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CAPITULO 7

LA EXPIACION

1. ¿Por qué estudiamos los sacrificios del Antiguo Testamento?

Por la sencilla razón de que en el vocablo “sacrificio” tenemos la clave del


significado de la muerte de Cristo
Puesto que la muerte de Jesús es descrita con vocablos relacionados con los
sacrificios del Antiguo Testamento, un conocimiento de los términos empleados
para los sacrificios facilita considerablemente su interpretación. Los sacrificios
(además de proporcionar un ritual de adoración para los israelitas) eran
señales proféticas (tipos o símbolos) que señalaban al sacrificio perfecto; en
consecuencia, un entendimiento claro de las señales conducirá a un mejor
conocimiento del sacrificado. No sólo fueron esos sacrificios profecías relativas
a Cristo, sino que sirvieron también para preparar al pueblo de Dios para una
dispensación de mayor importancia, que comenzaría con la venida de Cristo.
Cuando los primeros predicadores del evangelio declararon que Jesús era el
Cordero de Dios, cuya sangre había comprado la redención de los pecados, no
tuvieron que definir estos términos a sus oyentes, para quienes estos vocablos
eran conocidos, familiares.

2. ¿Cuándo se hizo el plan de la expiación? Dé versículos para sustentar su


afirmación.
La expiación no fue un expediente tardío o pensamiento de último momento de
parte de Dios.La caída del hombre no tomó a Dios por sorpresa, ni necesitó
pasos rápidos para remediarla. Antes de la creación del mundo, Aquél que
sabe el fin desde el comienzo hizo provisión o tomó medidas para la redención
del hombre.

Esta verdad es apoyada por las Sagradas Escrituras. Se describe a Jesús


como el “Cordero, que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apocalipsis
13:8). El Cordero Pascual era “predestinado” varios días antes de morir (Exodo
12:3, 6). De igual manera Cristo, el Cordero sin mancha ni contaminación había
sido “ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado
en los postreros tiempos por amor de vosotros” (1 Pedro 1:20). Adquirió para el
hombre vida eterna, que Dios prometió “antes del principio de los siglos” (Tito
1:2). El que hubiera un grupo de personas santificadas por este sacrificio fue
decretado “antes de la fundación del mundo” (Efesios 1:4). Pedro les comunicó
a los judíos que aunque por su ignorancia habían crucificado a Cristo con
manos malvadas, no obstante habían cumplido el plan eterno de Dios, puesto
que había sido “entregado por el determinado consejo y anticipado
conocimiento de Dios” (Hechos 2:23).
3. ¿Cuándo fue la expiación instituida en la tierra?

La primera mención de un animal sacrificado ocurre en el tercer capitulo de


Génesis. Nuestros primeros padres, después de haber pecado, tuvieron
conciencia de su desnudez física, la cual era indicio exterior de la desnudez de
conciencia. Fueron en vano sus esfuerzos de cubrirse exteriormente con hojas,
y por dentro con excusas. Luego leemos que el Señor Dios tomó las pieles de
animales y los cubrió. Mientras que el registro no dice en palabras que se
trataba de un sacrificio, sin embargo al reflexionar con respecto al significado
espiritual del acto, uno no puede evitar llegar a la conclusión de que tenemos
aquí una revelación de Jehová el Redentor, tomando disposiciones para la
redención del hombre.

4. Describa el primer sacrificio y lo que proporciona.

Vemos a una criatura inocente que muere con el objeto de que la culpabilidad
sea cubierta. Ese es el objeto principal del sacrificio, una cubierta divinamente
proporcionada para la conciencia culpable. El primer libro de la Biblia presenta
una criatura inocente que muere por el culpable, y el último libro de la Biblia
habla del Cordero inmaculado muerto con el objeto de liberar al culpable de sus
pecados (Apocalipsis 5:6–10).

5. Explique por qué ofrecen sacrificios los paganos. ¿Cómo supieron todo
eso?

(1) El hombre reconoce que está bajo el poder de una Deidad que tiene ciertos
derechos sobre él. Como reconocimiento de estos derechos, y como señal de
rendición personal, ofrece un don o sacrificio. (2) Con frecuencia, sin embargo,
al tener conciencia de que el pecado ha perturbado la relación, reconoce
instintivamente que el mismo Dios que lo hizo tiene el derecho de destruirlo, a
menos que se haga algo para reparar la relación rota. El que el sacrificio de la
víctima y el derrame de su sangre impediría o conjuraría la ira divina y
aseguraría el favor divino era una de las creencias más firmes y antiguas El
apóstol Pablo nos dice que hubo una época en que conocían a Dios (Romanos
1:21). De la misma manera que el hombre caído lleva las marcas o distintivos
de su origen divino, así también los sacrificios paganos llevan marcas o
características de una revelación original divina.
Después de la confusión de lenguas (Génesis 11:1–9), los descendientes de
Noé se esparcieron por todas partes, llevando consigo el conocimiento
verdadero de Dios, pues no había aún registro alguno de idolatría. Lo que
ocurrió con el paso de los años se describe brevemente .

6. ¿Qué revela Romanos 1:19–32 con respecto a la caída de las naciones en


la idolatría?

en Romanos 1:19–32. Las naciones se apartaron de la adoración pura a Dios,


y pronto perdieron de vista la divinidad. Esa separación dio como resultado la
ceguera espiritual. En vez de ver a Dios en los cuerpos celestes, comenzaron a
adorar a esos cuerpos en calidad de deidades; en vez de ver al Creador en los
árboles y animales, comenzaron a adorarlos como si fueran dioses; en vez de
reconocer que el hombre fue hecho a la imagen de Dios, comenzaron a hacer
un dios a la imagen del hombre. De manera entonces que la ceguera espiritual
conduce a la idolatría. La idolatría no era asunto meramente intelectual. La
adoración de la naturaleza, que forma la base de la mayor parte de las
religiones paganas, llevó al hombre a deificar o divinizar sus propias
concupiscencias, y el resultado de ello fue la corrupción moral

7. ¿Qué se propuso hacer Dios por medio de Abraham?

Dios comenzó de nuevo con Abraham, de la misma manera que lo había


hecho anteriormente con Noé. El plan de Dios consistía en hacer de Abraham
el progenitor de una nación que devolviera al mundo el conocimiento de la
gloria de Dios. En el monte Sinaí, Israel fue separada de las demás naciones, a
fin de ser constituida en nación santa. Con el objeto de dirigirlos en una vida de
santidad, Dios les dio a los israelitas un código de leyes que gobernaban su
vida moral, nacional y religiosa. Entre ellas figuraban las leyes del sacrificio
(Levítico, capítulos 1–7) las cuales enseñaban a la nación la manera justa
mediante la cual uno debe allegarse a Dios y adorarle. Las naciones
observaban una adoración pervertida. Dios restauró a Israel la adoración pura.

8. ¿Qué sacrificios ofrecieron los israelitas, y con qué objeto?

Los sacrificios mosaicos fueron medios por los cuales los israelitas cumplían
con su obligación principal hacía el Hacedor, es decir, la adoración. Se ofrecían
esos sacrificios con el objeto de alcanzar la comunión con Dios, y remover
todos los obstáculos de esa comunión
9. ¿De qué manera cumplió Cristo el propósito de estos sacrificios?

El propósito de estos sacrificios de sangre se cumple en Cristo, el sacrificio


perfecto. Su muerte es descrita como la muerte por el pecado, la muerte que
cargó con el pecado (2 Corintios 5:21). Dios hizo del alma de su Hijo “expiación
por el pecado” (Isaías 53:10); canceló la deuda que nosotros no habríamos
podido cancelar, y borró el pasado que nosotros no podríamos haber borrado.
El Señor es nuestro holocausto, puesto que su muerte es presentada como
acto de perfecta consagración (Hebreos 9:14; Efesios 5:2). El Señor es nuestra
ofrenda de paz, puesto que El mismo describió su muerte como medio de
compartir, o sea darnos comunión con la vida divina (Juan 6:53–56; Levítico
7:15, 20).

10. ¿En qué sentido eran “buenos” los sacrificios del Antiguo Testamento?

Eran buenos en el sentido de que cumplían cierto propósito en el plan divino,


es decir, ser un medio de gracia a fin de que el pueblo de Jehová que había
pecado contra El pudiera retornar a un estado de gracia, ser reconciliado con
El, y continuara disfrutando de unión con El.

11. ¿Qué supo el israelita iluminado que debía acompañar sus sacrificios?

Cuando los israelitas habían cumplido fielmente las condiciones, podían confiar
en la promesa siguiente: “Así el sacerdote hará por él la expiación de su
pecado, y tendrá perdón” (Levítico 4:26).
En circunstancias que los bien informados israelitas traían sus ofrendas,
estaban conscientes de dos cosas: primero, que el arrepentimiento en sí mismo
es insuficiente; una transacción visible debe producirse, para indicar que su
pecado había sido remitido o perdonado (Hebreos 9:22). Pero por otra parte,
supo de los profetas que el ritual sin la justa disposición interior era una simple
formalidad sin valor. El acto de sacrificio debe ser la expresión exterior de los
sacrificios internos de alabanza, oración, justicia y obediencia, los sacrificios de
un corazón contrito y arrepentido. (Lea el Salmo 26:6; 50:12–14; 4:5; 51:17;
Proverbios 21:3; Amos 5:21–24; Miqueas 6:6–8; Isaías 11–17.) “El sacrificio de
los impíos es abominación a Jehová”, dijo Salomón (Proverbios 15:8). Los
escritores inspirados establecieron con claridad que los ritos, sin la justicia de
corazón, no eran aceptados
12. Designe cuatro cosas en las cuales el sacrificio del Nuevo Testamento es
mejor que el del Antiguo.

Mientras que reconocían la ordenación divina de los sacrificios animales, los


israelitas bien informados no podían menos que sentir que estos no eran
medios perfectos de expiación.
(1) Había una amplia disparidad entre una criatura irracional e irresponsable, y
un hombre hecho a la imagen de Dios; era evidente que el animal no realizó el
sacrificio en forma inteligente o voluntaria; no había comunión entre el oferente
y la víctima. Era evidente que el sacrificio de un animal no podía por una parte
equipararse al valor de un alma, ni por la otra podía ejercer poder espiritual en
el hombre interior. No había elemento alguno en la sangre de un ser irracional
que pudiera realizar la redención espiritual del alma. Ello podía obtenerse sólo
mediante la ofrenda de una vida humana perfecta. El escritor inspirado expresó
realmente lo que debe de haber sido la conclusión de muchos creyentes del
Antiguo Testamento cuando dijo: “Porque la sangre de los toros y de los
machos cabríos no puede quitar los pecados” (Hebreos 10:4). A lo sumo, los
sacrificios eran medios transitorios e imperfectos de cubrir el pecado, hasta que
entrara en vigor una redención mejor. La ley convenció a la gente de su pecado
(Romanos 3:20), y los sacrificios tenían la virtud de hacer que esos pecados no
provocaran la ira de Dios.
(2) Los sacrificios animales son calificados (de “ordenanzas de la carne”, es
decir, ritos que removían y quitaban la contaminación corporal, y expiaban las
acciones exteriores de pecado (Hebreos 9:10) pero no contenían virtud
espiritual en sí. “La sangre de los toros y de los machos cabríos … santifican
para la purificación de la carne” (Hebreos 9:13); en otras palabras, expiaba esa
contaminación exterior que aislaba al israelita de la comunión con los demás en
la congregación de Israel. Por ejemplo, si una persona se contaminaba
físicamente se lo consideraba inmundo y se lo aislaba de la congregación de
Israel hasta que se había purificado a sí mismo y ofrecido sacrificio (Levítico
5:1–6); o si había ofendido materialmente a su vecino, se encontraba bajo
condenación hasta que traía una ofrenda por la culpa (Levítico 6:1–7). En el
primer caso, el sacrificio limpiaba de contaminación de carácter físico, pero no
limpiaba el alma; en el segundo caso, el sacrificio hacía expiación por el hecho
externo, pero no cambiaba el corazón. David mismo reconoció que estaba en
las garras de una depravación de la cual no podían liberarle los sacrificios
animales (Salmo 51:16; lea también 1 Samuel 3:14) y oró por esa renovación
espiritual que los sacrificios de animales eran impotentes de efectuar (Salmo
51:6–10, 16, 17).
(3) La repetición de los sacrificios de animales señala su imperfección; no
podían hacer perfecto al adorador (Hebreos 10:1, 2), es decir, darle o
proporcionarle una relación perfecta con Dios sobre la cual pudiera edificar su
carácter; no podían proporcionarle esa experiencia de “una sola vez (Hebreos
10:10) de transformación espiritual que debiera de ser el comienzo de una
nueva vida
(4) Los sacrificios animales eran ofrecidos por sacerdotes imperfectos, la
imperfección de cuyo ministerio era indicada por el hecho de que no podían
entrar en ningún momento en el Lugar Santísimo, y por lo tanto eran incapaces
de conducir al adorador directamente a la presencia divina. “Dando el Espíritu
Santo a entender con esto que aún no se había manifestado el camino al Lugar
Santísimo” (Hebreos 9:8). El sacerdote no tenía sacrificio que ofrecer por medio
del cual podía conducir a la gente a una experiencia de carácter espiritual con
Dios, y así hacer al adorador “perfecto en cuanto a la conciencia” (Hebreos
9:9).
Si un israelita espiritual hubiera sido interrogado con respecto a sus
esperanzas de redención, ese mismo discernimiento que le había revelado a él
la imperfección del sacrificio animal le hubiera llevado a replicar que la solución
residía en el futuro, y que la redención perfecta estaba relacionada en cierta
manera con el orden perfecto que sería iniciado a la venida del Mesías. En
realidad, una revelación semejante fue concedida a Jeremías. Ese profeta
había perdido las esperanzas de que el pueblo fuera jamás capaz de cumplir el
pacto de la ley; su pecado estaba escrito con cincel de hierro (17:1), su corazón
era engañoso en extremo, y perverso (17:9), no podían mudar de corazón de la
misma manera que el etíope no podía mudar de color (Jeremías 13:23), y
estaban tan endurecidos y eran tan depravados que los sacrificios no podían
serles de provecho alguno (6:20); en realidad se habían olvidado del propósito
primordial de estos sacrificios.
Desde el punto de vista humano, no había esperanzas para el pueblo, pero
Dios animó a Jeremías con la promesa de que vendría una época en que, bajo
un pacto nuevo y mejor, el corazón del pueblo sería cambiado, y cuando habría
una remisión perfecta de los pecados. “Perdonaré la maldad de ellos, y no me
acordaré más de su pecado” (Jeremías 31:31–34). En Hebreos 10:17, 18
tenemos la interpretación inspirada de esas últimas palabras, es decir, que una
redención perfecta sería realizada por medio de un sacrificio perfecto y que por
lo tanto, los sacrificios de animales debían de caducar. (Compare Hebreos
10:6–10.) Por medio de este sacrificio, el hombre tiene una experiencia de
carácter permanente que se proporciona una posición perfecta ante Dios. Lo
que los sacrificios de la ley no podían realizar ha sido efectuado por el sacrificio
perfecto de Cristo. “Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando
y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los
pecados. Pero Cristo, habiendo ofrecido para siempre un solo sacrificio por los
pecados, se ha sentado a la diestra de Dios” (Hebreos 10:11, 12).

13. ¿Qué le fue revelado a Jeremías con respecto a la redención futura?


de que vendría una época en que, bajo un pacto nuevo y mejor, el corazón del
pueblo sería cambiado, y cuando habría una remisión perfecta de los pecados.
“Perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado” (Jeremías
31:31–34). En Hebreos 10:17, 18 tenemos la interpretación inspirada de esas
últimas palabras, es decir, que una redención perfecta sería realizada por
medio de un sacrificio perfecto y que por lo tanto, los sacrificios de animales
debían de caducar. (Compare Hebreos 10:6–10.) Por

14. Haga un comentario de Hebreos 10:17, 18, y 10:6–10.

10:5–10. De nuevo vemos cómo el autor utiliza las Escrituras del Antiguo
Testamento para probar su punto. Tenemos que maravillarnos de nuevo de
cómo, bajo la guía del Espíritu, ve a Cristo en el Antiguo Testamento. Esta vez
cita el Salmo 40:6–8, utilizado sólo aquí, en el Nuevo Testamento. En esas
palabras de David, el autor oyó hablar al Mesías, el gran Descendiente de
David. Es una bella conversación que sostuvo el Hijo con el Padre.
“Consumado está”
“Entrando en el mundo”, se refiere a su completa encarnación y describe su
constante actitud hacia su Padre durante ese tiempo. Enfatizando a través de
la repetición de las palabras, el Mesías señala claramente lo que el Padre no
desea: sacrificios de ninguna clase, ni “sacrificios” animales ni “ofrendas” de
comida y bebida, ni “holocaustos” voluntarios que las personas agradecidas
traían al tabernáculo o las “expiaciones por el pecado”; no eran lo que el Padre
deseaba. Lo que Dios verdaderamente quería no eran ríos de sangre animal ni
montañas de cadáveres de animales, aunque los había mandado en la ley.
Tampoco se complacía sólo con la repetición de tales sacrificios si no había
detrás de ellos corazones dispuestos y obedientes. Lo que Dios quería era
aquello a que apuntaban todos esos sacrificios del Antiguo Testamento, el
sacrificio voluntario de su Hijo.
“Me diste un cuerpo” se refiere a su sacrificio voluntario. En hebreo, el Salmo
40:6 dice “Has horadado mis orejas”, refiriéndose a oídos abiertos y que
responden a la voluntad de Dios, mientras que la Septuaginta parafrasea el
pensamiento de un cuerpo preparado para seguir la voluntad de Dios. Como
quiera que se traduzca, el pensamiento es el mismo: él es un Mesías que sigue
amorosa, obediente y perfectamente la voluntad de su Padre, un Mesías que
dice: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, como está escrito de
mí en el rollo del libro”. Dondequiera que abramos el rollo del Antiguo
Testamento, encontramos referencias al deleite sincero del Hijo en hacer la
voluntad de su Padre. La voluntad de Dios era que su Hijo hiciera el sacrificio
total y final por el pecado y la voluntad del Hijo estaba perfectamente de
acuerdo.
En uno de nuestros himnos de cuaresma tenemos el sabor de esta
conversación celestial bellamente captado:
“En el huerto, arrodillado, con su espíritu angustiado,
Ved al Santo Redentor. Negra noche lo circunda,
La tristeza su alma inunda de conflicto y de dolor.
¿No podrá pasar de largo este cáliz tan amargo,
sin beberlo el Salvador? De la culpa es el tributo,
pues Jesús el substituto quiere ser del pecador” (CC 16:1, 3).
¿Podrían aquellos judíos cristianos no darse cuenta del punto? Esta cita del
salmo de David, con la conversación celestial que contenía, mostraba
enfáticamente que Cristo “quita lo primero, para establecer esto último”. Los
sacrificios levíticos han sido abolidos; el sacrificio de Cristo, deseado por el
Padre y acordado por el Hijo, ha tomado su lugar. Regresar a lo abolido o
reclamar igualdad entre ambos hubiera sido eterna insensatez. Es el sacrificio
de Cristo por el pecado o no es nada.
El autor termina el párrafo con un nuevo resumen compacto con respecto al
sacrificio de Cristo y sus efectos, una vez más se refiere a la “voluntad” de
Dios, que Cristo vino a hacer y que se describe como “la ofrenda del cuerpo de
Jesucristo hecha una vez para siempre”. Antes había descrito el sacrificio de
Cristo como “él mismo” y “su sangre”, aquí es su “cuerpo”, porque se usó la
misma palabra en el versículo cinco y también porque el derramamiento de
sangre incluye al cuerpo en el sacrificio.
Como en 7:27, describe su sacrificio voluntario como “una vez para siempre”,
válido por todos los tiempos, sin repetición necesaria o posible. ¿Y los benditos
resultados? Hemos sido “santificados”, dice. Aquellos a quienes Dios trae a la
fe son sin mancha a sus ojos, no tienen adherida ni una partícula de
contaminación, ni una onza de condenación pesa sobre ellos y son los “santos”
de quienes habla el Nuevo Testamento. “Pero”, les recuerda el autor a sus
lectores, “esa exaltada posición viene sólo mediante la ofrenda del cuerpo de
Jesucristo. ¡Mírenlo a él!”
10:11–14. Una vez más, el autor enfatiza el carácter final del sacrificio perfecto
de Cristo por el pecado. El antiguo pacto tenía una interminable rutina de
sacrificios que dejaban intacto al pecado y sin alivio a la conciencia. El sumo
sacerdote no sólo tenía que traer la misma ofrenda año tras año en el día de la
expiación; lo mismo hacían los sacerdotes comunes día tras día. Cada mañana
y cada tarde, como relata Números 28:3–8, el sacerdote asignado para la tarea
ese día, tenía que ofrecer un cordero de un año sin tacha, junto con una
ofrenda de grano de 1/10 de un efa de harina fina, mezclada con 1/4 de un hin
de aceite de oliva, más una ofrenda de bebida de 1/4 de un hin de vino. Dos
veces al día, el sacerdote comparecía ahí, día tras día, con los mismos
sacrificios. ¿Qué indicio más claro podría haber de que esos sacrificios nunca
podrían “quitar los pecados”? La sangre animal y las ofrendas de grano no
podían desvestir la culpa del pecado que como un manto estaba enrollado en
el pecador.
Los sacerdotes de Israel trabajaban constantemente llevando los mismos
sacrificios, pero sin quitar el pecado. En agudo contraste, nuestro Sumo
Sacerdote ofreció “una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados” y
con ese único sacrificio totalmente efectivo, “se ha sentado a la diestra de
Dios”. El autor ha completado el círculo: anteriormente, en 1:3, escribió,
“habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí
mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”. Ahora repite este
glorioso pensamiento.
En el cielo toda la gloria y el honor de nuestro Sumo Sacerdote, cuyo sacrificio
perfecto fue puesto en el altar de la cruz, ahora señala ese completo sacrificio
como el fundamento para su intercesión por nosotros cuando pecamos.
Romanos 8:34 muestra la secuencia: “¿Quién es el que condenará? Cristo es
el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra
de Dios, el que también intercede por nosotros.” Con el ascendido Salvador
como nuestro abogado, el caso del creyente en la corte celestial está
eternamente seguro.
Pero que sus enemigos estén advertidos, porque el Señor espera el momento
en que todos los que se le opongan sean “puestos por estrado de sus pies”. En
ese último día, como se describe en Filipenses 2:10 y 11, toda rodilla se
doblará delante de él y toda lengua confesará que él es el Señor. ¿Quién
querría estar ese día entre sus enemigos, temblando con mísero miedo por su
esplendor y por la horrible conciencia de haber rechazado a su único Salvador?
Una vez más el autor enfatiza: “Con una sola ofrenda hizo perfectos para
siempre a los santificados”. “Hizo perfectos” escribe esta vez, utilizando una de
sus palabras favoritas; usa este mismo verbo en 2:10, 5:9, 10:14, 11:40, 12:23;
en 6:1, 7:11, 12:2 como sustantivo y en 9:11 como adjetivo, siempre con la idea
de perfección. En este versículo la utiliza con el pensamiento del hombre
llevado a la perfección que Dios tenía en mente para él. La paz y el perdón, la
armonía y el cielo eran la meta de Dios para el hombre, y los creyentes o “los
santificados”, como los llama el autor, han sido llevados a esa bendita meta. Al
llamarlos: “los santificados”, nos recuerda cómo el Espíritu libera a los
hombres, uno tras otro, del pecado por medio del evangelio y los pone al
servicio de su amoroso Dios. “Pero”, les recuerda otra vez el autor a sus
lectores, “la meta de la santidad viene sólo por medio del sacrificio de Cristo.
¡Mírenlo a él!”

Otro testigo del carácter final del perfecto sacrificio de Cristo es el Espíritu
Santo quien, según el autor, “nos atestigua lo mismo”. Note el tiempo presente,
“atestigua”, que nos recuerda que el Espíritu no sólo es el autor de lo que fue
escrito en el pasado sino que también da testimonio por medio de esto en el
presente. Lo mismo ocurre con la cita de Jeremías 31. Anteriormente, en el
capítulo 8, el autor bajo la guía del Espíritu citó Jeremías 31:31–34 para
establecer que Dios iba a reemplazar el antiguo pacto por uno nuevo. Aquí
utiliza solamente los versículos 33 y 34, en forma abreviada y modificada, para
mostrar que el tema principal en ese nuevo pacto es la completa remisión de
los pecados. El nuevo pacto implicaba un cambio interno del hombre, su
corazón sería regenerado para que pudiera conocer y seguir voluntariamente la
ley de Dios.
Sin embargo, sobre todo, en ese nuevo pacto, los pecados y violaciones de la
ley de Dios que comete el hombre serán completamente quitados. “Nunca más
me acordaré”, promete Dios, la santa justicia de Dios no practica la memoria
selectiva para que sólo algunos pecados sean recordados, ni sufre de amnesia
para que otros pecados sean olvidados. La justicia de Dios ve todos los
pecados y exige que cada uno de ellos sea castigado y eso es lo que el amor y
la misericordia de Dios hizo por medio de Cristo. Con el cuerpo herido de Cristo
y su sangre derramada en la cruz, el amor de Dios pagó por todos los pecados.
Esa es la causa del bendito olvido de Dios de todos nuestros pecados, así lo
había testificado ya el Espíritu en el Antiguo Testamento y lo hace
constantemente en el Nuevo.
Otra vez tenemos esa referencia conclusiva al perfecto sacrificio de Cristo:
“Donde hay remisión de estos, no hay más ofrenda por el pecado”. Cuando
Dios ha quitado completamente nuestros pecados, cuando los ha perdonado y
olvidado por causa del sacrificio perfecto de Jesús, ¿por qué hablar más o
buscar sacrificio adicional por el pecado? Sea el hablar sobre corazones que
aprecian ese perfecto sacrificio, vidas ofrecidas a él en alabanza agradecida y
esfuerzos reavivados para extenderlo a otros. Sea el lema para nosotros, como
para el autor y sus primeros lectores: “No necesitamos nada más para la
salvación, Cristo es nuestro perfecto Salvador. ¡Mírenlo a él!”
Si no estamos convencidos de pecado, esta porción doctrinal de Hebreos
tendrá poco significado para nosotros. El que no siente el peso en la espalda
no busca alivio, ni los que se sienten sanos buscan médico. Pero si el pecado
es real para nosotros, si los esqueletos de pecados pasados matraquean en el
armario de nuestra conciencia, si cada noche en nuestra almohada marchan
los pecados del día en un sórdido desfile a pesar de nuestros mejores
esfuerzos, si vaciamos nuestro interior y nos horrorizamos de lo que
encontramos allí, entonces la travesía por Hebreos 1:1–10:18 habrá sido para
nosotros una bendita experiencia. Entonces también diremos: ¡qué supremo
tesoro tenemos en cristo!

15. ¿Sobre qué bases eran justificados los creyentes del Antiguo Testamento?
Proporcione dos textos de prueba.
Fueron salvados en anticipación del futuro sacrificio, de la misma manera que
la gente en la actualidad es salvada en consideración al sacrificio realizado ya.
La prueba de la verdad se halla en Hebreos 9:15 (compare asimismo Romanos
3:25) que enseña que la muerte de Cristo fue en cierto sentido retroactiva y
retrospectiva; en otras palabras, tenía eficacia con relación al pasado.

16. ¿Qué pensamientos sugiere Hebreos 9:15?

En Hebreos 9:15 se nos sugiere la siguiente línea de pensamiento: el antiguo


Pacto era impotente para proporcionar una redención perfecta. Cristo clausuró
este Pacto e inició el Nuevo Pacto con una muerte que realizó la “remisión de
las rebeliones que había bajo del primer testamento”. En otras palabras,
cuando Dios justificó creyentes del Antiguo Testamento, lo hizo en anticipación
de la obra de Cristo, “a crédito”, por así decirlo. Cristo pagó todo el precio en la
cruz, y canceló la deuda Dios les dio a los creyentes del Antiguo Testamento
una posición que el Antiguo Pacto no podía comprar, y lo hizo así en vista del
futuro pacto que podía efectuar todo esto.

17. ¿Qué beneficios disfrutan los creyentes del Nuevo Testamento, que no
disfrutaron los santos del Antiguo Testamento?

No había el don permanente del Espíritu Santo (Juan 7:39) que siguiera a su
arrepentimiento y fe; no disfrutaban de un conocimiento amplio respecto de la
inmortalidad, sacado a luz por Cristo (2 Timoteo 1:10), y en general se vieron
limitados por las imperfecciones de la dispensación en la que vivían. Cuando
más, sólo podían pregustar las cosas venideras.

18. ¿Qué afirman los escritores liberales con respecto a la muerte de Cristo?
¿Qué dicen los Evangelios?

Algunos escritores de la escuela liberal mantienen que la muerte de Cristo fue


un accidente y una tragedia. Comenzó con esperanzas brillantes de éxito,
dicen, pero se vio enredado en una red de circunstancias que condujeron a la
destrucción que no había previsto, y a la cual no podía escapar.

Pero ¿qué nos dicen los evangelios con respecto al asunto? De acuerdo con su
testimonio, el Señor Jesús sabía desde el principio que el sufrimiento y la
muerte eran parte de su destino divinamente designado. En su declaración de
que convenía o era necesario que el Hijo del Hombre sufriera, ese vocablo
“convenía” indicó vocación divina y no suerte imprevista e inevitable.
19. ¿Por qué fue que Jesús trató de inculcar en sus discípulos la verdad de que
debía morir?
Muchas veces durante el curso de su ministerio el Señor se refirió en forma
velada y figurada a la forma de su muerte futura (Mateo 17:10–12; Mateo
17:22, 23; Marcos 9:12, 13; 14:18–21); pero en Cesarea de Filipo, les
manifestó con toda claridad a sus discípulos que debía sufrir y morir. Desde
ese momento en adelante trató de inculcar en sus mentes el hecho de que
debía sufrir, de manera que al ser advertidos de antemano, su fe no
naufragaría a raíz del golpe de la crucifixión (Marcos 8:31; 9:31; 10:32).

20. ¿De qué manera debían considerar su muerte?

debían considerarla como una muerte con fines expiatorios

21. ¿Qué rito conmemora la redención de la humanidad?


Ordenó un rito que debía conmemorar la redención de la humanidad del
pecado, de la misma manera que la Pascua había conmemorado la redención
de Israel del territorio egipcio

22. ¿Qué dos verdades o hechos revelan la necesidad de la expiación?

Santidad, pecaminosidad, ira y expiación.

23. ¿Qué se quiere significar cuando se habla de la santidad de Dios?


Santidad Dios es santo en lo que a naturaleza respecta, lo cual significa que es
justo en carácter y conducta

24. ¿Qué empaña la relación del hombre con su Dios?Pecaminosidad


Esta relación está empañada por el pecado, que es una perturbación de la
relación personal entre Dios y el hombre. Es violencia hecha a la constitución,
por así decirlo, bajo la cual Dios y el hombre viven, de la misma manera que la
infidelidad viola el pacto según el cual viven marido y mujer (Jeremías 3:20).
“Pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios”
(Isaías 59:2).
El dar cumplida satisfacción por el quebrantamiento de la ley y reparar las
relaciones interrumpidas entre Dios y el hombre constituye la función de la
expiación.

25. ¿Cuál es la función de la expiación?


El pecado era borrado o deshecho
26. ¿Qué es lo que provoca la ira de Dios?
Lo que `provoca la ira de Dios es el pecado del hombre que voluntariamente
escoge su propia voluntad en vez la de Dios.
27. ¿Qué es lo que gobierna la ira de Dios?
La ira de Dios está gobernada por consideraciones personales. No se apresura
a destruir la obra de sus manos. Le ruega al hombre, espera, a fin de ser
misericirdioso.

28. ¿Qué es lo que revela la cruz de Cristo?


La cruz de Cristo declara que Dios jamás fue indiferente al pecado del hombre,
no lo es ni lo será jamás.

29. ¿Hay expiación por la ley violada? Proporcione las dos respuestas falsas
de esta pregunta y exprese lo que cada una de ellas recalca excesivamente.
No, porque Jesús pago nuestros pecados.

30. ¿De qué manera reivindica Dios en la expiación, su carácter misericordioso


y al mismo tiempo justo.

31. ¿Cuáles son las cinco palabras que revelan la naturaleza de la expiación.
1. Expiación
2. Propiciación
3. Sustitución
4. Redención
5. Reconciliación

32. Explique el vocablo expiación.


Significa literalmente cubrir en el idioma hebreo y se traduce en nuestras biblias
castellanas, entre otros, con los siguientes significados: expiación,
aplacamiento, reconciliación, purificación y limpieza.
33. Proporcione varios versículos que demuestren que la muerte de Cristo fue
una expiación.
Hebreos 9:26,28 ; 2:17 ; 10:12-14 ; 9:14
1ª Pedro 2:24
2ª Corinteos 5:21
34. Dé el significado del vocablo propiciación.
35. Explique la sustitución.
36. ¿Qué significa “redimir”? Demuestre de qué manera el Señor Jesús
cumplió el tipo del Antiguo Testamento en lo que respecta al pariente redentor.
37. ¿Qué significa la reconciliación?
38. Nombre los cinco efectos o resultados de la expiación. Dé una corta
descripción de cada uno.

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