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Prefacio
Advertencia
I. Introducción
a. ¿Por qué este libro?
b. ¿Por qué un sacerdote?
La Opción V
P. Jürgen Daum
Pureza y sexualidad
Para mujeres que quieren ser amadas de verdad
2da. edición impresa: julio del 2019
2da. edición electrónica: agosto del 2019
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o procedimiento, comprendidos la reprogra a y el tratamiento informá co.
«A ustedes, jóvenes, les digo: No tengan miedo de ir a contracorriente,
cuando nos quieren robar la esperanza, cuando nos proponen estos valores
que están perver dos, valores como el alimento en mal estado, y cuando el
alimento está en mal estado, nos hace mal. Estos valores nos hacen mal.
¡Debemos ir a contracorriente! Y ustedes, jóvenes, son los primeros: vayan
a contracorriente y tengan este orgullo de ir precisamente a
contracorriente. ¡Adelante, sean valientes y vayan a contracorriente! ¡Y
estén orgullosos de hacerlo!».
Papa Francisco (23/6/2013)
Ahora bien, es evidente que una sociedad que se aleja de Dios y con ello se
cierra a la fuente de amor que es Él, tarde o temprano se seca y se
convierte en un desierto en el que las personas andan buscando saciar su
sed de amor de cualquier forma, en cualquier charco, llenándose la boca
de arena en cualquier espejismo. Dejan de creer en el amor porque,
obviamente, no todo lo que parece o dice ser amor lo es. Uno puede
equivocarse, cometer errores, ilusionarse y muchas veces desengañarse.
Por eso quisiera ahorrarte muchos sufrimientos, decepciones, desilusiones
y heridas emocionales profundas hablándote del camino que necesitas
recorrer para encontrar y conquistar el amor verdadero.
Este camino es para valientes, para arriesgados, para hombres y mujeres
de verdad, para aquellos que quieren vivir la vida con heroísmo. El camino
es cuesta arriba, a contracorriente, nada popular, rechazado por la
mayoría, causa de burla y de mofa para tantos. Quizá no te guste lo que te
voy a decir y te cierres a la sola posibilidad de pensarlo, pero debo
decírtelo y adver rte que si quieres encontrar el amor verdadero,
autén camente humano, un amor que dure para siempre, sólo hay un
camino: la cas dad. Cas dad y amor puro van de la mano. La cas dad es el
camino que conduce a la cumbre de un amor humano autén co,
verdadero, profundo, real.
Antes de rechazar esta propuesta, es importante que sigas leyendo y
en endas bien qué es la cas dad. La profunda ignorancia con respecto a
esta virtud hace que muchos, muchísimos, la rechacen con tan sólo
escuchar la palabra.
Además de esta ignorancia proverbial, estamos expuestos con nuamente a
mensajes que presentan la cas dad como algo completamente anormal.
Como si fuera poco, la publicidad contemporánea está dirigida a avivar
nuestros deseos sexuales y busca
«hacernos sen r que los deseos a los que nos resis mos son tan “naturales”, tan “sanos” y
tan razonables que es casi perverso resis rse a ellos. Cartel tras cartel, película tras película,
novela tras novela, asocian la idea de la permisividad sexual con las de la salud, la
normalidad, la juventud, la franqueza y el buen humor. Esta asociación es una men ra.
Como todas las men ras poderosas, está basada en una verdad, la verdad... de que el sexo
en sí (aparte de los excesos y las obsesiones que han crecido a su alrededor) es “normal” y
“sano” y todo lo demás. La men ra consiste en pretender que todo acto sexual al que te
sientes tentado es ipso facto saludable y normal. Pues bien, esto, desde cualquier punto de
vista, y sin ninguna relación con el cris anismo, ene que ser una insensatez. Ceder a todos
nuestros deseos evidentemente conduce a la impotencia, la enfermedad, los celos, la
men ra, la ocultación y todo aquello que es lo opuesto a la felicidad, la franqueza y el buen
humor. Para cualquier po de felicidad, incluso en este mundo, se necesitará una gran dosis
de control, de modo que lo que pretende cualquier clase de deseo fuerte, ser sano y
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razonable, no cuenta para nada» .
La excusa para disfrutar de los placeres sin ningún límite es que “la vida es
corta y hay que disfrutarla al máximo”. No es nada nuevo; ya en la
an güedad se decía: «Comamos y bebamos que mañana moriremos»
(1Cor 15,32). Es así que el placer se convierte para el hedonista en la
norma úl ma de sus acciones, sin importar a quiénes use o el daño que
cause en el camino a las personas que u liza como objetos para sa sfacer
sus propios placeres.
Esta mentalidad de buscar constantemente el máximo placer en todo se
manifiesta también de otra manera: huir del dolor y del sufrimiento a toda
costa. Los avances en la producción y uso de los anestésicos han hecho
posible eliminar prác camente todo dolor en cualquier intervención
quirúrgica. La industria farmacéu ca ha elaborado pas llas para aliviar o
quitar todo po de dolor. No digo que sea algo malo, ¡todo lo contrario! ¡Es
muy bueno! Pero el efecto colateral es que nos ha hecho menos valientes o
resistentes al dolor, al sufrimiento, de modo que se nos hace fácil acudir a
otras formas de evadirlo o calmarlo que ya no son tan buenas, como tomar
alcohol en exceso “para olvidar las penas”, o consumir drogas para evadir
la realidad, o buscar ciertas “aventuras” o experiencias para “relajarse” o
huir de la monotonía en la que ha caído una relación. Hay también en el
mercado unas drogas cuyo nivel de consumo hoy es alarmante, y que
conjugan la evasión de la realidad con la experiencia del “placer úl mo”: la
pornogra a y la literatura eró ca.
Desde que existe Internet, la pornogra a se ha vuelto mucho más accesible
de lo que era antes. ¡Qué di cil se hace no ver “algo” cuando estás
navegando, cuando nadie te mira o cuando estás “tensa” y quieres
“relajarte”, o cuando simplemente quieres ver! La tentación de “curiosear”
haciendo un “clic” es fuerte, y a veces basta mirar una sola imagen para
quedar “enganchada” y luego querer ver más, y más, ¡y más! Pienso en
tantos niños y adolescentes que se ven expuestos hoy en día a esta
seducción diaria y que no enen la voluntad formada para poder resis rse.
¿Qué fuerza puede tener un adolescente en el “despertar hormonal” para
rechazar la primera oportunidad que se le presente de ver pornogra a,
más aún si sus compañeros de colegio hablan todo el día de lo úl mo que
han visto y del placer supremo que les produjo? De esto no se salvan ni los
niños, pues los productores de pornogra a están con nuamente ideando
nuevas maneras para que, a la hora de navegar en Internet, incluso a ellos
les “aparezcan de casualidad” o se encuentren “accidentalmente” con
imágenes seductoras o provoca vas que los inciten y es mulen, de modo
que desde pequeños generen una dependencia y adicción a la pornogra a
que los convierta en el futuro en fieles consumidores de los “productos”
que ofrece esa industria. Según una encuesta realizada en Estados Unidos,
la edad promedio en la que los niños ven pornogra a por primera vez es a
los nueve años.
¿Pero no es exagerado hablar de una “adicción” a la pornogra a? No. De
esto trataremos más adelante. Por ahora basta decir que la pornogra a se
convierte también en una forma de evasión de la realidad. Lo que allí se
muestra es pura fantasía, y ha sido diseñado para que el ser humano se
frustre en la vida real y por ello siempre termine volviendo al único lugar
que le puede proporcionar esa “perfección” de la vida sexual: la
pornogra a. Para la mujer esto se convierte además en una trampa: ella
cree que ene que imitar a las estrellas pornográficas para contentar a su
enamorado, novio o esposo, y no se da cuenta de que —justamente por
ser una fantasía y por ser irreal— jamás podrá llegar al mismo nivel. Por
todo ello la pornogra a está destruyendo muchas vidas y también muchos
matrimonios.
Los productores de pornogra a han encontrado maneras de enganchar
también a las mujeres, de volverlas dependientes y adictas, consumidoras
de su material. Y en ese empeño han descubierto una veta que están
explotando: la literatura román co-eró ca. Un caso que sonó mucho y que
podría servir como ejemplo es el del libro Cincuenta sombras de Grey, un
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best seller que por su éxito fue llevado también a las pantallas . Libros
semejantes, muy leídos especialmente por las mujeres por su carga de
roman cismo, están presentando una visión tremendamente deformada
de la sexualidad humana, convir éndose en muchos casos en un “manual
de cómo tener sexo”. Evidentemente, el amor allí no existe, pues todo es
sico, todo es confundir amor con placer sexual.
Una aclaración: ¿es malo el placer?
Hemos hablado del hedonismo, de cómo el buscar el máximo placer se
propaga hoy en nuestra sociedad como norma suprema. Quizá alguien en
este punto se pregunte: ¿Es que acaso es malo el placer sexual? La
respuesta es “no”:
«La ac tud cris ana no significa que haya nada malo en el placer sexual, como tampoco lo
hay en el placer de comer. Significa que no debemos aislar el placer e intentar obtenerlo por
sí mismo, del mismo modo que no debemos intentar obtener el placer del gusto sin tragar ni
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digerir, mas cando cosas y escupiéndolas después» .
Con esta revolución lo que han conseguido las mujeres, en vez de propiciar
una nueva generación de hombres que las respete y valore, es devaluarse a
sí mismas en su dignidad y grandeza. En lugar de elevar al hombre, la
mujer se ha rebajado. Como consecuencia, los hombres ya no piensan en
casarse sino hasta pasados los treinta, luego de haber “disfrutado” de las
mujeres que se entregan tan fácilmente porque ellas mismas andan a la
caza de aventuras sexuales. Me pregunto: ¿Ha sido una manera inteligente
de comba r el machismo? ¿Acaso no se ha reforzado justamente la
mentalidad machista en muchos, gracias a que se han mul plicado las
mujeres dispuestas a entregarse sin ningún po de compromiso? ¿A qué
hombre le interesa casarse, si ene todos los “beneficios” que le ofrece el
matrimonio sin las complicaciones y compromisos del mismo?
«Cuando el sexo es parte del paquete de casarse y tener hijos, está sujeto a un conjunto
estricto de condiciones y responsabilidades. Las consideraciones prác cas como los
ingresos, el alojamiento y la estabilidad general se aplican necesariamente. El sexo se
convierte sólo en un aspecto de un compromiso de por vida con otra persona. Pero si el sexo
está divorciado de todas estas condiciones, entonces nos quedamos con un acto meramente
natural y agradable que está limitado sólo por las propias opciones y oportunidades en la
vida. Ésta es la forma idealizada del sexo en el mundo moderno. Todo lo que queda es
maximizar el propio potencial sexual, mediante el cul vo de los atributos sexuales
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considerados más deseables en la sociedad actual» .
Los hombres son capaces de elevarse y ponerse a la altura por una mujer a
la que verdaderamente aman. Se convierten en esos príncipes que escalan
al simas torres para rescatar a sus princesas amadas, en vez de pedirles
que salten, prome éndoles que no les pasará nada porque ellos las
recibirán en sus brazos. Nunca he visto en esas películas saltar a las
princesas, porque al lanzarse al vacío sólo encontrarían la muerte.
¿Saltarías tú, o esperarías que él suba a rescatarte? ¿Qué clase de hombre
quieres? Eso depende de … de que les exijas a los chicos ser hombres de
verdad, de que los obligues a elevar sus estándares manteniendo tus
propios estándares altos. No eres tú la que debe saltar, ¡es él quien debe
subir! Es muy fácil que tú te entregues, que tú te sacrifiques a misma y
tus altos ideales por él. Pero eso es como saltar para caer en sus brazos. El
reto consiste en que él te demuestre lo mucho que vales para él, el amor
que te ene, escalando la torre, luchando por elevar sus propios
estándares, cul vando nobles ideales y comba endo por ellos,
comprendiendo que para amarte de verdad es necesario que él se domine
a sí mismo y purifique, mediante la virtud de la cas dad, su corazón de
todo egoísmo.
En ende que tú, como mujer, enes una misión importante en la sociedad
de hoy: ayudar a los hombres a que saquen lo mejor de sí mismos,
enseñarles que deben respetar a las mujeres aunque se regalen o estén
borrachas, exigirles que las traten con respeto, como a sus propias
hermanas, entrenarlos en la espera, en el dominio de sus propios impulsos,
en el amor verdadero que sabe esperar y que no impone su impaciencia
argumentando que es “una necesidad”.
d. Amor sin compromiso
Se difunde en nuestra sociedad un amor sin compromiso. Cada vez son
más los jóvenes que enen miedo o problemas para comprometerse. En
Europa ya no se casan, sólo conviven, y se está poniendo cada vez más de
moda esa costumbre también en nuestras sociedades.
El matrimonio no es, como muchos ahora dicen con desdén, «tan sólo
firmar un papel». Claro que se firma un papel, como se firma “tan sólo un
papel” cuando el banco le concede a uno un préstamo. ¡Pero ay de quien
incumpla aquello a lo que se compromete cuando firma ese papel! Por
tanto, no es “sólo firmar un papel”. La firma es signo de un compromiso
serio, que manifiesta una voluntad e implica responsabilidades que uno se
compromete a asumir. En el caso del matrimonio, la promesa se refiere a
cosas que uno puede hacer, a acciones, no a sen mientos, pues nadie
puede prometer seguir sin endo de una determinada manera con el paso
de los años. El matrimonio no es “sólo firmar un papel”, es asumir un
compromiso de modo solemne, un compromiso que uno está decidido a
honrar y cumplir por todos los días de su vida. La firma es para que conste
por escrito, y para que en el futuro uno no pueda evadir las
responsabilidades que se comprome ó a asumir. Un hombre que ve el
matrimonio como algo sin valor es un hombre que no está dispuesto a
asumir los deberes y compromisos que derivan del matrimonio, es un
hombre que no ama de verdad.
Hace un empo se me acercó un psicoterapeuta muy arrepen do porque,
habiendo abandonado su matrimonio por irse con otra mujer y queriendo
jus ficarse a sí mismo, había difundido por años la teoría de las “familias
ensambladas”. ¿De qué se trata? Son nuevas familias que se “ensamblan”
con piezas de matrimonios rotos: un divorciado con sus hijos que se junta
con una divorciada con sus hijos forman una nueva sociedad. Me decía él
—que por diez años había formado una “familia ensamblada”— que en
una familia así «no puedes tener ideales muy altos, porque si no, te
frustras». Me contaba, además, que su hijo le había dicho en una ocasión,
con la crudeza propia de la verdad: «Entonces tú no puedes creer en Dios,
porque si crees en Dios y has hecho una promesa ante Él, enes que
sacarlo de esa familia ensamblada». Su hijo comprendía bien que el
matrimonio como lo en ende el cris anismo es un compromiso para toda
la vida, y que dura no sólo hasta que las personas sienten que ya no están
enamoradas entre sí, o hasta cuando una se enamora de otra persona.
Cuando eso sucede, por la razón que sea, debe entrar a tallar la jus cia,
que incluye el mantener las promesas que ha hecho de modo solemne y
público todo aquel o aquella que se ha casado por la Iglesia: fidelidad hasta
que la muerte los separe.
El asunto es que hoy en día se cree que ya no debe lucharse por una
relación cuando “se ha desgastado” o “cuando ya no hay amor”, es decir,
cuando uno ya no se siente enamorado como al principio, cuando las
emociones intensas o las “mariposas” han dejado de revolotear en el
estómago. Pues la vida real no es así; hoy te sientes profundamente
enamorada, pero luego de dos años de casada probablemente no sen rás
lo mismo. El enamoramiento es una mezcla de ilusión, sueños, ideales,
fantasías, todo el día pensando en el enamorado o novio; eso ene una
importancia tremenda para dar inicio a un amor más profundo, un amor
que es compromiso, que es voluntad de unir sus vidas para siempre y
formar un hogar sólido, pase lo que pase, cueste lo que cueste, por todos
los días de sus vidas.
Este amigo psicoterapeuta, luego de un profundo proceso de conversión,
ha vuelto con su esposa, la verdadera, la única. No fue fácil, ciertamente,
pero ella y sus hijos lo acogieron nuevamente. Hace poco dio una
conferencia tulada: «¿Es el amor para siempre?». Allí dijo esto que quiero
que leas:
«Al hacerme la pregunta de si el amor es para siempre, en realidad me estoy haciendo la
pregunta de si el amor existe… Cuando le entregaste tu amor de joven a esa mujer u hombre
que enes a tu lado, ¿tú le dijiste: “te amo, pero por un ra to, o por un empo, hasta que se
nos pasen las maripositas”? ¿O le dijiste: “te amo, y te amo porque necesito que sea para
siempre”? ¿Era ese encuentro con la persona amada un encuentro por un ra to o para
siempre? Si tú te entregaste cuando te encontraste con aquella persona, ¿tú crees que no
pasó nada? ¡Cambiaste! ¡Para siempre! Por lo tanto, si me pregunto si el amor es para
siempre, tendría que preguntarme si existe. Si el amor no es para siempre, si el amor está
des nado solamente a durar según cuánta anfetamina esté en mi cabeza rondando, o
cuánto mi cerebro le está mandando a mi corazón que lata más rápidamente, y dura un año
o dos años y medio aproximadamente, ¡eso no es amor! El amor me cambia totalmente, por
decisión, por compromiso. ¿Y si un día decido que “no”, que “ya no quiero seguir”? No era
amor o no estás amando, o lo que es peor, de repente sí era amor, o sí es amor, y el que lo
está dejando pasar eres tú.
Si de algo estoy convencido es de que la entrega no es solamente de mi cuerpo, la entrega
no es solamente de mi mente, es algo que viene de algún si o y va hacia algún si o, y en ese
camino u lizo la única ruta que existe. Yo vengo del Amor, voy hacia el Amor, y es a través
del Amor que hago mi recorrido. Eso es lo que comparto con go. Tú también sientes lo
mismo, tú también vienes del mismo si o y vas hacia el mismo si o: el Amor. ¿Qué
compar mos todos nosotros aquí?
¿Por qué me atrevo a hablarte del amor así? Porque yo no te estoy hablando de nada nuevo,
porque está calzado en , porque es parte de , porque siempre estuvo allí. ¿Y sabes qué
pasó? En los ojos de esa mujer que enes al lado o en la que estás pensando, descubriste
esa huella imborrable, imperecedera, ese afán que te es imposible acallar no importa lo que
ocurra, no importa cómo lo llames, pero que te lanza otra vez a mirarte en el espejo de sus
ojos y decir: yo soy capaz de amarte y tú eres capaz de amarme. Iden ficamos el amor en
nosotros que nos hace dis ntos. Por eso lo intentaste, por eso te arriesgaste, porque no es
cualquier cosa, porque no estamos hablando simplemente de algo perecedero, porque
ansiamos y tenemos un afán impresionante de ir mucho más allá de algo que acabe con
nuestros días. Además, hablar de amor no es hablar de pequeñas cositas, hablar de amor es
hablar de gente osada, de gente que se atreve, de gente que realmente quiere entregarse».
En efecto, no son pocas las mujeres que terminan creyendo que porque
“los hombres enen necesidades” no les queda más que ceder y
entregarse. En vez de exigirles que aprendan a dominar sus impulsos y
deseos sexuales, les consienten todo. Algunos de ellos, por su parte, no
pocas veces terminan presionando a las que quieren esperar hasta el
matrimonio:
«Éramos amigos; luego parecía que los dos estábamos hechos el uno para el otro y fuimos
enamorados (novios). Todo marchaba bien. Los primeros meses todo parecía perfecto y me
enamoré muchísimo de él. Él sabía que yo era virgen y decidió respetarme en todo
momento. Pero todo cambió cuando él se trasladó a otra ciudad al recibir una buena oferta
de trabajo. Manteníamos una relación amorosa a distancia y nos veíamos muy poco, una vez
cada quince días o cada mes. Para entonces sus ideas de vivir la cas dad habían cambiado.
Empezó a decirme que quería tener relaciones conmigo y que quería ser el primero. Para
esto, él ya había tenido relaciones sexuales antes con otras mujeres. Lo que me dijo me
entristeció muchísimo. Le dije que no, que yo no renunciaría a mi propósito de llegar virgen
al matrimonio. Él insis a diciéndome: “¿Por qué te preocupas por eso, si nos vamos a
casar?”. Y aunque yo me mantenía firme en mi propósito de guardar mi virginidad, como lo
amaba tanto, le permi a algunas cosas impuras, muchas veces porque yo misma me
exponía demasiado.
Una noche me llamó por teléfono y me pidió que me conectara a Internet. Me conecté y por
las cosas que me decía recién me di cuenta, pude ver que él ya no me amaba, sino que sólo
me deseaba. Empezó a decirme que para que nuestra relación amorosa funcionase, tenía
que ir de la mano con el sexo, que él ya no podía esperarme más. Me decía que ya los dos
éramos una pareja adulta que necesitaba de “otras cosas” para que la relación funcionase, y
que mucha “dieta” hacía daño, que “uno no sólo puede vivir de verduras”, que “de vez en
cuando es bueno comer carne”. Tomé conciencia de que el hombre que supuestamente me
amaba me estaba tomando como un pedazo de carne que necesitaba comer para no
morirse de hambre. Todo giraba alrededor de “él”. ¿Y yo? ¿Cómo quedaba? Al leer esto mis
lágrimas inundaron mis ojos, la tristeza y el dolor eran tan grandes que le dije que otro día
hablaríamos de ello. Apagué la computadora y sólo me puse a llorar».
Quien ofrece este tes monio tuvo el coraje que no siempre enen otras
chicas:
«No fue nada fácil, pero un día me llené de valor y le dije que yo lo amaba muchísimo, que
me hubiera gustado que las cosas fueran dis ntas y que había hecho una promesa de
esperar hasta el matrimonio; y que por más que lo amaba, prefería perderlo a él antes que
renunciar a mi dignidad, a mis ideales, a mis propósitos, antes que perderme a mí misma y
perder a Dios. Así fue que le terminé».
Quienes luchan día a día por vivir la cas dad experimentan paz, una paz
que no enen quienes se apresuran a dar rienda suelta a sus curiosidades
o impulsos sexuales. El daño emocional, psicológico, espiritual y sico que
una misma se hace o hace a otras personas cuando “se deja llevar” por sus
ape tos sexuales puede llegar a ser muy profundo, severo y di cil de curar.
Muchas veces toma años recuperarse de esas heridas. La verdadera
felicidad no está en experimentar los placeres sicos sin restricción, sino en
la paz interior que es fruto de la pureza de corazón.
Para entender mejor por qué no produce neurosis ni hace daño aprender a
dominarse se me ocurre una comparación. ¿Qué pasa cuando a un
automóvil se le vacían los frenos? El conductor pierde el control del
vehículo, puede causar un accidente grave, lesiones a sí mismo y a otros,
incluso la muerte. Pues algo semejante pasa con go cuando quieres vivir
“desenfrenadamente” tu sexualidad, sin poner freno a tus fantasías,
deseos o impulsos sexuales. El freno en el automóvil no es algo malo; al
contrario, es esencial porque protege a sus ocupantes y a otras personas
que andan por la calle, porque evita accidentes y el daño consecuente,
porque gracias a él los ocupantes pueden llegar sanos a su des no. Tú
también necesitas aprender a poner freno a tus fantasías e impulsos
sexuales. Si tú no los dominas, te conver rás en esclava de ellos. En
realidad, el que tú seas feliz y logres hacer felices a otras personas —ya sea
a tu enamorado, tu novio, tu futuro esposo o tus hijos— requiere de
muchas restricciones de tu parte, de mucho autodominio. El reclamo de
que todo deseo o impulso sexual debe ser sa sfecho de inmediato porque
es saludable y natural no vale para nada. La salud sica, emocional,
psicológica e incluso espiritual sólo se ob ene a par r de una serie de
principios morales por los que la persona admite unos y rechaza otros. Eso
es lo que hace hombre al hombre y mujer a la mujer: que sea capaz de
dominarse a sí mismo o a sí misma para alcanzar un fin supremo, que en
este caso es el amor verdadero. Si no quieres arruinar tu vida y la de otros,
lo primero que debes hacer es aprender a controlar y dominar los impulsos
de tu propia naturaleza. Sé que no es tarea fácil, especialmente cuando
“las hormonas están revueltas”, pero es posible, como es posible dominar
a un potro salvaje para hacer de él un caballo dócil, del que pueden
u lizarse todas sus energías y fuerzas para realizar con él tareas nobles o
competencias fabulosas.
Para educarte en ese autodomino debes ser inteligente. Inteligente es la
mujer que no se expone poniéndose en lugares o situaciones en las que es
muy fácil terminar perdiendo el control de sí misma. La pasión es como un
fuego que se enciende de un momento a otro, y que, una vez encendido,
no se apaga hasta que lo ha consumido todo. Tú debes ser consciente de
que la pasión sexual es una fuerza di cil de controlar o detener una vez
que se enciende. Cuando eso sucede, lo común es “dejarse llevar”.
¡Cuántas veces “pasó todo” porque ingenuamente —o quizá
intencionalmente— los enamorados se quedaron solos en un cuarto o en
la casa! Dominar tus impulsos sexuales empieza por no exponerte, por no
estar a solas en un cuarto con tu enamorado o novio, por no ir sola al
departamento de un chico, y menos aceptar la invitación de ir a un hotel
con él. Si tú piensas que es muy román co echarte con tu enamorado en la
cama y crees que “no va a pasar nada”, si te sientes fuerte y consideras que
puedes “manejar la situación” y tener todo “bajo control”, tarde o
temprano terminará pasando lo que no querías. Hay lugares y situaciones
en los que no tendrás la suficiente fuerza de voluntad para decir «no». En
este asunto, nunca está de más un poco de humildad: no puedes meter tu
cabeza en la boca de un león pensando que no te va a hacer nada.
Pero volvamos a la comparación: ¿Es malo decir «no»? ¿Resulta perjudicial
poner un freno y decir «para»? Te respondo con otra pregunta: ¿Es malo
frenar cuando la luz del semáforo está en rojo? ¿Acaso frenar le causa
daño al automóvil? ¡Todo lo contrario! El freno te cuida, te protege, cuida y
protege a quienes viajan con go, a quienes más amas. Si frenas cuando el
semáforo está en rojo, o cuando alguien intempes vamente se cruza en el
camino, no le saltan las tuercas al auto. No le hace daño alguno, como no
te hace daño alguno decir «no» y frenar tus o sus impulsos sexuales. Los
enamorados o novios enen que ponerse límites muy claros y saber decir
«no» si no quieren hacerse daño y destruir el amor que se enen,
convir éndolo en un egoísmo de a dos. Las manifestaciones sexuales
pueden y deben esperar para que el amor pueda madurar. De lo contrario,
“hacer el amor” se conver rá en “deshacer el amor”. Este esfuerzo lo
deben poner los dos, no sólo tú. Él debe ayudarte también, pues si no,
tarde o temprano tú terminarás cediendo. Como recomienda Crystalina
Evert, una de las razones por las que es mejor que termines una relación es
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si «has tenido que decirle más de una vez que se detenga» .
f. La presión social
Otro factor importante que influye en las relaciones sexuales precoces y en
una visión sexualizada de la juventud es la presión social. En una ocasión
me escribía una joven de trece años, al día siguiente de haber hecho una
promesa de cas dad con el apoyo y presencia de sus padres:
«Al llegar al colegio le conté muy contenta a mi amiga R. que había hecho una promesa de
cas dad y su reacción no me sorprendió: ella se rio. Pasaron cinco minutos y llegó otra
amiga. R. le contó y se rieron juntas y me dijeron que no la iba a cumplir».
Otra joven me compar ó que cuando tenía doce años sus amigas la
segregaron del grupo porque ella quería guardar su virginidad hasta el
matrimonio.
Por esa misma presión, o porque varias de sus compañeras se inician
sexualmente a los trece, catorce o quince años y les hablan de lo normal
que es, muchas de ustedes terminan pensando que la virginidad es una
vergüenza, una especie de es gma del que deben liberarse cuanto antes. Si
eres virgen, probablemente serás objeto de burla de tus amigas
sexualmente ac vas, que te dirán que algo anda mal con go o que no
quisieran ser como tú, tan aburrida:
«Mis “amigas” sabían que yo era virgen y en una de las reuniones de estudio se empezaron
a burlar y a reír de mí, diciendo: “No nos gustaría estar en tu lugar y llegar, como tú, a los
veinte y no conocer el sexo”. Al escucharlas, rompí en llanto, porque me sen a muy débil e
impotente».
Ante los comentarios, las burlas, ante todo lo que se ve en las series, en el
cine, en la vida de otras personas, ante la presión de los mismos
enamorados, ¿cuánto puede una chica resis r antes de ceder? He
escuchado el tes monio de muchas jóvenes que tenían el sueño y la
intención de guardarse vírgenes para el matrimonio, pero que en el camino
sucumbieron. En muchos casos lo hicieron con sus enamorados, a quienes
se entregaron creyendo en sus promesas de “amor eterno” y de un “futuro
matrimonio”, pensando ellas mismas que eso era “para siempre”. Sobre
esta triste realidad me contaba un joven universitario de vein ún años, que
ha hecho la opción de guardarse virgen él mismo hasta el matrimonio:
«Yo he sido tes go de cómo muchas chicas han caído por presión de sus enamorados y
ahora se arrepienten, amigas cercanas. Es como si los chicos se convir eran en el mismo
demonio al tentar así a una chica, ¡y hay tantas que no enen un sustento en el que
apoyarse para mantenerse firmes!».
No quiero ser injusto, pues no siempre son ustedes las víc mas. También
se da lo contrario, como una vez me contó un amigo, cuya enamorada lo
amenazó con terminar con él si sacaba el sexo de la relación. En ese
instante, su propósito de vivir la cas dad, tomado en un re ro espiritual,
se desvaneció por completo. Verdaderamente hay mujeres que presionan
a sus enamorados o los seducen, ya sea por el mero placer sexual o porque
confunden ser deseadas con ser amadas: «Si no me deseas sexualmente,
no soy valiosa para , no me amas».
Puede que la pureza te atraiga mucho en un momento determinado de tu
vida, y puede que verdaderamente te sientas alentada a vivirla. ¿Serás de
las que perseveren? Lo cierto es que muchas terminan renunciando a sus
anhelos o ideales por la presión que ejercen en ellas una persona concreta
o un grupo. Ciertamente es más fácil ceder que luchar contra la corriente.
Si tú quieres vivir la cas dad, si quieres guardar tu pureza y esperar hasta
el matrimonio, asegúrate de mantenerte firme y de forjar día a día un
carácter fuerte y una personalidad consistente.
g. El gran negocio del sexo
Hay gente interesada en promover el sexo para ganar dinero, tan crudo y
sencillo como eso. Invierten dinero para fomentar el liber naje y una
sexualidad precoz entre los jóvenes. Peor aún, en la sociedad occidental ya
se está introduciendo a los niños y niñas al mundo sexualizado de los
adultos:
«En el 2007, la Asociación Americana de Psicología publicó un informe sobre la sexualización
de las niñas, señalando que esta forma de auto-obje ficación está vinculada con “tres de los
problemas de salud mental más comunes de las niñas y las mujeres: desórdenes
alimen cios, baja autoes ma y depresión o estado de ánimo deprimido”. Poco después, un
comité del Senado australiano llevó a cabo una inves gación pública e informó en el 2008
que “la inadecuada sexualización de los niños en Australia es cada vez más preocupante” y
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un “desa o cultural significa vo”» .
Dicho sea de paso, la infer lidad de aquellas mujeres genera luego una
nueva fuente de ingresos para numerosos médicos, que ayudan a las
mujeres afectadas por estos métodos a tener sus bebés, cobrando fuertes
sumas de dinero por el procedimiento. Y así sigue el negocio…
h. Una nueva educación sexual perversa y perver dora
Existe malicia en personas y organizaciones que además de dinero buscan
“educar” a los niños y jóvenes para que piensen que “todo es normal”,
incluso lo perverso y degradante.
Michael Coren, en un ar culo tulado «Promoviendo perversidad», cuenta
cómo a comienzos de julio del 2013 la policía de Toronto arrestó a
Benjamin Levin. Este hombre de sesenta y un años fue acusado de siete
episodios de explotación infan l, incluyendo posesión y acceso a
pornogra a de menores. Levin, miembro de una poderosa e influyente
familia, era a su vez «un educador que ha influido en escuelas y maestros
de todo el mundo». En Canadá llegó a ser profesor en el Ins tuto de
Estudios en Educación de Ontario, una en dad crucial para orientar los
métodos de enseñanza del país. También fue viceministro de educación en
Ontario entre 2004 y 2009.
Liberado bajo una fianza de 100,000 dólares, Levin
«ha estado al centro de la polí ca y el poder educa vos por una generación, y era una figura
principal en el sistema educa vo que nos dio [a Canadá] el más reciente currículum de
educación sexual extremista y perverso. El currículum se pospuso por presión del público…
Para quienes hayan olvidado lo sórdida y provocadora que era esta basura, proponía que
chicos de once años aprendieran sobre iden dad de género, homofobia, sa sfacción
personal, y descubrieran sus cuerpos a través de la masturbación y la lubricación vaginal. A
los doce y trece años se les enseñaría sobre sexo anal y oral. En todo momento se les diría
que hay varios géneros, que nosotros podríamos ser del género que quisiéramos o
pensáramos que somos, y no necesariamente de aquel con el que hubiéramos nacido.
También había una concentración en la homosexualidad, la bisexualidad y los cambios de
género, y una extraña y grotesca obsesión por una sexualidad sin amor y marginal que no
ene lugar en la educación, y ciertamente no en la educación de niños tan pequeños».
Conclusión
Hasta aquí he querido ofrecerte un largo aunque muy incompleto recuento
de algunos elementos que forman parte del ambiente cultural en el que
estamos sumergidos y nos movemos. ¿No vamos absorbiendo día a día
estos mensajes o formas de pensar y actuar, haciéndolos “nuestros”?
¿Cuánto nos influyen? ¿Somos libres de pensar como pensamos en temas
que enen que ver con la sexualidad humana? ¿O estamos condicionados
por la forma como otros quieren que pensemos y actuemos?
Me doy por sa sfecho si comprendes que tu modo de pensar o actuar no
está libre de todas estas influencias, y que, si quieres hacer la opción por
vivir la cas dad, si quieres crecer sin ataduras ni vicios, alejada de las cosas
que te hacen daño, si quieres tener una vida realmente humana y
realizada, tendrás que ir a contracorriente y que asumir una lucha tenaz,
ardua y heroica. ¡Pero créeme que vale la pena y que no estás sola!
III. Hechas para amar y ser amadas
Todos experimentamos un profundo deseo de amar y de ser amados.
Sepámoslo o no, nuestra felicidad depende de que encontremos y vivamos
un amor autén co, verdadero. He citado ya al Papa San Juan Pablo II
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cuando decía que «el ser humano no puede vivir sin amor» . Amar y ser
amados es crucial para cada uno de nosotros. Sólo el amor nos lleva a la
felicidad. Sólo el amor da sen do a nuestra existencia.
¿Qué ene que ver Dios con el amor que necesitamos vivir? Hace poco les
hablé a un grupo de preadolescentes sobre la importancia de la cas dad
para encontrar el amor verdadero. Lo hice en base al mandamiento del
triple amor: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón… y al prójimo
como a mismo» (Lc 10,27). ¿Cuál es la relación de este amor con la
cas dad? Para explicártelo quisiera primero que leas el siguiente texto:
«Lo extraordinario no es que se nos mande amar a Dios, sino que se nos permita amarlo y
que se nos dé la posibilidad de hacerlo y de gozar de su amor. Nosotros, pequeños hombres.
Esto no es un decreto, una imposición, ¡es una maravilla!, un regalo abrumador, una gracia
de locos y, al mismo empo, el único fundamento del amor a los demás que, por otra parte,
es, en esta vida, la sola posibilidad de la verdadera felicidad: “amar y ser amado”, como
decía Ovidio. ¡Qué tristeza ver al hombre de hoy perdiendo, poco a poco, esta su dignidad
suprema, lanzado a amores pedestres, a obje vos falaces, a metas tontas, mo vos banales!
¡Estar hecho para Dios y terminar ambicionando la cloaca! Pero así lo quieren los grandes
rectores de las masas: al hombre que ama a Dios no se lo puede manejar; al que ama la
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zanahoria se le cuelga una delante de las narices y se le lleva a cualquier parte» .
¿En endes? Este mensaje del amor a Dios y de la monogamia no sólo “no
vende”, sino que algunos piensan que debe ser desterrado de nuestras
sociedades junto con Dios mismo. Lo que «los grandes rectores de las
masas» han buscado hacer es eliminar ese mensaje de la cultura moderna.
Logrando sacar a Dios de tu vida y volviéndote enemiga de la Iglesia —
añado yo—, te cuelgan una “zanahoria” delante y te llevan adonde
quieren.
Ahora sí te explico cuál es mi enfoque sobre el mandamiento del triple
amor: Dios te ha creado por amor, tú procedes del Amor y estás hecha
para amar. Pero no puedes amar separada de la fuente del Amor, sin
abrirte al Amor, sin acoger ese Amor en tu vida, sin par cipar de ese Amor
vivamente. Cuando Dios te manda amarlo, no es un capricho suyo, sino
que es algo que responde a tu naturaleza más profunda. Tú necesitas
amarlo para poder amar y ser amada de verdad. De eso depende tu
felicidad no sólo en esta vida, sino por toda la eternidad.
Pero este amor no se restringe a Dios: Él te ha creado para amarlo no sólo
a Él, sino también para amar y ser amada por otras personas semejantes a
, para amar a otros seres humanos como tú. Ahora bien, es un grave error
pensar que, siendo Dios la fuente de nuestro amor, podrás amarte a
misma o a otros rectamente si no lo amas a Él primero. Dios es la fuente y
el fundamento de todo amor humano. Si tú quieres amar verdaderamente
a tus amigos, a tus padres, a tu enamorado, a tu novio o a tu esposo, ¡ama
a Cristo! Amándolo a Él los amarás como Él. Él ha venido a “reconectarte”
con Dios, fuente de todo amor humano. Él, además, ha venido a enseñarte
cómo se ama verdaderamente: «Ámense los unos a los otros como Yo los
he amado» (Jn 15,12). Él es la fuente y el maestro del amor verdadero y
verdaderamente humano. No hay amor más grande que el suyo, y ese
amor existe y es para siempre. Unida a Él y par cipando de su mismo
amor, podrás amarte a misma y amar a tus semejantes con su mismo
amor.
Ahora bien, quizá no sepas esto o quizá ya lo has experimentado, pero
cuando una mujer cede a las exigencias sexuales de su enamorado o de
cualquier hombre, empieza a desvalorarse a sí misma, pudiendo llegar al
punto de despreciarse gravemente. Muchas jóvenes me han confiado lo
mal que se sienten consigo mismas luego de haber tenido experiencias de
carácter sexual. Se sienten avergonzadas de sí mismas, a veces sucias e
indignas. ¿Tú crees que una persona que se valora poco a sí misma puede
amar rectamente a los demás? ¡No! Si quieres amar verdaderamente a
otra persona, enes que empezar por amarte rectamente a misma,
enes que aprender a valorarte a misma, y para ello es fundamental
amar a Dios. Sólo así descubrirás tu enorme dignidad y grandeza,
descubrirás que eres inmensamente valiosa y amada, porque tú eres hija
de Dios.
Mientras que el hombre parece “afirmarse a sí mismo” mediante los
avances y conquistas sexuales con las mujeres, mientras su ego se infla, la
mujer se devalúa cada vez más a sus propios ojos toda vez que cede y se
entrega sexualmente:
«Perdí como mujer todo el valor, porque por complacerlo y tenerlo a mi lado caí hasta lo
más bajo que puede una mujer caer. Cada día me hacía más daño con esa relación» (Una
joven de vein ún años).
«El libro Feminidad pura me tocó profundamente, me sen muy iden ficada porque yo ya
no soy virgen y me sen a rota y sucia» (Una joven de vein dós años).
En fin, tes monios como éstos son innumerables. Quizás por fuera una
chica pueda aparentar que “todo está bien”, que todo es felicidad y que
tener sexo sin compromiso es maravilloso, pero por dentro y cuando está
sola ante sí misma, otra es la historia. Si el sexo hiciese feliz a la mujer, ¿no
serían las estrellas porno las más felices del mundo? Sin embargo, no lo
son, y muchas de ellas terminan suicidándose porque su vida pierde
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sen do, porque para ellas ya no hay amor . En palabras de Bri ni, una ex
actriz porno que logró salir de ese hoyo oscuro, luego de rodar cientos de
películas empezó a sen rse vacía, como si estuviera “drenada” por dentro:
«Era como un robot o como una muñeca Barbie de caucho. No tenía
sen mientos». Primero se refugió en el alcohol y las drogas —cocaína y
heroína— «para adormecer mi dolor, para poder sobrevivir». Como esto
no le dio resultado, pasó a métodos más severos, haciéndose cortes e
intentando suicidarse varias veces: «Pasé muchas noches solitarias
mientras me cortaba las muñecas. Me gastaba toda mi paga en drogas».
Ahora te digo: piensa en el daño que te haces a misma cuando permites
los avances sexuales de un hombre o los propicias, creyendo acaso que de
esa manera estarán más unidos o que “no hay nada de malo”, que todo es
“diversión y juegos” que dan placer. Por tu propio bien y el bien de
cualquier relación, no debes permi r que el “amor” se convierta en la
razón o excusa para adelantar aquello que debe estar reservado para el
matrimonio, es decir, cuando el compromiso de quedarse con go para
siempre no sea sólo algo dicho al oído en una situación muy román ca o
en el momento de la excitación. Las promesas dichas en esas
circunstancias no enen peso alguno. Como me hacía notar una persona
sensata que sabe de la vida, «el hombre promete y promete hasta que
ob ene lo que quiere, y una vez que ob ene lo que quiere, olvida lo que
promete». ¿Quieres arriesgarte a que te suceda eso? La única promesa que
ene peso es la que, luego de esperar y de madurar en un amor puro, se
hace ante el Altar, ante Dios.
Un hombre que te ama de verdad será capaz de decirte: «Porque te amo,
te voy a esperar. No tengo apuro, porque tendremos toda la vida para
disfrutar del don de la sexualidad una vez que nos unamos para siempre,
ante el Altar de Dios». El verdadero hombre no es aquel que le pide a la
mujer demostrarle su amor entregándose a él, o aquel que, luego de
esperar un empo, de pronto le dice: «Ya no puedo seguir esperando, esto
no va a funcionar sin sexo», sino el que le demuestra su amor esperándola
hasta el matrimonio, respetándola, ayudándola, dominándose a sí mismo y
sacrificándose por ella. Hacen falta más chicas que piensen y actúen como
esta joven que actualmente ene dieciséis años:
«Tenía catorce años cuando leí los libros de Jason Evert y su esposa Crystalina, y a poco de
cumplir quince tomé esa decisión. Desde entonces lucho cada día por cuidar mi pureza y
ejercitarme en la cas dad, y siempre tengo en mente que “quiero regalarle lo más preciado
de mí (mi virginidad) al chico que acepte estar toda su vida conmigo, y no sólo con palabras,
sino con hechos, el día en que él se comprometa ante mí, ante nuestros amigos, ante
nuestros familiares, ante el sacerdote y, en especial, ante Dios, a estar conmigo para
siempre”. Yo acepté ser diferente a otros, acepté seguir el camino de “La Opción V” y no
seguir “la corriente”, la “opción A” que muchas personas siguen simplemente porque “es
diver do”, porque “todos lo hacen”, o incluso porque es “una preparación” para hacer sen r
bien a tu futuro(a) esposo(a) con la experiencia adquirida con sabe Dios cuántas parejas
sexuales. Aunque muchos me digan que soy “extraña” y que “no me durará mucho”, he
decidido y quiero serle fiel a mi futuro esposo luchando por vivir la cas dad y cuidando mi
pureza día a día».
Ahora te pregunto: ¿Qué es lo que quieres para ? ¿No quieres amar y ser
amada de verdad? Para ello ama a Dios sobre todo y ámate y valórate a
misma antes de dejar que un hombre entre en tu vida. En ese amor, busca
purificar tu propio corazón de todo egoísmo. Y cuando sea el momento de
dejar entrar a un hombre en tu corazón y en tu vida, ayúdalo a purificarse
de su propio egoísmo para que también él pueda amar a Dios sobre todo
(si es que no lo hace aún) y a sí mismo con rec tud. De esta manera, y
gracias a la cas dad y la pureza, podrá madurar entre ustedes un amor
verdadero que durará para siempre.
IV. ¿Qué es la castidad?
La cas dad, ante todo, es una virtud. Nuestra voz “virtud” proviene de la
palabra la na “virtutem” y ene su origen en la palabra “vir”, “varón”. Sólo
la virtud lleva al hombre a ser hombre de verdad. Hoy quizá muchos creen
que “ser hombre” es ser un “macho” musculoso capaz de vencer a otros
“machos” (ser un “macho alfa”), o ser tan atrac vo y galán que pueda
seducir a cuanta mujer desee. Eso, sencillamente, no es ser hombre, es ser
“macho”, como machos llamamos a los animales. Ser hombre de verdad no
es aprender a dominar a los otros —por medio de la fuerza, el dinero, la
manipulación, el “arte” de la seducción, etc.—, sino dominarse a sí mismo,
es decir aprender a dominar los propios impulsos, pues éstos, si no se les
restringe y más bien se les da rienda suelta, si no se les orienta
debidamente, causarán un terrible daño a los demás y a uno mismo.
Nuestros impulsos interiores, si se me permite una comparación, son como
la energía que produce un reactor atómico: si se controla la fusión nuclear,
es capaz de generar una energía que ilumina ciudades enteras. Pero si se
sale de control, mata o causa serias deformaciones a los seres vivos que
son expuestos a su radiación, además que torna estéril la erra
contaminada. Así es la persona que no aprende a dominar sus impulsos y
pasiones: se convierte en un desastre e irradia ese desastre a quienes
entran en contacto con ella.
La virtud lleva a la persona a comportarse verdaderamente como ser
humano, a conducirse como tal. Para ello se necesita fuerza moral, coraje,
virilidad, excelencia (todo eso refleja el término la no “vir”).
¿Y en qué consiste esta virtud de la cas dad? La sola mención de la palabra
produce rechazo en muchos, porque ni siquiera saben lo que significa.
Varios creen que es lo mismo que «no tener sexo nunca» y que «eso es
sólo para curas y monjas». Quizá tú misma, en medio de tanta confusión e
ignorancia, no sabes bien qué es la cas dad. Por eso es importante explicar
ahora su significado y sus implicancias, para que tengas las cosas claras y
puedas así dar razón a otros de su sen do.
Vayamos primero a la e mología de la palabra. “Cas dad” viene del la n
“castus”, y se traduce al español como “puro”. Por tanto, cas dad y pureza
son sinónimos, significan lo mismo.
Sobre la pureza podemos decir que la buscamos y preferimos en todo. Así,
por ejemplo, cuando se trata de beber agua, procuramos que sea pura y
rechazamos el agua sucia. Lo mismo se aplica al aire o a los alimentos. Si
nos referimos a metales o a joyas, sucede igual: su calidad y valor
aumentan de acuerdo a su pureza; pensemos en un diamante, por
ejemplo. Cuando de personas se trata, nos repugna la compañía de alguien
sucio y maloliente, mientras que nos agrada la de gente limpia y
perfumada. Así se da en todo: naturalmente preferimos lo que es puro y
limpio.
¿A qué viene todo esto? Pues también en lo que respecta al amor
queremos un amor puro. Pero resulta que no todo lo que dice ser amor es
verdaderamente amor, y no todo amor es de por sí puro. Hay un amor
puro y otro que no lo es, cuando está contaminado por el egoísmo. Es de
ese egoísmo del que todo amor humano necesita purificarse
con nuamente para que no nos haga daño y no haga daño a otros. La
cas dad es justamente la virtud que purifica y protege al amor humano del
egoísmo.
¿Y qué es el egoísmo? Ponerse uno a sí mismo primero o en el centro,
buscar los propios intereses antes que el bien de los demás. Es “amarse
uno a sí mismo” pero por encima de todos, y querer que te amen a por
encima de todo. Soy egoísta cuando deseo que la otra persona haga lo que
yo quiero y no lo que es bueno para ella. Soy egoísta cuando antepongo
mis caprichos, mis impulsos o mi placer al bien de la otra persona. Si lo
primero que busco en una relación es disfrutar del placer que me
proporciona o llenar un vacío afec vo, aunque sea “de mutuo acuerdo”,
estoy siendo egoísta y la otra persona también. La relación se convierte en
un egoísmo compar do por dos “mendigos” que bajo la excusa de que
«nos amamos» en el fondo buscan obtener algo del otro.
Al egoísta no le preocupa hacer sufrir a otras personas; tampoco le importa
men r con tal de obtener lo que quiere. En una encuesta realizada por la
revista Seventeen entre jóvenes varones universitarios en Estados Unidos,
el 40% admi ó haberle «dicho “te amo” a una chica con la única finalidad
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de obtener algo sexual de ella» .
Otras veces, cuando hay un amor incipiente, cuando hay un afecto
verdadero entre un chico y una chica, el egoísmo es capaz de deformar y
destruir ese amor. Ese egoísmo se mete en la relación cuando los besos se
tornan apasionados, cuando llevados por el impulso se exceden en caricias,
cuando se van quebrando los límites y se avanza cada vez más en el
terreno sexual.
Alguna objetará: «Pero si los dos estamos de acuerdo y nos amamos, ¿qué
ene de malo?». Le respondo: cuando la búsqueda del placer y del sexo
entran en la relación antes de empo (o sea, antes del matrimonio), la
relación se distorsiona. El amor es como una semilla que echa su tallo. Si
no cuidas esa pequeña y frágil planta, si la expones al fuego o al sol
intenso, se marchita y muere. Para que el amor crezca y madure, para que
se convierta en un árbol sólido que dé buenos frutos en el futuro, hay que
cuidarlo desde hoy con la cas dad, con el mutuo respeto, poniendo los
límites claros y luchando juntos por mantenerlos. El grave riesgo que se
corre cuando se adelantan las cosas es éste:
«Hace once meses que estoy con mi enamorada. Recién hemos tenido relaciones sexuales
por primera vez y me duele tanto haberlo hecho, porque desde que lo hice ya no soy capaz
de mirar su corazón como lo hacía antes; ¡ahora sólo pienso en eso!» (Un joven de diecisiete
años).
Había amor, pero un amor que necesitaba madurar, crecer, hacerse fuerte
en la espera. Al apresurarse, la mirada del joven se deformó, se enturbió.
Eso es lo que suele suceder en un chico que no ene madurez, que no es
capaz de dominarse, de esperar, de purificar sus intenciones: deja de ver el
corazón de su amada y empieza a mirarla cada vez más como un objeto de
placer. Así crece el egoísmo, mientras el amor sincero decrece y se
marchita.
Varias jóvenes a quienes yo les contaba lo que me había dicho aquel joven
me comentaron: «Lo mismo sen que pasó entre nosotros». Las relaciones
sexuales no son un juego, son algo muy serio, algo, incluso, sagrado. Los
químicos que entran a tallar en el cuerpo durante la relación sexual causan
cambios importantes en el cerebro del hombre y de la mujer, cambios no
sólo biológicos sino también psicológicos, con consecuencias también
espirituales. Cuando no se sabe esperar y se apresuran las cosas, el
hombre corre el riesgo de terminar enamorándose del cuerpo de la mujer
y del placer que ella le proporciona, y la mujer se vuelve dependiente del
hombre porque ya le ha entregado todo.
A las relaciones sexuales entre enamorados normalmente no se llega de la
noche a la mañana. Todo empieza cuando por primera vez se rompe un
límite. Roto ese límite, el cuerpo pide más, nunca menos, y así, de a pocos,
se va avanzando hasta que finalmente “pasa todo”.
Cuando se apresuran las cosas, cuando no hay la madurez necesaria que
proporciona un trato en el que prima el respeto, el amor en vez de
“hacerse” se deshace. Por preferir el placer del momento, por querer
experimentar el éxtasis que produce la relación sexual, vas ahogando el
amor verdadero. El precio que pagarás será muy alto. Esa desviación y
deformación del amor es un peligro del que muy pocos jóvenes son
conscientes, y muchos se niegan a aceptar que pueda pasarles a ellos,
«porque lo nuestro sí es amor». Pero lamentablemente se produce con
mucha facilidad cuando se exceden los límites en la relación, cuando se da
rienda suelta a la sensualidad que va llevando poco a poco al ero smo y a
las relaciones sexuales. En palabras de una joven:
«Me di cuenta de que mi relación fracasó totalmente porque después de haberme
entregado no había libertad, se fue el respeto, ni paz ni tranquilidad estaban en mi día a día,
se acabaron los detalles y después de eso dejó de haber confianza, ocasionó millones de
problemas y en vez de sen rme segura me sen a insegura al 100%».
Aprende bien esta importan sima lección: la cas dad no reprime ni limita
el amor, sino que lo purifica del egoísmo y lo eleva a su máxima madurez.
Vivir la cas dad no es ir en contra de tu naturaleza, no es “an natural”,
como algunos quieren hacerte creer, sino que te vuelve “de salvaje en
humano”; más aún, el ejercicio de la cas dad lleva a que tu naturaleza
humana evolucione a un nivel espiritual superior. Sólo entonces serás
capaz de amar y ser amada como lo reclama todo tu ser, porque fuiste
hecha para el amor y porque sólo un amor verdadero podrá sa sfacer esa
necesidad de infinito que hay en .
Ahora te pregunto: ¿Qué clase de amor quieres para ? ¿Un amor puro?
¿O uno contaminado por el egoísmo? Si has leído hasta acá, seguro que
quieres un amor puro, verdadero, autén co, que responda a tus anhelos
más profundos, un amor que traiga gozo, paz, alegría y felicidad a tu
corazón y al corazón de la persona que amas. Te repito que el único camino
para conquistar ese amor es la cas dad, que
«según la visión cris ana… no significa absolutamente rechazo ni menosprecio de la
sexualidad humana: significa más bien energía espiritual que sabe defender el amor de los
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peligros del egoísmo y de la agresividad, y sabe promoverlo hacia su realización plena» .
Finalmente, la cas dad para los cris anos implica esperar hasta el
matrimonio para la entrega sexual. Por eso es que seguirá siendo la menos
popular de las virtudes. La norma cris ana es y será siempre: nada antes
del matrimonio, y nada fuera del matrimonio. Quien te diga, incluso si es
sacerdote, que «si hay amor, no es pecado adelantarse» es un gran
ignorante. No conoce el sexto mandamiento ni la doctrina de la Iglesia que,
basándose en la enseñanza divina, es clara y no admite excepciones:
«La fornicación es la unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio
[evidentemente se en ende también antes del matrimonio]. Es gravemente contraria a la
dignidad de las personas y de la sexualidad humana, naturalmente ordenada al bien de los
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esposos, así como a la generación y educación de los hijos» .
V. ¿Por qué es importante vivir la castidad?
En el capítulo anterior hemos aclarado qué es la cas dad. Ahora es
necesario insis r en la importancia de vivirla.
¿No es una locura intentar vivir la cas dad cuando todo y todos nos dicen
que «es an natural», que «no ene sen do esperar» ya que existen
condones y an concep vos para evitar contagios y embarazos, que «hay
que disfrutar de la juventud», que « enes que ganar experiencia para
cuando te cases», etc.? ¿No es tonto rechazar los placeres que te ofrece el
sexo? «¡No sabes lo que te pierdes!», te dirán una y otra vez. ¿Por qué no
dejarse llevar por la corriente?
Antes de dejarte llevar por la corriente, por tus propios impulsos o por la
presión de otras personas, es necesario que te detengas un momento y te
preguntes: ¿Adónde me llevará esa corriente? ¿Adónde quiero ir? ¿Qué es
lo que quiero para mí y para mi futuro esposo e hijos? ¿Quiero descubrir y
vivir el amor verdadero? ¿Apresurar los placeres me ayudará a encontrar el
amor verdadero o me apartará de él?
La pregunta sobre lo que quieres vivir en el futuro es crucial, porque lo que
siembres hoy es lo que cosecharás mañana, para , para tu esposo y para
tus hijos. ¡Claro que es fácil y muy agradable dejarse llevar y disfrutar de
los placeres sexuales! Pero, ¿eso te va a conducir a la fuente del amor o a
una catarata?
Optar por vivir la cas dad es asumir una lucha dura, complicada, es
aprender a frenar tus impulsos e ir a contracorriente todos los días. Ante
tanta resistencia, ante tantas dificultades que podemos encontrar en el
camino, necesitamos razones poderosas que nos impulsen a luchar día a
día por la pureza.
¿Por qué es importante vivir la cas dad? Porque de lejos es la mejor
opción, aunque sea costosa y di cil. ¿Qué gano yo? ¿Qué gana mi
enamorado? ¿Por qué conviene emprender y mantenerse en esta lucha
cada día? Ahora quiero ofrecerte algunas razones para que en endas por
qué vale la pena todo este esfuerzo, todo este entrenamiento.
No olvides que como seres humanos «no podemos vivir sin el amor».
Nuestra vocación es al amor: estamos hechos para el amor, y por ello
necesitamos amar y ser amados. Pero este amor del que necesitamos
par cipar vivamente no es cualquier amor y no se puede confundir con el
sen mentalismo, el roman cismo y menos aún con la pasión o el sexo. El
sexo puede esperar. Las relaciones sexuales antes del matrimonio no son
“la prueba” de un amor verdadero, sino más bien una muestra del gran
egoísmo que existe en el corazón de un hombre cuando te pide que te
entregues sexualmente a él para “demostrarle que lo amas”. La verdadera
prueba de amor es que él se sacrifique por , que te demuestre cuánto te
ama con la espera paciente y el dominio de sus impulsos. La espera purifica
el amor del egoísmo que significa poseer a la otra persona tan pronto
acceda. La cas dad protege el amor autén co y educa al hombre a ver el
corazón de la mujer, evitando que termine usándote para sa sfacer sus
pasiones y amando tu cuerpo antes que a . La cas dad evita que tú
termines usándolo a él, quizá no tanto para sa sfacer tus deseos sexuales,
sino más para llenar un vacío de afecto, para no sen rte ni estar sola. La
cas dad es el camino que nos lleva a la cumbre del amor verdadero.
Ya esta razón sería suficiente para comprender la importancia de la
cas dad y la necesidad de vivirla. Sin embargo, quiero presentarte otros
beneficios que te traerá este es lo de vida:
Hoy son muchos los casos de mujeres que les son infieles a sus
esposos, y con ello destrozan sus vidas y sus matrimonios. He aquí el
tes monio de una de ellas:
«Mi caso fue en una reunión de compañeros de trabajo, en casa de uno de ellos.
Hubo aperi vos y vino. A la hora que todos se re raron, el compañero que organizó
la fiesta me pidió que no me fuera y acepté quedarme. Al final pasó lo que
deseábamos. Así comenzó una relación con mi pareja actual. Mi esposo se divorció
de mí. No saben lo arrepen da que estoy. No le deseo a nadie esto que estoy
pasando. A veces siento que fue todo calculado por mis otras compañeras. Y si así
fuera, ya no puedo cambiar las cosas».
Y otra:
«Me gustaría decir que por un error estoy viviendo como un robot que no ene
dirección, y todo sólo por una ilusión que no valió la pena, todo por nada, todo por
no tener la decisión de decir “no” cuando una debe decirlo. Si hubiese tenido esa
decisión, nada de esto hubiera pasado».
No está bien que los médicos receten an concep vos a las mujeres jóvenes. Muchas
veces les dicen que pueden usarlos para regular un ciclo menstrual irregular, pero
ésa es una men ra. Muchas jóvenes que u lizan an concep vos han empezado a
hacerlo por esa razón. Pero esa razón no es verdadera, porque un ciclo menstrual
irregular es normal en una joven e incluso algunas mujeres enen un ciclo irregular
toda la vida. Cuando se u lizan an concep vos, no hay un ciclo regular, hay un ciclo
que está ligado a la suministración del an concep vo. Muchas veces las chicas
dicen: “Bueno, ya que tengo este tratamiento por esta situación, puedo u lizar su
mecanismo an concep vo”. Pero ello no es bueno para la educación de la chica,
porque la solución a la posibilidad de un embarazo no es u lizar an concep vos,
sino elegir el no tener una relación sexual.
Por otro lado, existe el riesgo de la pérdida de la fer lidad si se ha iniciado en una
edad muy temprana el uso de an concep vos.
Luego, hay otros problemas con tratamientos que se llaman an concep vos, pero
que no son sólo an concep vos, como por ejemplo la píldora del día siguiente.
Algunas jóvenes la u lizan más de una vez al año. Esto puede ser muy peligroso para
la fer lidad futura, porque la píldora del día siguiente puede influir también sobre la
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fer lidad» .
¡Qué importante es esto! Si decides hacer esta opción valiente por vivir la
virtud de la cas dad, ¡no con es en misma ni en tu mejor momento!
¿Por qué? Porque es en esas circunstancias en las que piensas que eres
fuerte, que enes todo bajo control, que “no va a pasar nada”, cuando te
expones a situaciones complicadas, cuando enes la guardia baja y recibes
los golpes más duros y se dan las caídas más fuertes. Cuando eso sucede,
vienen inmediatamente la desesperación, el desaliento, la idea de que “no
vas a poder”, de que “siempre será igual”, de que “nunca podrás superar tu
debilidad”, aparece la tentación fuerte de abandonarte y seguir
revolcándote en tu miseria. ¡No! En esos momentos, ¡no desesperes! ¡Sé
40
humilde! Pide perdón , perdónate a misma, pide la ayuda necesaria a
Dios y ponte de pie para volver a empezar de nuevo, con la conciencia de
que la única cosa fatal es renunciar a la lucha.
Así, pues, ¿se puede vivir la cas dad? ¿Es posible? Sí. Sí se puede. Sí es
posible. Con tu decisión y con la fuerza de Dios, todo es posible.
VII. ¿Cómo vivir la castidad?
Quien hace la opción de vivir la cas dad porque en ende que es lo mejor
para ella misma y para el hombre que ama, que ése es el camino para
crecer y madurar en un amor autén co, se encuentra ante una gran
pregunta: ¿Y cómo la vivo en lo prác co, en lo co diano? ¿Qué implica
concretamente?
Lo primero que enes que hacer, como hemos dicho, es quererlo con
firmeza. Desearlo con convicción y encontrar la mo vación apropiada son
fundamentales para la adquisición de esta virtud. En ese mismo sen do es
importante que en endas y estés convencida de que sí se puede vivir la
cas dad. Quien dice que es imposible, es porque no lo ha intentado
seriamente o porque ni siquiera quiere intentarlo. Y no porque él o ella no
quiera o no pueda, quiere decir que otros no puedan. En esto también se
aplica aquello de «querer es poder».
Ten en cuenta que por más buena intención que tengas en un momento de
mucho entusiasmo, las caídas en el caminar son parte de la vida. Como me
escribió una joven arrepen da:
«Le cuento que caí. Me siento avergonzada y triste. Pensé seguir en la lucha constante, pero
no pude. Ahora me doy cuenta de que es una lucha muy fuerte, que no pude seguir, pero
me levanté, miré de frente. Pero ahora tengo más miedo que antes. Me dejé llevar, me puse
a tomar, tuve la oportunidad de dejar de tomar y no lo hice, y terminé casi cediendo a tener
relaciones sexuales con un chico que supuse que era mi amigo. Me siento mal, no me porté
bien, pero no me dejaré vencer por esta caída, así que iré a confesarme para retomar mi
lucha».
Como esta joven que cayó a pesar de haberse propuesto vivir la cas dad,
tú también puedes caer en medio de tus luchas. En ese momento podrás
experimentar frustración, amargura, tristeza, vergüenza, podrás sen r que
has decepcionado a Dios o a quienes confiaron en , o a misma, y que ya
no mereces ser perdonada. A pesar de ello el Señor no te dirá jamás «hasta
aquí no más», «ya no mereces ser perdonada». No dejes nunca que la
decepción de misma te aparte de Dios o de quienes están allí para
ayudarte a ponerte de pie y alentarte a seguir caminando. Por tanto, si
caes, ¡pide inmediatamente perdón a Dios, levántate y vuelve a la batalla!
¡El Señor siempre te da la posibilidad de levantarte y empezar de nuevo!
Ahora bien, en nuestra opción por vivir la virtud de la cas dad para amar
de verdad es fundamental poner medios proporcionados. Un “medio” es
algo que me permite alcanzar un fin. Así, por ejemplo, un medio para llegar
a un lugar es un bus, un automóvil o una bicicleta. Pero un medio
“proporcionado” es aquel medio adecuado que me permite llegar al fin
deseado. No todos los medios son suficientes o apropiados. Por ejemplo, si
quiero ir a un país que queda en otro con nente, no lo puedo hacer a pie o
en automóvil únicamente. Debo hacer uso de otro medio de transporte: un
avión o un barco. El automóvil, aunque sirve para movilizarse, no me sirve
para cruzar el mar. No cualquier medio me permite alcanzar un fin
deseado. Para alcanzarlo debo usar uno proporcionado al fin que espero
alcanzar.
Comprometerse a vivir la cas dad es entrar en una lucha dura. Quien entra
en combate es muchas veces herido, incluso de gravedad. Comprometerse
a vivir la cas dad no es comprometerse a “nunca caer”, sino a luchar día a
día. Y si en medio de la lucha caes, es tomar la decisión de ponerte
nuevamente de pie para volver a la batalla. Si te tropiezas, acude al Señor a
pedir perdón. Él te espera para curar tus heridas, para alentarte a ponerte
nuevamente de pie y seguir en la batalla. De eso se trata: no de nunca caer,
sino de levantarnos SIEMPRE, y de hacerlo CUANTO ANTES, sin consen r la
tristeza que nos hunde en el desaliento, en la desesperanza, que quiere
hacerte creer que “no puedes”, que “siempre es lo mismo”, que “nunca
podrás superar tu debilidad”. ¡Nada de eso es verdad! El Señor nunca te va
a decir: «Efec vamente, tú no puedes». ¡Jamás! Él nunca te va a rechazar.
Nunca te condenes a misma cuando el Señor te está esperando en su
sacerdote para perdonarte «setenta veces siete» (Mt 18,22), es decir, sin
límite, sin medida.
Dicho esto, pasemos ahora a revisar las dis ntas situaciones que ponen en
riesgo nuestra cas dad, todo aquello que hemos de tener en cuenta para
ser prudentes y crecer en la virtud de la pureza. Sugeriremos también
algunos medios que quizá puedan parecer exagerados, pero que son
muchas veces los proporcionales para romper con situaciones pasadas que
nos han llevado a la impureza. Hay momentos en los que sencillamente
debemos dejar de hacer cosas con ciertos “amigos”, o apartarnos de
ciertas personas o lugares si es que queremos vivir la cas dad,
“recuperarnos” y fortalecernos en el dominio de nuestros impulsos
sexuales, a fin de orientarlos al amor verdadero.
Ten en cuenta que los amigos son como un ascensor: pueden elevarte o
llevarte a lo más profundo del sótano. Elige amistades que te eleven, que
te ayuden a ser mejor, y al mismo empo, ayúdalos tú a ser mejores, a
elevarse cada día más.
La curiosidad es como una voz interior que nos seduce y nos invita a
conocer o probar el “fruto prohibido”. Despierta el deseo de querer
experimentar lo que sabemos que no es bueno para nosotros, porque
nunca lo será (como, por ejemplo, probar drogas) o porque no es el
momento (como, por ejemplo, tener relaciones sexuales).
Lo primero, nunca hagas algo que tú sabes que no debes llevada por la
curiosidad, para saber cómo es, qué se experimenta, pensando acaso que
nadie se va a enterar. ¡Tú te vas a enterar! ¡Tú lo sabrás, y cargarás con esa
verdad en tu corazón, tratando de ocultarla a tus padres o a las personas
importantes para por miedo a lo que piensen de , por miedo a que te
rechacen! Muchas veces son ésos los primeros pasos para entrar en un
camino de men ra, de ocultamiento, de “doble vida”: sigues aparentando
que eres una buena chica, pero estás haciendo cosas que no son buenas,
que sabes que defraudarán y causarán dolor a quienes te aman de verdad.
Cuando empiezas a ocultar cosas por miedo a lo que tus padres piensen de
, cuando ya no enes la confianza para contarles lo que has hecho,
empiezas a recorrer un camino muy peligroso y oscuro. En ese camino te
quedarás sola, porque tú misma te privas del necesario consejo y ayuda de
quienes te aman y quieren lo mejor para .
A propósito, son varias las jóvenes de entre trece y quince años que me
han compar do su confusión. Me cuentan que ya algunas de sus amigas se
han iniciado sexualmente y que les dicen a las demás que les gustó. Una de
estas jóvenes, habiendo hecho el propósito de guardar su virginidad, me
decía: «Siento que no voy a poder, siento que mis hormonas están
revueltas». Porque ya algunas les cuentan de sus experiencias sexuales, a
las demás las hacen dudar y les despiertan una enorme curiosidad por
saber cómo es y qué se siente. Hablan entre ellas de «¿cómo será la
primera vez?». Otra, a sus dieciséis años, me confiaba que estaba asustada,
porque cuando comenzó a besarse apasionadamente con su enamorado —
apenas a la semana de estar juntos— empezó a sen r cosas «que nunca
antes había sen do».
Esto es muy importante: ¡cuida tu corazón! ¿Qué significa esto? Ante todo,
debes ser consciente de que, por tu naturaleza femenina, eres más dada a
lo sen mental, a lo román co, a lo afec vo, que los chicos. Las jóvenes
enden a ilusionarse y, por lo mismo, a enamorarse de los hombres que
admiran y que las hacen sen r valiosas y significa vas. A par r de los trece
o catorce años puede bastar que un chico te diga «me gustas» o «te
quiero» para que ya estés pensando en él todo el día, te ilusiones y
proyectes con él una relación a futuro.
A las jóvenes se les hace muy di cil decir «no», pues muchas veces enen
miedo de “herir los sen mientos” de un chico o quedarse solas. Acaso
temen también perder su amistad o que se moleste con ellas. Por ello
prefieren sacrificarse a sí mismas, “seguir el juego” y no ser tajantes en
cortar los avances del enamorado o la relación misma cuando ésta les hace
daño o no ene futuro:
«En una reciente encuesta realizada en clases de educación sexual en una escuela
secundaria se les preguntó a las chicas cuál era para ellas la pregunta más importante sobre
sexualidad. Contrariamente a la expecta va de los profesores, no se refería a métodos de
control natal o enfermedades de transmisión sexual. Las chicas querían saber cómo decirle
que “no” a un chico sin herir sus sen mientos. Claro, no querían herir sus sen mientos, pero
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bajo este velo se ocultaba una preocupación secreta: temían el rechazo» .
A las jóvenes inseguras, que no enen una personalidad firme, se les hace
un mundo decir «no». Al contrario, como lo que buscan a veces
desesperadamente es ser aceptadas, son capaces de decir «sí» a todo.
Todos, pero especialmente las mujeres jóvenes, tenemos que aprender a
decir «no» a lo que sabemos que no es bueno o conveniente. Además,
debemos tener la lucidez para poder desenmascarar todo intento de
presión o de manipulación, aunque venga del enamorado.
Por otro lado, en ende que un chico necesita que le digan «no» para
hacerse hombre. Si se molesta u ofende porque le dices «no», no pasa de
ser un niño inmaduro y engreído. Para hacerse hombre debe aprender a
soportar un «no». Eso lo forja. No lo prives de esa oportunidad que lo va a
ayudar a madurar como hombre. No temas, pues, “herir sus sen mientos”.
¡Edúcalo! ¡Y edúcate a misma a decir «no» por más pena que te dé!
¡Nada de sacrificarte tú para no hacerlo “sufrir” a él! ¡Nada de ceder o
rebajarte a misma para que no se moleste con go! Créeme que le harás
un gran favor diciéndole «no», además de hacértelo a misma.
Enamorarse en la adolescencia es muy fácil. Sen r algo fuerte por tal chico,
pensar todo el día en él, decirle «cuídate mucho» cada vez que puedas,
tratar de estar juntos todo el día, chatear o hablarse olvidándose del resto
del mundo, sen r “maripositas” en el estómago cuando lo ves o estás
cerca de él, pueden ser síntomas de un estado al que llamamos “estar
enamorada”.
La psicóloga que les habló, luego de mostrarles ese video, les dio algunos
criterios fundamentales sobre el enamoramiento adolescente y les dijo
algo tan sencillo y básico como:
«Hay enamoramientos que son destruc vos, y lo que los adolescentes deben cuidar es que,
si se enamoran y si llegan a estar o no con la persona de la que se enamoran, ese
enamoramiento sea construc vo».
Esta joven nos comparte sus anotaciones sobre las caracterís cas que debe
tener un amor construc vo, aquello que es preciso que tenga en cuenta
toda adolescente para no terminar haciéndose daño a sí misma:
Lo más impresionante es que esta chica pregunte “qué debe hacer”, pues
la respuesta para nosotros es obvia: tomar distancia, apartarse de él, cortar
la comunicación. Si te encuentras en una situación semejante, lo primero
que debes preguntarte es qué es lo que anhelas a futuro. Toda joven sueña
con encontrar un hombre que la cuide, que la proteja, con el cual pueda
formar una familia sólida, y espera que esa unión esté basada en un amor
que dure para siempre.
Cuando te enamoras, pierdes la capacidad de ver las cosas con claridad y
obje vidad, es decir, ya todo en él “es bueno” y sus defectos desaparecen
como por arte de magia, o los jus ficas de tal manera que pasan a ser
“detalles sin importancia”, cuando en realidad no lo son. Como me escribía
una amiga,
«muchas veces conocemos a personas con las que tenemos una “química” impresionante,
es decir, una atracción súper fuerte, que con sólo su mirada o un simple roce nos sen mos
totalmente atraídas. Es en esas situaciones cuando inmediatamente ene que intervenir
nuestra razón para hacer un análisis rápido y obje vo de la persona. Para ello debemos
tener muy claro qué es lo que buscamos en una pareja, y ver si esta persona ene esas
cualidades o no, porque si nos dejamos llevar solamente por la atracción, nos ponemos en
alto riesgo de involucrarnos en una relación sin bases sólidas para sostener una relación
madura. Además, conforme vamos creciendo, el frenarnos se hace cada vez más di cil. Por
eso es importante saber que nos van a pasar este po de cosas y estar preparadas para
ello».
Considera, además, que al aceptar una relación con una persona indebida
estás yendo en contra de misma, renunciando al amor verdadero. Quizá
en medio de la ilusión llegues a pensar: «¡Pero si lo nuestro es amor de
verdad!». Sin embargo, la relación con una persona casada, por ejemplo,
no puede ser un amor verdadero desde el mismo momento en que él está
faltando al amor fiel que le había jurado a su esposa. Puede tratarse de un
sen miento muy fuerte, de una emoción, de una intensa atracción sica,
pero eso no es amor. Si te permites enamorarte de un hombre así, tú
misma estás destruyendo no sólo una familia, sino también tu propio
futuro, la posibilidad de conocer a un hombre que te ame de verdad, con
quien puedas construir un matrimonio sólido y consistente.
Si a pesar de lo dicho insistes en aferrarte a él porque no quieres a otro
más que a él, toma conciencia de que ese hombre está siendo un gran
egoísta: piensa ante todo en sí mismo, no le interesa el daño que les está
causando a su esposa y a su familia, daño que dejará heridas muy
profundas, di ciles o imposibles de sanar. Un hombre que oculta, que
miente, que lleva una doble vida “porque se enamoró de otra”, a quien no
le importa lo que sufran las personas que lo aman, ¿crees que le va a
importar si tú sufres por él en el futuro? Piénsalo: hoy “todo es lindo,
perfecto, maravilloso”... ¿y mañana? ¿Cómo se portará con go cuando se
haya pasado toda esa “magia” que sienten —y créeme que pasará—?
Finalmente, si insistes tercamente en aferrarte a esa relación, tú también
estarás siendo muy egoísta al pensar sólo en misma, sin importarte el
dolor que causarás a otros.
Hay momentos o situaciones en la vida en los que una ene que hacer
sacrificios costosos. Uno de esos momentos es cuando te has enamorado
de una persona de la que nunca debiste hacerlo. Entonces debes tener el
valor y el coraje de terminar esa relación, de alejarte de él, de “pasar
página”. Sufrirás por un empo, pero eso es mejor que sufrir por años,
causándote heridas cada vez más profundas. No hay otro camino si quieres
hacer las cosas bien, si quieres encontrar a un hombre que
verdaderamente sea para y tú para él, en una relación en la que puedan
vivir un amor libre de toda men ra, ocultamiento y egoísmo. En ese
proceso es importante que busques el apoyo de una amiga, o de tu madre,
o de una mujer profesional. También es importante que reces mucho, que
te acerques nuevamente a Dios y le pidas perdón y fuerzas a fin de superar
este capítulo doloroso de tu vida y empezar a escribir uno nuevo.
9. «Amigos con derechos»
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Ése es el tulo de un ar culo publicado en una revista juvenil . La autora
no lo firma, probablemente porque le da vergüenza iden ficarse. El
ar culo empieza así:
«Lo conocí hace más de cinco años, nos llevamos bien, conversamos mucho, nos gusta
bailar, ir por unos tragos, tenemos buen sexo y hay tanta confianza como para que no dude
en tomar el teléfono para contarme sus nuevas hazañas. A mí no me dan celos, él es mi
amigo… claro, mi amigo con derechos».
Luego de leer este primer párrafo me pregunto: ¿Puede haber un “amigo”
que tenga derechos sobre una sin al mismo empo tener deberes para con
una? ¿Qué clase de amistad es ésa, que sólo te usa para su sa sfacción
pero no está allí para cuando más lo necesitas, porque no puedes
reclamarle nada, absolutamente nada?
b. «Cero compromisos: son conscientes de que pueden hacer muchas de las cosas
que suelen compar r las parejas, pero no están dispuestos a todo el compromiso
que hay detrás de una relación, ni el “ enes que” porque estás con alguien. Nada
de eso».
c. «No hay derecho a reclamos: cual mismo mensaje de producto a precio de oferta,
cuando enes un amigo con derechos no hay lugar a reclamos. Si no te invitó a la
fiesta del fin de semana pasado, no te llamó por teléfono o si empieza a salir con
otra persona, créeme, no puedes reclamar».
d. «100% libertad: como no enes una “relación” (sí, entre comillas para no
olvidarse), cada uno es libre de poder hacer lo que se le plazca sin todas esas
explicaciones de por medio; es más, pueden salir con quien quieran y no habría
mayor problema».
Al leer estas “normas”, me pregunto: ¿Es que puede una mujer poner un
límite o división entre sexo y emociones? ¿Hay algún ser humano que los
pueda separar y dividir? El día en que lo hace sencillamente deja de ser
humano para conver rse en un animal. ¿Y es un autén co hombre el que
no se compromete con ella para nada, el que no se preocupa por ella, el
que no vela por ella, el que ni siquiera está interesado en saber cómo está
o lo que necesita una mujer? Quien así piensa, simplemente ha
desesperado del amor verdadero, ya no busca amar y ser realmente
amada, sólo busca alguien que le llene un vacío.
Quién mejor que una chica que ha vivido eso para hacerte entender lo que
pasa en el corazón de una mujer que se presta a una experiencia así:
«A los diecisiete un hombre que era muchísimo mayor que yo logró conquistarme con su
forma de ser y vivir. Lo admiraba demasiado y comenzamos una relación que después de
varios meses tuvo como resultado entregarle mi virginidad, para sen rme a su altura y
madurez. Desgraciadamente, a la semana descubrí que tenía otra mujer... y allí quedó lo
más bonito de mí. Desde entonces le perdí total importancia a las relaciones sexuales. Tuve
otros dos novios, usé métodos de planificación, pas llas del día después... y sencillamente
come a el error de acostarme con ellos y luego me confesaba. Esta situación la tomé como
deporte, pero cada vez que lo hacía se formaba en mí un vacío grandísimo. Todo empeoró
cuando el año pasado conocí a alguien, uno de esos hombres que van por la vida como
muchos y a quienes sólo les importa su sa sfacción. Él me enamoró con sus cariños y
cuidados, pero cuando me vio en la palma de su mano, por decisión de él, sólo íbamos a ser
los famosos “amigos con derechos”, y perdí todo el valor como mujer, porque por
complacerlo y tenerlo a mi lado caí hasta lo más bajo que puede una mujer caer. Cada día
me hacía más daño con esa relación. Yo sabía que no le importaba a él como mujer y que no
me quería, pero yo tenía la esperanza de que eso cambiaría algún día. Por eso siempre era
erna, detallista, y me preocupaba por él y sus cosas, pero de él nunca recibí una muestra
de cariño» (Una joven de vein ún años).
Muchas mujeres, por no poder soportar ese sen miento de soledad y por
haber generado una fuerte dependencia, terminan llamando y buscando
nuevamente al chico al que habían jurado no llamar nunca más porque
«no me voy a volver a rebajar así». Y es que cuando se sienten solas, se
tornan muy vulnerables. ¡Cuántas renuncian a su dignidad, se olvidan de lo
que se prome eron a sí mismas y “le rompen el teléfono” con mensajes o
llamadas al chico que pocos días antes despreciaban con todo su ser, ¡tan
sólo por no sen rse solas o porque lo extrañan mucho! Una mujer es capaz
de abandonar la lucha y de renunciar a su dignidad con tal de sen rse
acompañada y querida, aunque ese “amor” sea una men ra.
En países del primer mundo es usual que los enamorados duerman juntos.
Como contaba un muchacho europeo, para
«la mayoría de los chicos de mi edad y de mi país… es completamente normal llevar a tu
pareja a la casa de tus padres (cuando aún vives con ellos) a que pase la noche o el fin de
semana con go. Mis padres me hicieron un cuarto en el sótano para que tuviera total
privacidad y comodidad, para poder invitar a mis amigos y amigas cuando quisiera».
Pareciera que los jóvenes allá se aprovechan de las chicas “inocentes” para
“iniciarlas” en su forma de vivir tan liberal:
«Sí, de verdad, ¡todas regresan como loquitas y lamentablemente me incluyo! De verdad
que es increíble. Hay muchas cosas buenas que aprendes, pero también estamos expuestas
a cosas que no son buenas y a las que, por ser muy jóvenes, nos dejamos arrastrar».
¿Cuántas cosas que no convienen nos consen mos mirar por saber “cómo
es”, “qué se siente”? No es bueno que te dejes llevar por la curiosidad
malsana. Es esencial que aprendas a dominarte. Decir «no» a un impulso
porque no es bueno ver todo lo que se presenta ante tus ojos es muy
importante. Para ello es fundamental este criterio: no mires lo que no
debes, por más curiosidad que te dé.
Si tú crees que enes que actuar como esas chicas porno para sa sfacerlo
o para tenerlo contento y que no te deje, en ende que siempre saldrás
perdiendo. Sobre esto opina Tony Litster, un hombre que ha querido
ayudar a crear una solución ante la epidemia de la pornogra a y las
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terribles secuelas que causa :
«Demasiadas mujeres están tratando de compe r con la pornogra a al nivel de la fantasía,
¡y siempre saldrán perdiendo! “Hollywood” siempre podrá sa sfacer más y mejor que la
vida verdadera. Cuando una mujer comprende lo que el hombre verdaderamente está
buscando, puede salir al encuentro de esa necesidad de un modo que la fantasía jamás
podrá».
Otra cosa que debes cuidar es el cómo miras a los hombres. ¿Te fijas
únicamente en su apariencia externa? No ene nada de malo que un chico
te guste y atraiga sicamente, pero es muy importante que no te quedes
en lo sico: mira su interior y conoce sus valores.
Por otro lado, tú sabes que tus miradas pueden decir y dar pie a muchas
cosas. ¡No uses tu mirada para jugar a la seducción!
Es natural querer que te miren. Sin embargo, también pienso que la mujer
debe aprender a orientar rectamente ese deseo. De no hacerlo, la vanidad
será la mo vación de todo en su vida. La vanidad hace que lo más
importante sea la apariencia, lo externo, y lleva al olvido o postergación de
lo interior. La mujer vanidosa pone todo su valor en los halagos, en el
«¡qué bonita estás!», «¡qué bien se te ve!». Da demasiado peso al ves do,
al peinado, a la manera como se mueve, como sale en una foto, como
baila, o a «si estoy muy gorda». Todo lo ene me culosamente estudiado,
y se siente morir si no se ve “perfecta”. Lo cierto es quien busca ser mirada
y apreciada tan sólo por la apariencia no valora lo que ene dentro, en su
corazón. ¡Cuántas, justamente porque se creen tan poca cosa, porque se
consideran feas, porque no se valoran a sí mismas, tratan de llamar la
atención de cualquier manera para sen rse un poco valoradas! Y lo más
sencillo es hacerlo mostrando sus atributos sicos y ofreciendo fácilmente
cualquier cosa, porque eso nunca falla. ¿Quién no se va a fijar en las que se
regalan a cambio de un men roso «te quiero», de un beso o de un abrazo
que las haga sen r valiosas por un instante? ¡Son capaces, por ese
momento, de vender hasta su alma!
Orientar debidamente el deseo de ser mirada hace que, sin dejar de lado el
cuidado personal, te esfuerces con no menor empeño por cuidar y
embellecer tu corazón. De ello nos da un hermoso ejemplo la Madre de
Jesús. Ella misma nos cuenta —está en la Escritura— que se llenó de una
alegría incontenible porque Dios «se fijó en la pequeñez de su sierva» (Lc
1,48). ¡Que Dios se haya fijado en Ella es para María causa de una
desbordante alegría! Pero la Virgen sabía bien que Dios, a diferencia de los
hombres, no se queda en lo externo, tantas veces engañoso, sino que su
mirada cala en lo escondido, va a lo profundo de la persona: «La mirada de
Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las
apariencias, pero Dios mira el corazón» (1Sam 16,7). Así, con su propio
tes monio tan femenino, la Madre te enseña y te dice: “Hija mía, recuerda
que lo más importante no es buscar que te vean y admiren por una belleza
externa que pronto se marchitará, sino embellecer cada día más tu corazón
para atraer la mirada de Dios sobre , porque si Él se fija en , también se
fijarán en los hombres que saben mirar el corazón de la mujer, los
hombres que sí valen la pena”. Lograr que Dios se fije en por la belleza de
tu corazón es el camino para que seas rectamente mirada y amada
también por un hombre.
¿Entendiste?
¿Te gusta esa música y la escuchas sin hacer caso a la letra? Pues aunque
no la escuches de manera consciente, sus mensajes van moldeando tu
pensamiento subconscientemente. Si crees que puedes escucharla sin que
te afecte, ¿no será que te has hecho insensible al mal y que por eso no te
choca algo que es degradante para y debería causarte repulsión? ¿A qué
mujer le gusta que la vean y la tomen como un objeto? Si a algunas parece
que les gusta, ¡no seas tú una de ellas! ¡Tú enes una al sima dignidad y
mereces ser tratada con respeto!
He aquí otro tes monio de una joven de diecisiete años que hizo la opción
por vivir la cas dad luego de “tocar fondo”. Comentaba ella desde la
perspec va de quien, sin tomar alcohol, ve las cosas como son:
«Ayer fui a una fiesta. ¡Me chocó un montón! Yo llegué como a las once y ya mis amigas
estaban borrachas, y otras bailando muy feo. Me quedé una hora con ellas y luego me fui. A
mí me daba un poco de vergüenza ajena verlas bailar po “perreo”, mientras que a los
chicos que están acostumbrados a tomar hasta emborracharse y usar a las chicas como si
nada, les parecía de lo más normal».
Otro gran campo que ene que ver con lo que escuchas es el de las
conversaciones de doble sen do, obscenas o de contenido sexual. Sobre
esto escribía una joven:
«Mi entorno de amigos en la universidad y en el trabajo siempre hace bromas de doble
sen do. Yo, por entrar en el juego, empecé a entender esas bromas. Ahora sé que no me
ayudan a guardar mi pureza, y ya no quiero eso. Por más que esté en ese ambiente quiero
ser capaz de no contaminarme con eso. Lo que ahora en verdad necesito es purificarme».
Sobre los diálogos entre amigas, nunca falta alguna a la que le gusta
alardear sobre sus experiencias sexuales, contándoles a las demás sus
úl mas aventuras. Esto provoca la curiosidad en quien escucha, causa
confusión, despierta la fantasía e imaginación, incita el deseo de hacer lo
mismo, como relataba aquella joven de quince años que hemos citado
anteriormente:
«Mis amigas… enen ideas algo dis ntas. Bueno, unas ya lo hicieron y nos dicen que les
gustó, otras lo quieren hacer y a mí me entra esa curiosidad. ¡A veces creo que puede ser
bueno y me digo a mí misma que no! No sé, a veces pienso que me sen ría bien… A veces
me pongo a pensar, “no es tan complicado”, “sólo es sa sfacción”, y no digo que lo haría a
esta edad, porque en verdad no lo haría, pero lo pienso más en el futuro».
Acá lo único que puedo decirte es que consideres siempre y que enseñes a
quienes ya han escuchado esas charlas que hay otra opción, la opción por
vivir la cas dad, por esperar, y que ésa es la mejor manera de cuidarse
tanto sica, como psicológica y espiritualmente.
En cuanto a los halagos, ¿a quién no le gustan? Todos nos sen mos bien
cuando nos halagan. Hay que aceptarlos con gra tud y sencillez, pero
debes tener cuidado también de no ilusionarte con un chico porque te dice
cosas bonitas. Los hombres saben que para seducir a una mujer la manera
es decirle cosas lindas, las cosas que ella quiere escuchar para sen rse
única, especial, valiosa, amada. Y aunque no digo que sea así siempre,
hablándote de esa manera podrían estar tratando de manipularte para
obtener algo de .
Al final del folleto se lee: «Una novela inusual, eró ca, sensual y
apasionada. Despertarás tus ins ntos a medida que vayas seleccionando lo
que quieres que suceda. Muy cargado de intensas sensaciones como:
deseo, excitación, lujuria, curiosidad, desconcierto y fascinación. Pero
sobre todo, éste es un relato interac vo que despertará tus más bajas
pasiones. Atrévete a explorar en la humedad de tus deseos más ín mos.
Encuéntralo en librerías y supermercados».
15. La masturbación
Quiero añadir que una vez que un joven varón aprende a masturbarse,
nunca va a ser algo “ocasional”, siempre va a querer más, y más, perdiendo
con el empo el control y dominio de sí mismo, volviéndose muchas veces
algo no sólo obsesivo sino también compulsivo.
Todo esto te lo digo para que en endas que tú no puedes esperar que los
hombres te miren con respeto vistas como te vistas. No pretendo
jus ficarlos. Simplemente es una realidad que debes considerar muy
seriamente a la hora de ves rte, más aún en una sociedad en la que se está
entrenando a los hombres a mirar a las mujeres tan sólo como objetos de
placer.
Alguien me explicaba —no creo que haya que generalizar— que «las
mujeres se esfuerzan en ves rse a la moda más por lo que dirán sus amigas
que por los hombres». Mientras ellas te comentan «qué linda estás», «qué
preciosa se te ve con ese ves do», «qué lindos tus zapatos, ¿dónde los
compraste?», etc., a los hombres les atrae más lo que insinúas con tu ropa
apretada, lo que muestras con tus escotes, con prendas que enseñan el
ombligo o las ritas del brasier, con la minifalda que en cualquier momento
deja ver tu ropa interior. ¡Los chicos se vuelven locos por eso! ¡Les dispara
la imaginación y la fantasía! ¡Los excita!
Hay chicas que argumentan: «¿Qué ene de malo ponerse lo que está de
moda?». La moda reinante considera el pudor como algo an cuado. Es
más, en la moda actual se juega con la insinuación, se procura “llegar al
límite”, se busca mostrar lo suficiente como para atraer la mirada de los
hombres y despertar excitación en ellos, pero dejándolos siempre con el
deseo de querer ver “un poco más”, o de querer ver todo y entrar en el
juego de la seducción para lograr “poseer esa joya”. Hacer de la moda el
criterio de lo que debes o no ponerte da pie a que no veas o te resistas a
ver lo que es tan obvio: las convierte en objetos de deseo, hace di cil al
hombre ver tu corazón.
Muchas se jus fican diciendo que se visten así sin mala intención, pero tu
intención inocente no impide que el chico te mire con “otras intenciones”,
que su mirada se quede en los atributos que muestras. Cuando elijas la
ropa que te pones, ten en cuenta lo que vas a despertar en los hombres
que te verán, y no te dejes presionar por tus amigas que te puedan calificar
de “aburrida” o poco femenina si no te pones “lo que está de moda”. Si no
enes en cuenta el pudor como un criterio para ves rte y te pones ropas
inapropiadas “porque están de moda”, no te haces ningún favor a misma:
lo primero y acaso único que atraerás es a chicos a los que les interesa
“sólo eso”.
Recuerda: atraerás a un chico por “lo que muestras”, por “lo que pones en
vitrina”, por “lo que ofreces”. A la hora de elegir la ropa que vas a comprar
o usar, no puedes decir: «Yo me visto como quiero» y esperar luego que te
traten como una princesa. Una mujer que se ha dedicado a diseñar ropa
elegante y moderna para jóvenes opina lo siguiente:
«Todas queremos el reconocimiento social y algunas veces las mujeres se visten para
encajar, pero no se dan cuenta de que eso genera menos respeto. Si una no se respeta a sí
misma, entonces no se puede esperar respeto de los otros».
Ahora quiero que leas lo que un amigo me compar ó, para que en endas
qué es lo que pasa por la cabeza de un hombre cuando tú no cuidas tu
forma de ves r:
«El otro día un amigo de mi amigo comentaba en estos términos: “Las mujeres no es que
estén más ricas; enseñan mucho más, y yo no me aguanto. ¡Qué me importa! Yo miro no
más. Algunas se dan cuenta y se tapan, ¿pero qué me importa? ¡Están bien ricas! Yo las miro
con cara de picardía como diciéndoles: ¿Para qué te pones esa ropita, mamita, si no quieres
que te mire?”. Este comentario resume lo que las mujeres van despertando cada vez más en
los hombres. Y lo más triste es que quien lo decía, era un hombre casado».
Finalmente, ¡cuida cómo te vistes especialmente cuando te vas a encontrar
con tu enamorado o novio! Con cuánta pena me comentaba un chico que
trataba de vivir la pureza que su enamorada, que se ves a de manera
decorosa cuando se reunía con sus amigas, lo hacía de forma sensual y
provoca va cuando iba a verlo a él, y terminaban teniendo relaciones
sexuales.
Las redes sociales son el lugar perfecto para mostrar imágenes tuyas
posando o modelando a fin de que te vea todo el mundo. ¿Por qué? ¿Para
arrancar más “likes” o halagos de los hombres? «Woooow», «¡qué sexy!»,
«¡qué tal cuerpazo!», etc., son los picos comentarios que uno encuentra
en semejantes imágenes. «¡Graciaaaas!», es la pica respuesta de la chica
que recibe tantos halagos por lo que muestra.
Conviene que leas este tes monio que me hizo llegar un chico:
«Ayer miré una foto de una amiga mía, ves da de forma muy provoca va… Por un instante
dejé de mirarla como amiga, pasó a ser un objeto deseado, despertó mi imaginación, mi
fantasía, me deleité en su sensualidad, para experimentar un placer interior… ¡Qué pena me
da! ¡Por mí, y por ella!».
Siempre hay excepciones, pero por lo general a las mujeres no les atraen
las imágenes pornográficas tanto como a los hombres. Sin embargo, a lo
que sí son proclives a volverse “adictas” es a las conversaciones o chats
afec vos y sen mentales.
Hoy en día es muy fácil y seductor chatear o hablar de cosas sexuales, así
como también enviarse fotogra as o filmarse para mostrarse desnudos o
semidesnudos, sin considerar el riesgo enorme que existe en esta
ac vidad: lo que envías a través de la web queda grabado para siempre,
está allí y es de “dominio público”. El sex ng, en muchos casos, ha dañado
terriblemente la fama de las personas al difundirse masivamente lo que se
suponía que era privado. Dichas imágenes suelen transmi rse de persona
en persona mul plicándose en la web rápidamente, dejando al
protagonista de la foto o video en boca de todos. En algunos casos ha
llevado incluso a algunos jóvenes al suicidio:
«Jessi de dieciocho, Amanda de quince años y Gauthier de dieciocho no se conocieron, ni
vivieron en la misma ciudad, ni estudiaron en el mismo colegio, pero los tres enen cosas en
común. Jessie, Amanda y Gauthier vieron cómo su in midad se conver a en objeto público,
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al punto de sen rse incapaces de seguir viviendo y decidir quitarse la vida» .
Ten las cosas claras y mantente firme en este principio: nunca envíes fotos
sensuales o eró cas a tu enamorado o a un chico al que quieres conquistar.
Lo más seguro es que él no se quede con esas imágenes para sí mismo.
¿No te ha pasado que incluso cuando tu mejor amiga te cuenta un secreto
te es imposible guardártelo sólo para misma y no contárselo a otra amiga
“de confianza”? ¡Cuántas veces esos secretos se han terminado
convir endo en públicos porque una amiga o un amigo de confianza
come ó una infidencia! No te arriesgues, no es una cues ón de confianza,
sino de naturaleza humana: guardar un secreto es cosa que muy pocos
pueden hacer.
Algunas quiebran los límites porque les resulta simplemente diver do.
Datos del Na onal Crime Preven on Center Council indican que el 65% de
los jóvenes envían sex ng para diver rse, mientras que el 52% de las
adolescentes lo han hecho como “regalo” para su enamorado.
20. El alcohol
Me contaron también la historia de una joven que fue a una fiesta y al día
siguiente por la mañana estaba contándole angus ada a una amiga que “se
sen a morir” porque había despertado en la cama con un chico que había
conocido la noche anterior y que no se acordaba de nada.
Lo cierto es que
«muchos embarazos indeseados provienen de una noche de copas. Miles de abusos
sexuales se planean con la maña de emborrachar a la mujer. Infinidad de jóvenes acaban
rompiendo todos sus límites, desinhibidos por el alcohol. Los novios que beben son varias
veces más propensos a tener caricias eró cas profundas y relaciones sexuales. Cuando la
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mecha está impregnada con alcohol, siempre resulta muy corta para apagarla a empo» .
Recuerda que si vas a una reunión, nadie cuidará mejor de que tú misma.
Si pierdes el control, otros se aprovecharán de y quizá no tengas la buena
suerte de contar con una amiga que esté sobria y te libre de las
consecuencias de tu propia irresponsabilidad.
Es obvio que a los chicos también les gusta diver rse y disfrutar de los
besos, de la sensación que producen. No sólo se aprovechan de las chicas
que se los ofrecen fácilmente, sino que también buscan arrancárselos a las
que se hacen de rogar, porque así el reto es mayor, y porque piensan que
cuando la mujer dice «no» en un primer momento, en realidad les están
diciendo «insiste un poco más»:
«Ayer fui a la despedida de una amiga. Allí estuve hablando con todos. Yo tengo un amigo
muy amigo del cole que siempre me abraza cuando me ve. La cosa es que no sé por qué ayer
se le dio por abrazarme a cada rato. Se ponía a mi costado, me abrazaba, y en una de ésas
me contó que la semana pasada había ido a una discoteca y se había besado con una chica y
me dijo: “Así”, y me tomó la cara, se me acercó, y yo le dije: “Aléjate”. Él me insis ó y me
dijo: “Para mostrarte”. Y yo, tonta, me dejé, se me acercó y me dio un beso. Yo reaccioné y lo
aparté. Él se rio y me fui. Pero él me seguía buscando para abrazarme. Quería besarme a
toda costa, y me decía: “Dame un beso en el cachete”, se lo di y me pidió: “Otro, otro, otro”,
y cuando se lo iba a dar, volteó la cara y me dio otro beso en la boca (pico), y yo:
“¡Contrólate!”. Sé que estuvo mal dejarme llevar… pero, o sea, no sé cómo decirle “no” sin
parecer muy pesada, porque hay chicos que te dicen: “¿Qué te pasa? ¡No te haré nada!”, y
como es mi amigo… Me cuesta mucho dejar de hacer algo que me piden, aunque me
incomode o en el fondo no quiera. ¡Soy muy débil de carácter! Además, creo que lo permi
porque una amiga me molestó y me dijo: “Muy soltera, sin nada”, y me sen mal. ¡Creo que
por eso me dejé llevar! Y otras amigas me dicen: “¡vive la vida!”, “¡no es nada malo!”, “¡eres
joven!”, y cosas así, ¡y a veces me la creo!».
Los besos para una mujer digna son también sagrados. No se pueden estar
regalando a cualquiera, por simple “juego y diversión”. Incluso cuando
quieres a alguien, el beso debe esperar: antes de besar a una mujer el
hombre debe pasar por el riesgo de decirle que quiere comprometerse con
ella a algo serio, es decir, estar como enamorados. Sólo entonces una chica
puede acceder a dar el beso como expresión de afecto y de un amor que
exige hacer las cosas bien, por etapas, sin apuros.
Me escribía un chico:
«Con mi enamorada, cuando recién empezamos nuestra relación, nos pusimos medios
concretos que consis an en evitar situaciones como: estar solos en su casa o en la mía, ver
películas o conversar con la luz apagada, que ella se siente encima de mí. Evitando estas
situaciones —que al principio nos costaron, pero luego se nos hicieron hábito— logramos
mantener nuestra pureza».
Quizá esto te pueda parecer “súper nerd”, pero es mejor eso a perder tu
pureza y a que la relación se vaya deslizando cada vez más hacia lo sensual
y sexual.
Opino que la pregunta sobre tu vida sexual, si eres virgen o no, es una
pregunta que un enamorado no ene por qué hacerte, por respeto.
Hoy en día a muchas chicas les preocupa decirle «no» a los chicos por
temor a “herir sus sen mientos”. Les inquieta que ellos puedan sen rse
mal y prefieren sufrir ellas a causarle algún sufrimiento al chico. ¿Cómo le
digo que «no» sin las marlo? Pues simplemente dile «no», con la
conciencia de que la verdad, aunque duela, es lo mejor para ambos. No
puedes mantenerlo ilusionado para que no sufra. Tarde o temprano sufrirá,
y sufrirá más y te reclamará al saber que no se lo dijiste antes. Una relación
o incluso una amistad jamás se puede basar en “mantener apariencias”.
Acostúmbrate a ser siempre sincera con tus sen mientos, pues así le
estarás dando también al chico la oportunidad de madurar como hombre.
Un hombre necesita de esos «no» para hacerse hombre. El rechazo que
experimentará lo ayudará a madurar. No tengas miedo de ceder por temor
a herir sus sen mientos.
Hay chicos que llevan a sus enamoradas a un hostal para “pasar el rato
juntos”. Otros enen su departamento y llaman a sus enamoradas o
amigas simplemente para “pasarla bien”. Evidentemente, es para tener
sexo.
Luego de leer esta respuesta, una joven de dieciocho años nos compar a
su experiencia y reflexión:
«La verdad es que necesitaba que alguien me aclarase, porque cuando estaba con mi ex
enamorado nos besábamos feo, muy apasionadamente. Estuvimos cuando yo tenía
diecisiete y él veinte. Al comienzo eran besos normales, pero pronto, a par r de la tercera
semana, se volvieron muy apasionados y eso dio pie a otras cosas que no me atrevo a decir.
Yo siempre sen a que, aunque eran sólo besos, algo estaba mal, pero cuando le preguntaba
a alguien, siempre, siempre me respondía que era algo “normal”, que “no tenía nada de
malo”. Ahora, gracias a esta respuesta, veo las cosas desde otra perspec va y en endo que
de haber evitado esos besos apasionados probablemente no habríamos llegado a hacer
otras cosas de las que ahora me avergüenzo, y no habríamos perdido la oportunidad de
amarnos bien. Aquellos besos fueron la “puerta de entrada” para otras cosas más “fuertes”
que también me decían muchos que eran “normales” entre enamorados, pero que
defini vamente terminaron haciéndome mucho daño y deterioraron la relación».
27. Las “caricias” en las partes ín mas
Hoy te dicen que es normal que los enamorados “exploren sus cuerpos”
para “conocerse” y conocer a su pareja. Pero para conocer a una persona
no es necesario estar tocándola. Acariciarse o besarse en zonas que en
ambos despiertan la sensualidad y el deseo de “ir más allá” es jugar con
fuego. Recuerda siempre que «el hombre no llega sino hasta donde la
mujer se lo permite». Una mujer digna no permite que la estén
manoseando. ¿Dejarías que te toque algún desconocido? Si tu respuesta es
no, ¿por qué acceder a que te toque un hombre que te ama? «¿Porque así
te demuestro el cariño que te tengo?». ¡Por favor! Un chico que empieza a
acariciarte en tus partes ín mas no lo hace por cariño, porque te ama, sino
porque quiere provocarte y provocarse un placer eró co y sexual. Tan
crudo y sencillo como eso. Si es alguien que te quiere y a quien quieres,
con mayor razón debes sacarle la mano y “aclararlo” si busca tocarte los
glúteos, los senos o tus partes ín mas. El amor puro depende de un trato
respetuoso: las manos deben permanecer en su lugar si de verdad se
aman.
No te dejes confundir. ¡No eres una “faná ca exagerada” cuando optas por
cuidar tu pureza y la relación entre ustedes para que no se desvirtúe! ¡Tú
enes la razón! No están bien ese po de “caricias” que los chicos creen
que son “normales” y que, por lo tanto, estarían permi das en la relación
de enamorados.
Lo que más confunde es que incluso chicos católicos comprome dos sean
los que les piden cosas semejantes a sus enamoradas. Quizá has tenido
que decirle más de una vez a tu enamorado que no te sientes bien
haciendo eso, a lo que él argumenta que no ene nada de malo «porque
no están teniendo relaciones sexuales». Finalmente, confundida, confiada
de que un chico que está cerca de Dios no te puede estar pidiendo algo
malo, terminas haciendo lo que él quiere en contra incluso de tu propia
conciencia:
«A los diecinueve años tuve mi primer enamorado. Él y yo somos católicos comprome dos
en el apostolado. Al comienzo todo era tranquilo y yo tenía muy firme la idea de que quiero
llegar virgen al matrimonio, y en eso los dos estábamos de acuerdo desde el principio. Pero
al pasar algunos meses los besos se volvieron más apasionados, y él tenía ganas de ir un
poco más allá. Las primeras veces yo le decía que no, pero debido a su insistencia terminé
cediendo. Me dejaba tocar y él me pedía que lo toque, y así llegamos a la masturbación.
Apenas terminaban esos momentos era inevitable sen rme muy mal, pues en mi interior
algo me decía que había hecho algo malo. Pero cuando se lo decía a él, me respondía que no
había nada de malo, porque no estábamos teniendo relaciones sexuales. Sin embargo, eso
no me tranquilizaba. Nunca logró convencerme de que estaba bien, pues mi conciencia
nunca dejó de decirme que eso estaba mal. En mi cabeza sabía que la cas dad era no sólo
no tener relaciones sexuales completas, sino guardarme también de ese po de “caricias”».
La prác ca del sexo oral se ha hecho cada vez más común. Hay jóvenes que
se lo piden a sus enamoradas y chicas que se lo ofrecen a sus enamorados
o “amigos”. Este tes monio nos ayuda a entender lo que sucede cuando
una mujer se presta a ello:
«Llevo tres años con mi enamorado, tengo dieciocho. Nos habíamos propuesto llegar
vírgenes al matrimonio. Estos úl mos meses las cosas han “avanzado” un poco más allá de
las caricias. Hemos llegado a masturbarnos y él me pidió tener “sexo oral”. Yo accedí. Desde
entonces me siento fatal, no puedo más conmigo misma. Me siento tan avergonzada. Trato
de convencerme de que es normal, pero no puedo con mi conciencia. Me siento sucia,
indigna totalmente de Dios, he dejado de rezar, ya no voy a Misa. Me pregunto si no soy una
más de esas chicas que aparecen en las páginas porno. ¿Y por qué me lo pidió mi
enamorado? ¿Por amor? ¿Es a eso a lo que lleva el amor verdadero? ¿Es eso lo que tengo
que pasar o soportar por amor? Claro, yo también lo he propiciado… soy una estúpida… ¡por
encerrarme con él en su cuarto! ¿En qué pensará él cada noche, cada vez que se acuesta en
la cama en la que hicimos esas cosas que me repugnan? ¿Cuánto empo más pasará para
que empiece a pedirme algo más?».
Que “el sexo oral no ene nada de malo” es una creencia equivocada y
dañina: además de degradar psicológicamente a la mujer, las
enfermedades sexuales pueden ser fácilmente transmi das de los
genitales a la boca.
Si vas con amigos, que sea con amigos de verdad, de aquellos que cuidan
de ambos. Hay quienes buscan estas vacaciones para poder hacer lo que
les venga en gana, y lamentablemente muchos —especialmente las chicas
— ceden ante las presiones de estos enamorados, novios y/o “amigos”
sólo por no quedar como los nerds, los aburridos, los anormales. Cuida de
las amistades que enen. Rodéate de gente que te ayude a avanzar y que
comparta tus mismos ideales y aspiraciones. Si reciben alguna propuesta,
averigua siempre quiénes van, adónde, cuáles son los planes del viaje, cuál
es el obje vo, y opta por lo que no represente una ocasión peligrosa para
y para tu enamorado o novio.
Si se trata de ir solos, la respuesta es ¡NO! ¡Un NO rotundo y sin
excepciones! Ir de vacaciones solos es exponerse demasiado. La clave es la
prudencia. Puede ser que ambos tengan bien clara la idea de mantenerse
castos, pero al ir solos a un si o ya están siendo imprudentes, pues aunque
no estén pensando en hacer nada y consideren que «no va a pasar nada
entre nosotros», la pasión puede encenderse de un momento a otro,
llevándolos a perder el control de la situación. Es verdad que esto puede
suceder aun cuando no se vayan de viaje juntos, pero también es cierto
que el riesgo de que suceda en un viaje de éstos es muchísimo mayor. La
prudencia en este caso aconseja no exponerse, porque sí puede pasar de
todo.
Se dice que el hombre es como una bombilla de luz: le toma apenas unos
segundos encenderse (excitarse). En cambio, la mujer normalmente es
como una plancha: necesita un empo más largo para llegar a la excitación.
Ten en cuenta eso y actúa con cautela cuando estés con tu enamorado o
novio.
Recuerda que vivir la cas dad va más allá de abstenerse de tener sexo
cuando todavía no es el momento. Es purificar incluso las intenciones, para
que cuando tengas sexo en el matrimonio, ese acto no se desvirtúe y sea
hermoso. Siempre cues ónate y cues ónale a tu enamorado o novio:
¿Conviene irse de vacaciones a solas? Pregúntense sobre el lugar adonde
quieren ir y con quiénes irían. Si detrás de estas interrogantes encuentras
una respuesta con una doble intención, es mejor no intentar nada ni
menos creer que vas a hacerle cambiar sus ideas.
Vivir la cas dad exige una conquista diaria. Habrá momentos en tu vida en
los que te costará más, pero para poder conquistarla debes poner los
medios humanos necesarios en cada caso, y eso muchas veces requerirá
huir de las ocasiones y no exponerse a ellas.
Si crees que enes que aclarar algo, déjaselo por escrito una sola vez y no
le vuelvas a responder. Una vez tomada la decisión y terminada la relación,
¡no debes contestarle ni siquiera un mensaje, aunque te cueste la vida!
Otro punto que debes tener muy claro es que tú no lograrás que él cambie.
Hay muchas chicas que se aferran a la idea de que «si estoy en su camino,
es por algo y yo puedo hacer que él recapacite y cambie de ac tud». De
hecho, ya lo has intentado; y ya ves que no hay ningún cambio, el
problema sigue ahí y tú sigues haciéndote daño. ¿No crees que ya es
suficiente? Es hora de abrir los ojos y comenzar a hacer algo por .
¡Tú vales mucho y estás hecha para amar de verdad! Debes recordar que el
verdadero amor no es egoísta, no piensa sólo en sa sfacer sus
necesidades, sino que sale de sí mismo y se preocupa por el bienestar del
otro. ¡Tú mereces un amor de verdad, no sólo migajas! No te conformes ni
te aferres a alguien que no te valora, no te toma en cuenta ni se preocupa
por . No tengas miedo a quedarte sola, porque no lo estarás. A veces
necesitas un empo para misma. Después te darás cuenta de que si
logras estar bien con go misma, podrás estar bien al lado de otra persona
y construir una relación saludable.
Sí, defini vamente es di cil pasar por una ruptura, pero sí se puede salir
adelante. No pienses que es imposible. La vida no se acaba; todo lo
contrario, vuelve a comenzar para . Para esto enes que buscar las cosas
que antes te llenaban y que poco a poco fuiste dejando de lado por estar
envuelta en esa relación. Evalúa cómo están tu vida espiritual y tu relación
con Dios. Él, más que nadie, te dará la fuerza que necesites para salir de
esto. Con su gracia, todo es posible.
Por otro lado, también debes recuperar los demás vínculos que tal vez has
dejado de lado: tu familia, tus compañeras y amigas. Debes buscar
ac vidades que te distraigan y que te ayuden a enfrentar esta etapa. Sal
con tus amigas, disfruta el empo en familia y las ac vidades de tu día a
día. No te quedes pensando en todo lo que fue y torturándote con la
situación; así no conseguirás nada bueno. Saca todas las fuerzas que
tengas, levántate y haz algo por , buscando todos los medios que
necesitas para recuperar tu vida.
En todo momento enes que repe rte que esto es lo mejor para , que
sólo rompiendo este vínculo podrás volver a valorarte a misma y
comenzar de nuevo. Recuerda que cada día es un nuevo comienzo, ¡nunca
te des por vencida! Ya sabes que en esta lucha no estás sola. Lo único que
enes que hacer es mantenerte firme en tu decisión y así cada vez serás
más fuerte.
Ella no es la única. Otra chica de dieciocho años que hizo una promesa de
guardar su virginidad para su futuro esposo está en la misma lucha. Ella
logró terminar la relación antes de entregarle todo a su enamorado. Él ya
había tenido relaciones sexuales antes y venía de un proceso de
recuperación por adicción a las drogas. En un momento empezó a
presionarla; incluso llegó a decirle que él no podía «esperar diez años hasta
casarnos». Estuvo muy tentada de entregarse, pero no lo hizo. Decidió
romper la relación antes de pasar “al siguiente nivel”. Transcurrido más de
un mes, ella seguía pendiente de todo lo que él decía o hacía. Si bien ya no
se comunicaba con él por teléfono o mensajes, había sido incapaz de
eliminarlo de sus redes sociales. ¿Su excusa? «Él me ha dicho que si lo
elimino soy una inmadura». ¿Te suena conocido? Finalmente, me dijo la
verdad: «Es que no quiero sufrir». Es decir, eliminarlo de sus contactos,
bloquearlo, es semejante al momento en el que se en erra a un muerto: se
sufre, porque es el signo claro y palpable de una separación defini va.
Luego de “patalear”, de querer jus ficar la “necesidad” de tenerlo como
contacto, ha logrado eliminarlo. Le costó, pero lo hizo y ahora se siente
libre y feliz por eso, por haber conseguido algo que se creía incapaz de
hacer. Sin embargo, sus amigas le siguen contando de él: «Me enteré de
que habla con la chica con la que antes coqueteaba y una amiga me
comentó: “Te apuesto que van a terminar estando, fácil porque está
despechado”». Su mejor amiga le ha dicho que él es un patán, pero ella
aún sigue preocupada porque no termine nuevamente en drogas o
malogre su vida. Es decir, aún cuando sabe que ese chico no le conviene y
que la relación ya terminó, sigue pensando en él, preocupada por él,
incapaz de dar vuelta a la página.
Una joven de dieciocho años, virgen también, está pasando por el mismo
sufrimiento. Luego de un año de relación se sen a emocionalmente tan
unida a su enamorado que no podía estar sin él, no podía vivir ni respirar
sin él. Su dependencia era total. Las cosas empezaron a ir mal, y ella sen a
que él ya no la amaba como antes. En un momento de desesperación, por
no querer perderlo, se olvidó de su propósito de guardar su virginidad
hasta el matrimonio y decidió que la solución era entregarse sexualmente a
él. Pensaba que era «la única manera de mejorar la relación» y quedarse
con él, así que se lo ofreció. Cuando estaba a punto de suceder, reaccionó,
lo apartó y se puso a llorar. Él le dijo: «Perdóname, te mereces a un chico
mejor que yo». Al poco empo él terminó la relación ¡por teléfono! Ni
siquiera tuvo la decencia de darle la cara. Para ella fue peor que si se
hubiera muerto. Han pasado tres meses, sigue sufriendo muchísimo y le
cuesta dar vuelta a la página, mientras que él parece que ya olvidó todo.
Para colmo, lo ve a diario en la universidad, pues están en el mismo salón.
Es imposible no escucharlo cuando en voz alta les comenta a sus amigos de
sus úl mas aventuras del fin de semana. En esos momentos es como si le
removiesen una y otra vez el puñal que le han clavado en el corazón.
¿Hay manera de evadir ese sufrimiento y de hacer más fácil una ruptura?
¿Cuál es la salida? ¿Cuál la solución? Ante todo hay que decir que enes
que aceptar que no existe una salida fácil. Cuando terminas con alguien
porque en endes que no te ama de verdad, o porque no te conviene dado
que te está llevando a renunciar a tus propios ideales y estándares, no lo
haces porque dejas de quererlo o porque ya no te gusta. Debes entender
que normalmente el proceso de “independización emocional” es largo, que
los sen mientos hacia esa persona no se van de la noche a la mañana sólo
porque decides cortar la relación, y menos aún cuando es el chico el que
decide terminar con go. En ambos casos —sobre todo cuando él te
termina— se asemeja a la muerte de un ser querido y se entra en un
proceso largo que necesita un “período de duelo”, por decirlo así.
Pasar por un duelo no es fácil, y hay que entenderlo para no pensar que
«nunca va a desaparecer este dolor», que «es imposible vivir sin él».
Resulta más di cil aún en el caso de una ruptura sen mental porque la
persona sigue presente, quizá incluso la vemos todos los días. Mientras
que un en erro nos manda el fuerte mensaje de que la separación es
defini va, de modo que no queda sino aceptar la realidad, en una relación
que se rompe él sigue vivo, y no hay ese claro mensaje de que «no hay
vuelta atrás». Pero, ¡ánimo! ¡No sólo es posible sino también muy
liberador! Así que ten un poco de paciencia y no pierdas la esperanza.
Cuando decidas terminar una relación, lo primero que debes hacer es una
lista de los valores y cualidades que tú esperas que tenga un chico y, por
otro lado, una lista de los valores y defectos que ene la persona de la que
te estás desligando. Escribe, además, todas las razones por las que piensas
que es correcto terminar, de modo que puedas leer esa hoja cada vez que
te den ganas de llamarlo. Ojo: en el momento de leerlas nuevamente ten
claro que son los mo vos que deben hacerte fuerte para mantenerte
firme, ¡no una ocasión para torturarte a misma con todo lo que alguna
vez pasaste! En esos momentos de tristeza, de añoranza, de soledad, no
puedes olvidar las razones profundas que te llevaron a terminar una
relación que no tenía futuro y que acaso te hizo mucho daño. Si ya has
cortado esa relación y andas en este empo de “duelo”, antes de seguir
leyendo, ¡escribe esa lista ahora mismo!
Si has llegado hasta acá, todavía falta lo más di cil: no serás libre mientras
sigas atada a todo lo que él te regaló. Debes deshacerte de esas cartas
lindas que alguna vez te escribió, de todo aquello que guardas como un
“recuerdo de un día especial”, un boleto de lo que sea, un osito, una
estampita con dedicatoria, un poema, una medalla o anillo, una foto
especial, etc. No hagas como una joven que, al romper su relación, me ó
todo en una caja y la llevó a otra casa, lejos de ella. Sin embargo, cada vez
que iba a esa casa, le daba por ver lo que allí había, le volvían la
melancolía, el dolor, el sufrimiento. Tampoco eso es suficiente. Ella nos ha
querido compar r su experiencia:
«Recuerdo esa caja, y recuerdo también todo el dolor. Y es que en esa insignificante caja no
sólo guardaba las cosas que él alguna vez me regaló, sino que estaban guardadas también
todas mis ilusiones rotas, todos los recuerdos, los sueños y deseos que tenía en ese empo,
estaba guardada una pequeña parte de mi vida. Cada vez que la volvía a abrir era como
regresar a ese empo y volver “a soñar”… Pero luego me topaba con una gran pared: la
realidad. Él ya no estaba, y yo no lo estaba dejando ir. Esa caja me seguía atando a él, y algo
que aprendí en este empo es que hay que desprenderse de las cosas que nos man enen
atadas a un “ex”, sobre todo de las cartas y de los regalos, de todas las cosas materiales que
son “recuerdos”. Aunque queramos, no podremos reconstruir nuestras historias con esa
caja. Lo esencial ya no está, y sin la esencia las cosas pierden su valor. Es como cuando un
hada pierde su brillo, sus polvos ya no funcionan, ya no hay magia… ya no ene significado.
Entonces, ¿por qué seguir aferrándonos a algo que ya no ene valor?».
Todo sería más fácil si no nos doliese, pero duele. Y como me decía una de
aquellas jóvenes antes mencionadas, «es que no quiero sufrir».
Lamentablemente eso es imposible. De todas maneras vas a sufrir. Sufres si
terminas la relación, pero sufrirás también si la man enes, aunque en ese
caso cuentas con “dosis” de una falsa felicidad o placer que por momentos
te hacen olvidar todo el dolor que sientes, tus temores e inseguridades.
Pero tú sabes que eso es mantener la herida abierta y desangrarse
lentamente. Luego es peor, los celos y la inseguridad te matan, no puedes
estar sin él, tú misma empiezas a degradarte y avergonzarte de misma,
incluso a despreciarte, a creer que ya nadie te va a querer, que no mereces
ser amada…
Por otro lado, lo peor que puedes hacer cuando terminas o te terminan
una relación es quedarte rada en tu cama viendo novelas, soñando
además que el protagonista es tu hombre ideal. ¡Nada de eso! Aunque no
tengas ánimos para nada, busca algo que hacer, no te abandones, no
alimentes tu melancolía viendo novelas román cas. En vez de encontrar
una fuga en esas películas, ¡lucha! Quizá pienses que no enes fuerzas,
pero no es verdad: ¡todos las tenemos! ¡Despierta esa fuerza que hay en
y lucha por no ceder a la tristeza! ¡No te quedes sin hacer nada y pensando
en él cada vez que algo te recuerde lo que pasó entre ustedes o lo que
pudo pasar o podría pasar «si tú lo cambias»!
Los ejercicios son muy buenos también. ¡Muévete! ¡Haz algo de deporte!
Verás cómo eso te ayuda.
Para terminar
Quiero concluir este libro con el valioso tes monio de una joven que te
alentará en tu propia opción por luchar y vivir un es lo de vida diferente, a
contracorriente, el de la cas dad, el de la pureza de mente, corazón y
cuerpo, con el fin de conquistar el amor verdadero:
«Ya hace más de un año que aprendí a decir “no”. ¿Por qué? Porque los chicos que se me
acercaban eran vacíos en todo sen do y yo ya estaba cansada de estar rodeada de falsedad:
¡eso cansa y hasta te pone mal! A mí me ponía de mal humor y me desquitaba con todos, y
eso no me gustaba, ¡porque nadie ene por qué aguantarme las pulgas!
Eso de ilusionarse porque un chico “te pintó todo color de rosa” es a veces bueno, pero
depende del chico que te lo diga, porque unos lo hacen sólo para sacar algo a cambio. Ahora
soy de la idea de que esa persona que te ilusione ene que haber sido primero mi amigo,
porque el amor verdadero comienza con una amistad y se sos ene con ella...
Desde hace mucho soy muy cuidadosa con las personas que van a entrar a mi vida. Tengo
muchas expecta vas en una relación próxima, tengo muchas expecta vas en el chico que
conozca en un futuro.
Tengo muchas expecta vas en mí misma, porque no hay nada más hermoso para mí ahora
que decir: mi relación ene como base a Dios y el respeto. ¡Ahora yo apuesto por mí misma
y apuesto por un amor verdadero!».
La Opción V
“La Opción V” es un proyecto que alienta a los jóvenes a descubrir la
importancia de la cas dad en sus vidas. Nuestro obje vo es promover una
recta comprensión de la sexualidad que, yendo a contracorriente de lo que
la sociedad nos propone, forme en un amor autén co, libre de todo
egoísmo, base para futuros matrimonios sólidos y consistentes. Ofrecemos
también soporte y consejería a quienes asuman el desa o de esforzarse por
vivir esta virtud.
¡Únete a nosotros!
www.laopcionv.com
La Opción V
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