Está en la página 1de 3

El yo y los mecanismos de defensa

Anna Freud
Resumen
Francisco Javier Robles Aguilar

En este, su libro más importante, Anna Freud expone sus ideas acerca del
funcionamiento defensivo del yo, esto es, las maniobras a través de las cuales intenta
dominar la angustia, y la manera en que se adapta a las exigencias instintivas y a las
demandas de la realidad objetiva. Es un trabajo que puede considerarse como uno de los
orígenes de la escuela de la psicología del yo, pues la autora otorga un lugar privilegiado al
estudio de la estructura del yo, a diferencia del pensamiento psicoanalítico de aquel
entonces que, según Anna Freud, consideraba su estudio como una labor superficial. Un
argumento convincente que utiliza la autora para otorgar este lugar al estudio del yo dentro
del psicoanálisis es que conocemos al ello solamente por sus derivados que aparecen en el
yo, y que es cuando entra en conflicto con este último que podemos percibir la presencia
del superyó.
En el análisis, el analista debe posicionarse como un colaborador y libertador del ello en
el sentido de hacer conscientes los elementos reprimidos de este, convirtiéndose así en un
perturbador del yo que busca desarticular sus represiones y formaciones de compromiso. El
papel del yo frente al proceso toma 3 formas distintas: 1) es aliado del analista en cuanto
observador, 2) es adversario del análisis, pues esta observación es parcial, y 3) es objeto de
análisis cuando de sus defensas se trata. Estas defensas del yo, que en el análisis se
presentarán como resistencias, entran en actividad cuando intenta develarse algún
contenido del ello, y la forma en que el yo adulto se defenderá será la misma en la que lo ha
hecho durante toda la vida, esto es, los rasgos de carácter del individuo (defensas
rigidizadas) se presentarán como resistencias. Se encuentra también que ciertas neurosis
guardan relación con determinados tipos de defensas.
Anna Freud menciona 10 mecanismos de defensa –represion, regresión, formación
reactiva, aislamiento, anulación, proyección, introyección, vuelta contra sí mismo,
transformación en lo contrario, sublimación- aunque no los explica en detalle. Lo que sí
explica es que una de las principales tareas del analista es descubrir cómo intervienen los
mecanismos defensivos en la resistencia y en la formación de los síntomas.
Ahora, ¿qué es lo que motiva la defensa? Se nos explica en el texto que las defensas son
motivadas por la angustia, que se presenta en tres situaciones diferentes: 1) la angustia
frente al superyó en las neurosis de adultos, 2) la angustia real u objetiva en las neurosis
infantiles, y 3) la angustia frente a la fuerza del instinto. A estos 3 agrega un motivo más,
que es el de la necesidad del yo de lograr o mantener su síntesis y la armonía entre sus
impulsos y las diferentes instancias. Acto seguido menciona que la defensa también se erige
contra los afectos que acompañan al instinto, motivada por el factor de la angustia. Así
también lo hace cuando el yo no tiene objeción contra el instinto acompañado del afecto, ya
que la relacion del yo con el afecto es más primitiva y en este caso la defensa es
determinada por el principio del placer.
Posteriormente, la autora agrega otros dos mecanismos de defensa que, a diferencia de
los otros 10, sí explica en detalle. El primero de ellos es la negación, que puede darse en la
fantasía o en actos y palabras. Este mecanismo, normal en la infancia pero que puede dar
indicios de patología si está presente en la adultez, consiste en transformar la realidad según
los designios de la persona que lo utiliza, como puede ser el transformar un hecho doloroso
o displacentero de la realidad en su opuesto agradable. Como se acaba de mencionar, ello
puede ocurrir únicamente en el plano de la fantasía o en actos y palabras, por medio de la
dramatización.
El segundo mecanismo es lo que Anna Freud llama restricción del yo. Este mecanismo
consiste en una limitación, por parte del niño, de las funciones de su yo, manifestado en la
evitación de ciertas situaciones externas que pudieran acarrearle el temido displacer. Se
distingue de la inhibición en que esta se orienta a procesos internos, mientras que la
restricción del yo se orienta contra estímulos del mundo externo.
En los últimos dos capítulos, se aborda el tema de la pubertad y el comportamiento del
yo y del ello en dicha etapa. Se explica en ellos que la pubertad y el climaterio representan
las dos recapitulaciones del periodo sexual infantil, provocadas por los cambios fisiológicos
que se dan en estos periodos de la vida. En la pubertad, la madurez de los órganos genitales
provoca que la libido se concentre justamente en los impulsos genitales, mientras que el
deterioro de estas funciones en el climaterio facilita el retorno de los impulsos pregentiales.
La similitud entre estas tres fases de la vida (infancia, pubertad, climaterio) se debe a que el
ello se mantiene constante en todas ellas, constancia que se ve acompañada por la
mutabilidad del yo. Este último no se encontraba plenamente desarrollado en la infancia,
por lo que resultaba plástico frente a las influencias del ello, pero en el periodo de latencia
se instala la instancia del superyó, lo que se suma a un yo ya firmemente consolidado en la
pubertad. Así, nos dice la autora que “los factores que determinan la marcha de la pubertad
y su pronóstico son relativos. De un lado la fuerza de los impulsos del ello, a su vez
condicionada por le proceso fisiológico de la pubertad; del otro, la tolerancia o intolerancia
de las instancias del yo frente al instinto, actitud que depende del carácter formado durante
el periodo de latencia” (pp. 166).
Se mencionan, después, dos fenómenos característicos de la pubertad: el ascetismo y la
intelectualización. Respecto al primero, sorprende encontrar periodos en que alternan el
ascetismo y los excesos instintivos, situación que se explica por la ambivalencia del
adolescente frente a sus instintos. La intelectualización de los instintos, que hace que el
adolescente vuelca sus intereses hacia el razonamiento abstracto, representa una tentativa
de mantenerse alerta en cuanto a sus impulsos y dominarlos, pero la coincidencia de esta
intelectualización con la conducta da cuenta de que este mecanismo sirve únicamente a los
fines de la satisfacción en la fantasía.
Bibliografía
Freud, A. (1961). El yo y los mecanismos de defensa. Editorial Paidós. 2012. Madrid,
España.

También podría gustarte