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- SEMINARIO DE PSICOLOGÍA TRANSPERSONAL: LIBERAR LO CONDICIONADO -

Módulo 2

El Llamado Interno:
La necesidad de Autorrealización

Docente: Lic. Virginia Gawel www.centrotranspersonal.com.ar

Objetivos del Módulo 2:

 Abordar los conceptos esenciales que dan contexto al trabajo so-


bre sí mismo desde el enfoque Transpersonal.
 Proveer herramientas prácticas para investigar en sí mismo el fe-
nómeno de la mecanicidad bajo sus distintos aspectos.

Ítems a desarrollar en este Módulo:

La evolución de la conciencia. Hacia el despertar. Desde la esclavitud ha-


cia la libertad. Nuestras cárceles: Los contenidos inconscientes. Los con-
dicionamientos socioculturales. La mirada de los demás. El tipo psicofísi-
co. El cuerpo. Las consecuencias de nuestros propios actos. Ejercicios de
autoconstatación de cada uno de estos ítems. ♣

"A mayor investigación, mayor despertar;


a menor investigación, menor despertar;
sin investigación, ningún despertar."

PROVERBIO ZEN .

 CENTRO TRANSPERSONAL DE BUENOS AIRES. Todos los derechos reservados.

1
La evolución de la conciencia

La Psicología Transpersonal es
fundamentalmente una Psicología e-
volutiva. Pero no se enfoca sola-
mente en las transformaciones psi-
cológicas que se dan en todo indivi-
duo a medida que maduran su siste-
ma nervioso y sus capacidades cognitivas (como podría ser el modelo de
Jean Piaget). Incluye esa concepción, abarcándola, pero se extiende
más allá de ella, para abordar aquello que trasciende el Ego (de allí el
nombre de Transpersonal).…………………………………………………….………………….-
……………… .............................................................
Esto implica que hay una serie primaria de estadios del desarrollo
que implican la paulatina constitución de un Ego, una individualidad que
puede discernirse respecto del entorno. Con mayor o menor nivel de inte-
gración, todo ser humano con capacidades cognitivas standard desarrolla-
rá su psiquismo hasta definir su personalidad. Las distintas escuelas de
Psicología de Occidente se fueron focalizando en ese nivel del desarrollo
evolutivo, y en las psicopatologías vinculadas a esta franja personal. Sin
embargo, el ser humano tiene como posibilidad innata la de experimentar
niveles de conciencia que van más allá del Ego (los cuales no son sólo
privativos de los místicos, sino que, ya sea en forma transitoria o es-
table, y desde ciertos requerimientos, toda persona puede vivenciar).

Cuando se hace referencia a las Psicologías de Oriente, es bastante


común que se las asocie exclusivamente con lo transpersonal. Sin em-
bargo, ése es un concepto erróneo: ya sea que hablemos del Yoga, del
Budismo, del Sufismo, del Taoísmo o de cualquier otra Fuente, todas re-
marcan la indispensabilidad de conocer profundamente los mecanismos
de la propia egoidad como paso ineludible para desplegar una trans-
personalidad sana. De no ser así, el supuesto camino espiritual que un in-
dividuo pretenda desarrollar, evitando lo no resuelto en su persona-
lidad, le traerá aparejados múltiples trastornos y confusiones que nece-
sitarán se rectifique el desvío.

Una de las principales características de los niveles de conciencia


trans-egoicos es que posibilitan la experiencia de reconocerse como
parte del Todo, atisbando un Orden, un Sentido inherente a la realidad,
que desde el Ego recortado no se puede percibir. Como antes le decía, es-

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to puede experimentárselo por un instante, ya sea a través de una si-
tuación extraordinaria (tal como un accidente, un parto, un sueño), o bien
en medio de la vida cotidiana (como un sobresalto de la conciencia res-
pecto de su promedio habitual), o también mediante algún tipo de ejer-
citación que propicie ese estado visionario (meditación, hiperventilación, u
otro tipo de ejercicios). En ese caso estaríamos hablando de una modi-
ficación funcional, fuera de lo común para el nivel de conciencia de ese
individuo en particular. Pero también puede darse como modificación es-
tructural, lo cual implicaría que la identidad establecería su eje en
ese nivel de percepción lúcida, no siendo ya sólo un momento circuns-
tancial, sino el lugar desde donde el individuo se vivencia a sí mismo y a
la realidad toda.

Enseguida veremos juntos más en detalle estas nociones, que tie-


nen una importancia fundamental para transitar este camino…

PARA OBSERVAR JUNTOS: Antes de seguir desarrollando estos


conceptos, quisiera invitarle a que consideremos esta idea: al
poner la intención en conocernos a nosotros mismos, nos de-
mos cuenta o no, estamos conectándonos con hombres y mujeres de to-
das las épocas que abocaron sus vidas a la búsqueda del Conocimiento:
en las ciudades y en los monasterios, en los desiertos y en las montañas,
siempre hubieron seres que se empeñaron en comprender. (A ellos tam-
bién les debemos que estos aprendizajes nos sean hoy accesibles con mu-
cha mayor facilidad.)

A partir del trabajo que hemos iniciado en este grupo, también no-
sotros iremos conformando una red humana, acompañándonos recípro-
camente en nuestros descubrimientos internos. En este mismo momen-
to, mientras Ud. lee estas palabras, sus compañeros de grupo (dentro del
cual me incluyo), más allá de las distancias geográficas, estamos en
consonancia, trabajando sobre los mismos conceptos y ejercicios, du-
rante toda la semana. Sienta esa presencia, esa compañía, pues es
muy real... Y, por supuesto, también Ud. está siendo compañía para cada
uno de sus compañeros de camino. Esa sensación de presencialidad la
iremos construyendo entre todos, cada vez con más nitidez a medida que
interactuemos en este trabajo conjunto.

Algo que puede resultarle de utilidad para conectarse con ese lugar
interno desde el cual Ud. está potenciando su conocimiento de sí, es un
ejercicio de Imaginación Activa consistente en lo siguiente: estando en
calma, en un lugar donde pueda relajarse, permítase mirar hacia adentro,
centrándose en observar su respiración. No la modifique: simplemente
siéntala, hasta que su propio cuerpo genere un suspiro profundo y re-

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lajante. Más allá de la agitación inicial, deje que poco a poco vaya na-
ciendo cierta calma...

Luego, construya en su mente un espacio imaginario, el cual será su


recinto de trabajo: visualícelo en detalle, dándole las características que
Ud. quisiera que tuviese: silencio, calidez, contención... Observe todos los
detalles del espacio que vaya construyendo dentro suyo: colores, tex-
turas, formas, olores...

Cada vez que lo desee o lo necesite, podrá ingresar a ese recinto.


Visualizarlo y ubicarse imaginariamente en él podrá aportarle serenidad,
concentración, ya sea para generar en cualquier momento del día algo así
como un “regreso hacia sí mismo”, o bien como paso previo a realizar
alguno de los ejercicios que le proponga (escribir su diario, desplegar una
revisión interna, o aún leer el material didáctico que le vaya convidando).
Al hacerlo, su Inconsciente sabrá que esa señal implica ubicarse en un
estado, en una actitud que cada vez le será más familiar, más conocida. Y
ese recinto de trabajo podrá ir con Ud. donde sea que vaya, hasta cuando
Ud. mismo lo decida. El fundamento de esta práctica es la memoria
estado-dependiente (como le llama el Dr. Ernest Rossi): evocar esa
imagen dejará más disponible los aprendizajes que su Inconsciente pro-
fundo vaya entretejiendo día a día…

 Hacia el Despertar:

¿Recuerda cuando en el Módulo anterior hablábamos de las jerarquías


de desarrollo? En ese momento, al definir la falacia pre/trans, le decía
que podían graficarse los distintos niveles de conciencia de la Humanidad
agrupándolos como en una pirámide, en cuya base se alinearían las per-
sonas con menor desarrollo interno, y en su cúspide aquéllas que habían
alcanzado la sabiduría más honda…

Cada uno de los peldaños ascenden-


tes de esa pirámide implicaría un mayor
grado de claridad, de objetividad en la
percepción de sí y de la Realidad. Es para
ello que trabajan sobre sí mismos los
monjes y aprendices de cualquier sistema
de desarrollo interno: en verdad, una me-
todología podría definirse como algo serio cuando acompaña al individuo a
ser cada vez más lúcido, y, con ello, más responsable de su propia vida y
de su entorno. Los seudo-caminos, en cambio, se caracterizan por instar
a “desarrollar poderes”, vivir “experiencias espirituales” que suelen cons-
tituir con frecuencia más bien un desvío del verdadero Camino. La ten-

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tación de este tipo de oferta golpea directamente en las necesidades de
un Ego desnutrido, que busca sentirse importante a través del “desarrollo
espiritual”. (Ya volveremos a este ítem cuando nos enfoquemos sobre el
tema del Ego en particular...)

La metáfora universal por excelencia, que describe el ascenso a lo lar-


go de esa pirámide, es la que señala que el nivel de su base implicaría el
estar dormido, y llegar a su cúspide implicaría el despertar total (de
hecho, eso es lo que significa el nombres Buda: iluminado, despierto). En
el trayecto desde la base hasta la cúspide habrían distintos grados del
despertar (que la Psicología Transpersonal clasifica en estadios bien defi-
nidos, como veremos en otro momento).

Lo cierto es que este fenómeno del estar dormido es mucho más


que una simple metáfora: estar en la inconsciencia de sí puede defi-
nirse prácticamente como un sueño literal, en el cual el individuo sólo
percibe sus propias proyecciones internas en el exterior, y desconoce sus
verdadera constitución interna, los mecanismos que mueven su conducta.
Tanto en el Hinduismo como en el del Budismo, a este estado de sueño-
despierto se le llama Maya (Ilusión). La mayor parte de la Humanidad
vive en ese estado: un verdadero trance hipnótico desde el cual los se-
res humanos trabajamos, nos enamoramos, nos matamos los unos a los
otros, sufrimos, depredamos al planeta... El Camino significa ir rasgando
los múltiples velos de la Ilusión, acrecentando con ello la objetividad
respecto de sí mismo y de todo lo que existe.

Es ése un largo, muy largo Camino, al cual todos estamos llamados,


pero no siempre escuchamos ese Llamado...

UNA PROPUESTA: Aquí, con todas mis ganas, acompañándole a


realizar una revisión interna. (Puede hacer este ejercicio sim-
plemente visualizándolo, o bien escribiéndolo en su Diario de
Trabajo). Las personas que, como Ud. o como yo, buscamos a
lo largo de la vida un Sentido Trascendente, solemos recorrer un largo ca-
mino de aciertos y desaciertos. En la sabiduría antigua se dice que quie-
nes están movidos por esa necesidad de encontrar respuestas, sienten
"el Llamado": un anhelo muy profundo, persistente en el tiempo, que
nos impulsa a pesquisar las huellas de lo Verdadero. Así también lo no-
minó el entrañable Mitólogo Joseph Campbell al hablar de “El Viaje del
Héroe” como aquel proceso mediante el cual nos desplegamos poco a po-
co…

Y ese camino lo vamos haciendo desde el lugar interno en el que es-


tamos, es decir, desde la ignorancia, la inexperiencia, la falta de discer-

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nimiento. Ello implica que iremos, como en un laberinto, avanzando y re-
trocediendo, gestando hallazgos y también queriendo conquistar espejis-
mos. Nos acontecen descubrimientos, ilusiones y des-ilusiones, autoen-
gaños, transformaciones personales... Por eso se le llama, justamente, “El
Viaje del Héroe”: hace falta mucho coraje para animarse a la travesía,
encontraremos guías verdaderos y otros falsos que nos confundirán. Su-
friremos, lucharemos, querremos desistir... Sin embargo, dentro nuestro
la inquietud de comprender no nos deja en paz, y reiniciamos el Intento
una y otra vez, una y otra vez...

Y hay algo que es muy claro en ese proceso: podrán ayudarnos, po-
drán acompañarnos, pero nadie, nadie podrá transitar el Camino en
nuestro nombre: sólo uno mismo puede llevarse a sí mismo hacia el ir
despertando, con todos sus riesgos y todas sus bendiciones.

Para investigar cómo se ha ido dando ese proceso en su propia vida,


por favor, imagine una línea de tiempo tendida desde el momento en
que Ud. nació, hasta el día de hoy. Trácela sobre un papel, y divídala
marcando cada década, y busque dentro de sí la siguiente información:
teniendo frente a sí esa Línea del Tiempo que ha constituido su vida hasta
el momento presente, visualice cuáles fueron los hitos principales en su
Camino: aquellos hechos, personas, cursos, libros, viajes... situaciones
todas que dejaron su marca en su propio Viaje del Héroe. Señale en su
gráfico cada uno de esos puntos. Dese tiempo: seguramente el diagrama
originario se vaya completando con nuevos recuerdos que Ud. evoque en
el transcurso de este Seminario.

Una vez que haya marcado esos hitos, observe si hay algo en par-
ticular que le llame la atención: ¿qué aprendizajes, qué desilusiones, qué
descubrimientos le otorgaron cada uno de esos hitos? Tal vez encuentre
tramos de su vida en los que suspendió su Búsqueda. ¿Qué fue lo que le
provocó ese desvío? Y por último: ¿qué rasgos suyos se fueron mo-
dificando a lo largo del Camino? Que le resulte provechoso!

 El trance consensual:

Ir y venir, sentir, pensar, hacer y deshacer...


sin embargo, como dicen los sufis, "no hay nadie":
la vida de la mayoría de las personas simplemente
transcurre, sin un verdadero darse cuenta de
quién se es, de cómo se es, ni de lo que sucede.
Sólo acontece por sí mismo, mecánicamente.

A partir del momento en que nacemos, o qui-


zás aún antes (estadio pre-personal) comenzamos

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a recibir los condicionamientos de nuestro entorno (nuestra familia y la
cultura en la cual hemos nacido). Estos condicionamientos tienen tal
poder en nuestro psiquismo, que van moldeando nuestra percepción del
mundo y de nosotros mismos, gestando una identidad adquirida. Ello
implica que, comúnmente, cuando una persona dice "yo", en general se
esté refiriendo a algo que no es su verdadero Sí Mismo, sino una es-
tructura psicológica postiza, que produce la represión de nuestra real
identidad esencial (luego volveremos con más detalle a este concepto).

Nuestras ideas, nuestros gustos, las nociones de lo que es correcto o


incorrecto, el criterio de lo que es "normal" y de lo que no lo es, genera
una tendencia a deformar nuestra percepción de la realidad externa
y de quiénes somos. Ese modo es a la vez personal (del propio indi-
viduo, según su historia, su tipología de base, y otros factores), y co-
lectivo (según la cultura en la cual se de-
sarrolle).

Charles Tart le llama a este estado


de sueño, personal y colectivo, con un
nombre muy contundente: trance con-
sensual (aludiendo a que es un sueño
que se comparte con los congéneres, y del
cual nadie se percata: la mayor parte de
las personas vive como hipnotizada, pero no lo sabe). (1)

Veamos cómo describe este fenómeno existencial el filósofo budista


Nagarjuna (siglo II):

"No existe la realidad en los sueños pero, mientras uno sueña,


cree en la realidad de las cosas que ve en el sueño. Cuando des-
pierta, reconoce la falsedad del sueño y se ríe de sí mismo. De la
misma manera, en el estado soñador de la existencia encadenada,
el hombre cree en cosas que no existen. Pero cuando haya en-
contrado el camino, entonces, en el momento de iluminación, com-
prende que no existe ninguna realidad en estas cosas y se ríe de sí
mismo... El hombre, debido al estado soñador, resultado de la ig-
norancia, cree en la existencia de toda clase de cosas que no exis-
ten..." (2)

Si buscamos este mismo concepto en la tradición cristiana (más allá


de su contexto religioso, atendiendo a su aspecto simbólico-psicológico),
encontramos en los Evangelios:

"Mirad, velad: porque no sabéis cuándo será el tiempo. Como


el hombre que partiendo, dejó su casa, y dio facultad a sus siervos,

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y a cada uno su obra, y al portero mandó que velase. Velad, pues,
porque no sabéis cuándo el señor de la casa vendrá." (3)

Contemporáneamente, podríamos decir que en este estado de sue-


ño el hombre funciona como una máquina: cree que tiene pensamiento
propio, que decide, que hace... Sin embargo,
más que “hacer”, todo le sucede. Con la pecu-
liaridad de que, mientras “le sucede”, no se da
cuenta de que está viviendo desde sus auto-
matismos: cree tener conciencia de sí, pero ac-
túa como si fuera un robot.

Cuando miramos hacia atrás, en nuestra pro-


pia historia, con frecuencia podemos ver que en
distintas etapas creíamos tener plena noción de
quiénes éramos y de por qué hacíamos lo que
hacíamos... para darnos cuenta, recién mucho
después, de que estábamos presos de mecanis-
mos no-conscientes, que nos impulsaban a actuar de esa manera y no de
otra. ¿Puede Ud. registrar este fenómeno en la historia de su propia vida?

EXPLORACIÓN VIVENCIAL: Antes de proseguir con este concepto


central de la Psicología Perenne, quisiera proponerle un ejer-
cicio (pues todo conocimiento puede ser considerado como tal
solamente cuando se ha vuelto una experiencia propia). A esta
práctica se le llama revisión de conciencia. Tiene distintas
versiones en las diferentes Tradiciones (por ejemplo, entre los ejercicios
de San Ignacio de Loyola, las prácticas pitagóricas o en el Budismo Tibe-
tano). Ésta podría considerarse una variable laica, que puede implemen-
tarse más allá de todo credo.

Consiste en lo siguiente: hacia el final del día, antes de irse a dor-


mir, ubíquese en algún lugar tranquilo, donde sea menos probable que
nadie vaya a interrumpirle. Alineándose con el ritmo de su respiración,
permita que poco a poco la atención se vuelva más estable, más pene-
trante, observando los contenidos de su conciencia (pensamientos,
emociones, sensaciones...).

Vaya ahora con su atención hacia el inicio del día, y trate de re-
cordar de qué modo inició la jornada: qué sensaciones, qué emociones o
pensamientos se movieron en Ud.. A partir de allí, el ejercicio consiste en
“pasarse la película” mental de todo lo que sucedió dentro suyo a lo largo
del día, siguiendo la cronología de los acontecimientos, hasta ese mismo
momento de la noche, en el que Ud. está realizando la práctica.

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Más que recordar meramente los acontecimientos, se trata de ob-
servar retrospectivamente qué le sucedió, qué se movilizó dentro suyo
ante cada uno de ellos: qué le disparó internamente cada situación.
No es raro que a lo largo del ejercicio se produzcan desvíos mentales y
distracciones. Si esto le pasa, procure gentilmente (sin ser áspero o exi-
gente consigo mismo) volver la atención hacia su “película”.

¿Cuál es el sentido de este ejercicio? Por un lado, haciendo esta re-


visión Ud. seguramente observará lapsos de tiempo más o menos pro-
longados donde hay ausencia de conciencia
de sí: puede que no recuerde en absoluto qué
es lo que sucedió durante varias horas del día, o
bien que se recuerde a sí mismo totalmente
“tragado” por las situaciones, con escasa auto-
percepción. En esos momentos, desde la noción
que recién le compartía, podría decirse que se
está sumergido en el sueño: se es, como
dicen los sufis, “un hombre dormido”, ausente
de sí mismo, que vive, ama, hace… mecánica-
mente.

Realizar esta revisión retrospectiva ayuda


a que al día siguiente pueda haber algo más de conciencia de sí dentro de
la mecanicidad cotidiana. Y es particularmente importante revisar aquellos
patrones de conducta que reconozcamos como más habituales: los que se
repiten por sí solos, sin que nos demos cuenta. (En la labor terapéutica
desde este enfoque puede ser muy útil acompañar al paciente a revisar
mecanismos internos repetitivos, con la guía del terapeuta: es como
“prestarle conciencia” a ése que se es en la vida cotidiana, sondeando en
profundidad qué es lo que hace, piensa y siente en cada momento.
Recordemos que un propósito central de este modelo clínico es el de
acrecentar la conciencia de sí en cada instancia vital.)

Ejercitarse en esta práctica va generando también un mecanismo


semi-inconsciente que permite, durante la vida cotidiana, darnos cuenta
de que no nos estamos dando cuenta: tomamos conciencia de que es-
tamos inconscientes, dormidos, automatizados. A lo largo de este camino
que estamos emprendiendo juntos, con gusto le compartiremos distintas
estrategias para acrecentar la conciencia de sí en medio de la vida.

Desde la esclavitud a la libertad

Otra metáfora que representa la situación del ser humano corrien-

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te, tan antigua como la Humanidad misma, es la que muestra al hombre
en situación de esclavitud. Y la meta de la Trascendencia es llegar a ser,
como se dice en Oriente, un “liberado viviente”. Esa expresión, que puede
tener ribetes misteriosos, en principio alude a algo muy concreto y cons-
tatable por uno mismo: ir despertando significa ir siendo, cada vez en
mayor medida, dueño de sí.

La situación psicológica de “esclavitud” implica que se está preso


de quien mecánicamente se es: uno mismo es el carcelero, uno es la
cárcel, y uno es el recluso. Tal como el príncipe Segismundo cautivo en
una torre, en el poema "La vida es sueño", de Calderón de la Barca,
nuestro Ser es un prisionero que no puede ver la luz. ¿Qué es lo que esto
significa? ¿De qué es que estamos presos? Para que este concepto no sea
abstracto o meramente filosófico, voy a citarle los principales factores de
los cuales estamos cautivos, y con los que le invito a trabajar de un modo
bien concreto:

 De nuestros contenidos inconscientes:

Los registros que guardamos por debajo de nuestro umbral de


conciencia, disparan conductas automáticas externas e internas. Este
punto es uno de los que más claramente ilustra la hipnosis en la cual vivi-
mos sumergidos. Veámoslo un poco más en detalle dando un ejemplo.

En los tiempos de Charcot, durante los albores de la Psiquiatría,


cuando se aplicaba la hipnosis clínica clásica en los tratamientos, solía
demostrársele al paciente la eficacia de las órdenes post-hipnóticas de la
siguiente manera: mientras el paciente aún estaba en trance, el psi-
quiatra le condicionaba para que, cuando terminara la sesión, al chas-
quear él sus dedos, se levantara y se pusiera el sombrero inmedia-
tamente.

Hacia el final del encuentro, estando entonces ya el paciente des-


pierto, de pronto, en medio de la conversación, el psiquiatra chasqueaba
sus dedos y... el paciente se levantaba súbitamente, se dirigía hacia el
perchero y se ponía su sombrero. Al ha-
cerlo, él mismo quedaba sorprendido por
la irracionalidad de su propia conducta.
¿Qué hacía entonces? Muy simple: se
justificaba (diciendo cosas como "me
dio frío", o "me tengo que ir".) En ese
momento el psiquiatra le explicaba el
truco, diciéndole que le había dado una
orden post-hipnótica que él había cum-
plido sin poder elegir no hacerlo.

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Bien: así funcionamos todos los días. Las "órdenes post-hipnó-
ticas" las fue sembrando en nuestro Inconsciente la vida misma, dejando
traumas, complejos, condicionamientos. Y cuando cualquier hecho del
presente "chasquea los dedos", gatillando exactamente en esas zonas no
resueltas, -emocionalmente cargadas-, reaccionamos desde aquellas vie-
jas pautas inconscientes, compulsivamente, "en automático": una
actitud, un pensamiento, un sentimiento que no sabemos de dónde vie-
ne... Y, al igual que el paciente poniéndose el sombrero, lo que hacemos
es justificarnos, construyendo falaces explicaciones (para nosotros mis-
mos o para los demás) sobre por qué hemos actuado así

Del mismo modo que lo que podía observarse en ese experimento


psiquiátrico, cuando comprendemos desde dónde tiene poder el "hechi-
zo", cuál es el fundamento de su eficacia, podemos empezar a estar li-
bres de él, a ser cada vez más conscientes de nuestra reacción, a dis-
cernir cuánto corresponde al hecho presente y cuánto se nos disparó
desde el pasado, a hacernos cargo de nuestras justificaciones... Pode-
mos reconocer qué es lo que nos disparó el patrón interno automático: un
gesto del otro, una situación con determinadas características, un olor,
una palabra... No es una tarea fácil: lleva toda la vida. Sin embargo, pro-
bablemente no hay labor más valiosa que un ser humano pueda hacer por
sí mismo. Puedo compartirle al respecto un comentario de una alumna de
hace muchos años, tratando de explicarle a una amiga para qué servía
este tipo de trabajo sobre sí mismo: "Sirve para que tu pasado no se
convierta en tu futuro". Muy claro, ¿verdad?

UNA PROPUESTA: Quisiera ahora convidarle un ejercicicio vincu-


lado con este último punto. En este caso, se trata de una
práctica que requiere de mucha atención, y de una fuerte
intención de autoobservarse. ¿Cómo saber si estamos reac-
cionando desde una carga inconsciente del pasado, disparada por un
estímulo del presente (que es la matriz misma de nuestras “reacciones
post-hipnósticas)?

Discernir este fenómeno psicológico necesita de una suficiente dosis


de alertidad, pues el mecanismo en sí es instantáneo. Si bien en cualquier
momento del día y de nuestra vida podemos estar actuando digitados por
pautas inconscientes, algo que resulta más evidente a la autopercatación,
es cuando la respuesta interna resulta exagerada en relación al estímulo
que la provoca. Claro que, en general, es más fácil darse cuenta de que
una reacción es exagerada cuando es otro quien la tiene, ¿no es cierto?
Notamos que evidentemente está enojándose por demás, o que tiene
un miedo sobredimensionado para lo que es la situación en sí, o que se le

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ha despertado excesiva simpatía por alguien que ni conoce, o bien que se
angustia y se mortifica por algo que no valía la pena...

Bien: con la misma claridad con que uno puede observar a los de-
más, podría llegar a observarse a sí mismo. En principio, cuando una e-
moción es muy intensa (ira, miedo, enamoramiento, decepción, ansie-
dad...) es bastante probable que, detrás de ella, haya una programación
inconsciente que se ha disparado: la vida ha “chasqueado los dedos”...y
nos estamos poniendo el sombrero! Acto seguido, es muy probable que
nos justifiquemos. (Véalo de frente: trate de darse cuenta de qué pau-
ta interna se ha accionado. Quizás un 20% de la reacción que Ud. está
teniendo, sí es proporcionalmente acorde a lo que acaba de sucederle en
el aquí y ahora. Trate de discernir, entonces, ese 80% que no co-
rresponde al presente.)

Poder hacer este discernimiento, so-


bre todo en las relaciones interpersonales,
es vital para que no se contaminen con car-
gas afectivas del pasado. Y si la reacción ya
sucedió... puede ser sumamente importan-
te, al menos en los vínculos íntimos, comu-
nicarle al otro sobre ese 80% que le hemos
puesto encima... El hacerse cargo de los
mecanismos que a uno se le disparan, pue-
de oficiar de factor clave para sanar viejas
heridas, y construir algo nuevo de verdad. De no ser así, ambos inte-
grantes de la relación seguirán siendo desconocidos el uno para el otro...

 De los condicionamientos socioculturales:

Cuanto más mecánica es una persona, más está digitada por el


entorno, y menos determinada por sí misma. Con ello, es altamente
manipulable en cuanto a sus decisiones, su estilo de vida, sus gustos y
preferencias, su percepción selectiva de la realidad. (En este aspecto del
“estar dormido” hacen pie la publicidad, la propaganda y las modas, ob-
viamente!). Si nos diéramos cuenta de cuántos de nuestros contenidos
mentales nos son realmente ajenos (implantados desde el afuera),
podríamos advertir qué poco “uno mismo” es eso a lo cual llamamos
“yo”...

Por el contrario, la persona que va cambiando su eje de existencia


para vivir desde su centro esencial, ha hecho una revisión profunda de
sus creencias, de sus pensamientos manufacturados, de sus "opiniones
propias" que en verdad eran parte de la "opinión pública" (de hecho, a los

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periodistas y demás comunicadores sociales se les denomina "formadores
de opinión"!).

Hacer esta revisión puede resultar muy conmocionante: es como si


desguazáramos nuestra mente de todo lo que ha sido "pegado desde
afuera", y muchas veces la sensación es algo así como de que no va a
quedar nada. En el Zen, a este procedimiento se le llama desaprender.
Sin él, funcionamos como computadoras programadas por alguien que no
somos nosotros mismos: nuestros gustos, nuestras tendencias, nuestras
ideas políticas, filosóficas o prácticas, están digitadas por quienes las
orientan hacia donde les conviene según sus propios intereses. Y en ese
sueño colectivo convivimos todos los días con quienes, como nosotros,
"eligen" desde él.

EXPLORACIÓN VIVENCIAL: Poniendo el acento en buscar que cada


concepto sea un experiencia, quiero invitarle a que practique
en su propia vida la observación de este fenómeno que recién le
mencionaba: un modo de ver cómo funcionan estas programa-
ciones ajenas es observar la idea formada que tenemos sobre cualquier
aspecto de la realidad: el dinero, los roles del hombre y de la mujer, la
visión sociopolítica de nuestro país... Y si bien observarse en medio de la
acción es una de las artes más difíciles, ponga atención en aquellos
momentos en que pueda estar viéndose a sí mismo defendiendo una
postura sobre cualquier tema: si mira dentro suyo, probablemente verá
que su mente va a buscar argumentos de discusión a distintas "están-
terías" internas. ¿Quién ha provisto de ideas a esas "estanterías?

Gentil advertencia: volviendo a la primera frase del párrafo anterior,


lo mismo cabría para las nociones sobre estos conocimientos acerca del
mundo interno. Hasta tanto nosotros mismos no seamos los expe-
rimentadores de cada idea enunciada, sólo estaremos repitiendo lo que
otro dijo (un gurú, un escritor, una Tradición, los módulos de este Se-
minario...). De hecho, el modelo de comunicación sectario consiste fun-
damentalmente en que un Otro con "autoridad" nos diga cómo es la
realidad (la de este mundo, y la del más allá!!). En mi opinión, ninguna
línea de autoconocimiento será sana si no estimula el propio criterio, y si
no da lugar a la discrepancia de parte de quien aprende.

 De la mirada de los demás:

Este aspecto de nuestra cárcel psicológica tiene barrotes nota-


blemente gruesos. Así como cualquier animal desarrolla determinadas
costumbres y habilidades en función del hábitat en el cual le toca vivir, el

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mamífero humano va estructurando su personalidad adaptándose al en-
torno. Y lo principal de ese entorno son sus coespecímenes.

Es en función de esos otros que desarrollamos determinados meca-


nismos de defensa que nos son propios.
Cuando el bebé humano comienza a interactuar
con su medio externo, va ensayando distintas
actitudes para vincularse con él, evaluando in-
conscientemente cuáles le resultan más éxito-
sas para sobrevivir (ser amable, duro, seduc-
tor, "pobrecito"...). Estos rasgos de persona-
lidad irán siendo acentuados a lo largo del
tiempo, en desmedro de otros rasgos que
quedarán reprimidos, o subdesarrollados. (Vol-
veremos a este concepto en varias oportuni-
dades, particularmente en el Módulo 3, al hablar
de Esencia y personalidad, y más adelante
cuando desarrollemos la noción de "Sombra".)

Puesto que esos mecanismos nos permitieron adaptarnos al entorno


más o menos exitosamente, y de este modo sobrevivir, justamente por
ello tienen autonomía respecto de nuestra voluntad y de nuestra con-
ciencia: son inherentes a las bases de nuestro comportamiento, estando
ligados a algo tan poderoso como lo es el instinto de supervivencia.
Constituyen la matriz misma de buena parte de nuestro modo de ser. Es
por eso que cuesta tanto darse cuenta de ellos.

Algo similar resulta con la cultura en que nos hemos criado: nada
nos llama la atención en ella, por su familiaridad; pero la mirada de un
extranjero, o un viaje hacia otro lugar del mundo, nos señalará idio-
sincrasias que de otro modo nunca nos habrían sorprendido.

A esto se suma un fenómeno peculiar de nuestra especie: a dife-


rencia de la mayoría de los seres vivientes, el mamífero humano tarda al-
rededor de 20 años en tornarse independiente: así como en otras espe-
cies el ejemplar individual se convierte en un adulto a los pocos meses o
a los pocos años, el frágil cachorro humano requiere de un período muy
largo en el cual dependemos de los demás para existir en este mundo
bajo cierto margen de seguridad. Ello nos condiciona a que esos me-
canismos primarios útiles a la adaptación, echen raíces tan profundas que
hace que resulten muy escurridizos a la autoobservación, y más aún a su
transformación cuando se trata de mecanismos disfuncionales.

En síntesis: somos esclavos de esos automatismos tan pro-


fundamente enraizados en nuestro psiquismo. En tanto no los conoz-

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camos, "los demás", con sus actitudes, con sus presencias y sus ausen-
cias, con sus opiniones sobre nosotros... tendrán un enorme poder sobre
quienes somos, y, más que estar autodeterminados, funcionaremos
siendo determinados por los otros.

Quisiera acompañarle a explorar este concepto desde la experiencia


propia, acercándole una guía para la auto-observación de cómo los demás
determinan aspectos de nuestra conducta (si bien esta tema se irá
completando con otros tópicos que iremos viendo más adelante).

° Ante cada persona con quien nos relacionamos, tendemos a fabri-


car una imagen que desearíamos que el otro se lleve de nosotros: acen-
tuamos ciertos rasgos, escondemos otros, llevamos la conversación hacia
ciertos temas, los cuales describen rasgos nuestros que necesitamos se-
an tenidos en cuenta por el otro (inteligente, indefenso, astuto, culto, “es-
pecial”...). Nuestras palabras, nuestros gestos, la ropa que usamos, los
objetos personales que elegimos... todo conforma en sí un carnet de pre-
sentación. Y cuanto menor conciencia tengamos de ellos, probablemente
más inauténticos seremos al interrelacionarnos, pues esconderemos
aquello que contradiga la imagen que queremos generar en el otro.

Aquí hay una doble trampa: por un lado, estamos presos de la opi-
nión que el otro pueda hacerse sobre nosotros, y, por otro, terminamos
atrapados por la imagen misma: es como si esa imagen tomara po-
sesión de quienes somos (tal como un personaje de teatro que se ins-
talara en la vida personal del actor que lo interpreta). Y por sostener esa
imagen muchas veces generamos un guión vital que no es el nuestro.
(Por ejemplo, si me importa mucho que me vean como servicial y gene-
roso, es muy posible que tenga serias dificultades en decir que no, en pe-
dir lo que necesito, o en cualquier otra conducta que no cuadre con esa
imagen nuestra que hemos asumido excluyentemente.) Observar este fe-
nómeno psicológico requiere de mucha sutileza, de
mucho discernimiento. ¿Cuándo estoy diciendo lo
que digo o haciendo lo que hago para reforzar una
determinada imagen de mí mismo (ante mí o antes
otros)? ¿Qué sentimientos o sensaciones estoy
ocultando (y tal vez ocultándome) para no des-
virtuar esa impresión que quiero producir?

° Observe el acto simple y cotidiano de vestirse


para salir al mundo o para recibir a alguien en su
casa. Mientras elige la ropa (y valdría también esta
observación respecto de cuando está comprándola)… ¿Qué imaginarios
pasan por su cabeza respecto de cómo le verán los demás? Registre

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simplemente eso: el "rollo mental" que se dispara ante el sencillo acto de
"armar el personaje" que va a “salir a escena” ante los demás. ¿Hasta
dónde se permite hacerlo en función de lo que a Ud. mismo le gusta, y
dónde comienza a funcionar el querer ser admirado / envidiado / acep-
tado / deseado / ignorado, considerado como de buen gusto u original,
(etc., etc.)?

° Un último punto (aunque Ud. sabe que podrían haber muchos más):
haciendo un relevo sobre cuáles son los principales temores que tiene
la mayoría de las personas, uno de los que más puntajes suma, y el más
universal en Occidente, resulta ser el temor al ridículo (curiosamente,
es más universal inclusive que el miedo a la muerte!). En el miedo al
ridículo también se pone en juego algo instintivo, fuertemente arraigado:
el temor a ser expulsado de la manada, a ser rechazado y, con ello, a que
peligre la supervivencia (afectiva o biológica). Quizás sea por eso que es-
te miedo es tan ancestral. Sin embargo, corresponde a una parte externa
de nosotros mismos: al Ego.

Estar preso del miedo al ridículo (o, sutili-


zando el concepto, miedo a la crítica, al fracaso, a
"hacer un papelón", a equivocarse...) es estar pre-
so en una cárcel bien estrecha, que se manifiesta
de modos muy concretos: cuando una situación
resulta una amenaza que dispara este temor, pue-
den acontecer fenómenos psicofísicos bien defini-
dos, tales como sudoración nerviosa, lagunas men-
tales, bloqueos afectivos, parálisis para actuar...
¿Ha sentido estas sensaciones alguna vez?

Exponerse voluntaria y conscientemente


a situaciones que nos provoquen este temor, puede resultar un trabajo
sobre sí mismo sumamente interesante: hacerlo no por simple masoquis-
mo, por supuesto, sino para desafiar límites concretos que empequeñecen
nuestra posibilidad de Ser. Desarrollar audacia en relación a este punto
permite que lo interno gane terreno respecto de las barreras que el Ego
pretende trazar.

En el Zen es bastante común que quien enseña propicie situaciones


donde quien aprende pueda enfrentarse con la sensación de ridículo, y
trabajar con ella para que ésta deje de limitarle. (Sin embargo, la Psi-
cología Occidental nos previene respecto de la posibilidad de que esas
técnicas caigan en manos de individuos con características psicopáticas,
generándose vínculos en los que el "maestro", -instructor, terapeuta,
etc.-, a quien se le ha adjudicado autoridad, humilla a quien está dis-
puesto a cualquier cosa con tal de "despertar". Es un tipo de trabajo que

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debe realizarse delicadamente, pues aquello que se quiera doblegar pre-
maturamente o en condiciones inadecuadas, muy probablemente se que-
brará, generándose síntomas neuróticos.)

 De nuestro tipo psicofísico:

Cada uno de nosotros está estructurado en función de una deter-


minada matriz arquetípica. Estudiar las distintas tipologías humanas nos
permite reconocer en cuáles de ellas cuadra nuestro modo de ser. Ahora
bien: reconocido ese conjunto de patrones que denominamos "tipo",
cuando la descripción es la acertada nos vemos retratados en ella como si
alguien nos hubiera calcado para redactarla. Conocer el propio tipo hu-
mano permite autoobservar nuestros circuitos internos como si nos hu-
bieran dado un manual de instrucciones de cómo funcionamos.

Cada tipo humano tendrá distintos niveles de funcionamiento (más


o menos sanos, más o menos mecánicos) según el grado de conciencia
del individuo. Cuando menos conciencia de sí se tiene, más auto-
máticamente se reacciona ante la vida a partir de los mecanismos
inconscientes del propio tipo.

Para ilustrarlo, tomemos como ejemplo la tipología del Eneagrama


(seguramente la conoce o ha oído hablar de ella, ¿verdad? La imagen de
más abajo corresponde al milenario “diagrama de todas las cosas", como
suele llamársele). Si bien lo que vamos a presentarle es una simplificación
muy reducida (sobre cada eneatipo podrían escribirse varios capítulos de
un libro), creemos que vale la pena convidarle este resumen, para ilustrar
lo que recién expresábamos. Quizás al hacer este breve recorrido se en-
cuentre a sí mismo o a ciertas personas conocidas en alguno de ellos:

 El Uno: Perfeccionista, severo, dogmático, hiper-responsable, no sabe


descansar, formal, principista, rígido ,dogma-
tico, puja para que todos sean mejores y se
autoexige en exceso para serlo; obsesivo, per-
manentemente corrige a los demás, le cuesta
ser espontáneo o despreocupado...

 El Dos: Generoso, bondadoso, sentimental,


empático, ayuda a todo el mundo, necesita
sentirse necesitado, se autovictimiza; complica
su vida con problemas ajenos, afectivamente
dependiente, comunicativo, de “rápida
intimidad”, no sabe decir que no.

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 El Tres: Encantado consigo mismo, va en pos del éxito, se destaca,
sabe promocionar sus dotes, emocionalmente distante; se prioriza a sí
mismo, tiene capa-cidad para las relaciones públicas y para irradiar una
buena imagen social, le importa mucho el status y ser “el mejor”...

 El Cuatro: Introvertido, sensitivo, artístico, emocionalmente muy sus-


ceptible, dramático, filosófico; creativamente inspirado, intuitivo, se sien-
te inadecuado para este mundo (¡exquisito y/o defectuoso!), se autoex-
cluye y se siente solo, se deprime existencialmente...

 El Cinco: Intelectual, razonador, analítico, colecciona información, po-


co involucrado afectivamente, austero, muy introvertido, solitario, incó-
modo con el cuerpo y con las emociones; crítico, suele ver a los demás
chatos y triviales, se siente seguro en el mundo de las ideas...

 El Seis: Necesita pertenecer a algo más grande: un grupo, una institu-


ción, un club; prioriza el "nosotros" respecto del "yo"; necesita que una
autoridad lo guíe; duda, teme, exceso de modestia, leal, confiable...

 El Siete: Juguetón, disfrutador, nada le alcanza, quiere probarlo todo,


intenso, alocado, entusiasta, se atosiga de cosas, comida, salidas, cursos,
amigos; no sabe lidiar con la angustia, quiere mostrarse siempre chis-
peante y divertido, “el alma de las fiestas”...

 El Ocho: Muy seguro de sí mismo, agresivo, desafiante, con don de


mando, heroico, "duro", rebelde; él es quien pone las reglas, con auto-
ridad, líder, intolerante, ejecutivo, motivado por una empresa, trabajólico,
voluntarioso, asertivo, protector, individualista, muy intenso, justiciero...

 El Nueve: Blando, pasivo, no se enoja, no reacciona, se deja llevar;


sin iniciativa, escaso tono vital, tranquilo, de-
pende de que otro le resuelva sus asuntos, aco-
modaticio, rutinario, pacificador, mediador, opti-
mista, indolente, sigue la ley del menor esfuer-
zo...

Elijo la tipología del Eneagrama porque es


una de las más completas como guía para el tra-
bajo sobre sí. Esta tipología (que tiene su origen
en los monasterios desérticos del sufismo) desde
siempre fue tenida en cuenta como una carto-
grafía para que el Buscador pueda detectar sus
propios mecanismos internos.
A medida que uno se reconoce en base a ella, resulta sumamente
evidente cómo, sin autoobservación ni conocimiento de sí, se está to-

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talmente preso del funcionamiento tipológico propio. En base a él se or-
ganiza nuestro modo de pensar, de sentir, de actuar, de sufrir y de con-
cebirnos a nosotros mismos.

Es también nuestro tipo psicofísico el que determinará hacia dónde


tenderán nuestros desvíos internos: cada tipo humano, enfrentado con
situaciones desequilibrantes, será proclive a generar determinada clase
de disfunciones, y no otras. Por todo ello, este aspecto de nuestra cár-
cel interna requiere ser investigado, asumido y trabajado, para obtener la
libertad posible en relación a ello.

 De nuestro cuerpo:

Estamos presos también del animal en el cual vivimos: el cuerpo y


sus necesidades, sus impulsos, sus tendencias, sus dolores, sus can-
sancios... Sin embargo, esta circunstancia merece una aclaración en
particular: Ud., yo misma, todos los contemporáneos, cargamos con la
necesidad de reconsiderar el lugar que el cuerpo ocupa en relación
al desarrollo espiritual del ser humano: se lo ha humillado, flagelado,
ignorado, repudiado... Se le ha obligado al ayuno, a la castidad, al re-
cato... En nombre de la Trascendencia, se lo ha considerado lo con-
trario del espíritu, endilgándosele todo tipo de pecados.

Quisiera ser clara sobre mi mirada al respecto (coincidente con la de


la mayoría de los autores de esta Psicología); luego, Ud. mismo encon-
trará qué postura le sienta adecuada según su propio criterio: el cuerpo
es una cárcel para lo interno en tanto y en cuanto nos identifiquemos
con él. Si nuestras decisiones son regidas principalmente por los gustos y
rechazos del cuerpo, estaremos funcionando mecánicamente, dominados
por sus impulsos. Pero reprimir las necesidades del cuerpo, flagelándolo
en nombre de la evolución, generalmente es una causa bien concreta de
neurosis: muy frecuentemente se pretende como "espiritual" una actitud
que lo que en verdad esconde es un problema no resuelto (por
ejemplo, en relación a la sexualidad, o a la estética del propio cuerpo, al
modo de vincularnos afectivamente con los demás, etc.)

Poder morar en el cuerpo, conviviendo con sus necesidades y ad-


ministrándolas con inteligencia requiere de un trabajo profundo sobre
uno mismo. Y ese trabajo necesita como actitud indispensable la de res-
petar al cuerpo muy hondamente, pues en verdad el cuerpo es sagrado
(la casa de nuestra esencia, el instrumento que le servirá para moverse
en el plano de lo físico). Administrar un cuerpo implica prestar atención
a su descanso, a su salud, a su alimentación, y también volvernos cons-
cientes de sus movimientos (realizando alguna práctica de integración

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cuerpo-mente, tales como el Hatha Yoga, el Tai-chi, el Aikido, y otras).
Mantener la casa de carne tan sana como sea posible ayudará a que el
trabajo interno y la vida cotidiana no estén entorpecidos por malestares
que se podrían evitar.

El placer del cuerpo (el que pueden traer los sentidos en la per-
cepción cotidiana de la vida, y también más específicamente a través de
nuestra sexualidad) puede ser una puerta hacia la percepción de lo Sa-
grado: la Vida, manifestándose conscientemente como energía, potencia,
percatación. (En algún momento volveremos a estos conceptos, tan
preciados por ciertas líneas de trabajo sobre sí. Algunas de ellas, como el
Budismo o el Taoísmo, hacen hincapié en el abrir los sentidos para
captar conscientemente las percepciones que ellos traen, y a partir de
ello acrecentar la noción de estar intensamente vivos.)

PARA OBSERVAR JUNTOS: Aquí estoy, para convidarle algo que


para mí ha sido fundamental en mi trabajo con mis propias
dificultades, y en ayudar a otros a superarlas: de distintas
maneras, las Tradiciones nos señalan que "tenemos ojos, pero no somos
nuestros ojos; tenemos brazos, pero no somos nuestros brazos...". Poder
asimilar esta actitud de no identificación con el cuerpo es fundamental
para permanecer lo más libres posibles dentro de nuestra jaula física.
Lidiar con esta comprensión de que no somos el cuerpo será funda-
mental al momento de tener que dejarlo, durante el proceso de muerte.
Mucho más aún si ese tránsito que nos está reservado fuera a cursar con
una enfermedad dolorosa o discapacitante (o bien ante cualquier en-
fermedad que se nos presentara transitar, aunque no nos llevara hacia
una situación terminal).

Lamentable o afortunadamente (quién sabe!), me tocó (¿o elegí?)


un cuerpo que siempre me ha dado oportunidad de desidentificarme res-
pecto de sus dolores. Trabajando con ellos en mí misma y con otras per-
sonas en similar condición, comprendí cuán importante es entablar
amistad con el propio cuerpo: solemos enojarnos con él, exigiéndole ma-
yor juventud / salud / elasticidad / belleza / delgadez, etc., etc., de la que
nos puede dar. Y lo cierto es que desde esa actitud lo único que podemos
autogenerar es sufrimiento, dolor, enfermedad.

No solamente se trata de aceptar el cuerpo en el cual vivimos, sino


también de honrarlo, y ser agradecidos con él. Quizás pueda parecerle
extraño esto que le propongo. Sin embargo, por favor, dese la opor-
tunidad de explorar este concepto en su propia experiencia: honrar a su
cuerpo como si fuera algo prestado, algo que nos fue dado no para con-

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sumir inconscientemente, sino para administrar con inteligencia.
Cuanto más sanamente nos reconozcamos como algo distinto del cuer-
po, menos presos estaremos de él. ¿Puedo preguntarle cómo se lleva Ud.
con el suyo?

 De las consecuencias de nuestros propios actos:

Para cerrar esta lista de “cárceles” en las cuales estamos confi-


nados a partir de la inconsciencia, creemos ineludible mencionar este
ítem: desde la escasa noción de sí, fuimos tomando decisiones a lo largo
de nuestra vida que arrojaron por resultante sus consecuencias en el
aquí y ahora. Si tomamos en cuenta, además la posibilidad de vidas su-
cesivas, también cabría en este punto el karma que arrastramos desde
encarnaciones anteriores. Pero, para no ir a algo tan complejo de abor-
dar, quedémonos por ahora con esta noción aplicándola a una sola vida:
la presente.

Generalmente, cuando podemos llegar a ser conscientes de las con-


secuencias que derivan de nuestros actos, ya hemos transitado un buen
tramo de nuestro camino, y algunas de ellas, que quizás no desearíamos
tener, ya son irreversibles. Eso a veces es muy doloroso de afrontar:
puede implicar el darnos cuenta de que dejamos pasar oportunidades, de
que desperdiciamos lo que tal vez hubiera sido bueno, de que estamos
ligados por lazos vinculares con quienes preferiríamos no relacionarnos
más, de que no ejercimos nuestra verdadera vocación...

El trabajo sobre sí requiere afrontar


con madurez este aspecto que nos mantiene
cautivos, y ser conscientes de que en este
mismo instante también estamos gene-
rando las semillas del futuro: como se
señala en la Psicología de Oriente, muchas
de las flechas ya han sido disparadas, y no
pueden detenerse. Pero otras sí podrán des-
viarse de su destino final si hoy trabajamos
con esa dificultad. Por otra parte, podremos no sólo evitar el impacto de
flechas que ya han sido disparadas, y que tal vez puedan ser amor-
tiguadas, sino que al menos no estaremos disparando sin conciencia en el
aquí y ahora, otras que impactarían negativamente en nuestro futuro.

Como éste es un tema sumamente rico y complejo, le propongo que


lo abramos nuevamente en el próximo Fogón Virtual. ¿Qué le parece?

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 A modo de síntesis:

Detrás de todos estos ítems referidos a las distintas cárceles inter-


nas, hay un concepto que desarrollaremos más adelante, y que constituye
el cerrojo mismo de la prisión: se trata del apego. Pero iremos a esa no-
ción un poco más adelante.

De tantos temas que podríamos haber desarrollado en este se-


gundo módulo, elegí éstos estimando que son los que podrán convertirse
en una experiencia personal si Ud. les presta atención desde la auto-
observación.

Krishnamurti solía decir que la condición de los seres humanos en


relación a su propia cárcel interna requeriría del mismo sentido de ur-
gencia que nos otorgaría el estar encerrados en un lugar donde se desata
un incendio: más que quedarnos en especulaciones o teorías, procura-
ríamos echar un vistazo urgentemente respecto de dónde están las sa-
lidas del edificio, y nos dispondríamos a salir sin quedarnos en "rollos"
mentales. Por eso es tan importante el trabajo en grupo: porque otros
han desarrollado habilidades para limar barrotes que quizás para nosotros
son todavía indestructibles, y lo mismo los nuestros para los demás: to-
dos aprendemos de todos.

En la Psicología del Yoga, existe una expresión para quien ha lle-


gado al Despertar (la Iluminación): jivan muktha (“liberado viviente”).
Bella expresión, ¿no es cierto? Bien: quizás después de estas descrip-
ciones le resulte bastante menos abstracta. La liberación total implica li-
berarse de la condición de ser simplemente un humano. Aquello que so-
mos en esencia, podríamos decir que, en cierto sentido, no es humano,
pues “humano” viene de “humus” (tierra). Y, verdaderamente, lo que so-
mos en esencia “no es de este mundo”. Le dejo esta idea para que la
investigue por sí mismo. Va con mi abrazo! ♣

BIBLIOGRAFÍA CITADA:

1) "El despertar del Self", de Charles Tart. Ed. Kairós, Barcelona, 1994.
2) Citado en "Las grandes metáforas de la Tradición Sagrada", de Ralph Metzner. Ed.
Kairós, Barcelona, 1988.
3) Evangelio según San Marcos, 13, 33-36.

ILUSTRACIONES DE ESTE MÓDULO:

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 Pág. 2 "Spirit visions", de Martin Herbert.
 Pág. 6: "Proverbios neerlandeses", de Pieter Brueghel, el Viejo.
 Pág. 8: "Cyberman", de Aldous Xlux.
 Pág. 9: “Man?”, de Rupert Bonn.
 Pág. 10: "Le chef d'oeuvre", de René Magritte.
 Pág. 11: "Les amants", de René Magritte.
 Pág. 14: "Special moment", de Marina Haight.
 Pág. 15: "Avec des amies", de Marlene Veaux.
 Pág. 17: “Le chapeau”, de Jean Pierre Lanuit.
 Pág. 18: Antiguo grabado sufi. ♣

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