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Referencia: "El abanico de Estructuras" in McKEE, Robert. “El Guión”. Ed. Alba, Barcelona, 2013,
pp. 49-92.
En base a la mayoría de los guiones se encuentra un relato de vida de un personaje. Sin embargo,
como no se puede contar tal cual en apenas dos horas muchos años de vida, el guión debe
sintetizar el relato en una narración contada y estructurada: es la Trama. Es decir que los
principales acontecimientos de la vida del personaje van a ser seleccionados y organizados en el
tiempo, de modo a generar emociones y, de manera global, una visión del mundo. Estos
acontecimientos son cambios que suceden y afectan al personaje, que alteran uno o varios de los
valores que lo definen (por ejemplo de perdedor – valor negativo – a ganador – valor positivo), y
que se alcanzan mediante conflicto(s).
A su vez, las escenas forman actos, que representan un grado aun mayor de cambio en los valores
vehiculados por el personaje. Y varios actos juntos forman, por fin, la historia. El final de la historia
– es decir del último acto – es irreversible y completo: es el climax narrativo. A partir de todos
estos elementos y a través de ellos, la Trama va jugar un papel unificador y de coherencia. Hay tres
tipos principales de tramas que forman un triángulo de los posibles narrativos.
MINITRAMA: se trata de la minimización de los rasgos del diseño clásico (es decir del Arquitrama),
aunque sin borrar la trama. El enfoque se hace más bien sobre conflictos internos – o sobre el
efecto interno de conflictos externos – de una variedad de personajes generalmente destacando
actitudes pasivas (interiorizadas). Los medios para llevar estos conflictos a cabo hacia un final
abierto (es decir con preguntas irresueltas y/o emociones insatisfechas) se revelan más sencillos
y/o económicos.
ANTITRAMA: Se trata del rechazo de la estrategia clásica, generalmente por espíritu de “rebelión”.
El tiempo no es más lineal y el universo descrito, manejado no más por la causalidad lógica sino
por la casualidad mágica, falta de coherencia (no posee una rigorosa organización interna).
Sumergidos dentro de ello, los protagonistas paran de actuar con lógica. Al final, no importa más
el argumento sino el estilo: un anticonformismo marcado con la revelación de un alto grado de
autoconciencia, una visión autoral que da su unidad a la obra. Ese modo es el menos fornecido en
ejemplos, y estos vienen sobretodo de Europa.
Ahora, muy pocas son la películas que se definen relativamente a uno solo de estos modos
narrativos. Generalmente las películas son mezclas entre uno o dos – y porque no los tres -
dependiendo de la importancia con la cual, por ejemplo, se manifiesta la interiorización de sus
protagonistas, o de su nivel de actividad/pasividad, etc. Los ejemplos más numerosos son esas
“Tramas Múltiples” que, generalmente, mezclan características de Arquitramas y de Minitramas.
Aunque cada escena debe idealmente representar un cambio – que, lógicamente, debería
repercutirse al nivel de la película en su globalidad – existen películas que no muestran ningún
cambio entre el inicio y el fin: estas son las “No Tramas”, generalmente retratos individuales
(“Umberto D.” de Vittorio De Sica) o de grupo (“Vidas Cruzadas” de Robert Altman).
Sin embargo, más allá de sus diferencias, cine de Hollywood y cine de Arte y Ensayo constituyen
las dos caras de la misma moneda: cuando uno está demasiado repleto en cliché y acción, el otro
está lleno de vacío e inacción. En los dos casos, el aburrimiento amenaza. En el medio de esa
confrontación, el guionista debe escoger su política: hacer películas “comerciales” bajo el signo de
la Arquitrama ? O practicar un cine “de autor” siguiendo las normas de la Minitrama y/o de la
Antitrama ?
Hay que tomar en cuenta tres cosas: 1) La Arquitrama atrae mucho más gente dentro de las salas
de cine, porque es la forma más lógica de contar una historia. Desde la noche de los tiempos,
desde Asia hasta America, los seres humanos suelen estructurar naturalmente sus relatos como
Arquitramas; 2) Antes de suavizar una forma (Minitrama) o deconstruirla (Antitrama), pués… hay
que dominarla. Por eso, y antes de todo, es importante saber manejar la forma clásica
(Arquitrama); 3) Hay que creer en la forma narrativa que se escoge, y creer en ella realmente. En
otro término: hay que escribir por el amor del arte y de lo que se escribe, antes de que otras
consideraciones menos... honestas.