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DIAPOSITIVA 1
“Más Aarón y sus hijos ofrecían sacrificios sobre el altar del holocausto, y
sobre el altar del perfume quemaban incienso, y ministraban en toda la obra
del lugar santísimo, y hacían las expiaciones por Israel conforme a todo lo
que Moisés siervo de Dios había mandado”.
1 Crónicas 6:49
INTRODUCCIÓN
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“En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de
Jesucristo hecha una vez para siempre”, (Hebreos 10:10).
En el Antiguo Testamento se habla mucho de la expiación ya que como parte
de la ley los israelitas tenían que realizar sacrificios de animales para que
todos sus pecados fueran expiados delante de Dios:
“Más Aarón y sus hijos ofrecían sacrificios sobre el altar del holocausto, y
sobre el altar del perfume quemaban incienso, y ministraban en toda la obra
del lugar santísimo, y hacían las expiaciones por Israel conforme a todo lo
que Moisés siervo de Dios había mandado”, (1 Crónicas 6:49).
El tema de la expiación se deja ver también en los credos y confesiones de fe
de las iglesias, tal vez no con este nombre, pero si a través de tocar los
sufrimientos de Cristo y sus resultados.
“El Señor Jesucristo, por su perfecta obediencia y por el sacrificio de sí mismo
que ofreció una sola vez por el Espíritu eterno de Dios, ha satisfecho
plenamente a la justicia de su Padre, y compró para aquellos que este le
había dado, no solo la reconciliación sino también una herencia eterna en el
reino de los cielos”
. Es el sacrificio de Cristo que ha reconciliado al hombre con Dios y les ha
dado herencia eterna..
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De la siguiente manera:
“Acto por el que se quita el pecado o la
Contaminación mediante un sacrificio o pago establecido por Dios”.
El Nuevo Diccionario de la Biblia de Alfonso Lockward dice en cuanto a la
expiación:
“Acto por el cual, mediante un sacrificio, se busca que Dios sea propicio,
satisfaciendo su justicia, borrando la culpa, purificando el alma y
reconciliándola con él”.
El Diccionario Bíblico Certeza comenta acerca de la expiación: “Denota la
obra de Cristo de resolver el problema planteado por el pecado del hombre,
como también la de llevar a los pecadores a una relación correcta con Dios
El pensamiento se expresa en muchos pasajes de la Escritura, como por
ejemplo: «Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros
pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él...» (Isaías 53.5).
Myer Pearlman dice: “El Expiar por el pecado significa ocultarlo de la vista de
Dios, a fin de que pierda el poder de provocar su ira”.
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La Expiación
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Para algunos esta es la razón por la cual Dios vio con agrado el sacrificio de
Abel y no la de Caín:
“Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una
ofrenda a Jehová.
Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de
ellas.
Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a
Caín y a la ofrenda suya.
Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante”, (Génesis 4:3-5).
Lo más seguro es que en un momento determinado Dios le mostro a Adán
que para adorarlo antes tenían que ofrecer un sacrificio para expiar sus
pecados, y Abel debió haber creído que esta era la mejor manera de hacerlo,
y por esta fe agrado a Dios:
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“Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual
alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas;
y muerto, aún habla por ella”, (Hebreos 11:4).
De allí en adelante vemos como los patriarcas ofrecían sacrificios de
animales para acercarse en adoración a Dios, lo vemos en Job el cual ofrecía
sacrificios no solo por su persona sino también por sus hijos:
“Y acontecía que habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba
y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al
número de todos ellos.
Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado
contra Dios en sus corazones.
De esta manera hacía todos los días”, (Job 1:5). Noé ofreció sacrificios en
agradecimiento después del diluvio:
“Y edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio y de toda ave
limpia, y ofreció holocausto en el altar”, (Génesis 8:20).
Cuando Dios ratifico su pacto con Abraham le pidió sacrificio de animales:
“Y le dijo: Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los caldeos, para darte a
heredar esta tierra. Y él respondió: Señor Jehová, ¿en qué conoceré que la he
de heredar? Y le dijo: Tráeme una becerra de tres años, y una cabra de tres
años, y un carnero de tres años, una tórtola también, y un palomino”,
(Génesis 15:7-9).
En general, podemos ver cómo en los tiempos patriarcales Dios pedía expiar
los pecados a través de un sacrificio para acercarse a Él.
Luego en la dispensación de la ley, el Señor legislo en su palabra la forma de
cómo los israelitas tenían que expiar sus pecados.
Existían muchas leyes que hablaban acerca de la forma de como los israelitas
tenían que expiar sus pecados.
Estaba en la ley la celebración del día de la expiación que era un día al año
donde se expiaban los pecados de todo el pueblo:
“Y sobre sus cuernos hará Aarón expiación una vez en el año con la sangre
del sacrificio por el pecado para expiación; una vez en el año hará expiación
sobre él por vuestras generaciones; será muy santo a Jehová”, (Éxodo 30:10).
Y así, dependiendo de las fiestas que se realizaban o de los pecados
cometidos, se establecían diferentes sacrificios con el fin de quitar de los ojos
de Dios el pecado cometido.
Por tanto, vemos como aquellos que querían acercarse a Dios en adoración
tenían que ofrecer sacrificios para expiar sus pecados.
Myer Pearlman nos dice: “Aunque desnaturalizado en lo que respecta al
patrón original, los sacrificios paganos se basaban en dos ideas
fundamentales:
Adoración y expiación.
(1) El hombre reconoce que está bajo el poder de una Deidad que tiene
ciertos derechos sobre él. Como reconocimiento de estos derechos, y como
señal de rendición personal, se ofrece un don o sacrificio.
(2) Con frecuencia, sin embargo, al tener consciencia de que el pecado ha
perturbado la relación, reconoce instintivamente que el mismo Dios que lo
hizo tiene el derecho de destruirlo, a menos que se haga algo para reparar la
relación rota”.
En otras palabras, aunque las culturas antiguas reconocieron la existencia de
una deidad y su culpa por el pecado los hacia concluir que su relación estaba
rota y que debían ofrecer un sacrificio para apaciguar la ira de los dioses.
Fue desde el huerto del Edén, cuando el hombre cayó en pecado que Dios
estableció que, para acercarse a Él, el hombre tenía que expiar sus pecados a
través del sacrificio de un animal:
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“Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de
sangre no se hace remisión”, (Hebreos 9:22).
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La expiación en el Nuevo Testamento.
Los sacrificios del Antiguo Testamento eran buenos, pero lamentablemente
el hombre no comprendió que a Dios no le interesaba tanto el acto externo
de ofrecer un buen cordero sobre el altar, sino que El esperaba un corazón
contrito y humillado:
“Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y
humillado no despreciarás tú, oh Dios”, (Salmo 51:17).
Lejos de apegarse a un requisito religioso el propósito de la ley y las ofrendas
era que el hombre reconociera su estado de pecaminosidad y la necesidad de
santificarse delante del Señor, que el temor a Dios lo guiara a toda
obediencia, pero Israel no lo entendió:
“Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas,
como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer
es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los
carneros”, (1 Samuel 15:22).
A pesar de los repetidos sacrificios de animales, estos eran incapaces de
provocar un cambio en la vida interior de los hombres, al final, Israel fallo y
no respeto el pacto que Dios había hecho con ellos y por eso fueron
desterrados a tierras extranjeras
Sin embargo, había una promesa de recogerlos de todas las tierras a donde
hubieran sido deportados y cambiaría el corazón duro de los hombres y les
daría un nuevo espíritu con el fin de que fueran completamente restaurados:
“Di, por tanto: Así ha dicho Jehová el Señor: Yo os recogeré de los pueblos, y
os congregaré de las tierras en las cuales estáis esparcidos, y os daré la tierra
de Israel. Y volverán allá, y quitarán de ella todas sus idolatrías y todas sus
abominaciones. Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de
ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un
corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis
decretos y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios”,
(Ezequiel 11:17-20).
En la mente de Dios estaba este plan, Él sabía que ni con todos los sacrificios
de machos cabríos lograría cambiar el interior de los hombres, y fue por eso
que se proveyó de un Cordero y un sacrificio perfecto que quitaría para
siempre el pecado de los hombres, así lo enseña hebreos:
“Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen
misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen
continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. De otra
manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una
vez, no tendrían ya más conciencia de pecado.
Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; porque la
sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.
Por lo cual, entrando en el mundo dice:
Sacrificio y ofrenda no quisiste; más me preparaste cuerpo. Holocaustos y
expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo,
oh Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí.
Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el
pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley),
y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo
primero, para establecer esto último.
En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de
Jesucristo hecha una vez para siempre”, (Hebreos 10:1-10).
Este pasaje nos deja claro el plan de Dios, el de ofrecer un sacrificio, un
Cordero perfecto a través de cuyo sacrificio el hombre pudiera ser
santificados de una vez para siempre, y este cordero es Jesucristo.
DIAPOSITIVA 1O
Por ello Juan el bautista lo llamo el Cordero de Dios: “El siguiente día vio
Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo”, (Juan 1:29).
Si nos damos cuenta el sacrificio de Cristo no solo cubre el pecado, sino su
sangre lo quita, algo que los sacrificios de animales no hacían:
“pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con
otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”, (1 Juan
1:7)
Los sacrificios de animales eran incapaces de cambiar al hombre interior,
pero el de Cristo no solo perdona nuestros pecados sino nos transforma y
nos hace nuevas criaturas:
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas
pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”, (2 Corintios 5:17).
En este sentido este sacrificio expiatorio es perfecto en todos los sentidos. Al
respecto Myer Pearlman nos comenta:
“Era evidente que el sacrificio de un animal no podía por una parte
equipararse al valor de un alma, ni por la otra podía ejercer poder espiritual
en el hombre interior.
No había elemento alguno en la sangre de un ser irracional que pudiera
realizar la redención espiritual del alma.
Ello podía obtenerse solo mediante la ofrenda de una vida humana perfecta”.
Esa vida humana perfecta es Cristo, y su sacrificio hoy en día es suficiente
para quitar los pecados y dar vida eterna.
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EL SACRIFICIO PERFECTO DE CRISTO
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En segundo lugar, Cristo tenía que ser el cumplimiento de todas las figuras
del Antiguo Testamento.
Todos los sacrificios que se ofrecían de acuerdo a la ley, todas sus fiestas, el
mismo Tabernáculo y utensilios del mismo eran una figura de Él:
“Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen
misma de las cosas…”, (Hebreos 10:1).
El autor de la carta a los Hebreos nos enseña perfectamente como todas
estas cosas eran una sombra de los que sería en el futuro, así, los sacrificios
de animales eran un anuncio del sacrificio final que Cristo realizaría:
“Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la
becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne,
¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció
a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas
para que sirváis al Dios vivo?”, (Hebreos 9:13-14).
Y al mismo tiempo el oficio sacerdotal según el orden de Aarón era un
símbolo del sacerdocio eterno que nuestro Señor Jesús realizaría a favor de
nuestras almas:
“Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha,
apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene
necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero
sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo
hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. Porque la ley constituye
sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento,
posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre”, (Hebreos 7:26-28).
Este sacerdocio que Jesús ofrece es según el orden de Melquisedec, porque
no tiene principio ni fin, sino eterno:
“Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que
salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, a
quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa
primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz;
sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de
vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para
siempre”, (Hebreos 7:1.3).
Y este nuevo sumo sacerdote se hizo fiador de un nuevo pacto:
“Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto. Y los otros sacerdotes
llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; más
éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable;
por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan
a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”, (Hebreos 7:22-25).
Es increíble considerar como Jesús es el Cordero de Dios y al mismo tiempo
se constituye como nuestro Sumo Sacerdote:
“Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial,
considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús”,
(Hebreos 3:1).
Así todos los rituales, sacrificios y fiestas establecidas en la ley eran una
sombra que anunciaba el oficio de Cristo como Cordero y Sumo Sacerdote.
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Finalmente, Cristo es el cumplimiento profético de todo el Antiguo
Testamento que culmina con su muerte expiatoria en la Cruz del Calvario.
Todo lo que se profetizo acerca de Él en la ley, los profetas y los Escritos se
cumplió.
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Estas dos palabras, Consumado es, se traducen de una sola en griego que es
teléo (τελέω),
Y literalmente significa algo que ha sido finalizado con todos los
requerimientos satisfechos.
Así Cristo cumplió a satisfacción su misión expiatoria y es gracias a esa
victoria que hoy podemos heredar por la fe la vida eterna.
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LOS TÉRMINOS RELACIONADOS CON LA EXPIACIÓN
Propiciación.
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“Y pondrás el propiciatorio encima del arca, y en el arca pondrás el
testimonio que yo te daré”, (Éxodo 25:21).
El Diccionario Ilustrado de la Biblia Nelson explica cómo era el ritual de
expiación que el sumo sacerdote tenía que hacer por los pecados del pueblo:
“El ritual del gran DÍA DE EXPIACIÓN prescribía que Aarón pusiera perfume
sobre el fuego delante de Jehová; la nube del perfume cubriría el
propiciatorio que estaba sobre el testimonio.
Esto evitaba que Aarón muriera y probaba la presencia de Dios sobre el
propiciatorio.
Luego Aarón debía tomar sangre del becerro y rociar siete veces el
propiciatorio, para purificar el santuario de las impurezas de Israel (Levítico
16.14)”.
De esta forma la sangre era esparcida sobre el propiciatorio con el fin de que
Dios fuese propicio con su pueblo, es decir, favorable, misericordioso y
benéfico.
De aquí que podemos entender mejor el significado de la propiciación.
Myer Pearlman la define de la siguiente manera:
“El vocablo propiciación procede, según se cree, de la palabra latina prope
que significa cerca.
De ahí que el vocablo significar reunir, crear un ambiente favorable para la
reconciliación, lograr con éxito la reconciliación…
Propiciar significa apaciguar la justa ira de un Dios santo mediante el
ofrecimiento de un sacrificio expiatorio”.
De allí que a través de la fe en el sacrificio expiatorio de Cristo esperamos
que Dios sea propicio a nosotros perdonando nuestras maldades, donde el
propiciatorio es el mismo cuerpo de Jesucristo:
“siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que
es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en
su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su
paciencia, los pecados pasados”, (Romanos 3:24-25).
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Sustitución.
“De igual manera el Señor Jesucristo efectuó en la cruz del Calvario lo que
nosotros no podríamos haber realizado por nosotros mismo, y cualquiera sea
nuestra necesidad, somos aceptados por causa de él, o en consideración a él.
Ya ofrezcamos a Dios el arrepentimiento, o las gracias o la consagración, lo
hacemos en su nombre, pues Él es el sacrificio porque nos acercamos a Dios
el Padre”.
DIAPOSITIVA 19
De esta forma, es en función de lo que Él ya hizo en la cruz del Calvario que
nosotros somos salvo, y de allí que Cristo es nuestro sustituto perfecto:
“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros
fuésemos hechos justicia de Dios en él”, (2 Corintios 5:21).
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Redención.
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Si nos damos cuenta para poder redimir a alguien se necesitaban los
siguientes requisitos:
1. Ser un pariente cercano al que se deseaba redimir.
2. Que el pariente estuviera interesado en redimirlo.
3. Tener suficiente dinero para poder pagar el justo precio de su rescate.