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ZULMA LOPEZ ARRANZ – “La perspectiva

freudiana del fenómeno psicosomático”


En el texto El yo y el ello Freud señala que no es posible hacer coincidir lo inconsciente con lo reprimido. El
fenómeno psicosomático no pertenece a una formación del inconsciente (reprimido).

Lo reprimido no coincide con lo inconsciente

Fundamentamos desde la teoría freudiana, que debido a una falla en la segunda transcripción el fenómeno
psicosomático queda en relación ectópica respecto del inconsciente. El inconsciente al cual nos referimos era el
correspondiente al sentido sistemático, de suerte que quedaba equiparado a lo “reprimido”.

En El yo y el ello Freud demuestra que no es posible hacer coincidir lo reprimido con lo inconsciente, ni el yo con lo
consciente y preconsciente.

Consciente e inconsciente

La primera tópica freudiana es un esquema de apariencia simple, “desde el punto de vista estructural, a un
inconsciente se oponía un yo”. Esta concepción se basaba en algo más que la función, ya que atribuía características y
modos operativos diferentes a cada una de estas partes.

El psicoanálisis no sitúa en lo consciente la esencia de lo psíquico, sino que considera a la consciencia como una
cualidad que puede estar o puede faltar. En el capítulo I, de El yo y el ello, Freud caracteriza lo consciente: ser
consciente es una expresión puramente descriptiva, “que invoca la percepción más inmediata y segura”. Lo
característico de la consciencia es que pasa con rapidez. Esa representación puede volver a hacerse consciente bajo
determinadas condiciones que pueden reproducirse con facilidad, estuvo “latente”, en todo momento puede hacerse
consciente. Ha sido inconsciente, coincide con “lo latente-susceptible de consciencia”.

Con respecto a lo inconsciente, Freud se refiere a aquellos procesos anímicos o representaciones muy intensas, que
pueden tener una importante consecuencia en la vida anímica, no devienen consciente porque cierta fuerza se opone a
ello. Se puede mostrar mediante la técnica psicoanalítica que tiene recursos para cancelar la fuerza que resiste. Llama
“represión” (esfuerzo de desalojo) al estado en que ellas se encontraban antes de hacerse conscientes: “lo reprimido
para nosotros es el modelo de lo inconsciente”.

Freud nos habla aquí de dos modelos de inconsciente, primero lo latente, susceptible de consciencia. Y segundo, lo
reprimido, que es insusceptible de consciencia. Llama preconsciente a lo latente y limita el nombre de inconsciente a
lo reprimido inconsciente dinámicamente. Freud nos propone manejarnos con estos términos: cc, prcc e icc.

Comienza conceptualizando al yo como una organización coherente de los procesos anímicos en una persona y lo
caracteriza:

 Del yo depende la consciencia


 Ejerce un control sobre sus procesos parciales
 Gobierna los accesos a la motilidad
 Aplica la censura onírica
 Del yo parten las represiones

Dice Freud: “hemos hallado en el yo mismo algo que es también inconsciente, que se comporta exactamente como
lo reprimido”. Este hallazgo de una parte inconsciente en el yo, tiene una gran importancia en la práctica
psicoanalítica. Sustituye la oposición entre cc e icc, por la oposición entre el yo coherente y lo reprimido escindido de
él. Todo lo reprimido es icc, pero no todo lo icc es, por serlo, reprimido”.

Freud nos conduce a admitir un tercer icc, no reprimido. Es allí donde ubicamos el FPS. Este recorrido nos permite
seguir convalidando nuestra hipótesis de que el FPS está por fuera del icc (reprimido). El fenómeno psicosomático es
una formación del inconsciente no reprimido.

Consideraciones acerca del yo

También el yo puede ser inconsciente en el sentido genuino. Dice Freud: “Aun de lo icc solo podemos tener noticias
haciéndolo cc”. La dificultad que encontramos en el FPS, radica en que no puede “hacerse cc” debido a que pertenece
al icc que no fue reprimido.

La cc es la superficie del aparato anímico, es un sistema que es espacialmente el primero, desde el mundo exterior.
Es la superficie percipiente. Abarca las percepciones que provienen del mundo exterior, las percepciones sensoriales y
las que vienen del interior (sensaciones y sentimientos).

Se hace consciente algo por conexión con las correspondientes representaciones-palabra. Estas, son los restos
mnémicos que una vez fueron percepciones. Solo puede devenir consciente, si ya una vez fue percepción consciente.
El FPS no es posible “hacerlo” consciente porque no se trata de lo icc “reprimido”, no hay huella mnémica. Desde la
carta 52 consideramos al FPS como una falla en la segunda retranscripción, ubicándolo fuera del icc, en tanto proceso
primario.

Freud concibe estos restos mnémicos como contenidos en sistemas inmediatamente contiguos al sistema P-Cc. Los
restos, las palabras provienen esencialmente de percepciones acústicas. La palabra es el resto mnémico de alguna
palabra oída. Freud nos sugiere que no dejemos de lado los restos mnémicos ópticos de las “cosas del mundo”. El
pensar en imágenes está más próximo a los procesos icc que el pensar en palabras y es más antiguo que este. Algo
reprimido puede hacerse (pre) consciente, mediante trabajo analítico, restableciendo los eslabones intermedios prcc.

¿Cuál es el vínculo con la percepción interna? Nos proporciona sensaciones de procesos que vienen de los estratos
más diversos y más profundos del aparato anímico. Son más originarios, más elementales, que los provenientes de
afuera, y pueden salir a la luz aun en estados de consciencia turbada. Las sensaciones displacenteras tienen en si un
carácter esforzante, esfuerzan a la descarga. Eso que deviene consciente como placer-displacer se comporta como una
moción reprimida, solo se hace consciente si se aplaza la descarga. Freud afirma que también sensaciones y
sentimientos solo devienen consientes si alcanzan el sistema P.

Mantenemos la analogía, no del todo justificada, de sensaciones icc, con “representaciones icc”. La diferencia es que
para traer a la cc la representación icc es preciso procurarle eslabones de conexión , lo cual no tiene lugar para las
sensaciones, que se transmiten directamente hacia adelante. La diferencia entre cc y prcc carece de sentido para las
sensaciones, aquí falta lo prcc.

¿Qué tienen en común estas “sensaciones” con el FPS? Provienen del interior del organismo y pueden devenir cc de
manera directa. En el FPS, entendemos esas magnitudes hipertróficas de excitación que no consiguen descargarse en
el exterior, por carecer de representaciones que lo enlacen a la representación palabra, son las que, sin intermediación
producen la lesión directa sobre el soporte material del organismo viviente.

La lesión en el organismo viviente podría equipararse a una forma de inscripción directa, sin pasaje por la estructura
del lenguaje. ¿Por qué la lesión? “Eso” que quedo por fuera del icc reprimido, ante la imposibilidad de ser enlazado a
la representación-palabra, descarga lo pulsional sobre un órgano produciendo la lesión. El daño se produce en la
medida en que excluye aquello sin lo cual no hay sujeto, a saber, la palabra.
Consideraciones acerca del Ello

Freud en el Esquema del psicoanálisis dice: “llamamos ello a la más antigua de estas provincias o instancias
psíquicas: su contenido es todo lo heredado, lo que trae con el nacimiento; en especial las pulsiones que provienen de
la organización corporal, que aquí (en el ello) encuentran una primera expresión psíquica, cuyas formas son
desconocidas para nosotros”.

El yo es una organización que no está presente desde el comienzo. El yo tiene que ser desarrollado. Lo presente
desde el inicio son las pulsiones autoeróticas, primordiales, que provienen de la organización corporal. Ubicar allí al
FPS, en un estadio anterior al narcisismo. En el autoerotismo el otro es el propio cuerpo. No hay separación entre Yo y
no Yo. En El yo y el ello Freud designa como ello a lo otro psíquico en que el yo se continúa y que se comporta como
icc.

El yo no es más que una parte del ello que por el influjo del mundo exterior, a través del sistema P-Cc quedo
alterada, produciéndose una separación. En la génesis del yo y su separación del ello, hay otro factor, se trata del
propio cuerpo del que pueden partir percepciones internas como externas. El dolor parece desempeñar un papel en
hacernos tomar consciencia de nuestros órganos, nos proporciona una representación de nuestro cuerpo: “el yo es
sobre todo una esencia-cuerpo, no es solo una esencia-superficie, sino, el mismo, la proyección de una superficie.

El sustrato material del cuerpo como lugar de descarga de la pulsión

En su separación con el ello, el cuerpo “es visto como un objeto otro”. Freud ubica al cuerpo precisamente en la
génesis del yo y en su separación con el ello. Lo primario es el organismo, el cuerpo es secundario, se construye.
Sobre las pulsiones primordiales, autoeróticas, un nuevo acto psíquico debe agregarse. Es la entrada al mundo del
lenguaje, donde la función de “entendimiento” o “comunicación” cobra una importancia fundamental.

Podemos hablar de cuerpo, una vez que el narcisismo se constituye y ello es posible por la entrada al mundo del
lenguaje. En el FPS, es el organismo viviente el que resulta lesionado, por ello lo situamos dentro del autoerotismo,
anterior al narcisismo.

Freud considera que en la separación con el ello, el cuerpo es tomado como otro objeto, ello implicaría entrar en el
narcisismo. Justamente la falla en lo simbólico imposibilita que esto ocurra. Una de nuestras hipótesis ubica al FPS
como una operación fallida que no le permitió al sujeto establecer una separación cabal entre el interior y ese primer
exterior.

Lo ubicamos en el autoerotismo, entendiendo que se trata de una masa de libido en el interior del organismo. Las
investiduras autoeróticas no pueden distinguir entre el objeto y la fuente. Se lo puede considerar como una investidura
sobre el organismo mismo. El FPS no se trata de una relación con el objeto, el narcisismo se trata de una relación de
objeto, donde el objeto es el propio cuerpo.

La importancia del yo, se fundamenta en que tiene el gobierno de la motilidad, sin embargo, muchas veces pone en
acción la voluntad del ello como si fuese la suya propia.

Libido que inviste a la masa de órganos Autoerotismo FPS

Libido que inviste al yo Narcisismo Por ej: Parafrenia

Libido objetal Neurosis de transferencia

El ideal del yo o superyó


En el capítulo III de El yo y el ello, Freud nos advierte que si el yo fuera solamente una separación del ello
modificado por la influencia del sistema de percepción, las cosas serían relativamente simples. Pero ocurre que en el
interior del yo existe una parte diferenciada de este, otra instancia psíquica, el ideal del yo o “superyó: “esta instancia
mantiene vínculos menos firmes con la consciencia”.

Freud toma como ejemplo el caso de la melancolía, donde una investidura de objeto es sustituida por una
identificación. En Duelo y melancolía (1917), dilucida que quizás esa identificación sea la manera que tiene el ello de
renunciar a sus objetos. Esta situación es una manera en que el yo se va conformando, modificándose a través de las
sucesivas identificaciones.

El FPS está ubicado en el autoerotismo, momento en que al individuo le resulta imposible distinguir entre
investidura de objeto e identificación. Otra de nuestras hipótesis, donde lo ubicábamos como una falla en la operación
separación, justificaría la no diferenciación entre el objeto y el sujeto.

¿Qué ocurre cuando el yo recibe noticias de las investiduras de objeto? El yo le da su aprobación o se defiende de
ellas mediante el proceso de la reparación. Para mostrar como ante la pérdida de un objeto, sobreviene una alteración
en el yo, Freud toma de ejemplo lo que ocurre en la melancolía, donde será la introyección del objeto lo que facilite la
resignación del objeto. Freud fue descubriendo que este proceso participa en gran medida de la conformación del yo.
“El carácter del yo es una sedimentación de las investiduras de objeto resignadas, confirman la historia de estas
elecciones de objeto”.

¿Cuál es la relación entre el FPS y la identificación? Podríamos poner en un extremo los casos de “personalidad
múltiple”, en los cuales las identificaciones-objeto son muy numerosas intensas e inconciliables entre sí, lo que puede
traer como consecuencia una fragmentación del yo, si se segregan unas a otras por medio de resistencias. En el otro
extremo, podemos pensar al FPS, en el podemos encontrar una fijación a lo que Freud denomino el Einziger zug, que
Lacan traduce como rasgo unario. Esta identificación es en grado extrema, no admite variaciones posibles, se trata de
una marca, de un signo, de una insignia.

El FPS conlleva una Fixierung que se produce como un punto de detención, un punto de fijación que hace signo en
el organismo viviente. Esta Fixierung está cerrada a las ficciones del icc. Nos lleva a pensar en la marca de algo que
no ha sido tramitado por vía de la asociación lingüística y el retorno sobre el organismo viviente.

En el capítulo V de El yo y el ello, Freud hace referencia a la conformación del superyó dice: el yo se forma en
buena parte de identificaciones que toman el relevo de investiduras del ello, resignadas; las primeras de esas
identificaciones se comportan regularmente como una instancia particular dentro del yo, se contraponen al yo como
superyó. Freud nos señala que la posición del superyó, dentro del yo se debe a la identificación inicial, ocurrida
cuando el yo era débil todavía, y a que el superyó es el heredero del Complejo de Edipo y por lo tanto introdujo en el
yo los objetos más importantes.

El hecho de descender de las primeras investiduras de objeto del ello, implica que el superyó mantiene una gran
afinidad con el ello, está más distanciado de la cc que el yo. Pone al superyó con relación a las adquisiciones
filogenéticas del ello, esas que se transmiten por vía de lo constitucional. Estos nexos fueron descubiertos por Freud a
partir de la reacción terapéutica negativa. Llega a la intelección de un factor “moral”: el sentimiento de culpa que
encuentra su satisfacción en la enfermedad y no puede renunciar al castigo de padecer, ese sentimiento de culpa es
mudo para el enfermo, no le dice que es culpable, sino enfermo.

Toma el caso de dos afecciones en donde el sentimiento de culpa consiente es híper-intenso, el ideal del yo muestra
gran severidad y se abate sobre el yo: la neurosis obsesiva y la melancolía. En la neurosis obsesiva, los impulsos
reprimidos son el fundamento del sentimiento de culpa, el superyó sabe más que el yo acerca del ello icc. En la
melancolía, el yo se admite culpable y se somete al castigo; el objeto a quien se dirige su furia el superyó ha sido
introyectado en el yo por identificación.

Freud se pregunta si el superyó toda vez que es icc ¿consiste en tales representaciones-palabra, o en qué otra cosa?
No se puede desmentir que proviene también de lo oído y es accesible a la cc desde esas representaciones palabras,
pero la energía de la investidura libidinal la aportan las fuerzas del ello.
En la melancolía, encontramos que el superyó se abate con furia sobre el yo. Lo que gobierna en el superyó es como
un cultivo para la pulsión de muerte, si es que el yo no consigue defenderse por medio de la manía. En la neurosis
obsesiva, la regresión a la organización pregenital hace posible la transposición de los impulsos de amor en impulsos
de agresión hacia el objeto, quedando liberada la pulsión de destrucción. El yo no acoge esas tendencias, recurriendo a
formaciones reactivas y esas mociones pulsionales permanecen en el ello. La desmezcla de amor en odio se produjo
como consecuencia de una regresión en el ello, este proceso desbordo desde el ello al superyó.

Vínculos entre el yo, el superyó y el ello en el FPS

El FPS no es una estructura, se trata de una formación del ello pulsional, constituidas por pulsiones autoeróticas
anteriores a la investidura de objeto. Las investiduras libidinosas provienen del ello. El yo se comporta ante el FPS
como ante lo no sabido, no discernido, no reprimido. No está en conflicto con el yo. Tampoco es una afectación del
cuerpo en su condición de ficción.

El FPS es la marca de una investidura del ello que descarga su cantidad de excitación en el interior o en la superficie
del organismo, produciendo la lesión en lo real del organismo viviente. En la clínica podemos observar que, en
algunos casos, puede recibir un refuerzo de la pulsión de destrucción que opera desde el superyó, en especial de la
necesidad de castigo. Al final de este texto Freud nos habla de los tres vasallajes del yo. El yo se encuentra sometido
a tres servidumbres, sufre tres clases de peligros: del mundo exterior, del ello y del superyó.

Mediante la señal de angustia el yo se prepara para hacer frente a una situación de peligro. En la clínica observamos
que en los pacientes con FPS no adviene la angustia en función de la lesión, relatan los sucesos de su lista de
padecimientos somáticos pero no los historizan. La inscripción-lesión directa, sobre el material del organismo
viviente, no implica historia. La noción de historia implica la articulación de dos sucesos simbólicamente
determinados. Podemos comparar al FPS con los tatuajes, en ellos encontramos también una inscripción directa de un
hecho simbólico sobre el material del cuerpo, pero no implica historia. Para que haya historia no solamente es
necesario el hecho fechado sino que requiere la elaboración del mismo, transformándolo en un elemento simbólico;
además ese elemento tiene que estar en relación a otro que viene a significarlo.

El icc es historia, el FPS queda por fuera de la historicidad del icc. La angustia nos señalaría la existencia de lo
reprimido y el FPS queda por fuera del icc reprimido. Freud refiere a la angustia ante el superyó, que es la angustia de
la consciencia moral. Dice que del ser que devino el ideal del yo provino la amenaza de castración y esta angustia de
castración es probablemente el núcleo en el que se deposita la posterior angustia de la conciencia moral.

Con relación a la angustia ante la muerte, Freud plantea que es un concepto abstracto para la cual no hay ningún
correlato en el icc. Puede emerger como reacción ante un peligro o como un proceso interno –por ejemplo la
melancolía-. Freud explica la angustia de muerte de la melancolía considerando que el yo se resigna a si mismo
porque se siente odiado por el superyó. El superyó subroga la función protectora de los padres, que luego recae sobre
el Destino o la providencia. Frente al peligro exterior, el yo reacciona de la misma manera. Si el peligro es desmedido,
se ve abandonado y se deja morir. Esta situación es la misma que conformo el primer gran estado de angustia que es la
angustia de nacimiento.

Freud expresa: Ello no puede decir lo que ello quiere, no ha consumado ninguna voluntad unitaria. Eros y pulsión de
muerte luchan en el ello. Podríamos figurarlo como si el ello estuviera bajo el imperio de las mudas pero poderosas
pulsiones de muerte. Hay un supuesto que Freud considera indispensable, es el de la entremezcla de ambas clases de
pulsiones. Una parte de la pulsión se canalizaría hacia el mundo exterior y hacia otros seres vivos como pulsión de
destrucción. Para ejemplificar la mezcla entre Eros y pulsión de destrucción toma el sadismo. Si el sadismo se
independiza de la pulsión sexual, como una perversión, estaríamos frente a una desmezcla.

Es allí donde pretendemos instalar el FPS, como es anterior a la libido objetal, estaría dentro de una “desmezcla” en
el sentido de ser estrictamente pulsión de muerte, pulsión de destrucción, que al ser muda, no se dialectiza por medio
del lenguaje, viéndose imposibilitada su descarga hacia el mundo exterior, pero al mismo tiempo, la función erótica de
la libido se muestra a través de la lesion-inscripcion, es decir, que algo se entrama. Debemos distinguirlo de los
síntomas que también puede presentar el paciente.

Como estas pulsiones son primarias, están reforzadas desde lo constitucional. En la página 43 de El yo y el ello,
Freud se refiere a la ambivalencia, preguntándose “¿No ha de concebirse como resultado de una desmezcla? Pero ella
es tan originaria que más bien es preciso considerarla como una mezcla pulsional no consumada”. Podemos adoptarlo
como válido para nuestra hipótesis que consiste en afirmar:

 El FPS es una formación del ello pulsional.


 El FPS es el resultado de a pulsión de muerte.
 El FPS deviene de pulsiones autoeróticas.
 El FPS deviene de una mezcla pulsional no consumada.
 El FPS proviene de las investiduras libidinosas del ello pulsional, que por falla en la asociación lingüística no
puede ser tramitado hacia el exterior.

La especificidad del FPS consiste en realizar la descarga en el interior o en la superficie del organismo, provocando
una lesión.

PIERRE BRUNO - “Al margen. Sobre la


debilidad mental”

La “debilidad mental” se introduce de manera tardía en la enseñanza de Lacan, en el Seminario del año 1968-1969,
“De otro al Otro”. Comenzaremos con dos anotaciones de incidencia desigual:

1. La expresión de “debilidad mental” fue acuñada en 1909 por Dupré. Su primera aparición en la lengua
francesa se encuentra en Nicole Oresme, en un contexto histórico de crecimiento del imperialismo francés,
fase de expansión cualitativamente nueva del sistema escolar marcada, en las zonas del mundo que Francia
colonizo. La psicotecnia naciente va a dar a esta nueva noción de debilidad mental una base, en términos de
déficit en relación con la competencia intelectual establecida como estadísticamente normal. A partir de los
años 50, se han hecho tentativas para dotar a la debilidad mental de una apariencia clínica, con el fin de tener
en cuenta sus manifestaciones, en el marco de una teoría del desarrollo psíquico global. Nada oculta de que se
trata de una clínica sin sujeto y las incidencias de estos proyectos permanecen descuidadas: el diagnostico se
asienta sobre la insuficiencia de una psicología diferencial en esencia segregativa. La debilidad mental se
mantiene así ligada al cociente intelectual.
2. La innovación de Lacan es a partir de un principio totalmente distinto: anula toda definición deficitaria de la
debilidad mental para ver en ella un malestar fundamental del sujeto en cuanto al saber. Hay que tener en
cuenta dos consideraciones inmediatas que no conciernen a la persona sino a la estructura: por un lado, el
engrama de la estructura en el discurso, el “decir-que-socorre”; por otro, la elección de la locura. La debilidad
mental si bien nos golpea a cada uno, marca de manera especial a algunos, que se distinguen por una
resistencia sostenida contra todo lo que podría negar la verdad del Otro del significante, para mejor
protegerse de las dudas que les asaltan, concernientes al Otro de la ley. Temen sobre todo a llegar a ser
“amo”.

I. Maud Mannoni y el “decir” parental


La primera evocación consistente de la debilidad hecha por Lacan, aparece en la clase del 10/06/1964, del
Seminario: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Establece una serie entre FPS, debilidad y psicosis,
subsumida por un “mecanismo” único: la holofrase de la pareja de significantes S1-S2. Se trataría de un aval, bajo la
forma de homenaje, para la tesis de Maud Mannoni que tiende a desviar la debilidad del lado de la psicosis. Maud
Mannoni en su libro El niño retrasado y su madre, levanta la prohibición del acceso del débil mental a la cura
analítica. Devuelve al niño débil su estatuto de sujeto, descargándole de los significantes parentales y médicos que le
identificaban como “débil”. La cuestión preliminar consiste en estudiar las incidencias en el sujeto, tomando como
débil, de su posición en el fantasma materno.

Así tenemos, por una parte, la debilidad como un hecho, que se inscribe sin que el psicoanálisis tenga que decidir
entre organogénesis o psicogénesis. Por otra parte, hay un incremento de esta debilidad en función de la manera en
que es acogida, soportada, tratada en la economía psíquica parental, en primer lugar por la madre. Maud Mannoni
procede como Freud, proponiendo en primer lugar un factor constitucional. Permite a Maud Mannoni elaborar una
concepción de debilidad mental que depende de forma esencial del “decir parental”. Rechaza la asimilación de la
debilidad al retraso neurótico, acerca de manera asintótica la debilidad a la psicosis. Se subraya en el interior de este
decir parental la preeminencia materna: “cualquier estudio del niño débil es incompleto en tanto no se busque, en
primer lugar, el sentido de la debilidad en la madre”, la “permanencia débil” del niño se vincula a una función de
enmascaramiento de a depresión materna.

En el Seminario XI dice lacan que la holofrase de la pareja de significantes S1-S2 no es lo que condiciona la
debilidad, sino la introducción de la “dimensión psicótica en la educación del débil”, el niño es reducido por la madre
a “no ser más que el soporte de su deseo en un término obscuro”. Así obscurecido por una identificación con el
significante que sostiene el deseo materno en su lugar, el sujeto no está en posición de cuestionar el sentido de tal
identificación, constituida por la holofrase. ¿Qué hay de esta holofrase? Lacan da dos ejemplos en su clase del
03/12/1958, la sitúa en el grafo de la “Subversión del sujeto dialéctica del deseo”, en el nivel de la cadena inferior, la
del enunciado, en el nivel donde el sujeto se identifica con su propio mensaje, sujeto constituido como mensaje
“monolítico” (sujeto mítico). Lacan evoca la experiencia pavloviana, en la que la asociación significante S1-S2 es para
el animal lo que soporta una holofrase, en tanto que el corte que allí opera el experimentador por sustracción del S2
(estimulo incondicionado), aquí pone de relieve su solo deseo, deseo que el animal es incapaz de interrogar por el
hecho que no es un ser hablante.

La experiencia de Pavlov, así leída por Lacan, permite primeramente situar el efecto psicosomático. Por lo que se
refiere a los otros dos casos, la holofrase no se puede concebir como en la experiencia de Pavlov, en tanto que la
holofrase ocurre desde el origen, y en cuanto resultado de una coalescencia. Lo que permite considerar los dos casos
no como efectos deficitarios sino con lo que más bien podríamos denominar como efectos desmesurados, que inhiben
o forcluyen la función de la causa. En el caso de la psicosis, apunto ahí una labilidad que explicaría como el intervalo
S1-S2 producido por el sujeto en tanto corte, puede ser suturado, dando como resultado la solidificación. La
coalescencia de la pareja S1-S2 define al sujeto psicótico de forma genérica, como si fuera el la falta que por la vuelta
en torsión de esta que condiciona la metáfora paterna, el sujeto retorna en lo real… así vuelve.

Nada parecido sucede con el débil. En el nivel de los fenómenos clínicos, el débil produce la impresión de no
poderse separar de los significantes del Otro, como si el sujeto se fundase en el Otro del significante, prohibiéndose el
interrogar la voluntad. El débil se auto-prohíbe saber… para no transformar en falso-verdadero el saber de la verdad.
Pero por esta prohibición misma es por la que se muestra sensible a su división como sujeto, dándola a ver en tanto
que la oculta. “Las únicas palabras verdaderas hacen referencia a lo que se le escapa”. La tendencia del débil es la de
identificarse deliberadamente, por una especie de elección de identidad, con este significante que en lo sucesivo dará
respuesta a todo y le servirá para volver caduca la lengua como fuente de equívocos.

La debilidad mental no solo se aleja de las psicosis, sino que el fracaso aparente de la separación es el señuelo
mismo mediante el cual el sujeto se hace débil para conservar intacto el Otro como verdad, de la que se convierte en
su siervo, más exactamente en el go-between en detrimento del scilicet.

II. Las referencias a la debilidad en la enseñanza de Lacan


La primera referencia se encuentra en el Seminario del año 1968-1969 “De otro al Otro”, Lacan desarrolla esta tesis:
alrededor de toda verdad que pretenda hablar como tal prospera un clero que es obligatoriamente engañoso. ¿Se diría
que la perla de la mentira es la secreción de la verdad? La debilidad surge con esta configuración: el radio de acción
de la verdad arrasa necesariamente a la mentira. Respecto al débil, es suficiente sustituir a la verdad revelada de la
religión por la pareja parental como verdad, para descubrir al servicio de que el débil se confecciona una libra de
mentira, autenticable eventualmente en las perlas del mermado. Lacan califica al débil de “astuto”, haciendo una doble
alusión a El idiota de Dostoyewsi y a la “astucia de la razón” de Hegel. Dejamos de lado El idiota para interesarnos
por la “astucia de la razón”.

Hegel se refiere al hecho de que la contradicción entre lo universal entre lo universal y lo particular aparece como
una antinomia en el movimiento de la historia. Con el no saber de este individuo y a través de unas consecuencias que
sobrepasan su intensión, la razón se realiza elevando lo contingente a la potencia de lo necesario gracias al trabajo de
lo negativo que solo el individuo puede asumir en su ceguera. “La astucia de la razón –dice Hegel- deja actuar en su
lugar a las pasiones”, sitúa de un lado a Cesar en tanto que ser de acción, y del otro al débil, que encarna la razón y se
embauca en frustrar la astucia que acredita. El débil es un individuo que, al negarse a ser particular, se convierte en el
siervo de una verdad a la espera de ser gratificado con la universalidad, por lo que a fin de cuentas paga el precio de
prohibirse todas las “pasiones”… para encontrarse con una mercancía fantasma.

Si la verdad, desde el momento en que un sujeto se consagra a expresarla, en verdad miente, no tiene más que
volverse mudez para que la mentira pueda considerarse como una salida humana. El prodigioso sistema hegeliano es
el tópico de la debilidad: allí en donde el resorte de la cura psicoanalítica es el tiempo de opacidad del que resulta la
inconsistencia del Otro, Hegel promueve el devenir de la transparencia. Así, la astucia de la razón, para tener éxito, se
burla, puesto que postula una teleología de la consistencia del Otro. La introducción de la impotencia la interpretamos
aquí en su correlación con la barrera del goce con lo que se abre la rotación de las modalidades lógicas.

La segunda referencia que vamos a examinar se extrae del Seminario del año 1971-1972 “ou pire”, “llamo debilidad
mental al hecho de que un ser, un ser hablante, no este sólidamente instalado en un discurso. Es lo que le da el valor
de débil. No hay otra definición que se le pueda dar si no la de ser, lo que llamamos, estar al margen, es decir, flotando
entre dos discursos. Para estar sólidamente instalado como sujeto, hay que atenerse a un discurso o si no saber lo que
hacemos. El débil no está “fuera del discurso”, sino que “flota entre dos”. En esta clase está reservado el termino débil
a Platón y apunta al modo en que responde a ¿Qué es lo real? Es por haber considerado que el amo y el esclavo tienen
entre ellos una relación independiente de la relación entre la esencia del amo y la esencia del esclavo. Por esta
disociación, rechaza lo real del lado de lo necesario y desconoce que el esclavo solo es esclavo por la esencia del amo.
La debilidad consistiría en el fracaso de poder decir-la-estructura y en tanto que ese decir-la-estructura se articula un
discurso que puede cerner lo que hay de real, a partir de lo que hace hiancia en el decir-demostrando que lo real es
imposible de decir, partiendo de la impotencia como intervalo constituyente del discurso. Este análisis por un lado,
distingue estructura y discurso, y define a este como un decir-la-estructura que no consigue más que escribir la barrera
del goce. Del otro, confirma la clínica de la debilidad, situándola como una ocultación de la impotencia de la cual
podemos decir que su confesión es el operador de entrada en el discurso analítico.

Una tercera serie de referencias se encuentra en el Seminario “R.S.I.” en la clase del 10/12/1974, Lacan se interroga
sobre que es el sentido, según RSI: “El sentido es a lo que responde algo, distinto a lo simbólico, que es –no hay otra
manera de decirlo-lo imaginario-“. Y prosigue “diré que si el ser hablante se demuestra abocado a la debilidad mental,
es a causa de lo imaginario. Esta noción no tiene otro punto de partida que su referencia al cuerpo”. Para el parletre la
emergencia del mens apela a la vez a la debilidad mental, a la puesta en marcha de lo imaginario por los efectos del
agujero simbólico.

Es esta la imaginarización testimonio de peso de esta invalidez propia del parletre, a causa de que se soporta un
cuerpo viviente. Impone a lo simbólico, en su estructura misma el diktado de tener un cuerpo que te represente según
el modo en que el parletre se representa su organismo. A partir de aquí, inteligere solo puede realizarse “como leer
entre líneas, como saber en otra parte, como la manera en que lo simbólico se escribe”. Nos referimos a una polaridad:
por un lado el mens, lo mental en tanto que sinónimo del débil o lo mental como mentira; y por el otro, inteligere, leer
entre líneas, que son ante todo las del sujeto y las del Otro. Nada extravía más al débil que su búsqueda de garantía de
otro no equivocado para asegurarse como sujeto.

Lacan dice: “Hablo, aquí, de la debilidad mental, de sistemas de pensamiento que presuponen (…) la metáfora de la
relación sexual –no existente en forma alguna- tal metáfora bajo la forma de la copulación, particularmente grotesca
para el parletre, que es llamada a “representar” la relación, que digo, no ex–siste humanamente. La debilidad cristaliza
la imaginarización última, aquella que representa la relación sexual como copulación dando coexistencia a lo que no
existe. El débil no lee entre líneas del enunciado y de la enunciación, pero quiere encontrar en la línea de la
enunciación el sentido último del enunciado.

En el Seminario del año 1976-1977 “L’insu que sait de l’une-bevue, s’aile a mourre”: el hombre (…) no sabe “hacer
con” el saber. Esa es su debilidad mental, de la que yo no me salvo porque me las arreglo con el mismo material que
todo el mundo, con ese material que nos habita. Con ese material no se sabe que hacer (…). Saber que hacer es
diferente que saber hacer – saber que hacer quiere decir “arreglárselas” pero sin tomar las cosas en sí mismas”. La
propiedad esencial del discurso, necesaria para la mutación de la impotencia en imposibilidad, tal imposibilidad
apunta a que ninguna certeza puede apoyarse en el saber inconsciente. Solo un acto puede fundarla. El débil eludirá el
punto donde algo (la esencia del tercero, según Lacan) no responde a la lengua. Al parletre le quedarían dos opciones
para taponar o enmascarar su acceso: “locura” o “debilidad mental”.

La última referencia es la carta de disolución del 05/01/1980, donde expresa: “Puesto que, en el intervalo de la
palabra, que el desconoce, en el que él cree pensar, el hombre se enreda, lo que no le anima. Así el hombre piensa
débil, cuanto más débil más se enrabia… precisamente por enredarse”.

III. El caso Hem


Se trata de la cura psicoanalítica de un niño, llamado “débil” según los criterios psicológicos clásicos. Es un chico
de 10 años cuando empieza la cura psicoanalítica, termina cuando ha pasado ya los 14 años.

1. Hem es llevado a consulta de un CMPP por su padre, convencido de que su hijo no tiene testículos. El examen
médico desmiente esta convicción, pero el examen psicológico toma detecta una debilidad media… ósea que
le falta algo.
2. La demanda del padre consiste en verificar la imputación de una falta con respecto a su hijo, así bordea lo que
se dirige a el mismo, y cuyo origen se sitúa en la interpretación que él hace del deseo de su mujer.
3. En la cura la posición subjetiva de Hem es la de una identificación con la madre en cuanto que es la
encubridora del falo imaginario.
4. La pareja parental en Hem forma un bloque, binario que él quiere indiferenciar, cuyo testimonio está en la
corrección de un lapsus, esta verdad de la pareja es el engaño, con lo que la inaccesibilidad de dos a partir de
uno está recubierta de manera inexorable.
5. Uno de los primeros efectos del análisis será hacer vacilar este acoplamiento que se realiza desde la órbita
materna. La elección de objeto, se opera aquí de manera totalmente nueva: no se trata tanto de una insignia de
potencia absoluta sino más bien de una cuestión de ética que concierne al valor.
6. De esta consecuencia podemos deducir el advenimiento del deseo que la demanda no expresa, de la que se da
noticias en el anhelo. La dificultad que tiene para desunirse de la pareja no es sin lucha. Lo que es importante,
es aquí la correlación entre esta exterioridad de Hem respecto a la pareja y el hecho de que le objeto no haya
podido emerger bajo la forma de una pregunta ética del valor, sino solo como un objeto “de desecho”. Si el
Otro incluye a, este objeto a enigmático no puede sostener su valor como si fuera el significado de la insignia
fálica promovido a la categoría de significante.

Otro año más, vamos a encontrar una serie de sesiones que debemos examinar minuciosamente, porque
corresponden a un precipitado que va a preceder la finalización de la cura:

a) Dibujos de Hem.
b) El reconocimiento del Otro, como portador del falo, está ligado a que no ha sido burlado por el engaño. El
sujeto en tanto que se elide de la representación y no es evocable, en su ausencia constituyente, más que con la
condición de que se le suponga en la dimensión no visible. (Revisar ejemplo).
c) La enunciación sobrepasa al pensamiento.
d) La identificación con la madre está siempre presente.
e) Digamos que Hem produce significantes (S1) donde el saber (S2) esta “en otra parte”, según una relación que
excluye que este saber llegue alguna vez a completar estos significantes-amos para conformarlos como saber.
Lacan identifica al sujeto con la operación sin la cual la lengua quedaría sin palabra. La castración, puede
comprenderse no como una operación local, sino como un proceso genérico y generador del parletre, a
condición de que se elaboren en los momentos lógicos.

Este saber imputado al sujeto en su producción, saber por principio no sabido por el propio sujeto, se constituye
sin embargo como lo que Freud llamo inconsciente. Lacan resuelve esta aporía en virtud de una pregunta ¿Cuál es el
estatuto del sujeto allí en el lugar que piensa sin saber, sin saber no solo lo que piensa, sino incluso que piensa?
Escuchado pero no sabido. En ese lugar es donde el ello se constituye con más fuerza, a condición de que otro pueda
saber algo de aquello.

Solo hay una cosa que cojea, el ello no puede nombrarse como siendo aquel que habla. Así, vamos a tratar con un
ser, que siendo por definición un efecto de dichos, es irremediablemente sin yo. La debilidad mental se disfraza con el
artificio de un compromiso: la credulidad del Sujeto supuesto a saber. La debilidad es, bajo la característica del
parletre, lo que se resiste a la realización del complejo de castración, explicando porque, en la clínica, constatamos la
extrema dificultad para introducir al débil en el discurso analítico: ¿Cómo fiarnos de ese “otro” del que habla Lacan, si
ese otro cree que el ser puede decirse: “yo soy”? ¿No está el analista también en esto, particularmente en la cura del
débil, esperando ese “yo soy”, esperando que al fin el sujeto se escuche decir? Esperanza de la cual tendrá que hacer
un duelo renovado si quiere mantener su propio lugar. ¿Cómo cumple Hem con su tarea de analizante? Hem realiza su
análisis debajo de un abrigo.

Al inicio de la cura permanecí impresionado por la manera en que Hem, se consagraba a borrar todo lo que en su
decir pudiera, en el lugar del Otro, ser escuchado como formación inconsciente. El débil, para proteger su posición
subjetiva con una defensa impermeable del yo se convertirá voluntariamente en el siervo de una lengua que excluirá
toda posibilidad de ingenio, asegurando así, en el origen, su desabonamiento al inconsciente. Para acomodarse a esta
posición está dispuesto a renunciar a cualquier queja. “Quejarse de” es confesar su impotencia y correría el riesgo de
provocar un corte en su “no quiero saber nada del saber”. Nada de esto permite sostener la tesis de un fracaso
rescisorio de la separación, pero si recuperar la otra vertiente de la clínica, que es:

o El saber inconsciente del que Hem no quiere saber nada es aquel mismo que ofrece con profusión en sus
historias dibujadas, exposición esterilizada por la puesta de lleno en el dibujo, pero que revela la existencia de
un material que no deja de ser una demanda.
o Cuando un día, a propósito de sus “si” anticipatorios, le señalo a Hem: “si esperaras a que acabase mi frase,
podrías saber cuál es mi pregunta”, él se echa a reír. Ahí testimonia que no es totalmente un a-sujeto en su
función de agente de reducción del inconsciente.

El débil cree que el Otro es crédulo, es decir que el Otro se engaña al imaginarse exento de la castración. El otro del
débil es la hipostasis del neurótico. Similar a la descendencia de Noé, Hem cubre bajo un mismo abrigo su análisis y
la neurosis de su padre. Esta situación le procura alguna ventaja del lado de su relación con el fantasma materno: ¿no
será que esquiva la imposibilidad de la relación sexual? Esperanza secreta en la que demuestra estar en la misma
posición de ceguera que su padre, en la denegación de lo que el amor comporta en su esencia de engaño profundo.

En la transferencia, el movimiento de separación se repite inicialmente al margen del discurso analítico. La fuga es
el recurso privilegiado por el cual llama desesperadamente a la escansión que podría hacer surgir el ser que no ha
podido abordar hasta el momento más que bajo la faceta de (?) del Otro. La fuga es en este sentido la afanisis, con el
fin de que este acto pueda interrogar la demanda del Otro y ayudarla a desprenderse del yugo de un deseo
impenetrable (jovencita H. considerada “maso menos psicótica”). El acting-out de su primer y ultima huida sustituye
siempre la queja, lo cual es síntoma declarado de su impotencia.

Es particularmente claro también en la cura de Hem, donde el acting-out adquiera la forma de una astucia con la cual
pide mi consentimiento. Durante el primer año de la cura podemos aislar dos astucias como dos tiempos de su mismo
resorte.

El padre de Hem se califica, en su posición subjetiva, como un padre que se comporta frente al deseo de su mujer
con una denegación de su propia castración que equivale a desconocer tal deseo. Razón por la que le imputa a su hijo
el fracasar en lo que el imagina que debe satisfacer a su mujer. Es a nivel de este recubrimiento imaginario donde el
sujeto es llamado a desmentir la función del agente de la castración del padre real. A la denegación del padre
responde, pues, el desmentido del hijo que alguna vez encontrara su salida en la imaginarización del Nombre-del-
padre bajo la forma de “policía”.

La verdad parental es tanto más intocable cuanta más connivencia haya en la pareja para ocultar mejor cada uno la
mentira del otro. El efecto de esta connivencia, que implica poner al margen el saber, sería la debilidad como síntoma,
si tal síntoma fuera la desaparición misma de tal saber. El débil es un sujeto que piensa como un espíritu, por la
encarnación de la credulidad que el imputa al Otro, piensa allí donde podría decir que él es, y no “donde yo no puedo
decir yo soy. Donde allí, en los cuales hay que poner el sujeto de la enunciación, en todo enunciado, separado del ser
por una barra”. La debilidad no será la ausencia de esta barra, sino su transparencia, se ve a través suyo.

IV. Debilidad y sublimación


En el polo opuesto de esta decoloración del cuerpo del Simbólico, donde el débil se confunde, tenemos la
sublimación, en tanto que “moterializacion”, por tomar neologismo de Lacan. Esta posición es de origen freudiano.
En Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci, Freud distingue tres destinos de la investigación sexual infantil:

1. La curiosidad sexual comparte la misma suerte que la sexualidad y permanece por tanto inhibida. Este es el
tipo de inhibición neurótica del cual la debilidad es el resultado.
2. La sexualizacion del pensamiento transfiere a las operaciones intelectuales el placer y la angustia “propias de
las cosas sexuales”. El ejercicio del pensamiento reemplaza la satisfacción sexual, pero este ejercicio no
conoce su fin.
3. El tercer destino escapa tanto de la inhibición como de las obsesiones intelectuales. “La libido, dice Freud, se
sustrae a la represión, se sublima desde el origen”. Esta sublimación consiste en una desexualizacion del fin
de la pulsión.

Confrontados a la pregunta inicial y última “¿De dónde vienen los niños?”, estos tres destinos tienen en común que
constituyen tres modos de situarse el sujeto en relación a la imposibilidad de satisfacer la curiosidad sexual infantil,
aunque la sublimación podría distinguirse por aportar una respuesta que radicaliza la pregunta en un enigma, es decir:
ex nihilo.

Según Lacan, estos tres destinos pueden ordenarse en relación al síntoma. Respecto a la debilidad, la trasparencia
adquirida en el cuerpo del simbólico en su proceso de imaginarización equivale tendencialmente al recubrimiento del
síntoma, hace serie con las otras formaciones del icc mediante una elección que consiste en reducir el intervalo entre
la palabra y lo que el hombre “cree pensar”.

Por contraste, en la obsesión, nos enfrentamos al síntoma como un intruso, “el pensamiento en el que el alma se
embaraza” y del cual el sujeto no sabe qué hacer.

Por lo que se refiere a la sublimación, a partir de su Seminario La Ética, Lacan establece una contra-distinción entre
la sublimación y el síntoma: “El síntoma, dice en la clase del 20/01/1960, es el retorno por la vía de la sustitución
significante de lo que se encuentra al final del Trieb, de la pulsión, constituyéndose como su fin”. Por el contrario, la
sublimación obtenemos “la paradoja de que la pulsión puede encontrar su fin en otra parte que en lo que es su propio
fin, sin que aquí se trate de la sublimación significante, que es la que constituye la estructura determinada, la
ambigüedad, la doble causalidad fundamental, todo lo que llamamos compromiso sintomático”.

El síntoma satisface el fin de la pulsión en tanto que es quien señala y se hace testigo de una insatisfacción
irreductible al fin de la pulsión, en tanto que puede alcanzar el cuerpo del Otro por la unificación. En lugar de elevar el
objeto a la dignidad del Otro la sublimación elevaría el objeto “a la dignidad de la Cosa” mediante una
presentificacion del vacío que lo emparentase con una creación ex nihilo liberando de esta forma la función de la
causa. No hay que demandar nada al Otro sino constituirse en pura voluntad de goce ya sea de una causa perdida –
que opera.

Encontramos en “La lógica del fantasma” una materialización de la sublimación bajo la forma de un cuadrilátero
ordenado por la presencia, arriba a la derecha, de la repetición:

Pasaje al acto --------- repetición


Sublimación ----------acting-out

En el lugar de la confesión de la impotencia, a la que el débil no consiste, encontramos el acting-out en la función de


poner a prueba la credulidad imputada al Otro. El acting-out participa del síntoma, con la excepción de que el síntoma
no se dirige inicialmente a nadie, mientras que el acting-out se dirige al Otro. En la parte inferior izquierda se
encuentra la sublimación, condicionara la irreductibilidad del síntoma a su sentido proponiendo la verdad como
imposible de decirse toda.

ROSTAGNOTTO ALEJANDRO – “Debilidad


Mental”
INTRODUCCION

Habitualmente la problemática de la debilidad mental se halla relacionada con dificultades en el aprendizaje, con la
capacidad intelectual ubicado debajo de la norma según el coeficiente intelectual, lo que los manuales psiquiátricos
pueden perfilar como déficit o alteración de la actividad adaptativa actual.

La concepción de retraso mental, implica al menos dos suposiciones, la de una alteración de las capacidades
normales del conocimiento, y por otro supone una concepción evolutiva donde se espera el logro, el desarrollo, de
aptitudes adaptativas. La presente ficha de cátedra tiene por objetivo presentar algunos aspectos estructurales de la
posición del débil en su propia economía subjetiva.

Anny Cordié en su libro: Los retrasados no existen presenta la idea de que el fracaso escolar está relacionado con
los ideales de actual sociedad de consumo. Hasta que no se creó la escolaridad obligatoria y los tests de inteligencia,
no existía el concepto de debilidad mental. En cierta manera es un concepto contemporáneo.

Este término fue creado a comienzos de siglo por Dupré, por extrapolación a lo mental de la debilidad, hasta
entonces reservada a lo físico. Nace de la psicología diferencial y la utilización de los tests psicométricos, que
pretendía obtener una base objetivable, en términos de déficit, en relación a una competencia intelectual, la palabra no
es casual, digo una competencia intelectual supuestamente normal.

La debilidad mental, como término psicopatológico nos plantea de entrada la consideración de la mentalidad, que
se haya vinculada a la herencia de la filosofía, en particular de la filosofía del conocimiento y la gnoseología, en donde
“mentalidad” o “mente” se vinculó al conocimiento y este a la conciencia. No obstante, en la antigüedad, la
problemática no pasaba por la definición de esta, sino por la diferenciación entre cuerpo y mente.

Para Aristóteles lo importante era distinguir entre la forma y la materia de un objeto (hilemorfismo), sostenía que
esta unidad era indisoluble, cualquier objeto consistía en una materia organizada según una forma particular. Y esto lo
aplicaba no sólo a objetos inanimados, sino también a los animados. La forma de los cuerpos animados era la psique,
a la que no concebía como separada del cuerpo; no hay lugar para pensar en el alma de cada individuo como algo
susceptible de ser separada del cuerpo.

Con el advenimiento de la revolución científica y el subsiguiente rechazo de la física aristotélica en los siglos
XVI y XVII, se rechaza también la explicación aristotélica de la naturaleza a partir de las nociones de forma y materia,
lo que condujo a una nueva orientación acerca de las actividades mentales, caracterizada por una nueva noción de
materia (cuerpo inerte y pasivo) que actuaba en función de fuerzas que incidían sobre ella exteriormente.

El mecanicismo se extendió hacia el ser humano mismo. Pero si bien el mecanicismo radical desembocaba en un
materialismo, la existencia de fenómenos como los deseos, las voliciones o los sentimientos, y especialmente el
lenguaje y la razón, parecían hacer necesaria la intervención de una mente externa al cuerpo. De esta manera, el
problema de si la mente es una sustancia distinta del cuerpo físico es una herencia de la filosofía cartesiana. Además,
en esta filosofía y, en general, en todas las formas de idealismo epistemológico, al sustentarse que todo nuestro
conocimiento es conocimiento de ideas, y al concebir éstas como el conjunto de los contenidos de nuestra mente,
podía considerarse que las ideas son lo propiamente mental. De esta manera se acentuaba el dualismo y la oposición
entre lo mental (res cogitans, sustancia pensante) y lo material (res extensa, sustancia extensa), lo que conducía al
problema de la conexión de dichas sustancias. Generalmente la noción de lo mental se asoció a la de conciencia, de
forma que lo mental sería el conjunto de estados conscientes de la mente.

Con el psicoanálisis

A partir del psicoanálisis, y el descentramiento operado por Freud, donde el sujeto es el del inconsciente se han
de reformular necesariamente estas nociones. La antigua identificación entre mental y consciente se ha difuminado, es
así que el termino debilidad mental, necesariamente debe considerarse a la luz de los conceptos fundamentales del
psicoanálisis, por este motivo tomaré como referencia, las precisiones de Jacques Lacan en su seminario titulado Los
cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964), en donde contesta a Maud Manonnie: “cuando no hay
intervalo entre S1 y S2, cuando el primer par de significantes se solidifica, se holofrasea, obtenemos el modelo de toda
una serie de casos- si bien hay que advertir que el sujeto no ocupa el mismo lugar en cada caso (…) la dimensión
psicótica se introduce en la educación del débil, en la medida que el niño, el niño débil mental, ocupa el lugar en la
pizarra, abajo y a la derecha, de ese S, respecto a ese algo a que lo reduce la madre –el mero soporte de su deseo en un
término oscuro. (…) En la psicosis con toda seguridad, se trata de algo del mismo orden. Esta solidez, esta captación
masiva de la cadena significante primitiva impide la apertura dialéctica que se manifiesta en el fenómeno de la
creencia”.

Con Maud Mannoni

En el transcurso de este seminario, Lacan toma la propuesta de Mannoni, en relación a la debilidad mental, en el
medio psicoanalítico eran conocidos los esfuerzos y la valentía de Mannoni de introducir esta problemática en el
psicoanálisis, fue la primera en publicar una serie de trabajos sobre el lugar del sujeto débil, era su hipótesis de trabajo
que había debilidad cuando hay fusión entre el cuerpo del niño y el cuerpo de la madre. Escuchemos a la autora: “Ya
vimos hasta qué punto, el niño retardado y su madre forman en algunos momentos un solo cuerpo, confundiéndose a
veces el deseo de uno con el deseo del otro, que parece que los dos viven una misma y única historia. Esta historia
tiene por soporte en el plano fantasmático un cuerpo afectado, diríamos, por idénticas heridas”.

Esta es la referencia central de la obra, en donde la tendencia al Uno, es similar a la de Eros que tiende a la
completud imaginaria, tiene aquí como variante que habría un cuerpo para dos, es decir que el niño débil mental y su
madre, harían un solo cuerpo.

Con Lacan

El aporte de Lacan a la autora consiste en señalar que no se trata tanto de la unificación corporal, del Uno de la
imagen podríamos decir, narcisista, que es señalado por Mannoni; se trataría más bien de una operación a nivel de lo
simbólico, a nivel de significante, es decir de producir un solo significante, escuchemos a Lacan: “cuando no hay
intervalo entre S1 y S2, cuando el primer par de significante se solidifica, se holofrasea, obtenemos el modelo de toda
una serie de casos”.
Para Lacan no se trata de la pareja madre-hijo que formarían un solo cuerpo, sino del par significante. Lo que se
solidifica, lo que se hace Uno, holofraseandose, es la cadena significante; esto es diferente a la afirmación de que se
trata de «un solo cuerpo». Debemos considerar cuál es la especificidad de la posición subjetiva de la debilidad mental,
en tanto que Lacan plantea un modelo para una serie de casos. ¿Cuál es la especificidad de la posición subjetiva de la
debilidad mental? ¿En qué sentido Lacan lo incluye en una serie de casos?
Si desde Mannoni se hipotetiza, el hacer Uno en un cuerpo como simbiosis o fusión a nivel del narcisismo herido,
en Lacan la especificamos por la vía del significante, es decir un modo en que un sujeto opera a nivel de lo simbólico,
un modo de acción y de respuesta que se llama holofraseamiento. Es el mismo Lacan quien propone una clínica
estructural, a partir del común denominador de la holofrase; este implica que no hay más que un solo significante,
ubicaremos este fenómeno clínico transestructural desde el mecanismo de la holofrase, por lo cual la delimitaré.

La holofrase

En un sentido retrospectivo podemos ubicar el adjetivo de “holofrásico”, que aparece en la literatura y data de 1866,
quiere decir que una frase entera es aglutinada, aglomerada, adjuntada podríamos decir en término schreberianos,
como una sola palabra.

Desde Freud, ubicamos de qué modo la ausencia de la madre, introduce una hiancia que el niño intenta superar con
el juego del carretel y la alternancia del Fort-da, en la hiancia, entre esos dos significantes, es donde ubicamos con
precisión el lugar del intervalo significante y de la función significante: la cual se constituye como condición de toda
posibilidad de combinatoria. La constitución de este intervalo es crucial, sin este se produce como efecto, por ejemplo,
la holofrase misma.

En el caso del niño, esta hiancia en lo simbólico, es superada mediante la estructuración de esta alternancia, mediante
la puesta en acto de esta combinatoria, alternancia de apertura y cierre; esta es la base de la función de la temporalidad
del sujeto, lo que Lacan denomina la apertura y el cierre del inconsciente, su pulsación de borde.

La ausencia, la no inscripción del intervalo en la cadena, el haberse producido una falla en el tiempo lógico de la
separación, impide la retracción, la resignificación o el nachträglich, con su efecto discursivo no dialectizable, ni
subjetivable. En este sentido ubicamos en el tiempo lógico de la alineación este impasse de la estructuración del sujeto
del inconsciente, la holofrasis...

Subrayemos ahora tres referencias de Lacan respecto a la holofrase. Lacan toma este término de la lingüística, le da
un sentido específico en relación a sus conceptualizaciones teóricas.

o En el Seminario I, leemos al respecto que: “hay frases, expresiones que no pueden descomponerse y que se
refieren a una situación tomada en su conjunto: son las holofrases”. El sentido de tomar este concepto allí es
demostrar el carácter discordante del campo imaginario y simbólico, no habiendo transición posible entre los
dos planos. Esta holofrase se pronuncia en un estado de inter-miradas, de intersubjetividad imaginaria. Lacan
señala que forma parte ya de una estructura simbólica.
o En la clase del 03/12/1958 del Seminario VI “El deseo y su interpretación”, aproxima la holofrase a la
interjección ¡Pan!, ¡Socorro!, y la identifica a la unidad de la frase. El sujeto es el grito mismo, y se puede
reducir al emisor que grita “¡Pan!”. Subraya así la estructura monolítica del sujeto en la holofrase.
o En el Seminario XI, en el que acentúa la solidificación de la cadena significante, cito a Lacan: “...cuando no
hay intervalo entre S1 y S2, cuando el primer par de significantes se solidifica, se holofrasea”

Es importante la precisión de que la cadena, “se holofrasea”, el uso del reflexivo indica que más allá de verificar la
existencia de la holofrase, el decir que la cadena “se holofrasea” impone una actividad, en la que a nivel del
significante es el sujeto el que opera con dicho mecanismo, esto es que hay un uso de la lengua por parte del sujeto. Es
una operación del sujeto.

Posteriormente no usará más ese término “holofrase”, dicho término será reemplazado por S1, la holofrase es el S1.
En este sentido se entiende que podamos referirnos al significante uniano, con el mismo término de holofrase.
Después del Seminario XI Lacan no vuelve a hablar de la holofrase. En su lugar desarrolla la cuestión de la
emergencia del S1 solo.
La holofrase se produce en la solidificación, en la petrificación del par significante, no hay intervalo, lo que tiene
como consecuencia que el sujeto no adquiera representación, más aun, la subjetividad queda rechazada a la
exterioridad. La holofrase detiene la movilidad significante, por lo que los pensamientos o representaciones, no
resultan dialectizables, las Vorstellung se congelan en una estereotipa pertinaz de la huella mnémica reducida a su faz
de monolito. Hay dos valores del S1, por un lado, no hace cadena con otros significantes, y por otro presenta una
propiedad de articulación al S2. Es decir que por un lado el estatuto del S1 aislado, solo, es el significante fuera de la
serie significante. El S1 correlacionado al S2 nos da cuenta de la articulación significante, posibilitadora de los
mecanismos de doble gatillo de la metáfora y la metonimia, mecanismos que se hayan imposibiliados cuando el par
significante se solidifica, congelando la posibilidad de combinatoria. En la debilidad mental, el holofraseamiento
produce una ruptura con el S2.

Esta contracción holofrásica ofrece la apariencia de que el sujeto se fija en un significado dado, no puede entender
ninguna otra cosa que lo que se construyó de una vez para siempre. Repite sus convicciones sin que el sentido pueda
desarrollarse y la reflexión enriquecerse. Es a partir de esta contracción holofrásica que se produce en los fenómenos
una distorsión del discurso, déficit en la comprensión, estereotipia discursiva, precariedad en la expresión, y dificultad
en el recurso a lo simbólico. A causa de que el significante está holofraseado, sin que se opere la falta en el sujeto y
sin que reenvíe a otro significante. Esta posición subjetiva tiene como efecto la ausencia de afanisis, el sujeto no está
barrado y no puede ser representado frente a otro significante: el sujeto es un monolito con la holofrase.

Si tomamos la enseñanza de Lacan en lo que respecta a la estructura sobre la que se funda su doctrina del sujeto, es
la del par ordenado S1-S2, el sujeto es lo que un significante representa para otro y ningún significante tiene el poder
de significarse a sí mismo, hace falta otro significante para que por retroacción haya efecto de significado. De manera
que hay siempre un par S1-S2, y como efecto de significación vemos emerger el sujeto. Pero con la holofrase la
cuestión es diferente.

Subrayaré para continuar la equivalencia lógica entre el S1 como significante del Ideal y el objeto a. En las
operaciones de alienación y separación se inscriben sucesivamente en el mismo lugar. La alienación pone de relieve el
sujeto del significante mientras que la separación pone de relieve el sujeto del goce nos dice Miller. Pero la
identificación del sujeto con el objeto a —que se produce en la separación—, muestra la relación entre la
representación significante del sujeto a partir del rasgo unario y su ser de goce.

La posición del sujeto en el fenómeno de la debilidad mental

Es por eso que el niño débil ocupa el lugar en la pizarra, abajo a derecha –el lugar del objeto-, respecto a ese algo al
que lo reduce la madre, el mero soporte de su deseo en un término oscuro”. El matema que utiliza allí es el siguiente:

Queda reducido el sujeto, respecto al deseo del Otro, en el objeto a en el fantasma de la madre. Un objeto de goce
del otro. El esquema nos presenta una polaridad, en la que por un lado el sujeto determinado por el deslizamiento
significante, escrito como un cero, que es el conjunto vacío, lo que nos puede indicar la posición vacía del sujeto en
relación al significante, esta escritura sin paréntesis, puede indicar que esta posición vacía abre a la serie de sentidos.
Por otro lado, tenemos al sujeto en otro estatuto, ubicado con una serie de identificaciones imaginarias, de capturas
imaginarias, que es lo que luego desembocará en la reescritura del fantasma, podríamos decir aquí, “abajo a derecha –
el lugar del objeto” es la correlación con el goce, el sujeto en correlación con el goce. Esto es el mero soporte de su
deseo en un término oscuro, está allí determinado por la serie de identificaciones, siendo el objeto causa del deseo de
la madre. La cuestión de la debilidad mental no es preciso tomarla por lado del deseo, sino por el goce.

Tenemos un mecanismo común a una serie de casos: el holofraseamiento, un modo de uso de la cadena por parte del
sujeto y la posición de este sujeto en correlación al objeto de deseo de la madre, mero soporte de su deseo en un
término oscuro, ese algo... un condensador de goce de la madre, los cuidados del Otro materno, no es otra cosa que el
gozar.

Debilidad mental no es necesariamente psicosis

En el Seminario XI Lacan diferencia al niño débil mental del psicótico, leíamos que es en la educación del débil, del
niño débil que se introduce la dimensión psicótica, entendemos aquí educación en el sentido de que los cuidaos y la
educación misma introducida por la madre, se trata a fin de cuentas de su modo de gozar.

Al referirse a la holofrase, Lacan ubica al niño débil bajo la serie de las identificaciones imaginarias reducido a ser el
soporte del objeto de deseo de la madre sin substitución simbólica, lo que impide la emergencia del propio deseo.

En el débil, construcción del adulto, no necesariamente hay forclusión del Nombre-del-Padre, sino la reducción del
sujeto a ser soporte del deseo del Otro en un “término oscuro” indicando a la vez la falla a nivel simbólico en el que ha
operado el holofraseamiento. El rechazo al saber que presenta la debilidad mental puede entenderse como efecto de la
solidificación significante que impide la producción de saber. Esto nos lleva a tener que diferenciar a la debilidad
mental de la psicosis.

Rosine y Robert Lefort proponen una distinción entre la holofrase del débil y en el psicótico. Establecen que en la
psicosis el par S1-S2 está holofraseado sin caída del objeto a, quedando del lado del sujeto el objeto o siendo él
mismo, objeto del Otro, lo que implicaría una debilidad mental de alineación sin separación. En la debilidad el S1-S2
también están holofraseados sin caída del objeto a, pero éste queda incluido en el Otro no barrado: es el Otro el que
dice Pienso, la posición del débil mental implica que él no piensa y no es más que el eco del Otro, sin ninguna
interrogación acerca del deseo del Otro, esto es la debilidad mental como intento fallido de separación, deja al sujeto
del lado del principio del placer, la elaboración del saber, del pensar, la hace Otro, pagando el precio de no obtener
ningún saldo ni elaboración propia.

Silvia Tendlarz en su libro “¿De que sufren los niños?”, no hace depender a la debilidad mental de la psicosis,
definiéndola como una relación de ser sin el saber. El sujeto se aloja en relación al saber (al S2) en una posición de
exterioridad, de no entender nada. Sigue las enseñanzas de Lacan, el débil mental es el que no lee entre líneas,
defendiéndose así de la equivocidad de la lengua, y del horizonte al que lleva el recorrido de la integral de los
equívocos. No leer entre líneas implica no querer saber en el sentido de la castración efecto del lenguaje, este rechazo
al saber, al S2, nos indica una posición del débil mental por fuera del saber, defendiéndose de éste se constituye como
un monolito, debilidad de mente que miente ser el tapón, el Uno que obtura el agujero inviolable de la falta central de
la estructura del ser.

Lacan utiliza el termino de debilidad mental, o de debilidad de mente en la relación del saber inscrito en un discurso,
dice: “Llamo debilidad mental al hecho de que un ser, un ser hablante, no este solidamente instalado en un discurso...
flota entre dos discursos”. Esta referencia en el contexto de las ultimas enseñanzas de Lacan, hace que ubiquemos al
hablanteser, alojado en un discurso, siendo el discurso donde se inscribe el goce, el débil, en tanto ser hablante flota
entre el discurso del inconsciente (discurso del Otro), en ese discurso no está sólidamente instalado, flota allí entre el
discurso del amo y otra modalidad discursiva que Lacan no establece cual es. Establece claramente que la debilidad
mental, la posición del débil podríamos decir, constituye el límite del psicoanálisis, siendo en ocasiones más incisivo
diciendo: acuesten un débil y tendrán un canalla.

Por fuera del saber, la posición del débil mental se vincula más a la verdad, al lugar de la verdad en los discursos: a
saber la castración. Allí en ese lugar, el uso de su razón lo lleva a engañar, presentando la referencia al cuerpo como
completud auto erótica, miente presentando la pregnancia del cuerpo imaginario como un Uno a sostener por del saber
del Otro. La verdad que sostiene el débil es que su modo de gozar está sometido al Uno del cuerpo. A diferencia de
Mannoni que sería un cuerpo para dos, la posición del débil mental implica más bien el Uno con el mismo cuerpo, no
es la fusión con la madre, sino consigo (coloca en el lugar del Ideal el Uno del cuerpo, como verdad, así se sostiene un
punto de incuestionabilidad en el Otro) se defiende del saber. Cuando el sujeto cuestiona lo que ocurre entre los
significante, cuando se cuestiona el deseo tras el discurso, emerge en el campo del deseo el objeto, esto es lo que la
posición del débil mental obstaculiza.

Por medio del Uno del cuerpo, se defiende de la falta en ser, lo que nos da a pensar una modalidad de respuesta al
vacío central de la estructura del ser, por medio del hacer consistir un imaginario. Encontramos en Lacan, que: “el
débil ocupa entre discursos, algo que no cambia, el lugar de la Verdad presentado como una mentira”.

Los lugares en los discursos El discurso del Amo

el agente del discurso el otro S1 S2

la verdad la producción S a

Podríamos hipotetizar el impasse discursivo en que se encuentra el débil mental en tanto rompe con el saber
estableciendo allí una relación de exterioridad con el S 2, y ubicamos allí la holofrase, por otro lado en lugar de la
verdad (lugar fijo en los discurso) presenta algo... que no cambia, la Verdad presentada como mentira, el Uno del
cuerpo.

S1 - holofrasis S2 - Relación de exterioridad con el saber

$ - Uno del cuerpo a - Soporte del d(A) en un término oscuro


En la clase del 15/03/72, del seminario “O peor…”, Lacan habla de la debilidad mental, tomando como ejemplo a
Platón, afirmando que su debilidad mental consiste en flotar entre discursos, por no estar firmemente instalado en
ninguno. La debilidad nada tiene que ver con la intelectualidad, sino más bien con el uso del lenguaje, Márcia Rosa,
ubica muy bien esta problemática mostrando como Platón, al separar entre sí las cosas, los objetos por un lado y las
Ideas, los significantes por el otro, deja al sujeto flotando entre ellas. Así el amo y el esclavo son Ideas, a partir de las
cuales, inocentemente somos todo hermanos (?), somos uno. A partir de los discursos, con Lacan, podemos entender
cómo el amo no se sostiene en su existencia sino a partir del esclavo, no es sin el saber del esclavo, y dialécticamente
el esclavo no es, sin la esencia del amo. La ingenuidad de Platón, su debilidad, es segregativa, deja fuera la diferencia,
no hay permite el interjuego del saber y la verdad, condiciones necesarias para la variabilidad discursiva, a tal punto
que el reverso del discurso amo es el psicoanalítico, el cual se ve imposibilitado cuando el sujeto juega inocentemente
al débil mental. A continuación un cuadro para discutir la diagnosis
Debilidad Mental

 “Flota entre dos discursos”, “no está sólidamente instalado en un discurso”.


 No cuestiona, ni se cuestiona, cree en el Otro haciéndolo existir por la vía de ubicar allí, un punto
incuestionable.
 Abonado al Icc. El sujeto hace uso de la cadena, holofraseándola.
 Solidificación de la cadena.
 No se aferra al S1, ni sabe hacer, no elucubra S 2 (el esclavo, el que produce y sabe sobre el goce del amo, el
saber), “flota entre dos discursos”.
 Hay holofraseamiento, el cual es modelo de una serie de casos (Ej. Las enfermedades Psicosomáticas)
 El par significante holofraseado, el objeto esta incluido en el Otro, completándolo así.
 Hace que el Otro piense por él.
 La debilidad en la mentalidad es la mentira con que se vela la verdad de la castración.
 No lee entre líneas, rechaza interpretar, se ubica en una posición de exterioridad al saber, desconfía de la
palabra, se ubica en el lugar de la verdad (no quiere decir que la diga)
 “fracaso reiterado de la separación”, “el sujeto se hace débil para conservar al Otro intacto como verdad”
 hace existir el Uno del cuerpo propio en el lugar de la falta

Psicosis

 “fuera de discurso”, dentro del lenguaje


 El fenómeno del Unglauben, la increencia, “falta uno de los términos de la creencia” el S2, el que permite, el
que designa la división del sujeto.
 Desabonado del Icc. Es mártir de este.
 Solidez que, aunque del “mismo orden” es efecto de la forclusión.
 Manda a pasear el semblante paterno. Hay una captación masiva del significante.
 La holofrase es elemental a la estructura, siendo la forclusión el mecanismo estructural.
 El par significante esta holofraseado sin extracción del objeto “a”
 El Otro lo piensa, a pesar de él.
 No se quiere saber nada de la castracion
 Lee en la literalidad de tomar las palabras como cosas.
 No hay separación
 No hay falta. El cuerpo desafectado.

BELCAGUY MABEL – “La metamorfosis de la


pubertad y el despertar de la primavera”
En este trabajo nos proponemos hacer un acercamiento al pensamiento de Freud y Lacan en relación a la
adolescencia. “Las metamorfosis de la pubertad” es el escrito más completo dedicado por Freud (1905) al tema, y otro
tanto ocurre con “El despertar de la primavera” de Lacan (1974). Luego tomaremos fragmentos de la obra de teatro
“Despertar de primavera” de Wedekind, a modo de ejemplo de lo que ocurre en el encuentro de los adolescentes con
las cosas últimas: muerte y sexualidad.

Freud y “Las metamorfosis de la pubertad”


Comenzaremos por aclarar que en la época en que Freud escribió no existía en el idioma alemán la palabra
“adolescencia”. Dice P. Blos (1979) al respecto que el término “adoleszenz” apareció con posteridad, de modo que la
palabra utilizada era “pubertad” y “…se refería tanto a la etapa de maduración física como a las características
psicológicas concomitantes”. Esto explica que los procesos que Freud adscribe a la pubertad (desasimiento de la
autoridad de los padres y el hallazgo de objeto exogámico), tienen un decurso prolongado que excede al período de la
pubertad, que comúnmente hace referencia al primer momento de la adolescencia, en el que tienen lugar los cambios
corporales derivados de la madurez sexual.

En “Tres ensayos de teoría sexual” Freud (1905) formula su teoría de la acometida en dos tiempos de la sexualidad
humana, es decir de una sexualidad interrumpida por la latencia, una particularidad que el ser humano no comparte
con ninguna otra especie.

El primer tiempo corresponde a la sexualidad infantil y a las primeras elecciones de objeto (Complejo de Edipo) que
sucumben a la represión, dando lugar al periodo de latencia. “En éste, la producción de excitación sexual en modo
alguno se suspende, sino que perdura y ofrece un acopio de energía que en su mayor parte se emplea para otros fines,
a saber: por un lado, para aportar los componentes sexuales de ciertos sentimientos sociales, y por el otro para edificar
las ulteriores barreras sexuales.” (1905).

Veamos las principales características de este primer tiempo de la sexualidad infantil o pregenital:

a) La sexualidad es autoerótica: el placer se obtiene en el propio cuerpo, sin participación de un objeto externo.
b) Autonomía de las pulsiones parciales: cada una de las pulsiones parciales (oral, anal, fálica) busca su
satisfacción de manera independiente a través de las respectivas zonas erógenas. El placer es provocado por la
estimulación de las zonas erógenas, que a partir de la pubertad se va a constituir como placer previo al placer
final.
c) En un agregado de 1915 dirá que la síntesis de las pulsiones parciales y su subordinación a la primacía de los
genitales no se verifica en la niñez y toma como objeto a los propios padres (complejo de Edipo). Esto ocurre
entre los 2 y 5 años y lo denomina “primer tiempo de la elección de objeto”; el segundo tiempo tendrá lugar
en la pubertad.
d) Tanto la niña como el niño reconocen un solo órgano genital, el masculino (premisa universal del falo) y en
consecuencia, la polaridad vigente es fálico- castrado. Dado que, para Freud, la niña desconoce la existencia
de la vagina, la activación autoerótica de las zonas erógenas es la misma para los dos sexos (fálica), mientras
que a partir de la pubertad se establece claramente la diferencia entre los sexos.

Con la entrada en la pubertad llega a su fin el período de latencia y se inicia la segunda oleada de la sexualidad
humana; al decir de Freud: “Con el advenimiento de la pubertad se introducen los cambios que llevan la vida sexual
infantil a su conformación normal definitiva.” (1905) En este segundo tiempo pueden ubicarse los siguientes procesos:

a) Desde el punto de vista pulsional, se produce la subordinación de las pulsiones parciales bajo el primado de la
genitalidad, a través del mecanismo del placer preliminar. Freud lo explica diciendo que el erotismo
correspondiente a la estimulación de las distintas zonas erógenas aporta la elevación de tensión necesaria para
hacer surgir la energía motora que permitirá llevar a término el acto sexual. Al placer correspondiente a las
pulsiones parciales, que es el mismo de la sexualidad perverso-polimorfa infantil, le denomina placer
preliminar. La penúltima fase del acto sexual es la excitación de las zonas genitales, pene y vagina, que
conduce a la eyaculación. El placer final en el coito es de mayor intensidad y es nuevo porque está ligado a
condiciones que no habían aparecido antes de la pubertad.
b) Con la aparición de la tensión genital tiene lugar la reedición del complejo de Edipo y de castración; esto
supone una complicación creciente para el psiquismo en tanto, en virtud del crecimiento corporal, parricidio e
incesto son ahora posibles, de modo que a la oleada de la sexualidad habrá de oponerse una nueva oleada de
represión, de modo que pueda ser abandonada la fijación a los objetos edípicos.
c) Una de sus consecuencias es el desasimiento de la autoridad de los padres.
d) La desinvestidura de los padres va a posibilitar el hallazgo de objeto exogámico y heterosexual, un encuentro
del que Freud dirá que es “propiamente un reencuentro”, como un retorno a la primitiva satisfacción sexual
ligada con la absorción de alimentos. La relación originaria con aquel primer objeto de la pulsión (pecho) se
restablece. Más adelante (1914) dirá que el hallazgo de objeto puede realizarse por dos caminos: por
apuntalamiento en los modelos de la primera infancia (el padre protector o la madre nutricia) o al modo
narcisista (que busca en los otros el reencuentro con el yo propio). El hallazgo de la pubertad tiene como
requisito que se efectúe un desplazamiento desde los primarios hasta los actuales para que la barrera del
incesto sea preservada.
e) Freud agrega que la elección de objeto en la pubertad es, al principio, llevada a cabo sólo imaginativamente
pues la vida sexual de los jóvenes “en maduración” tiene poco campo de acción más allá de las fantasías.
f) Confluencia de la corriente sensual y tierna en el mismo objeto: una de las consecuencias del naufragio del
complejo de Edipo es que la pulsión queda escindida. La corriente sensual es reprimida y el niño queda ligado
a sus padres a través de la ternura, que no es otra cosa que pulsión sexual inhibida en su fin. A partir de la
adolescencia es esperable que ambas corrientes, sensuales y tiernas, se reunifiquen en un mismo objeto
amoroso. Dice Freud al respecto: “La normalidad de la vida sexual es garantizada únicamente por la exacta
coincidencia de las dos corrientes dirigidas al objeto y a la meta sexuales: la tierna y la sensual.”
g) La pulsión se pone al servicio de la función reproductora como una nueva meta; ya no procura exclusivamente
la obtención de placer inmediato, sino que se tornará, de algún modo, “altruista”.
h) La oposición fálico-castrado deja su lugar a la diferenciación masculino-femenino.

Es interesante considerar la teoría expuesta a la luz del contexto histórico-socio-cultural en el que fue desarrollada y
las posibles diferencias en el marco actual en que la leemos, que nos llevan a interrogarnos sobre la vigencia de los
conceptos freudianos. Encontramos que los conceptos fundamentales se sostienen, mientras que podríamos
replantearnos algunas cuestiones tales como que “la pulsión se pone al servicio de la reproducción” o “la concreción
del hallazgo de objeto exterior heterosexual”.

Con respecto al primer punto, recordemos que en un trabajo posterior sobre el tema, Freud (1915) dirá que “La meta
de la pulsión es en todos los casos la satisfacción que sólo puede alcanzarse cancelando el estado de estimulación en la
fuente de la pulsión”. Si somos consecuentes, la meta de la genitalidad es la consecución de una nueva forma placer y
no tiene como fin la reproducción; los jóvenes tienen relaciones sexuales en busca de una satisfacción pulsional que
no implica necesariamente la parentalidad como meta. Desde luego que hacerse cargo de la alternativa de engendrar
un hijo, que es ahora real y no sólo fantaseada, constituye para ellos un nuevo trabajo psíquico que les demanda gran
esfuerzo.

No hay discusión con respecto a que la elección debe ser exogámica; no ocurre lo mismo con respecto al requisito
planteado por Freud con respecto a la heterosexualidad del objeto, ya que lo esencial es que el sujeto pueda tomar un
posicionamiento sexual y se relacione desde allí con otro sujeto, reconocido en su alteridad, como otro, externo y
diferente de sí, sea de otro sexo o del mismo.

Seguramente la adolescencia de la época victoriana en la que Freud escribió haya sido bastante diferente de la
actual, su prolongación no es sin consecuencias. A modo de ejemplo: el trabajo psíquico de desasimiento de los padres
es mucho más que alcanzar la independencia económica, es primordialmente un trabajo intrapsíquico e intersubjetivo,
que involucra a la familia y a los pares, pero es indudable que el hecho de que estén favorecidas o dificultadas, las
condiciones objetivas para llevar adelante un proyecto de vida autónomo, juega un papel en el proceso. El
desasimiento no es independiente de las dificultades que proceden del contexto en el que se desenvuelve, el
capitalismo tardío, con su lógica predominante, la posmodernidad. Dice J. Barrionuevo (2007): “En un tiempo de
definiciones respecto de la inserción laboral o profesional, el joven abre las puertas y se interna hoy en un mundo
complejo, en nuestra sociedad de consumo, de cuyos productos disfrutó o hizo uso durante niñez y primeros tramos de
su adolescencia sin las exigencias que luego tendrá que afrontar”… “En tanto el sujeto se encuentra atravesado por lo
histórico-socio-cultural que lo determina a través de procesos identificatorios que se inician en el vínculo con el Otro
familiar, la compleja tarea que supone construir y asumir un proyecto propio plantea doble trabajo: desasirse del deseo
del otro (…) y enfrentar una realidad del mercado con escasas posibilidades para la juventud y para un cada vez mayor
número de desempleados o despedidos”. Un capitalismo salvaje, que impone el mandato de consumir, produce sus
propios excluidos y exige desocupación, siendo los adolescentes la franja etaria más vulnerable a este tipo de
violencia.
Lacan y “El despertar de la primavera”

Mientras que Freud expone en su teoría diversas líneas evolutivas (fases de la evolución libidinal, sucesión de
identificaciones, de yoes, etc.), Lacan es muy crítico con respecto a una postura que tome en cuenta lo evolutivo. No
niega que exista una psicogénesis o un desarrollo psicológico pero va a decir que eso no tiene nada que ver con la
cuestión del Sujeto del Inconsciente del que se ocupa el psicoanálisis.

“El tema del Sujeto del Inconsciente como “génesis” obedece al momento en que la red de discursos que nos
preceden por generaciones, nos “pesca”. Esto en Lacan se estudia como enganche o “pesca” de nuestros cuerpos por la
red de discursos del Otro” (Bekerman, 1986). Todo aquello que se dice de nosotros, las expectativas y temores de
quienes nos antecedieron, constitutivos del Otro con mayúscula que depende de que exista el lenguaje en general, nos
captura como vivientes. De esta captura proviene el Sujeto del Inconsciente, pero el momento de dicha captura, para
Lacan, es mítico, imposible de ser fechado.

En Intervenciones y textos 2 (Lacan, 1974), J. A. Miller relata que en las Minutas de la Sociedad Psicoanalítica de
los miércoles, que se reunía semanalmente en el domicilio de Freud, se lee que la sesión del 13/02/1907 estuvo
consagrada a la obra de teatro de Wedekind titulada “Despertar de primavera”. Miller refiere que le pidió a Lacan un
texto sobre dicha obra y que de este pedido surgió el artículo “El despertar de la primavera”. Tanto el dramaturgo
como Lacan juegan con el significante “primavera”, que en el habla popular alude a la adolescencia, “la primavera de
la vida”, en la medida en que se asocia el florecimiento en esta estación con el despertar sexual de los jóvenes.

Lacan (1974) dirá que el dramaturgo aborda en esta obra “…el asunto de qué es para los muchachos hacer el amor
con las muchachas, marcando que no pensarían en ello sin el despertar de sus sueños”. De este modo, hace referencia
al encuentro del adolescente con la sexualidad y al lugar de la fantasía como primera instancia psíquica para el
despliegue de la misma. Comenta al respecto J. Barrionuevo (2011): “Lacan dice a propósito de los adolescentes que
comienzan a pensar en las chicas, pero ellos no pensarían sin el despertar de sus sueños, sin fantasías o ensoñaciones.
Pero lo real de la pubertad también es la aparición de los caracteres sexuales, específicamente aquellos que se llaman
secundarios, es decir, la modificación de la imagen del cuerpo. Entonces, es en estos dos planos, el del cuerpo como
objeto pulsional y el del cuerpo como imagen, que la pubertad viene a trastocar, a conmover al sujeto.”

La irrupción de los cambios somáticos es pensada por Lacan como la irrupción de lo real del cuerpo, que es un real
que el adolescente no puede impedir ni dominar. Lacan lo menciona de esta forma: “Que lo que Freud delimitó de lo
que él llama sexualidad haga agujero en lo real, es lo que se palpa en el hecho de que, al nadie zafarse bien del asunto,
nadie se preocupe más por él.” (Lacan, 1974).

Haremos una breve referencia a los tres registros sobre los que Lacan apuntala su enseñanza. Así como Freud
planteó la primera tópica (inconsciente, preconsciente, consiente), y luego la segunda (yo, ello, superyó), encontramos
una tríada diferente en Lacan: Simbólico, Imaginario y Real. El nudo borromeo es “…el objeto matemático utilizado
por Lacan para presentar en el psicoanálisis las articulaciones posibles entre las categorías de lo real, lo simbólico y lo
imaginario, y sus implicaciones en la génesis y la teoría del sujeto” (Chemama, 1998) y podemos agregar que “lo dio a
sus alumnos” para que pudieran orientarse en la práctica psicoanalítica.

o Lo imaginario: “Es del registro del yo [moi], con todo lo que este implica de desconocimiento, de
alienación, de amor y de agresividad en la relación dual” (Chemama, 1998). Es la categoría que procede de
la constitución de la imagen del cuerpo, es el registro en el que se condensan todas las relaciones del yo con
el semejante, con su imagen especular, es el registro de la identificación.
o Lo simbólico: ha sido definido como “función compleja y latente que abarca toda la actividad humana:
incluye una parte consciente y una parte inconsciente, y adhiere a la función del lenguaje, más
especialmente, a la del significante”. “Lo simbólico hace del hombre un animal (serhablante)
fundamentalmente regido, subvertido, por el lenguaje, que determina las formas de su lazo social y, más
esencialmente, de sus elecciones sexuadas” (Chemama, 1998).
o Lo real: “Lo que la intervención de lo simbólico expulsa de la realidad, para un sujeto”. “Definido como lo
imposible, es lo que no puede ser completamente simbolizado en la palabra o la escritura y, por
consiguiente, no cesa de no escribirse…” (Chemama, 1998). En un primer momento de su enseñanza, en los
años ´50, era caracterizado como lo “innombrable”, aquello que se encontraba por fuera de lo imaginario y
de lo simbólico, “…marca de una experiencia privilegiada excepcional donde lo real es aprehendido más
allá de toda mediación, imaginaria o simbólica” (Lacan, 1954-55). En los ´70 lo denomina “lo estrictamente
impensable”, lo imposible.

Podemos decir, entonces, que los cambios corporales de la pubertad, la exigencia de asumir una posición sexuada, la
admisión de la propia muerte, sexualidad y muerte, en fin, son las manifestaciones de lo real que irrumpe y que los
adolescentes tratarán de simbolizar o representar. Cada uno, de modo singular, se las verá ante el encuentro con ese
imposible de simbolizar.

Wedekind y “Despertar de primavera”

“Despertar de primavera” fue escrita por Frank Wedekind en 1891 y es un drama con toques de humor e incluso de
grotesco. Esta obra fue también muy criticada y considerada escandalosa por el tratamiento que da a las temáticas de
la sexualidad y el suicidio.

El encuentro imposible entre los sexos, queda claramente plasmada en la obra, en la cual Wedekind nos muestra
cómo los obstáculos en el encuentro con la sexualidad y la imposibilidad de significarla, pueden llevar a los
adolescentes a los más trágicos desenlaces. Lacan avanza en este punto y considera que la relación sexual hay que “…
fijarla en la no-relación que vale en lo real” y algo más adelante “…la idea del todo a la cual empero hace objeción el
más mínimo encuentro con lo real” (Lacan, 1974), modos de referirse a su clásica frase: “no hay relación sexual”, en
tanto nunca hay una adecuación perfecta entre el sujeto y su objeto y este es, sobre todo, determinado por el lenguaje.

El joven se enfrenta a la ausencia de un saber sobre el sexo y el acceso a la sexualidad esta mediatizado por el Otro
del discurso, es por el Otro que se posibilita el acceso al otro sexo. Los humanos, al ser sujetos de discurso, se
encuentran atravesados por el mismo y sus vínculos están mediatizados por la palabra, hecho que de por sí implica la
pérdida de la naturalidad en el encuentro con el otro sexo.

“Despertar de primavera” fue definida por el propio autor como una tragedia infantil. Los protagonistas tienen entre
14 y 15 años: Melchor, Mauricio y Wendla. A su alrededor circulan adultos cuyas actitudes son cínicas, violentas y en
pocos momentos, cariñosas. La obra refleja el modo de funcionamiento de una sociedad pacata, puritana, de fines del
siglo XVIII, coincidente con el momento histórico y cultural en el que Freud empezaría a pensar su teoría del
inconsciente y del trabajo de la represión.

La represión, en su acepción más concreta, proviene aquí del mundo adulto que proscribe todo lo relativo a la
sexualidad de los jóvenes: la información está vedada, algunos de ellos desconocen lo más elemental sobre el origen
de los niños, Melchor es expulsado del colegio porque descubren algo escrito por él sobre el coito, a Marta la saca su
madre de la cama “de los pelos” por llevar una cinta en la camisa y le prohíben bajo amenazas llevar su cabello suelto.
En el momento de enfrentarse a lo real de los cambios corporales inherentes a la irrupción de la segunda oleada de la
sexualidad, las manifestaciones de los jóvenes vinculadas a la curiosidad, la experimentación, el deseo de mejorar su
imagen, son violentamente reprobadas y castigadas por padres y profesores.

La severidad de las prohibiciones coexiste con las transgresiones, expresión de una doble moral de los adultos; los
rígidos preceptos acerca de lo debido no impiden manifestaciones de indiferencia, crueldad e hipocresía hacia hijos y
alumnos. La madre de Wendla le niega a su hija información sexual pero cuando queda embarazada le provee los
abortivos que la llevarán a la muerte. El encubrimiento se sostiene hasta las últimas instancias, ya que sobre su lápida
se leerá: “Murió de anemia. Bienaventurados los que tienen puro el corazón”.

Podría pensarse que si un saber sobre la sexualidad existiera, éste queda a lo largo de la obra celosamente
resguardada por el mundo adulto; el mundo de quienes dictaminan lo moralmente correcto. Así se instala una
circulación del saber que deja a los jóvenes en una especie de encrucijada: aceptar aquello que les es dicho, pero de lo
cual desconfían, o quedar por fuera de ese aparente único saber. Suerte de “es esto o nada” que concluye en una
trágica caída de la escena de algunos de los personajes adolescentes, quedando literalmente por fuera de un mundo
que no les prestó palabras cuando ellos no sabían qué decir.

La estricta censura no impide que los adolescentes, lleven a cabo sus experiencias, de modo que se suceden escenas
de masturbación, sadomasoquismo, homosexualidad, encuentros con prostitutas, Wendla tiene su primera relación a
sus 14 años, entre otras. Un dato no menor es que a la par que se despliegan fantasías y temores de los adolescentes en
relación al “despertar” sexual, aparecen simultáneamente numerosas referencias a la muerte: enfermedad y muerte de
un compañero, Melchor estuvo a punto de ahogarse, ideaciones suicidas. El encuentro con lo real de la sexualidad
tendrá sus consecuencias en ellos, y responder en lo real puede llevarlos a la muerte: como accidente o como pasaje al
acto suicida.

Podemos decir que la obra es antigua desde el punto de vista de los usos y costumbres que allí se describen, pero
dado el lugar central que ocupan la sexualidad y la muerte en la vida de los protagonistas adolescentes, y sus intentos
por afrontar los enigmas fundamentales de la vida, conserva vigencia y esto hace de la misma un clásico. Veamos
algunos ejemplos:

o El primer acto se inicia el día en que Wendla cumple 14 años. Mantiene un diálogo con su madre a propósito
de un vestido que ella le alargó.
 Wendla: De haber sabido que me harías tan largo el vestido, hubiera preferido no
cumplirlos.
 Señora Bergmann: El vestido no es tan largo Wendla. ¡Qué quieres! ¡No es mía la
culpa de que mi hija crezca cada primavera dos pulgadas más!... (…) Me gustaría
tenerte siempre como ahora.
Alargar el vestido alimenta la ilusión de la madre con respecto a que, si el vestido cubre lo mismo que antes,
la hija sigue siendo igual de chica; vela los cambios de su cuerpo y así desmiente el crecimiento de su hija,
con el argumento de que la protege del frío. En respuesta, Wendla exclama: “¡A mi edad no se tiene frío y
menos en las piernas!”.

En relación a esta escena, dice S. Amigo (1998): “La tan comentada dificultad del adolescente para rearmar y
reasumir su imagen en el espejo, suele depender de la posición que el Otro (del que todavía el sujeto depende en lo
real) no legitima las nuevas imágenes que este se da en tanto "grande" y sexuado. Así, bruscamente, el adolescente
que de por sí tiene problemas y temores para reconfigurarse en el campo del espejo, que tiene que renovar los
atuendos para vestir su nuevo real, se encuentra además con que muchas veces el Otro real se niega a legitimar una
imagen apta para comenzar a ejercer una sexualidad normativa.”

Para la madre, devolverle a su hija una imagen de mujer implicaría perderla como una niña objeto de su goce, en
consecuencia, no la habilita para la sexualidad femenina, le cierra el camino que la conduciría a la exogamia y a la
vida. Esto se refleja en su lápida que hará referencia a Wendla como una “bienaventurada que tiene puro el corazón”;
si para esta madre se asocian sexualidad e impureza, la joven va a morir como una niña asexuada, hija de una madre
que no da curso a la sexualidad.

En otra escena, Wendla le pregunta a su madre por el origen de los niños y obtiene por respuesta la fábula de la
cigüeña que la joven no acepta. Necesitada de un saber que provenga de Otro, recurre a su madre, pero ese saber le es
negado, y ante la falta de respuestas a sus preguntas, intenta salir de la encerrona buscando la respuesta al enigma en
lo real, a través de una acción; se precipita al encuentro con el otro sexo pidiéndole a Melchor que le pegue y más
adelante tiene relaciones con él y queda embarazada.

o En un contexto en el que Mauricio y Melchor hablan del pudor, de la desnudez, del instinto en los animales,
de cómo desearían educar a sus hijos “para que sean más sosegados” que ellos, se sucede este diálogo:
 Mauricio: ¿Las has sentido ya…?
 Melchor: ¿El qué?
 Mauricio: ¿Cómo decías antes?
 Melchor: ¿Las excitaciones sexuales?
 Mauricio: ¡Ehm…Ehm…!
 Melchor: ¡Ciertamente…!
 Mauricio: Yo también…
 Melchor: Hace tiempo que conozco eso… Casi hará un año.
 Mauricio: ¡Para mí fue como si me hubiera caído un rayo!
 Melchor: ¿Soñaste?
 Mauricio: Un sueño muy rápido…Unas piernas, con mallas azul celeste. Las vi sólo un momento.
 Melchor: Jorge Zirchniss soñó con su madre.
 Mauricio: ¿Te lo ha contado?
(….)
 Mauricio: Si supieras lo que he sufrido desde aquella noche!
 Melchor: ¿Remordimientos?
 Mauricio: ¿Remordimientos? ¡Una angustia mortal! ¡Me creí perdido! Me pareció que un mal interno
me consumía (…)”

Este pasaje muestra la dificultad para poner en palabras las primeras sensaciones ligadas a la genitalidad. Lo real es
percibido a la manera de un estímulo traumático repentino, como un rayo, proveniente del exterior, del que es
imposible sustraerse, acompañado de un afecto displacenteras concomitante, que es la angustia, que es una “angustia
mortal” ante algo que no se puede nombrar, algo real ante lo cual todas las palabras se detienen: “el objeto de angustia
por excelencia”, dice Lacan. El rayo, los dos perros que se persiguen por la calle, el búho espantado por el incendio,
ser arrastrado por las aguas de un torrente, un mal interno, entre otros, serían significantes a través de los cuales los
jóvenes intentan cercar lo real de sus nuevas sensaciones y de los cambios en su cuerpo, sin poder darles sus nombres
propios.

o Más adelante prosigue el diálogo entre los dos amigos:


 Mauricio: Yo no recuerdo haber deseado voluntariamente esas excitaciones…! ¿Por qué no nos han
dejado en la nada hasta que todo hubiera vuelto a la nada?... ¡Mis queridos papás podrían haber tenido
cien hijos mejores que yo! He venido al mundo, sin saber cómo, y ¿voy a tener la culpa de que no me
hayan dejado donde estaba? ¿No te ha preocupado Melchor el saber de qué manera hemos venido a
caer en este torbellino del mundo?
 Melchor: Pero, ¿tú no lo sabes aún?
 Mauricio: ¿Cómo he de saberlo?
(…)
 Pero ahora ¡no puedo hablar con una muchacha sin pensar en algo execrable! Y, créeme, Melchor…
no sé en qué.
(…)
Yo he hojeado la enciclopedia Meyer, de la “A” a la “Z”, sin encontrar nada. ¡Palabras…nada más
que palabras! ¡Oh esta preocupación del pudor! ¿De qué me sirve un diccionario de la conversación,
si no me aclara los problemas más inmediatos de la vida?
 Melchor: ¿Has visto alguna vez en la calle perseguirse dos perros?
 Mauricio: ¡No…! Pero es mejor que no me digas nada hoy, Melchor… Tengo todavía pendiente la
América Central, Luis XV, y además los sesenta versos de Homero, siete ecuaciones, el tema de latín.
Si no, mañana haré un mal papel.
En respuesta, Melchor se ofrece a ayudarlo con el estudio para luego poder hablar sobre “los misterios
de la generación”.
 Mauricio: ¡No puedo! ¡No puedo hablar con tranquilidad de los misterios de la generación! Si quieres
hacerme un favor, escribe tus explicaciones…
Mauricio se preocupa, sin éxito, por ser un hijo ideal, adaptado. Mientras que él está abrumado por
sus sensaciones, sus deseos de acercarse a las mujeres y sus fracasos en este terreno, para sus padres
“el ser hombre” es sólo ser un buen estudiante. Dice Mauricio: “…si me suspenden, le da a mi padre
un ataque y mi madre tendría que ir a un manicomio”, dando expresión a un fantasma de muerte y
locura de sus padres si se aparta de sus deseos.
Son evidentes las dificultades del adolescente para dar cuenta de su excitación y para acercarse al otro sexo; la
información que le proveen los libros no le sirve, carece de palabras propias con las que pueda efectuar ligaduras, la
invasión del pensamiento por la excitación sexual lo lleva al fracaso de la sublimación. Después de reprobar un
examen, alienado en el deseo de sus padres, no pudiendo soportar no estar a la altura de sus expectativas, se pega un
tiro. Dice al respecto S. Amigo (1998): “Este fin trágico de Mauricio deja claro hasta qué punto estudiar, para un niño
o un joven sólo puede ser vivido como una actividad apasionante si y sólo si el estudio hace cuerpo con la
investigación sexual. Desarticulado de esta última, la dedicación al estudio sólo puede ser vivida como mera
obediencia a los designios de los padres.”

Aquí el Otro, representado por sus padres, no daba su asentimiento para la exploración sexual del hijo y este quedó
atrapado en la represión parental, al servicio del goce fálico del Otro, imposibilitado de satisfacerlos y de poder darse
una respuesta singular frente al enigma de la sexualidad.

El destino del personaje de Melchor también es dramático pero tiene una resolución inesperada y favorable. A causa
de su escrito sobre el coito destinado a Mauricio y del embarazo de Wendla, Melchor es expulsado del liceo y
encerrado en un correccional, con la aprobación de sus padres y profesores que lo sindican como el responsable de la
muerte de sus amigos. Su propio padre expresará su condena en estos términos: “Testimonia, con horrible claridad, la
franca y consciente inclinación hacia todo instinto depravado, una inclinación a lo inmoral por ser inmoral. Su escrito
evidencia una corrupción espiritual que nosotros los juristas designamos con el término de “locura moral”.

La última escena de la obra transcurre en el cementerio adonde Melchor llega después de escapar del correccional.
Frente a la tumba de Wendla manifiesta su sentimiento de culpabilidad por las dos muertes y, desesperado por la “falta
cometida”, piensa en suicidarse pero no tiene fuerzas para hacerlo. Cuando finalmente decide irse del cementerio se le
presenta el fantasma de Mauricio, que le tiende su mano para llevarlo a un mundo mejor, el de los muertos, “más allá
de las cosas terrenas, del dolor y la alegría”. En ese momento hace su aparición la figura de un caballero enmascarado
que no devela su identidad; denuncia el discurso engañoso de Mauricio y le ordena retirarse, y le ofrece a Melchor su
brazo para sacarlo del cementerio, con la promesa de “cuidar de su porvenir… guiarlo por entre los hombres…
ampliar sus horizontes… que conozca todo lo interesante que el mundo encierra”. Lo desculpabiliza de la muerte de
Wendla y también lo desliga de su preocupación por sus padres diciéndole: “Tu padre busca consuelo en los robustos
brazos de tu madre”, con lo que queda liberado de garantizar el goce de sus padres. Y agrega que lo que necesita es
una “cena caliente” dentro del cuerpo para burlarse del cadáver. Con su intervención lo amarra a la vida.

El Enmascarado, a quien Wedekind dedica la obra, es la figura de un adulto, que podría ser una figura parental o un
analista, que funciona como alguien que impone la ley del falo, una regulación que permita poner palabras, constituir
un borde, a aquello que quedando por fuera de la ley. “Falo significante, mortificando lo simbólico y haciendo agujero
en lo real, apuesta a la vida. Vida que habrá de llegar al puerto de la muerte después de haber pasado por los
desfiladeros de la sexualidad.” (Amigo, 1998).

Mientras que la sombra de sus objetos perdidos caía sobre su yo, Melchor estaba condenado a morir como Wendla y
Mauricio. El Emascarado le permite desprenderse de estos objetos y elegir la vida, representada por la “cena caliente”.
Del Enmascarado, dice Lacan que es quien salva a Melchor de las garras de Mauricio y agrega: “… entre los
Nombres-del-Padre existe el del Hombre enmascarado.” (Lacan, 1974, 112). Esto hace pensar en la importancia de la
intervención de las figuras parentales o sus sustitutos para dar a los adolescentes amparo y acompañamiento, pero sin
retenerlos, de modo que puedan desprenderse de sus objetos edípicos y atravesar el encuentro con lo real de la
sexualidad y con el otro sexuado en la exogamia, dentro del registro simbólico o del registro imaginario, sin responder
ante ese real, con lo real de la acción que los arrastre a la muerte.

Por último, transcribiremos una cita que muestra el estado de desamparo psíquico y angustia en el cual queda el
adolescente cuando no recibe del mundo adulto más que desaprobación y castigo. Dice Mauricio: “Podemos
compadecer a la juventud que se alimenta de idealismo y a la vejez que con su superioridad estoica le quiebra el
corazón”.

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