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Terapéutico
Trabajo Práctico Grupal
-Módulo IV-
Carolina Suarez
Jorge Córdoba
scarosuarez@gmail.com
2612129602
jorge5691@gmail.com
2612598829
GRUPO CONGRESO ACOMPAÑANTE TERAPÉUTICO -MÓDULO IV-
Carolina Suarez/Jorge Córdoba
TRABAJO PRÁCTICO
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Criterios de evaluación:
Manejo de la bibliografía
Manejo de vocabulario específico
Coherencia y cohesión textual.
Bibliografía utilizada ( indispensable citarla al final del trabajo)
Capacidad de Interpretación y reflexión crítica.
Título
Autor/a (Apellido y Nombre, DNI., Dirección Postal, Tel. Mail).
2. Formato del texto:
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bibliotecas en las cuales acceder a mayor material que posibilite el aumento de los recursos de
conocimiento.
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EL ACOMPAÑANTE TERAPÉUTICO,
COMO PUENTE
HACIA UNA IDENTIDAD RECUPERADA
U n buen equipo de salud interdisciplinario planteará un tratamiento sobre el concepto
de salud acordado en la Carta Magna de la OMS (1946), que la define como el estado
de completo bienestar físico, mental y social; y no solo como la ausencia de enfermedad.
Se podría decir entonces, que la ruptura en el equilibrio de alguno de estos aspectos
provocaría enfermedad.
Coincidimos con Pulice (2011) en la crítica que postula frente la sexta función general
del AT establecida por Kuras y Resniky en cuanto a que este no debería representar al
terapeuta en su función. Según la teoría de Liberman, existen diferentes tipologías o
estructuras nosológicas: esquizoidía, ciclotimia, organoneurosis, personalidades
psicopáticas, neurosis obsesiva, histeria de angustia de carácter fóbico e histeria de
conversión de carácter histérico, que configuran el rol del terapeuta en la relación
trasnferencial con el paciente.
La nueva mirada objetiva del mundo proporcionada por ese Yo-auxiliar, provocaría en el
paciente ya fortalecido la recuperación (parcial o total) de las habilidades de
autodeterminación consideradas por parte de la OMS como uno de los principales
elementos innegociables del ser humano que orientan la reestructuración de la
personalidad.
RECUPERAR LA AUTONOMÍA
Los objetivos que se plantean ante un posible tratamiento surgen de la valoración de los
profesionales, pero tal lo cita Pulice (2011), en ocasiones, estos son formulados por la
misma familia que en su lógica ignorancia entienden como prueba de recuperación la
funcionalidad del paciente: que pueda trabajar, que se bañe, que coma o que pueda
estudiar. Si bien tales objetivos darían resultados en una de las múltiples aristas de la
reinserción del paciente al medio al cual pertenece, se le dificultaría al equipo poner en
valor el resto de las variables que conforman el equilibrio soma, psique y ethos. De algún
modo, en esta confrontación de objetivos el dispositivo sí produciría efectos, pero tales
efectos serán muy diferentes dependiendo de cómo estén orientados.
Para lograr el nivel adecuado de autonomía se deberá tener en cuenta las dimensiones
propuestas por Schalock constatadas en diversos estudios transculturales en el campo de
la salud mental, la educación, la discapacidad, la salud y las personas mayores (Schalock
y Verdugo, 2002): el bienestar emocional, las relaciones interpersonales, el bienestar
material, el desarrollo personal, el bienestar físico, la autodeterminación, la inclusión
social y los derechos.
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EL SENTIDO DE LA AUTODETERMINACIÓN
Habilidades de autorregulación
Autoconciencia y autoconocimiento
DISCAPACIDAD
Debora Diniz, Lívia Barbosa y Wederson Rufino dos Santos (2007) en su documento
Discapacidad, derechos humanos y justicia, traducen a la discapacidad como la opresión
al cuerpo con deficiencias: el concepto del cuerpo con discapacidad o persona con
discapacidad deben ser entendidos en términos políticos y ya no estrictamente biomédicos.
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Es de la interacción entre el cuerpo con deficiencias y las barreras sociales que se restringe
la participación plena y efectiva de las personas. El concepto de discapacidad, según la
Convención, no debe ignorar las deficiencias y sus expresiones, pero no se resume a su
catalogación. Tal redefinición de discapacidad es una combinación entre una matriz
biomédica, que cataloga las deficiencias, y una matriz de derechos humanos, que
denuncia la opresión.
Los conceptos anteriormente formulados por la ONU, puestos en tela de juicio por
Foucault (2004) sirvieron de prueba que la desventaja, según dice Diniz (2009) no es
inherente a los contornos del cuerpo, sino al resultado de los valores, actitudes y prácticas
que discriminan el cuerpo con deficiencia.
Es por ello que con el modelo social, la discapacidad pasó a ser comprendida como una
experiencia de desigualdad compartida por personas con diferentes tipos de deficiencias.
Kittay (1998) postuló que era preciso desafiar la cultura de la normalidad. La CIF
redefinió la discapacidad como un concepto que abarca las deficiencias, limitaciones de
actividades o restricciones de participación.
Entendemos que frente a lo expuesto la ejecución de los tratamientos dispuestos por los
equipos interdisciplinarios no será suficiente si el Estado no logra establecer políticas
claras, más que de normalización de la persona con discapacidad.
ADICCIONES
Si bien entre los criterios compartidos por los distintos gobiernos y Estados Nacionales,
se destaca la focalización de la prevención y el tratamiento en grupos de mayor
vulnerabilidad social, la progresiva municipalización de la prevención, la creación de
sistemas de información respecto del consumo, producción y tráfico y una legislación que
permita mayor eficacia de las acciones de control sobre la oferta de drogas y delitos
conexos, prevalece el paradigma abstencionista:
Prohibición Penalización
Estigmatización
Se debe tener una mayor precisión de la racionalidad vigente en torno a la cuestión de las
drogas, dice Tokatlian y condice con Boiero: cualquier alternativa no prohibicionista debe
ser ética y socialmente muy consistente, porque se está ante un fenómeno en el cual ni los
mejores argumentos económicos, políticos, médicos o sociológicos han generado un
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GERONTOLOGÍA
Sin duda cada sociedad constituye su propia concepción acerca de este concepto. En este
entramado el adulto mayor enmarca su identidad que va a funcionar como una interfase
para sí como para el otro, ya que permite activar ambos aspectos en un solo movimiento
simultáneo.
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En este contexto tan complejo resulta necesario el cuidado del adulto mayor enfocado
profundamente a su persona y dignidad como ser humano; ya que son más vulnerables a
recibir un trato que no respete su dignidad. Es por ello que el terapeuta debe proporcionar
un clima de actitudes psicológicas favorables, tales como:
Pontalis (2016) dice: “La vida es inquieta, el suelo tiembla bajo nuestros pasos” y es en
esta toma consciente de la impermanencia en donde Erikson (2000) sostiene que “La
sabiduría conseguida en la vida tardía consiste en la habilidad para mantener una narrativa
coherente del curso de la vida, en el cual el pasado recordado, el presente experimentado
y el anticipado futuro sean entendidos como problemas a ser revisados más que como
resultados a ser asumidos”. Es decir, la sabiduría implica un saber cierto sobre la
incompletud del ser, pero que a la vez posibilita rearticular un relato que sostiene el deseo
de vivir, una posición de desapego por la vida misma frente a la propia muerte.
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A MODO DE CIERRE
Es crucial, entonces, que este dispositivo enmarque su tarea dentro de los lineamientos de
la ética para evitar la homogenización de las singularidades de cada uno de los sujetos en
tratamiento; homogenización que lleva a estandarizar patologías y tratamientos y que
refuerza las faltas que comete la sociedad en desaparecer y convertir a nuestros pacientes
en meros objetos de cuidado o en seres excluidos, ya sea por su condición de
discapacitados, adictos o por encontrarse dentro de la franja etaria ilógicamente más
excluida: la ancianidad.
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Bibliografía