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HISTORIA 3° AÑO

Epílogo y Prólogo: crisis monárquica e inicios de la revolución

Como hemos leído y conversado a lo largo de las clases, desde las incursiones de Colón al
continente americano y las nuevas expediciones enviadas desde España a este vasto continente, el
sistema mundial se configura bajo el entramado del colonialismo. Europa occidental y sus
monarquías invaden a “fuego y sangre” diferentes regiones no sólo de América, sino también de
África, Asia y más tarde Oceanía. Así, bajo el manto de la violencia y la religión católica, el mundo
queda a merced de las pretensiones y ambiciones económicas, políticas y religiosas de Europa.
España, puntualmente, ejercería un dominio mundial en el periodo que se extiende desde el siglo
XVI al XVIII. Sus posesiones territoriales en América, los siglos de explotación y saqueo
económico sobre los recursos y los pueblos de dicho continente, fueron los principales factores que
explican esta supremacía mundial.
Sin embargo, no todo dominio es absoluto y para siempre. Hacia fines del siglo XVIII, la relación
entre la corona española y sus colonias en América, mostraban un desgaste evidente propio de un
periodo bastante extendido de explotación. España no contaba con los recursos económicos y
militares para seguir controlando tan vasto territorio, situación que se notaba con la presencia e
intervención de otras monarquías europeas en las colonias españolas.
De esta manera, los inicios del siglo XIX se caracterizan por un momento histórico convulsionado
por enfrentamientos y batallas militares en una Europa que experimentaba una serie de
transformaciones que tendrían su repercusión en América y las colonias.

La Revolución como punto de partida


Cada 25 de mayo en la Argentina se conmemora una fecha importante. ¿Cómo sabemos que algo
relevante sucedió ese día? Podemos inferirlo por dos cuestiones precisas: por una parte, es feriado;
por otra, algo nos enseñaron en la escuela en lo referente a este día tan particular. No obstante,
¿conocemos con precisión que evento histórico conmemoramos cada 25 de mayo?, ¿sabemos en
detalle que sucedió el 25 de mayo de 1810, en dónde y por qué?, ¿reflexionamos en el presente por
qué se habla de revolución, por qué se hacen actos en la escuela donde docentes y estudiantes
dramatizan, actúan o exponen una situación histórica particular?
Nuevamente, el presente histórico se ve tensionado por el pasado y el futuro se nos muestra
desafiante cuando de proyectar qué país queremos se trata. Por eso, para entender por qué la
Argentina es una república federal independiente, por qué se relaciona con el mercado mundial
como vendedora de materias primas y recursos naturales, por qué ejerce soberanía sobre nuestro
territorio actual y no otro, o también, por qué reclama la soberanía política de las Islas Malvinas;
debemos, inevitablemente, analizar el pasado histórico y comprender como los intereses y acciones
de ciertos grupos de personas de ese momento siguen siendo fundamentales para entender nuestra
actualidad. Sin embargo…vamos por parte.
El 25 de mayo de 1810 se consagra como una fecha histórica puesto que ese día, a ojos de algunos
historiadores y actores sociales del momento, se daba inicio a una larga y traumática construcción
de lo que luego sería la República Argentina. Pese a esto, este día es un hecho histórico, importante,
pero no único en el océano de hechos y situaciones que nos permiten entender el proceso
revolucionario transitado a inicios del siglo XIX en Buenos Aires. Para eso hay que apuntar a una
perspectiva amplia y multicausal que nos enseñe el proceso histórico en su complejidad.
Para empezar, es importante recordar el funcionamiento de la estructura colonial fundada por los
españoles en territorio americano. El control riguroso y exhaustivo sobre los productos y recursos
que se comercializaban entre España y sus colonias, el monopolio comercial, la larga distancia entre
las diferentes ciudades coloniales y encarecimientos de los productos, estaban lejos de generar un
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beneficio igualitario para los distintos grupos sociales que convivían en las colonias. La sociedad
colonial era desigual y la misma se sustentaba en cuestiones étnicas y económicas.
Mientras que los pueblos originarios, los esclavos africanos, los mestizos y los zambos eran los
sectores excluidos de cualquier beneficio y sometidos a los trabajos en las minas de plata o las
haciendas, los españoles y los criollos -hijos de españoles nacidos en América- eran los
privilegiados de esta organización social.
Pero, ¿ser español o criollo significaban gozar de los mismos privilegios y beneficios?
Efectivamente, no. De hecho, los españoles siempre intentaban diferenciarse de los criollos y los
veían como una segunda clase dentro de este collage étnico. Esa diferenciación no sólo respondía al
hecho de que no haber nacido en España, sino que también se hacía presente en ciertas
posibilidades concretas: los españoles eran los primeros en comerciar legalmente con España y los
primeros en ocupar cargos políticos en las instituciones coloniales.
Esta situación se agravaría aún más con las reformas borbónicas del siglo XVIII, cuando la corona
española dispusiera cobrar impuestos a los criollos, prohibirles comerciar con otras monarquías, no
permitirle el acceso a cargos políticos y, como si fuera poco, cargarlos con la responsabilidad de
sostener y financiar la defensa militar de algunas ciudades coloniales, como por ejemplo Buenos
Aires.
Como consecuencias de estas medidas, el descontento de los criollos y algunos mestizos
comerciantes del Alto Perú se haría sentir con una serie de rebeliones que tendrían lugar a fines del
siglo XVIII, sin provocar transformaciones importantes, pero si anticipando el proceso
revolucionario del siglo XIX. En este sentido, el descontento criollo con el nuevo funcionamiento
colonial que los despojaba de privilegios se convertía, gradualmente, en un punto de quiebre y
causa importante que pondría en duda el vínculo colonial.

De las invasiones inglesas a la caída del rey de España: el dilema de a quién obedecer

El ocaso del siglo XVIII y los inicios del XIX, como mencionamos, son el escenario de grandes
procesos de transformación en América y Europa. En 1776, los Estados Unidos declaraban su
independencia de la monarquía inglesa, protagonizando la primera emancipación y ruptura de un
vínculo colonial. Unos años después, en 1791, se produciría la revolución de esclavos en Haití,
colonia francesa, constituyéndose como la primera experiencia independentista en América Latina.
Y, por su parte, Francia en 1789 encara un proceso de revolución política-social que determina la
caída de la monarquía absolutista y el advenimiento de una nueva estructura imperialista con
Napoleón a la cabeza.
Pero, ¿qué relación tienen estos procesos con la revolución de mayo y la lenta construcción del
estado argentino? Con las reformas borbónicas, España fundó el virreinato del Río de la Plata con
capital en la ciudad portuaria de Buenos Aires, para así poder evitar el contrabando que desde hace
algunas décadas los comerciantes criollos y españoles desarrollaban con Inglaterra. Las nuevas
restricciones al comercio ilegal, los nuevos impuestos y la no posibilidad de comercializar con los
ingleses, generaba malestar en los criollos de Buenos Aires.
Por eso, y sumado a la competencia que los países europeos protagonizaban, en 1806 y 1807,
Buenos Aires es invadida y dominada, por unas pocas semanas, por fuerzas militares inglesas. En la
primera excursión británica, el virrey Sobremonte se escaparía de Buenos Aires con un gran caudal
de oro y dejaría la ciudad a su suerte. Los criollos menos pudientes y los sectores populares de
Buenos Aires tomarían las armas y se encargarían de presentar batalla a los ingleses y expulsarlos.
Esta eventualidad había empujado a los criollos a formar milicias y hacerse cargo de la defensa del
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territorio. El virrey Sobremonte, una vez expulsado a los ingleses, pretendió retornar a su cargo,
pero los criollos no lo aceptaban, mostrando ya las primeras señales de que ellos mismos podían
autogobernarse y defender la ciudad, eligiendo a su propio virrey: Santiago de Liniers.
Si bien en 1807 los ingleses ingresaban nuevamente a Buenos Aires, la resistencia criolla fue eficaz
y su presencia en el Río de la Plata fue efímera. Esto significó una nueva victoria para las fuerzas
criollas y una nueva señal de que la corona española estaba debilitada y no podía ocuparse del
cuidado y control de sus colonias como antes. Estas invasiones indicaban la profundización de la
disputa militar entre Inglaterra y Francia, siendo España aliada de esta última; pero, ¿hasta cuándo
esa alianza?
Desde 1799, Francia con Napoleón a la cabeza, transitaba un periodo de expansión por Europa
continental. Con la excusa de expandir la revolución y derrocar el “antiguo régimen”, se dirige
hacia Portugal, solicitando a la corona española el ingreso a sus tierras para invadir los dominios
lusitanos. El permiso de acceso, a lo que parecía ser un aliado, devino en una invasión militar que
provocó la caída y encarcelamiento del sucesor al trono español Fernando VII en 1808 y la toma del
poder por parte del hermano de Napoleón, José Bonaparte. Esta situación deja un vacío del poder
monárquico en España que intenta cubrirse con diferentes juntas de gobierno en ciudades como
Sevilla y Cádiz que luego serían derrocadas por los franceses.
Con la monarquía suspendida y España tomada bajo poder francés, el panorama colonial cambiaba
radicalmente. Empero, a diferencia de la actualidad, las noticias tardaron en llegar a una Buenos
Aires atravesada por la crisis monárquica. Algunos criollos sospechaban que algo sucedía en
España y Europa, ya que la monarquía portuguesa arribó en 1808 a sus colonias en Brasil. Más
tarde, se informarían de la invasión napoleónica a España, la caída de la monarquía y la
conformación de la Junta de Sevilla a la que no reconocerían como autoridad central.
Para mayo de 1810, Belgrano, uno de los exponentes de la revolución, toma conocimiento de que
todo el territorio español está bajo dominio francés y que las autoridades de Sevilla estaban
depuestas al igual que la monarquía. En ese mes tan emblemático, muchas incógnitas giraban
alrededor de los grupos criollos y españoles, ¿quién ejercía el poder ahora sin rey y sin junta?, ¿qué
pasaba con el cargo de virrey designado en 1809 por la junta de Sevilla?, ¿seguía teniendo validez?,
¿eran los españoles los encargados de decidir o era el momento de la participación criolla?
Entonces, la historia es conocida, el 25 de mayo de 1810 en un cabildo abierto se decide conformar
una junta presidida solo por criollos, sin ninguna presencia española. De aquí en adelante, el camino
es sinuoso, cargado de disputas, enfrentamientos militares e ideas sobre qué hacer con un territorio
gobernado por un rey, hasta el momento, preso. ¿Por qué hablar de Revolución?, ¿cómo
autogobernarse?, ¿qué proyecto de país construir?, serían interrogantes que se resignificarían a lo
largo de todo el siglo XIX.

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