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Implantación ectópica intrauterina y extrauterina.

La implantación ectópica es una condición en la que el blastocisto, la etapa temprana del


embrión, se implanta fuera del útero. Puede ocurrir en dos ubicaciones principales:
intrauterina y extrauterina.
La implantación ectópica intrauterina se refiere a cuando el blastocisto se implanta
dentro del útero, pero en una zona que no es ideal, como la mitad inferior del cuerpo
del útero o incluso en su parte más baja. Esto puede dar lugar a complicaciones durante
el parto y se conoce como placenta previa. Dependiendo de qué tan baja sea la
implantación, la situación puede ser más grave, ya que puede causar sangrado vaginal
escaso o moderado durante el embarazo y sangrado abundante durante el trabajo de
parto.
La implantación ectópica extrauterina es aún más grave, ya que se produce cuando el
blastocisto se implanta fuera del útero. La mayoría de las veces, esto ocurre en las
trompas de Falopio y se conoce como embarazo tubárico. La implantación suele ocurrir
en la ampolla o el istmo de la trompa. Esta situación puede causar dolor abdominal,
sangrado y signos de irritación del peritoneo. Si no se trata rápidamente, la trompa
puede romperse, lo que resulta en la pérdida del embrión y un peligro inminente para la
vida de la madre. Las causas de un embarazo tubárico pueden ser diversas, y muchas
están relacionadas con factores que dificultan o impiden el transporte del embrión hacia
el útero, como enfermedades inflamatorias de la pelvis, adherencias u obstrucciones en
las trompas.
En casos más raros, el blastocisto puede implantarse en las fimbrias de las trompas, en
el ovario o en la cavidad abdominal. Cuando ocurre un embarazo abdominal, lo más
común es que se implante en el fondo de saco rectouterino y la placenta se desarrolle
en uno de los órganos abdominopélvicos, lo que puede provocar sangrado
intraperitoneal. En casos excepcionales, se han reportado embarazos abdominales que
llegaron a término y el parto se realizó a través de una incisión quirúrgica abdominal.
También en casos raros, puede ocurrir que un feto con implantación abdominal fallezca
y no se detecte la situación, lo que lleva a la calcificación y momificación del feto en la
cavidad abdominal durante muchos años (décadas) hasta que se descubre durante una
cirugía por otras razones no relacionadas con el embarazo abdominal que tuvo la mujer
en algún momento de su vida.

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