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Introducción a la filosofía.

La filosofía no es un coto tan sólo reservado a pensadores extraordinarios y excéntricos, tal y


como se suele suponer. Todos filosofamos cuando no estamos inmersos en nuestras tareas
cotidianas y tenemos la oportunidad de hacernos preguntas sobre la vida y sobre el universo. Los
seres humanos somos curiosos por naturaleza y no podemos evitar plantearnos interrogantes
acerca del mundo que nos rodea y del lugar que ocupamos en él. También disponemos de una
capacidad intelectual muy potente que permite que, además de plantearnos preguntas, podamos
razonar sobre las mismas. Aunque no nos demos cuenta, siempre que razonamos pensamos
filosóficamente.

La filosofía consiste más en el proceso de intentar encontrar respuestas a preguntas


fundamentales mediante el razonamiento, sin aceptar las opiniones convencionales o la autoridad
tradicional antes de cuestionarlas, que en el hecho propiamente dicho de encontrar esas
respuestas.
Los primeros filósofos de la historia, en la Grecia y la China antiguas, fueron pensadores a los
que no satisfacían las explicaciones establecidas procedentes de la religión y de la costumbre, y
que buscaron respuestas con una base racional. Del mismo modo que nosotros podemos compartir
nuestras opiniones con amigos y colegas, ellos comentaban sus ideas entre ellos, e incluso
fundaron «escuelas» en las que, además de enseñar las conclusiones a las que habían llegado,
también presentaban el proceso de pensamiento que les había llevado hasta ellas. Animaban a sus
alumnos a disentir y a criticar las ideas que les planteaban, para perfeccionarlas y pensar en otras
distintas. La idea del filósofo solitario que llega a sus conclusiones en el aislamiento es muy
habitual, pero también errónea, ya que en realidad esto sucede en muy raras ocasiones. Las ideas
nuevas surgen del debate, del examen, del análisis y de la crítica de las ideas de los demás.

Debatir y dialogar

En este sentido, Sócrates fue el filósofo arquetípico. No dejó nada por escrito, ni siquiera sus
mayores ideas o conclusiones. De hecho, afirmaba ser el hombre más sabio del mundo al saber que
no sabía nada. Su legado consiste en haber establecido el debate, la discusión y el
cuestionamiento de las creencias de los demás como método para desvelar y entender verdades
fundamentales. Platón fue discípulo de Sócrates y sus escritos aparecen, casi invariablemente, en
forma de diálogos cuyo personaje principal es Sócrates. Muchos filósofos posteriores adoptaron
también el diálogo como forma de presentación de sus ideas, pues les permitía exponer
argumentos y contraargumentos, en lugar de limitarse a explicar sus razonamientos y
conclusiones.

Cuando un filósofo presenta sus ideas, resulta más probable que se encuentre con comentarios
que empiezan con un «Sí, pero…» o con un «¿Y si…?» que con una aceptación sin reservas. De
hecho, los filósofos han entablado discusiones feroces sobre casi todos los aspectos de la
filosofía. Por ejemplo, Platón y Aristóteles, su discípulo, mantuvieron visiones diametralmente
opuestas respecto a cuestiones filosóficas fundamentales, y estas diferencias han dividido las
opiniones de los filósofos desde entonces. Esto, a su vez, ha llevado a un mayor debate y a una
mayor generación de ideas.
Sin embargo, ¿cómo es posible que hoy se sigan debatiendo esas mismas cuestiones filosóficas?
¿Por qué no han encontrado los pensadores respuestas definitivas? ¿Cuáles son estas «preguntas
fundamentales» a las que se han enfrentado los filósofos a lo largo de la historia?

Existencia y conocimiento

Cuando aparecieron los primeros filósofos, en la antigua Grecia, hace ya unos 2.500 años, el
mundo que les rodeaba fue la inspiración de su asombro. Observaban la Tierra y la gran diversidad
de formas de vida que la habitaban; también fenómenos naturales, como el clima, los terremotos y
los eclipses, y el sol, la luna, los planetas y las estrellas. Buscaban explicaciones a todo esto, no en
forma de mitos o leyendas sobre dioses sino de algo que satisficiera su curiosidad y su
inteligencia. La primera pregunta que se plantearon estos pioneros de la filosofía fue «¿de qué
está hecho el universo?», que muy pronto se amplió hasta convertirse en la pregunta más general
de «¿cuál es la naturaleza de todo lo que existe?».

Esta es la rama de la filosofía a la que hoy en día denominamos metafísica. Aunque la ciencia


moderna ha permitido responder a gran parte de la pregunta original, hay cuestiones metafísicas
relacionadas, como «¿por qué hay algo y no nada?», a las que no resulta tan fácil dar respuesta.
Dado que nosotros también formamos parte del universo, la metafísica abarca la naturaleza de la
existencia humana y el significado de ser seres conscientes. ¿Cómo percibimos el mundo que nos
rodea? ¿Las cosas existen independientemente de que las percibamos? ¿Cómo se relacionan la
mente y el cuerpo? ¿Existe un alma inmortal? La ontología es el área de la metafísica que se ocupa
de la existencia; su ámbito es enorme y constituye la base de casi toda la filosofía occidental.
Una vez que los filósofos comenzaron a cuestionarse racionalmente el conocimiento recibido, otra
pregunta fundamental se hizo evidente: «¿cómo conocemos?». El estudio de la naturaleza y de los
límites del conocimiento conforman una segunda rama de la filosofía: la epistemología.

Aquí, la cuestión más importante es cómo adquirimos el conocimiento, cómo llegamos a saber lo
que sabemos; ¿el conocimiento es parcialmente (o incluso totalmente) innato o aprendemos todo
con la experiencia? ¿Podemos llegar a conocer sólo mediante la razón? Estas preguntas son
fundamentales para el pensamiento filosófico, pues necesitamos confiar en nuestro conocimiento
para poder razonar correctamente. También tenemos que determinar el alcance y los límites del
conocimiento para estar seguros de saber lo que creemos saber y de que nuestros sentidos no nos
han «engañado».

Lógica y lenguaje

El razonamiento depende de que podamos determinar la veracidad de premisas que permitan


desarrollar una cadena de pensamientos que nos lleven hasta una conclusión. Aunque ahora pueda
parecer una obviedad, la idea de construir una argumentación racional es lo que distinguió a la
filosofía de las explicaciones supersticiosas y religiosas que imperaban antes de los primeros
filósofos.

Estos pensadores tuvieron que idear la manera de garantizar la validez de sus ideas. Y el
resultado fue la lógica, una técnica de razonamiento que se ha ido perfeccionando a lo largo del
tiempo. En un principio sólo fue una herramienta útil para analizar la coherencia de un argumento,
pero la lógica desarrolló normas y convenciones y acabó convirtiéndose en un campo de estudio de
pleno derecho, en otra rama del creciente ámbito de la filosofía.
Al igual que gran parte de la filosofía, la lógica está muy vinculada a la ciencia, especialmente a las
matemáticas. La estructura básica de un argumento lógico, que parte de una premisa y avanza
mediante una serie de pasos hasta llegar a una conclusión, es la misma que la de una prueba
matemática. Por tanto, no parece sorprendente que los filósofos hayan recurrido con frecuencia a
las matemáticas para buscar ejemplos de verdades evidentes e incontestables, ni tampoco que
muchos de los mayores pensadores, de Pitágoras a René Descartes o a Gottfried Leibniz, también
fueran grandes matemáticos.

Pese a que la lógica pueda parecer la rama más exacta y «científica» de la filosofía, un campo en
el que las cosas son o verdaderas o falsas, si se mira con más detenimiento, se hace evidente que
el asunto no resulta tan sencillo. Los progresos matemáticos del siglo XIX pusieron en duda
algunas de las normas lógicas que había establecido Aristóteles, pero ya en la antigüedad, las
famosas paradojas de Zenón de Elea llegaban a conclusiones absurdas a partir de argumentos
aparentemente correctos.

Gran parte del problema reside en que la lógica filosófica, a diferencia de las matemáticas, se
expresa con palabras, no con números y símbolos, por lo que está sujeta a todas las ambigüedades
y sutilezas inherentes al lenguaje. Construir un argumento lógico requiere una utilización
cuidadosa y precisa del lenguaje, además de analizar las afirmaciones y los argumentos para
asegurarnos de que significan lo que creemos que significan. Y cuando estudiamos los argumentos
de otros, debemos analizar no sólo los pasos lógicos que han seguido, sino también el lenguaje que
han utilizado, para ver si las conclusiones se sustentan o no. A partir de este proceso surgió aún
otro campo de la filosofía que prosperó en el siglo XX: la filosofía del lenguaje, que estudia los
términos y su significado.

Disfrutar de la filosofía

Si asombro y curiosidad son atributos humanos, también lo son la emoción de explorar y la alegría
del descubrimiento. Podemos sentir con la filosofía la misma emoción que con una actividad física,
y el mismo placer que mediante la contemplación del arte. Sobre todo, podemos obtener la
satisfacción de llegar a creencias e ideas no por imposición de la sociedad, los profesores, la
religión y ni siquiera los filósofos, sino por nuestro propio razonamiento individual.

RESPONDE LOS SIGUIENTES CUESTIONAMIENTOS.

1.- ¿Qué aspectos consideran las personas para filosofar ya sea de manera consciente o inconsciente?

2.- ¿En qué consiste la filosofía?

3.- ¿Por qué es importante el diálogo en el desarrollo de la filosofía?

4.- ¿Qué papel tiene el debate en la filosofía?

5.- De acuerdo al texto, ¿Cómo podemos entender los siguientes conceptos?


- Metafísica:

-Ontología:

-Epistemología:
6.- De acuerdo al texto, podemos concebir al conocimiento como…

7.-Explica el término “Lógica”.

8.- ¿Qué nos permite la filosofía?

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FRIMA DEL ALUMNO EVALUACIÓN FIRMA DEL DOCENTE


INTRODUCCIÓN A LA
FILOSOFÍA
PROF. DAVID DE JESÚS ORTA BARRAGÁN

“LECTURA DE INTRODUCIÓN
A LA ASIGNATURA”

ALUMNA(O): __________________________________
GRADO:________________ GRUPO:____________
TURNO: ____________

FECHA:________________

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