse si dicho privilegio era una carta de población
o de fuero; parece dudoso que contuviera la exención de portazgo106. En cualquier caso,
es probable que un privilegio desconocido, emanado de la cancillería de Alfonso VII, se
halle en la base de la posterior elaboración del primer fuero de la villa, tal como lo
conocemos107.
De acuerdo con el itinerario y la crónica de Alfonso VII, es posible que en 1133
este monarca pasara por Guadalajara, durante los preparativos de su primera incursión
estival en tierra andalusí. Pudiera ser que, con ocasión de esta visita, el rey hubiera
concedido al concejo de Guadalajara una aprobación verbal y general de sus fueros,
usos y costumbres. Posteriormente, basándose en esa aprobación verbal recibida del
soberano, el concejo de Guadalajara pudo haber comenzado a elaborar una carta de
fuero, recogiendo su Derecho local, tal vez con el propósito de presentarla a la
cancillería regia para su confirmación108. Esa carta de fuero elaborada por el concejo,
por entenderla derivada de un mandato verbal de Alfonso VII, o bien por hallarse
destinada a recibir la confirmación del rey, fue redactada simulando en lo posible los
usos de la cancillería. Para ello, en el concejo de Guadalajara dispusieron de algún otro
documento como modelo: tal vez de un privilegio anterior concedido por Alfonso VII
en los primeros años de su reinado, como venimos conjeturando. Esto explicaría la
elaboración de un conjunto incongruente, en el que Alfonso VII aparece

50
simultáneamente como casado con Berenguela y correinando con sus padres,
incurriendo así en absurdo. Finalmente, este documento elaborado por el concejo de
Guadalajara nunca llegaría a haber sido confirmado por la cancillería: de ahí la
incongruencia del escatocolo defectuoso con que ha llegado hasta nosotros.
Siguiendo con nuestra hipótesis, postulamos que, ya bajo el reinado de Alfonso
VIII, se fueron añadiendo al fuero así elaborado por el concejo una serie de nuevos
preceptos, al tiempo que se enmendaron otros, ya fuera sobre la base de mandatos o
privilegios auténticos de Alfonso VIII, o sin ella. De este rey sabemos que residió en
Guadalajara, cuando menos en el otoño de 1207109. En 1211 las milicias concejiles de
Guadalajara tomaron parte con el rey en una incursión militar en tierra de Murcia,
dentro de las operaciones preparatorias de la gran batalla de Las Navas de Tolosa del
año siguiente110. Por ello, Guadalajara debió entenderse incluida en los términos de la
promesa que Alfonso VIII hizo de confirmar los fueros a las poblaciones que le
ayudaron en la magna empresa que culminó en 1212111. Con la intención de presentar
sus fueros al rey para su confirmación, el concejo de Guadalajara pudo haber retomado
la vieja carta de fuero atribuida a Alfonso VII, a la que entonces se añadió su § 26, antes
de decidirse a iniciar un nuevo documento. Entre tanto, las ordenanzas y usos del
concejo habían ido creciendo con la villa, y ya había que confirmar mucho más de lo
que pudiera caber en aquel antiguo pergamino, cuya elaboración entonces se cierra y
abandona.
Es, pues, bajo el reinado de Alfonso VIII cuando el concejo de Guadalajara
habrá emprendido la redacción del segundo fuero, recogiendo en él lo principal de su
Derecho local consuetudinario, incluyendo posturas del concejo y también,
probablemente, cláusulas procedentes de privilegios que ya tuviera Guadalajara
concedidos con anterioridad. Es interesante anotar, en este respecto, que la exención de
portazgos quedó fuera de este proceso de redacción, pues no aparece en el texto
resultante, de manera que su inclusión en el texto del primer fuero es casi con toda
seguridad una adición posterior. Como resultado de la labor de compilación normativa
llevada a cabo en el seno del concejo, el segundo fuero constituirá un agregado de
cláusulas tomadas de distintas procedencias, elaborado con vistas a su confirmación por
Alfonso VIII112. Pero no conservamos testimonio alguno de que Alfonso VIII llegara a
confirmarlo, si bien es muy posible que, aun antes de su confirmación real, el concejo
de Guadalajara se hubiera servido de esta redacción local de su Derecho: al fin y al
cabo, tratando de fueros, por encima de su autenticidad o circunstancias de su

51
validación, su verdadera importancia histórica reside en el hecho de haber sido Derecho
aplicado.
Fue al parecer Fernando III quien, al comienzo de su reinado, otorgó y confirmó
a Guadalajara sus fueros: concretamente, los fueros que tenían en tiempo de Alfonso
VIII, esto es, una expresión cuyo sentido genérico abarca el conjunto de provisiones,
ordenanzas, cartas y privilegios que conformaban el Derecho local aplicado en la
villa113. Si, como venimos conjeturando, buena parte de la recopilación que hoy
conocemos como el segundo fuero de la villa ya se hallaba por entonces preparada y
redactada por el concejo, entonces nada impide que dicha confirmación regia se haya
extendido también a la misma. Por otra parte, es muy verosímil que esta gracia de
Fernando III se materializara, de manera usual, en un privilegio de confirmación general
de fueros, usos y costumbres, de los que expedía en abundancia la cancillería en cada
comienzo de reinado. Sobre la base de este privilegio, copiando fielmente el protocolo y
el escatocolo en pergamino aparte, el concejo de Guadalajara pudo haber insertado entre
uno y otro toda la redacción de su Derecho local que había venido elaborando bajo
Alfonso VIII, quedando así formado el segundo fuero, atribuido a Fernando III y
fechado en 1219, si bien muchos de sus preceptos pueden haber sido reelaborados,
enmendados o corregidos en fecha posterior (siendo 1219 la fecha proporcionada por el
privilegio que acogió la compilación).
Tanto la cláusula 95, como otros detalles a los que se pasa revista en el
comentario pormenorizado de sus normas, indican bien a las claras el carácter
misceláneo del texto resultante, en el que conviven normas de procedencia estrictamente
local, como posturas concejiles, con otras de alcance más amplio; cláusulas de mayor y
menor antigüedad; incluso preceptos que resultan redundantes o contradictorios con
otros. Es muy probable que en 1314, cuando los personeros de Guadalajara presentaron
la cláusula 99 a la consideración de María de Molina para que la reemplazara por una
regulación distinta114, el texto del fuero ya estuviera fijado definitivamente tal como lo
conocemos. Es asimismo posible que una fecha clave en la definitiva fijación del texto
haya sido la de 1348, cuando, con ocasión del establecimiento del orden de prelación de
fuentes jurídicas del Ordenamiento de Alcalá, se acometió en muchos lugares la
empresa de recoger, ordenar y fijar sus fueros locales115. Quizás las actualizaciones del
valor monetario de algunas caloñas del fuero que aparecen en las glosas del manuscrito
E datan de este momento: puesto que el Ordenamiento de Alcalá otorgaba validez a
aquellos preceptos de los fueros que estuvieran vigentes, pudo haberse procedido a

52
actualizar estas cantidades en los términos correspondientes a mediados del siglo XIV,
como forma de regularizar su aplicación. A partir de ese momento, podemos entender
que su proceso de formación queda definitivamente cerrado.

53
CONTENIDO INSTITUCIONAL DE LOS FUEROS
Con objeto de alcanzar una mayor claridad y fijación del contenido institucional
que se desprende del estudio de los fueros, dedicaremos el presente capítulo a la
consideración ordenada y particular del tema, abordando así una descripción general de
las instituciones de la Guadalajara medieval, en cuanto los fueros permiten conocerlas,
remitiendo por demás, al lector interesado en ampliar los detalles, contexto y datación
probable de cada instituto o precepto aquí reseñado, a nuestro comentario
pormenorizado de las cláusulas de ambos textos.
La búsqueda de una ordenación para exponer con método y sin excesiva
reiteración el contenido de los fueros nos lleva a adoptar, en sus líneas generales, un
esquema institucionalista de corte clásico, inspirado en el conocido estudio que Rafael
Gibert dedicó en su día a los fueros de Sepúlveda. Dicho modelo conlleva
indudablemente la ventaja de la claridad, si bien resulta un tanto rígido, y
probablemente anacrónico en algunos puntos, por la aplicación de una terminología y de
una sistemática que expresan y dan cuenta de un estadio de desarrollo de la ciencia
jurídica más avanzado al que explica y da cuerpo a la redacción de los fueros
medievales. Este tipo de exposición, pleno del racionalismo más característico de la
tradición de la historiografía positivista, transmite una falsa impresión de coherencia y
estabilidad acerca de las instituciones medievales, cuando en verdad la consideración
más atenta de los fueros de la época pone frecuentemente de relieve su carácter
misceláneo, asistemático, repetitivo, como textos de aluvión, formados por
yuxtaposición y superposición de fases redaccionales sucesivas, dando lugar a
discontinuidades y contradicciones, en ocasiones muy llamativas.
En consecuencia, en las páginas que siguen, se tratará de reflejar, en la medida
de lo posible, las precedencia y temporalidad de los preceptos contenidos en los dos
fueros, procurando percibir, a través de ellos, la evolución de las instituciones de la
Guadalajara medieval, si bien, como queda dicho, el enfoque de este capítulo es general,
debiendo complementarse cuanto aquí se diga con las precisiones de época,
circunstancias de redacción y paralelos en otros textos que suministramos en el
comentario pormenorizado, cláusula por cláusula.
Población.
Se trata, en este apartado, de considerar las previsiones de ambos textos sobre la
población de Guadalajara, con medidas destinadas a su ordenación y fomento. En el
primer fuero se procura favorecer la llegada de nuevos pobladores ofreciéndoles

54
condiciones de seguridad y libertad para establecerse (§ 3), al tiempo que se fija un
plazo mínimo de permanencia en la villa (un año) para aquellos que hubieran recibido
propiedades en ella, al cabo del cual adquirirían plena libertad para venderlas (§ 5): este
último precepto presupone con cierta vaguedad un contexto de reparto que nos remite al
punto a la época de la repoblación, proceso que bien pudo haber precisado de un
impulso en los primeros años del reinado de Alfonso VII, si es que no cabe percibir en
tal disposición un reflejo de época anterior. Al efecto de mantener la estabilidad del
poblamiento se dispone, asimismo, que cuando los propietarios marcharan a poblar a
otra parte, conservando la propiedad de sus casas y heredades, debieran dejar al frente
de las mismas a personas de su misma calidad social (§ 5). También se concede, en este
primer fuero, especial protección jurídica a los malhechores que entraren en término de
Guadalajara, fijando una elevada caloña por su homicidio (§ 9): medida de amnistía
efectiva que habitualmente se relaciona con esa voluntad de incentivar el poblamiento
que es característica de la época de la repoblación.
Otra característica del modelo de poblamiento de esta región, muy extendida en
el contexto del reino de Toledo, concierne al estatuto de igualdad jurídica que la ley
reconoce a todos los pobladores, con la asimilación social de todos ellos por medio de
las caloñas a que estuvieren sujetos (§ 8). Este mismo principio se conserva y vuelve a
consignar explícitamente en el segundo fuero de Guadalajara, formulado en términos
muy similares (§ 41). El precepto se reitera en el primer fuero, referido esta vez a la
abolición de los restos de la fiscalidad de época musulmana aplicables a los mozárabes,
asimilados así al conjunto de la población (§ 13).
Por lo demás, en este segundo fuero se recoge una medida de exención fiscal que
otorga la condición de excusado al nuevo poblador por espacio de un año desde su
establecimiento en la villa (§ 110). En este precepto se percibe una clara intención de
favorecer el poblamiento de la villa, si bien en este caso no queda claro si debe
relacionarse con el contexto de la primera repoblación del enclave, o si más bien
podemos entender que se trate de una disposición de época tardía, destinada a superar
algún bache o vacío demográfico en la posterior evolución del poblamiento de la
Guadalajara medieval.
Estatuto personal de los pobladores.
Cuestión que se deriva inmediatamente de la consideración de la precedente es
la de la condición personal de los pobladores y, en general, de los habitantes de
Guadalajara. Con carácter general, y como ya hemos visto, las previsiones del

55
ordenamiento foral reconocen a los de Guadalajara la igualdad social establecida por
medio de las caloñas judiciales a que estaban uniformemente sujetos (primer fuero, § 8;
segundo fuero, § 41). Y sin embargo, otros preceptos hacen objeto a distintos grupos
sociales de un trato diferenciado en cuestiones diversas.
En el primer fuero se menciona a los mozárabes como un colectivo social
diferenciado (§§ 3, 13), si bien no se acuerda para ellos trato de excepción, declarando
el texto, por contra, la voluntad de asimilarlos plenamente al conjunto de la población
de la villa. Análogamente, se menciona a judíos y moros como colectivos sociales
diferenciados, pero afirmando, con carácter general, su asimilación e igualdad, a través
de las caloñas, con el resto de la población (§ 8).
Otro género de diferenciación social se establece teniendo en cuenta la
participación de cada colectivo en la organización de la milicia concejil: así, en este
primer fuero se distingue con claridad entre peones y caballeros (§§ 5, 8) por sus
obligaciones militares respectivas.
Cuando en este primer fuero se hace mención de los vecinos (§§ 6, 8), no se
establece grado alguno de diferencia social con otros colectivos sociales: los
“moradores” no aparecen aún en este texto, sugiriendo un más incipiente estadio de
desarrollo social en este punto. Por contra, se considera el estatus diferenciado del
“yuguero” o servidor, del que se afirma cierto grado de dependencia personal,
disponiendo que las caloñas a que estuvieren sujetos las percibieran los señores en
cuyas casas viven (§ 11).
El casuismo más complejo del segundo fuero sugiere la impresión de un entorno
social más desarrollado: en sus cláusulas se establece un mayor número de distinciones
posibles entre distintos grupos de habitantes. Se establece, en primer lugar, la distinción
entre vecinos y moradores. A los vecinos se los designa como “vecinos de carta”, esto
es, empadronados; por oposición, los moradores son los habitantes que no figuran en el
padrón (en el § 61 se menciona al “ome pobre que non fuere en carta”); la distinción
más clara entre unos y otros se establece al fijar el mecanismo de la iguala o satisfacción
de parte entre iguales, disponiéndose que en ella no se mezclasen vecinos de carta con
moradores (§§ 96, 98). Un precepto los asimila expresamente, sin embargo, al penalizar
el mentís (§ 22).
Por lo que se refiere al vecino, sólo a él le está permitido tomar prendas,
precisando el forastero de su concurso para hacerlo (§ 20); sólo entre los vecinos se
recauda la indemnización colectiva que se ofrece al caballero por la montura perdida en

56
apellido (§ 25); a los vecinos atañe prestar su testimonio en las firmas, jurando ante el
concejo (§§ 27, 31, 74), penalizándose la presentación del testimonio de quien no es
vecino (§ 31); al vecino le está vedado el oficio de merino (§ 42) (parejamente, en el § 8
del primer fuero); el vecino puede dar muerte al forastero sin incurrir en enemistad ni
otro homicidio que el residual y poco gravoso “homicidio viejo” (§§ 48, 87).
Este último precepto nos induce a considerar el estatuto personal que este
segundo fuero concede al forastero (denominado como “albarrán” y “travieso”, en el
texto). Como acabamos de recordar, el forastero sólo puede tomar prendas acompañado
de un vecino (§ 20); su vida vale menos que la del vecino (§§ 48, 87); le está vedado
recurrir a la iguala (§ 97); a cambio, un precepto le ofrece protección, prohibiendo
tomarle en prenda bestias o monturas (§ 61).
Al igual que en el primer fuero, pero con mayor desarrollo, sus funciones
militares separan del común el estado de los caballeros. Cuando un caballero participa
en expedición militar, tiene derecho a percibir indemnización por la pérdida de su
montura (§ 25), a excusar una bestia no caballar (§ 63), y a un plazo especial para acudir
a responder de la demanda que en su ausencia se presentare contra él (§ 28); la bestia
del caballero no puede ser tomada como prenda (§ 61); a ciertos caballeros encomienda
el concejo guardar el coto de la dehesa del municipio (§ 103); pero sobre todo, el
caballero es el excusado por antonomasia, exento de pechar (§ 51), privilegio que su
primogénito hereda junto con las armas que representan o simbolizan esta condición y
oficio (§ 52). Es conveniente precisar, a este respecto, que existen asimismo otras
causas de exención fiscal, pero no ligadas a la condición personal, sino a motivos
relacionados probablemente con el deseo de atraer nuevos pobladores (§§ 110, 111,
111bis).
Ni mozárabes ni judíos se mencionan en este segundo fuero; en cambio, existen
dos preceptos que atañen a moros, en un contexto que asocia su figura a la del cautivo:
en el § 108 se establece una suerte de “mañería” del converso manumitido, y en el § 114
se veda a éste la capacidad de actuar como parte, o prestar testimonio, en una causa
contra su antiguo amo.
Cuestiones de jurisdicción.
La primera cuestión atañe a la definición de los límites de la jurisdicción del
concejo, por contraste con las instancias de jurisdicción con que se relaciona: en primer
lugar, otros concejos. En el primer fuero se establece el derecho de medianedo (§§ 1, 2,
4c, 17), que permite a los de Guadalajara comparecer ante los jueces de lugares

57
intermedios para seguir pleitos entablados con vecinos de concejos alejados. Para estos
casos, se contempla la eventualidad de indemnizar a los de Guadalajara a los que,
habiendo comparecido ante el concejo intermedio estipulado, la otra parte negara la
satisfacción debida (§ 1c). Posteriormente, en el § 24 de este primer fuero, se recogen
los términos a que se extiende la jurisdicción de la villa de Guadalajara, si bien en este
caso puede tratarse de una nómina que refleje la situación inmediatamente posterior a la
conquista cristiana de su tierra.
La segunda cuestión requiere precisar los ámbitos respectivos de jurisdicción del
concejo y del rey. En este primer fuero se precisa que los alcaldes del concejo son la
instancia competente para juzgar de los pleitos entre vecinos de Guadalajara cuando
fueran movidos por importes de hasta diez sueldos; por una cuantía mayor, la norma
autoriza el apelar a la justicia regia, pero aquellos que lo hicieren quedan obligados a
aguardar la visita del rey para plantear su demanda ante el tribunal real en la propia villa
(§ 14); parejamente, los de Guadalajara no están obligados a comparecer ante el tribunal
regio cuando fueren requeridos a hacerlo por gentes de allende la Sierra (§ 2). En el
concejo, el merino y el juez representan la parte del rey (§§ 6, 25), a la que se reserva la
percepción de las caloñas íntegras por algunos delitos, como hurto y traición (§ 6b), y
con carácter general, la séptima parte de las caloñas por delitos presentados ante juez o
merino (§ 6a). El segundo fuero también vincula la actuación del juez con la parte del
rey, por ejemplo confiándole la recaudación de pechos reales como las infurciones (§
43); asimismo en este segundo texto se regula el recurso de alzada al tribunal regio,
autorizado para pleitos por cuantía superior a dos maravedíes (§ 58).
La tercera cuestión, referida al ámbito propio de la jurisdicción concejil, nos
remite ya, como la anterior, al funcionamiento interno del concejo.
Composición y funcionamiento del concejo.
La concisión del primer fuero no permite alcanzar gran precisión acerca de los
funcionarios del concejo y sus atribuciones respectivas. Destaca sobre otras, como
hemos visto, la figura del juez, que presidía el concejo como representante ordinario del
rey: ya en las previsiones sobre el medianedo (§§ 1c, 4c) se cita expresamente al juez
como la autoridad del concejo ante quien habían de presentarse los pleitos. Esta figura
del juez se pone en seguida en relación con el merino: ambos oficios se asimilan en los
§§ 6, 17bis, y 25. El juez y el merino constituyen la instancia jurisdiccional competente
en asuntos de lesiones y homicidios, correspondiendo a la parte del rey la séptima parte
de las caloñas que ellos percibieran por estos delitos (§ 6a). En los pleitos que vieren,

58
juez y merino pueden imponer a las partes la obligación de dar fiadores (§ 17bis). Como
representantes de los intereses regios, este primer fuero les confía asimismo la tarea de
gestionar los fondos reales asignados a las tareas de reparación de las murallas de la
villa (§ 25).
Por lo que se refiere al oficio de merino, el primer fuero de Guadalajara
reproduce una restricción habitual de la época, vedando su ejercicio a los vecinos de la
villa (§ 8), restricción que asimismo se mantendrá en el segundo fuero (§ 42), pero que
no es extensiva al juez (el § 56 de este segundo fuero implica la posibilidad de que el
juez fuera de la villa).
En el primer fuero aparece ya la figura del alcalde, si bien de este vocablo puede
hacerse un uso genérico, como designativo de la autoridad local en general: así, en el §
22 se cita al “alcalde” como autoridad que puede ejercer mando militar, y en el § 14 se
establece la competencia jurisdiccional del “alcalde” para pleitos por cuantía de hasta
diez sueldos.
Como corresponde a una época de mayor desarrollo urbano, el segundo fuero
representa una organización más compleja de los oficios concejiles. El juez aparece
como representante del rey, cuyos pechos o infurciones se encarga de recaudar cuando
los concede el concejo (§ 43); como autoridad jurisdiccional tiene derecho de imponer
la obligación de dar fiadores a las partes de un proceso (§ 47), y percibe caloñas por la
incomparecencia de una de ellas en los pleitos entre aldeanos (§ 94); el almotacén debe
ser de su mismo barrio, y pagarle una prestación en especie semanal (§ 56); para tomar
prendas debe estar acompañado de dos alcaldes (§ 64); no puede tomar parte en el curso
de un proceso que interese al señor de la villa, a quien representa (§ 65).
El merino, cargo que, como ya hemos visto, no puede ocupar un vecino de la
villa (§ 42), representa, como el juez, a la parte del señor (usualmente, el rey, tratándose
de una villa de realengo) (§ 65).
En el segundo fuero adquieren relieve propio los alcaldes y los jurados, que con
frecuencia aparecen asimilados en sus funciones, si bien parece conservarse la
distinción entre unos y otros (al parecer, unos alcaldes eran también jurados, y otros
sólo alcaldes: § 107).
Los alcaldes tienen atribuidas funciones jurisdiccionales: en los procesos, están
encargados de recibir las querellas, las firmas de las partes y hacer la pesquisa (§§ 2, 3,
15, 19, 22, 62), pudiendo también requerir fiadores de las partes (§§ 47, 50, 87)
(concretamente, la pesquisa deben realizarla seis alcaldes y cuatro jurados: §§ 2, 75,

59
76); los desafíos deben necesariamente verificarse ante los alcaldes, en su reunión
habitual de los viernes (§§ 9, 11); a ellos les está confiada la misión de velar de oficio
por el mantenimiento del orden público, especialmente en tareas de vigilancia del
mercado y de represión de peleas (§ 16), para lo cual deben ir desarmados, castigándose
específicamente su participación en los altercados (§§ 29, 30); el juez requiere el
concurso de dos alcaldes para tomar prendas (§ 64). Su mandato era anual (§§ 62, 113);
al acceder al cargo, los nuevos alcaldes debían jurar no haber comprado el oficio:
hacerlo se castigaba duramente, con la pérdida de la vecindad (producida por el derribo
de las casas) (§ 55); se reunían ordinariamente los viernes (§ 9).
Por lo que toca a los jurados, ya nos hemos referido al hecho de que se requería
el concurso de cuatro de ellos con seis alcaldes para realizar las pesquisas (§§ 2, 75): en
ello (§ 76), como en la recepción de las firmas (§§ 2, 3), la misión de reprimir
desórdenes (§§ 29, 30), y el derecho de requerir fiadores a las partes de un proceso (§§
47, 87), sus funciones coinciden con las de los alcaldes. Este segundo fuero confía a los
jurados, juntamente con el concejo, la misión de nombrar al almotacén (§ 56), y a
alcaldes jurados, la de asistir a las firmas de “palacio” (§ 107).
Tanto los alcaldes como los jurados tenían a sus órdenes ciertos funcionarios
locales subalternos, los andadores, sobre cuyo sueldo y funciones el segundo fuero
aporta alguna información (§§ 24, 93).
Ya hemos visto, de pasada, la figura del almotacén, guarda local de pesos y
medidas: debía ser nombrado por el concejo con los jurados, y proceder del mismo
barrio del juez, a quien debía una prestación semanal en especie; pero durante su
mandato ni el juez ni los alcaldes tenían jurisdicción sobre él (§ 56).
Asimismo algunos caballeros tenían asignada, por comisión del concejo, la tarea
de guardar los ganados en la dehesa de la villa (§ 103).
Organización militar.
Las previsiones sobre la formación de las milicias concejiles y estableciendo las
obligaciones militares de los moradores de Guadalajara, como resulta fácil de explicar
por las circunstancias que rodearon su primera organización urbana tras la conquista
cristiana, ocupan un lugar destacado en el contenido del primer fuero de la villa. Con
carácter general, se establece la obligación de los caballeros de la villa de acudir,
formados como milicia concejil, a tomar parte en la hueste del rey, al menos una vez en
el año (§ 8d), así como a acudir en caso de apellido (§ 15a); como es habitual entre los
concejos de la Extremadura, se prevé que esta obligación afecte sólo a una parte de los

60
caballeros, concretamente sus dos tercios, quedando el tercio restante de los mismos
exento de acudir a fonsado o a cerco (§§ 8b, 15b); para aquellos caballeros obligados a
prestar este servicio que rehusaran hacerlo, se establece una pena de diez sueldos (§ 8c).
De estas obligaciones militares se exime, con carácter general, a los peones (§ 8a).
Además, se regulan en este primer fuero algunas circunstancias conexas con la
prestación del servicio de armas. Así se menciona, por ejemplo, aun de pasada, la seña
concejil que encabeza y agrupa los efectivos formados (§ 15a). Asimismo se regula la
toma de botín por parte de aquellos que tomaran parte en la cabalgada o empresa
militar; con carácter general, se impone la obligación de entregar al rey la quinta parte
de todo botín (el acostumbrado “quinto real”: §§ 7, 19b, 21): consta expresamente que
este quinto afecta al botín consistente en cautivos (§ 19b), oro y plata (§ 21a), pero no
así a paños y ropa (§ 21b). Por demás, se reconoce a los participantes en la cabalgada el
derecho de descontar de este quinto real, en concepto de indemnización, los gastos y
expensas a que hubieran de hacer frente como resultado de la expedición (§ 7b). Una
regulación específica afecta a los cautivos moros que fueran personas de calidad,
caudillos militares que hubieran caído en manos de los cristianos en la batalla: estos
moros hechos cautivos debían ser entregados al rey, contra una indemnización ya
prevista de cien sueldos (§ 19a).
En el segundo fuero de la villa subsisten preceptos relacionados con la
organización militar, pero puede considerarse que el tema ha pasado ya a un segundo
plano, debido al número relativamente menor de normas de este tipo, así como a su
carácter rutinario o consuetudinario, estableciendo una casuística menos rica. Sin duda,
y aunque tenemos constancia del papel significado de las milicias concejiles de
Guadalajara en empresas guerreras en la época de formación de este segundo fuero,
pudiendo destacar de entre ellas su participación, al lado de Alfonso VIII, en las
operaciones preparatorias de Las Navas, el mayor desarrollo urbano de la vida de
aquella Guadalajara de los comienzos del siglo XIII propició que la atención preferente
de los legisladores se dirigiera hacia otro abanico de cuestiones mejor representadas en
dicho segundo fuero de la villa, pasando así la temática militar a un plano más discreto.
Con todo, en este segundo fuero de Guadalajara se contempla la participación de
los caballeros de la villa en empresas militares, bajo los nombres de apellido (§ 25),
fonsado (§ 28) y hueste (§§ 63, 112). Parece presuponerse en este segundo fuero que la
obligación de prestar el servicio de armas se extendía sólo a los caballeros (§ 112), y
nada contradice la proporción en que de acuerdo con el primer fuero debían prestarlo.

61
Se establecen algunas regulaciones complementarias a cuanto se disponía al respecto en
el primer fuero: así, se concede una indemnización, aportada colectivamente por todos
los vecinos, al caballero que perdiere su montura participando en la hueste del rey (§
25); se otorga al caballero que tomare parte en estas empresas un plazo especial para
responder a las demandas que se le presentaran en su ausencia (§ 28); asimismo se le
reconoce el derecho de excusar otra bestia, además de su montura, cuando hubiera de
concurrir a la hueste (§ 63): de este derecho se exceptúa a los caballeros de aldea,
equiparados en ello a los peones, que según el primer fuero explicitaba y este segundo
fuero parece dar por hecho, no venían obligados a prestar servicio militar (§ 112). En
resumen, parece posible entender que las regulaciones expresadas en este segundo fuero
de la villa adquieren un carácter complementario de aquellas que aparecían en el
primero, como presuponiéndolas, sin contradicción apreciable entre unas y otras.
Derecho penal.
Bajo esta rúbrica, bien que con algún anacronismo, podemos agrupar las normas
de ambos fueros destinadas a prevenir y castigar los delitos.
Es materia ésta tratada con alguna amplitud y detenimiento en el segundo fuero;
el primero apenas si contiene algunas referencias laterales a estos asuntos. Así, en este
primer fuero se enumeran los delitos de lesiones, homicidio, hurto y traición, para
especificar que la jurisdicción sobre las causas por los dos primeros pertenece al
concejo, y por los dos últimos, al rey (§ 6). Adicionalmente, se contemplan medios de
prueba para dirimir los casos de hurto (§ 18), sobre los que volveremos al tratar de
asuntos procesales. Un delito que se regula con alguna prolijidad es el de atentar contra
la libertad de movimientos: prendar a los de Guadalajara (§ 4), a mercaderes (§ 16),
deshonrar o matar a quienes llegan a la villa huyendo de alguna culpa anterior (§ 9); es
precaución típica del régimen de frontera, donde se buscaba garantizar la libertad y
seguridad de los pobladores, aunque fueran éstos prófugos de la justicia a los que se
procuraba facilitar un nuevo comienzo.
En el segundo fuero, como corresponde a su utilidad como texto formado en el
seno del concejo a través de una práctica local del Derecho en un contexto de mayor
desarrollo urbano en época más avanzada, se recoge una regulación penal relativamente
detallada, con un tratamiento casuístico de ciertos tipos delictivos y sus penas asociadas.
El homicidio es el delito por excelencia en los fueros, y en este caso es objeto de
una atención frecuente. Su regulación básica se encuentra recogida en el § 67, donde se
establece una pena-composición de 300 maravedíes (probable actualización o

62
trasposición de otra de 300 sueldos que pudo haber estado vigente en algún momento
anterior a la codificación del segundo fuero y que aparece con cierta frecuencia en los
textos de la época) para aquel que matare a otro, extensiva a todos los que hubieren
tomado parte en la muerte, amén de la declaración de enemistad (que comportaba la
pérdida de la paz del concejo y exponía a quien en ella incurría a la venganza legítima
de la parte ofendida). A esta regulación principal del homicidio se añadieron, en la
segunda parte de la cláusula, probablemente en época posterior, precisiones
suplementarias: decretando la confiscación de todos los bienes y la pérdida de la mano
derecha para el insolvente; así como exponiendo la grave obligación de entregar los
homicidas fugados a la justicia en que incurría el dueño de las casas en que
eventualmente pudieran encontrar refugio (llegando a incurrir el dueño de las casas en
la misma pena que el homicida si no podía jurar con doce testigos sobre la rectitud de su
intención). En cláusula aparte, se impone menor pena (cien maravedíes) a quien
acogiera en su casa a un enemigo notorio (§ 81), y se especifica que los enemigos no
pueden beneficiarse de la especial protección que normalmente dispensaba a los
delincuentes el acogerse a palacio o a sagrado (§ 80).
Algunos agravantes del homicidio provocan que este delito se castigue con la
pena capital, sin que quepa el recurso a composición alguna: así, matar con alevosía,
abusando de la propia seguridad, tras haber dado y/o recibido fiadores de salvo (§§ 70-
72).
Asimismo se consideran algunos atenuantes del homicidio: matar (cabe inferir
que “en caliente”) al enemigo (que previamente ha causado la muerte de un familiar
propio) no se castiga en modo alguno (§ 77), así como cuando los parientes del muerto
dan muerte al enemigo que hayándose prófugo de la justicia hubiere sido acorralado y
se negare a dar fiadores (§ 78); en este último caso se castiga con pena de mil
maravedíes a quienes tomaren la defensa armada del enemigo acorralado (§ 79).
En este contexto, destaca la existencia de una suerte de homicidio atenuado, que
en el fuero recibe el nombre de “homicidio viejo”, sin duda por comportar la imposición
de una composición menos cuantiosa, tradición heredada de un tiempo pasado: sólo 32
maravedíes116. Incurren en este homicidio viejo (que no conlleva la declaración de
enemistad): quien da muerte a un asaltante nocturno de su propiedad cuando puede
acreditar la rectitud de su actuación con doce cojuradores (§ 38); quien mata a un
forastero no propietario (albarrán) (§ 48); quien mata a quien rehusó dar fiadores

63
cuando le fue solicitado con autoridad de alcaldes y jurados, pues este tal pierde la
vecindad por ello y pasa a ser considerado como el albarrán (§ 87).
Pierde el derecho de venganza que la declaración de enemistad reconoce al
pariente del muerto aquél que desafiare maliciosa y engañosamente a otro distinto del
que causó la muerte, debiendo pagar por ello la misma composición que habría recibido
del homicida si hubiera obrado rectamente (§ 53): este precepto figura tal cual en el
vecino fuero de Madrid.
Una regulación adicional especifica que el homicidio debido por muerte de
servidores y hombres dependientes había de pagarse al señor de los mismos (§ 44).
Otro delito considerado de la máxima gravedad, y que como tal se castiga con la
pena capital, sin posibilidad de composición alguna, es el de violación (§ 73), que en el
fuero se distingue perfectamente del de seducción (castigado con pena de cien
maravedíes y declaración de enemistad: § 82). Consecuentemente con la grave pena que
se impone por el delito de violación, en el fuero se contempla la necesidad de acreditarla
mediante prueba con el juramento de vecinos (§ 74).
Otro delito que en este segundo fuero se castiga con el máximo rigor es el
impago de ciertas caloñas debidas por quebrantamiento de morada (§ 83) y por lesiones
(§ 92): sobre imponer la prisión por estas deudas, en dichos preceptos se acuerda, como
medida de presión, retirar toda alimentación a los reos a partir de un plazo y, si no
pagan las caloñas, dejarlos morir de inanición.
El fuero contiene un catálogo de mediana amplitud recogiendo otros varios
delitos e infracciones, relacionados en su mayor parte (aunque no en exclusiva, como se
verá) con la represión de la violencia particular y el mantenimiento de la paz del
concejo. Así, se castiga la herida de puño con diez maravedíes (§ 4); mesar o tirar de los
cabellos, con la misma pena (§ 5); herir con armas, con pena de sesenta maravedíes (§
6); participar en pelea o bando, hiriendo pero sin causar lesiones, sólo con tres
maravedíes (§ 7); tomar parte en el bando, hiriendo y con voluntad expresa de hacerlo,
con sesenta maravedíes (§ 8); desafiar en plaza pública o de mercado, con tres
maravedíes (§ 10); desafiar sin autoridad de los alcaldes, con cien maravedíes (§ 11);
vender pescado o conejos fuera del mercado, con un maravedí (§ 13); esgrimir arma en
una disputa, sin llegar a herir, con tres maravedíes (§ 14); prendar a una mujer por la
deuda del marido, sin firmar sobre la demanda, con cuatro sueldos (§ 18); desmentir el
juramento de otro, con tres maravedíes (§ 22); empujar, con tres maravedíes (§ 23); salir
armado a pelea o tumulto en la villa, con diez maravedíes (§ 26); salir a pelea el alcalde

64
o el jurado portando armas, con diez maravedíes (§§ 29, 30); tomar prendas en una viña,
con diez maravedíes (§ 31); denostar la prostituta a otra persona, con pena de azotes (§
39); negarse a dar los fiadores demandados ante alcaldes, con tres maravedíes (§ 50);
comprar el oficio de alcalde, con el derribo de la casa, el pago de veinte maravedíes y la
inhabilitación para oficio municipal (§ 55); tomar prendas vedadas, con diez maravedíes
(§ 61); quebrantamiento de morada, con las caloñas dobladas y resarcimiento del daño
causado (§§ 78, 83); negar los fiadores requeridos, con privación de la vecindad y la
enemistad (§ 87); cortar árbol de fruto, con diez maravedíes (§ 88); cortar árbol sin
fruto, con cinco sueldos (§ 88); cortar viña, con diez maravedíes (§ 89); causar lesiones,
con una variedad de penas según la gravedad de las mismas, que van de los cien
maravedíes y enemistad, abajo (§ 92); resistir las prendas, con otra variedad de penas
según la autoridad a quien se impide tomarlas (§ 93); vender propiedades inmuebles a
miembros de órdenes religiosas, con cien maravedíes y confiscación del bien (§ 100);
extorsionar los guardas de la dehesa indebidamente a los dueños de ganados infractores,
con cien maravedíes (§ 103); hacer empleo indebido o fraudulento del peso público, con
cien maravedíes (§§ 104, 106); proferir malas palabras prohibidas, con tres maravedíes
(§ 115).
Algunos de los preceptos recién referidos atañen a materia de Derecho privado,
o a cuestiones de procedimiento, razón por la que volveremos a ellos en los siguientes
apartados.
Derecho privado.
Si bien la distinción entre lo público y lo privado no estaba en la época definida
con los nítidos perfiles que más tarde adquirirá, podemos emplear aquí, por razones de
claridad, esta anacrónica rúbrica para referirnos a cuestiones relacionadas con la
propiedad: su ostentación, transmisiones, herencia.
Por cuanto se refiere al primer fuero, la materia se toca en unos cuantos
preceptos. El poder público concede, en primer lugar, plena seguridad a las propiedades
de los pobladores (§ 3), como condición para estimular su asentamiento; esta seguridad
se extiende a la penalización de las prendas fuera de término (§ 4) e impuestas a
mercaderes (§ 16). La capacidad de vender las propiedades inmuebles (casas y
heredades) se regula en el § 5, donde se impone a los pobladores la obligación de
permanecer en ellas un año, al término del cual adquieren libertad para disponer de las
mismas, contemplándose asimismo el caso de quienes desearan marchar sin vender las
heredades, a quienes se requiere dejen persona de su misma calidad al frente de ellas. Se

65
regula asimismo el régimen de herencia: en general, aboliendo la mañería como paso
previo para la ordenación del Derecho sucesorio (§ 12a), y estableciendo un reparto
usual, según el cual, dejando herederos legítimos, les corresponden cuatro quintos de la
herencia, pudiéndose destinar el quinto restante a mandas de piedad (§ 12b); esta parte
destinada por el alma del finado puede extenderse a la integridad de la herencia, en
ausencia de herederos (§ 12c). Asimismo hay un precepto que atañe a la herencia del
caballero, permitiendo heredar las armas y caballos que tuvieran prestados del rey (§
20). Afecta también a la propiedad la norma de la prescripción al año por reclamaciones
relacionadas con inmuebles (concretamente, casas, viñas, morales), añadida al final del
fuero (§ 26).
En el segundo fuero, algunas de estas materias son objeto de una regulación más
detallada. Se presupone la seguridad general de la propiedad, dispensándose un trato de
especial protección a ciertos bienes, prohibiendo tomar en prenda las bestias afectas a su
servicio (§ 61), bien en razón de su utilidad pública (hornos, molinos), bien por la
calidad de sus propietarios (caballeros, viudas, pobres, forasteros, clérigos). Asimismo,
la protección de los inmuebles (casa, viña, huerto, mies) permite a su dueño dar muerte
al ladrón sin incurrir en enemistad, ni otro homicido que el poco gravoso “homicidio
viejo” (§ 38). El precepto de la prescripción al año aplicable a bienes inmuebles (§ 33)
procede, con toda probabilidad, de la anotación final del primer fuero (§ 26). Siguiendo
previsión corriente en la época, la propiedad de un molino otorga derechos sobre un
tramo de las aguas que le dan servicio (§ 101). Existen varias normas destinadas a
indemnizar por los daños que se pudieran causar a la propiedad ajena, particularmente
prolijas en materia agropecuaria: así, se establecen indemnizaciones por los daños
causados por el ganado, con carácter general (§ 35), en viñas (§ 32), y en distintos
cultivos (§ 36); así como por la corta de árboles (§ 88) y viñas (§ 89) ajenos, realizada
sin contar con la voluntad de su dueño.
También se regulan en este segundo fuero cuestiones que atañen al matrimonio:
concretamente, se establece el importe máximo de las arras, teniendo en cuenta una
valoración diferente: mayor para la esposa doncella que para la viuda, y mayor para la
villana que para la aldeana (§ 34); también al regular el delito de seducción (fuertemente
penado, con cien maravedíes y la enemistad) se contempla la posibilidad de que la
mujer seducida se mostrara conforme con su suerte, en cuyo caso se la deshereda (§ 82).
Otra cuestión de Derecho privado regulada en este segundo fuero de la villa
concierne a las transmisiones patrimoniales. Lo primero que hay que observar en este

66
respecto es que no existe plena libertad para disponer de la propiedad, pues se impone la
prohibición de vender bienes inmuebles a miembros de órdenes religiosas (§ 100), tal
vez como medio de controlar la proliferación de propietarios exentos en el seno del
concejo. Las previsiones más abundantes en este capítulo atañen a la herencia. Aun
abolida, desde el fuero anterior, la mañería, subsiste una forma residual de la misma,
relacionada con la herencia de los bienes del converso manumitido, a la que tiene
derecho su antiguo dueño, en ausencia de herederos cristianos legítimos (§ 108). Por
demás, se establece que las demandas por herencia prescriben ordinariamente a los diez
años (§ 21); todos los bienes dejados por quien muere sin herederos se aplican por su
alma según su voluntad, o de hombres buenos del concejo, si no la hubiera expresado en
vida (§ 45); en caso de dejar herederos, las mandas por el alma sólo se pueden referir a
la parte mueble de la herencia (§ 66); la herencia del estado de caballero se transmite
con el caballo y las armas (§ 52); se heredan también las deudas: asumirlas es condición
necesaria para ser beneficiario de una herencia (§ 105).
Mención aparte merece la regulación del principio de troncalidad: en el § 99 de
este segundo fuero se establece que cuando fallece uno de los progenitores, se parte la
herencia entre los hijos; y si fallece uno de los hijos, su parte de la herencia pertenece:
a) a los hermanos restantes, si todavía vivían en común; b) al progenitor supérstite, si
los hermanos ya habían partido. Como explicamos en nuestro comentario de esta
cláusula, esta regulación se enfrentó, en el uso, con una regulación diferente, que en la
época se consideraba “fuero de Sepúlveda”, y que acabó imponiéndose en 1314 sobre el
precepto 99 del segundo fuero, a petición del concejo, por concesión expresa de la
regente María de Molina.
Derecho procesal.
Bajo este apartado agrupamos cuantas normas y previsiones se establecen en
ambos fueros para la ordenación de los procesos, el arbitrio de sus garantías y medios
de prueba a disposición de las partes. En el primer fuero esta materia está aún poco
desarrollada. Perviven, con carácter subsidiario, formas de resolución extrajudicial de
conflictos, por ejemplo, relacionadas con la facultad que se concede al hombre de
Guadalajara para tomar prendas en otros concejos cuando le fuera negada audiencia
para su causa (§ 1), al hombre de fuera para hacer otro tanto en Guadalajara (§ 4c), o,
con carácter general, contemplando como habitual las causas solventadas entre vecinos
sin recurrir a instancias judiciales (§ 6b). En esta última cláusula se regula asimismo el
reparto de las caloñas judiciales por delitos solventados ante las autoridades locales (de

67
juez y merino): correspondiendo a la parte del rey la séptima parte de las caloñas por
lesiones y homicidio, y la integridad de las debidas por hurto y traición, en lo que
adicionalmente constituye una disposición orientada a definir respectivas jurisdicciones,
en relación con esos “casos de corte”.
En el § 14 del primer fuero se establece una previsión de carácter procesal
destinada a solventar procesos entre vecinos: por cuantías de hasta diez sueldos,
pertenecía oír el pleito al alcalde local; por cuantías superiores, cabía el recurso de
alzada al rey, pero debiendo aguardar a que visitara la villa: medida dirigida a controlar
los elevados gastos que traía consigo la costumbre de acudir al tribunal regio.
Siguiendo con este primer fuero, una vez iniciado el proceso, en § 17bis se
plantea la obligación de las partes de presentar fiadores como garantía cuando fueran
requeridos por el merino o por el juez, para responder ante la autoridad del concejo y
del rey. En cuanto a los medios de prueba, en este texto sólo aparecen ligados al hurto
(§ 18): el acusado de este delito, cuando no lo hubiera sido antes, podía salvarse de la
acusación mediante el juramento propio unido al de un vecino; y si ya le había sido
probado algún hurto anteriormente, para salvarse de la acusación debía recurrir a la
prueba de la lid o combate judicial (verificado con adversario de su misma calidad).
También es previsión relacionada con materia procesal la prescripción al año de
las causas por ciertos inmuebles que se establece en la problemática cláusula 26 de este
primer fuero.
Los temas de índole procesal reciben un mayor desarrollo en el segundo fuero.
Con carácter general, se percibe que la mayor parte de las previsiones de esta índole
responden al tipo de procedimiento acusatorio, arbitrando distintos mecanismos de
prueba del acusador y del acusado; asimismo, en el texto se documenta la introducción
de la pesquisa como medio de prueba propio del tipo de procedimiento inquisitivo. La
prevalencia del procedimiento acusatorio se manifiesta en el precepto habitual de
acuerdo con el cual nadie está obligado a responder sin acusador (§ 57); sin embargo,
existe alguna circunstancia en que la actuación de los alcaldes, como agentes de la
justicia, se desempeña sin mediar denuncia, o “de oficio”, como hoy decimos, en las
tareas de prevención y represión de desórdenes (§ 16).
En el inicio del proceso, el acusador debe jurar sobre la rectitud de su proceder y
honestidad de su demanda (§ 1), presentando ante alcaldes y jurados los cojuradores que
entendiere presentar en defensa de su derecho (§ 2); sin mediar esa jura o “firma” ante
los alcaldes, el acusador no tiene derecho a exigir “sobrepuesta” o fianza alguna a la

68
parte demandada (§ 15); por su parte, los alcaldes quedan obligados a recibir y cursar la
demanda del querellante (§ 19); para el caso de los aldeanos, se castiga con sanción
pecuniaria la incomparecencia del acusado (como medio de indemnizarles por el
desplazamiento hasta el tribunal: § 94).
En las firmas, se establece en muchos casos el requisito específico de un
determinado número de cojuradores: uno para tomar prendas en viña (§ 31); doce (o
veinticuatro) para salvarse de enemistad y homicidio el que da muerte a un ladrón que
había invadido su propiedad (§ 38); dos parientes, para acreditar el nuevo alcalde que
accede limpiamente al cargo (§ 55); dos parientes vecinos de la villa, para presentar
denuncia por muerte (§ 69); tres vecinos en villa y dos en aldea, para denunciar la
violación (§ 74); una norma que parece de carácter general requiere, para validar la
denuncia, tres cojuradores vecinos en villa y dos en aldea, con la precisión de que sean
de la misma calidad personal que el acusador, sea éste vecino o morador (§ 98): esta
condición se reitera a propósito de la iguala o satisfacción de parte entre iguales (§ 96).
Para las firmas que tienen lugar ante alcaldes y jurados: si han de hacer pesquisa,
ésta debe verificarse antes de la celebración de las firmas (§ 2); en las firmas que se
presentan ante el concejo no pueden intervenir sino vecinos de la villa (§ 27); es
obligatorio firmar sobre la prenda por deudas que se toma a la mujer en ausencia del
marido (§ 18); a las firmas del proceso que atañe al señor no pueden asistir juez ni
merino (§ 65); el converso no tiene derecho a firmar en contra de los intereses de quien
lo manumitió, ni en las dos generaciones siguientes (§ 114).
Existen algunas otras previsiones sobre las demandas: un plazo especial que los
caballeros en servicio de armas tienen concedido para responder a las que se les hicieren
(§ 28); la invalidez de aquella demanda cuya presentación se difiere con intención de
eludir al juez natural (§ 62); la actuación del juez local en la presentación de la demanda
que afecta al señor, pero no en los restantes actos del proceso (§ 65); la limitación a
cinco del número de quienes demandan por muerte (§ 85).
Una vez iniciado el proceso con la denuncia que el demandante presenta ante los
alcaldes y jurados, éstos vienen encargados de efectuar la pesquisa o encuesta judicial:
la pesquisa deben efectuarla antes de que se verifiquen las firmas o juramentos de las
partes; deben llevarla a cabo seis alcaldes y cuatro jurados, por mayoría; y el objeto de
la pesquisa ha de ceñirse a averiguar la verdad de aquello sobre lo que presenta
denuncia y jura el demandante (§§ 2-3). En los procesos por muerte, se dispone que
entre los seis alcaldes y cuatro jurados encargados de la pesquisa no pueda hallarse

69
pariente alguno del muerto; una vez efectuada esta pesquisa, se prohíbe recurrir a
cualquier otra prueba (§ 75), pero se contempla la posibilidad de que la pesquisa no
pudiera verificarse, en cuyo caso se autoriza la prueba privada de salvo o riepto (§ 76).
Esta última previsión nos sugiere tratar la cuestión de la prueba del acusado,
mediante la cual éste hace frente a la acusación y, eventualmente, se salva de ella. A
esta prueba del acusado se le da una vez en el fuero la denominación de “mancuadra”,
referida al juramento con seis cojuradores prestado por el acusado de cortar vid ajena (§
89). Generalmente, sin embargo, se menciona este juramento del acusado sin esa
denominación: así, entre otros casos, algunos de los cuales ya hemos tratado al hablar
de las firmas, el acusado de acoger en su casa a un prófugo homicida necesita doce (o
veinticuatro) cojuradores vecinos para salvarse de esa acusación (§ 67); la mujer
acusada de hurto, doce (o veinticuatro) cojuradoras mujeres (§ 102).
Al acusado atañe asimismo nombrar fiadores como garantía para responder de la
acusación: es una obligación reiterada (§§ 47, 60, 78, 87, 109). Por otra parte, la fianza
de salvo es obligado darla, como garantía de paz, a petición de la parte que teme
venganza: §§ 50, 59, 86, 113. Se castiga duramente la muerte causada quebrantando la
previa fianza de salvo (§ 72). La condición de ser fiador de salvo prescribe al año, o
cuando finaliza el mandato de los alcaldes (§§ 59, 113).
La toma de prendas para hacer frente a la responsabilidad en que pudiere haber
incurrido el acusado es también previsión de índole procesal que es objeto de atención
en varias cláusulas de este segundo fuero: así, se regula la prenda tomada a una mujer
en ausencia del marido, supeditándola a la firma (§ 18); para tomar prendas, se impone
al no vecino la necesidad de venir acompañado de un vecino (§ 20); la prenda tomada
en viña requiere firmar con un cojurador (§ 31); la prenda tomada a los ganados que
dañan los cultivos debe verificarse antes de que regresen a los corrales (§ 35); ciertos
ganados quedan dispensados de la prenda (§ 61). La práctica de resistir la toma de
prendas (que en las posteriores ordenanzas se señala como una costumbre en
Guadalajara) se castiga con detalle, teniendo en cuenta en cada caso la autoridad a la
que se impide tomarlas (§ 93).
Como acabamos de ver, en este segundo fuero se establece un sistema de
resolución judicial de conflictos, con la pesquisa como representación del tipo de
procedimiento inquisitivo, y los juramentos y testigos de acusador y acusado como
elementos del tipo de procedimiento acusatorio, verificadas estas pruebas ante la
autoridad de alcaldes y jurados; con todo, aún subsiste algún residuo de procedimientos

70
de resolución extrajudicial: concretamente, en la regulación de los desafíos, duelos,
lides o rieptos privados entre las partes en litigio. Para ser válidos, los desafíos deben
presentarse ante los alcaldes el viernes, día de concejo, y no verificarse en lugar
indebido (§§ 9-11), ni fraudulentamente (§ 53), ni por más de cinco acusadores (§ 85);
el recurso del riepto se veda entre desiguales y se limita a los “casos de corte”: muerte,
hurto, violación (§ 40), y aun en el caso de muerte, sólo se legitima cuando los alcaldes
y jurados no pudieran efectuar la correspondiente pesquisa (§§ 75, 76).
Otra previsión de interés procesal es la prescripción: a los diez años prescribe
ordinariamente la herencia no reclamada (§ 21); al año, las demandas por bienes
inmuebles (§§ 33, 49); también al año, las que se hacen a los servidores y dependientes
(§ 90).
***
La anterior relación de temas no agota por completo el contenido de los fueros,
pero sí resulta una muestra suficientemente representativa de los asuntos que en ellos se
tratan. Por lo demás, se apreciará el contraste entre algunas cuestiones que son objeto de
una regulación detallada, ocasionalmente adornada por un rico casuismo, y otras
despachadas secamente, incurriendo a veces en defecto de claridad. Es necesario tener
en cuenta, en este respecto, el comentado carácter misceláneo de los textos y las
superposiciones ocasionadas por etapas sucesivas de elaboración. Son cuestiones que,
en la medida de lo posible, abordamos en nuestro posterior comentario cláusula por
cláusula de los dos textos.

71
EL FUERO ATRIBUIDO A ALFONSO VII: COMENTARIO
PORMENORIZADO.
§§ 1, 2
En estas dos primeras cláusulas del fuero se establece el derecho de medianedo,
que permite a los moradores de Guadalajara acudir al juez de Talamanca para seguir
pleito con las gentes de allende la Sierra, y al de Hita para el caso de pleitos con las
gentes de San Esteban de Gormaz y de Berlanga. Una vez fijados estos lugares
intermedios de confluencia de jurisdicciones, se faculta a los moradores de Guadalajara
para que, en caso de incomparecencia de la parte contraria en los lugares estipulados
para seguir el pleito, pudieran por sí mismos efectuar las prendas a las que se estimaran
con derecho, pudiendo añadir a las mismas una indemnización por los gastos del viaje
(la asadura) tasada en un importe de 30 sueldos.
La institución del medianedo es característica de la especial movilidad que
presidió el asentamiento de las poblaciones castellanas durante el periodo más activo de
la repoblación117. No era infrecuente que repobladores recién establecidos, por ejemplo,
en Guadalajara, retuvieran por algún tiempo intereses activos en sus comarcas y lugares
de procedencia, que eventualmente requirieran de ellos litigar en defensa de su derecho.
En estos casos, la institución del medianedo como lugar intermedio entre dos ámbitos
de jurisdicción constituye uno entre muchos elementos destinados a facilitar la vida a
los repobladores, permitiéndoles ahorrarse una parte del trayecto cuando se vieran
precisados de acudir a aquellas instancias jurisdiccionales remotas.
Disponemos de ejemplos análogos de la institución de estos medianedos en
distintos textos forales de la época de la repoblación: así, por ejemplo, en el fuero de
Sepúlveda, al que la tradición atribuye tanta influencia en el desarrollo del Derecho de
la Extremadura castellana, y en la familia de los fueros de Toledo, pudiendo hallarse
entre los preceptos originariamente recogidos en la Carta Castellanorum otorgada por
Alfonso VI a los repobladores castellanos de Toledo y su tierra.
FSepúlveda, § 2: “Et quales homines pecierint contra illos iudicium, aut illos ad
alios, in Ribiella Consegera habeant medianedo, sicut ante fuit”.
FCarcastillo (Medinaceli), § 1: “In Dei nomine. Habet foro Carocastello et suas
terras medianeto ad sua porta et transeant illos de Carocastello super eos et non ueniant
infançone pro testimonio a medianeto contra homines de Carocastello”.
FEscalona, § 11: “Et medianeto cum homines de ultra serra sit in Alfamin”.

72
F(ref)Toledo, § 21: “Sic quoque et illi qui ultra serram sunt, et si aliquod
iudicium habuerint cum aliquo Toletano, quod veniant ad medianetum in Calatalifa, et
ibi se iudicent cum eo”.
FUclés1179, § 24: “Et uestros medianedos: de Talauera a Toledo, in Madrid; de
Auila a Pedraza, medianedo in Alfariella; de Sepuluega a Aellon, de Fita a Talamanca,
medianedo in Almoguera; de Caracena a Cesaraugusta, medianedo in Opte; de Opte
medianedo in Alcaraz”.
Habida cuenta de estos ejemplos, la inclusión del precepto en el sistema foral
guadalajareño puede relacionarse tanto con la influencia del Derecho de la Extremadura
(representado convencionalmente por el fuero de Sepúlveda) como con el fondo común
de Derecho toledano originariamente derivado de la Carta Castellanorum de Alfonso
VI, y adaptado al caso de Guadalajara en los primeros tiempos de su repoblación.
En la cláusula se menciona la autoridad del juez o representante de la autoridad
regia en las villas del realengo como la instancia ante la que debían substanciarse los
pleitos de referencia, pero habida cuenta de la presencia y actuación de estos jueces,
sorprende la atribución de facultad a los moradores de Guadalajara para que, en caso de
incomparecencia de la otra parte, pudieran efectuar por sí mismos las prendas, en lo que
parece un rasgo de arcaísmo propio de modelos de resolución extrajudicial, y de
aplicación extraordinariamente conflictiva118. En cuanto a la asadura, debido a la
naturaleza de esta indemnización, cabe la posibilidad de que se haya cobrado en
especie, por más que su importe venga expresado en moneda. Este precepto 1c está
tomado, muy probablemente, del primer fuero de Medinaceli (conocido por su
redacción de Carcastillo), donde se recoge en similares términos, incluyendo la misma
asadura de treinta sueldos:
FCarcastillo (Medinaceli), § 19: “Et homines de Carocastellis qui demandauerint
directum in alias terras et illis non fezerint directo et super istut pignorauerint in
assadura, saccet XXX solidos”.
Por otra parte, cabe notar que en los §§ 1a, 1b la redacción adopta un imperativo
de segunda persona (“ayades”, “firmedes”), característico de los privilegios reales,
como dirigido a los “ommes de Guadalfaiara” a que se hace mención en la dirección del
diploma, en tanto que en el § 1c se reitera este sujeto y se pasa a la tercera persona
(“pendre”). Si es que esta diferencia de redacción no se ha de imputar al
romanceamiento, entonces puede revelar la pertenencia del § 1c, como adición, a un
momento redaccional distinto. Cabría, entonces, la posibilidad de que los §§ 1a, 1b

73
tuvieran su origen en un privilegio real, y el § 1c, sancionando la prenda privada,
hubiera sido añadido por el concejo tomando por modelo el primer fuero de Medinaceli,
o un texto en que éste se apoya. Hay, en cualquier caso, en esta primera parte del fuero,
una alternancia general de formas imperativas de segunda y tercera personas,
aludiéndose en tercera a la figura del rey.
En párrafo aparte (que siguiendo a Muñoz Romero numeramos como cláusula 2,
pero formando llana continuidad con la primera) se contempla el caso de que los
hombres de allende Sierra contra los que hubieran de litigar los moradores de
Guadalajara decidieran ejercer su derecho de alzada y reclamar al tribunal del rey: el
fuero exime a los de Guadalajara de la obligación de seguirles hasta el tribunal regio. El
precepto parece dar por sobrentendido que la persona física del rey, así como su corte,
donde habían de verse tales alzadas, moraban de ordinario en aquel tiempo al norte de la
Sierra. Reaparece aquí, por demás, el imperativo de segunda persona, que habíamos
apreciado en los anteriores §§ 1a, 1b.
§3
En esta cláusula se otorga a los nuevos pobladores de Guadalajara el derecho a
la libre y pacífica posesión de sus propiedades raíces, en términos de igualdad respecto
de los mozárabes y otros pobladores ya previamente asentados. Se trata de un precepto
típico de un régimen de repoblación, y referido a esos nuevos pobladores, a los que se
prevé allegados, entre otras partes, de Castilla, de León, y de Galicia. Esta enumeración
de países de procedencia para los nuevos pobladores remite probablemente a un hecho
real, si bien cabe suponer que la mayor parte de los repobladores de Guadalajara fueran
castellanos, como sugiere la formación para Guadalajara de un Derecho local
claramente inserto en la tradición del Derecho de su Extremadura.
El precepto que otorga a los nuevos pobladores la plena y libre propiedad de
bienes raíces (casas y heredades, fundamentalmente) se encuentra en otras redacciones
de Derecho local adscribibles al mismo horizonte. Así, por ejemplo, en la tradición
representada por los fueros de Belinchón, latino de Uclés y viejo de Zorita, confirmados
bajo Alfonso VIII:
FBelinchón1171, §16a: “Et concedo vobis vestras casas et vestras hereditates per
semper”.
FlatUclés1179, § 12a: “Et concedo uobis uestras casas et uestras hereditates per
semper”.

74
FZorita1180, § 14a: “Et otorgo vos vuestras casas et las vuestras heredades para
siempre iamas”.
En cuanto al régimen de igualdad entre moradores, es precepto que constituye
uno de los pilares del régimen social de los lugares de repoblación, tanto en el horizonte
del Derecho castellano de la Extremadura, como en lo que se refiere al Derecho de los
castellanos de Toledo. Sobre este principio básico de igualdad jurídica de moradores
tendremos ocasión de extendernos en nuestro comentario a las cláusulas 8e y 13b de
este mismo fuero, en que aparece formulado con mayor claridad.
Sobre la mención en esta cláusula de pobladores leoneses y gallegos, pudiera
entenderse que constituye un indicio de antigüedad que ligaría bien con los tiempos de
Alfonso VI y de Alfonso VII (en que Castilla y León formaban parte de una misma
estructura política); sin embargo, conocemos numerosos testimonios de leoneses
afincados en el reino de Toledo en época de Alfonso VIII119, lo que aconseja no
descartar por principio hipótesis alguna al respecto.
En cuanto a la redacción de la cláusula, las formas imperativas (“ayades”) son de
segunda persona; la dirección alterna la segunda (“a vos, que sodes”, “seredes”) con la
tercera (“o aquellos que [...] vernan”, “otros ommes”); la referencia implícita al rey
figura en primera persona, como otorgante (“otorgamos”).
§4
Esta cláusula consta de tres partes bien diferenciadas. En las dos primeras se
ampara a los pobladores de Guadalajara de las prendas que les pudieran imponer
estando fuera del término de la villa: este delito se castiga con pena de 500 sueldos y
devolución del doble de la prenda tomada, cuando la prenda fuera efectuada en camino
o en otro lugar fuera de término; con 60 sueldos y la prenda doblada, cuando tuviera
lugar en las aldeas. En la tercera sección de la cláusula se estipula el procedimiento que
deben seguir los querellantes que desean iniciar causa contra algún poblador de
Guadalajara: someterse al cauce habitual del proceso ante el concejo competente.
Tratándose de litigios entre moradores en lugares diferentes, cabe pensar que el concejo
ante el que debe presentarse la reclamación, y que debe autorizar la prenda, es el que en
cada caso asigna la regulación de medianedo instituida en las dos primeras cláusulas del
fuero. En caso de que el juez concejil competente rehusara dar derecho al litigante, se
faculta a éste para que tomara por sí mismo la prenda a la que se estimara acreedor120.
La mención en este punto de “aquella puerta” alude a la vieja costumbre municipal
castellana de oír los pleitos en las puertas de la población: costumbre de la que se deriva

75
el nombre de “aportellados” para los oficiales concejiles, y del “portillo” como
denominación genérica del empleo concejil.
El precepto de imponer caloñas a quienes tomaran prendas sin seguir el
procedimiento ante concejo es común al horizonte de fueros castellanos de repoblación,
desde el de Sepúlveda hasta la tradición de Belinchón-Uclés-Zorita, pasando por los
fueros de castellanos de Toledo. Se aprecia una notable coincidencia, en lo tocante al
importe de la caloña, fijado en 60 sueldos más el doble de la prenda, entre la segunda
regulación de Guadalajara (relativa a prendas efectuadas en las aldeas), y lo dispuesto
en los fueros de Sepúlveda, Escalona y refundidos de Toledo. Ello hace pensar en un
origen común para este precepto en la tradición del Derecho castellano, reflejada tanto
en el Derecho de la Extremadura como en el Derecho de los castellanos de Toledo
asociado a la concesión por Alfonso VI de la Carta Castellanorum:
FSepúlveda, § 5: “Et quales homines uoluerint pignorare in arequa, uel in alia
parte, atequam uadat et accipiat eum ante suo iudice, LX solidos pectet in quoto et
duplet ipsa pignora”. § 6: “Et nullus homo sit ausus pignorare in suas aldeas; et si
pignorauerit per tortum aut directum, duplet ipsa pignora et reddat LX solidos”.
FEscalona, § 3: “Similiter, et pignora non solvatis, tam milites quam omnes
gentes. Et si aliquis pignora fecerit vobis, ipsa pignora duplet, et desuper LX solidos
pectet”.
F(ref)Toledo, § 7: “Et quod non sint pignorati, tam milites quam ceteri cives
Toleti, in universo regno illius. Quod si ausus fuerit unum ex illis in omnibus regionis
sui pignorare, duplet pignoram illam et solvat Regi sexaginta solidos”.
Sobre la pena de 60 sueldos, cabe notar que constituye el quinto del habitual
homicidio de 300 sueldos; asimismo, se ha venido señalando su vinculación con el
delito de transgresión de la paz del rey121.
El mismo precepto se encuentra en los fueros de Belinchón y latino de Uclés,
imponiendo, para las prendas efectuadas sin demanda ante concejo, una caloña
consistente en la prenda doblada y 100 maravedíes. En este caso, la escala de la pena es
sin duda indicativa de la menor antigüedad del texto:
FBelinchón1171, § 37 : “Et homines de alias terras qui habuerint iudicium cum
homines de Bellinchon et ante non demandaverint directo in suo concilio et per isto
pignoraverint, duplent illa pignora et pectent in coto C morabetinos ad archiepiscopum”.

76
FlatUclés1179, § 8: “Et homines de aliis terris qui habuerint iudicium cum
homines de Ucles, et prius non demandarent directo in suo concilio et super istud
pirnorauerint, pignora illa duplent et pectent C morabetinos ad regem”.
En ambos casos, se trata a todas luces de la misma redacción, con la única
diferencia relativa a la autoridad señorial a que en cada caso corresponde satisfacer la
caloña de los 100 maravedíes. Teniendo en cuenta la cuantía de las penas, cabe pensar
que la redacción de Guadalajara queda alineada con los textos de Sepúlveda, Escalona y
Toledo. En particular, y a primera vista, la fecha de 1133 que se le asigna al fuero de
Guadalajara convendría bien con la de 1130 en que Alfonso García-Gallo data en origen
el fuero de Escalona.
Sobre la pena tan elevada de los 500 sueldos, encontramos un paralelo bien claro
en una regulación análoga del fuero de Carcastillo (hacia 1129)122, que como se sabe,
reproduce una primera redacción del fuero de Medinaceli:
FCarcastillo (Medinaceli), § 4 : “Et ad homines de Carocastello non pignorent
illos extra suos terminos. Et, si hoc fecerint, pectent D solidos a palaçio et illa pignora
tota duplata”; § 5: “Et homines de alteras terras qui habuerint iudiçium cum illos de
Carocastello et illi non demandauerint prius directo in suo concilio et super istut
pignorauerint, duplent ista pignora et pectent D solidos a pallatio”.
Por otra parte, a cuenta de esta pena de 500 sueldos, cabe recordar su relación
con el homicidio de los nobles que tanta difusión tiene en el Derecho medieval, y que
probablemente se deriva del Liber123. Es en todo caso probable que la pena de los 500
sueldos proceda de la copia de Medinaceli que adoptaron en Carcastillo, estando lo
elevado de esta cuantía en relación con la frontera.
Por lo que toca a la redacción, puede observarse que la dirección está en segunda
persona (“a vos”), en tanto las formas imperativas se corresponden con una tercera
persona genérica (“peche”, “vengal”, “parezca”, “tome”, “pendrel”). La figura del rey
aparece en tercera persona, en la referencia formal a la “parte del Rey”.
§5
En esta cláusula se recoge la libertad del poblador para vender sus bienes raíces
(casas y heredades) y abandonar Guadalajara para marchar a establecerse en otro lugar,
ya de la Extremadura, ya de Castilla, con la previa obligación de residir un año en la
villa. En un segundo supuesto, se contempla la eventualidad del propietario que deseara
conservar sus propiedades raíces luego de abandonar la villa, en cuyo caso se le impone

77
la obligación de dejar en su lugar, al frente de sus bienes, persona de su misma calidad:
un caballero si fuere caballero; un peón, si peón fuere.
Nuevamente, nos encontramos ante una regulación característica del régimen de
repoblación, destinada en primer lugar a garantizar la estabilidad del asentamiento
durante el primer año desde la llegada de los pobladores, a quienes se concede luego
libertad de movimientos para vender sus bienes raíces y marchar a establecerse en otro
lugar, con la sola salvedad que afecta a quienes desearan conservar las propiedades en la
villa. La obligación de morar por un año, al cabo del cual adquieren libertad para
marchar, es precepto común en los fueros de repoblación de la Extremadura y del reino
de Toledo:
FCarcastillo (Medinaceli), § 16: “Et homines de Carocastello de vno anno in
deuant vendat sua casa et sua hereditate et vadat ubi voluerit”.
FEscalona, § 21: “Et post completum annum, si voluerit suas hereditates
vendere, vendat, ubique placuerit ire, vadat”.
FBelinchón1171, § 19: “Et homines de Bellinchon de un anno insuper, si aliqua
causa super illos venerit, vendant suas casas aut suas hereditates et pergant ubi se
voluerint”.
FUclés1179, § 15: “Et homines de Ucles de I anno insuper, si aliqua causa super
eo uenerit, uendant suas casas et suas hereditates, et uadant se ubi uoluerint”.
FZorita1180, § 17: “Los omes del termino de Zorita de un año adelante si
quisieren vendan sus casas o las sus heredades do quisieren seguramente vayan, e los
que en tierras agenas quisieren morar, las heredades que ovieron en termino de Zorita
sirvanles alli do moran”.
Interesa subrayar, en el caso del texto guadalajareño, la mención explícita y por
separado a los dos grandes destinos posibles para el poblador que decidiera abandonar
la villa: el norte (Castilla) y el sur (otra Extremadura).
Por otra parte, el supuesto que obliga al propietario que marcha, para conservar
su propiedad en la villa, a dejar en su lugar persona de su misma calidad, es
probablemente medida encaminada a facilitar la estabilidad y continuidad del
poblamiento, teniendo en cuenta una motivación fiscal y militar: pues la distinción entre
caballeros y peones tiene ese doble sentido y ese doble interés en el contexto de una
villa de repoblación, donde todavía parece perentorio establecer previsiones exigentes
sobre la defensa y organización de las milicias concejiles. Esta motivación es, por

78
demás, análoga a la que se percibe en sendos preceptos consignados en los fueros de
Escalona y refundidos de Toledo:
FEscalona, § 7: “Si quis autem fuerit ultra serra, relinquat mulierem suam aut
filios, vel militem”.
F(ref)Toledo, § 11: “Si quis vero ex illis in Franciam aut in Castella sive ad
Galleciam seu quamcumque terram ire voluerit, relinquat caballerum in domo sua, qui
pro eo serviat infra tantum, et vadat cum Dei benedictione”.
En cuanto a la redacción, cabe notar que tanto la dirección de esta cláusula (“a
todos los pobladores de Guadalfaiara”), como las formas imperativas (“esten”,
“vendanlas”, “vayan”, “ayan”, “puedan”, “sirva”, “faga”) remiten a una misma tercera
persona.
§6
En esta cláusula se trata la cuestión del reparto de las caloñas en función de las
causas en litigio y de la mediación o no de instancia judicial para resolverlas. Se
contempla, en primer lugar, el caso de los litigios llevados ante juez o merino: de las
caloñas, ya fueran debidas por lesiones o por homicidio, la séptima parte correspondería
al rey. En segundo lugar, se contempla el supuesto de litigio extrajudicial, substanciado
privadamente entre vecinos, sin recurso a instancia judicial alguna, en cuyo caso la
integridad de las caloñas pertenecería al vencedor, sin reservar parte alguna al rey. En
tercer lugar, se precisa que en las causas por hurto y traición las caloñas fueran en su
integridad a la parte del rey.
Tanto el juez como el merino son funcionarios municipales que representan a la
parte del rey, a la que esta regulación asigna en reparto una porción variable de las
caloñas judiciales: la séptima parte en asuntos de lesiones y homicidio, la totalidad de
las mismas por hurto y traición. La diferencia entre los dos tipos de causas se
corresponde con la distinción entre delitos habitualmente confiados a la jurisdicción
concejil (lesiones y homicidio) frente a los casos de corte (hurto y traición). Por otra
parte, se contempla la circunstancia de los litigios substanciados privadamente entre
vecinos, al margen de toda instancia jurisdiccional, en el reparto de cuyas caloñas no
entra la parte del rey. Es éste un rasgo arcaizante, que puede relacionarse con la
autorización expresa de la prenda privada recogida en los anteriores §§ 1c, 4c, y que
probablemente remite a una época anterior al reinado de Alfonso VII124.

79
En concreto, de la asignación de una porción de las caloñas judiciales a la parte
del rey, encontramos un paralelo en la cláusula del fuero latino de Uclés que asigna a
“palacio” una octava parte del homicidio (de 300 sueldos):
FUclés1179, § 3: “Qui hominem occiderit de CCC solidos pectet octauum ad
palacium”.
Sobre el redactado, cabe notar el predominio total de la tercera persona (“qui”,
“firme”, “faga cada uno”), aludiéndose al rey en el mismo estilo (“peche al Rey”, “todo
sea a la parte del Rey”).
§7
En esta cláusula se consignan dos preceptos íntimamente conectados, de índole
militar, relativos a la participación de las milicias concejiles de Guadalajara en la guerra
junto al rey o al señor de la villa, y concretamente al reparto del botín ganado en tales
empresas. En primer lugar se establece el acostumbrado quinto real, esto es, la reserva
de la quinta parte del botín obtenido para la parte del rey; en segundo lugar, se precisa
que la prestación de este quinto real debe hacerse efectiva y ser calculada sobre la base
del remanente de botín que restara luego de haber atendido a reparar los gastos hechos
durante la cabalgada o expedición militar (en pérdida o curación de caballos y
hombres); en tercer lugar, se reitera la validez de la regulación anterior en el caso de
participación en expediciones lideradas por señores distintos del rey.
La regulación de la participación de las milicias concejiles de Guadalajara junto
al rey en expediciones militares es un precepto característico del régimen de frontera
propio de un lugar de repoblación, tal como se presenta en otros fueros de la
Extremadura. Así, observamos la reserva del quinto real sobre el botín en los siguientes
fueros:
FCarcastillo (Medinaceli), § 14: “Et caualleros de Carocastello qui fuerint in
fossado cum rege uel cum suo seniore dent vna quinta”.
FBelinchón1171, § 18: “Et cavalleros qui fuerint in fonsado cum archiepiscopo
aut cum suo seniore, una quinta dent”.
FUclés1179, § 13: “Caualleros de Ucles qui fuerint in fonsado cum suo seniore,
dent una quinta”.
FZorita1180, § 15: “Los caballeros de Zorita que fueren en fonsado con el Rey,
o con el Señor non den sino un quinto”.
Cabe observar la casi exacta coincidencia textual de la primera parte de la
cláusula del fuero de Guadalajara con la cláusula análoga del fuero de Carcastillo, y en

80
función de esta coincidencia, postular para el precepto guadalajareño un origen en la
tradición del primer fuero de Medinaceli (y aun más genéricamente, en la genuina
tradición del Derecho castellano de la Extremadura, recogida en éste), análogo por
demás al de los restantes fueros citados.
También el segundo precepto, que permite descontar primeramente los gastos
necesarios para curar heridas de hombres y reponer monturas, antes de calcular la quinta
parte que pertenece entregar al rey, cuenta con una tradición bien asentada en los
mismos textos forales recién citados:
FCarcastillo (Medinaceli), § 6: “Caualeros que fuerint in goardia, si cauallos si
nauargaren aud plagas habuerit, emendent illos prius et postea si dent quinta”.
FBelichón1171, § 8a: “Et cavalleros de Belinchon qui fuerint in gardia, primo
erigant cavallos et plagas et postea quintent illud”.
FUclés1179, § 7: “Et caualleros de Ucles qui fuerint in guardia, primum erigant
cauallos et plagas, et postea quintent”.
FZorita1180, § 8a: “Los caballeros de Zorita que fueren en grada [sic]
primeramente gobiernen sus caballos e sanen las llagas, e despues quinten aquello que
ovieren dellos”.
Cabe notar a este respecto que el precepto originario del primer fuero de
Medinaceli, plasmado en el de Carcastillo, pasa al segundo fuero de Medinaceli
(elaborado bajo Alfonso VIII, hacia 1180, y conocido por la copia enviada a Murillo el
Fruto125):
FMedinaceli1180, § 87: “Ommes de Medina que fueren en cavalgada antes
erechen e de pues quinten”.
En consecuencia, cabe también postular para este precepto un origen bien
consolidado en la tradición jurídica castellana fijada en los fueros de la Extremadura,
con particular asiento en una primera copia de Medinaceli cuya influencia sobre el
primer fuero de Guadalajara se percibe con claridad.
Por lo que toca a la redacción de la cláusula, se alude directamente a los “ommes
de Guadalfaiara”, y se emplea la tercera persona, tanto en los verbos imperativos (“non
den”, “levanten”, “fagan”), como en las alusiones al monarca (“con el Rey”, “si fueren
menos de Rey”).
§8
La cláusula, o más bien el conjunto de cláusulas que encontramos agrupadas en
este párrafo de la edición de Muñoz Romero, tratan de una variedad de asuntos relativos

81
a la organización del servicio militar y a la condición personal de los pobladores de
Guadalajara. Destacan en primer lugar (§§ 8a-d) previsiones sobre el reclutamiento de
las milicias concejiles con ocasión de las expediciones militares bajo mando del rey,
concretamente del fonsado. De la obligación de acudir al fonsado se exime a los peones
u hombres de a pie; y de entre los caballeros, se ordena que acudan los dos tercios,
quedando el tercio restante en la villa; la incomparecencia del caballero incurso en la
obligación de acudir a fonsado se castiga con pena pecuniaria de diez sueldos; y se
estipula que dicha obligación se limita a una vez en el año. Todas son previsiones
habituales en el régimen fronterizo de la Extremadura, con numerosos paralelos en otros
fueros del entorno.
Así, la exención de acudir a fonsado para los hombres de a pie es precepto que
se encuentra con cierta frecuencia en los fueros de los concejos de repoblación:
FCarcastillo (Medinaceli), § 10c: “Pedon non baiat in fossado nisi in çirca de
rege [...]”.
FBelinchón1171, § 2b: “et pedones nullum fonssado faciant”.
FUclés1179, § 2b: “Pedones nullum fonsatum faciant”.
FZorita1180, § 2b: “mas los peones non fagan fonsado nenguno”.
Parejamente, en dichos fueros es frecuente encontrar la limitación en el número
de los caballeros que deben acudir a fonsado, disponiendo que una porción de ellos
quedara en la retaguardia, tal vez por motivaciones de índole estratégica fáciles de
entender en el contexto de poblaciones de frontera. Concretamente, en los textos de la
tradición de Belinchón-Uclés-Zorita se dispone que un tercio de los caballeros
acudieran al fonsado, restando las dos terceras partes en la población:
FBelinchón1171, § 2a: “Et quando fuerit fonsado cum tota Castella admonitione
vadant de vos tertia pars de cavalleros in illo fossado”.
FUclés1179, § 2a: “Quando fuerit fonsato de rege cum castella atmonitionem,
uadant de uobis tercia pars de militibus in fonsato”.
FZorita1180, § 2a: “Quando fuere el fonsado del Rey con toda Castiella por
amonestamiento vayan de vos la tercera parte de los caballeros en aquel fonsado”.
Por su parte, y de forma reveladora, en el caso del fuero de Guadalajara esta
proporción se invierte, circunstancia que podemos atribuir a su dependencia del primer
fuero de Medinaceli (reflejado en el texto de Carcastillo de hacia 1129), donde también
se dispone que un tercio de los caballeros estuviera dispensado de acudir al fonsado

82
(nótese que la misma proporción se reitera más adelante en el mismo fuero primero de
Guadalajara: § 15b):
FCarcastillo (Medinaceli), § 10a: “Caualleros de Carocastello non baiant illa
terçera parte in fossado cum rege aut cum seniore”.
Parece claro, en este respecto, que existe una relación particularmente estrecha
entre la regulación del precepto en este primer fuero de Guadalajara y cuanto al efecto
se disponía en aquella primera copia del fuero de Medinaceli que conocemos por el
texto de Carcastillo: siguiendo esta tradición, el primer fuero de Guadalajara enlaza
directamente con el primer fondo de Derecho de la Extremadura plasmado en el primer
fuero de Medinaceli, apartándose una vez más de la posterior tradición de este Derecho,
plasmada, entre otros, en los referidos textos de Belinchón-Uclés-Zorita.
Por otra parte, la sanción a los caballeros que, formando parte del turno obligado
a fonsado, rehusaran cumplir con esa obligación es asimismo precepto frecuente en
estos ordenamientos de la Extremadura, amén de figurar en los fueros toledanos:
FCarcastillo (Medinaceli), § 10b: “Qualque remangat de illa terçera parte peytet
forssato V solidos”.
FEscalona, § 23: “Et iterum, qui autem supradicto fosado remanserit sine vera
excusatione, solvat senioribus X solidos”.
F(ref)Toledo, § 8b: “Et qui remanserit ab illo fosato sine veridica excusatione,
solvat Regi decem solidos”.
FBelinchón1171, § 2c: “ et si illa tertia pars de cavalleros mercierint illo fossado,
pectent tres tres solidos aut tres tres karneros valentes unusquisque ex eis uno solido”.
FZorita1180, § 2c: “E si aquella tercera parte de los caballeros mintiere, e non
fuere en aquel fonsado, peche, e pague cada uno dellos tres sueldos, o tres carneros, asi
que cada uno dellos valga un sueldo”.
Para el caso de los fueros toledanos, estima García-Gallo que la penalización de
los caballeros que no acudieran a fonsado es precepto añadido a la primera redacción de
la Carta Castellanorum126. Destaca la exacta coincidencia en la cuantía de la pena entre
los fueros de Escalona y refundidos de Toledo con el texto de Guadalajara. Sobre la
base de esta coincidencia sería verosímil postular la influencia que el precepto
consignado en el fuero guadalajareño, inicialmente relacionado con la tradición del
primer fuero de Medinaceli, recibe de la segunda versión de la Carta Castellanorum
que sirvió de base para las mencionadas redacciones toledanas.

83
La misma relación y el mismo origen posibles cabe estimar para el precepto que
limita a una vez en el año la obligación de acudir a fonsado. Este precepto del fuero de
Guadalajara no se encuentra en los fueros adscritos a la tradición jurídica de la
Extremadura a los que antes hemos hecho referencia; en cambio, sí aparece en los
fueros de la tradición jurídica toledana:
FEscalona, § 4: “Adhuc et milites non faciatis anubda, nisi uno fosado in anno”.
F(ref)Toledo, § 8a: “Adhuc autem, et milites illorum non faciant abnubdam, nisi
uno fossato in anno”.
Sobre la base de esta coincidencia con el fondo de Derecho toledano, podemos
postular la influencia que el precepto guadalajareño recibe de la tradición jurídica de la
Carta Castellanorum, esto es, del cuerpo de Derecho reconocido por Alfonso VI tras la
toma de Toledo a sus primeros repobladores castellanos, y que cabe razonablemente
suponer que se hubiera otorgado, asimismo, a los primeros repobladores castellanos de
Guadalajara. Todo ello sin olvidar la relación fuerte que asimismo se evidencia, en este
como en otros puntos, con esa primera redacción conocida del fuero de Medinaceli
reflejada en el texto de Carcastillo.
Esto, por lo que toca a los supuestos relacionados con la milicia. En lo que queda
de párrafo se añaden preceptos diferentes (§§ 8e-g). Se concede la igualdad de caloñas
entre los pobladores: todos ellos han de pagar la séptima parte que aparecía consignada
en el anterior § 6a. Esta igualación de la condición personal de los pobladores en
función de las caloñas a que están sujetos es principio característico del régimen de los
concejos de la Extremadura. Por el contrario, no se encuentra recogido en los textos del
modelo toledano, donde había mayor distinción personal entre los moradores (con
estatuto personal distinto para mozárabes, castellanos y francos). Cabe anotar que en
Guadalajara este precepto se hace extensivo a las minorías religiosas (moros y judíos),
en lo que apreciaremos un punto de contacto con la primera versión del Derecho local
de Medinaceli, recogida en el fuero de Carcastillo. En el fuero de Sepúlveda
encontraremos un principio análogo o relacionado, pero no equivalente, tendente a
igualar la condición personal de infanzones y villanos a través de las firmas, en lugar de
hacerlo por medio de las caloñas, como en los restantes textos.
FSepúlveda, § 4: “Et omnis homo qui habuerit iudicium cum homine de
Sepuluega, firmet ille Sepuluega super infanzones siue super uillanos, nisi fuerit
uassallo de rege”.

84
FCarcastillo (Medinaceli), § 8: “Iudeos qui uenerint populare in Carocastello
tales calomnias habeant sicut alios populatores”.
FBelinchón1171, § 12: “Infanzones qui ad Belinchon venerint populare, tales
calonias habeant de morte aut de vita quomodo alios populatores”; § 13: “Infanzones
qui intrarent in termino de Belinchon de moiones ad intro tales foros habeant quomodo
alios vicinos de Belinchon”.
FUclés1179, § 9: “Infançones qui uenerint ad Ucles populare, tales calumpnias
habeant de morte o de uita, quomodo alios populatores. Infançones qui intrarent in
termino de Ucles de los moiones adentro, tales foros habeant quomodo alios uicinos de
Ucles”.
FZorita1180, § 9: “Los infanzones [...] a poblar a Zorita tales caloñas ayan de
muerte, o de vida, quales han los otros pobladores”; § 10bis: Los infanzones que [...] de
Zorita de dentro de los moiones tales fueros ayan quales los otros vecinos de Zorita”.
El último precepto de este párrafo (§ 8g) recoge la prohibición a los vecinos de
la villa de acceder al oficio de merino: precaución habitual en el régimen concejil
castellano, destinada a separar las instancias de “palacio” y “concejo”. Encontramos
supuestos semejantes en los siguientes fueros:
FBelinchón1171, § 28: “Vicino de Bellinchon non sit portero neque merino”.
FZorita1180, § 25: “El vecino de Zorita no sea portero ni merino”.
Finalmente, refiriéndonos al conjunto de las regulaciones que figuran en este
párrafo, hemos de llamar la atención sobre la continuidad de algunos preceptos en el
posterior fuero segundo de la villa, el atribuido a Fernando III: así, la exención de
fonsado para los peones (§ 112), la igualdad de caloñas entre los vecinos (§ 41) y la
prohibición a los vecinos de ser merinos (§ 42). Debe valorarse en lo que cabe, como
elemento de continuidad jurídica entre los dos textos forales de Guadalajara, si bien no
parece que en estos casos se dé coincidencia textual entre ambos.
En cuanto a la redacción del párrafo, se emplea la tercera persona, tanto para
referirse a los destinatarios de la cláusula (“Aquellos peones de Guadalfaiara non fagan
fonsado”, “los cavalleros vayan”, “finque”, “fagan”, “aya”), como al monarca (“con el
Rey”, “al Rey”). Destaca la designación reiterada de Guadalajara como “çibdad”, por
más que dicha población no alcanzara tal título hasta el reinado de Enrique IV; sobre
semejante peculiaridad, repetida por demás en otros pasos del mismo texto (§§ 9, 10,
15, 16), la desaparición del diploma original no permite confirmar hipótesis alguna127.
§9

85
En esta cláusula se concede protección al prófugo que llegare a Guadalajara y
allí fuere deshonrado o muerto por la culpa que dejaba atrás en su huída. La pena de 500
sueldos que se impone a quien le diera muerte supone un homicidio agravado (por otros
fueros de la época sabemos que el homicidio se tasaba habitualmente en los 300
sueldos), y la pena más elevada del fuero (condición que comparte con la prenda a los
vecinos del § 4a).
Se trata, por demás, de un supuesto típico de la realidad de las sociedades de
frontera, donde por voluntad de atraer repobladores se otorgaba una suerte de amnistía
penal para las faltas cometidas en el pasado y en otras tierras, condición que muchas
veces resultaba decisiva para el asentamiento de quienes buscaban en el nuevo pueblo
remisión de las culpas cometidas. Las culpas del prófugo que se mencionan en el texto
cabe pensar que eran las más frecuentes en la mente del redactor de la cláusula: llevar
consigo una mujer raptada (o lo que era equivalente, tomada por esposa sin el
consentimiento de su familia) o “temer muerte” (tal vez por ser el prófugo acreedor a la
enemistad).
En el fuero de Sepúlveda encontramos una regulación similar, con mención del
rapto de la mujer como motivación de la huída, y ofrecimiento de seguridad para el
prófugo. La pena de homicidio (en 300 sueldos) la asigna el texto de Sepúlveda al que
da muerte a su enemigo en las tierras de aquende Duero, y en consecuencia no es
precepto equiparable al de la cláusula del fuero de Guadalajara que comentamos, pero lo
citamos aquí por la relación existente entre ambos supuestos, y por contener la habitual
cuantificación del homicidio en 300 sueldos:
FSepúlveda, § 17: “Et siquis homo de aliqua terra mulier aliena, aut filia aliena,
aut aliquam rem de suis facinoribus quod contingerit adduxerit, et ubiaret se mittere in
Sepuluega, nullus tangat eum”; § 18: “Siquis homo quomodo hic nominauimus quesierit
sequere suo omiziero et de Duero in antea lo mataret, CCC solidos pectet et sit
omiziero”.
Un principio análogo encontramos en la versión de Carcastillo del primer fuero
de Medinaceli, ofreciendo la paz al prófugo homicida llegado a poblar:
FCarcastillo (Medinaceli), § 22: “Homine qui fuerit homicida de alteras terras et
venerit a Carocaster populare adiuuent illum cantum meliorem poterint”.
En la redacción Guadalajara se nombra, explícita y nuevamente, como “çibdad”;
en tercera persona, tanto la forma imperativa (“peche”), como la referencia al rey
(“peche al Rey”).

86
§ 10
Es ésta una cláusula problemática, en la que se concede a los pobladores de
Guadalajara exención de portazgo y montazgo. Sobre el ámbito de aplicación de estas
concesiones cabe considerar la diferencia que se puede seguir de la utilización de dos
expresiones diferentes: “en la mi tierra” en el caso de la exención de portazgo (esto es,
en el realengo); “en ningund logar” para la exención de montazgo (irrestricta, por tanto,
si bien cabe suponer que venga a significar también en el realengo). Los problemas de
la tradición documental (hoy por hoy insalvables, debido a la pérdida del original)
impiden arrojar luz sobre este extremo, como sobre los otros que a continuación
expondremos.
En principio, nada tendría de extraño que los pobladores de Guadalajara
hubieran sido objeto de una tan generosa concesión de exención de portazgos y
montazgos. En su estudio sobre los fueros de Toledo, el profesor García-Gallo
proporcionó una nómina de fueros de la época (desde fines del siglo XI a la cuarta
década del siglo XII) en que figura la exención de portazgo128, relación que no
encontraríamos dificultad en prolongar aquí129. Sin embargo, en el mismo estudio se
demuestra que el supuesto privilegio de exención de portazgo a Toledo fechado en 1137
no es sino una hábil falsificación posterior130, y que la regulación de esta exención no
fue efectiva en Toledo hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XII, en la versión
refundida de sus fueros, y aun así, en términos restringidos (sólo a los caballeros por sus
monturas, y en un supuesto por el rescate de cautivos)131. Por otra parte, esta exención
figura en el texto del fuero de Escalona, y entre las cláusulas que García-Gallo estima
proceden de la primera versión de la Carta Castellanorum132. También en textos
posteriores, como por ejemplo el fuero viejo de Zorita de 1180133.
Sin embargo, existen razones para dudar de que esta concesión haya formado
realmente parte del fuero de Guadalajara. La concesión de portazgo recogida en la
cláusula que comentamos es irrestricta en el ámbito del realengo. Sin embargo, cuando
más adelante, en 1260, Alfonso X expidió un diploma concediendo una merced análoga,
lo hizo con la excepción de Toledo, Sevilla y Murcia, donde la corona se reservaba
habitualmente las rentas de almojarifazgos (en que el portazgo venía incluido)134.
Además, en todo el segundo fuero de Guadalajara (atribuido a Fernando III) no existe
rastro de exención de portazgo. No es de creer que, de haber contado efectiva y
realmente el concejo de Guadalajara con la exención irrestricta de portazgo consignada
en este primer fuero de la villa, se hubiera contentado en 1260 con la concesión

87
restringida de Alfonso X, a quien hubieran podido exigir el cumplimiento del fuero en
dicho punto. Tampoco resulta verosímil que una merced tan apreciada como la exención
de portazgos hubiera sido pasada por alto por los redactores del segundo fuero de la
villa, si es que realmente estaba incluida en el primero, que ahora comentamos. En
consecuencia, parece razonable colegir que la mención a esta supuesta exención en la
cláusula décima del primer fuero es una interpolación posterior, fabricada con una
intención reivindicativa, y que no parece imposible relacionar con la coyuntura de
conflicto entre el concejo de Guadalajara y otros lugares donde en el siglo XV se le
exigía a los de Guadalajara el pago del portazgo135.
Por lo que se refiere a la exención de montazgo, cabe extender reservas análogas
a las que venimos de expresar a cuenta de la exención de portazgo. Cierto es que el
precepto cuenta con una innegable tradición en los fueros del entorno136, y que, esta vez
sí, pasó la “criba” del proceso de redacción del segundo fuero de Guadalajara, en cuyo
texto está incluido137. Sin embargo, la conexión de esta mención con la recién
comentada de exención de portazgos parece punto menos que indisociable (si la
cláusula 10 se aprecia como una adición de época posterior, no tiene mucho sentido
suponer que sólo una parte de la misma haya sido “fabricada”). Por añadidura, la
redacción de esta segunda parte de la cláusula resulta sospechosa y problemática, no
sólo por la incongruencia de la fórmula “en ningund logar” respecto de la anterior “en la
mi tierra”, sino también por el supuesto anacronismo de referirse nuevamente a
Guadalajara como una “çibdad”. Como tenemos afirmado, el problema de la ocurrencia
del término “çibdad”, que se extiende a otras cláusulas del mismo texto (§§ 8, 9, 10, 15,
16), puede responder desde luego a la azarosa y problemática transmisión documental
del diploma, del que sólo tenemos noticia por las transcripciones que distintos
historiadores dan del mismo. Con todo, no parece irrazonable expresar también, a
propósito de esta exención de montazgo, la misma clase de reservas que formulábamos
sobre la primera parte de la misma cláusula.
Sin embargo, esta cláusula décima presenta otra interesante peculiaridad en su
redacción: la referencia al rey en primera persona (“en la mi tierra”), como en los §§ 3,
17, 22, 23, 25 del mismo fuero, contrastando en esta parte del documento con las
cláusulas inmediatamente anteriores y siguientes, donde se alude al monarca en tercera
persona. Constituye esta diferencia otro indicio de la posible interpolación de la cláusula
décima.

88
Adicionalmente, cabe considerar el grado de coincidencia textual entre la
segunda parte de la cláusula y el precepto análogo contenido en el segundo fuero de
Guadalajara, atribuido a Fernando III:
FGuadalajara1133, § 10b: “et esto mismo, de ganado de aquella çibdad non den
montadgo en ningund logar”.
FGuadalajara1219, § 46: “Tod ganado de Guadalfajara non de montadgo a
ningund lugar.”
Sobre la base de esta llamativa similitud (por la fórmula “en ningund logar”), tal
vez se pudiera creer que ambas anotaciones se realizaron al mismo tiempo en cada uno
de los dos textos, como respondiendo a una misma intención de los redactores,
pudiendo tratarse así de interpolaciones posteriores, quizás en forma de anotaciones
marginales más tarde incorporadas al cuerpo del texto en una versión ulterior; o quizás,
que el § 10b del primer fuero responde a una interpolación hecha en el texto tomando
por modelo el texto del § 46 del segundo fuero.
§ 11
En la redacción de esta cláusula, tal como se nos ha transmitido, la claridad no es
completa, pero su contenido normativo queda bien comprendido: se trata de reservar las
caloñas por los hombres dependientes al señor en cuyas casas viven. Se sigue en ello la
tradición castellana reflejada en la Carta Castellanorum concedida por Alfonso VI a los
repobladores castellanos de Toledo, e incorporada como tal a los fueros de aquéllos:
FEscalona, § 6: “Et de vestris hominibus qui vestro pane comedent, calumniam
accipiatis, sed non homicidio”.
F(ref)Toledo, § 10: “Sic quoque et qui, intus civitatis aut foras, in villis et
solaribus suis commoraverint, et contentiones et iurgia inter illos acciderint, omnes
calumnie ipsorum sint suorum”.
El precepto, formulado con carácter más general, pasa a los fueros de la
tradición de Belinchón-Uclés-Zorita:
FBelinchón1171, § 4a: “De mancipiis et de vestris fillis seu de tornaticiis ipsas
calonias que contingerint sic de omicidio quomodo et de alias causas et livores, donno
de casa accipiat illo pertinente pecto, id est, octavo”.
FUclés1179, § 4a: “De mancipis et de filiis seu tornadiciis, ipsas calupnias que
contigerint et de liuores, dompno de illas casas accipiat quantum pertingerit in suo
quarto”.

89
FZorita1180, § 4a: “De los mancebos de vuestros fijos, o de los tornadijos esas
mismas caloñas que contecieren, e acaescieren asi de omeciello, comoo de las otras
razones, e cosas, e livores, los señores de las casas tomen el pecho, o el tributo que
pertenesca, conviene a saber el ochavo”.
Cabe notar que en el fuero de Escalona se exceptúan de la regla las caloñas por
homicidio; no así en los de Belinchón y Zorita, pero en estos últimos se asigna al señor
sólo la octava parte de las caloñas. En la regulación del primer fuero de Guadalajara no
se estipula reparto alguno, pareciéndose entender que se asignan las caloñas por el
servidor, en su totalidad, al amo.
En el posterior fuero segundo de Guadalajara, la asignación al señor de las
caloñas del dependiente se reservará para el caso de homicidio:
FGuadalajara1219, § 44: “Tod ome a qui so juguero o so collaço matare, sea al
omezillo de so sennor”.
§ 12
Esta cláusula se consagra al régimen sucesorio. Como condición previa para el
mismo se establece, en primer lugar, la abolición de la mañería (a la que se alude con la
expresión “Testamentarios non ayades”). A continuación se contemplan dos supuestos:
habiendo herederos, les deben corresponder las cuatro quintas partes de la herencia,
pudiendo el testador asignar una quinta parte como manda por el alma; sin herederos, se
estipula que toda la herencia se destinara a obras de piedad por el alma del difunto,
siguiendo el criterio de hombres buenos.
La abolición del régimen de mañería, como paso previo para la regulación de un
régimen sucesorio, es característica del Derecho castellano de la Extremadura, y como
tal se recoge en numerosos fueros de esta área:
FSepúlveda, § 28a: “Nullus homo qui in Sepuluega habitauerit non habeat
manneria”.
FCarcastillo (Medinaceli), § 13: “Et homines de Carocastello non dent manaria,
nisi hereditent suas gentes”.
FBelinchón1171, § 1a: “In primis ut non habeatis manneriam nisi ut vos
hereditetis unus ad alteros usque ad septimam generationem”.
FUclés1179, § 1a: “In primis ut non habeatis manneria, nisi ut unos ad alios uos
metipsos hereditetis usque ad VII generationes”.
FZorita1180, § 1a: “Primeramente que vuestros bienes non sean mañeros nin los
ayades por tiempo señalado mas que podades vuestros bienes muebles e raices poseder

90
e mantener, vender siempre, e ennaienar, e fazer dellos e en ellos vuestra voluntat para
siempre, e cada uno de vos pueda a otro, o a otros heradar fasta en la septima
generacion”.
Se observa también coincidencia con otros fueros en el supuesto del que fallece
sin herederos y cuya herencia asignan los hombres buenos del concejo por su alma:
FSepúlveda, § 28b: “ et si non habuerit gentes hereditent eum conceio et faciant
inde helemosina pro sua anima”.
FBelinchón1171, § 1b: “et qui de vobis non habuerit filios aut propinquos sive
gentes, ponant suos vicinos causam illius pro eius anima ubi corpus suum iacuerit vel
ubi ei placuerit”.
FUclés1179, § 1b: “Et qui ex uobis non habuerit filios aut propinquos siue
gentes, ponant suos uicinos causam suam pro eius anima, ubi corpus suum iacuerit uel
ubi ei placuerit”.
FZorita1180, § 1b: “et el que de vos no oviere fijos o parientes propincos, o
gentes, ponganles sus vecinos la razon del por su anima en qual lugar el su cuerpo
lasdra, o en qual lugar a el ploguiere”.
La regulación de este precepto en el sistema jurídico de los castellanos de
Toledo, representada en el fuero de Escalona, condiciona a la existencia de carta de
testamento el destino de la herencia del testador sin herederos: si dio carta expresando
su voluntad, ha de respetarse en su integridad; si no la dio, sólo un quinto de la herencia
se destina por el alma del difunto, y el resto “ad suas gentes”, expresión que tal vez
designa a los vecinos del concejo, pues en el supuesto queda sentado que el difunto
carece de parientes:
FEscalona, § 17: “Et hominem qui mortuus fuerit et parentes non habuerit, et
cartam fecerit pro anima sua, totum, sicuti iuserit, sic totum pro sua anima vadat. Si
autem mortuus fuerti absque parentes et absque carta, quintam partem detur pro eius
anima et alia parte dent ad suas gentes”.
No parece que en este punto pueda apreciarse, en la regulación del fuero de
Guadalajara, influencia de los fueros toledanos.
En la redacción de la cláusula se observa discontinuidad en el uso del imperativo
de segunda (§ 12a: “non ayades”) y tercera (§ 12b: “hereden”, “denla”; § 12c: “denlo”)
personas. Si no se debe a defecto de la transmisión documental, entonces tal vez denota
refundición de cláusulas diversas en origen.

91
Por lo demás, en el segundo fuero de Guadalajara se reforma esta regulación: en
tanto que, según el primer fuero pertenecía a los hombres buenos asignar la herencia a
causas de piedad por el alma del difunto siempre que éste no hubiera dejado herederos
legítimos, el segundo fuero precisa que esta situación sólo debe darse cuando el difunto
no pudo expresar su voluntad al respecto antes de fallecer; así, esa voluntad se respeta
con mayor claridad en el segundo fuero, aun no teniendo herederos:
FGuadalajara1219, § 45: “Todo ome que en Guadalfajara muriere y parientes no
oviere, hi dent su aver por su alma, o el mandare; et sy muriera synt lengua, dent su aver
o bieren bonos omes por bien”.
§ 13
En esta cláusula se suprime el tributo tradicional, de raigambre musulmana, del
alessor, como medio de afirmar el régimen de igualdad personal entre todos los
pobladores de la villa, mozárabes incluidos. En cierta medida, el precepto es
consecuencia del estatuto de igualdad entre pobladores que se instituía en el anterior §
8, con mención particular al caso de moros y judíos, pero conteniendo una precisión
adicional de índole fiscal.
El tributo de alaxor o alessor es una figura impositiva heredada del sistema
fiscal de la Guadalajara musulmana. El tipo de este impuesto, según aclaración que
probablemente tiene su origen en una interpolación o anotación marginal posterior, se
fija en la “quinta” (20%), si bien la índole de esta carga no queda clara en el texto del
fuero, pudiendo haberse tratado, bien de un impuesto territorial vinculado al
reconocimiento de la soberanía regia, bien relacionado con el dominio eminente del
propietario sobre la tierra138.
En el texto de la cláusula que comentamos, tal como ha llegado hasta nosotros,
existe una laguna139, pero queda claro que el precepto se dirige a los mozárabes y a
“otros ommes”. Como relacionado con los mozárabes, puede entenderse que este alaxor
designa el censo al que estaban sujetas las tierras que aquéllos cultivaban con
anterioridad a la conquista cristiana, y que tras ésta, se les confirmó inicialmente en los
mismos términos: más tarde, el avance en la integración de la población mozárabe con
los repobladores castellanos habría aconsejado la abolición de esta reliquia de la
fiscalidad musulmana, en beneficio de la igualdad personal buscada entre todos los
vecinos de Guadalajara.
Por otra parte, el hecho de que su tipo se fije en el quinto, y no en el diezmo,
como habría cabido esperar, podría sugerir una interpretación alternativa del tributo,

92
como resto de la antigua fiscalidad musulmana del azaque o limosna, que para el caso
de las tierras de regadío ascendía precisamente al quinto, y no al diezmo; si esto fuera
así, entonces la alusión a esos “otros ommes” vendría a designar a los musulmanes o
mudéjares todavía afectados por esta carga impositiva heredada de la época de la
administración musulmana, y a los que ahora se iguala al resto de pobladores, siguiendo
el propósito de la anterior cláusula octava del mismo fuero.
Según Julio González, el proceso de asimilación progresiva de los mozárabes en
el reino de Toledo arranca del último cuarto del siglo XII140. La regulación que ahora
comentamos constituye un buen ejemplo de este proceso de asimilación por supresión
de diferencias residuales entre mozárabes y otros pobladores, y en consecuencia,
parecería verosímil que se trate de un precepto más propio de la época de Alfonso VIII
que de la de Alfonso VII, a quien se atribuye el documento. Si esta suposición se
revelara acertada, entonces vendría a apuntalar nuestra hipótesis de una fase redaccional
en tiempo de Alfonso VIII que acabó de conferir a este fuero el aspecto final que
conocemos.
§ 14
En esta cláusula se regulan el procedimiento y la competencia judiciales en
pleitos entre vecinos, teniendo en cuenta el monto o valoración económica de la
demanda. Se estipula, así, que el derecho de alzada al tribunal real sólo pueda ejercerse
en procesos por más de diez sueldos, perteneciendo a la instancia concejil la facultad de
conocer de las causas por menor importe. Se establece asimismo que cuando proceda
elevar recurso al rey, el demandante aguarde a que el monarca visite la región:
precaución esta probablemente motivada por la experiencia de algún caso similar, y
destinada a acotar las expensas que por marchar a la corte del rey gravaban tales
procesos.
Cabe considerar el origen concejil propio de esta norma, en cuya redacción
destaca por primera vez en este fuero la ocurrencia del término “alcaldes”. En el
anterior § 6, donde se tomaban previsiones sobre el reparto de las caloñas judiciales, se
hacía referencia a los casos de corte, a las caloñas entre vecino y vecino, y a las causas
vistas ante juez o merino, pero no se mencionaba a los alcaldes. Probablemente, este §
14 representa una época más reciente en la formación del Derecho guadalajareño.
Existe un principio análogo en el fuero de Escalona, estableciendo el límite en
cinco sueldos: por demanda inferior a dicho importe, el alcalde local retenía la
competencia; de cinco sueldos arriba, era lícito el recurso a Toledo:

93
FEscalona, § 32: “Ad directo, de V solidos aripa vadat ad Toleto; de V solidos
[aiuso] prendat iudicio de alcaldes de villa”.
Se trata, en este caso, de uno de los supuestos añadidos a la primera redacción
del fuero de Escalona, probablemente en fecha posterior a 1140, tal vez a mediados del
siglo XII. Por comparación, el importe más elevado que en el texto guadalajareño se
impone como límite inferior de las alzadas, respecto del recogido en el fuero de
Escalona, pudiera sugerir una elaboración o corrección más reciente de esta cláusula del
fuero de Guadalajara.
Por lo que toca a la redacción, tanto la figura del Rey como las formas
imperativas aparecen en tercera persona (“si se clamaren al Rey, esperen alli al Rey”).
§ 15
A primera vista, esta cláusula parece reiterativa sobre los anteriores §§ 7 y 8,
donde ya se establecen análogas previsiones militares. En la primera parte de la cláusula
se recuerda la obligación de las milicias concejiles de Guadalajara de acudir formadas
para la batalla bajo su pendón (“con sennas talegas”) en caso de apellido; en la segunda
se repite el reparto de los caballeros de la villa ya expresado en el § 8b (dos tercios
acudan, un tercio quede guardando la villa).
Al parecer, los redactores o compiladores del texto no apreciaron reiteración con
preceptos consignados más arriba. Tal vez la diferencia radica en que en el § 8b se
trataba el supuesto de acudir a fonsado con el rey, en tanto que en el § 15 la cuestión
atañe al apellido y al socorro de poblaciones o castillos sitiados. Probablemente, el fino
casuismo de la legislación militar de la época141 indujo a introducir esta precisión
suplementaria para obligar a los caballeros de Guadalajara a algo más que a acompañar
al rey en sus campañas. La diferencia entre la participación en campañas militares
acaudilladas por el rey y las misiones de urgencia relacionadas con apellidos y sitios se
corresponde tal vez con un cambio de época y las nuevas necesidades anejas: de la gran
época de la reconquista (época ofensiva), a las operaciones puntuales para afianzar lo
conquistado (época defensiva).
Por lo demás, a partir de esta cláusula se aprecia una discontinuidad en el texto
del fuero: parece cerrado el cuerpo de la compilación original y abrirse una nueva etapa
de redacción en la que se han ido consignando preceptos añadidos al primer núcleo del
documento. La temática del § 15 remite claramente a los §§ 7 y 8; la del § 16, como en
seguida veremos, al anterior § 4. El hecho de que estas nuevas precisiones o preceptos
suplementarios queden consignados en este punto, y no en su lugar lógico, esto es,

94
luego de las previsiones similares de los § 4 y §§ 7-8, parece indicio verosímil de que
forman una adición posterior al primer cuerpo del texto.
De la redacción de esta cláusula cabe destacar la nueva ocurrencia del término
“çibdad” (anómalo tratándose Guadalajara de una villa), en común con los anteriores §§
8-10; así como el empleo de la tercera persona en las formas imperativas (“corran”,
“vayan”, “finque”).
§ 16
En esta cláusula se dan seguridades a los mercaderes para el desempeño de sus
actividades en la villa, prohibiendo que fueran prendados, bajo pena de 60 sueldos. Se
trata de la misma pena que en el § 4 se imponía a las prendas efectuadas en las aldeas142.
Al igual que en la cláusula inmediatamente anterior, el hecho de que ésta se halle
separada del lugar natural en que cabría encontrarla, esto es, el hecho de que haya sido
anotada independientemente del § 4, con el que guarda relación temática, parece indicio
de su pertenencia a una etapa redaccional distinta. Nuevamente, la aparición del término
“çibdad”, exótica tratándose Guadalajara de una villa, induce a sospecha, si bien este
extremo no puede quedar definitivamente aclarado, por depender nuestro conocimiento
del documento de las transcripciones de distintos historiadores, habiendo desaparecido
el diploma que ellos copiaban.
§ 17
En esta primera parte de la cláusula, se establece nuevo medianedo con los
concejos de repoblación situados más al sur. La redacción emplea la primera persona,
referida a la figura del rey como sujeto (“podamos”, “afirmamos”), y la segunda para
dirigirse a los destinatarios del precepto, como en una carta real, contrastando netamente
con el resto del párrafo, así como con los inmediatamente precedentes y posteriores.
En el texto se expresa en modo hipotético la posibilidad de que en adelante el
avance de la reconquista facilitara la incorporación a la corona de nuevos territorios en
la Extremadura (“el otra estremadura en adelant”). El hecho de que esta previsión sobre
medianedo no se haya recogido junto a los anteriores §§ 1-2, que tratan de la misma
temática, sino aquí por separado, habla probablemente de la pertenencia de este § 17 a
una etapa de redacción distinta. Teniendo en cuenta su contenido, cabe afirmar que haya
sido posterior: en tanto en aquéllos (§§ 1-2) se trataba del medianedo con concejos
situados más al norte, en éste (§ 17) se dirige la atención hacia el medianedo con
concejos situados más al sur, lo que parece compadecerse con una situación de mayor

95
avance en la reconquista. Además, los medianedos de los §§ 1-2 se presentan ya
instituidos, y los del § 17, por establecer.
Aunque trata de otro tema, existe en la versión refundida de los fueros de
Toledo, que García-Gallo data aproximativamente entre 1155 y 1174, y más
concretamente en 1166143, una fórmula que recuerda la que aquí encontramos (§ 20):
“Nam et cum Dei adiutorio de quantis civitatis maurorum ut habeant fiduciam
accipere”144.
§ 17 bis
La segunda parte del § 17 debe separarse claramente de la primera, como
hacemos en nuestra presentación del texto: reaparece aquí nuevamente la tercera
persona, tanto en las formas imperativas (“pare”), como para referirse al rey (“quanto
mandare el conçejo et aquel Rey”).
El precepto se refiere a la designación de fiadores en el comienzo de un proceso
ante el concejo. La redacción es confusa. Por una parte, parece hacerse mención a la
iniciativa demandante de juez y merino como origen del proceso (¿referencia al
procedimiento inquisitivo?). Los fiadores debe darlos el demandado y han de responder
ante el concejo y el rey (esta doble mención es acorde con la naturaleza de juez y
merino, en tanto que magistrados integrados en el concejo, pero que representan a la
parte del rey). No queda claro si la iniciativa demandante de juez y merino se
corresponde sólo con los casos de corte, o alcanza a más supuestos (recuérdese que en el
§ 6, al disponer del reparto de las caloñas, se reservaban en su integridad las debidas por
hurto y traición, como casos de corte, a la parte del rey). La última expresión de esta
cláusula, escasamente inteligible, parece alterada y desfigurada en el proceso de la
transmisión del documento.
Por la obligación de dar fiadores que establece para las partes del proceso, a
petición del merino o del juez, esta cláusula mantiene evidente relación con el § 47 del
posterior fuero segundo de la villa, donde se reitera esta obligación, agregando a los
alcaldes y jurados como instancia jurisdiccional que demanda los fiadores:
FGuadalajara1219, § 47: “Tod vezino de Guadalfajara, sy el judez, o los
alcaldes, o los jurados, alguna cosa le demandaren, de fiador que faga quanto el Rey
mandare; et sy asi fiador non le quisieren coger, defienda su casa”.
Asimismo puede compararse con una cláusula ligeramente similar del fuero de
Carcastillo, cuya relación, como reflejo del primer fuero de Medinaceli, con el texto de
Guadalajara que nos ocupa parece posible establecer en buen número de preceptos:

96
FCarcastillo (Medinaceli), § 23: “Homines de alteras terras qui iudiçio
demandauerint ad homines de Carocastelis, det illis fidiatore vt non ueniat nullus homo
in propria voze et sic faciat illis directo”.
§ 18
En esta cláusula se arbitra un método de prueba para demandas por hurto. La
acusación debe estar sustentada en juramento. Cuando el acusado de hurto no tuviere
antecedentes por el mismo delito, para salvarse de la acusación le bastaría con el
juramento, acompañado de un cojurador vecino de la villa145; si se le hubiere probado
antes la comisión de algún hurto, precisaría entrar en lid para afrontar la acusación. La
lid o combate judicial es el medio de prueba a disposición del acusado, dentro de los
márgenes de un procedimiento acusatorio. Conforme a la tradición más asentada, se
requiere que la lid se dé entre iguales, esto es, entre contendientes de la misma
condición personal.
Resulta curiosa en esta cláusula la elaboración de una casuística sobre probanza
por hurto basada en la reincidencia o los antecedentes del acusado. Su origen parece
ajustarse a la escala local, como una fazaña o precepto emanado de la práctica jurídica.
§ 19
Luego de algunos preceptos de elaboración probablemente local, se retoma en
esta cláusula un ámbito más amplio, relacionado con la actividad militar de los
caballeros, tema que ya ha sido tocado anteriormente en el cuerpo del fuero. Se recoge,
en primer lugar, una regulación habitual en los fueros de frontera, que impone la
obligación de entregar al rey los cautivos moros “de calidad”, contra una compensación
de 100 sueldos; de los restantes cautivos, no habría que entregar al rey sino el
acostumbrado quinto real, como por otro botín (§ 7).
Precepto análogo se encuentra en la tradición de los fueros de Belinchón-Uclés-
Zorita, con una importante diferencia: la indemnización la han de tomar sus captores del
mismo cautivo, y no esperarla del rey o del señor, como consta en el fuero de
Guadalajara:
FBelinchón1171, § 26: “Et mauro qui fuerit alcaiad aut tenuerit castello, dent
illum ad archiepiscopum. Cavalleros aut pedones qui aduxerint talem maurum prendant
de illo C mizcales et postea dent archiepiscopo”.
FUclés1179, § 21: “Et homines de Ucles, si prendiderint moro alcaiat aut qui
teneat castello, dent illum ad regem. Caualleros uel peones qui adduxerint tale mauro,
prendant de illo C morabetinos ; postea dent ad regem”.

97
FZorita1180, § 23: “Los moros de Zorita que aduxiere tal moro que sea alcaiat o
señor del castiello, tomen de aquel cient mentales, e despues denlo al señor”.
§ 20
En esta cláusula, continuando con la temática militar, se dispone que los caballos
y armas que se tuvieren prestados del rey pasaran a la descendencia como hereditarios.
Se trata de un precepto propio del Derecho de repoblación y frontera, en el que
viene implícito el principio de transmisión hereditaria, con las armas, de la condición
social del caballero, y con un origen bien engarzado en la tradición jurídica castellana,
como indica su inclusión en el cuerpo de preceptos recogidos en la Carta
Castellanorum dada por Alfonso VI a los repobladores castellanos de Toledo, tal como
los conocemos a través de textos basados en esa tradición, como los fueros de Escalona
y refundidos de Toledo:
FEscalona, § 5 : “Et qualis obierit ex vobis et tenuerit equum aut loricam seu
aliquas armas ex parte nostra, ut hereditent filii sui aut consanguinei sui”.
F(ref)Toledo, § 9a : “Et qui ex illis obierit, et equum aut loricam seu aliquas
armas Regis tenuerit, hereditent omnia filii sui sive sui propinqui, et remaneant cum
matre sua honorati et liberi in honore patris illorum, donec valeant equitare”.
El precepto conoció una evolución en la tradición jurídica local de Guadalajara,
como demuestra la inclusión de una cláusula relacionada en el posterior fuero segundo
de la villa, atribuido a Fernando el Santo:
FGuadalajara1219, § 52 : “Sy cavallero muriere, su cavallo et sus armas sean del
fijo mayor que fuere en casa; et sy fijo non oviere en casa, heredelo el fijo mayor que
fuere fuera de casa; et sy muriere su muger, ningund pariente, nin fijos nin fijas, non
partan al cavallero su cavallo nin sus armas.”
§ 21
Siguiendo con la temática militar, se aborda en esta cláusula la cuestión, ya antes
tratada (§ 7), del botín. Si en aquella cláusula se instituía el quinto real habitual, sin
entrar en mayores especificaciones sobre los bienes incluidos en el botín, en ésta se
establece una distinción entre botín de oro o plata (por el que se debe la quinta parte al
rey), y los paños y ropas, que quedan exceptuados del quinto real, pudiendo pasar
íntegramente a ser propiedad de quienes los hubieran ganado.
Previsiones análogas se establecen, en algunos fueros de repoblación, pero
referidas expresamente a los peones, exceptuando algunos bienes del quinto real
(obsérvese la mayor coincidencia, en las ropas, con el fuero latino de Uclés):

98
FBelinchón1171, § 27b: “[Pedones] Non dent quinta nin de ganado nin vino et
mauro et maura et de aliud non dent quinta”.
FUclés1179, § 22b: “[Peones] non dent quinta de nulla ropa que sit tallada uel
cosida”.
Por lo demás, y tratando de todo este núcleo de cláusulas referidas a asuntos de
caballeros y botín (§§ 19-21), cabe preguntarse por la razón de que, formando una
unidad temática con algunos de los preceptos anteriormente recogidos en el § 8, se
encuentren separadas de aquel lugar del documento: una vez más parece revelarse en
ello la diferencia de fase redaccional. Es posible que las cláusulas de la 19 a la 21
procedan de la tradición normativa local, o que hayan sido recogidas de otro
documento, pero en cualquier caso parece probable que hayan sido incorporadas al
presente fuero primero en una fase de redacción posterior a la del § 8.
§ 22
Esta cláusula, tal como figura redactada en el texto, se presenta como atribuida
al mismo rey en primera persona, e introduce un precepto destinado a impedir que los
clérigos se ocuparan en el ejercicio de las armas, eximiéndolos de todo servicio militar,
y reservándolos al cometido exclusivo de la religión y de sus iglesias, bajo la autoridad
episcopal.
En el fuero de Escalona encontramos un precepto similar, entre las cláusulas
añadidas en una segunda fase redaccional, probablemente en torno a mediados del siglo
XII, reservando a los clérigos al servicio de Dios y de la Iglesia, sin que su condición de
propietarios les obligue a otro servicio:
FEscalona, § 35: “Adhuc autem et clerici qui Deo et ecclesie serviunt, nisi a Deo
pro[p]ter suas hereditates serviant”.
La casuística detallada en esta cláusula del primer fuero de Guadalajara parece
presuponer alguna experiencia previa como origen de la regulación: que los clérigos no
presten servicio de caballería ni al rey ni a otro señor, que no estén obligados por
apellido u otra voz, y que nadie les fuerce a adquirir o a mantener caballos. En el detalle
de la regulación se aprecia una voluntad de atajar anteriores abusos, relacionados
probablemente con intentos de equiparar sus obligaciones con las de los caballeros, con
quienes compartían el no ser pecheros.
Por otra parte, sobre la primera persona regia que sostiene la cláusula, conviene
notar que dice conceder esta gracia, literalmente, “por remision del Rey don Alfonso mi
abuelo, et de todos mis parientes”; pues bien, este rey Alfonso cuya memoria se evoca

99
como vinculada a la merced aneja, podría muy bien ser, si damos crédito a la atribución
que figura en el mismo texto del fuero, Alfonso VI, el conquistador de Toledo y
Guadalajara, abuelo de Alfonso VII. Es, por tanto, verosímil que esta norma responda a
la confirmación, por Alfonso VII, de un privilegio o uso reconocido previamente por
Alfonso VI, de quien se sabe pasó por Guadalajara alguna vez en su reinado. Para el
caso de Toledo, tenemos el ejemplo de un privilegio concedido por Alfonso VII en
1128, conteniendo una exención del servicio militar a los clérigos formulada en
parecidos términos a los consignados en esta cláusula del fuero de Guadalajara, y
también como una confirmación146. Este extremo nos permite atestiguar como posible la
existencia de una disposición análoga concedida por Alfonso VII a los clérigos de
Guadalajara. Basándonos en esta posibilidad, podríamos entender que la cláusula 22 del
primer fuero de Guadalajara constituye la confirmación, por Alfonso VII, de una
disposición en el mismo sentido debida a su abuelo Alfonso VI, cuya memoria se evoca
al otorgarla nuevamente.
§ 23
Nuevamente se trata de una concesión atribuida al rey en primera persona
(“otorgo et confirmo”, “do et mando”), instituyendo un reparto de cuanto la villa
ingresara en concepto de montazgo por los ganados de otros términos que pacieran o
bebieran las aguas en el suyo: la mitad de la renta, para el concejo, y la otra mitad, para
el rey.
El precepto procede seguramente de una carta real: no cabe verosímilmente que
la mitad de la renta se entregara al rey por iniciativa del concejo. Por lo demás, el
reparto del montazgo, a mitades, entre el concejo y el señor, es precepto propio de los
textos forales de la familia de Belinchón-Uclés-Zorita, que como es sabido datan del
reinado de Alfonso VIII:
FBelinchón1171, § 22: “Et ganados de alteras terras qui montes de Bellinchon
steterint, dent illo montadgo, medio ad archiepiscopo et medio ad concilio”.
FUclés1179, § 19: “Et ganado de alias terras, qui in montes de Ucles steterint,
dent montadgo, medio ad seniore et medio ad concilio, si ibi uoluerint homines de Ucles
ambulare ad capere”.
FZorita1180, § 22: “Los ganados de las otras tierras que esto dieren en los
montes de Zorita den medio montadgo al señor, e medio al conceio”.
En el comienzo de la cláusula, se hace referencia al precepto anterior (§ 22)
como procedente de una “sobrescripta carta” que en § 23 se presupone y confirma. Ello

100
abunda en la impresión de discontinuidad que la cláusula inmediatamente precedente
parece introducir en la confección del documento. La redacción de estas cláusulas como
referidas al rey en primera persona, así como la relación del § 23 con el § 22, casan bien
con la hipótesis de que se traten de adiciones posteriores a un conjunto previamente
formado147.
§ 24
También queda redactada como una concesión real en primera persona
(“otorgamos et a ellos damos”) esta nómina de los términos de la villa, precepto estricta
y quintaesencialmente local, delimitando un alfoz muy amplio, que refleja a buen
seguro el originalmente asignado a Guadalajara tras su conquista148. Señalar los
términos a que se extiende la jurisdicción es característico de los fueros de la
Extremadura castellana. La cláusula tal vez pudiera atribuirse al reinado de Alfonso
VIII, que sabemos fue crucial para la delimitación de los alfoces de la Extremadura149.
Sin embargo, el contenido de la norma refleja, indudablemente, un momento
cronológico inmediato a la conquista de Guadalajara150, razón que, entre otras, nos
induce a considerar la posible huella de algún privilegio de época de Alfonso VI en la
elaboración de este fuero.
§ 25
En esta cláusula, redactada también como una concesión regia en primera
persona, se toman previsiones para la asignación de caudales “del aver del Rey” a la
obra de la muralla de la villa. Se encarga de facilitar este haber el administrador de la
hacienda regia, el juez. El final de la cláusula queda confuso, pero parece contemplar el
supuesto de que los encargados de facilitar estos recursos reales para la obra de la
muralla se retrasaran en hacerlo. Sobre la aparición del término judío, caben distintas
posibilidades: 1) que designe a los arrendadores judíos que con relativa frecuencia
gestionaban los haberes del rey en la época; 2) considerando lo azaroso de la
transmisión documental, cabe considerar que se trate de una deficiente transcripción que
oculta la palabra “judez” (juez).
Siguiendo la primera hipótesis, el final de la cláusula encomendaría al juez atajar
los incumplimientos de los arrendadores judíos o de los merinos. Los encargados de
pagar serían “los porteros de las puertas” (alusión inequívoca a la procedencia de la
renta regia asignada a la obra de las murallas, no otra que el portazgo, pues se recaudaba
en las puertas), y en su defecto, los merinos (como superiores responsables de los
cogedores de las rentas reales) o judíos (como arrendadores de esas mismas rentas).

101
Por contra, de acuerdo con la segunda hipótesis, resultaría más lógico que, de la
misión de apartar y facilitar los recursos de la hacienda regia asignados a la obra de las
murallas, se ocuparan los oficiales que de ordinario representaban la autoridad real en la
villa, esto es, el merino y el juez (y no “el merino o el judio”). La dificultad del final de
la cláusula se explicaría así por la mala inteligencia del copista, que desdobló en dos
palabras distintas, “judio” y “juez”, la que sólo era una en el texto original, procurando
luego ajustar el sentido de la cláusula con otras correcciones que acabaron de
obscurecer el texto resultante.
Por otra parte, resulta muy detallada la descripción de los efectos necesarios para
la edificación de las murallas en los que habría de emplearse el caudal real; su
enumeración aporta una imagen viva y elocuente de aquel proceso: “cal, et adriellos, et
sogas, et espuertas, et tapiales, et el preçio del maestro”. Según Pavón Maldonado, esta
cláusula alude a la reparación de las murallas heredadas de época musulmana, y no
todavía a la erección del nuevo perímetro murado de época cristiana (si bien él acepta
1133 como fecha de la cláusula)151. Si, como venimos conjeturando, estas cláusulas del
final del fuero, redactadas en forma de concesiones regias en primera persona,
pertenecen a la época de Alfonso VIII, entonces no sería inadecuado suponer que las
previsiones en ella contenidas hagan referencia a la construcción del nuevo cinturón de
murallas, que sabemos se inició precisamente en dicho reinado152.
§ 26
En esta cláusula se dispone la prescripción al año de las reclamaciones por
ciertos bienes inmuebles, concretamente casas, viñas y morales.
La posición de esta última cláusula del fuero dentro del documento es
verdaderamente singular y requiere comentario. Aparece al final, después del escatocolo
del diploma, tras sus cláusulas penales, data y suscripciones, como una anotación de
último momento, añadida al conjunto del documento cuando éste ya estaba terminado,
en el margen inferior del mismo; o quizás directamente en el traslado romanceado por el
que lo conocemos.
La naturaleza de la cláusula es también llamativa, pero no tanto por su contenido
normativo, cuanto por la circunstancia de que el precepto se contiene asimismo, en
términos de notable coincidencia textual, en el texto del segundo fuero de la villa,
atribuido a Fernando III:
FGuadalajara1219, § 33: “Ningund ome, por casa, nin por vinna, nin por moral,
nin por peral, de un anno arriba non responda, nin coga utor”.

102
El grado de coincidencia textual entre ambas redacciones es notable. Debido a la
ubicación de la cláusula al final del primer fuero, cabe suponer que no formó parte de la
primera redacción de ese texto, sino que fue añadida tardíamente, en romance, cuando
ya el texto del fuero había quedado cerrado (por eso no se añadió al cuerpo dispositivo,
entremezclada con las restantes cláusulas del mismo). Por su contenido, la cláusula nos
remite a un origen netamente local, y de hecho se presenta a sí misma como otorgada
por Alfonso VII a petición del concejo (“mando et confirmo aquella petiçion que me
pidieron los ommes buenos de Guadalfaiara”). Sobre las circunstancias de la
elaboración y consignación de este precepto, remitimos al lector a cuanto tenemos
afirmado en nuestro capítulo sobre la formación de los textos.

103
EL FUERO ATRIBUIDO A FERNANDO III: COMENTARIO
PORMENORIZADO.

En la presente sección nos proponemos ofrecer un análisis y comentario


pormenorizado, cláusula a cláusula, del fuero atribuido a Fernando III.

La base del comentario se asienta en el texto mismo de cada cláusula, tal como
se ha establecido en nuestra edición. Como quedó claro al realizarla, nos hemos
propuesto respetar la separación en distintas cláusulas, y la numeración acorde,
establecidas por Keniston en su edición, que por tanto tiempo ha sido punto de
referencia inexcusable para todos los estudios sobre este texto. Siguiendo pues su
numeración, para cada cláusula nuestro comentario se iniciará con precisiones sobre la
tradición textual, delimitando en su caso las variantes significativas entre los tres
manuscritos utilizados para establecer nuestra edición, y discutiendo brevemente las
eventuales diferencias de interpretación a que estas variantes pueden dar lugar.

En segundo lugar, trataremos del contenido normativo de cada cláusula,


procurando clarificar los preceptos que incluyen, completando el análisis en sí de los
supuestos y soluciones, desde un punto de vista histórico, con preceptos análogos o
relacionados extraídos de otros fueros, con especial atención en este punto a los fueros
próximos, esto es, a los fueros pertenecientes al entorno geográfico y temporal del que
nos ocupa. En ocasiones, pondremos de relieve las relaciones de los preceptos
contenidos en este fuero con disposiciones posteriores que pueden ayudar a aclarar su
sentido o a contextualizar las circunstancias concretas de su aplicación en la realidad
social de la Guadalajara medieval, con particular mención de las posturas y ordenanzas
concejiles de la villa, en muchas de las cuales se percibe notable continuidad con
algunos preceptos del fuero, que contribuyen a reafirmar, desarrollar o completar.

104
§1

Claramente, la redacción más inteligible es la de E. Quizás el copista, para mejor


entenderla, suplió y reformó el original que copiaba. En cualquier caso, tiene sentido:
establece el necesario juramento previo para iniciar proceso ante el concejo, destinado a
cribar en origen las denuncias para descartar las falsas o maliciosas. Sólo da lugar a
efectos, sólo es admitida a trámite, la denuncia o causa iniciada por actor jurídico que
previamente jura sobre la honestidad de su intención. La redacción de C y A es la
misma: dependen de una misma fuente. Es confusa y hace sospechar una corrupción en
la fuente común que siguen. Por esa razón Keniston adopta en su edición como mejoras
algunas variantes de E que aclaran el sentido de la cláusula.

Así pues, en la cláusula se estipula la necesidad de sostener una acusación o


demanda en juramento: sólo a quien jura sobre la rectitud de su intención en demandar
que se le haga justicia sobre cierta causa se le debe dar crédito y oír en su demanda.
Juan García González identifica este juramento previo que da inicio al proceso
acusatorio con el llamado juramento de manquadra, por el que el demandante viene
obligado a jurar “creencia en el fundamento jurídico de la propia actuación”, como
medio de descartar el “planteamiento de un pleito innecesario por parte de un
demandante interesado maliciosamente en que así suceda” 153.

Tomando en cuenta su contenido, la cláusula forma una unidad de redacción y


sentido con las dos siguientes: en todas ellas se trata de concretar el modo de iniciar un
procedimiento judicial ante el concejo, presentando en forma debida la acusación y
apoyándola en el propio juramento y en el testimonio de otros cofirmadores de la
demanda. Parece claro que en este punto la separación de las tres primeras cláusulas,
presente en los tres manuscritos del fuero, es en último término artificial y no basada en
el análisis crítico del contenido de las mismas, habida cuenta de la unidad temática y
formal que las liga. A este propósito, pudiera postularse un origen común para esas tres
primeras cláusulas, como derivadas de un mismo documento anterior o acto jurídico del
que hipotéticamente proceden.

§2

La redacción de C y A es coincidente. Las diferencias que E presenta no afectan


al sentido de la cláusula.

105
En su actual redacción, se refunden en esta cláusula varios preceptos
relacionados con las atribuciones jurisdiccionales del concejo. En particular, intervienen
en esta cláusula, como oficios de concejo directamente involucrados en dichas
facultades jurisdiccionales, alcaldes y jurados, entre los que se establece una clara
diferenciación jurídica. A ellos compete recibir y conocer de las denuncias presentadas
ante el concejo. El procedimiento descrito en esta cláusula contempla la pesquisa o
escuesta judicial como primera providencia ante cualquier denuncia (anterior a la
presentación efectiva de las firmas requeridas por la parte del querellante: “ellos
pesquiran ante que firmen las firmas”). El querellante debe especificar con claridad el
objeto de su demanda en el momento de solicitar la pesquisa, utilizando la fórmula
habitual consignada en el texto de esta cláusula: “esto do a pesquerir”, así como aportar
la relación de los testigos que presenta en defensa de su intención, y cuya firma se
propone hacer valer (“con nonbre con quales firmara ... et que firmas oviere a
perçebir”). Pertenece realizar la pesquisa a cuatro jurados y seis alcaldes del concejo.
Sus indagaciones, con objeto de verificar si la demanda puesta en sus manos tiene o no
una base efectiva, debe limitarse a requerir el testimonio de hombres buenos
(“pesquiran ... en bonos omes”), condición que parece restringir el ámbito de la pesquisa
excluyendo a testigos de otra condición, por estimarse su testimonio como menos sólido
y digno de fe que el de aquéllos. Por medio de la pesquisa, los alcaldes y jurados deben
pronunciarse sobre la verdad o falsedad de la demanda ante ellos presentada. En caso de
que el acuerdo no fuera unánime en este respecto, la decisión ha de adoptarse por
mayoría (“o se acordaren los mas, los otros vayan pos ellos”). Una vez acreditada, a
través de la oportuna pesquisa, la verdad de la demanda (“al que fallaren en verdad,
pase”), y sólo entonces, debe producirse la presentación formal de las firmas: esta
precaución de anteponer la realización de la pesquisa a la firma busca ordenar el
proceso judicial visto ante el concejo.

En este precepto se observa una combinación usual de ingredientes de lo que se


ha venido dando en llamar procedimientos de tipo acusatorio e inquisitivo. Realmente,
como observó Cerdá Ruiz-Funes, “ambos tipos de proceso se distinguen no por la forma
de apertura o iniciación de los mismos, sino por la diferente manera en que actúa el
juez”154.

El establecer que, en este tipo de causas judiciales vistas ante el concejo, el


criterio de la mayoría fuera decisivo en ausencia de unanimidad o consenso, es precepto

106
frecuente en otros ordenamientos de la época y de la zona, como característico del
régimen judicial concejil. Así, hallamos equivalencia del mismo en otros textos forales
de poblaciones cercanas. En el fuero de Madrid (§ 37) se lee:

“Et si los alcaldes por alguno iudicio non se habinieren, o los mais se otorgaren,
eso pase”.

Y en el fuero de Alcalá de Henares (§ 5):

“e la pesquisa que falaren berdadera, o los maes se otorgaren, vala”.

La distinción, corriente en el ordenamiento concejil, entre alcaldes y jurados


como pertenecientes a dos categorías diferenciadas por funciones específicas dentro del
concejo queda establecida, con claridad, en esta segunda cláusula del texto foral
guadalajareño, si bien en este caso ambas figuras, la del alcalde y la del jurado, quedan
equiparadas en responsabilidades comunes, sin que quepa deducir del texto otra
diferenciación que la del distinto número de miembros de una y otra categoría que se
requiere para efectuar la pesquisa. En el Derecho municipal guadalajareño de época
posterior se definirán con mayor precisión las facultades reservadas a los jurados, cuyo
número se fija en cuatro. En las ordenanzas municipales de 1427, se alude al fuero de la
villa, entre otras justificaciones, para afirmar que existían ciertas causas y negocios
reservados específicamente a los jurados, a cuyo conocimiento se establece que fueran
remitidos por los alcaldes ante quienes pudieran ser erróneamente presentados, quienes
también tenían, a su vez, causas reservadas155. De acuerdo con las previsiones al
respecto recogidas en el texto de dichas ordenanzas, los jurados debían conocer, como
propias, de las causas civiles planteadas por cristiano contra moro o judío, de las
apelaciones de los almotacenes, de las penas y caloñas reguladas por el fuero y las
ordenanzas, entre otros negocios jurídicos156.

En cuanto al querellante, el exigirle que nombre los cofirmadores de cuyo


testimonio entiende valerse en el mismo momento de presentar su demanda parece
precaución destinada a impedir la adición posterior de testimonios manipulados,
sobrevenidos o irregulares, y es precepto que se encuentra en otros ordenamientos
forales posteriores, como en el fuero de Soria (§272):

107
“Tod aquel que dixere en juyzio contra su contendedor quel firmara aquella
razon que aprouechare a su pleyto, conombre luego las firmas”.

§3

La redacción de C y A es fundamentalmente coincidente. En E se aprecia una


potencial variación de significado: la frase “pesquerid esta jura” la profiere el
demandante, como dirigida a su oponente (“Quien oviere a jurar, e dixere al otro”),
cuando parece más lógico que se hiciera esa exhortación a los alcaldes y jurados a
quienes la cláusula encarga ejecutar la pesquisa, como parece implicarse en la redacción
de C y A.

Muy probablemente desgajada de las anteriores, con las que guarda estricta
continuidad, esta tercera cláusula aporta una precisión suplementaria sobre la materia
común a las tres, esto es, la regulación del inicio del proceso judicial ante el concejo,
con la recepción de las demandas apoyadas en juramento, relativa esta vez a la
obligación de efectuar la pesquisa o encuesta judicial, una vez presentada en forma la
demanda, que tienen contraida los alcaldes y jurados a quienes en la cláusula
inmediatamente anterior se asigna esta función, so pena de asumir ellos mismos, como
encausados, la responsabilidad a la que la demanda diera lugar.

El hecho de que en esta clásula no se especifique de nuevo quiénes ni cuántos


son los alcaldes y jurados a quienes pertenece efectuar la pesquisa, dándolos por ya
mencionados con anterioridad, es indicio transparente y definitivo de la unidad que
guarda con la inmediatamente precedente. Por demás, la unidad temática y la plena
coherencia formal entre ellas parecen acreditar suficientemente nuestra suposición de
que estas tres primeras cláusulas del fuero pertenecen a una misma fase de redacción, y
han sido posteriormente separadas en algún momento de la transmisión textual.

En cuanto al carácter y temática de todas ellas, se puede afirmar que se trata de


cláusulas de elaboración concejil propia. En primer lugar, no existen coincidencias
textuales significativas entre estas tres primeras cláusulas y otras análogas
pertenecientes a distintos textos forales, si bien los preceptos expresados en ellas son
comunes al régimen concejil de la época y fácilmente exportables en su aplicación. En
segundo lugar, la índole de las cuestiones tratadas hace referencia a la vida concejil, lo
que sugiere una elaboración interna en el seno del mismo concejo, excluyendo para

108
estos preceptos una procedencia distinta, como haber sido tomados del texto de algún
privilegio real.

§4

Estricta coincidencia textual entre C y A; la variación de E no es significativa (se


limita a la forma del pronombre).

Con esta cláusula comienza otro racimo o grupo coherente, probablemente


atribuible a un mismo momento de redacción, consagrado a la exposición del Derecho
local relativo a lesiones y otras acciones que rompen la paz del concejo. La cláusula que
ahora nos ocupa sanciona la herida de puño con una pena pecuniaria de diez
maravedíes. Aparece así en escena el conocido sistema penal de pena-composición,
derivado de una noción primitiva del Derecho en su ejercicio semi-privado, presente
para este tipo de infracciones con carácter general en los textos forales de época
medieval157. La pena puede calificarse de leve, pues ocupa una posición inferior, por su
cuantía pecuniaria, entre las que figuran en el fuero. Como en seguida veremos, la pena
de diez maravedíes queda equiparada con otras infracciones leves contra la paz del
concejo, tales como tirar de los cabellos (§ 5), salir armado en la villa (§ 26), o
participar en bando (§§ 29, 30).

La expresión de este precepto recogida en el fuero de Guadalajara resulta


extremadamente lacónica si la comparamos con otras semejantes que aparecen en otros
fueros vecinos. Por ejemplo, en el fuero de Molina la pena se aplica con la precisión de
que el golpe de puño sea dado en la cara (§ 153):

“Qui firiere alguno con punno so la faz, ó messare, peche diez maravedis, et si
negare jure con seis vezinos.”

Así también en el fuero de Alhóndiga (§ 4), donde se fija una pena menor para el
golpe de puño dirigido a otra parte del cuerpo distinta de la cara:

“Quisquis percusserit alium cum pugno in facie, pectet III. moravetis et si


negaverit iure ipse cum alios tres vizinos et cum manquadra. Et si percusserit cum
pugno in alio loco corporis, pectet I morabeti, et si negaverit iuret qui percussit solus
sine manquadra.”

109
Precisión suplementaria es la que ofrecen otros textos, diferenciando entre
golpes de puño con y sin resultado de lesiones. Así, el fuero de Zorita de 1180 (§ 43):

“Qui firiere con piedra, ó con palo, ó con puño en la cara e hiciere livores pague
treinta mrs., é si non hiciere livores pague por la cara dos mrs., por el cuerpo si non
hiciere livores pague un mri., si hiciere cardeno sea preciamiento de los alcaldes
jurados. Si quebrantare hueso, brazo, ó pierna, pague treinta mrs. E si miembro perdiere
del cuerpo pague trecientos sueldos de cualquier moneda que corriere.”

Y el fuero de Brihuega (§ 81):

“Tod omme que firiere con fust o con piedra o con fierro o con punno: si fiziere
liuores, peche x maravedis, et si non fiziere liuores, peche ij maravedis si prouadol fuere
si non salues con ij bezinos.”

Otra precisión atañe a la existencia o inexistencia de provocación previa por


parte del agredido, como se distingue en el fuero de Madrid (§§ 4, 5):

(§ 4) “Toto omne qui mesare uel firiere con puno aut cozes a uecino aut filio de
uecino in taberna uel in azoche aut in carera aut in quali loco quesierit, et ille mal non
dicendo nec faciendo, et probatum fuerit, pectet IIII morabetinos a los fiadores.”

(§ 5) “Qvi messare o firiere aut dederit pugno aut gollelada aut pectugada, et
probatum fuerit cum duas testemunias, pectet II morab tinos a los fiadores, et si non, sua
iura.”

El mismo sistema del fuero de Guadalajara, sin las distinciones de los anteriores,
y equiparando el puñetazo a la ofensa de mesar, se observa en el segundo fuero de
Cortes (1182) (§ 3):

“Item qui percuserit alium pugno vel manu uel mesauerit pectet unum
morabetinum.”

Sin que por demás quepa afirmar relación textual de este último con el de
Guadalajara.

§5

110
Estricta coincidencia entre C y A. En E se percibe en el escriba un intento de
aclarar el contenido, añadiendo una mención explícita a la mano como instrumento de la
agresión.

Equipárase en esta cláusula la ofensa de mesar o tirar de los cabellos con la de


golpear con el puño, en la misma cuantía de pena-composición pecuniaria, según lo
visto respecto de los fueros de Molina (§ 153), Cortes (§ 3), y Madrid (§§ 4, 5). En este
caso, la pena no castiga tanto la lesión como la ofensa o el agravio que se causa.

También se equipara la mesadura con el golpe de puño en el fuero de Brihuega


(§ 127):

“Tod omme que messare o diere golletada, o firiere con punno : peche ij.
maravedis, si prouadol fuere, si non salues con ij. bezinos.”

La pena es específica en otros textos forales:

FMedinaceli, § 17: “Qui mesare a otro, peche X mencales al rencuroso, et LX


sueldos a los alcaldes.”

FAlcalá, § 12a: “Todo omne qui a otro estemare so cabelo o so bestido adesorna
del, peche xij morauidis”

FAlhóndiga, § 11: “Quisquis mexaverit alium, pectet I morabeti, et si negaverit


iuret cum alio vicino et cum manquadra.”

Una variante de interés, que introduce una precisión ausente del texto foral de
Guadalajara, la encontramos en el fuero de Zorita de 1180 (§ 47), donde se atribuye
menor gravedad al mesar de los cabellos cuando se hace con una sola mano:

“Qui tomare á otro de los cabellos con amas manos, pague diez mentales. Et qui
tomare á otro de los cabellos con una mano, pague cinco mentales.”

§6

Estricta coincidencia textual entre C y A. La variación de E no es significativa.

Continúase con esta cláusula el tratamiento jurídico de lesiones, vejaciones y


otras alteraciones de la paz del concejo. La calificación de la ofensa ha subido aquí de

111
grado: se trata esta vez de reprimir y castigar atentados de mayor gravedad, efectuados
con armas, de los que cabe esperar lesiones. El mayor daño que se espera de estas
armas, e incluso el eventual peligro de muerte que comporta su utilización, explican el
aumento en la cuantía de la pena, hasta los 60 maravedíes, cantidad que puede
considerarse entre las más elevadas, dentro del fuero que nos ocupa.

En una glosa a esta cláusula recogida en el texto de E, se recalca que esta pena
de 60 maravedíes corresponde a la quinta parte del homicidio, que en el sistema penal
del mismo fuero queda fijado en 300 maravedíes:

“Del que fiere a otro: Lx maravedis, que es la quinta parte de CCC maravedis,
que este fuero pasa del omezillo, en las que comiença: “todo ome que a otro matare”, e
çetera; estos L x maravedis montan oy CC xvj maravedis: al respecto de M L xxx
maravedis el omezillo, que es sumado de moneda vieja, a razon de D por CCCC, que
salle a V el sueldo; ve al ordenamiento de Alcala, al titulo xxx, a la [ley] Lxxij, que
comiença: “ningund fidalgo”.158”

Teniendo en cuenta la actualización en términos monetarios de estos importes, el


glosista proporciona la equivalencia de las penas en su día: 216 y 1080 maravedíes,
respectivamente; esta posterior actualización constituye indicio verosímil de la
aplicación de dichas penas en el momento en que se elabora la versión recogida en E, un
momento posterior en todo caso a 1348, pues en la misma glosa se cita una disposición
del célebre Ordenamiento de Alcalá, y anterior a la segunda mitad del siglo XV, en que
se produce la copia del manuscrito. El hecho de que esta glosa, referida sin duda a la
cláusula sexta, aparezca en el manuscrito E copiada en la misma caja de escritura, como
si se tratara de una cláusula más del fuero, sin diferencia de mano alguna, y después de
haber consignado la cláusula séptima, autoriza la hipótesis de que se haya tratado de una
glosa inicialmente añadida al margen del manuscrito que sirve de modelo para esta
copia, y que al efectuarla, el escriba la haya incluido en el cuerpo del texto, bien que sin
respetar su ubicación original, ya que tal como queda recogida en E, pareciera más bien
hacer alusión al § 7 que al § 6. Así, la fecha en que se redactó esta glosa ha de ser
forzosamente anterior a la del manuscrito E, que muy probablemente se puede datar en
la segunda mitad del siglo XV; en consecuencia, la actualización monetaria de las penas
y la suposición sobre su vigencia han de aplicarse a algún momento indeterminado entre
la segunda mitad del XIV y la primera mitad del XV.

112
La enumeración de las armas cuya utilización ofensiva se reprime es
característica, con alguna variación, de este tipo de cláusulas.

En este caso, la adición a la lista de la teja resulta llamativa, y tal vez se trata de
una interpolación posterior que, en forma de anotación marginal o interlineal, haya sido
añadida al texto base en algún momento (tal vez con ocasión de dar respuesta a un caso
particular159) y más tarde incorporada definitivamente a la cláusula en alguna nueva
copia o redacción del fuero.

En la cláusula del fuero de Guadalajara no se entra a considerar el eventual


resultado de lesiones de la herida con estas armas; más bien se castiga su empleo en
todo caso, como potencialmente peligroso, sin atender al resultado. Coincide en ello con
el texto del fuero de Molina de Aragón (§ 156), en el que tampoco se hace distinción en
función del daño causado:

“Qui firiere con armas vedadas, peche cincuenta maravedis, et si negare, jure
con doce vezinos.”

Sin embargo, lo más habitual en este tipo de cláusulas es establecer una


distinción penal en función de la causación o ausencia de lesiones, como encontramos
en los textos forales de otras poblaciones del entorno. Así, en el fuero de Medinaceli (§
22) se estipula mayor pena cuando la herida con arma “pasare”, esto es, cuando es
profunda:

“Qui firiere con armas vedadas, si pasare, peche XX mencales, et LX sueldos a


los alcaldes; et si non pasare, XV mencales.”

Análogo criterio se sigue en el fuero de Cortes de 1182 (§ 4):

“Item qui percuserit alium cum armis pectet v morabetinos et si pasar pectet x
morabetinos et si mortuus inde fuerit faciat de eo justitiam sicut de mortus.”

Otra forma de expresión castiga las heridas de arma con resultado de lesiones,
sin especificar si éstas dejan heridas más o menos profundas. Así, en los fueros
siguientes:

113
FZorita1188, § 40: “Ombre que firiere con cuchiello, con lanza, con espada
pague treinta mrs. si hiciere livores.”

FBrihuega, § 81: “Tod omme que firiere con fust o con piedra o con fierro o con
punno: si fiziere liuores, peche x maravedis, et si non fiziere liuores, peche ij maravedis
si prouadol fuere si non salues con ij bezinos.”

En el fuero de Madrid, una especial vocación sistemática lleva a distinguir, de un


lado, el ataque con resultado de lesiones (§ 1), y de otro, sin lesiones, con arma de
hierro (§ 2), y de fuste o piedra (§ 3):

FMadrid, § 1: “Todo homine qui firiere a uecino uel filio de uezino con lanza o
con espada o con cutello aut con pora o con palo uel petra, et liuores ficieret, firmet cum
II testimonias et pectet XII morabetinos a fiadores.”

FMadrid, § 2: “Toto homine que feriere a uecino aut filio de uecino con fierro, et
non ficiere liuores, et isto con testemunias, pectet VI morabetinos, et si non, sua iura.”

FMadrid, § 3 : “Toto homine qui percuserit cum fuste aut cum petra, et non
habuerit liuores, pectet VI morabetinos con testes, et si non, iuret per sua cabeza.”

§7

Coincidencia máxima entre C y A. En E, la cláusula aparece trunca, con un


hueco en posición inicial que el copista ha dejado en blanco para transcribir más tarde
una palabra que no entendió en el manuscrito que le servía de modelo. La diferencia de
redacción no introduce variación de substancia sobre el contenido jurídico. Extraña en E
la misma aparición de la palabra “muger”, en el contexto de una cláusula que trata de
los bandos: debida probablemente a error del copista, cuya mala inteligencia del texto
base queda suficientemente probada por la omisión del comienzo de la cláusula dejando
un bien visible espacio en blanco; de no ser así, tal vez responda a un modelo de
redacción del tipo: “Todo ome o muger que...”, que resulta exótico aplicado a asunto de
bandos.

Por lo demás, en referencia al contenido jurídico, puede afirmarse que, sin


solución de continuidad, prosigue en esta cláusula la expresión de preceptos dirigidos a
sancionar la ruptura de la paz del concejo. En este caso, se trata de reprimir peleas o

114
bandos. La cláusula forma una unidad evidente con la inmediatamente posterior, de la
que probablemente haya sido desgajada en algún momento de la transmisión textual del
fuero. Se contempla aquí el caso de la participación en bando o pelea, habiendo
“herido” (esto es, atacado), pero sin resultado de lesiones, y se le da un tratamiento
penal benévolo, asignando una pena de escasa cuantía, que se sitúa claramente entre las
más bajas de todo el fuero.

En los fueros del entorno no existe un precepto exactamente equivalente. En


varios textos se castiga la participación en bando como ruptura de la paz del concejo,
pero no se hace expresa mención de la circunstancia de participar en él sin haber
causado lesiones:

FEscalona, § 18b: “Et ita, qui venerit in vando, LX solidos pectet.”

FCortes(1182), § 8b: “Et qui venerit in bando et percuserit pectet v


morabetinos.”

FMadrid, § 20a: “Qvi uenerit in bando et feriere aut corare fizieret aut referiere,
et probatum fuerit cum duas testes, pectet III a los fiadores.”

FAlcalá, § 7a: “Todo omne qui uiniere enbando inlogar o feridas ouiere, peche x
morauidis, et muger iij morauidis si non fuere super so marido […]”

§8

No existe variación alguna significativa entre los tres textos, que pueden
considerarse plenamente coincidentes en esta cláusula.

En directa continuidad de la cláusula precedente, aquí se establece el caso de la


participación en bando, con voluntad expresa de agresión y resultado de lesiones,
equiparando este delito, por la pena, al de la herida con armas (§ 6) del mismo fuero.

En otros fueros del entorno se castiga asimismo la participación en bando


esgrimiendo y usando armas:

FMadrid, § 20a: “Qvi uenerit in bando et feriere aut corare fizieret aut referiere,
et probatum fuerit cum duas testes, pectet III a los fiadores.”

115
FAlhóndiga, § 10: “Quisquis venerit in bando contra vicinum suum et traserit
cutellum vel arma bedada et percusserit cum ea, pectet XIII morabetis, et si non
percusserit probando pectet un morabeti […]”

FMolina, § 157: “Qui viniere en vando et firiere, peche las calonnas dobladas; et
si negare, jure con veinticuatro.”

En el fuero de Guadalajara se atribuye idéntica responsabilidad al instigador de


la agresión que al ejecutor material de la misma, pues se fija la misma pena para aquél
que participando en bando o pelea incitara verbalmente a la agresión de un contrario.
Este precepto es análogo a otros consignados en fueros del entorno:

FZorita (1180), § 48: “Qui viniere en vando, ó dixiere ferir, ó firiere, pague
sesenta mentales.”

FBrihuega, § 75: “Tod ome que uiniere en bando et firiere, o dixiere ferit: peche
Lx mezcales, si prouadol fuere, si non salu es con ij bezinos.”

Nótese, en la cláusula del fuero de Brihuega recién citada, la coincidencia


textual parcial con el fuero de Guadalajara, si bien no parece necesario postular en este
caso una relación de dependencia directa entre ambos textos, dado lo habitual del
precepto y contando con la tendencia a la uniformidad en la redacción que se deriva del
laconismo de estos textos.

§9

Existen en este caso diferencias significativas entre las tres redacciones. El texto
de C no recoge la sanción pecuniaria de tres maravedíes para quienes no acuden al
desafío, presente en A y E. Los tres textos coinciden en asignar a los alcaldes la función
de obligar a comparecer al desafiado. El texto de A resulta incoherente, debido a una
adición confusa antes de reiterar la pena de los tres maravedíes (“en que asy enbiaren
que non vinieren resçebir derecho”): se trata probablemente de una frase que el copista
de A no llegó a entender, y que puede haber sido en origen una anotación marginal. Si
esta adición fue efectuada por el escriba de A incorporando al cuerpo principal del texto
una nota marginal que halló en el texto de base que copiaba, no parece haber alcanzado
una cabal comprensión de su contenido. También cabe contemplar la posibilidad de que
se tratara de una adición que el copista de A encontró ya incorporada al texto principal

116
del manuscrito que copiaba: en cuyo caso podríamos postular diferente origen para C y
A, que en tantas otras cosas coinciden, hasta en cuestiones formales y paleográficas.

Por lo que se refiere al contenido, en esta cláusula, continuando con el tema de la


ruptura de la paz, se determina la manera de llevar a cabo el desafío ante el concejo. Se
dispone, en primer lugar, que los desafíos se presenten ante el concejo, y no sin su
conocimiento: de esta forma, se substraen de la esfera de la venganza privada160. El
desafío debe llevarse ante el concejo el viernes, que en Guadalajara, como en otras
muchas poblaciones, era el día de reunión ordinaria y formal del concejo. Encontramos
previsiones análogas en otros fueros del entorno. En el fuero de Molina (§ 118) se
determina que los desafíos se presenten el día de concejo mayor, sin especificar cuál ha
de ser éste:

“Qui quisiere desafiar en dia de mayor concejo desafie; si en otro dia desafiare
peche diez mencales.”

Sin embargo, el día de concejo ordinario, y habilitado para recibir los desafíos,
es el domingo en otras varias poblaciones del entorno:

FCortes (1182), § 2a: “Item si quis de eiusdem ville defidiaverit alium nisi in
dominica die pectet unum morabetinum.”

FMadrid, § 75: “Qvi habuerit a desafidare in co[n]zeio maior, in die dominico


desafidet, et si in altero loco desafidaret et cum II testemunias probatum ei fuerit, pectet
I morabetino a los fiadores.”

FAlcalá, § 6: “Qui desafiar quisiere desafie dia de domingo en conceio. El qui


desafiare iij biernes tenga et iij domingos, et al uiernes non ueniere recebir derecho,
usque ad tercero uiernes, el uiernes qui non uiniere de istos uiernes peche i morauidi
alos fiadores […]”

A los alcaldes del concejo pertenece, según el fuero de Guadalajara, comunicar


el desafío al desafiado, y éste debe acudir ante el concejo a responder al desafío, so pena
(no muy cuantiosa, en verdad) de tres maravedíes por su incomparecencia.
Adicionalmente, corresponde a los alcaldes constreñir al desafiado a acudir ante el
concejo para responder al desafío. Esta última precisión parece una adición posterior al
texto base, motivada por la experiencia de reiterada incomparecencia de los desafiados.

117
La fuerza coercitiva del concejo para requerir la comparecencia de los desafiados se
intenta subrayar con la reiteración del término “derecho” en esta última parte de la
cláusula.

La cuantía de la pena impuesta al desafiado por su incomparecencia ante el


concejo (tres maravedíes) se alinea con otras por infracciones menores, y en particular,
se equipara a la negativa a dar fiadores ante el concejo, cuestión tratada en la cláusula
50 del mismo fuero. Comparar esta cuantía con las establecidas para el mismo caso en
otros fueros del entorno puede tomarse como indicio de la antigüedad relativa de esta
cláusula del de Guadalajara. Así, por ejemplo, en cláusulas análogas se establece una
pena de un maravedí en el fuero de Cortes, y de diez en el de Molina:

FMolina, § 117: “Qui desafiado fuere é non viniere á su plazo, peche diez
maravedis; et si aquel que desafiare non viniere, otro si, peche diez mencales.”

FCortesII (1182), § 2c: “Et si ille quem acotauerit iudex vel Alcaldus que veniat
ad diem veneris et non venerit pectet unum morabetinum.”

§ 10

A propósito de esta cláusula existen entre los textos divergencias relevantes. En


primer lugar, por lo que respecta al verbo que describe la acción objeto de sanción
penal: en C y A es “probar”; en E, “robar” (remachando esa lectura con la
correspondiente rúbrica marginal descriptiva del contenido de la cláusula). Plantea
asimismo un problema el primero de los lugares descritos: en C y A la interpretación de
la palabra correspondiente depende de resolver una abreviatura similar en ambos casos,
que parece razonable identificar con el “azogue”, y que María Ángel Rosso, en su
estudio lingüístico de este fuero, lee como “ecclesia”, basándose en modelos
paleográficos, para el caso del manuscrito C161. Creemos que esta identificación es
errónea: probablemente, los escribas de C y A reprodujeron al copiarla,
aproximadamente, el aspecto gráfico de esta palabra, porque no la entendieron, y el
copista de E la desarrolló adecuadamente.

Debido a estas dificultades en la transmisión textual, la cláusula resulta de


problemática interpretación. Si se acepta la lectura de E (la escogida por Keniston),
parece establecerse en ella una pena excesivamente benévola (sólo tres maravedíes)

118
para un delito como robar en plaza (azogue) o mercado162. Sabemos demasiado sobre la
calificación penal del robo en la legislación de la época, así como acerca de la
importancia que la autoridad pública daba al mantenimiento de la paz del mercado, para
poder conformarnos con esta lectura: la pena sería claramente desproporcionada, por
defecto.

El mismo Keniston propone como alternativa la substitución de la palabra


“robare” por “prendare”, transmitida como “probare” en una de las dos versiones
manuscritas que sigue para establecer su texto163. La copia A, que Keniston no consultó,
confirma esta lectura. Leída de esta forma, la cláusula vendría a hacer referencia a la
alteración de la paz de mercado solventando en su seno cuestiones relativas a prendas o
embargos judiciales. Keniston cita, en apoyo de esta interpretación, una cláusula del
fuero de Alba de Tormes (§ 68) en la que se pena la toma de prendas en el mercado:

“Todo omne o muler de Alba o de su termino que en mercado prendare sin


mandado de II alcaldes de hermandat, peche VI maravedis.”

Naturalmente, no hay que creer en tipo alguno de relación directa entre dos
textos tan alejados. Es en todo caso la lectura concurrente de A la que nos mueve a
considerar esta interpretación (“probar” frente a “robar”) como más verosímil.

Tal vez pueda postularse relación con la cláusula inmediatamente anterior; de


esta forma, “probar” vendría a referirse a desafiar, a solventar mediante duelo un
desafío, como medio de prueba, violentando la paz del mercado, en lugar inadecuado
para ello, teniendo en cuenta que en el anterior § 9 se dispone la necesidad de presentar
el desafío en tiempo y forma, ante los alcaldes reunidos el viernes. Así, podría
entenderse que los §§ 9 y 10 forman una unidad de sentido antes de haber sido
separados en el proceso de transmisión del texto. Así entendido, el tema de este § 10
enlaza, asimismo, con la cláusula siguiente.

§ 11

La lectura de C y A es coincidente. E sólo se aparta significativamente de la


misma en la asignación de distinta pena al segundo de los supuestos recogidos en la
cláusula.

119
En ella, prosiguiendo el tema de la ruptura de la paz del concejo, se procede a
sancionar los desafíos privados, presentados al margen del control del concejo. Estricta
continuidad de sentido se observa, pues, respecto de los anteriores §§ 9 y 10. En una
situación de conflicto, era frecuente que los contendientes se retaran mutuamente, en
lugar de acudir a presentar el caso ante las autoridades concejiles, que según el § 9
debían validar el desafío.

Si aceptamos la lectura coincidente de C y A, frente a la divergente de E,


habremos de postular, entre las dos partes de esta cláusula, la existencia de una
diferencia temporal, manifiesta en la distinta escala de la pena impuesta a los
contraventores. En la primera parte de la cláusula se contempla la pena de diez
maravedíes para aquél que retara a otro sin acudir a presentar el caso ante los alcaldes.
Hay una coincidencia plena en esta primera parte, tanto en el supuesto como en la
solución, con otra cláusula análoga del fuero de Madrid, incluso con cierto eco parcial
en la expresión de desafío recogida en el texto:

FMadrid, § 104: “Qvi dissieret ad altero: “lidiar te lo e o aberare te lo o far lo ad


meo corpo al tuo”, pectet X morabetinos.”

La segunda parte de la cláusula, por su parte, pertenece a un momento de


redacción distinto y posterior: en ella se establece una cuantía de pena mucho mayor
para quienes se retaran mutuamente. La distinta escala de esta segunda pena es indicio
suficiente de su menor antigüedad. Es muy posible que esta segunda parte de la cláusula
se haya añadido a la primera, quizás dando respuesta a alguna situación o necesidad real
experimentada en la práctica, en algún momento posterior de la transmisión textual del
fuero de Guadalajara. Ignorando esta circunstancia, el copista de E pudo proceder a
corregir el texto que seguía, dando la lectura de “veynte” como medio de acortar la
brecha existente entre la pena de los diez maravedíes y la de los cien, una diferencia de
cuantía realmente significativa y que este copista de E pudo reputar un error en el
manuscrito que copiaba.

§ 12

No existe variación significativa entre los textos del fuero. El copista de E


parece haber adaptado la redacción de la cláusula para que se pueda aplicar a más de
dos contendientes.

120
Esta cláusula, en llana prosecución del tratamiento de las alteraciones de la paz
del concejo, introduce una precisión necesaria, disponiendo que, en una pelea, la
responsabilidad recayera sobre aquél que de hecho la hubiera iniciado acometiendo a su
oponente, estando este último dispensado de responsabilidad como parte pasiva de la
agresión.

Si bien no parece en principio posible postular una relación textual directa entre
ambos, el fondo de esta disposición del fuero de Guadalajara es el mismo que hallamos
en el fuero de Brihuega (§ 74):

“Tod omme que firiere a otro, et el ferido tornase sobre si non peche nada, si non
fiziere liuores.”

§ 13

La transmisión textual de esta cláusula no presenta variantes dignas de mención.

Si hasta aquí, al menos desde la cláusula cuarta, el texto del fuero venía
manteniendo una notable continuidad y coherencia en la agrupación de cláusulas
referidas a una temática afín, con la irrupción de esta cláusula décimotercera se
introduce un elemento de discontinuidad marcada y muy evidente. En efecto, las últimas
cláusulas venían aportando preceptos legales relacionados con el mantenimiento de la
paz del concejo, y como en seguida veremos, ésa será la temática inmediatamente
reanudada a partir de la cláusula décimocuarta. En nítido contraste con lo precedente y
subsiguiente, sorprende la inserción de esta cláusula décimotercera, cercana a las
preocupaciones y al estilo de unas ordenanzas municipales. Precisamente, la presencia
de disposiciones en este sentido dentro de sucesivas recopilaciones de ordenanzas
municipales está suficientemente acreditada164.

Se establece en ella una pena modesta, de un maravedí, a quienes se dedicaran a


la venta de pescado o de conejos en sus domicilios. El sentido de esta cláusula sólo
puede alcanzarse si se tiene en cuenta la existencia de un mercado municipal al que se
concede en exclusiva la condición de espacio habilitado para la compra y venta de estos
productos. El aislamiento de esta cláusula, tal como aparece, apresuradamente insertada
en el texto del fuero, obscurece toda otra referencia a la regulación del mercado
municipal y de los abastos, materia que, cabe suponer, habrá sido objeto de atención por

121
parte del concejo de la villa en unas ordenanzas municipales, de las cuales tal vez
procede esta disposición, desgajada y aislada de su contexto.

Sobre su inserción en este lugar del texto del fuero subsiste un interrogante. No
resulta infrecuente, en el proceso de elaboración y re-elaboración de estos textos, que el
concejo introdujera nuevas precisiones, e incluso nuevas cláusulas, añadiéndolas a los
diplomas, ya interlineadas, ya como anotaciones marginales. Cuando se abordaba una
nueva redacción o copia del fuero, tales añadidos quedaban soldados al texto,
incorporados muchas veces sin señal visible de su inserción. De ahí la general dificultad
a que se hace frente cuando se trata de explicar el proceso de formación de los fueros
municipales, así como la de establecer una datación de cada una de las cláusulas que los
componen. A propósito de la cláusula undécima hemos postulado la eventualidad de
que la segunda parte de la misma fuera añadida al fuero en una etapa de redacción
posterior, debido al indicio que aporta la distinta escala de penas en ella utilizada,
respecto de la primera parte de la cláusula. La inserción o adición de nuevos preceptos
resulta aquí natural y viene a cuento, pues se trata del mismo tema. Sin embargo, en el
caso de la cláusula décimotercera no parece posible relacionarla satisfactoriamente con
el contexto en que se inserta: de ahí lo problemático de su inclusión en este punto, como
intrusa. Tal vez la razón que motivó su inclusión, probablemente como adición o nota
marginal, en este lugar se relacione con el ámbito del mercado, que ya aparece en el
anterior § 10.

Por otra parte, en su edición, Keniston subraya la afinidad de esta cláusula con
otra del fuero de Cuenca en la que se prohíbe análogamente la comercialización de
pescados y liebres (entre otros artículos), en domicilios privados:

FCuenca, § XLII, 19: “Et quicumque venationes, ut lepores, cirogrillos,


perdices, seu piscamen pluviale in alique domo aut extra plateas vendiderit, sive in
domo sua propria, pectet quinque aureos.”

§ 14

Sin variación significativa entre las tres versiones: en E el escriba introduce una
precisión innecesaria para ayudarse a entender el texto que copia (“por ferir a otro”).

122
Se retoma con esta cláusula el hilo de las anteriores a la duodécima, referido a
disposiciones para afirmar la paz del concejo. Se castiga en este caso el amenazar a otro
sacando un arma, sin llegar a acometerle o herirle con ella, con pena pecuniaria de tres
maravedíes. Se trata de la misma pena contemplada, en la cláusula séptima del mismo
fuero, para el caso de la participación en pelea o bando, sin resultado de lesiones. La
imposición de la misma pena para dos delitos asimilados por sus efectos (o por la
ausencia de ellos) resulta en principio consistente, si bien la reiteración nos induce a
considerar como verosímil que esta cláusula se corresponda con un momento de
elaboración distinto del § 7.

La prohibición de sacar o esgrimir las armas en poblado (y aun en ocasiones de


portarlas dentro de la población) es precaución bastante generalizada en los textos
forales de la época, como medio de atenuar la gravedad de las violencias y altercados
que pudieran producirse. En los fueros del entorno encontramos formulaciones
ligeramente distintas de esta prohibición preventiva.

La expresión probablemente más antigua de este precepto pertenece a la


tradición jurídica del Derecho toledano, como en el fuero de Escalona (§ 18a), donde ya
se pena el portar armas en poblado:

“Et alium etiam et hominem qui traxerit armas infra civitatem contra alium, LX
solidos pectet ad summum: medios ad palacio et medios ad concilio.”

La presencia de esta cláusula en el fuero de Escalona, y más concretamente, en


la parte del mismo que, según autorizada opinión de Alfonso García-Gallo, proviene de
la desaparecida Carta Castellanorum que reguló el estatuto jurídico de los primeros
castellanos llegados para repoblar el reino de Toledo165, permite afirmar su antigüedad,
así como su probable inclusión dentro del Derecho castellano tradicional formado
durante el siglo X.

En el fuero de los vecinos de Cortes (1182) figura una expresión muy similar a
la del de Guadalajara, especificando que se castiga el sacar arma contra otro sin llegar a
herir, y una pena también muy similar, dos maravedíes:

FCortes(1182), § 40 : “Item quicumque extraxerit arma super alium et non


percuserit si probatum ei fuerit quod arma extraxerit pectet II morabetinos.”

123
En el fuero de Madrid (§ 69) no se especifica, aunque se sobreentiende, la
circunstancia de que no se llegue a herir; asimismo se introduce una distinción entre la
amenaza con armas y con cuchillo, sujeta esta última a menor pena, como efectuada con
objeto menos peligroso:

“Qvi sacare armas per a uecino et segudare con illas, pectet V morabetinos a los
fiadores. Todo omne qui sacaret cutello a uezino uel filio de uezino, uel amagaret cum
illo, pectet II morabetinos.”

Por su parte, la redacción del principio análogo que figura en el fuero de Molina
(§ 155a) parece posterior, tanto por la detallada relación de las armas que no deben ser
esgrimidas en poblado, como por la mayor escala de la pena pecuniaria, veinte
maravedíes:

“Qui sacare cuchiello, ó espada, ó porra, o azcona, o piedra, o fust, o alguna


arma vedada por ferir, peche veinte maravedis”

La significación jurídica y utilidad de este principio como medio de atajar la


violencia en el ámbito urbano se verán prolongadas a lo largo de la Edad Media, como
acredita, en el caso de Guadalajara, la reiteración de la prohibición de portar y usar
armas en poblado que figura entre las ordenanzas municipales de 1406, esta vez dirigida
en especial a los caballeros y escuderos166.

§ 15

No se observan variantes que alteren en substancia el contenido de la cláusula.

El término “plazo” encubre aquí “plaçito” (placitum), esto es, juicio. La cláusula
se refiere a un asunto de procedimiento a cuenta de la reclamación por una raíz o
heredad. A quien demanda por una raíz iniciando así el proceso (a quien “pone plazo”)
no le está permitido exigir pruebas al demandado (la “sobrepuesta” o fianza) sobre la
raíz que reclama, si es que previamente no avala su demanda firmando sobre ella ante
los alcaldes. Así, para adquirir el demandante el derecho de exigir pruebas al
demandado sobre la raíz, su demanda debe ir apoyada en el testimonio de los alcaldes
sobre la buena fe del demandante.

124
Se enlaza aquí con las previsiones sobre el inicio del proceso que encontrábamos
al comienzo del fuero (§§ 1-3), y especialmente con cuanto se disponía en el § 1 acerca
de la necesidad que el demandante tenía, para iniciar legalmente un proceso, de jurar
(firmar) ante los alcaldes sobre la rectitud de su intención. La inclusión del precepto en
este lugar parece, en consecuencia, una adición colocada fuera de lugar.

§ 16

Sin variaciones significativas entre los tres manuscritos.

En esta cláusula se encomienda a los alcaldes de la villa la obligación de actuar


de oficio, como hoy se diría, en una serie de asuntos de su competencia, relacionados
todos ellos con el mantenimiento de la paz del concejo, con especial mención de peleas
o desórdenes acaecidos en el mercado, ámbito que, como sabemos, era objeto de una
especial protección por parte del poder público. La competencia de los alcaldes en esta
materia les encomienda la vigilancia y les faculta para actuar sin mediación de denuncia
alguna (“syn quereloso”)167.

La competencia de los alcaldes en labores de vigilancia y remedio de atentados


contra la paz del concejo quedará nuevamente afirmada en el § 29 del mismo fuero.

Por otra parte, no parece que esta cláusula guarde relaciones de dependencia o
de semejanza formal con otras de los fueros municipales del entorno; sin embargo, el
precepto que contiene se puede considerar como generalmente en vigor, en el contexto
de las atribuciones que el mantenimiento de la paz asignaba a los alcaldes en los
concejos castellanos. A título ilustrativo, consignaremos aquí un principio análogo,
referido a esta facultad de los alcaldes (y otros oficiales) de intervenir para atajar la
ruptura de la paz, que encontramos en el fuero de Madrid (§ 9f):

“Si los alcaldes aut los adelantados aut los quatuor uiderint homines baraiar,
aconten los.”

§ 17

No se observan variantes significativas entre las tres redacciones.

125
Emparentada por la temática con la anterior, esta cláusula parece favorecer la
conclusión de arreglos amistosos y reconciliaciones entre los involucrados en una pelea
o bando, permitiendo a éstos eludir la responsabilidad en que hubieran podido incurrir
debido a su comportamiento, a condición de que se avinieran a restituirse mutuamente
la paz que antes habían violentado.

En principio, se percibe una posibilidad de contradicción con la cláusula


inmediatamente anterior, toda vez que la misión de los alcaldes de perseguir de oficio
las violaciones de la paz del concejo podría chocar con el propósito de los contendientes
de superar el antagonismo y restaurar la paz privada entre ellos. En función de esta
potencial discrepancia, puede postularse la posibilidad de que la presente cláusula sea
una adición, aclaración o postilla añadida a la anterior con objeto de mitigar o
condicionar su aplicación dejando a salvo de la misión represora de los alcaldes las
peleas resueltas con el acuerdo pacífico de los involucrados.

El mismo principio de incentivar en lo posible la conclusión de soluciones


pacíficas entre particulares eximiendo a los contendientes de la responsabilidad en que
hubieran incurrido al violar la paz se observa en una cláusula del fuero de Alcalá de
Henares (§ 51), si bien ésta se refiere específicamente al caso del desafío entre
particulares y a la manera de levantarlo por acuerdo de las partes:

“Todo omne qui a otro desafiare, non por muert domne, ni por furto, et dia
deuiernes, ante alcaldes, amos foren abenidos, uayan enpaz sincalonia ninguna, et el qui
non uiniere al desafiamiento peche i morauidi alos fiadores.”

Por otra parte, la misma intención de incentivar y beneficiar en lo posible la


conclusión de acuerdos de paz entre particulares se prolonga en la tradición jurídica de
Guadalajara, extendiéndose a la esfera de lo civil, como consta por las ordenanzas
municipales de la villa de 1427, donde se recoge la exención de penas y costas a las
partes de un proceso civil que alcanzaren un acuerdo mutuamente satisfactorio168.

§ 18

El texto de C y A es, como tantas veces, plenamente coincidente. E aporta una


variante relevante, que afecta a la pena pecuniaria: “quatro sueldos”, en C y A; “çinco
maravedis”, en E.

126
En esta cláusula se contempla el caso de que un hombre requiriera o tomara
prenda de una mujer por deudas u obligaciones que hubiera contraído su marido. Para
impedir la indefensión de la mujer, se le reconoce indirectamente la representación legal
del marido ausente, imponiéndose al demandante la obligación de firmar con testigos
sobre la prenda requerida, so pena de cuatro sueldos (cinco maravedís, en E).

Sin duda es notable el hecho de que la pena prevista en esta cláusula sea una de
las muy pocas que en este fuero están expresadas en sueldos, y no en maravedíes, como
es habitual. En principio, la consignación de penas pecuniarias en sueldos parece
corresponderse con una época anterior, en tanto que la mención a los maravedíes se
generaliza a partir del siglo XIII169. Por ello, la aparición en el fuero de una pena
pecuniaria expresada en sueldos, como caso relativamente aislado frente a las restantes
del mismo texto, permite una razonable conjetura sobre la procedencia externa de la
cláusula en cuestión, probablemente tomada de alguna redacción más antigua, que por
el momento queda sin documentar, por la ausencia de paralelos en los fueros del
entorno. La variante del manuscrito E puede interpretarse como una corrección del
original copiado introducida por el escriba, o bien como fiel reflejo de una tradición
manuscrita diferente.

Con esta cláusula, por otra parte, parece iniciarse un nuevo grupo de ellas
dedicado a reglamentar asuntos procesales o procedimentales ante el concejo, como la
toma de prendas, o la presentación de demandas (temática procesal que conecta con el
anterior § 15, retomada de los iniciales §§ 1-3).

§ 19

Las variantes entre los manuscritos no afectan al contenido de la cláusula.

En esta cláusula se intuye una refundición de dos preceptos distintos. En la


primera sección, se estipula la obligación que los alcaldes del concejo tienen de recibir
la demanda del querellante, so pena de un maravedí y de seguir obligados a ello. En la
segunda se establece el reparto de las caloñas o multas judiciales, siguiendo un patrón
tripartito bastante habitual en los fueros de la época. El hecho de que ambas partes de la
cláusula queden unidas en el redactado por la expresión “e de estas calonnas”, introduce
un principio de ambigüedad o confusión respecto de la recta interpretación de la
segunda. En efecto, el reparto en tres partes de las caloñas previsto en esta segunda

127
sección, ¿se refiere propiamente al maravedí que los alcaldes deben pagar al querellante
sin respuesta, o más bien, en sentido general, a las caloñas que ocurriere imponer como
resultado de la querella? Todo parece indicar que la segunda opción es la más plausible,
toda vez que el maravedí debido al querellante no atendido le ha de ser pagado
personalmente (“pechenle un maravedi”); sin embargo, la expresión “e de estas
caloñas”, con referente poco claro, autorizaba una pregunta al respecto.

Sobre el reparto de las multas judiciales en tres partes, notaremos que el


principio habitual, en los textos de la época, es separarlas en un tercio para el
demandante, otro para el concejo, y el resto para el señor170. Así aparecen, en efecto, en
los fueros de Alhóndiga y de Brihuega, por ejemplo:

FAlhóndiga, § 17: “Totas calumpnias sunt divisas in tres partes. Una partem
clamanti, aliam partem senniorem, terciam partem iudici et alcaldibus concilio.”

FBrihuega, § 19: “Et si omme de palacio matare o firiere o prisiere o ahontare a


omme de briuega: esta calonna partas por tercio, et sea el un tercio del Arçobispo, et el
otro de los Alcaldes, et el otro del querelloso.”

Como villa de realengo, en la cláusula 19 del fuero de Guadalajara el reparto da


lugar a una parte para el demandante, otra para los alcaldes (equivalente a la parte
concejil, propiamente), y la tercera para el concejo (al que se adjudica esta parte
propiamente señorial, en tanto que ostentador efectivo del “señorío colectivo” de la
villa, en nombre del rey). Sin embargo, en una cláusula posterior del mismo fuero (§
91), aparecerá un reparto de las caloñas que en substancia no difiere de éste, si bien
aparece expresado en los términos señoriales clásicos, como si se tratara de una cláusula
procedente de un lugar de señorío, separando una parte para el demandante, otra para el
concejo, y la tercera para el señor. Es asunto sobre el que volveremos más adelante, al
ocuparnos de dicha cláusula.

§ 20

Coinciden substancialmente C y A. La redacción de E introduce una variante


significativa: encomienda la facultad de retener las prendas al vecino, en tanto en C y A
se atribuye esta misma responsabilidad, contradictoriamente, al no vecino. La
discrepancia formal observada entre los textos compromete la interpretación de la

128
cláusula. La lectura de E parece la más lógica atendiendo al sentido de la misma, y
como tal fue adoptada por Keniston en su edición171: corresponde al vecino retener la
prenda. Así lo consideramos, por nuestra parte, descartando como inverosímil la
interpretación contraria, patrocinada por C y A (confiando la prenda al no vecino).

En esta cláusula se restringe a los vecinos de la villa, como facultad exclusiva, el


realizar o tomar prendas, de manera que cualquier forastero necesitado de recurrir a
tomar prendas sólo pueda hacerlo representado por un vecino, el cual deberá retener la
prenda como suya172.

Según Keniston, que no encontró paralelos en otros fueros de la época, se trata


de una cláusula privativa de este fuero, requiriendo el aval de un vecino para los
forasteros que tuvieran necesidad de tomar prendas en la villa173.

§ 21

Las redacciones de C y A coinciden plenamente; la diferencia más substancial


que introduce E se refiere al cambio de adverbio temporal: “dende asuso” en C y A;
“dende ayuso” en E. Teniendo en cuenta el sentido de la cláusula, la corrección del
escriba de E parece inadecuada.

Siguiendo con la temática de asuntos de procedimiento relacionados con la


jurisdicción del concejo, en esta cláusula se establece un plazo máximo de diez años
para la presentación de demandas por herencia, con la salvedad, habitual en el Derecho
de la época, de las causas que permiten demorar legítimamente dicho plazo.

Estas causas de fuerza mayor, que permiten al incurso ampliar la validez de su


reclamación, son estar preso o en peregrinación. El catálogo de causas de fuerza mayor
que prolongan la validez de un plazo aparece ampliado en otros fueros del entorno:

FAlcalá, § 32: “Todo omme de alcala o deso termino qui fore catiuo o fore in
romeria o fore en fermo, enguisa que non ua a elglesia o a mercado, o non fuere de dias,
o fore enemigo, non pierda respusa per hereditate por anno e dia.”

FBrihuega, § 306: “Por estas cosas non caye ome de plazo: por enfermedad, por
auenida de aguas, por prision, por mandado o por carrera que faze por sennor, o por
fuego, o por mandado de conceio, iurando con ij uezinos.”

129
§ 22

Versiones coincidentes dan C y A. La más relevante diferencia que introduce E


es la supresión de la especificación adicional “o moradores” referida al sujeto de la
acción.

Se castigan en ella, con pena pecuniaria de tres maravedíes, los desmentidos


lanzados a quien ha prestado juramento, en lo que parece una disposición más tendente
a promover la paz atajando motivos de enconamiento en el conflicto. El contenido
normativo de la misma es, por tanto, análogo a cláusulas de otros fueros, como por
ejemplo el de Medinaceli (§ 71), donde se castiga más genéricamente el desmentido, sin
hacer mención explícita del juramento:

“Qui dixier a su vecino, el delant seyendo, mentira iurest, o otorguest, peche un


moravedi.”

En cuanto a la pena, su escasa cuantía, claramente situada entre las más bajas
dentro del fuero de Guadalajara, asimila la ofensa a otras consideradas leves, como la
participación en bando sin herir (§ 7), o la incomparecencia en desafío (§ 9), por citar
algunas del mismo texto. En el fuero de Madrid encontramos una cláusula (§ 38) que,
más o menos por la misma época, asigna una pena ligeramente mayor (cinco
maravedíes) para los desmentidos, bien que lanzados contra los alcaldes:

“Todo omme qui desmentiere ad alcalde o disiere: “mentira otorgeste”, pectet V


morabetinos.”

Por otra parte, resulta de interés, a propósito de la redacción de esta cláusula del
fuero de Guadalajara, comprobar que se establece una distinción entre los vecinos y los
moradores de la villa, no asimilados en una única expresión, si bien para el caso que
ahora nos ocupa unos y otros reciben idéntico tratamiento jurídico (y en atención a esa
asimilación práctica, para los efectos de la cláusula, el copista de E ha optado por
suprimir la mención a los moradores). Con todo, la especificidad de la condición de
vecino, con su serie asociada de requisitos y responsabilidades, se mantendrá largo
tiempo en Guadalajara, como se percibe por la reiteración de disposiciones dirigidas a
asegurar los derechos de vecindad, tales como la que a este respecto encontramos entre
las ordenanzas municipales de 1427174.

130
§ 23

Sin diferencias dignas de mención en la transmisión del texto.

Se retoma en esta cláusula la temática común a las cláusulas 4, 5 y 6 del mismo


fuero, relativa a la sanción de ofensas que pudieran resultar en la ruptura de la paz del
concejo. En este caso, se castiga con pena pecuniaria de tres maravedíes los empellones
o empujones. En comparación con las ofensas sancionadas en las cláusulas
anteriormente citadas, los empellones parecen recibir aquí una consideración de ofensa
menor. En cualquier caso, el hecho de que esta cláusula aparezca separada, en el texto,
de las anteriores 4, 5 y 6, con las que sin duda conforma una clara unidad temática,
puede ser considerado como indicio de su adición en una distinta etapa de redacción.

Los empellones son ofensa castigada en los fueros de más antigua tradición
castellana; así, en el fuero de Medinaceli, por ejemplo:

FMedinaceli, § 12: “Qui enpellare a otro con sayna, et con ira, et cayere en
tierra, peche X mencales al rencuroso, et LX sueldos a los alcaldes; et si non cayere en
tierra pech V mencales.”

§ 24

Sin variaciones significativas entre los tres textos.

Late en esta cláusula probablemente una preocupación por evitar abusos a cuenta
del comportamiento y atribuciones de los andadores, oficiales subalternos que actuaban
como auxiliares al servicio de los oficiales mayores del concejo, a quienes pertenecía
nombrarlos. Se establece y limita su sueldo en cinco maravedíes, descartando otras
fuentes de retribución para su labor.

Al parecer, la preocupación por regular y limitar la actuación de los andadores,


tal vez por causa de abusos o extralimitaciones, estaba extendida en la época. Así,
encontramos disposiciones limitando su soldada en fueros como los de Molina y Soria:

FMolina, § 91: “El concejo de Molina aya seis andadores, e cada uno dellos aya
por soldada treinta mencales, et non mas […]”

FSoria, § 91: “Los andadores [...] an auer cada uno dellos por su soldada VI mr.”

131
Por otra parte, esta preocupación se prolonga, en el caso de Guadalajara, hasta
época mucho más avanzada, como se puede acreditar a través de las ordenanzas
municipales del primer tercio del siglo XV, en las que se presenta a los andadores como
subalternos al servicio de los alcaldes, jurados y alguaciles, cuidando de regular el
acceso al oficio, así como su comportamiento en el cargo, haciendo responsables de sus
actuaciones a quienes los nombraron175.

§ 25

Sin variaciones relevantes en cuanto al sentido entre los tres textos.

En esta cláusula se establece una indemnización colectiva para compensar la


pérdida de la montura por parte de quienes participaran en el apellido. La participación
de los vecinos en apellido, como parte de las milicias concejiles, forma parte de las
obligaciones características del régimen de frontera176, y la presencia de estas
disposiciones en los fueros responde a las especiales necesidades defensivas de estas
poblaciones más expuestas. En el caso de Guadalajara, la pervivencia de este tipo de
disposiciones parece reliquia de un tiempo pasado, y en todo caso más propia del
reinado de Alfonso VIII que del de Fernando III, en el que el centro de las
preocupaciones militares se había desplazado definitivamente más hacia el sur177.

En cuanto a la indemnización en sí, requiere la aportación colectiva de todos los


vecinos de la villa, a razón de una octava parte de mencal cada uno. Teniendo en cuenta
el sistema monetario recogido en el texto del mismo fuero, según el cual tres mencales
hacen un maravedí (§ 91), podríamos establecer un cálculo orientativo de la cantidad
resultante: la aportación de 500 vecinos daría lugar a un monto de 62’5 mencales, o lo
que es lo mismo, 20’8 maravedíes. Naturalmente, cualquier aproximación a la
indemnización real debería apoyarse sobre el total de vecinos que se estime para la villa
en ese momento.

Para facilitar la comparación, tal vez sea útil recordar que la indemnización era
ilimitada en el caso del fuero de Medinaceli (cubría todo el valor de la montura
perdida), y alcanzaba 15 maravedíes en el fuero de Alcalá:

FMedinaceli, § 66: “Qui fuere en apellido, et si cavalo li moriere ol perdiere,


pectel su concelo quanto valiere.”

132
FAlcalá, § 200a: “Caualo que muriere en apelido en alcala o en so termino o
enoste, iure so duenno que nolo mato asabiendas con ij bezinos, et denle el conceio xv
morauidis [...]”

§ 26

Sin variaciones significativas entre los tres textos.

A pesar de la distinta redacción, el contenido normativo recogido en esta


cláusula es muy similar al que tuvimos ocasión de comentar con motivo de la cláusula
14 del mismo fuero. Se castiga aquí con pena pecuniaria de diez maravedíes el portar
armas en poblado, como infracción potencialmente atentatoria contra la paz del concejo,
añadiendo en la redacción una precisión sobre la clase de armas cuya ostensión se
sanciona, así como una indicación del motivo que puede inducir a quebrantar la
prohibición (acudir a una pelea o tumulto). En la cláusula 7 del mismo fuero se
castigaba con tres maravedíes la participación en pelea o bando sin herir; en la cláusula
14, también con tres maravedíes, el esgrimir armas contra otro sin herir; en esta cláusula
26 se castiga el portar armas en la villa: se trata de preceptos jurídicos paralelos, todos
tendentes al mismo fin, como es el reprimir las expresiones de violencia en el ámbito
urbano. Probablemente, la cláusula 26 corresponde a una etapa de redacción distinta de
las anteriores, como parece indicar la mayor cuantía de la pena establecida en ella: el
delito sancionado no se aparta tanto de las infracciones castigadas en las cláusulas 7 y
14, como para requerir de una pena mucho mayor (más del triple); esta discrepancia en
la cuantía de la pena, aparentemente no relacionada con la progresión del delito, es el
indicio empleado para suponer su pertenencia a una etapa de redacción posterior. Como
en seguida veremos, la común pertenencia temática a asuntos relacionados con vueltas y
bandos la aproxima a las cláusulas 29 y 30.

En cuanto a los paralelos con otros textos forales, el principio de sancionar la


ostensión de armas en el ámbito urbano está suficientemente extendido:

FEscalona, § 18a: “Et alium etiam et hominem qui traxerit armas infra civitatem
contra alium, LX solidos pectet ad summum: medios ad palacio et medios ad concilio.”

133
FMadrid, Carta del Otorgamento, § 13: “Qui portauerit gladium in uilla uel in
aldeis, nisi qualem isti pesquisitores uiderint pro directo, pectet IIII morabetinos ad
murum.”

Keniston178 señala el paralelo del fuero de Usagre, donde encuentra un precepto


similar (§ 263), que conecta la ostensión de armas con las vueltas o tumultos:

“Tod omme que sacare armas a bolta, pectet IIII morauetis a los alcaldes, si ei
firmaren.”

§ 27

Los textos de C y A dan lecturas plenamente coincidentes. En E subsiste una


duda, que hemos reflejado en el aparato crítico de nuestra edición: y es que en el lugar
que en los textos de C y A corresponde al numeral “çinco”, el escriba de E ha
consignado la abreviatura “vº” que, según uso constante del mismo documento, puede
desarrollarse como “vezino”, dando así lugar a una interpretación diferente del
contenido jurídico de la cláusula; igualmente resulta plausible que se trate de una
transcripción del numeral en romanos que el copista de E pudo haber encontrado en el
texto que seguía, hipótesis que no comportaría variación interpretativa.

Por demás, la cláusula aparece como aislada, sin relación con el contexto en que
aparece, y en consecuencia, se podría proponer como interpolación o adición, tal vez
una anotación marginal engarzada en el cuerpo del texto en alguna de las sucesivas
escrituraciones del mismo. Si aceptamos la lectura del numeral, entenderíamos que
regula el mecanismo de las firmas como medio de probar algo ante el concejo,
requiriendo la presencia de cinco miembros de este órgano colegiado para verificar la
prueba.

La celebración de firmas ante cinco miembros del concejo aparece recogida en


otros fueros del entorno, como en el de Alcalá de Henares (§ 177):

“Todo omne qui in conceio plegado firiere o messare auezino dalcala peche c
morauidis alrencuroso et si sacare cuchielo o espada o arma uedada, per que non fiera,
peche x morauidis; et por esto firme con v omnes de conceio et peche; et si non
pudieren firmar non peche.”

134
Por lo demás, destaca en esta cláusula un grado notable de coincidencia textual
con una cláusula análoga del fuero de Usagre (§ 305), ya notada en su día por
Keniston179:

“Tod omme que ouier a firmar a conceio, firme con V de conceio, uezinos o
fijos de uezinos.”

Dada la posterioridad de la redacción de Usagre, no cabe descartar en este caso


una posible influencia textual en aquélla del fuero de Guadalajara.

Si por el contrario adoptamos la lectura de “vezino”, tendríamos que se dispone


la celebración de la prueba acompañado de un vecino de la comunida de villa y tierra
(del “conçejo”, tomado el término en su sentido espacial y jurisdiccional propio, como
ámbito de pertenencia de los vecinos, antes que como organismo colegiado de gobierno
local). Con todo, la similitud con los otros textos aducidos más arriba deja abiertas
ambas interpretaciones.

§ 28

El texto en C y A es básicamente coincidente. E diverge en varios puntos. En


primer lugar, existe confusión entre los tres textos a cuenta de la primera expresión
imperativa de la cláusula: en C reza “aduganlo aqui nos”; en A, “aduganlo aqui non”; en
E, “cunduganlo a que non de”. Observaba acertadamente Keniston en su edición que ni
la lectura de C ni la de E permitían una interpretación llena de sentido, y proponía la
lectura hipotética “aduganlo a derecho”180. Parece en todo caso que los escribas de C y
A, no habiendo comprendido la cláusula que copiaban, procuraron mantenerse fieles al
aspecto gráfico del texto que les servía de base. El copista de E parece haber hecho un
intento más osado hacia la intelección del texto, proponiendo una lectura distinta, pero
que tampoco alcanza cumplido sentido. Una hipótesis sobre el texto base, apoyada en
esta lectura, podría ser “conduganlo a que mande”, pero tampoco resulta satisfactoria.

Salvando la inevitable ambigüedad que se sigue de las deficiencias de


interpretación de la cláusula, debidas a lo azaroso e inseguro de su transmisión textual,
parece hacerse en ella referencia al supuesto de que se presentara demanda judicial
contra un caballero mientras éste se hallara ausente de la villa, cumpliendo su deber de
acudir al fonsado. En atención al servicio que el caballero desempeña en provecho de la

135
villa, se le reconoce, en esta circunstancia, un plazo especial, de 27 días, para responder
a la demanda que se le hiciere. Así, este plazo ampliado para responder a la demanda
constituye para los caballeros un privilegio asociado específicamente a sus funciones
militares181.

§ 29

No existen diferencias textuales apreciables entre C y A. Las variantes más


significativas que introduce E se deben a deficiente intelección del contenido por parte
del escriba, sin que lleguen por demás a afectar al sentido de la cláusula.

En ella (y en la que le sigue, con la que parece integrar una unidad) se retoma la
temática de la preocupación por asegurar la paz del concejo, reprimiendo las vueltas o
bandos que pudieran amenazarla. Se castiga en esta cláusula la participación de los
alcaldes y jurados en dichas peleas y tumultos, siempre que ésta tuviera lugar portando
armas. A tal efecto, no se especifica por menudo cuáles han de ser esas armas vedadas
cuya ostensión se penaliza en la cláusula, si bien se exceptúa como salvedad el cuchillo,
lo que inmediatamente hace venir a la mente la precisión consignada en la cláusula 26
del mismo fuero, en la que se castiga, en poblado, el salir armado con lanzas, escudos y
lorigas, exceptuando asimismo el cuchillo. Tal parece que el cuchillo no se contemplaba
como arma, por no formar parte del equipamiento militar de la época, siendo más bien
un arma (o herramienta) asociada a una variedad de tareas en el ámbito doméstico. No
obstante, y como vimos a propósito de la cláusula 6 del fuero que nos ocupa, existen
textos forales cercanos en los que el cuchillo forma parte de la relación de armas
comunes, como Madrid (§ 1) y Zorita (§ 40).

Sorprende en el caso del fuero de Guadalajara que se castigue la participación


con armas en bandos de alcaldes y jurados con la misma pena pecuniaria (diez
maravedíes) que se asigna a cualesquiera que las portaran en poblado, de acuerdo con la
mencionada cláusula 26. Pareciera que, según el espíritu de la época, ejemplares habrían
de ser los alcaldes y jurados, como oficiales del concejo, en evitar mezclarse en vueltas
y bandos. Cabría esperar, en consecuencia, que su participación en tales peleas se
hubiera castigado con mayor pena que la de los simples vecinos y moradores. De hecho,
contamos a este respecto con el ejemplo del fuero de Madrid, en cuya Carta del

136
Otorgamento182 se asigna mayor pena a los funcionarios municipales que participaran
en vueltas:

FMadrid, Carta del Otorgamento, § 16: “Si forte aliqua bolta euenerit in Magirit
et aliquis de pesquisitoribus uel de illis quinque qui sunt scripti per ad faciendam
iusticiam exierit cum armis ad boltam illam, pectet XX morabetinos, et exeat de portello
per infidelem et desleal.”

En relación con el fuero de Guadalajara, parece superfluo, en primer lugar,


establecer para el caso de los alcaldes y jurados que participaran en bandos una cláusula
separada, siendo así que la pena impuesta iba a ser la misma en vigor para el caso
general. Por añadidura, resulta paradójico que la pena finalmente impuesta a dichos
alcaldes y jurados en el fuero de Guadalajara (diez maravedíes) sea netamente inferior a
la que en fecha anterior se consigna, para el mismo delito, en el cercano fuero de
Madrid. Tal vez en Guadalajara los compiladores no entendieron suficientemente la
utilidad de la disposición, al tiempo que no repararon en su calidad de prescindible,
teniendo en cuenta lo previsto en la cláusula 26 del mismo fuero.

§ 30

A propósito de esta cláusula, existen diferencias significativas entre los tres


textos. En C los destinatarios del precepto expresado en ella son los alcaldes o los
jurados, separados en el texto por la conjunción disyuntiva, a diferencia de los otros dos
textos, A y E, donde aparecen ligados por la conjunción copulativa: naturalmente, de la
adopción de una u otra lectura resulta una diferencia apreciable tocante a la
interpretación del contenido. Otra diferencia de relieve concierne al lugar indicado para
la reunión de alcaldes y/o jurados: la clerguería en C y A; la alberguería en E. Es esta
última la lectura adoptada por Keniston en su edición183, bien que expresando alguna
reserva al respecto184. Por lo demás, la transmisión de E es defectuosa, pues se omite en
este manuscrito una porción significativa de texto, hacia el final de la cláusula
(verosímilmente esta omisión se debe en origen a haberse saltado una línea en alguna
copia del texto).

Por lo demás, esta cláusula parece observar una continuidad estricta con la
precedente, de la que puede haber sido separada en algún momento de la transmisión
textual. Se afirma el deber que los alcaldes y jurados (alcaldes o jurados, según C)

137
tenían de intervenir para imponer la paz en caso de bando o contienda, tal como se había
establecido en la cláusula 16 del mismo fuero. A ello se añaden nuevas precisiones, para
garantizar el buen desempeño de la misión pacificadora: la responsabilidad de atajar
peleas y restablecer la paz pertenece mancomunadamente a todos los alcaldes y jurados,
que deben actuar en conjunto (“todos ensenble”); aquel alcalde o jurado que incumpla
este deber debe indemnizar a sus compañeros de oficio con diez maravedíes, se
especifica. La misma pena, de acuerdo con lo consignado en la cláusula 29 del fuero, se
impone a los alcaldes y jurados que, prestos a desempeñar esta función pacificadora,
portaran armas consigo: la búsqueda de la ejemplaridad en una misión de
restablecimiento de la paz requiere que los encargados de llevarla a cabo vayan ellos
mismos desarmados (“syn arma”), esto es, sólo armados de su autoridad como cargos
del concejo. Otra precisión netamente local aquí añadida concierne al lugar de
encuentro desde donde debe iniciarse la misión pacificadora: tanto si la lectura original
de la cláusula es “clergueria” como “albergueria”, no resulta especialmente
sorprendente que se escoja un lugar bien conocido y frecuentado, el cual, por añadidura,
podría disfrutar de una posición estratégicamente ventajosa dentro del entramado
urbano de la villa para ser tenido en cuenta como punto de encuentro y de salida para la
batida pacificadora.

Acertadamente, Keniston subrayó el carácter misceláneo de esta cláusula como


combinación de los §§ 16 y 29 del mismo fuero, así como postuló el carácter netamente
local de la cláusula, por no encontrar otras semejantes que le hubieran podido servir
como modelo en los restantes fueros de la época185.

La obligación de alcaldes y jurados de salir todos juntos a reprimir las peleas


tuvo dilatada vigencia en el ordenamiento local de Guadalajara, tal como se acredita por
su tardía inclusión, como precepto apoyado en “las hordenanças antiguas de la dicha
villa”, entre las ordenanzas municipales de 1427186.

§ 31

La transmisión textual presenta el problema de interpretación de la abreviatura


que desarrollamos como “vinna”, así como la discrepancia entre “no vezino” (C y A) y
“un vezino” (E) en la parte final.

138
Un nuevo punto de discontinuidad se presenta con la aparición de esta cláusula,
dedicada a una temática que aparece por primera vez en el texto del fuero: asuntos de
viñas, que por su importancia en el conjunto de la economía agraria solían ocupar un
lugar apreciable en los fueros de la época, si bien en el fuero de Guadalajara que nos
ocupa no es materia demasiado destacada, por comparación con otros del entorno, como
el de Alcalá de Henares, por ejemplo, donde es objeto de una atención más
pormenorizada.

En la cláusula se sanciona con pena de diez maravedíes la toma de prendas en


una viña, como bien que es objeto de una especial protección del poder público en razón
de su valor y utilidad en la economía de la época. Al precepto original, que rezaría
simplemente “Tod ome qui pennos prisiere en vinna, peche diez maravedis”, se añadiría
en un momento posterior una interpolación destinada a regular la prueba que el
propietario de las viñas objeto de la prenda debería realizar, mediante juramento. A este
respecto, las distintas versiones del texto introducen una discrepancia sobre la forma de
efectuar este juramento prestado por el dueño de las viñas prendadas. De la lectura de E
se sigue que el propietario debe jurar, de preferencia, con un pariente suyo que fuera
vecino de la villa, y en su defecto, con un no vecino. La lectura de C y A impone la
conveniencia de jurar con un pariente vecino, y como alternativa, con alguien que ni
siquiera sea vecino de la villa: la distancia entre uno y otro parece demasiado grande, y
sugiere una deficiencia en la transmisión textual. En E en cambio se pasa del pariente
vecino al vecino simplemente, lo que constituye una transición más natural y llena de
sentido, razón que nos persuade a preferir esta lectura como base para explicar el
contenido de la cláusula187.

§ 32

El texto es máximamente coincidente entre C y A. E aporta algunas variantes y


singularmente la simplificación del primer grupo verbal, que Keniston adopta con buen
criterio en su edición188, pero ninguna variación afecta al sentido de la cláusula.

Prosíguese en ella la temática de la protección pública a las viñas como bienes


de especial consideración en el conjunto de la economía rural, esta vez contra las ovejas,
enemigo “natural” de las viñas, si bien, cabría añadir que esta condición más pertenece,
en sentido amplio, al ganado en general: el hecho de que en esta cláusula se mencione

139
sólo al ganado ovino es nueva y superflua demostración del predominio absoluto del
ganado lanar en el panorama pecuario de Guadalajara.

La protección de las viñas recogida en esta cláusula permite al dueño de las


mismas apoderarse de un carnero, como indemnización, si los rebaños se aproximaran a
tiro de piedra de las viñas; y escoger entre cinco carneros o la apreciación del daño
causado, si los rebaños franquearan los límites de las viñas.

El hecho de que no sólo se castigue la entrada del rebaño en las viñas, sino aun
su excesivo acercamiento a las mismas, es regulación castellana común, presente en
numerosos fueros de la época. En particular, la indemnización con un carnero al dueño
de las viñas a las que el rebaño se acerque a tiro de piedra es precepto que encontramos
con frecuencia en los fueros cercanos.

En el fuero de Medinaceli (§ 56) se castiga muy ligeramente:

“Que oveias prisiere una piedra echadera de su vina en tiempo de uvas peche un
menchal.”

En el fuero de Brihuega, se fijan mojones indicando la distancia del tiro de


piedra, con la misma penalización (añadiendo un carnero adicional de indemnización
para el dueño de la viña, por el agravante de nocturnidad, supuesto este último no
contemplado en el fuero de Guadalajara); en el supuesto de entrada del rebaño en las
viñas, el fuero de Brihuega es mucho más detallado y no contiene relación alguna con el
de Guadalajara:

FBrihuega, § 269: “De entrada de Março hata uendimias coxidas ayan moiones
las uinnas quanto pudiere echar la piedra punnal desde la linde de la uinna; et si ganado
entrare en los moiones adentro, de dia mate un carnero, et de noche dos; et si oueias
entraren en uinna o cabras del primer dia de março hata uendimias passadas, peche por
x cabeças i mexcal, o el apreciamiento qual mas quisiere duen de uinna, et de que fueren
las uinnas uendimiadas hata el primer dia de março peche por xx cabeças i mescal, o el
apreciamiento, et si fueren las oueias de L ariba, mate vn carnero, y de c ariba, mate ij
carneros, et de cc hata d, mate v carneros.”

En el caso del fuero de Alcalá, el tratamiento de la protección de las viñas frente


a los ganados es más detallado. El coto de tiro de piedra se fija con mojones, pero su

140
validez se restringe a la época del año en que el daño a la viña tiene las peores
consecuencias económicas; otra diferencia concierne a la indemnización, mucho más
detallada, en la que se observa un prurito de precisión característico.

FAlcalá, § 226: “De entrada de marzo a ta uindimias cogidas, todas las uinnas
dalcala et de sus aldeas habeant coto de una piedra echadura a todas partes, et
moionenlo, et sinolo moionaren, non aian coto, et si oueias tomaren enel coto, tomen i
carnero, et si non ouiere hy carnero, tomen i oueia, et non prenda, morueco, ni carnero
cencerrado et quilo tomare dupplelo”

FAlcalá, § 228a: “Todo omne dalcala o de suo termino qui oueias tomare en
uinnas des pues que foren uindimiadas, ata março, per dedia tomen ij carneros, et per de
noche tomen iiij carneros, et si non ouiere hy carneros, tome ij oueias et non tome
morueco ni carnero cencerrado [...]”

Como se aprecia, la regulación de la entrada en las viñas es claramente distinta a


la del fuero de Guadalajara: respecto de ambos casos, Brihuega y Alcalá, la
penalización consignada en el fuero de Guadalajara para la entrada de rebaños en las
viñas destaca como más severa.

§ 33

Sin problemas de transmisión textual que afecten al sentido.

Esta cláusula, aun relacionada en parte con la temática de las viñas, responde ya
a otra orientación. Dispone que, en asuntos relacionados con la propiedad de ciertos
bienes inmuebles, concretamente casas, viñas, morales o perales, toda reclamación cese
pasado un año. La prescripción al año de los derechos a reclamar por la propiedad de
bienes inmuebles es precepto común, y que será reiterado, en su forma más general, en
la cláusula 49 del mismo fuero. Por lo demás, la relación de estos bienes inmuebles que
figura en la cláusula 33 que ahora comentamos nos resulta curiosa por su aparente
arbitrariedad: por ejemplo, ¿se incluyen en ella los morales y los perales, pero no otros
árboles que llevan fruto? El verdadero interés de esta cláusula estriba en el hecho de
que, con mínima variación, se halla asimismo consignada en el texto conocido del fuero
de Guadalajara atribuido a Alfonso VII:

141
FGuadalajara(1133), § 26: “por casas, si quier por vinnas, si quier por morales,
de un anno arriba non responda a vezino nin a omme de fuera.”

El grado de coincidencia textual es aquí demasiado notable como para poderse


atribuir a la casualidad. Existe, sin duda, una relación directa entre ambos textos. En
este punto caben dos posibilidades: 1) el precepto formaba parte de la compilación legal
conocida como fuero de Alfonso VII y de ella fue tomado, como tradición local que se
deseaba conservar, por los redactores del fuero de Fernando III; 2) el precepto fue
consignado por vez primera en el fuero de Fernando III, y en una etapa de posterior
reescrituración, refundición o traducción del antiguo fuero atribuido a Alfonso VII fue
incluido en éste como adición. La índole extremadamente problemática del proceso de
formación y de la transmisión textual del fuero de Alfonso VII impide cerrar la
cuestión. De todas formas, no nos impide formular nuestra propia hipótesis.

El hecho de que en la relación del fuero de Fernando III conste una referencia a
los perales que no está presente en la del fuero de Alfonso VII podría apuntar, en
principio, a la mayor antigüedad de la redacción del fuero de Alfonso VII, si bien no
cabe excluir la posibilidad de que la mención a los perales haya sido añadida al texto del
fuero de Fernando III en algún momento posterior, cuando la cláusula ya había sido
copiada del mismo. En nuestra opinión, y dado que, a todas luces, la inclusión de esta
cláusula en el texto atribuido a Alfonso VII es un añadido tardío, y en todo caso
posterior a la formación del mismo, lo más probable es que dicho texto fuera utilizado,
por un tiempo, por iniciativa del concejo, como soporte para la consignación sucesiva
de nuevos preceptos jurídicos cuya validez se quería apoyar en la supuesta autoridad
que la confirmación de Alfonso VII otorgaba al documento. La cláusula que ahora nos
ocupa fue probablemente la última adición al texto, como parece sugerir su apresurada
inserción en el mismo, con el que no queda bien soldada, desde un punto de vista
diplomático. Probablemente, el llamamiento de Alfonso VIII, con motivo de la campaña
que culminó en la victoria de Las Navas, fue origen en Guadalajara, como en muchos
otros lugares, de una nueva iniciativa protagonizada por el concejo, para la
recuperación, ordenación y compilación del Derecho local, con vistas a su ulterior
confirmación por parte del monarca189. Este momento sería aprovechado por el concejo
de Guadalajara para descartar el viejo fuero atribuido a Alfonso VII, en razón del
carácter obsoleto de gran número de sus preceptos, como soporte para ulteriores
esfuerzos de compilación jurídica, y para iniciar una tarea de más largo aliento, que

142
culminaría con el texto que fue presentado a la cancillería regia y finalmente
confirmado por Fernando III en los términos que conocemos. Con todo, los redactores
de la nueva compilación de Derecho local que se preparaba en Guadalajara desde los
últimos años del reinado de Alfonso VIII y finalmente sería confirmada por Fernando
III decidieron conservar algunos preceptos jurídicos procedentes del antiguo fuero
atribuido a Alfonso VII, que todavía estimaron útiles en el contexto de la nueva realidad
de la villa. Este es el caso de la cláusula que nos ocupa, probablemente tomada del fuero
atribuido a Alfonso VII con ocasión del abandono de éste como soporte del quehacer
normativo del concejo de Guadalajara190.

§ 34

Sin variantes que afecten al sentido de la cláusula entre los tres textos.

En esta clásusula se aborda el tema, hasta ahora no presente en la compilación,


del régimen económico del matrimonio, con una regulación del importe máximo de las
arras que con motivo de los esponsales entregaban los esposos a las novias, en lo que
constituye una precaución habitual en los fueros.

El asunto ha sido objeto de estudio pormenorizado por parte de José Martínez


Gijón. De acuerdo con sus conclusiones en la materia, el tratamiento de la cuestión en la
cláusula del fuero de Guadalajara que nos ocupa es análogo al que figura en los fueros
de Cuenca (§ 190: IX, 2), Béjar (§ 211), Zorita (§ 173) y Plasencia (§ 634), bien que
con distinta redacción (siendo así que existe una relación textual cierta entre
aquéllos)191. De acuerdo con la regulación, que estos fueros tienen en común con el de
Guadalajara, el importe de las arras se establece en una escala conforme a dos criterios:
que la mujer destinataria sea doncella o viuda (criterio muy extendido, también presente
en los fueros de Molina (§ 193) y Alfambra (§ 39)), y que dicha mujer sea habitante de
villa o de aldea, atribuyendo menor cuantía de arras a la mujer de aldea, en
reconocimiento de la menor escala en que se mueve la economía rural.

El mismo criterio para la regulación, aunque con cantidades superiores, como


corresponde a su más tardía elaboración, figura en el fuero de Madrid como una
avenencia del concejo, fechada en 1235:

143
FMadrid, § 115: “Que todo homne que casare en Madrit con manceba, del L
morabetinos por vestidos et por calças, et por pan et por uino et por carne et por çapatas,
et non de mas; et esto sea dado por toda la mission de la boda. Et qui casare con bibda,
del XXV morabetinos por toda mission de boda. [...] Et todo omne del aldea que casare
con manceba, del XXV morabetinos por toda mission de boda. Et qui casare con bibda,
del XV morabetinos por toda mission de boda.”

La preocupación por limitar los gastos consumidos en ceremonias de esponsales


se hará presente, asimismo, en la legislación antisuntuaria de la monarquía. Así, en un
privilegio del final del reinado de Fernando III (1251) se impondrá a Guadalajara una
regulación antisuntuaria limitando los gastos de las celebraciones de bodas192,
coincidente a la que en fechas cercanas envía la cancillería regia a otras poblaciones
castellanas193, así como a la que más tarde se recogerá en el cuaderno de las Cortes de
Valladolid de 1258194. El hecho de que en la cláusula 34 del fuero se recoja la
regulación en términos distintos a los que aparecen en el privilegio de 1251 asegura la
mayor antigüedad de texto del fuero respecto del tardío privilegio de Fernando III195.

§ 35

Texto básicamente coincidente en C y A. Las variantes de E no introducen


alteración de sentido. La hipótesis sobre la conclusión de la cláusula que damos en
nuestra edición permite salvar la discrepancia entre la lectura coincidente de los tres
manuscritos: “duple (o doble) el ganado”, y la que Keniston adoptó en su edición:
“duple el danno”, atendiendo al significado196.

Retorna en esta cláusula y las dos inmediatamente siguientes el tema de los


daños del ganado en los cultivos, ya tratado parcialmente en la cláusula 32 del mismo
fuero. En este caso, la referencia es genérica, al ganado, sin precisar la clase del mismo.
La cláusula autoriza al perjudicado a tomar la prenda de una ochava de mencal (cabe
suponer que por cada cabeza de ganado197) por los daños causados. Dicha prenda debe
ser tomada antes de que el ganado se recoja en su corral; tomar prendas más tarde está
penado con cinco sueldos. Se añade que todas las cantidades han de ser dobladas
cuando el daño fuera causado de noche, debido a la agravante de nocturnidad, muy
extendida en estos casos, como consta, a cuenta de un precepto semejante, en el fuero de
Alcalá (§ 225):

144
“Oueias o cabras qui entraren in uinna o in maiuelo, de entrada de marzo a ta
uindimias cogidas, perla entrada peche v soldos, et quantos talos comieren, tantos
arienzos peche a cada talo si fore apreciado, et el danno dupplado; et de xxx soldos ad
arriba non peche per talos; et si entraren de nocte inlas uinnas o in maiuelo, pechelo
dupplado.”

Respecto de esta cláusula, destaca la utilización de los sueldos y de las


fracciones de mencal como unidades monetarias, contrastando con el empleo del
maravedí, que es general en la práctica totalidad del fuero. Tal vez esta discrepancia en
las referencias a unidades monetarias responda a la distinta procedencia de la cláusula
en cuestión, quizás un precepto de elaboración foránea y más antiguo, incorporado
luego en nuestro fuero.

§ 36

Notable coincidencia textual entre C y A, salvando las separaciones artificiales


de A mediante calderones. E aporta algunas variantes de substancia: donde C y A leen
“et por el apero”, E propone “e por col, arrienço” (lectura esta última adoptada por
Keniston); justo al final, donde C y A leen “tres cotos”, E dice “tres quartas” (en este
caso Keniston adopta la lectura de C198).

Tal vez desgajada de la anterior, esta cláusula ofrece una detallada serie de
disposiciones relativas a indemnizaciones por daños de ganado en los campos. La
mención inicial al ganado puede referirse al ganado mayor (vacuno), pues se impone
una indemnización de una fanega (cabe suponer que de cereal) por la entrada en la mies
de una cabeza de este ganado, en tanto que más adelante se asigna una indemnización
de una fanega por la entrada de diez cerdos u ovejas. Lo que en esta cláusula se dispone
entra en contradicción con la cláusula 32 del mismo fuero, donde se aporta distinta
solución para el supuesto de entrada de ganado en las viñas. Marzo es una delimitación
bastante usual para la apreciación del daño que los ganados podían causar en los
cultivos de cereal. Por lo que se refiere a las unidades de moneda presentes en esta
cláusula, vale cuanto se supone de la anterior.

La revisión de cláusulas de temática relacionada en otros fueros del entorno no


permite afirmar relaciones textuales inequívocas:

145
FMedinaceli, § 58: “Cuyo ganado mayor daño ficiere de dia en miese, por cada
cabeza peche un at, et dél daño apreciado: e ganado menudo a X cabezas un at o el daño
apreciado, qual mas quisiere el dueño de la miese.”

FMolina, § 218: “Por daño de mies fasta Marzo, diez ovejas pechen almud; buey
é puerco é cualquier otra bestia, peche cuarta. De Marzo arriba, cinco ovejas pechen
almud; buey ó otra bestia, ó puerco, un almud. Et fasta la fiesta de San Cebrian sea
cogida esta calonna, é despues non respondan.”

FMolina, § 230: “Pasados nueve dias despues de la fiesta de San Juan, qui
fallare ganado en su termino entre las mieses, de la grey prenda cinco carneros; et de
fasta diez prenda uno; et que los amparare, duplelos.”

FBrihuega, § 187: “Tod omme que en su myes fallare danno, et el messeguero


nol diere el dannador manifiesto: peche el danno, et si el messeguero fallare en myes
cauallo o mulo o mula o buey o asno de dia: por qual quiere destas bestias: peche i
almud de qual fructo seya, et por de noch duplado, et por xij oueias et por xij ansares o
por xij cabras peche otro tanto, et seya este coto hastal primer dia de abril.”

§ 37

El texto presenta en C y en A una misma redacción, discrepante con E en el


siguiente punto: donde C y A dicen “bulla sobrepuesta”, E dice “ninguna sobrepuesta”.
En su edición, Keniston estimó la lectura de E como más acorde con el sentido de la
cláusula, y que la lectura de C y A era plenamente compatible con ella, suponiendo un
error de copia en leer “bulla” por “nulla”: conforme a esta hipóstesis, plausible en todo
caso, adoptó la solución que figura en el texto de su edición199.

Por lo demás, casi sin duda, esta cláusula forma una unidad con la anterior, de la
que ha quedado desgajada en algún momento de la transmisión del texto, pues enlaza a
la perfección con la última frase de la cláusula anterior, donde ya se introdujo la
referencia a los daños causados en viñas. El objeto de esta cláusula así escindida es,
simplemente, descartar la fianza (o “sobrepuesta”) en los procesos por la causa
antedicha.

§ 38

146
Existen algunas diferencias textuales entre los tres manuscritos que dan lugar a
lecturas distintas en algunos puntos. En primer lugar, en la descripción inicial del
supuesto: en C reza “lo fallare de noche furtando o lo matare”; en A y en E, “lo fallare
de noche furtando e lo matare”; en este caso la substitución de la conjunción adversativa
por la copulativa tiene pleno sentido, y debe entenderse como lectura más adecuada
(siendo la adoptada por Keniston en su edición200). En segundo lugar, existe
discrepancia en el número de los cojuradores impuesto en la cláusula: en C dice “doze
dos”, esto es, veinticuatro; en A, “dize dos”, esto es, doce; en E, “doze”: tenemos así
una discrepancia de base entre los dos manuscritos que habitualmente ofrecen una
misma lectura, pero que probablemente no siguen exactamente el mismo modelo.
Debido a lo infrecuente en este tipo de cláusulas del número de veinticuatro
cojuradores, para los propósitos de nuestra interpretación escogemos la lectura de
doce201.

En esta cláusula se trata pues la cuestión del homicidio de un ladrón cogido in


fraganti y de noche. Cuando se dan esas dos agravantes, el fuero estipula que, si el
dueño le diera muerte, sólo incurriera en el “homicidio viejo”, y no en la enemistad,
siempre que hiciera constar la rectitud de su proceder con el testimonio concurrente de
doce cojuradores vecinos de la villa.

El homicidio aún no ha sido objeto de regulación en lo que va escrito del fuero,


pero pronto sabremos que se tasa en 300 maravedíes y la enemistad (§ 67); en cuanto a
este interesante “homicidio viejo”, quedará fijado en 32 maravedíes en la cláusula 87
del mismo fuero. Dado que el homicidio no está regulado en el texto del fuero atribuido
a Alfonso VII, cualquier suposición sobre su origen queda por el momento en la
obscuridad, si bien es interesante que en el fuero de Fernando III que al presente es
objeto de nuestra atención se establezca una doble escala de penas con el mantenimiento
de este homicidio viejo o tradicional, coexistiendo al lado del homicidio nuevo regulado
en la cláusula 67, para ciertos supuestos.

Por otra parte, sabiendo de lo tradicional y extendido del homicidio tasado en


300 sueldos, podemos intentar una aproximación a su equivalencia en términos de
maravedíes. Así, teniendo que 7,5 sueldos hacen un maravedí antiguo, 300 sueldos
equivaldrían a 40 maravedíes antiguos: y dado que un maravedí antiguo era de 180
meajas, a 7200 meajas. La cifra se aproxima aún más a los 32 maravedíes del fuero de

147
Guadalajara dividiendo esas 7200 meajas por las 192 de que constan los maravedíes
nuevos (del reinado de Fernando III), resultando un total de 37,5 maravedíes nuevos. De
acuerdo con esto, 300 sueldos equivaldrían a 37,5 maravedíes nuevos, una
aproximación elocuente sobre el origen posible de este homicidio viejo del fuero de
Guadalajara.

La regulación del fuero de Guadalajara sobre la muerte del ladrón no es


especialmente severa, teniendo en cuenta las garantías y supuestos que exige, sobre todo
si recordamos que en la romana Ley de las Doce Tablas se estimaba que el ladrón
muerto robando de noche, bien muerto está, y que en otros fueros (más antiguos) ni
siquiera se requería el agravante de nocturnidad para justificar la muerte del ladrón:

FNájera, § 9: “Si aliquis homo inventus fuerit in furto, et mortem acceperit,


proinde non debent homicidium.”

FMadrid, Carta del Otorgamento, § 6: “Qui latro cognitus fuerit uel cum furto
fuerit deprehensus, moriatur proinde.”

§ 39

No existen variantes significativas entre los tres textos.

En esta cláusula se libera de responsabilidad a cualquiera que golpeara a una


prostituta luego de haber recibido de ella ofensa verbal. Como se aprecia, esas palabras
ofensivas a las que la cláusula se refiere, como dichas por personas viles (esto es,
consideradas como completamente privadas de todo atisbo de honra), no requerían de
otra venganza o averiguación distinta de una sanción inmediata e infamante (pena de
azotes), sin dar lugar a multa judicial. Por una parte, esta disposición deja bien claro que
“ofende quien puede, no quien quiere”, y que las prostitutas o “malas mugeres” se
entienden privadas de honra y al margen del resto de la sociedad. Por otra, la misma
medida libra a las prostitutas de responder con su patrimonio por ofensas verbales, que
cabe suponer no eran infrecuentes en el ejercicio de su oficio, y que de esta manera no
tendrían otra consecuencia distinta de la punición corporal. Quizás sea oportuno
recordar en este punto que proferir insultos o “palabras vedadas” era frecuentemente
castigado con multa pecuniaria en la legislación foral de la época, como veremos a
propósito de la última cláusula del fuero que nos ocupa.

148
En los fueros del entorno se recogen cláusulas análogas, sin relación textual con
el fuero de Guadalajara, y conteniendo algunas precisiones suplementarias (la de que a
la prostituta castigada por proferir malas palabras no se le diera muerte por ello se
sobreentiende en el texto de Guadalajara):

FMedinaceli, § 62: “Muler qui provada fuere por mala, si a varon o a mulier
denostrare, denle muchas feridas sin calonia, si provar ielo podieron, mas non la maten,
nin la lisien.”

FAlcalá, § 115: “Muger maluaza qui ad otra buena de nostare, sila maiare, non
peche calona, nol recuda por elo.”

FBrihuega, § 93: “Toda mugier refez que sea de mal testimonio et non auiendo
marido, et clamare puta a mugier buena o la desmintiere, si sobresto la firieren, non
faciendo liuores, non peche nada.”

§ 40

Texto coincidente de C y A. Las variantes que introduce E no resultan


significativas para el sentido de la cláusula, salvo en un punto: cabría considerar que el
segundo de los motivos lícitos de riepto no fuera el “fuerço”, como se lee en C y A, sino
el “furto”, como se lee en E.

Esta cláusula puede separarse con claridad, por el primer punto y coma, en dos
preceptos distintos. En la primera parte se prohíbe la celebración del riepto o desafío
judicial entre el collazo y su señor. Este desafío o riepto es un elemento recibido en la
tradición jurídica castellana de procedencia germánica, y en origen se reservaba a los
nobles, si bien su empleo se fue extendiendo progresivamente a las capas inferiores de
la sociedad202. En la segunda parte se limita, con carácter general, el recurso lícito al
riepto a los casos más graves que involucran el honor, y que se cuentan asimismo entre
los más conocidos casos de corte.

Por cuanto se refiere a la aparición en el texto del término collazo, teniendo en


cuenta el contexto social y jurídico de la época y de la zona, cabe razonablemente
descartar que involucre formas de sometimiento, esto es, lazos de dependencia personal
y / o territorial cercanos al fenómeno de la servidumbre; más bien se trataría en este
caso de los que Raquel Homet, en su esclarecedor estudio, denominó “collazos a

149
soldada”, esto es, servidores contratados, en pleno disfrute de su libertad personal203. Es
acaso en este sentido en que conviene entender la aparición del término en el contexto
del fuero de Guadalajara, así como en otros fueros del entorno.

Sin embargo, por lo que respecta a la restricción aquí contemplada, la condición


jurídica de los collazos o servidores guadalajareños se separa de la reconocida en otros
lugares del entorno. Así, en el fuero extenso de Zorita, posterior en todo caso a la
disposición recogida en el fuero de Guadalajara que ahora nos ocupa, se les reconoce a
los collazos, de forma explícita, el derecho de responder al riepto por acusaciones
contra el honor de su señor (§§ 773-775)204. En la prohibición de que se diera el riepto
entre el collazo y su señor que figura en el fuero de Guadalajara podemos ver, así, una
supervivencia del tratamiento jurídico que la ley más antigua reservaba a los collazos
como hombres dependientes, con restricciones en el ejercicio de su libertad personal. El
tono y el contenido de esta cláusula, así como sucede en las inmediatamente posteriores,
sugiere así un origen más arcaico.

Sobre los casos a los que se restringe la validez del riepto, coinciden
parcialmente con los considerados casos más graves o casos de corte, tal como se
regulan, por ejemplo, en el fuero de Alcalá (§ 138) o en el fuero extenso de Sepúlveda
(§ 33). Como veremos a propósito de la cláusula 76 del fuero de Guadalajara, puede
darse el riepto por muerte de hombre, uno de los motivos lícitos, así como uno de los
reducidos casos de corte205.

Se trata, en cualquier caso, de una práctica popular, ampliamente extendida en


los fueros y ordenamientos de la época; la tendencia general del poder público fue a
ponerle coto, ya fuera procurando detener su proliferación entre los no nobles
(regulando, censurando o prohibiendo el “duelo villano”), ya promoviendo su
descrédito, como se aprecia en textos regios de orientación romanista, como
singularmente los emanados del quehacer legislativo de Alfonso X206.

§ 41

Existe en la transmisión textual de esta cláusula un problema evidente: donde C


y A leen, con toda claridad, “San Fagon” (Sahagún), E corrige “ynfançon”: a esta última
lectura se atiene Keniston en su edición, y estimamos que con buen sentido207. Podemos

150
afirmar, casi con plena seguridad, que la lectura de C y A es fruto en este caso de un
malentendido, y así adoptamos la lectura de E en nuestra interpretación del contenido.

Como en el caso de la anterior, se trata también ahora de una cláusula que


recoge un precepto muy arraigado y antiguo, base de la organización social igualitaria
en los concejos de la Transierra, la Extremadura y más hacia el sur: la igualdad de
caloñas entre todos los pobladores, sin acepción de diferencias personales en función
del origen social208. El mismo precepto ya figuraba en el texto del fuero de Guadalajara
atribuido a Alfonso VII:

FGuadalajara(1133), § 8e: “et todos los ommes que fueren fallados en esta sobre
dicha çibdad, et fueren alli pobladores, et dizdra alguno d’aquellos: “yo so fiio de
potestad”, non aya mayor pena si non commo uno de sus vezinos, mas la septima parte
peche;”

Cabe notar, adicionalmente, entre esta cláusula del fuero de Alfonso VII y la
análoga del fuero de Fernando III, un rastro de coincidencia textual. Sin embargo, el
hecho de que se trate de un precepto suficientemente extendido y arraigado en el
Derecho de la zona nos permite explicar convincentemente esta coincidencia parcial sin
necesidad de postular una dependencia directa entre ambos textos. He aquí una
selección de cláusulas análogas en otros fueros del entorno:

FUclés(1179), § 9: “Infançones qui uenerint ad Ucles populare, tales calumpnias


habeant de morte o de uita, quomodo alios populatores. Infançones qui entrarent in
termino de Ecles de los moiones adentro, tales foros habeant quomodo alios uicinos de
Ucles.”

FZorita(1180), § 9: “Los infanzones ... a poblar a Zorita tales caloñas ayan de


muerte, o de vida, quales han los otros pobladores.” § 10bis: “Los infanzones que ... de
Zorita de dentro de los moiones tales fueros ayan quales los otros vecinos de Zorita”.

FCortes(1180-1182), § 5: “Item infançones et milites et judei et sarraceni qui


venerint ad populandum ad sacram Mariam de Cortes habeant talem calupniam et tale
forum sicut alii populatores”.

151
FCuenca, § 8, I-7: “Si aliqui comites, uel postestates, milites, aut infançones,
siue sint regni mei, sine alterius regni, ad concham uenerint populari, tales calumpnias
habeant quales alii populatores, tam de morte quam de vita.”

FBrihuega, § 176: “Tod poblador que uenga poblar a briuega, sea cauallaero o
infanzon, biua a fuero de los otros ommes de briuega; et si ouiere ferida de muert o de
vida, aya calonnna segund uezino de briuega.”

§ 42

Sin apreciables variantes entre los tres textos que afecten al sentido.

Nuevamente nos encontramos en presencia de una cláusula perteneciente al


núcleo tradicional más arraigado dentro del Derecho local de Guadalajara: la
prohibición a los vecinos de la villa de ocupar el oficio de merino, como medio de
mejor separar las funciones de éste, en origen y en rigor un delegado regio, de los
intereses o deudas de amistad y enemistad de los arraigados en la villa, es precaución
antigua y reiterada en los concejos castellanos. Como tal, el merino pertenecía a la
esfera de “palacio”, esto es, a la parte de la administración regia, y esa condición de
oficial regio, compartida con el juez, se marcaba y reflejaba con ciertas diferencias en su
provisión y actuación, respecto de los miembros de la administración propiamente local,
los aportellados del concejo. También en este caso, encontramos el mismo precepto
consignado en el fuero de Guadalajara atribuido a Alfonso VII:

FGuadalajara(1133), § 8g: “sin vezinos de Guadalfaiara non fagan aqui


merynos”.

Ejemplos de cláusulas análogas en fueros del entorno:

FZorita(1180), § 25: “El vecino de Zorita no sea portero ni merino.”

FCortes(1180-1182), § 13: “Item nemo vicinus ejusdem ville sit alcayde in


eadem villa.”

FCuenca, § 19, I-17: “Uicinus conche non sit telonarius, neque merinus, nec
iudeus similiter.”

152
FMolina, § 69: “Vezino de Molina non seya alcayat, nin merino, ni arcediano, ni
dean.”

FextSepúlveda, § 16b: “Otrossi, ningun vezino de Sepulvega non sea


portadguero, nin merino, otrossi nin moro.”

§ 43

El texto de esta cláusula coincide plenamente en C y en A. En E diverge por


algunos rasgos de actualización lingüística, y en la siguiente expresión, que el copista
parece haber transmitido deficientemente: donde C y A leen “alguna enfurçion”, en E
reza “algun esfuerço”. El sentido de la cláusula aconseja preferir la primera lectura, tal
como hizo Keniston en su edición209.

Aparece aquí la figura del juez, ligada a la autoridad regia, por primera vez en lo
que va de fuero. Si en la cláusula anterior, conforme a arraigado principio, se vedaba a
los vecinos de Guadalajara el oficio de merino, aquí se contempla el caso del juez que
fuera de Guadalajara como posible, y se le prohíbe recaudar cualesquiera cargas e
impuestos, excepción hecha de la infurción cuando fuere aprobada por el concejo, o de
otros pechos cuando el mismo rey, o el señor, moraren en la villa.

La disposición pone coto a las funciones del juez, o representante de la autoridad


real, en la villa, restándole funciones recaudatorias. Parece impensable un origen no
local para una regulación semejante. Estas reglamentaciones, orientadas a separar y
limitar las atribuciones del juez, responden a la misma lógica de la cláusula anterior
relativa al merino, y permiten entrever un propósito de afirmar la autonomía local frente
a la autoridad regia. Interesa considerar que en el texto se contempla la posibilidad de
que el rey cediera el señorío de la villa, como efectivamente harían los monarcas
sucesivos en varias ocasiones, si bien siempre entre los miembros de su propia
familia210. Y es que, en rigor, el juez, en el ordenamiento municipal de la época, era el
representante por antonomasia del dominus terrae, esto es, de la autoridad señorial, que
en el realengo podía ejercer el rey por sí, directamente, o por delegación.
Concretamente, las facultades del juez a las que se hace referencia en esta cláusula son
de orden fiscal.

153
Las facultades recaudatorias del juez quedan aquí limitadas a la esfera de la
fiscalidad regia, y aun dentro de ella, a los tributos asociados a la circunstancia (de suyo
extraordinaria) de la presencia regia dentro de la villa, así como a la infurción u otro
pecho de carácter extraordinario con destino a las arcas de la hacienda regia, cuando
éste fuera aprobado y mandado recaudar por el concejo. Esta disposición está orientada
a separar las respectivas órbitas de actuación de la fiscalidad concejil y de la fiscalidad
regia en la villa, pero en el supuesto específico, que el fuero contempla y admite, de un
juez que es vecino de la villa, como medio de aislar su actuación de eventuales intereses
personales, deudas de amistad o enemistad, y similares.

§ 44

Existen algunas variantes entre los tres manuscritos, que no parecen


comprometer el sentido de la cláusula. En C se lee “sea al omezillo de so sennor”; en A
y en E, “sea el omezillo de so sennor”. La segunda lectura parece la más acorde con el
sentido del precepto, y fue adoptada por Keniston en su edición211.

Se trata, por demás, de un principio de antiguo arraigo, según el cual el


homicidio debido por la muerte de un collazo o servidor se debía pagar al señor del
mismo. El tratamiento jurídico de los collazos o servidores contenido en esta cláusula
aparece arcaico y apegado a formas de dependencia personal. Ya en la cláusula 40 del
mismo fuero la prohibición al collazo de entrar a riepto con su señor entrañaba una
cierta restricción de su libertad personal. La cláusula 44 expresa un fondo de Derecho
tradicional arraigado en otras partes. Forma parte del núcleo principal de Derecho
castellano reconocido a los repobladores castellanos de Toledo y su comarca; Alfonso
García-Gallo lo estima incluido en su reconstrucción de los preceptos contenidos en la
perdida Carta Castellanorum concedida a dichos repobladores por Alfonso VI en un
momento inmediatamente posterior a la conquista de Toledo212, y como tal figura en el
fuero de Escalona y en el refundido de Toledo, si bien en el texto de Escalona se hace
expresa exclusión de las caloñas por homicidio:

FEscalona, § 6: “Et de vestris hominibus qui vestro pane comedent, calumniam


accipiatis, sed non homicidio”.

154
FrefToledo, § 10: “Sic quoque et qui, intus civitatis aut foras, in villis et
solaribus suis commoraverint, et contentiones et iurgia inter illos acciderint, omnes
calumnie ipsorum sint suorum”.

Cláusulas análogas se encuentran en otros fueros del entorno, presentando al


señor como perceptor de las caloñas debidas por ofensas inflingidas a sus dependientes:

FZorita1180, § 4: “De los mancebos de vuestros fijos, o de los tornadijos, esas


mismas caloñas que contecieren e acaescieren, asi de omeciello como de las otras
razones e cosas e livores, los señores de las casas tomen el pecho o el tributo que
pertenesca, conviene a saber el ochavo [...]”

FMadrid, § 18: “Toto uezino uel alio homine qui firiere ad homine portellado aut
ad homine quod tenuerit in sua casa a ben fer de uezino de la uilla, pectet II morabetinos
a suo senior, et isto per mesaduras et per punos et per cozes. Et per feridas de fierro
pectet III morabetinos a suo senior. Si misieret rancura a los fiadores, acipiat el senior la
medietate, et los fiadores el otra medietate de la calonia, si prouado fore con testes, et si
non, sua iura; et qui lo matare, suo senior coiat el homizidio.”

FCuenca, § 201, IX-13: “Mandamus, quod de uestris mancipiis et proselitis, et


filiis eorum, et de omnibus hominibus, qui in domibus uestris habitauerint, dominus
domus, in qua ipsi steterint, coligat pectum omnium calaumpniarum, que ibi contigerint,
et non alius.”

§ 45

El manuscrito A aporta mínimas variantes sin importancia semántica al texto


base de C; las variantes de E, más numerosas, son asimismo puramente formales, sin
afectar al sentido de la cláusula.

En ella se toca, por vez primera en el fuero, el tema del Derecho sucesorio y la
herencia. Naturalmente, la base de un sistema de sucesión hereditaria es la previa
abolición de la mañería, característica habitual en el medio urbano, y que hay que
suponer como requisito previo a cuantas disposiciones sobre herencia encontramos en el
texto de este fuero (§§ 45, 52, 66, 99 y 106). Concretamente, en esta cláusula se hace
referencia a las mandas por el alma, para el caso de que el difunto no tuviera parientes o
herederos legítimos: se asegura entonces la validez sin restricción de la manda hecha, y

155
faltando la expresión de la voluntad del difunto sobre la misma, disponen de la herencia
hombres buenos del concejo, a su discreción. Era habitual en el Derecho castellano la
precaución de limitar al quinto de libre disposición las mandas que el testador destinara
a causas de piedad, como medio de impedir la privación de los herederos213. Como
veremos, en la cláusula 66 del mismo fuero se excluyen los bienes raíces de las mandas,
existiendo herederos legítimos; si bien, en la cláusula 45 no se establece precisión o
limitación alguna sobre los bienes del difunto que éste podía asignar a la manda,
teniendo en cuenta que dicha cláusula se ocupa sólo de los fallecidos sin sucesión. Se
trata de un principio bien arraigado en el Derecho local de Guadalajara, como demuestra
su inclusión en el texto previo del fuero atribuido a Alfonso VII:

FGuadalajara(1133), § 12: “Testamentarios non ayades alli; mas si ovieren


gentes, que hereren las quatro partes, et la quinta denla por su alma; et si non oviere
alguna gente que herede, denlo todo por su alma segund alvedrio de buenos ommes”.

En esta cláusula del fuero viejo de Guadalajara se confía al arbitrio de hombres


buenos el destino de la manda por el alma de aquel que falleciere sin herederos, pero sin
tener en cuenta la voluntad del difunto en este caso. La diferencia con la cláusula 45 del
fuero extenso, que sí reconoce la voluntad del difunto cuando queda expresada,
probablemente no obedece a innovación jurídica alguna, sino tan sólo a la mayor
precisión o perfección técnica de la cláusula más moderna en recoger un contenido
normativo que en substancia debió de mantenerse inalterado.

§ 46

Las mínimas variantes existentes entre los tres textos no afectan al sentido.

Se concede en esta cláusula exención general del pago de derechos de montazgo


a los ganados de la villa fuera de su término. Evidentemente, el hecho de que la cuestión
salga de los límites de la jurisdicción del concejo, afectando directamente los derechos
de potencialmente cualquier otro concejo del reino, indica que la validez de una
exención semejante sólo puede apoyarse en la concesión graciosa del soberano, y no
sólo en la voluntad del concejo. Lo que al concejo le cumple en la materia es solicitar
del rey el privilegio de la exención, y una vez conseguido, incorporarlo a su normativa
local.

156
La cuestión es problemática. La exención de derechos de montazgo aparece con
frecuencia ligada a la exención de derechos de portazgo, con la que comparte cláusula
en el texto del fuero atribuido a Alfonso VII:

FGuadalajara(1133), § 10: “Et los ommes de Guadalfaiara que fueren a mercado


non den portadgo en la mi tierra; et esto mismo, de ganado de aquella çibdad non den
montadgo en ningund logar.”

Por varias razones214, podemos sospechar de la inclusión de la cláusula 10 de


este primer fuero: parece que Guadalajara no disfrutó de exención de portazgo hasta
1260, lo cual explica que la mención a este privilegio no aparezca en ningún lugar del
fuero aprobado por Fernando III215. Es posible, desde luego, que Guadalajara gozara de
la exención de montazgo antes que de la de portazgo, y que cuando se elaboró el fuero
que ahora comentamos, la villa contara con privilegio real concediendo dicha exención,
pudiéndola así incorporar, con plena validez, en el texto del fuero que finalmente sería
confirmado por Fernando III. La única desventaja que comporta esta hipótesis es débil,
pues radica en nuestro desconocimiento de cualquier privilegio real concediendo a
Guadalajara la exención de montazgos, que muy bien podría haber existido en su
momento y desaparecido después. La alternativa es suponer una interpolación posterior
debida a la intención del concejo de afirmar su derecho, supuesto o real, a esta exención.
Por lo demás, no se tiene constancia de que los de Guadalajara se hayan podido
aprovechar de este privilegio de exención en lo sucesivo.

§ 47

C y A siguen un mismo modelo y coinciden plenamente. Las variantes de E no


afectan a la interpretación de la cláusula. Donde en C y A dice “sy el judez, o los
alcaldes, o los jurados”, en E se simplifica la enumeración así: “si el juez, o los
judgadores”.

En esta cláusula se introduce la figura de los fiadores, que han de ser objeto
frecuente de regulación en el texto del fuero (§§ 50, 59, 60, 72, 86, 87, 109, 113). En sí
misma, por su redacción, la clásula 47 resulta a primera vista poco inteligible: se
expresa la obligación que los vecinos de Guadalajara tienen de dar fiador cuando lo
demanden el juez, o los alcaldes y jurados de la villa, y se reconoce el derecho del
vecino de defender su propia casa si las autoridades procedieran sin solicitar el fiador.

157
Los fiadores eran garantía usual en procesos de ejecución de embargo por deudas o de
toma de prendas, y probablemente la cláusula se refiere a la circunstancia de la toma de
prendas a cargo del concejo, efectuada en bienes de los vecinos. La parte menos clara de
la cláusula pide al vecino que “de fiador que faga quanto el Rey mandare”. La mención
a la figura del monarca que se hace en esta parte quizás delata la procedencia de la
cláusula como adaptada del cuerpo de algún documento regio; o tal vez se refiere,
propiamente, a la autoridad del juez, que encabeza la enumeración de quienes pueden
demandar los fiadores. Siguiendo esta última hipótesis, podríamos postular en este
punto una interpolación textual en la transmisión de la cláusula: así, en origen la
cláusula se habría referido exclusivamente al juez, con lo que la mención a la parte del
rey cobra su pleno sentido, y con posterioridad se habrían añadido, en el texto de la
cláusula, las figuras de los alcaldes y jurados, pero sin suprimir la anterior mención a la
instancia regia, resultando así una redacción compuesta y algo extraña.

El referente inmediato de esta redacción originaria a la que, de acuerdo con


nuestra hipótesis, se habría venido a añadir, en época posterior, la referencia a los
alcaldes y jurados, podría muy bien ser el § 17 bis del primer fuero de Guadalajara,
donde sólo se menciona a merino y juez como instancia jurisdiccional:

FGuadalajara1133, § 17 bis: “ et todo omme a qui demandaren jodizio meryno o


juez, pare fiadores que fagan quanto mandare el conçejo et aquel Rey: et si assi non lo
quisieren agir a derecho, refierla et ruiela sobre so razon”.

§ 48

Texto plenamente coincidente en C y A. Las mínimas variantes de E no afectan


al sentido de la cláusula.

Como hemos visto, y es característico en los fueros de la Extremadura, el


Derecho local se funda en un régimen de igualdad jurídica para los vecinos; el Derecho
aplicable a los forasteros es otra cuestión. En esta cláusula se establece una valoración
jurídica desigual de la dignidad personal de los forasteros, disponiendo que cuando uno
de ellos fuere muerto por un vecino de Guadalajara, este último no incurriera por ello en
la enemistad, debiendo solamente pagar el homicidio viejo, poco gravoso, y que como
sabemos (por la cláusula 87 del mismo fuero) ascendía a 32 maravedíes216.

158
Esta relativa desprotección del forastero, como característica de la época, la
encontramos asimismo en otros fueros del entorno; relativa a su muerte por un vecino
en el fuero de Alcalá de Henares:

FAlcalá, § 165: “Todo bezino que matare abarranno peche XV morauidis e tome
elsenor el omezilio et lo partan per tercias [...]”

Y a ofensas en el fuero de Madrid, con clara expresión del trato desigual:

FMadrid, § 48: “Todo uicino qui mesaret uel maiarat ad aluaran nichil pectet; et
el aluarran qui mesaret o firrieret a uezino o a morador, pectet todo el coto.”

§ 49

Plena coincidencia textual en los tres manuscritos.

Se recoge en esta cláusula el principio, muy divulgado en el Derecho castellano


medieval, de la prescripción al año, aplicada a cuestiones por la propiedad, en este caso
raíz. Destaca vivamente el hecho de que este precepto se consigne por separado, y sin
que el redactor o compilador del fuero aparente haber advertido la relación, de la
cláusula 33, con la que mantiene notables puntos de afinidad, siendo así que en el § 33
se reconoce la prescripción sobre una relación restringida de bienes, y en el § 49 la
misma prescripción afecta en general a todos los bienes raíces. Sobre el origen
netamente local del § 33, como punto de relación fundamental entre los dos fueros de la
villa, ya nos hemos extendido en su lugar. Interesa en este punto subrayar que las dos
cláusulas parecen corresponderse con etapas redaccionales distintas: cabe suponer que,
de haber pertenecido a la misma etapa de elaboración, se habrían consignado juntas,
bien sucesivamente, bien refundiendo en un solo texto el contenido, parcialmente
concurrente, de ambas. Valga como un indicio, entre otros muchos, del carácter
misceláneo y “de aluvión” de la presente compilación jurídica.

Por lo demás, es fácil encontrar preceptos análogos en otros fueros del entorno:

FMolina, § 50: “Qui heredat tuviere por anno é dia, é non ge la demandaren en
aqueste comedio, firme con cinco bonos omes que fué tenedor por anno é dia sin arte e
sin engaño, e non seyan reptados. [...]”

159
FAlcalá, § 30: “Todo omne dalcala o de so termino qui touiere heredad i anno et
i dia entrado et y siendo et ueiendolo silo quiso ueder, et nolo demandare, nol responda
per elo.”

FBrihuega, § 153: “Tod ome que heredad touiere anno et dia, et ouieren querella
del, entrando et salliendo en termino que non ge la demandido hata anno et dia, dent
ariba non recuda.”

§ 50

Plena coincidencia textual entre C y A. Las variantes de E no afectan al sentido,


con la excepción de la substitución de la palabra final, que en C y A es “omes” y en E
“maravedis”, lo que carece de sentido y puede fácilmente explicarse como error del
copista de este último manuscrito.

Se prosigue en esta cláusula la regulación sobre los fiadores iniciada en el § 47.


Se establece aquí la obligación de presentarlos que tiene todo aquel incurso en proceso
judicial a quien se los demandaran con derecho y en debida forma, ante los alcaldes,
castigando el incumplimiento con una pena menor (tres maravedíes). Los fiadores de
salvo eran solicitados como garantía, ante la autoridad local, por quienes se temían
venganza o mala acción de otro; los fiadores debían responder de la salvaguardia de la
persona del que los había pedido. De ahí que, en esta cláusula se reconozca al que los
solicita el derecho de recusar los fiadores propuestos por la otra parte, hasta un número
de cinco. Posteriormente, en las cláusulas 86 y 87, se reiterará la obligación de dar
fiadores a quien los demanda, si bien en otros términos.

Por lo demás, la pena pecuniaria impuesta a los que rehusaren dar los fiadores
solicitados ante los alcaldes es similar a la que aparece en el fuero de Madrid:

FMadrid, § 26a: “Toto homine a quien dixerint los fiadores, si mais non duos
fiadores uel un ffiador con uno alcalde: “afia a Fulan a foro de Madrid, aut da fiadores
de saluo”, et non afiare luego et non dederit fiadores de saluo in ipso die, pectet II
morabetinos a los fiadores et afie”.

En esta cláusula del fuero de Madrid la pena se impone a quien tardara más de
un día en dar los fiadores, pero una vez satisfecha, en modo alguno exime del deber,
explícitamente afirmado, de darlos luego. De hecho, en el § 14a de la Carta del

160
otorgamento del mismo fuero de Madrid se destierra como ladrón a quien rehusara dar
los fiadores solicitados, y en el § 26f del propio libro de fuero (redacción posterior),
manteniendo el destierro, se ofrece la posibilidad de no ser considerado ladrón,
mediante prestación del juramento de no haber podido encontrar los fiadores
demandados.

El tratamiento de la cuestión en el cercano fuero de Madrid nos puede ayudar a


interpretar el fuero de Guadalajara en este punto. La pena de tres maravedíes que se
impone en este último no cancela la obligación de presentar los fiadores solicitados, que
como veremos en los §§ 86 y 87 es preciso dar, so pena de caer en la indefensión de los
forasteros (a quienes se puede dar muerte sin incurrir en mayor pena que el ya conocido
homicidio viejo de los 32 maravedíes).

§ 51

Plena coincidencia textual entre C y A. E aporta variantes que no alteran el


sentido, con una omisión por descuido del copista, que al enumerar los requisitos del
excusado olvida la posesión del caballo (tal vez dándola por supuesta en la pertenencia
del excusado a la clase de los caballeros).

En esta cláusula se recoge la exención de pechos de los caballeros vecinos de la


villa, sujeta a la condición ordinaria de que mantuvieran los signos de su estado y
función como tales caballeros, esto es, el caballo y las armas, y como vecinos, el
requisito acostumbrado de la casa poblada. Es principio muy frecuente que introduce
una diferencia bien arraigada en la sociedad castellana, entre los caballeros, de un lado,
y el común de los pecheros, de otro. Así figura esta condición de los caballeros como
exentos o excusados de pecho en otros fueros del entorno:

FZorita(1180), § 33: “Qui toviere caballo de siella, e armas de fuste, non pague
tributo nenguno.”

FMolina, § 3: “Do á vos en fuero que vecino de Molina que cavallo et armas de
fust et de hierro et Casa poblada et muger et fijos toviere en Molina nada non peche.”

A cuenta de esta cláusula del fuero de Molina, García Ulecia emite una hipótesis
sobre la procedencia molinesa de la regulación del precepto que encontramos en el

161
fuero de Guadalajara217, teniendo en cuenta el grado de coincidencia textual que existe
entre ambos textos en la formulación del supuesto.

En el fuero atribuido a Alfonso VII no se recoge de modo explícito la exención


de pechos de los caballeros, pero sí se puede deducir ésta de la cláusula 5, donde se
permite a todos los pobladores de Guadalajara abandonarla para ir a morar a otra tierra,
conservando la propiedad que dejan atrás, a condición de que dejen en su lugar persona
de igual calidad: caballero, si son caballeros:

FGuadalajara(1133), § 5b: “et si non las quisieren vender, et quisieren tener


aquellas casas et las heredades: si fuere cavallero, sirva por el otro cavallero; et si fuere
peon, assi misma mientre faga”.

La utilidad de la medida, destinada a mantener estable la proporción de


caballeros y peones en la población resultante de la villa, presupone una motivación de
orden fiscal, y en consecuencia, permite conjeturar que ya en este tiempo los caballeros
estaban excusados de pechar.

Por lo demás, en lo sucesivo, los monarcas reafirmarán esta condición de


excusados en un cierto número de privilegios concedidos a los caballeros de
Guadalajara218. La misma reiteración de esta merced puede ser entendida como indicio
de las dificultades que los caballeros de la villa pudieron ocasionalmente encontrar para
su exacto cumplimiento. Concretamente, en un privilegio de Alfonso X se regula esta
condición de los caballeros con cierto detalle, añadiendo a la exención personal de los
mismos, la de ciertos de sus servidores219. Tardíamente, parece que se produjeron
abusos de este privilegio, pretendiendo algunos sostener su estado de caballeros en
monturas y armas no suficientes y que menoscababan la dignidad del oficio, como se
recoge en las ordenanzas municipales de 1427220.

§ 52

El texto es substancialmente idéntico en los tres manuscritos.

Esta cláusula probablemente formaba una unidad con la anterior, de la que pudo
quedar separada en algún momento de la transmisión del texto: de hecho, en el
manuscrito A aparece unida a la anterior, sin signo alguno de separación. Una vez fijado
como requisito para el mantenimiento de la condición de excusado por parte del

162
caballero la posesión de caballo y armas, se toman previsiones, asimismo muy
frecuentes en el Derecho castellano de la época, para la sucesión en el estado de
caballero, representado en la herencia de caballo y armas, sus signos distintivos. Se
dispone, a este respecto, la sucesión del primogénito, dando preferencia a los hijos que
todavía moraren en la casa paterna en el momento del fallecimiento del padre, de modo
que sólo suceden en la propiedad de caballo y armas los hijos emancipados si ya no los
hubiere en la casa del padre. Asimismo se contempla el supuesto del fallecimiento de la
esposa del caballero, en cuyo caso, el caballo y armas se reservan al sucesor designado
con anterioridad, sin que en ninguna circunstancia el reparto de la herencia pudiera
afectar a dicha sucesión en las armas y oficio de caballero.

El precedente de esta regulación se encuentra en preceptos comunes a algunos


fueros de la tradición toledana, donde se concede en herencia las armas que los
pobladores tuvieran del rey221. En esta tradición se encuadra el principio sobre el
particular que aparece en el primer fuero de Guadalajara:

FGuadalajara(1133), § 20: “Ningund omme que toviere cavallo, o armas, o


alguna otra cosa enprestado del Rey, et viniere el dia de su muerte, tenga aquello todo
su fijo o su hermano”.

En otros fueros del entorno es habitual el reservar las armas a los herederos
varones y las ropas a las mujeres, sin entrar en mayores precisiones sobre la sucesión en
el estado de caballero:

FAlcalá, § 269: “Padre o madre qui mandamiento fiziere a filio o a filia, o anieto
o anieta, non preste armas del padre o caualo: los filios barones las hereden; bestidos de
madre, las filias los hereden.”

FBrihuega, § 296: “Tod omme de briuega que oviere fijos o fijas, el cauallo et
las armas del padre, et los pannos : finquen en los fijos uarones. et los pannes de la
madre finquen en las fijas.”

FFuentes, § 149: “Todo ome de Fuentes que ovier fixos o fixas el cavallo et las
armas del padre et los pannos finquen en los fixos varones et los pannos de la madre
finquen en las fixas.”

163
Por otra parte, la especial consideración de las armas del caballero, exentas de
entrar en la partición de la herencia, aparece en los fueros hermanos de Brihuega y
Fuentes de la Alcarria:

FBrihuega, § 295: “Tod ome de briuega que enuiudare, cauallo o armas de su


cuerpo, o bestia de siella, o de albarda, saque el marido sin particion qual destas quisiere
[...]”

FFuentes, § 148: “Todo ome que enviudare cavallo et armas de so cuerpo o


bestia de siella o de albarda, saquelo el marido sin particion qual destas quisiere [...]”

§ 53

Plena coincidencia textual entre C y A. Las variantes de E (incluida una breve


omisión del copista) no resultan significativas.

Esta cláusula está destinada a impedir que, en el contexto de un desafío por la


muerte de alguien, los familiares del muerto tomaran provecho de la circunstancia para
desafiar en falso a quien supieren nada tuvo que ver en el hecho; si esto hicieren,
perderían el derecho de declarar la enemistad, debiendo por añadidura pagar ellos la
pena de homicidio en la que habría incurrido el verdadero autor de la muerte. Se trata de
una precaución útil para evitar desafíos fraudulentos. Lo más notable del caso es que la
cláusula coincide punto por punto, y por orden, con otra que se encuentra en la Carta
del otorgamento del fuero de Madrid (§ 12):

“Qui scienter laxauerit diffidiare illum qui occidit suum parentem, et


diffidiauerit alium pro precio uel pro rogatu uel pro mala uoluntate quam habet erga
eum, perdat inimicum et pectet homicidium quod pectaret inimicus ille si cum directo
diffidiaretur.”

Esta coincidencia textual integral denota, o bien que el precepto como tal fue
copiado del texto de la Carta del otorgamento del fuero de Madrid, o bien que fue
tomado y traducido de un documento anterior que a su vez fue utilizado por los
redactores de la compilación jurídica madrileña, y que de esta forma podría ser
postulado como fuente común.

164
Probablemente, la cláusula ha sido tomada sin más alteración que el
romanceamiento, e incorporada al conjunto del fuero de Guadalajara, cuyos redactores
añadieron posteriormente nuevas precisiones sobre el mismo supuesto (§ 69), añadiendo
la obligación de prestar juramento con dos vecinos en el momento de presentar el
desafío, para que éste pudiera tener efecto.

En cualquier caso, el precepto es común a otras redacciones de Derecho local.


La misma pena (perder la enemistad y pagar el homicidio) se impone en los fueros de
Molina y Alcalá de Henares:

FMolina, § 121: “El que á derecho non desafiáre pierda enemigo, é peche
homicidio, cual pecharía aquel enemigo si á derecho lo desafiáre.”

FAlcalá, § 5: “Todo homne quien sopiere que soparient mato et delexare de des
afiar al quel mato et a otro homne des afiare por cobdicia de so auer, o por
malquerencia, e si dissiere eldes afiado a tuertam desafia quia sabe quien mato so
pariente, pesquiran los quean a pesquerir, e si falaren que a tuertol des a fiar pierda
derecho et enemigo et peche las calonas alsenor [...]”

§ 54

Sin variantes significativas entre los tres textos.

En esta cláusula se dispone que a los parientes de un ajusticiado no les sean


confiscados los bienes que de él hubieren heredado. Es precaución destinada a limitar
los efectos de una acción personal, eximiendo a los herederos de los bienes del
ajusticiado de la confiscación a que aquél hubiera podido estar sujeto. Por la idea
subyacente de limitar la responsabilidad penal a la esfera personal, puede señalarse la
analogía parcial con otros fueros:

FEscalona, § 15 : “Et qui traditionem fecerit, intus vel foras, sit suspensus
similiter, et ipse solus pateat malum. Mulier autem eius et filii vivant in eius honore si
non consenserunt ; si autem consenserunt, ita suspensi sint.”

FTeruel, § 23: “Si ille pro commisso scelere dampnificatus uel iusticiatus fuerit,
propinquiores consanguinei bona ipsius hereditent, tam mobile quam radice.”

165
Adicionalmente, cabe notar que la abolición de la responsabilidad colectiva222
tiene un firme asiento en el Derecho romano (Codex Theodosianus 9, 30, 4).

§ 55

Existen algunas variantes entre los textos en esta cláusula, pero no resultan
significativas. La mayor afecta a su separación, por el punto, en dos cláusulas
diferentes: así está presentada en C y en A, si bien Keniston optó por presentarla de
corrido en atención a su unidad temática223, tal como por demás aparece en E;
respetamos esta opción por nuestro declarado propósito de atenernos a la numeración de
aquella edición que ha servido de referencia a tantas investigaciones.

En esta cláusula se intenta impedir la elección para alcalde mediante soborno,


castigándola con el derribo de las casas, multa de veinte maravedíes, y el veto vitalicio
del que intentó el soborno para ocupar oficios concejiles (“et non sea mas en portiello”).
El verdadero sentido de la pena de derribo de las casas acaso deba relacionarse, en estos
casos, con la pérdida de la vecindad que conlleva (ya que la condición de vecino
requería tener casa poblada) 224.

La primera parte de la cláusula, hasta el punto y seguido, la encontramos,


literalmente, en la Carta del otorgamento del fuero de Madrid (§ 15):

“Qui pro alcaldia dederit auer, derribent suas casas ad terram, et pectet XX
morabetinos, et nunquam amplius habeat portellum.”

La coincidencia textual es tal, que como en el caso de la anterior cláusula 53,


sólo cabe suponer que haya sido tomada directamente del texto madrileño, o ambos de
una fuente común. La dependencia de la cláusula del fuero de Guadalajara respecto de
la que aparece en la Carta del otorgamento del fuero de Madrid explica que la pena
pecuniaria por un delito tan grave quede tan módica, pues se corresponde con un origen
más antiguo del texto, y queda desfasada, teniendo en cuenta la escala de penas que
resulta del fuero de Guadalajara. Así, las penas pecuniarias por este delito, unidas al
acostumbrado derrumbe de las casas, son mayores en otros fueros del entorno que
recogen el mismo precepto:

FMolina, § 76: “Todo ome que aver diere por alcaldia, peche cien maravedis, é
sean sus casas derrivadas.”

166
FAlcalá, § 184: “Todo omne dalcala que comprare iudgado o alcaldia o fiaduria
o iuradia, sea periurado et aleuoso prouado, et silos alcaldes iurados prouaren que
alguno lo compro peche L morauidis, los medios alsenor, et los medios al castielo, et
pierda el portielo, et non aia mais portielo enalcala.”

FBrihuega, § 104: “Tod omme de briuega que auer diere por iuradia o por
iudgado o por Alcaldia: peche c maravedis, et deriben le las casas, si prouadol fuere.”

Por otro lado, la segunda parte de la cláusula, a partir del punto y seguido (pero
separada mediante calderón en los manuscritos C y A), parece una postilla añadida al
texto en un momento posterior, prescribiendo un juramento, previo a la toma de
posesión del oficio de alcalde, de no haber mediado soborno, con dos parientes
cojuradores. En consecuencia, parece claro que la primera parte de la cláusula ha sido
tomada de una compilación jurídica anterior, y la segunda añadida posteriormente por
los redactores del fuero de Guadalajara.

§ 56

Las variantes entre los textos no afectan al sentido de la cláusula, salvo en un


caso: donde C y A leen “el conçejo con los jurados”, en E encontramos “el conçejo con
dos jurados”, que parece lectura menos coherente: razón por la que preferimos, como
Keniston225, la primera de las dos.

Se establece en esta cláusula la figura del almotacén o guarda de mercados,


pesos y medidas nombrado por el concejo, disponiéndose que el elegido debiera
proceder del mismo barrio donde vive el juez. Una vez nombrado, el almotacén dispone
de jurisdicción propia: en adelante, se detalla, sólo responde ante quien lo nombró, el
concejo, sin que juez ni alcaldes como tales tengan jurisdicción sobre él (“no ayan poder
el judez nin los alcaldes sobre el almutaçen”). En la última parte de la cláusula, tal vez
un añadido posterior, se impone al almotacén pagar al juez una contraprestación en
especie.

Sin correspondencia con otros fueros del entorno, este precepto parece descansar
en una tradición netamente local, tal vez recogida de alguna postura del concejo, como
parece sugerir el carácter arcaizante de la contraprestación en especie (en carne de vaca
y de carnero) que figura en ella.

167
§ 57

No se aprecian variantes significativas entre los tres textos.

En esta cláusula, se expresa un principio procesal de orden general, vigente en el


Derecho castellano y recogido en numerosos fueros226: sin demandante no se responde,
esto es, con carácter general, el procedimiento acusatorio se sigue sólo a instancia de
parte. Sin embargo, hemos visto un caso en que el fuero de Guadalajara, contradiciendo
este principio general, prescribe la actuación “de oficio” a los alcaldes, sin querella de
por medio, en la imposición de la paz (§ 16), como propia de un modelo de
procedimiento inquisitivo.

§ 58

Las variantes existentes entre los tres textos son meramente formales y no
afectan al contenido de la cláusula.

En ella se trata la cuestión de las alzadas en demandas por deudas,


disponiéndose que por importes inferiores a dos maravedíes no valga la alzada al
tribunal real, y por deuda que supere dicho importe, el que recurriere al rey deba
comparecer ante él, de la manera usual, allí donde se hallara la corte, y bajo plazo. La
redacción es prolija y no enteramente clara: en su estilo, adecuado a una cuestión de
orden procesal, se percibe antes un precepto emanado de la práctica de los tribunales
que una disposición extraída del cuerpo de un privilegio.

Los dos maravedíes como límite inferior de las demandas para que sea lícito
recurrir a la instancia jurisdiccional superior los encontraremos asimismo en el fuero de
Brihuega (§ 175):

“[...] et por toda demanda que seya hata ij maravedis: non aya ida al arçobispo,
et prenda el iudizio de los alcaldes”.

En el primer fuero de Guadalajara existe un precepto relacionado, imponiendo


los diez sueldos como límite inferior de las alzadas:

168
FGuadalajara(1133), § 14: “Et si alguno oviere jodizio con su vezino fasta x
solidos, esten a joyzio de so alcalde; et de x solidos arriba, si se clamaren al Rey,
esperen alli al Rey fasta que venga a estas partes”.

Teniendo en cuenta que un maravedí antiguo equivale a 7’5 sueldos, y un


maravedí nuevo (de tiempo de Fernando III) a 8 sueldos (por tener 192 meajas, a razón
de 24 meajas el sueldo), podemos entrever una relación cierta entre el importe contenido
como límite inferior de las alzadas en los dos fueros de Guadalajara: la diferencia entre
los diez sueldos del primer fuero y los 15 o 16 del segundo fuero es exigua, máxime
teniendo en cuenta el paso del tiempo, lo cual permite postular una continuidad esencial,
a propósito de este precepto, entre los dos textos.

§ 59

Sin variantes textuales que afecten al sentido.

Enlazando con lo dispuesto en el § 50, en esta cláusula se afirma la obligación


de dar fiadores cuando se es requerido de hacerlo por la otra parte, añadiendo dos
precisiones interesantes: la primera, acerca de la estabilidad del fiador, del que se espera
“que no se vaya”, y la segunda, relativa a la validez temporal de la condición de fiador,
que prescribe al año de ser designado227. En el § 113 se estipula que los fiadores dados
ante un alcalde pierdan su condición de tales al tiempo que cesa en su oficio el alcalde
bajo quien fueron nombrados. El mandato de los alcaldes era anual, como se atestigua
en el § 62, donde se recalca que las demandas deben ser presentadas ante los alcaldes
del año, y no esperar al cumplimiento de su mandato para presentarlas ante los
siguientes. En consecuencia, se percibe un principio de contradicción entre estas
cláusulas, pues si del § 59 parece seguirse que la condición de fiador dura hasta un año,
en el § 113 se precisa que los fiadores dejan de serlo cuando cesa el mandato de los
alcaldes (y ambos plazos sólo coinciden si el fiador comienza a serlo el mismo día que
el alcalde inicia su mandato).

§ 60

Las variantes textuales son de índole formal y no comprometen el sentido.

Nuevamente se trata aquí de deudas, como en el anterior § 58, y en el mismo


estilo procesal. Se establece esta vez el procedimiento para responder a una demanda

169
por deudas: el reconocimiento de la deuda debe hacerse ante tres hombres buenos; negar
la deuda requiere entregar un fiador con una fianza al demandante, fianza que debe ser
reintegrada si la deuda no quedara acreditada.

§ 61

Sin variantes que afecten a la comprensión del sentido.

En esta cláusula se contempla el caso de la toma de prendas en ganado, la cual


siempre ha de ser ordenada y ejecutada por el concejo, previéndose la exención de
ciertos tipos de ganado, en atención a la utilidad del uso a que están destinados o de la
especial protección social de sus propietarios, so pena de diez maravedíes. Así, se
exceptúan de la prenda las bestias de privilegiados (clérigos y excusados), de
desfavorecidos (viudas, pobres, forasteros), y aquéllas afectas a un uso estratégico digno
de la especial protección del poder público (hornos, molinos).

Referida a la prenda de las monturas de los privilegiados, la pena aquí


consignada se puede considerar reducida, si la comparamos con la mucho mayor que se
establece en una disposición al efecto recogida en el fondo común del fuero perdido de
Medinaceli, modelo de los fueros primitivo de Belinchón, latino de Uclés y breve de
Zorita228:

FBelinchón (1170), § 7: “Nullus homo non pignoret ganado de clericos, non


descavalget cavallero et non pignoret cavallo de sella nec bestia mular de sella. Et qui
hoc fecerit, duplet illud et pectet in coto C morabetinos ad archiepiscopum.”

FUclés(1179), § 6: “[...] Nullus homo non pignoret ganado de clericis, et non


descaualget cauallero neque alcalde, et non pignoret cauallo de siella nec bestia mular
de siella; et qui hoc fecerit duplet illud et pectet in coto C morabetinos ad regem.”

FZorita(1180), § 7: “Nengun hombre non prende los ganados de los clerigos, nin
descavalgue caballero de caballo, nin prende caballo de siella, nin bestia ansilando de
siella, e qui lo ficiere peche aquello doblado, e pague cien mrs. al rey.”

§ 62

Las variantes entre los manuscritos no afectan al contenido.

170
Se trata en esta cláusula de reprimir la mala práctica de dilatar la denuncia de un
hecho, a fin de que conocieran del mismo otros alcaldes distintos de los que estuvieren
en el oficio cuando se cometió el hecho que da origen a la querella. Se niega audiencia a
las querellas presentadas con ese retraso estratégico, como medio de evitar que la
buscada “elección de juez” diera lugar a connivencias o desviara el recto curso de la
justicia. Ello presupone que el mandato de los alcaldes es anual, como era habitual en
los concejos castellanos.

Es necesario precisar que esta restricción afecta sólo a ciertas causas, las más
graves, relativas a muertes, heridas y deshonras, y no, al parecer, a querellas por otras
causas aquí no consignadas. La misma precaución se aplica también a causas
específicas en otros fueros del entorno:

FValfermoso, p. 123 [citado por Keniston229]: “Totus homo a quien feriren aut
messaren et usque unum annum non metierit rancura ad illos alcaldes qui fuerint in ipso
anno, non respondeat.”

FMolina, § 147: “Aquel que algun pariente mataren e non metieren querella
fasta un anno, despues nol respondan.”

§ 63

Sin variaciones textuales que afecten al sentido.

Enlazando con cuanto se dispuso en el § 51 sobre la condición de excusados de


los caballeros, se extiende en esta cláusula el excusado a una montura no caballar,
siguiendo un precepto establecido en el fuero de Sepúlveda:

FSepúlveda(1076), § 31a: “Et los caualleros scusen singulas azemilas.”

Nos hallamos en una parte del fuero donde se alternan las cláusulas de más
variada procedencia y heterogénea temática. En particular, esta cláusula viene
precedida, y seguida, de otras relativas a asuntos de índole procesal, sobre demandas y
embargos principalmente (en los manuscritos C y A aparece unida a la posterior). El
contenido jurídico que expresa es tradicional y antiguo, y parece relacionarse más con el
anterior § 61. Por ello, pudiera tratarse de una adición añadida al margen del § 61 en el

171
texto del fuero, y más tarde copiada en este lugar en una fase posterior de redacción,
dando lugar al orden que quedó definitivamente fijado y hoy conocemos.

§ 64

Plena coincidencia textual entre C y A, donde por demás esta cláusula aparece
unida a la anterior y a la posterior. En C y A la cláusula comienza “Nin la”; en E,
“Ninguna”; Keniston hace compatibles ambas lecturas adoptando “Nula” en su
edición230.

En esta cláusula se estipula que el juez sólo pueda proceder a ejecutar embargos
acompañado por dos alcaldes del concejo, añadiéndose que en otro caso el embargado
tiene derecho a que se le reembolse por la suma que jurare haberle sido indebidamente
tomada.

Destaca la garantía y el crédito que se da al vecino embargado al permitir que


nombre bajo juramento la cantidad que el juez le ha tomado indebidamente. Una
cláusula tan claramente dirigida a limitar las facultades del juez en beneficio de los
alcaldes del concejo sólo cabe imaginarla como emanada de la autoridad del mismo
concejo. Es por ello que tal vez tenga origen en unas posturas del concejo estrictamente
locales, sin paralelo en otros fueros del entorno.

§ 65

Sin variantes significativas que afecten al contenido. En C y A la separación


entre esta cláusula y la precedente, con la que guarda relación temática, queda confusa.

Otra disposición regulando la intervención del juez en asuntos de demandas.


Aquí se establece que el juez apoye con su presencia al querellante que demanda al
señor, impidiendo de esta forma que en caso de pleito entre el señor y un vecino el juez
represente los intereses del señor. Con todo, parece desprenderse que el juez
representando al señor podía presentar la demanda junto con el querellante, aunque su
presencia se limitase al punto inicial del procedimiento. Adicionalmente se dispone que
en los actos formales del proceso (juicio, firmas), ni el juez ni el merino puedan estar
presentes. La intención parece ser beneficiar a los vecinos en sus eventuales conflictos
con el señor de la villa, neutralizando la labor que en apoyo de los intereses de “palacio”
pudieran desempeñar los funcionarios que representan a esa parte.

172
Tanto el merino como el juez son representantes ordinarios del rey en las villas
de realengo. Curiosamente, aquí se menciona, en abstracto, al señor en lugar de al rey,
lo cual puede atribuirse, bien a una eventual procedencia no local de la cláusula, o bien
a haber sido redactada en uno de los momentos en que el señorío de la villa de
Guadalajara fue cedido temporalmente por el rey a miembros de su familia.

§ 66

Las variantes entre los tres manuscritos no afectan al sentido.

Se prosigue aquí el tratamiento de la herencia iniciado en el § 45, estableciendo


la precaución de no dejar al que testa disponer por su alma de los bienes raíces, teniendo
herederos legítimos que pudieran resultar perjudicados. Se hace así atribución genérica
de los bienes raíces para los herederos, y de los bienes muebles para las mandas
piadosas a intención del testador231. En la disposición del primer fuero atribuido a
Alfonso VII que mencionamos a cuenta de la cláusula 45, no se introducía esta
distinción entre bienes muebles (los adecuados para las mandas por el alma) y raíces;
sólo se precisaba que la parte de libre disposición por el alma no excediera de una
quinta parte del total de la herencia232.

§ 67

Los textos de C y A tienen un elevado grado de coincidencia. E introduce un


número de variantes, casi todas puramente formales; una, empero, afecta al contenido:
donde C y A leen “salves con doze dos vezinos”, en E dice “salvese con doze testigos”,
introduciendo una diferencia substancial en el número de estos cojuradores. Keniston
opta por respetar el texto de C en su edición233.

Se presenta en esta cláusula la regulación básica del homicidio: del homicidio


“nuevo”, de 300 maravedíes, por oposición al homicidio “viejo”, que aparece en los §§
38 y 48, tasado en 32 maravedíes en el § 87: coexisten, así, en el mismo fuero, un
homicidio tradicional reservado para ciertos casos considerados de menor gravedad, con
este homicidio nuevo de importe actualizado. En una regulación prolija, se añaden las
circunstancias conexas: incurren en la pena de homicidio el autor de la muerte, y los
participantes en ella234; el homicidio conlleva caer en la enemistad; se castiga muy
severamente al insolvente que no pueda satisfacer la pena de los 300 maravedíes, con la

173
confiscación de todos sus bienes y la pérdida de la mano derecha235. Si el incurso en
pena de homicidio tomara refugio en casa de algún vecino, este último se convierte en
responsable de prender al homicida; si se le escapa, debe jurar con doce o veinticuatro
(según la tradición textual que adoptemos) vecinos que no pudo atraparlo; faltando este
juramento, a él le corresponde pagar la pena de los 300 maravedíes, y si no puede
pagarlos, incurre en enemistad y pierde la propia mano.

El tratamiento del insolvente y del vecino que ayuda a huir al homicida es


extraordinariamente severo, análogo al del fuero de Alcalá de Henares, pero menos
severo que el de la Carta del otorgamento del fuero de Madrid:

FAlcalá, § 1: “Todo omne dalcala o de suo termino qui matare bezino oso
aportelado, de alcala, o so omne que so pan coma, o so mandado fiziere, o so portielo
touiere, peche c et viij morauidis per omezilo, uaias per enemigo, et si non ouiere onde
los peche, peche todo lo que ouiere, et aduganlo delante los alcaldes et parientes
delmuerto taienle lamano dextra et uaya per enemigo [...]”

FMadrid, Carta del otorgamento, § 8: “Qui hominem occiderit et non habuerit


unde pectet cauptum nec homicidium, moriatur proinde.”

En cambio, la cláusula tiene un apreciable grado de coincidencia textual con otra


del fuero de Madrid, con la salvedad de que esta última se refiere no al homicidio en
general, sino al caso particular de las muertes causadas quebrantando la fianza de salvo
previamente dada, y atribuye la responsabilidad secundaria no al vecino en cuya casa se
cobija, sino al fiador de salvo:

FMadrid, § 12: “Todo homine qui matare a uezino uel filio de uecino super
fianza aut super fiadores de saluo, pectet C et L morabetinos, et exat per traditore et per
aleuoso de Madrid et de suo termino, et eiecten suas casas in terra el conzeio; et los
fiadores quod fuerint de saluo, ipsos adugan el matador a directo; et si non potuerunt
habere el matador, los fiadores pecten isto coto quod est superus in ista carta; et si el
matador non potuerit hauer C et L morabetinos, accipiant illum quod inueuerint, et
abscidant suam manum, et exat per traditor et per aleuoso de Madrid et de suo termino.”

Por otra parte, la comparación del importe pecuniario de la caloña por homicidio
vigente en los textos forales de Madrid y Guadalajara nos permite formarnos una idea

174
sobre la datación respectiva de cada fuero: el hecho de que el homicidio monte en
Guadalajara el doble que en Madrid autoriza una conjetura razonable sobre la
separación temporal que existe entre los dos textos. En nuestra opinión, la cláusula que
establece la regulación del homicidio en el fuero de Guadalajara ha de haberse
redactado en fecha posterior a la regulación análoga del fuero de Madrid, debido a la
importante diferencia de la pena pecuniaria existente entre ambas. Si se acepta que el
núcleo principal de redacción del fuero de Madrid se desarrolla en el primer cuarto del
siglo XIII, y la cláusula que nos ocupa del fuero de Guadalajara perteneciera a una etapa
de redacción próxima a la fecha de 1219 que tradicionalmente se ha venido asignando al
texto, resultaría difícil explicar la diferencia de escala entre una pena de homicidio y
otra. Por otra parte, cabe la posibilidad de que en su redacción original el importe de
este homicidio haya sido de 300 sueldos, siendo luego transmitida la referencia
monetaria en maravedíes.

Una anotación marginal a esta cláusula en el manuscrito E atestigua la vigencia


posterior del homicidio, cuyo importe originariamente establecido en los 300
maravedíes se ha procedido a actualizar, pasando a montar 1080 maravedíes:

“Omezillo que son CCC maravedis, a iij vj dineros de moneda vieja el maravedi,
con que son M L XXX”.

Al terminar la copia del fuero, el copista ha insertado, en el comienzo del folio


120v del mismo manuscrito E, una anotación más larga explicando el reparto de esta
pena de homicidio de 1080 maravedíes entre los distintos oficiales del concejo
intervinientes, consignándolo como costumbre:

“El omezillo viejo, segund la costunbre de Guadalajara, monta myll e ochenta, e


prestase en esta manera que se sygue: primera mente, ha de aver el alguazil, por el
omezillo viejo, treynta e seys maravedis; e de los otros myll e çinquenta e quatro que
fyncan, ha de aver el alguazil el syetmo, que es la setena parte, que viene a esta setena
parte: çiento e cinquenta maravedis, e çinco dineros, e quatro meajas, e la setena parte
de dos maravedis; asy que viene al alguazil, por todo, çiento e ochenta maravedis, e
ochenta e seys maravedis, e çinco dineros, e quatro meajas”.

El hecho de que el copista de E se haya molestado en consignar la nueva


valoración del homicidio es suficiente indicio de que esta pena prolongó su vigencia

175
más allá de la época de la primera redacción del fuero, hasta ser preciso actualizar su
valor, sin que por demás quepa afirmar si estaba vigente en la segunda mitad del siglo
XV, cuando se saca físicamente la copia de E, o en algún momento anterior reflejado en
el texto copiado (tal vez relacionado con la fecha del Ordenamiento de Alcalá de 1348,
clave en la codificación definitiva de muchos fueros castellanos, y que se cita en otros
pasos del propio manuscrito E).

§ 68

Plena coincidencia textual entre los tres manuscritos.

El extremo laconismo de esta cláusula no aclara suficientemente el contenido:


que no se efectúe pesquisa por quebrantamiento de morada, ¿significa que para acreditar
la comisión de este delito basta con denunciarlo? Probablemente, no deba entenderse en
sentido general, sino como una disposición desgajada de la cláusula inmediatamente
anterior, y que sólo en ese contexto recibe plena justificación. Una vez dispuesto cuanto
en el § 67 se dice sobre el castigo del homicidio y la responsabilidad del dueño de la
casa en la que el homicida encontrara refugio de sus perseguidores, en § 68 se dispone
que no sea necesario efectuar pesquisa por la entrada del homicida en la casa de la que
anteriormente se venía hablando. Se desecha así la posibilidad de acreditar mediante
pesquisa que verdaderamente el homicida entró en aquella casa, porque el método de
prueba de esta cuestión ha sido ya establecido en la cláusula anterior, mediante el
juramento del dueño de la casa y sus cojuradores. De esta forma, cabría entender que las
circunstancias relacionadas con la casa, como ámbito por excelencia de la vida privada,
se presentan en todo caso conectadas con los modelos de procedimiento acusatorio, más
próximos de la justicia privada, que con los del procedimiento inquisitivo (pesquisa),
que suponen una mayor actuación pública236.

Más tarde se hacen precisiones específicas sobre el delito de quebrantamiento de


morada, en el posterior § 83.

§ 69

Coincidencia textual plena de C y A. Las variantes que E introduce no afectan al


sentido.

176
Prosigue la temática de las muertes; en esta cláusula se prescribe la necesidad de
juramento previo con dos parientes vecinos, para que tenga validez una querella
presentada por muerte. La finalidad de la jura es tratar de evitar que se produzcan
denuncias falsas. La cláusula está relacionada con el § 53, próxima de la Carta del
otorgamento del fuero de Madrid, donde se preveía el caso de denuncia fraudulenta, y
respecto de aquel precepto establece una garantía adicional. Asimismo puede entenderse
este § 69 relacionado con los anteriores §§ 1 y 15, donde se prescribía la necesidad de
firmar o jurar sobre la verdad de la acusación en el inicio del proceso. Se trata ahora de
ordenar el proceso por muertes, prosiguiendo la temática ya iniciada en el § 67, y que se
prolonga en las cláusulas siguientes.

§ 70

Plena coincidencia textual entre C y A. E introduce una variante que puede ser
significativa: donde C y A dicen “saludare”, E lee “saluare” o “salvare”.

Prosiguiendo con la temática de las muertes, se colacionan a continuación, en


esta y las cláusulas inmediatamente posteriores, los delitos de pena capital, sin pena-
composición. En primer lugar, matar a otro tras saludarlo, es decir, a traición, luego de
haberse producido la reconciliación del enemigo con la parte ofendida, sin mediar
nuevo desafío237. Si adoptamos la lectura del manuscrito E, podríamos interpretar el
supuesto no como referido al saludo, sino a la fianza de salvo: “despues que lo salvare”
vendría a significar, así, después de que el matador hubiera dado fiadores de salvo. De
una o de otra forma, el supuesto es equivalente, pues supone el quebrantamiento alevoso
de la paz y el baldón de la traición. Haber saludado antes, o haberle dado la previa
fianza de salvo añade un agravante al delito, que ya no da lugar a homicidio y
enemistad, sino derechamente a la pena capital, siguiendo un precepto común del
Derecho castellano, bien representado en algunos fueros del entorno:

FMadrid, Carta del otorgamento, § 2: “Qui hominem occiderit postquam eum


salutatum habuerit, moriatur proinde.”

FBrihuega, § 26: “Qui omme matare despues que saludado lo ouiere, si fuere
alcanzado: muera por ello, et si no: peche cc et xvj maravedis, et este saludamiento sea
hata i anno. […]”

177
FFuentes, § 25: “Qui ome matare despues que saludado le oviere, si alcanzado
fuere muera por ello, sinon peche CC IVI mrs. et este saludamiento sea fasta I anno.”

En otros fueros cercanos, el mismo delito no se castiga directamente con la


muerte, sino que da lugar a enemistad y pena-composición:

FMolina, § 184: “Qui home matáre despues que saludado lo oviere, peche
quinientos maravedis é salga por traydor, é las sus casas seyan derrivadas.”

FZorita(1180), § 10: “Qui matar home non desafiandolo, pague cien mrs. en
pena, mas si non oviere onde pague aquellos cien mrs. taienle la su mano diestra et salga
enemigo.”

FAlhóndiga, § 6: “Quisquis occiderit hominem sine disfidiamento, vel rapuerit


mulierem vel filiam vicinis sui pectet forum dopte.”

Dado que el fuero de Guadalajara es anterior a los de Brihuega y Fuentes, parece


probable que el tratamiento de este delito haya sido tomado de la Carta del otorgamento
del fuero de Madrid, o de algún documento que sirve de fuente común a ambos
textos238. El grado de coincidencia textual con la cláusula de dicha Carta del
otorgamento es elevado, en efecto, si bien no cabe afirmar sin más una dependencia
directa sobre el fuero de Guadalajara, debido a lo extendido y habitual del precepto, así
como por la tendencia a la homogeneidad que el laconismo de la redacción impone a la
expresión verbal resultante.

§ 71

Los tres textos no dan lugar a variantes que afecten al sentido.

Se recoge aquí el agravante de matar de improviso, sin mediar desafío, al que se


encontraba “seguro”, es decir, no desafiado. Enlazando con cuanto hemos dicho de la
cláusula inmediatamente precedente, también se podría entender esta expresión como
referida a la fianza de salvo, en cuyo caso el supuesto vendría referido al que mata
habiendo recibido fianza de ser salvo de aquel al que luego mata. Nuevamente, el
agravante de matar a traición se castiga con la muerte, sin pena-composición, al igual
que en la Carta del otorgamento del fuero de Madrid, con la que se observa una
coincidencia general del fondo del precepto, y parcial en el texto:

178
FMadrid, Carta del otorgamento, § 4: “Qui super concilium factum hominem
occiderit, uel ubi sederit securus, uel ubi uadit securus, moriatur proinde.”

§ 72

Estricta coincidencia textual de C y A. Las variantes de E no afectan al


contenido.

En esta cláusula se contempla específicamente el caso de muerte dada violando


la previa fianza de salvo. Probablemente hay una vacilación o interpolación en la
fijación de la pena, quizás inicialmente la muerte, y más tarde, en una adición,
substituida por pena-composición de 1000 maravedíes, con mucho la máxima pena
pecuniaria consignada en todo el fuero, y por lo mismo, cabe sospechar que recogida o
corregida tardíamente. Se hace a los fiadores responsables de pagar si el responsable de
la muerte fuere insolvente; si el responsable huye, se le declara traidor239, y los fiadores
son responsables de entregarlo a la justicia, o incurren en la pena de los 1000
maravedíes, si bien para ello pueden tomar en embargo los bienes del prófugo.

La regulación es similar a la del fuero de Madrid (§ 12), ya citado a cuenta de la


anterior cláusula 67 de nuestro fuero.

Entre los fueros del entorno, sólo en los fueros hermanos de Brihuega y Fuentes
se contempla la pena capital para este delito:

FBrihuega, § 40: “Tot omme de briuega que matare a otro sobre fiadora de
salvo: si alcanzado fuere: muera por ello, et sis fuiere uaya por traidor, et el fiador
adugalo […]”

FFuentes, § 41: “Todo ome de Fuentes que matare a otro sobre fiadura de salvo
si alcanzado fuere muera por ello et sis fuxiere vaya por traidor et el fiador adugalo [...]”

En otros se contentan con la pena-composición:

FMolina, § 183: “Aquel que en sobrelevadura de salvo home matáre, peche


cuatrocientos maravedis.”

FAlcalá, § 68: “Todo omne dalcala o de su termino qui omne matare super
fiadores de saluo, dupple las calonas, et los fiadores quel fiaren den el omne a iusticiar,

179
et sinol pudieren auer iuren que nolo pueden auer, et pechen todos las calonas dobladas,
et echen sortes, et aqual caiere la sorte esca enemigo.”

§ 73

Sin variantes significativas entre los tres textos.

La violación de una mujer queda castigada aquí con la pena capital, sin recurso a
pena-composición alguna, siguiendo una tradición bien estable en el Derecho foral de la
época.

FEscalona, § 16: “Et mulier, bona vel mala, absque sua voluntate non sit
avirtata. Qui autem eam rapuerit et forcia fecerit, moriatur in loco.”

FToledo, § 31: “Similiter, et nullus erit ausus rapere mulierem, ex mulieribus


eorum, mala si fuerit aut bona, nec in civitate aut in via neque villa. Et qui unam ex illis
rapuerit, morte moriatur in loco.”

FMadrid, Carta del otorgamento, § 1: “Qui forzauerit mulierem, moriatur


proinde.”

FMedinaceli, § 6: “Qui muger forzare, et fuere vencido, muera por eylo.”

Cabe destacar, en este caso, un notable grado de coincidencia textual entre la


cláusula del fuero de Guadalajara que nos ocupa y el precepto análogo de la Carta del
otorgamento del fuero de Madrid, si bien no queda claro si existe entre ambos textos
una dependencia textual directa, mediata, o si la coincidencia en la expresión se puede
atribuir al laconismo de la misma, o a su larga vida de oralidad como adagio común
entre los castellanos.

§ 74

Plena coincidencia textual entre C y A. Las variantes de E no alteran el sentido.

En continuidad con el tema de la cláusula anterior, y de conformidad con la


gravedad del delito, se establecen aquí algunas garantías procesales para los casos de
violación de mujeres. Cabe notar que no es la mujer misma la que presenta la oportuna
querella, debido a su condición de persona sometida a permanente tutela de un varón.

180
Para que la demanda por violación tenga validez, es necesario que el testimonio de la
mujer agredida quede confirmado por el de varios vecinos cojuradores (tres en la villa,
dos fuera de ella, como corresponde a la menor concentración demográfica del medio
rural), quienes han de atestiguar que la mujer llevaba las señales de la violación antes de
regresar a su casa, precaución ésta destinada a despejar dudas de cualquier maquinación,
que probablemente indica una cierta experiencia de denuncias falsas a las que se desea
poner coto, y que parece razonable para la época, teniendo en cuenta la gravedad de la
pena prevista para el autor del delito, en caso de que efectivamente pudiera acreditarse
su comisión. Parece habitual el requerir, en estos casos, una prueba física de la comisión
del delito, como figura en el fuero de Alcalá de Henares:

FAlcalá, § 9 : “Qui mulier forzare o metiere sonsi per desornala peche c et viij
morauidis et la mulier que forzada fuere de foras de bila uenga rascada obozes
metiendo, et diziendo fulan persuo nomine lofizo delante el iudez diziendo et delante iij
bezinos [...]”

§ 75

Coincidencia básica entre C y A. Frente a este texto, E aporta una variante


interesante en lo tocante al final de la cláusula. En C y A se lee “o esta pesquisa fuere,
otro judizio non preste del que pesquirieren los alcaldes et los jurados; que culpa non
ovo en la muerte del ome, non responda”, y es la lectura que adoptamos en nuestra
edición; en E se lee “do esta pesquisa fuere, otro juyzio non aya; e pesquirieren los
alcaldes e los jurados que culpa non ovo en la muerte del ome, non responda”, sobre la
que basa Keniston su edición240. Ambas lecturas son posibles y satisfactorias; la
diferencia de sentido entre ambas no es relevante.

En esta cláusula se indica el procedimiento de pesquisa judicial para determinar


la responsabilidad de un homicidio, que le corresponde efectuar a seis alcaldes y cuatro
jurados del concejo. Se indica que en la pesquisa no pueden intervenir, por interés
evidente, los parientes del muerto, y que si los alcaldes y jurados a quienes pertenece
llevarla a cabo rehusaran su obligación, tendrían que pagar ellos mismos las caloñas y
penas por el delito cometido.

El establecer un procedimiento de pesquisa aplicado a causas penales parece


indicar que ésta no se cuenta entre las disposiciones más antiguas dentro del fuero. El

181
número de alcaldes y jurados encargados de efectuarla coincide con lo dispuesto, a
propósito de las firmas con testigos, en el § 2. El final de la cláusula viene a
desautorizar la eventualidad de la venganza privada, una vez el acusado es exonerado de
responsabilidad en el homicidio por los pesquisidores.

§ 76

Las variantes no afectan al contenido. En C se lee “sy el uno le diere, los otros
salvense”, lo que con toda probabilidad constituye error del escriba, corregido en A y en
E por: “sy el uno lidiare, los otros salvense”. Esta última es la lectura adoptada por
Keniston en su edición241.

Esta cláusula está en directa continuidad con la precedente, de la que habrá sido
desgajada en algún momento de la transmisión textual. Regulado el procedimiento de la
pesquisa, se contempla aquí la eventualidad de que los alcaldes y jurados no pudieran
llevarla a cabo, o determinar la responsabilidad por la muerte en cuestión a través de
ella; en cuyo caso, se permite a la familia del fallecido escoger entre dos procedimientos
de prueba: entrar en salvo, lo cual supone la prestación de juramento, ordinariamente
con cojuradores, y la entrega aneja de fiadores de salvo, o bien entrar en riepto, que
supone la celebración de la lid, desafío o combate judicial, que sólo obliga a un
miembro de la familia, el cual participa en el riepto por todos los demás.

La subsistencia del riepto en el fuero es un rasgo de pervivencia de una vieja


tradición, pero su posición como solución supletoria frente a la preeminencia de la
pesquisa como procedimiento probatorio indica probablemente la elaboración más
moderna de esta regulación.

§ 77

La misma lectura en C y A. Las variantes de E no son significativas.

Prosiguiendo con asuntos relacionados con muertes, se afirma en esta cláusula la


licitud de la justa venganza tomada por el pariente del fallecido, en el supuesto de que
dicha venganza fuera ejecutada “en caliente”, como reacción inmediata al crimen. Sólo
en este caso, y limitado a los parientes del muerto, matar al homicida no acarrea
responsabilidad alguna, ni tan siquiera la del homicidio viejo. Cabe pensar que este
precepto cuenta con una larga tradición antes de haber sido recogido aquí.

182
§ 78

Tanto en C como en A esta cláusula aparece desdoblada en otras dos, con plena
coincidencia textual por lo demás. En E el conjunto forma una sola cláusula, como en la
edición de Keniston, y se aprecian algunas variantes: las más sin transcendencia alguna
en cuanto al sentido de la cláusula; pero una en particular sí la tiene: en C y A leemos
“et fueren sus parientes con armas prenderle fiador”; en E se lee “e fueren sus parientes
con armas a prenderle, de fiador”. La última lectura es la más inteligible, y como tal fue
adoptada por Keniston en su edición242; en nuestra interpretación la seguimos asimismo.

En llana prosecución de la cláusula anterior, se establecen aquí algunas


precisiones y regulaciones suplementarias sobre el derecho de perseguir y dar muerte al
homicida, por parte de los parientes del muerto. El caso particular concierne al homicida
escondido y acorralado por los parientes del muerto. Como en la cláusula anterior, se
reconoce a los parientes el derecho de tomar justa venganza en el homicida dándole
muerte sin incurrir en responsabilidad o caloña alguna, pero con una restricción: el
homicida acorralado puede salvarse dándoles fiador, en cuyo caso a los parientes ya no
se les permite entrar a darle muerte impunemente, sino que incurren con ello en
responsabilidad, debiendo pagar el doble de las caloñas establecidas. El interés de la
cláusula radica en la especificidad de la situación que contempla, debiendo proteger el
derecho del propietario de las casas en las que el prófugo se halla acorralado. A dicho
propietario se le reconoce la facultad de dar fiadores por el prófugo: sólo si no los diere,
los parientes quedan libres de entrar en las casas a ejecutar su venganza contra el
homicida; pero con fiadores de por medio, al hacerlo vendrían obligados a pagar caloñas
dobles por el quebrantamiento de morada, eventuales daños, y en su caso, por dar
muerte al homicida. Así, en la práctica, esta cláusula supone una mitigación de la
anterior, pues al homicida perseguido por los parientes del muerto se le reconoce una
posibilidad de salvación, refugiándose y dando fiador por medio del dueño de la casa.

§ 79

Sólo en C esta cláusula queda separada de la inmediatamente precedente; no así


en A ni en E. Keniston la editó por separado243 y así lo hacemos también para respetar
su numeración. Las variantes textuales son insignificantes.

183
Desgajada pues de la anterior, se refiere esta cláusula al bando o partida de gente
armada que tomare el amparo del homicida perseguido y acorralado de que se venía
tratando. Dar auxilio armado al prófugo se castiga con la elevadísima pena pecuniaria
de mil maravedíes, ciertamente inusual, pues sólo aparece en otro momento del fuero (§
72), y que quizás pertenezca a alguna corrección posterior del texto.

§ 80

Sin variantes dignas de mención entre los tres textos.

En esta cláusula se niega el amparo de iglesia o palacio para los incursos en los
delitos considerados más graves, homicidio y hurto. Probablemente, esta cláusula ha
sido recogida aquí por continuidad con las disposiciones contenidas en el § 78 acerca de
los homicidas refugiados de sus perseguidores, y la anterior (§ 79) podría ser una
anotación marginal referida al principio general estipulado en esta cláusula 80, lo cual
explicaría quizás lo elevado de la pena consignada en el § 79, por tratarse de una
adición posterior.

§ 81

Sin variantes significativas entre los tres textos.

Se prosigue en esta cláusula la temática de los prófugos, en este caso referida a


la responsabilidad en que incurre quien acoge en su casa a un enemido declarado: pena
pecuniaria de 100 maravedíes, si no puede acreditar su inocencia (es decir, la ausencia
de colaboración con el prófugo). Si en la cláusula anterior se contemplaba el asilo del
criminal en lugar público, en ésta se trata de impedirlo en los hogares de particulares:
por eso su inserción en este punto resulta natural a los ojos de los redactores de la
compilación.

Sobre la pena, cabe notar que destaca, por elevada, frente a las impuestas en la
primera parte del fuero (por ejemplo, herir con armas y en bando se castigaba con 60
maravedíes en los §§ 6 y 8, respectivamente): la pena de 100 maravedíes aparece otra
vez en el § 82, y probablemente indica la procedencia más reciente de las cláusulas en
que aparece.

184
Sobre el precepto en sí, es muy habitual en los fueros del entorno, donde se
acostumbra exigir responsabilidad al que ampara bajo su techo a un enemigo, salvo que
pueda acreditar mediante testigos su falta de colaboración con éste.

FCortes(1182), § 27: “Item si receperit in domo sua inimicum sacado de conceio


et testigaverit ei cum duobus vicinis in sua casa pectet ccc solidos et si firmare non
potuerit et eum suspectum habuerit salvet se cum duobus quod per illos octo dies non
fuit in domo sua et vadat in pace.”

FMolina, § 108: “Qui testiguare encartado de aquellos que agora son encartados
ó fueron ante con dos alcaldes, ó con dos pesquisidores, peche cien maravedis aquel en
cuya casa fuere testiguado el encartado.”

FMolina, § 109a: “Qui saliere por enemigo de Molina, ó fata agora salió por
muerte de home, si fuere testiguado en casa de alguno, así como es dicho de suso, peche
cien maravedis aquel en cuya casa fuere testiguado.”

FMadrid, § 9c: “Todo omne qui exierit per enemico de Madrid, el uecino de
Madrid o de suo termino qui lo acogiere in sua casa pectet X morabetinos.”

FBrihuega, § 63: “Tot omme que cogiere en su casa a enemigo, o a omme que
sea coteado de conceio: pech x morabetinos so prouadol fuere, si non salues con ij
bexinos.”

Si la cláusula que nos ocupa pudiera datarse, en su actual redacción, en fecha


inmediatamente anterior a 1219, entonces ocuparía una posición cronológica intermedia
entre la del fuero de Madrid y la del fuero de Brihuega; sin embargo, el hecho de que en
estas últimas la pena estipulada sea muy inferior nos permite conjeturar que la pena de
los cien maravedíes proceda de una corrección posterior en el fuero de Guadalajara. Por
otra parte, a propósito de estas cuantías pecuniarias, también puede suponerse que los
escribas hayan substituido la palabra maravedí por la de sueldo que bien pudo haber
figurado originariamente en estas normas; en efecto, las composiciones de 60, 100 y
300 sueldos (no en maravedíes) se encuentran con mucha frecuencia en los fueros
castellanos: observación extensible a otros lugares del texto.

§ 82

185
El mismo texto en C y A. Las variantes de E no afectan al contenido.

En esta cláusula se contempla el caso del hombre que sedujere a una mujer y se la
llevare de la casa paterna sin el acuerdo del padre (o del jefe de la familia) de ella: por
cometer este delito, el infractor debería pagar una fuerte suma (100 maravedíes) y se
haría acreedor a la justa enemistad de la familia de la mujer. En la misma cláusula se
recoge la posibilidad de que la mujer se declarara contenta con la situación y escogiera
marchar con su seductor, en lugar de aguardar a la elección de esposo que para ella
hicieran los responsables de su familia: en este caso, la mujer perdería sus eventuales
derechos a la herencia, medida que en todo equivale a la expulsión definitiva de la casa
y de la familia paternas.
Conforme al Derecho castellano, la mujer sólo llegaba a la mayoría de edad a los
25 años244. Siendo menor, la iniciativa de su casamiento pertenecía a la familia,
concretamente al padre, y cuando quedara huérfana, a sus hermanos u otros parientes
masculinos245. Casarse contra la voluntad de la familia suponía el ser desheredada246.
Teniendo en cuenta todo esto, se comprende bien que, cuando un hombre tomaba por
esposa a una mujer sin el acuerdo previo de las familias, surgía una situación de
conflicto que se hacía necesario solventar.
Queda claro, pues, que conforme a las previsiones del Derecho, la mujer no era
dueña de escoger marido, sino dentro de la voluntad de la familia paterna, si es que
deseaba preservar su derecho a la herencia247, y la cláusula que nos ocupa no viene sino
a refrendar esta situación social. También parece ser que, en muchas ocasiones, “el
rapto era el sistema utilizado por la mujer, para contradecir la decisión de sus parientes
sobre su boda, imponiendo como definitivo el matrimonio con un hombre de su
agrado”248.

En los fueros del entorno también se observa apreciable coincidencia en la


declaración de enemistad para el seductor de la mujer:

FMolina, § 187: “Qui ad ajena fija fuerza hiciere ó la rabiere sin grado de sus
parientes, peche doscientos maravedis é salga por enemigo.”

FZorita(1180), § 13: “Si algun hombre arrobare alguna muger, e la levare por
fuerza, ella, e sus parientes non queriendo, pague trecientos sueldos e salga ometida.”

186
FAlcalá, § 15a: “Todo omne dalcala o de su termino qui mulier rabiere apriete el
iudez et los fiadores dandoles querela faganla sacar amedianedo; et quando lasacaren
amedianedo, si exiere asuos parientes, peche el otro c et viij morauidis et exca enemigo”

Asimismo se contempla en ellos el desheredar a la mujer que decida marchar


con el seductor, contraviniendo la voluntad de su familia:

FAlcalá, § 70: “Ninguna mulier manceba encabelo que casare os fore con otro,
amenos de grado desos parientes, que sea des heredada.”

FAlcalá, § 15c: “et si isiere almarido, sea deheredada”

FBrihuega, § 217: “Toda fija auiendo padre o madre seyendo manceba en


cabello sis fuere a se casar sin uoluntad del padre o de la madre: sea desheredada.”

FFuentes, § 75: “Toda fixa aviendo padre o madre seyendo manceba en cabelo
sis fuere o sis casare sin voluntad del padre o de la madre seya deseheradada.”

En el fuero de Medinaceli (§ 60) aparecen en la misma cláusula los dos


preceptos, como en el fuero de Guadalajara, si bien no existe relación textual entre
ambos:

“Manzeba qui se fuere con otro sin grado de sus parientes sea deseredat, el qui la
lieva exeat por enemigo.”

§ 83

Texto coincidente en C y A. Las variantes de E no resultan significativas,


limitándose a actualizar la redacción de la cláusula, y omitiendo una frase que está
presente en C y A, pero que el copista de E al parecer juzgó innecesaria: “sy non oviere
las calonnas”, esto es, la que expresa el último supuesto.

Se regula en esta cláusula el quebrantamiento de morada: el responsable debe


pagar las caloñas dobladas y los daños causados; en caso de haber incurrido en el
quebrantamiento formando parte de un bando, cada uno de los participantes en el mismo
ha de pagar diez maravedíes. En caso de insolvencia, se decreta la prisión, con privación
de alimentos a partir de un plazo, hasta la muerte.

187
No se especifica en la cláusula cuáles hayan de ser las caloñas por
quebrantamiento de morada: a título indicativo, podemos recordar que en el fuero de
Brihuega se recoge la de 300 sueldos:

FBrihuega, § 72: “De todo crebantamiento de casa aya el querelloso el tercio et


el Arçobispo las dos partes, et por crebantamiento de casa peche ccc soldos […]”

Existe en la Carta del otorgamento del fuero de Madrid una cláusula muy
similar a la del fuero de Guadalajara en su estructura, si bien difiere en las soluciones:

FMadrid, Carta del otorgamento, § 5: “Qui crebantauerit casam alienam,


derribent suas casas ad terram, et si ille qui illam casam crebantauerit casas non
habuerit, pectet duplatum illud quod ualebant illi case querulo. Et si non habuerit unde
pectet illud, capiant eum et mittant eum in captione in domo alguazilii, usque compleat
illud pectum; et si usque ad tres nouem dies non pectauerit illud pectum, non comedat
neque bibat donec moriatur.”

Como se observa, aquí la pena impuesta en primer lugar es el derribo de las


casas del infractor, y sólo en el caso de que éste no las tuviera, se contempla el pago del
doble del valor de las casas del querellante. La segunda parte de la cláusula es muy
similar, decretando la prisión del insolvente, con privación de alimentos hasta la muerte,
pasado el mismo plazo que en el fuero de Guadalajara. Sobre esta coincidencia textual
parcial cabe conjeturar la común utilización de algún texto normativo que haya servido
de fuente a ambos fueros.

La coincidencia textual es muy notable, asimismo, con el siguiente precepto del


fuero de Molina:

FMolina, § 55: “Qui forzáre casa agena, seyan derrivadas sus casas á tierra, et si
aquel que la fuerza fiziere casas non oviere, peche duplado al querelloso quanto aquellas
casas que forzó valen; et si non oviere onde lo peche, prendanlo, é metanlo en preson
fata que cumpla aqueste pecho: et si fata tres nueve dias non pagare aqueste pecho, non
coma ni veva fata que muera”.

Esta coincidencia entre los textos de Molina, Madrid y Guadalajara ya fue en su


día señalada por Francisco Tomás y Valiente249. Adicionalmente, hallamos una cláusula
análoga en el fuero de Medinaceli:

188
FMedinaceli, § 70: “Qui casa alena forzare echenli la suas en tierra ; et si no
oviere casas el forzador peche el duplo que valian las casas al rencuroso; et si non
oviere de que pechar, prendalo al rencuroso, et metal lo en su prision, et sia ata tres nuf
dias et non pechare el pecho, non coma, nin beba ata que muera.”

El fondo común de Derecho que subyace a las redacciones de Medinaceli,


Molina y la Carta del otorgamento del fuero de Madrid puede hallarse en la base de la
segunda parte de la cláusula 83 del fuero de Guadalajara, para lo relativo a la prisión del
insolvente; pero la formación de la primera parte de esta última cláusula sin duda ha
recibido otra influencia, dejando fuera el derribo de las casas del infractor y
contentándose con la duplicación de las caloñas: el mismo principio que se recoge en el
fuero de los vecinos de Santa María de Cortes (§ 9):

“Et qui intraverit domum alienam sine sayon et pignaverit dupplet pignora.”

§ 84

Coincidencia textual plena entre C y A. Las variantes de E no alteran el sentido.

Por lo demás, el sentido de la cláusula permanece obscuro. ¿De qué tipo son
estos mandamientos que, de acuerdo con la cláusula, sólo tienen validez cuando se
realizan en fecha tan precisa como el primer martes después de San Miguel? De ellos se
indica, adicionalmente, que tampoco habrían de ser válidos cuando se enfrentaran a
réplica o contestación. Un mandamiento, en sentido general, es la orden o despacho de
un juez mandando ejecutar una cosa. Cabe pensar que el recurso a estos mandamientos
por fuerza habría de ser excepcional, y no muy necesario para la actividad de los
guadalajareños de aquel tiempo, si es que sólo podían realizarse una vez en el año, y
eran tan sencillos de anular (bastaba contradecirlos para que fueran nulos). Cabría
estimar la opción de que estos mandamientos sean mandas testamentarias, si bien la
falta de mayor precisión nos impide afirmarlo.

§ 85

Plena coincidencia textual entre C y A. En estos manuscritos se lee “non


demanden nin desafien”; en E reza “non demanden nin defiendan”. En cualquier caso,
el fondo del precepto queda claro y resulta coincidente en ambas redacciones.

189
En esta cláusula se limita a cinco el número de los parientes que pueden
legalmente presentar la demanda por muerte o entrar en desafío por el mismo motivo.
Sin relación textual, el contenido normativo de esta cláusula viene a coincidir, en el
fondo, con otra del fuero de Alcalá de Henares (§ 16):

“Todo omne de alcala que fore morto in uolta et parientes de mandaren sua
morte, des afien a v, et aquelos v aleguense et pongan i bozero [...]”

§ 86

Coinciden casi exactamente C y A. En estos manuscritos se lee


“demandydierent”, en plural; en E, “demandare”, en singular: con todo, esta
discrepancia es menor y no afecta a la inteligencia del precepto expresado.

Se reitera aquí la obligación de dar fiadores de salvo cuando se fuera requerido


que ya aparecía en el § 50. El hecho de que esta nueva aparición del precepto no añada
cosa alguna significativa, sino que más bien aparezca como más genérica y menos
espefícica que la regulación del § 50, la torna superflua y permite conjeturar su adición
en una etapa de redacción diferente, tal vez con otra procedencia.

§ 87

Existen algunas variantes entre los tres manuscritos, la mayor parte debidas a E;
con todo, no afectan al sentido de la cláusula, salvo por una discrepancia en la última
palabra de la misma, tocante a la valoración pecuniaria del homicidio viejo: donde C y
A leen “trenta et dos maravedis”, en E encontramos “treynta e dos mencales”. Keniston
en su edición prefirió la primera lectura250, que por nuestra parte estimamos la más
plausible.

Esta cláusula es continuación y desarrollo de la anterior, introduciendo algunas


precisiones adicionales: la obligación de dar fiadores se contrae ante alcaldes y jurados
del concejo; no darlos acarrea la pérdida de los derechos de vecindad, pasando a ser
considerado legalmente como forastero, y como tal, sujeto a una menor protección
jurídica, pues causarle la muerte a un forastero sólo se paga con el homicido viejo. El
principal interés colateral de esta cláusula es la fijación de ese homicio viejo, que ya ha
aparecido con anterioridad en el texto del fuero, en los 32 maravedíes, a buena distancia
del homicido nuevo de 300 maravedíes regulado en el § 67.

190
Si en el § 50 se penaba el hecho de dilatar el dar los fiadores a requerimiento del
concejo, con una leve pena, aquí se completa el tratamiento del caso consignando la
gravísima pena en que se incurre por negarse en todo caso a darlos. La gravedad de la
pena da idea de la importancia de la fianza de salvo como institución clave en el
mantenimiento de la paz del concejo. La pérdida de la condición de vecino que figura en
este fuero de Guadalajara es, con todo, menos grave que la expulsión y enemistad que
aparece en otros fueros del entorno:

FMadrid, Carta del otorgamento, § 14a: “Cuicumque homini de Magirit


fiadorem demandauerit aliquis, et non dederit illum fiadorem, exeat pro latrone
incartado;”

FMolina, § 103a: “Todo home á quien fiador de salvo demandieren et non lo


quisiere dar, vaya por encartado.”

§ 88

El texto de C y A es básicamente coincidente. E ofrece un texto alternativo


desdoblado en dos cláusulas separadas, de las cuales la segunda reza “Quien arbol que
non levare fruta cortare peche çinco sueldos”: esta distinta presentación no afecta, con
todo, al contenido.

Se aborda ahora la protección a los intereses agrícolas, concretamente a los


árboles, precepto común en los fueros del entorno, otorgando de ordinario mayor
valoración a los árboles con fruto que a los privados de él. Lo extraño a propósito de
esta cláusula, sin embargo, es la discrepancia entre las penas asignadas a ambos
supuestos: diez mavavedíes por contar árbol de fruto, cinco sueldos sin él. Cabe notar
que el paso, en el texto de una misma cláusula, de los maravedíes a los sueldos, resulta
chocante en extremo y probablemente indica deficiencia o error en la transmisión del
texto: quizás es indicio de la refundición de dos cláusulas independientes, de distinta
época, en una sola, o, más verosímilmente, producto de una hipercorrección o error de
copia sobre una redacción original que sólo mencionaba una unidad monetaria (el
maravedí).

Así lo parece indicar la escala en que se mueve la valoración de estos bienes en


otros fueros del entorno: 55 sueldos por el árbol sin fruto y un maravedí por árbol con

191
fruto en el fuero de Fuentes; 60 sueldos y un maravedí, en el de Brihuega; cinco
maravedíes, en cualquier caso, en el de Alcalá de Henares:

FBrihuega, § 194: “Qvi taiare arbol que leuare fructo de iunna aiena, o de verto
aieno: peche LX soldos et por la rama V soldos si prouadol fuere, si non salues con ij
uezinos.”

FBrihuega, § 195: “Qvi taiare arbol que non leuare fructo, peche i maravedi.”

FFuentes, § 55: “Todo ome que taiare arbol que levare fructo en vinna aiena,
peche L V s. et por la rama V s. si provadol fuere, sinon salves con II vezinos.”

FFuentes, § 56: “Qui taiare arbol que non levare fructo peche I mrs.”

FAlcalá, § 242a: “Todo omne qui cortare arbor man posto qui fructa leuare,
peche v morauidis”

FAlcalá, § 242c: “et si non leuare fructa et cortarelo, peche v morauidis”

Por otra parte, como en otros puntos del texto, tal vez en este caso el escriba, que
con cierta frecuencia venía manteniendo la cifra al tiempo que cambiaba el tipo de
moneda, de sueldos a maravedíes, olvidó realizar la segunda “actualización”,
pudiéndose haber tratado, en origen, de dos cantidades consignadas en sueldos.

§ 89

Los tres manuscritos sirven el mismo texto con escasas variantes; las más
abundantes, en E, como de costumbre poco relevantes.

En llana prosecución de la misma temática, se contempla ahora la valoración de


las viñas, en diez maravedíes por cada vid. Nuevamente se antoja excesiva esta
valoración, tal vez contaminada de la establecida para el árbol con fruto en la cláusula
anterior. Si bien, en los fueros del entorno, la valoración no es tan lejana, y con
frecuencia asciende hasta los cinco maravedíes:

FCortes(1182), § 13: “Item si quis intraverit in ortum vel vineam alterius ad


aliquid accipiendum et acceperit vel curtaverit aliquid sine voluntate domini sui si fuerit
in die pectet v. solidos si nocte v. morbetinos.”

192
FBrihuega, § 192a: “Tod ome que taiare vid en uinna aiena, peche v maravedis”

FFuentes, § 53a: “Todo ome que taiare vid en viuna aiena peche V mrs.”

La segunda parte de la cláusula hace alusión al juramento de mancuadra, como


previo al que luego debe efectuar el acusado, con seis cojuradores, para liberarse de la
sospecha. Este juramento de mancuadra, bien representado en el fuero de Madrid (§§
36, 102), aparece aquí aludido por primera vez con esta denominación en el fuero de
Guadalajara, si bien ya se percibe, sin nombrarlo así, su presencia en otros preceptos
anteriores (§§ 1, 69, 74), como garantía que daba el demandante sobre la veracidad de
su intención, requiriendo del demandado, para salvarse de la acusación, responder con
sus cojuradores251.

§ 90

El texto de C y A tiene, como tantas veces, un nivel elevado de coincidencia. E


aporta algunas variantes: en el orden del comienzo (C y A leen “Juguero o collaço”, E
lee “El collaço o yuguero”); en la palabra “troa” (aragonesismo que figura en C y A,
pero que E corrige con el sinónimo castellano “fasta”); y en la lectura, en sí significativa
y decisiva para la interpretación de la cláusula, del último supuesto: donde C y A leen
“sys fuere”, en E reza “si se fuere”: lectura esclarecedora que Keniston no adoptó en su
edición252, pero que nosotros consideramos la mejor.

El yuguero que aparece en esta cláusula es, etimológicamente, el trabajador


agrario que labra con una yunta, y en este caso, por el contexto, un trabajador agrario
por cuenta ajena; el collazo, antes que servidor afecto a alguna clase de dependencia
personal, ha de ser un collazo a soldada, esto es, un asalariado o trabajador por cuenta
ajena personalmente libre. Unos y otros, asimilados en el supuesto de esta cláusula,
vendrían obligados a responder de su trabajo y de sus deudas ante el amo hasta el final
del año, aunque su relación con aquél se hubiera extinguido antes. Se establece, así, el
final del año como el momento de saldar cuentas, sin perjuicio de que el contrato que
vinculaba al servidor con el amo hubiera finalizado antes que el año. Se estipula
asimismo que el juramento del amo sobre la cantidad que el servidor le adeuda tiene
valor probatorio, sin que quepa recurrir a otro mecanismo de averiguación, como
hubiera podido ser la pesquisa: sin duda, esta peculiaridad comporta cierta indefensión
para el trabajador dependiente, cuyo crédito como parte en este tipo de litigios queda

193
prácticamente anulado, quedando totalmente a las expensas de lo que el amo pudiera
jurar sobre él. En una probable adición posterior a la cláusula, se especifica cuál ha de
ser el procedimiento en caso de que el collazo o servidor huyera antes de fin de año: en
ese supuesto, el amo tenía el derecho de salir tras él, prenderle, y exigirle el importe
adeudado (cabe suponer que acreditándolo mediante juramento) sin necesidad de
esperar al término del año estipulado con anterioridad.

Cabe postular el arraigo y la índole tradicional de este precepto, como limitador


de la capacidad de los servidores, tal vez por corresponderse en origen con fórmulas de
dependencia más propias de tiempos anteriores al siglo XIII.

§ 91

Esta cláusula está desdoblada en dos, por el punto y seguido, tanto en C como en
A. En E forma una unidad, tal como la presenta Keniston en su edición253, que seguimos
por respetar su numeración. Por lo demás, coinciden substancialmente en una misma
redacción C y A. E introduce algunas variantes, de las cuales la mayoría son
insignificantes desde el punto de vista del sentido, con la excepción de la última palabra
de la cláusula: donde C y A leen sin vacilación “en moneda”, E reza “en almoneda”: se
trata de una variante que es fruto de mala inteligencia por parte del copista de E, pues el
sentido de la contraposición “en apresçiadura” / “en moneda” no deja, en nuestra
opinión, lugar a equívoco alguno.

El demostrativo con que comienza la cláusula sugiere una idea precisa sobre el
origen de la misma: verosímilmente, se trata de un cabo suelto de redacción procedente
de alguna ordenanza concejil, que ahora se copia en el ejemplar en formación del fuero,
con idea de facilitarle una más amplia validez y difusión. Se precisa, en primer lugar, la
unidad monetaria en concreto a la que se hace referencia en el texto del fuero: el
maravedí de tres mencales. Probablemente, es una mención imperfecta o trunca al
maravedí de tres mencales y medio, que sabemos asentado en el sistema monetario
desde los últimos tiempos del reinado de Alfonso VIII, y como tal aparece documentado
en otros fueros:

FZorita(1180), § 37: “El mrs. de las caloñas sea de tres mencales e medio.”

FMedinaceli, § 28a’: “et el maravedi sea de tres mencales et medio”.

194
En la segunda parte de la cláusula se establece, con carácter general, el reparto
de las caloñas o multas judiciales, siguiendo el conocido esquema tripartito: un tercio al
demandante, otro al señor, y otro al concejo. Es, en esencia, el mismo reparto tripartito
del § 19 del mismo fuero, con la salvedad de que la parte “de los alcaldes” ahora se
consigna como “del señor”, tal vez por datar esta última redacción de un tiempo en que
un señor se encontraba al frente del señorío de Guadalajara, o quizás por ser de una
procedencia distinta.

Por otra parte, en esta cláusula 91 se recoge un mecanismo de reparto distinto de


las caloñas (¿tal vez se refiere sólo a las que corresponden al concejo?) separando dos
partes “en apreciadura” (es decir, en especie) y una en moneda: precisión sobre la que
hasta ahora no habíamos tenido noticia. Si se entiende que esta precisión se refiere a la
parte de las caloñas que corresponde al concejo, entonces podríamos postular la
extensión del pago en especie a una gran parte de las penas judiciales expresadas en
moneda en el texto del fuero.

Sin embargo, dado el estado fragmentario que en todo caso se revela en la


redacción de esta cláusula tal como ha llegado hasta nosotros, no cabe seguridad alguna
sobre el ámbito respectivo de aplicación de cada uno de los dos sistemas de reparto
estipulados en la misma: probablemente tomadas de documentos distintos y aplicadas a
situaciones que en rigor desconocemos, no parece prudente interpretar estas frases como
de validez general para el conjunto del fuero.

§ 92

Tratándose de una cláusula tan larga, no extraña que menudeen las pequeñas
variantes y diferencias entre los tres textos. Coinciden substancialmente C y A, si bien
en este último manuscrito figuran algunos calderones intercalados en el texto de la
cláusula, como para establecer separaciones que no adoptamos en nuestra edición. La
gradación que en C y A se establece entre las caloñas debidas por la primera categoría
(100 maravedíes) y la segunda (50 maravedíes) queda anulada en E, donde, quizás por
efecto de un error del copista, o por necesidad de actualizar la cláusula, los dos primeros
grupos se asimilan en un mismo importe (100 maravedíes).

En esta cláusula se presenta una completa tasación de las lesiones, precepto


frecuente en los fueros de la época. La máxima valoración pertenece al ojo, la nariz, la

195
mano y el pie: la pérdida de estas partes y miembros da lugar a la enemistad y pena de
100 maravedíes; siguen la pérdida de la oreja, los dientes incisivos, o el dedo pulgar de
la mano, sin enemistad y con 50 maravedíes de pena (si bien en el manuscrito E la
caloña por estas lesiones se asimila a los 100 maravedíes asignados a la categoría
anterior); a partir de esta sanción, en orden descendente, se van asignando penas
pecuniarias menores, de cinco en cinco maravedíes de diferencia, para los restantes
dientes y dedos. Para todas estas caloñas se impone un reparto particular, destinado a
resarcir al perjudicado, que otorga dos terceras partes al querellante y un tercio a los
alcaldes del concejo. Como en el § 83, se decreta la prisión sin alimentos y hasta la
muerte, para el insolvente.

La asignación de penas por las distintas lesiones y mutilaciones no se


corresponde exactamente con otro fuero alguno254, lo cual parece indicar una
elaboración propiamente local de esta cláusula.

§ 93

Coinciden de manera prácticamente plena los textos de C y de A. En E hay un


importante defecto de copia, por omisión de toda una frase (tal vez una línea en el
original que copiaba): “et qui al judez, un maravedi; et qui a dos alcaldes, tres
maravedis”; por lo demás, las variantes de E no alteran el sentido.

En esta cláusula se imponen penas pecuniarias a quien impidiera las prendas o


fianzas que hubieran de tomarse, estableciendo una completa casuística de penas según
la dignidad y oficio del que en cada caso hubiera de tomarlas: por impedirselas a un
vecino, medio mencal al juez y medio al querellante; al andador de alcalde, un maravedí
en la villa, y tres en aldea255; al juez, un maravedí; a dos alcaldes, tres maravedíes; a
todos los alcaldes actuando en común, diez maravedíes, más otros veinte pagados ante
el concejo; al andador de jurado, como al de alcalde; al jurado, veinte maravedíes.

Nuevamente, se trata en este caso de un precepto habitual en los fueros de la


época, si bien por no coincidir exactamente con uno u otro, puede estimarse redacción
local256. La cláusula resultante, ni está completamente clara, ni ordenada del todo, lo
cual puede indicar una confección compleja, con adiciones y correcciones: por ejemplo,
¿por qué mencionar por separado y en distinto lugar a los andadores de los alcaldes y a
los de los jurados si se asigna la misma pena a quienes les impidieran las prendas?,

196
¿resulta lógico que se castigue con un maravedí impedirle las prendas al juez, y con
veinte al jurado?

Por lo demás, parece que esta disposición del fuero acredita un hecho que en
Guadalajara adquirió rango de uso y costumbre tradicional: la resistencia ordinaria, casi
“ritual”, a la toma de prendas por parte de los oficiales del concejo, como se acredita por
una tardía ordenanza municipal en que se pretende acabar con dicha costumbre257.

§ 94

Plena coincidencia textual entre C y A. Las variantes de E no afectan al


contenido.

En esta cláusula se impone pena al aldeano que, convocado por otro ante la
justicia (“acotado”), no comparece: medio maravedí para el querellante, y otro medio
para el juez. A este respecto, cabe aquí hacerse algunas preguntas: ¿por qué el precepto
no se predica de todos los vecinos y moradores, sino que tan sólo se refiere a los
aldeanos? En otros fueros, donde se impone esta misma o análoga pena, se hace a todos
los vecinos, sin distinción de villanos y aldeanos258. Tal vez se trate de una cláusula
tomada de alguna disposición anterior, quizás de una ordenanza municipal. En la
cláusula anterior, hemos visto que se imponía mayor pena en las aldeas por obstaculizar
la toma de prendas: tal vez la utilidad de estas disposiciones responde a la mayor
necesidad que la autoridad concejil tenía de imponerse en las aldeas, como ámbito en
principio más alejado del centro de su poder. Otra pregunta: ¿por qué el juez es la
autoridad competente en este caso?, ¿acaso ejercía en las aldeas las facultades judiciales
que en la villa correspondían a alcaldes y jurados? Tal vez la ocurrencia del término
“judez / juez” no se emplea aquí en sentido estricto, sino como designación del oficial
encargado de juzgar la causa, ya fuera éste en cada caso juez, alcalde o jurado.

§ 95

Exacta correspondencia textual en C y A. El copista de E omite por completo


esta cláusula.

La inclusión de esta cláusula, y en este lugar del fuero, resulta particularmente


interesante. Habitualmente, este género de cláusulas se hallan justo al final de la parte
dispositiva de las cartas o fueros, pero aquí no es el caso. Probablemente, su ubicación

197
en el fuero de Guadalajara demuestra que esta cláusula (y tal vez otras) ha sido tomada
de una carta o privilegio elaborado o recibido con anterioridad, que aquí se copia o
refunde, en todo o en parte. Hay, a todo lo largo del fuero, abundantes indicios de su
carácter compilatorio, con cláusulas de distinto carácter y procedencia que han sido
copiadas en sucesivas fases de redacción, sin orden sistemático; la aparición en este
punto de una cláusula semejante no hace sino confirmar esa impresión general sobre la
conformación del fuero.

Quizás, con esta cláusula se cerraba una primera versión o redacción del fuero, a
la que más tarde se fueron añadiendo otros preceptos, hasta completar el texto que ha
llegado hasta nosotros. O tal vez haga esta cláusula referencia a la anterior o a algunas
de las anteriores, tomadas como un todo con una procedencia común. Es cuestión que
por el momento ha de quedar abierta. En cualquier caso, parece obvio que, o bien no
figuraba en el texto que el escriba de E copiaba, o bien, suponiendo que sí figurara, este
mismo copista estimó conveniente omitir esta cláusula en la versión que estaba
produciendo, por encontrarla aislada y no añadir cosa alguna al contenido normativo del
texto.

§ 96

Plena coincidencia substancial entre C y A. Variantes de E no significativas. En


E el final de la cláusula, por efecto a buen seguro de una lectura defectuosa, reza así: “e
sy non lo reçibiere”, quedando trunca. La lectura de C y A es en todo caso preferible.

Se introduce aquí la eguaja, eguala o iguala, que venía a ser una satisfacción de
parte entre iguales, y se recuerda el principio general que la rige: los vecinos la dan a
vecinos, los moradores, a moradores. Amén de precisar un mecanismo procesal que
hasta el momento no nombraba el texto del fuero, se confirma aquí la vigencia de la
distinción legal y social entre los vecinos y los moradores a la que ya nos referimos a
propósito de la cláusula 22 del mismo fuero.

§ 97

Plena coincidencia textual entre los tres manuscritos, con una variante mínima
de E, que no afecta al sentido.

198
Continuación directa de la anterior, en esta cláusula se restringe la iguala a los
vecinos y moradores, negándola a los servidores y forasteros. También se excluye de
ella a quienes ya hubieran prestado satisfacción mediante otra “prueva”. A propósito de
estas dos cláusulas sobre la iguala, Keniston subraya el paralelo con otras del fuero de
Usagre (§§ 309, 310):

“Et a uezino den eguaia de uezinos et a morador de moradores. Et en estas


egaias non entre soldadero de senor de tierra nin omme que proua aya fecha que
uenciesse, nin bracero nin esquierdo.”259

§ 98

Plena coincidencia textual entre C y A. E no aporta variantes significativas.

Formando unidad con las dos precedentes, en esta cláusula se establece el


mecanismo para las firmas con cojuradores: los vecinos firman con vecinos; los
moradores, con moradores; y en lo referente al número de los cojuradores, se
establecen, con carácter general, tres en la villa y dos en las aldeas, al igual que se hacía,
respecto de la demanda por mujer forzada, en el § 74. Cabe notar, a este respecto, la
confirmación de la distinción jurídica entre vecinos y moradores, tal como consta en el
§ 96. En el fuero de Usagre (§309) se reiterará esta separación, estableciendo que
vecinos y moradores firmen con sus iguales:

“Et qui ouier a iurar o a firmar o a testiguar, a uezino testigue con uezinos et a
morador con moradores.”

Por su parte, en el fuero de Medinaceli la distinción entre vecinos y moradores


responde a la cuantía de la demanda:

FMedinaceli, §38: “Por toda debda o plecto que demandaren de V mencales


arriba, si fuere en villa, firme con tres vecinos o filos de vecinos, en el aldea con dos; et
de V mencales aiuso, firme con tres moradores en vila, et den aldea con dos: ierno de
vecino firme como filo de vecino.”

En cuanto al criterio seguido para establecer el número de cojuradores, parece


estable en otros fueros del entorno (tres en villa, dos fuera):

199
FMolina, § 59a: “Qui oviere de firmar en Molina, firme en la villa con tres
vezinos ó fijos de vecinos, é fuera de la villa con dos”

FMolina, Sobrefueros del Infante Alfonso, § 2: “Qui firmar debiere en Molina,


firme en la villa de Molina con tres vezinos, ó fijos de vezinos, é fuera de la villa con
dos […]”

FBrihuega, § 229: “Tod omme que ouiere de fazer testigos, en briuega, faga lo
con iij bezinos de carta, et de fuera con ij.”

§ 99

Las variantes entre los tres textos no afectan al sentido de la cláusula.

Se completan en esta cláusula las previsiones sobre la herencia, con la fijación


del principio de reversión troncal tenido en la época por propio y tradicional del
Derecho sucesorio de Sepúlveda. El régimen sucesorio aquí establecido prevé partir la
herencia entre los hijos cuando fallece uno de los progenitores. En caso de fallecimiento
de uno de los hijos, el destino de la parte de la herencia que le correspondía en vida se
dirime teniendo en cuenta lo siguiente: si los hermanos vivían en común, la parte del
fallecido se reparte entre los otros hermanos; si ya tenían la partición hecha, la parte del
hermano fallecido pasa al ascendiente o progenitor supérstite. Este principio es común a
otros fueros del entorno, como los de Molina y Alcalá de Henares:

FMolina, § 43: “Ermanos que non ovieren partido, é alguno dellos muriere,
hereden sus hermanos é si partido ovieren, hereden lo suyo su padre ó su madre.”

FAlcalá, § 28: “Orfanos a quin muriere padre o madre et ouieren partido con
padre o con madre, et muriere alguno de illos, et non ouieren partido inter illos, los
hermanos lo hereden; et si ouieren partidoet muriere algun de illos, el padre o la madre
que fore uiuo herede el mueble per siempre, et la rayz por en sos dias; [...]”

Sin embargo, la enunciación del principio que hallamos en esta cláusula del
fuero de Guadalajara no recoge en toda su extensión el régimen de reversión troncal
propio del Derecho de la Extremadura, habitualmente identificado con el fuero de
Sepúlveda260. Parece ser que, con posterioridad a la consignación de esta cláusula en el
fuero, muchos en Guadalajara se adhirieron, en estas cuestiones, a este que daría en

200
llamarse “uso de Sepúlveda”, el cual difiere del recogido en el fuero; y que esta
discrepancia o convivencia de dos usos distintos y concurrentes en la misma villa fue
motivo frecuente de pleitos y controversias jurídicas. Saliendo al paso de esta dificultad,
y con el propósito de atajar el conflicto entre las dos tradiciones normativas, el concejo
de Guadalajara solicitó al parecer en 1314, de la reina María de Molina, la derogación
formal de la cláusula 99 del fuero, y su substitución por el luego conocido como “uso
sepulvedano”, que cabe suponer se había acabado por imponer como dominante en esos
años.

En el privilegio concedido por María de Molina en esta razón261, se copia de


nuevo la cláusula en conflicto, § 99, y se declara el precepto que ha de substituirla: de
acuerdo con éste, al fallecer un hijo, los ascendientes (los padres en primer término, y en
su defecto, los abuelos) heredan todo el mueble de la parte del fallecido, más la parte de
los gananciales paternos que le había correspondido al hijo, más los bienes raíces
gananciales del hijo (adquiridos por el hijo durante su vida); la raíz de abolengo, esto
es, la parte de los bienes raíces paternos que le había correspondido en herencia al hijo
fallecido, corresponde a los restantes herederos de la misma línea (los hermanos del
fallecido), con la salvedad de que los ascendientes (padres o abuelos) tengan derecho a
su usufructo vitalicio, pudiendo ocuparlos los hermanos si los ascendientes no los
aprovechan. Este mecanismo, al que posteriormente se le va a atribuir, hasta el término
de su dilatada vigencia262, el origen de ser “fuero de Sepúlveda por antonomasia”263,
tiene la virtud de que, según la expresión de la época, “torna o vuelve raíz a raíz”, y así
se designa este uso en las fuentes264. La diferencia crucial entre lo dispuesto en la
cláusula 99 y el uso sepulvedano que pasa a substituirla es que, de acuerdo con el texto
del fuero, podía darse el caso de que la parte de bienes raíces paternos correspondiente
al hijo fallecido (la raíz de abolengo) nunca pasara a ser repartida entre sus hermanos,
por atribuirse en plena propiedad a los progenitores como herederos.

§ 100

Texto plenamente coincidente entre C y A. En E se omite “et sy la vendiere a


omes de horden”, pero esta omisión no compromete el sentido de la cláusula.

Se veda aquí el vender bienes raíces a miembros de las órdenes religiosas, bajo
pena de confiscación y de cien maravedíes265. Desde un punto de vista concejil, esta

201
norma delata el interés por limitar el número de los exentos: si los hidalgos ya quedan
sometidos a la unidad de fuero (§ 41), quedaba por tratar el problema de los religiosos.
Desde un punto de vista más amplio, trasluce también en esta disposición una
preocupación por mantener la estabilidad del equilibrio entre realengo y abadengo en
una posición determinada. Esta cláusula puede ponerse en relación con ciertos capítulos
otorgados a Toledo por Alfonso VIII en la confirmación y ampliación de sus fueros, en
1207266:

“Quod nullus de Toleto, sive vir sive mulier, possit dare vel vendere hereditatem
suam alicui Ordini, excepto si voluerit eam dare aut vendere Sanctae Mariae de Toleto,
quia est sedes civitatis; sed de suo mobili det quantum voluerit secundum suum forum.
Et Ordo qui eam acceperit datam vel emptam, amitat eam. Et qui eam vendiderit amitat
morabetinos, et habeant eos consanguinei sui propinquiores.”

En efecto, la difusión de este precepto en el ordenamiento de la Extremadura y


del reino de Toledo es al parecer un rasgo característico impulsado durante el reinado de
Alfonso VIII267, lo que nos autoriza a suponer que la cláusula del fuero de Guadalajara
que nos ocupa data de ese tiempo.

Es precaución que pasará al desarrollo de los fueros del tipo de Cuenca: así, por
ejemplo, en el fuero de Huete (§ 22)268:

“Et mando que nin a monges nin a omnes de orden que ninguno non aya poder
de dar rays. Nin de vender, ca asi commo la orden manda e vieda a nos dar o vender
heredat asi el fuero e la costumbre vieda a nos esto mismo.”

§ 101

Plena coincidencia textual entre C y A. Las variantes de E son puramente


formales y no afectan al sentido.

Se regula en esta cláusula el espacio reservado alrededor de un molino, sobre el


que pertenece el derecho al propietario del mismo, a un tiro de piedra de distancia:
aguas arriba, medido desde la presa; aguas abajo, desde el arranque del caz. Todo
parece indicar que en Guadalajara rige la libertad característica del realengo castellano
en lo concerniente a la instalación y aprovechamiento de equipamientos hidráulicos. Sin
restricciones de tipo señorial a la libre iniciativa para la construcción y explotación de

202
los molinos, los de Guadalajara sólo han de tener en cuenta el Derecho consuetudinario
habitual al respecto, basado en el principio de respeto a la antigüedad269. De acuerdo
con este principio, se reconoce a los propietarios de molinos el derecho exclusivo sobre
esa porción del cauce en que los tienen. Se trata, por tanto, de una disposición de amplia
vigencia, y como tal la volveremos a encontrar en otros fueros del entorno, como el de
Alcalá de Henares (§ 57):

“Todo omne dealcala qui ouiere molino parese inla canal et eche qual piedra
quisiere ad ariba conso mano, et quanto alcanzare, tanto empare, et qui hi entrare
apescar dedia peche i morauidi et por de noche peche ij morauidis; el pescado que y
tomare, tornenio dupplado.”

Por otra parte, al “derecho de los molinos” establecido en el fuero de


Guadalajara se hace referencia en una ordenanza municipal posterior regulando los usos
del río Henares:

“que quede a salvo el derecho de los molinos, segund se contiene en el fuero.”270

Esta mención acredita la ulterior vigencia de la regulación foral en este capítulo.

§ 102

Existe una diferencia significativa entre los tres manuscritos, que atañe al
número de las cojuradoras: “doze dos”, esto es, veinticuatro, en C; “diz e dos”, doce, en
A; “doze”, en E. Keniston adoptó la lectura de C en su conocida edición271. Por nuestra
parte, estimamos más probable que se haya tratado de doce cojuradoras. Las restantes
variantes no afectan al sentido.

En esta cláusula se admite el testimonio de una mujer, apoyado en el de doce (o


veinticuatro) cojuradoras del mismo sexo, para liberarse de la acusación de hurto por un
importe superior a diez mencales, siempre que la comisión del delito no pudiera
acreditarse mediante el procedimiento de la pesquisa. Una de las dificultades del
Derecho medieval en general concernía precisamente al valor probatorio que, en cada
caso, la ley reconocía al testimonio prestado por mujeres: se tendía a considerar que la
debilidad e inconstancia asociadas a su sexo podían impedir o dificultar seriamente la
admisión de semejantes testimonios como base de un proceso judicial.

203
La mención a los mencales parece corresponderse con un origen antiguo para
esta cláusula (un importe de diez mencales como umbral resulta mínimo en el contexto
del final del siglo XII y comienzos del XIII, momento de elaboración definitiva de esta
compilación jurídica). Por otra parte, la mención de la pesquisa puede haber sido
añadida en una fase de redacción posterior, con la intención de relegar la prueba de
cojuradoras, en beneficio de la implantación de este rasgo definitorio del procedimiento
de tipo inquisitivo.

Keniston relaciona la cláusula con otra similar del fuero de Daroca272:

“Si aliqua mulier culpata fuerit de furto, pro tanto quanto ubi debet litem facere,
iuret cum XII mulieribus.”

§ 103

Los textos de C y A coinciden plenamente. E introduce algunas variantes


puramente formales, y una precisión adicional en la última parte: donde en C y A se lee:
“et los cavalleros non pidan ningund pedido”, E reza: “non pidan asadura ninguna ni
pedido alguno”.

En esta cláusula se establece el coto de la dehesa comunal, vedando el ingreso a


los ganados forasteros. Los caballeros de la villa quedan encargados de ejecutar las
penas impuestas por la norma a los ganados forasteros: por entrada de ganado ovino,
han de matar diez carneros; y de ganado bovino, una vaca. En una postilla que quizás es
un añadido posterior, se prohíbe a los caballeros encargados de la ejecución requerir
otro importe o pena a los infractores, so pena de cien maravedíes. En E se introduce la
precisión adicional de la asadura, denominación tradicional con que estos caballeros
pudieron haber realizado sus exacciones a los infractores, bajo la forma de pagos en
especie, como sugiere el término.

A este respecto, varios puntos merecen comentario. En primer lugar, esta


cláusula tiene su origen más probable en una postura local, en vigor por acuerdo del
concejo, desde el momento no documentado en que se estableció una dehesa comunal
en la villa. La misión confiada a los caballeros de custodiar la dehesa y ejecutar las
sanciones contra los ganados forasteros que la invadieran parece haber dado lugar a
abusos: la última parte de la cláusula intenta poner coto a las exacciones que

204
fraudulentamente imponían, por propia iniciativa, a los dueños de los ganados
infractores, a quienes verosímilmente propondrían pasar por alto la sanción
contemplada en la ordenanza a cambio de un precio.

En las ulteriores ordenanzas municipales se acredita la función de los caballeros


como guardas de viñas273; también, como guardas de montes274, función por la que
reciben una remuneración del concejo275; en las ordenanzas de 1406 se trata la cuestión
de los guardas de montes que, fraudulentamente, franqueaban el uso de los montes a los
ganados forasteros276. Todo parece indicar que el asunto tratado en esta cláusula del
fuero siguió siendo de actualidad largo tiempo, si bien en estas ordenanzas municipales
posteriores no se hace explícita mención del fuero.

§ 104

Existen algunos problemas en la transmisión del texto, como un error de fácil


interpretación (donde C y A leen: “peche el pesador çient maravedis”, E reza: “e pese el
pesador çient maravedis”, claramente por una lectura errónea); y una expresión
redundante (C: “prendan del roba del robo”; A: “prendan del rova rovo”; E: “prendan
del robo de la lana”), que Keniston resuelve, probablemente con acierto, en su lectura:
“prendan del arroba de lana”277.

Con esta cláusula (y la 106, de la que parece artificialmente desgajada) seguimos


encontrándonos en terreno de ordenanzas municipales: relativa esta vez al peso público
del concejo, que se regula para evitar engaños o malas prácticas. Se dispone, en primer
lugar, que se pese en la alcoba, palabra que aquí designa la caja del peso o dependencia
concejil reservada a la custodia del peso patrón y a la realización de las pesadas. La
pena para los infractores es muy elevada, de cien maravedíes, y además, por cada arroba
mal pesada de lana, dos dineros; de cáñamo, cuatro; de lino, seis. Esta última parte nos
aporta una precisión útil acerca de la utilización de este peso, reservado a materias
primas de uso textil, la distinta valoración de las cuales viene implícita en el tipo por
unidad de peso aplicado a la pena contemplada. Por otra parte, la elevada cuantía de la
pena principal (cien maravedíes), tanto en esta cláusula como en la 106, puede ser vista
como indicio de una elaboración tardía.

§ 105

205
Existen variantes entre los tres manuscritos, incluyendo una reiteración
innecesaria en A, si bien no parecen afectar al sentido de la cláusula.

En esta cláusula se impone al sucesor asumir como propias las deudas del
fallecido, para poder heredarle. Se trata de la última prevision sobre herencias del fuero,
materia que se halla diseminada aquí y allá, sin orden alguno, en el texto. Se trata,
probablemente, de una tardía adición efectuada en el texto del fuero, tal vez
respondiendo a la necesidad de un lance concreto. El hecho de que esta cláusula
aparezca como intercalada entre dos que constituyen una fuerte unidad (§§ 104 y 106)
es indicio de que pudo tratarse, en origen, de una anotación marginal que en una fase de
elaboración posterior, al ser recopiado el texto, quedó insertada en el cuerpo del mismo,
interrumpiendo la continuidad de las dos cláusulas citadas. El principio de que el que
hereda, hereda también las deudas, parece general, y como tal, señala Keniston278 su
aparición en el fuero de Soria (§ 428), así como aparece también en el fuero extenso de
Sepúlveda (§ 64a).

§ 106

Sin variantes entre C y A. Las de E no alteran el sentido.

Formando estricta unidad con el precedente § 104, del que ha sido


artificialmente separada, esta cláusula aporta una regulación adicional sobre el buen uso
del peso concejil, disponiendo que sólo haya una pesa o patrón (para evitar su
substitución fraudulenta), y que a la hora de pesar se presente descubierta, y no “en
talega” o envuelta, por descartar cualquier maquinación, so pena de cien maravedíes
para el encargado del peso.

A propósito de esta cláusula y de la 104, existe una disposición análoga en el


fuero de Madrid, restringiendo las pesadas a la alcoba del peso, así como exigiendo que
las pesas sean únicas y se presenten desnudas:

FMadrid, § 101: “Iudeo uel christiano qui farina pesaret, en alcoba peset, et si en
alcoba non pesaret, pectet X morabetinos, si exierit de alcoba, a los fiadores. Et el aroua
et la media et la quarta et la quinta et la tercia unas sedean, et non habeant anadedura las
pesas; et qui la cuberta touiere o en talega la pesa, pectet X morabetinos per illa.”

206
El hecho de que la pena consignada en el fuero de Guadalajara sea muy superior
puede indicar una diferencia cronológica respecto de la del fuero de Madrid, sin que en
cualquier caso pueda determinarse una relación textual clara entre ambos. Para el caso
de Guadalajara, sabemos algo más sobre el peso local por una posterior avenencia
concejil: que por entonces era el único recurso de los propios del concejo, y que rentaba
mil maravedíes al año279.

§ 107

Sin variantes significativas entre los tres textos.

En esta cláusula se limita la capacidad de firmar de la parte que representa al


señorío (“palaçio”), cabe suponer que sobre los vecinos de la villa, disponiendo que
para hacerlo deba contar con el concurso y validación de alcaldes jurados del concejo.

La redacción de la cláusula es extraña: ¿los jurados formaban una subdivisión


dentro del número de los alcaldes, o bien se trataba de dos categorías separadas(aunque
no incompatibles, como se sugiere)?, ¿cuál es la intención de esta cláusula, y sobre todo,
cuál puede ser su procedencia? Se pueden señalar algunas análogas en otros fueros, pero
pese a todo el sentido y la intención no parecen totalmente claras:

FSepúlveda(1076), § 23: “Senior non firmet ad hominem de Sepuluega neque


det illi lidiador.”

FMolina, § 22: “Queremos que palacio non firme ninguna cosa sobre los vezinos
de Molina, ni los vezinos de Molina sobre el palacio.”

§ 108

Texto coincidente en C y A. Las variantes de E no afectan al sentido. El último


supuesto queda separado en cláusula aparte, mediante el oportuno calderón, tanto en C
como en A; no así en E. Atendiendo a la continuidad temática y formal, así como al
buen criterio de Keniston280, elegimos no respetar esta separación.

Se impone en esta cláusula la que podríamos llamar la “mañería del tornadizo”,


esto es, la sujeción del converso manumitido a uso señorial en lo tocante al destino de
su herencia281. El principio general quiere que si el converso falleciera sin descendencia,

207
le heredase su señor, quien le ha convertido y manumitido; a ello se agregan dos
atenuaciones: se contempla, en primer lugar, el caso de una manumisión parcial, ya
fuere temporal (“por annos”), ya mediante pago o contraprestación del moro al amo que
lo manumite (“por aver”); en segundo lugar, se estipula que si el converso tuviera
parientes cristianos, pudiera dejarles a ellos sus bienes en herencia.

El mantenimiento de la costumbre señorial de la mañería para el caso especial de


los cautivos musulmanes que sirven bajo un señor cristiano y luego recobran la libertad
al convertirse es principio extendido en la época, bien documentado en los fueros del
entorno:

FCarcastillo (Medinaceli), § 17: “Et homines de Carocastello qui suo captiuo


tornauerit christiano, hereditet illo in vita et in morte”.

FBelinchón(1171), § 20: “Et homines de Bellinchon qui tornadizos tornaverint,


si non habuerint filios, hereditent illos in morte”.

FLatUclés(1179), § 17: “Et homines de Ucles qui tornadizos tornaverint, et si


non habuerint filios, hereditent eos post mortem.”

FZorita(1180), § 18: “Los hombres del termino de Zorita hereden los bienes de
los sus tornadijos en la muerte, si los tornadijos non ovieren fijos.”

FMedinaceli, § 86: “Qui su moro o su mora tornare e christiano, herede su señor,


si filos non oviere.”

FMolina, § 53: “Qui oviere tornadizos, si oviere fijos ereden ellos; si fijos non
ovieren, ereden sus señores.”

FMadrid, § 68e: “Qui moro tornaret christiano et transierit et filios non habuerit,
suo auer heredent suos seniores;”

FBrihuega, § 157: “Tod omme que tornare su moro xristiano, o su mora


xristiana, et fijo non ouiere, el sennor herede su auer, o sus herederos.”

FAlcalá, § 83: “Todo omne dalcala o deso termino que moro o mora fizieren
christianos et filios non delesaren lostornadizos, los senores queles fizieren christianos,
o sos filios, o sos nietos, esos hereden lo del conuerso.”

208
FExtSepúlveda, § 248: “Otrossi, el christiano que moro o mora enguare et fijos
non ovieren, el sennor herede todos sus bienes.”

Es reseñable la coincidencia textual parcial de la primera parte de la cláusula con


la procedente del fuero de Madrid. En cuanto al resto, la atenuación del principio
general favoreciendo a los conversos parece una característica peculiar del fuero de
Guadalajara.

§ 109

Las escasas variantes que aportan los manuscritos E y A sobre el texto de C no


afectan al sentido de la cláusula.

En ella se trata la obligación de dar fiadores en las aldeas: se permite embargar


al que se negare a darlos, y cuando el que estuviere obligado a dar los fiadores se
comprometiere a hacerlo en la villa, se permite al que los demanda llevar preso al que lo
promete hasta la villa para allí verificar la entrega de los fiadores282. Se trata de un
precepto complementario de la regulación sobre entrega de fiadores de las cláusulas 50,
86 y 87 del mismo fuero, para el entorno particular de las aldeas. Ya a propósito de la
cláusula 94 hemos tenido ocasión de comprobar cómo las especiales circunstancias de la
vida en las aldeas aconsejaban tomar precauciones específicas para la aplicación de la
ley en ese ámbito. Ahora se trata de atajar que, por razón de alejamiento del núcleo
central del poblamiento de la comunidad de villa y tierra, los moradores de las aldeas
dilataran y, a la postre, evitaran, cumplir con la obligación de dar fiadores, que les
vincula tanto como a los habitantes de la villa. Las mismas precauciones (licitud de
embargar al aldeano que se niega a dar fiador, y de conducirlo preso hasta la villa a
darlo) las encontraremos en el fuero de Alcalá de Henares:

FAlcalá, § 26a: “Todo omne qui demandar ad otro bezino de alcala quel deue
auer o a rencura del et delante iij bezinos o delantel iudez o delante ij alcaldes le
demandare fiador de mandamiento et non ielo diere, prendalo sin calona, et si lo tomare
in aldea, quelo pueda aduzir alabila dedia [...]”

FAlcalá, § 142: “El qui fore preso et aducho ala uila et diziere le uad me afulan
usque iij conobre in uila quel fiaren, sil fiaren bien, et si non, tenganlo sin calona
ninguna.”

209
§ 110

Las variantes entre los tres textos no afectan a la interpretación del contenido.

En esta cláusula se concede exención de pechos a los nuevos pobladores de


Guadalajara, durante el primer año. Se trata de una medida destinada sin duda a
incentivar la llegada y establecimiento de nueva población, y como tal, podría muy bien
ponerse en relación con la época de la repoblación: si es así, entonces se trataría de una
cláusula tomada de algún viejo documento o privilegio de la época de la repoblación.
En cualquier caso, se trata de explicar por qué los redactores del fuero consideraron
apropiado o necesario incluir esta exención en la parte final del mismo, esto es, la que
cabe considerar formada por las adiciones más tardías: tal vez la coyuntura de
reestructuración de las bases demográficas de la Corona de Castilla, con motivo de su
ampliación hacia el sur desde finales del reinado de Alfonso VIII, y sobre todo bajo
Fernando III, tenga algo que ver con el interés del concejo de Guadalajara por atraer
nuevos pobladores.

Por lo demás, se trata de un precepto común, tanto en fueros de repoblación,


como en otros que se corresponden con una etapa más asentada en la vida de una
población:

FAlhóndiga, § 13 : “Quisquis populare venerit in alfondega, nisi pectum


cessaverit sennioris non pectet unum annum sennioris nec concilio.”

FAlcalá, § 167: “Todo omne qui de foras viniere ad alchala o a so termino


amorar non peche por un anno.”

Curiosamente, en el fuero de Molina es justamente al revés: como los vecinos de


la villa tienen de ordinario la consideración de excusados de pecho, el nuevo poblador
viene obligado a pechar durante el primer año de su asentamiento, antes de alcanzar el
estatus de excusado:

FMolina, § 5: “Aldeano que poblare en la villa non seya excusado por Casa en
pennos nin logada mas aya su propia casa: et primero seya en la villa con fijos et con
mugier suya por un anno et non peche despues de un anno, seya escusado ansi como los
otros vezinos de Molina.”

210
§ 111

En los tres textos no se aprecian variantes que afecten al sentido.

Medida relacionada con la anterior: por primeras nupcias, exime del pecho
durante el primer año del matrimonio. La intención, complementaria de la cláusula
anterior, es proponer un incentivo a la población en la villa, mediante el estímulo de la
nupcialidad y, consecuentemente, de la natalidad (de ahí que la medida se restrinja a los
matrimonios en primeras nupcias, de los que cabe esperar un mayor rendimiento en
términos de fecundidad). Nuevamente, se plantea aquí la pregunta crucial: ¿la aparición
de esta cláusula debe entenderse como reliquia de otro tiempo, o responde a una
necesidad real y vigente en el momento de su inclusión en el texto? En cualquier caso,
se trata de una medida común, extendida en otros fueros:

FAlfambra, § 54: “El omne que pendra muger uelada non peche por hun anno si
son primo iuntos.”

FlatinoTeruel, § 10: “[...] Omnis homo qui cum puella nupserit, non pectet in
pecta aliqua per unum annum [...]”

FextSepúlveda, § 237a: “Otrossi, todo cavallero o escudero, el anno que casare


non vaya en heste nin peche fonsadera.”

En opinión de García Ulecia, la exención de pechos al recién casado durante un


año es originaria y propia del ámbito castellano-aragonés que centra su estudio283.

En el manuscrito E, luego de esta cláusula, aparece una nueva, relacionada con


ella, que no figura ni en C ni en A, y que podríamos numerar como § 111 bis:

“Ningund ome que tomare casa de primero non peche fasta un anno”.

Debido a su ausencia de los manuscritos C y A, es verosímil suponer que esta


nueva cláusula, sólo recogida en E, no haya formado parte del texto de base, pudiendo
haber sido añadida por el copista de E como adición suplementaria, extendiendo la
exención por un año de los recién casados y nuevos pobladores a los que iniciaban su
residencia en nueva casa. Esta circunstancia nos ayuda a responder parcialmente al
interrogante que más arriba planteábamos: todo parece indicar que cuando se elaboró la

211
copia E, o la copia del fuero en que ésta se basa, permanecía vigente la necesidad social
de estimular la llegada de nuevos pobladores a la villa, necesidad que en consecuencia
no parece razonable circunscribir como privativa a los primeros tiempos de la
repoblación.

§ 112

Plena coincidencia textual entre C y A. La variante de E no afecta al sentido.

En esta cláusula se exime a los caballeros de aldea y a todos los peones de la


obligación de prestar servicio militar (ir a fonsado), con las circunstancias anejas
(derecho de excusar una montura, consagrado en el § 63). La exención de deberes
militares a los peones era medida bien asentada en la tradición jurídica de la villa de
Guadalajara, y como tal había sido consignada ya en el primer fuero, atribuido a
Alfonso VII:

FGuadalajara(1133), § 8a: “Aquellos peones de Guadalfaiara non fagan


fonsado;”

Según García Ulecia, en no condenar a los peones que eludieran el ir a fonsado,


el fuero de Guadalajara coincide con los de Calatayud y con los de la familia del de
Cuenca, si bien sólo el texto de Guadalajara los redime de esa obligación en forma
expresa284.

En cuanto a la exención de los caballeros aldeanos, no contemplada


expresamente en el primer fuero, puede tratarse de una medida favorecedora del
problamiento rural (liberándoles de cargas, se estimula el establecimiento de hombres
en las aldeas), o simple reconocimiento de que no eran necesarios: probablemente, las
necesidades militares del concejo quedaban bien cubiertas con los caballeros villanos,
pudiendo prescindir de los pocos efectivos que pudieran aportar las aldeas. Cabe notar,
adicionalmente, que en estas últimas cláusulas del fuero se redobla la atención a las
aldeas, que en el cuerpo del fuero apenas habían sido objeto de ella.

§ 113

Plena coincidencia textual entre C y A. La variante de E no altera la


comprensión de la cláusula.

212
En ella se limita la vigencia temporal de la condición de fiador a un plazo
condicionado al mandato de los alcaldes ante quienes fuere presentado como tal. La
medida está relacionada con los anteriores §§ 59 y 62.

§ 114

Texto plenamente coincidente en C y A. Las variantes de E no afectan al sentido


de la cláusula.

En ella se prohíbe al moro converso actuar como parte en un proceso judicial


contra su antiguo amo, y contra sus descendientes de las dos generaciones siguientes.
Cabe notar que en este fuero los moros sólo aparecen como cautivos o dependientes, en
todo caso con limitaciones a su libertad jurídica: cuando dejan de ser cautivos, siguen
manteniendo algunos rasgos de dependencia respecto de sus señores, como la aplicación
de una especial “mañería del tornadizo” de que hablamos a propósito del § 108, o como
en este caso, la consideración que se les tiene como demandantes no válidos en causas
contra quien los ha ingenuado.

§ 115

Exacta coincidencia textual entre los tres manuscritos.

Cierra el fuero una cláusula muy habitual en ellos285, castigando el proferir


malas palabras con pena de tres maravedíes y juramento para restar a lo dicho intención
difamatoria. Sorprende la tardía inclusión de la cláusula, sin duda un precepto
observado en la tradición jurídica de la villa, como en tantos otros lugares, pero que por
un descuido los redactores del fuero habrían olvidado incorporar al mismo en su lugar
natural, hacia el principio del mismo, donde se castigan ofensas y lesiones diversas
como medio de afianzar la paz del concejo. La cuantía de la pena (tres maravedíes)
coincide, adicionalmente, con la contemplada para algunas de las infracciones
consideradas más leves entre aquellas primeras cláusulas del fuero (§§ 7, 9, 10, 14, 22,
23). Ello nos autoriza a suponer la antigüedad del precepto, si bien fue tardíamente
incorporado al fuero, quizás como anotación suelta, al final del escrito.

213
LA POSTERIDAD DE LOS FUEROS.
Una vez analizadas las circunstancias que envuelven la formación de los dos
fueros de Guadalajara y el alcance de su contenido normativo, deseamos en este breve
capítulo traer a colación otros documentos posteriores en los que bien se hace referencia
a los fueros, o bien se tratan y regulan cuestiones que en ellos habían aparecido. Se
trata, por una parte, de privilegios reales que afectan a materias “forales” del
ordenamiento local, y por otra, de ordenanzas municipales elaboradas internamente por
el concejo para dar respuesta a necesidades normativas adicionales a las expresadas y
resueltas en los fueros, que en ocasiones se sitúan en una línea de continuidad con lo
que en ellos se establecía.
El primer documento que reclama nuestra atención es un privilegio emanado de
la cancillería de Fernando III al final de su reinado, dado en Sevilla el 13 de abril de
1251, en que se viene a establecer todo un catálogo de regulaciones de variada índole
para la vida de la villa de Guadalajara286. Comienza el dispositivo del diploma con una
narratio en que Fernando III recuerda cómo, por su mandado, los representantes del
concejo de Guadalajara acudieron a su presencia y en la corte trataron diversos asuntos
con el rey287; esos personeros de la villa aprovecharon la ocasión para solicitar y obtener
del monarca la confirmación verbal de los fueros, usos y costumbres que la villa tenía
en tiempos de Alfonso VIII, tal como el mismo Fernando III había jurado y confirmado
al comienzo de su reinado288. Tocamos aquí un punto fundamental. Cuando se trata de
los fueros y usos de la villa, expresión que en un sentido genérico resume la totalidad
del ordenamiento jurídico que rige en la población, los personeros del concejo se
remiten al reinado de Alfonso VIII, en lo que constituye un reconocimiento implícito de
que dicho reinado marca un punto de referencia importante en el desarrollo y fijación de
su Derecho local. Conforme a nuestra hipótesis sobre la formación de los fueros, el
llamamiento de Alfonso VIII a los concejos que participaron en las operaciones de Las
Navas para que recogieran y le llevaran a confirmar sus fueros puede haber estado en la
base de la tarea de codificación que dio lugar a la recopilación normativa que hoy
conocemos como segundo fuero de Guadalajara: un texto formado al final del reinado
de Alfonso VIII que fue confirmado por Fernando III al comienzo del suyo.
En la carta de 1251 Fernando III relata cómo en su minoría se tomó la decisión
de separar algunas aldeas de sus respectivas cabezas de alfoz, decisión que ahora revoca
y que, aunque no se hace mayor precisión al respecto, cabe pensar había afectado
también al caso de Guadalajara. Trata luego diversos asuntos que afectan al concejo de

214
Guadalajara. En primer lugar, regula la forma en que deben acudir a la corte los
representantes de la villa, estableciendo que el concejo pudiera seleccionarlos
libremente; fija la remuneración que estos personeros deben recibir del concejo en
medio maravedí al día cuando hubieren de desplazarse hasta Toledo, y un maravedí al
día cuando hubieren de pasar de Toledo; con carácter ordinario, establece en tres o
cuatro el número máximo de estos representantes; y una indemnización por las bestias
que trajeren, a la que debería hacer frente el concejo, de acuerdo con el criterio y
valoración de dos jurados y dos alcaldes del mismo289. Otro asunto atañe a la elección
del juez municipal, cargo que al parecer se proveía por sorteo, y que el rey desea
reservar a los caballeros, excluyendo del mismo a los hombres del común, pues como
tal este funcionario debe llevar la seña del concejo (mencionada en la cláusula 15 del
primer fuero)290. Luego se ocupa de suprimir las ligas, agrupaciones o cofradías (salvo
las piadosas y de beneficencia) establecidas en la villa, por entender que redundan en
menoscabo del poder real y del bien común de la población, así como todo alcalde o
coto que el concejo pusiera por sí, sin asentimiento de la corona291. Y a continuación,
reproduce un ordenamiento antisuntuario destinado a limitar los gastos de las bodas, que
con mínima variación se concedió por estos años a distintas poblaciones del reino, y que
viene a complementar cuanto en el segundo fuero de Guadalajara se disponía acerca de
las arras (véase al respecto cuanto relatamos en nuestro comentario a la cláusula 34 de
este segundo fuero)292.
Como se aprecia, la importancia de este privilegio de Fernando III de 1251
radica, de una parte, en la noticia que aporta sobre la confirmación, a comienzos de su
reinado, de los fueros de Guadalajara, que aparecen como especialmente vinculados a la
memoria de Alfonso VIII; de otra, por contener algunas regulaciones interesantes para
la vida ulterior de la villa, que en ciertos aspectos modifican normas previamente
consignadas en los fueros.
Un segundo documento al que deseamos referirnos es un privilegio de Alfonso
X, dado en Sevilla el 25 de agosto de 1262, concediendo a Guadalajara el Fuero del
Libro y estableciendo un completo ordenamiento de caballeros y sus excusados293. En la
exposición de motivos que justifica la primera de esas decisiones, Alfonso X manifiesta
que “la villa de Guadalhajara non avien fuero e leyes porque se judgassen assi como
devien e por esta razon venien muchas dubdas e muchas contiendas e muchas
enemistades e la justiçia non se cunple assi como se devie”294. No es de creer, desde
luego, que en 1262 Guadalajara careciera de fuero: ya hemos visto, por ejemplo, cuán

215
acreditadas están la concesión y vigencia del atribuido a Fernando III; pero Alfonso X
consideraba que el ordenamiento local estaba mal ordenado, razón que le mueve a
substituirlo, como en otros muchos lugares, por el Fuero del Libro (identificado
posteriormente con el Fuero Real)295. A la postre, todo parece indicar que este intento
no fructificó, pues en Guadalajara no consta que se haya conservado ejemplar alguno de
este Fuero del Libro, ni que haya reemplazado posteriormente la vigencia del fuero
atribuido a Fernando III: antes todo parece indicar que de este paso del Fuero del Libro
por su historia local, Guadalajara borró las huellas. Por lo que toca al amplio
ordenamiento sobre los caballeros y sus excusados, viene a completar, con su complejo
casuismo, cuanto se disponía sobre la cuestión en el segundo fuero de la villa,
desbordando generosamente aquellas fragmentarias previsiones forales.
El mismo Alfonso X concedió a Guadalajara un nuevo privilegio, dado en
Burgos el 27 de mayo de 1277, prometiendo a la villa nunca apartarla del realengo, y en
él aprovechó para otorgar una nueva confirmación general de sus fueros y privilegios296.
Al año siguiente, en Segovia, el 18 de julio de 1278, el rey Sabio expidió un
mandato dirigido a todos los concejos de sus reinos, para hacer valer la seguridad de los
vecinos de Guadalajara y sus mercancías cuando viajaren, a salvo de cualquier embargo
indebido, excepción hecha de las prendas a que fueran legítimamente obligados por
deudas297. En este interesante documento parece reflejarse un eco de disposiciones en el
mismo sentido contenidas en el primer fuero de la villa, razón que nos mueve a citarlo
aquí como una provisión que en cierto sentido viene a desarrollar esa materia foral.
La cancillería de Sancho IV expidió en Burgos, el 8 de abril de 1285, un
privilegio rodado confirmando dos documentos dirigidos por Alfonso X al concejo de
Guadalajara, y concretamente a los caballeros de la villa, a quienes principalmente
atañían. Estos dos documentos de Alfonso X, citados (pero no sobrecartados) en el
privilegio de Sancho IV que nos ocupa, son: 1) un privilegio en que el rey Sabio
confirmó a Guadalajara sus fueros, usos y costumbres, así como los privilegios
concedidos por sus precedesores, amén de una serie de capítulos sobre los caballeros y
sus excusados; y 2) una exención del tributo de moneda forera concedida por el mismo
monarca a los caballeros de Guadalajara. Concretamente, sobre el primero de los
documentos alfonsinos citados, cabe conjeturar verosímilmente que se trate del ya
referido privilegio del 25 de agosto de 1262 por que se concedió a Guadalajara el Fuero
del Libro y un conjunto normativo sobre caballeros y excusados. Sin embargo, una vez
fracasado lo substancial del proyecto legislativo del rey Sabio, en la cancilleria de su

216
sucesor, al citar este documento, se optó por substituir la mención al Fuero del Libro
por otra, más conciliadora, al “fuero, privilegios y franquezas” que Guadalajara tenía de
los monarcas anteriores298. Por este camino indirecto, vino Sancho IV a confirmar
genéricamente, en este su privilegio rodado, los fueros de Guadalajara.
Por un camino aun más indirecto y genérico los confirmaría Fernando IV,
concediendo en las Cortes de Valladolid, el 14 de agosto de 1295, una confirmación
general de los fueros, usos, costumbres, cartas y privilegios que los concejos de sus
reinos tuvieran de los monarcas anteriores299.
En Valladolid, el 18 agosto de 1314, la reina María de Molina, regente de
Alfonso XI, expidió un documento, a petición de los procuradores del concejo de
Guadalajara, substituyendo la cláusula 99 del segundo fuero de la villa, tal como la
conocemos, relativa a la reversión troncal de la herencia, por una regulación distinta,
que al parecer muchos en Guadalajara habían venido observando en la materia, y que en
la época era considerada como característica del fuero de Sepúlveda. Conocemos este
documento por un traslado posterior de la confirmación que Alfonso XI hizo del mismo,
ya en su mayoría de edad, en Illescas, el 1º de agosto de 1331300. Lo que en definitiva
viene a demostrar es: 1) que la cláusula 99 del segundo fuero se hallaba redactada, tal
como la conocemos, en 1314; 2) que en Guadalajara, durante un tiempo, habían
coexistido dos usos en materia de troncalidad: el reflejado por escrito en su fuero, y el
considerado como característico de Sepúlveda; 3) que dicha coexistencia fue vivida
como fuente de conflictos, hasta motivar la decisión del concejo de enviar procuradores
a la regente para tratar la unificación normativa; 4) que el concejo no se consideró
dueño, en esa fecha, de alterar por sí solo la letra del fuero, sin recurrir para ello a la
autoridad superior de la Corona (debido a la cualidad paccionada de los fueros, que en
conocida expresión de Alfonso X debían hacerse “con consejo de omes buenos e
sabidores, e con voluntad del señor e con plazer de aquellos sobre que se ponen”301). En
este respecto, lo principal para nuestro propósito es que en el concejo de Guadalajara, en
la segunda década del siglo XIV, se consideraba el segundo fuero como efectivamente
vigente, como fuente normativa cuya letra era alegada por algunos, en este punto
concreto, para oponerse al uso troncal “sepulvedano”.
Figura a continuación una colección de ordenanzas municipales que en parte
desarrollan algunos de los preceptos de los fueros302. Se trata de una serie normativa de
cierta coherencia y alguna amplitud que se compone de capítulos establecidos por
algunos corregidores enviados a Guadalajara por su señora la reina, otros contenidos en

217
una carta de la misma soberana, y una cantidad de avenencias del concejo relacionadas.
Sobre la datación precisa de este importante conjunto documental subsiste alguna
controversia: Layna Serrano pretendió que en consignar las fechas hubo error del
copista, confundiendo la “era” por el “año”, y consecuentemente las dató entre 1379 y
1384; no aceptar esta suposición comportaría datarlas entre 1341 y 1346. Ambas
alternativas son, como tales, posibles: en un caso, la reina mencionada sería Juana
Manuel, consorte de Enrique II; en otro, la reina María, madre de Pedro I, cuya
presencia al frente del señorío de Guadalajara está verosímilmente acreditada303.
Aunque personalmente nos inclinamos por esta última posibilidad, lo cierto es que el
asunto no queda enteramente libre de ambigüedad; y en verdad, no afecta esencialmente
a nuestro propósito esa diferencia de unas pocas décadas. Lo principal es que, ya fuera
hacia mediados del siglo XIV, o entrados ya en el último cuarto de dicha centuria, el
concejo, en parte por reacción a una iniciativa regia, desarrolló una importante labor
normativa plasmada en estas ordenanzas, las cuales suponen un desarrollo que toma los
fueros de la villa como punto de referencia, y a un tiempo los supera. Es sabido que, en
muchas partes, el establecimiento del orden de prelación de fuentes normativas del
conocido Ordenamiento de Alcalá de 1348 empujó a los concejos a confeccionar nuevas
compilaciones de su Derecho local, emprendiendo ordenaciones o redacciones
definitivas de sus fueros. El manuscrito de El Escorial del segundo fuero de Guadalajara
(nuestro E) puede reflejar una versión actualizada (en su lengua y en algunas referencias
monetarias) relacionada con esta época, pero las ordenanzas desbordan ya
definitivamente el estrecho marco de los fueros, a los que alguna vez se refieren como
Derecho vigente304, abriendo así una nueva época en que, definitivamente cerrada la
época de su elaboración y reelaboración, los fueros quedan superados por la realidad
social y van perdiendo progresivamente su vigor como Derecho aplicable, sin por ello
dejar de ser considerados como referencia de prestigio, con una componente simbólica
llamada a una larga posteridad.
Las menciones a los fueros en lo sucesivo, a partir de estas y otras ordenanzas
municipales, devienen rutinarias y escasamente significativas, encerradas en
formulaciones inexpresivas propias de un redactado legal, pero sin denotar
generalmente su aplicación como derecho vivo. Los monarcas sucesivos se ocuparán de
confirmar de manera ritual y genérica los fueros de Guadalajara, pero su gran momento
ha pasado ya, y puede entenderse su vigencia considerablemente atenuada por el gran

218
desarrollo normativo de los últimos tiempos medievales, tanto a nivel general como
local.
Así, cuando en 1373 los “caballeros, escuderos, dueñas y clérigos” de
Guadalajara entablen (y ganen) pleito ante la audiencia real contra los recaudadores
judíos de la moneda forera, por entenderse exentos de pagar este tipo de tributo, en tanto
que excusados305, es significativo que nunca lleguen a alegar el fuero como origen de
ese su privilegio, sino tan sólo, de manera general, “cartas, privilegios y mercedes” de
los monarcas anteriores, así como la costumbre (“que la nunca pagaran en tienpo de los
reyes que fueron en Castiella”): elocuente indicio de la escasa vigencia que se reconocía
al fuero como Derecho vivo y aplicable, aun antes de acabar el siglo XIV.
Las confirmaciones sucesivas de los fueros parecen y son genéricas:
“otorgámosles e confirmámoles todos los fueros e buenos usos e buenas costunbres que
án e las que ovieron e acostumbraron en tienpo de los reyes onde nós venymos” (Juan I,
1390)306. En importantes documentos del reinado de Enrique IV se omite toda
referencia a los fueros: al conceder a Guadalajara, en 1460, el título de ciudad, se
estipula que “aya e gose de todas las honrras, graçias, mercedes, franquezas e libertades,
prehemynencias, dignidades, prerrogativas, esençiones e ynmunidades et previllejos e
todas las otras cosas e cada una dellas de que án e gosan todas las çiudades de los
dichos mys reynos”, sin necesidad de recordar los fueros307; y al confirmar a la nueva
ciudad, en 1467, todos sus privilegios, se omite (casi diríamos que escrupulosamente) la
palabra fuero: “privillejos e franquesas e libertades e esençiones e leyes e ordenanças e
premáticas senciones e buenos usos e buenas costunbres e cartas e sobrecartas”;
“confirmo e apruebo e retifico todos los privillejos e franquesas e libertades e
esençiones e cartas e sobrecartas e premáticas sençiones que fueron dadas e otorgadas a
la dicha çibdad, e las leyes e ordenanças por ellos fechas e ordenadas e sus buenos usos
e buenas costumbres” (si bien expresiones como la recién subrayada encierran una
alusión transparente a los fueros como expresión del Derecho local ordenado por el
concejo)308.
Por otra parte, en documentos no reales, sobrevivirán referencias expresas a los
fueros, como se observa en una interesante e inhabitual fórmula introducida en una carta
de censo de 1486, donde al final, en la cláusula por la que las partes renuncian a toda ley
o derecho que pudiera embargar lo acordado en el documento, se enumera una lista de
normas, incluyendo, textualmente, “todo fuero muniçipal” [sic]309. Tratándose de un
censo establecido sobre una propiedad inmueble del concejo de Guadalajara, no parece

219
precaución superflua referirse al fuero, pero tanto el hacerlo como la manera de hacerlo
son infrecuentes en esta época.
Así llegamos, al final de los tiempos medievales, a una época en que la fuerza
legal de los fueros, como textos en vigor, se halla considerablemente disuelta, si bien su
derogación formal no habría de llegar hasta el proceso de construcción del Estado
liberal, ya en el siglo XIX. Con todo, como tenemos afirmado y es fenómeno general,
los fueros conservarán, más allá de su fuerza de ley como Derecho aplicable, un
prestigio especial como más sólido fundamento tradicional del ordenamiento jurídico
local, característica que todavía en nuestros días los hace depositarios de un interés
especial, al que no es ajena la concepción de nuestro presente trabajo.

220
APÉNDICE DOCUMENTAL.
I
1278, julio 18, Segovia.
Alfonso X concede carta de seguro a todos los vecinos de Guadalajara para que
viajen salvos y seguros por todo el reino llevando sus mercancías, sin que se les pueda
embargar, salvo por deudas.
AMGU, doc. no. 133455.
Don Alfonso, por la graçia de Dios Rey de Castiella, de Toledo, de Leon, de
Gallizia, de Sevilla, de Cordova, de Murçia, de Jahen, et del Algarbe, a todos los
conceios, maestres, comendadores, alguaziles, alcaydes, yurados, alcaldes, merinos,
juezes, et a todos quantos esta mi carta vieren, salut et graçia. Sepades que, por fazer
bien et merced al conceio de Guadalfaiara, tengo por bien et mando que todos los
vezinos de la villa que anden por los caminos con ganados, et con pannos, et con otras
ropas, et con otras mercaduras quales quiere, que anden salvos et seguros por todas las
partes de mios regnos: et dando sus derechos en aquellos logares dobe deben dar, et non
sacando cosas vedadas de mis regnos, mando et defiendo firme ment que ninguno non
sea osado de los embargar, nin de los contrallar, nin de los pendrar, por ninguna razon,
si non fuere por su debda propia, o por fiadura que ellos mismos ayan fecho; ca qual
quier que lo fiziesse pesar mi a, et pechar mi a en coto mille maravedis de la moneda
nueva alfonssi que yo mande fazer, et a ellos, o a qui su boz toviere, todo el danno
doblado; et mando a todos los aportellados que esta mi carta vieren que la ayuden a
conplir, et non consientan menguar la en ninguna cosa, et non fagan ende al; si non, a
los cuerpos et a lo que oviessen me tornaria por ello.
Dada en Segovia, xviij dias de jullio, era de mille et ccc et seze annos.
Yo, Johan Ferrandez, la fiz escrevir por mandado del Rey.
II
1331, agosto 1, Illescas.
Alfonso XI confirma un privilegio inserto de María de Molina (1314, agosto 18,
Valladolid) substituyendo una cláusula del fuero de Guadalajara, sobre troncalidad,
por otra regulación distinta que se identifica con el “uso de Sepúlveda”.
AMGU, doc. nº 133096, Libro copiador, ff. ccx rº - ccxij rº.
Es traslado de 1547, marzo 13, Guadalajara, corregido.
[ccx rº] [Título] Previllegio que buelve rayz a rayz, dize que haforado al fuero de
Sepulveda.

221
[Fe del traslado:] Este es traslado bien e fielmente sacado de una scritura de
previllegio del rey don Alonso, de gloriosa memoria, escrita en pergamino de cuero e
sellada con su sello real pendiente en filos de seda, segund que parecio, su thenor del
qual es este que se sygue:
Sepan quantos esta carta vieren como yo, don Alonso, por la graçia de Dios Rey
de Castilla, de Leon, de Gallizia, de Sevilla, de Cordova, de Murçia, de Jaen, del
Algarve, e Señor de Vizcaya e de Molina, vi una carta de la reyna doña Maria, mi
ahuela, que Dios perdone, scripta en pergamino y sellada con su sello de çera colgado,
fecha en esta guisa:
Doña María, por la graçia de Dios Reyna de Castilla, de Leon, e Señora de
Molina, al conçejo de Guadalfajara, de villa e de aldeas, salud y graçia. Fago vos saber
que bi vuestra carta que me enbiastes con Juan Ordoñez y Gomez Gil, cavalleros de y
de la villa, y con Simon Perez y Miguel Perez de Val de Muchos, vuestros personeros,
et lo que me enbiastes dezir por la dicha vuestra carta: que vos avedes en vuestro fuero
una ley que dize en esta guisa: “Todo ome que oviere fijos e muriere uno de los
parientes, para [sic, por “parta”] con sus hijos; e sy en uno moraren los hijos, e muriere
algund dellos, hereden sus bienes los otros sus hermanos; e sy partido obieren, heredelo
el pariente”; et como quier questa ley tenedes en vuestro fuero, que avedes e oviestes
siendo de uso e de costunbre de muy [ccx vº] luengo tienpo aca, et usades dello de cada
dia: que quando el fijo finare, quel padre o la madre, o el ahuelo o el ahuela, que
hereden sus bienes en esta manera: todos los bienes muebles quel finado dexare, et la su
parte de las rayzes que su padre y su madre ganaren en uno, ques llamado ganançias; et
otrosi las rayzes quel conpro, heredelo por juro de heredad por sienpre jamas el padre o
la madre que fueren bivos, y en desfallesçimiento dellos, el abuelo o el abuela que
fueren bivos, para vender y enpeñar, y hazer dello lo que quisiere, como de suyo propio;
e otrosy las rayzes quel dicho finado heredo de abolengo de parte del padre o la madre,
o de otra herençia, o de otra linea, que lo tengan et lo esquilmen para en toda su bida el
padre o la madre que fueren bivos, y en desfallesçimiento dellos, el abuelo o el abuela
que fueren bivos, y este que lo asi hereda, restartelo al pariente o a los parientes que
vinieren de aquella linea donde vino aquella heredad, por carta de escrivano publico, en
tal manera que lo labre et lo repare como deve, e despues de sus dias que torne a aquel o
a aquellos de donde vino o biniera la heredad de abolengo: [ccxj rº] et este uso ques atal
que torna rayz a rayz; et otrosi, si en su bida no lo reparare ni labrare, que lo puedan
entrar e aver aquellos a quien es encartado; e como quier queste uso obiestes de luengo

222
tienpo aca, e lo avedes oy dia, que acaesçe muchas vezes que contienden los omes
sobrello, los unos ateniendose al fuero, y los otros a este uso, e que hazen costas e
mysiones, e reçiben grandes daños andando en pleytos; e que me pedides merçed que
vos quisiese quitar desta dubda, por que ayades este uso mas çierto e mas [tachado:
“dilatado”] declarado, que toviese por bien de vos dar et confirmar e otorgar este uso e
esta costunbre en espeçial, pues lo obiestes e avedes sienpre por bueno e conbenible e
ygual por todos, et que usasedes del, e que no sea enbargado ni contra dicho por la dicha
ley del fuero, e que vos mandase dar mi carta dello.
E yo, beyendo queste uso que vos pedides ques convenible e a pro de todos
comunal mente, e por que todos avenidos me enbiastes pedir merçed que vos lo otorgue,
yo, por bos fazer merçed, do vos lo e otorgo vos lo por ley, e mando que usedes dello
d’aqui adelante en los pleytos que en esta razon acaesçieren, et que fagades screvir esta
ley en vuestro [ccxj vº] fuero; et mando a los alcaldes que obieren a librar los pleitos y
en Guadalfajara, que usen por ello, et non por la dicha ley del fuero ques contra este
uso, ni usen por ello; e non fagan ende al, que yo tengo por bien questa dicha ley del
fuero no bos enbargue en esta razon. E desto vos mando dar esta mi carta sellada con mi
sello de çera colgado, dada en Valladolid, a diez e ocho dias de agosto, hera de myll y
trezientos e çinquenta e dos años. Yo, Lope Perez, la fiz screvir por mandado de la
Reyna. Pero Ferrandez. Nuño Perez. Pero Ferrandez.
Et agora, el conçejo de Guadalfajara, de villa e de aldeas, enbiaron me pedir
merçed por sus personeros que les otorgase et confirmase la dicha carta, et ge la
mandase guardar por que vala et usen della, segun se en ella dize. Et yo, el sobre dicho
Rey don Alfonso, por les fazer bien y merçed, otorgo les y confirmo les la dicha carta, e
mando que les vala e usen della, e mando que les vala e usen della [sic] d’aqui adelante
en los pleytos que en esta razon acaesçieren, e que la ayan segun ley e fuero; e otrosi
mando a los alcaldes de la dicha villa, asi a los que agora son, como a los que seran
d’aqui adelante, que en los pleytos [ccxij rº] a librar en esta razon, que ussen della, et
non por la dicha ley ques contraria desta [tachado: “como dicho es, so pena de la mi
merçed”], segun en la dicha carta se contiene; y non fagades ende al por alguna manera,
ni lo dexen de hazer, por la otra dicha ley del fuero ques contraria desta, como dicho es,
so pena de la mi merçed. Et desto les mando dar esta carta sellada con mi sello de
plomo, dada en Yllescas, a primero dia de agosto, hera de myll e trezientos e sesenta y
nueve años. Yo, Rui Sanchez de la Camara, la fiz scribir por mandado del Rey. Garçi
Ferrandez. Fernan Sanchez.

223
[Fe del traslado:] Fecho et sacado fue este dicho traslado de la dicha carta de
previllejio original suso yncorporado por my, Juan de Santa Marya, escrivano de su
magestad, et del numero e ayuntamiento de la dicha çiudad, en la dicha çiudad de
Guadalajara, en treze dias del mes de março, año del nasçimiento de nuestro salvador
Iesu Christo de myll e quinientos e quarenta e siete años. Testigos que fueron presentes
a lo ver corregir e concertar, lo qual es çierto et concertado: Pedro de Talavera, e Martin
Gonzalez, y Blas Carriceo, vezinos de la dicha çibdad de Guadalajara.
III
[s. XIV]
Colección de ordenanzas municipales de Guadalajara.
Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, ms. X-II-19, fols.
120v-136v.
En veynte e tres dias de mayo, era de mill e trezientos e setenta e nueve annos,
vinieron a Guadalajara Domingo Juan de Santo Tome, vezino de Salamanca; e Juan
Martinez, jurados, por corregir los fechos de la tierra, con carta de la Reyna; e entre
todas otras cosas, fizieron hordenamiento commo pase en la tierra, commo adelante
dira:
[1] [anotación marginal: “pan”] Hordenaron que las panaderas que tengan pesas
çiertas, de treynta honças la mayor, e de quinze la menor, e estas pesas que sean para
syenpre; e que en la contia de dineros, alçe e abaxe el pan segund que el pan valiere, en
guisa que den ganançia a las panaderas comunal, e los de la comunidad pasen bien; e las
panaderas que den pan abasto, en manera que cunplan la villa de pan; e que sea bien
cocho; e cada panadera, que de un pan a los almotaçenes, de cada ocho dias, de quinze
[tachado: “dya”] onças; e los almotaçenes que tengan pesas de fierro, e selladas, e peso
por do requieran el pan, e por do fierran el pan de las panaderas; e que tengan los
almotaçenes el peso e las pesas en la plaça; e pesen el pan que fallaren menor de treynta
onças, e de quinze onças, segund dicho es, que sea todo çaticado, e dado por Dios, e de
mas, que peche la panadera a quien fallaren [121r] el pan menor de treynta onças e de
quinze onças, segund dicho es, a los almotaçenes, por la primera vegada, x maravedis, e
por la segunda, otros dichos x maravedis, e por la terçera, que la pongan en la picota; e
que las panaderas que non sean tenudas de vender pan en el forno nin en su casa, salvo
en la plaça, so pena de los dichos diez maravedis; otrosy, que este dicho hordenamiento
que se estienda tan bien a las panaderas de las aldeas commo a las de la villa, e los
almotaçenes que den pesas a las panaderas de las aldeas.

224
[2] [anotaciones marginales: “carne”, “peso”] Otrosy, que los carniçeros que
tengan buenas pesas de fierro, e que pesen bien la carne; e los almotaçenes que tengan
un peso en la plaça, en el madero que fue puesto por Juan Martinez e Diego Juan çerca
de la tyenda de Esteuan Ferrandez Alhajem; e que los que quisieren pesar la carne que
conpren, que ge la pesen los almotaçenes; e sy fallaren menguada la carne, que non
viene al peso, que fagan a los carniçeros que la cunplan luego, e que paguen a los
almotaçenes, por cada vegada, [tachado: “syete”] x maravedis.
[3] [anotaciones marginales: “carnes”, “almotaçenes”] Otrosy, quel carniçero
que sea tenudo de dar carne de aquella que le demandaren, en guisa que non de una
carne por otra, oveja por carnero, nin buey por vaca, nin cabra por carnero, nin puerca
por puerco; e qual quier que lo diere, que pague x maravedis de la buena moneda, la
meytad para los adarves, e la otra meytad para los omes buenos del conçejo que son
dados por nuestra sennora la Reyna. E otrosy, por que fallaron que los almotaçenes que
lievan de las tyendas cada uno tres meajas, e esto que non es de fuero nin de derecho,
mandaron que lo non lieven de aqui adelante.
[4] [anotación marginal: “que no lieven los almotaçenes nin el juez derecho
ninguno de caça nin de pescado”] Otrosy, por razon que los almotaçenes e el juez
lievan, de lo que trahen o caçan, o el pescado fresco a vender a vender [sic] a la villa
algo; esto que non es de fuero nin de derecho, mandamos que lo non lieven de aqui
adelante.
[121v]
[5] [anotación marginal: “ni de cebollas, ni de ajos, nin otras cosas”] Otrosy, de
las çebollas e de los ajos, e de la tea, e de todas las otras cosas que non son de peso nin
de medida, fallaron que levavan algo; e por que esto non es de fuero nin de derecho,
mandaron que lo non lieven de aqui adelante, de los de termino nin de fuera de termino.
[6] [anotación marginal: “nin del azeyte”] Otrosy, por que fallaron que en las
quaresmas que lievan los alcaldes de los almotaçenes sesenta libras de azeyte, e los
almotaçenes que las lievan de las tenderas, esto, por que non es de fuero nin de derecho,
mandaron que los que los [sic] alcaldes que lo non lieven de los almotaçenes, nin los
almotaçenes de las tenderas, de aqui adelante.
[7] [anotación marginal: “varios”] Otrosy, en razon de las varas que lievan los
almotaçenes, de cada una, tres maravedis en cada mercado, e el juez en las ferias,
hordenaron que de aqui adelante que lieven los almotaçenes, por cada vara, dos
maravedis, e una vez en el anno, e non mas, e el juez, en cada feria que oviere; e los

225
almotaçenes que sean tenudos de requerir las varas en cada mercado, e a los que las
fallaren menguadas, que ge la quiebren, e que peche diez maravedis para los
almotaçenes.
[8] [anotaciones marginales: “pesas”, “peso”, “medida de vino”] Otrosy, en
razon de las pesas e de las medidas, por que fallaron los almotaçenes que yvan a
requerir sy las fallavan derechas, e que levavan algo dellos, e esto que es syn razon;
mandaron que, de las pesas e de las medidas que derechas fueren, que non lieven ende
nada; e sy por esta razon algo los almotaçenes les tomaren, e dexaren de requerir las
pesas e las medidas por esta razon, que pechen los almotaçenes sesenta maravedis: la
meytad para los adarves, e la meytad para los omes buenos que la Reyna mando poner;
e quando los almotaçenes [tachado: “fueren”] [corregido, interlineado: “requirieren”]
las pesas e las medidas, e las fallaren menguadas, las quebranten, e que lieven x
maravedis de cada uno del que lo asy fallaren.
[122r]
[9] [anotación marginal: “medida de vino”] Otrosy, qual quier que tomare
medida de nuevo para medir vino, que lieven ende al almotaçen una medida de vino
para la requerir, e non mas, e la medida, que la toviere el que la quisyere.
[10] [anotación marginal: “legunbres e nuezes”] Otrosy, por que fallaron que los
que trahen a vender legunbres [tachado: “e nuezes”] que lievan los almotaçenes algo
por la medida que les davan, e por que la legunbre es provechosa a las quaresmas e a los
dias de ayuno, mandaron que les den medida e lieven de cada fanega tres novenes, e non
mas; e de las nuezes e de las castannas e de las vellotas, que tomen a este cuento, e non
mas; e de la fruta que se pesa, que lieven de cada carga una libra, e non mas; esto que se
entienda de los de fuera del termino.
[11] [anotación marginal: “vino de fuera de termino”] Otrosy, del vino que
troxeren a vender a la villa de fuera del termino, que tomen los almotaçenes, de cada
carga, un dinero, e non mas; e sy por la villa pasaren e non lo vendieren y, que non
tomen ninguna cosa.
[12] [anotación marginal: “muladares”] Otrosy, por que dizen que en la villa
que ay muladares, e esto que es dannoso a los de la villa, que los almotaçenes que lo
requieran, e aquel que toviere agora muladar, que le digan los almotaçenes que lo eche
fasta xxx dias, e sy lo non echare, que peche un maravedi de la buena moneda a los
almotaçenes, e que sea tenudo de lo sacar; e los que de aqui adelante fiziere, que los
prende por esa misma pena, e que lo fagan echar a su costa.

226
[13] Otrosy hordenaron que de los huevos e de la pimienta, e de las otras [sic]
que dizen aver de peso, que lo lieven a pesar al peso del sennor, e que les non tomen
ende nada.
[14] [anotación marginal: “que los almotaçenes anden los muros”] Otrosy
hordenaron que los almotaçenes que anden dos vezes los muros en derecho de la villa
cada semana, e sy algund danno se fyzyere, por que den recabdo quien lo fizo; sy non,
que se paren ellos al danno.
[15] [anotaciones marginales: “la canpana”, “regateros”, “almotaçenes”] Otrosy,
que los regateros de la sal, nin las regateras, non sean osa-[122v]-das de conprar sal a
regateria en el dia de los mercados, so pena de diez maravedis por cada vez; e que desta
pena, que sea el terçio para los adarves, e el terçio para los omes buenos que la dicha
sennora Reyna mando poner, e el terçio para los almotaçenes; e otrosy, que en estos dias
de los mercados, que non conpren sal fasta medio dia, que tangan la canpana de Sant
Jullian: sy non, que lo [tachado: “le”] vendan sus duennos, so la dicha pena, e despues
de la canpana, que lo puedan conprar syn pena; e por razon que nos dixeron que los
almotaçenes que lievan cada mercado, de todos los que ponien zera, de cada una un
çelemin de sal, e por que esto non es de fuero nin de derecho, hordenaron que los
almotaçenes que lieven estos çelemines de todos los que vendieren sal de fuera del
termino, e de los de la villa, que la lyeven una vez en el anno, e non mas.
[16] Otrosy, que los regateros de la tea que non conpren tea el dia del mercado
fasta que tangan la canpana de Sant Jullian; e sy lo conpraren, que lo pierdan, e que
pechen un maravedi: el terçio para los adarves, e el terçio para los omes buenos, e el
terçio para los jurados.
[17] [anotaciones marginales: “fruta”, “canpana”] Otrosy, que los regateros e las
regateras que non conpren fruta ninguna, nin huevos, nin quesuelos, nin otra cosa
ninguna a regateria, fasta que tangan la canpana de Sant Andres; e sy antes lo
conpraren, que pechen diez maravedis por cada vegada: el terçio para los adarves, e el
terçio para los omes buenos, e el terçio para los jurados. [anotación marginal, en otra
tinta: “adarves, regidores, jurados”]
[18] [anotación marginal: “ansares e gallinas”] Otrosy, que los regateros e
regateras, crystianos, e judios, e moros, que non conpren ansares nin gallinas, nin otras
cosas, el dia del mercado, fasta que la dicha canpana de Sant Jullian sea tannida, so pena
de un maravedi por cada vez, e que pierda el regatero [123r] lo que conpre; e sy los
regateros lo quisyeren traher de los mercados de fuera de Guadalajara, que lo puedan

227
vender e traher syn pena ninguna; e desta pena, que sea el terçio para los adarves, e el
terçio para los dichos omes buenos, e el terçio para los jurados. [anotación marginal en
otra tinta: “adarves, regidores, jurados”]
[19] [anotaciones marginales: “texedores”, “sus alcaldes”] Otrosy hordenaron
que los texedores que texen los lienços e ropas de lana, que los alcaldes que son dados o
se dieren por su cofadria, que requieran todos los menestrales deste ofiçio a ocho dias
una vez, a quel qual quier que fallaren quel faze lienço o sayal o exergas, o otra ropa
qual quier que sea de lino o de lana, sin el marco, que peche x maravedis por cada vez, e
sy pasare de tres vezes, que le quemen la tela que non fuere de marco; e sy en qual quier
ropa de lana fallaren que meten pelota, o lana cabtiva, o de fierro, que al que lo fallaren,
que peche diez maravedis, e que le quemen la tela que asi toviere, o la ropa que asy le
fallaren fecha; otrosy, que ningund texedor que texca ropa suya, que la non texca sy non
de xxviij ovillos, e sy mas ge lo fallaren, que peche x maravedis por cada vez, fasta tres
vezes, e sy de tres vezes adelante pasare, que le quemen la tela, e que peche los dichos
diez maravedis; e otrosy, que los dichos alcaldes que requieran cada martes en el
mercado todos los que vendieren lienços, e sayales, e exergas, e otra ropa qual quier de
lienço o de lana, e sy fallaren que alguno lo vende que non sea fecho al marco, o fuere
fecho de alguna lana de las sobre dichas falsa mente, que todo lo que asy fallaren, que lo
quemen; e que sy los alcaldes de los texedores asy non lo fyzieren, que por la primera
vegada que pechen xx maravedis, e por la segunda, xl maravedis, e por la terçera, que
los echen del ofiçio, e que non sean mas reçebidos en testimonio. Destos dichos
maravedis, que sea el terçio para los alcaldes, e el terçio para los adarves, e el terçio
para los dichos omes buenos.
[123v]
[20] [anotación marginal: “teja”] Otrosy, en fecho de los texeros que fazen teja
e adrillo, que todos los que fazen o fizieren teja o adrillo en la villa e en el termino, que
lo fagan del marco que diemos a los omes buenos del conçejo; otrosy, que la teja que la
fagan del marco que dimos a los omes buenos del conçejo [sic], e que sea el barro bien
fecho e bien sovado, e qual quier que en otra manera lo fiziere, asy teja commo adrillo,
que peche diez maravedis por la primera vez que ge lo fallaren, e por la segunda, xx
maravedis: el terçio para los adarves, e el terçio para los omes buenos [tachado: “del
conçejo”], e el terçio para los ofiçiales de cuya jurediçion fuere, e sy otra vez ge lo
fallaren, que peche la dicha pena commo dicho es, e la lavor que sea para los adarves; e

228
sy alguno pudiere [suprascrito: “mandar”] fazer adrillo patynego o toledano o quadrado
o desvanado para suelo de casas o de camaras, que lo puedan fazer syn pena ninguna.
[21] Otrosy, en fecho de los adobes: que aquellos que los fizieren, que los fagan
del marco que les dieren los omes buenos del conçejo; e que sea el barro bien fecho e
bien sovado, e paja asaz, e qual quier que de otra guysa lo [tachado: “fallare”] fyziere,
que peche diez maravedis: el terçio para los adarves, e el terçio para los ofiçiales de
cuyo ofiçio fuere [sic].
[22] [anotación marginal: “sogas”] Otrosy hordenaron, en fecho de las sogas de
esparto, que todos los que las fazen, asy omes commo mugeres, en la villa e en el
termino, que las fagan de quatro braças, e que sean de buen esparto, e bien fechas, e non
sean roçadas, e qual quier que en otra manera las fiziere e las vendiere, que peche x
maravedis por cada vez, e la lavor que ge la quemen; e destos maravedis, que sea el
terçio para los adarves, e el terçio para los dichos omes buenos, e el terçio para los
ofiçiales de cuya jurediçion fuere; e las sogas que fizieren, de cannamo, e de lana, e de
pelota, e de sedas, que las fagan de ocho braças, e qual quier que de otra guisa las fiziere
para vender, e menguadas ge las fallaren, que peche x maravedis: el terçio para los
adarves, e el terçio para los dichos [124r] omes buenos, e el terçio para los ofiçiales de
cuya jurediçion fuere.
[23] Otrosy, los que trahen a vender las sogas d’esparto de fuera de termino, que
las traygan de dicho marco; e sy de otra guisa las fallaren, que pechen, por cada vez, x
maravedis: esto que sea asy en la lavor granada, commo en la menuda; e esta pena que
se parta segund dicho es.
[24] [anotación marginal: “varas”] Otrosy hordenaron que todos los pannos que
se miden con vara, que se midan con vara de marco derecha de conçejo, e que se mida
bien e derecha mente; e qual quier de los regateros e otros quales quier que de otra guisa
la vendieren o la midieren, e alguna mengua fallaren en el dicho panno que oviere
vendido o medydo, que peche x maravedis por cada vez, cada terçio commo dicho es.
[25] [anotación marginal: “de los que defiende a panaderas”] Otrosy hordenaron
que todos los cavalleros, nin escuderos, nin pecheros, nin duennas, nin otros ningunos,
non anparen nin defiendan a panaderas ningunas, por que fizieren ninguna cosa por que
merescan justiçia e pechar pena, so pena de çinquenta maravedis por cada vegada; e de
mas, que vaya la justiçia aquella casa e que la saque dende, e que non le consienta la
fuerça maguer la quiera defender, e que la lleve presa; e la penna, que sea commo dicho
es.

229
[26] [anotación marginal: “danno que se faze en las vinnas”] Otrosy, por razon
que las vinnas reçiben grand dapnno en muchas maneras, hordenaron que los cavalleros
de las vinnas que las guarden todo el anno, e que las guarden çepas, e sarmientos, e
panpanos, e agraz, e uvas, e olivas, e todos los arboles e frutas, e que lo guarden bien e
verdadera mente, e que fagan jura dello; e quando menester ovieren omes para ayuda de
lo guardar, asy commo vinaderos al tienpo de la uva, que los tomen estos cavalleros de
las vinnas, e que los pongan que guarden por su mano; e que los pongan tales que sy
dapnno fizieren, que los cavalleros se paren a ello; e que lieven calonnas de las vinnas
commo aqui dira: [anotación marginal tachada: “calonnas”; otra sin tachar, en distinta
mano: “calonnas”] de todos los omes que fallaren en las vinnas cojendo panpanos, o
agraz, o olivas, o otra fruta qual quier, que peche cada uno, por cada [124v] [anotación
marginal izquierda tachada: “e destas calonnas”] [anotación marginal derecha, en otra
mano: “ganados”, “olivas”, “sy los fallan en las vinnas”] vez, diez maravedis; e sy los
fallaren fuera de las vinnas levando partida destas cosas, que peche la dicha pena, salvo
si dixere que ge lo mando su amo, e lo diere manifiesto dello, e sy mostrare suyo çierto
do lo cojo, que sea quito; e sy non, que pene la dicha pena commo dicho es; e sy alguno
o algunos fallaren cortando çepas, o arboles, o sarmientos, o levandolo, que peche la
pena del fuero por cada vid, e cada arbol [anotación marginal izquierda: “que es segund
el fuero de Guadalajara: de cada uno x maravedis de moneda vieja; y de cada arbol que
de fruta, segund el fuero de las leyes, libro iiij, titulo iiij, ley iij. “Sy algunos tajaren
arboles”, e çetera, iij maravedis de los del fuero; e sy non diere fruto, dos maravedis de
los sobre dichos: esto por el tajar; e sy lo levaron, que peche otro tal, e tan bueno, o el
preçio sobre dicho con el doblo; sera la pena sobre dicha del tajar”]; e sy por aventura el
guardador non lo fallare cortando o levando, e non pudiere dar dannador quien lo fizo,
que faga jura que lo non fallo nin lo sabe, que lo peche por apreçiamiento de dos omes
buenos; e sy algunos fallaren en las vinnas caçando con galgos, o con redes, o con
perros, o con ballesta, que peche x maravedis cada persona por cada vez. E otrosy, sy en
las vinnas fallaren ganados, o ovejas, o cabras, o puercos algunos, que lieven de la
manada çinco reses de dia, e diez reses de noche; e sy algunos fallaren sagudiendo
olivas para ganados, o en otra manera qual quier, que peche sesenta maravedis: la
meytad para el sennor de las vinnas, e la meytad para los guardadores; e si fallaren en
las vinnas yeguas, bueyes o vacas, que peche por cada res la pena del fuero, o el danno,
qual mas quisiere el duenno de la vinna: e destas calonnas, que sea el terçio para los
guardadores, e el terçio para los omes buenos, e el terçio para el duenno de la vinna

230
[anotación marginal derecha: “es sacada la pena del fuero”]; e para esto, que fagan
derecho los guardadores uno con otro, o uno de ellos con el duenno de la vinna
[anotación marginal derecha: “que los guardadores hayan derecho uno por otro, o uno
dellos con el duenno de la vinna”], e los guardadores que recudan a los duennos de las
vinnas con todo danno, asy de çepas, commo de sarmientos, e arboles quales quier, e
agraz, e uvas, e olivas, e toda otra fruta qual quier, e el danno que sea por apreçiamiento
de dos omes; e el danno que asy fuere fallado, que lo den los guardadores al duenno de
la vinna que lo fizo, e sy non, que lo pechen ellos; e sy el danno fuere fecho en la
mannana, que lo den fasta iii dia [sic, por: “hora”], e sy fasta iii dia, que lo den en la
noche; [125r] e sy en la noche, que lo den otro dia de mannana. [anotación marginal
que comienza en 124v, en el margen izquierdo, ocupa el margen inferior de ese folio,
pasa al margen superior del 125r, sigue en margen izquierdo del 125r: “Por las penas
de los arrendadores o cavalleros, e de commo es manda de xxx maravedises menores
arriba, ve a la ley postrimera del segundo ordenamiento allende destos, que comiença:
“otrosy hordenaron que por quanto se fazen grandes dannos”, e çetera, que es v
maravedis, ve al fuero, a la ley que comiença: “todo ome que prisiere ganado”, e çetera;
e monta cada maravedi viij dineros, a razon de d maravedi iiij; ve a las glosas del fuero
de las leyes, titulo de las penas, e al ordenamiento de alcala, titulo xxxij, ley xxij, “que
ningund fidalgo”, que son viij dineros cada maravedi de moneda vieja, que son diez e
seys dineros de moneda blanca, que monta viij desta moneda; misma entiende estos viij
quando la vinna esta syn fruto, ca en otra manera pagara la pena e el danno por
apreçiamiento: esto se distingue por la dicha ley de las v maravedis que non fablo en el
furto”.] Et otrosy, que todas las vinnas que son fuera de los pagos, que las guarden que
non sean vendimiadas de la uva e de todas las cosas que dichas son, e que lleven las
dichas penas de los que fallaren; e sy estos guardadores, o alguno dellos, fallaren que
plitearen yuerva, o cotos, o las vinnas, a quien quier que sea, e seyendoles provado por
dos omes, que peche cada uno de aquellos a quien fuere provado çient maravedis de esta
moneda de x dineros al maravedi: el terçio para los adarves, e el terçio para los omes
buenos, e el terçio para los ofiçiales; e sy los ganados fyzieren dapnno en las vinnas e
los guardadores non lo fallaren faziendo el dapnno, nin pudieren saber quien lo fizo, que
todos los ganados que estudieren en derredor de do el dapnno se fizo, que den dannador
quien lo fizo, e sy non, que lo pechen todos [anotación marginal: “del danno que non se
sabe quien lo fizo, que lo paguen los ganados de en derredor”]; e estos cavalleros que
esto han de guardar, que sean escogidos por los omes buenos con los ofiçiales, e que

231
non vengan por suerte. [anotación marginal: “pan ganado”] Et otrosy, por que nos fue
dicho que los ganados que comen los panes e los astragan, hordenamos, a serviçio de
Dios e de nuestra sennora la Reyna, e pro de Guadalajara, que los ganados que entren en
los panes, que sean tenudos al dapnno que fizieren en el pan su duenno de ganado, e de
mas, que peche un maravedi de la buena moneda a los mesegueros por cada vez que
fallaren el ganado en el dicho pan; e que los mesegueros que sean dados por los omes
buenos del conçejo que son dados por la dicha sennora Reyna, e que juren los dichos
mesegueros que lo faran bien e leal mente; e que sean creydos por la jura que fizieren
[anotación marginal: “creydos por su jura los mesegueros”]; e el dapnno que fallaren en
el pan, sy lo fallaren en la mannana, que sean thenudos los dichos mesegueros de lo
dezir a su duenno a medio dia o a la noche, e sy en la noche se fiziere el dapnno, que ge
lo diga al duenno en la mannana; e que sean thenudos los mesegueros de guardar
cutidiana mente bien e leal mente, e sy non dieren quien lo fizo, que lo pechen ellos
[125v] al duenno del pan, por apreçiamiento de dos omes.
[27] [anotación marginal: “que los almotaçenes e cavalleros sean sacados por
los regidores, e non por suertes”] E eso mismo los almotaçenes e los cavalleros de las
vinnas que son tomados cada anno por los doze omes buenos e por los jurados e
alcaldes de Guadalajara, seyendo llamados para esto, los que se açertaren; e que sean los
omes que tomaren de los mas mejores de cada colaçion, e non por suerte.
[28] [anotación marginal: “de los que defienden e anparan prenda”] Otrosy, por
razon que es fama publica por la villa de Guadalajara que quando algund alcalde o
jurado manda prender a algund ome por alguna cosa que ha de fazer esecuçion, asy por
[tachado: “suertes”] debdas que deve, commo en otra manera qual quier que sea, que
quando el sayon o el andador va a prendar, que le defyenden la prenda, e despues que el
juez que va a pendrar e que le defienden eso mismo la pendra, e despues que llaman el
conçejo que los vayan a ayudar a pendrar: e esto, que lo han de fuero e de costunbre; e
los buenos usos e las buenas costunbres deven ser guardadas, e las cosas malas deven
ser estrannadas e aborreçidas de aquellos en que mora la justiçia e el derecho, que son
los buenos; e estos tales que fazen las anparas e defendimientos naçen de grand
despreçiamiento e de grand sobervia de sus coraçones, e los omes non pueden aver
conplimiento de derecho; e por que de las grandes osadias naçe grand dapnno a la tierra,
e por que es derecho que las cosas muy despreçiadas e muy sueltas en la tierra que
vienen mucho dapnno e mal, asy commo esto es, mas esto faze que derecho es avido por
derecho; por ende, acordamos que qual quier ome que anparare al andador, que peche la

232
pena que es hordenada; e quien anparare al juez, que sea preso, e que non sea suelto de
la prisyon fasta que de la pendra que anparo e defendio: que cosa santa es obedesçer los
mandamientos [suprascrito: “de los”] que estan en logar de Dyos, [126r] e de los
sennores, e cosa aborreçedera deve ser en los que son sobervios e manparadores de lo
que manda fazer la justiçia; e por la justiçia e por la obediençia bivan los omes en paz;
otrosy, el juez que non fiziese esto seyendole mandado por los alcaldes o por los
jurados, o por qual quier dellos, que lo prenda el jurado o el alcalde que ge lo mandare,
e el conçejo que le ayude; e de mas, que pueda prender al sobervioso ynjurioso que
defendio e anparo la prenda; e sy algunos de los del conçejo non quisyeren yr con el
jurado o con el alcalde a fazer la prenda seyendole mostrado, que lo enbie mostrar
[suprascrito: “al Rey”] el alcalde o el [anotación marginal: “jurado para que lo
provera”] commo la su merçed fuere.
[29] [anotación marginal: “de los juezes negligentes en fazer la esecuçion”]
Otrosy, por razon que nos fizieron entender omes dignos de fee que quando es mostrada
alguna sentençia o ynstrumento de obligaçion ante algund alcalde o jurado, que le pyden
que faga esecuçion, quel alcalde o el jurado que lo manda fazer que lyeven ende su coto,
e la parte non puede aver derecho, e despues va ante otro alcalde o jurado, e pide que le
faga esecuçion, e lleva ende su coto, e la parte non puede aver conplida la esecuçion; e
por que los errores deven ser corregidos e enmendados, ordenamos, entendiendo que es
serviçio de Dios e de nuestra sennora la Reyna, e pro de Guadalajara, que quando
alguno mostrare algund ynstrumento o sentençia en que esta obligado algund ome de
dineros o de otra cosa alguna, que ante qual quier jurado o alcalde le fuere pedido que
faga esecuçion del, que el alcalde o el jurado, luego, syn detenimiento ninguno, faga
fazer esecuçion en bienes de aquel que deve la debda de lo que se continiere en el
ysntrumento o sentençia, en esta manera: primera mente, que entregue en bienes
muebles, [suprascrito: “e sy no hallare bienes muebles”] que entregue en la rayz, e sy
non fallare bienes rayzes, que entregue en las debdas que le deven, e que se vendan
segund uso e costunbre de la tierra, e despues que oviere vendido los dichos bienes,
segund dicho es, que entregue a la parte de aquello que valieren los dichos bienes, e que
el dicho alcalde o el jurado que tome su derecho e mas non; e sy esto non fyziere el
alcalde o el jurado, que peche x maravedis de la [126v] buena moneda: las dos partes
para la camara de la dicha sennora Reyna, e el terçio para los dichos omes buenos; e de
mas, que sean thenudos de pechar el danno e el menoscabo que reçibiere la parte por la

233
non conplir de derecho; e por esta misma manera pasen los entregadores de las debdas
de los judios de lo que entregaren a la parte: de aquello llieven su diezmo, e non mas.
[30] Otrosy, por que dizen que es aqui uso e costunbre que quando algund ome
dize que le deven dineros o otra cosa alguna por plazo de nueve dias, que syn ser
mostrado ynstrumento nin sentençia o robrado de omes buenos, nin testimonios en
commo era asy, que tan sola mente por dezir lo mandavan fazer esecuçion de aquello
que dizia que avia a dar algund ome, e sobre la pendra, que fazian despues venir a
juyzio: entendemos que esto que es corrubtela e confusyon de buenas costunbres; por
ende, entendemos que es serviçio de Dios e de la dicha sennora Reyna, e pro de
Guadalajara e de su termino, hordenamos que quando alguno pidiere que entreguen por
plazo de nueve dias e non mostrare ynstrumento o sentençia, que non faga esecuçion en
sus bienes fasta que la parte sea llamada e conosca el debdo o les sea provado; e sy de
otra guisa lo fiziere, el alcalde o el jurado que sea thenudo al dapnno e al menoscabo
que la parte reçibiere, de mas que non vala lo que fiziere.
[31] Otrosy dezimos que por razon que nos fizieron entender que algunas vezes
acaesçe que algunos alcaldes e jurados que fazian algunas cosas desordenadas a tuerto
syn derecho, por ende, entendiendo que es serviçio de Dios e de la dicha sennora Reyna,
e pro de Guadalajara e de sus terminos, hordenamos que quando algund jurado o alcalde
o juez fiziere algund agravio açiente e syn derecho, que los omes buenos son dados del
conçejo por nuestra sennora la Reyna para acordar e hordenar lo que fuere serviçio de la
dicha sennora Reyna, e pro de la villa, que los que fueren [127r] en la villa, que ge lo
puedan afrontar, e ge lo desfaga luego; e sy lo non quisiere luego desfazer por ellos, que
qual quier [tachado: “dellos”] alcalde o jurado que lo fiziere lo non quisyere desfazer
por los dichos omes buenos, que peche çient maravedis de la buena moneda: las dos
partes para los adarves, e el terçio para los dichos omes buenos; e que los dichos omes
buenos que le enbien mostrar a la dicha sennora Reyna, por que ella lo vea e mande
librar sobre ello lo que la su merçed fuere.
[32] [anotación marginal: “candelas”] Otrosy, que las candelas que fagan del
marco que diemos a los omes buenos del conçejo que la Reyna mando, e que abasten la
villa de candelas; e valiendo el arroba del sebo a syete e a ocho maravedis, que den seys
candelas a dinero, que sea buen pavilo delgado, e que non sea estopa; e valiendo el sebo
de nueve maravedis fasta en diez, que den çinco candelas a dinero, e a este presçio
syenpre las candelas, subiendo el sebo o abaxando; e quien de otra manera lo fiziere,

234
que peche por cada vegada diez maravedis: la meytad para los adarves, e la otra meytad
para los omes buenos del conçejo.
[33] [anotación marginal: “veedores de los adarves”] Otrosy dieron por veedor
de los adarves, e de las fuentes, e de las puentes, e de todas las lavores de conçejo, para
quando fueren menester de adobar, a Pedro Maestro, que el que lo vea e lo faga
requerir, con que le den con que se adobe, e que le den su galardon segund su trabajo;
otrosy, dieron por veedor e por regidor de todos los tejeros e de los adoberos, al dicho
Pedro Maestro, e el que tenga los marcos desto, e sy alguno fallare que non faze la lavor
de los dichos marcos, que lo diga a los doze omes buenos, e ellos que les fagan prender
por la pena que en este dicho hordenamiento se contiene.
[34] [anotación marginal: “montes”] Otrosy, estas son las calonnas que
pertenesçen a los adarves segund el hordenamiento que la Reyna fizo de la guarda de
los montes que han a guardar los cavalleros del monte, segund se contiene en la carta de
la dicha sennora Reyna, e arriendanse agora las que acaesçieren desde aqui fasta en fyn
del mes de jullio primero que viene.
[35] [anotación marginal: “carrasco”] Primera mente, que ningunos non corten
lenna verde de enzyna nin de robre de pie [127v] nin de rama del dicho monte, sy non
fuere para la lavor del pan, asi commo camas, e estevas, e dentales, e orejas, que sean de
rama e non de pie; e qual quier que lo cortare, e ge lo fallaren llevando, que peche, por
cada vez que lo cortare o ge lo fallaren levando, sesenta maravedis: e desta calonna, que
sean los diez maravedis del cavallero que los fallare, e los çinquenta maravedis para la
lavor de los adarves; salvo la rama que la corten aquellos e en el tienpo que en el
hordenamiento otro se contiene que fue fecho e enmendado con acuerdo de Alonso
Ferrandez e Garçia Alonso, alcaldes, e de los doze que se y açertaren, e de los pecheros.
[36] [anotación marginal: “caleras”] E sy las caleras ovieren de fazer en el dicho
monte para los adarves o para otras [tachado: “adarves”] lavores, que lo muestren al
conçejo primero, e que los jurados [anotación marginal: “nota jurados”] que ge lo
manden fazer, e que les dexen sacar lenna para ello, de xara, e de enebro, e de aliaga, e
de romero, e de retama, e non de otra lenna ninguna; e qual quier o quales quier que de
otra guisa lo fizieren, que pechen por cada vez sesenta maravedis: e que desta calonna
que lleve el cavallero que lo fallare x maravedis, los quarenta e quatro maravedis que
sean.
[37] [anotaciones marginales: “montes”, “ganados”] Montes otrosy, por razon
que a las vezes faze muy grandes nieves e los ganados se podrien perder, que quando

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esto acaesçiere, que los que ovieren ganados que lo muestren al conçejo, e el conçejo
que les mande que corten rama para los dichos ganados, con cuchillos e non con açuelas
[tachado: “e non con cuchillos”] nin con dentrales, e sea el ganno del enzina de las
çimas, e non del pie, e el que de otra guisa lo fiziere, peche sesenta maravedis por cada
vez, e sy non oviere de que, pierda lo que oviere, e yaga medio anno en la cadena: e
desta calonna, que sean los x maravedis del cavallero del monte que los fallare, e los
çinquenta maravedis para los adarves.
[38] Et los cavalleros del monte, o qual quier dellos, que estas cosas sobre
dichas, o qual quier dellas, que son defendidas fallaren cortando, o faziendo, o levando,
e les non pendrare, o los consyntiere, o lo encubriere, o lo pleiteare, o soltare la calonna,
o non fiziere la guarda commo deve, que peche çient [128r] maravedis de la buena
moneda: e desta calonna sean las dos partes para los adarves.
[39] E que los cavalleros de los montes non consyentan andar ganados ningunos
de fuera del termino en el monte en ninguna manera; sy non, que peche la dicha pena de
los dichos çient maravedis para los adarves.
[40] E [tachado: “que los”] otrosy son de arrendar la parte que ha el conçejo e
los adarves las calonnas, segund el hordenamiento que la Reyna agora fizo nueva
mente, segund se contiene en una su carta escripta en pargamino e sellada con su sello
de çera colgado, que fue dada en Yllescas, xxj dias de dizienbre, era de mill e trezientos
e ochenta e quatro annos; e las otras cosas que ella manda arrendar por la dicha su carta,
las quales son estas que se siguen:
[41] Pero tengo por bien que de los tres novenes que los cavalleros [tachado:
“cavalleros”] del monte mande que oviesen de cada carga de lenna, que el conçejo que
aya dellos un dinero, e los cavalleros del monte los dos.
[42] Primera mente, por que me fue dicho que las medidas e los pesos que non
eran çiertos, e por tyrar que los omes non reçiban dapnno por esto, tengo por bien que la
medida del pan sea la fanega toledana, e la media fanega, e çelemin, e medio çelemin, e
que sean selladas con el sello de conçejo, e que aya en la fanega doze çelemines, e en la
media fanega seys çelemines; otrosy, que en los molinos que tengan çelemin e medio
çelemin sellado con el sello del conçejo, e sy por otro midiesen e tomase maquila, o lo
non toviere sellado, peche por cada vez x maravedis, eso mismo que lo tengan los
mesoneros, e los regateros, e otras personas quales quier que ayan de conprar e de
vender, so la dicha pena; e la medida del vino [anotación marginal: “medida de vino”]
que sea la cantara toledana, e de la cantara que fagan media cantara, e quinta, e ochava,

236
e media ochava, e dende ayuso medidas quantas oviere menester, por que conpren cada
uno lo que quisiere: e estas medidas del vino que sean selladas con el sello del conçejo,
e al que fallaren falsa medida o la non toviere sellada, que peche x maravedis, e
quebrantenle las medidas ante las puertas.
[128v]
[43] Et las pesas de la carne sea el arresde de la carne de quatro libras, e fagan
media, e quinta, e ochava, e dende ayuso deçender quanto oviere menester, e por que
pueda cada uno conprar quanto quisiere; estas pesas que las tengan todos de fierro e
sellada con el sello de conçejo, e al que fallaren estas pesas de la carne menguadas, o las
non toviere de fierro, e las non toviere selladas, peche por cada una vez que ge lo asy
fallaren diez maravedis.
[44] [anotación marginal: “pesos”] De los pesos tengo por bien que sea el marco
de Burgos en que aya ocho onças, e aya en el onça, e media onça, e quinta, e ochava, e
media ochava, e en la libra dos marcos, que son xvj onças, e en el arroua aya xxv libras,
e en el quintal quatro arrovas, que son çient libras; e qual quier que estos pesos non
toviere derechos e conçertados con los padrones del conçejo, peche la calonna sobre
dicha.
[45] [anotación marginal: “pannos”] Todos los pannos, tan bien de lana commo
de lino, e quales quier otros, que sean de medir por vara, e midanlas por la vara
castellana, e sean selladas con el sello de conçejo; e aquel que fuese fallada vara
menguada, o que non sea sellada, que vendan e conpren por ella, pechen por cada vez
que ge la fallaren x maravedis; e sy dapnno con ella fizo, pechenlo doblado al que
reçibio el danno.
[46] Et las medidas para [tachado: “v”] medyr las heredades sean selladas con el
sello de conçejo, por que quando acaesçiere que alguno conprare o vendiere, que sepa el
conprador que conpra, e non reçiba y enganno; e mando que estas cosas [tachado:
“tales”] todas sean guardadas e tenidas commo dize; e por previlegio, nin por carta que
alguno aya, que non lo dexe de guardar, e aquel fuere fallado que fizo falsedad en estas
cosas, o en alguna dellas, fasta tres vegadas, por cada vegada peche la pena suso dicha:
e desta pena, sean las dos partes para el conçejo, e la terçia parte para los adarves; e de
mas, por la [vacío, por: “terçia”] yaga un mes en la carçel o en la mayor prisyon de la
villa.

237
[47] Otrosy, tengo por bien que pongades en renta todas las calonnas [129r] et
cotos e ençerramientos, et todos los otros derechos que pertenesçen a los alcaldes por
sus ofiçios en qual quier manera.
[48] [anotación marginal, en otra tinta: “almotaçenes”] Otrosy, los derechos e
calonnas que pertenesçen al almotacenadgo, segund que lo agora han, e que el
arrendador o arrendadores que usen del ofiçio del almotaçenadgo, o pongan y tales
omes que cunplan para ello, e lo sytuan commo deven, e jurando el que el ofiçio sirviere
que bien e verdadera mente usara dello.
[49] Otrosy, la pregoneria con todos sus derechos que a el perteneçe en qual
quier manera, e el arrendador que sytua el ofiçio, e pongan y tales omes que cunplan
para ello, e lo sytuan commo deven, jurando el que el ofiçio sytuiere que bien e
verdadera mente usara del.
[50] Otrosy, todas las calonnas que perteneçen al conçejo segund fuero.
[51] Otrosy, las calonnas que pertenesçen al conçejo segund fuero [sic].
[52] Otrosy, las calonnas del monte, de mas de lo que han de aver los cavalleros
que han de guardar el monte.
[53] Otrosy, la caça de los montes e las calonnas de los que caçaren contra
voluntad de los arrendadores.
[54] [anotaciones marginales, de distinta época: “vino”, “att.”] Otrosy, las
calonnas de vino, e de las uvas, e de mosto, e de los que lo y troxeren de fuera del
termino, e de los que lo pusyeren en la villa ante del tienpo que deven.
[55] Otrosy, las cucharas e los dineros del pan que se vendiere en las ferias, e en
las plaças, en en los mercados, con sus calonnas.
[56] Otrosy, la renta del rio del conçejo, e las calonnas de los rios.
[57] Otrosy, la renta de la guarda de las vinnas, e de los panes, e de los olivares,
de mas de lo que han a guardar los cavalleros de las vinnas.
[58] Et todas las otras cosas que perteneçen e perteneçieren al conçejo en qual
[129v] qual [sic] quier manera; [blanco] el vino que pertenesçe e el derecho al
arrendador, de mas de lo quel pregonero ha de aver de su derecho.
[59] En Guadalajara, primero dia de dizienbre, era de mill e trezientos e ochenta
e quatro annos, Tel Ferrandez de Toledo, alcalde mayor de la Reyna; e Garçia Alonso
Triguero de Toro, alcalde de la dicha sennora de las alçadas de casa de la dicha sennora;
e alcaldes por la dicha sennora Reyna en todas las sus villas e logares de aquende
Duero; e estando en las casas de don Abrahen [tachado: “arrendador”] [al margen, en

238
otra mano: “Alfandar”], do posa el dicho Tel Ferrandez, alcalde, e estando y Garçia
Pardo Gallego; e Alvar Paez [anotación marginal, en otra mano: “Alvar Paez”]; e
Diego Ferrandez; e Alonso Perez Pecha [anotación marginal, en otra mano: “Pecha”]; e
Alvar Ruyz; e Ruy Perez; e Estevan Ferrandez; e Diego Ferrandez; e Diego Perez,
recuero; que son de los doze omes buenos que han de ver fazienda del conçejo deste
dicho logar Guadalajara; e Benito Perez, alcalde; e Juan Martinez de Ribafecha,
escrivano de la Reyna; e Gonçalo [tachado: “e g”] Nunnez, fijo de Ferrand Gomez de
Cordova; e Ruy Ferrandez, fijo de Nunno Ferrandez; otrosy, Juan Perez, ortelano; e
Pascual Perez, yerno de donna Sancha; e Yuste Perez de Pennalver; e Ruy Garçia,
carniçero; e Juan Martinez, avarquero; que son los quatro dados por los pecheros,
seyendos [sic] llamados por los dichos Tel Ferrandez e Garçia Alonso, alcaldes, para les
mostrar los hordenamientos que fueron fechos por ellos e por los que han de aver
fazienda del dicho conçejo, e por Benito Perez, alcalde, e fueron puestos en renta e
arrendadas, e fueron [tachado: “des”] fechos por carta de la Reyna a pedimiento de los
pecheros, los quales hordenamientos fueron leydos delante todos estos sobre dichos, e
preguntaronles que les dixesen en que eran agraviados, que los enmendasen; e por todos
los sobre dichos fueron enmendados los dichos hordenamientos en esta manera que se
sygue; e fue acordado por todos que los pusyesen en renta por quel dicho conçejo oviese
pro.
[60] [anotación marginal, en otra mano: “propios”] E los dichos alcaldes, con
estos sobre dichos, por que fallaron que esta villa non avia propio del conçejo, salvo el
peso que rinde fasta [130r] mill [tachado: “e”] maravedis, e por ende viene grand
dapnno a todos los vezinos della e de su termino, por non tener que dar a mensajeros
que enbian a nuestros sennores el Rey e la Reyna, e a otras partes que son pro del
conçejo, e para otros menesteres que les recreçen de cada dya, salvo sy lo derramasen
por la villa e por el termino. [anotación marginal: “de la puja, que aya el arrendador el
terçio, e el conçejo, los dos terçios”] Por ende, [añadido: “por”] encreçentar los propios
de la villa, acordaron de poner en renta los derechos e calonnas que se syguen, con tal
condiçion que sean arrendados publica mente por conçejo por los mayordomos, segund
que la Reyna manda que sean fechas las rentas que al conçejo pertenesçen, e que pueda
ser pujado el quinto en cada una de las rentas del conçejo fasta quatro meses primeros
syguientes: e desta puja, que aya el arrendador un terçio, e del conçejo dos terçios.
[61] [anotación marginal: “montes”] Por que fallaron que los montes se
estraguan de cada dia, e non se guardavan conplida mente por los cavalleros commo la

239
Reyna manda por su carta, e que esto era grand dapnno del conçejo; [anotación
marginal, en otra mano: “att”] e otrosy, por que fallaron que la villa e las aldeas non se
podrian mantener conplida mente por la lenna, hordenaron que trayguan lenna para la
villa commo aqui dira, cada anno, desde treze dias de junio, era de mill e trezientos e
ochenta e dos annos, que fue fecho el dicho hordenamiento: primera mente, por el dicho
Benito Perez de Olmedo, alcalde, e por los dichos Diego Ferrandez, [anotación
marginal, en otra mano: “Alvar Paez, Alonso Perez Pecha”] e Alvar Paez, e Alonso
Perez Pecha, e Garçia Perez Gallego, e Alvar Ruyz, e Estevan Ferrandez, e Ruy Perez,
escrivano, e otrosy Rodrigo Arias, e Alvar Rodriguez, e otrosy por los dichos Diego
Perez, recuero, e Diego Perez, que troxiesen lenna fasta el primero dia de novienbre
primero que viene, [anotación marginal: “pecheros e barrannos”] que traygan
cavalleros, e duennas, e escuderos, e donzellas que mantoviesen casas, dos cargas cada
uno, e la fagan traher: e esto que sea de lenna seca o çepas secas, quier para su casa o
para vender, e que por esto que non sean thenudos de dar cosa ninguna, sy non los tres
novenes a los cavalleros que la Reyna hordeno; que desdel primero dia de novienbre
adelante fasta primero dia de abril, pero que es mas menester [130v] para el ynvierno,
que traygan e puedan mandar traher lenna cavalleros, e duennas, e escuderos, e
donzellas que mantoviesen casa, cada uno, dos cargas cada dia: e que sea lenna seca o
çepas, con la dicha calonna de los tres dineros para los escuderos; o que sean de ramas
de enzina o de robre verde: e esta rama, que sea cortada de ençima de los arboles, e que
lo traygan redondo, e non de rayz, para que se pueda rayzar sy es de pie o de rama, e por
esto que non aya mayor calonna en este dicho tienpo de los dichos tres novenes; e el que
lenna quisyere vender en la plaça, que la venda seca, e non de lo verde, e qual quier que
de lo verde vendiere, que peche cada vez al arrendador diez maravedis; e sy en estos
dichos tienpos, o en qual quier dellos, fallaren que cortan o trahen [en el margen: “o
lievan”] lenna, o venden enzina o robre al pie, que peche por cada vez sesenta
maravedis al arrendador; otrosy, sy fallaren que alguno entro o aro, o ara o arare, o
derronpiere en los montes, que peche cada uno por cada vez sesenta maravedis al
arrendador; [en el margen: “arrotura”] otrosy, [tachado: “sy fallaren”] el suelo que lo
fagan luego dexar al monte para el conçejo; [anotación marginal: “de los que lyevan
fuera del termino lenna”] e el arrendador que pueda acusar e levar calonnas de todos los
de fuera del termino que fallaren cortando o levando lenna, o camas, o dentales, o otra
madera qual quier de los dichos montes para fuera del termino, e que lleven de cada uno
sesenta maravedis por cada vez que lo fallare; salvo sy algund logar que a costunbre de

240
levar lenna por la calonna que nos solemos pechar, que son xvj nobenes; e por esta
calonna que les consyentan levar lenna seca, e que lo puedan levar, e sy lennaren lenna
al pie, o otra lenna sy non commo la troxieren a la villa, que pechen sesenta maravedis
por cada vez que lo fallaren levando; [anotación marginal: “ganados de fuera del
termino que non entren en los montes”] otrosy de los ganados de fuera del termino que
fallaren en los montes paçiendo e usando del, que lyeven de cada manada sesenta
maravedis por cada vez; otrosy, sy fallaren que algunos vezinos de Guadalajara o del
termino cortando o lyevan camas, o estevas, o dentales, o camas de azenas, que [131r]
lieven dellos los arrendadores, por cada vez, sesenta maravedis; e sy algunos lo levaren
e non los pudieren tomar con ello, e lo pudieren provar con testimonio de omes buenos
que lo levo, que pechen la dicha pena de los sesenta maravedis; e para la lavor del pan,
que corten e puedan levar camas, e estevas, e dentales, e orejas de rama, e non del pie;
[anotación marginal: “al pie, lx maravedis”] e sy del pie lo fallaren cortando o levando,
que peche sesenta maravedis; e para los molinos quando ovieren menester estacas para
las presas, que el duenno del molino que lo venga dezir al alcalde quantas ha menester,
por que el alcalde, con acuerdo de los doze, lo fagan saber a los cavalleros de los
montes, e al arrendador, por que les den logar çierto do las corten, de rama alta, e non
del pie; e sy fallaren que al pie las lievan o las cortan, o mas estacas lievan de quantas
[tachado: “estas lievan”] de quantas [sic] demando [suprascrito: “e le dieron”], que
peche la pena de los sesenta maravedis al arrendador; e los cavalleros de los montes que
usen [tachado: “que lo”] [suprascrito: “aquello que”] han de costunbre fasta aqui,
guardando el hordenamiento que la Reyna fizo en esta razon, e do el cavallero fallare
primero la calonna, que la lieve. Et sy el cavallero o el arrendador fueren en uno e
fallaren la calonna, que la lieve el cavallero, e sy fallaren quel arrendador encubre o
pleytea o consyente pasar o quebrantar estas cosas sobre dichas que ha de guardar, o
parte dellas, peche por pena çient maravedis para los adarves por cada uno que fallaren
que lo pleitea por cada vez, e que sea thenudo de pagar todavya la pena; o sy fallaren
alguno o algunos de la villa o del termino cortando o levando aulagas, o romero, o
estepa, o xara, o retama, o maranna, quel non lleven dellos [en el margen: “cosa”]
ninguna, por que la Reyna lo hordeno asy por su carta; e quando algunas contiendas
acaesçieren entre los cavalleros de los montes e los arrendadores, e los de la tierra, que
sean oydos antel alcalde, e el alcalde que lo libre con acuerdo de algunos de los doze, e
que lo libre segund esta escripto e en la carta de la Reyna se contiene, por que sy alguna
contienda acaesçiere [131v] que dixeren que alguna lenna es cortada verde de ese dya, e

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sy fallaren que non es cortada de ese dya, e sy fallaren que lo mas de la lenna es seca, e
seco, que tal lenna non aya pena; e el arrendador que sacare esta renta, que faga jura que
bien e verdadera mente lo guarde leal mente, e que guarde a cada uno su derecho,
segund en este hordenamiento se contiene; e que pueda tomar conpanneros para lo
guardar fasta en diez dias, e que sean omes buenos e abonados, e que fagan todos jura,
segund dicho es, e que puedan fazer e levar un conpannero con otro.
[62] Otrosy, el fuero de la villa dize que el ganado que entrare de fuera del
termino al termino de la villa, que maten de la grey de las ovejas diez carneros sy
entrare en la dehesa, e del busto de las vacas una, e es a catar la carta de la Reyna para
saber su declaraçion, e otrosy el uso por omes ançianos, por que asy lo manda el fuero.
[63] [anotación marginal izquierda: “que son dehesas los montes del Alcarria e
del Canpo] [anotación marginal derecha, en otra mano: “nota que las dehesas del
conçejo de y son los montes del Canpo e del Alcarria”] Otrosy hordenaron que qual
quier que sacare conejos, o liebres, o perdizes en las dehesas del dicho conçejo, que son
los montes del Canpo e del Alcarria, con redes, o con furon, o con vallesta, o con çepos,
o con otras paranças, o con perros, que pechen sesenta maravedis (salvo aquel que lo
arrendare del conçejo, que lo pueda caçar o mandar que caçen en las dichas dehesas);
cada caça que y fallaren con paranças o en otra manera qual quier; salvo las perdizes,
que non caçen sy non con aves. Et las calonnas que las aya el arrendador, e sy el
arrendador contra esto pasare, que peche la dicha calonna doblada al conçejo.
[64] Otrosy, por que muchos se trabajan de meter vino en la villa a regateria
todo el anno, asy del termino commo de fuera del termino, esto es dapnno a los de la
tierra comunal mente; hordenaron que non [132r] metan vino en la villa a regateria del
termino, salvo sus duennos del vino que lo traygan e lo vendan quando quisieren, del
termino, ellos e sus omes, fasta el dia de Santa Maria de agosto; e sy regatero o
regateros lo troxeren o lo vendieren, que pechen cada uno por cada vez que lo troxeren
o lo vendieren, sesenta maravedis, salvo para los judios que trayan vino e humos,
segund se contiene en la carta del Rey, salvo los fijos de Garçia Ferrandez, e Ferrand
Perez, e Alvar Rodriguez e sus fijos, e muger de Pedro Mateos e sus fijos, e muger de
Pedro Marcos e sus fijos: estas que lo puedan traher de las vinnas que ellos o aquello
que eran vezinos de Guadalajara lo avian en Loranca [anotación marginal izquierda en
otra mano: “dizen aqui que Loranca fue de Guadalajara”] [anotación marginal derecha
en otra mano: “que Loranca fue de Guadalajara”] al tienpo que Loranca era de
Guadalajara, e el vino, e la uva, e el mosto de los vezynos de la Puebla que lo han

242
acostunbrado de lo traher para su mantenimiento, que lo traya al dicho logar de la
Puebla de sus vinnas; otrosy, los vezinos e moradores de Yunquera, que puedan traher
la uva de las vinnas que agora han en termino de Majaver e Yunquera; otrosy, sy alguno
o algunos de la villa o del termino quisyeren traher vino de fuera del termino para bever
en su casa para sy e a su conpannia, que lo pueda traher syn pena ninguna; e sy fuere
fallado o provado que aquel que lo trahe lo vende a regateria, o lo da a otro que lo
vendan, que peche sesenta maravedis; e qual quier regatero que a la villa o al termino
vino troxere a regateria fasta el dya de Santa Maria de agosto, que peche por cada vez
sesenta maravedis; e del dya de Santa Maria de agosto adelante fasta el dya de Sant
Miguell, que trayga vino a la villa del termino e al termino que fueren menester los
regateros, asy commo en la carta del Rey se contiene; e sy de fuera del termino lo
troxere, que peche cada uno cada vez sesenta maravedis; e sy en alguna aldea [132v] del
termino non oviere vino de su cosecha, que lo pueda traher del termino para su
mantenimiento; e que en todo el anno non traygan nin metan a la villa nin al termino,
nin de fuera del termino, vino, nin uvas, nin mosto, so la pena que en la carta del Rey
dize, salvo los sobre dichos, e salvo tynta que traygan de todas partes en el tienpo del
tennir, segund que lo han acostunbrado.
[65] Otrosy, por que los que miden el pan que se vende en las plaças e en los
mercados lievan algo de aquellos que venden el pan, e desto non se aprovecha el
conçejo, hordenaron que de aqui adelante que paguen cuchares del pan e legunbres que
se vendieren aqui en la dicha villa de Guadalajara en las ferias e en los mercados e en
las plaças acostunbradas do se suele vender, e la cuchare que sea tal que faga ocho
cuchares el çelemin, e que tome el arrendador de cada media fanega una cuchare, e de la
fanega dos cuchares, e desta medida que pague por todo lo que vendiere en los dichos
logares e en qual quier dellos; e estas cuchares que sean de fierro e selladas con la
sennal de conçejo: e estas cuchares que las paguen los de fuera del termino; e los de la
villa e del termino que vendieren pan e legunbres en algunos de los dichos logares, que
paguen por cada fanega dos meajas, e por la una fanega una meaja; e sy alguno
defendiere o anparare de non pagar el derecho segund que dicho es, o lo vendiere en
otro logar, o encubierto, o encubriere al que lo troxere a vender del termino, que peche
el derecho doblado, e mas, diez maravedis por cada vez; e el alcalde que sea thenudo de
ge lo entregar, e todos los que vendieren pan en la villa en sus casas, o enbiare pan en
escudillas a vender, e lo vendieren, e tornaren a las casas a medir, que non peche
cuchares nin otro derecho, mas que pase commo paso fasta aqui; e los arrendadores que

243
den medias fanegas e çelemines derechos para medir el pan, e que sean ferradas de la
sennal del conçejo; e sy al arrendador fallaren las medidas o cuchares que [133r] non
sean derechas, o non sean feridas commo dicho es, que peche en calonna al conçejo, por
cada vez que asy le fuere fallado, sesenta maravedis, e la medida e cuchare que tal fuere
fallada, que sea quebrantada.
[66] Otrosy hordenaron que qual quier que pescare o fiziere xudrias en el rio de
Henares, en quanto es aquello que perteneçe al conçejo, o al que lo arrendare,
[suprascrito: “aya de pena”] por cada vez sesenta maravedis; e el arrendador que pueda
en ello pescar por sy o por otro, e todo el pescado que tomare en el dicho rio, que lo
venda en Guadalajara o en su termino; e sy a otra parte lo llevare, que peche sesenta
maravedis para el conçejo; e que quede a salvo el derecho de los molinos, segund se
contiene en el fuero. [anotación marginal izquierda: “que en el rio pertenesçe a
Guadalajara pescar con anzuelo syn pena alguna”] E otrosy las tablas del rio de omes
çiertos que son suyos, e que pueda en el rio del conçejo pescar quien quisyere con
anzuelo syn pena ninguna.
[67] Otrosy hordenaron que las redomas que los pregoneros suelen levar de vino
que venden, que suelen en ellas levar, que se pongan en renta en esta manera: que qual
quier que vino quisiere vender de su casa, o de su bodega, o de lo que trahen en odres
del termino o de fuera del termino a lo vender, que sean thenudos a lo pregonar ante que
lo vendan; e que sean thenudos de dar al pregonero paral arrendador, de mas de la renta
en dineros tanto quanto valiere, açunbre e marco toledano de vino que apregonare; e el
que lo vendiere antes que lo pregone, que peche paral arrendador seys maravedis; e de
los regatones que vendieren vino de fuera parte, quier de termino o de fuera del termino,
que sean thenudos de dar e den derecho para pregonar de cada cuba que troxere para
vender; e el que lo non [tachado: “que”] fiziere, que peche la dicha pena para el
arrendador, e el vino que diere paral pregonero para la redoma, que sea açunbre e marco
toledano, e otro açunbre e marco para la renta, commo dicho es, cada que fuere
apregonado; e el arrendador que de pregonero para pregonar el vino e todas las otras
cosas que se ovieren de pregonar por almoneda; e que fagan todos los otros pregoneros
que ayan su derecho de todo esto, segund [133v] que lo suelen levar, salvo de lo de
conçejo, que non lyeven ninguna cosa; e sy el arrendador non dyere pregonero para esto
que dicho es, seyendo e feziendo que lo pueda vender cada uno syn dar derecho de
pregoneria, faziendo lo apregonar.

244
[68] Otrosy hordenaron, por quanto se fazen grandes dapnnos en los panes, e en
las vinnas, e en las olivas, fyncando a salvo la pena o derecho que han de aver los
sennores de los panes, e de las olivas, e de las vinnas, e otrosy a los cavalleros de las
vinnas, e a los vinnaderos, e a los mesegueros, que segund que lo han de aver de fuero e
de uso e de costunbre, e segund el hordenamiento que fizieron Juan Martinez e
Domingo Juan por mandado e poder que dyz que avian de nuestra sennora la Reyna, e
que lo guarde e que lo lieve el arrendador o arrendadores, o los que lo ovieren de
recabdar por ellos, de bestia mular o a cavallar, o ganado vacuno o bueyes, de cada res
que entrare en las vinnas, o panes, o olivas, un maravedi; e de cada bestia asnal, çinco
dineros; e de cada puerco, dos dineros; e del asnal que entrare en los panes, tres meajas;
otrosy, que lieven del ome que entrare en la vinna agena o lieva uvas a furto o
panpanos, o levare çepas o sarmientos, o lenna qual quier, que pechen al arrendador, por
cada vez, L maravedis; e que lyeven de cada oveja e de cada carnero, o cabra o cabron
que entrare en las vinnas o en los panes o en las olivas, de cada uno un dinero; e esto,
que sea fasta treynta reses; e sy mas fueren de treynta reses, que lieven una res de la
manada por cada vez que lo y fallaren de dia; e por de noche, que lieve la dicha pena
doblada; e sy el arrendador encubriere o pleiteare a algunos consyntiendo les fazer
danno, que peche çient maravedis de la buena moneda por cada vez. Otrosy, que non
sea osado de entrar por las vinnas sy non por camino o por lino, salvo sy viere fazer
dapnno o fuere a prendar.
[69] En Guadalajara, veynte e dos dias de dizienbre, era de mill e trezientos
[134r] e ochenta e quatro annos, estando en casa de Juan Martinez de Rybafecha,
escrivano de la Reyna, e alguazil deste dicho logar, Tel Ferrandez de Toledo, alcalde
mayor de la Reyna, e Garçia Alonso, alcalde de la dicha sennora de las alçadas de la su
casa, fizyeron venir ante sy a Alonso Perez Pecha [anotación marginal izquierda en
otra mano: “Pecha”, “Alvar Paez”], e a Garçia Perez Gallego, e a Rodrigo Arias, e a
Alvar Paez, e a Alvar Ruyz, e a Alvar Sanchez, e Estevan Ferrandez, e a Ruy Perez, e
Diego Perez, que son de los doze omes buenos que han de ver fazienda del conçejo
deste dicho logar; e otrosy, estando y presentes Juan Diaz, e Gonçalo Nunnez, e Juan
Ferrandez, e Ruy Ferrandez, fijo de Nunno Ferrandez, cavalleros deste dicho logar, e
otrosy Estevan, e Pascual Perez, e Juan Martinez, que son de los quatros, dixeron que
ellos, entendiendo que [suprascrito: “es”] serviçio de la Reyna e pro deste dicho logar,
acordavan de fazer algunos hordenamientos, e por [que] ellos supiesen quales eran
fizieron ge los leer delante, e leydos, pregonaronlos, sy ellos sy entienden que cunple de

245
se fazer e de hordenar, e de se poner en renta las calonnas dellos por que fuesen mejor
guardadas; e todos estos sobre dichos, e cada uno dellos, dixeron que eran buenos
hordenamientos e provechosos, e que cunplen poner en renta por que fuesen mejor
guardados. testigos: don Bartolome de la Tabla, e Ferrand Perez, fijo de Nunno Perez, e
Juan Sanchez, fijo de Martin Perez, e Diego Perez; e los quales hordenamientos, que
fueron mostrados e leydos ante los sobre dichos, son estos que se syguen:
[70] Otrosy hordenaron que qual quier regatero o regatera, o otro alguno que
conpre pescado fresco de mar en Guadalajara e en su termino e lo vendiere, peche para
el conçejo, por cada vez, la valia que valiere el pescado que vendiere, e mas diez
maravedis; e el que troxere a Guadalajara pescado de mar a vender, que lo ponga todo
en la plaça e lo venda y; e sy asi non lo fiziere, o en otro logar lo y vendiere, pierda el
pescado e peche diez maravedis por cada vez al conçejo.
[71] Otrosy hordenaron quel pescado fresco de ryo, que ningund regatero nin
regatera, nin otro alguno, que lo non conpren para revender desque fuere en la villa, o lo
vendiere paral conçejo por cada vez la valia que valiere el pescado [134v] que vendiere,
e mas diez maravedis, e el que troxere a Guadalajara pescado fresco de rio a vender, que
lo ponga todo en la plaça e lo venda y, e al coto que le fuere puesto, e sy lo asy non
fyziere, e en otro logar lo vendiere, pierda el pescado e peche diez maravedis por cada
vez al conçejo.
[72] Otrosy hordenaron que ningund regatero nin regatera que non conpre caça
alguna de la que troxeren a Guadalajara, salvo que lo vendan en la plaça, e sy despues
que la vendiere en la villa a regateria o a regatero o a regatera o en otro logar, salvo en
la plaça, pierda la quantia que valiere la caça, e el regatero o regatera que la conpre
pierda la caça e peche diez maravedis por cada vez al conçejo.
[73] Otrosy hordenaron que la caça que la vendan en la plaça, do se suele
vender, e todo aquel o aquella que la vendiere en casa o en otro logar, peche diez
maravedis por cada vez al conçejo.
[74] Otrosy hordenaron que las regateras que vendan el queso linpio e a peso, e
al presçio que fuere puesto, e que les de ganançia al maravedi un dinero; e qual quier
que esto pasare e non lo quisyere vender al coto que le fuere puesto, teniendolo, peche
al conçejo diez maravedis por cada vez.
[75] Otrosy hordenaron que qual quier regatero o regatera que conprare alguna
cosa, que venga a Guadalajara a vender, o diese sennal por ello, el dia del mercado fasta
que sea quedada la canpana de Sant Jullian que es acostunbrada es [sic] dia del

246
mercado, pierda lo que conprare, e peche al conçejo, por cada vez, x maravedis, e sy
algunos algunas cosas troxeren a Guadalajara despues de la dicha canpana quedada, que
regatero nin regatera que lo non conpre fasta otro dia despues de la canpana de terçia
quedada, e sy lo conprare, pierda lo que conprare, e peche al conçejo, por cada vez, x
maravedis.
[76] Otrosy hordenaron que los regateros o regateras que venden las pasas
[135r] e figos de Valençia e del Reyno de Murçia, o de parte qual quier que sean, de
zera, o arros, o amendras, que lo vendan al peso e al coto que les fuere puesto,
teniendolo, que peche al conçejo, por cada vez, x maravedis [sic].
[77] Otrosy hordenaron que los regateros que venden el fierro, que lo vendan a
peso e al coto que les fuere puesto e que les de ganançia al maravedi un dinero; e qual
quier que desto pasare e non lo quisiere vender al coto que les fuere puesto, el
teniendolo, que peche, por cada vez, al conçejo, diez maravedis.
[78] Otrosy hordenaron que los regateros o regateras que venden çevada a
regateria, que la vendan linpia e enxuta, segund que la conprare, e al preçio que les
fuere puesto, e que les de ganançia al maravedi un dinero; e qual quier que desto pasare
e non lo quisiere vender, teniendolo, e al coto que le fuere puesto, que peche, paral
conçejo, por cada vez, diez maravedis.
[79] [anotación marginal: “los almotaçenes pongan los preçios”] Otrosy
hordenaron quel preçio destas cosas sobre dichas, que lo pongan aquellos o aquel que
oviere el ofiçio del almotaçenadgo, en todas las cosas sobre dichas, cada martes, desque
sopiere a que preçio se venden cada una de las dichas cosas, estando presente a todo
esto el escrivano que es puesto para escrivir todas las cosas que pasaren en fecho del
conçejo.
[80] Otrosy hordenaron que las panaderas que den pan cocho de la fanega del
trigo esquitando ende el çelemin de la maquila, e el pan de la poya e las onças çiertas
que fallaren que recudan de la fanega, e han de contar los maravedis que cuesta la
fanega del trigo e el dinero del alcavala del Rey, e tres meajas por llevarlo al molino, e
sal un dinero, e baruntar un dinero, e lenna un dinero, e a la hintera un dinero, e por
levar el pan al forno un dinero, e a la fornera por fornear un dinero; e deste dinero que
den al duenno del forno su parte commo lo davan de la resta, e a la panadera por su
trabajo el salvado e dos novenes por su trabajo de cada fanega.
[81] Otrosy hordenaron que los carniçeros que tengan las escoplas enzyma
[135v] de las tablas, e qual quier que las fallare en otra manera, contra fuero, que peche

247
por cada vez paral conçejo diez maravedis; otrosy, que desuellen tras las tablas; e otrosy
que los carniçeros que vendan las carnes apartada mente, cada uno en su tabla, apartado
el carnero del cabron, e en las tablas apartada mente, segund que solian; las quales
tablas en que venden carnero, e vaca, e puerco, e cabron, e todas las otras carnes
[tachado: “blas”] que solian vender, salvo cabra o cabron, son estas: desde el portal de
las casas que fueron de Martin Juan, fasta el corral [suprascrito: “en”] que tienen los
carniçeros el ganado, e son estas: de Ruy Garçia, carniçero, dos tablas; e de la muger de
Estevan Ferrandez, una tabla; e de Miguell Garçia, fijo de don Gil, otra tabla; e de
Fernando Perez, fijo de Martin Perez, otra tabla; e de Benito, otra tabla; e de Miguell
Perez Carniçero, otra tabla; e de Benito, otra tabla; e de Miguell Perez Carniçero, dos
tablas; e de Benito Martinez, otra; e de Alonso Munnoz, dos tablas; e otrosy, de la otra
parte que comiença desde la tyenda de los alfajenes fasta los alancanes, e son todas de
matar carneros, e es la una de don Apariçio; e las de Fernando Rodriguez; e otrosy las
otras tablas comiençan desde las tyendas del caperete, e liegan fasta la tabla de don Gil
Carniçero, que es de cabron, e son tres tablas: las dos de Ferrnad Rodriguez, e la otra de
Gil Perez, e la tabla de don Gil es agora de Miguell Perez: e dende fasta la tabla de
Domingo Perez, son syete tablas de cabron; e otrosy, tres tablas nuevas de Ferrando
Rodriguez fueron nonbradas para el [...] para vender cabron, e qual quier carniçero que
fuere fallado que mata carnero en qual quier de las dichas tablas, salvo para aquellos
que fueren nonbrados, peche al conçejo, por cada vez que se fallare, x maravedis; e qual
quier carniçero que fallaren las tablas de fuera de los postos, contra la [tachado: “s
tablas”] plaça, que las tornen a par de los postes, segund que lo hordenaron Diego
Ferrandez, e Alvar Ruyz, e Ruy Perez, e don Bartolome de la Tabla, e Gil Perez
Carniçero; e sy les sacaren de fuera de aquellos [136r] logares que le fuere mandado por
los sobre dichos, que peche diez maravedis por cada dia que asy les fuere fallado.
[82] Otrosy hordenaron que qual quier çapatero christiano, o judio, o moro, que
fiziere o vendiere çapatos de cuero o de perro, o de bestia cavallar, o mular, o asnal, o
de odre, o las suelas, o las enpechas, peche por cada vez que ge lo fallaren diez
maravedis: para el conçejo dos terçios, e el un terçio para los fieles que fueren dados
para los requerir, e que quemen la lavor que tal fallaren.
[83] Otrosy hordenaron que qual quier que adobare cordovanes o vadanas de que
fazen çapatos con azeyte o con otro falso adobo, o los vendiere, que peche por cada vez
x maravedis: los dos terçios paral conçejo, e el un terçio para el que lo acusare.

248
[84] Otrosy, las avarcas cortydas, que las fagan de çerradas e de longaneles, e
qual quier que de otra guisa las feziere e las vendiere, peche por cada vegada x
maravedis: los dos terçios paral conçejo, e el otro terçio para los fieles que fueren dados
para los requerir, e que sea quemada la coranbre que desta manera le fuere fallada, e
esto todo que dicho es de la coranbre, e de los çapatos, e enpennas, e suelas, e avarcas,
que se entienda asy en los menestrales de la villa e del termino, commo en los de fuera
que los troxeren a vender.
[85] Otrosy, qual quier que fyziere o vendiere la coranbre tyna o falsa, o en otra
manera qual quier, peche, por cada vez que le fuere fallado, x maravedis: los dos terçios
paral conçejo, e el otro terçio para los fieles que fueren dados para los requerir, e que les
sea quemada la coranbre que desta manera le fuere fallada, esto todo que dicho es de la
coranbre, e de los çapatos, e enpennas, e suelas, e avarcas, que se entienda asy en los
menestrales de la villa e del termino, commo en los de fuera que los troxeren a vender.
[86] Otrosy hordenaron que qual quier que conprare coranbre para remendar o
algo de los çapateros de la villa o del termino, e lo quisyeren por labrar, que lo pueda
tomar para labrar su menester, pagando lo que costo al que lo conpro, pagandole el
conprador quanto le costo; e sy non ge lo quisyere [136v] pagandole el preçio, que
peche dyez maravedis por cada vez: los dos terçios para el conçejo, e el otro para los
adarves.
[87] Otrosy hordenaron que los çapateros de fuera de la villa que troxeren lavor
a vender, que entren dentro en el alcayçeria, dandole los çapateros de la villa, dentro en
el alcayçeria, logar convenible para lo bender, syn presçio ninguno; e sy non quisyere
con ellos a lo vender en el alcayçeria, e lo vendiere en otra parte, peche por cada vez x
maravedis: los dos terçios paral conçejo, e el otro terçio para los adarves. E esto que sea
pagando tres mercados, e de los tres mercados en adelante, que lo guarden so la dicha
pena. E sy los çapateros de la villa non dieren logar convenible dentro en el alcayçeria a
los çapateros de fuera, do [tachado: “escriva”] ensennar para vender lo que troxeren de
su menester para vender, o les pidieren presçio por el logar, que los çapateros de fuera
de la villa puedan vender en la dicha plaça syn pena ninguna.
[88] Otrosy hordenaron que qual quier ome o muger que lavaren dentro en la
fuente ropas o otra cosa qual quier, o en el pilar dentro, o fuera fasta dos posadas en
derredor, que peche por cada una vez diez maravedis para la lavor de los cannos.
Quite [por “quidem”] scripsyt escribat cum domino senper biuat. En
Guadalajara.

249
IV
1486, junio 20, Camarma de Arriba.
La ciudad de Guadalajara otorga en censo, a Beatriz de Castro, un huerto de
propios de la ciudad, sito en su aldea de Camarma de Arriba, por 45 maravedíes
anuales.
AMGU, doc. nº 136497.
[1r] Sepan quantos esta carta de çenso fiteosyn vieren, commo yo, Ferrand Perez
de Alcaraz, regidor de la çibdad de Guadalfaiara; et yo, Sancho Sanchez de Horozco,
procurador de la dicha çibdad; et yo, el bachiller Diego Rodriguez de Sant Viceynte; et
yo, Françisco de Carrion, vezinos de la dicha çibdad, todos deputados por la dicha
çibdad para entender en las cosas tomadas e ocupadas de lo publico de la dicha çibdad
et su tierra, otorgamos et conosçemos, en nonbre de la dicha çibdad, que damos a çenso,
et en nonbre de çenso perpetuo, para sienpre jamas, a vos, Beatriz de Castro, muger que
fustes de Pedro de Villasirga, que Dios aya, vezina de Camarma de Suso, aldea et
juridiçion de la dicha çibdad, et a vuestros herederos et subçesores, un huerto que vos
tenedes en termino del dicho logar Camarma, tomado et ocupado de lo publico de la
dicha çibdad, que ha por aledannos: de la una parte, huerto de Pedro de Villasirga; et de
la otra parte, el camino que va a Serrazines; et de la otra parte, el arroyo: el qual dicho
huerto vos damos a çenso perpetuo, para agora et para sienpre jamas, para vos et para
vuestros herederos et subçesores, para lo vender, et enpennar, et dar, et trocar, et
canbiar, et fazer dello et en ello commo de cosa vuestra propia, con estas condiçiones et
penas et posturas que se siguen: que vos, la dicha Beatriz de Castro et vuestros
herederos et subçesores, o el que de vos et dellos venieren et tovieren el dicho huerto,
dedes et paguedes, et den et paguen a la dicha çibdad de Guadalajara, et a su
mayordomo que agora es o fuere, de çenso perpetuo, en cada un anno, para sienpre
jamas, quarenta et çinco maravedis de la moneda que corriere en Castilla al tienpo de las
pagas, en esta manera: la mitad de los dichos quarenta et çinco maravedis, [1v] por el
dia de navidad de cada un anno, et la otra mitad por el dia de Sant Iohan de junio de
cada un anno, perpetua mente, para sienpre jamas, que comiença la primera paga de los
dichos quarenta et çinco maravedis por el dia de navidad primera que viene, que sera en
el mes de dezienbre deste anno de la fecha desta carta, et la segunda paga por el dia de
Sant Juan de junio del anno primero que verna de mill et quatroçientos et ochenta et
siete annos, et asy dende en adelante en cada un anno, en todos los otros annos
venideros, para sienpre jamas, so pena de dos mill maravedis por cada paga que al dicho

250
plazo non dieredes et pagaredes, vos, o los dichos vuestros herederos et subçesores, o
los que de vos et dellos vinieren et subçedieren, et tovieren el dicho huerto que vos asy
tenedes ocupado et tomado de lo publico de la dicha çibdad; et sy vos, o los dichos
vuestros herederos et subçesores non dieredes, o non dieren et pagaren a los dichos
plazos los dichos quarenta et çinco maravedis del dicho çenso dos annos, uno en pos de
otro, que perdades et pierdan el dicho huerto que nos otros, en nonbre de la dicha
çibdad, asy vos damos a ençenso perpetuo, con las mejorias que en el ovieredes fecho et
fizieren, syn vos dar por ello preçio alguno, et sea en escogençia de la dicha çibdad de
lo tomar por comiso, o que paguedes et paguen el dicho çenso por sienpre jamas, so
pena de dos mill maravedis, et con condiçion que sienpre lo tengades et tengan bien
reparado et labrado, et en pie, de manera que vala el dicho çenso, et que lo non podades
vender nin enajenar a cavallero nin escudero, nin a duenna nin a donzella, nin a yglesia
nin monesterio, salvo a omme llano et abonado que pague bien el dicho çenso et annos,
que lo vendades nin troquedes nin enajenedes [2r] vos et los dichos vuestros herederos
et subçesores seades et sean tenudos et obligados de requerir a la dicha çibdad o a los
regidores della, sy lo entran tanto por tanto, quanto por ello vos dieren, et sy de otra
guisa de qual quier de las dichas condiçiones lo fizieredes o fizieren, que perdades et
pierdan el dicho huerto et lo que en el ovieredes mejorado, et sea todo para la dicha
çibdad et en su escojençia, commo dicho es, de lo tomar, o que paguedes el dicho çenso,
so la dicha pena de los dichos dos mille maravedis; e desde agora despojamos a la dicha
çibdad de la posesyon del dicho huerto, et apoderamos a vos, la dicha Beatriz de Castro,
et a vuestros herederos et subçesores, et vos damos poder conplido para que tomes la
posesyon del dicho huerto, syn pena et syn calonna, et syn pena o calona [sic] en ello
oviere, que sea sobre la dicha çibdad, et non sobre vos; et obligamos a la dicha çibdad
que vos lo fara sano et de paz de qual quier persona o personas que vos lo vengan
demandando o enbargando, agora et en qual quier tienpo, et que tomara la boz et otoria
del pleito por vos et por los dichos vuestros herederos et subçesores, et vos sacaran a
paz et a salvo, so pena del doblo, et la dicha pena pagada o non, que todavia vos faran
sano et de paz el dicho huerto; para lo qual todo asy tener et guardar et conplir et pagar,
obligamos a ello a la dicha çibdad et a sus bienes muebles et rayzes, avidos et por aver.
Et yo, la dicha Beatriz de Castro, que presente esto, otrogo et conozco que tomo
et reçibo de vos, los dichos Ferrand Perez, regidor, et de vos, el dicho Sancho Sanchez,
procurador, et bachiller Diego Rodriguez, et Françisco de Carrion, deputados por la
dicha çibdad, el dicho huerto a çenso, que yo asy tengo tomado et ocupado de lo publico

251
de la dicha çibdad, en el dicho logar Camarma, a çenso, commo en vuestros, et me
obligo de dar et pagar a la dicha çibdad, o a su mayordomo que agora es o sera de aqui
adelante, los dichos quarenta et çinco maravedis del dicho çenso, perpetua mente, en
cada [2v] un anno, para sienpre jamas, a los dichos plazos de navidad e Sant Juan de
cada un anno, asy este presente anno de la fecha desta carta, commo los otros annos
venideros para sienpre jamas, so la dicha pena de los dichos dos mille maravedis, et so
las dichas penas et posturas et vinculos et condiçiones suso dichas et declaradas, commo
sy otra vez por mi fuesen espaçificadas et declaradas, et de non allongar yo, nin otri por
mi, nin los dichos mis herederos et subçesores, nin otri por ellos, dolo nin enganno, nin
otro acorro del derecho, et de tener et guardar, et conplir et pagar todo lo suso dicho, so
la dicha pena de los dichos dos mill maravedis; et la pena pagada o non, que todavia yo,
et los dichos mis herederos et subçesores, ternemos et guardaremos et conpliremos et
pagaremos todo lo suso dicho: para lo qual todo asy tener et guardar, et conplir et pagar,
obligo a mi mesma, et a todos mis bienes muebles et rayzes, avidos et por aver, et a los
dichos mis herederos et subçesores, et a sus bienes dellos et de cada uno dellos, muebles
et rayzes, avidos et por aver.
Et nos, los dichos Ferrand Perez, regidor, et Sancho Sanchez, procurador, et
bachiller Diego Rodriguez, et Françisco de Carrion, deputados por la dicha çibdad, et en
nonbre della; et yo, la dicha Beatriz de Castro, por mi et por los dichos mis herederos et
subçesores, damos poder conplido a quales quier alcaldes et alguaziles et otras justiçias
quales quier ante quien fuere mostrada esta carta et pedido conplimiento de justiçia
della, que apremien a la dicha çibdad, et a mi la dicha Beatriz de Castro, et a los dichos
mis herederos et subçesores, et a otra qual quier persona que oviere et toviere el dicho
huerto, que yo asy tengo tomado et ocupado de lo publico de la [3r] dicha çibdad, a lo
asy tener et guardar, et conplir et pagar por toda entrega et execuçion conplida, con
efecto, bien asy et atan conplida mente commo sy antel o antellos esto fuese razonado et
judgado, et por su sentençia difinitiva contra la dicha çibdad et contra mi la dicha
Beatriz de Castro, et contra mis herederos et subçesores fuesemos puestas en plazo, a lo
asy tener et guardar, et conplir et pagar, et consentidores en ellos fuesemos, et pasado
fuese en cosa judgada; sobre lo qual todo que dicho es, et cada cosa dello, renunçiamos
todas leyes et fueros et derechos, et cartas et previllejos, et el traslado desta carta, et la
demanda en escripto et por palabra, et todo plazo de abogado, et todas ferias de pan et
vino coger, et la ley del dolo et del enganno, et todo fuero muniçipal, et todo acorro de
derecho, et todas et quales quier razones et exebçiones et defensyones que en favor de la

252
dicha çibdad, et de mi la dicha Beatriz de Castro, et de mis herederos et subçesores,
sean o ser puedan, que nos non valan en juizio nin fuera del; yo, la dicha Beatriz de
Castro, renunçio et parto de mi et de mi ayuda et favor las leyes de los enperadores
Justinyano et Veliano consulto, que fablan en favor et ayuda de las mugeres, que me
non valan en juyzio nin fuera del, aunque las allegue yo, o otro por mi; et amas las
dichas partes renunçiamos la ley en que dize que general renunçiaçion fecha, que non
vala.
Et por que esto sea firme et non venga en dubda, otorgamos dos cartas en un
tenor, tal la una commo la otra: la una para la dicha çibdad, et la otra para mi, la dicha
Beatriz de Castro, para que qual quier dellas que pareçiere en juyzio o fuera del, vala et
faga fe, asy commo sy amas a dos pareçiesen; que fueron fechas et otorgadas en el
dicho logar Camarma, en veynte dias del mes de junio, anno del nasçimiento del nuestro
sennor Ihesu Christo de mill et quatroçientos et ochenta et seys [3v] annos. Testigos que
fueron presentes: Pedro de Villasyrga, et Johan Garçia, et Estevan Garçia, vezinos del
dicho logar Camarma; et Alonso de Arguello, vesino de Guadalfaiara. Va escripto sobre
raydo, o diz “injurias”: vala.
Et yo, Diego Ferrandez de Pastrana, escrivano de nuestro sennor el Rey, et su
notario publico en la su corte, et en todos los sus reynos et sennorios, et escrivano
publico en la dicha çibdad de Guadalfaiara, fuy presente a todo lo que dicho es, en uno
con los dichos testigos, et de otorgamiento et ruego de los dichos Ferrand Perez,
regidor, et Sancho Sanchez, procurador, et el bachiller Diego Rodriguez, et Françisco de
Carrion, et de la dicha Beatriz de Castro, esta carta de çenso escrevi, la qual va escripta
en tres fojas de papel çebty del quarto del pliego, con esta en que va mi signo, et en fin
de cada plana va sennalado de la una sennal de mi nonbre, et por ende fiz aqui este mio
sig-[SIGNO]-no en testimonio. Diego Ferrandez.

253
CUADRO DE CONCORDANCIAS DEL PRIMER FUERO
Guadalajara Sepúlveda Medinaceli Belinchón Uclés Zorita Escalona Toledo Guadalajara
1133 1076 (Carcastillo 1171 1179 1180 (ref.) 1219
c. 1129)
1a-b 2 1 24 11 21
1c 19
2 2 1 24 11 21
3 34 16 12a 14a
4a 5, 6 4 37 8 30 3 7
4b 5, 6 4 37 8 30 3 7
4c 5, 6 4, 5 37 8 30 3 7
5a 16 19 15 17 21
5b 7 11
6a 3
6b
6c
7a 14 18 13 15
7b 6 8 7 8a
8a 30 10c 2b 2b 112
8b 10a 2a 2a
8c 10b 2c 2c 23 8
8d 4 8
8e 4 8 12, 13 9 9, 41
10bis
8f 24 28 25 42
8g
9 17, 18 22
10a 8 3 20 2 4, 5
10b (ext) 11a 2 6 6a 6 46
11 4 4 4 6 10 44
12a 28 13 1 1 1
12b
12c 28 45b
13a
13b (ext) 10
14
15
16
17
17bis 23 47
18
19a 26 21 23
19b
20 5 9a
21 22b
22 35 GGallo
nº 4
23 22 19 22

254
24 1, 3
25
26 33

255
CUADROS DE CONCORDANCIAS DEL SEGUNDO FUERO
(Entre paréntesis, las concordancias menos significativas)

Guadalajara 1219 Guadalajara 1133


33 26
41 8e
42 8f
44 11
45b 12c
46 10b
47 17bis
112 8a

Guadalajara 1219 Madrid Guadalajara 1219 Madrid


2e 37a 55a 110:15
4 4, 5 57 9e, 30c, 32
5 4, 5 67a 110:8
6 1, 2, 3 70 110:2
7 20a 71 110:4
8 20a 72 12
9 (75) 73 110:1
11a 104 81 9c
14 (69) 83a 110:5a
16 (9f) 83c 110:5b
26 110:13 87b 26f, 110:14a
29 110:16 89a (91a), (92a)
34 115 93 (23)
38 110:6 104 101a
44 18 105 101b, 101c
50a 26ª 108a 68e
53 110:12 115 28

256
Guadalajara 1219 Molina Guadalajara 1219 Molina
4 153a 53 121
5 153a, (159) 55a 76
6 156a, (155a) 57 143
8 157 62 147
9a (118) 67a 171
9b 117b 70 184
9c 117a 72 183
14 155a 81 108, 109a
24 (91b) 82a 187
34 193, (68a) 98a 59a
36 (218), (230) 99b 43b
42 69 107 22
45a 54b 108a 53b
49 50a 108c 53a
50a 103a 110 (5b)
51 3 115 122

Guadalajara 1219 Zorita 1180 Guadalajara 1219 Zorita 1180


4 43 67a 3
5 47 70 (10)
6 40 71 (10)
8 48 82a 13
42 25 91a 37
44 4a 91b (34)
51 33 93 (29)
61 (7) 108a 18
115 44, 45

257
Guadalajara 1219 Brihuega Guadalajara 1219 Brihuega
4 81, 127 57 37a
5 127 70 26
6 81 72 40
8 75 81 63
12 74 82b 217
19 19 88a 194
21b (306) 88b 195
32 269 89a 192a
36 (187) 90 (303)
39 93 91b 19
41 176 92 (78), (79), (80)
45 (148) 93 (221)
49 153 94 222a
50a (39) 95 (10)
50b 86 98a 229
52a (296) 108a 157
52c (295a) 115 92
55a 104

Guadalajara 1219 Fuentes de la Alcarria


50a (40)
52a (149)
52c (148a)
57 38a
70 25
72 41
78 (157)
82b 75
88a 55
88b 56
89a 53a

258
Guadalajara 1219 Alcalá Guadalajara 1219 Alcalá
2e 5 67 (1)
5 12a 72 68
7 (7a) 74 9b
9 (6), (119) 82a 15a
17 (51) 82b 15c
21b (32) 85 16a
25 200a 88a 242a
27 177c 88b 242c
32 226 92 (288)
35c 225c 93 (92)
39 115 94 252
48 165a 99b 28a
51 45 99c 28b
52a (269) 101 57a
53 5 108a 83
55a 184 109 26b, (142)
57 114 110 167
115 112

Guadalajara 1219 Alhóndiga Guadalajara 1219 Alhóndiga


4 4 73 6
5 11a 91b 17
6 5a 93 (30)
8 10a 95 (33)
19b 17 110 13
57 18 115 12
70 (6)

Guadalajara 1219 Cortes I/II Guadalajara 1219 Cortes I/II


4 II3 73 II5a
5 II3 80 II27a

259
6 II4 83a (II9)
7 II8b 89a II13
9b II2c 92 II22
14 II40 93 (II6)
42 (I13) 115 II7

Guadalajara 1219 Escalona Toledo(ref)


7 18b
14 (18a)
26 18a
44 6 10
45 (17)
52a (5) (9a)
54 (15b)
72 16b
73 31b

Guadalajara 1219 Medinaceli Guadalajara 1219 Medinaceli


4 7 82 60
5 17 82a 60b
6 22 82b 60a
7 23 83a 70b
22 71 83c 70c
23 12 91a 28a
25 66 91b 1b
32 56 93 (37)
36 (58) 98a 38
39 62 108a 86
72 2, (14) 115 28a
73 6

260
Guadalajara 1219 Sepúlveda(ext) Guadalajara 1219 Sepúlveda(ext)
6 57 69 (32*)
23 79 77 50
35b 83, 45c 81 16a
35c 83, 45c 82 35
38 (79c) 88 87
39 235 89a 142a
40b (33) 92 (59)
42 16b 93e 91
44 (42) 100 (24)
46 11a 107 18a
49 197 108a 248
51 42c 111 (237a)

261
GLOSARIO
ACOTAR: Emplazar a juicio; poner coto o caloña, multar.
ADUXIR: Llevar, conducir.
AFORRAR: Emancipar, manumitir, dar libertad al cautivo.
ALCALDE: Justicia o juez ordinario de concejo.
ALCOBA: Caja del peso, lugar donde se encuentra el peso público.
ALMOTACÉN: Funcionario municipal, juez de pesos y medidas.
ALBARRÁN: Forastero.
AMPARAR (prendas): vid. EMPARAR.
ANDADOR: Funcionario municipal subalterno, ministro inferior de la justicia.
APORTELLADO: Denominación genérica de quien ostenta oficio concejil, el que tiene
o está en portillo.
APRECIADURA: Especie, referido a un importe.
ARRIENZO: Moneda antigua de escaso valor.
AZOGUE: Plaza pública; mercado permanente.
BANDO: Pelea multitudinaria, desorden, tumulto.
BARAJAR: Pelear, reñir.
BOZ: vid. VOZ.
BUELTA: vid. VUELTA.
BUSTO: Rebaño de ganado.
CAER: Perder la causa (“sea caído”: pierda la demanda).
CALOÑA: Multa judicial.
CARTA: Privilegio, documento; padrón (“vecino de carta”: el empadronado).
COLLAZO: Sirviente, dependiente, subalterno, trabajador por cuenta ajena.
COTO: Pena o multa.
EGUAJA, EGUALA: vid. IGUALA.
ENEMIGO: Quien pierde la paz del concejo, quedando expuesto a la venganza privada.
ENFURCIÓN: vid. INFURCIÓN.
ENSEMBLE (adv.): En conjunto, en reunión.
EMPARAR: Resistir la entrega de algo, de una prenda.
EMPELLAR: Empujar, dar un empellón.
ESCOSA: Doncella, virgen.
EXIR: Salir, marchar.
FIADOR: Quien responde por otro.

262
FIRMAR: Probar; dar seguridad.
FUERA (prep.): Salvo, excepto (“fuera si”: a menos que).
GAFO: Leproso.
IGUALA: Satisfacción de parte entre iguales.
INFURCIÓN: Tributo recaudado por el concejo para el Rey.
JUEZ: Máximo magistrado concejil, en origen nombrado por el Rey.
JUGUERO: vid. YUGUERO.
JURADO: Funcionario municipal con funciones judiciales y administrativas.
LAXAR, LEXAR: Dejar de hacer algo, omitir.
LID: Duelo o combate judicial.
LIDIAR: Luchar; afrontar por duelo o combate una acusación.
LIVOR: Lesión, herida, contusión (a veces, cardenal).
MANCUADRA: Juramento mutuo que las partes hacen de obrar sin engaño en el pleito.
MERINO: Funcionario municipal que representa a la parte del Rey.
MORADOR: Habitante no vecino, no propietario de casa poblada.
OCASIÓN: Impedimento, contradicción.
OTOR, UTOR: Garante, fiador.
PALACIO: Conjunto de funcionarios que rodean al Rey en la Corte, parte del Rey.
PENDRAR, PRENDAR: Tomar prendas.
PEÑOS: La fianza o prenda.
PESQUERIR: Indagar, efectuar la pesquisa o encuesta judicial.
PESQUISA: Encuesta judicial, prueba judicial.
POBLAR: Ir a residir a pueblo recién conquistado.
PORTILLO: Puerta donde se juzgaba; por extensión, denominación genérica del oficio
concejil (“Ser en portillo”: tener cargo concejil).
PRESTAR: Ser válido, valer.
RANCURA, RENCURA: Demanda, querella.
RENCUROSO, RENCOROSO: Demandante, querellante.
REFERTAR: Oponer.
RIEPTO: Lid, desafío.
SALVAR(SE): Liberarse de la acusación, probar la inocencia propia.
SEGUDAR: Perseguir.
SOBREPUESTA: Fianza.
TORNAR: Recibir.

263
TRAVIESO, TROVIESO: Hombre de paso, forastero, albarrán.
TROA (prep.): Hasta (aragonesismo).
VANDO: vid. BANDO.
VOZ: Testimonio (“recíbanlo en la voz”, reciban su testimonio); representación (“entrar
en voz”, representar).
VUELTA: Pelea, riña, pendencia.
YUGUERO: El que labra con una yunta; sirviente, subalterno, labrador por cuenta
ajena.

264
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272
NOTAS
1
Alfonso GARCÍA-GALLO, “Aportación al estudio de los fueros”, AHDE 26 (1956)
387-446 [387-411].
2
Es su acepción más común, en que emplean el término los historiadores del Derecho.
Veáse como ejemplo la siguiente – y muy equilibrada – definición sintética: “los
conjuntos normativos de época medieval que por configurar jurídicamente las
comunidades vecinales y encontrar en ellas su ámbito de aplicación, eran tenidos como
propios de las mismas”: Ana María BARRERO GARCÍA, “El proceso de formación del
Derecho local medieval a través de sus textos: los fueros castellano-leoneses”, en I
Semana de Estudios Medievales (Nájera, 1990), Logroño, Instituto de Estudios
Riojanos, 2001, pp. 91-131 [91].
3
Trabajando en los archivos de esa ciudad, realizó el padre Andrés Marcos BURRIEL
un importante estudio pionero de los fueros de Toledo en su Informe de la Imperial
Ciudad de Toledo al Real y Supremo Consejo de Castilla sobre igualación de pesos y
medidas en todos los reynos y señoríos de Su Magestad, Madrid, Joaquín Ibarra, 1758.
Bien que centrándose en los vascos, se extiende también a otros fueros españoles la
visión de Juan Antonio LLORENTE en sus Noticias históricas de las tres provincias
vascongadas, en que se procura investigar el estado civil antiguo de Álava, Guipúzcoa
y Vizcaya, y el origen de sus fueros, Madrid, Imprenta Real, 1807. De los fueros
castellanos y leoneses se ocupa largamente el gran fundador de la moderna historia del
Derecho, Francisco MARTÍNEZ MARINA, en su decisivo Ensayo histórico-crítico
sobre la antigua legislación y principales cuerpos legales de los reynos de León y
Castilla, especialmente sobre el código de D. Alonso el Sabio conocido con el nombre
de las Siete Partidas, Madrid, Joaquín Ibarra, 1808. Inéditas quedaron las valiosas
contribuciones eruditas de Rafael de FLORANES VÉLEZ DE ROBLES: Discurso
sobre las costumbres y su preferencia con respecto a las leyes, con una noticia de los
pueblos y provincias de Europa que se han regido por costumbre o derecho no escrito y
de los sabios que las han comentado, Biblioteca Nacional (Madrid), ms. 11264/18;
Disertaciones sobre la autoridad legislativa de todos nuestros códigos de legislación,
BN, ms. 11230; Plan de una obra sobre la enumeración y autoridad de los cuerpos
legislativos de la nación, BN, ms. 11227; Fuero de Sepúlveda copiado del original e
ilustrado con notas y apéndices, Real Academia de la Historia (Madrid), Colección
Floranes, ms. B. 22; Disertación sobre que el fuero de Sepúlveda acerca de la reversión
troncal se debe verificar “tam ex testamento quam ab intestato”, RAH, Col. Floranes,
ms. B. 20.
4
Sobre los inicios de la historia del Derecho español y los polos enfrentados que se
agrupan en torno a las figuras respectivas de Martínez Marina y Floranes, cfr.
Bartolomé CLAVERO, “‘Leyes de la China’. Orígenes y ficciones de una Historia del
Derecho Español”, AHDE 52 (1982) 193-222.
5
Más que reflejo de una concesión graciosa, los fueros son el fruto “del esfuerzo
colectivo de toda la comunidad por establecer paulatinamente unas normas de
convivencia”, por la necesidad de “procurar el conocimiento y facilitar la aplicación” de
ese Derecho local que recogen: BARRERO GARCÍA, “El proceso de formación del
Derecho local medieval a través de sus textos”, p. 107.
6
Tradicionalmente se ha venido hablando de fueros breves y extensos, pero esta
nomenclatura no aclara gran cosa sobre la cuestión, siendo preferible la distinción entre
las cartas de fuero (que reproducen – siguen o emulan – la forma de diplomas de
cancillería) y los libros de fuero (o de “patrón”, compilaciones de mayor extensión, que

273
a veces añaden glosas, rúbricas, índices, o reordenan los textos originales en forma
sistemática).
7
LLORENTE, Noticias históricas, tomo II, p. 247.
8
Tomás MUÑOZ ROMERO (ed.), Colección de fueros municipales y cartas pueblas
de los reinos de Castilla, León, Corona de Aragón y Navarra, Madrid, José María
Alonso, 1847, pp. 507-511 [la nota a que nos referimos, no. 1, en p. 507].
9
Juan Catalina GARCÍA LÓPEZ, La Alcarria en los dos primeros siglos de su
Reconquista, Madrid, Real Academia de la Historia, 1894, pp. 107-111.
10
Manuel PÉREZ VILLAMIL, Relaciones topográficas de Guadalajara, en Memorial
Histórico Español, t. 46, Madrid, Real Academia de la Historia, 1914, pp. 53-58.
11
Antonio PAREJA SERRADA, Diplomática arriacense, Guadalajara, Casa de
Expósitos, 1921, pp. 163-167.
12
José A. UBIERNA EUSA, Estudio jurídico de los fueros municipales de la provincia
de Guadalajara, Guadalajara, Casa de Expósitos, 1917, p. 93. No es obra de gran
ambición, pero ofrece un catálogo de los fueros de la provincia de que entonces se tenía
noticia. Presenta el interés de recoger la existencia del segundo fuero de Guadalajara,
atribuido a Fernando III, que aún permanecía inédito.
13
Hayward KENISTON (ed.), Fuero de Guadalajara (1219), Princeton University
Press, 1924.
14
“The study of the two texts reveals that both are originally derived from the same
romanceamiento, probably of the thirteenth century, and not individual translations of
the original Latin text”: KENISTON, p. viii.
15
“Possibly a reflection of the Latin text from which it is derived is the occasional use
of Latin forms”: KENISTON, p. x.
16
“Too often editors and critics have failed to consider the cumulative nature of the
fueros and have assigned to the twelfth century legal provisions which clearly belong to
the following century, basing their conclusions upon the fact that the original charter
was granted in the twelfth century”: KENISTON, p. xiv.
17
KENISTON, p. xvi.
18
KENISTON, p. xviii.
19
Galo SÁNCHEZ, “Fuero de Guadalajara (1219), Hayward Keniston”, nota crítica,
AHDE 2 (1925) 533-541.
20
José ORLANDIS ROVIRA, “La prenda como procedimiento coactivo en nuestro
Derecho medieval (Notas para un estudio)”, AHDE 14 (1942-1943) 81-183 [32; 98, n.
59; 166, n. 328]. Del mismo, “Sobre el concepto del delito en el Derecho de la alta Edad
Media”, AHDE 16 (1945) 112-192 [129, n. 29; 130, n. 31; 179, n. 143].
21
Juan GARCÍA GONZÁLEZ, “El juramento de manquadra”, AHDE 25 (1955) 211-
256 [217, 226, 237, 238]; del mismo autor, “Traición y alevosía en la alta edad media”,
AHDE 32 (1962) 323-346 [341, 342].
22
Ramón FERNÁNDEZ ESPINAR, “La compraventa en el Derecho medieval
español”, AHDE 25 (1955) 293-528 [403, 507, 509].
23
José MARTÍNEZ GIJÓN, “El régimen económico del matrimonio y el proceso de
redacción de los textos de la familia del fuero de Cuenca”, AHDE 29 (1959) 45-152 [49,
n. 26; 50, n. 32; 52; 55].
24
Francisco TOMÁS VALIENTE, “La prisión por deudas en los Derechos castellano y
aragonés”, AHDE 30 (1960) 249-490 [261-263].
25
Francisco LAYNA SERRANO, Historia de Guadalajara y sus Mendozas en los
siglos XV y XVI, 4 vols., Madrid, CSIC-Instituto Jerónimo Zurita, 1942. Contiene la
transcripción de un manuscrito del segundo fuero de Guadalajara que no fue conocido

274
por Keniston, conservado en un legajo de la Sección de Consejos del Archivo Histórico
Nacional (Madrid): t. I, pp. 255-259.
26
GARCÍA-GALLO, “Aportación al estudio de los fueros”, op. cit..
27
Rafael GIBERT, “El Derecho municipal de León y Castilla”, AHDE 31 (1961) 695-
753.
28
GARCÍA-GALLO, “Aportación al estudio de los fueros”, pp. 431-435.
29
GIBERT, “El Derecho municipal de León y Castilla”, p. 728.
30
Julio GONZÁLEZ, Reinado y diplomas de Fernando III, 3 vols., Córdoba, Monte de
Piedad y Caja de Ahorros, 1983 [doc. no. 75, t. II, pp. 87-94].
31
Se trata de la copia (que nosotros llamamos A) hallada en el legajo 33454 de la
Sección de Consejos de este archivo, que ya empleara Layna Serrano en su conocida
obra sobre Guadalajara y sus Mendozas.
32
Libro copiador, AMGU, doc. no. 133096.
33
María Ángel ROSSO JIMÉNEZ, Estudio lingüístico del Fuero de Guadalajara
(1219), tesis doctoral, leída el 12 de noviembre de 1998 en la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad de Málaga.
34
A nuestro parecer, incurre asimismo en algunas lecturas erróneas.
35
“Nos hemos encontrado continuamente con esta dificultad que consiste en saber si
realmente el fuero de 1219, firmado por Fernando III, se presenta nuevo, o si por el
contrario, tiene su núcleo temático en uno anterior latino de Alfonso VIII. Los
historiadores no parecen ponerse de acuerdo en esta cuestión, y a nosotros no nos
aclaran nada al respecto. Por ello, sólo hemos dado una serie de hipótesis derivadas de
las lecturas que hemos realizado, pero al no ser parte fundamental de nuestro trabajo
filológico, dejaremos la cuestión abierta para los especialistas en Historia del Derecho”:
ROSSO JIMÉNEZ, Estudio lingüístico, p. 23.
36
“Nuestra intención no es la de profundizar en la genealogía de estos documentos
medievales, ya que requeriría una investigación más detenida de los contenidos, lo que,
por otra parte, conllevaría unos conocimientos indispensables de Historia del Derecho
medieval”: ROSSO JIMÉNEZ, Estudio lingüístico, p. 27.
37
GARCÍA LÓPEZ, La Alcarria en los dos primeros siglos de su Reconquista, pp. 107-
111.
38
PÉREZ VILLAMIL, Relaciones topográficas, pp. 53-58; PAREJA SERRADA,
Diplomática arriacense, pp. 48-50.
39
MUÑOZ ROMERO, Colección de fueros municipales, pp. 507-511.
40
“De la sentencia se extrae el precepto jurídico abstracto; la fazaña se convierte en
fuero”: Galo SÁNCHEZ, “Para la historia de la redacción del antiguo Derecho
territorial urbano”, AHDE 6 (1929) 260-328 [264]. “Antes de ser redactados los fueros
castellanos, debieron de estar, aunque en parte formulados en adagios, en expresiones
concretas”; “Son numerosas las huellas de que el Derecho castellano ha sido
fundamentalmente un “Derecho hablado””: Rafael GIBERT, “Estudio histórico-
jurídico”, en Emilio SÁEZ et alii, Los fueros de Sepúlveda, Segovia, Diputación, 1953,
pp. 335-569 [375, 376].
41
A pesar de la confusa noticia que da del mismo Juan Antonio LLORENTE, cuando
afirma que “es el de Toledo con corta diferencia”: Noticias históricas de las tres
provincias vascongadas, t. II, p. 247.
42
Parece claro que el fuero de Sepúlveda “contiene las normas que en adelante
caracterizarán el Derecho de frontera y aparecerán con formulación más o menos
similar en otros textos de la Extremadura”: Ana María BARRERO GARCÍA, “La
política foral de Alfonso VI”, en Estudios sobre Alfonso VI y la Reconquista de Toledo.

275
Actas del II Congreso Internacional de Estudios Mozárabes (Toledo, 20-26 mayo
1985), Toledo, Instituto de Estudios Visigótico-Mozárabes, 1987, pp. 115-156 [127].
Esto no autoriza a inferir su carácter de único prototipo del Derecho de la Extremadura,
como hizo Rafael de FLORANES VÉLEZ DE ROBLES, al afirmar que “los famosos
[fueros] de Soria, Guadalajara, Cuenca, Alarcón, Baeza y otros, fueron copiados o
arreglados por él [el de Sepúlveda] en su mayor parte”: Fuero de Sepúlveda copiado del
original e ilustrado con notas y apéndices, Real Academia de la Historia (Madrid),
Colección Floranes, códice 9-24-1 / B. 22, citado por GIBERT, en su “Estudio
histórico-jurídico”, op. cit., pp. 339-340.
43
Alfonso GARCÍA-GALLO lo entendía incluido en la categoría de las “redacciones
propias de las costumbres locales de origen castellano”, fórmula equilibrada y sabia que,
bien entendida, viene a resumir cuanto hasta ahora tenemos dicho sobre la cuestión:
“Los fueros de Toledo”, AHDE 45 (1975) 341-488 [452].
44
Desapareció ese año en el incendio de la iglesia parroquial de Santiago, donde hasta
entonces se custodiaba la mayor parte de los fondos del archivo del Cabildo de Clérigos
de Guadalajara (cfr. un sucinto estado de la cuestión sobre esta centenaria institución en
Carlos SÁEZ et alii, “Patrimonio y obituario del cabildo eclesiástico de Guadalajara
(1450 c.)”, Wad-al-Hayara 11 (1984) 59-96 [62-63]).
45
Ni siquiera, lo que habría resultado de mucha ayuda, disponemos (que sepamos) de
reproducción fotográfica alguna de este crucial diploma.
46
El mismo concepto, inicialmente ingenuo, de “original de un fuero”, resulta
polémico, ya que los numerosos problemas diplomáticos y textuales que afectan a estos
documentos, sin correlato con otros tipos documentales coetáneos, hacen especialmente
verosímil la idea de que ningún fuero anterior al siglo XIII llega hasta nosotros en su
diploma original. El avance en la crítica textual de los fueros depara sorpresas y
decepciones, toda vez que textos tenidos largo tiempo por originales se revelan a la
postre como espurios y frecuentemente formados, con intención reivindicativa, en fecha
posterior a la que exhiben en la data.
Sobre este punto de vista, aplicado a los fueros del reinado de Alfonso VI: “The
problems surrounding the interpretation of the fueros of Alfonso VI are manifold. For
one thing, there are no originals currently known. For another, all of the surviving
copies seem to have been subject to a progressive refoundation, not to say interpolation,
as the rights of the recipients were subsequently enlarged. In the order of substance, this
evolution means that we are never sure just when any particular provision should be
dated. In the realm of diplomatic, it gradually developed the original dispositive of the
document into a regular series of discrete provisions. This codification was likely, to my
present way of thinking, typical of late twelfth-century chancery methods and mentality
rather than those of the chancery of Alfonso”: Bernard F. REILLY, “The Chancery of
Alfonso VI of León-Castile (1065-1109)”, en REILLY (ed.), Santiago, Saint-Denis, and
Saint Peter. The Reception of the Roman Liturgy in León-Castile in 1080, Nueva York,
Fordham University Press, 1985, pp. 1-40 [10].
47
GARCÍA LÓPEZ, La Alcarria en los dos primeros siglos de su Reconquista, pp. 107-
111.
48
MUÑOZ ROMERO, Colección de fueros municipales, pp. 507-511 [p. 507, nota 1].
Al referirse a este documento por la edición de Muñoz Romero, comete Manuel
LUCAS ÁLVAREZ el error de datarlo en el siglo XVIII: “El fuero de Guadalajara,
publicado por M. Romero no es original, sino una copia simple del siglo XVIII, escrita
en pergamino y conservada en el archivo del Cabildo de Curas de aquella ciudad, como
indica su editor”: El reino de León en la Alta Edad Media. V. Las cancillerías reales

276
(1109-1230), León, Centro de Estudios “San Isidoro” - Caja Española de Inversiones -
Archivo Histórico Diocesano, 1993, p. 133.
49
Por lo que se refiere al análisis del formulario de los documentos de la cancillería de
Alfonso VII, siguen siendo orientativas las indicaciones de Peter RASSOW, “Die
Urkunden Kaiser Alfons’ VII. von Spanien”, Archiv für Urkundenforschung (Berlín-
Leipzig) 10 (1928) 327-468 y 11 (1929) 66-137.
50
REILLY, “The Chancery of Alfonso VII of León-Castilla: The Period 1116-1135
Reconsidered”, Speculum (Cambridge, Mass.) vol. LI, no. 2 (abril 1976) 243-261 [p.
249, y notas 37-38].
Siguiendo una arraigada tradición historiográfica, LUCAS ÁLVAREZ se hace eco de la
teoría de la asunción por Alfonso VII del título imperial como consecuencia de los
acuerdos de Támara con Alfonso I de Aragón en 1127: Las cancillerías reales (1109-
1230), p.153.
51
Siguiendo la crónica del reinado, Manuel RECUERO ASTRAY, Alfonso VII,
emperador. El imperio hispánico en el siglo XII, León, Centro de Estudios “San
Isidoro” – Caja de Ahorros y Monte de Piedad de León – Archivo Histórico Diocesano,
1979, p. 96.
52
Cfr. la fórmula equivalente: “ego Adefonsus dei gratia Hispanie imperator una cum
coniuge mea regina domna Berengaria” documentada en la primera etapa de la
cancillería de este monarca (1228): RASSOW, “Die Urkunden”, p. 388.
53
Fórmulas del tipo “uobis uarones” o “uobis hominibus” son habituales desde los
fueros de Alfonso VI: Andrés GAMBRA, Alfonso VI. Cancillería, curia e imperio,
León, Centro de Estudios e Investigación “San Isidoro” - Caja España - Archivo
Histórico Diocesano, 1998, t. I, p. 199.
54
Así, por ejemplo: “facio cartam donationis uobis Pelagio Petrici” (1131, abril 14:
RASSOW, “Die Urkunden”, p. 71); “facio cartam donationis uobis Munio Tacon et
uxori uestre Maiori Iohannes” (1132, febrero 1: RASSOW, “Die Urkunden”, p. 72);
“facio cartam cautationis ad Sanctum Martinum de Anes” (1132, agosto 18: Santos
GARCÍA LARRAGUETA, Colección de documentos de la Catedral de Oviedo,
Oviedo, Diputación de Asturias, 1962, p. 381); “facio cartam donationis et cautionis”
(1133, enero 2: Juan del ÁLAMO, Colección Diplomática de San Salvador de Oña
(822-1284), vol. I, Madrid, CSIC, 1950, p. 198); “facio cartam cautationis ecclesie
sancte Marie de Veiga” (1133, marzo 29: Luciano SERRANO, Cartulario de
Monasterio de Vega con documentos de San Pelayo y Vega de Oviedo, Madrid, Junta
para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 1927, p. 50).
55
Así, por ejemplo: “dono et concedo huiusmodi forum” (fuero de Briviesca, 1123,
diciembre 26: Félix SAGREDO, Briviesca antigua y medieval, Madrid, 1979, p. 240);
“Predictos foros et terminos, quos ego Adefonsus imperator his qui in Castello Aurelie
populati fuerint dono, tam ipsis quam filiis eorum omnique sue generationi, libere et
ingenue in perpetuum habere concedo condescendensque confirmo” (fuero de Oreja,
1139, noviembre 3: GARCÍA-GALLO, “Los fueros de Toledo”, p. 470).
56
“Los reyes y señores, en los siglos X y XI, cuando concedieron fueros a determinados
lugares lo hicieron por cartas o preceptos que, en la forma, en nada diferían de los
habitualmente despachados por su cancillería”: GARCÍA-GALLO, “Aportación al
estudio de los fueros”, p. 400.
Refiriéndose a la cancillería de Alfonso VI, afirma REILLY: “The Alfonsine chancery,
I suspect, did not distinguish between the charter and the fuero. Diplomatically, so far as
we can tell, both employed the same invocation, intitulation, dating formula, and

277
confirmation. Indeed, the dating formula ordinarily styles the fuero as a carta”: “The
Chancery of Alfonso VI”, p. 10.
Para los fueros de este mismo reinado, apunta GAMBRA: “Debe recalcarse el empleo
relativamente frecuente del término carta, menos utilizado en diplomas distintos de los
forales” (Alfonso VI, t. I, p. 398).
Ya en el reinado de Alfonso VII, considérense los ejemplos siguientes, híbridos de carta
y fuero, con verbos reflejando sucesivamente la actio y la conscriptio: “facio cartam
firmam et stabilem vobis omnibus Franchis de Toleto et dono vobis et concedo tales
foros quales habuistis in tempore mei avi regis Adefonsi” (fuero de francos de Toledo,
1136, abril 24: GARCÍA-GALLO, “Los fueros de Toledo”, p. 467); y “facio cartam
confirmationis ecclesie Sancte Marie de Toleto et vobis domino Raymundo, eiusdem
ecclesie venerabili archiepiscopo omnibusque succesoribus vestris, et dono vobis et
concedo totos illos foros, quos illa Toletana ecclesia et dompnus Bernardus, vir bone
memorie et dilectus prefate ecclesie archiepiscopus, in tempore mei avi regis Adefonsi,
tenuerunt et habuerunt” (privilegio foral a la iglesia toledana, 1136, junio 18: Ibidem, p.
468).
57
GAMBRA, Alfonso VI, t. I, p. 398, nota 9.
58
Advierte así GARCÍA-GALLO que el proceso de “la fijación del Derecho foral
parece haber sido especialmente intenso en determinados momentos. Uno de ellos es el
reinado de Alfonso VII, en el que fueros más antiguos de tipo breve fueron confirmados
con adiciones y reelaboraciones”: “Aportación al estudio de los fueros”, p. 439.
59
José Luis BERMEJO CABRERO destaca que Alfonso VI recibe el tratamiento de rey
en los documentos de Alfonso VII: “En torno al Imperio Hispánico medieval”, AHDE
59 (1989) 737-750 [739]. La otra posibilidad es que la primera persona de la cláusula
correspondiera a Alfonso VIII, pero entonces lo más probable es que, al evocar la
memoria de su abuelo, esto es, de Alfonso VII, se hubiera referido al mismo como
“Emperador don Alfonso mi abuelo”, y no, como aquí consta, como “Rey”.
60
Privilegio concedido a los clérigos de Toledo, 1128, mayo 22: GARCÍA-GALLO,
“Los fueros de Toledo”, pp. 463-464.
61
“Wieder ist der allgemeine Eindruck Unsicherheit und Willkür, Fehlen einer
verbindlichen Regel”: RASSOW, “Die Urkunden”, p. 391.
Sobre la misma cuestión: “La forma concreta de estas condenaciones es muy variada”:
LUCAS ÁLVAREZ, Cancillerías reales (1109-1230), p. 158.
62
Datán y Abirón aparecen con una frecuencia no muy elevada en documentos de
Alfonso VI (en 16 diplomas, según GAMBRA, Alfonso VI, t. I, pp. 245-246), mayor en
los de la reina Urraca (en 41 de 121 documentos con cláusulas penales, según Irene
RUIZ ALBI, La reina doña Urraca (1109-1126). Cancillería y colección diplomática,
León, Centro de Estudios “San Isidoro” - Caja España de Inversiones - Archivo
Histórico Diocesano, 2003, p. 303), y con cierta regularidad en documentos de Alfonso
VII a partir de la segunda época de su cancillería (RASSOW, “Die Urkunden”, p. 399).
63
Ejemplos de cláusulas conminatoria y penal extraídos de documentos emanados de la
cancillería de Alfonso VII en torno a 1133: “Si uero aliquis tam de mea parte quam de
extranea hoc meum donum frangere [temptauerit ... quisquis] fuerit sit excommunicatus,
et cum Iuda traditore domini in inferno dampnatus, et insuper exsoluat ad partem regis
C. libras auri, et quod inuaserit duplet uobis supra nominato” (1131, abril 14:
RASSOW, “Die Urkunden”, p. 71); “Si uero aliquis hoc meum donum frangere
temptauerit, quisquis fuerit, sit excommunicatus, et cum Iuda traditore domini in inferno
dampnatus, et insuper exsoluat ad partem regis X. libras auri, et quod inuaserit duplet
uobis” (1132, febrero 1: RASSOW, “Die Urkunden”, p. 72); “Si uero aliquis meum

278
factum fragere temptauerit quicumque fuerit sit excommunicatus et cum Iuda proditore
in inferno dampnatus et insuper exsoluat ad partem regis triginta libras auri et hoc
meum donum semper maneat firmum” (1132, agosto 18: GARCÍA LARRAGUETA,
Col. Cat. Oviedo, p. 382); “Si uero aliquis homo, hoc meum donum fregerit, quicumque
fuerit, sit excommunicatus et cum Iuda traditore dampnatus, insuper ad partem regis
terre M. d libras auri persoluat, et vobis supradictum monasterium duplatum redat”
(1133, enero 2: ÁLAMO, Col. Oña, t. I, p. 199); “Si vero aliquis, tam de mea gente
quam de extranea, hoc meum donum frangere tentaverit, quisquis fuerit, sit
excomunicatus et in inferno damnatus; et insuper exsolvat ad partem regis C. libras auri,
et quod invaserit duplet vobis supranominatis et vestre ecclessie” (1133, marzo 29:
SERRANO, Cartulario mon. Vega, p. 51).
Por lo que se refiere a los diplomas forales: “Quicumque hos foros ruperit, sive de mea
gente vel aliena fuerit, sit a Deo maledictus et in inferno cum Iuda proditore perpetue
dampnationi subiectus, et pectet Imperatori mille morabitinos” (fuero de francos de
Toledo, 1136, abril 24: GARCÍA-GALLO, “Los fueros de Toledo”, p. 467);
“Quicumque vero, de mea vel de aliena gente, hoc meum factum ausu nefario
disrumperit, sit a Deo maledictus et in inferno cum Iuda proditore perpetue dampnationi
subiectus, insuper pectet bis mille morabetinos ecclesie Toletane et archiepiscopo, et
reddat illud quod ab aliquo prendiderit” (privilegio a la Iglesia de Toledo, 1136, junio
18: Ibidem, p. 469); “Si quis igitur post hec, cuiuscumque generis sit, huic mee
donationis et confirmationis paginam contrarius venerit et eam infregerit, anathematis
gladio percussus, cum Iuda proditore et Datan et Abiron, quos terra vivos obsorbuit,
gravi penarum genere tormentetur, [et] in super pectet regie maiestati bis mille
morabitinos” (fuero de Oreja, 1139, noviembre 3: Ibidem, pp. 470-471).
64
GAMBRA, Alfonso VI, t. I, p. 398, nota 9.
65
LUCAS ÁLVAREZ señala los siguientes ejemplos: “eodem die quando Deus
castellum de Burgis regi Hispanie dedit” (1127, abril 30); “et confirmata in presencia
tocius concilii Carrione habita” (1130, febrero 7); “eo anno quo mortuus est Adefonsus
rex aragonensis” (1134, diciembre 26); “quando fecit pleito in Nagara cum rege dicto
Garcia” (1135, mayo): Cancillerías reales (1109-1230), p. 152.
RASSOW opina que esta fórmula de datación por un acontecimiento (“Ereignis-
Datierung”) no es propia de la primera época de la cancillería de Alfonso VII,
estimando que comienza a usarse c. 1130, generalizándose a partir de 1135: “Die
Urkunden”, p. 355.
Singularmente, aparece una fórmula de este tipo en el fuero de Oreja de 1139: “Facta
Carta in Toleto, III nonas Novembris, quando predictus Imperator ab obsidione Aurelie,
quam ceperat, rediit, era M C LXX VII” (GARCÍA-GALLO, “Los fueros de Toledo”, p.
471).
66
Sigue de cerca esta crónica (según REILLY, demasiado de cerca: “depends [...] far
too heavily on the Chronica Adefonsi Imperatoris for both information and
interpretation and neglects the documentation”: The Kingdom of León-Castilla under
Queen Urraca 1109-1126, Princeton University Press, 1982, p. vii, nota 1) RECUERO
ASTRAY, Alfonso VII, emperador, pp. 118, 210.
67
1133, mayo 13, Zafra. Alfonso VII dona el castillo de Lourido a la iglesia de Orense:
Manuel CASTRO y Manuel MARTÍNEZ SUEIRO, Colección de documentos del
Archivo de la Catedral de Orense, Orense, 1923, t. I, pp. 26-28; reg. en LUCAS
ÁLVAREZ, Cancillerías reales (1109-1230), p. 159; cit. en REILLY, “The Chancery
of Alfonso VII”, p. 247, nota 26.

279
68
Así, lo incluye en la categoría de documentos “admitidos como auténticos, pero que
deben ser rectificados en su datación”: LUCAS ÁLVAREZ, Cancillerías reales (1109-
1230), pp. 129, 235.
69
RASSOW, “Die Urkunden”, pp. 400-401.
70
LUCAS ÁLVAREZ precisa que dicha fórmula se emplea antes de 1128 (Cancillerías
reales (1109-1230), p. 153); comentando un documento que lleva la fecha de 1130,
REILLY precisa que “Alfonso is styled son of Count Raymond and Queen Urraca, a
form long since dropped in chancery use” (el subrayado es nuestro): “The Chancery of
Alfonso VII”, p. 257, nota 86.
71
Sobre la fecha de la muerte de Raimundo, cfr. GAMBRA, Alfonso VI, t. I, p. 481,
nota 179.
72
Así, en el fuero de Briviesca de 1123, diciembre 26: “Facta carta [...] regnante me
Imperatore una cum matre mea regina domina Urraca in Hispania” (SAGREDO,
Briviesca, p. 241).
73
Es sabido que en 1128 Alfonso Enríquez subió al trono portugués, encabezando una
reacción contra la política “galleguista” de Teresa (Joaquim VERÍSSIMO SERRAO,
História de Portugal, 1. Estado, Pátria e Naçao (1080-1415), Lisboa, 1979 (3ª ed.), p.
80). En 1143 este monarca, buscando el reconocimiento del Papado, le infeudó su reino;
en el mismo año, concluyó las paces de Zamora con Alfonso VII (VERÍSSIMO
SERRAO, História, pp. 89-90). Si en la exaltación de la ascendencia de Alfonso VII
por medio de esta insistencia en la legitimidad de su madre Urraca como “hija de la
reina” se percibe alguna intención subliminal de desmerecer a Teresa, tal vez pudiera
ponerse en relación con este momento de acercamiento diplomático entre las cortes
castellano-leonesa y portuguesa. Esta hipótesis, sugestiva por cuanto permitiría trasladar
la datación del diploma hasta 1143, no pasa, con todo, de ser una conjetura sin apoyo en
evidencia contrastable alguna.
74
GAMBRA, Alfonso VI, t. I, pp. 480-481.
75
De hecho, es conocido el papel que Raimundo de Borgoña desempeñó como
delegado regio en la frontera bajo el reinado de Alfonso VI (REILLY, “The Chancery
of Alfonso VI”, p. 15). Teniendo en cuenta la actuación de Raimundo como repoblador,
acreditada en casos como los de Salamanca y Ávila (Crónica de la población de Ávila
(ed. A. HERNÁNDEZ SEGURA), Valencia, 1966, p. 17), no sería tal vez descabellado
suponer que también hubiera intervenido en la zona de Guadalajara, y que esta mención
a su figura en el texto del primer fuero fuera un rastro de esa hipotética intervención.
76
Véanse algunas fórmulas de roboratio en documentos de la época: “Ego Adefonsus
Hispanie imperator quod fieri mandaui proprio robore conf.” (1127, abril 2: RASSOW,
“Die Urkunden”, p. 67); “Ego A. dei gracia Hispanie imperator quod fieri mandaui
proprio robore confirmo” (1131, abril 14: Ibidem, p. 71); “Ego A. dei gracia Hispanie
imperator quod fieri iussi proprio robore conf.” (1132, febrero 1: Ibidem, p. 72); “Ego
Adefonso Dei gratia Hyspanie imperator quod fieri mandaui proprio robore confirmo”
(1132, agosto 18: GARCÍA LARRAGUETA, Col. Cat. Oviedo, p. 382); “Ego
Adefonsus, Dei gratia Hispanie imperator, quod fieri iusi proprio robore confirmo”
(1133, marzo 29: SERRANO, Cart. mon. Vega, p. 51). Una fórmula estrictamente
análoga a la del fuero de Guadalajara: “Ego A. imperator quod fieri mandaui conf.”
(1127, mayo 1: RASSOW, “Die Urkunden”, p. 69).
77
De esta infanta Sancha, hermana de Alfonso VII, sabemos, entre otras cosas, que era
la primogénita de Urraca (habiendo nacido probablemente antes de 1095) y que nunca
se casó: REILLY, The Kingdom, pp. 45, 218.

280
78
Si bien no resultaría especialmente anómalo que hubiese desaparecido, como el
crismón inicial, por haberse descartado su reproducción en el romanceamiento.
79
“Los datos cronológicos, tanto de las personas como del calendario parecen concordar
bien, por lo que no parece que haya de alegarse nada contra su autenticidad”: LUCAS
ÁLVAREZ, Cancillerías reales (1109-1230), p. 133.
80
Tenemos noticia de un Rodrigo Ordóñez que fue armiger regis de Alfonso VI entre
1081 y 1087 (GAMBRA, Alfonso VI, t. I, p. 565 ss.), pero resultaría imprudente afirmar
algo al respecto de una coincidencia tan aislada como poco significativa, habida cuenta
de la relativa abundancia del nombre y del patronímico.
81
Excesivamente aventurado se antojaría el relacionarlo con el converso Pedro ben
Amir, que fuera arcediano de Guadalajara entre 1164 y 1206: E. CUENCA - M. del
OLMO, Wad-al-Hayara: una ciudad de al-Ándalus, Guadalajara, 1985, p. 31.
82
Personas, como RASSOW aclaraba, de menor importancia que los confirmantes:
“Die Urkunden”, p. 392.
83
RASSOW distinguió entre dos notarios distintos con el mismo nombre: Martinus
Pedriz y Martinus Pelagiades (“Die Urkunden”, pp. 338-339); conociendo su carrera
anterior en la cancillería de Urraca, REILLY corrigió esta apreciación identificando a
los dos Martín con una misma persona, Martín Peláez (“The Chancery of Alfonso VII”,
p. 249, nota 36), de quien censa catorce documentos entre 1124 y 1133.
84
“Unsere Urkunden erlauben nicht anzugeben, in welchem Zustand sich die Kanzlei in
den Jahren 1133 und 1134 befunden hat, wann der Konflikt mit Bernaldus ausbrach und
wer an dessen Stelle die Geschäfte geführt hat”: RASSOW, “Die Urkunden”, p. 343.
85
Como por ejemplo, los tres falsos de enero de 1133 publicados por ÁLAMO, Col.
Oña, t. I, pp. 199-204.
86
KENISTON, op. cit..
87
LAYNA SERRANO, Guadalajara y sus Mendozas, t. I, pp. 255-259.
88
GONZÁLEZ, Fernando III, t. II, pp. 87-94.
89
Debido a que se aparta tanto de la tradición representada por los otros dos
manuscritos, el texto de E ha podido ser alternativamente considerado, bien como el
más corrupto (Colección de fueros y cartas pueblas de España. Catálogo, Madrid, Real
Academia de la Historia, 1852, p. 105), bien como el más puro de todos ellos (ROSSO
JIMÉNEZ, Estudio lingüístico, pp. 79-80, y 82). La diferencia de mayor substancia
responde, en nuestra opinión, a la actualización lingüística del texto.
90
Sin ánimo de exhaustividad, considérese la siguiente nómina: 1217, diciembre 2
(GONZÁLEZ, Fernando III, t. II, nº 10); 1218, marzo 24 (Ibidem, nº 23); 1218, julio 4
(Ib., nº 35); 1218, agosto 8 (Ib., nº 36); 1218, agosto 13 (Ib., nº 37); 1218, septiembre 29
(Ib., nº 41); 1218, septiembre 29 (Ib., nº 45); 1218, noviembre 22 (Ib., nº 47); 1218,
noviembre 30 (Ib., nº 51); 1218, diciembre 6 (Ib., nº 52); 1219, febrero 3 (Ib., nº 57);
1219, febrero 12 (Ib., nº 58); 1219, febrero 20 (Ib., nº 64); 1219, febrero 20 (Ib., nº 65);
1219, marzo 7 (Ib., nº 67); 1219, marzo 19 (Ib., nº 68); 1219, mayo 15 (Ib., nº 72);
1219, mayo 17 (Ib., nº 73); 1219, mayo 18 (Ib., nº 74); 1219, julio 13 (Ib., nº 82), etc.
91
Algunas referencias sobre el uso del romance en documentos de la cancillería de
Fernando III, en Pedro SÁNCHEZ-PRIETO BORJA, “Sobre la configuración de la
llamada ortografía alfonsí”, en Actas del III Congreso Internacional de Historia de la
Lengua Española. Salamanca, 22-27 de noviembre de 1993, Madrid, Arco Libros,
1996, pp. 913-922 [921, notas 28-30].
92
Es razonable suponer que el estado del romance de Guadalajara nunca se habrá
separado significativamente del que por las mismas fechas se hablaba y escribía en
Madrid. El texto de la cláusula 113 del texto madrileño reza: “In Dei nomine et eius

281
gratia. A esto son avenidos todo el concejo de Madrit per la forza [...] carta de concejo:
Que todo aquel que forzare poco o multo, que pechasse LX solidos; et sobresto
avinieronse el concejo que les semejava que era fuero malo; et desfizieron isto foro
malo et pusieronlo per concejo que nenguno que lo demandasse que nol vala, fueras que
el quereloso cojesse sua forza duplada et otra calumpnia non maes; et si alcalde o jurado
o majordomo de concejo o alguazil o otro omne lo judgare o lo demandare, cayales in
periurio, et demaes nol vala; et isto fuero fue tyenpo fecho quando Iohan Gonzalvez
saco las rendas que pertenezien al castielo [...] et de Pascual et don Aznar et Vicent
Iohannes et Pedro Iohannes. Facta carta in mense novembris, era M CC LVII, regnante
Rex don Ferrando in Castiela et in Toledo”. Este texto pudo muy bien haber sido
consignado en el códice del fuero de Madrid en la misma fecha de su data, reflejando
así fielmente el estado de la lengua en el mismo año que se dice aprobado el segundo
fuero de Guadalajara.
93
Véase la conclusión general que ROSSO JIMÉNEZ extrae, a propósito de la lengua
de este fuero: “En definitiva, la lengua del fuero no es más que la propia de una zona
castellana del siglo XIII, con usos arcaizantes de latinismos propios de las cancillerías
reales, con dialectalismos de influencia oriental y mozárabe del sustrato de la zona”:
Estudio lingüístico, p. 433. En nuestra opinión, no es imprescindible relacionar los
rasgos arcaizantes con usos cancillerescos, ni nos parece que el fermento mozárabe haya
sido muy activo en la Guadalajara de comienzos del siglo XIII, como para haber dejado
un poso dialectal en el habla de sus habitantes.
94
Visibles, sobre todo, en los vocablos: “ensemble” y “troa”.
95
Particularmente por lo que se refiere a la confusión entre b y v (en formas como
“caveça” o “trabieso”), Dámaso ALONSO la considera propia de la esfera de los
copistas ajenos a la corte (y a la difusión de la norma ortográfica emanada de la
cancillería): La fragmentación fonética peninsular, Madrid, 1962, p. 168. Constituye
indicio adicional de la formación del texto en el seno del concejo, y no en la cancillería.
96
Refiriéndose a formas como “judiçio” y “conexos”: ROSSO JIMÉNEZ, Estudio
lingüístico, p. 430.
97
En el siglo XVII, el cronista Alonso NÚÑEZ DE CASTRO, ocupado en recensar los
principales privilegios reales del archivo concejil, recogió una mención enigmática:
“Otro priuilegio tiene Guadalaxara deste Rey [Fernando III], que por antiguo, y
manejado, no puede leerse” (Historia eclesiástica y seglar de la muy noble y muy leal
ciudad de Guadalaxara, Madrid, Pablo de Val, 1653, p. 121). ¿Pudo ser este privilegio,
que llegó manoseado e ilegible al siglo XVII, y del que no tenemos otra noticia
posterior, el original de Fernando III utilizado por el concejo para elaborar este segundo
fuero, de acuerdo con la hipótesis que arriba formulamos? Nada de esta cuestión puede
substraerse, hoy por hoy, al dominio de la (sabrosa) conjetura.
98
Básase esta suposición en la transmisión del § 9, como se indica en nuestro
comentario. Independientemente, por vía lingüística, apoya esta diferencia ROSSO
JIMÉNEZ, Estudio lingüístico, p. 432: según ella, el manuscrito A (al que llama B) es
“el que mejor conserva la lengua del original”.
99
Cfr. los principales testimonios que presentan a Guadalajara como ganada en el
mismo lote de Toledo: Julio GONZÁLEZ, Repoblación de Castilla la Nueva, Madrid,
Universidad Complutense, 1975, t. I, pp. 81-83.
100
GONZÁLEZ, Repoblación, t. II, p. 105.
101
Juan Catalina GARCÍA LÓPEZ, La Alcarria en los dos primeros siglos de su
reconquista (ed. or.: Madrid, Real Academia de la Historia, 1894), Guadalajara,
Diputación, 1973, pp. 21-25.

282
102
Como atestiguan las datas de sendos diplomas alfonsinos de 30 de septiembre de
1098 y 23 de julio de 1103 (afectado este último por alguna controversia en cuanto a su
datación): GAMBRA, Alfonso VI, t. II, docs. nos. 146 y 177, respective.
103
Sobre esta batalla, cfr., entre otras fuentes, la Crónica del obispo D. Pelayo (ed. B.
SÁNCHEZ ALONSO), Madrid, 1924, p. 87; la Crónica Najerense (ed. A. UBIETO
ARTETA), Valencia, 1966, p. 118; los Anales Toledanos, I (ed. ES XXIII), pp. 387-388
y II (ed. ES XXIII), pp. 404-405.
104
Este personaje consta como alcaide de Medinaceli y Guadalajara en 1107
(GAMBRA, Alfonso VI, t. II, doc. no. 188; GONZÁLEZ, Repoblación, t. II, p. 38); en
1119, la reina Urraca lo hizo señor de Hita y Uceda, con ocasión de su matrimonio con
Estefanía Armengol, nieta del conde Pedro Ansúrez (Cristina MONTERDE ALBIAC,
Diplomatario de la reina Urraca de Castilla y León (1109-1126), Zaragoza, Anubar,
1996, doc. no. 138, pp. 218-220). Sobre la posibilidad de que se trate de un hijo del rey
García de Galicia, cfr. REILLY, The Kingdom, p. 222, nota 46.
105
REILLY, The Kingdom, p. 64; GONZÁLEZ, Repoblación, t. I, pp. 100-101.
106
Como se razona en: Pablo MARTÍN PRIETO, “La exención de portazgo a la villa de
Guadalajara en la Edad Media”, en Actas del X Encuentro de Historiadores del Valle
del Henares, Alcalá de Henares, Ayuntamiento, 2006, pp. 79-98.
107
Por otra parte, ciertos detalles en este primer texto nos sugieren la posible huella de
algún privilegio anterior, de época de Alfonso VI (así, la indicación de que el
documento de Alfonso VII es confirmación de otro, o la controvertida presencia de
Urraca y Raimundo a la que antes hicimos referencia). Sin embargo, no se
comprendería bien que el concejo atribuyera el primer fuero a Alfonso VII, si es que se
hallaba en disposición de retrotraerlo hasta los tiempos de Alfonso VI. Tal vez el
concejo no tenía un privilegio real de la época de Alfonso VI, sino tan sólo memoria (en
buena medida inconcreta) de algún acto jurídico de aquel tiempo, vinculado
posiblemente a la estadía de dicho monarca en la villa.
108
Y quizás basada parcialmente en un privilegio anterior, de época de Alfonso VI.
109
Allí concluyó, el 29 de octubre, treguas con Sancho VII de Navarra (Julio
GONZÁLEZ, El reino de Castilla en la época de Alfonso VIII, Madrid, CSIC, 1960, t.
I, pp. 864-873, y t. III, docs. nos. 769 y 813). Los historiadores locales del siglo XVII
relatan como frecuente la presencia de Alfonso VIII en Guadalajara: “se vino a
Guadalaxara, y viuio mucho tienpo en ella” (NÚÑEZ DE CASTRO, Historia, p. 108).
110
Así consta recogido en los Anales Toledanos, como recuerda GONZÁLEZ, Alfonso
VIII, t. I, p. 987, nota 26.
111
Alfonso GARCÍA-GALLO, “Aportación al estudio de los fueros”, p. 440, nota 156.
112
BARRERO GARCÍA postula la existencia de refundiciones normativas locales, o
libros de “padrón” (esto es, “patrón”) elaborados por los concejos a raíz de la referida
promesa de Alfonso VIII, de los cuales este segundo fuero de Guadalajara puede ser
uno de ellos, o haberlo aprovechado en su formación: El fuero de Teruel: su historia,
proceso de formación y reconstrucción crítica de sus fuentes, Madrid, CSIC, 1979, pp.
28-29.
113
Así se recoge en un privilegio concedido por Fernando III a Guadalajara en 1251:
“pidieron me merçet por su villa que les toviesse aquellos fueros et aquella vida et
aquellos usos que ovieran en tienpo del Rey don Alfonso mio avuelo, et a su muerte,
assi como ge los yo prometi e ge los otorgue quando fui rey de Castiella que ge lo ternia
e ge los guardaria” (Pedro SÁNCHEZ-PRIETO BORJA (coord.), Textos para la
historia del español. II. Archivo Municipal de Guadalajara, Alcalá, Universidad, 1995,
pp. 25-33 [31]).

283
114
Inserto en: AMGU, doc. nº 133096, Libro copiador, fols.ccx rº - ccxij rº. Véase el
texto en el número II de nuestro Apéndice documental.
115
Ordenamiento de Alcalá, título XXVIII, ley I.
116
Sobre la posibilidad de que esta pena de 32 maravedíes encubra y actualice otra
anterior de 300 sueldos, véase nuestro comentario a la cláusula 38 del segundo fuero.
117
Emilse GORRÍA, “El medianedo en León y Castilla”, Cuadernos de Historia de
España XII (1949) 120-129.
118
José ORLANDIS ROVIRA destaca el precepto que ahora nos ocupa como testigo de
que el primer fuero de Guadalajara “acentúa el carácter privado” de la prenda: “La
prenda como procedimiento coactivo en nuestro Derecho medieval (Notas para un
estudio)”, AHDE 14 (1942-1943) 81-183 [32].
119
GONZÁLEZ, Repoblación de Castilla la Nueva, t. II, pp. 98-99.
120
Veáse al efecto la cita anterior de ORLANDIS, “La prenda como procedimiento
coactivo”, p. 32.
121
Así, Claudio SÁNCHEZ-ALBORNOZ, “La primitiva organización monetaria de
León y Castilla”, AHDE 5 (1928) 301-345 [p. 312, y nota 41]. A su relación con el
bannus regio germánico alude Javier ALVARADO PLANAS, “El problema de la
naturaleza germánica del Derecho español altomedieval”, en VII Semana de Estudios
Medievales (Nájera, 29 junio - 2 agosto 1996), Logroño, Instituto de Estudios Riojanos,
1997, pp. 121-147 [pp. 142, 146, y nota 118].
Relaciónase este precepto, tanto por la pena como por el supuesto, con el posterior § 16
del mismo fuero.
122
Así lo data aproximativamente Luis Javier FORTÚN PÉREZ DE CIRIZA:
“Colección de ‘fueros menores’ de Navarra y otros privilegios locales (I)”, Príncipe de
Viana 165 (enero-abril 1982) 273-246 [296-298].
123
Así afirmaba Eduardo de HINOJOSA que la caloña por muerte “en León y Castilla
importaba, antiguamente, 500 sueldos para nobles y 300 para personas libres, como en
la época visigoda” (El elemento germánico en el Derecho español, p. 430).
Concretamente, el homicidio ordinario de 300 sueldos aparece en Liber 6, 5, 14; y en la
redacción ervigiana (8, 4, 16) se documenta una indemnización de 500 sueldos por la
muerte de noble causada por un animal.
124
Hay que tener en cuenta, a este respecto, como muy real, la posibilidad de relacionar
algunos preceptos de este fuero con la época de la primera organización de Guadalajara
bajo Alfonso VI. Cfr. nuestro capítulo sobre la formación de los fueros, y, en este
comentario, especialmente las observaciones a los §§ 22, 24.
125
A. M. BARRERO – M. L. ALONSO, Textos de Derecho local español en la Edad
Media, p. 299. GARCÍA-GALLO, “Los fueros de Medinaceli”, AHDE 31 (1961) 9-16.
126
GARCÍA-GALLO, “Los fueros de Toledo”, p. 418.
127
Tal vez el texto seguía un modelo de forma tan literal que no se apartaba de él ni
siquiera para corregir el término ciudad: a partir de esta suposición, no es fácil precisar
una línea de explicación. Por una parte, Toledo, la ciudad por excelencia en la zona,
podría haber sido el referente (algunos testimonios historiográficos insisten en presentar
este primer fuero de Guadalajara como muy próximo al de Toledo, y no cabría por
principio descartar que el modelo del texto guadalajareño hubiera sido una redacción
hoy desconocida del fuero de Toledo); por otra, en muchos pasos del texto, como
venimos señalando, la dependencia más clara se predica del modelo de Medinaceli
reflejado en el fuero de Carcastillo.
128
GARCÍA-GALLO, “Los fueros de Toledo”, p. 373, nota 71.

284
129
Mencionaremos, por su relación con el régimen foral de la Extremadura, el § 3 del
primer fuero de Medinaceli (en su redacción de Carcastillo): “Et homines de
Carocastello non dent portatico in nullas terras”.
130
GARCÍA-GALLO, “Los fueros de Toledo”, pp. 369-370; 484-485.
131
GARCÍA-GALLO, “Los fueros de Toledo”, pp. 372-373; 474.
132
FEscalona, § 2: “Et nullum hominem non det portatico, nisi fuerit mercator”.
133
FZorita1180, § 20: “Los hombres de termino de Zorita no den portago en alguna
tierra”.
134
El privilegio es de 4 de julio de 1260 (AMGU, doc. nº 136451): “et aun por fazerles
mayor bien et mayor merced, quitamosles que non den portadgo en ningun logar de
todos nuestros regnos, si non fuere en Toledo, et en Sevilla, et en Murcia”. Sobre la
relación de esta merced con la exención recogida en el fuero de 1133, cfr. Pablo
MARTÍN PRIETO, “La exención de portazgo a la villa de Guadalajara en la Edad
Media”, en Actas del X Encuentro de Historiadores del Valle del Henares, Alcalá de
Henares, Ayuntamiento, 2006, pp. 79-98 [85-90].
135
MARTÍN PRIETO, “La exención de portazgo”, pp. 90-91.
136
FCarcastillo (Medinaceli), § 2: “Et de ganados de Carocastello non prendant
montatico in nullas terras et, si hoc fecerint, duplent illuc”.
FBelinchón1171, § 6a: “De ganado de Belinchon non prendat montadgo in nullas terras;
et qui hoc fecerit, duplent illud”.
FUclés1179, § 6a: “De ganado de Ucles non prendan montadgo in nullas terras; et si
hoc fecerint dupplent illum”.
FZorita1180, § 6a: “De los ganados mayores e menores e del termino de Zorita non
tomen montadgo, nin portanzas en alguna tierra”.
137
Concretamente, en la cláusula 46 del mismo.
138
Cfr., al respecto, las explicaciones de GARCÍA-GALLO, “Los fueros de Toledo”,
pp. 374-375, nota 73. Como recuerda MUÑOZ ROMERO, el vocablo significa,
literalmente, “diezmo”: Colección de fueros, p. 375, nota 4.
139
Laguna que en algunas ediciones anteriores ha dificultado la recta intelección de la
cláusula, cuya primera palabra (“Moçarabes”) algunos autores consideraron ser la
última de la cláusula precedente.
140
GONZÁLEZ, Repoblación de Castilla la Nueva, t. II, p. 68.
141
Al respecto de la diferente terminología de la época sobre expediciones militares,
incluyendo la noción defensiva del apellido, cfr. Francisco Javier DÍAZ GONZÁLEZ,
“La guerra en los fueros de la provincia de Guadalajara”, Wad-al-Hayara 30 (2003) 43-
62 [43-45].
142
Como allí, destacamos su relación con el quinto del homicidio más habitual, así
como con la transgresión de la paz del Rey.
143
GARCÍA-GALLO, “Los fueros de Toledo”, pp. 440-441, 473.
144
GARCÍA-GALLO, “Los fueros de Toledo”, p. 473.
145
Como recuerda oportunamente GARCÍA-GALLO, los cojuradores no deponen sobre
la verdad del hecho, sino “sobre la veracidad de la parte que declara y que los llama en
su apoyo”: “El carácter germánico de la épica y del Derecho en la Edad Media
española”, AHDE 25 (1955) 583-679 [633].
146
GARCÍA-GALLO, en “Los fueros de Toledo”, no discute su autenticidad (pp. 365-
367) y los transcribe (pp. 463-464).
147
Sobre la probable adición de los §§ 22-25 en tiempo de Alfonso VIII, cfr. nuestro
capítulo sobre la formación de los textos.

285
148
Sobre los problemas de interpretación de esta cláusula, que comienzan por la
incertidumbre textual, cfr. Salvador CORTÉS CAMPOAMOR, “El problema de los
límites de la comunidad de la villa y tierra de Guadalajara. Notas en torno a la
toponimia del fuero de Alfonso VII”, Wad-al-Hayara 12 (1985) 81-85.
149
“[Alfonso VIII] intervino con frecuencia en la determinación de alfoces,
especialmente de los grandes concejos, prueba de que no habían alcanzado éstos plena
madurez en tiempos anteriores”: Julio GONZÁLEZ, El reino de Castilla en la época de
Alfonso VIII. I. Estudio, Madrid, CSIC, 1960, p. 100.
150
En particular, cabe notar que estos términos comprenden Brihuega, que ya desde
1086 había sido separada del alfoz de Guadalajara (GONZÁLEZ, Repoblación, t. I, p.
128).
151
Basilio PAVÓN MALDONADO, Guadalajara medieval. Arte y arqueología árabe
y mudéjar, Madrid, CSIC, 1984, p. 32 (col. B).
152
“Pero Alfonso VIII es, ante todo, el constructor de la nueva muralla, hecha de
mampostería, utilizando la caliza de Horche”: Aurora GARCÍA BALLESTEROS,
Geografía urbana de Guadalajara, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1978, p.
23.
153
Juan GARCÍA GONZÁLEZ, “El juramento de manquadra”, AHDE 25 (1955) 211-
256 [225].
Más adelante aparecerá en el mismo fuero la denominación de la mancuadra: § 89.
154
Joaquín CERDÁ RUIZ-FUNES, “En torno a la pesquisa y procedimiento inquisitivo
en el Derecho castellano-leonés de la Edad Media”, AHDE 32 (1962) 483-517.
155
“Ordenança XIV. Yten, que los dichos alcaldes no se entrometan a conoscer de los
plitos e negoçios de que segun fuero e hordenanças et uso et costunbre de la dicha villa
sienpre conoscieron et devieron conoscer los jurados de la dicha villa”. “Ordenança XV.
Yten, que los dichos jurados no se entremetan a conoscer de los plitos e negoçios que
pertenescen ser librados et juzgados por los alcaldes hordynarios de la dicha villa”:
LAYNA, Guadalajara y sus Mendozas, t. II, p. 529.
156
“Ordenança XV. [...] Et los plitos que an de conoscer los jurados son estos: plitos de
christiano a judio o a moro, es a saber, los plitos çeviles es a saber quando el judio o el
moro es reo, mas non quando es abtor, yten las apelaçiones de los almotacenes, yten
alquyles de casas o de omes o de bestias de la villa o de sus arrabales, yten los plitos de
panes y viñas et olivares et viñaderos et mesegueros de la villa e de sus arrabales, yten
penas y caloñas del fuero e hordenanças de vezino a vezino de la villa, yten plitos
execuçiones de las rentas de los propios del dicho conçejo, et los portazgos e montes et
pesquisas de muerte de ome con el alcalde que dello oviere de conoscer, por viñaderos a
petiçiones de los cavalleros de las viñas”: LAYNA, Guadalajara y sus Mendozas, t. II,
p. 529.
157
El carácter primitivo o formativo explica suficientemente esta práctica jurídica, sin
que parezca necesario postular para la misma un problemático origen en el Derecho
germánico.
158
Real Biblioteca de El Escorial, ms. X-II-19, fol. 114v.
En la ley XXII del Ordenamiento de Alcalá se fijan las equivalencias: 300 sueldos =
240 maravedíes; y 500 sueldos = 400 maravedíes.
159
Que una teja puede ser arma tan letal como una piedra es algo que la muerte de
Enrique I demostró trágicamente.
160
Sobre el carácter no necesariamente germánico de rieptos, desafíos y combates
judiciales, cfr. GARCÍA-GALLO, “El carácter germánico de la épica y del Derecho”, p.
635 y ss. Acerca del riepto municipal o desafío como medio de prueba judicial ante los

286
alcaldes: Alfonso OTERO VARELA, “El riepto de los fueros municipales”, AHDE 29
(1959) 153-174.
161
ROSSO JIMÉNEZ, Estudio lingüístico, p. 41, nota 30.
162
Sobre la distinción entre uno y otro: “El azogue, pues, debía ser un mercado
permanente, algo así como un barrio o plaza de tiendas y puestos para la venta, donde
diariamente acudían a vender y comprar los vecinos de un centro urbano”: Luis
GARCÍA DE VALDEAVELLANO, “El mercado. Apuntes para su estudio en León y
Castilla durante la Edad Media”, AHDE 8 (1931) 201-405 [258].
163
KENISTON, Fuero de Guadalajara (1219), p. 20.
164
Así, entre las posteriores ordenanzas municipales de Guadalajara encontramos
algunas que se refieren a la cuestión, prohibiendo la comercialización de estos y otros
alimentos fuera de la plaza pública de mercado. Ordenanzas, Escorial, no. 70: “[...] e el
que troxere a Guadalajara pescado de mar a vender, que lo ponga todo en la plaça e lo
venda y; e sy asi non lo fiziere, o en otro logar lo y vendiere, pierda el pescado e peche
diez maravedis por cada vez al conçejo”. Ordenanzas, Escorial, no. 71: “e el que troxere
a Guadalajara pescado fresco de rio a vender, que lo ponga todo en la plaça e lo venda
y, e al coto que le fuere puesto, e sy lo asy non fyziere, e en otro logar lo vendiere,
pierda el pescado e peche diez maravedis por cada vez al conçejo”. Ordenanzas,
Escorial, no. 73: “Otrosy hordenaron que la caça que la vendan en la plaça, do se suele
vender, e todo aquel o aquella que la vendiere en casa o en otro logar, peche diez
maravedis por cada vez al conçejo.
165
GARCÍA-GALLO, “Los fueros de Toledo”, pp. 412 ss.
166
“Ordenança III. Otrosi, que nyngun cavallero ny escudero ny omes suyos ny otra
persona alguna non puedan traer armas ny arma alguna ny algunas por la dicha villa,
salvo si fuere en camyno fuera de la dicha villa o a las viñas o a sus heredades, salvo el
alguazil o el su lugartenyente et sus omes, so pena de sesenta mrs. [...] y le tomen el
arma [...]”: LAYNA, Guadalajara y sus Mendozas, t. II, p. 520.
167
Esta persecución de oficio encomendada a los alcaldes remite al concepto de proceso
inquisitivo, rebasando los límites del tradicional procedimiento acusatorio (resumido en
el principio de “nadie responda sin querelloso”).
168
“Ordenança XXIII [...]. Yten, que los dichos alcaldes e jurados ny alguno dellos no
llevaran ny demandaran penas algunas a los litigantes porque se avengan en pleytos
çeviles que ante ellos trataren. En caso que para ello les demanden liçençia, que les non
llevaran salario alguno por gela dar”: LAYNA, Guadalajara y sus Mendozas, II, 531.
169
“Desde Toledo y por la repoblación de Castilla la Nueva se extendió como básico el
empleo del maravedí alfonsino de oro, equivalente, hasta mediar el siglo XIII, a 15
sueldos de pepiones, o a 90 dineros burgaleses, o a 180 meaias. Era la moneda
apetecida, aunque no era raro acordar algunas apreciaciones basándose en el medio
maravedí o en el maravedí chico, valorado en tres mencales y medio en varios fueros de
influencia conquense” : GONZÁLEZ, Repoblación, t. II, p. 421.
170
Ángel LÓPEZ-AMO MARÍN relacionaba este reparto tripartito, en origen, con la
composición germánica: Busse, satisfacción al ofendido (parte del querelloso), Fredus,
satisfacción a la comunidad (parte del concejo), y Bannus, satisfacción al fisco real
(parte de palacio): “El Derecho penal español de la Baja Edad Media”, AHDE 26 (1956)
337-368 [360].
171
KENISTON, p. 5.
172
Se hace eco de este precepto del fuero guadalajareño ORLANDIS ROVIRA, “La
prenda como procedimiento coactivo”, p. 98, nota 59.
173
KENISTON, p. 21.

287
174
“Ordenança XXXI [...]. Yten, por quanto algunas personas ynsidiosamente con
yntençion de gozar de los ofiçios e previllegios e franquezas e libertades de la dicha
villa e por paçer las yerbas e bever las aguas y cortar leña se vienen a avezindar a esta
dicha villa e a su tierra, los quales non tienen casa poblada nyn tienen las pasquas ny
fazen su continua morada e residen en la dicha villa nyn en su tierra nyn son en las otras
fazenderas conçejales segund el fuero e hordenanças e usos e costunbres de la dicha
villa quieren, por ende hordenaron que ansi los de agora por tal manera abezindados
como a los daqui adelante se asy binyeren a abezindar, que si non tubieren casa poblada
e hizieren morada ny tubieren las pasquas en esta dicha villa ny en su tierra, que los non
ayan por vezinos nyn los reçiban en vezindad ny los den ofiçios nyn los reçiban en sus
alardes nyn paçer las yerbas ny bever las aguas nyn cortar la leña, mas que asi como a
estraños sean prendados e quintados sopena de diez myll mrs. para la camara del dicho
señor Rey por cada vegada que a la tal persona o personas asy acogieren o reçibieren”:
LAYNA, Guadalajara y sus Mendozas, II, 533.
175
Ordenanzas de 1406: “Ordenança V [...]. Otrosi, por quanto en los tienpos pasados
los alcaldes et jurados ponyan andadores tales que no conbenyan por lo cual venya muy
gran mal e daño a los omes buenos pecheros de la dicha villa et su tierra y llevavan mas
de lo que devian lebar de derecho y las prendas que tenyan no las podian cobrar sus
dueños et otras cosas muchas que fazian non buenas, que los tales alcaldes et jurados et
alguasil que pongan et tengan tales andadores que sean buenos omes de berdad et den
buena quenta de las prendas y entregas que fisieren, et non fagan otras sinrrazones
algunas, salvo que lieven su derecho. Et que los dichos andadores que ansi fueren
tomados por los dichos ofiçiales para faser las dichas entregas e cobrar sus derechos,
que fagan juramento segun forma de derecho ante los dichos rregidores et quatros, que
bien et verdaderamente usaran de la dicha andaduria, so peligro del et de sus bienes. Et
si lo contrario fisiere, los dichos ofiçiales, alcaldes et jurado e alguasil sean tenudos a
profazer el daño o el mal que vinyere a cada uno por el su andador, por quanto es ansi
derecho e razon”: LAYNA, Guadalajara y sus Mendozas, II, 521.
Ordenanzas de 1427: “Ordenança XXIIII [...]. Yten, que los dichos alcaldes ny jurados
que no pornan andadores en los dichos ofiçios ny en alguno dellos fasta que
primeramente los presenten en la dicha camara ante los dichos regidores e los dichos
regidores consientan ellos si entendieren que son personas pertenesçientes para ello e
non de otra guisa, sopena de seyscientos mrs. para los dichos propios, e que ansi
reçebidos, que los dichos alcaldes e jurados sean tenudos de enmendar por ellos quanto
mal e daño e agravios synrrazon hixieren usando de los tales ofiçios. E si de otra guisa
los tales andadores usaron del dicho ofiçio, que pechen de pena para los dichos propios
seys mrs. y le den sesenta açotes, y quel andador que fuere un año que non sea fasta que
pasen otros dos años despues”: LAYNA, Guadalajara y sus Mendozas, II, 531.
176
Francisco Javier DÍAZ GONZÁLEZ, “La guerra en los fueros de la provincia de
Guadalajara”, op. cit.; y “La guerra en los fueros medievales de Alcalá de Henares y de
su tierra en los siglos XII y XIII”, Anales Complutenses 15 (2003) 49-58.
177
Así explica Julio GONZÁLEZ la pérdida por parte de la villa de Guadalajara de su
condición fronteriza durante el reinado de Alfonso VIII: “Al dejar de ser fronterizas por
el progreso de la reconquista perdieron los concejos de Medinaceli y Atienza [...],
Brihuega y Guadalajara algo de su actualidad” (Alfonso VIII, t. I, p. 101). Por más, eso
sí, que se pueda acreditar la participación de gentes de Guadalajara en esfuerzos
militares ulteriores: “En otra dirección Alfonso VIII, con su hijo, entró durante el mes
de mayo de 1211 en tierra musulmana por la parte de Murcia, pero como tenía pocas
fuerzas no pudo hacer mucho daño. Esas fuerzas eran principalmente las de la mitad

288
oriental de la Transierra; así lo dicen los Anales Toledanos: “El rey don Alfonso e su
fillo el infante don Fernando con las gientes de Madrit, e de Guadalajara, e de Huete, e
de Cuenca, e de Uclés, fueron al Axarch e a Xativa, e allegaron a la mar en el mes de
mayo, e tornáronse”.” (Ibid., t. I, p. 987).
178
KENISTON, p. 21.
179
KENISTON, p. 21.
180
KENISTON, p. 21.
181
“Otro privilegio reconocido en el fuero a los caballeros era la ampliación del término
legal de responder a las demandas judiciales que se le interponían mientras se
encontraban en campaña”: DÍAZ GONZÁLEZ, “La guerra en los fueros de la provincia
de Guadalajara”, p. 48.
182
Que, según autorizada opinión de Ana María BARRERO GARCÍA, constituye la
parte más antigua de dicha recopilación jurídica: El contexto jurídico del fuero de
Madrid, Madrid, Ayuntamiento, 2003.
183
KENISTON, p. 6.
184
“it is uncertain why the albergueria should have been a natural gathering-place”:
KENISTON, p. 21.
185
KENISTON, p. 21.
186
“Ordenança V [...]. Yten, si por ventura en la dicha villa, que Dios non quiera,
acaesciere algun vando o peleas o bolliçios o escandalo entre qualesquier personas de
qualquier estado o condicion que sean, que los dichos rregidores ny los alcaldes et
jurados ny algunos dellos non tomen boz ny vando de nynguna ny alguna de las partes
ny los ayuden por sus cuerpos ny por sus omes ny criados ny los favorescan en otra
manera alguna que sea, mas que todos los dichos ofiçiales se junten segun mandan las
hordenanças antiguas de la dicha villa et quiten el rroydo et ayuden e esfuerçen la
justiçia y la executen en los culpantes en quanto pudieren et de derecho devieren,
pospuesto todo amor et odio et fabor. Et si por ventura fuere provado que los dichos
ofiçiales o alguno dellos dieren el dicho fabor o ayuda, por ese mismo fecho el tal
rregidor o rregidores o jurado o jurados por cada vegada pierdan el salario de un año. Et
los alcaldes et alguazil, por ese mismo fecho paguen doss myll mrs. por cada vegada, et
sea todo para los dichos propios.”: LAYNA, Guadalajara y sus Mendozas, II, 526.
187
Del mismo modo que persuadiera a KENISTON a adoptarla en su edición: p. 6.
188
KENISTON, p. 6.
189
GARCÍA-GALLO, “Aportación al estudio de los fueros”, p. 440, nota 156.
190
Veáse también, a este respecto, lo que tenemos afirmado a cuenta del § 26 del primer
fuero de Guadalajara en nuestro anterior comentario, así como en el capítulo sobre la
formación de los textos.
191
José MARTÍNEZ GIJÓN, “El régimen económico del matrimonio y el proceso de
redacción de los textos de la familia del fuero de Cuenca”, AHDE 29 (1959) 45-152 [54-
58].
192
1251, abril 13, Sevilla. Fernando III confirma los fueros de Guadalajara, devuelve al
concejo aldeas segregadas de su jurisdicción, y fija otras regulaciones: SÁNCHEZ-
PRIETO BORJA, Textos para la historia del español. II, pp. 25- 33 [33].
193
Uceda: 1250, noviembre 18: GONZÁLEZ, Fernando III, t. III, no. 809, pp. 387-389.
Cuenca: 1250, noviembre 20: Rafael UREÑA SMENJAUD, Fuero de Cuenca, Madrid,
1935, pp. 143-146.
Segovia: 1250, noviembre 22: Diego de COLMENARES, Historia de Segovia, 1673,
cap. 21, art. 14.
Calatañazor: 1251, julio 9: GONZÁLEZ, Fernando III, t. III, no. 827, pp. 412-415.

289
Alcaraz: 1251, noviembre 25: E. PROCTER, Curia y Cortes en Castilla y León. 1072-
1295, Madrid, 1988, no. 3, pp. 285-287.
194
Cortes de los reinos de León y de Castilla, t. I, Madrid, RAH, 1861, p. 63.
195
Descartando así la posibilidad de que la regulación sobre el tema que contiene el
fuero hubiera sido incorporada al mismo a partir del privilegio de Fernando III.
196
KENISTON, p. 7. En desacuerdo con esta opción se muestra Galo SÁNCHEZ en su
reseña de la edición de Keniston, p. 540.
197
Entendiéndolo así, doblar el número de cabezas equivale obviamente a doblar el
daño (la indemnización por el mismo), lo cual autoriza la oposición de Galo Sánchez a
la corrección de Keniston. Por otra parte, cfr. la sugerencia sobre este punto en el
aparato crítico de nuestra edición del texto.
198
KENISTON, p. 7.
199
KENISTON, p. 7.
200
KENISTON, p. 7.
201
Salvarse con doce es precepto de buen arraigo en la tradición del Derecho castellano:
“E todo ome, que se quisier salvar de estas caloñas, devese salvar con doce omes, ca
ansi fue acostumbrado en Castilla en el tiempo viejo”: Fuero Viejo de Castilla, título II,
ley III.
202
Desconocido en el Liber, y ajeno en principio a la tradición del Derecho romano, se
considera como recurso extrajudicial, identificándolo habitualmente con una supuesta
procedencia germánica. Manuel TORRES LÓPEZ, basándose principalmente en los
textos legislativos de Alfonso X, precisa el concepto de riepto como “procedimiento
especial ante la Curia del rey” (p. 167) referido en rigor a los casos de alevosía y
traición entre hidalgos: “Naturaleza jurídico-penal y procesal del desafío y riepto en
León y Castilla en la Edad Media”, AHDE 10 (1933) 161-174. Alfonso OTERO
VARELA desliga este riepto nobiliario del que aparece en los fueros municipales,
entendiendo este último como medio de prueba por lid o duelo; afirma así que “El riepto
municipal y el Riepto de los hidalgos son dos instituciones distintas con la misma
denominación”: “El riepto en los fueros municipales”, p. 154. Algunas generalidades
sobre el duelo aporta Javier ALVARADO PLANAS, “El problema de la naturaleza
germánica del Derecho español altomedieval”, en VII Semana de Estudios Medievales
(Nájera), Logroño, IER, 1997, pp. 121-147 [125-128].
203
Raquel HOMET, “Los collazos en Castilla (siglos X-XIV)”, Cuadernos de Historia
de España 59-60 (1976) 105-220 [178-188].
204
§ 773: “Del que pusiere cuernos asu amo. Si por auentura el collaço, o el siruiente, o
el pastor, o el yuuero, o el ortolano asu sennor cuernos pusiere, matelo publica mente
con la muger, segund fuero es, si lo pudiere prouar. Si con testigos prouar nonlo
pudiere, acuselo de traycion, et responda ariepto. Si uençido fuere, sea en judizio de
sennor afazer del lo que mas le ploguiere. Si por auentura uenciere, sea creydo campo
des reptado, et sobre tod esto, del el sennor la soldada que ouiere seruida”.
§ 774: “Del quese yoguiere con la fija desu sennor. Siel collaço o siruiente con la fija de
su sennor se yoguiere, pierda la soldada que ouiere seruida, si el sennor la cosa pudiere
prouar, et salga enemigo por sienpre de su sennor et de todos sus parientes. Si por
auentura la cosa prouar non pudiere et sospecha le ouiere, responda al riepto, et si
uençido fuere, salga por non fiel et salga enemigo por siempre. Si por auentura uençiere,
sea creydo, et en el campo desreptado, et aya toda su soldada”.
§ 775: “Del que se yoguiere con la nodriça. Decabo, siel collaço o el siruiente con la
nodriça de su sennor yoguiere et por esta ocasion la leche se corronpiere et el fijo
muriere, sea enemigo por sienpre, et peche las calonnas del homezillo. Si por auentura

290
sospechoso fuere, peche las calonnas del homezillo, et salga enemigo por sienpre. Si por
auentura uençiere, sea creydo et en el campo desreptado, et sobre todo esto, aya su
loguer”.
205
Así consta en el Libro de los fueros de Castiella (ed. Galo SÁNCHEZ, Barcelona,
Universidad, 1924): título 117, p. 59; y también en el Ordenamiento de pleitos
promulgado en Cortes en Zamora el 25 de agosto de 1274 (punto 46): Cortes de los
antiguos reinos de León y Castilla, t. I, p. 94. Para una autorizada interpretación jurídica
de la última ocurrencia, cfr. Aquilino IGLESIA FERREIRÓS, “Las Cortes de Zamora
de 1274 y los casos de corte”, AHDE 41 (1971) 945-971.
206
Y así en las Partidas (VII, 4), cuanto se refiere a la lid o riepto aparece precedido de
un discurso doctrinal que desacredita su validez como medio de prueba: “E aun
acostumbraron antiguamente, e usanla oy en dia otra manera de prueva, asi como por lid
de cavalleros, o de peones, que se face en razon de riepto, o de otra manera. E como
quier que en algunas tierras ayan esto por costumbre, pero los sabios que ficieron las
leyes non lo tovieron por derecha prueva. E esto por dos razones: la una, porque muchas
vegadas acaece que en tales lides pierdese la verdad e vence la mentira; la otra, porque
aquel que ha voluntad de se aventurar a esta prueva semeja que quiere tentar a nuestro
señor Dios”.
207
KENISTON, p. 8.
208
“Los concejos de Castilla la Nueva, desde su nacimiento, pusieron mucho empeño en
mantener el principio de fuero común para todos los pobladores, de cualquier clase o
naturaleza, y el de jurisdicción única”: GONZÁLEZ, Repoblación, t II, p. 141.
209
KENISTON, p. 8.
210
Contraviniendo un privilegio que Alfonso X dio a Guadalajara (1277, mayo 27,
Burgos) prometiendo nunca apartar el señorío de la villa de “nos o los otros reyes que
regnaran despues de nos en Castiella et en Leon”: SÁNCHEZ-PRIETO, Textos para la
historia del español II, pp. 55-62 [60].
211
KENISTON, p. 8.
212
GARCÍA-GALLO, “Los fueros de Toledo”, pp. 414-415; 451, n. 244; 465; 475.
213
En ciertos fueros, los bienes del fallecido sin herederos, sin mención de su voluntad,
se asignan por el alma, según el albedrío de los hombres buenos del concejo:
FSepúlveda(1076), § 28: “Nullus homo qui in Sepuluega habitauerit non habeat
manneria, et si non habuerit gentes hereditent eum conceio et faciant inde helemosina
pro anima sua.”
FUclés(1179), § 1 “[...] Et qui ex uobis non habuerit filios aut propinquos siue gentes,
ponant suos uicinos causam suam pro eius anima, ubi corpus suum uacuerit uel ei
placuerit.”
FMolina, § 54: “Vezino de Molina que fijos non oviere, hereden lo suyo sus parientes:
si non oviere parientes, aquella colación onde fuere reciba todo lo suyo, é dénlo por su
alma.”
En otros, se contempla la voluntad del difunto, pero se establece que, cuando ésta no
conste, dispongan de la herencia los vecinos, si bien sólo pueden disponer del quinto de
libre disposición, para no privar a los herederos:
FEscalona, § 17 : “Et hominem qui mortuus fuerit et parentes non habuerit et cartam
fecerit pro anima sua, totum, sicuti iuserit, sic totum pro sua anima vadat. Si autem
mortuus fuerit absque parentes et absque carta, quintam partem detur pro eius anima et
alia parte dent ad suas gentes.”
FCuenca, § 196, IX-8: “Quicumque ante matrimonium, uel post, sine lingua decesserit,
nullam palatio pectet maneriam. Immo siquis uestrum propinquos non habuerit, diuidat

291
omnem substanciam suam secundum cor suum, tam mobilis, quam radicem, si testatus
decesserit.”
FCuenca, § 197, IX-9: “Si aliquis intestatus decesserit, et propinquos habuerit, detur
quintum sue collationi de ganato, et non de aliis, id est, de ouibus, bobus, baccis, et
omnibus bestiis, excepto equo sellario. Ceterum habeant propinqui, et ipsi de corpore
mortui faciant quod uoluerint.”
FBrihuega, § 148: “Tod ome do briuega que mandare por su anima, assi cuemo lo el
departiere: assi preste, et si non mandare nada, o no muriere con lengua: de el quinto del
mueble a los clerigos de la collacion dond fuere [...]”
214
Que pormenorizamos en nuestro comentario a la antedicha cláusula décima del
primer fuero.
215
Cfr., al respecto, MARTÍN PRIETO, “La exención de portazgo”, op. cit.
216
Se refiere a este caso del forastero muerto por un vecino en el fuero que nos ocupa
ROLDÁN VERDEJO, Los delitos contra la vida, p. 46.
217
“A título de hipótesis, cabe apuntar que la redacción de Guadalajara haya sido
tomada de Molina, y que luego se elaborara más ampliamente en los restantes fueros,
incluido el de Alcalá”: Alberto GARCÍA ULECIA, Los factores de diferenciación entre
las personas en los fueros de la Extremadura castellano-aragonesa, Sevilla,
Universidad, 1975, p. 384.
218
José Miguel LÓPEZ VILLALBA, “El ascenso de los caballeros y escuderos de
Guadalajara y los privilegios reales: siglos XII-XV”, en Actas del II Encuentro de
Historiadores del Valle del Henares, Alcalá de Henares, Ayuntamiento, 1990, pp. 187-
196 [189-190].
219
1262, agosto 25, Sevilla. Alfonso X concede a Guadalajara el Fuero del Libro y
excusados, con ciertas condiciones, a los caballeros de la villa: cfr. LAYNA,
Guadalajara y sus Mendozas, t. I, pp. 264-265.
220
“Ordenança XXXII [...]. Yten, por quanto algunos se defienden de no pechar a
nuestro señor el Rey llamándose cavalleros de alarde, queriendo gozar de los
previlegios y franquezas e libertades questa villa tiene en la dicha rrazon, e muchos
dellos non salen a los alardes e lo non fazen en cavallos salbo en mulas e bestias
prestadas o syn armas, e otros qués notorio que non tienen de qué las mantener nyn
tener, por ende acordaron que a las tales personas que non tuvieren cavallos e armas de
contia e salieren a los alardes en mulas y bestias prestadas o sin armas o en roçines que
no valan la contia e non fizieren la solenydad de las hordenanças reales a este casso
establecidas seyendo rrequeridas por parte del dicho comun, que los non acosgan ny
reçiban en sus alardes ny les echen suertes en ofiçios algunos, sopena de myll mrs. por
cada vegada, para la cámara del dicho señor Rey”: LAYNA, Guadalajara y sus
Mendozas, t. II, p. 533.
221
Según GARCÍA-GALLO, este precepto tiene origen en el Derecho castellano
recogido en la Carta Castellanorum concedida por Alfonso VI a los pobladores
castellanos de Toledo y su área: cfr. “Los fueros de Toledo”, p. 414. Aparece, así, en el
fuero de Escalona (§ 5: “Et qualis obierit ex vobis et tenuerit equum aut loricam seu
aliquas armas ex parte nostra, ut hereditent filii sui aut consanguinei sui”), y en la
refundición de los fueros de Toledo (§ 9: “Et qui ex illis obierit, et equuum aut loricam
seu aliquas armas Regis tenuerit, hereditent omnia filii sui sive sui propinqui, et
remaneant cum matre sua honorati et liberi in honore patris illorum, donec valeant
equitare [...]”).
222
Expresivamente denominada por GARCÍA-GALLO como “el reverso de la
venganza de sangre”: “El carácter germánico”, p. 631.

292
223
KENISTON, pp. 9-10.
224
Si bien esta pena es habitualmente reservada a los traidores, como medio de privarles
de la protección que en ella cabían hallar luego de perder la paz: José ORLANDIS
ROVIRA, “La paz de la casa en el Derecho español de la Alta Edad Media”, AHDE 15
(1944) 107-161 [p. 115, nota 20]. Con todo, la pérdida de la vecindad constituye el
efecto más inmediato y relevante del derribo de las casas, razón que nos mueve a
considerarla como motivo principal de su imposición, en la mente del legislador. Como
razona en otro lugar ORLANDIS: “Todo esto explica la particular atención prestada a la
casa del ‘traidor’, y que su destrucción fuera una de las facetas más importantes de la
pérdida de la paz. El delincuente era expulsado para siempre de la comunidad de los
vecinos y debía borrarse la principal huella de su pertenencia a ella”: “Las
consecuencias del delito en el Derecho de la Alta Edad Media”, AHDE 18 (1947) 61-
165 [128].
225
KENISTON, p. 10.
226
FAlhóndiga, § 18: “Nullus sine clamante respondeat senniori, nec iudice, nec
alcaldibus.”
FMadrid, § 9e: “Et si habuerint rencuroso, respondat, et sines rancuroso, non
respondat.”
FMadrid, § 30c: “et sine rencuroso no respondat.”
FMadrid, § 32: “Nullus respondeat sine rancuroso. Per tota bolta que fuerit facta non
respondat sines renquroso.”
FAlcalá, § 114: “Nullus bezino de alcala o de so termino per ninguna demandanza non
responda sin rencoroso ad otro bezino, ni a señor, ni aninguno aportelado.”
FMolina, § 143: “En Molina ninguno non responda sin querelloso por ninguna cosa.”
FBrihuega, § 37: “Et por ninguna cosa responda el omme, sin querelloso, […]”
FFuentes, § 38: “Por ninguna cosa non responda ome sin querelloso [...]”
227
De esta prescripción al año de la responsabilidad del fiador se hace eco, a propósito
de los §§ 59 y 113 de este fuero, Ramón FERNÁNDEZ ESPINAR, “La compraventa en
el Derecho medieval español”, AHDE 25 (1955) 293-528 [509].
228
Sobre las relaciones entre estos fueros próximos y el perdido de Medinaceli, cfr.
Milagros RIVERA GARRETAS, “El fuero de Uclés (siglos XII-XIV)”, AHDE 52
(1982) 243-348 [264].
229
KENISTON, p. 24.
230
KENISTON, p. 11.
231
El que sólo se pudieran mandar bienes muebles débese, en opinión de Alfonso
OTERO VARELA, al principio de troncalidad, “en virtud del cual los bienes inmuebles
han de retornar al tronco”: “Mandas entre cónyuges”, AHDE 27-28 (1957-1958) 399-
411 [401]. Por nuestra parte, no estimamos imprescindible tal precisión, para establecer
un régimen de troncalidad: sobre el fijado en el fuero que nos ocupa, cfr. la posterior
cláusula 99.
232
Si bien en aquel caso el precepto sólo afectaba a quienes fallecieran sin herederos.
233
KENISTON, p. 11.
234
ORLANDIS ROVIRA resalta, a cuenta de este precepto, la pluralidad de autores:
“El Fuero de Guadalajara presenta el testimonio más interesante [de pluralidad de
autores]: en caso de homicidio, todos los que hirieran el cuerpo de la víctima, “quantos
en él firieren”, se consideraban igualmente autores, incurrían en “inimicitia” y debían
abonar por separado la totalidad de la pena pecuniaria que se imponía a los homicidas”:
“Sobre el concepto del delito en el Derecho de la alta Edad Media”, AHDE 16 (1945)
112-192 [173].

293
235
ROLDÁN VERDEJO resume así lo que estima principal del contenido de la cláusula
que nos ocupa: “condena a 300 maravedíes y enemistad, que en caso de insolvencia se
convierte en pérdida de la mano y de todo su haber antes de salir enemigo”: Los delitos
contra la vida, pp. 29-30. Miguel PINO ABAD se ocupa de la relación entre la pérdida
de la paz y la confiscación de bienes en su La pena de confiscación de bienes en el
derecho histórico español, Córdoba, 1999, pp. 135-197.
236
Remitimos en lo tocante a estas consideraciones a los estudios de ORLANDIS
ROVIRA, “La paz de la casa”, op. cit., y CERDÁ RUIZ-FUNES, “En torno a la
pesquisa”, op. cit..
237
Sobre la inclusión de este precepto en el fuero que nos ocupa, cfr. ORLANDIS
ROVIRA, “Sobre el concepto del delito”, p. 130, nota 31; asimismo, Juan GARCÍA
GONZÁLEZ, “Traición y alevosía en la alta Edad Media”, AHDE 32 (1962) 323-346
[341].
238
En la introducción de la pena de muerte sin recurso a posible composición, y sobre
todo en su generalización, cree percibir LÓPEZ-AMO MARÍN influencia del Derecho
romano: “El Derecho penal español de la Baja Edad Media”, pp. 342-343.
239
ORLANDIS ROVIRA destaca esta cláusula como ejemplo de la consideración de
traidor dispensada a quien quebranta la fianza de salvo: “Sobre el concepto del delito”,
p. 129, nota 29; asimismo, GARCÍA GONZÁLEZ, “Traición y alevosía”, p. 341.
240
KENISTON, p. 12.
241
KENISTON, p. 13.
242
KENISTON, p. 13.
243
KENISTON, p. 13.
244
Y ello, según el Fuero Real, libro III, título I, ley VI. La tentación de la época era
considerarla siempre como menor de edad, cuando menos a estos propósitos de decidir
sobre su matrimonio. Sin embargo, una mujer podía eludir el ser desheredada por
casarse contra el criterio de su familia, si conseguía demostrar ante las autoridades de
tres villas que tenía edad suficiente y que sus parientes se oponían a su matrimonio con
el solo propósito de desheredarla, de acuerdo con el Libro de los fueros de Castiella,
título 183, pp. 96-97.
245
LFC, título 1, pp. 5-6.
246
“El derecho de casar a las hijas no es consecutivo de la patria potestad; y los mismos
fueros revelan claramente que el consentimiento es consecuencia, no de una potestad,
sino de un derecho a heredar”: Alfonso OTERO VARELA, “La patria potestad en el
Derecho histórico español”, AHDE 26 (1956) 209-242 [226].
247
Rafael GIBERT, “El consentimiento familiar en el matrimonio, según el Derecho
medieval español (notas para su estudio)”, AHDE 18 (1947) 706-761.
248
María ASENJO GONZÁLEZ, “La mujer y su medio social en el fuero de Soria”, en
VV. AA., Las mujeres medievales y su ámbito jurídico (Actas de las II Jornadas de
Investigación Interdisciplinaria organizadas por el Seminario de Estudios de la Mujer
de la Universidad Autónoma de Madrid), Madrid, Universidad Autónoma, 1983, pp.
45-57 [53-54].
249
“Aunque la redacción no es idéntica en los tres, la coincidencia de contenido es
clara, sobre todo en la segunda parte. Hay mayor semejanza entre Molina y Madrid,
pese al lenguaje romance en uno y latino en el otro. En la primera mitad del Fuero de
Guadalajara, 83, se nota la diferencia de que allí al autor del “quebrantamiento” de casa
no se le echaban las suyas a tierra, como ordenaban hacer los Fueros de Molina y
Madrid. El párrafo XI del Fuero de Molina pudo servir de modelo a los redactores de
los otros dos, o bien todos ellos copiaron de algún texto más antiguo y hoy desconocido.

294
No es prudente querer decir nada más concreto. Pero es claro que la coincidencia no es
casual, y como, por otra parte, en ningún otro Fuero del área celtibérica se encuentra
otro precepto análogo a éstos, la concordancia entre los Fueros de Guadalajara, Molina
y Madrid adquiere un carácter de peculiaridad que la hace más importante. Piénsese que
en los tres textos se condena a morir de hambre y sed a un hombre, no por la comisión
del delito, sino por no pagar las “caloñas” del mismo. La prisión y la muerte son
consecuencias del incumplimiento de una obligación ex delicto. Ello hace pensar que si
en los Fueros de Madrid y Molina no se incluye la prisión por deuda civil no sería
probablemente por consideración al deudor, tan duramente tratado en esta otra ocasión
análoga. Por ello se puede aventurar la sospecha de que quizá en la vida práctica, no
obstante el silencio de los Fueros, existiera y se ejecutase la prisión por deudas del
deudor por obligación civil en sentido estricto”: Francisco TOMÁS VALIENTE, “La
prisión por deudas en los Derechos castellano y aragonés”, AHDE 30 (1960) 249-490
[262].
250
KENISTON, p. 14.
251
GARCÍA GONZÁLEZ sintetiza así la relación entre juramento de manquadra y
juramento de salvo: “la prestación de juramento de manquadra siempre lleva aparejada
la necesidad de que el demandado se defienda, a su vez, con el juramento de salvo. El
demandante jura que su demanda está fundada y es justa y verdadera; pero si el
demandado jura, con el número suficiente de cojuradores, que no hay razón para que se
le haga ninguna reclamación, queda sin valor la prueba formal del primero y es
reconocida la inocencia del segundo”: “El juramento de manquadra”, p. 226.
252
KENISTON, p. 14.
253
KENISTON, p. 14.
254
FCortes(1182), § 22 : “Item si quis alicui membrum detruncaverit pectet ccc solidos
et si quis alicui fregerit anteriorem dentem pectem c solidos et si dentem molarem pectet
LXX solidos.”
FAlcalá, § 288: “Todo omme qui mienbro cortare a otro peche como per omne muerto:
sil cortare mano, o brazo, o pie, o rostros, o nariz, ol crebantare oio o oiol sacare, por
estos mienbros peche como por omne muerto, et non esca enemigo; et si cortare dedo de
mano o de pie, peche XX morauidis et non esca enemigo; et desta calona destos
mienbros tome el senor el tercio et el rencoroso todo lo al, si rencura non diere alos
fiadores.”
FBrihuega, § 78: “Tod omme que oio quebrare, o mano cortare, o pie o narizes o rostros
o oreias, peche c et viij maravedis et salca enemigo por siempre, si prouadol fuere, si
non salues con xij bezinos.”
FBrihuega, § 79: “Tod omme que cortare pulgar de mano, peche ccc soldos, et por el
otro dedo cabel, peche cc soldos, et por el otro, peche c soldos, et por el otro, peche L
soldos, et por el otro, xxv soldos, si prouadol fuere, si non salues con vi bezinos.”
FBrihuega, § 80: “Por omme que echare dientes. Tod omme que echare iiij delant peche
por el primero c soldos, et por el secundo Lxxxx soldos, et por el tercero Lxxx soldos, et
por el quarto Lxx soldos, et por el otro Lx soldos, et por el otro L soldos, et por el otro
xL soldos, et por el otro xxx soldos, si prouadol fuere, si non salues con vj bezinos.”
255
Por lo demás, la razón de que se asigne una pena superior a quien impidiera las
prendas tomadas por andador de alcalde en aldea que en villa podría deberse,
sencillamente, a la molestia suplementaria que para los andadores enviados por los
alcaldes debía suponer desplazarse desde la villa para tomar las prendas en las aldeas.
256
FAlhóndiga(1170), § 30: “Quisquis amparaverit pignus iudici pro rencura sua facta,
pectet V solidos et si emparaverit alcaldo pignus, alios V solidos.”

295
FZorita(1180), § 29: “Qualquiere que revellare peño al andador, peche cinco mentales, e
el que revellare peño al Juez peche diez mentales, e el que revellare peño a los Alcaldes
pague sesenta mentales.”
FCortes(1182), § 6: “Item si quis reuelaverit pignoram vicino suo itaque Iudex habeat
venire ad pignorandum pectet unum methcal et det pignora. Et si revelaverit pignora
Iudici pectet quinque methcales et si revelaverit pignora Iudici et Alcaldibus pectet x
morabetinos. Et si revelaverit pignora al andador pectel quartam de methcal. Et qui non
veniat ad señal iudicis vel Alcaldis pectet v solidos.”
FMedinaceli, § 37: “Et si al iudez enpararen penos, vayan a los alcaldes, et den penos al
rencuroso, et peños poral iudez de X sueldos, et pora ello un moravedi: et si a los
alcaldes enpararen peños, vayan el concelo, et pendren por LX sueldos, et partan los
peños a las collaciones.”
FMadrid, § 23: “Qui pennos reuelare a los alcaldes. Toto homine qui ad alguno de los
alcaldes uel fiadores aut adelantados, et illos andando per proueio de conzeio quomodo
iuratos son qui pignos reuelaret illis, pectet I morabetino, et isto dicat ueritate per la iura
quod habet facta; et qui lo enpelare uel pectugada dederit ei, pectet IIII morabetinos, et
hoc cum testibus. Si fuerit adelantado, suos socios colligant sua calumpnia, et si fuerit
alcalde aut fiadore, los fiadores colligant sua calumpnia, et si potuerit firmar cum testes,
et si non, saluet se per sua cabeza; et si alcalde aut adelantado uel fiadore andando in
isto seruizio de concilio, ad alguno uecino uel filio de uezino firiere aut desornare,
pectet lo duplado.”
FAlcalá, § 92: “Todo bezino que fuere pendrar et pennos le reuelaren, uaiad al judez et
entreguelo de pennos. et peche al iudez medio menchal si judez embiare andador o
saion apendrar per derechuras del so senor si fuere en bila et si empararen pennos al
andador o al saion et fuere el iudez ala, pechen i mencal al judez et si aliudez reuelaren
pennos uaian los alcaldes et entreguen al iudez de pennos de i morauidi et si alos
alcaldes reuelaren pennos pechen ij morauidis en uila et uaia el conceio et entreguen a
todos et pechen alconceio en bila v morauidis et si aldea embiaren apendrar asaion o ad
andador por mandado del iudez o de maiordomo de fiadores et reuelaren pennos al
iudez o amaiordomo de fiadores pechen i morauidi et qui reuelaren pennos alos alcaldes
peche iiij morauidis et uaia el conceio et entregue a todos de pennos, et tome el conceio
por asipse x morauidis, et el conceio pendrando omne hi muriere que quiera enparar los
pennos iagas y et non pechen por el nada, et si algo y tomaren, o casas echaren, o
crebantaren pierdanlo o conceio fuere, et si conceio pendrando alguno del aldea firiere o
matare a omne del conceio, todos quantos lofizieren mueran por elo, et pierdan quanto
que ouieren, et sea partido por tercios si mone y muriere.”
FBrihuega, § 221: “Tod andador que fuere a pendrar por mando de iurados o de iuez o
de alcaldes, sil defendieren pennos, pechenle ij soldos prouandolo con i uecino, et uaya
al iuez et del pennos por su calonna, et si defendieren pennos al iuez, pechenle i
maravedi, prouandolo con ij uecinos, et uayan los alcaldes a pendrar, et si defendieren
pennos a los alcaldes, pechen les v maravedis, et uaya el conceio a pendrar, et entegren
a los querellosos, et el conceio tome pendra de x maravedis que espiendan sobrel, et si
non ouiere la quantia, prendan lo et metan lo en la cadena, et yaga y hata que pague los
querellosos, et si a los iurados defendieren pennos por omme de fuera de villa, ayan esta
misma calonna que an los alcaldes.”
257
“Otrosy, por razon que es fama publica por la villa de Guadalajara que quando
algund alcalde o jurado manda prender a algund ome por alguna cosa que ha de fazer
esecuçion, asy por [tachado: “suertes”] debdas que deve, commo en otra manera qual
quier que sea, que quando el sayon o el andador va a prendar, que le defyenden la

296
prenda, e despues que el juez que va a pendrar e que le defienden eso mismo la pendra,
e despues que llaman el conçejo que los vayan a ayudar a pendrar: e esto, que lo han de
fuero e de costunbre; e los buenos usos e las buenas costunbres deven ser guardadas, e
las cosas malas deven ser estrannadas e aborreçidas de aquellos en que mora la justiçia e
el derecho, que son los buenos; e estos tales que fazen las anparas e defendimientos
naçen de grand despreçiamiento e de grand sobervia de sus coraçones, e los omes non
pueden aver conplimiento de derecho; e por que de las grandes osadias naçe grand
dapnno a la tierra, e por que es derecho que las cosas muy despreçiadas e muy sueltas en
la tierra que vienen mucho dapnno e mal, asy commo esto es, mas esto faze que derecho
es avido por derecho; por ende, acordamos que qual quier ome que anparare al andador,
que peche la pena que es hordenada; e quien anparare al juez, que sea preso, e que non
sea suelto de la prisyon fasta que de la pendra que anparo e defendio: que cosa santa es
obedesçer los mandamientos [suprascrito: “de los”] que estan en logar de Dyos, e de los
sennores, e cosa aborreçedera deve ser en los que son sobervios e manparadores de lo
que manda fazer la justiçia; e por la justiçia e por la obediençia bivan los omes en paz;
otrosy, el juez que non fiziese esto seyendole mandado por los alcaldes o por los
jurados, o por qual quier dellos, que lo prenda el jurado o el alcalde que ge lo mandare,
e el conçejo que le ayude; e de mas, que pueda prender al sobervioso ynjurioso que
defendio e anparo la prenda; e sy algunos de los del conçejo non quisyeren yr con el
jurado o con el alcalde a fazer la prenda seyendole mostrado, que lo enbie mostrar
[suprascrito: “al Rey”] el alcalde o el [anotación marginal: “jurado para que lo
provera”] commo la su merçed fuere.”: Ordenanzas de Guadalajara, Real Biblioteca
del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, ms. X-II-19, fols. 125v-126r.
258
FBrihuega, § 222: “Si un uecino acotare a otro, el que non uiniere al coto el uiernes
peche v soldos, la meatad al iuez et la meytad al querelloso; et si diere querella hata el
domingo de sol a sol, et los viij dineros seyan de los andadores, et salcan de souna de
los v soldos.”
FAlcalá, § 252: “Qui fore acotado et non uiniere al coto, peche i morauidi.”
259
KENISTON, p. 26.
260
Sobre el mecanismo de devolución troncal y su desarrollo en el Derecho foral de
Sepúlveda, cfr. Rafael GIBERT, “Los fueros de Sepúlveda. Estudio histórico-jurídico”,
en E. SÁEZ et alii, Los fueros de Sepúlveda, Segovia, Diputación, 1953, pp. 335-569
[491-493]; apréciese lo discutible de una afirmación como la siguiente: “En la frontera
castellana del Duero, cuyo núcleo urbano permanente fue Sepúlveda, se creó un derecho
nuevo, que tiene otras formulaciones más tardías, pero del cual aquella ciudad es la sede
originaria”: “El Derecho municipal de León y Castilla”, AHDE 31 (1961) 695-754
[714].
GARCÍA-GALLO ya advirtió en su día sobre los riesgos de proceder a una
identificación automática y acrítica del Derecho de la Extremadura con el fuero de
Sepúlveda (“Aportación al estudio de los fueros”, nota 133, pp. 431-433), si bien en este
caso parece clara la arraigada tradición que reconoció y designó posteriormente este uso
troncal al que ahora nos referimos como característico del fuero de Sepúlveda, por más
que carezcamos de pruebas para sostener que en él hubiera tenido su origen.
La idea del carácter fundamental y prototípico del fuero de Sepúlveda como modelo de
todo el Derecho de la Extremadura castellana constituyó una de las líneas maestras del
trabajo del erudito dieciochesco Rafael de FLORANES VÉLEZ DE ROBLES, a quien
siguen en este punto GIBERT en las mencionadas páginas de su estudio jurídico de los
fueros de Sepúlveda, así como otros autores posteriores, como Antonio LINAGE
CONDE, “Comunidad y fuero de Sepúlveda en tierras de Guadalajara: del macizo de

297
Ayllón al valle del Henares. En torno a la creación y vigencia del derecho municipal”,
Wad-al-Hayara 12 (1985) 87-96.
261
Inserto en 1331, agosto 1, Illescas: Alfonso XI confirma un privilegio inserto de
María de Molina substituyendo una cláusula por otra en el fuero de Guadalajara.
AMGU, doc. nº 133096, Libro copiador, ff. ccx rº - ccxij rº. Es traslado de 1547, marzo
13, Guadalajara, corregido. Ed. LAYNA, Guadalajara y sus Mendozas, t. I, pp. 274-
275. Véase nuestra propia transcripción en los apéndices.
Este privilegio, con la cláusula 99 del fuero de Guadalajara de 1219 que copia, fue
conocido por algunos eruditos antes que el propio fuero de Fernando III: así, citando a
Juan Antonio Llorente, MUÑOZ ROMERO, Colección de fueros, p. 507, nota 1.
GIBERT opina que en Guadalajara imperó originariamente el derecho troncal
sepulvedano, y que “posiblemente, se había quitado a Guadalajara por la política
legislativa apoyada en el Fuero Real”, lo cual equivaldría a datar la cláusula 99 del fuero
en fecha posterior al reinado de Fernando III: “El Derecho municipal de León y
Castilla”, p. 728.
262
Está acreditada su observancia, con referencia al fuero de Sepúlveda, en Pastrana en
las Relaciones topográficas (Juan Catalina GARCÍA LÓPEZ, Relaciones topográficas
de España. Relaciones de pueblos que pertenecen hoy a la provincia de Guadalajara,
en Memorial Histórico Español, t. 43, Madrid, RAH, 1905, p. 199), y en Jadraque en un
pleito hacia el final del siglo XVIII (María Luz ALONSO MARTÍN, “Un caso de
pervivencia de los fueros locales en el siglo XVIII. El derecho de troncalidad a fuero de
Sepúlveda en Castilla la Nueva a través de un expediente del Consejo de Castilla”,
AHDE 48 (1978) 593-614).
263
“En el derecho de familia, el fuero [de Sepúlveda] presenta [...] el régimen de
troncalidad, que en la tradición ulterior fue por antonomasia el fuero de Sepúlveda”:
GIBERT, “El Derecho municipal de León y Castilla”, p. 716.
264
En el mismo título del traslado de 1547 por el que conocemos el privilegio de María
de Molina, por ejemplo.
265
De esta norma del fuero de Guadalajara se hace eco FERNÁNDEZ ESPINAR, “La
compraventa”, p. 403.
266
1207, febrero 3. Confirmación y ampliación por Alfonso VIII de los fueros de
Toledo: cfr. GARCÍA-GALLO, “Los fueros de Toledo”, p. 488, no. 1.
267
“En Extremadura y Transierra, al menos, el rey prohibe enajenar fincas a
eclesiásticos y nobles”: GONZÁLEZ, Alfonso VIII, t. I, p. 82.
268
María Teresa MARTÍN PALMA (ed.), Los fueros de Villaescusa de Haro y Huete,
Málaga, Universidad, 1984, p. 21.
269
Cfr. precisiones sobre los denominados derechos de vecindad y antigüedad en A.
SÁENZ DE SANTA MARÍA, Molinos hidráulicos en el valle alto del Ebro (s. IX-XV),
Vitoria, Diputación Foral de Álava, 1985, pp. 78-79; 133-177.
270
Es una avenencia del concejo: Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El
Escorial, ms. X-II-19, fol. 133r.
271
KENISTON, p. 16.
272
KENISTON, p. 26.
273
Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, ms. X-II-19, fols.
124r-125v.
274
“E que los cavalleros de los montes non consyentan andar ganados ningunos de fuera
del termino en el monte en ninguna manera; sy non, que peche la dicha pena de los
dichos çient maravedis para los adarves”: Escorial, ms. X-II-19, fol. 128r. Asimismo, se
hace referencia a una carta de la reina, al tiempo señora de Guadalajara, sobre la guarda

298
de los montes: “Por que fallaron que los montes se estraguan de cada dia, e non se
guardavan conplida mente por los cavalleros commo la Reyna manda por su carta, e que
esto era grand dapnno del conçejo”: Escorial, ms. X-II-19, fol. 130r.
275
“Otrosy, las calonnas del monte, de mas de lo que han de aver los cavalleros que han
de guardar el monte”: Escorial, ms. X-II-19, fol. 129r.
276
“Ordenança VIII. Sobre las penas de los cavalleros y peones que venden el monte.
Otrosi, por quanto entre vosotros sacades cavalleros de los montes de la dicha villa para
guarda dellos, que los tales cavalleros que ponen sus peones para ellos, et los tales
peones venden los montes en dibersas maneras, ansi para los ganados como para
quemar, ansi a los del termyno como a los de fuera del. Otrosi, que los cavalleros que
abienen con los de fuera del termyno para que pazcan sus ganados et beban las aguas en
termyno de la dicha villa, por ende que los tales cavalleros et peones que tal fizieren
pierdan el ofiçio el cavallero, y el peon que le den sesenta açotes por ello et nunca aya
mas los tales dichos ofiçios.”: LAYNA, Guadalajara y sus Mendozas, t. II, p. 522.
277
KENISTON, p. 17.
278
KENISTON, p. 27.
279
“E los dichos alcaldes, con estos sobre dichos, por que fallaron que esta villa non
avia propio del conçejo, salvo el peso que rinde fasta mill [tachado: “e”] maravedis,
[...]”: Escorial, ms. X-II-19, fols. 129v-130r.
280
KENISTON, p. 17.
281
Sufre mañería quien muere sin descendencia legítima y se halla en situación de
subordinación: Juan GARCÍA GONZÁLEZ, “La mañería”, AHDE 21-22 (1951-1952)
224-299 [265].
282
TOMÁS VALIENTE lo relaciona con disposiciones análogas de los fueros de
Belorado, Miranda de Ebro, Logroño y Daroca: “En estos Fueros se establece el
principio de que el deudor a quien se reclama el cumplimiento de una obligación ha de
presentar fiador, y si no quiere darlo o no encuentra quien quiera ser su fiador puede ser
apresado por el acreedor”: “La prisión por deudas”, p. 263.
283
“La regulación es privativa de los fueros citados, por lo que no debe buscarse su
origen fuera de estos territorios”: cfr. GARCÍA ULECIA, Los factores de
diferenciación, p. 386.
284
GARCÍA ULECIA, Los factores de diferenciación, p. 366.
285
FAlhóndiga(1170), § 12 : “Si quis vocaverit homine Castellae vel cornuto vel
traditore, pectel I morabeti, et si negaverit iuret solus sine manquadra.”
FZorita(1180), § 44: “Hombre que dixiere palabra vedada pague dos mrs.”
FZorita(1180), § 45: “Qui dixiere a la mala muger puta, o nombre vedado, si non
pudiere firmar que ella es tal, pague dos mrs.”
FCortes(1182), § 7 : “Et qui verbum vetatum dixerit alii pectet unum morabatinum. Si
autem negaverit se dixisse salvet se cum duobus talibus qualis est rencaroso et vadat in
pace. Verba vetata sunt fodido en culo et puto gaffo.”
FMedinaceli, § 28: “Qui a otro dixiere cornudo, o gafo, o fududencolo, o puta, o gafa,
peche un maravedi, et el maravedi sea de tres mencales et medio, et jure que non lo sabe
en el, si jurar non quisiere, peche al rey XXX et VII mencales e medio, et exeat
inimicus.”
FMolina, § 122: “Aquestas son palabras vedadas : Gofo, cornudo, fodido, sodomitico,
hereje, tornadizo, puta. Et de todas aquestas si negare, jure con doce, o peche diez
maravedis.”
FMadrid, § 28: “Toto homine qui a uezino uel a filio de uezino aut a uezina uel filia de
uecina, qui a mulier dixerit “puta” aut “filia de puta” uel “gafa”, et qui al baron dixierit

299
alguno de nomines uedados “fudid in culo” aut “filio de fudid in culo” aut “cornudo”
aut “falso” aut “periurado” uel “gafo”, aut de istos uerbos que sunt uedados in ista carta,
pectet medio morabetino al renquroso et medio morabetino a los fiadores, si misieret
renqura; et si non, sua iura, et denegue los uerbos quel dixot. Et si el otro refertaret ad
ille tales uerbos, non pectet nullo coto, set uadat illo pro illo, et isto todo cum testes; et
si non poturerit firmar, iuret super crucem que no lo sabe in illo, et uadat in pace.”
FAlcalá, § 112: “Todo omne qui diziere ad otro gafo o fududinculo o carnudo prouado o
alevoso prouado, peche i morauidi et iure que lo dixo con sana et con ira et que nolo
sabe enel, et si dixiere que nolo dixo, iure con ij bezinos.”
FBrihuega, § 92: “Tod omme que clamare a otro periurado o gafo o nombre uedado,
peche i morabetino; quil dixiere herege o cornudo, peche x maravedis si prouadol fuere,
si non salues con ij bezinos.”
286
Este crucial diploma, cuyo original se conserva hoy en el Archivo Municipal de
Guadalajara, ha sido publicado por Pedro SÁNCHEZ-PRIETO BORJA en sus Textos
para la historia del español. II. Archivo Municipal de Guadalajara, pp. 25-33.
Anteriormente lo fue también por: PÉREZ VILLAMIL, Memorial Histórico Español, t.
46, pp. 58-61; PAREJA SERRADA, Diplomática arriacense, pp. 326-328;
GONZÁLEZ, Fernando III, t. III, pp. 398-400.
287
“ [...] embié mis cartas a vós el concejo de Guadalfajara que embiássedes vuestros
omnes buenos de vuestro concejo a mí, por cosas que avía de veer e de fablar convusco
por buen paramiento de vuestra villa. E vós embiastes vuestros omnes buenos ante mí, e
yo fablé con ellos aquellas cosas que entendí que eran buen paramiento de la tierra. E
ellos saliéronme bien e recudiéronme bien a todas las cosas que les yo dix, de guisa que
les yo fui so pagado”: SÁNCHEZ-PRIETO BORJA, Textos II, p. 31.
288
“E esto passado rogáronme e pidiéronme mercet por su villa que les toviesse
aquellos fueros e aquella vida e aquellos usos que ovieran en tiempo del rey don
Alfonso mio avuelo e a su muerte, assí como gelos yo prometí e gelos otorgué quando
fui rey de Castiella que gelo ternía e gelos guardaría ante mi madre, e ante mios ricos
omnes, e ant’el arçobispo, e ante los obispos, e ante cav[all]eros de Castiella e de
Estremadura e ante toda mi corte”: SÁNCHEZ-PRIETO BORJA, Textos II, p. 31.
289
“E mando e tengo por bien que quando yo embiare por omnes de vuestro concejo
que vengan a mí por cosas que oviere de fablar con ellos, o quando quisiéredes vós a mí
embiar vuestros omnes buenos de pro de vuestro concejo, que vós catedes en vuestro
concejo caveros atales quales toviéredes por guisados de embiar a mí, e aquellos
caveros que en esta guisa tomáredes pora embiar a mí que les dedes despesa de concejo
en esta guisa: que quando vinieren fata Toledo, que dedes a cada cavero medio
morabedí cada día e non más; e de Toledo contra la frontera que dedes a cada cavero un
morabedí cada día e non más. E mando e defiendo que estos que a mí embiáredes que
non sean más de tres fata quatro, si non si yo embiasse por más. E otrossí tengo por bien
e mando que quando yo embiare por estos caveros, assí como sobredicho es, o el
concejo los embiáredes a mí por pro de vuestro concejo, que trayan cada cavero tres tres
bestias e non más. E estas bestias que gelas aprecien dos jurados e dos alcaldes quales el
concejo escogiere por esto, cada una quanto vale quando fazen la muebda del logar dont
los embían, que si por aventura alguna d’aquellas bestias muriere, que sepades qué
avedes a dar el concejo e el pueblo por ella, e que dedes tanto por ella quanto fue
apreciada d’aquellos dos jurados e dos alcaldes, assí como dicho es”: SÁNCHEZ-
PRIETO BORJA, Textos II, p. 32.
290
“Otrossí mando que los menestrales non echen suerte en el judgado por seer juezes,
ca el juez deve tener la seña, e tengo que si afruenta viniesse o a logar de periglo e omne

300
vil o rafez toviesse la seña que podrié caer el concejo en grant onta e en grant
vergüença. E por end tengo por bien que qui la oviere a tener que sea cavero e omne
bueno e de vergüença”: SÁNCHEZ-PRIETO BORJA, Textos II, p. 32.
291
“E otrossí sé que en vuestro concejo que se fazen unas confradías e unos
ayuntamientos malos a mengua de mio poder e de mio señorío, e a daño de vuestro
concejo e del pueblo, ó se fazen muchas malas encubiertas e malos paramientos. E
mando, so pena de los cuerpos e de quanto avedes, que estas confradías que las
desfagades, e que d’aquí adelante non las fagades, fuera en tal manera pora soterrar
muertos e pora luminarias, pora dar a pobre e pora confuerços. Más que non pongades
alcaldes entre vós nin coto malo. E pues que vos dó carrera por ó fagades bien, e
almosna e merced con derecho, si vós a más quisiéssedes passar a otros cotos o a otros
paramientos, o a poner alcaldes, a los cuerpos e a quanto oviéssedes me tornaría por
ello”: SÁNCHEZ-PRIETO BORJA, Textos II, pp. 32-33.
292
“E mando que ninguno non sea osado de dar nin de tomar calças por casar so
parienta, ca el que las tomasse pechar las ié dupladas al que gelas diesse, e pecharié
cincuenta morabedís en coto, los veinte a mí, e los diez a los jurados, e los diez a los
alcaldes, e los otros diez al que los descubriesse con verdat. E mando que todo omne
que casare con manceba en cabello que nol dé más de sessaenta morabedís pora paños
pora sus bodas. E qui casare con bibda nol dé más de quarenta morabedís pora paños
pora sus bodas. E qui más diesse d’esto que yo mando pecharié cincuenta morabedís en
coto, los veinte a mí, e los diez a los jurados, e los diez a los alcaldes e los otros diez al
que los mesturasse. E otrossí mando que non coman a las bodas más de diez omnes,
cinco de la parte del novio e cinco de la parte de la novia, quales el novio e la novia
quisieren. E quantos de más ý comiessen pechar m’ié cada uno diez morabedís, los siete
a mí e los tres a qui los descubriesse; e esto sea a buena fe sin escatima e sin cobdicia
ninguna”: SÁNCHEZ-PRIETO BORJA, Textos II, p. 33.
293
Este documento, cuyo original se conserva asimismo en el AMGU, fue publicado
por LAYNA SERRANO, Guadalajara y sus Mendozas, t. I, pp. 264-265. También por:
PÉREZ VILLAMIL, MHE 46, pp. 61-65; PAREJA SERRADA, Diplomática
arriacense, pp. 350-353.
294
“porque fallamos que la villa de Guadalhajara non avien fuero e leyes porque se
judgassen assi como devien e por esta razon venien muchas dubdas e muchas
contiendas e muchas enemistades e la justiçia non se cunple assi como se devie, e nós
queriendo sacar todos estos danos, dámosles e otorgámosles aquel fuero que nos
hiziemos con conseio de nuestra corte, escripto en libro e seellado con nuestro seello de
plomo, que lo ayan el conçejo de Guadalhajara tan bien de villa cuemo de aldeas porque
se yudguen comunalmente por él en todas cosas pora siempre jamás, ellos e los que
dellos vinieren”: LAYNA SERRANO, Guadalajara y sus Mendozas, t. I, p. 264.
295
Sobre la obra legislativa de Alfonso X existe una copiosa bibliografía; véanse, al
respecto: L. M. GARCÍA BADELL, “Bibliografía sobre la obra jurídica de Alfonso X
el Sabio y su época (1800-1985)”, Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad
Complutense de Madrid, número extraordinario (julio 1985) 283-318; J. CRADDOCK,
The Legislative Works of Alphonso X, el Sabio: A Critical Bibliography, Londres, 1986.
296
“[...] por grand sabor que avemos de fazer bien e merced al concejo de Guadalfajara,
tan bien a los de la villa como a los de las aldeas, e por mucho servicio que fizieron al
rey don Alfonso, nuestro visavuelo, e al rey don Ferrando, nuestro padre, e después a
nós, otorgámosles que nunqua les demos otro señor si non nós o los otros reyes que
regnarán después de nós en Castiella e en León, e aun por les fazer más merced,

301
otorgámosles sus fueros e todos los privilegios que les nós diemos e los otros reyes que
fueron ante de nos”: SÁNCHEZ-PRIETO BORJA, Textos II, p. 60.
297
El original se custodia en el AMGU, doc. no. 133455. Veáse nuestra presentación en
el no. I de nuestro Apéndice documental. Este documento lo editó LAYNA SERRANO,
Guadalajara y sus Mendozas, t. I, p. 263, fechado erróneamente.
298
“[...] viemos un privilegio del rey don Alfonso nuestro padre, que Dios perdone, en
que dizié que por muchos servicios que los cavalleros e el concejo de Guadalfajara
fizieran a nuestro linage e farién d’aquí adelantre, e por les fazer bien e merced, que les
dava e les otorgava el fuero, e los privilegios e las franquezas que les dieron el rey don
Fernando nuestro avuelo, e el rey don Alfonso nuestro trasavuelo, e los otros reyes; e
los bonos usos e las bonas costumbres que entonze avién, que lo oviessen todo bien e
complidamientre para siempre, assí como en el tiempo que mejor lo ovieron”:
SÁNCHEZ-PRIETO BORJA, Textos II, p. 75. Apréciese como la palabra “fuero”
aparece aquí significativamente en singular, por hallarse así en el texto del privilegio de
Alfonso X a que se hace referencia (siendo así que allí evocaba el Fuero del Libro
alfonsino, en tanto ahora, en este privilegio de Sancho IV, se prefiere neutralizar la
carga polémica de aquella mención añadiendo el sentido tradicional que aportan los
“privilegios e las franquezas” de los monarcas anteriores).
299
“[...] les confirmamos sus fueros e sus privilegios, e cartas e franquezas e libertades,
e usos e costumbres que ovieron en tiempo del Emperador [Alfonso VII] e del rey don
Alfonso que venció la batalla de Úbeda [Alfonso VIII], e del rey don Alfonso que
venció la batalla de Mérida [Alfonso IX], e del rey don Ferrando su fijo [Fernando III],
e de los otros reyes onde nos venimos”: SÁNCHEZ-PRIETO BORJA, Textos II, p. 85.
300
Se trata, concretamente, de un traslado sacado en Guadalajara, el 13 de marzo de
1547, incorporado al Libro copiador del concejo: AMGU, doc. nº 133096, ff. ccx rº -
ccxij rº. Véase su texto en el no. II de nuestro Apéndice documental.
301
Partida I, III, VIII.
302
Consúltese su texto en el no. III de nuestro Apéndice documental.
303
María de Portugal, consorte de Alfonso XI, figura como señora de Guadalajara en los
comienzos del reinado de Pedro I, concretamente en 1352 (Pablo MARTÍN PRIETO,
“Las relaciones del clero parroquial de Guadalajara con las órdenes mendicantes: el
convenio de 1352”, en Actas del VIII Encuentro de Historiadores del Valle del Henares,
Alcalá de Henares, 2002, pp. 127-141 [136]). Natural es suponer que lo hubiera sido
también unos años antes, en el reinado de su esposo.
304
Tratando de quien corta cepas, se prescribe que “peche la pena del fuero por cada
vid” (fol. 124v); asimismo por la entrada de ganados en las viñas, se obliga a pagar “por
cada res la pena del fuero” (Idem): son sólo las dos primeras (a título de ejemplo) de una
lista de menciones explícitas al segundo fuero de la villa, contenidas en estas
ordenanzas.
305
Transcribe una confirmación de la ejecutoria de este pleito LAYNA SERRANO,
Guadalajara y sus Mendozas, t. I, pp. 286-288.
306
LAYNA SERRANO, Guadalajara y sus Mendozas, t. I, p. 295.
307
LAYNA SERRANO, Guadalajara y sus Mendozas, t. II, p. 441.
308
LAYNA SERRANO, Guadalajara y sus Mendozas, t. II, p. 451.
309
Carta de censo fechada en Camarma de Arriba el 20 de junio de 1486: AMGU, doc.
no. 136497 (véase el texto en el no. IV de nuestro Apéndice documental).

302

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