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© 2020 A Solas Contigo Flor M.

Urdaneta

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Este libro no puede ser reproducido o transmitido de cualquier
forma o por cualquier medio, electrónico o impreso sin el permiso
escrito del propietario del copyright.
Esta es una obra de ficción, los personajes y nombres son fruto
de la imaginación del autor.
Registrado en Safe Creative bajo el código 2009185367067.
Diseño de portada: Flor M. Urdaneta
Página oficial de la autora: www.flormurdaneta.com
A todos los que se han ido
dejando un vacío en mi corazón.
Yo había puesto
encima de mi pecho,
un pequeño letrero que decía:
“Cerrado por demolición”.
Y aquí me tiene usted
pintando las paredes,
abriendo las ventanas…
Carlos Pellicer. [fm1]
La música en A Solas Contigo.
Feeling Good - Nina Simon.
Only You - Ringo Starr.
Let´s Fall in Love - Diana Krall.
All of Me - John Legend.
Più Bella Cosa - Eros Ramazzotti.
La Vida en Rosa - Edit Piaf.
Prólogo
Estaba en primera fila bailando al ritmo de Stille[1], una de las
canciones de la agrupación de rock alternativo Abgrund[2] en la que
mi prometido Jake era el baterista. No me perdía ninguno de sus
conciertos, lo apoyé desde el inicio y me sentía orgullosa de lo que
habían alcanzado hasta entonces. Comenzaron presentándose en
bares donde no recibían ni un centavo, pero pronto fueron ganando
fama y esa noche estaban dando su primer concierto en un lugar
bastante conocido en Hamburgo. Se vendieron casi trescientos
boletos.
Conocí a Jake en un mercado artesanal, estaba mirando los
bolsos tejidos cuando escuché su risa. Volteé y lo vi rodeado de
otros chicos, todos vestían de una forma muy peculiar, estilo punk
rock, con camisetas oscuras y pantalones raídos. Su cabello estaba
pintado de azul en las puntas y su brazo derecho cubierto de
tatuajes que desde la distancia no pude apreciar bien. Cuando
nuestras miradas coincidieron, algo dentro de mí se sacudió, nunca
me había sentido así por nadie. Volví mi atención a los bolsos
tratando de disimular mi interés, pero con la mente en aquel chico
de pelo azul que me había provocado mariposas en el estómago.
—Hola, soy Jake. —Escuché decir detrás de mí un momento
después. Y di un pequeño salto. No tenía idea de que se acercaría.
Me puse tan nerviosa que cuando me giré, tumbé algunos aretes y
varias pulseras al suelo. Me incliné para levantar lo que había tirado
y comencé a recogerlas. Jake me ayudó y pusimos todo en la mesa.
—Yo lo arreglo, tranquila. —Enunció la vendedora cuando vio que
intentaba organizarlo como antes.
—Gracias. Lo lamento mucho —dije sintiendo como mi cara se
ponía roja. Estaba tan apenada, normalmente no era así de torpe—.
Gracias a ti también, no tenías que ayudarme. —Miré a Jake, que
estaba a menos de un metro de mí, y sentí un revuelo en mi
estómago. Él tenía unos ojos preciosos color caramelo y me
mostraban una mirada dulce y gentil.
—Es lo correcto, fue mi culpa por asustarte. Quería invitarte a un
toque que tendremos esta noche a unas calles de aquí. ¿Te gusta el
rock? Vi que nos mirabas y pensé que podía interesarte —dijo
hablando rápidamente. Y solo por eso dejé de sentirme tan
abochornada. No era la única nerviosa.
—Sí, me encantaría. —Acepté sin pensarlo. Él era un
desconocido, un muy atractivo desconocido. Me encantaron sus
ojos y la forma de sus labios. Me pregunté cómo se sentirían sobre
los míos. ¿Serían suaves?, ¿serían cálidos?
—Inicia a las ocho, pero estaremos ensayando antes. ¿Quieres
acompañarnos?
Él es un desconocido, Evelyn. Puede ser una trampa. Dijo una
voz en mi interior, pero no le hice caso y acepté irme con él. Jake no
me pareció un mal tipo. Y no estuve equivocada.
Así fue como todo comenzó, ese fue el día que conocí al amor de
mi vida. Un hombre bondadoso, romántico, apasionado, fiel y
cariñoso que me hacía inmensamente feliz. Estábamos
enamorados, lo que teníamos era verdadero, a pesar de que mi
madre dijera que solo era un capricho, que todo lo que quería era
avergonzarla estando con un “vagabundo”. Ella no lograba ver más
allá del estatus social de Jake, para Elise Decker, la cantidad de
ceros en la cuenta bancaria es más importante que tener un buen
corazón. Así la criaron y así pretendió criarme a mí, pero no logró
influenciarme, al contrario, su forma de ser me hizo detestar la vida
elitista de la que ella tan orgullosa se sentía. Yo no sería como Elise
jamás. Mi plan de vida no incluía casarme con un millonario que me
diera una “buena vida”, llena de lujos y carente de amor. Porque
ella, por mucho dinero que poseyera, no era feliz. Nunca lo fue. Su
único propósito en la vida era amargarnos la existencia a mis
hermanos y a mí.
—¡Eso fue perfecto, amor! —Me abalancé sobre él sujetándome
de sus brazos y le di un beso en la boca. Me había encontrado con
él detrás del escenario, los demás miembros de la banda también
estaban ahí. Burke, el bajista, junto a su novia Adisson, y el resto
recibiendo atención de algunas fans que se acercaron a ellos. Eran
buenos chicos, no unos “drogadictos adoradores de Satán”, como
los llamó Elise.
Jake puso sus manos en mis caderas y sonrió.
—Veo que te gustó. —Miré sus ojos color caramelo y le sonreí. Mi
Jake era muy atractivo, delgado, con músculos definidos, no muy
marcados. Su mandíbula cincelada estaba salpicada por vellos
cortos, poseía una nariz perfilada, ligeramente torcida en la punta a
causa de un golpe que se ganó en una pelea, y sus ojos pequeños
estaban enmarcados por cejas oscuras y pobladas. Su cabello
natural era castaño oscuro y muy sedoso, aunque en ese momento
lucía gomoso por el gel que yo misma le apliqué, me encantaba
peinarlo. Él me superaba en estatura por más de diez centímetros.
—¡Me encantó! Se escucharon genial, amor. Estoy tan orgullosa
de ti y de todos. Ya los imagino recorriendo el mundo, dando
enormes conciertos y siendo perseguidos por un montón de
groupies[3].
—¿Sí? ¿No te pondrás celosa y posesiva si un montón de chicas
empieza a seguirme?
—No, entenderé que quieran ir por ti, eres un sexy baterista y el
sueño húmedo de cualquier mujer. —Paseé mis manos por su
pecho y las llevé hasta detrás de su nuca.
—¿Intenta algo conmigo, señorita Decker?
Fruncí el ceño, odiaba que usara ese apellido. Ansiaba que
llegara el día de nuestra boda y poder cambiarlo por el suyo. Señora
Braun, me encantaba como se escuchaba. Teníamos un año
viviendo juntos, pero los dos queríamos oficializar nuestra relación y
planeábamos casarnos pronto.
—Oigan, vengan aquí, tengo una gran noticia para compartir —
gritó Adler, el vocalista de la banda, y todos nos acercamos hasta
donde él estaba. Jake, Adler, Burke, Herman, Addison y yo. Adler
estaba sonriendo, era evidente que tenía algo bueno para contar—.
Me acaban de llamar, lo hemos conseguido. Logramos el contrato
discográfico.
—¡Oh, Dios mío! ¡Sí! —chilló Addison saltando a los brazos de
Burke. Él la sujetó y compartieron un beso apasionado.
—Felicidades, amor. Sabía que lo lograrías. —Abracé a Jake
sintiéndome muy orgullosa de él y de todos. Eran muy buenos, se
merecían ese contrato, habían luchado duro por conseguirlo.
—Gracias, mi vida. Gracias por creer en mí, por estar aquí, por
amarme… —declaró con calidez. Su voz sonaba rasgada, como si
estuviera llorando o a punto de hacerlo, y me conmovió
profundamente. Era un hombre muy sensible y emocional, había
nobleza en su alma, y fue eso lo que me enamoró de él, era eso lo
que quería que mi madre viera, pero ella solo se fijó en su
apariencia y su procedencia, nada más le importó. Sus padres eran
personas sencillas, él bombero y ella maestra. Lo amaban.
Mis hermanos no eran como Elise o como mi padre. Ellos, a
pesar de ser hombres exitosos y prósperos, no vieron a Jake por
encima del hombro cuando lo conocieron.
—Siempre estaré a tu lado, Jake. Siempre, amor. —Compartimos
un cálido abrazo y después nos separamos para felicitar a los
demás. Todos estaban emocionados y felices, su sueño se había
convertido en realidad. Eran muy unidos, crecieron juntos como
banda y se volvieron grandes amigos.
Más tarde, después que Jake guardó su batería en la furgoneta
de Burke, nos despedimos de todos y salimos del local con planes
de ir a cenar. Hice una reserva en Fiori, un restaurante italiano
propiedad de mi hermano Sebastian, el chef era un antiguo
empleado de la familia al que le tenía mucho aprecio. Necesitaba
decirle algo importante a Jake y quería que fuera en un lugar
especial.
El clima era cálido, estábamos en medio del verano, mi estación
favorita del año, pero no la de mi prometido. Él prefería el frío que el
calor. Caminamos de la mano hasta su motocicleta, una Ducati
antigua que le heredó su padre cuando cumplió quince años. La
amaba, era un tesoro para él y la tenía muy bien cuidada.
Jake me puso el casco y me besó en los labios antes de subirse
a la moto y ponerse el suyo. Él era muy cuidadoso con la seguridad,
y más tratándose de mí.
Cuando me subí, le rodeé el torso y puso la motocicleta en
marcha. Fiori no quedaba muy alejado de donde estábamos, a solo
cinco minutos o menos, y comencé a sentirme nerviosa. Estaba
llegando el momento de darle la noticia más importante de nuestras
vidas.
—¡Cuidado, Jake! —grité cuando vi un auto viniendo desde la vía
contraria dirigiéndose a nosotros por un costado. Él intentó
esquivarlo, pero el vehículo traía mucha velocidad y nos golpeó. Los
dos salimos disparados de la motocicleta. Sucedió tan rápido que no
me dio tiempo de decir o hacer nada más.
Cuando recobré la conciencia, estaba rodeada de paramédicos
que me atendían y me hacían preguntas, pero yo apenas pude decir
una palabra: “Jake", lo único que quería era saber de él. Pero no
pude mantenerme despierta para escuchar una respuesta.
Cuando volví en sí, estaba en una habitación helada, con
aparatos pitando a mi alrededor y el cuerpo dolorido.
—Jake —murmuré con la voz rasgada. Quería saber dónde
estaba y en qué condiciones se encontraba. ¿Se había salvado?
Mi corazón se contrajo ante la posibilidad de haberlo perdido.
Esperaba que estuviera a salvo. Era mi mayor deseo.
Una doctora se acercó al escucharme. Usaba máscara, gorro
quirúrgico y guantes. Repetí el nombre de Jake con voz decadente.
Sentía una profunda agonía que dolía más que todo mi cuerpo, que
no sería calmada con ninguna dosis de medicamento. La doctora se
presentó como Jane Pierce y me dijo que necesitaba hacerme unas
preguntas antes. Asentí y respondí cada interrogante que planteó.
Recordaba todo, no sufrí ninguna lesión que afectara mi memoria.
Ella siguió con la evaluación y, al terminar, me explicó que, además
de los golpes que sufrí en distintas partes de mi cuerpo por la caída,
tenía una fractura en la pierna izquierda que requirió una operación
urgente. Y que me mantendrían en cuidados intensivos como
prevención.
—¿Y el bebé? —pregunté atemorizada. Sabía que por mis
lesiones la esperanza de que sobreviviera eran muy pocas, tenía
solo ocho semanas de embarazo. Esa era la gran noticia que iba a
darle a Jake, estaba tan ilusionada de contarle que esperábamos un
hijo.
—Lo siento mucho, no lo logró.
Sentí mi corazón rompiéndose en pedazos y comencé a llorar.
Había perdido a nuestro bebé. Mi cuerpo se sacudió por el llanto y
un dolor agudo se irradió por todo mi cuerpo. Dolía, dolía
muchísimo.
—¿Y Jake? ¿Él ha… él ha sobrevivido? —pronuncié entre
sollozos que acrecentaban mi dolor físico. La doctora dijo que no
sabía nada de él, pero que trataría de averiguarlo. Y decidió
sedarme porque estaba muy intranquila.
La siguiente vez que abrí los ojos, el dolor se había atenuado,
pero seguía ahí, recordándome que todo era real, que no se trataba
de una terrible pesadilla.
Miré a un costado y vi a Sebastian a mi lado. Sus ojos grises
estaban cargados de preocupación, tenía manchas oscuras en tono
violeta debajo de los párpados. Se veía cansado.
—¿Qué sabes de Jake? —Fueron mis primeras palabras. Ya
había perdido a nuestro bebé, necesitaba saber si el hombre que
amaba seguía con vida—. Sebastian —insistí casi sin aliento
cuando no obtuve ninguna respuesta suya. Él más que nadie podía
comprender mi angustia.
—Lo siento, Eve. No… No ha sobrevivido —dijo con tristeza, no
era una noticia que quería darme. Él me amaba, no deseaba que
sufriera, siempre me había cuidado y protegido.
—¡No! ¡No, no, no! ¡Dios, no! —grité y rompí en un llanto
desolador y aplastante. Toda mi vida se desmoronó en segundos.
Todas mis ilusiones me fueron quitadas cruelmente.
—Lo siento mucho, Evelyn. Lo lamento mucho, pequeña —
murmuraba acariciándome la cabeza.
—Debí morir con él, no quiero una vida sin Jake —dije en medio
de mi dolor. Estaba atravesando un infierno que consumía mi alma.
Sentía que me desgarraba por dentro, que me quitaban el corazón a
pedazos.
Sin Jake, mi vida perdió todo el valor.
Sin Jake, vivir no tenía sentido.
Capítulo 1
Volví a soñar con Jake, se sintió tan real que pensé que lo
era, pero él no está, se ha ido. Han pasado dos años desde que lo
perdí y aún no acepto su ausencia. Me duele el corazón cada vez
que lo pienso, cada vez que despierto y no lo veo a mi lado. Es
difícil estar aquí donde vivimos tantas cosas juntos, pero este es el
único lugar en el que me siento cerca de él.
Viví en casa de mi hermano Simon y su esposa America mientras
me recuperaba del accidente, y luego regresé aquí, al lugar que
convertimos en un hogar. Fue doloroso volver sin él, no podía dormir
imaginando que entraría a la habitación y se acostaría junto a mí en
la cama, abrazándome por la espalda y besando mi cuello con
calidez como solía hacer. Me sentaba en la sala y fantaseaba con
verlo a mi lado, acariciándome furtivamente hasta que nuestra
pasión se encendía y todo lo demás quedaba en el olvido. Algo tan
simple como hacer la cama, doblar la ropa, o sentarme a comer en
el desayunador me hacía romper en llanto. Eran cosas que
compartíamos juntos. Hubo un tiempo en el que llegué a escuchar
su voz y corría a su encuentro y lloraba cuando me daba cuenta de
que solo era mi imaginación.
Todavía lloro, no tanto como antes, pero sigo llorando antes de
dormir. Llevo mucho tiempo queriendo lo que nunca voy a tener,
soñando con los ojos abiertos y el corazón en pedazos. Tengo que
hallar el modo de salir adelante. Una de las decisiones que debo
tomar es buscar una nueva residencia, renunciar a este lugar, que
tantos recuerdos me traen de Jake, pero para eso aún no estoy lista.
Iré un paso a la vez, sin prisa.
Comenzaré por lo más sencillo, que es… que es… No estoy
segura. ¿Dejar de dormir con su camiseta? ¡No! Tampoco estoy lista
para eso.
¿Cómo se supone que salga adelante si no estoy dispuesta a
dejarlo ir?
Me levanto de la cama y hago lo primero que se me viene a la
mente, no puedo pensarlo mucho o cambiaré de decisión. Abro el
armario, comienzo a descolgar sus camisetas y las hago un montón
en el suelo. Sigo con sus pantalones y sus zapatos, pongo todo
junto y cierro los ojos. Respiro profundo, porque no es fácil para mí
hacer esto, es como volver a decirle adiós, como sepultarlo una vez
más. Pero es lo correcto. No puedo seguir esperándolo, él no
vendrá, él murió, igual que nuestro hijo. Aferrarme a Jake me está
hiriendo, me lastima, me ahoga... Lo amo, lo amaré siempre, pero
no puedo seguir atada a su recuerdo.
Busco una bolsa en la cocina para guardarlo todo, regreso a la
habitación y me siento en el suelo estirando mi pierna izquierda.
Pasé por un montón de terapia física para volver a caminar por mis
propios medios, pero mi pierna sigue doliendo y tengo que usar
analgésicos. El médico dice que debo hacerme una cirugía para
corregirlo, pero no quiero operarme, odio los hospitales, me traen
terribles recuerdos. Además, Jake perdió la vida, yo puedo convivir
con un poco de dolor.
Alcanzo un jersey gris, el que me dio la noche que lo conocí, y mi
estómago se hace un nudo.
No puedo deshacerme de esto.
La doblo con cuidado y la pongo a mi derecha. Tomo una
segunda pieza y resulta ser una camiseta de Abgrund, otra de la
que no puedo deshacerme. ¿Será así con todo? Pero es que esta
camiseta es especial, no puedo salir de ella así nada más, por eso
decido ponerla junto con el jersey. Y como sé que si sigo tomando
pieza por pieza todo quedará a mi lado derecho, busco una sábana,
envuelvo lo que queda en el suelo con ella y la meto en la bolsa.
Todavía no estoy segura de lo que haré con las cosas. Puedo
donarlas o dárselas a sus padres para que ellos lo decidan. Ya
pensaré en algo después.
Guardo la bolsa en el armario conteniendo las lágrimas. Y antes
de que la duda y el arrepentimiento me invadan, cierro la puerta.
En ese momento, escucho el timbre del intercomunicador y voy a
contestar. Es America, ella acostumbra a hacer visitas improvisadas,
mis hermanos igual. Sebastian es el que más se aparece de los dos,
está muy pendiente de mí, y no es algo nuevo, ha sido mi apoyo en
muchos aspectos de mi vida, estuvo para mí cuando decidí ir en
contra de los deseos de mi padre y estudiar arte en lugar de una
carrera “real”, como dijo en medio de nuestra discusión.
Mi pasión por el arte inició desde que era una niña, me encantaba
dibujar y colorear, mi maestra se sorprendía de lo que podía hacer.
Fue ella quién me motivó a tomar clases de arte, habló con Elise y
ella aceptó inscribirme sin rechistar, todo lo que significara
mantenerme ocupada, lejos de ella, era suficiente para decir sí.
Tenía siete años entonces y, a pesar de que era pequeña, estaba
segura de que quería ser artista cuando creciera. No tenía idea de
todo lo que implicaba, pero se convirtió en mi sueño.
Diez años más tarde, inicié mis estudios de artes en la Academia
de Bellas Artes de Múnich con el apoyo de Sebastian. Destaqué
entre todos los de mi promoción. Uno de mis profesores dijo que mi
talento competía con la de pintores destacados como Paul Sandby y
Vincent Van Gogh. Me sentí muy halagada y, de algún modo, eso
influenció en mi inclinación a emplear la acuarela en la mayoría de
mis pinturas. Me sentía en mi elemento empleando esa técnica.
Cuando me gradué, Sebastian me animó a abrir una galería para
exponer mis obras y me dio el dinero necesario para lograrlo. Mis
pinturas gustaron mucho y pronto fui ganando reconocimiento,
haciéndome un lugar importante en el mundo del arte nacional.
Desbloqueo la puerta principal del edificio y Mare entra unos
minutos después a mi apartamento quejándose por el ascensor
averiado. Resido en la planta tres de un edificio en Schanze, un
barrio bohemio y encantador del que me enamoré desde el
momento que Jake me trajo. Aunque mis hermanos lo catalogan
como “demasiado peligroso”.
Son tan Decker a veces…
—Cámbiate, tendremos una tarde de chicas —dice después de
terminar de lloriquear.
—¿No se trata de otra emboscada para hablar con Elise? —
pregunto a la defensiva. La última “tarde de chicas” no fue más que
una excusa para reunirme con ella. Nuestra relación nunca fue la
mejor, Elise no sabe cómo ser una buena madre, ni una vez me dijo
te amo o me lo demostró. No recuerdo que me diera un abrazo o un
beso. En lo que sí es experta es en señalar mis “errores” y en querer
imponerse sobre todos. Pero desde la muerte de Jake, la distancia
entre nosotras se hizo más grande. No puedo olvidar lo que dijo
cuando me visitó en el hospital. «Es lo mejor que pudo pasarte. Ese
muchacho no estaba a tu altura, espero que elijas bien la siguiente
vez».
—¡Yo jamás haría algo así! Sabes que fue Simon quien le dijo
dónde estaríamos. Pero con el castigo que le impuse, dudo que
vuelva a hacer algo semejante.
—Bueno, dame diez minutos y estaré lista. —Voy a la habitación
y abro el lado de mi armario sintiendo un agujero en mi estómago
cuando veo con el rabillo del ojo la bolsa con las pertenencias de
Jake. Respiro hondo por la nariz y espiro conteniendo las lágrimas,
no quiero que Mare sepa que he llorado y me pregunte por qué, no
estoy lista para hablar del tema. Ella puede intentar presionarme a
que me deshaga de todo y necesito tiempo para procesarlo antes de
ser capaz de ir en esa dirección.
Alcanzo un par de jeans, unas sandalias bajas y una camiseta
amarilla con el logo de la paz en color blanco pintado en el centro y
me visto rápidamente. Me recojo el cabello en una coleta alta y
regreso con Mare.
—Tienes que ir, Eve —dice cuando me acerco. Sostiene algo en
su mano.
—¿Ir a dónde? —Junto mis cejas y me acerco a mirar lo que está
viendo.
—A la exposición de Samuel Brown, estás invitada. No, mejor
dicho, eres una de las diez privilegiadas que podrá asistir a la
inauguración de su exposición.
—¡Umm, sí! —murmuro sin darle importancia. La invitación me
llegó a la galería hace semanas. Kerstin, mi asistente, me trae la
correspondencia los viernes y me pone al día de todo. Es quien ha
mantenido a flote mi galería. He estado alejada del mundo del arte
desde el accidente, ya no me apasiona, mi inspiración se fue
cuando perdí la mitad de mi vida.
— Yo digo que debes ir, no pierdes nada haciéndolo.
—¿Y qué gano si voy? —replico a la defensiva.
—Quizás nada, pero al menos sabrás que lo intentaste. Tus
hermanos están muy preocupados por ti, apenas sales de aquí, has
perdido mucho peso y dejaste de asistir a las terapias. Jake no
hubiera querido eso para ti y lo sabes.
—¡Tú no lo entiendes, no puedes hacerlo! ¡Yo lo amo! ¡Lo amo y
lo perdí! ¿Qué harías tú si perdieras a Simon? Dime, Mare. —La
encaro sintiendo el remolino de las lágrimas haciendo su camino
hacia mis ojos.
—No puedo, no imagino una vida sin él —contesta con voz dolida
—. Lo siento, lo siento de verdad, Eve. Mi intención no es lastimarte,
solo quiero ayudarte.
—Sé que es así, y te lo agradezco, pero no creo que ir a una
exposición me devuelva las ganas de vivir.
—¡Eve! —pronuncia conmovida, ella es muy sentimental, no debí
ser tan cruda.
—Lo siento, no debí gritarte, es que lo intento, ¿sabes? Lo estoy
intentando —murmuro frunciendo los labios.
—Lo sé —asiente comprensiva—. Deberíamos irnos, Keira está
esperándonos con Kim y sabes cómo se pone la niña cuando pasa
mucho tiempo en un auto.
—¡America! Debiste decírmelo antes.
Me apresuro en salir y descendemos por las escaleras hasta la
planta baja. Abandonamos el edificio y nos subimos a la SUV que
conduce Damian, uno de los choferes de confianza de mi hermano.
—Hola, Kim. Ven con tía Eve. —Extiendo los brazos y Kim se ríe
viniendo encantada conmigo. Es una pequeña princesa de ojos
claros y cabellos oscuros. Una combinación perfecta de genes de
Sebastian y Keira. Acaba de cumplir cinco meses.
—Hola, Evelyn. —Me saluda Keira mientras sonríe. Ella y Mare
se parecen mucho, las dos tienen cabello oscuro y ojos cafés,
pechos prominentes y curvas marcadas, solo que Mare es bajita y
de tez blanca. Y Keira es alta y de piel tostada.
—¡Oh, hola! Lo siento, pero esta pequeña obtuvo toda mi
atención. —La acurruco contra mi pecho y beso su cabecita. Adoro
cargarla y llenarla de mimos. Soy una tía enamorada.
—Pero mírala a ella, conmigo llora como poseída y contigo está
muy tranquila. No es justo. —Se queja Mare haciendo un puchero.
—Es que soy su tía preferida. ¿Verdad que sí, muñequita? —Le
hago caras graciosas y Kim sonríe—. Sí, tía Eve es mi favorita.
—Se está burlando de ti, eso es lo que pasa —rechista Mare
girando los ojos.
—Sí, seguro que es eso —ironizo. Y sigo hablándole a mi
sobrina. Ella no deja de reírse y balbucear como si hablara conmigo.
Dentro de poco estará pronunciando palabras.
Nuestra primera parada es el centro comercial, el lugar favorito
de mis cuñadas. Recorremos un montón de tiendas de ropa,
calzados y lencería. Yo apenas compro un vestido y un par de
zapatos, pero Mare y Keira llevan más de cuatro bolsas cada una.
No entiendo para qué necesitan tantas cosas, sus armarios están
repletos y siempre llevan más. Me aburre ir de tiendas, no le doy
importancia a lo que está de moda, no me verán llorando por bolsos
o zapatos de diseñador. Soy sencilla, me gustan mis bolsos
artesanales, mis jeans, mis camisetas y mis vestidos retro. Solo
salgo con las chicas para no hacerles un desaire, ellas se
convirtieron en mis únicas amigas. Las que tenía antes las perdí por
mi apatía. Me encerré en mi dolor y prefirieron apartarse. Dicho así,
no eran mis amigas realmente.
—¡Oh, miren! Ese vestido es perfecto para Kim —dice America
señalando una vitrina.
—Es precioso —secunda Keira.
—Aquí vamos de nuevo —murmuro y resoplo mientras sigo a las
“locas por las compras”.
De esa tienda, Keira sale con tres bolsas más, porque encontró
unos vestidos perfectos para su sobrina y dos “preciosísimos” para
Kim.
—¿Cuándo vamos a comer? —Me quejo. No me dio tiempo de
desayunar y estoy famélica.
—Justo ahora —responde Keira mirando su reloj de muñeca—.
Tus hermanos nos están esperando en Fiori.
—¿Sí? Pensé que era una tarde de chicas. —Miro a Mare con
sospecha—. Asegúrate de que Elise no esté ahí.
—No estará, sabes que no puede ni verme —dice Keira alzando
una ceja. Elise la desprecia, en su mundo perfecto el divorcio no es
bien visto y la acusa de meterse en el medio de Claudia y
Sebastian, algo que no puede estar más alejado de la verdad. Para
ella es más importante el qué dirán y las apariencias, por eso se
mantuvo atada a mi padre a pesar de que no lo amaba. Su
matrimonio fue un arreglo, una transacción económica nada más.
Mis hermanos nos esperan en la entrada del restaurante, se
acercan a sus esposas y las besan y abrazan como si no las
hubieran visto en semanas. Después me saludan a mí. Simon
primero y luego Sebastian, quien ha cogido en brazos a Kim.
Compartir con ellos es una bendición, son los que me mantienen
cuerda y con los pies en la tierra. Sin mis hermanos, no sé qué sería
de mí.
Después de comer en familia, nos despedimos de los chicos y
nos vamos al spa. Keira deja a Kim en la guardería y luego pasamos
al salón de belleza donde nos hacen una limpieza facial, manicura y
pedicura.
Cuando llega el turno de arreglarnos el cabello, Mare me
convence de un cambio de look y accedo a que me lo corten por
encima de los hombros. Lo tenía por la cintura, y casi siempre lo
llevaba recogido, por lo que la transformación es increíble. Mi color
natural, en tono cobrizo, se ve más brillante y destaca mis facciones.
Me gusta.
Son casi las seis de la tarde cuando llego al apartamento. Me
descalzo los pies en cuanto entro y busco en el refrigerador una
gaseosa. Mientras me la tomo sentada en un taburete de la cocina,
veo la invitación de la exposición de Samuel Brown que Mare estuvo
mirando.
¿Será que asisto? Aún estoy a tiempo de llegar.
Lo pienso un momento y decido ir. Brown es un gran artista, es
un privilegio ser de las primeras en asistir a una de sus
exposiciones. No sé por qué fui elegida, tal vez fue cosa de Mare,
ella es capaz de hacer lo que sea para que salga de mi “escondite”.
Organizó varias citas que fueron un gran desperdicio de tiempo,
ninguno de esos hombres tenía alguna oportunidad conmigo, solo
fui para establecer un punto y ella pareció entender que no existe
nadie para mí fuera de Jake, él fue y será mi único gran amor.
Me pongo un vestido estilo pink up rojo que combino con
bailarinas negras. Me aplico un poco de maquillaje y mantengo el
pelo suelto. Nunca lo había llevado tan corto. Me toco las puntas
con los dedos y me pregunto si a Jake le hubiera gustado, pero
aparto rápidamente ese pensamiento y abandono la habitación.
Tengo que irme antes de que pierda el deseo de salir.
Viajo en un taxi hasta la galería de arte Ruckblick[4] ubicada en
una de las zonas más exclusivas de Hamburgo. No esperaba menos
de Brown, él no escatima en costos cuando de exponer su arte se
trata. Transito un corto trayecto desde la calle hasta la entrada de la
galería sin necesidad de ponerme el abrigo. El otoño ha iniciado y la
temperatura ha comenzado a descender, pero el frío aún es
soportable, más tarde quizás la historia sea otra.
En la puerta se encuentra un portero que viste un esmoquin, me
pregunta mi nombre y me da acceso al vestíbulo una vez que
comprueba que aparezco en la lista. Al entrar, hago un recorrido
visual del salón y me doy cuenta de que soy la primera en llegar.
Pensé que estaba sobre la hora. De fondo, se escucha la novena
sinfonía de Ludwing Van Beethoven. Una gran elección. Amo su
música, me hizo compañía muchas veces mientras pintaba.
Un mesonero vestido también de etiqueta se me acerca y me
ofrece con mucha amabilidad una copa de champán, que acepto de
buena gana. No soy muy dada a beber, pero sé apreciar una buena
copa de Dom Pérignon cuando la veo. Le robé varias a mi padre de
su reserva privada y las bebía con mis amigas de instituto las tantas
veces que dormí fuera de casa. A los señores Decker no les
importaba dónde pasara la noche, mientras no hiciera ningún
escándalo, todo estaba bien.
Estoy disfrutando mi champán con el mayor de los gustos cuando
veo a un hombre alto, de cabello castaño claro y porte elegante
entrando al vestíbulo. Su mirada se pasea en derredor y se detiene
en mí cuando me ve. Me observa con apreciación, de arriba abajo, y
luego me sonríe llevando su atractivo al siguiente nivel. Siento un
espasmo en el estómago y se me acelera el pulso. Es un hombre
guapísimo, mentiría si dijera que no ha llamado mi atención. Pero
que lo haga me produce un enorme sentimiento de culpa. Amo a
Jake, sentirme atraída por ese desconocido es similar a traicionarlo.
Sin regresarle el gesto, dejo de mirarle y me termino el contenido
de la copa en un trago. Desearía beber otro poco, me siento algo
abrumada. No había tenido ojos para nadie desde que conocí a
Jake y, sin duda, ese hombre ha movido el piso bajo mis pies.
Con el rabillo del ojo, noto que está viniendo en mi dirección y me
pongo más nerviosa. No esperaba que se me acercara, contaba con
que mantuviera la distancia. Me equivoqué.
—Veo que somos los primeros en llegar —dice deteniéndose
frente a mí. Mantengo la mirada baja siendo esquiva a propósito.
Espero que entienda el mensaje y se aleje. Noto que ha hablado en
perfecto alemán, pero tiene un marcado acento italiano—. Soy
Nathan Müller, es un placer conocerla. —Extiende la mano hacia mí
esperando que se la estreche como saludo, pero no acostumbro a
mantener contacto con desconocidos y solo murmuro mi nombre—.
Discúlpeme si la he importunado —dice entendiendo que no tengo
interés en hablar con él. Y de la misma forma que vino, se va,
dándome oportunidad de recuperar el aliento.
No podía respirar teniéndolo tan cerca.
Capítulo 2
Escucho la voz de Müller a la distancia y lo miro con disimulo
intentando convencerme de que el agujero en mi estómago no
significa nada. Está usando su teléfono móvil y sonríe mientras oye
a quien le habla. La llamada dura menos de un minuto, no pude oír
lo que decía, pero se veía animado con aquella conversación.
Supongo que hablaba con una mujer, somos así de reemplazables
para los hombres. Son contados los que nos tratan como a
personas y no como a objetos. Crecí con dos del género, sé muy
bien cómo piensan. Ambos sentaron cabeza, pero se divirtieron
mucho en su época de solteros. Müller no tiene la pinta de ser
diferente al resto, prueba de ello es que se acercó a hablarme tan
pronto me vio. Debió pensar que me seduciría con su deslumbrante
sonrisa.
Si tan solo supiera.
Desvío mi atención de él y miro hacia la puerta, estaba
comenzando a ser demasiado obvia. Me habría muerto de la pena si
me pillaba mirándole.
¿Cuándo llegarán los demás invitados? Me pregunto tratando de
distraerme. Se suponía que habían seleccionado a diez personas
para asistir a la inauguración, dudo mucho de que la gran mayoría
declinara una invitación tan importante. ¿Por qué aún no han
aparecido? Y si no asisten ¿cancelarán la inauguración? De ser así,
lo consideraría una falta de respeto para nosotros.
¿Qué pensará Müller si suspenden el evento?
Miro en su dirección y veo que el mesonero le está sirviendo una
copa de champán, pero no he sido discreta y se da cuenta de que lo
estoy observando. Aparto la mirada apenada y pido que el suelo se
abra y me engulla, pero es obvio que eso no va a pasar.
¡He sido pillada!
Solo me queda disimular que no pasó y esperar que no lo tome
como una invitación para acercarse otra vez.
En ese instante, una mujer sale de un pasillo y se presenta ante
nosotros como Nicole Smith, la anfitriona del evento. Usa un vestido
blanco tipo coctel que se amolda a su figura esbelta, tiene un
cabello rubio brillante y ondulado, lo lleva suelto. Sus ojos son claros
y sus labios voluminosos, los ha resaltado con labial carmín. Parece
de mi edad, entre veinticinco y veintiséis años.
Müller se encuentra ahora a menos de dos metros de mí, se ha
acercado para escuchar a Nicole, quien no puede quitarle los ojos
de encima. Es que el hombre es difícil de ignorar, no lo voy a negar.
Yo he tratado de hacerlo y no he podido. Aunque merezco un
reconocimiento por no voltear a verlo en este momento.
—Los demás invitados parecen estar retrasados, pero no quiero
seguir haciéndolos esperar, iniciaré la inauguración —dice
mirándome brevemente antes de volver sus ojos a él—. Como
saben, el señor Brown prefiere mantener su identidad oculta, pero
les agradece el interés por su arte y valora mucho su asistencia. —
Muestra una breve sonrisa forzada antes de continuar—. Tendrán
cinco minutos para apreciar las pinturas en cada sala antes de tener
que avanzar a la siguiente usando la puerta con el anuncio
“adelante”. Si prefieren terminar el recorrido, crucen la que indica
“salida”. Hallarán un pasillo que los llevará fuera de la galería. No se
puede regresar a través de las salas. ¿Está claro? —pregunta
inquisitiva. Los dos asentimos y luego Nicole me indica que puedo
pasar. Me señala que cruce la puerta ubicada en el extremo
izquierdo del salón.
Camino en esa dirección y cruzo la puerta. La sala se encuentra
en penumbras, huele a tabaco y a licor. Una voz femenina canta una
balada triste y conmovedora, la letra habla de un dolor profundo
enmascarado detrás de una sonrisa. Un foco se enciende e ilumina
una cama individual cubierta con sábanas arrugadas, rotas y
curtidas. La obra se encuentra contra la pared, es un retrato de una
mujer dibujado en carboncillo. Sus ojos están abiertos, enmarcados
por cejas pobladas pero delineadas. Sus irises son rasgados, de
aspecto felino, y fueron dibujados en matices claros. Su mirada
expresa un absoluto horror, lágrimas recorren sus pómulos
marcados. Sus labios, carnosos y agrietados, sonríen ampliamente
sin coincidir con la mirada amargada que reflejan sus ojos. Su
cabello es una maraña enredada, con ondas gruesas y brillantes
que le otorgan un aspecto sucio y descuidado. Lleva un collar de
perlas que cae sobre sus clavículas huesudas. Es una imagen fuerte
y muy cruda, nunca había visto nada parecido entre las obras de
Brown.
La observo por varios minutos hasta que las luces se apagan y se
encienden los avisos de “siguiente” y “salida”. Decido pasar a la
próxima sala. El espacio es mucho más reducido que en la anterior,
las luces están encendidas y me encandilan. Cuando mis ojos se
adaptan, me doy cuenta de que se trata de una sala de baño de
aspecto sucio, con baldosas rotas y un olor desagradable. Una
pintura en óleo fue ubicada sobre un lavabo amarillento, el grifo se
encuentra roto y oxidado. En la obra, un joven está mirándose al
espejo de un baño similar a este. Es alto, delgado y su cabello es
cenizo. La persona que se refleja de su imagen es un niño pequeño,
tiene los ojos cerrados y sostiene entre sus manos un ramo de
margaritas marchitas. La expresión de su rostro transmite dolor y
tristeza. El artista tiene una capacidad sorprendente de trasmitir
sentimientos y despertar emociones a través de su arte.
En la siguiente sala, el piso está cubierto de arena de playa, el
clima es cálido y la iluminación muy brillante proveniente de una
lámpara redonda, grande, que cuelga del techo. La pintura se
encuentra anclada en el centro de la habitación metida entre la
arena. Muestra un mar cristalino y sereno, la caída del Sol en el
horizonte y dos juegos de huellas de pisadas en la arena; unas son
pequeñas y otras grandes. A lo lejos, casi al final del cuadro, se
observa un niño, tiene el brazo derecho extendido hacia atrás y la
mano abierta.
Curiosa, sigo avanzando y encuentro una proyección en la pared
de fondo que muestra imágenes aleatorias, una detrás de otra: un
patito de hule, una barra de jabón, una tina amarillenta, una
televisión vieja, coletillas de cigarrillos tiradas en el piso, sábanas
arrugadas y un barquito de madera roto. Las imágenes se repiten
por un minuto y luego el proyector se apaga dejando el lugar en
penumbras. Se escucha un silbato y se enciende una luz roja que
señala un punto detrás de mí. Me giro y enseguida noto el cuadro
colgado en el centro de la pared, lo iluminan varias bombillas que
rodean el marco. El protagonista de la obra es el mismo niño de la
pintura dos; usa una camiseta y un pantalón blanco, ambos están
salpicados de lo que parece sangre. En su mano derecha, sostiene
un corazón y, en la izquierda, un puñal. Sus ojos están abiertos
mostrando en sus ojos pozos oscuros, viles, llenos de maldad, y sus
mejillas se ven ruborizadas y húmedas. Es un poco espeluznante.
Paneles de espejos forman un círculo en la quinta sala, el techo
está pintado de negro y el piso es blanco, pulido y limpio. La
iluminación proviene de dos lámparas fluorescentes ubicadas en el
techo. Recorro el óvalo buscando algún indicio de la pintura y noto
que mi reflejo se deforma en un tramo del espejo. Me acerco y veo
unas letras grabadas en el vidrio: “Mientras puedas mantener la
mirada en tu reflejo, no cierres los ojos”. Repito la frase en voz baja
y cuando digo la última palabra se apagan las luces dejándolo todo
en completa oscuridad. Pocos segundos después, cientos de
bombillas de distintos colores se encienden desvelando la obra. Se
reflejan en el suelo y cada una contiene una imagen distinta: niños
jugando en un parque abandonado, una mujer embarazada, una
casa deteriorada, una cama desecha, zapatos viejos, un cofre roto,
un baúl oxidado, pastillas de distintos tamaños y colores tiradas en
el suelo, coletillas de cigarro, botellas de alcohol, fruta podrida y una
mochila rota. El mensaje es desalentador, evidencia descuido, vicios
y mal vivir. Es tan crudo que parece venir de alguien que lo vivió de
cerca.
Curiosa por descubrir lo que viene, atravieso un pasillo
alfombrado que me conduce a la sexta sala de exposición. Esta es
rústica, todas las paredes son de ladrillo y el piso de hormigón.
Apenas cierro la puerta, comienza a reproducirse una música tétrica
de piano; no es una melodía que pueda reconocer, pero es similar a
la que usarían en una película de terror. Me acerco al centro de la
sala donde está dispuesta sobre un atril la pintura en óleo que
muestra la imagen de un puente de madera, roto a la mitad, sobre
un fondo oscuro. En un extremo distingo la silueta de una persona,
no puedo decir si se trata de un niño o de un adulto, masculino o
femenino; y entre el abismo que separa cada tramo del puente, se
ve alguien cayendo. Es una silueta también, pero en vez de llevar
ropa negra como el que permanece de pie en el borde, viste de
blanco.
Aparto la mirada y tomo una bocanada de aire. Ver esa imagen
me trasladó a la noche que regresé a mi apartamento y subí a la
azotea del edificio. Estuve ahí muchas veces con Jake, pero nunca
me acercaba al borde porque sufro de vértigo. Sin embargo, esa
noche me subí a la cornisa con la intención de darle fin a mi vida, no
quería sentir más, no soportaba tanto dolor, no quería seguir
viviendo sin él a mi lado. Y esa no fue la primera vez que he sentido
ese impulso.
Jake estaría decepcionado de mí si supiera que he pensado en
quitarme la vida.
Abrumada por los recuerdos que aquella pintura trajo a la
superficie, decido abandonar la exposición. No puedo continuar,
quiero irme. Salgo y avanzo rápidamente por el pasillo con destino a
la salida. Cruzo a la derecha siguiendo las indicaciones que me dio
Nicole y tropiezo contra alguien. El impacto me empuja ligeramente
atrás, pero logro mantener el equilibrio.
—Lo siento. —Me disculpo con voz temblorosa y descubro al
alzar la vista que he chocado con Nathan Müller. Y quedo eclipsada
por sus impresionantes ojos verdes, que me miran con intensidad
abrumadora. Me ve como si quisiera penetrar mis pensamientos,
como si deseara descubrir quién soy y conocer todos mis secretos.
—¿Estás bien? —pregunta con aparente interés, pero no estoy
en condiciones de hablar con nadie.
Sin contestarle, retrocedo para continuar mi camino hacia la
salida, pero trastabillo con torpeza y él me sujeta rápidamente de la
muñeca evitando que me caiga. Su agarre es firme y a la vez
cauteloso, discreto y también poderoso, porque tan inocente como
es que sus dedos estén envueltos en mi muñeca, está causando un
cosquilleo que se esparce al resto de mi cuerpo.
Lo escucho pronunciar mi nombre con voz ronca. Lo miro y se me
forman nudos en el estómago. No sé qué tienen sus ojos que logran
alterarme con tanta facilidad. Nerviosa, desvío mi mirada y me
prendo de sus labios rosados, asimétricos y de apariencia suaves.
El deseo de besarlo surge tan repentinamente que me deja atónita.
No me había pasado nada así desde… desde Jake.
¿Qué es lo que sucede conmigo?
Lloraba por él en la mañana y ahora estoy aquí deseando besar a
un completo desconocido con el que apenas he cruzado un par de
palabras.
Me libero de su agarre y reinicio mi huida escapando de él y de lo
que no debería estar sintiendo.
—¡Evelyn, espera! —Me pide siguiéndome, pero no me detengo,
no puedo, me aterra enfrentarlo, me asusta lo que su presencia le
ha causado a mis emociones.
—¡No me siga! —Le advierto sin dejar que las punzadas de dolor
en mi pierna me detengan. Necesito alejarme de él.
Los pasos de Müller dejan de escucharse cuando estoy frente a
la puerta, la empujo y salgo. El frío se filtra rápidamente en mi piel y
traspasa mis huesos, la temperatura ha descendido varios grados
desde que llegué. El cielo está cubierto de nubes haciendo de la
noche más oscura. Tal vez comience a llover en cualquier momento.
Es poético.
Estar en medio de la penumbra es como darle un vistazo a mi
interior.
Una vez más, oigo mi nombre en la voz de Nathan Müller y me
recorre un escalofrío.
¡Me ha seguido! Pensé que había desistido. ¿Por qué no me deja
en paz?
—Está bien, puedes parar, no te seguiré más —promete cuando
comienzo a correr. Su voz parece lejana, pero no compruebo a qué
distancia se encuentra, sigo avanzando hasta asegurarme de
haberme alejado lo suficiente. Mi respiración es inestable, cada
exhalación es visible en el aire. Está haciendo mucho frío.
Me pongo mi abrigo y lamento no haber traído guantes. Froto mis
manos para hacerlas entrar en calor antes de llamar a la línea de
taxis. El operador me asegura que en cinco minutos vendrán por mí
y guardo el teléfono tras colgar la llamada.
—¿Es en serio? —reniego cuando me cae una gota en la cara,
ojalá que no comience a llover o terminaré empapada.
Agudizo la mirada cuando unos faros iluminan la calle, espero
que sea el taxi que viene a recogerme, no han pasado más que
unos minutos, pero es posible que hubiera un vehículo cerca y
llegara antes.
No, no es mi taxi. Es un Lamborghini negro conducido por el
hombre que no desiste con su persecución, lo descubro cuando se
detiene frente a mí.
El corazón se me acelera súbitamente y se me forma un nudo en
la garganta.
—Sube, Evelyn. Vas a enfermarte —dice en un tono imperativo
que no me gusta nada. He tenido demasiados hombres autoritarios
en mi vida y nunca fui de seguir órdenes, mucho menos de alguien
que apenas conozco.
—Ya he pedido un taxi, no necesito que me lleve —contesto
arisca, desviando la mirada hacia la calle. Prefiero pillar un resfriado
antes que irme con él.
—No necesitas un taxi, estarás más segura conmigo. No seas
testaruda —insiste decidido, pero estoy muy lejos de aceptar.
Hablando de testarudez...
Hui de él dos veces, le pedí que no me siguiera y vuelve
pidiéndome que me suba a su auto.
Finjo que no lo he escuchado y camino en la dirección opuesta,
rogando que el taxi no demore mucho más en llegar. Y mi oración
no tarda en ser contestada. Me apresuro a subirme en el auto
cuando el chofer lo detiene detrás del ostentoso vehículo de Müller,
y le doy una dirección distinta a la mía, no me arriesgaré a que ese
hombre me siga y descubra dónde vivo.
El chofer no demora en poner el auto en marcha ayudándome a
escapar una vez más de él.
Capítulo 3
He mantenido en secreto lo de la noche de la exposición,
aunque ganas de contarlo no me han faltado. Han sido cuatro
semanas eternas. Me contengo porque sé muy bien que Mare se
obsesionaría si menciono que conocí a un hombre que llamó mi
atención, no pararía hasta saber cada detalle e insistiría con que lo
llamara para quedar con él. Y no necesito ese tipo de presión ahora,
recién comienzo a sentir que retomo mi vida y no quiero que nada
estropeé mi resolución.
Uno de los pasos más importantes que he dado es volver a
trabajar en la galería, ha sido positivo para mí, me motiva a
levantarme cada día con ánimo y me mantiene centrada. He
establecido una rutina, llego a las nueve de la mañana y me
marcho a las cinco de la tarde. Al salir, asisto a terapia del dolor por
mi pierna y después voy a cenar en un restaurante que descubrí
hace poco, la comida es deliciosa y el ambiente muy cálido y
ameno, con música de jazz en vivo, cortesía de un joven talentoso
que fue descubierto en las calles de Hamburgo. El propietario no
dudó en contratarlo cuando supo de él y lo está ayudando a estudiar
música. Eso me contó un mesonero cuando hice un comentario
positivo del artista. Su historia me conmovió porque me recordó a
Jake, pero no permití que la tristeza se asentara. Ha llegado la hora
de vivir en el presente y dejar el pasado atrás, así duela. Debo
intentarlo, por mí y por mi familia, que tanto me ha apoyado.
—Hola, lamento el retraso. Había una larga fila en el café, pero
vale la pena si quieres el mejor latte de caramelo de la zona —dice
Kerstin entrando a mi oficina. Me entrega la bebida junto con una
bolsa de papel y se sienta en la cómoda butaca vintage que adquirí
en una venta de garaje, donde también conseguí mi escritorio, una
pieza antigua de roble macizo color natural. Encontrar una silla que
combinara no fue fácil, pero finalmente hallé una muy bonita que
solo requirió un poco de pintura y un cambio de tapizado, el original
era de cuero, lo reemplacé con tela de algodón orgánico rosa pálido.
—No te disculpes, ese café es la razón por la que he seguido
viniendo —bromeo riéndome. Nunca fui muy fan del café hasta que
probé el latte de caramelo de Due Baristi.
Kerstin sonríe y me mira con simpatía, ha notado los cambios que
he dado, ella me vio en mi peor momento. Renuncié a todo tras el
accidente, le dije que cerrara la galería cuando me visitó en el
hospital, pero ella siguió trabajando y la mantuvo a flote. Estoy muy
agradecida con ella y ella conmigo. Era estudiante de Letras,
mención Historia del Arte, cuando vino preguntando si podía tomar
una pasantía y decidí darle una oportunidad que supo aprovechar.
Me pareció una chica muy dulce y entusiasta, la pasión con la que
hablaba de arte me resultó fascinante. Fue una decisión inteligente
incluirla en el equipo, nada sería igual sin ella a bordo.
—¿Qué sucede? —pregunta alzando las cejas. La estaba
mirando fijo.
—Nada, solo pensaba en tu primer día aquí y de lo afortunada
que soy de tenerte —contesto sonriéndole.
Su rostro se ilumina. Es una joven muy bonita, tiene un lindo
cabello liso color chocolate, ojos aguamarina y un rostro de rasgos
delicados, pero su mayor atributo es su gran corazón.
—Estaba tan nerviosa, pensé que me echarías. —Se ríe—. Es
que te hacía tantas preguntas.
—No me molestaba, me encanta enseñar. —Le muestro una
sonrisa.
—¡Sí! Eres muy buena enseñando —comenta antes de tomar un
sorbo de su café—. Yo contesto —dice cuando timbra el teléfono
fijo.
La escucho hablar mientras le doy una mordida a mi bagel y bebo
café.
La llamada concluye después de que le comenta a su interlocutor
que se estará comunicando con él a la brevedad posible. Por lo que
pude escuchar, es un artista interesado en exponer sus obras con
nosotros. Kerstin me pone al tanto de todo tan pronto cuelga. Se
trata de Alec Rivers, un artista nuevo con el que estuvo hablando
por email hace un tiempo. Busca en la galería de imágenes de su
teléfono móvil y me muestra un par de sus obras, paisajes
urbanistas pintados al óleo. Me resulta interesante la manera sutil en
la que utiliza el manchado creando un efecto arquitectónico. Su
forma de manejar el color es llamativa y arriesgada.
—Es muy bueno. Llámalo y dile que nos interesa reunirnos
con él.
—Perfecto, lo haré después de acabar mi café.
—Sí, está bien —concuerdo asintiendo—. Sabes, creo que
deberías tener tu propia oficina. Puede ser aquí mismo, solo
debemos añadir una pared y tendremos dos espacios funcionales —
propongo mirando alrededor. Mi oficina es amplia, está ubicada al
fondo de la galería junto a la cocina. Arriba, en el primer piso, se
encuentra mi taller de pintura, un área de 12 metros de largo por 15
de ancho en el que pasaba horas dedicada a mi gran pasión, pintar.
Es donde guardo mis tesoros más valiosos, los conservo con recelo
y nostalgia. Trabajaba en un retrato de Jake cuando ocurrió el
accidente, todavía debe estar en el caballete esperando por esas
pinceladas que no sé si me atreva a trazar. No he podido ni poner
un pie dentro del taller, mucho menos creo ser capaz de enfrentar
ese retrato y las emociones que sacará a flote. Tal vez le pida a
Kerstin que la esconda. No estoy segura aún de lo que quiero hacer,
ya lo decidiré después, cuando me sienta más fuerte. No quiero
retroceder dos pasos luego de haber dado uno.
—¡Sí! Es una idea fantástica. Sé exactamente cómo decoraré mi
oficina. Wallace puede hacerse cargo de la remodelación, lo llamaré
después de hablar con Rivers. —Está emocionada, su alegría es
contagiosa, es difícil no sonreír con Kerstin cerca, es una fuente de
energía inagotable. A veces se pasa de entusiasta, pero he
aprendido a sobrellevarla.
Wallace es su prometido, tiene una empresa de construcción y ha
hecho algunos trabajos en la galería.
—Me parece bien.
Después de terminar nuestros cafés, Kerstin se encarga de abrir
mientras yo hablo con Rosalie, la diseñadora a cargo de los
panfletos de la próxima exposición, que será en dos semanas. Es la
segunda vez que expondremos las obras de la artista francesa
Jessica Aubriot. Sus pinturas son coloridas y extravagantes, emplea
técnicas mixtas en las que predomina el expresionismo abstracto.
La primera exposición fue todo un éxito, según me contó Kerstin,
vendimos diez de sus obras y tuvo muchas visitas que nos dejaron
buenas ganancias.
Tan pronto termino de hablar con Rosalie, entra una llamada de
Mare. Hablamos a diario y más de una vez al día. A veces resulta
agotador, porque ella es bastante intensa e hiperactiva, pero valoro
mucho que se preocupe por mí. Es una gran amiga, me ha apoyado
con paciencia y comprensión, incluso cuando fui una completa perra
con ella en la etapa más dura de mi duelo. Ni se imaginan lo mucho
que se emocionó cuando le dije que volvería a la galería, estaba
sorprendida. Igual yo. Todo cambió para mí desde mi encuentro con
Nathan Müller, que huyera de él despavorida me hizo ver que debía
hacer un cambio, que era momento de salir al mundo y vivir a pesar
del miedo. Vivir, a pesar del dolor.
—Hola, Eve. Ha sido una mañana de locos. Estoy liada con los
preparativos de la cena y para colmo Simon tuvo que salir de la
ciudad por un problema de la empresa. Más le vale que llegue a
tiempo. ¿Fuiste a la galería? —Habla rápido, la imagino liada en la
cocina con un delantal y el pelo recogido en un moño.
—Sí, estoy aquí, saldré temprano para ayudarte con la cena.
—¡Aww! ¡Qué linda! Ojalá pudieras venir ya.
—Iré tan pronto sea posible.
—¡Sí! Gracias, Eve. Te quiero.
—Y yo a ti. Nos vemos pronto.
Al terminar mi conversación con Mare, salgo de la oficina y me
reúno con Kerstin. Se encuentra en la entrada organizando los
panfletos de las exposiciones abiertas al público. Por el momento,
contamos con tres salas, en las que los visitantes pueden disfrutar
de pinturas y esculturas de dos artistas nacionales, una de ellas
concluye en cinco días. Ha tenido buena receptividad, Martin, el
artista, es muy versátil y creativo. Sus obras son vivaces, llenas de
color y expresión. Es un genio del óleo, tanto para pintar paisajes,
retratos y arte abstracto.
—Estuve hablando con Rosalie, enviará una propuesta mañana.
Tan pronto lo apruebe Jessica, podremos imprimir los panfletos.
—Perfecto. Las pinturas llegarán el martes, ya le dije a Marco que
venga ese día para desmontar la exposición de Martin y montar la
de Aubriot. Tenemos la confirmación de todos los invitados y Silvie
Reinald se encargará de reportar el evento.
—Puedo conseguir que Aleksi Calvert asista. —Aleksi es crítico
de arte, uno de los más respetados en Hamburgo.
—¿Sí? —Alza las cejas, dubitativa.
—Sé que él puede ser duro, pero Aubriot es una gran artista y
una buena crítica le dará más relevancia a su exposición.
—Lo siento, pero creo que Calvert es un idiota. Hizo
un comentario malintencionado de una pintura de Brett Simons que
influyó negativamente en su carrera. Describió su arte como
decadente y frívolo. Lo llamó aprendiz y finalizó con que no debería
exhibir ninguna de sus obras, que hacerlo es insultar al arte.
—No tenía idea, me he perdido de mucho en estos dos años —
murmuro con desánimo. Me he quedado atrás de Kerstin, sabe
mejor que yo lo que le conviene y lo que no a mi galería. Es
frustrante. Siento que en lugar de ayudar estorbo.
—Tú tranquila, que para esto estoy aquí, te pondré al tanto de
todo y pronto retomarás el control del negocio. Solo es cuestión de
tiempo, no te desanimes —dice mostrándome una sonrisa amable.
Tengo que recordar que estoy dando pequeños pasos, que retomar
mi vida es un proceso que requiere de tiempo y paciencia.
—Sí, me iré poniendo al día sobre la marcha. ¿Qué opinas de
Gigi S.?
—Ella sería ideal, pero no está disponible para la fecha. La
verdad, ya había contactado a Micah Meyer. ¿Qué piensas de él? —
Me mira mientras espera una respuesta, pero no recuerdo a ningún
Micah—. No tienes idea de quién es, ¿verdad? —Niego con la
cabeza—. Te enviaré el enlace de su página web y de su perfil de
Facebook. Cuando leas sus críticas, lo amarás —comenta mientras
usa su teléfono—. Enviado, échale un vistazo y luego dime qué
opinas.
—Lo haré.
—Genial. Ahora hablemos de la comida. ¿Pido algo o saldremos?
Hay un sitio cerca que sirve la mejor comida Tai.
—Me encantaría ir, pero quedé con Mare. ¿Vamos mañana?
—Hecho.
La siguiente hora se me va volando, me entretuve con un par de
visitantes que recorrieron ambas exposiciones con mucho interés.
Logré vender una pintura y los invité a asistir a la exposición de
Aubriot en dos semanas. A las once, me despido de Kerstin y salgo
de la galería. Antes de ir a casa de Simon, viajo en un taxi hasta mi
apartamento, elijo un vestido, sandalias y un conjunto de ropa
interior. Tomo mis productos de aseo personal y las guardo en un
bolso de mano.
Mare me abre la puerta cuando llego, me saluda con un abrazo y
un beso en la mejilla para luego arrastrarme a la cocina y ponerme a
trabajar. Ella es una gran cocinera, su madre le enseñó muy bien.
Yo no sabía ni hervir un huevo hasta que viví con Jake, él intentó
enseñarme, aprendí lo básico, pero confieso que cocinar no se me
da muy bien. Por lo que él se ocupaba de la comida, yo de la
limpieza y la lavandería. El mercado lo hacíamos juntos.
Paso gran parte del día con Mare en la cocina preparando todo lo
de la cena. Apenas hicimos una pausa para comer y luego
continuamos. Yo me encargué de cosas sencillas como pelar las
patatas, buscar recipientes o utensilios y pasarle ingredientes. Mi
cuñada hizo el relleno del pavo y los postres. Sonia, su empleada
doméstica, preparó la salsa de arándanos, el puré de patatas y los
panecillos.
Como al pavo le faltan algunas horas en el horno, Sonia se queda
a cargo mientras Mare y yo subimos a las habitaciones por una
ducha. Su estilista llegará en cualquier momento para arreglarnos el
cabello y maquillarnos. Me parece innecesario, sé usar un secador y
me aplico muy poco maquillaje, pero Mare insistió y no es una pelea
que pueda ganar, ella es la mujer más obstinada que he conocido y
he aprendido a elegir mis batallas.
Tras ducharme en el baño de la habitación de invitados, me
pongo un albornoz y me dirijo a la alcoba de Mare y Simon donde
nos atenderá la estilista. El día de Acción de Gracias es una fecha
especial para ella, también para Keira. Es el segundo año que lo
celebrarán juntas.
—Me habría venido mejor un baño en la tina —dice al salir
envuelta en un albornoz blanco mientras se seca el cabello con una
toalla—. Llamé a Simon, llegará a tiempo. —Toda su cara se ilumina
con una sonrisa. Me hace feliz que ame a mi hermano del modo que
lo hace, ella es todo lo que él merece. Incluso más.
—Obvio que lo hará, mi hermano está loco por ti.
—Y yo estoy loca por él, aunque a veces me saque de quicio.
Sabes de lo que hablo. —Ambas nos reímos—. ¿Crees que es muy
temprano para comenzar a beber? —pregunta con una sonrisa
pícara.
—Sí, a menos que no te importe estar ebria antes de que inicie la
cena.
—Es verdad. —Me guiña un ojo y camina hacia el armario—.
Hablando de la cena de esta noche, tengo un vestido precioso para
que uses.
—Gracias, pero ya tengo algo para hoy.
—Conozco toda tu ropa y no tienes nada tan bonito como lo que
yo elegí. Deja que te lo muestre y luego decides, ¿sí? —Hace un
mohín gracioso que lo que me da es risa—. Anda, di que sí. A mí no
me queda, si no lo usas sería un desperdicio de dinero.
—Como si no pudieras devolverlo —giro los ojos—. Me lo
probaré para que dejes de molestarme, pero no me lo pondré para
la cena.
—Míralo y luego me dices. Creo que te encantará, es de tu gusto,
con un toque de elegancia. Y el color es de tus favoritos. —Entra a
su armario, que mide la mitad del tamaño de todo mi apartamento, y
regresa con el vestido. Ni viviendo dos vidas se pondría todo lo que
tiene ahí guardado—. ¿No es una belleza? —Me enseña un vestido
azul oscuro, corto, de tirantes y escote en V con drapeado en el
busto. La falda cae recta hasta las rodillas. Es lindo, esperaba algo
más atrevido viniendo de ella, que suele vestir ropa ajustada y con
escote. A Mare le sienta muy bien, tiene la figura para lucirlo, pero
yo no, apenas tengo pechos. Aunque, así tuviera un cuerpo como el
de Mare, seguiría vistiendo igual—. ¿Qué dices?
—Me gusta, voy a probármelo.
—¡Sí! Te quedará precioso, ya verás —dice con una sonrisa de
oreja a oreja. Le gusta ganar, pero que todavía no cante victoria.
Adrienne, la estilista favorita de mi cuñada, llega justo en ese
momento y dejamos lo del vestido para después. Mare la descubrió
hace unos meses y desde entonces no confía en nadie más para
que le arregle el cabello.
—Quiero un recogido elegante que sea fácil de soltar y me haga
ver fabulosa. Tengo una lencería muy sexy que quiero estrenar esta
noche con Simon. —Le dice antes de sentarse en la silla.
—No necesitaba saber eso —replico exagerando un gesto. Mare
y Simon follan como conejos, los he oído más veces de las que
quisiera recordar. No sé cómo no les da pena con la gente de
servicio, yo me moriría de la vergüenza si alguien me escuchara
gemir así.
—Pero si apenas he dicho algo. —Se defiende girando los ojos
con dramatismo—. El sexo es lo más normal que existe, no deberías
escandalizarte. Lo que te hace falta es un hombre que le dé alegría
a tu cuerpo.
—¿Vas a comenzar con el tema? —Le cuestiono irritada, a veces
se pone bastante pesadita y me saca de mis casillas.
—Ya, olvidemos que dije algo. —Vuelve a poner los ojos en
blanco y llama a Sonia pidiéndole que suba aperitivos y daiquirís de
fresa para todas. Pensé que habíamos acordado que era muy
temprano para beber, pero no es extraño en Mare que haga lo que
se le antoje.
Sonia entra no mucho después a la habitación con una bandeja
con fiambres y los daiquirís, que tienen muy buena pinta. Me animo
a probar el coctel y lo encuentro muy bueno, casi ni se le siente
alcohol.
Termino mi bebida escuchando a Mare hablándole a Adrienne
muy animada de la última colección de su diseñador favorito y me
voy a sentar en su sofá a aburrirme como una ostra.
Cuando Adrienne termina de peinar y maquillar a mi cuñada, una
hora después, tomo mi turno en el asiento.
—Un estilo wob te quedará perfecto, con el cabello suelto y
ondas suaves que le den un aspecto fresco y natural. ¿Eso te
gustaría? —Me pregunta mirándome a través del espejo.
—Sí, suena bien —contesto asintiendo. No entendí mucho de lo
que dijo, pero confío en que sabe lo que hace, ha hecho un
estupendo trabajo con Mare, se ve muy linda.
Le dedica un buen rato a mi cabello y luego me pregunta cómo
me gustaría el maquillaje, le digo que lo más sencillo posible, porque
no uso mucho, y el resultado es sorprendente. Es increíble cómo ha
logrado destacar mis rasgos con solo algunos toques de color en
mis pómulos, brillo en mis labios y máscara en mis pestañas.
—¡Has quedado fabulosa! —asegura Mare achispada, bebió tres
daiquirís y no le sentaron muy bien.
—Voy a pedirte un café, no puedes recibir a nadie en ese estado.
—Camino hasta la mesita de noche y alzo el auricular del teléfono
escuchando su risa—. Sonia, traiga un café cargado a la habitación,
por favor. Gracias. —Cuelgo el teléfono y vuelvo con Mare, que está
tomándose selfies sensuales con su teléfono móvil.
—Enviado —murmura sonriendo—. Quiero que mi atractivo
esposo llegue desesperado por hacerme el amor.
—¡Mare! —Le riño abriendo mucho los ojos.
Ella se ríe a carcajadas.
—Sigo pensando que necesitas un buen polvo, alguien que te
haga sentir bien, un hombre apuesto y sexy que te ponga caliente
como Simon me pone a mí —pronuncia con voz sensual.
¿Se ha vuelto loca?
—Ya para o me voy, en serio te lo digo. —Le advierto disgustada,
no puedo creer que hable así de mi vida privada delante de
Adrienne.
¡Qué vergüenza!
—No, no quiero que te vayas. Te prometo que he acabado, no
volveré a mencionarlo.
—Espero que sea así —murmuro exasperada, con ella nunca se
sabe.
Después de que la estilista se va, hago que Mare se tome el café
que preparó Sonia esperando que con eso se le pase un poco el
efecto del alcohol. Y ella me ánima a probarme el vestido que me ha
comprado. Entro a su vestidor y me lo pongo, me queda perfecto.
Me miro al espejo y apenas puedo reconocerme, parezco otra, pero
por dentro sigo igual de rota.
—¡Sal ya, quiero ver cómo te ha quedado! —grita Mare desde la
habitación.
Suspiro hondo antes de ir a su encuentro. Y apenas me ve, la
escucho dar alaridos de emoción.
—¡Sabía que te quedaría hermoso! Tienes que dejártelo, please
—suplica, pero no necesita convencerme. Debo admitir que, esta
vez, ha acertado.
Simon llega un poco antes de las cinco de la tarde, con el tiempo
justo para ducharse y vestirse antes de que todos vengan. Mare le
riñe por haberse demorado y él se disculpa diciéndole que la
reunión se alargó más de lo esperado. Los dejo solos para darles
privacidad y bajo las escaleras dirigiéndome a la cocina para ver
cómo va el pavo. Sonia me dice que aún falta unos veinte minutos
para que esté listo. Entablo una conversación con ella y me cuenta
con una sonrisa que su nieta menor acaba de cumplir nueve meses.
Mientras hablamos, escucho el timbre de la puerta principal y le digo
que iré yo, ella ha trabajado bastante este día y merece un
descanso. Cuando abro la puerta, doy un paso atrás al ver delante
de mí a Nathan Müller.
¿Qué hace él aquí?
Capítulo 4
Frunzo el ceño ante el atractivo hombre parado frente a mí.
Viste un traje negro, no se ha puesto corbata y ha dejado abiertos
los dos primeros botones de la camisa blanca que lleva debajo del
saco, mostrando una porción de piel. La fragancia de su perfume
posee un toque cítrico muy varonil que me resulta seductor.
—Hola, Evelyn —pronuncia con voz grave. Lo miro y quedo
atrapada ante sus enigmáticos ojos verdes, que me observan con
intensidad y causan un revuelo en mi estómago. Bajo la mirada
intentando escapar de su hechizo y veo cómo se lame sus labios de
una forma tan provocativa que un burbujeante deseo recorre mi
interior.
¿Qué es lo que me pasa con este hombre?
Siento el impulso de huir, mas no quiero seguir escapando,
prometí que dejaría de hacerlo.
—¿Qué… qué hace usted aquí? —Logro balbucir a duras penas.
Sigo conmocionada con su repentina aparición, no esperaba verlo
de nuevo, mucho menos esta noche.
—Vine a cenar, tu hermano Simon me invitó —responde con una
sonrisa en los labios, desatando un torbellino dentro de mí que no
puedo explicar.
¿¡Conoce a Simon!? ¿¡Cómo!? ¿¡Desde cuándo!?
Estoy por preguntárselo cuando veo llegar el auto de Sebastian.
Sus ojos se mantienen en los míos con una mirada penetrante
que me inquieta sobremanera. Y le formulo otra pregunta que ahora
es más relevante.
—¿Sabe que nos conocimos en la galería?, ¿le hablaste de esa
noche? —Necesito saber en dónde estoy parada.
—No, no lo hice, pero no sabía que era un secreto. —Su sonrisa
se desvanece formando una línea unida. Y frunce el entrecejo.
—¡Tía Eve! Tengo que contarte algo muy importante —dice
Serena metiéndose entre los dos. Apenas se bajó del auto, corrió
hacia nosotros.
—Serena, cariño, ¿dónde están tus modales?
—Lo siento, tía. Lo siento, señor. —Se disculpa haciéndose a un
lado.
Nathan le sonríe y le dice que no ha sido nada, siendo muy gentil.
—¿Podemos hablar ahora, tía Eve? —Hace un mohín, parece
impaciente.
—¿Por qué no me esperas en la cocina? Iré en un momento. —
Le prometo sonriéndole.
—Vale —suspira audiblemente antes de irse.
Nathan y yo compartimos una mirada y siento un hoyo
formándose en el centro de mi estómago. La noche que lo conocí no
quise admitir que lo que me sucedía estando cerca de él significaba
algo, pero hoy no voy a inventar excusas.
Sebastian se acerca un momento después y saluda a Nathan con
un apretón de manos.
¡Él también lo conoce!
—Ella es mi esposa Keira. —Se la presenta rodeándole la cintura
de manera posesiva. En el otro brazo, sostiene a su pequeña
princesita.
—Un gusto conocerla, señora Decker. —La saluda Nathan con un
asentimiento, sin extenderle la mano. ¿Y cómo iba a hacerlo? si mi
hermano marcó su territorio como un animal.
—Igual para mí. Y tutéame, por favor, que eso de usted me hace
sentir vieja —responde Keira con simpatía.
—Veo que ya conociste a mi hermanita Evelyn —dice Sebastian
con orgullo, es un amor, aunque a veces finja ser de hielo.
—Sí, pero no nos hemos presentado formalmente —responde
Nathan con una sonrisa tan encantadora que me cautiva—. Es un
placer coincidir contigo esta noche, Evelyn —pronuncia con una
reverencia y extiende su mano hacia mí.
Me muerdo el interior de la mejilla. Temo lo que pueda sentir si lo
toco, pero sería una descortesía dejar su mano suspendida en el
aire.
—Mucho gusto, señor Müller. —Cuando le estrecho la mano, y su
palma cálida y suave entra en contacto con la mía, la sensación en
mi estómago se agudiza, haciéndose más intensa y contundente.
—Dime Nathan, a secas —esboza con afición, sin soltarme la
mano. Incluso se atreve a mover su pulgar en el interior de mi
palma, acariciándome, y el espacio entre mis muslos sufre un
repentino espasmo.
¡Oh, eso fue…!
Espantada, le suelto la mano y aparto la mirada. Me arden las
mejillas de la pena, me he excitado con tan poco, y lo he hecho con
mi hermano a mi lado.
¿Qué carajo pasa conmigo?
—Vamos adentro, aquí fuera hace frío y no es bueno para Kim —
dice Keira frotándose los brazos.
—Sí, sí, es verdad —musito intranquila. Y me aparto para que
puedan pasar.
Keira entra primero seguida de mi hermano. Nathan cruza la
puerta detrás de mí.
Inspiro suavemente y el olor de su fragancia me seduce, fue
hecha para despertar sensaciones. Tragándome el nudo de nervios
en mi garganta, indico que sigan a la sala que en breve les haré
compañía.
Sigo a Nathan con la mirada placiéndome en la curvatura que
marca su trasero. Y pensamientos pecaminosos invaden mi mente.
No puedo dejar de mirarle, Nathan Müller es dueño de un
magnetismo tan poderoso que se me hace imposible resistirme.
Antes de cruzar el pasillo que conduce a la sala, se detiene y me
mira dibujando una sonrisa de complacencia. Le ha gustado saber
que tiene mi atención.
¿Y cómo no la va a tener? He pensado en él cada día desde que
lo conocí, me preguntaba si lo vería de nuevo. Y ahora que me lo he
encontrado otra vez, he comprobado que esa noche en verdad
pasó, que no fue producto de mi imaginación.
Cuando lo pierdo de vista, mi cabeza comienza a buscarle
sentido a todo.
¿Sabía quién era yo esa noche cuando se me acercó?
¿De dónde conoce a mis hermanos?
Solo se me ocurre otra persona, aparte de él, que puede
responderme esas preguntas. America. Sospecho que todo esto ha
sido un complot suyo.
¡Esperen que la vea!
Voy con Serena a la cocina y cuando me ve entrar salta del
taburete en el que estaba sentada. Y me dice que he tardado
mucho. Mi sobrina es muy melodramática, impaciente e inquieta,
siempre tiene que estar haciendo algo o se fastidia.
—A ver, cariño, ¿qué es eso que quieres contarme?
—Aquí no, necesito que hablemos a solas —murmura con recelo,
debe tratarse de algo muy importante entonces.
—¿Y si hacemos una pijamada esta noche? Así puedes
contarme todo lo que quieras sin ningún apuro. ¿Qué dices?
—¡Sí! Es una idea genial, tía Eve —dice contentísima—.
Desearía que pudiéramos marcharnos ahora, estas cenas son
muuuuuuuy aburridas.
—Ya verás que el tiempo se pasa rápido y antes de que te des
cuenta estaremos en tu habitación charlando y comiendo golosinas.
—Está bien —dice suspirando.
Me recuerda a mí cuando tenía su edad, me aburría a morir en
las reuniones que Elise organizaba. ¿Y qué decir de las tardes de
té? Eran para llorar.
—Anímate, habrá tarta de manzana. —Le digo guiñándole un ojo.
Y la veo sonreír. Serena es preciosa, todos dicen que es igual a su
madre, pero yo le veo muchos rasgos de Sebastian, lo que sucede
es que ella es rubia, como su mamá, y mi hermano castaño, por eso
le ven más parecido con Claudia.
Dejo a Serena en la cocina y me dirijo a la sala. Mariposas
revolotean en mi estómago a medida que me acerco al inminente
reencuentro con Nathan. Antes de entrar, me digo: “mantén la
calma, no te pongas en evidencia”, pero tan pronto cruzo la puerta y
sus ojos me recorren como si me desnudara, se me ruborizan las
mejillas.
¿Cómo puede hacerme sentir tanto con tan solo una mirada?
—Ahí estás —dice Sebastian, animado—. Le contaba a Nathan
que tienes una galería y me ha dicho que quiere adquirir algunas
obras para su oficina en Hamburgo.
—Hay varias exposiciones abiertas con obras muy interesantes,
quizá alguna le guste —respondo haciendo un gran esfuerzo para
que mi voz no me delate, algo que fue muy difícil con Nathan
mirándome así.
—Tenemos una cita entonces —acuerda con un guiño, es un
seductor de primera categoría. Pero está soñando si piensa que voy
a convertirme en una más de su lista de conquistas—. Sebastian me
ha contado que todas las pinturas en esta sala son obra tuya. Me
han parecido extraordinarias. —Su mirada se hace más intensa
cuando dice la última palabra, y sé que no se está refiriendo a mi
arte, sino a mí.
¡Se me está insinuando descaradamente delante de ellos!
Quiero reñirle por su imprudencia, pero no puedo hacerlo, así que
solo me limito a pronunciar una palabra de agradecimiento. Por
suerte, en ese momento, entra Sonia con aperitivos para todos,
creando una distracción.
Ocupo un lugar en un sillón opuesto a donde está Nathan
sentado, marcando distancia entre los dos. Entre más lejos, mejor.
Estar cerca de él me pone nerviosa.
Simon y Mare aparecen en escena un momento después.
—¡Nathan! ¡Qué bueno que has venido! —Lo saluda Mare con
familiaridad apenas lo ve, lo que significa que ya lo conoce.
¿Por qué no mencionó nada de él antes?
Aquí huele a gato encerrado.
Él la saluda con amabilidad. Y ella tarda lo mismo que un
pestañar en hacer una de las suyas.
—Imagino que ya te han presentado a Evelyn. ¿Qué te ha
parecido? ¿Saldrías con ella? —Le pregunta sin tapujos.
Y si las miradas pudieran matar, su cuerpo caería laxo en el suelo
en este preciso instante.
—¡Mare! —Le riño con una mirada estupefacta—. No tienes que
responder a eso. —Me dirijo a Nathan con la cara ruborizada.
Mare se ha excedido.
Creo que mis sospechas eran ciertas. Y si es así, ella me tendrá
que dar algunas explicaciones.
Me levanto del sofá y le pido que me acompañe un momento,
necesito preguntárselo ahora mismo.
—Tú has planeado todo esto. Y también lo de la noche de la
exposición. —Le reprocho cuando estamos solas, en la oficina de
Simon. Y no necesito que me lo diga, lo veo en su cara—. Pensé
que había sido clara cuando te advertí que dejaras de buscarme
pareja. Pero tú no sabes cuándo detenerte, ¿no es así? —Le grito
enojadísima.
—Él se mostró tan interesado en ti que pensé que, si lo conocías
de manera casual, algo podría surgir entre los dos —admite
dándome una pieza importante de información que ignoraba.
—¿Qué quieres decir con que estaba interesado en mí? La noche
de la exposición fue la primera vez que hablamos —pronuncio
interrogativa, necesito una explicación.
Mare se moja los labios, nerviosa, y suspira antes de soltarlo todo
de un tirón, sin parar de hablar hasta decir la última palabra.
—Simon invitó a cenar a Nathan aquí, él se quedó mirando una
fotografía en la que apareces y le hablé de ti. Una cosa llevó a la
otra y se me ocurrió la idea de juntarlos en la galería esa noche. No
sabía si iba a funcionar porque tú no querías ir, pero al final lo
hiciste, aunque no me contaste nada. No imaginas lo difícil que ha
sido no preguntarte al respecto, y más cuando él no quiso darme
ningún detalle, solo me dijo que saliste huyendo asustada.
—No puedo creer que hicieran todo esto a mis espaldas, que me
mintieran así —susurro con un nudo en la garganta. Me siento
decepcionada.
—No, solo ha sido cosa mía, nadie más lo sabe. Simon lo invitó a
venir esta noche porque se han hecho amigos, no porque esté
intentando algo —aclara rápidamente.
Y aunque me produce alivio saberlo, no borra mi decepción, ella
ha defraudado nuestra amistad.
—No has debido hacer nada, solo has conseguido que pierda mi
confianza en ti y que cuestione todo respecto a Nathan. —Camino
hacia la puerta. La escucho llamarme, pero en este momento no
quiero hablar más con ella.
Salgo de la oficina y veo desde el pasillo a Nathan cruzando la
puerta principal.
¡Se está marchando sin despedirse! ¿Por qué?
Quizá sea lo mejor, nada bueno puede surgir de una mentira.
Regreso a la sala y veo a Serena en un sillón con Kim en sus
piernas, ama muchísimo a su hermana y está muy pendiente de
ella. Estoy tomando asiento cuando America entra y pregunta dónde
está Nathan.
—Se marchó por un problema personal, pidió disculpas por tener
que irse así. —Simon es quien responde.
—Espero que no se trate de nada grave —manifiesto frunciendo
los labios.
—Sí, igual yo. Lo llamaré más tarde para saber cómo está todo
—dice Simon mostrándose preocupado.
—Pero ¿es que no se han dado cuenta de que les ha mentido en
la cara? —expresa Serena con disgusto. Y todos la miramos
sorprendidos.
¿Será cierto? ¿Ha inventado una excusa para irse?
—Esa es una acusación muy fuerte, y más para una niña de tu
edad. —Le riñe Sebastian con severidad.
—Ya no soy una niña, papá. Sé cuándo alguien miente —replica
en tono acusador. Y la expresión de mi hermano cambia de molesto
a culpable.
¿Significa que ella lo ha pillado en una mentira?, ¿es de eso de lo
que quiere hablarme?
—Ven, cariño. Llevemos a Kim a tomar una siesta. —Le dice
Keira en tono conciliador. Mi sobrina se pone en pie con su
hermanita en brazos y se va con ella.
—¿Qué ha sido eso? —Le pregunto a mi hermano tan pronto se
han marchado, nunca vi a Serena hablarle así, ella lo adora.
Él frunce los labios en una línea antes de darme una respuesta.
—Le oculté que Claudia fue internada por una crisis nerviosa, lo
descubrió y se ha enojado conmigo.
—¡Oh, no! ¿Y Claudia está bien? —pregunto intranquila, ella
pasando por todo esto y yo diciéndole que lo hablemos luego. Me
siento muy mal.
—Se encuentra en observación, había dejado los medicamentos
porque pensaba que no los necesitaba más, pero el especialista ha
dicho que volverá a casa pronto. —Se deja caer contra el respaldo
del asiento y suspira audiblemente—. Yo solo intentaba proteger a
mi niña, ha pasado por mucho y no quiero que sufra más.
—Sé que sí. Hablaré con ella, tu hija te adora, ya verás cómo se
le pasará rápido el enojo.
—Gracias, Evelyn. Espero que a ti te escuche —pronuncia con
tristeza, sé que le duele que Serena esté enojada con él, la ama con
su vida—. Ya no es mi pequeña, se está haciendo grande y ya no ve
las cosas con la inocencia de antes. Debí ser honesto con ella —
lamenta.
—Sírvele un whisky a tu hermano, amor, mientras yo voy a ver
con Sonia que todo esté a punto para la cena. —Escucho que le
dice Mare a Simon. Él asiente y la besa en la mejilla antes de dejarla
ir, estaba sentada en su regazo. Viéndolos juntos, nadie imaginaría
que mi hermano era un mujeriego y que sus conquistas eran cosa
de una sola noche. Recuerdo que cuando me contó que había
hallado a la mujer de su vida y que se casaría, me reí en su cara,
pero entonces la conocí, vi cómo la miraba, y supe que era real.
—Y yo iré a ver a Serena —Me pongo en pie—. No estés triste,
hermano. Eres un buen padre, el mejor que conozco. —Le aseguro
emotiva, Sebastian es un hombre maravilloso, y no lo digo porque
sea mi hermano, es la verdad.
—Eso hasta que yo tenga hijos —bromea Simon desde el
minibar.
—¡Eh! No te pongas celoso. Tú también serás un buen papá, lo
sé. —Le guiño un ojo y después me voy.
Subo las escaleras y entro a la habitación de invitados, donde
encuentro a Keira acostada en la cama dándole pecho a Kim. Y a
Serena sentada en el sofá abrazando un cojín.
—¿Te ha enviado papá? —inquiere juntando las cejas.
—No, yo he querido venir. ¿Qué ha pasado? —Me hago la que
no sé nada, quiero saber qué va a decirme.
—¡Qué me ha mentido! Eso ha pasado. Cree que soy una
chiquilla frágil a la que tiene que proteger como un vaso de cristal —
responde malhumorada, tiene el temperamento de su padre.
Keira y yo compartimos una mirada de complicidad, Serena
necesita que estemos de su lado.
—¿Y en qué te ha mentido? —Me siento junto a ella y la escucho
suspirar.
—Mamá tuvo una recaída hace unos días y, cuando papá fue por
mí a la escuela, me dijo que había salido de la ciudad para asistir al
funeral de una amiga de su infancia. La llamé y no contestó, también
le escribí, y como no podía comunicarme con ella, le hablé a mi
abuela y me lo contó todo.
—Lamento escuchar eso, cariño. —Le tomo la mano—. Entiendo
que estés molesta, él no debió mentirte. ¿Cómo está Claudia?
—Hablé con mamá ayer, me dijo que está bien, que espera volver
pronto a casa. —Los ojos se le llenan de lágrimas, pero las
mantiene a raya. A mi sobrina le ha tocado vivir momentos muy
duros desde temprana edad. Tenía seis años cuando vio morir a su
hermanita Savannah en la piscina de su casa, evento que sumió a
su madre en un estado catatónico del que pudo salir cinco años
después de aquel fatídico día. Se desconoce cómo terminó
Savannah en la piscina, se presume que fue un descuido de
Claudia, quien estaba luchando sola contra la depresión. Poco
después de la muerte de Savannah, Claudia fue internada en un
hospital psiquiátrico para tratar su estado y mi hermano se hundió
en el dolor, alejándose de todos y de todo, lo que terminó de
desestabilizar el mundo de Serena. Por suerte, Sebastian abrió los
ojos y se hizo presente de nuevo en la vida de su hija, la llevó a
terapia y le dio lo que ella más necesitaba, su amor. Ahora Serena
tiene trece años y, aunque sigue batallando con las secuelas de tan
terrible tragedia, es dulce, alegre, amorosa y buena. Aunque a
veces hace unos berrinches que le han provocado a mi hermano
enormes dolores de cabeza.
—Ya verás que sale pronto para estar contigo. —Le aprieto la
mano y ella asiente dos veces, sus labios unidos en una sonrisa
triste—. Respecto a tu papá, estoy segura de que ocultó la verdad
para que no sufrieras, él nunca haría nada que te lastimara.
—Lo sé, tía, pero no tiene que ocultarme nada, soy fuerte y
comprendo que la enfermedad de mamá no tiene cura, que necesita
que la cuiden —explica con elocuencia, le ha tocado madurar antes
de tiempo.
—Pues habla con él, dile cómo te sientes y pídele que sea
sincero contigo, verás que todo se solucionará.
—Lo haré, tía Eve. Gracias por venir a hablar conmigo. Keira
también me estuvo aconsejando y ahora tengo todo más claro.
—Me alegra ayudarte, mi amor. Puedes hablar conmigo siempre
que lo necesites. Y no estés triste por tu madre, Claudia es fuerte,
va a superarlo y estarán juntas otra vez. —Le aseguro sin dejar
lugar a dudas, así lo creo.
—Sí, ella me ha prometido que volverá. —Sonríe, pero los ojos
aún le brillan con las lágrimas que se obliga a no derramar. Sin
duda, Serena es la niña más fuerte que conozco, y también la más
valiente.
Dejo a las chicas en la habitación y regreso con Sebastian para
contarle lo que he hablado con Serena. Le sugiero que la escuche y
que la trate con la madurez que ella demuestra.
—Tu hija es fuerte y comprende que Claudia está enferma. Ella lo
que pide es honestidad, debes prometerle que no volverás a
mentirle, debes demostrarle que puede confiar en ti.
Sebastian asiente pensativo y dice que irá a hablar con su hija.
Antes de cruzar la puerta, Mare entra y anuncia que en veinte
minutos servirá la cena. Él promete que regresará a tiempo con
Keira y las niñas.
***
Serena y Sebastian son los últimos en sumarse a la mesa a la
hora de la cena. Mare comenzaba a impacientarse porque no
habían llegado, pero finalmente están aquí. Los oí reír mientras se
acercaban, una clara señal de que lograron resolver sus diferencias.
Me siento orgullosa de mi hermano, es un buen padre, muy distinto
al nuestro, que no se ocupaba de nosotros en lo más mínimo. Ni
siquiera se molestaba en comer con nosotros, siempre lo hacíamos
en la cocina, con los empleados domésticos.
Antes de servir la cena, cada uno toma un turno para dar gracias.
Y luego Simon se encarga de cortar el pavo. Lo hace mejor cada
vez, aunque le falta mucha práctica. Una vez que todos hemos
llenado los platos, cenamos en medio de bromas y risas. La comida
ha quedado deliciosa, todos lo dicen, y Mare no puede estar más
feliz.
Sigo disgustada con ella, pero en algún momento se me pasará,
sé que no lo hizo con mala intención, lo que me molesta es la
mentira. Odio que me mientan.
A las diez de la noche, salimos de la casa de Simon para ir a la
de Sebastian. Llevo a Kim en brazos todo el camino, es una bebé
preciosa y muy dulce. Le canto una nana y me ve con sus preciosos
ojos claros hasta quedarse dormida.
Al llegar, la subo a su habitación y la acuesto en su cunita con
cuidado. Sonriendo, salgo al pasillo y me reúno con Serena en la
cocina, donde quedamos en vernos. Asaltamos la alacena y nos
vamos a su cuarto. Keira me ha prestado un pijama, ya que no
estaba preparada para dormir fuera. Nos cambiamos y decidimos
ver una película. Serena elige una comedia romántica juvenil y la
vemos consumiendo un montón de snacks, golosinas y varias latas
de gaseosas.
Cuando la película termina, Serena me da una noticia que no me
esperaba, pensaba que lo que quería decirme era lo que hablamos
en casa de Simon.
—Estoy enamorada de un chico guapísimo, tía. Él siempre me ha
gustado, pero no sabía que yo también le gustaba, me lo dijo hace
unos días. Y ayer me besó… en la boca… Ha sido el primero y yo…
sentí cosquillas ahí abajo.
Y ya se imaginarán la cara que puse. Casi caigo patas arriba.
No estoy lista para tener esta conversación. ¿Qué se supone que
debo decirle? Es mi primer pensamiento al salir de mi estado de
shock.
—Vamos, tía, quita esa cara de espanto, que no te he dicho que
hemos tenido sexo.
¡Espera! ¿Ha dicho sexo? Pero esta niña va a causarme un
infarto.
¿Qué espera que haga?, ¿que la felicite o dé aplausos de alegría
porque ha comenzado a descubrir su sexualidad?
Sigo sin saber qué decir, pero debo mantener mis emociones
fuera de su alcance, ser firme con ella y a la vez cautelosa. La
pregunta del millón es, ¿cómo lo hago?
Me debato entre darle un sermón de lo inadecuado que sería
tener sexo a su edad o salir corriendo y decirle a mi hermano que la
encierre en una torre hasta que tenga la edad suficiente para
hacerlo.
—Entiéndeme, cariño. No pensé que tú… a esta edad… No me lo
esperaba —farfullo nerviosa, no sé ni cómo logré decir una frase
coherente.
Serena asiente pensativa.
La observo con detenimiento, notando lo mucho que ha cambiado
su cuerpo en los últimos meses, desarrolló pechos y sus caderas se
ensancharon, destacando su cintura, también creció en estatura,
cualquiera pensaría que tiene más de trece. Es hermosa, con un
cabello dorado como las espigas, preciosos ojos verdes y rasgos
finos y proporcionados. Una Barbie de carne y hueso.
—Sé que piensas que soy muy pequeña para salir con alguien,
pero soy más madura que otras chicas de mi edad. Y él es un buen
chico, no me fijaría en un idiota, soy muy lista para cometer ese
error. —Da por hecho, como si tuviera alguna idea de lo idiota que
pueden ser los hombres.
Ojalá nunca llegue a saberlo.
—Sé que lo eres, cariño, y entiendo que te sientas atraída por un
chico, es normal que suceda, pero no puedo estar de acuerdo con lo
que está pasando entre ustedes, que te sientas mayor no significa
que lo seas.
—¿Me vas a decir que no te pasó igual a ti cuando te enamoraste
por primera vez? —interroga enarcando una ceja.
—Sí, pero no tenía trece años —aclaro enseguida, no quiero que
me tome como ejemplo.
—Son otros tiempos, tía —replica girando los ojos.
—Puede ser, pero aún no tienes edad para ser besada de la
manera que ese chico lo hizo. Dios, si hace poco jugabas con
muñecas. Si tu padre se entera…
—¡No puedes decírselo! ¡Si le cuentas algo, no te lo perdonaré
nunca! —dice exaltada, levantándose de la cama como un resorte.
—No lo haré, cariño. Solo digo que si lo descubre se va a
disgustar mucho.
—Obvio, él me ve como a su bebé, no entiende que crecí —
replica con dramatismo.
Trato de pensar cómo hacerle entender sin que sienta que la
ataco, no puedo equivocarme, debo ser sabia, aconsejarla bien. Yo
no tuve nadie que me advirtiera que los chicos hacen promesas
falsas con tal de meterse entre tus piernas, y que luego te echan a
un lado como si no valieras nada. Así me pasó a mis diecisiete y no
quiero que le suceda a mi sobrina.
—Escucha, cariño. Eso que sientes cuando él te besa se llama
excitación, y es de lo más normal, estás en una edad en la que
comienzas a descubrir tu sexualidad, pero aún eres muy precoz
para experimentar más allá de eso. Y si permites que él te bese y te
toque, si dejas que despierte esas sensaciones en ti, puede que
quiera llevar las cosas más lejos —explico sin entrar en detalles—.
Sé que piensas que ese chico es bueno y que te has enamorado de
él, pero eso no quiere decir que debes hacer todo lo que te pida. Si
en algún momento no te sientes cómoda con lo que está pasando, o
si él hace cosas con las que no estés de acuerdo, debes decirle que
pare.
—Lo sé, tía Eve. Te he dicho que no soy tonta y que no tendré
sexo con él —dice a la defensiva.
Una vez más, quedo impactada con sus palabras. No puedo
superar que esté hablando de esto con ella.
—No pienso que seas tonta, por eso te explico esto, porque sé
que eres muy inteligente. Y es mi deber aconsejarte, me siento
responsable de ti ya que has decidido confiarme algo tan
importante.
—Te prometo que no haré ninguna tontería, solo lo normal,
besarnos, hablar por WhatsApp, tomarnos de la mano… Cosas de
novios.
¡Qué no estás en edad para novios ni besos, Serena! Quisiera
decirle, pero si la enfrento, se cerrará conmigo y no va a contarme
más.
—¿Y cómo se llama ese chico que te tiene tan enamorada?
—Lionel —responde sonriendo—. Es él. —Me muestra una foto
en su teléfono y veo a un joven muy apuesto de cabello rubio, ojos
claros y sonrisa encantadora—. Es super lindo, me trata con cariño
y me ha dicho que está dispuesto a hablar con papá, pero le dije
que no, que seguro enloquecería y me mandaría a un internado de
niñas.
¡Oh!, claro que eso haría.
No creo que esté bien guardarle el secreto, pero no puedo hacer
de la vista gorda.
¿Qué hago?
Lo pienso un momento y se me ocurre una idea.
—Me gustaría hablar con Lionel.
—No hace falta, en serio. Te digo que él es muy bueno y no me
ha pedido que haga nada que yo no quiera —asegura nerviosa.
—Entonces no debes preocuparte porque hable con él.
—¡No debí decirte nada! —grita molesta—. Me equivoqué
pensando que podía confiar en ti, eres como papá.
—No, no soy como él. Si fuera como tu padre, no estaríamos
teniendo esta conversación. Lo único que te pido es que me dejes
hablar con Lionel para estar más tranquila, te prometo que no voy a
avergonzarte, solo quiero conocerlo y asegurarme de que no esté
jugando contigo. Me conoces, Serena, sabes que no miento. —Ella
me mira reflexiva y, tras unos minutos, me dice que hablará con
Lionel y le dará mi número.
¡Vaya que es difícil mi sobrina!
—Ahora vamos a dormir, debo levantarme temprano.
—Está bien, tía. —Se acerca y me abraza—. Te quiero mucho,
gracias por estar para mí.
—Yo también te quiero mucho, cariño. Y siempre estaré para ti.
—Le prometo sujetando sus manos.
Capítulo 5
Me levanto temprano en la mañana y salgo de casa de
Sebastian sin que nadie se dé cuenta, no estoy lista para enfrentar a
mi hermano y ocultarle lo que su hija me contó. Espero no tener que
guardar ese secreto durante mucho tiempo, intentaré convencerla
de que se sincere con su padre. Al menos, logré que accediera a
que me permita hablar con ese chico. No sé qué voy a decirle, pero
algo se me ocurrirá.
Al llegar a mi apartamento, tomo una ducha y, como parte de mi
rutina, me aplico una crema corporal que deja mi piel suave y con
una fragancia afrutada. Elijo un bonito vestido vintage con
estampado de margaritas y lo combino con sandalias romanas
blancas. Me dejo el cabello suelto y trato de imitar el maquillaje que
me hizo Adrienne ayer, logrando un resultado muy cercano. Es la
primera vez en mucho tiempo que me arreglo a consciencia. Y tiene
todo que ver con la posibilidad de que Nathan pueda aparecerse en
mi galería. Lo pensé mucho anoche y terminé convenciéndome de
que debió tener una razón de peso para irse, él no parece el tipo de
hombre que se espanta y huye. Si se atrevió a ir a casa de Simon
para verme, es porque tiene interés en mí.
Mare me llama de camino a la galería, pero le desvío la llamada,
no estoy lista para hablar con ella todavía. Lo intenta dos veces más
hasta que se da cuenta que no pienso responder. Entonces me
envía un mensaje diciendo que lo siente mucho, que la perdone,
que ha aprendido la lección.
La dejo en visto y leo un mensaje de Sebastian, me pregunta por
qué me he ido sin despedirme. Y una punzada de culpabilidad me
atraviesa el corazón.
«Salí muy temprano, no quería despertarte». Respondo sin saber
qué más decirle, la verdad no es una opción.
«Pensé que podíamos compartir el desayuno, será en otra
oportunidad. Te quiero».
Y con esa respuesta me termina de matar. Me siento una persona
horrible.
«Lo siento, no tenía idea. Podemos quedar cualquier otro día.
También te quiero».
Envío el mensaje y miro la pantalla en expectativa de su
respuesta. Mi dilema es que no tendré el valor de mirarlo a la cara y
guardarme lo que sé de su hija.
«El domingo haremos una barbacoa, estás invitada».
«Ahí estaré. Besos».
Tengo dos días para preparar mi mejor cara de póker.
Cuando llego a la galería, Kerstin y yo compartimos el desayuno
en la oficina como ya hemos hecho costumbre. Me cuenta que habló
con Wallace y que vendrá esta tarde para tomar las medidas y
bocetar el diseño de la oficina. Está muy contenta. La mañana se
nos pasa volando y cuando nos fijamos ya es la hora de la comida.
Cerramos la galería para ir al restaurante de comida Tai del que me
habló ayer. El sitio es muy bonito, austero y de ambiente agradable.
Kerstin pide un Kai Pad y yo Pad Thai.
Cuando el mesonero nos trae nuestras órdenes, veo que tiene
muy buena pinta. Pruebo un bocado y supera mis expectativas.
Sin duda, volveré otra vez.
De vuelta a la galería, voy a mi oficina para conectarme en una
videollamada con Rosalie y Jessica Aubriot para decidir lo del
panfleto que usaremos en la exposición. Jessica queda encantada
con la propuesta y le da el visto bueno. Quedamos en vernos el día
de la inauguración y terminamos la llamada.
Más tarde, Kerstin me dice que alguien ha venido a verme y
cuando le pregunto quién, escucho la inconfundible voz de Nathan
Müller diciendo «soy yo». Y mi corazón da un enorme vuelco que
me provoca un raudo dolor en el pecho.
Alzo la vista y lo encuentro en el umbral de la puerta vistiendo un
traje gris oscuro que le sienta muy bien. Tiene las manos metidas en
los bolsillos y una sonrisa presuntuosa en su cara. Su porte es
soberbio y a la vez varonil. Lleva el cabello con un aspecto
desenfadado que entona muy bien con la barba cuidada que le
cubre la mandíbula. Cada vez que lo veo, me resulta más atractivo.
—Evelyn —pronuncia solemne mirándome con intensidad.
Me muerdo el interior de la mejilla para no mostrar la alegría que
me da verlo, quiero que me conquiste, aunque ya tiene una parte del
terreno ganado. Esta es la tercera vez que nos vemos y ni siquiera
hemos compartido una conversación en la que hablemos de
nuestros gustos, intereses y pasiones. Mi atracción por él es física,
nada más.
—Nathan —expreso comedida, tratando de no mostrar ninguna
emoción, pero es difícil mantener la postura teniéndolo de frente y
mirándome como lo hace.
Kerstin carraspea y caigo en cuenta de que sigue aquí.
Me pongo en pie.
—Él es Nathan Müller, es socio de mis hermanos. Tiene interés
en adquirir algunas pinturas para su nueva oficina.
—Entonces vino al lugar correcto, señor Müller. Soy Kerstin
Graham y con gusto le daré un recorrido por las exposiciones —dice
con unasonrisa coqueta.
¿Se ha olvidado que tiene novio?
Él asiente y hace una mueca de una sonrisa, lo he visto sonreír
antes y sé que ese gesto no es de verdad.
—Yo le daré el recorrido. Gracias, Kerstin. —Simulo también una
sonrisa. Y su rostro se contorsiona de vergüenza, se ha dado cuenta
de su imprudencia.
—Volveré a la galería, llámame si necesitas algo. —Sale de la
oficina tan pronto lo dice.
—Lamento haberme ido anoche sin despedirme. —Me habla
dando dos pasos en mi dirección cuando estamos solos.
Mi pulso se acelera y se me forma un nudo en el estómago. Hoy
su perfume huele distinto, pero es igual de atrayente y masculino
que el de ayer.
—Simon dijo que debiste irte por un asunto personal. —Quiero
preguntarle si fue verdad o solo una excusa para irse, mas no lo
hago.
—Sí, se trató de algo importante. De otra forma no me habría
marchado así. Quería estar ahí. —Camina dos pasos más hacia mí
quedando a menos de un metro de distancia. Su mirada es profunda
y llena de misterio.
Me mojo los labios y vuelvo a hablar, esta vez con un titubeo
inicial, me pone nerviosa tenerlo tan cerca.
—Sabías quién era aquella noche. —No es una pregunta, pero
igual responde.
—Sí. —Traga saliva una vez más—. Lamento no habértelo dicho.
—Hace una pausa para mojarse los labios con la lengua y yo sigo el
movimiento con enajenación, fantaseando con un beso—.
Perdóname si anoche te incomodé con mi presencia.
—No me incomodó, solo fue inesperado, no sabía que conocías a
mis hermanos. ¿Qué te contaron de mí? Seguro me pintaron como
alguien frágil —digo nerviosa. No sé qué tanto le dijeron, ¿le
hablaron del accidente? ¿de Jake?
—Jamás pensaría que eres frágil. Y tus hermanos tampoco lo
creen, hablan de ti con mucho orgullo, te quieren…
—Lo sé —murmuro asintiendo.
—Evelyn —mi nombre en su boca se escucha sensual, me
alborota las hormonas. La química entre los dos es tan fuerte que no
me puedo resistir. Lo miro expectante, sintiendo cada pálpito de mi
corazón contra mi pecho—, creo que eres una mujer preciosa y
espero que me permitas llegar a conocerte. ¿Aceptarías salir
conmigo esta noche?
Mi corazón salta en mi pecho y en mi cabeza titila una respuesta
inmediata. ¡Sí! Pero una voz acusadora aparece y me señala como
traidora. Amo a Jake igual que siempre, pero me siento atraída por
Nathan de forma desmedida. La atracción es así, repentina e
inexplicable, loca e irracional, no necesita un motivo.
—Sí —respondo decidida. Quiero darme una oportunidad con
Nathan, lo merezco—. No presumas, puedo arrepentirme. —Le
advierto cuando una sonrisa triunfal aparece en su cara.
—No dejaré que lo hagas —asevera con un guiño seductor, que
utiliza como arma de persuasión. Conozco a los hombres, crecí con
dos hermanos que sabían qué hacer para conquistar a cuánta mujer
desearan. Pero fui amada por uno que me demostró que el romance
no es un mito, por lo que mis expectativas son bastante altas.
—No me pongas a prueba —digo mordaz. Y lo escucho reír, una
risa profunda y gutural que encuentro muy sexy. Todo en él me lo
parece. Pero nadie puede ser tan perfecto, tengo que estar atenta,
los lobos se disfrazan de corderos—. Entonces, ¿en verdad te
interesa adquirir algunas pinturas o eso solo fue una excusa para
venir a verme?
Nathan hace un gesto que dice “pillado” y ladea una sonrisa
antes de responder.
—Estoy realmente interesado en pasar el mayor tiempo posible
contigo —enfatiza acercándose a mí, su mirada destila pasión, el
color de sus ojos ha cambiado de verde aceitunado a uno vibrante,
como la esmeralda. Son como gemas que cautivan mi atención—.
Sei bella[5] —murmura y me acaricia el rostro con delicadeza
causando un estallido de sensaciones en mi interior. Latidos feroces,
nudos en mi estómago, presión en mi pecho…
Es el primer hombre que me toca desde… desde Jake.
Abrumada por los sentimientos encontrados que me abordan, me
aparto de él y rodeo mi escritorio creando distancia entre los dos,
huyendo como una tonta. Cualquier mujer estaría encantada de
tener la atención de Nathan Müller y yo me asusto.
¿Cómo se supone que saldré con él si apenas se me acerca, me
alejo?
Es que no puedo ni mirarlo, estoy muy apenada.
—Lo siento, Nathan. No es por ti, es que yo… —Se me forma un
nudo en la garganta y no soy capaz de terminar la oración. Me
gustaba lo que pasaba, quería que me besara, pero sentí pánico y
corrí. Es lo que hago, huyo. Siempre huyo.
—Tienes que dejarlo ir. —Lo escucho decir.
Doy un paso atrás sintiendo lágrimas acumulándose en mis ojos.
¿Está hablando de Jake? ¡Entonces mis hermanos sí le contaron
de él! No tenían derecho. Como Nathan tampoco tiene derecho a
decirme que lo deje ir.
—¡Vete! ¡Vete y no vuelvas a buscarme! —Le grito echa una
furia. Salgo de mi oficina y me refugio en el baño. Mi corazón está
hecho un puño, cada latido me produce dolor. Me falta el aire, me
tiembla el cuerpo. Apenas puedo mantenerme en pie.
Kerstin toca la puerta del baño poco después de haberme
encerrado, me pregunta si estoy bien y le respondo que sí, entre
lágrimas. No he dejado de llorar y de temblar desde que entré. Fui a
parar al suelo cuando no pude seguir sosteniéndome en mis
piernas. «Tienes que dejarlo ir», resuena en mi mente una y otra
vez, haciéndome revivir la rabia y la impotencia que sentí cuando lo
dijo.
—El señor Müller me ha dicho que no te deje sola, se veía muy
mal cuando se fue. ¿Qué ha pasado? —inquiere escuchándose
preocupada, pero no respondo, no quiero hablar con ella, necesito a
Mare.
—Llama a America, dile que venga. Y que no le mencione nada a
mis hermanos. —Le pido con voz temblorosa.
—Vale, lo haré. —Todo queda en silencio un momento hasta que
Kerstin comienza a hablar con Mare, le dice que venga a la galería
urgente, que la necesito—. La dejé hablando con Nathan Müller,
escuché que le gritaba y después salió de su oficina para encerrarse
en el baño. —Le explica tras una pausa—. Sí, sí. Lo entiendo. Se lo
diré. —Al terminar la llamada, me comunica lo que le ha dicho,
hablando nerviosa—. Ya viene, estará aquí en diez minutos.
—Gracias, Kerstin. Y perdóname si te he asustado, no es nada
grave. Puedes volver a la galería. —Ya he dejado de llorar, pero sigo
sintiendo mucha rabia y frustración.
—No, America me pidió que no me moviera de tu lado hasta que
ella llegara.
—Claro que lo hizo —murmuro suspirando—. No te preocupes
por mí, estaré bien. Anda, ve a trabajar.
—No, me quedaré aquí. Dejé a Wallace a cargo, él me llamará si
entra alguien.
—Por Dios —bufo levantándome del suelo y abro la puerta de un
tirón—. Estoy bien, ¿ves? No me he hecho daño ni pretendo
hacerlo. ¿Puedes dejarme sola ahora? —Kerstin me mira
asombrada como si no me reconociera. Cierro los ojos y suspiro,
tratando de calmar este enojo que me consume—. Lo lamento. No
quise pagar mi rabia contigo, siempre me has brindado tu apoyo de
manera incondicional, no merecías que te tratara así.
Ella asiente comprensiva.
—Dime si puedo hacer algo por ti, si necesitas algo… —ofrece
con amabilidad. Kerstin es un sol de persona, siempre dulce y
amable.
—Ya lo estás haciendo. —Hago el intento de sonreírle, pero
fracaso. No tengo ánimos de nada. Es una sensación horrible y muy
familiar—. ¿Sabes qué me ayudaría? Una buena copa de vino. Y sé
justo donde encontrar una botella. —Me dirijo al almacén con ella
siguiéndome los pasos como una sombra. Y consigo con facilidad
las cajas de Pinot Noir que Simon me recomendó comprar. Cojo una
botella y, al último minuto, me hago de otra. Una no sería suficiente.
Voy a la cocina y busco una copa, la lleno y bebo el contenido en
un gran trago. Un minuto después, me tomo una segunda dosis con
la misma ansiedad, no por el sabor, sino por mi necesidad de
encontrar un desahogo a mis emociones.
Kerstin está muy atenta a mí, demasiado. Es molesto.
Me inquieta que me mire con tanta atención.
¿Dónde carajo está Mare? Dijo que vendría pronto, se está
demorando.
—¡Eve! ¡Evelyn! —Escucho que vocifera apareciendo como si la
hubiera invocado.
—¡Aquí, en la cocina! —respondo en voz alta.
—Dios, Evelyn, estaba tan preocupada. Te ves bien. ¿Estás
bien? —inquiere apresurándose hacia donde estoy.
—Sí, solo tuve un ataque de ansiedad, pero mi amigo Pinot ha
sido de mucha ayuda. —Mare mira la botella casi vacía y después a
mí frunciendo el ceño. No suelo beber, ella lo sabe.
—Las dejaré solas —dice Kerstin levantándose de la silla. Tan
pronto sale, Mare toma su lugar y me mira interrogativa.
Ha llegado el momento de la verdad, pero no estoy lista para
hablar todavía.
—Te conseguiré una copa. —Hago un amago de levantarme,
pero Mare dice que no quiere beber, lo que me parece rarísimo.
—¿No quieres vino? —La miro como si le hubiera salido un tercer
ojo, nunca la vi despreciando una copa.
—No puedo beber —responde ocultando una sonrisa.
Me llevo una mano al pecho.
—¡Dios mío! ¿Estás embarazada? —chillo con mucha emoción.
Ella asiente dos veces con una sonrisa destellante y un cúmulo
de lágrimas en los ojos.
—Lo descubrí hace un momento, Simon aún no sabe, voy a
decírselo esta noche. —Me cuenta con notable alegría. Echo atrás
la silla y me abalanzo sobre ella, abrazándola. Es una gran noticia.
—¡Enhorabuena! Mi hermano estará tan feliz… —Estoy
sonriendo, mucho.
Me separo de ella y veo que también está sonriendo, una sonrisa
que le ilumina el rostro y la mirada.
—De camino aquí no paraba de pensar en si contártelo o no, no
sabía con qué me iba a encontrar. Kerstin parecía nerviosa. Me
asustaste, Eve. ¿Qué te ha pasado?
—Dame un minuto. —Lleno por tercera vez la copa y me bebo el
vino lentamente, disfrutando su dulzor y su sabor afrutado,
alargando el momento.
—Evelyn, por Dios, me tienes al borde del asiento. ¿Vas a
decirme o no? —pregunta impaciente.
Termino de beber el vino que ha quedado en la copa y entonces
solo lo digo, de un tirón.
—Nathan vino a verme. ¿Y sabes que hice cuando intentó
besarme? Me alejé nerviosa. Entonces me dijo que tenía que dejarlo
ir y perdí la cabeza.
—¡Oh, Eve! —murmura con una mirada descorazonada.
—¿Tú le contaste de Jake? —Le pregunto esperando que diga
que no, todavía estoy disgustada por la emboscada.
—No, yo no. Sería Simon o Sebastian.
—Me cayó muy mal saber que alguien se lo dijo, no quería que
supiera nada hasta que estuviera lista para contárselo yo. Pero no
importa ya, lo eché, le grité que no volviera a buscarme. Se acabó,
Mare. Y es mejor así. No puedo estar con él ni con nadie.
—¿Por qué no? Mereces que te quieran, Eve.
—Porque sigo atada a Jake, porque me es imposible dejarlo ir —
admito con las lágrimas a punto de salirse de mis ojos—. Lo he
intentado, Mare. Acepté salir con Nathan cuando me lo propuso
pensando que podía. Pero corrí cuando quiso besarme, le grité que
se fuera cuando mencionó a Jake y me encerré en el baño a llorar
con un ataque de ansiedad.
—Lo estás intentando, pero no del modo correcto. Hay
profesionales que pueden ayudarte. Si en verdad quieres una
oportunidad real de retomar las riendas de tu vida, debes buscar a
alguien que te guíe.
—No, nadie puede ayudarme —niego moviendo la cabeza.
—Claudia se recuperó, ¿por qué no podrían ayudarte a ti? —
Intenta hacerme razonar, y tras pensarlo un momento, me veo
asentir.
Me he negado a recibir ayuda durante mucho tiempo, es hora de
intentarlo.
—Lo haré.
—Estoy muy orgullosa de ti, Evelyn. —Lleva su mano sobre la
mía y le da un apretón.
Capítulo 6
Miro la hoja en blanco delante de mí mordiéndome el labio.
Nunca he escrito una carta, pero Adele dijo que es terapéutico, que
me ayudaría a expresar y canalizar mejor mis emociones. Adele es
la mejor coach motivacional que puede existir. Al menos para mí lo
ha sido. Ella es ese “alguien” que he estado necesitando todo este
tiempo. Me ha ayudado tanto en estos veinte días que desearía
haberla encontrado antes. No sabía muy bien a quién recurrir
cuando acepté que necesitaba ayuda profesional, estuve
investigando y encontré su nombre, tenía muy buenas referencias
de sus coaching y quise conocerla. ¡La mejor decisión que he
tomado! Su carácter amable y comprensivo, y la bondad con la que
dulcemente me recibió, me ayudaron a tomar la decisión.
Hay un antes y un después de mí desde que la conocí. Ahora
practico pilates tres veces a la semana y me siento más
concentrada y motivada. Recuerdo que cuando lo mencionó me reí.
Nunca me gustó ejercitarme, dije “no” todas las veces que Mare me
invitó a ir con ella, y ahora asistimos juntas lunes, miércoles y
viernes, de siete a ocho de la mañana a las clases. Su doctora le
dijo que no había ningún problema en practicar pilates en su estado,
aunque Simon se opuso rotundamente. Igual ella hizo lo que quiso,
como siempre.
Algo que considero un paso importante fue hablar con mis
hermanos, poderles decir que durante los últimos años me he
sentido deprimida, sola y sin esperanzas. Que muchas veces pensé
en hacerme daño para acabar con el dolor, pero que tener su apoyo
y amor me salvaron. Les agradecí por estar siempre para mí, por ser
esos pilares en los que me he podido sostener. Me sentí muy bien al
hablar con ellos, fue liberador. He aprendido a comprender mejor
mis emociones y a ser abierta con mis sentimientos. Adele lo llama
“soltar las cargas”. Nunca lo vi como cargas hasta ese día, entonces
comprendí que esa opresión en mi pecho cuando recordaba a
Nathan era culpa. Lo traté muy mal la última vez que nos vimos, le
debía una disculpa. Lo hablé con Adele y consideró importante que
le expresara cómo me sentía. Me sugirió que le escribiera una carta,
que sacara todo fuera de mí y así estaría lista cuando lo viera para
decírselo, y aquí estoy, sentada en el desayunador de mi cocina con
lápiz y papel, sin tener ni la más mínima idea de cómo iniciar.
Desbloqueo mi teléfono y busco en internet ejemplos de cartas,
leo unas cuantas hasta obtener claridad. Comienzo escribiendo su
nombre, a secas, sin apellidos ni formalismos, con el pulso
tembloroso y el corazón inquieto. Siempre que pienso en él me
emociono igual. No he dejado de lamentar lo tonta que fui, espero
que un día regrese y pueda solucionarlo.
Tras terminar la carta, la leo en voz alta.
“Nathan, he querido disculparme contigo desde el momento que
me di cuenta de lo injusta que fui. Lo siento mucho, tenías razón,
necesito dejar ir a Jake, pero no estaba emocionalmente preparada
para afrontar esa verdad. Escucharla de ti fue más difícil. Y también
inesperado. Sentí que estabas pidiéndome algo que no te
correspondía. Cruzaste una línea que provocó una reacción en mí.
Creo que lo habías previsto, que tomaste el riesgo y asumiste las
consecuencias. Sé que te has marchado y que dejaste a cargo de
tus negocios a alguien más, pero espero poder verte de nuevo y
disculparme contigo cara a cara. Antes de despedirme, quiero
agradecerte por haberme ayudado a abrir los ojos, por permitirme
descubrir que se puede hallar pasión en algo tan efímero como una
caricia o en la intensidad de una mirada. Sigo batallando cada día
para controlar mis emociones y sentimientos, pero no lo estoy
haciendo sola, he hallado a alguien que me orienta en cada paso,
que me anima cuando creo que no puedo y me reta a seguir
intentándolo. No sé si algún día nos volveremos a ver, pero no
pierdo la esperanza de que la oportunidad se presente. Y si sucede,
prometo que esta vez te sabré apreciar”.
Estoy conforme, expresa todo lo que necesito decirle. Transcribo
la carta y la guardo en mi móvil, intentaré encontrar una cuenta de
email de Nathan para enviársela.
Alguien toca mi puerta y voy a abrir. Es Ally, mi vecina. Una
sonrisa aparece en su cara cuando me ve. Ella siempre sonríe, es
una chica muy alegre.
—Hola, odio molestarte, pero mi cargador murió y me quedé sin
batería. ¿Podrías prestarme el tuyo?
—Sí, no es ninguna molestia. Pasa. —La hago entrar y la dejo en
la sala para ir a mi habitación por el cargador.
Vuelvo un minuto y lo pongo en sus manos.
—Randall cantará esta noche a unas cuadras de aquí, finalmente
lo aceptaron en la banda. ¿Quieres ir conmigo? Inicia a las ocho.
Randall es su novio, se mudaron juntos hace un par de meses.
Hemos coincidido solo unas veces, apenas lo conozco, pero por lo
que me ha contado, parece un buen tipo.
No sé qué decirle, no he ido a ningún concierto desde lo de
Jake, este sería el primero. Ni siquiera he hablado con ninguno de
los chicos de Abgrund desde el funeral, me llamaron varias veces,
pero nunca respondí. Adele y yo hemos conversado mucho de ello,
le conté que perdí el interés de muchas cosas que antes me
apasionaban, la pintura, una de ellas. Y también la música. Pintaba
con música, limpiaba con música, me dormía escuchando música…
Disfrutaba de distintos géneros y asistí a incontables conciertos
locales, nacionales e internacionales. Añoraba esos tiempos. Como
resultado de aquellas largas charlas, ella fue capaz de dilucidar lo
que yo no quería ver.
«Creo que te has estado castigando por haber sobrevivido,
que te has negado a tener lo que te hacía feliz porque piensas que
no lo mereces. Pero no tienes que arrastrar más esa culpa, Evelyn.
Necesitas tomar la decisión de perdonarte, vivir sin limitar tu
felicidad, sin privarte de todo lo que te produce satisfacción».
Su consejo contenía una palabra poderosa que me hizo
reflexionar: “decisión”. Yo tenía que decidir, yo podía decidir cómo
quería vivir.
—Sí, iré contigo.
—¡Genial! A las siete paso por ti, quiero llegar antes de que
inicie para desearles suerte a los chicos y a Randall.
***
Ally llega a la hora puntual, me regresa el cargador y lo dejo en la
mesita de centro de la sala cuando voy por mi bolso y mi abrigo.
Usamos las escaleras para bajar porque el ascensor sigue averiado,
el administrador es un tacaño. Salimos y un inclemente frío invernal
nos arropa con fiereza. Ambas nos abrigamos y nos pusimos
guantes antes, de otra forma, no podríamos ni poner un pie afuera.
El local donde se presenta la banda queda cerca, por lo que iremos
andando. Sé a dónde nos dirigimos, estuve ahí antes. El corazón
me da un vuelco en el pecho al recordarlo, la nostalgia me abriga y
siento ganas de llorar, no de tristeza sino de añoranza. Apago mi
mente y me centro en Ally, quien no ha parado de hablar de un libro
que está leyendo. Es una devoradora de libros insaciable. Fui igual
en una época cuando todavía no había entregado mi vida al arte.
Un nudo atraviesa mi garganta cuando vislumbro las luces neón
azul eléctrico que forman la palabra Sauerstoff[6]. No puedo creer
que esté aquí. Tengo sentimientos encontrados. Ally apresura el
paso cuando estamos más cerca. Y yo me tomo un momento antes
de continuar. Estoy a segundos de cruzar un puente que puede
derrumbarse bajo mis pies si no me encuentro preparada para
caminar sobre él.
¿Estoy lista?
No lo sabré sino lo intento.
—¡Eh, Evelyn! ¡Ven! —Me llama Ally desde la entrada agitando la
mano, ajena a lo que significa para mí pisar de nuevo ese lugar.
Estuvo hablando con el hombre alto y musculoso que controla la
entrada del local.
Inhalo y exhalo repitiendo en mi mente las palabras que nunca
debo olvidar: «eres fuerte, eres valiente». Y así consigo el valor de
reunirme con Ally y entrar al bar. El nudo en mi garganta se hace
más grande y los latidos de mi corazón veloces cuando pongo un
pie dentro. Regreso en mi memoria al día que caminé por este
mismo pasillo del brazo de Jake. Era verano, recuerdo. Estábamos
acalorados y lo primero que hicimos fue ir al bar por una bebida.
Jake tuvo una cerveza y yo una soda.
Con una sensación de nostalgia afianzada en mi corazón, avanzo
con Ally hacia el interior del local. El ambiente está bañado del color
azul de las luces estroboscópicas, que parpadean al ritmo de la
música electrónica que suena por los altavoces. Hay mucha gente,
apenas queda espacio para un puñado más.
—Sígueme —grita Ally por encima de la música. Camino detrás
de ella haciéndome espacio entre las personas hasta llegar a una
puerta. Hay un hombre de seguridad custodiándola. Ally le muestra
un pase VIP y nos deja ingresar. Caminamos por un pasillo que nos
conduce a los camerinos. Ella abre la primera puerta sin tocar—.
Hola, chicos, quiero que conozcan a mi amiga Evelyn. Ven. —Me
invita a pasar y el corazón se me agita. Recuerdo muy bien la
primera vez que estuve aquí con Jake y el resto de la banda,
estaban todos emocionados y felices, bromeaban y reían. Parecían
niños.
Trago saliva, entro y veo con sorpresa a Adler, Burke y Herman.
¡Los chicos de Abgrund!
—¡Evelyn! —pronuncia Burke sonriéndome—. ¡Qué sorpresa
verte aquí!
¡No puedo creer que sean ellos!
—¡Dios mío! —murmuro con lágrimas en los ojos. Estoy
paralizada.
Burke viene hacia mí y me envuelve en sus brazos.
—Déjalo salir, Eve —susurra con cariño.
—Esto es… No puedo —balbuceo escondida en su pecho.
—Lo sé, Eve —dice comprensivo. Ellos también perdieron a
Jake, eran como familia.
Cuando logro parar de llorar, saludo a los demás y le cuento a
Ally la razón de todo esto, necesitaba saberlo. Ella y Randall salen
del camerino y los cuatro hablamos cuanto podemos hasta que
deben irse, el espectáculo va a comenzar. Me contaron que
decidieron cambiarle el nombre a la banda y comenzar de nuevo, no
significaba lo mismo sin Jake. Compartimos nuestros números de
teléfono y me despido de todos, no sin antes desearles suerte.
Busco a Ally y le digo que me voy, no puedo quedarme a
escucharlos, se me terminaría de partir el corazón. Me dice que se
irá conmigo, pero la convenzo de que se quede, no quiero que se
pierda la presentación. Me acompaña hasta la salida y me dice que
le escriba un mensaje cuando llegue. Luego nos despedimos.
Mientras camino de vuelta a mi residencia, mi mente se inunda
de recuerdos. Fue difícil ver a los chicos sin que Jake estuviera ahí,
pero me alegró mucho encontrármelos y hablar con ellos después
de tanto tiempo. Logré cruzar ese puente sin que el suelo bajo mis
pies se derrumbara, me siento muy orgullosa de mí.
A pocos metros de llegar, me detengo al distinguir frente al
edificio en el que vivo un auto negro, deportivo, similar al que
conducía Nathan la noche de la exposición. Y un segundo después
lo veo bajándose del vehículo.
Es él, no me lo estoy imaginando, ¿verdad?
Es curioso que aparezca precisamente hoy, cuando escribí esa
carta.
La fragancia de su perfume viaja a través del aire mientras se
acerca, envolviéndome seductoramente. Y sus ojos, de un verde
reluciente, prevalecen sobre la oscuridad que nos rodea y se funden
con los míos con intenso fulgor. El tiempo parece detenerse a
nuestro alrededor y en lo único que puedo pensar es en él
acariciándome y en el beso que no fue.
Capítulo 7
Mi corazón amenaza con salirse de mi pecho cuando se
detiene a menos de un metro de distancia.
—Evelyn —pronuncia con voz enigmática, su expresión es
cautelosa, indescifrable—. Simon me ha dicho que querías hablar
conmigo.
—¡Eh, sí! Yo… Quería. Quiero —balbuceo con torpeza sintiendo
nudos enredándose en mi estómago. Siempre me pongo muy
nerviosa frente a él, no puedo hilvanar una idea ni formar una frase
completa sin que me falle la voz. Y necesito ser capaz de hablar y
decirle todo lo que pienso—. Te escribí una carta, quería enviártela,
pero no sabía dónde encontrarte —suelto con nerviosismo, soy un
desastre de voz trémula y manos temblorosas. Inhalo tratando de
calmarme. No es fácil expresar en voz alta todo lo que escribí. Lo
mejor es que la lea, cada palabra que usé fue pensada y no quiero
estropearlo equivocándome. Saco mi teléfono móvil y busco el
archivo—. Ten, lee esto, por favor. —Le tiendo mi smartphone
viendo mi mano sacudirse.
¡Qué nervios!
Él lo sostiene y mira la pantalla leyendo cada palabra que le
dediqué. Cuando termina, me mira absorto, como si intentara
asimilar lo que le he dicho. Y tras una pausa abrumadora, habla.
—No soy lo que tú mereces, Evelyn. No estoy a tu altura. —Su
mirada es oscura, triste.
—¿Por qué dices eso? —Le pregunto entornando los ojos.
—Porque es verdad. —Traga saliva—. He cometido un error. Lo
siento mucho, Evelyn. Te deseo lo mejor. —Me devuelve mi móvil y
se aleja rápido, dejándome boquiabierta.
¿Qué ha sido eso? Nada de lo que ha dicho tiene sentido.
—¡Nathan, espera! —Le pido siguiéndolo, pero no se detiene. Se
sube al auto, lo enciende y se va.
Permanezco parada en la calle conmocionada y aturdida hasta
que el frío comienza a filtrarse debajo de mi abrigo. Me quito la
bufanda y los guantes en el lobby y subo las escaleras como una
autómata. No he dejado de pensar en lo que dijo, cada frase que
pronunció encierra un misterio que intento descifrar. Pero cómo
podría, no sé nada de él, es casi un desconocido, no tengo ni su
número.
Tal vez no debería olvidarme de él.
Una parte de mí me dice que lo haga, pero otra se niega a
renunciar. ¿A cuál de las dos debería escuchar? No es una pregunta
que pueda contestar en este momento, ha sido un día abrumador y
lleno de acontecimientos inesperados.
No es hasta que escucho el tono de llamada de mi teléfono que
recuerdo la promesa que le hice a Ally. Contesto viendo su número
en la pantalla. Me pregunta si he llegado bien y le respondo que sí,
que me disculpe por no avisarle antes. Nos despedimos y entro a mi
apartamento, donde me espera la soledad y un montón de
recuerdos.
La siguiente semana transcurre sin noticias de Nathan. Intento no
pensar en él siguiendo el consejo de Adele, ella dice que debo
enfocar mi energía solo en lo positivo y no en lo que me produce
ansiedad. Y con todo el asunto de Serena, la verdad no he tenido
tiempo de hacerlo. La hallaron con Lionel besándose en un armario
de la escuela de música y llamaron a mi hermano. Y eso que le
advertí cuando hablé con él que no hiciera tonterías, pero así son
los chicos. Cuando mi hermano lo supo, se enojó muchísimo y la
retiró de la escuela, como supuse que haría. Serena está muy triste,
no ha regresado a casa de Sebastian desde ese día. Espero que
decida ir hoy, ella estaba emocionada por celebrar su primera
Navidad con Kim.
Simon y America viajaron a Estados Unidos a pasar las
celebraciones con la familia de mi cuñada, volverán antes de año
nuevo.
Sebastian me envía un mensaje diciéndome que ha llegado, ha
venido a buscarme para que pase la noche de Navidad con ellos.
Tomo mi bolso de mano y mi abrigo y salgo del apartamento. Al
subir a su auto, veo a Serena en el puesto trasero, no se ve
contenta, pero lo importante es que ha venido. Cuento con que
pueda reconciliarse esta noche con su padre.
***
Celebrar la Navidad con ellos fue muy bonito, cenamos juntos
alrededor de la mesa y después nos juntamos frente a la chimenea
a tomar un delicioso chocolate caliente que Keira preparó. Serena
se la pasó con Kim y no interactuó con Sebastian ni una vez, lo
ignoró toda la noche. Me dolió verlos tan alejados y quise que
hicieran las paces, pero los dos están cortados por la misma tijera,
así que dejé de insistir. En la mañana, abrimos los obsequios juntos,
había varios para mí bajo el árbol. Keira me regaló una bonita
pulsera. Serena, una hermosa bufanda borgoña. Y Sebastian me
obsequió una agenda de cubierta de cuero con mi nombre grabado
que amé.
Cuando volví a mi apartamento y me acosté en mi cama, mi
último pensamiento fue que quería mi propia familia, que no
deseaba seguir sola.
El último día del año, nos reunimos en casa de Simon para recibir
el año nuevo juntos. Él y Mare llegaron de su viaje dos días antes. Y
aunque solo se ausentaron por una semana, los extrañé mucho.
Después de cenar, vamos a la sala a esperar la llegada del año
nuevo. Kim se ha quedado dormida. Keira y Sebastian están
sentados muy juntos en el sofá. Y Mare se encuentra en el regazo
de Simon y él le rodea la cintura. Los miro y pienso en Nathan. Me
pregunto si a él también le pasa, si me recuerda, si quiere verme, si
imagina lo que sería besarme y tocarme, si me desea... Porque yo
sí. Su nombre ha estado en mi boca cuando me doy placer. Y lejos
de sentirme culpable, me enoja saber que tal vez nunca pueda ser
más que una fantasía.
Simon inicia una charla de lo que hacíamos de niños en estas
fechas y me distrae de mis pensamientos. Recuerdo que
cenábamos todos juntos alrededor de la mesa, venía nuestra abuela
materna y Elise se comportaba como una mamá amorosa, su
actuación era loable, y siempre deseaba que siguiera siendo así la
mañana siguiente, pero la magia acababa después de las doce,
como en el cuento. Más tarde, cuando ya todos dormían, nos
escabullíamos a la cocina y asaltábamos la alacena, para luego
irnos a la habitación de Sebastian y pasar la noche comiendo y
viendo comics.
Mis hermanos y yo siempre fuimos muy unidos, compensamos la
falta de amor de nuestros padres con amarnos entre nosotros.
—Karenina lo sabía, por eso hacia dos tartas de avellanas, una
para la cena y otra para nosotros —recuerda Sebastian.
—Sí, era nuestra cómplice —comento sonriendo—. Regla
número cuatro, no consentir a los niños —recito recordando una de
las tontas reglas que imponía Elise a su “servidumbre”.
—Regla número uno, nunca contradecirme. —Sebastian habla
esta vez.
Los tres nos reímos.
—Regla número siete, no darles nunca la espalda a los señores
—añade Simon entre risas.
—Yo habría renunciado el mismo día —dice Keira.
—Y yo habría roto cada regla a propósito solo para disgustarla —
asevera Mare.
—Culpable, era experta en poner rojos de la rabia a los señores
Decker —confieso sin sentirme orgullosa, fui rebelde porque
buscaba tener su atención y su afecto, pero un día entendí que no
tendría ninguna de las dos nunca y me detuve.
—No te creas muy especial, yo también les causé más de un
disgusto —asevera Sebastian—. Y Simon no se queda atrás, le ha
dicho que no estaba invitada a venir hoy y se ha puesto histérica.
—Puedo imaginar lo que fue —giro los ojos.
—No, no tienes una idea. Nunca la vi tan furiosa —revela Simon
frunciendo los labios.
—La próxima vez invítala si así deseas, no puedo evitarla para
siempre.
—No ha sido por ti, Eve, mamá está insoportable y no quería que
nos arruinara la noche.
—Pues no se diga más. Ve por la tarta de nuez que nuestro bebé
quiere comer —pide Mare haciendo pucheros.
—Ese bebé es un goloso, ha estado pidiendo muchos dulces
estos días. Hará que mamá gane algunos kilos. —Le dice él riendo.
—Pues mamá puede ganar todos los kilos que quiera y papá no
le llamará nada menos que hermosa.
—Cada día más hermosa, amor. —Mare le da un beso en los
labios y se levanta de su regazo para que él pueda ir por la tarta.
Simon regresa unos minutos después con platos, tenedores y la
tarta. Todos comemos una porción. Mare devora dos. Sin duda, su
cuerpo sufrirá las consecuencias.
A la medianoche, celebramos el inicio del año nuevo deseando
que sigamos unidos y que nos dé muchas alegrías.
***
Un mes más se suma al calendario. Los cambios son una
constante en mi vida ahora. Cada vez me siento mejor conmigo
misma, en paz, optimista… El siguiente puente que crucé fue
regresar a mi taller de pintura, aún no he pintado, pero espero que
suceda en algún momento. Lloré cuando entré y vi sobre el
caballete el retrato inconcluso de Jake, ya había esbozado su rostro
y su figura, iba a ser mi regalo de bodas. Espero terminarlo un día,
cuando me sienta más fuerte.
El siguiente paso fue buscar una nueva residencia para
recomenzar, sin historia ni recuerdos. Es momento de decirle adiós
al lugar que llamé hogar durante tanto tiempo, donde viví tantos
momentos felices, un lugar que siempre tendrá un pedazo de mi
corazón…
—¿Estás lista? —Me pregunta Mare desde el pasillo.
—Sí. —Salgo de la habitación, camino hacia la puerta principal y
me detengo en el umbral para dar una última mirada, con un nudo
en la garganta y el corazón apretado. El lugar ha quedado vacío,
decidí donarlo todo a la caridad, era lo mejor que podía hacer.
Enviar sus pertenencias a sus padres solo les causaría dolor y
tristeza. Contraté a alguien para que se encargara, yo no pude
hacerlo.
Adiós, Jake. Siempre te amaré.
Digo antes de salir, con lágrimas en mi cara. Fue imposible no
llorar. Espero que a partir de ahora pueda vivir el presente sin
atormentarme por el pasado.
El chofer de Mare nos espera en el auto y nos lleva a su casa, me
quedaré con ella y Simon hasta que encuentre un nuevo lugar.
Espero que sea pronto. Me instalo en la habitación de huéspedes y
duermo una siesta antes de prepararme para salir esta noche con
ellos a cenar.
Temprano en la mañana, asistimos a la clase de pilates y un
hombre que he visto otras veces en el gimnasio, pero con quien
nunca he hablado, se me acerca sonriéndome. Viste pantalones
deportivos y una camiseta sin mangas que deja ver los gruesos
músculos de sus brazos. Es alto, moreno, de ojos oscuros y cabello
corto, rizado. Sin dar rodeos, me pregunta si me gustaría salir en
una cita con él y le digo que no, que tengo novio.
—Pequeña mentirosa —murmura Mare después que el tipo se
aleja con el rabo entre las piernas.
—No me lo habría sacado de encima si solo le decía que no
estaba interesada.
—¿Y por qué no estás interesada? Parece simpático, podías
darle una oportunidad. ¿O es que sigues esperando a Nathan?
Escuchar su nombre causa que mi corazón dé un salto, pero
simulo desinterés, no quiero tener a Mare molestándome con el
tema.
—No es por él, solo no me gusta. —Me apresuro en decir. Pero sí
es por Nathan, porque mi parte ilusa cree que algún día recapacitará
y volverá por mí.
—A mí tampoco me gustó para ti, su voz es aguda y esos
músculos que tiene parecen provenir de grandes dosis de esteroide.
¿Y sabes lo que dicen de los hombres que se inyectan para crecer?
Que el pito se les cae.
—¡Dios, no puedo contigo! —digo pasándome una mano por la
cara. Y la escucho reír.
Salimos del gimnasio y nos subimos al SUV que conduce Elliot,
su chofer. Mare le indica que vamos a casa y él pone el auto en
marcha.
—¡Ahh! Olvidé contarte… Mi primo Brandon llegará mañana a la
ciudad, viene a trabajar con Simon. Es muy guapo, deja que lo
conozcas, puede que te ayude a superar tu enamoramiento por
Nathan.
—No hay nada que superar. —Pongo los ojos en blanco—. Y
respecto a tu primo, espero que no lo estés haciendo venir por mí,
porque esta vez no te perdonaré. —Le advierto muy seria.
—No, nada que ver, aprendí mi lección. Si él te invita a salir, será
cosa suya. Y si no lo hace, dejaré de creer que es inteligente. —
Hace una expresión de lo más graciosa.
—¡Ay, Mare! Eres terrible. —Me rio.
—Es en serio, si no le gustas, o es tonto o es gay. Es que eres
hermosa, Eve, cualquier hombre estaría encantado de salir contigo.
Cualquiera menos el único con el que quiero salir.
Al día siguiente, después de tomar el desayuno en la cocina con
Simon y Mare, subo a alistarme para salir. Hoy veremos algunos
apartamentos con Helen, la asesora de bienes raíces que me
recomendó Sebastian. Quedamos con ella a las diez.
Me estoy poniendo los zapatos cuando Mare me avisa desde
detrás de la puerta que Brandon ha llegado y que bajará a recibirlo,
que me espera en la cocina. Anoche me dijo que iba a quedarse
aquí mientras consigue un lugar. La miré con sospecha, pero me
prometió que no fue planeado y le creí.
Cuando estoy lista, bajo a la cocina y veo a Brandon sentado en
un taburete del desayunador junto a Mare. Ella enseguida nos
presenta diciendo el nombre de cada uno, habla en inglés porque él
no maneja el alemán. Lo detallo y me parece muy guapo, tiene el
cabello castaño, ojos pardos, labios gruesos y una estructura ósea
muy marcada. Pero no me atrae del modo que ella espera.
—Bienvenido a la ciudad, espero que te deje una buena
impresión —le digo empleando el inglés.
—Gracias, lo poco que he visto me ha gustado mucho —dice
insinuante. Y me pongo nerviosa, esperaba que no se interesara en
mí para evitar que todo se volviera incómodo.
—Deja que la conozcas, vas a enamorarte —asevera Mare con
doble sentido. Y la fulmino con la mirada.
¡Ella nunca se dará por vencida!
Capítulo 8
Después de dejar a Brandon instalado en la habitación, Mare
y yo nos reunimos con Helen frente a un edificio de apartamentos
para ver un piso que llamó mucho mi atención cuando vi las fotos.
Mis peticiones no eran muchas, solo quería que se situara cerca de
mi galería, que fuera espacioso y tuviera mucha entrada de luz
natural. Y este cumplía con todo eso. Helen parecía muy
entusiasmada, estaba segura de que lo elegiría, y tuvo razón. ¡Lo
amé! Apenas puse un pie en el lugar, supe que era el indicado. Me
encanta que sea de concepto abierto y toda la iluminación que entra
desde los amplios ventanales de la sala y el comedor. Con dos
cuartos, un baño y medio y unas vistas preciosas, es más de lo que
le había pedido. Excede un poco mi presupuesto, pero vale cada
centavo. Le digo a Helen que lo quiero y quedamos en firmar los
papeles mañana.
Al salir del edificio, vamos a comer en un restaurante marroquí
cumpliendo los antojos de Mare. Simon se une a nosotros trayendo
a Brandon con él y los cuatro pasamos un rato ameno. Brandon es
todo un caballero, se apresuró a apartarme la silla para que me
sentara. Es muy agradable y atento, me mantuvo muy entretenida
hablándome de su familia y de su profesión. Tiene dos hermanas y
un hermano, es ingeniero civil y sus padres son de procedencia
española, pero se trasladaron a Estados Unidos después de
casarse. Yo le hablé de mi galería y lo invité a ir cuando quisiera.
Una semana más tarde, me mudo a mi nuevo apartamento
después de decorarlo a mi gusto. Disfruté mucho eligiendo los
muebles, a pesar de las críticas de Mare, que a todo le ponía un
pero.
Helen le consiguió un apartamento tipo estudio a Brandon al día
siguiente de su llegada, y como estaba listo para habitar, solo se
quedó dos días en casa de mi hermano. Fue muy poco el tiempo
que compartimos bajo el mismo techo, pero el suficiente para que
entabláramos una amistad y comenzáramos a hablar por mensaje.
Hace unos días vino a la galería y me invitó a comer, decidí ir
porque me gusta pasar tiempo con él, es alguien muy agradable y
divertido. Pero por mucho que quiera, no me atrae del modo que
Brandon desea. No hace falta que me diga que le gusto, me doy
cuenta por cómo me mira. Espero que se le pase pronto, que
consiga a alguien que le corresponda como merece.
El mes de enero queda atrás sin darme cuenta. Fui a diario a la
galería, continué asistiendo a pilates tres veces por semana y me
reuní con Adele los sábados. He progresado mucho desde que
inicié con ella, me dijo que estaba orgullosa de mí y que pensaba
que me encontraba preparada para caminar por mí misma, sin
apoyo.
Yo no estoy tan segura.
—Fue una experiencia maravillosa, nunca había ido a la ópera —
confiesa Brandon en el lobby de mi edificio.
—Te lo dije —sonrío complacida. Él apostó que se aburriría antes
del primer acto, pero no fue así.
—Tenías razón —murmura mirándome de un modo inquietante. Y
en mi cabeza se enciende una alarma de advertencia.
No lo digas, Brandon. No arruines lo que tenemos
—Me gustas mucho, Evelyn.
¡Lo dijo!
Se moja los labios y se acerca a mí haciendo claras sus
intenciones. Pero no puedo corresponderle, si permito que me bese,
le estaría dando falsas esperanzas.
—Brandon, eres un hombre formidable, pero solo puedo verte
como un amigo. Lo siento —admito dando un paso atrás.
—No, no te disculpes. La atracción es así, existe o no. —Frunce
los labios y fuerza una sonrisa—. Lo mejor es que me vaya, seguro
estás cansada. Buenas noches, Evelyn.
Se apresura hacia la puerta sin darme tiempo de decir nada más.
Igual no creo que quiera oír nada de mí en este momento. Lo he
lastimado, justo lo que no quería hacer.
Entristecida, me dirijo a los ascensores y presiono el botón de
llamado para subir a mi apartamento. Mientras espero, escucho
voces detrás de mí. Miro por encima de mi hombro y quedo
petrificada cuando veo en la entrada a Nathan con una mujer. Ella
tiene sus manos sobre su pecho y él le rodea la cintura
manteniéndola cerca de su cuerpo. Es una morena exuberante de
piernas interminables, grandes pechos y amplias caderas. Lleva un
vestido ceñido al cuerpo, corto, rojo, y tacones altos que logran que
alcance la estatura de Nathan.
Tras la conmoción inicial, me invade la rabia. Dijo que no estaba
a la altura de él, que no lo merecía, disfrazando la verdad para no
admitir que no era lo que buscaba. Y yo de tonta le creí.
¿Por qué pensé que sería distinto?
El din del ascensor anuncia su llegada. Las puertas se abren y
entro rápidamente esperando irme antes de que él note mi
presencia, no quiero que me vea. Presiono el botón número ocho
con insistencia creyendo erróneamente que las puertas se cerrarán
más rápido. Pero no lo hacen. La mirada de Nathan me encuentra,
puedo sentirlo. Alzo la vista y compruebo que está observándome. Y
sin importar la distancia que nos separa, su mirada logra que me
estremezca. Tiene la fuerza y la intensidad de un volcán en
erupción, ardiente y peligrosa como la lava. El cambio de su
expresión es notable, la sorpresa domina sus facciones.
Su acompañante sigue su mirada y me ve segundos antes de
que las puertas se cierren.
¿Quién es ella?
¿Qué relación tiene Nathan con ella?
¿Desde cuándo están juntos?
Con cada pregunta que surge en mi mente, mi rabia se va
transformando en celos. El recuerdo de verlos juntos alimenta el
sentimiento, como brasas ardientes que se avivan con el viento. No
quiero que me importe, no quiero pensar en lo que harán o en lo que
han hecho, pero por más que lo intento, mi mente vuelve a ellos.
Cuando llego a mi apartamento, voy directo a la cocina y saco
una botella de vino. Me sirvo una gran copa y bebo hasta terminarla.
Eso ayudó la última vez. Pero una no ha sido suficiente. Sirvo una
segunda copa y consumo cada gota de vino sin encontrar el alivio
que estoy buscando. Adele estaría decepcionada de mí. Debí hacer
lo que tantas veces me ha dicho: «Respira, busca un lugar tranquilo
en tu mente, recuerda su olor, las formas, los colores. Libera tu
mente de pensamientos negativos y llénala con pensamientos
positivos».
Y es lo que decido hacer.
Pienso en el mar, en el sonido de las olas encontrando su final,
en el olor a playa y en el cálido sol calentándome la piel. Respiro,
inspiro, me sumerjo en mi imaginación y dejo que domine mis
pensamientos. Poco a poco, siento como voy hallando calma. Estoy
acostada con los ojos cerrados sobre una toalla en la arena, bajo la
sombra de un toldo. La mente es poderosa, es un arma que puede
destruirte o salvarte. Pero la tranquilidad me dura poco, porque el
sonido del timbre me saca de mi lugar feliz.
El corazón se me acelera ante la posibilidad de que sea Nathan.
Camino hacia la puerta, nerviosa, y lo veo a través de la mirilla.
¡Es él! ¡Ha venido a buscarme!
Preparo mi mejor cara de póker, porque no pienso enviarle
ninguna señal, abro la puerta y lo enfrento sintiendo mi corazón
acelerado y una fuerte opresión en el pecho. La presencia de
Nathan es imponente, me deja absorta y fascinada. Es su mirada,
es su fragancia, es esa inexplicable conexión que hay entre los dos,
como un hilo invisible que nos une. Pero me niego a dejarle saber
que tiene ese poder sobre mí y reacciono en consecuencia.
—¿Cómo me encontraste? —pregunto arisca.
—Tocando muchas puertas —responde mirando al interior de mi
apartamento brevemente. Y aunque me cuesta creer que ha tocado
cada puerta del edificio hasta este piso, no se lo cuestiono—. ¿Vives
aquí ahora? —Parece interesado, pero no tengo ninguna intención
de saciar su curiosidad.
—¿Qué quieres? ¿Por qué estás aquí? —interrogo con la misma
actitud, no puedo bajar la guardia.
Él traga saliva y me observa enmudecido buscando las palabras
correctas, o sin saber qué decir. No estoy segura. Su mirada es
inescrutable y su silencio agobiante.
—No pretendo excusarme, sé lo que viste y entiendo que pienses
mal de mí. Pero quiero que sepas que no la elegí a ella sobre ti, ni a
ella ni a ninguna otra. Que cualquiera con la que esté no será más
que un pobre y desesperado intento de olvidarte. Porque, tú, Evelyn,
eres la única mujer con la que quiero estar —declara con tal certeza
que no deja lugar a dudas, emocionándome. Lo que continúa siendo
un misterio es su empeño en distanciarse de mí. Y debo
confrontarlo.
—Ibas a besarme, te rechacé y me alejé. Volviste y me dijiste que
no me merecías y tú te alejaste. Ahora vienes aquí, llamas a mi
puerta y me dices que intentas olvidarme en brazos de otra. Y no lo
entiendo, Nathan. Si en verdad soy la mujer con la que quieres
estar, abandona tu cobardía y demuéstralo. O vete y olvídame. —Lo
reto apostando todo o nada.
—Debería irme —se moja los labios tentadoramente y da un paso
hacia mí, acercándose—, pero estar contigo es lo único que deseo,
es en lo único en lo que pienso —pronuncia con voz decadente,
alzando su mano a mi rostro, y traza una suave caricia en mi mejilla
con su dedo pulgar.
Mi corazón estalla de emoción y mi piel se enciende bajo el calor
de su toque. Deseo que me bese, siento que lo he ansiado desde
siempre.
—No hay nada en este mundo que ansíe más que a ti, Evelyn —
recita con una mirada ardiente antes de inclinar su rostro sobre el
mío y besarme con suaves roces, tímidos y cadenciosos, probando
mis labios por primera vez. Es un beso dulce como la miel y
poderoso como una tempestad. Es todo lo que imaginé, incluso
más. Deliro cada vez que sus labios me rozan, con cada suave tirón,
con cada deliciosa lamida de su lengua contra la mía, que danza en
el interior de mi boca con ansiedad y vehemencia. Nuestros cuerpos
se juntan, sus manos me recorren la espalda con la delicadeza de
quien toca terciopelo y encuentran su destino en mis caderas,
atrayéndome a él con un movimiento firme y cauteloso, haciéndose
sentir.
Un suave jadeo se escapa de mis labios. De los suyos, un
gruñido gutural.
—Je suis fou de toi[7] —pronuncia en italiano con cadencia, sobre
mis labios, y vuelve a tomar mi boca con arrebato, evocando mi
lujuria, encendiendo mi cuerpo como hacía mucho tiempo no sentía.
Podría entregarme a él ahora mismo si me lo pidiera. La pasión ha
nublado mi juicio, no puedo pensar en nada más que en él, en su
dura carne tallando mi pelvis, en sus manos anchas ancladas a mis
caderas y en sus labios poseyendo los míos—. Nadie más, Evelyn.
Ninguna después de ti —promete con una mirada extasiada y la voz
grave.
—Lo dices por el calor del momento, pero no creo que sea
verdad.
Nathan niega con la cabeza y me acuna el rostro.
—Lo digo porque es la verdad. No era cobardía lo que me
detenía sino la certeza de que un beso no sería suficiente, que iba a
desear más. Y no me equivoqué. —Me acaricia suavemente el
rostro con los dedos pulgares mirándome con fascinación y deseo.
Me ve los labios y traga saliva. Cuando sus ojos vuelven a encontrar
los míos, me muestran la oscuridad que lucha por ocultar—. Evelyn,
hay algo que debes saber…
—Lo sé —murmuro asintiendo con una latente emoción
recorriendo mi ser—. Pero no lo digas aún, solo bésame de nuevo.
El negro de sus ojos se dilata y echa a un lado lo que lo estuviera
atormentando para besarme como un hambriento que no se sacia,
como si estuviera por morir y ha encontrado en mis labios su
salvación.
Siento sus manos descendiendo por mis hombros, deslizándose
suavemente por mi espalda, subiendo y bajando de mi cintura al
inicio de mi trasero, entre tanto, su lengua se encuentra con la mía
rítmicamente. Yo le acaricio el cabello, le masajeo la cabeza y el
cuello. Le toco las orejas y la nuca, limitada por la cercanía. Mis
pechos están presionados contra sus pectorales, frotándose al ritmo
del sutil baile que lentamente nos va llevando dentro de mi
apartamento. La puerta se cierra y el beso continúa, voraz, curioso.
Nos descubrimos el uno al otro, nos excitamos entre lamidas, roces
y caricias. Nuestros cuerpos exudan calor. El aroma de su piel,
mezclado con el sudor y su perfume, me enloquecen. Es como un
afrodisíaco que me excita.
Mi cuerpo arde por él, el deseo palpita en mi piel, en cada zona
sensible de mi cuerpo que clama por ser atendida. Había olvidado lo
que se siente despertar el deseo en un hombre, sentirlo en cada
caricia, en cada beso, en cada aliento…
—Te anhelo tanto, Evelyn —susurra con suaves besos en mis
labios—. Estaré condenado si no me aceptas —pronuncia con un
suspiro áspero.
El aire se vuelve denso a nuestro alrededor. Ni él desea tener esa
conversación ni yo estoy segura de querer escuchar lo que tiene
que decirme. Pero sospecho que no es algo que podamos evadir.
Capítulo 9
Lo invito a pasar a la sala y le ofrezco algo de beber. Elige
whisky. Tengo una botella guardada para mis hermanos, es lo que
ellos beben y quise tener para cuando vinieran, pero no pensé que
sería a Nathan a quien le serviría el primer trago ni que estaría en mi
apartamento hoy. Mucho menos que me besaría tan
apasionadamente despertando cientos de sensaciones que aún
hormiguean en mi piel. Quisiera seguir entre sus brazos, que sus
labios no cesen de besarme, sentir el calor de su toque, pero
entiendo que debemos hablar.
Lo miro desde la cocina mordiéndome la esquina del labio. Es tan
atractivo que duele. Los jeans que usa se le ciñen a su redondeado
trasero y caen sueltos a lo largo de sus piernas. Lleva una camisa
azul índigo y zapatos oscuros casuales.
—Me gusta, es vibrante —dice mirando una pintura abstracta en
relieve que hice hace muchos años. Es una de las tantas que he
conservado para mí. La colgué en la pared de la sala sobre la
chimenea.
—La pinté cuando estudiaba Artes. —Le cuento entregándole el
vaso con whisky. Y me quedo a su lado mirándolo de soslayo
mientras bebe en silencio. Parece tenso—. Podemos hablar
después, no tiene que ser hoy.
—No, debe ser hoy —concierta con seriedad y se toma el resto
de la bebida en un solo trago.
—Dímelo entonces si tienes que hacerlo —pido impaciente. Me
está matando la curiosidad.
Nathan se aleja varios pasos antes de enfrentarme con una
mirada torturada. Es doloroso de ver, quisiera ir a él, abrazarlo y
decirle que no importa, que no necesito saberlo, pero antes de que
pueda hacerlo, me habla.
—Pertenezco a un club exclusivo de sexo, ahí conocí a la mujer
con la que me viste —desvela taciturno.
Y a mi mente llegan cientos de preguntas que se acumulan como
piezas de un gran puzzle. Pero lo que más me inquieta es que me
haya besado después de estar con ella. Se me revuelve el
estómago solo de pensarlo.
—No pasó nada entre nosotros —aclara al ver la duda en mis
ojos—. Me separé de ella en cuanto las puertas del ascensor se
cerraron. Y vine por ti.
Asiento conforme, pero hay mucho más que necesito saber. La
lista de preguntas en mi cabeza crece a cada segundo, haciendo
una montaña de dudas.
—¿Qué tipo de club es? ¿Practicas sadomasoquismo? —inquiero
curiosa, quiero saber cuáles son sus gustos y preferencias.
—No, no practico sadomasoquismo, no es mi estilo —responde
sin titubear—. Nunca he mantenido una relación romántica con
nadie, todas las mujeres con las que he estado solo han sido
compañeras de cama, siempre por mutuo acuerdo. A veces yo las
encuentro y otras veces ellas me solicitan a mí. Es un club online
muy selectivo. Para ser miembro, hay que cumplir con ciertas
condiciones, entre ellas, gozar de salud. Así que no debes
preocuparte, estoy limpio. Me hago pruebas regularmente para estar
seguro —dice cada palabra como una máquina, frío y distante.
Me acerco al sofá y tomo asiento, me duele la pierna y me cuesta
mantenerme en pie. He dejado de mirar a Nathan para observar mis
dedos entrelazados. Las manos me tiemblan, se me ha secado la
garganta. Me vendría bien una copa de vino, o mejor un trago de
whisky como el que le serví antes.
—Cuando te conocí, supe que había hallado a alguien especial, a
alguien que me hacía sentir diferente, que despertó en mí un deseo
distinto, nuevo… Tu carácter, belleza y sencillez me cautivaron y
desde entonces has estado en mis pensamientos y en mis
fantasías. No sé cuántas veces soñé con besarte ni cuántas veces
lo imaginé. —Sus ojos brillan con la emoción del recuerdo. Y no
puedo ser indiferente, ha sido lo más sensual y erótico que he vivido
en años—. Jamás me sentí más vivo que hoy, Evelyn. Al tocarte y
probar tus labios, entendí que eras tú lo que había anhelado
siempre. Y sea que me aceptes o que no, no hay otra mujer con la
que desee estar más que contigo —declara con certeza, dejándome
sin palabras.
No sé qué decirle.
No sé qué estaría aceptando con él.
Hago un esfuerzo por ordenar las ideas en mi cabeza y le hago
otra pregunta.
—¿Qué implica ser miembro de ese club? —Necesito saber los
detalles, aunque no quiera oírlos.
Nathan camina hacia el sillón y se sienta quedando a mi nivel.
Pone el vaso en la mesa de centro y se reclina contra el respaldo,
apoyando las manos en los reposabrazos. La tensión es cada vez
más palpable y pesada. Trato de mantener la mente abierta y de no
juzgarlo, no soy quién para hacerlo. Lo que me preocupa es lo que
él pueda esperar de mí.
Evitando su mirada, me acerco a la mesa y me sirvo una copa de
vino de la botella que había destapado antes de que él llegara. Me
bebo el vino en tragos cortos bajo su intensa mirada, lo puedo sentir,
es tan fuerte que no puedo evitar verlo. Y siento como si un rayo me
atravesara el cuerpo cuando vislumbro el deseo en sus ojos. El
corazón me da un vuelco y el pulso se me dispara.
Me mojo los labios y trago saliva. El recuerdo de su lengua
bailando en mi boca y sus manos recorriéndome la espalda me hace
desear otro beso suyo, cándido y apasionado como los otros.
—Es un club de libre participación. —Lo escucho decir. Y la
burbuja en la que estaba flotando explota regresándome a la
realidad—. Si me solicitan puedo negarme, como también las
mujeres que yo solicito pueden hacerlo. Es un mercado de sexo
dedicado al placer. Tanto hombres como mujeres buscan satisfacer
sus fantasías eróticas: tríos, bondage, voyeur, juegos de rol, uso de
juguetes eróticos, entre otras prácticas sexuales que acuerden los
involucrados. —Concluye reservándose los demás detalles. Y lo
prefiero así, no necesito que me dé más explicaciones, todo lo que
quiero saber es qué espera de mí, porque me niego a mantener
relaciones sexuales múltiples. Y tampoco aceptaré una relación
abierta.
Vuelvo a tomar vino antes de formularle una nueva pregunta, la
más difícil que me tocará hacer.
—¿Esperas que yo… que participe en alguna de esas prácticas
sexuales?
Nathan ladea una sonrisa.
—No, solo quiero complacerte, adorar tu cuerpo, que ardamos
juntos y nos entreguemos a esta pasión que me consume. —
Describe con una mirada ardiente y voz pecaminosa. Pero hay algo
que no me ha quedado claro en todo lo que ha dicho.
—¿Solo los dos? —inquiero con el corazón palpitándome fuerte.
Di que sí, di que sí. Ruego para mis adentros. Un “no” sería
suficiente para condenar cualquier posibilidad.
Nathan se levanta del sofá y viene hacia mí. Se sienta a mi lado y
me sujeta las manos.
Lo miro y me quedo sin aliento, los ojos le brillan con un precioso
color verde vibrante, como el de las praderas en la primavera.
—No necesito a nadie más si te tengo a ti, Evelyn. Quiero estar a
solas contigo —dice decidido, pero me cuesta creer que sea así.
Puede estar con una mujer distinta cada noche, satisfacer cualquier
fantasía que quiera…
—¿Cómo puedes estar tan seguro? Apenas me conoces, somos
casi extraños.
Lo veo tragar saliva y se me forman nudos en el estómago. Su
respuesta será decisiva.
—Porque cuando te vi, sentí mi corazón latiendo tan duro que
creí que se me iba a partir en dos. Fue como despertar de un largo
sueño, como si hubiera estado ciego toda mi vida y al fin pudiera
ver. Entonces quise ser un mejor hombre, uno que te mereciera. Tú
me inspiras a ser mejor, por ti quiero ser mejor...
Sus palabras me sorprenden, no tenía idea de que sentía todo
eso por mí. Pero sigo teniendo dudas.
—¿Y si no soy suficiente para ti?, ¿si deseas más de lo que
puedo dar?
—Lo eres, Evelyn. Me has dado en un beso más de lo que alguna
vez tuve con cualquiera en una cama —responde sin tener que
pensarlo—. Entiendo que dudes de mí porque no me conoces, pero
espero ganarme tu confianza. Solo te pido que seas paciente, nunca
he tenido una pareja, tú serías la primera si me aceptas.
—Tú también tendrías que ser paciente conmigo. Solo he amado
a un hombre y él sigue teniendo un lugar en mi corazón —admito
con franqueza, mentiría si dijera que lo quiero, lo que siento por él
es solo físico, no hay sentimientos involucrados y no sé si un día los
pueda tener.
Lo veo asentir con aire ausente. Quizás no quiera aceptar mis
condiciones, cualquiera no estaría dispuesto a estar con alguien que
ame a otro.
—Esperaré todo el tiempo que necesites —asegura rompiendo el
silencio que comenzaba a angustiarme—. Solo quiero estar a tu
lado, como tu amigo, como tu pareja, como lo que necesites que
sea...
—Tú no quieres ser solo mi amigo. —Trago saliva a través del
nudo en mi garganta—. Y yo tampoco. —El corazón me late tan
fuerte que lo escucho en mis oídos. Este es un paso importante, me
asusta, pero Nathan ha sido muy convincente, su seguridad me da
confianza.
Espero que no me esté equivocando.
Su rostro se ilumina con una sonrisa tan deslumbrante que me
deja cautiva. Él es muy atractivo, además de romántico y
apasionado.
—¿Puedo besarte?
—Para besarme no necesitas permiso —murmuro con un hilo en
mi voz.
Y en ese mismo instante, sus labios capturan los míos y me besa
con dulzura y veneración. Después me abraza y suspira tocándome
el pelo con suaves caricias.
—Me gusta tenerte entre mis brazos, sentirte tan cerca, olerte —
inspira sobre mi cuello provocándome escalofríos—, tocarte… —Me
acaricia la espalda con lentitud y me mira recitando una frase en
italiano—: Mia bella, la più bella ragazza che abbia mai visto[8].
—Sei il più bel ragazzo[9]. —Le toco la cara cubierta por una barba
incipiente y me acerco por un beso. Le rozo los labios y succiono el
inferior sintiendo el calor de su aliento mezclándose con el mío. Tan
tentador, tan excitante… No me resisto y lo beso con ansias,
deleitándome con sus suaves labios. Nuestras lenguas se
encuentran y se rozan, ávidas, insaciables… Y nuestras manos
protagonizan su propia historia. Las mías le han recorrido el pecho,
los hombros, el cuello… Ahora se encuentran en su pelo,
acariciándole la cabeza con suaves movimientos. Las de él hallaron
su lugar en mi espalda baja, sobre mi blusa, conteniéndose de
cruzar esa línea invisible que segundo a segundo comienza a
desdibujarse.
Debería detenerlo, pero no quiero, no puedo. La pasión arde en
mi sangre, palpita en mi piel…
Tan débil, tan necesitada…
—Me enciendes —murmura en mi oído con voz gutural. Una de
sus manos sigue en mi espalda, la otra me acuna la mejilla
dibujando círculos con su pulgar, detrás de mi oreja.
—Y tú a mí —susurro con voz decadente sumida en el torbellino
de sensaciones que me recorre por dentro. Si me entregara esta
noche a él sería por lujuria y no por amor. Aunque la verdad no
espero enamorarme—. Lo siento, tengo que contestar —digo
separándome de él cuando escucho mi teléfono móvil timbrar con la
tonadilla que elegí para Simon. No es normal que me llame a esta
hora, debe ser algo importante.
Lo dejé sobre la isla de la cocina, voy a buscarlo y respondo.
—Estoy en urgencias con Mare, es el bebé… —Su voz es
apenas audible, parece que ha estado llorando.
—¿Dónde? —Le pregunto con una mano en el pecho. Cuando
me responde en qué hospital se encuentran, le prometo que iré
enseguida
Pongo al tanto a Nathan y él se ofrece a llevarme. Cojo mi bolso y
mi abrigo y salimos de mi apartamento enseguida. Su auto está
estacionado frente al edificio, es un lujoso vehículo deportivo color
plata. Me abre la puerta y la cierra cuando me subo. Una vez tras el
volante, conduce hacia el hospital. He estado callada desde que
salimos del apartamento, estoy nerviosa y preocupada. Espero que
se trate solo de un susto, los dos estarían devastados si perdieran al
bebé.
Al llegar al hospital, me bajo del auto tan pronto Nathan lo detiene
el estacionamiento y corro a urgencias. Simon me dijo que estaría
en la sala de espera y ahí lo encuentro sentado en una silla con la
cabeza gacha y las manos en la nuca.
Él alza la cara cuando digo su nombre y veo que tiene los ojos
rojos y lágrimas en las mejillas. Se levanta y me abraza.
—Lo perdimos, Eve. No pudieron hacer nada —murmura
gimoteando como un niño. Y se me parte el corazón, sé lo que se
siente, sé cuánto duele perder un hijo. Pero él no tiene idea, solo
Sebastian lo sabe.
—Lo siento muchísimo, Simon. —Lloro con él sintiendo su dolor
como propio. Perder a un hijo que se espera con tanta ilusión es
desgarrador—. ¿Y Mare? —Le pregunto entre lágrimas.
—Los médicos la están atendiendo, me llamarán cuando la pasen
a la habitación. Está devastada, Eve, tuvieron que sedarla porque
no paraba de llorar.
—Lo imagino, ella estaba tan feliz…
—Todo iba bien, no entiendo qué pasó —pronuncia afligido. Y sé
que no hay nada que pueda decirle que lo haga sentir mejor.
Nathan se reúne con nosotros un momento después, saluda a
Simon y él le responde con un asentimiento. Compartimos una
mirada y lo veo fruncir los labios. Lo sabe. La expresión en la cara
de mi hermano se lo ha advertido.
—Lo lamento —articula pasando su brazo sobre mis hombros y
me acerca a él. Apoyo mi cabeza en su pecho y le rodeo la cintura.
Alguien se aclara la garganta detrás de nosotros, volteo y veo a
Brandon con dos vasos de café en las manos. Su mirada no
esconde la sorpresa de encontrarme en brazos de otro hombre la
misma noche que lo rechacé. Y no puedo evitar sentirme culpable.
Pero la verdad no tenía idea de que Nathan tocaría a mi puerta esta
noche y mucho menos que nos convertiríamos en algo. Ojalá
hubiera tenido ocasión de explicárselo y evitar que se enterase de
una forma tan abrupta. No quise herirlo antes y tampoco ahora.
Capítulo 10
Nathan llegará en cualquier momento y aún no estoy lista, ya
me he cambiado tres veces y nada me convence. Si supiera a
dónde vamos, sería más fácil, pero todo lo que dijo fue «lo que elijas
estará bien». Debí insistir más. Al final me decido por un look
informal, blue jeans, una camisola blanca con apliques bordados en
color rosa pálido, beige y bordó, y un saco de picos tejido. Y lo
combino con botas bajas. El pelo me lo dejo suelto, ya me ha
crecido y me llega por debajo de los hombros. Me aplico un poco de
color en las mejillas y labial rosa claro en los labios.
«Envíame una selfie, quiero verte». Me escribe Mare por
WhatsApp.
Hago una mueca.
No soy de tomarme fotos, mucho menos selfies, pero haré lo que
sea para animarla. La pérdida del bebé ha sido muy dura para ella,
estuvo encerrada en su habitación por dos semanas, apenas salía
de la cama para ducharse, y comía muy poco. Simon estaba
desesperado, no sabía qué hacer. Yo le aconsejé que no la
presionara, pero él no soportaba verla tan mal. Yo tampoco. Hablé
con los dos y le conté que había perdido un bebé en el accidente,
les dije que sabía lo difícil que era y que entendía su duelo. Los dos
se mostraron sorprendidos y a la vez comprendieron porqué estuve
tan ausente durante tanto tiempo. Les sugerí que buscaran ayuda,
que contar con la guía de Adele me sirvió para superar muchas
cosas. Ambos estuvieron de acuerdo con intentarlo. Hablé con
Mauren y ella me recomendó a una terapeuta de su confianza. Un
par de días después, asistieron a la primera sesión y decidieron
continuar con la terapia.
Espero los ayude.
Me tomo la dichosa selfie y se la envío. La respuesta llega al
instante.
«Te ves preciosa, pero debes cambiarte. Lo más seguro es
que Nathan te lleve a un sitio elegante. Es un día especial,
¿no?»
«Él me dijo que lo que eligiera estaría bien. No voy a cambiarme,
ya no tengo tiempo».
«No puedo creer que no te diera alguna pista».
«Lo intenté, pero no soltó prenda».
«Bueno, espero que pasen una bonita noche, que termine en
una cama con sexo caliente».
«¡Mare!»
«Creo que ya es hora, mujer. No te prives más. Ni a él
tampoco. Creo que te ha demostrado que lo merece».
Pienso en lo que dijo y debo estar de acuerdo, Nathan ha sido
maravilloso conmigo, paciente y comprensivo. Sé que no es fácil
para él contenerse, me doy cuenta cuando nos estamos besando,
pero ni una sola vez me ha presionado para que tengamos
relaciones. En las últimas semanas, hemos tenido muchas sesiones
de besos ardientes en todas partes, en mi sofá, en mi cocina, en su
auto, en el ascensor… Nos besamos todo el tiempo. Tan solo con
recordarlo me excito. Pensar en Nathan me excita. Hace un rato,
mientras me duchaba, no podía dejar de traerlo a mi memoria y me
dejé llevar por mi imaginación. Simulé que mis manos eran las
suyas, que era él quien me acariciaba… Una recorrió mis pechos,
pellizcó mis pezones, que se endurecieron bajo su toque, con la otra
me froté el clítoris, moviendo mi dedo pulgar en pequeños círculos
hasta a que el cuarto de baño se llenó de gemidos y de súplicas que
llevaban su nombre grabado. Y no ha sido la primera vez, en más
de una oportunidad, después de que me despido de él y cierro la
puerta, voy a mi habitación y libero todo el deseo no consumado que
acumulo cuando nos besamos. Pero ya no está siendo suficiente,
estoy llegando a ese momento en el que me dejaré llevar y no habrá
vuelta atrás.
«Sí, creo que tienes razón».
«¡OMG! ¡Mis oraciones han sido escuchadas! Dime que te
has preparado, que no tienes una bestia peluda entre las
piernas».
¡Se pasó! Mare es incorregible.
«¡Estás loca! Hablamos después, te quiero. Besos a Simon».
«Espero que sea un sí. También te quiero. Cómete a ese
bombón despacito y sin remordimiento».
Sonrío leyendo el mensaje, pero no lo respondo.
Son las 6:50 p.m. Nathan dijo que vendría por mí a las siete y él
es muy puntual. Busco un bolso junto con mi abrigo y me voy a la
sala. Conociéndolo, subirá a buscarme, es lo que hace siempre,
creo que por los besos en el ascensor. Salimos siempre que
podemos, y hemos tenido largas conversaciones en las que me ha
dicho muchas cosas de su vida.
Conocí a su hermana Annette por fotografías, tiene diecisiete
años y vive en Milán con su madre. Sus ojos son idénticos a los de
Nathan, los heredaron de su padre, Louis Müller. Me contó que
falleció hace seis meses y que lo conoció cuando él tenía quince
años. Su madre le ocultó su identidad y apenas supo quién era
cuando encontró un diario donde ella escribió su historia con él. Su
padre era mucho mayor que su madre, la amaba, pero ella a él no,
solo le interesaba su dinero. Louis no sabía que ella estaba
embarazada cuando se fue robándole una gran suma de dinero y
varias joyas, se cambió el nombre y se mudó a Múnich para que no
la hallara. Cuando Nathan supo todo, huyó de casa de su madre y
buscó a su padre, quien lo aceptó como su hijo al ver el parecido
con él. Su infancia con su madre fue muy dura, rodeada de vicios,
desatención y maltratos, por eso decidió marcharse esperando que
su padre le ofreciera una vida mejor. Y así fue, le dio su apellido,
estudios y un hogar en Milán. Se graduó de Diseño y Arquitectura
en la University of Pavia, motivado por su padre quien era
propietario y fundador de una de las empresas de construcción más
importantes de Italia.
Dos años después de irse a vivir con él, su madre fue apresada
por prostitución y posesión de drogas y sentenciada a pasar diez
años en prisión. Salió en libertad ocho años después. Buscó a
Nathan y le pidió perdón, él la perdonó y le dio una oportunidad de
corregir sus errores, pero eventualmente volvió a consumir drogas y,
desde entonces, ha entrado y salido de rehabilitación una y otra vez
recurriendo siempre a él. Por eso se fue la noche de la cena de
Acción de Gracias, porque su madre se metió en problemas y fue
detenida. Voló a Múnich y la ayudó a salir, pero le dijo que sería la
última vez.
Me conmovió escuchar su historia, no imaginaba que había
tenido una vida tan dura.
Escucho el timbre y me da un vuelco el corazón.
¡Ha llegado!
Le abro y sonrío conteniéndome de lanzarme a sus brazos, no
quiero actuar como una loca atacándolo cuando apenas nos vimos
ayer. Se ve muy apuesto, como siempre. Viste una camiseta
unicolor y una cazadora de cuero.
—Hola, mia bella[10]. —Se acerca y me besa cogiéndome por la
cintura. Y yo encantada le regreso el beso.
—Te he pintado. —Le limpio el labial que le marcó los labios y él
sonríe.
—¿Nos vamos?
—Sí, déjame ir por las cosas.
Busco mi bolso y mi abrigo y salgo a su encuentro. Nathan me
sujeta la mano y caminamos juntos hasta el ascenso, que abre sus
puertas un momento después que presionara el botón de llamado.
Está vacío, por lo que él no pierde un segundo en envolverme entre
sus brazos y besarme con pasión, tomando cada momento que
pueda antes de que deba conducir. Pero en el tercer piso nos
separamos porque el aparato se detiene. Alguien va a subir. Cuando
las puertas se abren, descubro con desazón que se trata de nada
más y nada menos que Ida, la mujer que estaba con él en el lobby
aquella noche. No nos habíamos cruzado antes, me he preguntado
varias veces si se había mudado, pero ahora veo que sigue viviendo
aquí.
Ella mira a Nathan y luego a mí sin poder ocultar su sorpresa.
Pero de todas formas sube al ascensor y presiona el botón de la
planta baja como si nada, sin pronunciar ni una palabra. Su perfume
inunda la cabina, es dulce y afrutado. La forma que viste es muy
sugerente: falda corta, ajustada, un top que no le cubre todo el
vientre y tacones altos. Al lado de ella parezco una monja, de
seguro Nathan estará pensando lo mismo.
Lo observo de soslayo y lo veo mirándome, no a ella, a mí. Hay
una disculpa en sus ojos. Cambio mi peso de una pierna a otra,
incómoda. No quiero estar aquí, es una situación muy desagradable.
Es difícil no pensar en todo lo que ella representa en su vida,
aunque él me haya dicho que forma parte de su pasado. No puedo
evitar preguntarme si en verdad lo es.
¿Añora tener sexo cuando y con quien quiera?
Al llegar a la planta baja, Ida sale dejando sonar sus tacones
contra el lustrado piso de granito del lobby y batiendo las caderas
con un exagerado andar sexual como un espectáculo para Nathan.
Uno que él se ha perdido porque no la estaba mirando, toda su
atención es para mí, no me ha quitado los ojos de encima. Puedo
sentir cuando me mira. Pero igual estoy molesta, me consumen los
celos, no soporto recordarlo con ella.
—Mírame, Evelyn. —Me pide parándose frente de mí—. Mia
bella, mi principessa[11] —susurra acariciándome la cara. Lo miro y
veo en sus ojos preocupación—. Te aseguro que no hay otra mujer
con la que desee estar más que contigo. Ojalá pudiera
demostrártelo, pero solo puedo esperar que confíes en mi palabra.
—No es desconfianza lo que siento, son celos —admito apenada,
los celos son señal de inseguridad y no me siento orgullosa de
sentirme así.
—En ese caso, solo hay una cosa que puedo hacer. —Me acerca
a él y me besa duro, con arrebato y excitación. Y de la misma
manera que inició el beso, lo termina, dejándome con ganas de más
—. Para que recuerdes que mi pasión pertenece solo a ti. —
Después me coge la mano y me lleva fuera del ascensor.
Una vez en su auto, conduce durante veinte minutos hasta llegar
al estacionamiento de un bar llamado Inspiration, su nombre está
anunciado con luces de neón color rosa.
Nos bajamos y caminamos de la mano hasta la entrada. Antes de
llegar a la puerta, alguien la abre por nosotros desde el interior,
saluda a Nathan con un asentimiento y a mí diciendo: «buenas
noches, señorita».
Le regreso el saludo y avanzo de la mano de Nathan al interior
quedando boquiabierta cuando descubro lo que es ese lugar.
—¡Oh, Dios! Esto es increíble —digo emocionada. Es justo lo que
había imaginado, siempre pensé en un lugar que combinara arte,
música y gastronomía. Es simplemente perfecto. Apenas con poner
un pie dentro, notas que es un sitio único. Al fondo de un amplio
salón, se encuentra un escenario donde veo a un músico tocando el
saxofón al ritmo de Feeling Good, de Nina Simon. La pared de
detrás del escenario es una gran muestra de arte callejero similar al
que se puede ver en los muros de mi amado Schanze. Y en el resto
están expuestas distintas pinturas. En un rincón, veo el área de bar.
Y en el centro del salón, hay mesas y sillas estilo vintage muy
coloridas y distintas una de la otra. La iluminación la proveen
pequeñas bombillas de filamentos que cuelgan de las vigas del
techo, dándole un aspecto romántico y bohemio al lugar.
—Me encanta, es precioso. No puedo creer que hicieras todo
esto. Es justo como te lo describí. —Lo abrazo y lo beso en los
labios con agradecimiento y felicidad. Estoy tan emocionada y
sorprendida que podría gritar.
—Me complace que te guste.
—¿Gustarme? Estoy eufórica. No sé cómo lograste hacerlo en
tan poco tiempo. —La sonrisa se mantiene en mi cara.
—Tú me inspiraste —responde con emoción, le brilla en los ojos.
Y yo no puedo sentirme más afortunada de tenerlo a mi lado. Cada
día me conquista un poco más. Si mi corazón no estuviera
comprometido, lo amaría—. Es un regalo para ti.
—¿Qué? No, esto es demasiado, Nathan. Debiste gastar una
fortuna. Es mucho más que un regalo, es una gran responsabilidad
y no sé si pueda hacerme cargo.
—No lo harías sola, podemos contratar gente para que lo
administre.
—¿Y si somos socios? —propongo mordiéndome la esquina del
labio.
—Si eso quieres. —Hace un movimiento de hombros.
—Sí.
—Entonces tenemos un trato. —Toma mi mano y me atrae a él y
me sujeta por la cintura, logrando que estemos muy juntos—.
Debemos sellar nuestro acuerdo —propone en tono seductor antes
de unir nuestros labios en un beso provocador que me deja tonta.
Cada vez que nos besamos, él se convierte en todo lo que quiero,
en todo lo que necesito.
Capítulo 11
El corazón me late deprisa cuando escucho a Nathan
cantándome al oído la canción que interpreta el músico. Y mientras
lo hace, me guía en un baile suave que sigue el ritmo de la música.
No tenía idea de que su voz podía ser más sexy, pero me ha
demostrado que es posible. Escucharlo cantar no solo es sensual,
también excitante. Mis bragas mojadas pueden probarlo.

Solo tú puedes hacer todo este cambio en mí.


Es verdad, eres mi destino.
Cuando tomas mi mano,
Entiendo la magia que haces
Tú eres mi sueño hecho realidad.
La única y solo tú[12].

Cuando termina de pronunciar la última palabra, me besa en los


labios con un roce tierno que me derrite el corazón. Es tan dulce,
romántico y apasionado que está consiguiendo ganarse mi afecto a
pasos agigantados.
—Vamos, hay algo más que quiero mostrarte. —Entrelaza
nuestros dedos y me lleva a una sala vip, a la que llegamos
subiendo un juego de escaleras detrás del bar. Me encanta el estilo
art deco de su diseño. Cuenta con dos espacios definidos, un área
de reunión con sofás modernos, y un área para comer con varias
mesas. Una de ellas está decorada con velas. Y junto hay una
hielera con una botella de champán y dos copas de cristal.
—Esto es tan lindo. Me encanta que se pueda ver todo desde
aquí —digo al acercarme al panel de vidrio que da al salón principal.
—Y lo mejor es que nadie puede vernos desde afuera —me
abraza por la espalda—, que puedo besarte cuando lo desee. —Me
aparta el pelo y me besa el cuello, dejando una huella de calor en mi
piel. Pero no lo lleva más lejos de ahí, para mi decepción. Se separa
de mí, se acerca a la mesa y descorcha el vino, sirve dos copas y
regresa conmigo. No pude dejar de mirarlo, mi atracción por él es
cada vez más fuerte, como también lo es mi deseo. Es casi doloroso
tenerlo y no tenerlo, es como mostrarle un banquete a un
hambriento y decirle que no puede comer.
Me mojo los labios cuando me entrega mi copa. Alza la suya y
eleva un brindis en mi honor. Yo elevo la mía y brindo por nosotros.
Y hacemos chocar los cristales antes de beber.
—¿Quieres un poco más? —Me ofrece cuando la dejo vacía.
Te quiero a ti.
—Sí, por favor. —Él sirve otra ronda y brindamos por Inspiration
en esta ocasión.
—Hora de la cena —musita cuando alguien toca a la puerta—.
¡Adelante! —dice alzando la voz lo suficiente para ser oído y al
instante un mesonero entra empujando un carrito, nos saluda con
formalidad y se va tras dejar los platos en la mesa.
Nathan me aparta la silla y me invita a sentarme. Tomo asiento y
después él rodea la mesa y se ubica delante de mí.
—Es una variación de la receta tradicional de Ratatouille —
comenta destapando los platos.
—¡Umm! Huele bien. —Degusto su sabor y la textura y lo
encuentro delicioso—. Y está muy rico, me gusta.
Nathan rellena nuestras copas por tercera vez y comemos
escuchando la melodía interpretada en el saxofón, que suena a
través de los altavoces. Todo esto es muy romántico, me ha
sorprendido.
Mi plato queda casi vacío no mucho después, estaba a pedir de
boca. Igual que el exquisito tiramisú que me sirvió de postre. No
dejé ni las migas.
—Ven conmigo, hay otro lugar al que quiero llevarte. —Me dice
cuando hemos terminado.
—¿Otro lugar? —Enarco las cejas.
—Sí —responde con un guiño y bajamos de vuelta al salón. Nos
acercamos al escenario donde el músico sigue tocando con
maestría una nueva pieza de jazz que no reconozco y que suena
muy bien. Es un hombre mayor, moreno, alto y delgado.
—Maravilloso —exclamo aplaudiéndolo cuando concluye.
—Ha hecho un trabajo excelente, señor Johann. —Lo felicita
Nathan complacido acercándose a él conmigo a su lado—. Ella es
Evelyn, la formidable mujer de la que tanto le hablé. —Me presenta
con orgullo.
—Johann Schulz, para servirle. —Hace una reverencia—. El
señor Müller me ha dicho que es seguidora de la música jazz —Las
comisuras de sus ojos se arrugan cuando me sonríe.
—Sí, la amo. Es usted un gran músico, espero volver a tener el
placer de escucharlo.
—Gracias, señorita, el placer ha sido mío. Con todo gusto tocaré
de nuevo para ustedes. —Mantiene la sonrisa.
—Lo llamaré para la inauguración —acuerda Nathan.
—Aquí estaré, han creado un lugar como ninguno, estoy seguro
de que se hará muy popular.
—Confío que sí. —Le responde él asintiendo—. Discúlpame un
momento, bellisima[13], iré a hablar con el encargado un momento. —
Me besa la mano y se aleja dejándome con Johann. Mientras
espero, compartimos una charla amena de música hasta que
Nathan vuelve no mucho después. Nos despedimos de él y salimos
del local caminando rápido hacia el auto, la temperatura ha
descendido algunos grados desde que llegamos y dejamos los
abrigos en el vehículo.
Durante el viaje al segundo destino misterioso de esta noche,
hablamos de Inspiration y acordamos inaugurarlo en un mes,
necesito contratar personal y encontrar a alguien que lo administre.
Estuve tan entretenida que no noté el momento en el que entramos
al sótano de un edificio, apenas me fijé cuando Nathan detuvo el
auto.
Espero a que me abra la puerta, como ha pedido, y subimos de la
mano al ascensor hasta la última planta del edificio. Al llegar,
descendemos a un espacio amplio de concepto abierto, muy
elegante, que combina elementos modernos y clásicos, con
presencia de colores oscuros en los muebles y las alfombras
haciéndolo contrastar con el piso de madera blanco. A la derecha,
se encuentra la sala principal, y a la izquierda, el comedor y una
cocina moderna, con gabinetes blancos y electrodomésticos de
acero.
—¿Qué te parece? ¿Te gusta? —pregunta Nathan a mi lado.
—Sí, es impresionante —respondo detallándolo todo. Las vistas
que ofrece a través de los paneles de vidrio de suelo a techo, que
abarca toda la fachada, son extraordinarias.
—Lo he diseñado yo.
—¿Este piso? —Lo miro por encima del hombro.
—Todo el edificio.
—¡Guao! Tienes un enorme talento.
—Sí, soy el mejor arquitecto del puto mundo —bromea riendo,
una de las cosas que más me gusta de él, su risa.
Intentaré hacerlo reír más seguido
—Me he mudado aquí hoy.
—¿Sí? ¡Qué gran noticia! Ya era tiempo, no me gustaba que
vivieras en un hotel.
—Sí, quería un lugar al que pudiera traerte. —Eleva nuestras
manos unidas y me besa en el dorso—. Veamos el resto.
Subimos las escaleras que se encuentran a un lado de la cocina
y me muestra su oficina, un espacio de tamaño regular, con un
escritorio moderno y un cómodo sillón reclinable con tapizado de
cuero negro. La pared frontal es un gran panel de vidrio de suelo a
techo igual a lo que vi en la sala. La izquierda, está ocupada por
completo por una biblioteca de madera pintada en blanco. Y la
derecha se encuentra desnuda.
—Planeo colgar en esa pared una obra de una gran artista local
que conozco. Quiero algo exclusivo —dice insinuante.
—No he pintado más y no sé si pueda—murmuro frunciendo los
labios.
—Estoy seguro de que sí podrás. Todas tus pinturas son
sorprendentes, tienen sentimiento, vibran en color y energía. Tus
manos son mágicas, conviertes algo simple como una sonrisa en
una obra maestra. Plasmas con maestría el mundo como nadie más
lo ve. Y un talento como el tuyo no puede permanecer dormido,
bellisima.
—Gracias por tan lindas palabras, Nathan —digo sonriéndole, es
grato saber que piensa así de mi arte.
Salimos de la oficina y pasamos a la siguiente habitación, su
habitación, un espacio amplio, austero y moderno. Una gran cama
king size se sitúa a un lado de los ventanales de suelo a techo que,
igual que en la oficina, ocupan toda esa pared. Los colores de las
sábanas y la decoración conservan similitud con el monocromático
del resto. Cerca del ventanal, veo un sofá orejero moderno con
tapizado negro.
—Creo que ahí también iría bien un cuadro —comento señalando
el espacio desnudo sobre la cama.
—Estoy de acuerdo —asiente—. El resto de los muebles llegará
mañana, quería que estuviera listo antes de traerte, pero hubo
algunos problemas y no fue posible.
—Me gusta lo que veo, es sobrio y de buen gusto.
—A mí también me gusta lo que veo —pronuncia seductor,
atrayéndome a él por la cintura. Sus labios capturan los míos y me
besa deseoso, como si lo hubiera estado esperando por siempre.
Me preguntaba cuando iba a hacerlo.
Le rodeo el cuello y me fundo sobre él correspondiendo a su
arrebato. Nuestras lenguas se encuentran y se rozan rítmicamente.
Siento calor en mi sexo, una ardiente necesidad de obtener la
misma atención que le da a mi boca.
Tomo un puñado de su cabello en mi mano y profundizo el beso
dándole rienda suelta a la pasión. Hago descender mi otra mano en
un viaje lento que inicia en su cuello y culmina en la pretina de sus
jeans, y me atrevo a levantarle la camiseta para tocarle el costado
del torso. Su piel es suave, cálida y tersa. Estaría encantada de
verlo sin ropa, de tocarlo y besarlo también. Deslizo suavemente mi
mano hacia arriba y encuentro uno de sus pectorales, firme y
demarcado. Sé que se ejercita a diario. Debe ser excitante verlo
mientras fortalece sus músculos.
—Evelyn. —Lo escucho murmurar con voz gutural. Lo sigo
tocando a placer y él me besa febrilmente, incitado por mis caricias.
Estoy tentada a desvestirlo, deseo tener la libertad de recorrer cada
ondulación de su abdomen y su pecho, besarlo y saborear su piel.
La imagen llega a mi mente y crece en mí el deseo. Ya no es
suficiente, quiero más, y sé que él también. Rompo el beso para
mirarlo, trasmitiéndole sin palabras lo que anhelo. Y reconocimiento
llena sus ojos.
¡Sabe lo que quiero y que lo quiero ahora!
Volvemos a juntar nuestros labios y, entre pausas, nos quitamos
la ropa el uno al otro, ansiosos, sin pudor, pasionales… He
imaginado tantas veces este momento que me resulta irreal, puede
que lo sea, que esté soñando. Pero la forma en la que las palmas de
mis manos se funden con su piel no se siente como una fantasía. Y
así de ciertas son también sus caricias, suaves como la pluma y
ardientes como un rayo de Sol.
Toda mi ropa termina desperdigada en el suelo, también la suya,
y yacemos desnudos, cuerpo contra cuerpo, piel sobre piel,
devorándonos la boca como jamás lo habíamos hecho. Me dejo
llevar por él a la cama, aterrizando mi espalda sobre un colchón
suave y firme. Sus ojos me recorren lentamente viéndome desnuda
por primera vez, con fascinación y deseo, haciéndome sentir
sensual y preciosa. También lo miro, detallando cada ondulación de
su cuerpo tallado como el de las esculturas, aunque mejor porque él
existe. Se me seca la garganta cuando llego a sus caderas, a esa
línea profunda que marca una “V” que apunta hacia su hombría.
Firme, robusta y de un tamaño generoso.
Lo veo subirse a la cama y el corazón se me acelera.
¡Llegó el momento!
¡Va a pasar!
Estoy tan nerviosa que podría gritar.
¿Y si lo hago mal? ¿Y si no estoy lista?
Mis dudas se desvanecen cuando viene sobre mí. Apoya las
rodillas y las manos en el colchón evitando aplastarme. Y me besa
con ansias, famélico, dominado por el deseo, por la feroz necesidad
de hacerse uno conmigo. Lo sé porque me siento igual. Le rodeo el
cuello y lo atraigo hacia mí queriéndolo más cerca. Mis pezones le
rozan los pectorales y se me endurecen. Estoy tan sensible que al
menor toque mi piel reacciona.
Sus labios hacen su camino a mis senos. Succiona la dura
aureola rosa y envuelve mi otro pecho con su mano. Encaja en su
palma. Jadeo cuando succiona otra vez.
Se siente bien, muy muy bien. ¡Deliro!
Su camino continúa en descenso al dulce lugar que lo espera
ansioso. Vuelvo a jadear y esta vez digo su nombre. Me está
devorando como a una fruta, bebiendo de mí como un sediento que
no se sacia. Y floto en el aire, como un globo lleno de aire caliente.
La sensación es abrumadora, apenas puedo resistirlo.
Su lengua me penetra entre los labios y estimula mi nudo de
nervios enloqueciéndome. Sigo subiendo, más, más, más… Y
desciendo en picada cuando encuentro mi final en su boca.
—Mi dulce, dulce Evelyn —murmura con una mirada ardiente,
arrodillado entre mis piernas.
Me muerdo la esquina del labio mirándolo, su miembro se alza
firme entre sus muslos, suave y rosado, diseñado para el placer. Lo
quiero en mí, llenándome. Él lo sabe y no va a hacerme esperar. Se
pone un preservativo y se me dispara el corazón, retumba tan fuerte
que apenas respiro.
Inhalo lento y exhalo buscando calma. No quiero arruinarlo, estoy
preparada, no hay culpas ni arrepentimientos. Decidí abrazar el
presente, con él.
—Te encontré, al fin te hallé —pronuncia con cadencia y,
mirándome fijo a los ojos, se une a mí con lentitud esperando que
me ajuste a su tamaño antes de moverse. Solo entonces, lleva sus
manos a mis caderas y me embiste una y otra vez, haciéndome
jadear como posesa.
Me llena tan bien. Se siente tan bien…
Sus movimientos son rítmicos, entra y sale de mí rápido, duro,
sumergiéndome en un mar profundo de placer del que no deseo
emerger. Siempre pensé que Nathan era un buen amante, pero no
tenía idea de cuán bueno. No voy a compararlo porque sería injusto,
como espero que él no lo esté haciendo conmigo.
—Nunca… Nadie… Más —dice respirando forzosamente. Elevo
la pelvis consiguiendo que me penetre más hondo, y un sonido
gutural escapa de su garganta. Sus movimientos no cesan, solo se
hacen más lentos mientras me acaricia el clítoris con su dedo pulgar
llevándome al borde de la locura—. No te vengas todavía, lo
haremos juntos, mia bella. —Me pide con voz grave y los ojos
brillantes, manteniendo el ritmo que me acerca cada vez más al
final.
Asiento tragando saliva, aunque no sé si pueda aguantar.
—No puedo, Nathan. Yo… Yo…
—Lo sé, lo sé —susurra penetrándome de lleno, haciéndose
sentir tan dentro de mí que me roba el aliento.
Me aferro a sus brazos mientras empuja dentro y fuera de mí. Mis
uñas se clavan en su carne y de mi boca salen gemidos de
complacencia, envuelta en delirio, entregada al placer… Y cuando
siento que ya no resisto más, lo escucho aullar mi nombre y me
libero con él, en un acto de intimidad y entrega que nos convierte en
más, en algo que jamás imaginé.
Estoy con él, a solas con él.

Capítulo 12
Lo tomo del rostro y lo atraigo a mí por un beso. Le rozo los
labios y le succiono el inferior propiciando un beso apasionado.
Nuestras lenguas se encuentran y danzan entre ellas, codiciosas,
queriendo más cada vez. Cruzo mis piernas alrededor de sus
caderas y me muevo debajo de él, haciéndole saber lo que quiero.
Me pide un momento para tomar otro preservativo y le digo que lo
olvide, que estoy en control prenatal y que confío en que está limpio.
Asiente con la mirada encendida. Entrelaza nuestros dedos y sube
mis manos por encima de mi cabeza. Y dejando caer parte de su
peso encima de mí, me penetra de súbito, carne con carne, sin la
molestia del látex limitándonos. Nunca me gustó usar preservativo.
Los dos nos movemos rítmicamente, él empuja y yo respondo,
sincronizados.
—Pertenezco a ti, todo mi ser es tuyo desde hoy y por siempre,
Evelyn —pronuncia con la respiración agitada. Sus embates son
cada vez más rápidos, mueve las caderas como si bailara dentro de
mí, un baile erótico y lleno de lujuria. Y yo le sigo el paso al ritmo
que él me toca. La música proviene de mis gemidos y de sus
gruñidos, que se intensifican cuando nos dejamos ir juntos,
coincidiendo una vez más.
Cuando nuestras voces se apagan, Nathan se tumba a mi lado,
me atrae a su pecho y me besa en la cima de mi cabeza. Apoyo mi
cara en su pecho y envuelvo una de mis piernas entre las suyas
sintiéndome muy a gusto junto a él. Me acaricia la espalda y me
besa en la sien.
—¿Quieres ducharte o tomar un baño?
—¿Contigo? —pregunto nerviosa, lo que es ridículo después de
lo que acabamos de hacer.
—Como quieras, mia bella. Tú pones las reglas —responde
pacífico, manteniendo la caricia en mi espalda.
—Me gustaría una ducha, pero aún no, quiero estar aquí contigo
un poco más.
—Quédate todo lo que quieras.
Lo miro y veo que sonríe. Lo beso en los labios y suspiro entre
sus brazos, feliz y aliviada de que resultara tan bien. Me preocupaba
que no pudiera estar con Nathan, que me invadiera el pánico o las
dudas, pero no ha sido así y me siento orgullosa.
Permanezco un buen rato en la cama con él, pero me vienen
ganas de hacer pis y le digo que ya quiero tomar esa ducha. Nathan
asiente y se levanta de la cama para buscarme una toalla, desnudo
en toda su gloria. Y se me alborotan las hormonas. Es tan sexy que
es imposible no calentarse. Y más después de comprobar lo buen
amante que es. Se nota que es experimentado, eso que hizo con su
lengua entre mis labios fue… sublime. Y esos movimientos de
cadera…
¡Ay!, mejor dejo de recordarlo o lo traeré de vuelta a la cama por
otra ronda de increíble sexo.
Cuando está de regreso, veo que se ha puesto un boxer y que ha
traído un albornoz para mí. Me lo entrega y recoge mi ropa del suelo
mientras yo me cubro con la bata.
—¿Te quedarás conmigo esta noche? —Me pregunta con una
mirada expectante. Y el corazón se me acelera. Le digo que sí y la
sonrisa que aparece en su cara se roba un trozo de mi corazón.
Estoy cayendo muy profundo por él. Tan mal—. Ven, te mostraré
donde está el baño.
Lo sigo viendo hipnotizada su contorneado trasero ajustado a la
tela de algodón del boxer. Quiero llevar mis manos a sus glúteos y
apretarlos. Deseo más también. Apenas tuve una probada de él, no
he cumplido ni la mitad de mis fantasías, pero lo nuestro apenas
comienza, ya tendré oportunidad de hacerlas realidad.
Nathan me abre la puerta del baño y me señala que el armario
queda al fondo del pasillo, que puedo elegir lo que quiera para
dormir. Pondero si decirle que es bienvenido a venir conmigo, pero
al final no digo nada y solo entro. Cierro la puerta detrás de mí y veo
con buen agrado el precioso baño, amplio y lujoso, de pisos en
tonos arenas y azulejos oscuros. A la izquierda se encuentra una
lujosa y enorme tina. Y a la derecha la ducha rodeada de una
mampara transparente. Me quito el albornoz y lo cuelgo en el
toallero. Calibro los grifos y el agua comienza a caer como lluvia
sobre mí, tibia y deliciosa. Me enjabono y me lavo hasta sentirme
aseada. Ya duchada, me seco el cuerpo y el pelo usando otra toalla.
Las cuelgo en el toallero y me envuelvo con el albornoz para ir al
armario. Salgo y me dirijo al final del pasillo abriendo la puerta de un
armario impresionante, que huele a él, a su perfume. Hay tantas
puertas y cajones que no sé por cuál iniciar.
—Las camisetas están a la derecha, tercera puerta —dice detrás
de mí. Y ahogo un grito, no lo escuché venir—. Lo siento, no quería
asustarte.
—No pasa nada —murmuro sonriéndole. Abro la puerta que me
indicó y veo al menos treinta camisetas colgadas en perchas,
organizadas por color, de oscuro a claro, del mismo modo que Jake
lo hacía. Pero es lo normal, no debo hacer esa comparación ni
ninguna otra. Escojo una gris claro y me quito el albornoz para
ponerme la camiseta sabiendo que él me está mirando. Es
excitante. Me doy la vuelta y camino hacia él viendo en sus ojos el
deseo que le he despertado.
—Eres una pequeña traviesa —sonríe.
—¿Y te gusta que lo sea? —ronroneo juguetona rodeándole el
cuello.
Él me toma de la cintura haciéndose sentir. Está duro otra vez.
—¿Tú que piensas?
—Que sí. —Deslizo mis manos sobre su pecho y lo acaricio
sintiendo su piel en mis palmas. Le beso los labios con un toque
suave, luego la barbilla, el hombro, y voy repartiendo besos por todo
su pecho, un pectoral, el otro. Le recorro el abdomen con lamidas,
probándolo, y termino de rodillas a sus pies. Le bajo el boxer y
envuelvo su miembro con mi boca dándole placer como él me lo dio
a mí. Lo chupo como a una piruleta animada con los gruñidos que
salen de sus labios. Le acaricio el escroto y siento como se pone
más duro.
—Evelyn, estoy cerca —advierte para que me aparte, pero no me
detengo, no paro hasta que se derrama en mi boca clamando mi
nombre—. Esa boca tuya. —Me ayuda a levantar y me besa sin
importarle probarse en mis labios—. Podemos hacer esto toda la
noche sin que tenga suficiente —dice alzándome en vilo.
Envuelvo mis piernas alrededor de su cintura y arqueo una ceja.
—¿Otra vez?
—¡Joder, sí! —Me empuja contra la pared y me folla duro,
poseído por la lujuria, insaciable, intenso… Su pasión es
demoledora, me rompe en mil pedazos y me vuelve a unir. Vez tras
vez. No quiero que acabe y al mismo tiempo lo deseo. Viajo en el
bucle de una gran ola, que crece segundo a segundo, haciéndose
imparable—. Sei la mia vita[14]. —Lo escucho decir antes de dejarse
ir dentro de mí.
Salimos del armario y pasamos al baño. Nathan prepara la tina y
nos metemos juntos cuando está llena. Recargo mi espalda contra
su pecho y disfruto del agua cálida que consigue relajar cada
músculo de mi cuerpo. Y ahí permanecemos hasta que cubro un
bostezo con mi mano y Nathan decide llevarme a la cama. Se
levanta y sale de la tina. Toma una toalla, se seca el cuerpo y la
cuelga en sus caderas.
¡Qué espectáculo de hombre! ¡Es divino!
Se acerca con una toalla para mí y me envuelve con ella cuando
me pone en pie. Me alza en sus brazos y me ayuda a secar cuando
estoy fuera. Después va por su camiseta, la que dejé en el armario,
me ayuda a ponérmela y me lleva a la cama.
—Descansa, principessa —susurra dejando un beso en mis
labios.
—¿A dónde vas? —Le pregunto cuando veo que se aleja.
—Por agua.
—No tardes —murmuro somnolienta y me dejo vencer por el
sueño, pero noto cuando Nathan vuelve y me acurruco a su lado
volviendo a dormirme.
Cuando despierto en la mañana, me encuentro sola en la cama,
la habitación está oscura, pero ya debe ser de día, siento que dormí
muchísimo. Me levanto y lo primero que hago es ir al baño. Sonrío al
ver la notita que me dejó en el espejo: «¡Te espero en la cocina,
bellisima!».
Orino y me aseo los dientes con un cepillo nuevo que me dejó
junto al lavabo antes de reunirme con él en la cocina.
—Buenos días, mia bella. —Me saluda volteándose a mirarme
cuando me siente llegar. Usa pantalones sueltos oscuros y una
camiseta blanca sin mangas. El cabello se le ve desordenado de
una manera sexy. Todo él es sexy. El recuerdo de lo que hicimos
anoche está tan fresco en mi mente que entro en calor, pero trato de
disimular, Nathan va a pensar que soy adicta al sexo… ¡Aunque
podría serlo!
—Buenos días —respondo sonriéndole. Y me siento en un
taburete detrás de la isla, no quiero distraerlo acercándome a él—.
¿Qué hora es?
—Mediodía, no quise despertarte antes.
—¡Dios, dormí muchísimo! ¿Y no tenías una reunión hoy?
—La cancelé, no era tan importante. —Apaga la estufa y sirve el
desayuno, que consiste en salchichas, pan, huevos y queso.
Además de cereal, café y zumo de naranja. Pone todo delante de mí
y se sienta a mi lado cuando se sirve él.
—Está rico, cocinas muy bien. —Lo halago encantada. Es bueno
que uno de los dos cocine, a mí no se me da muy bien y tampoco
me gusta.
—Soy el paquete completo. —Me muestra un guiño.
Es verdad, él tiene todo lo que una mujer puede desear.
—¡Qué afortunada soy! —Uso un tono satírico, pero lo digo en
serio. Encontrarlo ha sido una bendición.
—Mare te estuvo llamando, se comunicó conmigo porque no le
respondías.
—¿Pasó algo? ¿Está todo bien?
—No pasó nada, solo quería hablar contigo.
—¡Ah!, seguro quería cotillear. ¿Y qué le dijiste?
—Que estabas dormida —responde con una sonrisa que no
amerita explicación.
—Dime que no te interrogó. —La pregunta es necia, sé que lo
hizo.
—Le dije que tú la llamarías.
¡Ya la veo! Va a estar insoportable queriendo detalles, pero tendrá
que usar su imaginación porque no pienso decirle mucho.
—La llamaré después. Me disculpo por ella, sé lo impertinente
que puede ser mi cuñada. —Señalo poniendo los ojos en blanco.
—No le des importancia, no me ha molestado. Ahora come,
necesitas alimentarte después de anoche. —La sonrisa en su cara
es de pura picardía.
¡Me encanta!
Intento terminar todo lo que ha puesto en mi plato, pero es mucho
y dejo un poco de cada cosa. Cuando le digo que no puedo más,
recoge los platos y los lleva al lavavajillas. Parece bastante
ordenado, como él.
Odio cuando los comparo, no quiero hacerlo, ni pretendo que
Nathan se le parezca.
Un minuto después, viene hacia mí trayendo en la mano crema
batida en aerosol que sacó de la alacena, la deja en la isla y me
toma de la cintura pegándome a él.
—Hora del postre. —Sus labios capturan los míos y me besa
como si hubiera pasado una eternidad desde la última vez. Mi
cuerpo se enciende como si fuera pólvora y él fuego. Le rodeo el
cuello y me adhiero a él, sintiéndolo duro entre mis muslos. Sus
manos viajan hasta el dobladillo de su camiseta y me la quita,
desnudándome. Nathan toma la crema batida y la agita mirándome
lascivamente, cubre mis pezones con ella y los lame uno a uno,
causando que el fuego en mi sexo se avive más. Me muerdo el labio
cuando traza una línea descendente de crema hacia el sur. Con la
lengua, se come cada gramo, la desliza a través de mis piernas y
cubre mi pubis con la crema. Me sostengo de sus hombros cuando,
de rodillas en el suelo, me devora los labios hasta que no queda
nada, elevándome tres metros sobre el cielo.
—Voltéate y recuéstate sobre la isla. —Me pide con voz
encendida. Lo hago sin cuestionarlo, sé lo que quiere. Y mentiría si
dijera que yo no lo quiero—. Eres hermosa, Evelyn. Y tan perfecta…
—susurra deslizando sus manos en mi espalda con detenimiento,
grabando mi silueta en sus manos. Acaricia mis glúteos con
movimientos circulares y, con un dedo, me explora el ano—. Tan
apretado —dice excitado. Y se me para el corazón por un instante.
En eso no era lo que pensaba cuando dije que sabía lo que quería
—. No será hoy, no estás preparada —explica como si supiera que
debía hacerlo. Y me siento aliviada, nunca he tenido sexo por esa
parte, y no sé si lo quiera—. Joder, Evelyn. Se siente tan bien —
suscita cuando me embiste un segundo después, uniéndose a mí.
Le doy la razón, se siente bien, muuuuuuuy bien.
Me aferro a la isla mientras él me penetra llegando a lo más
profundo de mis entrañas, inundándome de placer. No recuerdo que
fuera así de intenso. Sus movimientos se hacen más consistentes
cerca del final, sus dedos están clavados en mis caderas mientras
se hunde tan hondo en mí que me deja sin aire. Una, otra, y otra
vez, hasta que ya no lo resisto. Su nombre se hace presente en mi
boca y me entrego a la abrumadora sensación que me regala el
orgasmo, mientras él sigue empujando dentro y fuera de mí sin
detenerse hasta que consigue su propio final.
Cuando todo ha acabado, se retira de mí y me abraza por la
espalda. Me besa el cuello y murmura con voz vibrante: «siempre a
solas contigo», una frase con gran significado, una declaración.
Capítulo 13
Nathan tuvo que salir de la ciudad esa misma noche por un
asunto de la empresa de su padre, han pasado ya dos días desde
que nos despedimos y lo extraño horrores, sus constantes viajes
son lo más duro de nuestra relación. Hablamos por teléfono, pero no
es igual que a tenerlo conmigo. Cuento las horas para verlo otra
vez. En su ausencia, me he sumergido en trabajo. Le dedico la
mañana a la galería y las tardes al bar que inauguraremos en un
mes. Mare fue conmigo a conocerlo y quedó encantada, el lugar es
hermoso y muy especial. Como también estuvo encantada con
saber que «¡Por fin!» tuvimos relaciones.
—Brandon está sufriendo mucho por ti, pero tú y Nathan estaban
destinados a ser. Se ven tan atractivos juntos, hacen una pareja
explosiva —comenta Mare mientras miramos lencería en una tienda.
Insistió tanto con que debía comprar ropa interior que me convenció.
Y tiene razón, la necesito ahora que mi relación con Nathan ha
escalado de nivel.
—Dios, tienes unas ocurrencias —digo riendo.
—No te hagas la tonta, que te vi la cara cuando me contaste que
te acostaste con él. Sé que fue super hot. No tienes de qué
avergonzarte, disfrutar del sexo es lo más normal de este mundo. Lo
anormal es no hacerlo. Yo me moriría si no tuviera orgasmos.
—¡Shh! Baja la voz. —Le riño apenada, entiendo que para ella
sea natural hablar de sexo, pero yo soy más discreta.
—Bueno. —Pone los ojos en blanco—. ¿Cuándo vuelve Nathan?
—Mañana, eso me dijo cuando hablamos hace un rato.
—Perfecto, entonces iremos los seis a la inauguración del pub de
mi amiga Caroline. Keira y Sebastian ya han confirmado. Y no me
vayas a salir con que no quieres ir, ya no tienes excusa.
—Sabes que no me gusta bailar.
—A ti no, pero tal vez a Nathan sí. Además, no tienes que bailar
si no quieres, se trata de salir y pasar un rato agradable con
nosotros.
—Está bien, le preguntaré esta noche cuando hablemos.
—Genial, seguro dirá que sí. Ahora enfoquémonos en la lencería,
y no me salgas con recatos que tienes un cuerpo precioso y debes
explotarlo. Este bodysuit se te verá muy bien, es super sexy. ¿Lo
llevas en negro o en rojo?
Veo la prenda e imagino a Nathan mirándome con ella puesta. Sé
que le gustará. Es muy reveladora, apenas hay tela en ese conjunto.
Está hecho de encaje con transparencias, solo cubre el busto y la
zona del pubis. Deja muy poco a la imaginación.
—Negro.
—Perfecto. ¿Y este? En blanco me parece ideal. —Me enseña un
conjunto de baby doll de encaje muy bonito.
—También lo llevo. —Y así pasamos un buen rato eligiendo
lencería sexy. Terminamos con ocho prendas para mí y cuatro para
Mare. Nunca había gastado tanto dinero en ropa interior, pero
merece la pena.
Al salir de la tienda, vamos por algo de comer y después Elliot me
deja en Inspiration, debo reunirme con uno de los candidatos a
encargado, el segundo que entrevistaré. El primero tenía
conocimiento mas no experiencia. Guardo las bolsas en la oficina y
espero en una de las mesas mientras llega. Quedamos a las tres,
son las dos cuarenta y cinco. Le escribo un mensaje a Nathan
diciéndole que ya estoy en el bar, pero sé que quizá no me
responda hasta la noche, pasa casi todo el día ocupado.
Gunther llega cinco minutos antes de la cita, viste casual, es bajo,
de piel tostada, ojos oscuros y lleva el cabello rapado, estilo militar.
Se presenta diciendo su nombre y me extiende la mano. Se la
estrecho y lo invito a sentarse. Y de inmediato comenzamos a
hablar del tema que nos concierne. Leí su curriculum y llamó mi
atención que fue encargado de un bar importante en Frankfurt, el
motivo de su renuncia fue personal. Le formulo algunas preguntas
que él responde a mi satisfacción. Y luego lo pongo al tanto de la
razón de ser de Inspiration, de cuáles son nuestras metas y
objetivos. Y él se muestra entusiasmado con ser parte del equipo
que le dará vida a la idea. Le comento de cuánta sería la paga y las
responsabilidades que debe asumir. Y él está de acuerdo con todo.
—Felicidades, Gunther. Has conseguido el puesto. —Le digo tras
terminar la entrevista. Me ha agradado mucho y creo que es ideal
para el trabajo.
—Muchas gracias por la oportunidad, señorita Decker. Sabré
apreciarla.
—Por favor, solo Evelyn.
—Está bien —sonríe.
—Me gustaría que iniciaras esta misma semana, hay mucho que
organizar antes de la apertura. ¿Te parece bien?
—Sí.
—Quiero que te encargues de todo y que me llames si necesitas
tomar alguna decisión importante. Vendré mañana para darte una
copia de la llave del local, a partir de ahí, estás a cargo.
—Perfecto.
Nos despedimos y quedamos en vernos mañana a la misma
hora. Lo veo salir y pido un taxi, que llega pronto y me lleva a casa.
Cuando me bajo del auto, escucho la voz de alguien que conozco
diciendo mi nombre.
Elise.
No quiero hablar con ella, pero es tiempo de hacerle frente, lo he
postergado durante mucho tiempo. Doy media vuelta y me
encuentro con el rostro severo de mi progenitora. Está de pie junto a
su Mercedes negro. Viste de forma elegante, como siempre. Blazer
rosa pálido, una falda lápiz del mismo tono y zapatos de tacón bajo
color piel. Su cabello está perfectamente recogido en un moño
elaborado y lleva maquillaje, suave pero notable.
Su mirada es desaprobatoria. Ya me observó de los pies a la
cabeza y está inconforme con mi apariencia. Para ella el exterior es
lo único que importa, siempre ha sido así y sé que nunca cambiará.
Dejé de esperar ese milagro hace mucho, mucho tiempo.
Respira, Eve.
Tomo una gran bocanada de aire y la libero lentamente antes de
reunirme con ella después de tanto tiempo. Nuestro último
encuentro fue una trampa y, en ese momento, no la dejé pronunciar
más de tres palabras.
—Tienes cinco minutos, no los desperdicies —digo plantándome
delante de ella.
—Evelyn Decker. —Su tono es de regaño—. Te guste o no, soy tu
madre y me debes respeto.
—¡No te debo nada! —Le grito altanera. Harold su chofer, con
quien sé que mantiene una aventura que inició mucho antes de que
mi padre muriese, se encuentra a su lado y mira la escena con
tristeza. No es la primera vez que presencia una discusión entre las
dos, pero él es muy reservado y nunca se entromete—. Mejor habla
antes de que me arrepienta de darte la oportunidad de escucharte.
—¿No piensas invitarme a pasar?
—No. —Cruzo mis brazos sobre mi pecho de forma protectora.
—Maximiliam no era tu padre —dice con frialdad, sin mostrar
ninguna emoción.
—¿¡Qué!? —exclamo sintiendo mis pulmones cerrarse. Él no fue
el mejor padre, pero lo quería y me duele escucharle decir eso con
tanta crueldad.
—No seas dramática. Sé que lo odiabas, igual que me odias a
mí. —No titubea al decir, su mirada es vil, su postura tan altiva como
siempre.
—No lo odiaba, lo quería, lloré por él cuando murió. ¡Tú me viste
hacerlo! —Lágrimas se agrupan en mis ojos, pero me niego a
dejarlas ir—. Y a ti tampoco te odio, aunque es lo que mereces.
—No me importa si lo haces —murmura con su mirada clavada
en mí—. Ya no conservo esperanzas de que seas la hija que quise
tener, estás dañada —argumenta sin ninguna pizca de
remordimiento.
—¡Elise! —interviene Harold por primera vez.
—Silencio. —Le ordena levantando el dedo índice—. Espérame
en el auto.
—No —contradice él.
—¿No? —Alza la voz. El disgusto es visible en su postura y en el
gesto de su rostro—. No olvides a quién le estás hablando.
—No lo hago, pero no voy a permitir que la trates así.
Mi cabeza rebota entre Harold y Elise, están teniendo un
enfrentamiento que en un principio me desconcierta. Pero que luego
me lleva a la comprensión.
—¡Dios mío! —Doy un paso atrás y niego con la cabeza—. ¿Tú?
¿Tú eres… mi padre?
Le pregunto a él mirándolo a los ojos, mi voz entrecortada,
nerviosa... Y busco similitudes entre nosotros, pero no encuentro
ninguna. Aunque yo soy igual a ella, eso no tendría que significar
algo.
—¿Lo soy? —Le pregunta Harold. Sus ojos se ven suplicantes,
sus manos cerradas en puños, su aliento contenido en sus
pulmones…
Los labios de Elise se unen en una línea dura. Se toma su tiempo
para responder y mi corazón se impacienta. Estoy por exigirle que
conteste cuando responde.
—No, no lo eres, Harold. No eres un hombre con el que hubiera
tenido un hijo.
¡Ouch! Eso dolió. Pude escuchar su corazón partiéndose.
—¿Y quién sí? ¿Decker? ¿El que no era capaz de complacerte?
—Le reprocha.
Y el rostro de ella se vuelve rojo.
—¡Calla ahora, Harold, y espérame en el auto!
—Haré algo mejor. —Rodea el Mercedes, se sube en él y lo
enciende.
¿Va a dejarla aquí?
Veo con sorpresa que retrocede para marcharse sin ella.
—¡Harold! ¡Detente ahora! —grita como nunca la escuché
hacerlo, pero su rabieta no rinde ningún fruto.
—Es una pena, Elise, ahora tendrás que volver a casa en taxi. —
Le digo en tono burlón, riéndome de ella a sus espaldas.
—No lo necesito. —Se alisa las arrugas inexistentes de su falda y
me enfrenta—. Cometí un error al hablar delante de él, Harold tiene
un corazón muy blando, siempre me decía que fuera menos dura
contigo porque en el fondo pensaba que eras suya. —Sus labios
forman una sonrisa breve y luego confiesa—. Eres una Decker, pero
no por Maximilian.
—¿Qué? —Mi corazón deja de latir por unos segundos. Si mi
padre biológico es un Decker, significa que le fue infiel con uno de
sus hermanos. ¿Con cuál?
—Pero eso no tiene importancia ahora, lo que me trajo hasta aquí
es tu parte de la herencia, la que no has querido reclamar.
—¿La quieres? —La miro estupefacta—. Pero si él te dejó una
gran fortuna además de las acciones que sigues manteniendo en la
empresa. ¿Para qué necesitas más?
—¡No lo necesito! ¡Lo merezco! Tú no sabes lo que fue estar
casada con alguien que detestabas, con alguien que te causaba
repulsión… ¡Yo me gané eso!
—¡Jesús! Estás enferma. No tienes corazón ni compasión.
¿Vienes a decirme que el hombre que creí era mi padre no lo es,
solo porque quieres tomar el dinero que me heredó? —Escupo las
palabras con asco, sintiendo la bilis subiendo por mi garganta—.
¿Sabes qué? La voy a tomar, no te daré la oportunidad de poner un
dedo en ese dinero.
—¡Pero no te pertenece! ¡No eres su hija! —Me echa en cara sin
evidencia de arrepentimiento. No le importa lo que yo pueda sentir,
solo le interesa el puto dinero. ¡Siempre el dinero!
—¡Él pensaba que lo era!
—¡No! ¡Él lo sabía! ¡Lo sabía porque ya no dormía con él! ¡Lo
sabía y por eso nunca te quiso!
Sus palabras no deberían sorprenderme, pero lo hacen, y no
puedo contener las palabras que hacen eco en mi mente.
—Dime que no me tuviste en tu vientre, dime que no soy tu hija
tampoco, me harías tan, tan feliz… —Ya ha demostrado lo
venenosa que es, y no solo conmigo, también con Sebastian. El
único de los tres que no ha tenido una dosis de maldad de su parte
ha sido Simon. Él le creía todos sus dramas, y hasta la defendía,
pero ya no lo hace, ya no se compra su papel de mártir.
—No porque quisiera… Iba a hacerme un aborto, pero Maximilian
no me dejó, te quería como una prueba viviente de mi infidelidad,
para recordármelo cada vez que quisiera.
—¡Oh, guao! Ojalá estuviera vivo para agradecerle entonces. —
Esbozo una sonrisa hipócrita y luego le doy la espalda para
marcharme. No quiero verla ni escucharla más.
—¡Evelyn! ¿Vas a dejarme aquí?
No le respondo. Entro al edificio y me apresuro a los ascensores,
pero ella me sigue.
—Vete. —Le digo sin mirarla.
—No, no voy a quedarme en la calle mientras espero a Simon.
—Espéralo aquí, a mi apartamento no vas a entrar.
Decido tomar las escaleras porque no pienso arriesgarme a que
se suba conmigo en el ascensor. Cuando llego a mi piso, entro a mi
apartamento y me encierro deseando retroceder el tiempo para no
pasar por un momento tan amargo. Sin poder evitarlo, las lágrimas
se hacen presentes y me dejo ir hasta el suelo contra la puerta. Mi
madre no me ama, no sabe cómo amar a alguien. El que creí mi
padre no pudo amarme porque no era suya. Y mis hermanos, los
únicos que me aman, no están tan unidos a mí como creía. De todo,
eso es lo que más me duele. Sé que ellos no harán ninguna
diferencia, pero no puedo evitar sentirme triste.
Capítulo 14
Tras un rato llorando, Simon me llama y me pregunta qué ha
pasado. Y un gemido se escapa de mis labios. No sé si pueda
hablar con él ahora mismo, no sé si pueda decirle lo que Elise
reveló. Termino la llamada y apago el teléfono. Permanezco en el
suelo durante mucho tiempo abrazando mis rodillas y sintiendo las
lágrimas secándose en mis mejillas. Y estando ahí, rememoro mi
niñez y no encuentro ningún recuerdo de Maximilian alzándome en
brazos, sentándome en su regazo o diciéndome te quiero. Pero
tampoco lo hacía con los chicos. No tuvimos la fortuna de tener
padres afectivos, padres que se amaran, que nos amaran. Estaban
tan amargados con sus vidas que nos dejaron de lado.
¿Para qué tuvieron hijos si no los querían?
—Evelyn… ¿Estás bien? —Escucho a Simon preguntar desde el
pasillo.
—Es una malcriada, déjala sola —dice Elise.
¡No! Lo siguió aquí.
—Evelyn… —insiste él ignorando su comentario.
—Estoy bien. —Trato de no mostrar ninguna emoción en mi voz,
pero sale entrecortada.
—¿Qué pasó, mamá? ¿Cuál fue su discusión esta vez? —Se
escucha cansado, no le gusta ser intermediario en nuestros
conflictos y Elise siempre lo arrastra hacia ellos. Solo él la soporta,
no sé ni cómo. Es el único que la visita y habla regularmente con
ella, pero creo que está llegando a su límite.
—Ya te dije, cariño, tu hermana es la reina del drama —suspira
de forma audible—. Por favor, llévame a casa que estoy cansada de
estar de pie. Evelyn no tuvo ninguna consideración conmigo y no me
invitó a entrar.
—¿Dónde está Harold, mamá? ¿Cómo llegaste aquí? —interroga
sin darle descanso. Sospecha que algo más pasó, no es tonto. Sabe
que ella va a todos lados con él.
—Lo mandé a irse, esperaba que Evelyn se comportara como
una mujer madura y me invitara a pasar. Pero ya ves, tu hermana
sigue siendo la misma malcriada de siempre.
—¡Mentira! —grito golpeando la puerta con mis puños—. Ella
miente. Dile la verdad, Elise. Dile lo que viniste a hacer realmente.
—¿La escuchas? Es una histérica, creo que deberían internarla
en una clínica mental. Tu hermana tiene problemas serios, está
dañada.
¡Oh, Dios mío! No puedo creer que esté diciendo eso.
—Basta, madre. ¡Evelyn no está dañada! —Le grita él
defendiéndome. No esperaba menos de mi hermano. Y aunque
estoy dolida por lo que acaba de decir, sonrío.
—No me alces la voz, soy tu madre —grita.
Hablando de histérica…
—Vamos, te llevaré a tu casa. —Le ordena autoritario—. Ya
hablaremos, Eve. —Me dice en tono condescendiente antes de
marcharse.
Libero el aire que estaba conteniendo y me aparto de la puerta
cuando todo queda en silencio. Todo menos mi cabeza. Las
palabras de Elise retumban en mi memoria a mansalva. Fueron
duras, crueles y maliciosas. Ella es perversa, eso ya lo sabía, pero
nunca se me cruzó por la cabeza que tuviera un secreto tan bien
guardado como este. Siento una fuerte opresión en mi pecho, un
dolor crudo y cortante que me deja sin aliento.
Aún no he logrado recomponerme cuando mi teléfono residencial
timbra. Puede ser Nathan, solo por eso decido responder.
—Hola —contesto en tono neutro, esforzándome por sonar
normal.
—¡Eve! ¡Te he estado llamando a tu móvil! Simon me contó que
Elise fue a verte. ¿Qué pasó?
—Ahora no, Mare. No… puedo… —murmuro ahogada por mis
emociones.
—¡Voy para allá!
—No tienes que venir.
—Sí, sí tengo —asegura antes de colgar.
***
Cuando Mare llega y me ve, sabe que se trata de algo
importante. Y sin hacerme ninguna pregunta, me abraza y rompo a
llorar entre sus brazos, lloro todo lo que necesito hasta que me
quedo sin lágrimas y el dolor se vuelve soportable.
—Gracias por estar aquí. —Le digo separándome de ella.
—¿Cómo que gracias? Soy tu mejor amiga en el mundo, ¿o no?
—Sí, lo eres.
—Bueno, no debes agradecerme. Pero me gustaría saber qué te
ha dicho Elise para que estés así.
—Lo siento, Mare, pero no estoy lista para hablar de ello —digo
con un suspiro y camino hasta la sala. Me siento en un sillón, ella en
el sofá.
—Está bien, no tienes que contármelo si no quieres. Pero no
pienso dejarte sola mientras estés así —enfatiza.
—No tienes que quedarte, estaré bien. Solo estoy triste, pero he
sobrevivido a cosas peores. —Frunzo los labios.
—Sí, eres una sobreviviente, pero no tienes que hacerlo sola, me
tienes a mí, a Simon, a Sebastian… Y ahora a Nathan.
—Lo sé y me siento muy agradecida de tenerlos, de no ser por
ustedes hubiera estado perdida —expreso con un nudo en mi
garganta.
—Todos te queremos, Eve, y nos preocupamos por ti. Simon
quería que supieras que está de tu lado, que no importa lo que haya
pasado entre Elise y tú, que él te apoya.
—Lo sé, él me defendió de ella cuando… cuando dijo que estaba
dañada. —Se me llenan los ojos de lágrimas al recordarlo.
¿Cómo puede alguien ser tan cruel?
—Que maldita mujer —desdeña disgustada—. Lo siento, no
debería hablar así de tu madre.
—No te disculpes, ese título le queda muy grande a ella —digo
enfureciéndome—. Mejor cambiemos de tema, no quiero pensar
más en ese asunto.
—¿Sabes? He estado hablando con Simon de tomar unas
vacaciones en el Caribe, sería genial si fuéramos todos. Sé que
amas ir a la playa y a todos nos sentaría bien.
—Me gusta la idea, pero necesito preguntarle a Nathan si puede
tomarse unos días, trabaja mucho y tiene que viajar con frecuencia
a Milán.
—Ojalá pueda ir.
—Sí. —Intento sonar animada, pero no me siento con ganas de
nada.
—¿Sabes lo que necesitas? Alcohol, mucho alcohol. Voy a
hacernos unas margaritas y beberemos hasta que olvidemos
nuestros nombres.
—Creo que a Simon no le gustará que lo hagas.
—No te preocupes por él, que a tu hermano lo controlo yo. —Se
va a la cocina y se dispone a preparar las bebidas. Antes de
mudarme, ella se encargó de comprar suficiente alcohol y
guardarlos en mi alacena, también añadió una coctelera a mis
utensilios de cocina. Dijo que había que estar lista para cualquier
ocasión. No me pareció importante en aquel momento, ahora lo
agradezco.
Me quedo en el sillón y trato de mantener mi mente en blanco
mientras Mare vuelve, pero es difícil no recordar las palabras de
Elise, lo que lleva a preguntarme quién es mi padre. Si es un
Decker, solo hay dos opciones: August y German, los hermanos de
Maximilian. August es el mayor de todos, su aspecto es muy similar
al de Maximilian, aunque él es más bajo y usa barba; tiene un hijo
de la edad de Sebastian y vive en Dresde con su esposa Renata.
Ella es muy dulce, recuerdo que una Navidad me regaló unas
golosinas a escondidas porque mis padres no me permitían
comerlas. Fue mi cómplice en esa ocasión, siempre que la veía le
sonreía recordando nuestra travesura. German es el menor, tiene el
cabello cenizo, ojos almendrados y facciones asimétricas. Es alto,
atlético y carismático, siempre sonríe y bromea. No lo imagino
teniendo una aventura con Elise, debía ser muy joven en esa época.
Se casó recientemente con una bella pelirroja varios años menor
que él. Antes de establecerse, era un donjuán, eso sí, pero no tengo
certeza de si las mujeres mayores formaron parte de sus
conquistas. La idea de que mantuviera relaciones con ella me
provoca arcadas. Tendría qué… ¡¿diecinueve años?!
Tal vez lo mejor es que no indague en ello, qué caso tiene decirlo
ahora, solo causaría daño a todos y no creo que haga alguna
diferencia. No sé, ya lo veré después, no es un buen momento para
tomar una decisión.
—Me han quedado bomba. Ten la tuya —dice Mare volviendo con
dos margaritas servidas en copas. Es de los pocos cocteles que me
gustan. La recibo y bebo un sorbo generoso—. ¿Qué tal?
—Me gusta.
—Obvio, soy la reina de las margaritas —comenta con orgullo y
se sienta en el sofá—. De algo sirvieron los meses que trabajé de
mesonera cuando estudiaba en la universidad —comenta riendo.
Varias rondas más tarde, las dos estamos bastante achispadas.
Nos hemos reído tanto que me duele el estómago. Ya ni sé de qué
nos reímos.
—¡¡¡Amor!!! Eve y yo la estamos pasando muy bien con nuestra
amiga margarita —dice contestando la llamada de Simon. Ella
escucha lo que él le dice y después responde—. No, no estoy ebria.
—Se cubre la boca sofocando una risa mientras él vuelve a hablar
—. Es una tarde de chicas, no se admiten hombres en la tarde de
chicas. —Lo pone en altavoz y me deja oír lo que dice.
—¡Joder, Mare! Me prometiste no beber de nuevo. Sé que estas
sufriendo, pero el alcohol no resuelve nada —Le riñe disgustado. No
tenía idea de que estaba teniendo problemas con la bebida.
Soy una pésima amiga.
—¿Qué sabes tú? La que tiene un útero hostil soy yo, es mi culpa
que lo perdiéramos —responde llorando.
Me llevo una mano a la boca.
—Deja de decir eso, no es tu culpa, no es culpa de nadie. En un
momento estaré contigo, ¿sí? Te llevaré a casa y…
—No vengas, no quiero verte. —Termina la llamada y arroja el
teléfono al sofá llorando y temblando. Voy con ella y la abrazo
intentando consolarla, pero sé que ninguna palabra que diga la
reconfortará. Creí que lo estaba llevando bien, pero me equivoqué.
¿Cómo no me di cuenta?
—Lo siento mucho, Eve. Se suponía que estaba aquí por ti. —Se
disculpa hipando.
—No, yo lo siento. No sabía que la estabas pasando tan mal.
—Es como vivir en una pesadilla. No sé cómo soportaste todo
ese dolor —murmura secándose las lágrimas.
—Fue duro, tuve pensamientos oscuros a veces, pero contar con
el apoyo de todos ustedes me traía a la luz. Nunca estuve sola. Y tú
no estás sola, tienes a Simon y me tienes a mí.
—Lo sé, pero él me abruma, me pregunta todo el tiempo cómo
estoy, siempre está encima de mí y siento que no puedo respirar.
Necesito espacio, necesito que me dé tiempo de superarlo. Pero no
me escucha, Eve —suspira de forma audible.
—¿Y qué quieres hacer? —Le pregunto temiendo lo que pueda
decir, odiaría ver sufrir a Simon, pero he estado en su lugar y sé lo
que se siente.
—Tal vez lo mejor sea que nos separemos por un tiempo, hasta
que sienta que vuelvo a ser yo —responde con una mirada tan triste
que me rompe el corazón. No sé qué decir, no puedo aconsejarle
que deje a Simon o apoyar algo así, ella es mi mejor amiga y la
amo, pero él es mi hermano y lo amo más—. No debí decírtelo, es
una posición muy incómoda para ti.
—Lamento mucho que estés pasando por un momento tan difícil.
Pero sé que podrás superarlo, o al menos, aprender a vivir con la
pérdida.
—Gracias, Eve. Confío que sea así, sabes que amo muchísimo a
Simon, pero en este momento no soy la mujer de la que él se
enamoró, solo finjo que lo soy, y necesito volver a encontrarme para
poder estar a su lado.
—Lo entiendo, créeme que sí —digo comprensiva.
Simon llega no mucho después y voy a abrirle. Me saluda con un
abrazo y un beso y después pasa. Cuando ve a Mare sentada en el
sofá, su mirada refleja una profunda preocupación.
Se me forma un nudo en el estómago. No va a ser fácil para él
cuando le diga lo que ha decidido.
—¡Hey, nena! Perdóname por haberme alterado, sabes que me
preocupo por ti. —Le dice sentándose a su lado.
—Lo sé, Simon. Pero necesitamos hablar —susurra con voz
contrita.
—Los dejaré solos. —Busco mi celular y me voy a mi habitación
para darles privacidad. Enciendo el móvil y llega un mensaje de
Nathan, me dice que me ha estado llamando, que me comunique
con él cuando pueda. Lo llamo y salta al buzón de mensajes.
Suspirando, me dejo caer en el colchón y pienso en cuanto me
gustaría que estuviera aquí.
—Va a dejarme —dice Simon entrando a mi habitación un rato
después, desesperado. Su mirada es de pánico puro—. No quiero
que me deje.
—Sé que no, pero ella siente que lo necesita y debes
permitírselo, de otro modo, la perderás.
—Joder, Evelyn. Esto es... Es malditamente doloroso. ¿Por qué
necesita alejarse? ¿Por qué no deja que la ayude? —Me pregunta
intranquilo.
—Porque no puedes, ella debe hacerlo por sí misma.
—Yo también lo perdí —susurra dolido—. Yo también lo amaba.
—Lo sé. —Camino hacia él y lo abrazo—. No estarás solo. Yo
estaré aquí.
Mi hermano llora sobre mí y mi corazón se quiebra. Me duele que
sufra así, desearía hacer algo, pero solo puedo estar para él.
—Me siento inútil —pronuncia suspirando.
—No imagino lo difícil que debe ser para ti. Pero creo que van a
superarlo. Solo debes ser paciente.
—Sabes que no lo soy —admite avergonzado.
—Pues debes esforzarte, ser lo que ella necesita.
Simon asiente y traga saliva.
—Respecto a mamá…
—Eso no importa ahora —lo interrumpo—, solo ha sido más de lo
mismo, lo nuestro no tiene arreglo.
—No me pareció más de lo mismo, Eve. Puedes decírmelo, estoy
para ti también.
—Después hablaremos Sebastian, tú y yo, ¿sí? Lo haremos
cuando me sienta lista. No te preocupes por mí, estoy bien.
—¿No lo dices solo porque Mare y yo tenemos problemas?
—No, te prometo que no.
—Te quiero, Eve. —Me abraza fuerte y me besa en la cima de la
cabeza.
—Y yo a ti.
Salimos de la habitación y nos encontramos con Mare en la sala,
está sentada en el sofá dándole vueltas al anillo en su dedo anular.
Cuando nos ve, se levanta y toma su bolso del sillón. Me da un
abrazo como despedida, camina hacia la puerta, la abre y sale.
Simon la sigue y cierra tras cruzar. Espero que puedan hallar el
modo de resolver las cosas, sé cuánto se aman, merecen ser
felices.
Capítulo 15
Unos minutos más tarde, escucho que tocan la puerta y
pienso que son Mare y Simon que han olvidado algo. Pero cuando
abro, me llevo una gran sorpresa al ver a Nathan en el pasillo. Me
lanzo a sus brazos y lo beso contenta de que esté aquí.
—Me mentiste, dijiste que llegarías mañana.
—Quise sorprenderte —responde sonriendo.
—Gracias a Dios por eso. No sabes lo que ha sido este día.
Deseaba verte.
—Y yo a ti. —Me besa en los labios acunándome el rostro—.
Sabes a tequila. ¿Estabas bebiendo?
—Mare hizo margaritas. Larga historia —suspiro.
—¿Has dicho que fue un mal día? —Frunce el ceño.
—Sí, pero no tengo ganas de hablar. —Le rodeo el cuello—. Te
extrañé.
—Yo más. —Me toma por la cintura y me besa con pasión,
cerrando la puerta detrás de nosotros. La ropa comienza a volar por
todas partes y pronto estamos desnudos, en el sofá, él sobre mí.
Todo sucede rápido. Nos pudieron las ganas, el deseo reprimido por
la distancia.
Pasamos al baño y hacemos buen uso de la ducha. Primero él
me complace y luego yo, pero me frena antes de acabar en mi boca
y me toma contra los azulejos envolviendo mis piernas alrededor de
sus caderas haciendo que juntos alcancemos el nirvana.
Al salir de la ducha, Nathan busca nuestra ropa en la sala y se
viste en la habitación mientras yo voy a mi armario por un vestido
largo estilo bohemio. Cuando me reúno con él de nuevo, me sonríe
y me vuelan mariposas en el vientre. Adoro cuando su mirada me
hace sentir hermosa. Toda mujer merece que la vean como si no
existiera nadie más, y lo más importante, verse a ella misma
+hermosa.
Él solo se ha puesto los jeans y la camiseta, se ha quedado
descalzo, por lo que decido deshacerme de las zapatillas que me
había puesto. Me acerco y lo beso colgándome de su cuello como
tanto me gusta. Sus manos se adhieren a mi cintura y me acaricia
por encima de la ropa manteniéndome cerca. No podemos quitarnos
las manos de encima cuando estamos solos, nos atraemos el uno al
otro, las chispas saltan cuando nos tocamos. Pero deberíamos
parar, no podemos estar teniendo sexo a cada minuto.
—¿Pedimos una pizza? Estoy hambrienta. —Le digo
separándome de él y voy por mi teléfono móvil, lo dejé en la cama.
Nathan está de acuerdo y nos dirigimos a la sala. Nos sentamos en
el sofá y me recuesto a su lado mientras pido las pizzas, una italiana
tradicional para mí y una alemana con salchichas para él.
—¿Cómo ha ido el viaje? —Le pregunto mientras termino de
hacer la orden.
—Tuve que resolver algunos problemas, pero he dejado a alguien
a cargo para no tener que viajar tan a menudo, necesito enfocarme
en el trabajo aquí, y también quiero pasar más tiempo contigo. —Me
besa en la sien y me acaricia el hombro desnudo incitándome con
aquel toque tan sutil. Me he vuelto adicta a él. Mucho.
—Eso sería lindo, hemos pasado la mitad del último mes
separados.
—Y he odiado cada minuto. A veces pienso en renunciar, pero se
lo prometí a mi padre y no voy a faltar a mi palabra —dice con
nostalgia, sé que lo echa de menos, me doy cuenta cuando habla de
él—. ¿Y qué has hecho tú estos días?
—Trabajar más que nada. Contraté a alguien para que dirija
Inspiration, creo que lo hará muy bien, cumple con el perfil, está muy
preparado. Es Gunther. ¿Recuerdas que te hablé de él?
—Sí, lo recuerdo —murmura asintiendo.
—Lo veré mañana después de la comida para entregarle las
llaves y establecer todas las pautas. Él se hará cargo de contratar al
resto del personal, pienso que es mejor así.
—Estoy de acuerdo, despejaré mi agenda para ir contigo.
—¿Y así marcar tu territorio? —Enarco una ceja. Nathan hace un
gesto que lo pone en evidencia. ¿A caso cree que soy tonta? —
Tranquilo, él no es ninguna amenaza, se ha comportado como todo
un profesional.
—Seguro que sí, pero no me fío de ningún hombre alrededor de
ti, sé cómo piensan —dice con gesto adusto.
—¿Quiere decir que no puedo fiarme de ti cerca de una mujer?
—Mantengo la ceja enarcada, retándolo.
—No es eso lo que quise decir, pero entiendo tu punto. —Traga
saliva—. Y aunque lo hago, no puedo evitar sentir celos de
cualquiera que se acerque a ti. Eres preciosa, Evelyn. Todos te
notan cuando entras a un lugar, incluso si estás conmigo, y es difícil
no pensar en lo que intentan cuando estás sin mí.
—Me pasa igual contigo, las mujeres no te quitan los ojos de
encima, pero no puedo controlar lo que ellas hacen o lo que los
hombres puedan hacer respecto a mí, solo puedo controlar mis
acciones. Igual tú.
—¿Y cómo controlo las ganas de arrancarle los ojos a cualquiera
que te ve como si te desnudara con la mirada?
—Fácil, piensa que tú sí me has visto desnuda. —Le guiño el ojo
y él se ríe.
Llegan las pizzas y comemos alrededor de la mesa de centro de
la sala sentados sobre la alfombra. Nathan acompaña la suya con
cerveza y yo con vino. Al terminar, guardo los sobrantes en el
refrigerador y él se encarga de desechar las cajas y las latas vacías
en el bote de la basura. Me gusta que se sienta en confianza de
ayudar, al inicio parecía muy tenso, ahora actúa de manera
espontánea, relajado…
Cuando me reúno con él, cubro un bostezo con mi mano. Estoy
exhausta.
—Lo siento, ha sido un día largo. —Me disculpo mirándolo con
los párpados pesados. Lo invito a quedarse a dormir y la sonrisa
que aparece en su cara no necesita respuesta.

***

El reloj en mi mesita de noche marca las siete y diez cuando abro


los ojos envuelta en los brazos de Nathan. Sonrío. No ha sido un
sueño. Lo miro y se me forman nudos en el vientre. Es bonito sentir
esto por alguien, es un regalo poder amanecer con él después de
haber dormido bajo su cobijo. Anoche estaba tan cansada que
apenas me acosté a su lado me quedé dormida. Aunque confieso
que al verlo en mi cama usando nada más que su boxer me sentí
tentada a subirme a él y dejarme llevar por la lujuria. Y más porque
me recorrió el cuerpo con ojos ávidos cuando volví del baño, usaba
un simple pijama de short y camiseta de tiras que no pensé que
fuera sexy, pero para él sí.
—Buongiorno, mia bella.[15]—Me saluda con una sonrisa al
despertar. Son pocas las veces que me levanto antes que él y
puedo verlo dormir.
—Buongiorno, bello[16] —respondo viéndolo venir sobre mí. Me
acaricia la cara y me besa con avidez encendiendo mi pasión. Mi
carne es débil, apenas me toca, las llamas cobran vida ardiendo
desde mi interior con ansiedad. Me he vuelto insaciable, siempre
quiero más, no me canso de que me haga el amor, lo deseo todo el
tiempo. Sus labios viajan de mi boca al espacio entre mis piernas y
me llena de un absoluto placer que me deja sin aliento.
¡Cómo me gustan sus buenos días!
—Sono dipendente da ti. Voglio restare sempre con te[17]—
susurra con arrojo antes de tomarme y consumar el deseo que
corría en su interior como aguas bravas.
De la cama, pasamos a la sala de baño y compartimos una ducha
caliente, y no lo digo por la temperatura del agua… Nathan me dio
una atención especial. Me lavó el cabello y me enjabonó de la
cabeza a los pies con dedicación, poniéndome tan cachonda que
estuve a punto de pedirle que me tomara otra vez.
Nathan se viste con su ropa y se va la cocina a preparar un
desayuno rápido, necesita pasar por su apartamento a cambiarse
por un traje para ir a la oficina. Yo elijo blue jeans, una blusa estilo
hindú y botines bajos. Simon me llama y me quedo hablando con él
en la habitación.
—America se ha ido —murmura con la voz rota.
¡Al final lo hizo! Pensé que cambiaría de idea cuando hablara con
él.
—Lo siento mucho, Simon. Espero que regrese pronto y logre
recuperarse —pronuncio conmovida, me duele escuchar a mi
hermano tan triste.
—¿Por qué no puede hacerlo conmigo? ¿Por qué necesita
alejarse de mí? —Lamenta frustrado. Y no sé qué decirle, igual no
hará ninguna diferencia que lo haga—. ¿Qué mierda se supone que
haré sin ella? ¡America es todo mi puto mundo!
—No se ha ido para siempre, ella volverá y estarán juntos otra
vez —emito en tono conciliador, no debe hundirse en la
desesperanza, necesita ser fuerte por los dos.
—¿Y si no lo hace? —Su voz es un susurro quebrantado. Me
parte el corazón.
—Lo hará porque te ama, debes confiar en ella y ser muy
paciente. Sé que fue tu pérdida también, pero para ella es más duro
porque siente que su cuerpo la ha traicionado, que es su culpa…
—Pero le he dicho que no lo es, maldita sea. Tengo el corazón en
mil pedazos, Eve. Si ella no regresa… ¡Joder! ¿Cómo no me di
cuenta de que la estaba perdiendo? —Lo escucho llorar y me
resulta insoportable.
No debería estar solo en este momento, tengo que estar con él.
—Le pediré a Nathan que me lleve contigo, ¿estás en casa? —
dice que sí—. Bueno, nos vemos en un rato.
—Aquí estaré.
Termino la llamada y voy con Nathan, le digo que necesito ir
urgente a ver a Simon y me pregunta con el ceño fruncido si ha
pasado algo grave. Respondo que está atravesando un mal
momento y él promete llevarme en cuanto tome el desayuno.
Me ubico en un taburete delante de la isla mientras él me sirve
cereal, tostadas con mermelada y una taza de cappuccino. Pruebo
un poco de todo a las prisas porque no quiero demorarme mucho.
Nathan se come un pan y se toma su espresso.
—¿Crees que ella volverá? —Me pregunta mientras viajamos en
su auto. Le conté lo que está pasando, él estuvo presente la noche
que perdieron al bebé y puede entender lo delicada que es la
situación.
—Espero que sí, Simon la ama como a nadie, es la mujer de su
vida, sería muy duro para él que no regresara —suspiro profundo.
—No quiero saber lo que sentiría si un día te alejas de mí —dice
mirándome con turbación. Y se me forma un nudo en la garganta.
Yo tampoco quiero imaginarlo, ya he perdido demasiado en mi vida,
no quiero perder a nadie más.
—Intento no pensar en el futuro, aprendí a la mala que la vida
puede cambiar en un instante y arruinar todos tus sueños —
manifiesto con lamento.
—Sí —murmura él apretando la mandíbula. Entonces me doy
cuenta de lo que mis palabras significan para Nathan y un silencio
incómodo envuelve el espacio entre nosotros. Si no hubiera perdido
a Jake, lo nuestro no sería posible. Entiendo que se sienta
menospreciado, nadie quiere ocupar el segundo lugar en la vida de
alguien.
Ninguna otra palabra es dicha hasta que detiene su vehículo
frente a la vivienda de mi hermano.
—Llámame si necesitas que venga por ti —dice sin mirarme.
Me muerdo la esquina del labio pensando en qué decir, no quiero
bajarme dejando las cosas tensas entre nosotros. Solo se me ocurre
una cosa.
—Esperaba un hijo de Jake la noche del accidente, lo perdí
también —confieso con voz frágil y un nudo en mi pecho. Sigue
doliendo. Nathan me mira perplejo. Trago saliva y vuelvo a hablar—.
Estoy viviendo con un corazón roto, queriendo a medias, porque
gran parte de él se fue con ellos. Solo puedo darte pedazos de mí. Y
no sé si debas conformarte con tan poco —confieso con honestidad,
merece saberlo.
Él niega con la cabeza y se afloja el cinturón de seguridad para
poder acercarse a mí y tomarme las manos.
—Lamento mucho tu pérdida, Evelyn. No puedo imaginar lo difícil
que fue para ti —expresa con una mirada contrita y la voz quebrada.
No esperaba que se conmoviera tanto, pero no me sorprende,
Nathan ha demostrado que tiene un corazón noble. Es un hombre
como pocos. Creo que la vida me ha recompensado con él después
de haberme jodido como lo hizo—. No me importa que estés en mil
pedazos, te quiero de cualquier modo, me quedaré contigo todo el
tiempo que me permitas estar a tu lado.
—Gracias —suscito con un hilo en mi voz, estoy a nada de llorar.
Una parte de mí temía que eligiera marcharse, y no lo culparía si lo
hiciera, pero él ha sido comprensivo y cariñoso, me ha demostrado
cuánto le importo.
Espero un día quererlo como él me quiere a mí, merece más que
pedazos. Merece más que yo.
Capítulo 16
Simon cayó en una profunda depresión desde el día que Mare
se marchó, no comía, bebía hasta la inconsciencia y continuaba
bebiendo cuando conseguía despertar. Le escribí a America
pidiéndole que lo llamara para que le dijera algo que le diera alguna
esperanza, pero no obtuve ninguna respuesta. Hablé con su madre
y me dijo que su hija estaba cuidando de sí misma, que me
agradecía que no intentara contactarla de nuevo, que ella lo haría
cuando estuviera lista. Me enojé mucho, entendía que necesitaba
ese tiempo, pero qué daño podía causarle hablar con Simon al
menos una vez.
Sebastian y yo estuvimos muy preocupados, todo lo que
podíamos hacer era estar a su lado. Por suerte, Simon aceptó
reunirse con Adele y ella lo ayudó a ver las cosas desde otro punto
de vista. Aún sufre por su esposa, pero dejó de beber y volvió al
trabajo, es lo mejor que puede hacer.
Entre todo el asunto de Simon y mi trabajo en la galería con las
nuevas exposiciones, apenas he tenido un respiro las últimas
semanas. Las pocas horas libres que consigo se las dedico a
Nathan, que tiene su propia cuota de estrés con todas las
responsabilidades de su empresa y la de su padre. Le ha tocado
viajar más de lo que esperaba y ha tenido que ausentarse por varios
días. Lo extraño mucho cuando no está, me he acostumbrado a
dormir con él y despertar entre sus brazos. Pasamos la mayoría del
tiempo en su piso, mi ropa ha comenzado a invadir su armario y me
ha dado varios cajones para que use. Solo voy a mi apartamento
cuando él sale de la ciudad o a buscar algo que me haga falta.
Nos la llevamos muy bien, la convivencia nos ha permitido
unirnos mucho, y también nos ha dado la oportunidad de probar
cosas muy interesantes en la cama. El uso de juguetes eróticos, por
ejemplo, ha llevado nuestros encuentros a otro nivel. Al principio me
resistí un poco, me daba miedo sentir dolor o no disfrutarlo, pero
Nathan siempre es muy paciente y atento, jamás me ha presionado
a hacer nada que no quiera. Y prometió que nunca lo hará. Me
siento tan afortunada de tenerlo en mi vida, con él tengo todo lo que
jamás imaginé que volvería a encontrar, a un compañero, a un
amante y a un amigo. Le he abierto mi corazón y me siento en
confianza para decirle cualquier cosa. Le conté lo que pasó con
Elise y cómo me sentía al respecto. Con todo lo que sucede entre
Mare y Simon, no he podido hablar con mis hermanos del tema,
pero al menos pude decírselo a Nathan y desahogarme. Fue de
mucha ayuda.
Nathan me pasa a buscar en la galería antes de las seis, hoy es
la inauguración de Inspiration y quiero llegar primero que todos.
Estoy muy emocionada. Antes vamos a su apartamento a vestirnos
para la ocasión. Nathan elige un traje azul con camisa blanca y
corbata gris que lo hace lucir guapísimo. Mi novio es todo un galán.
Yo me pongo un vestido negro de falda corta (por encima de la
rodilla), cuello alto y sin mangas, con un precioso decorado de flores
que inicia en el hombro y concluye en el bordillo de la falda en el
lado izquierdo. En el derecho, el detalle va del hombro a la cintura.
Fue pintado a mano por una artista local que hace bellezas en tela.
Tengo varios bolsos y bailarinas decoradas por ella. Completo el
look con zapatos rosa pálido punta aguja de tacón que compré
especialmente para la ocasión, espero no terminar con un tobillo
lesionado porque llevo tiempo sin usar tacones. Me dejo el pelo
suelto en ondas, me aplico un poco de color en las mejillas y en los
labios y rímel en las pestañas.
—La donna più bella che abbia mai visto[18] —dice Nathan
deslizando sus ojos a través de mi silueta con fascinación, causando
que se me calienten las mejillas.
—Y tú te ves muy apuesto, bombón. —Me acerco a él y le ajusto
la corbata—. Te besaría si no llevara labial.
—Te besaré igual. —Sus labios capturan los míos en un beso
febril que me pone a mil. Pero no podemos llevarlo más lejos,
debemos irnos ya o no llegaremos a tiempo. Me retoco los labios y
apuro a Nathan para que salgamos.
Cuando llegamos al bar, una sonrisa aparece en mi cara junto
con entrar. El lugar ha quedado precioso y la música jazz que lo
ambienta me hace emocionar. Tenía mucha ilusión de escuchar a
Johann tocar otra vez, es un artista formidable que merece más
fama de la que ha conseguido, pero tristemente no todos saben
apreciar la buena música. Incluirlo en este bonito proyecto que es
Inspiration es solo el inicio de lo que planeo para él, alguien con su
talento no puede pasar por debajo de la mesa. Para esta noche, lo
acompañan algunos músicos y una cantante que interpreta con voz
cadenciosa una de mis canciones favoritas del género, Let´s Fall In
Love de Diana Krall. La letra es preciosísima, trata de darse una
oportunidad en el amor como yo lo estoy haciendo con Nathan. Es
una bonita coincidencia que la interpreten en este momento.
Miro a Nathan y me surgen unas enormes ganas de besarlo,
cada vez es más fuerte lo que siento por él, es mucho más que
pasión, es más que atracción. Pero Gunther aparece en ese
momento junto a nosotros y la burbuja que me envolvía se
desvanece.
El lado posesivo de Nathan lo domina y me ciñe a él tomándome
de la cintura para marcar su territorio. Las veces que le he dicho que
Gunther no me ve de esa manera no han funcionado, para él, todos
quieren conmigo. Lo que es totalmente ridículo. Y una cosa es
querer, otra poder.
—Te felicito, todo luce muy hermoso. Has hecho un trabajo
estupendo de verdad. —Le digo a Gunther sonriéndole. Me encanta
el ambiente que ha creado con los faros de papel iluminados con
bombillas y los bonitos arreglos de flores que adornan las mesas. Se
ve mejor de lo que imaginé cuando me dijo lo que tenía planeado.
—Gracias por la oportunidad que me han dado y la confianza que
han puesto en mí. —Nos dice a los dos. Ha demostrado que es un
profesional en toda regla.
—Gracias a ti por todo tu esfuerzo —expreso con simpatía, estoy
gratamente sorprendida con lo que hizo en tan poco tiempo.
—Solo hago mi trabajo —dice con modestia—. Bueno, los dejo
en su casa. Iré a ultimar algunos detalles antes de que los invitados
comiencen a llegar. Si gustan sentarse, su mesa es la de centro
identificada con el número ocho.
—Sí, ve tranquilo. —Lo veo alejarse y después volteo a fulminar
con la mirada al ogro a mi izquierda—. Creo que él ha demostrado
que es de fiar, deberías bajarle dos niveles de intensidad a tus
celos.
—Lo dice la misma mujer que tuvo un ataque de celos cuando
conoció a mi secretaria —replica con una mirada acusatoria.
—Es distinto, ella te mira como a un bombón que quiere
desenvolver y devorar despacito, así digas que no. —Le disputo
alzando las cejas.
—¿Qué culpa tengo yo de ser tan irresistible? —dice bromista,
pero no me causa gracia.
Pongo los ojos en blanco y me alejo de él dejándolo atrás, pero
pronto me alcanza y entrelaza nuestros dedos.
—Lo siento, me disculparé con Gunner si quieres.
—No, lo que quiero es que lo trates con respeto, no que lo
intimides con esa actitud posesiva. Y se llama Gunther, por cierto.
—Lo haré, te prometo que no vuelve a pasar. —Eleva nuestras
manos unidas y me besa el dorso con cariño, terminando de
ablandarme, no es que sea difícil conseguirlo, soy muy dócil con él.
Demasiado, diría yo.
Miramos las pinturas y después pasamos al bar por unas
bebidas. Nos atiende Antonio y nos sirve lo que pedimos. A mí vino
y a Nathan whisky. Vine hace dos días y conocí a todo el personal,
me gusta saber quién trabaja para mí. Terminando mi copa, veo
entrar a Kerstin con Wallace, son los primeros en llegar. Nos
acercamos a ellos y los saludo con un beso. Nathan le da un
apretón de manos a Wallace y a ella dos besos en la mejilla.
—¡Guao! Me encanta, es muy acogedor y a la vez sofisticado —
dice Kerstin con admiración.
—¡Sí! —Sonrío. Moría porque viera el lugar, sabía que lo iba a
apreciar—. ¿Les han dicho cuál es su mesa?
—Sí, en la entrada nos indicaron que es la seis.
—Perfecto, pueden pasar a sentarse, pedir algo en el bar o
recorrer la exposición, hay unas joyas que sé que disfrutarás. —Le
digo a ella con el mismo entusiasmo, las dos compartimos el amor
por el arte, a veces pasamos horas hablando del tema.
—Primero el arte siempre —dice guiñando un ojo antes de irse
con Wallace al área de exposición.
Sebastian y Keira cruzan la puerta un momento después, hacen
una pareja preciosa, ella usa un vestido rojo que se ajusta a su
cuerpo curvilíneo y él un traje a la medida que lo hace ver muy
atractivo. Nos saludan y comparten sus felicitaciones por la
inauguración, y también nos dan sus primeras impresiones, inicia
Keira halagando el hermoso ambiente que hemos creado y luego
Sebastian alabando la elección musical. Él fue quien me enseñó a
amar el jazz y la música en general, me llevó a varios conciertos y
también a la ópera. Le comento de Johann y él se muestra muy
interesado por escuchar más acerca del músico, pero se acercan
varios invitados más y debo recibirlos. Ambos se encaminan al bar
mientras yo le hablo al hombre y a las dos mujeres delante de mí,
no vienen juntos, solo han llegado al mismo tiempo. Les doy la
bienvenida y los invito a pasar. Detrás de ellos, llega Wanda Braun,
reconocida periodista especializada en cultura. La conozco desde
hace unos años y me alegra que esté hoy aquí, es un gran honor
para mí, la admiro mucho. Le presento a Nathan contándole que
Inspiration es su creación. Wanda pide conocer la historia. Se la
relato encantada.
—Es usted todo un romántico —dice mirando a Nathan con
simpatía. Y él muy modesto dice que solo ha sido un detalle—. Pues
lo felicito, ha creado un lugar que reúne tres de las cosas que más
disfruto y, sin temor a equivocarme, creo que tendrán en mí una
cliente recurrente.
—¡Guao! Gracias por tus palabras, espero que Inspiration cumpla
tus expectativas —expreso con alegría, es un enorme halago
viniendo de ella.
Wanda dice que espera lo mismo y luego se dirige al área de
exposición. Apenas se aleja, Gunther viene hacia nosotros y nos
indica que todo está preparado para iniciar. Le comento que Simon
no ha llegado y que quiero esperarlo, él me prometió que estaría
aquí, debe aparecer en cualquier momento. Decido llamarlo. Me
responde al segundo tono disculpándose y asegura que llegará en
cinco minutos.
Cuando llega y lo saludo, percibo en él un olor a perfume de
mujer y enseguida se lo cuestiono. Espero que no sea lo que
sospecho porque me enojaré con él.
—¿Con quién estabas? —Uno mis cejas y entorno los ojos
mientras espero una respuesta.
—Lilith fue a verme a casa, se lanzó sobre mí y quiso besarme,
pero no la dejé, nunca engañaría así a Mare, y menos con ella —
responde tragando saliva. Lilith fue su amor de juventud, la
responsable de su primer corazón roto, lo engañó más de una vez
durante los dos años de su relación, era una zorra que solo le causó
daño.
—Ten cuidado con ella, Simon. Si ha venido por ti es porque
planea algo. No es la primera vez que intenta sabotear tu relación.
—Lo sé, no es una mujer de fiar. —Su expresión es adusta, hay
más que no me está diciendo, pero no es el momento ni el lugar—.
Olvidemos a Lilith, hay cosas más importantes sucediendo.
—Sí, tienes razón. Gracias por venir, puedes sentarte con
Sebastian y Keira, iniciaremos en breve.
Simon asiente y se va.
Nathan y yo nos reunimos con Gunther detrás del bar y le
avisamos que estamos listos. Él nos indica que al terminar la
canción que están tocando entraremos nosotros para dar el discurso
de bienvenida y ofrecer el brindis. Y así lo hacemos. En primer lugar,
agradezco a Nathan por haber creado Inspiration, a Gunther por el
esfuerzo que ha hecho durante las últimas semanas para sacar todo
adelante y, por último, a los asistentes por venir esta noche. Vuelvo
a dar las gracias tras una ronda de aplausos y esperamos a que los
mesoneros sirvan el champán para que Nathan dirija el brindis.
Cuando todos obtienen una copa, inicia con un saludo formal y
luego se dirige a mí, dedicándome unas palabras que no esperaba
escuchar, suele ser muy reservado, esta es la primera vez que lo
escucho hablar en público.
—… Contigo tengo todo lo que siempre he querido, me has dado
un motivo y una dirección. Me sentía perdido hasta que llegaste a
mí. Tú eres Inspiration, Evelyn. Y brindo en tu honor porque sin ti
nada de esto existiría. —Alza su copa y pronuncia a viva voz la
palabra salud.
—Salud —repito junto a todos los presentes con una sonrisa llena
de emoción. Me bebo el champán y compartimos un beso en medio
de aplausos y vítores, esto última cortesía de mi loco hermano
mayor.
Tras el brindis, la música vuelve a apoderarse del ambiente. Me
acerco a la mesa en la que se encuentran mis hermanos y les
hacemos compañía, ya me hacía falta sentarme. Los mesoneros
levantan las copas y regresan con aperitivos, la cena se servirá en
media hora, esta noche la casa invita. Los invitados tuvieron tres
opciones para elegir, pero el menú regular incluye una variedad de
platos nacionales e internacionales y una amplia carta de vinos,
además de exquisitos postres, algo que no puede faltar en un buen
restaurant. El chef que Gunther contrató es muy versátil y creativo,
probé una de sus especialidades y me dejó una gran impresión. Sé
que con él Inspiration tendrá el impulso que merece.
La cena resulta todo un éxito, el chef se ha lucido esta noche,
solo he escuchado halagos para él. No puedo estar más contenta.
Todo ha salido a pedir de boca. Muchos querían adquirir las pinturas
expuestas, diez en total, pero no están a la venta, son un regalo de
Nathan y pienso conservarlas para mí. Todas provienen de artistas
callejeros de distintas partes del mundo, él las fue adquiriendo en
sus viajes y las mantuvo conservadas hasta el día que las trajo aquí.
Mi favorita es la del atardecer en París, tiene un aire bohemio y
romántico que me fascina.
Es casi medianoche cuando nos vamos, mi cuerpo pide cama
urgente, estoy agotadísima pero feliz.
Capítulo 17
Cuando Nathan me preguntó si quería ir con él a Milán en su
próximo viaje, que sería en dos días, acepté encantada. He estado
esperando esa invitación desde hace un tiempo, muero por ver
cómo es su vida allá, conocer a su hermana, a sus amigos, a
Concetta y a Giuseppe… A todos de los que me ha hablado.
También me da mucha ilusión recorrer Milán con él, ha pasado
mucho desde la última vez que la visité.
Al día siguiente, le digo a Kerstin que me ausentaré algunos días
y le pido que se haga cargo de todo mientras esté fuera, lo que para
ella no es ningún problema, lo hizo por más de dos años. En la
tarde, paso por mi apartamento por una maleta y algo de ropa para
el viaje. Y en la noche me reúno con mis hermanos en el restaurante
Fiori para una cena de despedida. Fabio nos preparó su famosa
lasaña. Sí, sé que me iré solo unos días, pero quería verlos antes de
partir. Aprovecho la ocasión para pedirle a Sebastian que esté
pendiente de Simon que, aunque en apariencia se ve bien, sigue
sufriendo por la ausencia de Mare. De paso le advierto que Lilith lo
está rondando, no tengo que decir más porque él conoce al
personaje mejor que yo. Mi hermano me promete que se ocupará de
Simón, que no me preocupe por nada, pero es difícil no hacerlo,
Simon a veces es muy impulsivo. Solo me queda confiar en que
Sebastian y Adele lo mantengan centrado.
Temprano en la mañana salimos al aeropuerto y esperamos más
de dos horas para abordar el avión con destino a Milán. Ocupamos
asientos de primera clase por elección de Nathan, porque por mí
viajaría en turista sin ningún problema. Cubro un bostezo con mi
mano y murmuro una disculpa, nos levantamos a las cuatro y la
ansiedad por el viaje me mantuvo despierta hasta muy tarde, creo
que solo dormí una hora, como mínimo.
Nathan pasa un brazo por encima de mi hombro y me atrae hacia
él. El avión ya ha despegado.
—Duerme, mia bella. Yo cuido de ti —susurra besándome en el
pelo, sobre mi cabeza.
Es un amor.
Me acurruco con él y no me cuesta nada quedarme dormida.
Me despierto un poco antes de que aterricemos en el Aeropuerto
de Milán. Dormí casi todo el viaje encima de Nathan, el pobre no
debe sentir el cuerpo. Acostumbramos a dormir abrazados, pero
sobre un colchón cómodo, no en los asientos de un avión, que por
muy de primera clase que sean, jamás serán igual que una cama.
Al bajar del avión, nos demoramos un poco más de veinte
minutos retirando el equipaje. Esa es la parte de viajar que no me
gusta, tener que esperar.
Subimos a un taxi a la salida del aeropuerto y nos lleva a la
residencia de Nathan en Milán. Un dúplex que forma parte de un
edificio moderno de diez pisos ubicado en una de las zonas más
prestigiosas de la ciudad. El suyo ocupa la planta baja y el primer
piso. El lugar es impresionante, lujoso y moderno, comparte
similitudes con su piso en Hamburgo, lo que me lleva a pensar que
también lo ha diseñado él. Se lo pregunto y me dice que sí, que fue
uno de sus primeros proyectos. Y lo felicito por tan impecable
trabajo. Nathan es un arquitecto muy talentoso.
—Tengo una reunión en una hora, puedes esperarme aquí
mientras vuelvo o ir conmigo, si quieres.
—Voy contigo —respondo sin tener que pensarlo, no quiero
quedarme sola aquí, ¿qué haría?
—Perfecto, tenemos tiempo de tomar un desayuno tardío. Iré a
cambiarme, tú estás perfecta así. —Se acerca y me besa en los
labios antes de irse a cambiar. Lleva jeans, un suéter verde oscuro y
botas y regresa con un traje gris oscuro sobre una camisa blanca,
corbata gris plomo y zapatos casuales. Mi estómago sufre un ligero
espasmo al verlo. Él es un hombre muy atractivo, y cuando usa un
traje, lo es mucho más. Tanto que me burlé de mis compañeras de
clases cuando suspiraban por un profesor trajeado y ahora la que
suspiro soy yo. Es que no se trata de la ropa en sí, es su actitud, es
el garbo que posee, es él…
—Te cambiaste —dice mirándome con lentitud, de arriba abajo y
de vuetla, mostrando en sus ojos el deseo que le domina.
Asiento mordiéndome el labio.
Jeans, bailarinas y una camiseta sin mangas no es un look para ir
a su trabajo. Elegí un vestido corto, por encima de la rodilla, con
estampado de flores en tonos pasteles y botines marrones. Me solté
el pelo y me apliqué un poco de color en los pómulos y en los labios.
Antes de vestirme, me rocié el cuerpo con el splash que a Nathan le
encanta.
—¿No me veo mejor así?
—Desnuda me gustas más. —Camina hacia mí con aire seductor
y me atrae a él rodeando mi cintura. Su exquisito perfume me
envuelve y mi cuerpo se convierte en arcilla en sus manos.
Cualquier cosa que me pida la tendrá, estoy a su entera disposición
—. Te ves preciosa siempre, no importa lo que te pongas. Yo disfruto
desvistiéndote. —Se inclina y me besa el cuello respirando sobre mi
piel, provocándome como es experto—. Cuando volvamos, te
quitaré este bonito vestido y adoraré tu hermoso cuerpo como la
diosa que eres. —Une nuestros labios en un beso breve que me
sabe a poco. Puedo sacrificar el desayuno si eso nos da tiempo de
adelantar lo de quitarme el vestido para ya mismo. Pero no creo que
Nathan lo consienta, es bastante pesado con el tema de la comida.
Con el tiempo en contra, salimos de su apartamento viajando en
un lujoso deportivo que estaba estacionado en su garaje y llegamos
a un bonito café no muy lejos de la zona. Nathan saluda con afecto
a una señora mayor que se encuentra detrás de la barra. Beatrice.
Me habló de ella, dijo que siempre viene aquí cuando está en la
ciudad. Me presenta con la mujer como su novia y Beatrice me
saluda con una sonrisa y una mirada amable. Le devuelvo el saludo
mostrando el mismo gesto y enseguida ocupamos una mesa junto a
la ventana. Nathan ha pedido croissants rellenos con Nutella. Un
espresso para él y un cappuccino para mí.
—Veo que te ha gustado —comenta sonriendo cuando dejo mi
plato vacío, solo quedaron migas. No sabía lo hambrienta que
estaba hasta que comencé a comer.
—Sí, muy bueno, pero tú cocinas mucho mejor.
—¿Eso crees? —Me mira sorprendido.
—¡En serio lo digo! Extraño mucho tus desayunos cuando no
estás. —Hago un tonto mohín.
¡Tanto que he criticado a Mare cuando los hace!
—¿Y a mí no me extrañas? —pregunta con cara de cachorrito
triste, pero todo es actuación, sabe que sí, siempre se lo digo
cuando hablamos y se lo demuestro cuando vuelve.
—No, ni un poquito —bromeo sin poder esconder mi sonrisa.
—Entonces tendré que conseguir que lo hagas. —Me guiña un
ojo y se levanta del asiento tendiéndome la mano. Se la cedo y me
pongo en pie entrelazando nuestros dedos. Salimos del café luego
de despedirnos de Beatrice y retomamos el camino con destino a la
zona financiera de Milán. Es emocionante volver aquí, siento como
si fuera la primera vez que vengo. Y en cierta forma lo es, porque
antes vine sola cumpliendo mi sueño de recorrer Europa, ahora
estoy en compañía de Nathan. Uno de los lugares que quiero visitar
de nuevo es la Galería de Arte Vittorio Emanuele II, un edificio
impresionante y una parada obligatoria para todos los que visiten
Milán.
En menos de quince minutos, llegamos al moderno edificio de
ocho pisos, sede principal de Müller Enterprise. Nathan me lleva de
la mano al interior y cruzamos el amplio vestíbulo de pisos lustrados
ante la atenta mirada de la recepcionista, quien nos observa con
mucha atención sin disimular su sorpresa.
—Buenos días, señor Müller —dice poniéndose en pie cuando
comenzamos a acercarnos. Es una mujer muy guapa, parece salida
de una revista de modas. Sus labios voluminosos, pintados en un
rosa claro, forman una sonrisa que no llega a sus ojos oscuros.
—Buenos días, señorita Durand —pronuncia él con un
movimiento de la cabeza sin detenerse a hablarle. Frío y distante.
—¿Qué ha sido eso? —Le pregunto cuando entramos al
ascensor, siento que me estoy perdiendo de algo.
—¿Qué? —Me mira por encima del hombro pareciendo
confundido.
—¿Por qué fuiste tan indiferente con ella?
—Porque así evito enviar señales equivocadas. Ya pasó una vez
y no quiero que suceda de nuevo —responde serio, sin darme
ningún detalle. No puede decir algo así y no contarme. Se lo
pregunto y suspira hondo antes de responder—. Mi antigua
secretaria quería que tuviera sexo con ella y, como la rechacé, me
denunció de acoso laboral, pero ella ignoraba que había cámaras en
mi oficina grabando todo y así lo pude desmentir.
—¡No puede ser! ¿Cómo se atrevió a ir tan lejos? —inquiero
atónita. No sé qué les pasa a algunas mujeres.
—Quería llamar la atención, es lo que buscaba. —Me explica
frunciendo los labios—. Sentí pena por ella y no quise levantar
cargos por difamación, pero era lo mínimo que merecía.
—Eres un buen hombre, Nathan. —Le digo acariciándole la cara.
Él cierra los ojos un breve momento y traga saliva.
—¿No lo crees?
—A veces no —suscita justo cuando las puertas del ascensor se
abren en el piso ocho.
—Lo hablaremos después —establezco antes de que
abandonemos la cabina. Quiero saber por qué ha dicho eso.
Nathan asiente estando de acuerdo. Junta nuestras manos y
avanzamos a un área de recepción similar a la del vestíbulo. Detrás
del mostrador, veo a una mujer muy hermosa de ojos claros y
cabellos dorados. La sonrisa que nos muestra cuando nos saluda es
genuina, muy distinta a la forzada de la señorita Durand.
Nathan le devuelve el saludo y continuamos hasta su oficina
cruzando un pasillo, donde nos recibe Dean, su asistente. Un
hombre joven de ojos oscuros y cabello rizado. Viste un traje formal
azul y corbata del mismo color. Había escuchado de él, pero no
sabía el motivo de que su asistente fuera hombre. Me ha quedado
claro ahora.
Nathan me presenta como su novia y lo veo sonreír.
—Es un honor poder conocerla, señorita Evelyn. He oído mucho
de usted —dice en tono cortés.
—También he oído de ti, me alegra conocerte al fin. —Le muestro
una sonrisa—. Por favor, dime Evelyn.
—Lo intentaré —dibuja una sonrisa breve y luego le habla a
Nathan—. Todos están reunidos en la sala de conferencia
esperándolo, dejé en su escritorio la documentación con las
correcciones que me pidió.
—Iré en cuanto lo lea. Gracias, Dean. —Lleva su mano a mi
espalda baja y me invita a seguir a su oficina abriendo la puerta.
Cuando entramos, mi boca cae abierta al ver una de mis obras
colgadas en la pared de fondo detrás de su escritorio. Es un collage
abstracto de la ciudad de Hamburgo pintado en acuarela.
—¿Cómo es que…? ¡Esa es la que tenía Simon en su sala! —No
puedo ocultar mi asombro. Me ha sorprendido.
—Sí, no fue fácil de convencer. Pero no iba a rendirme, la quise
para mí desde el día que la vi —confirma ladeando una sonrisa.
—¿Cuándo pasó esto? —No logro salir de mi conmoción. ¿Cómo
no vi que faltaba?
—Lo traje en mi último viaje, pero si te molesta que la tenga,
puedo devolverla —dice con gesto serio desabrochándose el botón
de su saco para sentarse.
—¡No, está bien! Solo me ha tomado por sorpresa. Simon tiene
muchas pinturas mías, una menos no hará diferencia para él. Es
increíble que te guardara el secreto por tanto tiempo.
—Hizo una apuesta con America, ella dijo que no notarías que
faltaba, él que sí lo harías. Ya sabemos quién ganó.
—Debió ser idea de Mare para mantenerlo callado —murmuro
ocultando mi nostalgia detrás de una sonrisa, la extraño mucho. No
esperaba que se alejara así, en casi dos meses no me ha escrito ni
un mensaje. A Simon le envió una carta en la que le dijo, entre otras
cosas, que estaba esforzándose por sanar y poder volver con él.
Nathan asiente y toma la carpeta que Dean mencionó, vino a
trabajar y yo distrayéndolo.
Me siento en una de las dos sillas gemelas ubicadas delante del
escritorio y me dedico a mirar al atractivo hombre frente a mí, lo
rodea un aire de poder que me resulta excitante. Y mi imaginación
comienza a volar. Me veo sobre su regazo con mi falda enrollada en
mis muslos y mis braguitas rotas en el suelo porque me las ha
arrancado. Deshice el nudo de su corbata, le desabotoné la camisa,
liberé su miembro de su pantalón y…
—Evelyn. —Lo escucho decir en tono urgente. Y regreso a la
realidad—. ¿A dónde fuiste? Te llamé tres veces. —Me mira con los
ojos entornados escrutándome la cara.
¡Ay, si tan solo supieras…!
—¡Yo, eh…! —Trato de decir algo, pero todo lo que consigo es
balbucear.
—Conozco esa mirada. ¿En qué pensabas? —pregunta con una
sonrisa presumida.
¡No se le escapa una!
—En nada —niego moviendo la cabeza de un lado a otro.
—Dímelo, quiero oírlo. —Se reclina en el asiento ampliando su
sonrisa. Pero no pienso admitir nada, me moriría de la pena. Hemos
experimentado un montón de cosas en la cama, él conoce cada
peca de mi cuerpo, me ha besado en cada lugar posible, pero
cuando se trata de hablar de sexo las palabras no me salen.
—¿No están esperando por ti en una reunión? —Le pregunto
tratando de evadirlo, pero él no está cerca de rendirse.
—Soy el jefe, puedo llegar cuando quiera. —Se regodea
moviendo las cejas sugestivamente.
—¿Sí? ¿Quiere decir que salimos a las prisas por nada? —
replico retándolo con la mirada.
Nathan se levanta de la silla, rodea el escritorio y me lleva a sus
brazos en un movimiento rápido que me toma por sorpresa. Una
mano la deja en mi espalda baja y la otra explora el espacio húmedo
entre mis muslos.
Soy una presa fácil, él un buen cazador.
—No necesito escuchar palabras, tu cuerpo habla su propio
lenguaje —murmura con la mirada encendida en deseo y la voz
ronca. Me quita las braguitas, se las guarda en el bolsillo de su
pantalón y me sube al escritorio cogiéndome de la cintura—. No sé
cómo lo imaginaste, pero va a ser bueno. —Libera su miembro, me
sube la falda del vestido hasta la cintura y me penetra sin más,
sabiendo que estaba lista para recibirlo. Envuelvo sus caderas con
mis piernas y me aferro a sus hombros mientras él entra y sale de
mí a un ritmo delirante. Me muerdo el labio inferior conteniendo mis
jadeos, Dean se encuentra a menos de tres metros de nosotros y
puede oírnos. Ahora que recuerdo, Nathan dijo que había cámaras
en su oficina grabando. ¡Alguien puede estar mirando!
—Nathan… las… cámaras —murmuro entrecortado.
—No es problema —responde sin detenerse, bamboleando sus
caderas cada vez más rápido, nublando mis pensamientos—. La
mia bella, il mio inferno e il mio paradiso[19] —murmura mirándome a
los ojos con las pupilas dilatas y los irises brillando en un vibrante
color verde. Su dedo pulgar me roza la abultada carne entre mis
labios y ahogo un grito. Me enloquece, sabe cuándo, cómo y dónde,
siempre. Nunca me decepciona. Jamás me priva de placer por hallar
el suyo.
Mis labios proclaman su nombre entre susurros desfasados.
Estoy sin aliento. Nathan respira forzado y me pega más a él,
clavando su carne en lo profundo de mis entrañas, que lo envuelven
como un ajustado guante. Una, dos, tres… embestidas más y
¡boom! Estallamos en mil pedazos.
Cuando volvemos a estar en una sola pieza, Nathan se retira y
me dice que irá por toallas de papel al baño. Al volver, veo que se
ha cerrado la bragueta manteniendo el cinturón suelto. Sin decir
nada, me limpia con diligencia y me baja del escritorio dejándome
sobre mis pies.
—Creo que te olvidaste de algo —señalo sesgando una sonrisa.
Mis bragas.
—No, no lo hice. —Me guiña un ojo y se ocupa de recomponer su
traje—. Espérame aquí, volveré pronto. Si necesitas algo, dile a
Dean, él conseguirá lo que le pidas.
Asiento viéndolo caminar hacia la puerta y suspiro cuando sale.
¡No puedo creer que lo hiciéramos aquí! Fue excitante.
Capítulo 18
Transcurre casi una hora antes de que Nathan regrese
disculpándose por la demora. Me entretuve mirando fotografías de
arte en Pinterest, es la única red social que visito con frecuencia.
Abrí una cuenta en Instagram porque Mare no dejaba de insistir,
pero casi no la uso. Antes de salir de la oficina, me pone las bragas
y me besa sobre la tela en mi zona púbica, gesto que causa una
conmoción en mis entrañas. ¡Es un provocador! Me despido de
Dean con un gesto de la mano cuando pasamos junto a él y pronto
estamos de vuelta en el auto transitando las calles de la
mundialmente conocida capital de la moda. Pero para mí Milán es
mucho más. Es arte, arquitectura y cultura en su máxima expresión.
—Collette me llamó cuando salía de la reunión para invitarnos a
comer con ella y Anette. Había planeado algo distinto para hoy, pero
no pude decirle que no. —Me dice mirándome por encima del
hombro mientras conduce.
—Por mí encantada, sabes que muero por conocer a tu hermana.
—Y ella por conocerte a ti, pero te advierto que es una
inquisidora. Le pedí que se comportara, pero la conozco y tendría
que cortarle la lengua para mantenerla callada. —Hace un gesto con
la cara que lo confirma.
—Acabas de describir a Mare —bromeo riendo.
—Es peor —asegura alzando las cejas.
—¿Sí? Eso es mucho decir —sucinto dejando escapar un
suspiro.
—Es una buena chica, solo peca de imprudente, pero es amable
y muy inteligente. —Me cuenta con orgullo. Siempre que me habla
de ella sonríe y los ojos se le llenan de emoción. Es lindo saber que
la quiere tanto. Por ella sigue al frente de la empresa que dejó su
padre, quiere velar por sus intereses porque ni Anette ni su madre
entienden nada de negocios. Su plan es que su hermana se
especialice en administración de empresas y tome las riendas de
Müller Enterprise. Solo falta que quiera porque su pasión es el ballet
clásico.
Luego de un recorrido de media hora, llegamos a una lujosa
vivienda ubicada en una zona residencial cerca de Naviglio Grande.
Siento nudos formándose en mi estómago mientras nos
acercamos a la entrada. En un momento estaré frente a dos de las
personas más importantes en la vida de Nathan y muero de nervios.
Él lo nota. Me dice que todo saldrá bien, que ellas me amarán
porque soy encantadora, y me da un beso que me hace olvidar
hasta de mi nombre. Lo ha hecho a propósito.
Una joven nos abre la puerta unos minutos después de que
Nathan tocara el timbre, lo saluda con una reverencia y nos invita a
pasar, indicando que la señora Müller nos espera en la sala
principal. Él le agradece y me lleva de la mano hacia una enorme
sala con mobiliario moderno en tonos claros y decoración suntuosa.
No esperaba menos.
Collette se pone en pie junto con vernos y nos saluda a ambos
con un beso en cada mejilla, primero a Nathan y luego a mí. Lleva
un vestido tipo lápiz color azul que se amolda a su figura esbelta. Es
una mujer hermosa, con unos impresionantes ojos celestes, cabello
color miel y un rostro que no muestra sus cincuenta años.
—Al fin conozco a la mujer que se robó el corazón de mi Nate.
Desde que está contigo lo he visto sonreír más de lo que lo hizo en
los dieciocho años que llevo conociéndolo —dice con emoción, está
encantada. Y yo igual. Es lindo escuchar que he causado un
impacto positivo en Nathan. Más sabiendo lo dura que fue su
infancia y juventud—. Siéntate, querida. Estás en tu casa.
—Gracias. También es un gusto para mí conocerla. —Le sonrío
de vuelta y elijo un lugar en el sofá de cuatro plazas a mi derecha.
Nathan se sienta a mi lado, muy cerca, entrelazando nuestras
manos. Collette nos mira con una sonrisa destellante.
—Tutéame, por favor. Que, aunque tenga cierta edad, mi espíritu
permanece joven. —Se ríe ocupando el sillón en el que se
encontraba cuando entramos—. Anette lamenta no haber estado
aquí para recibirlos, pero prometió llegar a tiempo para la comida.
En poco tendrá una presentación importante y los ensayos se han
vuelto muy duros.
—Sí, algo mencionó cuando hablamos la semana pasada.
Parecía emocionada —comenta Nathan acariciándome la mano.
—No habla de otra cosa, sabes cómo es. —Pone los ojos en
blanco—. ¿Les apetece algo de beber? Lulu prepara un té helado
divino.
—Por mí está bien, me encanta el té. —Conservo la sonrisa.
Collette es una mujer muy amable, como dijo Nathan. Temía que
conmigo no lo fuera, que me mirara por encima del hombro, pero me
ha tratado muy bien y me saludó con mucho cariño, como si me
conociera. Nathan debió hablarle mucho de mí.
¿Qué tanto le diría?
Collette se pone en pie y dice que en breve regresa. La veo
alejarse sintiendo los ojos de Nathan sobre mí. Lo miro y veo en su
rostro una sonrisa que me derrite por dentro. Él es la combinación
perfecta de dulzura, pasión y magnetismo. Es irresistible. Estoy
tentada a besarlo, pero me contengo porque Collette debe estar por
volver y no quiero que nos pille en el acto. ¡Me moriría de la pena!
No me avergüenza que otras personas nos vean besándonos, pero
ella es como su madre, lo trata como si lo fuera. Apenas hemos
compartido algunas palabras, pero creo que no me equivoco en
decir que la presencia de ella en la vida de Nathan fue una gran
influencia.
No pasa ni un minuto antes de que Collette vuelva trayendo una
bandeja con tres vasos con tés. Me da uno a mí y otro a Nathan y se
ubica en su puesto. Pruebo la bebida y descubro que tiene alcohol,
es un té helado italiano. Me gusta.
Termino mi bebida escuchándolos hablar de la empresa. Ella le
preguntó cómo había ido la reunión y Nathan le dijo que logró
convencer al señor McDowell de venderles las acciones, que Müller
Enterprise pasó a ser cien por ciento de ellos. Nosotros hablamos
muy poco de sus negocios, él prefiere aprovechar ese tiempo para
«asuntos más interesantes». Pronto Collette deja el tema de la
empresa y se dirige a mí. Me formula las preguntas que cualquier
persona haría cuando conoce a alguien. Y no tengo problema en
responder cada una, aunque casi todo lo que dije lo sabía, solo vi un
cambio de expresión cuando mencioné Inspiration. Él no le había
contado. Le mostré fotografías y estuvo encantada.
Me impactó la sencillez de Collette a pesar de su opulencia. Pero
todo cobró sentido cuando me contó que proviene de una familia de
agricultores, que su padre trabajó muy duro y consiguió convertir
una pequeña granja agrícola en una empresa próspera con
presencia en toda Italia. Para ella fue importante trasmitirle a su hija
los valores y principios que sus padres le enseñaron, que no debe
dar nada por sentado y que sin importar cuánto dinero tenga debe
aprender a valerse por sí misma, porque las riquezas pueden
esfumarse, pero no el conocimiento y la experiencia adquirida.
Justo en ese momento, Annette aparece vistiendo mallas,
zapatillas de deporte y una camisa holgada. Deja la mochila que
colgaba en su hombro en el suelo y se acerca a saludar a Nathan,
quien la recibe de pie con los brazos abiertos. Se saludan con un
abrazo y después me mira a mí.
—¡Tú debes ser Evelyn! —dice con entusiasmo. Y me da un beso
en cada mejilla como saludo—. Eres mucho más preciosa en
persona. Ahora entiendo porqué mi hermano está loco por ti.
La miro y veo muchas similitudes entre ella y Nathan, el mismo
color de ojos, la forma en la que sonríen y el color de su cabello.
Cualquiera que los vea juntos sabría que están emparentados, lo
que no me pasa a mí con mis hermanos. Pero su cuerpo y estatura
es igual al de su madre, solo que ella es un poco más delgada.
—Gracias, tú también eres hermosa. —Su rostro haría una
pintura preciosa, tiene una estructura ósea muy marcada, labios
asimétricos y una mirada vivaz.
—Sí, todos me lo dicen —pronuncia en tono satírico—.
Enseguida vuelvo con ustedes, necesito una ducha y un cambio de
ropa urgente.
Se va de la sala como una ráfaga y vuelve pronto vistiendo una
falda amarilla corta, a la cintura, que combinó con una blusa blanca
metida por dentro y tacones de cuña tono hueso. El pelo se lo dejó
recogido y se aplicó brillo en los labios y colorete en sus pómulos,
luciendo encantadora. Ella, a diferencia de su madre que no
aparenta su edad, puede decir que tiene veinte años y nadie lo
pondría en duda. Ocupa un lugar a mi lado y enseguida inicia con un
interrogatorio que no da tregua. En la última media hora, le hablo de
mi vida, de mi familia, de mis gustos y preferencias. Nathan le pide
que me deje tomar un respiro y le digo que está bien. Pero en el
momento que menciona haber leído del accidente, el corazón me da
un vuelco. No esperaba que el tema saliera a relucir. Nathan no
exageraba cuando dijo que era inquisidora, creo que le iría muy bien
como periodista.
—Anny, ha sido suficiente. —Le advierte él en tono adusto. Y
siento la necesidad de defenderla. Entiendo que sienta curiosidad
por saber de mí, soy la primera mujer que presenta como su pareja.
Ella lo remarcó en dos ocasiones mencionando que le sorprendió
mucho escucharlo decir que tenía una novia. Incluso, dudó de que
estuviera diciendo la verdad.
—Está bien, comprendo que quisieras conocer más de mí —
empleo un tono cordial, no quiero que discutan por mi causa. El
accidente es parte de mi historia, hablar de ello tiene que dejar de
ser un tabú. Estoy en un mejor lugar ahora, puedo hacerlo—.
Sucedió hace más de dos años, fue lo más duro que me ha tocado
enfrentar, pero logré salir adelante. Que Nathan apareciera en mi
vida me dio el impulso que necesitaba para vivir en el presente y no
atada al pasado —desvelo con el corazón hecho un puño. No
estaba en mis planes decir nada de esto, pero no me arrepiento de
ninguna palabra que pronuncié, es así como me siento.
—¡Ay, qué bonito hablas! Eres muy dulce. Tú y Nate hacen una
pareja preciosa. Les deseo todo lo mejor, se merecen el uno al otro.
—Nos dice mostrando una sonrisa y una mirada llena de ilusión.
Le agradezco por sus palabras, también Nathan, y luego
pasamos al comedor para compartir un almuerzo que estuvo divino.
Sirvieron carpaccio de entrada. El primer plato fue spaghetti al
pomodoro, seguido de un bistec a la fiorentina acompañado de
ensalada caprese. Casi no tenía espacio cuando sirvieron el postre,
una porción de tiramisú que se me derritió en la boca. El dulce es mi
gran debilidad. Todo fue preparado por Concetta, una mujer
encantadora que se unió a la mesa junto con su esposo Giuseppe.
Nathan les tiene mucho cariño a los dos, los considera parte de su
familia, igual Annette y Collette.
Cerca de las cuatro de la tarde, nos despedimos de todos con la
promesa de reunirnos una vez más antes de nuestro regreso a
Hamburgo. Annette quería que nos quedáramos a cenar, pero
Nathan tenía otros planes para esa noche de los que no estaba
enterada. No ha querido decirme a dónde piensa llevarme.
***
La cita misteriosa fue un paseo nocturno por el canal Naviglio
Grande, subimos a una embarcación que recorrió durante casi una
hora Los Navigli, uno de los barrios más populares de Milán. Fue
fascinante. Es increíble como todo se ve distinto cuando el sol ha
caído y las calles se inundan de luz y color creando un escenario
romántico e inspirador. Soy una fiel amante de los paisajes
nocturnos, pinté toda una colección de ello. La velada finalizó con
una cena al aire libre en la terraza de un restaurante especializado
en comida de mar. Nathan me animó a probar el carpaccio de pez
espada y no me arrepentí.
Al día siguiente, después de compartir un desayuno que me
preparó mi chef personal, visitamos la Galería Vittorio Emanuele II,
el lugar al que ansiaba regresar. La impresionante estructura fue
construida en el siglo XIX en forma de cruz en la que sobresale una
gran cúpula acristalada, uniendo dos de las plazas más importantes
de la ciudad, la Plaza del Duomo con la Plaza de la Scala. La
experiencia fue muy diferente a la primera vez que fui, porque en
esta ocasión tuve a un experto en arquitectura narrándome detalles
muy interesantes que me hicieron ver todo desde otra perspectiva.
Yo le hablé de lo que soy experta, del arte, mi pasión. Pasamos casi
todo el día recorriendo los grandes monumentos arquitectónicos de
la ciudad donde Leonardo Da Vinci soñó todas sus maravillas. Una
parada obligatoria fue ver el magnífico fresco “La última Cena” del
afamado artista, que se encuentra en la pared del comedor de La
iglesia de Santa María delle Grazie. El paso del tiempo ha causado
deterioro en la pintura. A pesar de haber sido restaurada, es visible
su frágil estado de conservación, por lo que las visitas son cada vez
más restringidas.
En nuestro tercer día en Milán, Nathan tuvo que ir a la oficina y yo
acepté la invitación que me hicieron Annette y Collette de pasar la
mañana con ellas. Compartimos un café en un local cercano al
edificio de oficinas de Müller Enterprise y después tomamos la línea
uno del sistema de tranvía de Milán, que bordea lugares muy
interesantes de la ciudad, como el barrio Brera, el Castillo de
Sforzesco y el Parque Sempione. Fue bonito poder compartir con
ellas ese paseo. Las dos son muy agradables y divertidas.
Nathan se reunió con nosotras a la hora del almuerzo en el
restauranteParco Milano y compartimos una deliciosa pizza en
medio de una charla amena. Verlo interactuar con ellas fue
encantador. Me mostró una versión de él que no conocía, al Nathan
familiar.
Nos despedimos de las dos una hora más tarde y nos fuimos a la
casa de Nathan, donde pasamos gran parte de la tarde metidos en
la cama haciendo de todo menos dormir. A las seis nos preparamos
para encontrarnos con sus amigos en un bar bistrot propiedad de
Dante. Elegí un jumpsuit negro, lo combiné con sandalias y me
arreglé el cabello con ondas sueltas. De maquillaje usé lo de
siempre, máscara en las pestañas, colorete y un tono claro en los
labios. Nathan eligió jeans oscuros, una camisa de cuadros negros y
verdes y una cazadora de cuero que le dio ese aspecto sexy y
desenfadado que tanto me gusta. Busco mi teléfono móvil y lo
capturo cuando no está mirando. Tomarle fotos se ha vuelto mi
pasatiempo favorito. Tengo un álbum con al menos cien imágenes.
A veces finjo escribir un mensaje para capturarlo cuando sonríe o
mientras está mirándome. ¡Las fotos robadas son sexys! Ahora que
lo pienso, no tengo ninguna con él. Me acerco a Nathan y le digo
que quiero hacer una selfie de los dos. Él me rodea la cintura y me
pega a su cuerpo. Miramos la pantalla y tomo nuestra primera
fotografía juntos.
¡Ha quedado preciosa!
Llegamos al bar de Dante veinte minutos. Es un lugar de muy
buen gusto, se nota que cada detalle fue pensado. Combina
mobiliario retro con paredes rústicas de ladrillos. Bombillas de
filamentos cuelgan desde el techo junto a plantas ornamentales
artificiales creando un ambiente acogedor.
¡Me encanta!
El lugar está vacío, Nathan me dijo que su amigo decidió cerrarlo
esta noche para que pudiéramos tener una velada íntima. Dante
sale de detrás de la barra junto a su novia Lia y se acerca a
nosotros, saluda a Nathan y luego a mí cuando él me presenta.
Dante es castaño, de ojos claros y de contextura delgada. Lia es
morena, de una piel canela muy linda, cabello rizado y ojos cafés.
No es más alta que yo, pero me gana en kilos. Posee un cuerpo
lleno de curvas de las que yo carezco. Hacen una bonita pareja.
Ambos me dan dos besos en la mejilla y comentan lo feliz que les
hace tenerme en su bar. Les digo que también estoy feliz de estar
aquí y luego nos invitan a seguirlos a la terraza, donde tendrá lugar
nuestra reunión. Cruzamos el salón y subimos un tramo de
escaleras que nos lleva a un espacio abierto, al aire libre, con una
vista preciosa de la ciudad.
Piero estaba esperándonos arriba. Tiene treinta y dos años. Es el
más joven de los tres, un año menor que Dante y cuatro menos que
Nathan, aunque los supera en estatura y músculos. Es entrenador
personal y un conquistador de cuidado. La combinación de pelo
rubio, ojos claros, cuerpo fornido y un rostro atractivo lo favorece.
Cuando nos acercamos, me mira de arriba abajo sin ningún disimulo
y se presenta con galantería, mostrando el lado seductor del que
Nathan me advirtió. Solo lo hace para molestarlo. A él no le permite
que me bese, me tiene agarrada de la cintura como si fuéramos
siameses, y Piero estalla en risas.
Dante interviene en ese momento y nos invita a sentarnos. Los
cinco ocupamos una mesa y enseguida un mesonero se acerca
para ofrecernos la carta de bebidas. Yo elijo un Bellini de durazno,
los chicos un escocés en las rocas y Lia un Negroni. En lo que el
mesonero vuelve con lo que pedimos, Piero me busca conversación
pidiéndome que le hable de mí. Y yo encantada lo hago.
—Me gusta tu acento, hablas muy bien el italiano. Eres una cajita
de sorpresas en un delicado envoltorio —dice con insinuación,
ganándose una advertencia de Nathan.
—Relájate, hombre. No pienso quitarte a tu chica, aunque podría.
—Me guiña un ojo sonriendo. Es un provocador.
—Déjalo ya, sabes que a Nathan no le gustan esas bromas —
alega Dante mediando entre ellos.
—Joder, Dante. Hazme el aguante. Es la primera vez que Nate
trae a una chica ¿y dices que no puedo divertirme?
—No tienes quince, madura de una puta vez —espeta Nathan
malhumorado. Y es mi turno de decir algo, no es para tanto.
—Solo está bromeando, ¿puedes controlar tus celos irracionales?
—murmuro en voz baja para que solo él me escuche. Y lo veo
asentir con los labios fruncidos—. Discúlpate con tu amigo.
—Lo siento, Piero, no debí reaccionar así. —Le dice sin muchas
ganas, pero al menos lo hizo.
—Vaya, no esperaba ver este día. ¡Nathan Müller dominado por
una mujer! —Se burla continuando con sus chistes. Es un caso
perdido. Pero en esta ocasión Nathan mantiene la boca cerrada sin
caer en sus provocaciones, es lo mejor que puede hacer.
El mesonero llega con nuestras bebidas y pasamos la siguiente
hora bebiendo, charlando y disfrutando de deliciosos bocadillos
hasta que sirven la cena, ossobucco con risotto de azafrán, un plato
típico milanés que nunca había probado. Me gustó mucho, la
gastronomía italiana jamás decepciona.
Cerca de la medianoche, nos despedimos de todos y regresamos
a la residencia de Nathan. Él logró relajarse y terminamos
pasándola muy bien. Fue lindo ver que tiene amigos que lo
aprecian, hasta Piero, que es un bromista de lo peor. Sus chistes
estuvieron presentes a lo largo de la velada, la mayoría dirigidas a
Nathan, pero no logró en él ninguna reacción. Y si lo hizo, no lo
demostró.
En la mañana, muy temprano, viajamos en el auto de Nathan
hasta el Lago de Como y pasamos tres días en un chalet de su
propiedad disfrutando de la naturaleza, tomando un tiempo solo
para los dos antes de volver a Alemania.
Capítulo 19
Disfruté mucho mi estadía en Milán, me encantó conocer a la
familia y a los amigos de Nathan, fue positivo para nuestra relación,
nos permitió conectar un poco más y nos acercó como pareja. He
estado hablando por WhatsApp con Anny, como me pidió que la
llame. Está muy feliz de que sea la novia de su hermano, me
confesó que temía que se apareciera con alguien que no le
agradara, pero que quedó gratamente sorprendida conmigo. Fue
lindo saber que piensa así de mí, es una chica muy dulce a la que le
tomé mucho cariño a pesar de lo poco que compartimos. Espero
volver pronto y pasar más tiempo con ella y con todos.
Kerstin se asoma a mi oficina y me dice que debe irse ya, tiene
una cita con el dentista, y bajo con ella a la galería para hacerme
cargo de los visitantes. Inauguramos una nueva exposición hace
poco y ha tenido una buena acogida. Son las cuatro de la tarde,
queda una hora para cerrar y un poco más para que Nathan me
busque, hoy iremos a ver a Simon para intentar animarle, la está
pasando muy mal otra vez. No sé cuánto más aguante sin Mare. La
extraña mucho. Yo también la extraño, me muero por contarle todo
lo del viaje. ¡Sé que ella amaría que le diera los detalles!
La campanilla de la entrada tintinea y veo entrar a un hombre
alto, delgado, con una vestimenta peculiar, parece salido de una
película de los setentas, con pantalones oscuros, acampanados, y
una camisa con estampados. Se acerca al mostrador y me dice que
está interesado en ver las exposiciones y lo invito a pasar a las
salas. Él sigue adelante y tarda cerca de quince minutos en hacer
todo el recorrido. Cuando vuelve, me informa que quiere adquirir
una pintura. Le pido que me acompañe a la oficina, él me sigue y,
cuando estoy rodeando el escritorio, escucho que cierra la puerta
con pestillo. Me volteo y le pregunto qué hace. Y un segundo
después se abalanza sobre mí como un depredador. Alcanzo una
escultura de mi escritorio y le grito que se aleje, pero me la arrebata
de las manos y me tumba en el suelo, sujetándome las muñecas y
aplastando mis piernas con su cuerpo.
—¡Suélteme! —grito removiéndome debajo de él, intentando
escapar.
—Cállate, zorra —demanda con una mirada vil, su aliento expide
un fuerte olor a alcohol que me revuelve el estómago.
—Por favor, déjeme ir. No me haga daño. —Le pido sintiendo el
corazón latiendo duro contra mi pecho, estoy asustada, temo lo que
pueda hacerme.
—No planeo hacerte daño, solo quiero follar este precioso cuerpo
tuyo tan duro que nunca olvides mi maldita cara, quiero que te
vengas sintiéndome clavado en ti, que me pidas que no pare…
—No, no, no… Déjeme, suélteme… —Lloriqueo luchando por
quitármelo de encima, pero no lo consigo, él es muy fuerte, me tiene
sometida—. ¡Auxilio, alguien ayúdeme! —grito a todo pulmón,
esperando que alguien me escuche.
—Te dije que te callaras, maldita perra —dice entre dientes antes
de cerrar un puño contra mi cara y golpearme fuerte, consiguiendo
que pierda la consciencia.
Cuando logro despertar, me duele muchísimo la cabeza y solo
puedo abrir un ojo. Estoy sobre una cama, en un hospital. El olor es
inconfundible, me traslada a varios años atrás, cuando desperté a
una pesadilla. Una mano está envuelta en la mía, la de Nathan.
Muevo los dedos y él se sobresalta.
—¡Evelyn, has despertado! —pronuncia aliviado. Hago un
esfuerzo por recordar lo que ha pasado y la cara de ese hombre
llega a mi memoria haciéndome temblar de terror—. Tranquila, mia
bella. Estás a salvo, él no puede lastimarte. —Me dice con voz
arrulladora, acariciándome la mano.
—¿Qué…?, ¿qué me ha hecho? ¿Él… él me…? —Una lágrima
recorre mi cara y se me forma un nudo en la garganta. No puedo
decirlo.
—No, no, no. Llegué a tiempo y evité que te hiciera más daño. Si
hubiera demorado un poco menos, esto no habría pasado —dice
abatido, con los ojos brillosos, al borde de las lágrimas.
—No te culpes, tú me salvaste. —Intento acariciarle la mano y se
la siento vendada, debió golpear a ese hombre para defenderme—.
¿Te lastimaste la mano?
—No te preocupes por mí, estoy bien. ¿Cómo te sientes tú? La
doctora pidió que le avisaran cuando despertaras, temía que
tuvieras una contusión.
—Me duele mucho la cabeza.
—Iré por ella, vuelvo en un momento. —Se acerca y me besa la
sien con cuidado de no lastimarme.
Cuando sale, llevo mi mano a mi cara, donde ese hombre me
golpeó, y sofoco un sollozo. La tengo muy hinchada, temo haber
sufrido algún daño en mi ojo. Agradezco que Nathan llegara a
tiempo para evitar la tragedia. Me pregunto si fue premeditado, si
ese hombre sabía que estaba sola y tomó esa oportunidad para
atacarme.
Nathan vuelve pronto y, un momento después, entra una doctora
a la habitación presentándose como Laila Maier. Me dice que todo
se ve normal en los estudios que me realizaron y que quiere
asegurarse de que no sufrí ningún daño neurológico.
—Todo parece estar bien —dice después de examinarme—, pero
la hinchazón tardará en ceder. La mantendré en observación por
esta noche. A cualquier síntoma, como náuseas o mareos, avísele a
la enfermera y ella me informará.
Asiento y la veo salir.
Nathan se acerca y me toma la mano.
—Nunca estuve tan asustado en toda mi vida. Cuando te
escuché gritar, sentía que no llegaba a ti tan rápido como
necesitaba. Y cuando lo vi aplastándote, el infierno vino sobre mí.
Solo me detuve porque te vi en el suelo inconsciente. Te levanté y te
traje aquí, no parecía venir tan rápido por ayuda.
—¿Y qué pasó con él?
—Sebastian se está haciendo cargo, lo llamé de camino aquí,
vendrá tan pronto pueda.
Asiento con un nudo en la garganta, ese hombre parecía
inofensivo, un cliente más, no pensé que fuera una amenaza.
En eso, tocan la puerta dos veces y una oficial de la policía se
asoma pidiendo hablar conmigo para tomar mi declaración. La
autorizo a entrar y le relato lo que pasó aferrada a la mano de
Nathan. Cuando termino, lo interroga a él y luego nos dice que el
sujeto se había escapado de la prisión hacía unas semanas, que
será llevado de regreso a la cárcel donde estaba cumpliendo una
condena por violación y que enfrentará nuevos cargos de agresión
por haberme atacado.
—¡Dios mío! —pronuncio temblando.
—Ya pasó, mia bella. Estás a salvo ahora, nadie volverá a
lastimarte, lo prometo—. Me dice en tono tranquilizador logrando
que me calme.
Más tarde, Sebastian llega con Keira y ninguno puede ocultar la
impresión al verme. Debo lucir como un espanto.
—¡Joder, Eve! No sabía que te había lastimado tanto —dice mi
hermano con una mirada llena de rabia y frustración.
—Se ve peor de lo que es —digo forzando una sonrisa para
tranquilizarlo, pero siento que la cabeza me va a estallar—.
¿Estuviste en la galería?
—No te preocupes por nada, me hice cargo de todo —asegura
sesgando una sonrisa que no llega a su mirada, conozco bien a mi
hermano y sé que se siente impotente.
—¿Y Simon?
—En camino, hablé con él hace un minuto.
—Yo le escribí a America, creí que debería saber lo que pasó —
dice Keira a mi lado.
—Gracias. —Me mojo los labios sintiéndolos secos—. Tengo sed.
—Te traeré agua —dice Nathan soltándome la mano, sirve agua
en un vaso y me lo pasa. Bebo con pequeños sorbos levantándome
de la cama con su ayuda y me recuesto de vuelta cuando termino.
Simon llega poco después y maldice en voz baja cuando me ve.
—Mataré al bastardo —masculla acercándose—. ¿Cómo te
sientes? Ese golpe debe doler como una jodida resaca.
—Nunca he tenido resaca, pero sí —suspiro sintiéndome
cansada—. Creo que dormiré un poco, gracias a todos por
preocuparse por mí.
—¿Gracias por qué? Somos tu familia, siempre estaremos para ti
—dice Simon tomándome la mano—. Descansa, aquí estaremos
cuando despiertes.
—No, vayan a casa, estoy bien. Quizá duerma por horas.
—Sí, yo me quedaré con ella —interviene Nathan manteniendo
nuestras manos unidas, no se ha querido separar de mi lado ni un
momento—. Duerme, preciosa. Estaré cuidándote —dice cuando
todos se van. Me besa los nudillos y me dejo llevar por el sueño.
***
Tras dos días en observación, la doctora finalmente me da el alta,
la hinchazón ha cedido lo suficiente para permitirme abrir el otro ojo,
pero pasarán semanas antes de que el enorme moretón en mi cara
desaparezca.
Nathan está terminando de guardar mis cosas en una maleta
cuando tocan la puerta. Indico que puede pasar y abro mucho los
ojos cuando veo a America entrar. No esperaba que viniera, ha sido
una gran sorpresa.
—Hola. —Nos saluda compartiendo una sonrisa. Los dos
respondemos el saludo y ella se acerca—. Volé aquí tan pronto me
enteré, lamento no haber llegado antes. —Se moja los labios
nerviosa—. También lamento haberme ido como lo hice, tenía que
hacerlo.
—¿Te sientes mejor ahora?
—Sí, sí. Fue positivo para mí tomarme ese tiempo —responde
asintiendo.
—Llevaré la maleta al auto —dice Nathan caminando hacia la
puerta para darnos privacidad.
—Me alegra saberlo, en serio, pero no entiendo porqué tenía que
ser así. ¿No podías llamar al menos una vez? Simon quedó
devastado. —Le reprocho dejando aflorar mis sentimientos.
Comprendí sus razones para irse, pero odié ver sufrir a mi hermano
por su decisión.
—No me sentía yo misma, era como una cáscara vacía. Me
ahogaba y necesitaba respirar. No podía respirar aquí. Y si llamaba
a Simon y me suplicaba que regresara, habría vuelto antes de estar
lista, sin haberme recuperado. Hablé con él antes de irme, le dije
cómo me sentía, le expliqué porqué me iría. Le dije que lo amaba y
que volvería. No me puedes culpar por lo que él estuvo haciendo
con su vida, es adulto, responsable de sí mismo. Y no pienso
disculparme por cuidar de mí ni contigo ni con nadie —responde a la
defensiva
—Tienes razón, perdóname por hablarte así. —Me disculpo. La
he atacado sin ningún derecho—. Para mí fue muy duro ver a Simon
sufriendo, es mi hermano y lo amo.
—Lo sé, Eve, por eso no quise interponerme entre los dos. Antes
que mi amiga, eres su hermana, y lo entiendo —dice comprensiva
—. Para mí también fue duro saber que la estaba pasando tan mal,
lo amo muchísimo, y lo he extrañado horrores. Estoy muy nerviosa
de ir a verlo, no sé qué esperar.
—Lo más seguro es que se echará a llorar como un niño y que no
querrá soltarte en semanas.
—Sí. —Se ríe—. A ti también te he extrañado. ¿Cómo estás?
—Bien, solo luzco como un mapache —bromeo—. Ya tendremos
tiempo de ponernos al día, ahora salgamos de aquí, sabes que odio
los hospitales.
—Somos dos.
Capítulo 20
El color de mi cara pasó por distintas tonalidades a lo largo de
las últimas semanas, hoy tiene un tono verde claro, está cerca del
final según investigué. Nada que no se pueda cubrir con maquillaje,
dijo Mare cuando hablamos más temprano. Las cosas entre ella y
Simon parecen ir muy bien, se les ve más enamorados que antes, lo
que significa muchas más muestras de cariño. No es fácil estar
cerca de ellos estos días. Hoy saldremos los seis a celebrar su
regreso en un pub que ella adora, no me gustan esos lugares, pero
me viene bien salir después de pasar tantos días encerrada. Nathan
insistió con que debía descansar y me ha mantenido prisionera en
su apartamento, no me ha dejado hacer nada, hasta nos ha
abstenido del sexo, pero ya estoy bien y no pienso seguir como
Rapunzel en su torre.
Me visto para salir y le escribo a Nathan que iré a mi apartamento
por algunas cosas. Y su respuesta no tarda en aparecer.
«Puedo conseguirte lo que necesites».
«Lo sé, pero quiero ir yo». Le envío un emoji de besos y bajo
las escaleras. No he llegado al ascensor cuando entra una llamada
suya.
—Luka te llevará, dame un minuto para pedirle que te recoja.
—No necesito un guardaespaldas, te lo dije antes.
—Por favor, Evelyn. Ve con Luka o no podré trabajar pensando
en que algo puede pasarte.
—Bueno, pero volveremos a hablar de esto—bufo girando los
ojos—. ¡Ah, y algo más! Mare nos ha invitado a salir esta noche,
ponte guapo y encuéntrame a las ocho en Temptation, te enviaré la
dirección. Yo me iré con las chicas. —Termino la llamada sin dejar
que diga nada, se ha puesto muy controlador estos días y me
exaspera.
Él no tarda mucho en enviarme un mensaje diciendo que baje,
que Luka me espera en el estacionamiento subterráneo. Y no
menciona ni una palabra de nuestra salida. Bajo en el ascensor y
veo a Luka junto a una SUV negra. Alto, moreno y fornido y experto
en defensa personal. Nathan me lo presentó después de volver del
hospital, dijo que me mantendría a salvo cuando él no estuviera
cerca. Me saluda con mi nombre y abre la puerta. Le regreso el
saludo y le agradezco tras subirme al asiento trasero.
Al llegar al edificio, Luka me acompaña hasta mi apartamento
siguiendo las órdenes de Nathan.
Les escribo a las chicas en el grupo de WhatsApp que ya he
llegado y pongo a cargar el teléfono, olvidé conectarlo anoche y la
batería está casi muerta. Quedamos en reunirnos aquí para
arreglarnos para esta noche. Keira consiguió una niñera para Kim,
por lo que podrá tomarse un tiempo solo para ella.
Mientras las chicas llegan, ordeno un poco el desastre en mi
armario y elijo un vestido negro ajustado hasta la cintura y
acampanado en la falda, es corto, por encima de la rodilla, de
tirantes gruesos, rectos hasta la espalda y escote corazón en el
busto. Nathan se impactará cuando me vea. Y tengo un conjunto de
lencería sin estrenar que también le gustará. Todos los modelitos
que le he exhibido le han encantado.
Keira llega antes que Mare, ha venido preparada con una maleta
de maquillaje para trabajar en mi moretón. Ya quiero que
desaparezca y dejar atrás ese horrible momento. A veces me
despierto en medio de la noche gritando, la cara de ese hombre
quedó grabada en mi mente, también su voz, por más que trato de
borrarlos. He estado hablando con Adele para que me ayude a tratar
el trauma que me dejó aquella horrible experiencia. Y me ha
ayudado, pero sé que requiere de tiempo superar algo así.
Agradezco que no pasara a mayores, que Nathan llegara para evitar
una desgracia peor.
Le ofrezco una bebida a Keira y se decanta por vino tinto. Yo
también me sirvo una copa, le he cogido el gusto a tomar vino desde
que vivo con Nathan. No me he mudado oficialmente, pero casi ni
vengo aquí. Es bueno estar de vuelta al menos un rato.
Mare aparece media hora después cargada con un montón de
comida chatarra. La mujer come como una hiena, pero no aumenta
ni un gramo de peso. Tiene un metabolismo envidiable, yo he
ganado un par de kilos en los últimos meses, culpa de Nathan, que
no para de hacerme probar un montón de comida deliciosa.
Debo retomar las clases de pilates con urgencia.
Después de comer nos turnamos en la ducha y comenzamos a
prepararnos para la noche. Keira inicia conmigo haciendo un
excelente trabajo para cubrir el moretón, ni se nota que está ahí,
como si no hubiera pasado. Ojalá fuera igual de fácil desaparecer lo
ocurrido, pero solo puedo aprender de la experiencia, no a tener
miedo, sino a no ser tan confiada.
—¡Evelyn! ¡Te ves espectacular! —alaba Mare cuando me ve salir
con el vestido. Lo combiné con sandalias de cuña y me recogí el
cabello en una cola alta dejando mi nuca a la vista. Nathan tiene una
fijación con mi nuca, bueno, con todo mi cuerpo.
—Sí, a Nathan se le saldrán los ojos cuando te vea —concuerda
Keira sonriendo.
—A mis hermanos también, se ven preciosas.
—Somos la bomba —pronuncia Mare riendo.
A las siete treinta, Nathan me llama para saber dónde nos
veremos, olvidé por completo enviarle la dirección. Se escucha
serio, seguro está enojado por haberle colgado, pero ya se le
pasará, sé cómo disuadirlo. Le envío la dirección en un mensaje sin
interrumpir la llamada y le indico que se acerque a la entrada y diga
que es invitado de Simon Decker.
—¿Por qué no puedo ir por ti? —pregunta sin filtrar su mal humor.
Y me voy al baño para hablar a solas con él.
—Porque Mare lo quiso así. Y se lo agradecerás luego, ya lo
verás —digo insinuante.
Lo escucho aclararse la garganta antes de hablar.
—Voy a salir ahora, estoy impaciente por verte.
—Y yo —murmuro emocionándome. Es un poco tonto que nos
sintamos así de ansiosos cuando hemos pasado tanto tiempo juntos
y solo unas horas separados.
—No me hagas esperar —dice con voz gutural. Y mi sexo palpita.
Siento que ha pasado una eternidad desde la última vez.
Cuando estoy de vuelta en la habitación, Mare me dice que ya
han venido por nosotras. Voy por un bolso de mano y salimos. Una
limusina nos espera fuera, no podía esperar menos de Mare. Nos
subimos y viajamos hasta el pub bebiendo champán, bromeando y
riendo. Extrañaba esto, tengo la fortuna de que mis cuñadas sean
mis mejores amigas.
Cerca de llegar, Nathan me escribe que ya está con los chicos,
que me espera. Le respondo que estamos cerca y guardo mi
teléfono móvil. La fila fuera del local es larga, Temptation es un pub
muy popular, conseguir entrar no es nada fácil, pero mis hermanos
conocen al dueño y entramos sin tener que esperar. Música house
suena fuerte y hace vibrar las paredes. Y luces multicolores
estroboscópicas bañan cada rincón del gran salón, donde se
encuentran al menos un centenar de personas bailando al ritmo de
la canción. Mare camina delante de nosotras guiando el camino, el
reservado se encuentra en la primera planta, subiendo un juego de
escaleras.
Junto con entrar, la mirada de Nathan me encuentra y me recorre
de arriba abajo con deseo. Ladeando una sonrisa, camina hacia mí
y me toma de la cintura atrayéndome a él por un beso que me deja
saber cuánto le alegra verme.
—Te ves preciosa —dice mirándome con emoción, los ojos le
brillan de una manera especial. Me deja sin aliento.
—Y tú muy guapo. —Le rodeo el cuello y lo beso sin importar que
nos miren. Me he vuelto atrevida, a veces no me reconozco.
Y hablando de atrevimiento…
—Tengo algo para ti. —Abro mi bolso de mano y consigo lo que
quiero darle. Lo envuelvo en mi puño y, con disimulo, lo pongo en su
palma. Y sé justo en el instante que descubre que le he dado mis
bragas, su expresión lo dice todo. Las pupilas se le dilatan y lo veo
tragar saliva.
Lo he puesto en jaque, es su turno de jugar.
—¡Ahora sí estamos todos! —dice Mare mirando hacia la puerta,
me giro y veo a Brandon detrás en compañía de una rubia preciosa.
Nos vimos un par de veces antes y solo compartimos un saludo,
nada más. Nuestra amistad terminó la noche que lo rechacé. Fue
muy triste, él nunca me quiso como solo una amiga.
Nathan guarda mis bragas en su bolsillo y murmura algo
ininteligible en voz baja cuando nota cómo me ha mirado Brandon.
Creo que todavía siente algo por mí, y no lo ha disimulado. Le hablé
de él cuando iniciamos nuestra relación y Simon los presentó hace
un tiempo, trabajaron juntos en un proyecto de construcción, pero es
la primera vez que coincidimos los tres y está siendo realmente
incómodo. No tenía idea de que vendría, aunque es primo de
America, debí suponer que lo invitaría.
Debió advertirme.
Brandon rodea la cintura de la rubia y la presenta como Kayla.
Mare se acerca y la saluda con un beso diciéndole que es la prima
de Brandon y nos va señalando uno a uno diciéndole nuestros
nombres y nexos.
—Okey, ya que todos nos conocemos, es momento de hacer un
anuncio —dice America volviendo con Simon y engancha su brazo
con el de él—. Renovaremos nuestros votos el mes próximo. —Una
gran sonrisa acompaña su alocución. Mi hermano también sonríe,
no le cabe la felicidad en la cara.
Me acerco a ellos y los felicito. Estoy tan feliz de que estén juntos
como siempre debió ser. Nathan los felicita después que yo y todos
los demás se van sumando.
Mi hermano descorcha una botella de champán, el mesonero se
encarga de que cada uno reciba una copa y brindamos a la salud de
Simon y Mare.
—Él no deja de mirarte. Estoy a segundos de partirle la jodida
cara —murmura Nathan apartándome en una esquina.
—Contrólate, no quiero que hagas una escenita aquí.
—No puedo, joder. No paro de pensar que tengo tus bragas en mi
maldito bolsillo.
—Él no lo sabe —giro los ojos.
—Siento que sí, que te desnuda con sus jodidos ojos —rumia
malhumorado—. Vamos a casa, salgamos de aquí.
—No, vine a divertirme, estoy cansada del encierro. Vete tú si
quieres. —Doy media vuelta y me uno al grupo.
Simon está muy animado contando la historia de cuando conoció
a Mare, haciendo reír a todos. Yo la he escuchado al menos seis
veces, e igual me rio, aunque no tengo ganas de hacerlo. Esperaba
pasarla bien esta noche, pero todo se ha arruinado por los celos de
Nathan.
Miro atrás y lo veo de pie justo donde lo dejé, tenso, con una
mirada hostil que todos pueden notar. Suspiro y niego con la cabeza
reprochando su actitud. Entiendo que le moleste que Brandon me
mire, no debería hacerlo teniendo al lado a una mujer tan hermosa
como Kayla, pero lo que él haga no tiene que ver conmigo.
Siento el teléfono móvil vibrar dentro de mi bolso de mano y sé
que es él. Lo saco y veo su mensaje.
«Estaré en el bar, escríbeme cuando podamos irnos».
¿Está hablando en serio?
Tecleo un mensaje y le doy enviar.
«No pienso irme contigo, eres libre de marcharte».
No recibo una respuesta de vuelta. Miro atrás por segunda vez y
noto que él ya no está, se ha ido. No puedo creer que actúe con
tanta inmadurez. Está siendo ridículo. Guardo mi teléfono y decido
ignorarlo, no voy a ir tras él si es lo que espera.
Siento la mirada de Brandon sobre mí de nuevo y me disgusto,
necesita dejar de hacerlo. Debería tenerle al menos un poco de
respeto a la mujer que tiene a su lado.
Me alejo del grupo para ocupar un asiento en la mesa de fondo.
Un momento después, se acerca Sebastian y se sienta a mi lado.
—Siempre le ha gustado ser el centro de atención —dice
refiriéndose a Simon.
—Sí —sonrío viéndolo—. ¿También sientes que es el menor?
—Como un adolescente. —Se mofa riendo—. Pero es leal,
confiable y un verdadero amigo cuando hace falta.
Suspiro y apoyo mi cabeza en su hombro.
—Los dos son los mejores hermanos que tuve la suerte de tener.
Algo bueno salió de Maximilian y Elise.
—Eso serías tú.
Trago saliva y me muerdo la lengua para no decir la verdad, no
es el momento.
No pasa mucho antes de que Simon haga su camino aquí en
compañía de mi cuñada. Keira está hablando con Kayla y Brandon.
Tras varios minutos, los tres también se nos unen. La mirada de
Brandon vuelve a pesar sobre mí incomodándome. Nunca fue así
cuando éramos amigos, apenas puedo reconocerlo, o tal vez nunca
supe cómo era realmente.
Mare llama al mesonero y le pide que sirva una ronda de bebidas
y aperitivos. Y se sienta junto a mí para preguntarme por Nathan.
—Está en el bar, se fue celoso por Brandon, que no deja de
comerme con los ojos. —No hago ningún intento por ocultar mi
disgusto.
—Cuando me dijo que conoció a alguien pensé que lo había
superado. No lo habría invitado de saber que se comportaría así —
dice frunciendo los labios—. Hablaré con él.
—No, déjalo. Lo mejor será que me vaya, no estoy de humor para
quedarme.
—¡No, Eve! Quédate. Es nuestra primera salida desde que volví.
A Nathan se le pasará el enojo y volverá por ti.
—Le daré una hora, sino vuelve, me iré.
—Me parece justo —acepta sonriendo—. Conseguiré un Cosmo
para ti. —Se aleja tan rápido que no me da tiempo de decirle que no
quiero beber. Aunque cuando me trae la copa, me la termino sin
darme cuenta. Pero no beberé más.
—¡Vete a la mierda! —Escucho a Kayla decirle a Brandon, se
levanta del asiento y sale del salón. Él la sigue.
—Estaba esperando que pasara. ¿Se puede ser más imbécil?
Joder, ni yo cuando era un cabrón le hice eso a una mujer —dice
Simon sin ningún filtro.
Me remuevo en el asiento inquieta. Si él ha podido darse cuenta
de lo que pasaba, entonces Nathan tenía razón en alejarse y evitar
una confrontación con Brandon.
—Iré por Nathan. —Me levanto del asiento como una tromba y
salgo del reservado de prisa esperando que no se haya marchado.
Bajo las escaleras y trato de cruzar el salón abriéndome paso
entre la gente, pero un tipo alto y fornido me retiene a la fuerza. Me
paralizo volviendo a ese día, cuando aquel hombre me tenía
atrapada entre el suelo y su cuerpo. Un estremecimiento me recorre
y comienzo a llorar sin poder evitarlo. Intento decirle que me suelte,
pero las palabras no me salen.
—¡Qué demonios! —gruñe cuando Nathan le retuerce el brazo y
lo tira al suelo con fuerza alejándolo de mí.
—No se trata así a una mujer, maldito degenerado —grita con
furia—. Desaparece de mi jodida vista si no quieres que te envíe al
infierno. —Le advierte en tono amenazador. Y después me envuelve
entre sus brazos y me pregunta si estoy bien.
Murmuro que sí aferrándome a él y le pido que me lleve a casa.
Me toma en sus brazos y escondo mi cara en su pecho mientras
se abre espacio entre la gente para sacarme de ahí. Cuando
consigue alejarse del tumulto, escucho a Sebastian preguntar en
tono preocupado qué ha pasado.
—¡Qué tu maldito amigo deja entrar a cualquiera en este jodido
bar! —Le espeta enojado y sigue caminando conmigo en brazos,
decidido a llevarme fuera.
—¡Joder, hombre! ¡Dime qué mierda pasó con mi hermana! —
demanda Simon ahora, pero Nathan no se detiene.
Le pido que pare para hablar con mis hermanos, pero es como si
le hubiera hablado a la pared. Deja de caminar, solo porque no
puede abrir la puerta. Tomo esa oportunidad para bajarme y les
cuento a todos todavía temblando lo que sucedió, Mare y Keira
están presentes también.
—Y es tu jodida culpa, pasó porque ella fue a buscarte a ti. —Le
reprocha Sebastian fulminándolo con la mirada.
—¡No peleen! Ya pasó, estoy bien —intervengo mediando entre
ellos—. Solo quiero irme, le dije a Nathan que me llevara a casa y
es lo que intentaba.
—Lamento mucho que esto pasara, hablaré con David para que
se asegure de que ese imbécil no ponga otro pie aquí —dice
Sebastian un poco más calmado.
—Y yo iré a darle su merecido al maldito —promete Simon antes
de alejarse. America lo sigue y detrás Sebastian.
—Ve, no dejes que hagan ninguna tontería. —Le pido a Keira
nerviosa.
Esta noche ha sido un completo fracaso.

—Vamos, te sacaré de aquí. —Nathan me agarra la mano y se la


suelto de un tirón.
—No hasta que ellos regresen. —Él frunce el ceño y une sus
labios en una línea dura. Su mirada muestra una profunda turbación.
—Tu hermano tiene razón, ha sido mi culpa. Los malditos celos
me cegaron. ¿En qué mierda estaba pensando? —Se pasa las
manos por el pelo y cierra las manos en dos puños fuertes—. Se
supone que debo cuidarte, no ponerte en riesgo.
—No, es mi culpa. Debí irme contigo cuando me lo pediste —
murmuro con el corazón descontrolado, el miedo aún circula en mi
sistema con fuerza. Todo lo que viví aquella noche regresó a mí en
aquel instante. Me paralicé.
—No, yo no debí irme como lo hice. Pero te prometo que no
volverá a pasar, que no volveré a permitir que los celos nublen mi
razón. —Se acerca de nuevo y alcanza mi mano con ternura—. Lo
siento, mia bella. ¿Me perdonas?
—No hay nada que deba perdonar —murmuro suspirando.
Estaba tan contenta con esta salida y todo se arruinó por ese
imbécil. Hombres como él no deberían existir. ¿Qué les da derecho
a tratar así a una mujer?
Me acerco a él por un abrazo. Nathan me rodea en sus brazos y
me besa la cima de la cabeza dejando escapar el aire que estaba
conteniendo.
Cuando mis hermanos están de vuelta, todos salimos juntos del
local y hablamos afuera mientras traen los autos. Sebastian me dice
que habló con David, el dueño del lugar, y que él mismo se encargó
de echar al sujeto por la puerta de atrás con una advertencia. Y le
prometió que modificará sus políticas de admisión.
Nathan y Sebastian hacen las paces antes de que nos
despidamos. Nathan tomó la iniciativa disculpándose, él puede tener
su carácter, pero sabe aceptar cuando ha cometido un error. No es
orgulloso. Y fue un enorme alivio para mí, no quiero que estén
enemistados, siempre se la han llevado bien, es la primera vez que
tienen un impase.
Capítulo 21

El cielo parece arder en llamas cuando comienza a caer el


atardecer en Santorini, bañando las aguas de su majestuoso mar
azul con matices dorados. Y lo contemplo con Nathan abrazado a mi
espalda. He estado esperando este viaje con ansias desde que
Mare dijo que había escogido este destino para renovar sus votos
con mi hermano. Me enamoré de este lugar hace siete años cuando
decidí emprender un viaje sola, cargando una mochila, una Polaroid
y mis deseos de aventura. Recorrí casi toda Europa capturando los
paisajes más hermosos que vi alguna vez, y luego los pinté creando
una gran colección de obras que se vendieron muy bien. Es
emocionante volver, y más en compañía de Nathan. Contaba los
días para estar aquí y disfrutar del Sol, del olor a mar, de la playa, y
poder visitar con él todos esos lugares que conocí y que lograron
enamorarme.
Nathan me besa detrás de la oreja y me mece en sus brazos con
la melodía de Piú Bella Cosa sonando en su teléfono móvil. Es una
canción preciosa con una letra igual de hermosa que él ha hecho
nuestra. La canta en mi oído, en italiano, con cadencia y sentimiento
consiguiendo que se me derrita el corazón. En los cuatro meses de
nuestra relación, he podido conocerlo con sus cualidades y
defectos. Me ha demostrado que es amable, leal, paciente,
comprensivo, apasionado, romántico, fiel, confiable y franco. Y
también me ha dejado ver su lado oscuro, siendo celoso, posesivo y
obstinado. Pero con todo eso, y sin temor a equivocarme, puedo
decir que me he enamorado de él, tal como es. Nathan me ha
ganado pedazo a pedazo, juntando esas partes esparcidas dentro
de mí que creía perdidas.
Me volteo, cruzo mis brazos detrás de su nuca y me muevo junto
a él mientras sigue cantando con voz melodiosa cada estrofa de la
canción.
Cantar de amor nunca es suficiente
Se necesita más
Para decírtelo de nuevo, para decirte que
No hay cosa más bella,
Más bella que tú.
Única como eres,
Inmensa cuando quieres,
Gracias por existir.
—Te amo, mia bella, eres mi vida —pronuncia con voz ronca
acunándome la cara. Es la primera vez que me lo dice y la felicidad
que me llena el corazón es tan grande que se me desbordan las
lágrimas.
—Y yo te amo a ti, Nathan. —Le digo sintiéndolo muy dentro de
mí. Llevo un tiempo sabiéndolo, pero no se lo decía por miedo a que
algo pase y me arrebate de nuevo la felicidad. Pero no quiero vivir
más esperando lo peor, he decidido creer que él es mi recompensa,
esa luz al final del túnel que había perdido la esperanza de hallar.
Su mirada se inunda de emoción haciendo que sus ojos destellen en
un verde intenso, como el de las espigas cuando florecen. Siempre
le cambian de color acorde a sus emociones, más oscuros cuando
se enoja, más claros cuando se alegra. Une nuestros labios y me
besa con ansias, apasionado, de esa manera tan suya que
despierta el deseo en mí. Soy como el cielo encendido cuando
atardece, él es el Sol que me hace resplandecer.
Desnudándonos, aterrizamos en la cama y nos dejamos consumir
por la pasión hasta que juntos encontramos el ocaso.
***

Temprano en la mañana, partimos en una lujosa embarcación


que surca las aguas del mar Egeo y conquistamos el alba.
Simon luce muy apuesto con un conjunto de pantalón y camisa
color blanco que resalta su piel aceitunada. Estamos en la cubierta
en espera de Mare para dar inicio la ceremonia en la que solo
asistimos Keira, Sebastian, Nathan y yo. La pequeña Kim se quedó
con Irlanda, la hermana de mi cuñada, para que ellos pudieran
disfrutar unas pequeñas vacaciones solos. Volverán en dos días
porque mi hermano no quiere dejar mucho tiempo a su niñita, los
demás nos quedaremos una semana en la isla. Brandon no fue
invitado por razones obvias, incluso volvió a casa, Simon no lo
quería de vuelta en su empresa.
All of Me de John Legend, se reproduce en los altavoces
anunciando la entrada de America. Mi hermano sonríe cuando la ve
aparecer y la mira encantado mientras se acerca. Se ve hermosa.
Eligió un vestido estilo griego color marfil que se mueve con el
viento como si dejara una estela. El cabello se lo recogió en una
trenza dejando algunos mechones sueltos. Y se aplicó un maquillaje
suave que la hace ver natural.
Cuando llega a él, se toman de las manos y se prometen el uno
al otro con las más bonitas palabras de amor que alguna vez
escuché. Y sellan su compromiso con un beso apasionado.
—Por una vida entera junto a la mujer de tu vida, que su felicidad
sea tan infinita como el mar que ha sido testigo de este momento —
recita Sebastian dirigiendo el brindis.
—Salud —decimos al unísono antes de beber el champán de
nuestras copas.
Una hora después, luego de haber bebido y comido los deliciosos
aperitivos que preparó un destacado chef local, me pongo un
bañador verde de una pieza con transparencias en la cintura que
hace babear a Nathan. Su cara es digna de una fotografía, lástima
que dejé mi móvil en el camarote.
—¿Me acompañas a dar un chapuzón? —Lo invito sonriéndole. Y
lo veo asentir dos veces tragando saliva—. Ve a cambiarte, te
espero aquí.
Nathan se aleja y demora muy poco en volver usando un slip de
baño. Y es mi turno de babear. No me canso de ver ese cuerpo tan
bien formado, lo cuida muy bien, se ejercita a diario para
conservarlo. Es muy disciplinado, a diferencia de mí, que siempre
me digo que retomaré las clases de pilates y nunca lo hago. Aunque
me mantuve enfocada en superar los eventos traumáticos que me
produjeron ansiedad durante semanas. Lo que más deseaba era
poder salir sin sentir miedo, regresar a la galería sin irme corriendo,
y lo conseguí con los consejos de Adele, el apoyo de Nathan y mi
motivación a salir adelante.
—¡A la cuenta de tres! —Le digo preparada para saltar. Soy muy
buena nadadora, no es la primera vez que me lanzo al mar. Me
encanta hacerlo.
Nos sujetamos de la mano e inicio el conteo, al llegar a tres
saltamos juntos, pero al sumergirnos nos soltamos de las manos.
De vuelta a la superficie, Nathan nada hasta donde estoy y me dice
sonriendo que ha sido divertido, que lo hagamos otra vez.
Regresamos al bote y esta vez él salta solo, de espaldas, dando una
voltereta en el aire que me pone de los nervios. No sabía que podía
hacer esas acrobacias. Nathan no deja de sorprenderme.
Me lanzo de nuevo al mar y reto a Nathan a nadar hasta la orilla
de la playa. Y aunque me da un poco de ventaja, consigue llegar
antes que yo. Lo salpico en la cara con agua y él me salpica de
vuelta mientras se va acercando. Doy media vuelta y comienzo a
nadar de regreso, pero él me alcanza y me sujeta en sus brazos,
alzándome sin ningún problema.
—¡No, no! —grito cuando me ataca a cosquillas, sabe cuál es mi
punto más débil y también que odio las cosquillas—. ¡Para ya! —
chillo comenzando a enojarme, y él se detiene cambiando su castigo
por besos, que saben a sal y seducción.
Y lo perdono con facilidad, soy débil, tan débil…
Sus manos me recorren la espalda y hallan su destino en mi
trasero. Le rodeo las caderas con las piernas y no me sorprende
sentirlo duro debajo de mí.
—Te deseo todo el tiempo, Evelyn. Eres mi mejor adicción —
susurra con voz cargada de pasión. Y me besa con furor,
conquistando mis labios como si hubiera hallado un oasis que le
calma la sed. Su pasión es poderosa, como llamas que consumen
todo hasta que solo quedan cenizas.
El fuego ha iniciado, feroz, hambriento. Me abrasa la piel,
quemándome desde el interior. No puedo esperar más, y él
tampoco. Ansioso, usa una de sus manos para liberar su miembro y
apartar la tela del área del bikini de mi bañador. Me sujeta de la
cintura elevándome lo suficiente para conseguir que nos unamos. Él
coordina los movimientos, me hace subir y bajar al compás de la
mejor música que se pueda bailar.
El sonido del agua rompiendo contra las rocas se mezcla con mis
gemidos, que inician su ascenso cuando quedo atrapada en el
espiral de una gran ola. Pronto me zambullo a lo profundo del mar,
con Nathan acompañándome.
Cuando volvemos al barco, Mare y Keira están tomando el Sol en
las sillas de extensión en la cubierta y mis hermanos se encuentran
cerca de la proa hablando y bebiendo whisky. Yo intento actuar
normal, pero estoy muerta de la angustia. Fue justo en el momento
que todo acabó cuando recordé que el barco estaba anclado cerca
de nosotros y que alguno de ellos pudo vernos.
—¿Se divirtieron? —pregunta Mare con una sonrisa pícara.
¡Dios mío! ¿¡Nos vio!?
Espero que solo haya sido ella, porque si alguno de mis
hermanos lo hizo, juro que me lanzo al mar y nado hasta la costa de
regreso.
—Sí, fue divertido. Deberías intentarlo —respondo sonriendo, mi
cara sonrojada no tiene que significar nada, he venido nadando
hasta aquí con el Sol sobre mí.
—¿Yo? No, a mí déjame aquí en la silla tomando mis cócteles.
Sabes que me aterran las profundidades.
¡No nos vio! Mi comentario era un anzuelo y no picó. Solo fue una
falsa alarma.
—Tú te lo pierdes. —Le guiño un ojo y me voy con Nathan al
camarote para tomar una ducha.
***

El Sol ha comenzado a ponerse en el horizonte bañando el cielo


con un espectáculo multicolor cuando navegamos de vuelta a la
costa. Un auto nos lleva al hotel y, en la noche, después de
cambiarnos, cenamos en uno de los restaurantes más elegantes de
la zona, para cerrar con broche de oro la celebración de la
renovación de votos.
El día siguiente dormimos hasta tarde y pedimos servicio a la
habitación porque no queríamos salir, solo descansar. Pasamos la
mitad del día en la cama y la otra en la bañera de hidromasaje. Al
atardecer, nos reunimos con los chicos en el restaurantedel hotel y
compartimos la cena. Sebastian y Keira subirán a un vuelo en la
mañana y quisimos pasar un tiempo más con ellos antes de que se
fueran.
El resto de nuestra estadía, la dedicamos a recorrer los
alrededores de la isla en un tour dirigido por un encantador joven
local de nombre Anker, se nos acercó ofreciendo sus servicios
cuando comenzábamos a explorar los alrededores del hotel, en Oia,
y decidimos darle la oportunidad. Fue emocionante escucharlo
hablar de cada locación con tanto entusiasmo. Oia es un pueblo
pintoresco, con calles estrechas y casas blancas que parecen
suspendidas en el aire. Está construido en lo alto de la caldera en la
que se sitúa la isla. Visitamos dos galerías de arte que exhibían
maravillosas obras de artistas locales. Siempre me aseguro de
entrar a alguna galería de los sitios a los que viajo.
Nuestra próxima parada fue a Imerovigli, un pueblo anclado a tres
kilómetros sobre el nivel del mar. Visitamos las ruinas de la fortaleza
de Shakros, la cumbre de la emblemática Skaros Rocky y la iglesia
Theoskepasti. La arquitectura es similar a la de Oia, todos los
pueblitos de Santorini comparten características que te hacen sentir
una extraña sensación de déjá vu, aunque cada uno poseé su
encanto.
En Thira, paseamos por la plaza Theotokopoulou y recorrimos
algunas tiendas en busca de obsequios para las niñas. Su
arquitectura es fascinante, con callejuelas estrechas y casas y
comercios encalados. Un auténtico pueblo mediterráneo, colorido y
luminoso, asentado sobre una cima escarpada de cara a la caldera.
Temprano en la mañana, partimos en un crucero desde el puerto
Athinios y navegamos a través de la caldera. Vimos el
impresionante cráter del volcán Nea Kameni y nadamos en las
aguas termales de Palea Kameni. Y conocimos Manolas, en la isla
de Thirasia.
Desembarcamos en el puerto de Oia y cenamos en un
restaurante al aire libre, disfrutando del atardecer en un ambiente
romántico y acogedor. El servicio fue excelente y la comida
deliciosa. Langostinos empanizados con ensalada de entrada,
rissoto con champiñones de plato principal para mí. Y pulpo para
Nathan. Lo acompañamos con un vino blanco de Atlantis que nos
gustó mucho. A la hora del postre, compartimos un mousse de
chocolate que estaba para chuparse los dedos.
Concluimos el tour con una excursión a la bodega Domaine
Sigalas para una degustación de vinos a la que nos invitó Simon.
Probamos distintos vinos, todos muy buenos, pero mi favorito fue el
tinto Mavrotragano. Compramos varias botellas.
Al salir, Anker nos recomendó ir a la carretera entre Fira y Pyrgos
para contemplar el último atardecer que veríamos desde la caldera.
Aquel era un lugar en ruinas, solo quedaban escombros de lo que
pudo ser una vivienda y algunas puertas al aire. Extendimos unas
mantas en el suelo y abrazados en pareja vimos al Sol esconderse
detrás de la isla, dejando una estela multicolor única. En los siete
días que duró nuestro viaje, cada atardecer era distinto. Ese fue mi
favorito. Logré capturar una fotografía increíble que planeo convertir
en una pintura. Ha llegado mi momento de retomar el pincel.
¡Estoy lista!
Capítulo 22
Doy un paso atrás y sonrío cuando veo concluida mi primera
pintura en casi tres años. Pasé mucho tiempo negada a tomar un
pincel, me autosaboteaba diciendo que la musa me había
abandonado, que jamás volvería a ser la artista que fui, y en eso no
me equivoqué, no seré la misma nunca más, soy otra versión de mí
misma, como persona y como artista. La experiencia me ha
enseñado que vivimos en un cambio constante, que lo que hoy fue,
quizás mañana no será. He aprendido a aceptar las cosas como son
y no como deseo que sean, claro, que gran parte de lo que nos
sucede es consecuencia de nuestras acciones. Hay mucho que
escapa de nuestro control, pero también hay mucho que depende
de nosotros. Si no hubiera decidido hacer algo para salir adelante,
seguiría como estaba, tal vez peor. También aprendí que nadie es
autosuficiente, que siempre, siempre, hace falta alguien que te
apoye, alguien que te diga “no te rindas”, alguien que te motive a
continuar remando aunque sientas que no vas a ninguna parte. Y yo
tengo la fortuna de contar con más de una persona en mi bote.
Me limpio las manos con una toalla y voy por mi teléfono móvil
para contestar una llamada.
—¿Sabes qué hora es? —Me pregunta Nathan apenas contesto,
se escucha disgustado.
Miro la hora en la pantalla y me llevo una mano a la cabeza. Son
más de las diez de la noche, le prometí que estaría lista temprano
para salir a cenar con él. Llevo toda la semana metida en mi estudio
trabajando desde la mañana hasta la noche y es muy poco el tiempo
que hemos compartido. En la mañana, desayunamos juntos lo que
él prepara y me trae a la galería. Y en las noches llego tan cansada
que apenas me quedan fuerzas para tomar una ducha y acostarme
a dormir. Puedo contar con una sola mano las veces que hemos
hecho el amor esta semana.
—Lo siento mucho, amor. El tiempo se me pasó volando, creí que
era más temprano. ¿Por qué no me llamaste antes?
—Porque esperaba que lo recordaras —responde afilado—. Solo
te llamo para que recibas a Luka en la puerta, te está llevando algo
de comer y esperará por ti hasta que decidas irte.
El primer día que volví al estudio, le dije a Nathan que faltaría a
nuestra cita acostumbrada para almorzar y él entendió que
necesitaba quedarme, pero pasé todo el día sin comer y sufrí una
baja de glucemia que requirió una visita a urgencias. Desde
entonces, me llama varías veces al día para asegurarse de que no
vuelva a pasar, como si fuera una niñita.
—¿Luka? ¿Y tú dónde estás? —Él siempre viene por mí, ¿por
qué envió a Luka esta vez?
—Subiendo al avión, te dije que saldría hoy a Milán, pero veo que
también lo has olvidado. —Su voz destila reproche. Y lleva razón.
¿Cómo pude olvidar que hoy se iba?
—Tomaré un vuelo mañana y me reuniré contigo, he terminado la
pintura al fin y…
—No, quédate, estaré trabajando y no tendré tiempo para ti.
Volveré en tres días. —Me interrumpe—. Tengo que colgar ahora,
van a despegar el avión.
—Vuelve pronto, ¿sí? Te amo —susurro con un nudo en la
garganta. Me siento muy mal, odio que esté dolido a causa mía.
La línea se queda en silencio durante casi un minuto, hasta llego
a pensar que me ha colgado.
—Buenas noches, Evelyn. —Se despide así y termina la llamada.
—Yo también te amo —murmuro las palabras que esperaba
escuchar, pero es obvio que no me las merezco.
La burbuja de mensaje de texto aparece en la pantalla un
segundo después. Es Luka.
«Estoy frente a la galería, señorita Evelyn».
«Ok, salgo en un momento».
Cuando me subo al auto con Luka, le pido que me lleve a mi
apartamento, no tiene sentido que vaya al de Nathan si él no estará
ahí, solo haría que lo extrañe más.
Al llegar a mi edificio, me entrega una bolsa de papel con mi cena
y me despido de él agradeciéndole por haberme traído. Entro y viajo
en el ascensor hasta mi piso. Le escribo un mensaje a Nathan y le
digo que ya he llegado, que decidí venir a mi apartamento. Pero no
recibo ninguna respuesta, lo más seguro es que no lea el mensaje
hasta que el avión aterrice.
Le envío un segundo mensaje.
Lo siento muchísimo. Espero que consigas perdonarme y que
vuelvas pronto. Tuya, Evelyn.
Guardo la comida en el refrigerador, no me apetece nada.
Camino a mi habitación y dejo mi bolso sobre el colchón antes de
irme a dar una ducha rápida. Me pongo un pijama y me meto en la
cama, que se me ha hecho demasiado grande, él no está a mi lado
para llenar el espacio. Me siento fatal porque se ha ido enojado, no
me gusta que discutamos, y más cuando no está aquí para que lo
arreglemos. Un mensaje de texto no es la mejor forma de
disculparse, solo espero que su enojo no dure tanto.
Suspiro mirando el techo, me siento frustrada y enojada. ¿Por
qué no puse un recordatorio para no olvidar nuestra cita?
Bueno, lo hecho, hecho está. No gastaré energías
lamentándome, ya me ha quedado la experiencia y no cometeré el
mismo error.
Apago la luz y me dispongo a dormir, he estado casi todo el día
de pie y el cuerpo no me da para más.
Los rayos de Sol metiéndose por los ventanales me despiertan en
la mañana. Tonta de mí que no corrí las cortinas. Me levanto, las
cierro y me lanzo de vuelta a la cama a seguir durmiendo. Es
domingo y no tengo ganas de salir, tampoco de pintar. Pero el
sonido de mi teléfono móvil me hace levantar la cabeza. Ha
ingresado un mensaje de texto y puede ser de Nathan. Lo busco
como loca entre las sábanas y cuando lo consigo me llevo una gran
decepción, no es él, se trata de alguien inesperado.
«Tenemos que hablar, es importante. Harold».
Frunzo el ceño preguntándome de qué quiere hablar conmigo, lo
más seguro es que sea de Elise, ella es nuestro único vínculo. Pero
no tengo el más mínimo interés en hablar con él, así que decido no
responderle.
Después de ese mensaje, el sueño se me esfuma.
Me levanto de la cama y voy al baño. Hago mis necesidades y
me cepillo los dientes. Después voy a la cocina para comer algo.
Tengo hambre. Saco del refrigerador el recipiente con comida que
Luka me dio anoche y lo pongo en el microondas. Es lasaña, la
mejor de toda la ciudad, y no lo digo solo porque el chef sea alguien
que aprecio tanto. Ha sido un gran detalle de su parte enviarme de
comer así le haya dado plantón.
Cuando termino, vuelvo a la habitación y me meto en la cama,
pienso pasar todo el día de ociosa viendo películas o leyendo algún
libro, si me animo. Busco mi iPad y, mientras se enciende, recibo
otro mensaje de Harold.
«Sé quién es tu padre. Es una información valiosa que a la
prensa le interesaría mucho tener. ¿No crees?»
¡Dios mío!
Siento la bilis subiendo por mi garganta y de pura suerte no
termino doblada sobre el inodoro. Leer ese mensaje me ha sentado
muy mal. He estado evadiendo ese tema, no quería pensar en quién
es mi padre biológico, ni le he contado a mis hermanos nada de ese
asunto, pero creo que ya no puedo esperar más. Tengo que hablar
con ellos hoy.
Llamo a Simón y le digo que necesito reunirme con él y Sebastian
urgente, que iré a casa de Sebastian y que lo espero allá. Él quiere
saber de qué se trata y respondo que no puedo decírselo hasta que
me reúna con los dos.
Una hora más tarde, estoy sentada en un sillón frente a mis
hermanos, que ocupan el sofá y me miran expectantes. Saben que
les diré algo importante, pero no tienen idea de cuán importante. Se
ven un poco asustados, la verdad. Ellos se preocupan por mí más
de lo que deberían.
—No sé cómo empezar… —Me mojo los labios y trago saliva.
Las manos me sudan y el corazón me late con fuerza, estoy tan
nerviosa que apenas puedo estar sentada. Siento la urgencia de
beber una copa de vino, o tal vez algo más fuerte.
—Tómate tu tiempo, Eve —dice Simon en tono tranquilizador.
Asiento y espero a estar lo más lista que pueda.
—Hace unos meses, cuando Elise fue a verme en mi
apartamento, me dijo que no soy hija de Maximilian —revelo de un
tirón, de otro modo, no hubiera podido decirlo.
—¿¡Qué!? —grita Simon abriendo mucho los ojos.
—¡Mierda! —espeta Sebastian a su vez.
Los dos están sorprendidos, no esperaba que fuera de otra
forma, jamás se me llegó a cruzar por la cabeza que ella me diría
algo así el día que fue a verme, ahora nada de lo que salga de su
boca me sorprendería.
—¿Y por qué te lo ha dicho? Lo ha ocultado todo este tiempo,
¿qué gana ella con hablar ahora? —pregunta Sebastian, la conoce
muy bien, sabe que detrás de cada cosa que hace existe un motivo.
—Ella pretendía que le cediera parte de mi herencia
argumentando que no me correspondía por no ser hija natural de
Maximiliam. Pero no he tocado un centavo de esa herencia, saben
que a mí el dinero no me importa. Tómenlo ustedes, que son sus
hijos legítimos.
—No, ese dinero es tuyo. Ella puede decir lo que quiera, pero sé
que papá deseaba que estuvieras bien, se preocupaba por ti, te
quería… —asegura Sebastian.
—No creo que me quisiera, él sabía que no era su hija.
—¿Sí? ¿Sabía también con quién lo engañaba mamá? —inquiere
Simon con incredulidad. De los dos, él es quien está más afectado,
siempre fue más apegado a Elise, quizá por ser el mayor.
—No, no creo. Y la ironía de esto es que le estuve diciendo papá
al Decker incorrecto.
—¿Qué demonios significa eso? —Continúa Simon.
—Que Elise tuvo un amorío con German o con Ausgust Decker.
Alguno de los dos fue quien me engendró.
—¡De puta mierda! Esto es para no creer —resopla negando con
la cabeza.
—Pues eso me dijo y no parecía estar mintiendo. —Omito todo lo
demás porque es muy doloroso de repetir—. Si les estoy contando
todo esto es porque esta mañana recibí un mensaje de Harold en el
que me amenaza con vender la historia a la prensa.
—¡Que pedazo de imbécil! El maldito va a arrepentirse el resto de
su jodida vida —gruñe Simon con la cara roja y las manos cerradas
en puños.
—Nunca me gustó ese hombre, no me inspiraba confianza, y
ahora sé que no me equivocaba. Pero no te preocupes por nada,
vamos a resolverlo —promete Sebastian controlando su
temperamento, aunque su mirada refleja lo furioso que está. Él
siempre ha sido más ecuánime que Simon.
—No quiero que le hagan daño, Harold solo hace esto porque se
siente herido, pasó años pensando que podía ser su hija y terminó
descubriendo que no era el único con el que ella se acostaba.
—Joder con nuestra madre, tan recatada que aparenta ser y no
es más que una ramera —dice Simon sin medir sus palabras. No es
que haya dicho algo alejado de la verdad.
—Desearía no tener que haberles dicho nada de esto, pero
merecían saberlo. Ustedes son de las personas más importantes en
mi vida, los amo con todo mi corazón y jamás haría algo que los
lastimara —digo emotiva, sintiendo lágrimas acumulándose en mis
ojos.
—Y nosotros te amamos a ti, Eve. Sin condiciones —afirma
Sebastian viniendo a abrazarme.
—Yo también te quiero, Eve.
Simon se nos une y los tres nos abrazamos. Tener su apoyo y
cariño es lo más valioso que poseo, y agradezco que nuestro
vínculo sea tan fuerte, que seamos así de unidos.
Capítulo 23
Intento comunicarme con Nathan antes de reunirme con mis
cuñadas en la habitación de Kim –donde han estado mientras
hablaba con mis hermanos–, pero me envía directo al buzón. No me
ha llamado ni enviado un mensaje y comienzo a angustiarme.
Espero que tenga una buena razón y no que me esté evadiendo,
sería muy inmaduro de su parte. Entiendo que esté enojado, pero él
sabe que me preocupo mucho cuando viaja y siempre quiero saber
cómo ha llegado. Espero que me llame pronto, sino la enojada voy a
ser yo.
Entro a la habitación y veo a Keira y Mare sentadas en la
alfombra junto a Kim, quien juega con tacos multicolores. Ambas me
miran con una interrogante en la mirada, quieren saber lo que hablé
con mis hermanos, pero no tengo ganas de repetirlo todo ni de
responder preguntas. Tal vez debí permitir que estuvieran en la
conversación, pero creí que lo mejor era que fuéramos solo los tres.
Les digo que mis hermanos luego le contarán todo y me acerco a mi
sobrinita para llenarla de besos y mimos. Es una preciosura, me
tiene enamorada. Me encantan los niños, sería una buena maestra
de no ser artista, era mi segunda vocación. Pensando en eso, y ya
que he vuelto a mi taller, creo que es hora de darle vida al proyecto
que ha rondado tantas veces en mi cabeza, impartir clases de arte a
niños, en especial, a aquellos que no cuentan con recursos para
pagar por ello. Ese puede ser un buen uso de la herencia que me ha
dejado Maximilian, también puedo destinar otra parte a las
fundaciones de ayuda a la que les dono dinero mensualmente. No
había pensado tocar ni un centavo, pero sería tonto no hacerlo
cuando hay tantas personas que lo necesitan.
—¿En serio no vas a decirnos nada? —inquiere Mare haciendo
un mohín.
—No, solo subí un momento a ver a Kim antes de irme, no tengo
ánimos de hablar del tema, ni hoy ni después. Por favor, no insistas.
—Okey, olvida que lo mencioné. Mejor dime cómo vas con esa
pintura en la que has estado trabajando tan duro, ¿la terminaste?
—Sí, pero olvidé por completo mi cita con Nathan y se fue a Milán
furioso conmigo porque le di plantón. —Le explico necesitando
sacarlo fuera de mí. La verdad, en este momento saber de él es lo
único que me importa.
—Ya se le pasará. Dicen que las mujeres somos las reinas del
drama, pero la verdadera corona se la llevan los hombres —
comenta Keira haciendo una mueca.
—No me preocupa tanto que esté enojado, lo que quiero saber es
cómo ha llegado, él siempre me llama apenas aterriza y no lo ha
hecho. ¿Y si tuvo un accidente y…? —Me trago el resto de las
palabras, es mejor que no lo diga.
—No pienses lo peor, puede que haya perdido su móvil —sugiere
Mare intentando tranquilizarme, pero lo único que lo hará es
escuchar su voz y saber que está bien. Es todo lo que quiero saber.
—No sé, no sé nada. Y eso es lo que me desespera. —Me
levanto de la alfombra y marco su número esperando que esta vez
me responda, pero de nuevo me envía al estúpido buzón de
mensaje—. Nathan, llámame tan pronto sea posible, por favor. Estoy
muy preocupada por ti, necesito saber si estás bien. Recuerda que
te amo. —Elijo la opción de guardar el mensaje y me dejo caer con
desgano en un puff-
Si no sé de él en una hora, llamaré a Annette. No lo he hecho
porque no quiero preocuparla.
—Simon y yo intentaremos tener un bebé con una mamá
sustituta —dice Mare de repente, sorprendiéndome.
No tenía idea de que estuvieran hablando de bebés tan pronto,
pensé que esperarían al menos un año. Seguro lo está contando
para distraerme.
—No podía esperar para decirles, estamos muy emocionados. No
será como lo había soñado, pero es mejor que la alternativa —dice
frunciendo los labios un breve momento antes de continuar
hablando—. El miércoles tendré una cita con la doctora para
comprobar que todo esté bien antes de iniciar el proceso de
recolección de los óvulos —Nos cuenta muy animada.
Aunque tengo mis reservas, la felicito deseándole que todo vaya
bien. Y espero que así sea, sería muy duro para ellos si no lo
consiguen esta vez. Keira también la felicita y le pregunta si ya han
comenzado a buscar candidatas. Ella le dice que sí, pero que aún
no han encontrado a alguien que les agrade. Y comienza a dar
todos los detalles de cómo sería el procedimiento, demostrando que
ha hecho su tarea investigando. Mientras la escucho, la pantalla de
mi teléfono móvil cobra vida y se me salta el corazón.
¡Es Nathan!
Contesto con un hola que apenas me sale porque siento que
tengo el corazón en la garganta. Y cuando escucho que me dice:
«Hola, mia bella», la opresión en mi pecho desaparece.
¡Gracias a Dios!
—¿Por qué no me habías llamado? Estaba muy preocupada.
—Me retuvieron toda la noche en el aeropuerto por un jodido
error. Pero ya lo he solucionado, voy camino a casa ahora con el
tiempo justo para una ducha antes de la reunión. Lamento que te
preocuparas.
—Sabes que siempre lo hago —murmuro tragando saliva—. Me
he sentido muy mal desde que te fuiste, no paraba de pensar en que
algo malo te hubiera pasado.
—Estoy bien, principessa. Arrepentido de irme sin despedirme de
ti y deseando estar contigo ahora —pronuncia cabizbajo. Y entiendo
cómo se siente, porque a mí me pasa igual, quiero que esté aquí.
—Lamento no haber recordado nuestra cita de ayer, perdí la
noción del tiempo, siempre me pasa cuando estoy inspirada.
Programaré recordatorios de ahora en adelante para no dejar pasar
nada importante.
—Debí llamarte, pero dejé que mi puto orgullo me dominara. Me
comporté como un idiota —admite en tono irascible. Ahora entiendo
a qué ha venido todo esto, se sintió menospreciado. No sé por qué
sigue dudando de lo que siento por él, le he dicho que lo amo,
¿acaso piensa que no es verdad?
—Esto es algo de lo que debemos hablar en persona cuando
vuelvas. —Le digo con reserva, no es un asunto que debamos tratar
por teléfono.
—Espero estar de regreso el miércoles, hay algunos asuntos que
debo tratar aquí. Te llamaré en la noche, mia bella. Te extraño.
—Y yo a ti, mucho —murmuro nostálgica. Hoy ha sido un día
difícil, volver a casa y dormir sola otra noche no es alentador.
—Hay algo que no me estás diciendo —comenta inquisitivo, fui
demasiado obvia.
—Es que tuve “esa” conversación con mis hermanos hace un
momento. —No quise entrar en detalles, Mare y Keira no deberían
enterarse así.
—¿Y se lo han tomado mal? —pregunta preocupado.
—No, no. Solo fue muy emotivo, pero luego te contaré, no quiero
retrasarte.
—Qué se joda la reunión, si me necesitas, vuelo de regreso a
Hamburgo ahora mismo en un avión privado.
—No es para tanto, regresa cuando cumplas con tus
compromisos, estaré bien.
—Bueno, te llamaré esta noche, he llegado a casa y debo correr
a cambiarme. Te quiero, bella. Tú y yo.
—Solo los dos —respondo sonriendo.
***
¡Al fin es viernes!
Nathan regresa hoy y no puedo estar más feliz. Tuvo que alargar
su viaje dos días por un problema que se presentó, pero finalmente
regresa. Decir que me ha hecho falta sería un eufemismo. Hemos
hablado todos los días por videollamada, pero no es lo mismo que
tenerlo junto a mí, olerlo, sentirlo, que me toque, que me bese, que
me haga el amor… Extraño despertar en las mañanas con él
mirándome embelesado y que me diga: «buenos días, mia bella» y
me bese sin importarle mi aliento. Extraño dormirme entre sus
brazos y que me susurre: «te quiero, ten dulces sueños conmigo».
Extraño gritarle desde el baño que presionó la pasta dental en el
lugar incorrecto y él se disculpe. Y puedo seguir mencionando cosas
que extraño de él, pero no terminaría nunca.
Entro a la galería y saludo a Kerstin quien me espera con mi
dosis de café de cada día, la primera, porque al ritmo que llevo, para
poder mantenerme en pie, debo tomar al menos dos más. Terminé
mi segunda pintura ayer. Empleé la técnica de óleo sobre lienzo con
textura suave para pintar el atardecer más hermoso que vi en
Santorini. Y me ha quedado hermosa. Les envié una fotografía a
todos y les ha encantado. El primero que hice nadie lo ha visto, es
una sorpresa para Nathan y no quiero que a nadie se le vaya la
lengua. Planeo dárselo en su cumpleaños. Cuento cada minuto que
falta para que llegue ese día y ver la cara que pone cuando lo vea.
Me despido de Kerstin y subo a mi taller. Planeo iniciar un nuevo
proyecto hoy. Pongo música jazz, me descalzo los pies y me siento
en la alfombra felpuda multicolor (con las piernas cruzadas una
sobre la otra) donde acostumbro a tomarme el café todos los días.
Es mi momento de relajación antes de comenzar a trabajar, no es
que pintar me estrese, al contrario, me hace sentir libre, es la mejor
manera de drenar emociones que existe. Una de las razones por la
que no me había atrevido a volver a pintar era porque no quería ver
plasmada cada emoción que estaba sintiendo entonces, me habría
destruido en lugar de ayudarme.
Termino mi café y me preparo para trabajar, pensaba continuar
con los paisajes, pero hay algo más que quiero intentar, me pone
muy nerviosa porque se trata de algo muy personal, pero creo que
puede ser catártico. Me encuentro en un buen lugar ahora, mis pies
están sobre tierra firme y no sobre fango, no voy a hundirme.
Tan pronto tomo el pincel, comienzo a pintar lo que esa voz en mi
cabeza me susurra, la he callado durante un largo tiempo y tiene
mucho para decir. Elegí acuarela porque quiero jugar con la luz y los
colores, tengo muy claro lo que quiero lograr, cada detalle, los
colores que voy a usar, los trazos que quiero hacer. Todo.
Entre pinceladas y mezcla de colores, pasan cuatro horas que se
me han ido volando. Aunque mi pierna reciente las horas de pie.
Desde que volví al taller, el dolor se ha vuelto un poco más fuerte.
Creo que tendré que pasar por el quirófano así no quiera, los
analgésicos y la terapia ya no están siendo suficientes.
Me limpio las manos con una toalla y desactivo la alarma en mi
celular, la programé para saber cuándo debía irme y ya me está
avisando. El vuelo de Nathan llegará en una hora y quiero darle una
bienvenida que no olvide.
Antes de irme, hablo con Kerstin de la inauguración en ciernes.
Estamos muy emocionadas por exhibir las obras de Reinald, un
joven que se inició en el arte a sus doce años y, hoy en día, a sus
veinte, es reconocido como un genio del expresionismo abstracto.
Luka me recoge en la galería y me lleva al apartamento de
Nathan con tiempo de sobra para preparar todo lo que planeé. Ya
quiero que llegue.
Cuando todo está listo, tomo un buen baño de sales en la tina,
me exfolio y me lavo el pelo. Tuve una cita el martes en la estética y
me depilé todas las zonas que hacían falta. Al salir del baño, elijo un
sexy baby doll color azul eléctrico que pedí en línea y me perfumo
con la fragancia que tanto le gusta a Nathan. Me la trajo de Milán, es
un producto único hecho para mí, a pedido suyo. Tiene muy buen
gusto, huele divino.
El corazón me da un vuelco cuando me escribe que ya viene para
acá, no puedo esperar para verlo.
Ya falta menos.
Enciendo las velas, cierro las cortinas y apago las luces para
crear un ambiente romántico y seductor. Me acuesto en la cama y
ahí lo espero, entre pétalos de rosas blancas.
Unos quince minutos después, que se me hicieron eternos,
escucho el din del ascensor y se me disparan los latidos del
corazón.
¡Ha llegado al fin!
Hice un letrero con la frase “sígueme” y dibujé una flecha debajo
indicando la ruta. Además, dejé un camino de migas (mi ropa) para
que tenga una pista de lo que le espera cuando me encuentre.
Escucho sus pasos en la escalera y me muerdo la esquina del
labio.
Cinco, cuatro, tres, dos…
Abre la puerta de la habitación y entra luciendo tan atractivo
como siempre. Use lo que use, siempre se ve como si hubiera salido
de una revista de modas. Apenas puedo aguantar las ganas de
saltar de la cama y correr a sus brazos.
—Hola, mia bella. —Me saluda con la voz ronca. Me observa con
avidez y traga saliva.
—Hola, cariño —respondo sonriéndole.
¡Ven aquí y tómame ahora!
Mi petición es silenciosa, pero parece que la hubiera gritado,
porque al instante comienza a desvestirse ante mis ojos para mi
completo deleite. Su cuerpo es un monumento esculpido por dioses,
la representación del erotismo. Soy fan de cada ondulación, de su
piel, de las pecas que la adornan, de las líneas que le surcan el
abdomen… de todo él.
¡Qué calor!
Desnudo en toda su gloria, con su firme erección apuntando al
frente, camina en mi dirección y se sube a la cama. Se cierne sobre
mí flexionando los brazos para no dejar caer todo su peso en mí y
me acaricia la cara con una mirada llena de pasión y devoción.
—Te he extrañado tanto, principessa. No sé estar sin ti, no quiero
estar sin ti —dice susurrante. Y me besa con ímpetu, cobrándose
los días y las noches que nos perdimos, demandando cada beso
que no nos dimos por culpa de la distancia.
Y la boca es solo el comienzo.
Me toca, me acaricia, me trastorna…
Es un torbellino arrasando con todo a su paso.
Arqueo la espalda cuando sus dedos me frotan el clítoris. Y casi
lloro cuando los aleja, pero solo lo hace para quitarme las braguitas
y apoderarse de mi sexo de la misma forma que lo hizo con mi boca.
Aunque mil veces mejor. Me está devorando como si comiera un
manjar.
Tan. Increíblemente. Bueno.
—La mia bella, la cosa più dolce —susurra antes de llevarme a
tocar las estrellas. Él es experto en darme placer, sabe cómo,
cuándo y dónde tocarme para lograr que me rompa en mil pedazos
cada vez.
Y así como me desarma, es capaz de unir de nuevo las piezas y
comenzar de nuevo.
Ávido, me besa el vientre, el ombligo, las costillas… Se detiene
en mis pechos, succiona la sensible carne rosa de uno mientras
acaricia el otro todo el tiempo que le place. Y finalmente encuentra
mi boca. Me besa. Sus labios y su lengua saben a mí.
Las llamas han resurgido de mis cenizas. Ardo con él, como uno,
pero sin consumirnos. Aún no.
—Te sientes tan bien, Evelyn —pronuncia penetrándome tan
hondo que tengo que jadear por aire—. Tan perfecta para mí. Mi
diosa. Mía —proclama moviéndose dentro y fuera de mí con
arrebato, mirándome todo el tiempo. Así es como le gusta, que lo
vea, que sepa que es él quien me hace sentir así.
—Tuya —pronuncio con un hilo en voz.
—Ofrécete a mí, Evelyn. —Su voz es lujuria pura cuando me
habla. Y el verde de sus ojos ahora es más oscuro, lo que me
advierte la clase de peligro que me encanta.
Obediente, me cambio de posición. Apoyo las manos y las
rodillas en el colchón.
Él se hinca detrás de mí y me acaricia los glúteos con suaves
movimientos antes de embestirme con ferocidad, una y otra vez,
desencadenando un tsunami de sensaciones dentro de mí.
Su placer. Mi placer.
Grito de éxtasis cuando empuja un dedo en el pequeño hoyo
entre mis nalgas. Estuve escéptica durante un tiempo a probar la
estimulación anal, pero un día lo consentí y no me arrepiento. Hasta
me atreví a llegar más lejos y fue como descubrir un mundo nuevo.
Antes no tenía idea de que existían tantos tipos de juguetes
eróticos, ahora no solo lo sé, también conozco cómo funcionan. Mi
favorito es el estimulador de clítoris.
¡In.cre.í.ble!
Debí escuchar más a Mare. Esto jamás se lo admitiré a ella.
Nathan introduce un segundo dedo y me pide que me toque.
Llevo mi mano a la sensible carne rosa entre mis labios y lo froto
como él lo haría, multiplicando mi placer. Sus movimientos se hacen
más veloces, sus gruñidos reverberan en la habitación unidos a mis
gemidos.
Un segundo después, termino en pedazos de nuevo, esta vez,
junto a él.
Capítulo 24
Pedimos de comer los mejores shawarmas de la ciudad
cuando me pica el hambre, me salté el almuerzo y estoy famélica. El
repartidor no tarda en llegar y devoramos todo en menos de veinte
minutos, no era la única hambrienta. Recojo los recipientes vacíos y
los desecho en la basura mientras Nathan me prepara un banana
split. Me encanta el helado y él me tiene tan consentida que siempre
puedo encontrar en el refrigerador un recipiente con cada uno de
mis sabores favoritos: chocolate, fresa y stracciatella. Tampoco
faltan las cerezas, el sirope y las chispas de chocolate.
—Gracias —digo con una gran sonrisa cuando pone delante de
mí el plato con mi postre. Le clavo la cucharilla a la bola de fresa y
me llevo la porción a la boca ante su atenta mirada—. Ya, para de
mirarme.
—No puedo, estoy muy enamorado de ti —pronuncia con una
sonrisa sensual. Todavía no supero lo atractivo que es.
—Tonto —pongo los ojos en blanco, pero me gusta cuando me
dice cosas así.
Me guiña un ojo y se ocupa en preparar su postre, a él le gusta
de avellanas y vainilla, sin chispas y sin sirope. La amante del dulce
aquí soy yo. Y hablando de amante de… Creo que ya puedo crear la
asociación “Adicta a Nathan Müller”. Lo miro y me invaden
pensamientos lujuriosos. ¿Y cómo no? Los pantalones que se ha
puesto cuelgan pecaminosamente de sus caderas. Y no lleva
camisa. Me provoca bañarlo en helado y lamerlo completito.
Cuando se da cuenta que lo estoy observando con deseo, alza
una ceja y se mueve en mi dirección. Trae en su mano el envase de
helado de avellanas. Gira mi silla y se mete entre mis piernas. Toma
una porción con la cuchara y se la lleva a la boca. Después me besa
dándome a probar con su lengua el dulce sabor del helado.
—¿Quieres más? —Me pregunta presumido.
Y es que me tiene comiendo de la palma de su mano. O, mejor
dicho, de su pecho, porque no me voy a quedar con las ganas.
Le quito el envase, tomo una gran porción con mis dedos y lo
esparzo entre sus pectorales y su abdomen. El frío lo hace
estremecer, pero no se queja. Me bajo de la silla y lo lamo
lentamente, saboreándolo como lo había imaginado. Sigo la línea
que dejó el dulce derretido, le bajo el pantalón junto con el bóxer y
deslizo mi lengua alrededor de su aterciopelada carne rosa como sé
que le gusta. Nos hemos dedicado a conocernos descubriendo lo
que nos produce placer.
Lo siento tensarse en mi boca segundo a segundo. Lo miro desde
el suelo y me complace ver en su cara cuánto lo está disfrutando.
Presiono un poco más llevándolo al límite. No hay vuelta atrás. Va
a venirse.
No me detengo.
Un momento después, se derrama en mi boca jadeando y pruebo
el sabor de la victoria.
***
En la mañana, Nathan se levanta primero que yo, su día inicia
antes de que el Sol se asome. Para cuando mi alarma suena, él ya
se ha ejercitado y lo encuentro en la cocina haciendo el desayuno.
Me levanto de la cama y voy al baño encontrando un post-it azul
en el espejo que dice: «Amo tu pelo desordenado en las mañanas».
Y una sonrisa se extiende en mi cara, siempre me deja notitas
diciendo cosas que le gustan de mí. Es un amor.
Bajo a reunirme con él y apenas me siente llegar se gira y me
saluda.
—Buenos días, principessa. ¿Dormiste bien?
—Buenos días, cielo. Sí, de maravilla contigo aquí. —Camino
hacia él y le doy un beso breve en los labios para no distraerlo, está
preparando gofres. ¡Sabe que me encantan!
¡Cómo me mima este hombre!
—Siéntate, bella, ya te sirvo —ordena dándome una nalgada
juguetona.
Obediente, ocupo un lugar detrás de la isla y lo miro embelesada
mientras pone en un plato los gofres y los cubre con sirope de
chocolate, crema batida y trozos de fresa.
¡Se me hace agua la boca!
—¡Ummm! ¡Qué bueno está esto! Dios bendiga a Concetta —
digo relamiéndome los labios.
—Te envió saludos y me exigió que te lleve conmigo en mi
próximo viaje, quiere volver a verte.
—¡Qué linda! Yo también quiero verla otra vez. Encantada te
acompaño.
—Y yo feliz te llevo. —Pone en un plato su desayuno, gofres con
queso y jamón, así le gustan a él.
Me como mis gofres y le pido más cuando acabo todo lo que me
sirvió, que era bastante. A este paso pronto rodaré en lugar de
caminar. Pero es que todo lo que hace este hombre le sale divino.
TODO.
Satisfecha, levanto mi plato y lo llevo al fregadero. Lo lavo, lo
seco y lo pongo en su sitio. Nathan ama el orden y he aprendido a
llevarle el ritmo. Cuando termina de comer, me encargo de su plato
también. Él cocina, yo lavo. Es lo justo.
Subimos a la habitación, tomamos una ducha juntos y sucede lo
inevitable. ¡Qué mejor forma de iniciar la mañana! Cuando salimos,
Nathan va a responder una llamada en su teléfono móvil y yo paso
al vestidor para escoger la ropa que me pondré. Elijo un conjunto de
ropa interior, un pantalón negro con una blusa gris plomo y
bailarinas mostaza. Me visto y regreso a la habitación. Nathan sigue
al teléfono, está junto al ventanal de espalda a mí con nada más que
la toalla colgando de sus caderas.
¡Es tan sexy! Me pone cachonda. Y eso que acabamos de hacer
el amor hace unos minutos. Pero parece que mi cuerpo nunca tiene
suficiente. Es insaciable.
—Sí, lo sé. —Escucho que responde tenso a quien le está
hablando al otro lado. Y termina la llamada—. ¡Joder! —Se pasa la
mano por el cabello y suspira audiblemente. No se ha dado cuenta
de que estoy aquí. Lo nota cuando da media vuelta. Su ceño se
frunce y su mirada grita enojo.
¿Por qué está tan disgustado?
—Me llamó Simon, me dijo lo del imbécil de Harold.
¡Ay!
Me prometí que se lo diría cuando volviera, pero no lo hice ayer
porque no quería que se disgustara recién llegando, sabía que se lo
tomaría mal. Él se desquicia cuando piensa que estoy en peligro. No
por nada me dejó al cuidado de Luka. Se ha convertido en mi
sombra.
—Pensé que era lo mejor, no tenía sentido preocuparte por algo
que mis hermanos iban a resolver. Y lo hicieron, Harold ya no es
una amenaza —enfatizo pensando que eso lo calmará, pero no,
está muy enojado.
—¿Y eso qué? Debiste decírmelo, no puedes ocultarme algo así
por evitarme una preocupación —repica exasperado, pasándose
otra vez la mano por el pelo.
—No corría peligro, dejaste a Luka cuidándome —adverso
irritada, no soporto cuando se vuelve tan intransigente, es como si
no razonara.
—Pero yo no me encontraba aquí para apoyarte. ¿O es que no te
hago falta?, ¿solo me tienes para follar? —Me mira con los ojos
entrecerrados y las manos apoyadas en sus caderas.
—¿¡Qué!? ¿¡Por qué dices eso!? —exclamo sorprendida. Es una
acusación muy injusta.
Él aparta la mirada y aprieta la mandíbula.
—Olvida que lo he dicho, ha sido un error —responde inexpresivo
cubriendo sus emociones detrás de una máscara. No es la primera
vez que lo hace.
—No puedes lanzar una acusación así y esperar que lo olvide. —
Cambio mi peso de una pierna a la otra porque me está molestando
la rodilla. No le he dicho que los analgésicos no están siendo
suficientes, otro secreto que le oculté para no preocuparlo. Y no
pienso revelarlo en este momento.
—Tienes razón, fue injusto que te señalara por algo que solo
existe en mi cabeza—. Se pasa una mano por el cabello y traga
saliva—. Hay un montón de mierda jodiéndome aquí que necesito
sacar fuera de mí. —Se toca la sien—. He estado evadiéndolo, pero
ha comenzado a afectar nuestra relación y es momento de que
busque ayuda —dice la última frase en voz baja, como si se sintiera
apenado. Pero no tiene nada de qué avergonzarse, debería saber
que yo sería la última en juzgarlo.
—Aceptar que necesitas ayuda es lo más importante para
superar cualquier cosa. A mí me costó dos años y un montón de
lágrimas reconocer que sola no podía —comparto acercándome. No
quiero preguntarle con qué está luchando porque no quiero
presionarlo, no lo ayudaría. Lo único que puedo hacer es apoyarlo
—. Sea lo que sea que esté pasando, estoy aquí para ti, como tú
has estado para mí. —Me acerco más y entrelazo nuestros dedos—.
Y quiero que sepas que te amo, que eres muy importante para mí,
que valoro cada momento a tu lado, todos y cada uno de ellos.
Él eleva una mano hacia mi rostro y me acaricia con ternura.
—No tienes idea de las veces que me has salvado. —Su voz es
un susurro que consigue conmoverme—. No sé dónde estaría hoy si
no te hubiera encontrado.
—Tú también me has salvado —admito con el corazón
palpitándome fuerte—. Me encontraste en mil pedazos y no te
alejaste. Te quedaste uniendo todas las piezas y conquistaste mi
corazón. Ahora puedo mirar hacia el futuro con ilusión, lo hago
porque estás conmigo.
—Y seré el más dichoso de los hombres si te conservo a mi lado
—declara con fervor, con los ojos colmados de emoción. Nunca los
vi tan preciosos como ahora—. Sé que soy mucho menos de lo que
mereces, pero por ti, lucho cada día por ser una mejor versión de
mí. —Se arrodilla en el suelo aferrado a mis manos.
¿Esto es lo que creo?
¡Oh, mi Dios! ¡Oh, por Dios!
—No es así como lo pensaba hacer, pero necesito preguntártelo
ahora… Evelyn, ¿te casarías conmigo?
El corazón me da un vuelco.
¡No puedo creer que esto esté pasando!
—¡Sí! —contesto con lágrimas en los ojos y el corazón
desbordado de felicidad. Ha sido un sí desde que se puso de
rodillas. Estoy lista para compartir el resto de mis días con él, que
espero sean muchos.
—¿Sí? —Me mira sorprendido—. ¿Has dicho sí?
—Sí, Nathan —aclaro mi garganta porque la voz me ha salido
entrecortada—, me casaré contigo.
—Espera un momento —dice saliendo de la habitación y regresa
con una cajita negra en la mano.
¿Tiene un anillo?
—Que seas mi esposa siempre ha estado en mis planes. —Abre
la cajita y veo una sortija preciosa, color plata con incrustaciones de
diamante en un símbolo de infinito enlazado alrededor de la alianza
—. Este anillo simboliza mi compromiso de amor, fidelidad y lealtad
a ti cada día que viva. —Toma mi mano y desliza el anillo en mi
dedo anular.
¡Es preciosísimo!
Lloro y sonrío.
Un cúmulo de emociones sacude mi interior. Siento tantas cosas
a la vez que la cabeza me da vueltas. La sensación es abrumadora.
—¿Te arrepientes? —Me pregunta al notar mi cambio de
expresión.
—No, no. No me arrepiento. Quiero ser tu esposa, me casaría
contigo hoy si fuera posible—. Tan pronto lo digo, su angustia se
desvanece y una enorme sonrisa le ilumina la cara.
—Podemos hacerlo.
—No es lo que quise decir —giro los ojos.
—Lo sé, bella. —Me atrae hacia él sujetando mis caderas—.
Mereces una boda de ensueño, con todo lo que siempre has
deseado, te lo debo después de la propuesta menos romántica de la
historia.
—¿Qué dices? Ha sido una propuesta hermosa —pronuncio con
emoción—. Y no necesito una boda de ensueño, con que estés tú y
las personas más importantes de nuestra vida es suficiente para mí.
Imagino que invitarías a tu hermana, a Collette y a tus amigos.
—Siendo honesto, lo único que quiero es que seas mi esposa, el
resto es lo de menos.
—¿Sabes qué? Tienes razón. Hagámoslo ahora. ¿Para qué
esperar?
—¿Estás segura? —Su cara es una perfecta mezcla de sorpresa
e ilusión.
—Completamente.
Capítulo 25
Un día que inició como cualquier otro se ha convertido en uno
de los más importantes para Nathan y para mí. ¡Vamos a casarnos!
Hay mucho por hacer y muy poco tiempo. Yo me haré cargo de los
preparativos de la boda y él del papeleo y de la luna de miel.
¡Y así comienza la loca carrera contrarreloj de organizar una
boda en menos de nueve horas!
Llamo a todos y les cuento la noticia entre risas y lágrimas. Los
gritos de Mare no se hacen esperar como tampoco las felicitaciones.
Cuando cuelgo, Nathan me informa desanimado que acaba de
hablar con su abogado y le ha dicho que no podemos celebrar la
boda hoy, que los trámites para casarnos tomarán al menos cuatro
semanas. Pero pienso que firmar un papel es solo una formalidad,
que lo que en verdad importa es nuestra intención de unir nuestras
vidas en matrimonio, y decidimos continuar con nuestros planes.
—¡Oh, Eve, te ves preciosísima! —dice Mare cuando salgo del
probador con otro vestido de novia, el cuarto que me pruebo y el
que más me ha gustado. Es blanco, de satén, entallado al cuerpo
con un clásico corte “A". Al frente, un discreto escote bateau
redondeado, de hombro a hombro, se une a las mangas cortas
decoradas con un encaje muy fino con pedrería. La espalda queda
al descubierto con un escote profundo decorado en el borde con la
misma tela de encaje.
Se ajusta tan bien a mi cuerpo que no necesita ningún cambio.
¡Es perfecto!
—¡Lo amo! Creo que lo encontraste —comenta Keira sonriendo.
—Sí, me llevaré este —digo decidida.
Salimos de la boutique con mi vestido, un par de zapatos y un
tocado hermoso a juego. Hacemos una parada rápida en una tienda
de lencería antes de irnos. Adrienne quedó en llegar a mi
apartamento a las cuatro para peinarme y maquillarme. La
ceremonia será a las siete en la terraza del edificio en el que vive
Nathan. Tuve la suerte de encontrar una planeadora de bodas
encantadora llamada Erika que se está haciendo cargo de todo,
desde la decoración hasta del catering. Le dije lo que me gustaba y
le hice algunos pedidos especiales que me prometió conseguir.
Espero se luzca.
De camino a mi apartamento, nos detenemos en un restaurante
de comida rápida y pedimos hamburguesas, patatas, nuggets de
pollo y sodas para llevar. Desde el desayuno, no he probado bocado
y muero de hambre, las chicas también. Eran casi las nueve de la
mañana cuando llamé con la noticia y, menos de una hora después,
estábamos juntas planeando todo. No hemos tenido descanso. No
solo compramos mi vestido de novia, ellas también eligieron algo
especial para la ocasión. Y Kim no podía faltar. ¡Se verá hermosa
con aquel vestidito rosa de falda tul que escogimos para ella! Solo
faltó Serena para completar el cuadro, no pudo unirse a nosotras
porque estaba en un ensayo, pero me dijo que asistiría a la
ceremonia.
Cuando Luka detiene la SUV frente a mi edificio, me entrega un
obsequio que Nathan dejó para mí. Es una caja de terciopelo
cuadrada. La abro emocionada y encuentro en el interior unos
preciosos zarcillos de diamante que combinan muy bien con el
vestido. En el interior de la tapa pegó un post-it que dice: «Ni los
diamantes pueden opacar tu belleza».
¡Él siempre tan detallista!
Guardo la caja y nos bajamos del vehículo.
Ya en mi apartamento, nos sentamos alrededor de la mesa de
centro de la sala y arrasamos con casi toda la comida. Quien nos
viera pensaría que no nos habíamos alimentado en dos días. Yo fui
la que más comió, quizá por los nervios. He estado así todo el día,
las ansias me están matando. Ya quiero que sea la hora y caminar
del brazo de mis hermanos a mi encuentro con Nathan. Me hace
mucha ilusión.
Hablando de Nathan… Me pregunto qué estará haciendo. En
manos de Simon, pueden estar en un club nudista celebrando una
despedida de solteros exprés. Conozco a mi hermano y sé de lo que
es capaz. Pero no me preocupo, confío en Nathan. Me alegra que
no esté solo este día, sus amigos viven en Milán. Es un alivio que se
lleve tan bien con mis hermanos, odiaría que fuera distinto.
—Te tenemos una sorpresa —anuncia Keira alcanzando una de
las tantas bolsas agrupadas en el sofá. Me la tiende sonriendo.
La abro y es mi turno de sonreír. Es una bata de seda con la
frase: «Futura señora Müller» bordada en la espalda.
—¡Me encanta! Gracias, chicas. ¿En qué momento hicieron esto?
—Lo pedimos en línea y lo retiré cuando dije que iba al baño —
responde Mare orgullosa—. Hicimos unas para nosotras también. —
La saca de la bolsa y me muestra el bordado. En cada una dice:
«Hermana de la novia». Y rompo a llorar de pura felicidad.
—¡Las amo, chicas!
—Y nosotras a ti, tontita —enuncia Mare y después va por una
botella de vino para hacer un brindis en mi honor.
—Solo una copa para cada una. —Le advierto cuando nos sirve.
—Sí, aguafiestas —bromea riendo.
Brindamos y bebemos entre risas y selfies. Mare se la ha pasado
tomando fotos todo el día, pero le pedí que no las publicara, quiero
mantenerlo íntimo.
—Ya está bien con las fotos, debo estar lista antes de que llegue
Adrienne.
Dejo a las chicas en la sala y me meto al baño por una ducha
rápida. Al volver a la habitación, escucho mi teléfono móvil timbrar y
contesto sin saber quién está al otro lado de la línea, el número no
aparece registrado.
—Evelyn, soy yo —dice una voz que reconozco muy bien.
Elise.
Mi aversión es instantánea.
—¿Por qué me llamas? —siseo quedándome en la línea solo por
curiosidad, porque no merece ni un segundo de mi tiempo.
—Me enteré de que vas a casarte. Felicidades. Has escogido
bien esta vez.
¡Dios mío! Es tan cruel.
Se me saltan las lágrimas, ha apuntado directo a mi corazón. Es
puro veneno.
Nunca va a cambiar, no le importa nada ni nadie. No sé quién o
qué pudo hacerle tanto daño para que sea tan fría. ¿O es que
siempre ha sido así?
¿Cómo se enteró? Debió contárselo Serena, ella le tiene mucho
afecto a su abuela, estuvo a su lado parte de su niñez y supo
metérsela en el bolsillo. Espero que no la esté utilizando para
sacarle información ni que la esté manipulando, porque ahí sí me va
a conocer.
Termino la llamada sin dedicarle ninguna palabra, no vale la pena
que gaste energía en alguien tan oscuro. Y no pienso permitir que
me arruine este día tan importante.
Frunzo el ceño cuando escucho de nuevo el teléfono sonar, pero
me relajo cuando veo en la pantalla el nombre de Erika. Le contesto
y me dice que en diez minutos llegará Maia Klein, la fotógrafa que
hará mi sesión de fotos preboda. Ha enviado con Nathan a otro
fotógrafo. No había pensado en ese detalle, gracias a Dios tengo a
Erika, ella está en todo. Respondo que estaré atenta para recibirla y
nos despedimos.
Cuando regreso a la sala, veo que Adrienne ha llegado en
compañía de su asistente Jenell. Es una suerte que pudiera sacar
un espacio para estar aquí, es muy solicitada. Compartimos un
saludo y enseguida la invito a pasar a la habitación para que
comience a trabajar, el tiempo apremia.
—¡Esperen! Necesitamos una foto. ¿Puedes tomarla? —Le
pregunta Mare a Jenell. La chica asiente y ella le pasa su teléfono
móvil. Posamos de espalda para lucir los bordados de nuestras
batas, Keira con Kim colgada a su cadera. El resultado es una
fotografía preciosa y muy tierna.
Luego de complacer a mi cuñada, me reúno con Adrienne y le
muestro el peinado que quiero, un recogido con trenza que va
adornado con un tocado. Y me siento en la silla para que comience
a hacer su magia. Apenas ha comenzado cuando el timbre suena.
Debe ser la fotógrafa. Mare se encarga de recibirla y la trae a la
habitación. Es una chica joven, muy linda, que ya está lista con su
cámara en mano para comenzar a capturar todo el proceso de
preparación nupcial.
¡Qué emoción!
Me encanta esto porque luego Nathan podrá ver las fotos y yo las
suyas y así no nos perderemos nada.
En menos de una hora, estoy peinada y maquillada. Adrienne ha
hecho un trabajo impecable, me veo muy linda y natural, como
quería. Paso al vestidor y me pongo la lencería que compré, un
conjunto blanco de encaje con ligueros y medias pantys. De vuelta a
la habitación, Keira y Mare me ayudan a colocarme el vestido.
Después me coloco los zarcillos y me calzo los pies. Maia lo captura
todo moviéndose como un colibrí a mi alrededor. No ha parado de
tomar fotos desde que llegó. A mí, al ajuar, a las chicas... Sin duda,
Nathan no va a perderse de nada.
—¡Te ves hermosísima! —musita Keira mirándome con los ojos
brillosos.
¡Qué no llore porque lloro yo también!
—¡Oh, Eve! Pareces una princesa real. Nathan va a derretirse en
el suelo cuando te vea —dice Mare mirándome de arriba abajo.
—Quiero verme. —Me acerco al espejo de pie de mi habitación y
se me forma un nudo en la garganta. La mujer frente a mí no es ni la
sombra de quien era cuando conocí a Nathan. Me veo igual, pero
me siento diferente. El interior siempre se refleja en el exterior, así
luchemos por escondernos. Mis heridas estaban ocultas a plena
vista. Sonreía, pero no lo estaba sintiendo. Reía y por dentro lloraba.
Era oscura y triste, todo parecía gris, ahora camino entre colores.
Conquisté mis temores, me permití construir nuevos sueños y volví
a descubrir el amor. Un amor incomparable, único, incalculable… No
puedo medir lo que siento por Nathan, no sería justo poner en una
balanza cuánto quise a Jake y cuánto quiero a Nathan, porque son
historias distintas, son personas distintas, yo soy diferente…
Maia me avisa que todo está listo para la sesión de fotos en la
sala y me saca de mis pensamientos. La sigo mostrando mi mejor
sonrisa, una real, y poso para su lente la siguiente media hora.
Cuando estoy de vuelta con las chicas, veo a mi princesita en
brazos de su mamá luciendo tan hermosa que se me derrite el
corazón. ¡Soy una tía enamorada! Me la comería a besos, pero
Adrianne me mataría si estropeo su trabajo.
—¡Hora de irnos! —anuncio cuando leo el mensaje de Luka
diciéndome que ha llegado. Y en cinco minutos estamos saliendo de
mi apartamento. Maia me sigue como una paparazzi. Me siento
como una diva.
Luka ha venido en una limusina blanca, nos espera fuera del
vehículo y abre la puerta para que entremos. Le muestro una
sonrisa y me subo con cuidado de no estropear el vestido. Cuando
todas suben, cierra la puerta y se sienta tras el volante, rumbo a mi
boda con Nathan.
¡Qué nervios!
Vamos a mitad de camino cuando recibo un mensaje de él.
«Gracias por traer a Anny y a Collette. Solo por eso te amo
más. Tuyo, N».
¿Recuerdan que mencioné de un pedido especial que le hice a
Erika? De eso se trataba, de traer a su hermana y a su madrastra
desde Milán. Ninguna nos habría perdonado si se lo perdían. Me
hace muy feliz saber que le ha gustado mi sorpresa.
«Nada que agradecer, amor. Tuya, E». Le respondo con el
corazón loco de emoción.
Al llegar, viajamos en el ascensor para ir al piso de Nathan,
donde esperaré hasta que Erika me avise que puedo subir. El aire
huele a él, a su perfume, y mi corazón late más rápido. ¡Ya quiero
verlo! Debe lucir muy apuesto con un traje a la medida o un
esmoquin, tendré que esperar hasta verlo.
La mayoría de los invitados ha llegado, solo falta Serena y viene
en camino.
Keira decide subir con Kim para que mi hermano la ayude con mi
sobrinita, la ha tenido casi todo el día en brazos y está un poco
cansada. Mare se queda conmigo y me hace posar para un montón
de selfies hasta que le digo que es suficiente, no soy fan de las
fotos. Además, estoy muerta de los nervios, me tiemblan hasta las
pestañas.
—Tranquila, todo irá bien, es normal estar ansiosa. Yo quería salir
corriendo el día de mi boda. —Me dice riendo cuando le digo cómo
me siento.
—Lo mismo me pasa. Es que todo ha ido tan rápido… Nathan me
ha dicho algo importante antes de pedirme que me casara con él y
no sé si hacer esto hoy sea lo mejor —suspiro hondo.
He tratado de mantener fuera de mi mente esa conversación,
pero a veces aparece haciendo ruido. Escucharlo preguntarme si
solo lo tenía para follar demuestra inseguridad. Sé que dijo que fue
un error, pero es algo que sintió y tuvo la necesidad de sacarlo.
¿Y si solo me propuso matrimonio porque piensa que así me
tendrá segura?
—¿Qué diferencia haría si no se casan? —pregunta sin intentar
saber qué me ha contado Nathan. Y no se lo diría así lo hiciera.
—No me hagas caso, solo estoy nerviosa —respondo restándole
importancia.
No es momento de dudar. Sea lo que sea que esté pasando, lo
vamos a superar juntos.
—Sí, seguro que son los nervios —murmura no muy convencida.
Ella no es tonta.
Las puertas del ascensor se abren en ese momento y veo a
Serena salir de la cabina. ¡Se ve hermosa! Se ha convertido en toda
una señorita, aún recuerdo lo pequeñita que era cuando nació. Me
parece mentira que han pasado trece años ya.
—¡Tía! ¡Qué bella! —grita eufórica cuando me ve.
—Tú también te ves preciosa, cariño. Gracias por estar aquí. —
Sonrío sintiendo los ojos llenos de lágrimas. Estoy que lloro.
—No me lo habría perdido por nada, tía Eve. —Sonríe también y
se para a mi lado para tomarse una selfie, se la pasa publicando
fotos en Instagram, como la mayoría de las chicas de su edad.
—Espera para publicarla, ¿sí? Queremos que todo se mantenga
en privado.
—Sí, tía.
Le aviso a Erika que Serena ha llegado y me responde que
puedo subir, que todo está listo para iniciar.
Se me salta el corazón.
¡El momento ha llegado!
Mare me entrega mi bouquet, lo tomo entre mis manos
temblorosas y entramos a la cabina del ascensor. El corazón me late
cada vez más rápido y siento un revuelo en mi estómago a medida
que subimos. ¡Apenas puedo mantenerme en pie! Cuando las
puertas se abren en la terraza, me encuentro a mis hermanos
esperándome, se ven guapísimos. Simon me saluda primero con un
beso en la mejilla y me dice que me veo preciosa. Sebastian me
besa después y murmura con emoción que siempre he sido
hermosa.
—Me harán llorar —suscito abanicándome la cara para evitar las
lágrimas.
—Tengo un auto listo por si quieres huir —bromea Simon
haciéndome reír.
Él siempre sabe cómo distraerme.
—No hace falta, gracias —digo entre risas.
Erika se acerca y comienza a dar órdenes como un autómata,
envía a Mare y a Serena a sentarse y a mis hermanos y a mí nos da
algunas indicaciones. La pobre no ha parado desde la mañana, pero
debe sentirse orgullosa, lo ha hecho muy bien. La entrada se ve
hermosa, ha combinado telas, flores y luces dándole ese aspecto
bohemio que quería.
¡Muero de ganas de ver el resto! Seguro se verá igual de
encantador.
La marcha nupcial de Mendelssohn interpretada en piano anuncia
el comienzo de la ceremonia y mi corazón se vuelve loco palpitando
con furia.
¡Ya es hora!
Con Simon a mi derecha y Sebastian a mi izquierda, iniciamos el
camino que me llevará a él. Las cortinas que dividen el área en dos
se abren a nuestro paso dejándome ver a Nathan de pie al final del
pasillo. Eligió un esmoquin negro a la medida que lo hace lucir muy
apuesto. Los ojos le brillan y una sonrisa amplia aparece en sus
labios cuando me contempla. El entorno se va desvaneciendo y solo
quedamos los dos. He dejado de caminar y ahora floto hacia
Nathan, como si viajara en una nube. Lo amo como me negaba a
creer que podía, pero sucedió y no puedo estar más agradecida por
la oportunidad de compartir mi vida con él.
Mis hermanos me entregan a Nathan diciéndole la misma palabra
de advertencia al unísono, «cuídala». Parece que lo hubieran
ensayado. ¡Quizá lo hicieron! Él asiente y entrelaza nuestros dedos
sonriendo más de lo que alguna vez lo vi hacerlo. Y sus ojos, como
brillantes esmeraldas, trasmiten felicidad.
El oficiante inicia la ceremonia con un discurso emotivo que se
centra en la importancia del matrimonio y del amor como vínculo
fundamental de unión entre dos personas. Nathan y yo compartimos
miradas furtivas y sonreímos, la felicidad se nos desborda por los
poros.
—¿Han preparado votos? —pregunta cuando llega al punto
central de la ceremonia.
Respondemos sí a una voz y pide que obtengamos los anillos.
Serena los acerca y cada uno toma el del otro.
Nathan es el primero en hablar.
—Evelyn, no había conocido el amor hasta que te encontré. Te
convertiste en el centro de mi mundo. No hay nada más valioso para
mí que tú, eres la única mujer que he amado, a la única a la que
deseo amar y con quien espero compartir cada momento de mi vida.
Tenerte junto a mí es un regalo que valoro, y hoy, delante de las
personas más importantes para nosotros, me comprometo a serte
leal, fiel, a amarte, a honrarte, a protegerte y a cuidarte en cada
etapa, buena o mala, mientras viva.
Mis ojos diluvian cuando desliza el anillo en mi dedo. La última
frase me ha llegado al corazón. No soportaría perderlo a él también.
Me ha afectado tanto que lloro duro.
Nathan me rodea en sus brazos y me susurra al oído que todo
estará bien, que no irá a ningún lado. Pero es una promesa que no
debería hacer, es imposible de cumplir.
Cuando consigo calmarme, tomo mi turno para recitar mis votos.
—Nathan, llegaste a mí como una suave brisa después de una
terrible tempestad. Me hallaste rota y te quedaste, permaneciste a
mi lado mientras recogía los escombros y reconstruía mi vida y mis
sueños, haciéndote parte de ellos. Y hoy me siento dichosa de
prometerme a ti como tu esposa para amarte, honrarte, cuidarte,
respetarte y serte fiel todos los días de mi vida —pronuncio con
lágrimas en los ojos, traté de no llorar, pero me resultó imposible. Y
deslizo el anillo en su dedo como señal del compromiso.
—Que el amor que hoy comparten sea como lazo de tres
dobleces, fuerte y difícil de romper —recita el oficiante—. Señor
Müller, puede besar a su esposa.
Más lagrimas me enjugan los ojos cuando lo escucho decir la
palabra «esposa». No me hace falta firmar un papel que lo valide,
soy suya y él mío.
Nathan me acerca a él tomándome por la cintura y me besa
tierna y cálidamente sellando nuestra unión. Aplausos y silbidos se
oyen tras nosotros y sonreímos con los labios unidos.
—Ti amo, Evelyn, per sempre[20]. —Me susurra con una mirada
tan dulce que me derrite el corazón.
—Y yo te amo a ti —recito rodeándole el cuello y junto nuestros
labios en un beso tan tierno como el suyo. Lo abrazo y suspiro sobre
él sintiéndome plena y feliz. No cambiaría nada de esta noche, todo
ha sido perfecto y hermoso, más de lo que pude imaginar.
Nos separamos cuando todos se acercan a felicitarnos. Y nos
volvemos a juntar para nuestro primer baile oficial como esposos.
Elegí La Vida en Rosa de Edit Piaf porque expresa cómo me hace
sentir Nathan mejor de lo que soy capaz de decir por mí misma.
Miro a mi apuesto esposo mientras nos balanceamos en el centro
del salón y pronuncio cada frase de la canción dedicándosela a él.
No soy buena cantando, pero la intención es lo que cuenta.
Noches de amor que no llegan a su final
Una gran felicidad que se asienta
Los problemas y las penas se borran
Feliz, feliz a morir.
Cuando me toma en sus brazos
Me habla en voz baja
Veo la vida en rosa
Me dice palabras de amor
Palabras de todos los días
Y eso me hace sentir algo.
Cuando la canción concluye, compartimos un beso cargado del
sentimiento más precioso que puede existir. No hace falta palabras
para decir te amo, a veces basta una mirada, una caricia, un gesto o
un beso.
Finalizado el baile, Simon dirige un brindis en nuestro honor que
me saca risas y algunas lágrimas. Que compartiera la promesa que
me hizo cuando me tuvo en sus brazos por primera vez fue de lo
más dulce. «Cuidaré de ti con mi vida, pequeñita. No dejaré que
nadie nunca te cause daño». Y así lo ha hecho, me ha cuidado
siempre.
—Por Evelyn y Nathan, que el amor, la comprensión, la fidelidad
y la honestidad sean los pilares que sostengan su unión. —Alza la
copa que tiene en su mano—. Salud.
—Salud —decimos al unísono y hacemos chocar nuestras copas
antes de beber el champán.
Un brindis perfecto para una noche perfecta.
Más tarde, luego de retocar mi maquillaje, me paro detrás del
lente de Maia y me convierto de nuevo en su modelo. Han creado
un precioso set de fotografía con una pared de flores en tonos rosas
y blancos. Y añadieron un sofá chaise longue blanco estilo vitange
de lo más lindo sobre una alfombra de lujo. Después de un montón
de fotos, Maia invita a Nathan a unirse y nos fotografía delante del
set en varias poses que nos va sugiriendo. El siguiente escenario es
un espacio abierto de la terraza con el atardecer cayendo detrás de
nosotros. ¡Amo los atardeceres! Por eso elegí esta hora para
casarnos, porque quería un cielo colorido como testigo de nuestro
pacto de amor.
Una vez que parece tener suficientes tomas de los dos solos, les
pide a todos que se acerquen y nos fotografía con cada uno. Y
finaliza con una foto grupal en la que salimos riendo, Simon dijo uno
de sus chistes y ella no perdió la oportunidad de capturarnos en el
acto.
Disfruté mucho de la sesión, fue muy linda y divertida, pero me
dolían los pies de pasar tanto tiempo parada y fuimos a sentarnos
en la mesa que prepararon para nosotros, donde nos esperaba una
botella de vino y deliciosos aperitivos. Erika se lució con todo, cada
detalle está tan bien cuidado que no parece que fue planificado hace
unas horas. Estoy más que satisfecha con su trabajo. Logró crear un
ambiente sofisticado y sencillo incluyendo lo que le pedí: flores,
luces colgantes y mobiliario estilo vintage.
Cuando el Sol se oculta, las luces que cuelgan sobre nosotros
brillan como estrellas envolviéndonos en un ambiente muy
romántico. Nathan se levanta y camina hasta el centro del salón. Lo
miro expectante sin saber qué hará. Alguien le acerca un micrófono
y la música de Più Bella Cosa[21] comienza a sonar en los altavoces.
¡Va a cantar!
Mi corazón enloquece en mi pecho cuando lo escucho pronunciar
la primera frase en italiano. Ese acento me mata. Cada momento
me enamora un poco más. Ha sido un día muy emotivo, lleno de
momentos que se quedarán por siempre en mi corazón.
Capítulo 26
Han pasado dos semanas desde que Nathan y yo nos
unimos en matrimonio. Fue un día inolvidable. Nuestra luna de miel
tuvo lugar en la Isla de Sylt, al norte de Alemania, un pedazo de
paraíso que nos brindó durante tres días preciosos atardeceres ante
un mar azul y arena blanca. Nathan tenía varios compromisos
ineludibles que nos impidieron quedarnos más tiempo, pero me
prometió que tendríamos una segunda luna de miel en cuanto fuera
posible.
Hace un momento recibí las fotografías de la boda, estuve
esperándolas muy ansiosa y finalmente las tengo conmigo. Miro
cada una con emoción, unas me roban sonrisas y otras lágrimas.
Todas son especiales a su manera.
¡Ya quiero mostrárselas a Nathan!
Tres horas más tarde, cuando pasa a recogerme en la galería, lo
saludo con un beso en los labios y enseguida noto su tensión. Su
malhumor se debe a que no ha logrado acelerar el proceso de
trámite para que podamos legalizar nuestro matrimonio. Le he dicho
que sea paciente, que normalmente demora algunas semanas, pero
él está intranquilo. Me preocupan mucho esos ataques repentinos
de rabia que ha estado teniendo, esperaré a que lleguemos a casa
para hablar con él.
—No te imaginas lo preciosas que han quedado las fotografías de
nuestra boda, no podía dejar de mirarlas esta mañana. Ya quiero
que lleguemos a casa para que las veamos juntos. —Le cuento
emocionada a ver si eso lo anima. Y parece funcionar, porque me
mira y sonríe, una sonrisa que alcanza sus ojos.
—¿Y cómo no? Eres la mujer más hermosa que existe, mia bella
—dice con dulzura.
Me lo comería a besos si no estuviera conduciendo. Estoy tan
enamorada de mi esposo.
Cuando llegamos a casa después de disfrutar de una deliciosa
cena en Fiori, nos sentamos en el sofá de la sala principal a mirar
las fotografías de la boda. Me complace ver a Nathan sonreír
emocionado. Le han gustado mucho, más en las que salgo yo sola.
Mis preferidas son en las que aparecemos los dos. Una que amo es
esa en la que nos miramos el uno al otro mientras recitamos los
votos.
Nathan estuvo más tranquilo los siguientes días. El domingo
asistimos a una barbacoa en casa de Sebastian y se veía muy
animado hablando y bebiendo cerveza con mis hermanos. Pero la
tarde del miércoles lo encuentro muy alterado en la habitación y
cuando le pregunto qué le pasa, me responde exasperado que el
sistema es una mierda.
—Te he dicho que seas paciente, que no te angusties por algo
que no podemos controlar—. Me acerco y le acaricio los hombros,
eso siempre consigue calmarlo—. Estoy muy preocupada por estos
ataques repentinos de ira que estás teniendo. ¿Qué está pasando?
¿Por qué esto te molesta tanto?
—Lo siento, lamento haberte hablado así. Te prometo que
buscaré ayuda, no puedo seguir posponiéndolo. Pensaba que podía
arreglarlo por mi cuenta, pero estaba equivocado. No quiero que te
preocupes por mí, amore. —Me dice con una disculpa en su mirada.
—Siempre voy a preocuparme por ti, eres mi esposo, no necesito
firmar un documento que lo valide. ¿Tú sí?
—No, pero no puedes llevar mi apellido sin la unión civil. Y quiero
presentarte como mi esposa, que todos sepan que eres mía —
responde taciturno.
—Pues está hecho, a partir de hoy, ante el mundo, soy Evelyn
Müller —pronuncio con orgullo—. Te amo, Nathan. Me he entregado
a ti, soy tuya.
—Y yo tuyo, per sempre[22] —declara con fervor. Y luego me besa,
apropiándose de mi boca como bien sabe hacer.
Fiel a su promesa, esa misma semana comenzó a asistir a
terapia con Cassian Meyer. Concertamos una cita y Nathan estuvo
de acuerdo con tratarse con él luego de su primera sesión. Fue
recomendado por Adele. Espero que pueda ayudarlo.
Miro dormir a mi apuesto esposo con su traje de nacimiento,
como quedó anoche después que hicimos el amor. Me levanté antes
que él para darle una sorpresa. Hoy es su cumpleaños.
¡He esperado este día con ansias!
—¡Feliz cumpleaños, amor! —Le digo cuando lo veo abrir los
ojos. Sostengo en mis manos una porción de pastel de chocolate
con una vela encendida—. Pide un deseo.
Él sonríe y se levanta de la cama con un asunto serio entre sus
piernas que con mucha diligencia atenderé más tarde. Sopla la vela
y me quita el plato de la mano para ponerlo en la mesita. Me toma
entre sus brazos y dice algo que me deja tonta de amor.
—¿Qué más puedo pedir si contigo lo tengo todo? —La voz le
sale ronca por las horas dormido.
—Debe haber algo más que desees.
—Sí —asiente dos veces— que me des un hijo.
¡Oh, por Dios!
No esperaba que me dijera eso. Pero yo también quiero un hijo,
no todavía, en un futuro. Ser madre es uno de mis mayores anhelos.
Nunca hablamos de bebés, no sabía qué pensaba al respecto, y si
me detengo a analizarlo bien, hay mucho de lo que jamás hemos
conversado, pero igual no creo que exista algo en lo que no
coincidamos que sea tan grave. Él se guarda muchas cosas, su
infancia es una de ellas, no le gusta hablar de ese tema, tampoco de
su madre, de quien no conozco ni el nombre. Lo último que me dijo
fue que la relación terminó de romperse, que no merece la pena. Me
gustaría que fuera más abierto conmigo, espero que con el tiempo lo
sea.
—¿Y si mejor tenemos dos?
—Dos, tres… seis. Todos los que desees. Lo que quiero es que
formemos una familia.
—¿Seis? —Alzo las cejas—. No, no. Tres es mi límite. Pero
todavía no, esperemos un año para comenzar a intentarlo.
—Como tú quieras, amore mio[23] —dice sonriente, amo verlo
sonreír tanto como lo amo a él.
—Te tengo una sorpresa. —Planeaba dejarlo para el final, pero
creo que el mejor momento de mostrárselo es ahora.
—¿Qué es? —Me mira interrogativo.
—No será sorpresa si te lo digo —giro los ojos—. Ponte algo de
ropa primero.
—¿No te gusta lo que llevo? —Se aleja para que lo vea. Y se me
seca la garganta. Mi esposo es un monumento al erotismo, el David
de Miguel Ángel se queda en pañales ante él.
—Sí, mucho —musito mojando la resequedad de mis labios. Soy
su mayor fan—. Por eso es mejor que te vistas, me distraes.
Mi esposo ladea una sonrisa y va por algo de vestir al armario.
Cuando regresa, vamos juntos a la oficina y sus ojos se iluminan
cuando ve colgada en la pared la pintura que hice para él. Es un
retrato al óleo de los dos inspirado en una fotografía que nos
tomamos frente al Lago Como, en Milán.
—Es lo primero que pinté cuando regresé a mi taller. —Le digo
sonriendo, he esperado mucho para mostrársela, quería que fuera
hoy, en su cumpleaños.
—Gracias, mia bella. Es un regalo invaluable, más de lo que
merezco —musita tragando saliva.
—¿Por qué sigues diciendo eso? —Junto las cejas mirándolo. No
es la primera vez que se menosprecia, pasó cuando viajamos a
Milán. Lo hablamos en el vuelo de regreso y su respuesta fue algo
confusa.
—Porque ese día me fui furioso contigo y tú estabas pintando
esto para mí.
—Eso quedó en el pasado, lo aclaramos. Así que olvídalo, ¿sí?
—Le rodeo el cuello y me pego a él—. Ahora es tiempo de tu
segundo regalo —digo insinuante. Y lo beso con pasión
despertando sus instintos. Cuando lo siento duro contra mí, me
pongo de rodillas, le bajo el pantalón y le doy placer.
—Esa bendita boca tuya —suscita con el aliento entrecortado
cuando todo ha acabado, me eleva del suelo y me toma contra la
pared, poseído por la lujuria que aún corre por sus venas. Sus
estocadas son firmes, enérgicas, cada vez más intensas.
Todos mis sentidos comienzan a perderse, lo único que puedo
hacer es jadear con desaliento.
Al final, libero un grito que lleva su nombre.
Una hora después, Nathan me deja en la galería y se va a
trabajar. A las seis celebraremos su cumpleaños en Inspiration en
una reunión privada donde habrá otra sorpresa esperándolo. Se va
a poner muy contento.
La mañana se me va volando en mi taller de pintura, estoy
trabajando en una colección que planeo exponer a final de año. A la
hora de la comida, voy con Kerstin a un restaurante cercano y
regresamos a la galería. Nathan tenía mucho trabajo y no pudo
comer conmigo, pasará por mí más tarde con el tiempo justo para ir
a casa, cambiarnos y asistir a su fiesta.
Estoy en mi oficina atendiendo algunos asuntos de la galería
cuando Kerstin entra y me informa que Stella Milano pide hablar
conmigo. Su nombre no me suena de nada, le pregunto si la conoce
y me responde que no, que es representante de un artista
interesado en exponer sus obras aquí. Le pido que la haga entrar y
pronto aparece frente a mi puerta una mujer de estatura promedio,
esbelta, con una piel blanquísima como la porcelana y cabello
cobrizo similar al mío. Sus ojos son claros y sus labios lucen
demasiado voluminosos para ser naturales. Usa un vestido blanco
ceñido a su silueta, corto, y tacones altos que hacen parecer sus
piernas kilométricas.
La invito a sentarse y la observo mientras ocupa una de las sillas
delante de mi escritorio.
—En esta memoria USB puede ver alguna de las pinturas de mi
representado. —Desliza un dispositivo sobre mi escritorio y lo
alcanzo para conectarlo a mi computadora portátil. Cuando se ha
instalado, abro la única carpeta que está grabada y comienzo a
mirar las fotografías de las pinturas sorprendiéndome al verme
retratada en una de ellas. Una muestra mi rostro lavado, sin
expresión, con los labios fruncidos y una mirada perdida.
—¿Qué es esto? —Le pregunto con los ojos muy abiertos.
—Sigue mirando —responde con una sonrisa malévola que me
resulta inquietante.
Paso a la siguiente imagen y encuentro una segunda pintura en
la que yo soy la protagonista. Aparezco sentada en la banca de una
plaza, uso un vestido largo, floreado, una cazadora marrón y
zapatos bajos. Mis manos están en mi regazo y mi rostro hacia un
lado, observando a las palomas que comen los trozos de pan que
les arrojé. Recuerdo ese momento, fue la primera vez que salí sola
después de mi recuperación.
—¿Quién ha pintado esto? ¿Cómo se llama el artista al que
representas? —pregunto estupefacta. Quien sea que lo haya hecho,
estuvo observándome ese día.
—Hay más que debes ver —dice manteniendo la misma
expresión de perversidad en su cara. Y se me crispa la piel.
Debería dejar de mirar, decirle que se marche, o tal vez llamar a
la policía para que la investigue, pero la curiosidad me gana y veo la
siguiente imagen quedando en shock. Somos Jake y yo besándonos
la noche del accidente.
¡Dios mío! ¿Quién ha pintado esto? ¿Por qué?
—Él usa un seudónimo, Samuel Brown. Pero tú lo conoces como
Nathan Müller —revela en medio de mi conmoción. Y el corazón se
me detiene en ese instante.
¿Ha dicho que Nathan es Samuel Brown?
—Mientes, no te creo —replico negando con la cabeza. No puede
ser cierto, Nathan no pudo ocultarme algo tan importante. Además,
esas pinturas son de mucho antes de conocernos.
—No, Evelyn. Aquí el que miente es él. Te ha estado engañando
desde el principio. Solo te muestra lo que quiere que veas. Pero yo
sé quién es en verdad, nadie lo conoce como yo. Puedo probarlo.
Dame un minuto. —Veo que abre su bolso, saca su teléfono móvil y
teclea algo en la pantalla. Escucho el tono de una llamada y un
segundo después él contesta.
¡Nathan!
—Hola, amor. —Lo saluda ella.
—Te dije que no me llamaras otra vez, Stella. Hicimos un trato. —
Le dice disgustado confirmándome que la conoce.
¿Entonces es verdad lo que dijo?
—No, yo no acepté ningún trato. Tú has pagado por mi silencio,
pero se acabó, ya no me interesa tu dinero. Te quería a ti y tú la
elegiste a ella —replica alterada, poniéndose en pie y caminando de
un lado al otro.
—Sabías desde el principio que lo nuestro solo era físico, que
amaba a Evelyn. —Le dice él alzando la voz.
¡Dios!
No solo me mintió, ¿también me engañó con ella?
Muchas preguntas llegan a mi mente a mansalva, la duda y la
confusión gobiernan cada uno de mis pensamientos, poniendo mi
corazón a latir con fuerza.
—Sí, lo sabía, pero no creí que te atreverías a llegar tan lejos.
¡No solo la buscaste, también la enamoraste y la hiciste tu esposa!
¿Qué crees que va a pasar cuando le diga la verdad? ¿Piensas que
se quedará contigo? —Le cuestiona con la intención de hacerlo
hablar.
Ha armado todo esto para dejarlo en evidencia. Y yo estoy
permitiendo que lo haga porque una gran parte de mí espera que la
desmienta, que la acuse de estar loca y la mande al demonio.
—¡No pude evitarlo, joder! Me enamoré de ella. ¡Ya te lo he dicho!
¿Por qué insistes en hablar de lo mismo? —Le pregunta
exasperado.
—Porque necesitaba que Evelyn lo escuchara —sisea
mirándome.
Vino aquí para lastimarme, para presenciar mi reacción. Desearía
mantener mis emociones fuera de su vista, pero me resulta
imposible. Mi cuerpo se estremece y mis ojos pican con lágrimas
que lucho por mantener a raya.
—¿¡Qué!? ¿¡Estás con ella!? ¿Qué le has dicho?
El miedo en su voz es como un golpe certero a mi corazón. Si
tanto le preocupa lo que ella me dijo, significa que no está
mintiendo.
—Sí, Nathan. Está conmigo. ¿O prefieres que te llame Samuel
Brown? —pronuncio con un hilo en mi voz. Es devastador descubrir
que el hombre que amo ha traicionado mi confianza, que me ha
engañado y mentido desde el principio. ¡Que es un acosador!
—¡Evelyn! Puedo explicarlo todo. ¿Dónde estás? Iré ahora
mismo y hablaré contigo. —dice con nerviosismo, asustado.
—¿No crees que es muy tarde para dar explicaciones? Confiaba
en ti y ahora no sé ni quién eres. ¿Un mentiroso? ¿Un acosador?
Un fuerte dolor atraviesa mi pecho y las lágrimas se me
desbordan. Sabiendo lo difícil que fue para mí darme una nueva
oportunidad en el amor, después de todo lo que pasamos para llegar
a dónde estamos, es doloroso comprender que todo lo que he vivido
a su lado está basado en una gran mentira.
—Yo agregaría traidor —interviene Stella destilando veneno—.
¡Oh, es cierto! Solo te he dicho una parte de la verdad, que Nathan y
Samuel Brown son la misma persona. Lo que no sabes es que él
y…
—No lo digas, yo se lo contaré. Ya causaste suficiente daño. —La
interrumpe antes de que pueda terminar la oración.
Y el dolor en mi corazón se agudiza.
¿Qué más me ha estado ocultando?
—No, yo no he hecho nada. El mentiroso aquí eres tú. ¿Pero
sabes qué? Voy a concederte tu deseo, dejaré que seas tú quien le
rompa el corazón a Evelyn. Espero que nunca te perdone, que
termines tus días solo y triste —sentencia antes de terminar la
llamada—. Puedes escuchar el audio que copié en la memoria con
toda su confesión, por si quiere pasársela de listo —dice antes de
marcharse dejando tras su paso un desastre inimaginable.
Mi teléfono móvil comienza a timbrar y no tengo que ver para
saber quién es. No contesto, no hablaré con él así. Esta es una
conversación que debemos tener frente a frente. Me seco las
lágrimas de la cara y le envío un mensaje diciéndole que nos
veamos en mi apartamento en media hora.
Pido un taxi y le digo a Kerstin que debo irme, sin darle ninguna
explicación.
Durante el viaje, los recuerdos inundan mi mente y el dolor en mi
corazón se hace mayor. Es difícil no pensar en aquella noche en la
galería, cuando se presentó delante de mí sin saber que estuvo
espiándome desde mucho antes, sin que sospechara que todo era
parte de un plan bien orquestado para acercarse a mí. Asociarse
con mis hermanos fue el inicio.
Admiraba a Samuel Brown, siempre quise conocer el rostro
detrás del artista, hablar con él de sus pinturas, de lo que lo
inspiraba. Y ahora que sé que él y Nathan son el mismo, comprendo
muchas cosas. Esas pinturas coinciden con la historia que me contó
de su niñez.
¿Cómo no me di cuenta antes?
La bilis sube a mi garganta y el estómago se me revuelve.
¡Me siento asqueada!
Le pido al chofer que se detenga y vomito con fuertes arcadas
junto al vehículo, en plena vía pública. Cuando termino, me subo de
vuelta y me limpio la boca con una toalla de papel que él me ofrece.
Le agradezco apenada y el hombre dice que no ha sido nada, que
es más frecuente de lo que imaginaría.
Cuando llego a mi apartamento, busco una botella de vino y me
siento en la sala a esperar a que él venga. Llevo dos copas cuando
escucho el timbre de la puerta. El corazón se me salta y las lágrimas
escuecen en mis ojos. Esta mañana desperté feliz y ahora me
encuentro en medio de un mar infinito de incertidumbre y de dudas.
Le abro la puerta y me estremezco de la cabeza a los pies
cuando encuentro su mirada, tiene los ojos inyectados en sangre, el
nudo de la corbata desecha y el cabello desordenado. Se ve terrible.
Camino de vuelta a la sala y me ubico en el sillón sin decir una
palabra. El miedo corre por mis venas como un río bravío ante la
tempestad que se avecina.
Nathan entra, cierra la puerta y camina en mi dirección
deteniéndose a dos metros de mí.
—¿Te acostaste con Stella estando conmigo? —Le pregunto sin
dar rodeos. Los ojos me escuecen y el corazón no me da tregua
palpitando con energía. Puede tener una explicación para no
decirme que es Samuel Brown y que me estuvo espiando como lo
hizo, pero la infidelidad no tiene justificación.
—¡No! Si ella lo dijo te mintió —contesta enérgicamente.
—Entonces qué ocultas, qué es lo que tanto te cuesta decirme.
—Lo confronto esperando que se sincere de una vez por todas.
Él traga saliva y baja la mirada a sus pies evadiéndome.
—Solo di la verdad, deja de fingir… —susurro sintiendo las
lágrimas abandonando mis ojos.
—Jamás he fingido contigo, nunca. Y tampoco te he mentido,
solo no he sido totalmente honesto —admite dejando escapar una
ráfaga de aliento.
—¿Por qué? —suscito secándome las lágrimas de la cara—.
¿Por qué ella lo sabe y yo no?
—Ella era la secretaria de mi terapeuta y de algún modo se
enteró de todo lo que hablaba con él en privado —desvela taciturno
—. Cuando supo que estaba contigo, enloqueció y me ha estado
amenazando con decírtelo todo, pero no pensé que lo haría.
—No importa lo que ella me dijo, importa que tú no lo hicieras.
Él asiente mojándose los labios.
—Lo sé. Debí hacerlo desde el principio. Quise hacerlo muchas
veces, pero no pude, el miedo a perderte me lo impidió. Incluso
ahora estoy aterrorizado. Eres mi vida, Evelyn. Te amo tanto que la
posibilidad de perderte cuando sepas toda la verdad me está
comiendo vivo.
Sus ojos están anegados en lágrimas. Es la primera vez que lo
veo llorar.
¿Es real o está fingiendo?
Dudar así de él duele, me destroza por dentro.
En la vida, como en el arte, los momentos se viven en distintas
tonalidades. Y si tuviera que pintar este instante, usaría blanco y
negro y los mezclaría hasta obtener una tonalidad de gris. Sería una
pintura muy triste, reflejaría angustia y miedo, un miedo que hiela la
sangre y paraliza el corazón.
—Comenzaré por el inicio. —Respira profundo haciendo una
pausa que me resulta eterna.
Estoy que me salgo de mi piel. Quiero que termine de decirlo y a
la vez no.
—Tenía un hermano pequeño cuando me fui de casa. Lo llevé
conmigo queriendo alejarlo del maldito hoyo en el que vivíamos. —
Me cuenta con una mirada abatida—. Lo dejé frente a una casa
donde vivía una pareja que había observado varias veces, parecían
buenas personas, esperaba que tuviera una vida mejor con ellos.
Hace otra pausa y traga saliva más veces de lo que puede ser
normal. Le resulta muy difícil hablar de esto. Nunca vi tanta tristeza
en sus ojos. Y es entendible, una decisión así no debió ser nada
fácil de tomar.
En otras circunstancias, iría hacia él y lo abrazaría.
—Su nombre era Eliah, pero sus padres adoptivos lo llamaron
Jake —revela causando la misma devastación que conseguiría una
granada accionada en mi pecho.

Continuará…
La segunda parte de esta bilogía llegará pronto a Amazon, únete
a mis redes para nuevas noticias.
Agradecimientos
Concluir esta novela me tomó más de lo que esperaba, luego de
escribir y reescribir por fin logré terminar el primer libro de lo que
ahora se ha convertido en una bilogía. Y en todo ese proceso tuve a
muchas personas dándome ánimo, diciéndome que no me rindiera,
que siguiera adelante. Y quiero agradecerles por estar ahí, por
tenerme paciencia y estar ahí siempre. Y ellas son mi mamá y mi
hermana Iris, no hubiera logrado esto sin ellas. Las amo. También
tengo mucho que agradecer a mi querida amiga Yenny, quien no
dudó en formar parte del proceso de creación de esta historia. Iris y
ella me acompañaron por el hermoso y a la vez angustiante viaje de
escritura. ¡Lo logramos juntas!
A mi amiga y colega Loli por su amistad y apoyo cuando más lo
necesitaba. Gracias por el tiempo que le dedicaste a la novela, por
estar dispuesta a leerla en tiempo récord.
A mi hermana Rossi por sacar tiempo para leerla y amarla. Te
quiero.
A Solimar por ser una de mis más fieles lectoras, por tu apoyo y
cariño constante.
A Kassandra por su cariño, amistad y apoyo incondicional.
También por la hermosa web que me creaste. ¡Estoy feliz!
A todas las chicas de mi grupo de WhatsApp y Telegram. Gracias
por seguir ahí a pesar de las ausencias.
A los grupos de Facebook e Instagram que me brindan la
oportunidad de promover mis historias y de sortear entre sus
seguidores mis novelas. Gracias infinitas.
A las grandes mujeres del CLTTR por hacerme el aguante. Las
quiero.
A ti que me estás leyendo, muchísimas gracias por llegar hasta
aquí. Espero con ansias saber qué te ha parecido esta primera parte
de la bilogía A Solas Contigo, leer los comentarios y mensajes que
me dejan las lectoras es una de mis cosas favoritas de escribir. ¡Un
enorme abrazo! Prometo no hacerlas esperar mucho.
Escríbeme a flormurdaneta @ gmail.com para suscribirte a la
lista para que recibas avances y noticias de la segunda parte de
esta bilogía.
Sobre la Autora
Flor M. Urdaneta es venezolana, nacida en la ciudad de
Maracaibo el 02 de abril, es comunicadora social de profesión,
egresada de la Universidad del Zulia en 2010.
Flor tiene dos hijos y reside en Venezuela, en el estado Zulia.
Para ella, contar con el apoyo de su familia ha sido esencial para
lograr sus metas.
En junio de 2015 dio inicio con la escritura en la red popular
Wattpad. De ahí, surgió la primera historia de la saga Cruel Amor,
Cruel y Divino Amor. Y a partir de entonces ha publicado más de
quince títulos en Amazon, entre ellos, la exitosa bilogía Mía, con sus
títulos Mía esta Noche y Mía Siempre, y varias antologías. En sus
libros, encontrarás drama, amor, romance y erotismo.
Encuentra sus libros en Amazon
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Libros únicos
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El Peligro de Amarte

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Mía Siempre

Serie Cruel Amor


#1 Cruel y Divino Amor
#2 Llámame Idiota
#3 Lexie
#4 Less
#5 No Debí Quererte

Serie Flying With Love


#1 Di que sí
#2 Pretendamos
[1]
Silencio.
[2]
Precipicio.
[3]
Fan de un músico, celebridad o agrupación musical.
[4]
Retrospectiva.
[5]
Eres hermosa.
[6]
Oxígeno.
[7]
Estoy loco por ti. Traducido el idioma francés.
[8]
Mi hermosa, la chica más hermosa que he visto.
[9]
Eres el chico más hermoso que he visto.
[10]
Mi hermosa.
[11]
Mi belleza, mi princesa.
[12]
Letra de Only You de Ringo Starr.
[13]
Hermosa.
[14]
Eres mi vida.
[15]
Buenos días, mi belleza.
[16]
Guapo.
[17]
Soy adicto a ti. Quiero quedarme contigo para siempre.
[18]
La mujer más hermosa que he visto.
[19]
Mi hermosa, mi infierno y mi paraíso.
[20]
Te amo, Evelyn, por siempre.
[21]
Canción de Eros Ramazzotti.
[22]
Por siempre.
[23]
Amor mío.

[fm1]

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