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DÍA MUNDIAL DEL AGUA

SEQUÍA

El planeta se encuentra en una situación frágil, ya que el actual escenario de cambio global
puede modificar los mecanismos básicos que permiten la vida en la Tierra. El cambio climático
como parte de este escenario supone uno de los problemas más graves a los que se enfrenta la
humanidad. El aumento de la temperatura del planeta, cambio en los parámetros de
precipitaciones, el aumento del nivel del mar y el aumento de la frecuencia de fenómenos
meteorológicos extremos (tormentas, sequías, huracanes, etc.) están influyendo ya en la
agricultura, las migraciones, el turismo, la salud y a medio plazo, pondrá en cuestión nuestro
modelo de vida, que tendrá que adaptarse a las nuevas condiciones climáticas, económicas y
sociales.

La causa última del cambio climático y de otros problemas ambientales, se puede encontrar en
nuestro modelo de desarrollo, basado en la extracción creciente de materiales y en el uso
indiscriminado de combustibles fósiles para generar un consumo desmedido, situándonos por
encima de las posibilidades y recursos del planeta.

Si las personas son parte del problema, serán por tanto parte de la solución. Por ello, en la
búsqueda de respuestas al cambio climático será importante que se valore el poder de la
corresponsabilidad y de las alianzas de todos los sectores sociales.

A las estrategias políticas y científico-técnicas se deben sumar aquellas que se pueden aportar
desde el resto de sectores sociales. En este sentido, las instituciones relacionadas con la
comunicación, la información y sobre todo la educación tienen una responsabilidad añadida,
siendo fundamental que incorporen esta temática en sus programas de trabajo para generar
procesos de toma de conciencia y acción ante el cambio climático.

Los efectos de la extendida sequía en Chile. Opinión, La tercera 29 de mayo 2018.-

Los estudios disponibles en cuanto a los efectos del llamado cambio climático no son
especialmente auspiciosos para el caso de Chile. Aun cuando en el mundo se discute sobre el
origen de este fenómeno y las alternativas para impedir que continúe aumentando la
temperatura media en el planeta, sus efectos ya se dejan sentir, y para el caso de nuestro país
existen varios ejemplos que podrían citarse.

Esta semana es posible que recién se dejen caer las primeras precipitaciones relevantes de la
temporada en el valle central, lo que se enmarca dentro de un fenómeno más global que es la
mega sequía que afecta a la zona central, la cual se extiende ya por espacio de una década. Isla
de Pascua ha experimentado una importante disminución de las precipitaciones; se han
secado algunas zonas lacustres en algunos puntos del país, el aumento de la temperatura
promedio en Talca ha superado a la media mundial, y grandes porciones de hielo antártico han
disminuido o sencillamente han desaparecido.

Se estima que cerca del 70% de la población de Chile vive en zonas de sequía o donde la
cantidad de lluvia ha disminuido, lo que permite dimensionar el alcance del fenómeno. No
parece ser algo pasajero, pues los modelos predictivos que se han elaborado en Chile anticipan
que la temperatura media de aquí a 2030 seguirá subiendo -lo hará con mayor intensidad en la
zona norte del país-, y el nivel de las cuencas entre Copiapó y Aysén experimentará
disminuciones importantes, en algunos casos de hasta 30%.

De la mano vendrán también episodios climáticos más extremos -olas de calor, lluvias fuera de
lo usual-, todo lo cual requiere ser asimilado en nuestra discusión pública, pero que hasta
ahora parece estar prácticamente ausente dentro de las prioridades que ocupan el quehacer
político.

Es fundamental que el país se aboque a discutir de qué manera se deberá manejar un volumen
de agua cada vez menor, lo que tiene consecuencias no solo desde el punto de vista del
consumo humano, sino también en actividades productivas -agro y minería, entre las más
afectadas-, la generación de energía y también desde el punto de vista de salubridad pública,
ante la posible aparición de enfermedades más propias de países tropicales.

Nuestra discusión ha tendido a centrarse principalmente en el Código de Aguas y en el


acaparamiento del agua, en circunstancias que la discusión debe ser mucho más global. Puesto
que previsiblemente habrá menos disponibilidad de agua en distintas zonas del país, es
imprescindible que desde las políticas públicas se comience a fomentar mayor conciencia
sobre el uso adecuado del recurso hídrico, evitando el despilfarro que hoy nos caracteriza. Los
sistemas de riego deberán ser más tecnificados, y aumentar el número de embalses; asimismo,
pronto debería analizarse la factibilidad de contar con plantas desalinizadoras, una tecnología
que por ahora es costosa y que se ocupa en faenas específicas, pero que a medida que se
masifique se hará más accesible.

Las universidades y los centros de estudios deberían tener un rol central en ir desarrollando
nuevas tecnologías y en ayudar a predecir los efectos del cambio del clima. Este aporte, sin
embargo, no será muy efectivo en tanto la discusión política siga extremadamente centrada en
el corto plazo.

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