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EL FANTASMA DEL CARRIZAL

Trinidad

Un día de verano, decidí salir a pescar al río en Luján, la ciudad en donde vivo. El día
estaba caluroso y el sol brillaba intensamente.
Estacioné mi viejo auto frente a un árbol y bajé todo lo necesario. Me acerqué a la orilla
del río, me senté y me dediqué a mirar a mi alrededor, había un par de familias.
Mi nombre es Luis. Se podría decir, que soy un hombre con pocos recursos y soy
solitario.
Tengo un amigo que conocí cuando me mudé a la ciudad con siete años y desde
entonces mantenemos la amistad. Pero no nos invitamos a tomar mates y charlar como
hacíamos antes.
Lo llamé y le pregunté si me podía prestar su equipo para pescar temporalmente. Él
aceptó y me recordó dónde vive su mamá para que busque sus viejas cosas. Lo invité a
pescar conmigo, pero estaba ocupado y no podía venir a Luján.
Estaba sentado tranquilamente, hasta que me interrumpió una persona que se paró junto
a mí.
Levanté la vista. Era una mujer MUY alta y parecía tener aproximadamente mi edad.
Llevaba un vestido azul, como sus ojos y unos zapatos negros, como su pelo. Su
vestimenta destacaba en este lugar. Parecía que no iba a pescar, su tarea era otra.
Con gesto asombrado, comentó:
-Tu caña de pescar era muy vendida hace mucho tiempo, es antigua y la mantuviste en
buenas condiciones, te felicito. Hace mucho que no veo una de esas. -
Miré a mi lado, estaba su vieja caña de pescar.
- Ah, sí. Es de mi amigo, pescábamos con ella cuando fuimos chicos, y para venir a
recordar los viejos tiempos, la pedí prestada de su casa ya que él no podía venir. -
-En el río no hay tantos peces como antes, es muy difícil pescar, está muy contaminado.
-
-Sí, lamentablemente. Me gustaría poder viajar en el tiempo y venir acá con mis amigos
y familia. En el hermoso río de Luján, donde había muchas personas disfrutando. -
Ella asintió con la cabeza y desvió su mirada hacia al río.
- Mejor intenta pescar con una mojarra común y no con una plateada. Te lo recomiendo
por experiencia. - Sonrió levemente
-Gracias por el consejo, lo voy a tener en cuenta. -
Y ella se dio vuelta y continuó su camino.
Siguiendo el consejo, usé la mojarra común y tiré el aparejo al río.
Al instante, sentí un tirón.
Ansioso, al sacar la línea del agua colgaba una flecha de plata. Era un pez grande y
sano. Grité de la emoción, hasta que me percaté de que me tocaban el hombro.
-Felicitaciones, lo hiciste. Te debo un alfajor. - Un pequeño me estaba felicitando.
-Gracias, pero el alfajor no hace falta. - Le sonreí
-No te hagas Luis, si vos apostaste por el alfajor. -
¿Luis? ¿Cómo sabía mi nombre?
- En ningún momento te aposté un alfajor y tampoco te conozco, yo no sé tu nombre. -
-Dale Luis, ya me cansé de tus jueguitos. Soy yo, Carlos. -
En ese momento, me asusté muchísimo. Miré hacia el río y estaba transparente como
cuando era chico, miré mis manos, eran chiquitas igual a las del chico a mi lado llamado
Carlos, y su cara era exactamente como la recordaba, a la de mi mejor amigo de la
infancia.
Tiré la caña de pescar al piso y todos me miraban, mientras iba corriendo hacia donde
había estacionado mi auto, que no estaba.
Se acercó una mujer rápidamente y me preguntó:
-Hijo, ¿estás bien? -
Su voz me tranquilizó, sonaba como ella. La extrañaba tanto.
La abracé y mi mente no quería aceptar que no era ella. Mientras me abrazaba, sus uñas
se clavaban como cuchillo en mi espalda.
Por un momento, cuándo observé a mi alrededor a través de su hombro, me di cuenta
de que todo estaba mal.
Mi mamá no está viva, mi amigo no estaba acá y ese hombre sentado donde yo estaba
no estaba acá, o yo no estoy donde pensé que estaba.
Me altere, no quería estar allí y quería escapar.
Quería escapar del lugar al que "viajé". El que parecía mi realidad deseada, la que
anhelé ir, cuando fui chiquito y en la que pedí a aquella mujer que lo cumpliera para que
yo viaje por el tiempo a mi cajita de recuerdos.

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