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Devotion-Eva Winners
Devotion-Eva Winners
DEVOTION
It`s What It Seems 01
Sinopsis:
La traición de una madre.
Mi secreto.
Su tormento.
Nuestra felicidad.
Me mudé a Escocia para olvidar. Entonces vi su rostro. La imagen
especular de mi difunto esposo. Viejos fantasmas e inseguridades me
acechaban de nuevo.
Pero Lachlan es diferente. Más fuerte que mi difunto esposo.
Decidido y lleno de vida. Hay una atracción innegable.
Mis viejos sueños y anhelos despertados. Pensé que podría
manejarlo, pero me di cuenta casi de inmediato que las viejas heridas
no se olvidan tan fácilmente.
El pasado llama a nuestra puerta.
Los corazones y las promesas se rompen.
¿Él me devolverá la vida o será mi perdición?
Prólogo
E
— ve—la voz de mi hermana me estaba molestando desde
algún lugar—. Despierta.
Me negué a abrir los ojos. El olvido durante el sueño era mejor;
era la única vez que tenía un respiro. A veces soñaba que todavía
estaban conmigo. Era la única vez que no sentía una completa
desesperación.
—¡Es suficiente, Eve!—rogó ella—. No puedo soportarlo más.
¡Tienes que salir de esto! Abre los ojos o llamo a la ambulancia.
No quería tratar con nadie, ni con nada. Abrí los ojos y me
encontré con la mirada preocupada de mi hermana.
—Listo—murmuré—. Ahora vete, Elisa.
—No—objetó ella—. No me iré a ninguna parte hasta que te
pongas de pie. No puedes seguir así.
Cerré los ojos de nuevo, deseando que simplemente
desapareciera, que se fuera. Cualquier cosa solo para no tener que
escuchar la voz de nadie.
—No me vas a ignorar esta vez—despotricó en voz baja—. Sé que
estás sufriendo, pero es hora de volver a levantarte.
Ella levantó la parte superior de mi cuerpo.
—Dios, Eve. Eres prácticamente piel y huesos. —Supongo que no
es tan difícil levantarme entonces—. Te estás desvaneciendo. Te dejé
sola durante casi seis meses. Como no te has recuperado, te obligaré.
—¿Por qué no puedes simplemente irte?—susurré con
desesperación.
—No me iré a ningún lado porque te amo. —Su voz era firme.
Conocía a mi hermana lo suficiente como para saber que no se iría—.
Vas a tomar una ducha, y te llevaré a tomar un té y un almuerzo
ligero.
—¿Qué estás haciendo aquí?—murmuré, sin moverme en
absoluto—. ¿Y cómo entraste en mi casa?
—Me tomé unas vacaciones—respondió mientras me presionaba,
obligándome prácticamente a levantarme de la cama—. Me quedaré
aquí hasta que salgas de este coma.
—Ok—le dije—. Estoy fuera de esto... todo está bien. ¿Te irías
ahora?
—No—replicó ella—. Ve a la ducha. Luego vamos a almorzar. —
Prácticamente me empujó al baño y dentro de la ducha.
Una hora más tarde nos sentamos en un pequeño café bistró, en
el centro de Edimburgo. Había un sándwich frente a mí, pero no me
atraía. Elise siguió parloteando mientras yo tomaba un sorbo de mi
té; aunque, no había escuchado una maldita palabra de lo que había
dicho.
—¿Has escrito algo?—me preguntó ella de la nada.
La miré sin saber si debía decirle la verdad o no. Había estado
escribiendo desde que era un adolescente, y solo gracias a los
ingresos por regalías pude pagar mi apartamento en un nuevo país.
Al diablo con eso, probablemente ella ya sabía que también lo
había arruinado.
—No—le dije—. Renuncié y rompí el contrato con la editorial. Ya
no pude hacerlo más.
Me estudió durante un rato sin palabras, y no me importó que el
silencio se prolongara. Honestamente, era más bienvenido que su
constante charla.
—Brandon habló con un amigo que tiene una empresa aquí—
comenzó ella, y ni siquiera pude fingir interés—. Él puede
conseguirte un trabajo y es en finanzas. —Levanté una ceja, no
esperaba eso para nada—. Las finanzas eran tu especialidad y
pagabas tu matrícula trabajando exclusivamente para compañías de
inversión. Si no estás escribiendo, tal vez necesites un cambio.
Mi hermana mayor, siempre tratando de arreglar todo. Me llevó
de vuelta a mi año de secundaria cuando trató de explicarle a mi
profesor de matemáticas que nunca sería su protegida porque,
aunque era la mejor de su clase, no tenía ningún interés. Hasta el día
de hoy, no estaba segura de cómo lo convenció de que dejara de
regañarme para que me uniera a sus grupos de matemáticas para las
competencias nacionales.
—Estoy bien—murmuré. En serio, solo quería que me dejaran en
paz.
—No, no lo estás. Por favor, Eve—suplicó—. Me rompe el
corazón verte así. Podría ser bueno para ti. Solo para salir y
establecer una rutina.
—No quiero salir—dije.
—Tal vez—dijo y agregó con voz suplicante—. Pero es lo que
necesitas. Brandon dijo que su amigo, Colin McLaren, necesitaba a
alguien que se encargara de las tareas livianas de ingreso de datos
financieros. Mira a dónde te lleva hasta que decidas lo que quieres
hacer.
—Lo que sea—murmuré con voz inexpresiva.
—Eve—comenzó con su voz maternal—. No puedes vivir de las
regalías de tu libro si no estás promocionando y escribiendo. Ese
ingreso se esfumará.
Me encogí de hombros, completamente desinteresada en cosas
tan triviales cuando la persona más importante de mi vida se había
ido para siempre, enterrada a dos metros bajo tierra.
—Lo que tú digas.
—¿Eso significa que lo aceptarás?—preguntó esperanzada.
—Supongo—murmuré. Diría cualquier cosa para sacármela de
encima y, cuando se haya ido, le diría a la empresa que el puesto que
me encontró no era para mí.
—Está bien—respondió ella alegremente—. Voy a hacer que tu
apartamento sea limpiado profesionalmente en este momento, luego
desempacaremos y te acomodaremos.
Aparté la mirada de ella y miré por la ventana a la concurrida
calle. La gente corría por la vereda, entrando y saliendo del
restaurante. ¿Adónde iban? Actuaban como si tuvieran un propósito
en la vida. Algo que yo ya no tenía.
Me sentía desconectada de todos y de todo. Incluso de mi familia.
No he visto a mi madre, ni a mi padrastro desde el funeral. Elise y su
esposo me llevaron al aeropuerto cuando decidí dejar los Estados
Unidos y mudarme a Escocia. Eso había sido hacía unos ocho meses
y no los extrañaba, a ninguno de ellos. Había demasiados recuerdos
en Maryland. Solo tenía que alejarme de todo. Quería hacer borrón y
cuenta nueva, la garantía de no encontrarme nunca con nadie que
conociera, ni con nada que pareciera un recuerdo.
Cuando decidí dejar los Estados Unidos, elegí el primer país de
habla inglesa que me vino a la mente, Escocia. Aunque, ahora tenía
que preguntarme si era el resultado de las obsesiones de mi hermana
con el programa The Outlander. Recordé esa noche cuando decidí que
tenía que irme. Las dos estábamos sentadas en el sofá, ella estaba
viendo su programa favorito, siempre vigilándome y entonces solté
que quería mudarme a Escocia. Quería escaparme y con su maldito
programa, Escocia fue el primer país que me vino a la cabeza. Ella
estuvo totalmente de acuerdo con eso, con la esperanza de que
finalmente mostrara una señal de seguir adelante con mi vida.
Incluso buscó en Google e investigó el país y las ciudades y encontró
algunas opciones de apartamentos para mí en cada ciudad
importante.
Elegí la primera ciudad y el primer apartamento en venta. No me
importaba dónde terminara. Todo lo que quería era que me dejaran
sola, estar lejos de todos. En especial de mi madre.
—¿Me estás escuchando, Eve? —La voz de mi hermana me sacó
de mis errantes pensamientos.
p
Volví a mirarla. Éramos dos polos opuestos, en apariencia y
carácter. Mi cabello era castaño oscuro, el de ella era del color de la
miel clara. Sus ojos eran marrón avellana claro, los míos eran marrón
whisky oscuro. Ella era la más dulce y ligera de nosotras. Siempre
fui tímida y ella era la habladora. Era delgada, ella estaba más del
lado regordete. Era diez años mayor que yo y la figura materna en
mi vida.
A veces me preguntaba si aceptó el trabajo porque nuestra madre
rara vez estaba cerca y ciertamente no era del tipo maternal. Elise
conocía cada hito de mi infancia porque siempre estuvo ahí… mi
primera palabra, mi primer paso, mi primer diente flojo, todo.
Nuestra madre no era una madre para nosotras en absoluto, excepto
biológicamente. Incluso mis maestros en la escuela se acercaban a
Elise cuando necesitaban una hoja de permiso firmada o una
respuesta inmediata.
Nos sentamos allí mirándonos y me pregunté qué me perdí.
—Sí—respondí, aunque no estaba seguro a qué. Estaba
demasiado cansada para pedirle que repitiera lo que dijo y,
sinceramente, no me importaba.
—Genial—parloteó ella—. Me aseguraré de seguir aquí en tu
primer día para poder ir contigo.
Parpadeé con confusión ante esas palabras.
—¿Ir a dónde?—le pregunté.
—Te llevaré al trabajo en tu primer día para poder mostrarte
dónde está—dijo y sonaba exasperada—. Tienes que volver a la
rutina.
Allí iba ella con el tema de la rutina de nuevo. Tomó mi mano
entre las suyas y la besó, ese pequeño gesto me transportó a nuestra
infancia. Deseaba que todo el dolor que sentía en este momento se
pareciera al dolor de caerme de una bicicleta o de un columpio,
como cuando éramos niñas. Elise siempre hizo que fuera mejor.
Siempre estaba cuidándome, cerniéndose sobre mí como la mamá
gallina.
Cuando era más joven, le preguntaba a Elise por qué no le
gustábamos a mamá, por qué nunca jugaba con nosotras. Me
abrazaba y me decía que siempre nos tendríamos la una a la otra.
Ella prometió que siempre me amaría y que estaría ahí para mí.
Hasta el día de hoy, nunca ha roto esa promesa. Nuestra madre, por
otro lado, había roto casi todas las promesas que nos hizo a Elise y a
mí. Siempre antepuso sus necesidades a las nuestras.
—Sé que estás sufriendo—susurró ella suavemente—. Saldrás
adelante. Me tienes, siempre me tendrás. Pero por favor prométeme
que no me dejarás. —Besó la cicatriz en mi muñeca, un recordatorio
constante de lo lejos que llegué.
Sentí que estaba viendo a dos extraños y no era parte de la
escena. Deseé que su beso ayudara a aliviar el dolor dentro de mí.
No lo hizo. Pero asentí de todos modos, sin saber si podría cumplir
una promesa como esa.
Empujó una taza de té hacia mí.
—Ahora bebe un poco más de té al menos. Ni siquiera comiste un
bocado.
—¿Dónde está este trabajo? —le pregunté con voz plana.
Ella agitó la mano para descartar mi pregunta.
—Nos preocuparemos por eso en unos días. —Hizo un gesto con
la mano hacia la taza frente a mí antes de hablar de nuevo—. Ahora
solo relájate y disfruta de tu té.
—Ok—respondí desinteresada. A decir verdad, no me importaba
dónde estaba o qué era.
Estaba soplando mi té para ocultar mi desinterés, evitando los
ojos de mi hermana. No quería preocuparla más.
—Brandon está aquí conmigo, aunque está ocupado con el
trabajo—conversó ella. Mi hermana siempre odió el silencio mientras
que yo lo prefería—. Así que pasaré la mayor parte del tiempo
contigo. Espero que no me eches de tu apartamento.
Ella se rio de su propia broma mirando el reloj.
—Tenemos una hora más o menos, luego volveremos a tu
apartamento y examinaremos el trabajo de limpieza. Hoy nos
tomaremos unas horas para desempacar y mañana haremos el resto.
¿Está bien?
No, no está bien, pensé. No quería desempacar. Pero me quedé en
silencio.
—¿Quieres que nos arreglemos el cabello y las uñas mañana?—
preguntó Elise ansiosamente—. Podríamos tomarnos unas horas y
consentirnos. Como antes.
—No, en realidad no—murmuré por lo bajo.
—Vamos—podía ser persistente cuando quería—. Haré la cita
para pasado mañana entonces. Parece que te vendría bien un corte
de pelo.
—Estoy lista para irme—dije poniéndome de pie y me dirigí a la
puerta. Esperaba que se quedara atrás, pero sabía que no había
posibilidad. Estaba justo detrás de mí cuando salí por la puerta.
Caminamos en silencio todo el camino de regreso a mi
apartamento y regresamos justo cuando las señoras de la limpieza se
iban. Asintieron con la cabeza a Elise cuando pasé junto a ellas
entrando a mi apartamento limpio y fresco y a mi habitación. Me
quité la ropa, las bragas y el sujetador, preparándome para meterme
en la cama y debajo de las mantas cuando la voz de mi hermana me
detuvo.
—Acordamos que desempacaríamos algo—me regañó.
—No—dije y la miré por encima del hombro—. Nunca estuve de
acuerdo.
—Eve—suplicó, sus ojos brillaban con lágrimas. Odiaba verla
llorar. Nunca podría soportar verla molesta.
Me sentí derrotada, así que me senté en la cama. Se sentó a mi
lado y me abrazó mientras yo hundía mi cara en su cuello,
sintiéndome como una niña pequeña otra vez que corrió hacia su
hermana mayor porque se había caído de la bicicleta y se lastimó la
rodilla.
Nos sentamos así durante unos minutos, yo escuchándola
sorberse la nariz y ella acunándome como a un niño. No pude llorar
más; tal vez había un límite en la cantidad de lágrimas que podías
derramar en tu vida.
—Superaremos esto—murmuró en mi cabello, con la voz
temblorosa—. Juntas.
¿Qué hay que decir a eso?
—¿Podemos desempacar algunas de estas cosas?—preguntó ella,
con lágrimas y tristeza aún en la voz.
—Está bien—acepté a regañadientes.
Se puso de pie rápidamente como si le preocupara que cambiara
de opinión y me sacó de la cama. Rápidamente sacó un par de
pantalones de yoga y una camisa holgada y me los entregó.
Unas pocas horas se convirtieron en ocho horas de desempacar y
guardar todo. Elise charló durante la mayor parte del tiempo que
estuvimos desempacando y se me ocurrió que era la primera vez que
estábamos solas en casi siete meses. Antes de eso, hablábamos casi
todos los días y salíamos todas las semanas.
Era pasada la medianoche cuando terminamos. El apartamento
en realidad parecía un hogar, en lugar de una caja de
almacenamiento vacía, pero no se sentía como tal. No estaba segura
de si algún lugar volvería a sentirse como en casa. Miró a su
alrededor satisfecha con una sonrisa en el rostro. Yo no podía reunir
satisfacción o felicidad... absolutamente ninguna emoción por nada.
Solo remordimientos.
—Me voy a la cama ahora—murmuré y le pregunté—. ¿Te vas
ahora?
—Es un poco tarde. —Sonrió—. ¿Está bien si me quedo aquí?
Asentí con la cabeza y entré en mi habitación anhelando el
pequeño alivio que a veces traía el sueño, cuando no tenía sueños.
Antes de meterme en la cama, me acerqué al alféizar de la
ventana y miré hacia el río y las luces de la ciudad. Había escuchado
que Edimburgo era hermosa en verano, que Escocia era hermosa. No
lo sabría, aunque ahora, mirando por la ventana, la ciudad parecía
brillar bajo la luna llena.
Era como si la estuviera viendo por primera vez. ¿Quizás lo
hacía? Porque no recuerdo mirar por esta ventana desde que me
mudé a este apartamento.
Mientras seguía mirando por la ventana, este lugar se sentía
extraño, al igual que todo lo que veía.
Eso era bueno. Ese había el objetivo de dejar los Estados Unidos.
Obligándome a pensar en mi hermana, decidí que tenía que
hacerle creer que estaba bien. Cuánto antes ella lo hiciera, antes se
marcharía.
Capítulo 2
O
— h, mierda—murmuré cuando Ainslee detuvo el vehículo a
toda prisa y yo salí corriendo del coche para vomitar mis tripas al
costado de la carretera.
—Maldita sea, Eve—se quejó Ainslee—. ¿De nuevo?
La ignoré mientras vaciaba el contenido de mi estómago. Cuando
no quedaba nada, me relajé, con cuidado de no moverme demasiado
rápido. Agarré mi cepillo de dientes y dentífrico de viaje y
rápidamente me cepillé los dientes y me enjuagué con el enjuague
bucal de tamaño de viaje.
No podía esperar a llegar a casa.
—Todo bien ahora—le dije—. Sigue conduciendo.
—Así que estás embarazada de nuevo—murmuró mientras
conducía.
—¿Por qué asumes eso?—le pregunté, evitando su pregunta.
Regresábamos de una fiesta de presentación de un libro de la
editorial Callen en Edimburgo—. Tal vez solo estoy enferma.
—Sí, estás enferma porque estás embarazada—dijo y se rio entre
dientes.
—Por favor, no digas nada—murmuré mientras tomaba un sorbo
de agua—. Quiero que Lachlan lo sepa primero.
—Si él no se ha dado cuenta de eso todavía—replicó ella—.
Tendré que pensar que mi primo es un idiota.
Puse los ojos en blanco. A veces ella era demasiado.
—Menos mal que yo también estoy embarazada—añadió con
indiferencia—. Podemos tener los bebés juntas.
Mi cabeza se giró hacia ella.
—¿Qué? ¿De cuánto tiempo?
—Alrededor de tres meses—respondió ella y su sonrisa brillaba.
—¿Por qué no estás enferma?—le pregunté. Me sentía enferma
como un perro.
Ella se encogió de hombros.
—Suerte, supongo.
—Estoy feliz por ti. —Tomé su mano y la apreté suavemente—. Y
estoy encantada de que tengamos a nuestros pequeños juntos. Me
encanta que seamos familia. Y Elise los va a malcriar a todos.
—Cierto—dijo y ambas nos reímos.
Eran más de las diez y lamenté haber llegado tan tarde. Hubiera
preferido pasar la noche con mi familia en casa. Cada hora que
pasábamos separados me hacía extrañarlos más. Diez minutos más y
me dejó frente al castillo de los McLaren, mi casa y la de Lachlan.
Le di un beso en la mejilla.
—Envíame un mensaje de texto cuando llegues a casa. —Tan
pronto como cerré la puerta del coche, ella se fue. No podía esperar
para llegar a casa con su familia.
Me dirigí a la habitación contigua a la nuestra y una oleada de
orgullo me llenó. Entré en la habitación que convertimos en una
guardería, era alegre con delicados muebles de tamaño infantil,
colores azul bebé y rosa bebé a cada lado de la habitación.
Mis ojos se dirigieron a la vista más magnífica del mundo.
Lachlan, mi esposo, estaba sentado en la mecedora con nuestros
mellizos de cuatro meses durmiendo en sus brazos, un bebé con
cabello oscuro a juego con el de su padre y una niña con cabellos
rojos fuego. Levantó la vista para encontrarse con mi mirada y
sonrió, mi corazón se aceleró.
Estaba tan feliz que podría estallar. Los quería mucho a todos.
—Ahí está vuestra mami—murmuró Lachlan a nuestros bebés.
Llegué a su lado y pasé un dedo por las mejillas de mis bebés y les di
un beso a ambos.
—¿Cómo te fue?—preguntó.
—Fue muy bien—le dije mientras me inclinaba para besarlo, una
ligera presión de mis labios contra los suyos—. Te extrañé.
—Te extrañé más—me dijo en voz baja, el amor en esos hermosos
ojos grises suyos. Se levantó lentamente y lo ayudé a poner a nuestro
bebé en su cuna mientras él ponía a nuestra princesa en la de ella.
Se acercó a mí.
—Dios, te amo—murmuró contra mis labios.
—Te amo más—susurré suavemente mientras envolvía mis
brazos alrededor de su cuello, poniéndome de puntillas para besarlo.
Su beso fue tierno y apasionado y el todo en uno. Me apoyé contra
su duro cuerpo.
—Tengo una sorpresa para ti—dije en voz baja contra sus labios,
mi voz un poco sin aliento. Incluso después de todo este tiempo, me
afectaba como si fuera nuestro primer beso.
Su mirada era atenta en mí.
—¿Otro libro?
Negué con la cabeza.
—No, pero este tardará el mismo tiempo en hacerse realidad.
—¿Otro bebé?—preguntó, la esperanza entrelazada en su voz.
—Sí—respondí, su mano alcanzó mi abdomen donde estaba
creciendo la nueva vida que habíamos creado.
—Me haces tan feliz—dijo, me besó y deslicé mis brazos
alrededor de su cintura, acurrucándome más cerca de él mientras su
olor me envolvía.
—Me haces más feliz—susurré en voz baja, apretada contra él.
No había necesidad de experimentar felices para siempre en mis
libros porque Lachlan me daba toda la felicidad y más.
Fin
Colmillo
Corrección
La 99
Edición
El Jefe
Diseño
Max
Notas
[←1]
Caminar sobre cáscaras de huevo, es una expresión que alude a la
preocupación y cuidado que ha de tener una persona para tratar
con alguien sensible o hablar de algún tema delicado.