Está en la página 1de 5

MUJERES ARGENTINAS

Álbum editado por Philips en 1969, que reúne poemas de Félix Luna y música de Ariel
Ramírez, en la voz de Mercedes Sosa. En él se rinde homenaje a las mujeres de
Argentina, simbolizadas en la figura de varios personajes: Juana Azurduy, Alfonsina
Storni, Rosarito Vera, y otras. En el acompañamiento musical participaron Ariel
Ramírez (clave y piano), Héctor Zeoli (órgano), Tito Francia (guitarra) y Domingo Cura
(bombo).

Dice en el interior del LP:


“Mujeres Argentinas” culmina la línea iniciada por Ariel Ramírez y Félix Luna con
“Misa Criolla” y continuada con “Los Caudillos”. Esta continuad no se justifica
solamente por la alta jerarquía artística de “Mujeres Argentinas”, enaltecida por la
cálida y decidora voz de Mercedes Sosa, sino porque también, como en las anteriores
creaciones de Ramírez y Luna, en un intento noblemente logrado de estilizar personajes
y elementos formativos del ser nacional, a través de la magia de la música y la poesía
armoniosamente vinculadas por una interpretación excepcional.

Esta vez, Ramírez y Luna han tomado ocho personajes femeninos, algunos reales y
otros imaginarios, que han tenido que ver con el acontecer del país. No se trata —han
señalado los autores— de las ocho mujeres más importantes o más significativas de
nuestra historia; son simplemente ocho motivos de inspiración, cuya sustancia les ha
permitido el desenvolvimiento musical y lírico que aspiraban a crear. Por eso es posible
que se piense que faltan algunas mujeres aparentemente llamadas a ser incluidas entre
las que aquí se evocan. El criterio de selección usado por Ramírez y Luna para
determinar los temas de la obra —de acuerdo con las posibilidades artísticas de
recreación que ofrecía cada una— explica, pues, y justifica los nombres incluidos y
también los que no aparecen.

Es por eso que “Mujeres Argentinas” presenta distintos tipos dentro de sus
protagonistas: desde la guerrillera que peleó por la emancipación en el Alto Perú hasta
la abnegada maestra; desde la poetisa que enriqueció el acervo lírico del país hasta la
cautiva que renunció a volver a la civilización; desde la brava tucumana que echaba
aceite hirviendo sobre los invasores ingleses, en el alba de la patria, hasta la gringa
cuyas manos poblaron el Chaco… Todas ellas forman parte de los fundamentos
nacionales; todas le agregaron algo a la evolución de nuestra comunidad, todas merecen
ser recordadas en el plano intemporal de la música y el verso.

“Mujeres Argentinas” no constituye una creación unitaria. Está compuesta por temas
separados, cada uno en su estilo, su atmosfera y su acompañamiento instrumental
diferente. Si la incomparable voz de Mercedes Sosa jerarquiza cada una de las partes
que la integran dando a cada tema la exacta sugestión que han querido darle los autores,
corresponde señalar también los aportes instrumentales que efectúan Ariel Ramírez —
que interpreta en piano y clave sus propios arreglos—, Jaime Torres con su increíble
charango, el maestro Héctor Zeoli con órgano, la guitarra de Tito Francia, el bombo de
Domingo Cura y otros instrumentos de percusión.

Para PHONOGRAM S.A. es un honor presentar en su “Serie Magna” esta nueva


expresión de una música nacional que ha adquirido ya definitiva transcendencia
mundial, en la certeza de que “Mujeres Argentinas” queda incorporada desde ahora a las
más importantes creaciones del espíritu argentino.

Gringa chaqueña

Este es un personaje sin nombre. O mejor dicho, con muchos nombres, que se recuerdan
con respeto y cariño en ese chaco que ellas ayudaran a fundar. Son las gringas que
llegaron allí cuando era “puro tacuruses”, indiada, desolación… Fueron con sus
hombres a fundar una nueva vida y al conjuro de su terquedad y su fe el paisaje se fue
transformando y lo que antes era desierto y monte se convirtió en una laboriosa sede de
riqueza y trabajo. Gringa… pero también chaqueña. Porque mientras esas mujeres
creaban con sus manos y su vientre la realidad de hoy, ellas mismas se iban
transformando y dejaban de ser extranjeras para convertirse en el fundamento humano
de esa provincia, orgullo del país.

Juana Azurduy

Habían pasado veinte años desde la guerra de la independencia. Una mujer casi anciana
llegó al palacio de gobierno de Bolivia a pedir una pensión que remediara su indigencia.
Entonces alguien la recordó: era Juana Azurduy, la guerrillera altoperuana que encabezó
escuadrones de mujeres en la lucha por la emancipación del Virreynato. Le mataron el
marido y los españoles estuvieron a punto de aprisionarla varias veces: pero Juana
Azurduy siguió peleando hasta el final, hasta que estas provincias fueron libres. Su
nombre había sido una bandera, su gallarda estampa uniformada alentó a los criollos a
conquistar su libertad. Esta canción evoca una de las gestas más heroicas de las guerras
emancipadoras de nuestra América, con un ritmo vivo y atropellado, como una épica
carga de caballería…

Rosarito Vera, maestra

Rosarito Vera Peñaloza, maestra por antonomasia, formadora de maestras, abuela del
magisterio nacional… Esta zamba es de ella, pero es de todas las mujeres que libran
diariamente la más hermosa de las batallas, tiza en ristre, “frente al misterio del
pizarrón”. Ariel Ramírez —maestro él mismo— ha querido rendir el homenaje que
merece ese ejército pacífico de docentes que día tras día, en todos los rincones de la
patria, forma, en “un milagro de alfarería”, el alma de los niños, el alma del país…

Dorotea la cautiva

Es un episodio que cuenta al pasar Lucio V. Mansilla en su “excursión a los Indios


Ranqueles”. Una cautiva de los indios, Dorotea Bazán, rescatada por las tropas
nacionales, se niega a volver a su tierra natal. ¿Para qué? Ella ya es india… su cacique,
sus hijos, su mundo está allí, “en ese imperio de gramilla, cuero y sol”. Ella ya no es
“huinca”. Es india por misterio de amor. Y hacia el sur quiere volver Dorotea Bazán, a
quedarse en los confusos campamentos de una raza que no tardará en ser vencida, para
compartir con ella su destino. Félix Luna puso en boca de esa legendaria Dorotea Bazán
las palabras simples, nostálgicas, melancólicas que habrá dicho, cuando el joven capitán
de las tropas nacionales insistía en devolverla a una civilización que ya no era la suya.

Alfonsina y el mar

Su destino fue la poesía y por eso su vida fue una desgarradora lucha entre una realidad
que ella quería sublimar y una ilusión que se empeñaba en alcanzar. Alfonsina Storni
vivió orgullosamente su fatalidad de mujer hecha para la poesía, con dignidad y
valentía. Y una noche se internó lentamente en el mar, como si fuera a desposarse con la
inmensidad; acaso iba a buscar la felicidad que no le dio la vida o los poemas que
todavía no había creado… Ariel Ramírez ha conseguido dar a esta zamba la belleza que
su tema merecía, rodeando de una melancólica sugestión el hermoso poema con que
Félix Luna evoca a esta singular mujer en su momento estelar, definitivo.

Manuela la tucumana

Poco se sabe de Manuela Pedraza: solo que Liniers pidió para ella una condecoración y
la nombró como “tucumanesa”. Fue una de esas mujeres anónimas que pelearan como
varones contra los invasores ingleses: una de esas protopatriotas que, antes de nacida la
patria, le dieron su coraje y su amor en forma de aceite hirviendo, de agua caliente y
hasta balazos… Esa tucumana de la que no ha quedado recuerdo ninguno, cobra nueva
vida en la voz de otra tucumana, Mercedes Sosa, que canta su triunfo con una voz de
ricas evocaciones, exaltando esas caseras ollas que, en sus manos, fueron como cañones
para defender la tierra.

Las cartas de Guadalupe

El estudiante de derecho Mariano Moreno vio en Chuquisaca un camafeo: el retrato de


la bella niña que ostentaba lo sedujo. La buscó, la cortejó y se casó con ella. Cuando
Moreno fue enviado a Inglaterra por orden de la Primera Junta a la que había
pertenecido, Guadalupe Cuenca tenía un hijo pequeño y era, ella misma todavía una
niña. El viaje de Mariano la llenaba de negros presentimientos pero quiso ser valerosa:
le escribía largas cartas contándole todo que pasaba en Buenos Aires y le prevenía —
medio en broma, medio en serio— sobre los peligros que encontraría entre las rubias
londinenses… Pero esas cartas nunca llegaron. Fueron publicadas un siglo y medio más
tarde: habían estado todo ese tiempo cerradas, devueltas a Guadalupe Cuenca —
sobreviviente a su marido en más de cincuenta años— que seguía escribiendo a su
Mariano sin saber que era viuda.

En casa de Mariquita

En lo de Mariquita Sánchez de Thompson —después de Mandeville— pasó la historia


de la patria vieja. Amiga de los hombres más importantes del país, centro de tertulias
célebres donde la pasión política se postergaba, cultísima y respetada por todos,
Mariquita Sánchez supo hacer de su casa un campo neutral donde las más encontradas
opiniones podrían confrontarse pacíficamente. Fue allí donde, según la tradición, se
cantó el himno nacional por primera vez. Mercedes Sosa evoca aquí a una mujer del
pueblo que, buscando noticias, llega a la casa de Mariquita y escucha desde afuera una
canción que le llega al alma: una canción que dice todo lo que ella, intuitivamente,
hubiera querido decir…

Lista de temas:
01. Gringa chaqueña [Félix Luna – Ariel Ramírez] (4:56)
02. Juana Azurduy [Félix Luna – Ariel Ramírez] (3:30)
03. Rosarito Vera, maestra [Félix Luna – Ariel Ramírez] (4:08)
04. Dorotea, la cautiva [Félix Luna – Ariel Ramírez] (4:42)
05. Alfonsina y el mar [Félix Luna – Ariel Ramírez] (4:41)
06. Manuela, la tucumana [Félix Luna – Ariel Ramírez] (2:39)
07. Las cartas de Guadalupe [Félix Luna – Ariel Ramírez] (3:19)
08. En casa de Mariquita [Félix Luna – Ariel Ramírez] (2:42)

También podría gustarte