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Contenido

Prefacio

Advertencia

I. Introducción
a. ¿Por qué este libro?
b. ¿Por qué un sacerdote?

II. ¿En qué ambiente nos encontramos?


a. Una cultura hedonista
b. Un bombardeo incesante
c. La mujer como objeto de placer
d. Amor sin compromiso
e. Relaciones sexuales, ¿una necesidad?
f. La presión social
g. El gran negocio del sexo
h. Una nueva educación sexual perversa y perver dora
Conclusión

III. Hechas para amar y ser amadas

IV. ¿Qué es la cas dad?

V. ¿Por qué es importante vivir la cas dad?

VI. ¿Es posible vivir la cas dad?

VII. ¿Cómo vivir la cas dad?


1. ¿Como quién quieres ser?
2. Elije bien a tus amistades
3. Aprende a dominar tu curiosidad
4. Aprende a dominar tus emociones
5. “Estar enamorados” no es lo mismo que “amar”
6. Aprende a decir «no»
7. Relaciones dañinas y relaciones construc vas
8. Enamorarse de la persona equivocada
9. «Amigos con derechos»
10. «Me siento sola»
11. Viajes de intercambio
12. Lo que miras
13. Lo que escuchas
14. Lo que lees
15. La masturbación
16. ¿Cómo te vistes?
17. Las fotos y videos que compartes en tus redes sociales
18. Tus conversaciones por chat
19. Fiestas y discotecas
20. El alcohol
21. Regalar besos
22. La relación con tu enamorado
23. ¿Qué pasa si mi enamorado quiere saber si soy virgen?
24. «El hombre no llega sino hasta donde la mujer se lo permite»
25. ¿A qué lugares voy con mi enamorado?
26. Los “besos apasionados”
27. Las “caricias” en las partes ín mas
28. El sexo oral
29. Las fechas importantes
30. Viajes con el enamorado
31. «No puedo dejarlo»
32. ¿Cómo “dar vuelta a la página” y escribir un nuevo capítulo en mi vida?
Para terminar

La Opción V
P. Jürgen Daum
Pureza y sexualidad
Para mujeres que quieren ser amadas de verdad
2da. edición impresa: julio del 2019
2da. edición electrónica: agosto del 2019

ISBN (edición impresa) 978- 612-47536-7-1

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Carátula: Jorge Sarmiento

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los tulares del copyright, bajo las
sanciones establecidas por las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio
o procedimiento, comprendidos la reprogra a y el tratamiento informá co.
«A ustedes, jóvenes, les digo: No tengan miedo de ir a contracorriente,
cuando nos quieren robar la esperanza, cuando nos proponen estos valores
que están perver dos, valores como el alimento en mal estado, y cuando el
alimento está en mal estado, nos hace mal. Estos valores nos hacen mal.
¡Debemos ir a contracorriente! Y ustedes, jóvenes, son los primeros: vayan
a contracorriente y tengan este orgullo de ir precisamente a
contracorriente. ¡Adelante, sean valientes y vayan a contracorriente! ¡Y
estén orgullosos de hacerlo!».
Papa Francisco (23/6/2013)

«La juventud no ha sido hecha para el placer, sino para el heroísmo».


Paul Claudel
Quiero agradecer ante todo a Dios,
quien me ha encomendado esta hermosa misión.
Quiero agradecer también a todas aquellas personas
—cuyos nombres guardo en mi corazón— que con
su aporte y aliento han hecho posible esta publicación.
Prefacio
El 31 de enero de 2012 una nueva y apasionante aventura abría sus
horizontes ante mí. ¿Qué pasó aquel día memorable? Di una charla que
provocó una inesperada reacción y conmoción. ¿El tema? «Pureza y
sexualidad», dirigido a jóvenes. Honestamente yo pensaba que sería “una
conferencia más”, pero no fue así. Aquella primera charla, a la que
asis eron unas trescientas mujeres jóvenes, fue como la explosión que
echó a andar un motor, fue el inicio de una misión que jamás imaginé:
1
promover entre los jóvenes «el aprecio de la virtud de la cas dad» como
camino exigente y necesario para alcanzar el amor verdadero en sus vidas.
Nunca olvidaré la reacción de algunas de aquellas jóvenes. De entre las
que se acercaron al final para agradecerme, una me dijo: «Padre, me ha
cambiado usted la perspec va de la vida»; otra me preguntaba: «Yo ya no
soy virgen, ¿cómo puedo hacer para recuperar la pureza?». Ambas tenían
dieciocho años. Pero lo que más me impactó fue el tes monio de una
madre que llevó a su hija de doce. Me decía que su hija al principio no
quería ir —habría pensado que sería muy aburrido escuchar a un cura
hablar de esos temas—, pero que la convenció diciéndole: «Vamos veinte
minutos, y si te aburres, nos salimos». Esa misma noche me escribía
aquella mamá diciéndome: «Padre, no sabe, mi hija se quedó la hora y
media que habló usted y al final me dijo: “Mamá, ¡tenemos que volver de
todas maneras la próxima semana!”», es decir, a la segunda parte de la
charla. La siguiente semana ella estaba sentada muy atenta, en primera
fila. Pocos días después me escribió una sencilla carta que aquí copio:
«Las dos charlas me parecieron bonitas y me entretuve mucho. Creo que me servirán para
en un futuro poder decidir bien las cosas antes de hacerlas. El tema fue bastante
interesante, aunque al principio no quería ir porque no sabía cómo iban a ser. Me gustó
también que se dijeran las cosas directas y claras. Además, me pareció que el lenguaje que
usó fue bueno porque usó palabras que nosotros los chicos entendemos, y por eso el
mensaje de toda la charla se nos hacía más claro. Finalmente, la charla me dejó varias cosas
para reflexionar».

El 2 de febrero empezó el curso para los jóvenes hombres. El impacto fue


semejante. Uno me decía: «¡Al fin alguien habla de estos temas!». Otro me
confesó: «Yo vine a insistencia de mi amigo. A la entrada me compré una
Coca Cola porque pensaba: “A los diez minutos seguro que me quedo
dormido. ¿Qué me va a decir un cura si yo ya lo sé todo sobre sexo?”. ¡Pero
a los diez minutos estaba sentado al filo de la silla escuchando lo que
decía!». Asimismo, un hermano de comunidad me pedía con insistencia
que fuese a Guayaquil, Ecuador, para dar estas charlas por allá. Estos y
otros comentarios me dieron la sensación de que había “despertado un
monstruo”, y de que, habiendo tanta necesidad y pudiendo tocar los
corazones de los adolescentes y de los no tan adolescentes con sólo ser
claro y presentar una visión posi va de la cas dad, sencillamente no podía
dejar de hablar.
Así, aquel 31 de enero marcó el inicio de una gran aventura en mi vida, la
aventura de luchar con y por los jóvenes que en busca del amor verdadero
están dispuestos a ir a contracorriente y deciden asumir la cas dad como
un es lo de vida. Considero que en esta etapa de mi vida ésta es una
hermosa misión que Dios me con a, y me compromete con todos los
jóvenes que libremente asumen esta opción en sus vidas y deciden luchar
para amar y ser amados de verdad.
¿Qué dije en aquellas plá cas que despertó tanto interés y el deseo en
muchos de ir a contracorriente? Eso es lo que esencialmente encontrarás
en las páginas de este libro. Esencialmente, digo, porque se trata de un
desarrollo en base a esas plá cas.
Espero que también a la lectura de estas páginas te aliente a ir a
contracorriente y perseverar heroicamente en la lucha por encontrar el
amor verdadero en tu vida.
Con mi bendición,
P. Jürgen Daum
Lima, 25 de julio de 2013
Fiesta de San ago Apóstol
Advertencia
Siempre empiezo mis charlas advir endo que voy a hablar abiertamente y
que, por lo tanto, algunas cosas que diga pueden ser fuertes o chocantes
para algunos. En esto me adhiero a lo que decía hace ya décadas un
famoso apologeta cris ano, el mismo autor de Las crónicas de Narnia:
«Las perversiones del ins nto sexual son numerosas, di ciles de curar y terribles. Siento
tener que entrar en todos estos detalles, pero debo hacerlo. La razón por la que debo
hacerlo es que ustedes o yo, a lo largo de los úl mos veinte años, hemos sido
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permanentemente alimentados de rotundas men ras acerca del sexo» .

Si digo cosas fuertes y claras, a veces a riesgo de escandalizar a algunas


personas, es porque debo hablar de lo que ven y escuchan no sólo los
adultos y jóvenes, sino también los niños todo el empo. Como me decía
una persona con criterio y preocupada por la formación de los jóvenes en
un colegio, uno no puede dejar de hablarles del alcohol o de las drogas y
de mostrarles el efecto dañino que éstos enen por temor a despertar en
alguno la curiosidad. Por otro lado, ¿no presentan ahora obligatoriamente
las caje llas de cigarrillos imágenes fuertes de los efectos terribles que
causan para adver r y tratar de disuadir a las personas de fumar? Hablar
con claridad es necesario, pues todos estamos expuestos a una serie de
men ras, ilusiones y “dogmas” sobre el sexo que es necesario encarar y
desmontar para que no sigan haciendo tanto daño, para que no sigan
destrozando vidas, corazones, almas.
Por la manera abierta en la que suelo hablar, una vez me hicieron llegar
esta inquietud: «¿No es mejor ser reservados y prudentes ante este tema
que en los jóvenes sobre todo despierta mucho interés?». Atendiendo a
esta razonable inquietud, pedí a una psicóloga que escuchase las charlas
que di en un colegio a chicos y chicas cuyas edades variaban entre los trece
y los dieciocho años, para que luego me diese su opinión profesional. En su
primer comentario me dijo:
«Educar en sexualidad sigue siendo un campo minado por el que enen que caminar con
cuidado quienes intervienen en este tema y se comprometen a hacer algo que muchas veces
otros adultos evitan o delegan. Es irresponsable permi r que nuestros jóvenes se
autoeduquen con información distorsionada que reciben de una poderosa industria que
bombardea con mensajes hipersexualizados a niños y adolescentes. No se puede educar en
sexualidad con reservas ni prejuicios; ser reservados en este tema es irresponsable».

También un padre de familia ofreció una opinión que recojo aquí:


«Es cierto que para alguien inocente esto puede ser un despertar a algo nuevo, pero qué
bueno si lo descubre en una página como ésta (La Opción V) donde puede encontrar “una
opción diferente” a lo que se escucha y vive en los medios de comunicación social. Yo soy de
una localidad pequeña y puedo decirle que por esa inocencia que había —y digo “había”,
porque los medios de comunicación como la televisión y el cine se han encargado de
destruirla—, en la actualidad se está dando una vivencia de las relaciones sexogenitales a
edades cada vez más tempranas. Por eso creo que sí debemos hablar de sexualidad, con
intención de educar en lo que es la verdadera sexualidad, su trascendencia y la importancia
de vivir la cas dad antes del matrimonio y dentro de éste».

Claro que debemos ser prudentes, aprender a moderar el discurso y


eliminar lo que es innecesario decir para alcanzar el fin de educar, pero
tampoco hay que tener miedo de decir las cosas claras cuando todos
nosotros seguimos siendo bombardeados día a día por los medios de
comunicación y la publicidad que no enen ningún po de restricción
moral o escrúpulo, sino que más bien se esfuerzan en presentar cosas cada
vez más escandalosas, degradantes o perver das con el fin de aumentar el
ra ng y las ventas.
Quiero ofrecer también el tes monio de una joven de diecinueve años que
hace poco asis ó a una de mis charlas. Sus palabras nos ayudan a
comprender la necesidad de hacerles llegar a los jóvenes un mensaje claro,
directo, que les dé argumentos sólidos a favor de la cas dad y a la vez les
transmita mucha esperanza:
«Ése es el mensaje que los jóvenes necesitan escuchar. Lo digo por mí y por mi grupo de
amigas que están súper perdidas, regalando a cualquiera algo tan importante. Yo veo con
dolor cómo buscan amor donde no lo van a encontrar. La juventud necesita ese mensaje,
esa opción. Yo tuve la suerte de escucharlo y de haber estado dispuesta a escuchar. De
verdad, gracias, Padre. ¡Está ayudando y cambiando muchas vidas! ¡Y la mía es una de ellas!
Yo me sen a bastante mal por lo que había hecho con mi enamorado y me costaba creer
que podía empezar de nuevo, ¡pero su mensaje me ha dado mucha esperanza! ¡Ahora sé
que puedo empezar de nuevo y luchar por hacer bien las cosas!».

Finalmente, pido disculpas si he escandalizado a alguien con algo que haya


podido decir, y quiero dejar en claro que mi intención es evidenciar una
realidad, emi r un juicio sobre ella desde una perspec va humana y
cris ana, así como ofrecer por úl mo una opción a los jóvenes que quieran
libremente asumir el reto de ir a contracorriente. El criterio, la
responsabilidad y la decisión de leer o no este libro, o de dárselo a alguien,
dependen de cada cual.
I. Introducción
a. ¿Por qué este libro?
Mi obje vo a través de este libro es ayudarte a encontrar el amor
verdadero, ese amor que anhela todo ser humano, ese amor que tú
quieres descubrir y vivir intensamente y para siempre.
¿Existe? ¿Es posible encontrarlo?
Quiero decirte desde el inicio que yo creo firmemente que ese amor sí
existe, que tú estás hecha para el amor y que sí es posible encontrarlo.
Sí, yo creo en el Amor, que venimos del Amor, que vamos al Amor, y que
toda nuestra existencia es un llamado a la felicidad en la par cipación del
Amor. Creo, además, que el amor es eterno y no sólo cosa de
“sen mientos de momento”. Yo no creo en un amor que “cambia”. El amor
es para siempre, y si “cambia”, no es amor. Cuando es amor, dura para
siempre, no se altera, no depende de los años, ni de los sen mientos o de
las emociones pasajeras. Al contrario, cuando es amor, crece, madura, se
hace más profundo, más fuerte y sólido, es fiel y fecundo. El amor «dura
para siempre» (1Cor 13,6).
Ya creer y afirmar esto hoy en día es ir totalmente a contracorriente.
Muchos han dejado de creer en el amor eterno. Muchos, decepcionados
en su propia búsqueda, quieren hacernos creer que el amor eterno no
existe, que es irreal, y que “dura aproximadamente tres meses”. Mientras
los enamorados se siguen jurando amor eterno y afirman que su amor es
para siempre, la experiencia parecería demostrar que tan sólo son
ilusiones de adolescentes. Opino que si la sociedad proclama que el amor
eterno no existe, es porque se ha separado y rechaza sistemá camente la
fuente única de ese amor verdadero, de ese amor eterno, que es Dios. Sí,
yo creo en el amor eterno y yo creo que ese amor existe, porque creo en
Dios y porque creo que «Dios es Amor» (Jn 4,8.16).
En este sen do, con el Papa San Juan Pablo II profeso que
«el ser humano no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible,
su vida está privada de sen do si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si
no lo experimenta y lo hace propio, si no par cipa en él vivamente. Por esto precisamente,
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Cristo Redentor… revela plenamente el hombre al mismo hombre» .

Ahora bien, es evidente que una sociedad que se aleja de Dios y con ello se
cierra a la fuente de amor que es Él, tarde o temprano se seca y se
convierte en un desierto en el que las personas andan buscando saciar su
sed de amor de cualquier forma, en cualquier charco, llenándose la boca
de arena en cualquier espejismo. Dejan de creer en el amor porque,
obviamente, no todo lo que parece o dice ser amor lo es. Uno puede
equivocarse, cometer errores, ilusionarse y muchas veces desengañarse.
Por eso quisiera ahorrarte muchos sufrimientos, decepciones, desilusiones
y heridas emocionales profundas hablándote del camino que necesitas
recorrer para encontrar y conquistar el amor verdadero.
Este camino es para valientes, para arriesgados, para hombres y mujeres
de verdad, para aquellos que quieren vivir la vida con heroísmo. El camino
es cuesta arriba, a contracorriente, nada popular, rechazado por la
mayoría, causa de burla y de mofa para tantos. Quizá no te guste lo que te
voy a decir y te cierres a la sola posibilidad de pensarlo, pero debo
decírtelo y adver rte que si quieres encontrar el amor verdadero,
autén camente humano, un amor que dure para siempre, sólo hay un
camino: la cas dad. Cas dad y amor puro van de la mano. La cas dad es el
camino que conduce a la cumbre de un amor humano autén co,
verdadero, profundo, real.
Antes de rechazar esta propuesta, es importante que sigas leyendo y
en endas bien qué es la cas dad. La profunda ignorancia con respecto a
esta virtud hace que muchos, muchísimos, la rechacen con tan sólo
escuchar la palabra.
Además de esta ignorancia proverbial, estamos expuestos con nuamente a
mensajes que presentan la cas dad como algo completamente anormal.
Como si fuera poco, la publicidad contemporánea está dirigida a avivar
nuestros deseos sexuales y busca
«hacernos sen r que los deseos a los que nos resis mos son tan “naturales”, tan “sanos” y
tan razonables que es casi perverso resis rse a ellos. Cartel tras cartel, película tras película,
novela tras novela, asocian la idea de la permisividad sexual con las de la salud, la
normalidad, la juventud, la franqueza y el buen humor. Esta asociación es una men ra.
Como todas las men ras poderosas, está basada en una verdad, la verdad... de que el sexo
en sí (aparte de los excesos y las obsesiones que han crecido a su alrededor) es “normal” y
“sano” y todo lo demás. La men ra consiste en pretender que todo acto sexual al que te
sientes tentado es ipso facto saludable y normal. Pues bien, esto, desde cualquier punto de
vista, y sin ninguna relación con el cris anismo, ene que ser una insensatez. Ceder a todos
nuestros deseos evidentemente conduce a la impotencia, la enfermedad, los celos, la
men ra, la ocultación y todo aquello que es lo opuesto a la felicidad, la franqueza y el buen
humor. Para cualquier po de felicidad, incluso en este mundo, se necesitará una gran dosis
de control, de modo que lo que pretende cualquier clase de deseo fuerte, ser sano y
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razonable, no cuenta para nada» .

¿Es posible vivir la cas dad en un ambiente en el que estamos expuestos


con nuamente a mensajes cargados de sensualidad, de ero smo o de sexo
explícito?
Quisiera hacer una comparación: cuando llega el verano, se nos advierte si
el índice de radiación solar es alto para que tomemos las debidas
precauciones y nos protejamos de los rayos del sol, ya que, de no hacerlo,
a la larga éstos pueden producir lesiones en la piel y con el empo incluso
cáncer. No se trata de ocultarse de los rayos solares, sino de tomar
conciencia del daño que producen para protegernos y cuidarnos
debidamente con bloqueadores, lentes de sol, sombrillas, etc. De la misma
manera estamos expuestos con nuamente a mensajes cargados de
ero smo y sensualidad que, de no protegernos, pueden dañar
irremediablemente nuestra recta visión de la persona —la convierten en
mero objeto de placer— y deformar con ello la recta aproximación a la
sexualidad humana, convir endo el sexo en una simple “diversión” o
“juego” que produce un placer sumo. Para evitar esa deformación y
degradación del amor verdadero, habrá que tomar también ciertas
medidas que lo protejan y cuiden.
Por otro lado, existe una gran confusión entre lo que son realmente el
amor y el sexo. Muchos de ustedes, jóvenes, creen que, si se aman, nada
ene de malo “demostrarlo” mediante “caricias” que van “subiendo de
tono” cada vez más hasta que finalmente llegan a tener relaciones
sexuales. En una ocasión una joven de trece años, confundida, se me
acercó a preguntarme: «Mi enamorado me ha pedido tener relaciones
sexuales… ¿qué le digo?». Su enamorado también tenía trece años y recién
estaban juntos hacía dos semanas. ¿Cuántas jóvenes ilusionadas le
entregan todo al enamorado en un momento de confusión, pensando que
“es por amor”, que “es para siempre” y que deben demostrar su amor
cediendo a los requerimientos sexuales de sus parejas?
Ante esta creciente confusión entre ustedes, jóvenes, existe la urgente
necesidad de echar luz sobre un tema del que se habla todos los días, que
está en la boca y en la mente de todos. ¿Quién no habla de sexo hoy en
día? En la radio, en la música, en las series, en el cine, en las redes sociales,
en los medios de comunicación, en el colegio, en la universidad, entre
amigos y amigas, en todos lados se habla de ello, y se impone cada día con
más fuerza el dogma de que “es anormal no tener sexo” y de que “todo
está permi do” con tal de que ambos “estén de acuerdo”. Muchas cosas
que antes se consideraban claramente inmorales hoy en día no sólo son
aceptadas, sino que se imponen de tal modo que tú terminas creyendo
que “así es” y que “así debes actuar”: disfrutar del sexo con cuanto
hombre puedas, sin importar nada más que tu propio placer y sa sfacción.
En este libro te hablo de la cas dad porque creo que es un tema
importan simo en tu vida. Independientemente de que seas creyente o
no, quiero tratar de ofrecerte argumentos sólidos y convincentes para que
en endas que lo mejor es esperar hasta el matrimonio. Además de lo que
yo te pueda decir, te recomiendo leer otras dos obras pequeñas tuladas
Amor puro, de Jason Evert, y Feminidad pura, de Crystalina Evert. En esos
textos sus autores dan razones y explicaciones consistentes que te ofrecen
una perspec va posi va en lo que se refiere a la cas dad, invitándote
desde su propia experiencia a ser una mujer de verdad y a luchar por un
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amor puro, verdadero, estable . Este libro, dicho sea de paso, no es sólo
para personas vírgenes; es también para aquellas jóvenes que ya no lo son
pero quieren “empezar de nuevo” para en adelante “hacer las cosas bien”.
b. ¿Por qué un sacerdote?
Ahora quiero responder a otra pregunta: ¿Por qué yo, que soy sacerdote,
te hablo de sexualidad?
A los diecisiete años yo ya tenía claro que el Señor me llamaba a entregarle
mi vida. Nunca tuve enamorada o novia. Hoy tengo cincuenta, y desde que
me consagré a Dios y a lo largo de mis vein ún años de sacerdote me he
esforzado por ejercitarme en la virtud de la cas dad, siendo fiel a mi
compromiso de celibato asumido libremente ante Dios y ante la
comunidad cris ana. Nunca le he faltado el respeto a una mujer, y
tampoco he tocado a un niño o joven.
Quizá con mayor razón te preguntes ahora: «¿Qué me puede decir un cura
sobre sexo, si él no lo vive? ¿Qué puede enseñarme a mí, si no ene
experiencia?». Mi respuesta es muy sencilla: No necesito haber
experimentado personalmente todo aquello de lo que te hablo. Para curar
un cáncer un médico no necesita haber tenido uno; necesita haber
estudiado medicina, lo que incluye ver y estudiar muchos casos de
personas con cáncer. Por favor, no quiero que en endas que estoy
insinuando —como ya alguien me acusó— que el sexo es una enfermedad.
No. Simplemente quiero decirte que para hablar de algo con autoridad no
enes que haberlo experimentado todo tú mismo. Una mujer que va al
ginecólogo sería muy tonta si pensase: «Él no sabe nada de mujeres
porque no pasa por todo lo que nosotras pasamos». Tan sencillo como eso.
No necesito haber experimentado todo para saber de qué estoy hablando,
o para conocer las heridas que veo que se hacen cuando “juegan a estar
casados” sin estarlo, o cuando simplemente ven el sexo como un “juego” o
“diversión”. He leído muchos libros sobre el tema y lo sigo estudiando,
además de haber escuchado a lo largo de mis más de veinte años como
sacerdote a muchísimos jóvenes que me han confiado lo que a nadie más
se atreven a confiar, que me han mostrado sus heridas más vergonzosas y
profundas para encontrar un consejo, una palabra de aliento o también el
perdón y un nuevo inicio. Por algo a los sacerdotes también nos llaman
“curas”, porque con el poder de Dios somos capaces de curar las heridas
más profundas, las heridas del alma.
Por eso, lo que por un lado parece ser una gran desventaja —ser sacerdote
—, es una tremenda ventaja. A los sacerdotes las personas nos con an sus
secretos, nos muestran lo que pasa dentro, nos exponen las heridas que se
hacen cuando empiezan a jugar con el sexo. ¡Cuántas veces he visto el
daño que los hombres son capaces de causarle a una mujer cuando la
presionan para “avanzar porque no pueden esperar”! ¡A cuántas jóvenes
engañadas, abusadas, desilusionadas, heridas, descartadas he escuchado
llorar amargamente! He visto también el daño que los jóvenes varones se
hacen cuando se obsesionan con el sexo, cuando de una u otra forma
terminan some dos a la dura esclavitud que causan la pornogra a, la
masturbación o las relaciones sexuales, y que los vuelve tan torpes para
poder amar de verdad a una mujer.
Llegó un momento en mi vida en el que yo ya no podía permanecer
indiferente ante tanto dolor, ante tanto sufrimiento, ante tanta confusión e
ignorancia. Por eso he decidido hablar para ayudar especialmente a las
jóvenes mujeres a encontrar el amor verdadero y a no ser ingenuas,
dejándose engañar y engañándose a sí mismas al avanzar por un camino
que lo único que hará es apartarlas cada vez más de ese amor que buscan.
Dado que el mal avanza cuando nadie lo denuncia, y dado que todos
hablan de sexo sin mencionar el daño que ocasiona sica, psicológica y
espiritualmente cuando se adelantan las cosas, siento que no puedo callar.
La necesidad de hablar me apremia más aún cuando veo que en este
aspecto ustedes, las jóvenes, están «como ovejas sin pastor», expuestas a
ser devoradas por aquellos lobos o “lobbies” que hace décadas trabajan
por destruir sus valores morales para construir una nueva sociedad en la
que todo esté permi do, una sociedad hedonista, sensual y liberal al
extremo.
Finalmente, considero que poseo otra gran ventaja que sólo los sacerdotes
tenemos por gracia de Dios: ofrecer su perdón a quien se acerca
arrepen do. Su perdón es real, y te perdona incluso lo que tú eres incapaz
de perdonarte a misma. No son pocas las veces que he acogido a hijos o
hijas “pródigas”, que luego de haber «malgastado toda su herencia», luego
de haberse hundido en el cieno renunciando a su propia dignidad, han
encontrado en el perdón de Dios y en el abrazo del Padre misericordioso
una nueva oportunidad y una nueva vida. ¿Quién mejor que una de estas
hijas que ha experimentado ese perdón de Dios para explicarte la grandeza
de este sacramento que el Señor nos ha dejado en su Iglesia? Por ello
quiero terminar este acápite compar éndote lo que en una ocasión me
escribió una “hija pródiga” luego de encontrarse con la misericordia de
Dios a través del sacramento de la Reconciliación:
«No sé si me podrá entender: ¡¡¡hoy he vuelto a la vida!!!
La mujer pecadora, ¡esa mujer no se puede parecer a la mujer que yo fui! El día de hoy,
gracias al Señor, he vuelto a nacer. ¡Yo caminaba con el alma destrozada y muerta!
Sen a la necesidad de acabar con ese sufrimiento, pero me daba terror hablar con un
sacerdote, ya que una vez que me confesé, ¡por decirle que no iba a Misa casi me la ga! Yo
me decía a mí misma: “¡Merezco ir a la hoguera por lo que hice!”. Trataba de buscar el
perdón que mi corazón clamaba y no sabía cómo. Yo me decía que el Señor no me iba
perdonar tremendos hechos y que me merecía eso y más. Vivía muy triste, espiritualmente
hablando.
Al ser rescatada por el Señor a través de su sacerdote, recibí un bálsamo en el alma que me
curó de todo. Al reconocer mis faltas y mis culpas, al confesarlas, me di cuenta de que el
amor de Dios es más grande que TODOS nuestros pecados y que no existen para Él escalas
de pecados: que por hacer una cosa sí te perdona, o por hacer otra más grande no te
perdona. ¡La misericordia del Señor nos llega porque nos ama! Él vio mis miedos, mis
temores, mi sufrimiento, y salió en mi búsqueda… ¡¡¡y ahora vivo muy agradecida!!!
¡No puedo expresar lo agradecida que estoy con el Señor por haberlo puesto en mi camino!
¡Estuve esperando por casi 20 años! El hecho de saber que vuelvo a ser su hija no ene
precio, me hace sen r aún más comprome da con la vida y con cada ser humano que se me
acerque, para lo que necesiten de mí, si el Señor desea que sea herramienta suya.
Gracias al Señor esta mañana, al ver el sol y el día, para mí todo tenía otros colores y hasta
otro olor… ¡¡¡olor a PAZ!!!
¡¡¡Gracias, Padre, gracias por rescatarme!!!».
II. ¿En qué ambiente nos encontramos?
Para hablar de pureza o cas dad creo que es importante, en primer lugar,
tomar conciencia de la realidad en la que vivimos y analizar con obje vidad
los mensajes que nos llegan a diario ya sea por televisión, Internet, radio,
prensa, publicidad, o por intermedio de profesores, profesionales,
parientes, amigos, amigas, etc. Si no te ejercitas en una sana ac tud crí ca,
asimilarás los mensajes sin cues onarlos y terminarás pensando “como
piensa todo el mundo”, que “así son las cosas” y que así debes vivir tú
también “para ser feliz”.
a. Una cultura hedonista
Lo primero que descubrimos al observar nuestro entorno es que vivimos
en un ambiente sobrecargado de hedonismo. Esta palabra viene del griego
hedoné, que significa placer. El hedonismo es la doctrina que proclama el
placer como fin supremo de la vida, elevándolo a categoría de ídolo. En
otras palabras, es la mentalidad que cree o te hace creer que para ser feliz
lo que debes perseguir en la vida por encima de todo es el placer. El
hedonismo hace del placer, especialmente del placer sexual, el ídolo ante
el que debes arrodillarte, al que debes sacrificar todo, incluso a las
personas y a misma.
Algunos proclaman un hedonismo radical y sos enen que todos los
placeres sicos deben ser sa sfechos sin ninguna restricción. Otros
proponen un hedonismo moderado y afirman que la dosis de placeres
debe ser medida para que así aumente el placer. En ambos casos la
finalidad es la misma: alcanzar el máximo placer posible. Y al placer sexual
se le da un lugar privilegiado, como lo manifiesta una empresa que se ha
propuesto llevarlo a nuevos límites:
«Sexo. Es el placer supremo. ¿Pero qué si se puede aumentar? (…) está probando nuevas
ideas y productos para empujar los límites del placer más allá».

La excusa para disfrutar de los placeres sin ningún límite es que “la vida es
corta y hay que disfrutarla al máximo”. No es nada nuevo; ya en la
an güedad se decía: «Comamos y bebamos que mañana moriremos»
(1Cor 15,32). Es así que el placer se convierte para el hedonista en la
norma úl ma de sus acciones, sin importar a quiénes use o el daño que
cause en el camino a las personas que u liza como objetos para sa sfacer
sus propios placeres.
Esta mentalidad de buscar constantemente el máximo placer en todo se
manifiesta también de otra manera: huir del dolor y del sufrimiento a toda
costa. Los avances en la producción y uso de los anestésicos han hecho
posible eliminar prác camente todo dolor en cualquier intervención
quirúrgica. La industria farmacéu ca ha elaborado pas llas para aliviar o
quitar todo po de dolor. No digo que sea algo malo, ¡todo lo contrario! ¡Es
muy bueno! Pero el efecto colateral es que nos ha hecho menos valientes o
resistentes al dolor, al sufrimiento, de modo que se nos hace fácil acudir a
otras formas de evadirlo o calmarlo que ya no son tan buenas, como tomar
alcohol en exceso “para olvidar las penas”, o consumir drogas para evadir
la realidad, o buscar ciertas “aventuras” o experiencias para “relajarse” o
huir de la monotonía en la que ha caído una relación. Hay también en el
mercado unas drogas cuyo nivel de consumo hoy es alarmante, y que
conjugan la evasión de la realidad con la experiencia del “placer úl mo”: la
pornogra a y la literatura eró ca.
Desde que existe Internet, la pornogra a se ha vuelto mucho más accesible
de lo que era antes. ¡Qué di cil se hace no ver “algo” cuando estás
navegando, cuando nadie te mira o cuando estás “tensa” y quieres
“relajarte”, o cuando simplemente quieres ver! La tentación de “curiosear”
haciendo un “clic” es fuerte, y a veces basta mirar una sola imagen para
quedar “enganchada” y luego querer ver más, y más, ¡y más! Pienso en
tantos niños y adolescentes que se ven expuestos hoy en día a esta
seducción diaria y que no enen la voluntad formada para poder resis rse.
¿Qué fuerza puede tener un adolescente en el “despertar hormonal” para
rechazar la primera oportunidad que se le presente de ver pornogra a,
más aún si sus compañeros de colegio hablan todo el día de lo úl mo que
han visto y del placer supremo que les produjo? De esto no se salvan ni los
niños, pues los productores de pornogra a están con nuamente ideando
nuevas maneras para que, a la hora de navegar en Internet, incluso a ellos
les “aparezcan de casualidad” o se encuentren “accidentalmente” con
imágenes seductoras o provoca vas que los inciten y es mulen, de modo
que desde pequeños generen una dependencia y adicción a la pornogra a
que los convierta en el futuro en fieles consumidores de los “productos”
que ofrece esa industria. Según una encuesta realizada en Estados Unidos,
la edad promedio en la que los niños ven pornogra a por primera vez es a
los nueve años.
¿Pero no es exagerado hablar de una “adicción” a la pornogra a? No. De
esto trataremos más adelante. Por ahora basta decir que la pornogra a se
convierte también en una forma de evasión de la realidad. Lo que allí se
muestra es pura fantasía, y ha sido diseñado para que el ser humano se
frustre en la vida real y por ello siempre termine volviendo al único lugar
que le puede proporcionar esa “perfección” de la vida sexual: la
pornogra a. Para la mujer esto se convierte además en una trampa: ella
cree que ene que imitar a las estrellas pornográficas para contentar a su
enamorado, novio o esposo, y no se da cuenta de que —justamente por
ser una fantasía y por ser irreal— jamás podrá llegar al mismo nivel. Por
todo ello la pornogra a está destruyendo muchas vidas y también muchos
matrimonios.
Los productores de pornogra a han encontrado maneras de enganchar
también a las mujeres, de volverlas dependientes y adictas, consumidoras
de su material. Y en ese empeño han descubierto una veta que están
explotando: la literatura román co-eró ca. Un caso que sonó mucho y que
podría servir como ejemplo es el del libro Cincuenta sombras de Grey, un
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best seller que por su éxito fue llevado también a las pantallas . Libros
semejantes, muy leídos especialmente por las mujeres por su carga de
roman cismo, están presentando una visión tremendamente deformada
de la sexualidad humana, convir éndose en muchos casos en un “manual
de cómo tener sexo”. Evidentemente, el amor allí no existe, pues todo es
sico, todo es confundir amor con placer sexual.
Una aclaración: ¿es malo el placer?
Hemos hablado del hedonismo, de cómo el buscar el máximo placer se
propaga hoy en nuestra sociedad como norma suprema. Quizá alguien en
este punto se pregunte: ¿Es que acaso es malo el placer sexual? La
respuesta es “no”:
«La ac tud cris ana no significa que haya nada malo en el placer sexual, como tampoco lo
hay en el placer de comer. Significa que no debemos aislar el placer e intentar obtenerlo por
sí mismo, del mismo modo que no debemos intentar obtener el placer del gusto sin tragar ni
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digerir, mas cando cosas y escupiéndolas después» .

Imagínate que te invitan a cenar a una casa en la que todos, luego de


mas car los alimentos y disfrutar su sabor, escupen el bolo alimen cio al
suelo. Imagínate que viajas a un país en el que todos hacen lo mismo. ¿No
te chocaría? ¿No pensarías que algo anda mal con esas personas? ¿No
consideramos una enfermedad o un problema cuando una chica se induce
una y otra vez el vómito luego de comer “para no engordar”? Ahora piensa
en el placer que produce el sexo y el punto al que hemos llegado en
nuestra sociedad de separar el placer de la consecuencia natural de la
relación sexual: un hijo. Lo que he planteado en esa situación hipoté ca
con respecto a la comida es lo que se hace en nuestra sociedad cuando se
busca disfrutar únicamente del placer sexual, separándolo de su finalidad
procrea va. Claro, al plantear eso muchos reaccionarán inmediatamente
diciendo: «¿Pero acaso la idea es llenarse de hijos?». Lo mismo podrían
argumentar las anoréxicas para que las dejen en paz: «¿Acaso la idea es
engordar?». No, la idea no es engordar, pero tampoco perder peso hasta
conver rte en un esqueleto viviente. Si no quieres “llenarte de hijos” o
“engordar”, hay otro camino: el autodominio, la disciplina, la moderación,
y también, en ciertos momentos, la restricción o abs nencia. Pero claro, si
los jóvenes no están dispuestos a considerar esa opción sin intentarlo
siquiera, dirán que es imposible vivir la cas dad y que las relaciones
sexuales son una “necesidad”. Quien sólo quiere disfrutar el placer del
momento no hace más que jus ficar su comportamiento equivocado, y
dado que no soporta que alguien cues one su proceder, tratará de
manipular, presionar y convencer a todos los demás para que crean que lo
anormal es dominarse, esperar, ser virgen, y que lo “moderno”, “normal” y
“saludable” es hacer de todo ya no sólo con el enamorado sino con quien
sea.
Naturalmente el ser humano experimenta placer al comer justamente para
que se alimente y de esa manera se mantenga vivo y tenga energías para
hacer muchas cosas. ¿Quién comería si no se le despertase el ape to y
disfrutase de la comida? De hecho, las personas que pierden el ape to
corren el riesgo de desnutrirse y de morir, ¡y qué di cil es que un niño
coma algo que no le gusta! El placer de comer es bueno en sí mismo, pero
además está claramente unido a una finalidad natural: tu supervivencia.
Algo semejante sucede con el placer sexual: es bueno en sí mismo, pero
además está asociado a una doble finalidad. La primera es producir una
profunda comunión entre el hombre y la mujer, una unión que no sólo es
sica, sino también psicológica y espiritual. La segunda es la reproducción
de la humanidad. Eso es lo natural, lo que está inscrito en la naturaleza del
hombre y de la mujer. Pero lo que se viene haciendo en nuestra sociedad
es separar el sexo no sólo de su finalidad procrea va, sino también de la
finalidad uni va. Las relaciones sexuales se presentan cada vez más como
un “pasarla bien juntos” sin asumir ningún po de compromiso, algo que
tan sólo requiere del consen miento para proporcionarse un mutuo
“beneficio”. En estas relaciones no sólo se busca excluir a toda costa un hijo
“no deseado”, sino que incluso se han inventado “reglas” que eximen de
toda responsabilidad, de todo compromiso, y buscan producir lo imposible:
que la mujer no se involucre emocional o sen mentalmente con la persona
a la que se entrega. En úl ma instancia, aunque se les ponga el rótulo de
“amor” o “amistad” para jus ficarlo todo, las relaciones sexuales que se
cierran al compromiso se convierten poco a poco —si no lo son ya desde
un principio— en un “egoísmo compar do por dos”.
Sabemos que las mujeres anoréxicas se van consumiendo a sí mismas,
haciéndose cada vez más daño, pudiendo incluso llegar a acarrearse la
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muerte . Lo mismo sucede con el ejercicio de la sexualidad cuando se le
separa de sus dos finalidades naturales: el hombre y la mujer se van
destruyendo a sí mismos, se van volviendo cada vez más egoístas, más
centrados en su propio placer, y se alejan cada vez más del amor
verdadero. Y como les sucede a las anoréxicas, que siempre se ven gordas
por más flacas que estén y por más huesos que se les noten, así también
les sucede a quienes han separado el placer de sus fines naturales:
consideran que para llenar un vacío de afecto o amor lo que les falta es
más sexo, más placer, y languidecen cada vez más por falta de amor hasta
que finalmente mueren de inanición. No por nada muchas estrellas porno
han terminado suicidándose: tanto sexo las ha dejado vacías de amor, y sin
amor sus vidas se cargan de dolor y carecen de sen do.
El problema, quiero dejarlo claro, no está en el placer en sí mismo, sino en
la separación que se ha hecho del amor autén co y de su finalidad natural.
Tarde o temprano todo lo que se hace en contra de la naturaleza se vuelve
contra la mujer o el hombre, nos afecta a veces irremediablemente.
Guardando la unidad con sus finalidades uni vas y procrea vas, el placer
es algo muy bueno, querido por Dios, hace bien al ser humano y es algo
que puede y debe disfrutarse plenamente.
Aclarado este punto, quisiera volver a centrar nuestra mirada en el
ambiente en el que nos desenvolvemos, en esta “atmósfera” cuyo “aire”
respiramos cada día, en esta “lluvia torrencial” que se ha desatado sobre
nosotros. En efecto, gracias a los medios de comunicación masiva y a la
publicidad nos llueven con nuamente imágenes y mensajes cargados de
sensualidad, de ero smo y de egoísmo.
b. Un bombardeo incesante
En las películas de cine no falta la escena sensual o sexual, cuando no es
explícitamente “para mayores”. No pocas veces vemos que la pareja que se
conoce un día, al poco empo —a veces ese mismo día— ya están juntos
en la cama. Se transmite la idea de un amor sin compromiso, de sexo fácil
sin consecuencias ni responsabilidades más allá de las promesas del
momento, cuando las hay.
La televisión, con tal de mantener o aumentar el ra ng, nos bombardea
con imágenes o mensajes que nos provocan y es mulan sexualmente.
Muchas presentadoras lucen sus generosos atributos con minifaldas, ropa
apretada y escotes llama vos. Las telenovelas se han vuelto cada vez más
“calientes”. Se ofrecen programas “para jóvenes” que incluyen
competencias entre hombres y mujeres que rayan en lo eró co. Como
“sólo son entretenimiento y juegos diver dos”, se presentan a la hora en
que niños y jóvenes pueden verlos sin el control de sus padres. Series
como «Sex and the City», los videoclips de MTV o incluso algunos dibujos
animados reflejan la manera “moderna” de vivir la vida y van imponiendo
entre los jóvenes estereo pos de comportamiento, modelos a seguir. Con
este con nuo bombardeo de mensajes en contra de la cas dad, niños y
jóvenes son influenciados e inducidos a tener el mismo comportamiento
sensual, eró co y sexual que ven en la televisión. Ni qué decir de la
programación “para adultos” que se ofrece a par r de cierta hora o en
ciertos canales por los que se debe pagar una suscripción.
También algunas emisoras radiales contribuyen a la difusión de estos
mensajes. A veces encontramos programas en los que psicólogos
profesionales hablan y aconsejan a los oyentes sobre temas referidos a la
sexualidad. ¿Alguna vez has escuchado a alguno de ellos recomendarles a
los jóvenes que esperen hasta el matrimonio? El único criterio que parece
importar es: ¿están ambos de acuerdo? Si hay consen miento, todo está
permi do, todo es “bueno”, “sano” y hasta “terapéu co”. ¡Cuántos
psicólogos sugieren a los jóvenes tener relaciones sexuales con sus parejas
como parte del tratamiento! Para ellos es importante que “se conozcan
sexualmente”, y lo recomiendan como remedio para mejorar una relación
que va mal.
Hace ya varios años está de moda un po de música urbana llamada
“reggaetón”. El contenido de muchas de sus letras es explícitamente
sexual. Se baila de manera sensual, e incluso imitando los movimientos de
una pareja que realiza el acto sexual. Canciones con ese contenido influyen
en nuestra visión de la mujer y del hombre, así como en nuestro
comportamiento sexual. La visión de la mujer expresada en estas letras la
degrada a un nivel de objeto sexual.
La publicidad usa a las mujeres bonitas para vender más. Creo que no es
un secreto para nadie, y funciona. No falta la chica sensual, seductora o
incluso eró ca junto a un automóvil, o en anuncios publicitarios de ropa,
perfume o champú para hombres, de cervezas, etc. Cualquier producto al
que se le pone una mujer hermosa al lado vende más, tan sencillo como
eso. Cuando se asocia el producto con el placer que le produce al hombre
el solo ver a una chica seductora con esa ropa o en esa pose, las ventas
suben.
Encontramos también en las calles carteles publicitarios que promocionan
condones. Se ha conver do en algo corriente y aceptable. Los ubican
estratégicamente frente a colegios y universidades. No hace mucho vi uno
que promocionaba preserva vos «con sabor a fresa y chocolate». Les
dicen en otras palabras a ustedes, jóvenes: «El sexo oral es normal, y te
vendemos un producto para que lo disfrutes más». Me da pena tener que
decirlo tan crudamente, pero no estoy más que evidenciando lo que ese
po de publicidad transmite a miles de jóvenes día a día. Yo me pregunto:
¿En verdad lo hacen “por amor”? ¿Qué hay de amor en eso? A mí me
parece francamente degradante para la mujer que realice algo así, y que
“libremente” se tenga que someter a eso “porque todos lo hacen”, o
porque “es lo que se ve en la pornogra a”. No son pocas las que se sienten
muy avergonzadas, sucias, rebajadas en su dignidad luego de ceder a la
pe ción del enamorado o el novio, aunque no dicen nada porque se les
induce a creer que es lo que deben hacer para mantener contento al
hombre. Sí, lo sé: no siempre es culpa del hombre, no todos los hombres
son así, no siempre es él quien da el primer paso en estas cosas, sino que
también hay mujeres que se lo ofrecen.
En fin, basta prestar atención a los carteles o spots publicitarios para
entender que crecemos rodeados de publicidad que nos incita a no ser
castos. ¿Por qué? Porque hay gente que desea despertar y mantener
inflamados nuestros deseos sexuales para vender más, para ganar más,
porque el sexo vende.
Están también las revistas femeninas que las invitan a verse más sexies, les
sugieren cómo conquistar al hombre o de qué manera lograr sa sfacerlos o
sa sfacerse más y mejor con inacabables ps y consejos. Y no enen que
ser revistas para mujeres mayores. Como veremos más adelante, es común
encontrar en publicaciones juveniles ar culos y comentarios sobre los
«amigos con derechos», proponiendo las reglas para llevar ese po de
relaciones… Me pregunto: ¿Puede haber derechos sin deberes? ¿Quién
habrá inventado esas reglas? Puro “placer compar do”, todo es solamente
sico, cero compromisos, cero amor. ¿Es eso lo que una mujer anhela en lo
profundo de su corazón? Esto es lo que se les impone a ustedes como una
“nueva moda” y les destrozan la vida, porque una mujer no puede separar
lo sico de lo emocional y de lo espiritual. Una joven que se presta a ese
“mutuo beneficio sin compromisos” pronto se sabe usada, y cae en el
círculo vicioso de despreciarse cada vez más a sí misma y de buscar
sen rse querida a cambio de seguir entregando algo de sexo a sus
“amigos”. Así, se hunde cada vez más en la soledad, en el vacío, en la
tristeza de no saberse verdaderamente amada.
Gracias a Internet la pornogra a ha invadido los hogares y se ha conver do
en una plaga que transtorna a los seres humanos. Hoy se encuentra al
alcance de tan sólo un “clic”. Una can dad enorme de material
pornográfico se ha vuelto totalmente accesible (basta tener un aparato
electrónico con conexión a Internet) y asequible (puedes obtenerlo gra s).
Hoy en Internet se puede ver de todo, incluso las aberraciones y
perversiones sexuales más alucinantes. De paso, la industria pornográfica
es un negocio redondo para sus productores. Las ganancias son
bimillonarias y van en aumento cada año. Ver pornogra a no es cosa de
broma.
En lo que toca a la moda femenina, los diseñadores —es decir, quienes te
imponen la moda y definen cómo debes ves r— han descartado la
modes a y el pudor como criterios para el diseño. Sencillamente, la
modes a “no está de moda” y el pudor es algo que debes superar si
quieres ves r “a la moda” y no ser ridiculizada por tus amigas.
Pero, ¿qué es la modes a? ¿Qué es el pudor? Por definición, la modes a
es una «virtud que ordena la apariencia externa de la persona». Ordena y
modera no sólo la ves menta, sino el comportamiento en general. El pudor
o recato, por su parte, es un sen miento que lleva a la persona a ocultar lo
que debe permanecer velado y que, por lo mismo, protege la in midad.
Al dejar de lado la modes a y el pudor se les hace más di cil a los hombres
ver el corazón de las mujeres y valorarlas y amarlas por lo que hay en su
interior. Incluso al hombre que quiere respetar a las mujeres le resulta
di cil no mirar a una chica que muestra demasiado, y no mirarla como un
objeto sexual.
c. La mujer como objeto de placer
En nuestra cultura muchas veces la mujer es vista como un objeto de
placer y de consumo: usar y botar. Un día me encontré con un panel
publicitario que llamó mi atención. Mostraba a tres chicas en bikini y, al
lado, tres cajas con dis ntos pos de condones. La leyenda decía: «¿Cuál
de éstas prefieres para el verano?». ¿Qué te están diciendo con eso? Que
la mujer es como el condón, sirve para usar y botar, para “disfrutarla
sexualmente” mientras dura el verano. ¿No te sientes degradada, rebajada
en tu dignidad, ofendida? ¿No te da cólera cuando ves anuncios así?
¿Protestas o te dejas usar?
Lo cierto es que nuestra cultura “educa” a los hombres a ver a la mujer
como un león mira a una gacela, o como el lobo mira a una gallina: como a
una presa. Acostumbrados a encontrarse en los anuncios, revistas o
películas a chicas “perfectas”, los hombres terminan valorando a la mujer
por su apariencia externa, por el sico o por el placer que les ofrecen. Un
hombre así se vuelve cada vez más “macho”, incapaz de mirar el corazón
de una mujer, incapaz de amarla de verdad.
Yo sé que ustedes, las mujeres, no son responsables y no enen la culpa de
que los hombres las miren así, pero sí está en dejarte llevar por esa
mentalidad o marcar la diferencia haciéndote respetar. En ende que si tú
decides “disfrutar de la vida”, estás cayendo en la trampa perfecta, la que
te lleva a ser “una más” de esas mujeres que son de “usar y botar”.
La revolución sexual
Probablemente has escuchado hablar de ella:
«La revolución sexual, como toda revolución, fue un largo período de crisis, de cambio. Fue
producto de una corriente de pensamiento que conllevó numerosas reformas filosóficas y
antropológicas, legales, sociológicas, y toda una movida polí ca, económica, social y
cultural. Todo esto se vio acompañado por lo que Lipovetsky, filósofo y sociólogo francés,
llama la “era del vacío”, era en que se ha olvidado el sen do de las cosas, se vaciaron de
contenido las ins tuciones… era en que nos toca vivir. Esto arrastró, sobre todo, cambios en
las percepciones sobre la virginidad, la relación entre sexo y amor, la concepción de familia y
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el papel de la mujer» .

Pienso que a par r de esta “revolución sexual” las mujeres comenzaron a


cues onar por qué los hombres podían tener sexo con cualquiera sin ser
mal vistos, mientras que a ellas se les calificaba prác camente de
pros tutas si no llegaban vírgenes al matrimonio. Reclamaron igualdad,
con toda jus cia. Sin embargo, la igualdad que reclamaban iba más o
menos en esta línea: «Si ellos pueden tener sexo antes de casarse, ¿por
qué nosotras no?». Y así, en vez de exigir un cambio en la mentalidad de
los hombres, se pusieron “a la altura” de ellos, es decir, rebajaron sus
estándares. La igualdad exigida por las mujeres ha llevado a que ahora
también ellas tengan el “derecho” a tener sexo con quien les plazca,
cuando les plazca y con cuantos les plazca.
Sobre esta revolución escribe Myron Magnet en la introducción a un libro
que recopila ar culos de varios autores:
«La revolución sexual ha fracasado en sus propios términos. Prome ó hacernos a todos más
felices, más libres, más plenos, más vivos. Ahora, casi cuatro décadas después… ¿dónde está
la felicidad?…
En cambio, si examinas las relaciones entre los sexos hoy en día, lo que percibes después de
todos esos emparejamientos es una profunda tristeza. En el mundo del sexo sin
compromiso, para muchos la convivencia ha reemplazado al matrimonio y las relaciones son
pasajeras, dejando a las parejas llenas de desconfianza, de resen miento e incluso de deseo
de venganza una vez que se produce la ruptura. Aun cuando las feministas se encontraban
entre las defensoras más vociferantes de la revolución sexual, en el régimen post-
revolucionario son especialmente las mujeres las que están más molestas…
Nuestra liberación nos ha dejado más solos. A medida que el sexo moderno nos ha llevado
más allá del ámbito del amor, con su dependencia “esclavizante” y autosumisión, a un
ámbito de libertad y autorrealización, donde podemos “encontrarnos a nosotros mismos” al
“explorar la sexualidad”, la otra persona se convierte cada vez más en tan sólo un medio
para nosotros, un aparato intercambiable con cualquier otro. Es así que muy a menudo
permanecemos solos incluso cuando estamos tan ín mamente conectados, simplemente
usándonos unos a otros para nuestros propios propósitos e intereses. No es de extrañar que
los hombres y las mujeres se hayan vuelto tan desconfiados entre sí. Se han propuesto tener
relaciones sexuales sin sen mientos y, dado que los hombres y las mujeres no viven fuera
del ámbito de la emoción, se van las mando con nuamente en cada encuentro, esperando
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dar y recibir tan poco más allá de la excitación sexual» .

Con esta revolución lo que han conseguido las mujeres, en vez de propiciar
una nueva generación de hombres que las respete y valore, es devaluarse a
sí mismas en su dignidad y grandeza. En lugar de elevar al hombre, la
mujer se ha rebajado. Como consecuencia, los hombres ya no piensan en
casarse sino hasta pasados los treinta, luego de haber “disfrutado” de las
mujeres que se entregan tan fácilmente porque ellas mismas andan a la
caza de aventuras sexuales. Me pregunto: ¿Ha sido una manera inteligente
de comba r el machismo? ¿Acaso no se ha reforzado justamente la
mentalidad machista en muchos, gracias a que se han mul plicado las
mujeres dispuestas a entregarse sin ningún po de compromiso? ¿A qué
hombre le interesa casarse, si ene todos los “beneficios” que le ofrece el
matrimonio sin las complicaciones y compromisos del mismo?
«Cuando el sexo es parte del paquete de casarse y tener hijos, está sujeto a un conjunto
estricto de condiciones y responsabilidades. Las consideraciones prác cas como los
ingresos, el alojamiento y la estabilidad general se aplican necesariamente. El sexo se
convierte sólo en un aspecto de un compromiso de por vida con otra persona. Pero si el sexo
está divorciado de todas estas condiciones, entonces nos quedamos con un acto meramente
natural y agradable que está limitado sólo por las propias opciones y oportunidades en la
vida. Ésta es la forma idealizada del sexo en el mundo moderno. Todo lo que queda es
maximizar el propio potencial sexual, mediante el cul vo de los atributos sexuales
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considerados más deseables en la sociedad actual» .

De esta revolución poco inteligente habla Crystalina Evert en su libro


Feminidad pura:
«Un señor mayor lo dijo de la mejor manera: “He visto pasar muchas generaciones, y todos
los chicos han sido siempre iguales: siempre diciéndoles palabras dulces a las chicas para
hacer cosas con ellas. Pero esta generación de mujeres es diferente. Son lo suficientemente
12
estúpidas como para permi rles a los chicos obtenerlo”» .

Torpemente, muchas mujeres han renunciado a un poder que ustedes


enen sobre los hombres. Como hace notar también Crystalina Evert,
«las mujeres tenemos un poder. Por la forma como nos ves mos, por la forma como
bailamos y por la forma como nos comportamos, podemos invitar a un hombre a ser un
caballero o a ser un animal... Tenemos el poder de volver miradas. Pero también tenemos el
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poder de cambiar corazones» .

Lo dice, de otro modo, Carlos Vives en una canción tulada «Volví a


nacer»:
«Puedo trabajar de sol a sol, puedo subirme hasta el Himalaya, o ba rme con mi espada
para no perder tu amor… Quiero casarme con go, quedarme a tu lado, ser el bendecido con
tu amor».

Los hombres son capaces de elevarse y ponerse a la altura por una mujer a
la que verdaderamente aman. Se convierten en esos príncipes que escalan
al simas torres para rescatar a sus princesas amadas, en vez de pedirles
que salten, prome éndoles que no les pasará nada porque ellos las
recibirán en sus brazos. Nunca he visto en esas películas saltar a las
princesas, porque al lanzarse al vacío sólo encontrarían la muerte.
¿Saltarías tú, o esperarías que él suba a rescatarte? ¿Qué clase de hombre
quieres? Eso depende de … de que les exijas a los chicos ser hombres de
verdad, de que los obligues a elevar sus estándares manteniendo tus
propios estándares altos. No eres tú la que debe saltar, ¡es él quien debe
subir! Es muy fácil que tú te entregues, que tú te sacrifiques a misma y
tus altos ideales por él. Pero eso es como saltar para caer en sus brazos. El
reto consiste en que él te demuestre lo mucho que vales para él, el amor
que te ene, escalando la torre, luchando por elevar sus propios
estándares, cul vando nobles ideales y comba endo por ellos,
comprendiendo que para amarte de verdad es necesario que él se domine
a sí mismo y purifique, mediante la virtud de la cas dad, su corazón de
todo egoísmo.
En ende que tú, como mujer, enes una misión importante en la sociedad
de hoy: ayudar a los hombres a que saquen lo mejor de sí mismos,
enseñarles que deben respetar a las mujeres aunque se regalen o estén
borrachas, exigirles que las traten con respeto, como a sus propias
hermanas, entrenarlos en la espera, en el dominio de sus propios impulsos,
en el amor verdadero que sabe esperar y que no impone su impaciencia
argumentando que es “una necesidad”.
d. Amor sin compromiso
Se difunde en nuestra sociedad un amor sin compromiso. Cada vez son
más los jóvenes que enen miedo o problemas para comprometerse. En
Europa ya no se casan, sólo conviven, y se está poniendo cada vez más de
moda esa costumbre también en nuestras sociedades.
El matrimonio no es, como muchos ahora dicen con desdén, «tan sólo
firmar un papel». Claro que se firma un papel, como se firma “tan sólo un
papel” cuando el banco le concede a uno un préstamo. ¡Pero ay de quien
incumpla aquello a lo que se compromete cuando firma ese papel! Por
tanto, no es “sólo firmar un papel”. La firma es signo de un compromiso
serio, que manifiesta una voluntad e implica responsabilidades que uno se
compromete a asumir. En el caso del matrimonio, la promesa se refiere a
cosas que uno puede hacer, a acciones, no a sen mientos, pues nadie
puede prometer seguir sin endo de una determinada manera con el paso
de los años. El matrimonio no es “sólo firmar un papel”, es asumir un
compromiso de modo solemne, un compromiso que uno está decidido a
honrar y cumplir por todos los días de su vida. La firma es para que conste
por escrito, y para que en el futuro uno no pueda evadir las
responsabilidades que se comprome ó a asumir. Un hombre que ve el
matrimonio como algo sin valor es un hombre que no está dispuesto a
asumir los deberes y compromisos que derivan del matrimonio, es un
hombre que no ama de verdad.
Hace un empo se me acercó un psicoterapeuta muy arrepen do porque,
habiendo abandonado su matrimonio por irse con otra mujer y queriendo
jus ficarse a sí mismo, había difundido por años la teoría de las “familias
ensambladas”. ¿De qué se trata? Son nuevas familias que se “ensamblan”
con piezas de matrimonios rotos: un divorciado con sus hijos que se junta
con una divorciada con sus hijos forman una nueva sociedad. Me decía él
—que por diez años había formado una “familia ensamblada”— que en
una familia así «no puedes tener ideales muy altos, porque si no, te
frustras». Me contaba, además, que su hijo le había dicho en una ocasión,
con la crudeza propia de la verdad: «Entonces tú no puedes creer en Dios,
porque si crees en Dios y has hecho una promesa ante Él, enes que
sacarlo de esa familia ensamblada». Su hijo comprendía bien que el
matrimonio como lo en ende el cris anismo es un compromiso para toda
la vida, y que dura no sólo hasta que las personas sienten que ya no están
enamoradas entre sí, o hasta cuando una se enamora de otra persona.
Cuando eso sucede, por la razón que sea, debe entrar a tallar la jus cia,
que incluye el mantener las promesas que ha hecho de modo solemne y
público todo aquel o aquella que se ha casado por la Iglesia: fidelidad hasta
que la muerte los separe.
El asunto es que hoy en día se cree que ya no debe lucharse por una
relación cuando “se ha desgastado” o “cuando ya no hay amor”, es decir,
cuando uno ya no se siente enamorado como al principio, cuando las
emociones intensas o las “mariposas” han dejado de revolotear en el
estómago. Pues la vida real no es así; hoy te sientes profundamente
enamorada, pero luego de dos años de casada probablemente no sen rás
lo mismo. El enamoramiento es una mezcla de ilusión, sueños, ideales,
fantasías, todo el día pensando en el enamorado o novio; eso ene una
importancia tremenda para dar inicio a un amor más profundo, un amor
que es compromiso, que es voluntad de unir sus vidas para siempre y
formar un hogar sólido, pase lo que pase, cueste lo que cueste, por todos
los días de sus vidas.
Este amigo psicoterapeuta, luego de un profundo proceso de conversión,
ha vuelto con su esposa, la verdadera, la única. No fue fácil, ciertamente,
pero ella y sus hijos lo acogieron nuevamente. Hace poco dio una
conferencia tulada: «¿Es el amor para siempre?». Allí dijo esto que quiero
que leas:
«Al hacerme la pregunta de si el amor es para siempre, en realidad me estoy haciendo la
pregunta de si el amor existe… Cuando le entregaste tu amor de joven a esa mujer u hombre
que enes a tu lado, ¿tú le dijiste: “te amo, pero por un ra to, o por un empo, hasta que se
nos pasen las maripositas”? ¿O le dijiste: “te amo, y te amo porque necesito que sea para
siempre”? ¿Era ese encuentro con la persona amada un encuentro por un ra to o para
siempre? Si tú te entregaste cuando te encontraste con aquella persona, ¿tú crees que no
pasó nada? ¡Cambiaste! ¡Para siempre! Por lo tanto, si me pregunto si el amor es para
siempre, tendría que preguntarme si existe. Si el amor no es para siempre, si el amor está
des nado solamente a durar según cuánta anfetamina esté en mi cabeza rondando, o
cuánto mi cerebro le está mandando a mi corazón que lata más rápidamente, y dura un año
o dos años y medio aproximadamente, ¡eso no es amor! El amor me cambia totalmente, por
decisión, por compromiso. ¿Y si un día decido que “no”, que “ya no quiero seguir”? No era
amor o no estás amando, o lo que es peor, de repente sí era amor, o sí es amor, y el que lo
está dejando pasar eres tú.
Si de algo estoy convencido es de que la entrega no es solamente de mi cuerpo, la entrega
no es solamente de mi mente, es algo que viene de algún si o y va hacia algún si o, y en ese
camino u lizo la única ruta que existe. Yo vengo del Amor, voy hacia el Amor, y es a través
del Amor que hago mi recorrido. Eso es lo que comparto con go. Tú también sientes lo
mismo, tú también vienes del mismo si o y vas hacia el mismo si o: el Amor. ¿Qué
compar mos todos nosotros aquí?

¿Por qué me atrevo a hablarte del amor así? Porque yo no te estoy hablando de nada nuevo,
porque está calzado en , porque es parte de , porque siempre estuvo allí. ¿Y sabes qué
pasó? En los ojos de esa mujer que enes al lado o en la que estás pensando, descubriste
esa huella imborrable, imperecedera, ese afán que te es imposible acallar no importa lo que
ocurra, no importa cómo lo llames, pero que te lanza otra vez a mirarte en el espejo de sus
ojos y decir: yo soy capaz de amarte y tú eres capaz de amarme. Iden ficamos el amor en
nosotros que nos hace dis ntos. Por eso lo intentaste, por eso te arriesgaste, porque no es
cualquier cosa, porque no estamos hablando simplemente de algo perecedero, porque
ansiamos y tenemos un afán impresionante de ir mucho más allá de algo que acabe con
nuestros días. Además, hablar de amor no es hablar de pequeñas cositas, hablar de amor es
hablar de gente osada, de gente que se atreve, de gente que realmente quiere entregarse».

e. Relaciones sexuales, ¿una necesidad?


Una gran men ra circula en nuestra cultura. Muchos la creen. Es una
especie de dogma moderno que se considera como verdad absoluta e
incues onable: las relaciones sexuales «son una necesidad» para el
hombre, y por eso «no puede esperar».
En una ocasión me escribió una joven de dieciséis años:
«Hoy mi profesor del curso de “Persona, familia, relaciones humanas” —él ene unos
sesenta años— dijo en clase que “los hombres necesitan desfogarse y que, en vez de
masturbarse, deberían tener relaciones sexuales”… Me dejó muy molesta, porque los
hombres del salón le creen y como que se lo toman en serio. No debería hablar así, porque
los hombres no son animales y pueden controlarse. No debería hacer esos comentarios tan
machistas y tontos, porque estamos presentes las mujeres y como que algunas compañeras
mías también se la creen».

En efecto, no son pocas las mujeres que terminan creyendo que porque
“los hombres enen necesidades” no les queda más que ceder y
entregarse. En vez de exigirles que aprendan a dominar sus impulsos y
deseos sexuales, les consienten todo. Algunos de ellos, por su parte, no
pocas veces terminan presionando a las que quieren esperar hasta el
matrimonio:
«Éramos amigos; luego parecía que los dos estábamos hechos el uno para el otro y fuimos
enamorados (novios). Todo marchaba bien. Los primeros meses todo parecía perfecto y me
enamoré muchísimo de él. Él sabía que yo era virgen y decidió respetarme en todo
momento. Pero todo cambió cuando él se trasladó a otra ciudad al recibir una buena oferta
de trabajo. Manteníamos una relación amorosa a distancia y nos veíamos muy poco, una vez
cada quince días o cada mes. Para entonces sus ideas de vivir la cas dad habían cambiado.
Empezó a decirme que quería tener relaciones conmigo y que quería ser el primero. Para
esto, él ya había tenido relaciones sexuales antes con otras mujeres. Lo que me dijo me
entristeció muchísimo. Le dije que no, que yo no renunciaría a mi propósito de llegar virgen
al matrimonio. Él insis a diciéndome: “¿Por qué te preocupas por eso, si nos vamos a
casar?”. Y aunque yo me mantenía firme en mi propósito de guardar mi virginidad, como lo
amaba tanto, le permi a algunas cosas impuras, muchas veces porque yo misma me
exponía demasiado.
Una noche me llamó por teléfono y me pidió que me conectara a Internet. Me conecté y por
las cosas que me decía recién me di cuenta, pude ver que él ya no me amaba, sino que sólo
me deseaba. Empezó a decirme que para que nuestra relación amorosa funcionase, tenía
que ir de la mano con el sexo, que él ya no podía esperarme más. Me decía que ya los dos
éramos una pareja adulta que necesitaba de “otras cosas” para que la relación funcionase, y
que mucha “dieta” hacía daño, que “uno no sólo puede vivir de verduras”, que “de vez en
cuando es bueno comer carne”. Tomé conciencia de que el hombre que supuestamente me
amaba me estaba tomando como un pedazo de carne que necesitaba comer para no
morirse de hambre. Todo giraba alrededor de “él”. ¿Y yo? ¿Cómo quedaba? Al leer esto mis
lágrimas inundaron mis ojos, la tristeza y el dolor eran tan grandes que le dije que otro día
hablaríamos de ello. Apagué la computadora y sólo me puse a llorar».

Quien ofrece este tes monio tuvo el coraje que no siempre enen otras
chicas:
«No fue nada fácil, pero un día me llené de valor y le dije que yo lo amaba muchísimo, que
me hubiera gustado que las cosas fueran dis ntas y que había hecho una promesa de
esperar hasta el matrimonio; y que por más que lo amaba, prefería perderlo a él antes que
renunciar a mi dignidad, a mis ideales, a mis propósitos, antes que perderme a mí misma y
perder a Dios. Así fue que le terminé».

¿Es el sexo verdaderamente una necesidad para el hombre? Necesidades


tanto para el hombre como para la mujer son: comer, beber, respirar,
dormir, ir al baño. Pero si el hombre no se masturba o no ene relaciones
sexuales, no se muere ni se enferma. Tú no puedes caer en la trampa de
creer que las relaciones sexuales son una “necesidad” para el hombre.
Ningún chico se va a morir si tú le respondes que «no» cuando él te
comenta que “no puede esperar más”. Si él te dice eso, significa que lo que
en ese momento más le interesa es sa sfacer sus deseos sexuales a costa
de . Lo más importante para él no eres tú, sino él mismo. Además, haz el
ejercicio de proyectarte a futuro: Si te casas con él, y por estar embarazada
o por alguna otra razón deben tener largos períodos de abs nencia y él “no
puede esperar más”, ¿qué va a hacer? Un hombre que no puede
dominarse con la mujer a la que ama —o dice amar—, di cilmente podrá
dominarse cuando se cruce por su camino una mujer seductora, dispuesta
a regalarse, a pasarla bien con él o a obtener algo a cambio de sexo.
Hoy en día se hace más fácil para el hombre creer que el sexo es una
“necesidad” para él en gran medida porque se ha vuelto una obsesión para
todos. Si todos hablan de sexo y todo el día se habla de sexo —y aquí
incluyo también a las mujeres—, es muy fácil que terminen pensando que
enen que experimentarlo y que “necesitan” de él. Por otro lado, el
ape to sexual crece no sólo cuando todo el día se habla y se piensa en el
sexo, sino también cuando damos rienda suelta a ese ape to. Pongamos
una comparación: si todo el día uno piensa en comida, y si todo el día
prueba esto y lo otro, en vez de disminuir, crece, se hace más fuerte, se
vuelve una “necesidad” estar comiendo siempre. En lo que toca al ape to
sexual, si todo el día recibimos es mulos externos, si todo el día hablamos
de sexo, si nos acostumbramos a es mularnos sensualmente a nosotros
mismos o con otras personas, terminaremos pensando que “es imposible
vivir la cas dad” y que masturbarse o tener sexo es una “necesidad”.
Parece “necesidad” porque se ha vuelto una obsesión, y en muchos casos
una compulsión o esclavitud. Y sí, un hombre obseso con el sexo “no puede
vivir sin sexo”. Pero no es verdad que porque él no pueda contenerse tenga
que asumirse como una “verdad absoluta” que sea una “necesidad” para el
hombre.
También dicen que en nuestros empos es normal y sano tener relaciones
sexuales antes del matrimonio «porque es parte del proceso de
crecimiento y maduración de los jóvenes». Esto lleva a que ahora, por
ejemplo, sea común que el estar de enamorados implique ya de por sí
tener relaciones sexuales como parte integral de la relación. Lleva, además,
a que se esté poniendo de moda lo que se han venido a llamar “amigos con
derechos” o “amigos con beneficios”, o a pasar simplemente la noche con
un desconocido.
Pienso que lo que viene pasando en América La na es fruto de la
imposición de una cultura occidental liberal y decadente. Se mira a los
países desarrollados como el modelo hacia el que enen que avanzar los
nuestros incluso en temas de moral, sin cues onar si es bueno o malo para
el país y su gente. Simplemente es lo “moderno”, y hay que “avanzar” hacia
la “liberación total” siguiendo los pasos de naciones como Estados Unidos
o España.
Existe también el mito de que la represión de los impulsos sexuales genera
neurosis. Sin embargo,
«la gente a menudo malinterpreta lo que la psicología nos enseña acerca de las
“represiones”. La psicología nos enseña que el sexo “reprimido” es peligroso. Pero
“reprimido” es aquí una palabra técnica: no significa “suprimido” en el sen do de “negado”
o “resis do”. Un deseo o pensamiento reprimido es uno que ha sido relegado al
subconsciente (generalmente a una edad muy temprana) y que puede presentarse ahora a
la conciencia sólo de un modo disfrazado e irreconocible. La sexualidad reprimida no le
parece al paciente sexualidad en absoluto. Cuando un adolescente o adulto se ocupa de
resis r un deseo consciente, no está tratando con una represión ni está en el menor peligro
de crear una represión. Por el contrario; aquellos que seriamente intentan prac car la
cas dad son más conscientes, y pronto saben mucho más acerca de su propia sexualidad
que ningún otro. Llegan a saber de sus deseos como Wellington sabía de Napoleón, o como
Sherlock Holmes sabía de Moriarty; como un cazador de ratas sabe de ratas, o un fontanero
[gasfitero] de tuberías que pierden agua. La virtud —incluso la virtud que se intenta— trae
14
consigo la luz; la permisividad trae las nieblas» .

Quienes luchan día a día por vivir la cas dad experimentan paz, una paz
que no enen quienes se apresuran a dar rienda suelta a sus curiosidades
o impulsos sexuales. El daño emocional, psicológico, espiritual y sico que
una misma se hace o hace a otras personas cuando “se deja llevar” por sus
ape tos sexuales puede llegar a ser muy profundo, severo y di cil de curar.
Muchas veces toma años recuperarse de esas heridas. La verdadera
felicidad no está en experimentar los placeres sicos sin restricción, sino en
la paz interior que es fruto de la pureza de corazón.
Para entender mejor por qué no produce neurosis ni hace daño aprender a
dominarse se me ocurre una comparación. ¿Qué pasa cuando a un
automóvil se le vacían los frenos? El conductor pierde el control del
vehículo, puede causar un accidente grave, lesiones a sí mismo y a otros,
incluso la muerte. Pues algo semejante pasa con go cuando quieres vivir
“desenfrenadamente” tu sexualidad, sin poner freno a tus fantasías,
deseos o impulsos sexuales. El freno en el automóvil no es algo malo; al
contrario, es esencial porque protege a sus ocupantes y a otras personas
que andan por la calle, porque evita accidentes y el daño consecuente,
porque gracias a él los ocupantes pueden llegar sanos a su des no. Tú
también necesitas aprender a poner freno a tus fantasías e impulsos
sexuales. Si tú no los dominas, te conver rás en esclava de ellos. En
realidad, el que tú seas feliz y logres hacer felices a otras personas —ya sea
a tu enamorado, tu novio, tu futuro esposo o tus hijos— requiere de
muchas restricciones de tu parte, de mucho autodominio. El reclamo de
que todo deseo o impulso sexual debe ser sa sfecho de inmediato porque
es saludable y natural no vale para nada. La salud sica, emocional,
psicológica e incluso espiritual sólo se ob ene a par r de una serie de
principios morales por los que la persona admite unos y rechaza otros. Eso
es lo que hace hombre al hombre y mujer a la mujer: que sea capaz de
dominarse a sí mismo o a sí misma para alcanzar un fin supremo, que en
este caso es el amor verdadero. Si no quieres arruinar tu vida y la de otros,
lo primero que debes hacer es aprender a controlar y dominar los impulsos
de tu propia naturaleza. Sé que no es tarea fácil, especialmente cuando
“las hormonas están revueltas”, pero es posible, como es posible dominar
a un potro salvaje para hacer de él un caballo dócil, del que pueden
u lizarse todas sus energías y fuerzas para realizar con él tareas nobles o
competencias fabulosas.
Para educarte en ese autodomino debes ser inteligente. Inteligente es la
mujer que no se expone poniéndose en lugares o situaciones en las que es
muy fácil terminar perdiendo el control de sí misma. La pasión es como un
fuego que se enciende de un momento a otro, y que, una vez encendido,
no se apaga hasta que lo ha consumido todo. Tú debes ser consciente de
que la pasión sexual es una fuerza di cil de controlar o detener una vez
que se enciende. Cuando eso sucede, lo común es “dejarse llevar”.
¡Cuántas veces “pasó todo” porque ingenuamente —o quizá
intencionalmente— los enamorados se quedaron solos en un cuarto o en
la casa! Dominar tus impulsos sexuales empieza por no exponerte, por no
estar a solas en un cuarto con tu enamorado o novio, por no ir sola al
departamento de un chico, y menos aceptar la invitación de ir a un hotel
con él. Si tú piensas que es muy román co echarte con tu enamorado en la
cama y crees que “no va a pasar nada”, si te sientes fuerte y consideras que
puedes “manejar la situación” y tener todo “bajo control”, tarde o
temprano terminará pasando lo que no querías. Hay lugares y situaciones
en los que no tendrás la suficiente fuerza de voluntad para decir «no». En
este asunto, nunca está de más un poco de humildad: no puedes meter tu
cabeza en la boca de un león pensando que no te va a hacer nada.
Pero volvamos a la comparación: ¿Es malo decir «no»? ¿Resulta perjudicial
poner un freno y decir «para»? Te respondo con otra pregunta: ¿Es malo
frenar cuando la luz del semáforo está en rojo? ¿Acaso frenar le causa
daño al automóvil? ¡Todo lo contrario! El freno te cuida, te protege, cuida y
protege a quienes viajan con go, a quienes más amas. Si frenas cuando el
semáforo está en rojo, o cuando alguien intempes vamente se cruza en el
camino, no le saltan las tuercas al auto. No le hace daño alguno, como no
te hace daño alguno decir «no» y frenar tus o sus impulsos sexuales. Los
enamorados o novios enen que ponerse límites muy claros y saber decir
«no» si no quieren hacerse daño y destruir el amor que se enen,
convir éndolo en un egoísmo de a dos. Las manifestaciones sexuales
pueden y deben esperar para que el amor pueda madurar. De lo contrario,
“hacer el amor” se conver rá en “deshacer el amor”. Este esfuerzo lo
deben poner los dos, no sólo tú. Él debe ayudarte también, pues si no,
tarde o temprano tú terminarás cediendo. Como recomienda Crystalina
Evert, una de las razones por las que es mejor que termines una relación es
15
si «has tenido que decirle más de una vez que se detenga» .
f. La presión social
Otro factor importante que influye en las relaciones sexuales precoces y en
una visión sexualizada de la juventud es la presión social. En una ocasión
me escribía una joven de trece años, al día siguiente de haber hecho una
promesa de cas dad con el apoyo y presencia de sus padres:
«Al llegar al colegio le conté muy contenta a mi amiga R. que había hecho una promesa de
cas dad y su reacción no me sorprendió: ella se rio. Pasaron cinco minutos y llegó otra
amiga. R. le contó y se rieron juntas y me dijeron que no la iba a cumplir».

Otra joven me compar ó que cuando tenía doce años sus amigas la
segregaron del grupo porque ella quería guardar su virginidad hasta el
matrimonio.
Por esa misma presión, o porque varias de sus compañeras se inician
sexualmente a los trece, catorce o quince años y les hablan de lo normal
que es, muchas de ustedes terminan pensando que la virginidad es una
vergüenza, una especie de es gma del que deben liberarse cuanto antes. Si
eres virgen, probablemente serás objeto de burla de tus amigas
sexualmente ac vas, que te dirán que algo anda mal con go o que no
quisieran ser como tú, tan aburrida:
«Mis “amigas” sabían que yo era virgen y en una de las reuniones de estudio se empezaron
a burlar y a reír de mí, diciendo: “No nos gustaría estar en tu lugar y llegar, como tú, a los
veinte y no conocer el sexo”. Al escucharlas, rompí en llanto, porque me sen a muy débil e
impotente».

Naturalmente no enes que contarle a todo el mundo que eres virgen o


que has asumido un compromiso por vivir la pureza, pero para quien opta
por la cas dad la presión es fuerte, porque implica ir totalmente a
contracorriente. No hay forma de evitar ese po de bullying. Las burlas
entre los hombres son tanto o más crueles que las que reciben las chicas
por parte de sus amigas. Un hombre que hace esa opción es ldado de
“raro”. Nadie se atreve ya a hablar de esperar hasta el matrimonio. Eso,
sencillamente, es demasiado “marciano”, de “nerds” o “pavos”. Chicos y
chicas hablan entre sí de sexo y de pornogra a apenas las hormonas
empiezan a producir cambios fisiológicos en ellos. Las chicas de catorce o
quince años ya conversan sobre «cómo será la primera vez», pensando en
“iniciarse” apenas puedan. Algunas lo hacen con sus enamorados,
pensando que eso durará «para siempre»; otras, con algún amigo,
simplemente por perder su virginidad o por saciar su curiosidad.
Hace poco me escribía una joven de quince años, que con un grupo de
amigas se propusieron guardar su virginidad hasta el matrimonio luego de
escuchar una de mis charlas unos meses antes:
«Mis amigas y yo la verdad estamos con las hormonas todas revueltas y muchas veces he
pensado que no voy a lograrlo. Me da miedo, y si no cumplo con la promesa, me sen ría
muy mal. Algunas de mis amigas ya se perdieron en ese camino, si en ende a lo que me
refiero, y tengo miedo de caer también yo. La charla que dio les sirvió, sólo que como no
tuvieron algo constante y alguien que les siga aconsejando, se olvidaron. En verdad, quiero
asumir el compromiso de guardar mi virginidad hasta el matrimonio, pero tengo miedo de
no poder cumplirlo. Aunque no estoy con enamorado y el chico que me gusta es súper sano
y ene la misma idea de vivir la cas dad, lo que me preocupa es mi entorno social, es decir,
mis amigas que ya enen ideas algo dis ntas. Bueno, unas ya lo hicieron y nos dicen que les
gustó, otras lo quieren hacer y a mí me entra esa curiosidad. ¡A veces creo que puede ser
bueno y me digo a mí misma que no! No sé, a veces pienso que me sen ría bien, pero
entregarle a alguien lo más preciado que tengo es imposible hasta mi matrimonio. Sin
embargo, a veces me pongo a pensar, “no es tan complicado”, “sólo es sa sfacción”, y no
digo que lo haría a esta edad, porque en verdad no lo haría, pero lo pienso más en el
futuro».

Como vemos en este caso, la presión no ene que ser necesariamente


“nega va” —en el sen do de las burlas y el bullying que se puedan
experimentar—, sino que en las mujeres puede darse además por esa
curiosidad que suscita aquello de lo que hablan las amigas que ya lo han
hecho, el que digan que les gustó, provocando en aquel «yo también
quiero experimentarlo». ¿Podrá resis r una joven a la influencia de su
entorno social? ¿Podrás hacerlo tú? ¿Podrás resis r cuando los chicos
empiecen a hablarte del sexo como algo que «no te puedes perder»? Esto
me escribía una joven de trece años:
«Ya varios de mis amigos de catorce años me han pedido tener relaciones sexuales, y
cuando les digo que “no”, me dicen: “¡no sabes lo que te pierdes!”».

La presión para tener sexo viene también de ideas erradas y equivocadas


que tú te crees y que te llevan a pensar que es necesario entregarse para
que una relación con un hombre funcione:
«Además de las burlas y comentarios de mis amigas, la relación de mis padres se estaba
destruyendo por la infidelidad de mi papá. Todo se acumuló y empecé a creer que el sexo
era lo fundamental en una relación. Pensaba erróneamente que mi padre había buscado en
otra mujer lo que mi madre no le pudo dar y que, al fin y al cabo, llegar virgen al matrimonio
no garan zaba nada y que lo único que realmente importaba era sa sfacer sexualmente a tu
pareja».

Ante los comentarios, las burlas, ante todo lo que se ve en las series, en el
cine, en la vida de otras personas, ante la presión de los mismos
enamorados, ¿cuánto puede una chica resis r antes de ceder? He
escuchado el tes monio de muchas jóvenes que tenían el sueño y la
intención de guardarse vírgenes para el matrimonio, pero que en el camino
sucumbieron. En muchos casos lo hicieron con sus enamorados, a quienes
se entregaron creyendo en sus promesas de “amor eterno” y de un “futuro
matrimonio”, pensando ellas mismas que eso era “para siempre”. Sobre
esta triste realidad me contaba un joven universitario de vein ún años, que
ha hecho la opción de guardarse virgen él mismo hasta el matrimonio:
«Yo he sido tes go de cómo muchas chicas han caído por presión de sus enamorados y
ahora se arrepienten, amigas cercanas. Es como si los chicos se convir eran en el mismo
demonio al tentar así a una chica, ¡y hay tantas que no enen un sustento en el que
apoyarse para mantenerse firmes!».

No quiero ser injusto, pues no siempre son ustedes las víc mas. También
se da lo contrario, como una vez me contó un amigo, cuya enamorada lo
amenazó con terminar con él si sacaba el sexo de la relación. En ese
instante, su propósito de vivir la cas dad, tomado en un re ro espiritual,
se desvaneció por completo. Verdaderamente hay mujeres que presionan
a sus enamorados o los seducen, ya sea por el mero placer sexual o porque
confunden ser deseadas con ser amadas: «Si no me deseas sexualmente,
no soy valiosa para , no me amas».
Puede que la pureza te atraiga mucho en un momento determinado de tu
vida, y puede que verdaderamente te sientas alentada a vivirla. ¿Serás de
las que perseveren? Lo cierto es que muchas terminan renunciando a sus
anhelos o ideales por la presión que ejercen en ellas una persona concreta
o un grupo. Ciertamente es más fácil ceder que luchar contra la corriente.
Si tú quieres vivir la cas dad, si quieres guardar tu pureza y esperar hasta
el matrimonio, asegúrate de mantenerte firme y de forjar día a día un
carácter fuerte y una personalidad consistente.
g. El gran negocio del sexo
Hay gente interesada en promover el sexo para ganar dinero, tan crudo y
sencillo como eso. Invierten dinero para fomentar el liber naje y una
sexualidad precoz entre los jóvenes. Peor aún, en la sociedad occidental ya
se está introduciendo a los niños y niñas al mundo sexualizado de los
adultos:
«En el 2007, la Asociación Americana de Psicología publicó un informe sobre la sexualización
de las niñas, señalando que esta forma de auto-obje ficación está vinculada con “tres de los
problemas de salud mental más comunes de las niñas y las mujeres: desórdenes
alimen cios, baja autoes ma y depresión o estado de ánimo deprimido”. Poco después, un
comité del Senado australiano llevó a cabo una inves gación pública e informó en el 2008
que “la inadecuada sexualización de los niños en Australia es cada vez más preocupante” y
16
un “desa o cultural significa vo”» .

¿Ejemplos de cómo se hace dinero vendiendo sexo? La industria


pornográfica, que se presenta a sí misma como “entretenimiento”, es una
de las que más ganancias produce a nivel mundial. En los úl mos años la
pornogra a en Internet ha venido creciendo a un ritmo del 40% anual. Por
su volumen y crecimiento es di cil encontrar información actualizada, pero
en el 2005 las ganancias a nivel mundial se calculaban en 57 mil millones
17
de dólares, y sólo en Estados Unidos, 12 mil millones .
¡Negocio redondo! ¿Y quién llena los bolsillos de estos magnates? Todos
aquellos que consumen pornogra a, que andan obsesionados con el sexo y
por eso compran an concep vos, “píldoras del día siguiente”, condones,
revistas, “juguetes sexuales”, etc. Creo que no hay que crear una teoría de
la conspiración para entender que toda una industria se pone en
movimiento cuando se man enen inflamados tus deseos sexuales y
cuando te hacen creer que el sexo sin compromiso es algo de lo que debes
disfrutar sin ningún po de limitación. ¿No es a eso justamente a lo que se
dedica la publicidad: a crearnos necesidades, para que compremos tal o
cual producto que “necesitamos” para ser más felices?:
«No eres un animal sexual, como la publicidad quiere hacerte creer. Ellos excitan a la gente
para vender. Saben su cuento. Aprende a decir “no” a las presiones de otros y verás lo bien
18
que te sen rás al manejarte según tus principios» .

Lo que no te dicen quienes venden esos productos es el daño que éstos te


causan:
«Hace unos años llevé a mis hijas de diecinueve y veinte años a la ginecóloga para un
chequeo de ru na… Les mostró todos los métodos de an concepción que hay en el
mercado y las consecuencias que cada uno deja a largo plazo. Dijo que el peor para las
mujeres y lo que más consumen es la “píldora del día siguiente”, que causa transtornos
menstruales, aumento de peso, caída del cabello e infer lidad. Una de mis hijas le preguntó:
“¿Entonces por qué existen las pas llas del día siguiente?”. La doctora le respondió que era
negocio para las compañías farmacéu cas. “Es más —añadió—, se hacen millonarias a costa
de muchas mujeres jóvenes y adultas ignorantes en el tema”. Fue enfá ca en decirles que
les recomendasen a sus amigas no tomarla».

La señora que me contó esto agregó:


«Le comparto esto para que usted a su vez lo comparta a las chicas. Dígales que pidan
información, que inves guen, que no tomen las cosas a la ligera, que cuiden su cuerpo;
después llega la hora de querer tener bebés y no saben por qué no pueden salir
embarazadas».

Dicho sea de paso, la infer lidad de aquellas mujeres genera luego una
nueva fuente de ingresos para numerosos médicos, que ayudan a las
mujeres afectadas por estos métodos a tener sus bebés, cobrando fuertes
sumas de dinero por el procedimiento. Y así sigue el negocio…
h. Una nueva educación sexual perversa y perver dora
Existe malicia en personas y organizaciones que además de dinero buscan
“educar” a los niños y jóvenes para que piensen que “todo es normal”,
incluso lo perverso y degradante.
Michael Coren, en un ar culo tulado «Promoviendo perversidad», cuenta
cómo a comienzos de julio del 2013 la policía de Toronto arrestó a
Benjamin Levin. Este hombre de sesenta y un años fue acusado de siete
episodios de explotación infan l, incluyendo posesión y acceso a
pornogra a de menores. Levin, miembro de una poderosa e influyente
familia, era a su vez «un educador que ha influido en escuelas y maestros
de todo el mundo». En Canadá llegó a ser profesor en el Ins tuto de
Estudios en Educación de Ontario, una en dad crucial para orientar los
métodos de enseñanza del país. También fue viceministro de educación en
Ontario entre 2004 y 2009.
Liberado bajo una fianza de 100,000 dólares, Levin
«ha estado al centro de la polí ca y el poder educa vos por una generación, y era una figura
principal en el sistema educa vo que nos dio [a Canadá] el más reciente currículum de
educación sexual extremista y perverso. El currículum se pospuso por presión del público…
Para quienes hayan olvidado lo sórdida y provocadora que era esta basura, proponía que
chicos de once años aprendieran sobre iden dad de género, homofobia, sa sfacción
personal, y descubrieran sus cuerpos a través de la masturbación y la lubricación vaginal. A
los doce y trece años se les enseñaría sobre sexo anal y oral. En todo momento se les diría
que hay varios géneros, que nosotros podríamos ser del género que quisiéramos o
pensáramos que somos, y no necesariamente de aquel con el que hubiéramos nacido.
También había una concentración en la homosexualidad, la bisexualidad y los cambios de
género, y una extraña y grotesca obsesión por una sexualidad sin amor y marginal que no
ene lugar en la educación, y ciertamente no en la educación de niños tan pequeños».

¿No es ésa la “educación sexual” que se busca imponer en los colegios


públicos de varios países de América La na gracias a la presión de lobbies
interesados en que las nuevas generaciones sean educadas en esa misma
visión del hombre y de la mujer? ¿Es gente normal la que produce esos
programas educa vos y promueve una sexualidad sin amor? El mismo
autor del ar culo llama la atención sobre
«Alfred Kinsey y sus libros e inves gaciones sobre sexualidad, que han moldeado la
enseñanza y el pensamiento sobre el sexo, los niños y el comportamiento por décadas, y
todavía lo hacen. Ahora sabemos, sin embargo, que él mismo era un psicópata, men roso y
pedófilo que torturó y abusó de niños y bebés. Sus ideas han causado un daño
inconmensurable, y la batalla con núa. En Croacia, por ejemplo, buenas personas están
19
intentando prevenir que sus ideas se introduzcan en las escuelas» .

Conclusión
Hasta aquí he querido ofrecerte un largo aunque muy incompleto recuento
de algunos elementos que forman parte del ambiente cultural en el que
estamos sumergidos y nos movemos. ¿No vamos absorbiendo día a día
estos mensajes o formas de pensar y actuar, haciéndolos “nuestros”?
¿Cuánto nos influyen? ¿Somos libres de pensar como pensamos en temas
que enen que ver con la sexualidad humana? ¿O estamos condicionados
por la forma como otros quieren que pensemos y actuemos?
Me doy por sa sfecho si comprendes que tu modo de pensar o actuar no
está libre de todas estas influencias, y que, si quieres hacer la opción por
vivir la cas dad, si quieres crecer sin ataduras ni vicios, alejada de las cosas
que te hacen daño, si quieres tener una vida realmente humana y
realizada, tendrás que ir a contracorriente y que asumir una lucha tenaz,
ardua y heroica. ¡Pero créeme que vale la pena y que no estás sola!
III. Hechas para amar y ser amadas
Todos experimentamos un profundo deseo de amar y de ser amados.
Sepámoslo o no, nuestra felicidad depende de que encontremos y vivamos
un amor autén co, verdadero. He citado ya al Papa San Juan Pablo II
20
cuando decía que «el ser humano no puede vivir sin amor» . Amar y ser
amados es crucial para cada uno de nosotros. Sólo el amor nos lleva a la
felicidad. Sólo el amor da sen do a nuestra existencia.

Pero encontrar el amor verdadero no es fácil, y la dificultad de encontrarlo


aumenta por la confusión reinante en nuestra sociedad. Muchos creen que
es lo mismo “amar” que “estar enamorados”, que por lo tanto el amor
puede cambiar con el empo y que el amor dura lo que dura el
sen miento. El amor verdadero existe, y es eterno, pero la cues ón es
dónde y cómo encontrarlo. Si muchos han dejado de creer en el amor
eterno, no es porque no exista, sino porque se han frustrado en su
búsqueda, y se han frustrado porque no han sabido o no han querido
buscarlo en el único lugar donde se encuentra: en Dios.

Aparte de esta confusión reinante, a ustedes jóvenes se les confunde más


aún cuando se les dice: «Si hay amor, el sexo no ene nada de malo». ¡Eso
21
no es verdad! . Llevadas de este error terminan heridas y desengañadas
en su búsqueda del amor verdadero. Con el empo y con las heridas
acumuladas pierden la esperanza de que exista un amor que dure para
siempre o que sean capaces de vivirlo, y así renuncian a su búsqueda.

¿Qué ene que ver Dios con el amor que necesitamos vivir? Hace poco les
hablé a un grupo de preadolescentes sobre la importancia de la cas dad
para encontrar el amor verdadero. Lo hice en base al mandamiento del
triple amor: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón… y al prójimo
como a mismo» (Lc 10,27). ¿Cuál es la relación de este amor con la
cas dad? Para explicártelo quisiera primero que leas el siguiente texto:
«Lo extraordinario no es que se nos mande amar a Dios, sino que se nos permita amarlo y
que se nos dé la posibilidad de hacerlo y de gozar de su amor. Nosotros, pequeños hombres.
Esto no es un decreto, una imposición, ¡es una maravilla!, un regalo abrumador, una gracia
de locos y, al mismo empo, el único fundamento del amor a los demás que, por otra parte,
es, en esta vida, la sola posibilidad de la verdadera felicidad: “amar y ser amado”, como
decía Ovidio. ¡Qué tristeza ver al hombre de hoy perdiendo, poco a poco, esta su dignidad
suprema, lanzado a amores pedestres, a obje vos falaces, a metas tontas, mo vos banales!
¡Estar hecho para Dios y terminar ambicionando la cloaca! Pero así lo quieren los grandes
rectores de las masas: al hombre que ama a Dios no se lo puede manejar; al que ama la
22
zanahoria se le cuelga una delante de las narices y se le lleva a cualquier parte» .

Conoces esa figura, ¿no? Si a un caballo le cuelgan en una caña una


zanahoria delante, empieza a caminar hacia la zanahoria para comérsela. Si
la mueves hacia la derecha, el caballo irá hacia la derecha, si a la izquierda,
irá hacia la izquierda. Así te enen muchas veces, llevándote adonde
quieren sin que tú te des cuenta, porque lo único en lo que piensas es en
comerte la zanahoria y en lo rico que será cuando te la comas.
Sigue diciendo el autor de esta nota:
23
«Eliaschev le preguntó a Viktor Frankl , de visita en Buenos Aires, qué opinaba de la
educación sexual, y Frankl le contestó: “la única educación sexual que yo concibo es la
educación para el verdadero amor”. Y cuando Eliaschev le insis ó: “¿pero de qué amor me
está hablando?”, Frankl le respondió: “del amor a Dios y el de la monogamia”. Y, a pesar de
ser judío, desde entonces, Frankl no apareció más en televisión».

¿En endes? Este mensaje del amor a Dios y de la monogamia no sólo “no
vende”, sino que algunos piensan que debe ser desterrado de nuestras
sociedades junto con Dios mismo. Lo que «los grandes rectores de las
masas» han buscado hacer es eliminar ese mensaje de la cultura moderna.
Logrando sacar a Dios de tu vida y volviéndote enemiga de la Iglesia —
añado yo—, te cuelgan una “zanahoria” delante y te llevan adonde
quieren.
Ahora sí te explico cuál es mi enfoque sobre el mandamiento del triple
amor: Dios te ha creado por amor, tú procedes del Amor y estás hecha
para amar. Pero no puedes amar separada de la fuente del Amor, sin
abrirte al Amor, sin acoger ese Amor en tu vida, sin par cipar de ese Amor
vivamente. Cuando Dios te manda amarlo, no es un capricho suyo, sino
que es algo que responde a tu naturaleza más profunda. Tú necesitas
amarlo para poder amar y ser amada de verdad. De eso depende tu
felicidad no sólo en esta vida, sino por toda la eternidad.
Pero este amor no se restringe a Dios: Él te ha creado para amarlo no sólo
a Él, sino también para amar y ser amada por otras personas semejantes a
, para amar a otros seres humanos como tú. Ahora bien, es un grave error
pensar que, siendo Dios la fuente de nuestro amor, podrás amarte a
misma o a otros rectamente si no lo amas a Él primero. Dios es la fuente y
el fundamento de todo amor humano. Si tú quieres amar verdaderamente
a tus amigos, a tus padres, a tu enamorado, a tu novio o a tu esposo, ¡ama
a Cristo! Amándolo a Él los amarás como Él. Él ha venido a “reconectarte”
con Dios, fuente de todo amor humano. Él, además, ha venido a enseñarte
cómo se ama verdaderamente: «Ámense los unos a los otros como Yo los
he amado» (Jn 15,12). Él es la fuente y el maestro del amor verdadero y
verdaderamente humano. No hay amor más grande que el suyo, y ese
amor existe y es para siempre. Unida a Él y par cipando de su mismo
amor, podrás amarte a misma y amar a tus semejantes con su mismo
amor.
Ahora bien, quizá no sepas esto o quizá ya lo has experimentado, pero
cuando una mujer cede a las exigencias sexuales de su enamorado o de
cualquier hombre, empieza a desvalorarse a sí misma, pudiendo llegar al
punto de despreciarse gravemente. Muchas jóvenes me han confiado lo
mal que se sienten consigo mismas luego de haber tenido experiencias de
carácter sexual. Se sienten avergonzadas de sí mismas, a veces sucias e
indignas. ¿Tú crees que una persona que se valora poco a sí misma puede
amar rectamente a los demás? ¡No! Si quieres amar verdaderamente a
otra persona, enes que empezar por amarte rectamente a misma,
enes que aprender a valorarte a misma, y para ello es fundamental
amar a Dios. Sólo así descubrirás tu enorme dignidad y grandeza,
descubrirás que eres inmensamente valiosa y amada, porque tú eres hija
de Dios.
Mientras que el hombre parece “afirmarse a sí mismo” mediante los
avances y conquistas sexuales con las mujeres, mientras su ego se infla, la
mujer se devalúa cada vez más a sus propios ojos toda vez que cede y se
entrega sexualmente:
«Perdí como mujer todo el valor, porque por complacerlo y tenerlo a mi lado caí hasta lo
más bajo que puede una mujer caer. Cada día me hacía más daño con esa relación» (Una
joven de vein ún años).
«El libro Feminidad pura me tocó profundamente, me sen muy iden ficada porque yo ya
no soy virgen y me sen a rota y sucia» (Una joven de vein dós años).

En fin, tes monios como éstos son innumerables. Quizás por fuera una
chica pueda aparentar que “todo está bien”, que todo es felicidad y que
tener sexo sin compromiso es maravilloso, pero por dentro y cuando está
sola ante sí misma, otra es la historia. Si el sexo hiciese feliz a la mujer, ¿no
serían las estrellas porno las más felices del mundo? Sin embargo, no lo
son, y muchas de ellas terminan suicidándose porque su vida pierde
24
sen do, porque para ellas ya no hay amor . En palabras de Bri ni, una ex
actriz porno que logró salir de ese hoyo oscuro, luego de rodar cientos de
películas empezó a sen rse vacía, como si estuviera “drenada” por dentro:
«Era como un robot o como una muñeca Barbie de caucho. No tenía
sen mientos». Primero se refugió en el alcohol y las drogas —cocaína y
heroína— «para adormecer mi dolor, para poder sobrevivir». Como esto
no le dio resultado, pasó a métodos más severos, haciéndose cortes e
intentando suicidarse varias veces: «Pasé muchas noches solitarias
mientras me cortaba las muñecas. Me gastaba toda mi paga en drogas».
Ahora te digo: piensa en el daño que te haces a misma cuando permites
los avances sexuales de un hombre o los propicias, creyendo acaso que de
esa manera estarán más unidos o que “no hay nada de malo”, que todo es
“diversión y juegos” que dan placer. Por tu propio bien y el bien de
cualquier relación, no debes permi r que el “amor” se convierta en la
razón o excusa para adelantar aquello que debe estar reservado para el
matrimonio, es decir, cuando el compromiso de quedarse con go para
siempre no sea sólo algo dicho al oído en una situación muy román ca o
en el momento de la excitación. Las promesas dichas en esas
circunstancias no enen peso alguno. Como me hacía notar una persona
sensata que sabe de la vida, «el hombre promete y promete hasta que
ob ene lo que quiere, y una vez que ob ene lo que quiere, olvida lo que
promete». ¿Quieres arriesgarte a que te suceda eso? La única promesa que
ene peso es la que, luego de esperar y de madurar en un amor puro, se
hace ante el Altar, ante Dios.
Un hombre que te ama de verdad será capaz de decirte: «Porque te amo,
te voy a esperar. No tengo apuro, porque tendremos toda la vida para
disfrutar del don de la sexualidad una vez que nos unamos para siempre,
ante el Altar de Dios». El verdadero hombre no es aquel que le pide a la
mujer demostrarle su amor entregándose a él, o aquel que, luego de
esperar un empo, de pronto le dice: «Ya no puedo seguir esperando, esto
no va a funcionar sin sexo», sino el que le demuestra su amor esperándola
hasta el matrimonio, respetándola, ayudándola, dominándose a sí mismo y
sacrificándose por ella. Hacen falta más chicas que piensen y actúen como
esta joven que actualmente ene dieciséis años:
«Tenía catorce años cuando leí los libros de Jason Evert y su esposa Crystalina, y a poco de
cumplir quince tomé esa decisión. Desde entonces lucho cada día por cuidar mi pureza y
ejercitarme en la cas dad, y siempre tengo en mente que “quiero regalarle lo más preciado
de mí (mi virginidad) al chico que acepte estar toda su vida conmigo, y no sólo con palabras,
sino con hechos, el día en que él se comprometa ante mí, ante nuestros amigos, ante
nuestros familiares, ante el sacerdote y, en especial, ante Dios, a estar conmigo para
siempre”. Yo acepté ser diferente a otros, acepté seguir el camino de “La Opción V” y no
seguir “la corriente”, la “opción A” que muchas personas siguen simplemente porque “es
diver do”, porque “todos lo hacen”, o incluso porque es “una preparación” para hacer sen r
bien a tu futuro(a) esposo(a) con la experiencia adquirida con sabe Dios cuántas parejas
sexuales. Aunque muchos me digan que soy “extraña” y que “no me durará mucho”, he
decidido y quiero serle fiel a mi futuro esposo luchando por vivir la cas dad y cuidando mi
pureza día a día».

Quizá te preguntes: ¿todavía existen hombres capaces de esperar a una


mujer? Pues sí:
«Yo tomé la decisión de mantenerme virgen hasta el matrimonio. Fui a la escuela, a la
universidad, entré al mundo laboral, fui considerada por muchos como una mujer atrac va e
inteligente, y estaba siempre rodeada de muchos amigos. En la medida que pasaban los
años, mis familiares, compañeros de trabajo y amigos me repe an una y otra vez que por
qué no tenía una pareja, a qué le tenía miedo, que si iba a “ves r santos” o que sería la a
solterona de la familia. Mi respuesta siempre era una sonrisa y decirles: “Todo en el empo
de Dios, Él sabe el día y la hora”. Nadie entendía, porque según ellos dejaba pasar las
oportunidades, y me decían que era muy selec va o pretenciosa. Otros simplemente hacían
bromas y me decían que “la virginidad enferma”. En fin, nunca creí que era mejor mujer que
las demás por ser virgen, pero sen a todo el empo que esa virginidad era un velo que me
hacía sen r orgullosa y feliz de mí misma. A los vein cinco años conocí a un hombre
maravilloso, que fue mi primer y único novio. La única condición que le puse para ser su
novia era que respetara mi decisión de guardar mi virginidad hasta el matrimonio. Él me
dijo: “No sólo la respeto, sino que te ayudaré a cuidarla”. Así pasaron un año y tres meses
hasta que llegó el gran día de la boda, que para mi sorpresa fue más bella de lo que algún
día soñé».

Si amas a un hombre, sin duda querrás lo mejor para él. Si tú no te educas


en el verdadero amor que hunde sus raíces en el amor de Dios, si no
permaneces unida a Dios, y si con su fuerza no aprendes a dominarte a
misma, ¿quién le enseñará a él a ser mejor, a vivir un amor que exige
sacrificios, a elevar sus estándares para amar verdaderamente? Nuestra
sociedad necesita de hombres que amen de verdad, que respeten a las
mujeres, que no las traten como cosas o como objetos de placer; necesita
de hombres recios, que sepan dominar y orientar rectamente sus impulsos
y pasiones, que luchen por purificar sus corazones de su propio egoísmo;
hombres que amen más y que sean menos egoístas. Yo creo que las
mujeres enen no sólo un gran poder, sino también una gran
responsabilidad en la educación de hombres así. Específicamente, si enes
o cuando tengas enamorado, tú no puedes renunciar a esa misión que se
te con a de hacer de ese chico —aún inmaduro— un hombre que sea
capaz de amar de verdad. En este contexto, «la cas dad libera a las parejas
de la ac tud egoísta de usarse uno al otro como objetos, dejándolos libres
25
para tener y gozar de un amor verdadero» , mientras que querer
adelantar las cosas normalmente resulta siendo un egoísmo disfrazado de
“amor”.
Sobre esto es importante que pienses en tu futuro, y no sólo en el
momento presente: ¿Qué clase de matrimonio quieres? Si hoy cedes
porque él te dice que “no puede esperar tanto”, que “igual se van a casar”,
que “no ene nada de malo porque hay amor”, él está siendo muy egoísta.
Para que un matrimonio dure y funcione, tanto él como tú deben aprender
a pensar en el bien del otro antes que en el propio beneficio. Éste es el
consejo que un padre le dio a su hijo cuando él dudaba si casarse o no con
la mujer que amaba, al no saber si ella lo iba a hacer feliz:
«Estás siendo totalmente egoísta… No te casas para que te hagan feliz, te casas para hacer
feliz a alguien más. Más que eso, tu matrimonio no es para , te casas para beneficiar a tu
familia. No hablo de los suegros y familiares, sino de tus futuros hijos. ¿A quién quieres a tu
lado para que te ayude a criarlos? ¿Quién quieres que sea una influencia diaria en ellos? El
26
matrimonio no es para . No se trata de . Se trata de la persona con quien te casas» .

¿Por qué fracasan tantos matrimonios hoy en día? Porque tarde o


temprano uno o ambos empiezan a ponerse a sí mismos en primer lugar
antes que al otro. El egoísmo es el enemigo número uno del amor. Y es ese
mismo egoísmo el que se manifiesta cuando un chico te pide tener sexo
“por amor”. Es justamente de ese egoísmo del que deben purificarse los
enamorados o novios, de ese egoísmo que se pone la e queta de “amor”
para avanzar sexualmente y terminar usándose y dañándose mutuamente.
Esperar purifica el corazón del egoísmo porque demanda sacrificio,
requiere dominio propio y exige en tu caso no usar al hombre para llenar
un vacío emocional, y en el caso del hombre respetarte y no terminar
usándote como un objeto sexual.
Tanto tú como el hombre que diga amarte deben entender que
«un matrimonio verdadero (y el amor verdadero) no se trata nunca de . Se trata de la
persona que amas: sus deseos, sus necesidades, sus esperanzas y sus sueños. El egoísmo
exige: “¿Qué gano yo?”, mientras que el amor pregunta: “¿Qué puedo dar?”… Ninguna
verdadera relación de amor es para . El amor es sobre la persona que amas. Y,
paradójicamente, cuanto más amas realmente a esa persona, más es el amor que recibes. Y
no sólo de tu pareja, sino también de sus amigos, su familia y las miles de personas que
27
nunca hubieras conocido si tu amor hubiera permanecido centrado en mismo» .

Ahora te pregunto: ¿Qué es lo que quieres para ? ¿No quieres amar y ser
amada de verdad? Para ello ama a Dios sobre todo y ámate y valórate a
misma antes de dejar que un hombre entre en tu vida. En ese amor, busca
purificar tu propio corazón de todo egoísmo. Y cuando sea el momento de
dejar entrar a un hombre en tu corazón y en tu vida, ayúdalo a purificarse
de su propio egoísmo para que también él pueda amar a Dios sobre todo
(si es que no lo hace aún) y a sí mismo con rec tud. De esta manera, y
gracias a la cas dad y la pureza, podrá madurar entre ustedes un amor
verdadero que durará para siempre.
IV. ¿Qué es la castidad?
La cas dad, ante todo, es una virtud. Nuestra voz “virtud” proviene de la
palabra la na “virtutem” y ene su origen en la palabra “vir”, “varón”. Sólo
la virtud lleva al hombre a ser hombre de verdad. Hoy quizá muchos creen
que “ser hombre” es ser un “macho” musculoso capaz de vencer a otros
“machos” (ser un “macho alfa”), o ser tan atrac vo y galán que pueda
seducir a cuanta mujer desee. Eso, sencillamente, no es ser hombre, es ser
“macho”, como machos llamamos a los animales. Ser hombre de verdad no
es aprender a dominar a los otros —por medio de la fuerza, el dinero, la
manipulación, el “arte” de la seducción, etc.—, sino dominarse a sí mismo,
es decir aprender a dominar los propios impulsos, pues éstos, si no se les
restringe y más bien se les da rienda suelta, si no se les orienta
debidamente, causarán un terrible daño a los demás y a uno mismo.
Nuestros impulsos interiores, si se me permite una comparación, son como
la energía que produce un reactor atómico: si se controla la fusión nuclear,
es capaz de generar una energía que ilumina ciudades enteras. Pero si se
sale de control, mata o causa serias deformaciones a los seres vivos que
son expuestos a su radiación, además que torna estéril la erra
contaminada. Así es la persona que no aprende a dominar sus impulsos y
pasiones: se convierte en un desastre e irradia ese desastre a quienes
entran en contacto con ella.
La virtud lleva a la persona a comportarse verdaderamente como ser
humano, a conducirse como tal. Para ello se necesita fuerza moral, coraje,
virilidad, excelencia (todo eso refleja el término la no “vir”).
¿Y en qué consiste esta virtud de la cas dad? La sola mención de la palabra
produce rechazo en muchos, porque ni siquiera saben lo que significa.
Varios creen que es lo mismo que «no tener sexo nunca» y que «eso es
sólo para curas y monjas». Quizá tú misma, en medio de tanta confusión e
ignorancia, no sabes bien qué es la cas dad. Por eso es importante explicar
ahora su significado y sus implicancias, para que tengas las cosas claras y
puedas así dar razón a otros de su sen do.
Vayamos primero a la e mología de la palabra. “Cas dad” viene del la n
“castus”, y se traduce al español como “puro”. Por tanto, cas dad y pureza
son sinónimos, significan lo mismo.
Sobre la pureza podemos decir que la buscamos y preferimos en todo. Así,
por ejemplo, cuando se trata de beber agua, procuramos que sea pura y
rechazamos el agua sucia. Lo mismo se aplica al aire o a los alimentos. Si
nos referimos a metales o a joyas, sucede igual: su calidad y valor
aumentan de acuerdo a su pureza; pensemos en un diamante, por
ejemplo. Cuando de personas se trata, nos repugna la compañía de alguien
sucio y maloliente, mientras que nos agrada la de gente limpia y
perfumada. Así se da en todo: naturalmente preferimos lo que es puro y
limpio.
¿A qué viene todo esto? Pues también en lo que respecta al amor
queremos un amor puro. Pero resulta que no todo lo que dice ser amor es
verdaderamente amor, y no todo amor es de por sí puro. Hay un amor
puro y otro que no lo es, cuando está contaminado por el egoísmo. Es de
ese egoísmo del que todo amor humano necesita purificarse
con nuamente para que no nos haga daño y no haga daño a otros. La
cas dad es justamente la virtud que purifica y protege al amor humano del
egoísmo.
¿Y qué es el egoísmo? Ponerse uno a sí mismo primero o en el centro,
buscar los propios intereses antes que el bien de los demás. Es “amarse
uno a sí mismo” pero por encima de todos, y querer que te amen a por
encima de todo. Soy egoísta cuando deseo que la otra persona haga lo que
yo quiero y no lo que es bueno para ella. Soy egoísta cuando antepongo
mis caprichos, mis impulsos o mi placer al bien de la otra persona. Si lo
primero que busco en una relación es disfrutar del placer que me
proporciona o llenar un vacío afec vo, aunque sea “de mutuo acuerdo”,
estoy siendo egoísta y la otra persona también. La relación se convierte en
un egoísmo compar do por dos “mendigos” que bajo la excusa de que
«nos amamos» en el fondo buscan obtener algo del otro.
Al egoísta no le preocupa hacer sufrir a otras personas; tampoco le importa
men r con tal de obtener lo que quiere. En una encuesta realizada por la
revista Seventeen entre jóvenes varones universitarios en Estados Unidos,
el 40% admi ó haberle «dicho “te amo” a una chica con la única finalidad
28
de obtener algo sexual de ella» .
Otras veces, cuando hay un amor incipiente, cuando hay un afecto
verdadero entre un chico y una chica, el egoísmo es capaz de deformar y
destruir ese amor. Ese egoísmo se mete en la relación cuando los besos se
tornan apasionados, cuando llevados por el impulso se exceden en caricias,
cuando se van quebrando los límites y se avanza cada vez más en el
terreno sexual.
Alguna objetará: «Pero si los dos estamos de acuerdo y nos amamos, ¿qué
ene de malo?». Le respondo: cuando la búsqueda del placer y del sexo
entran en la relación antes de empo (o sea, antes del matrimonio), la
relación se distorsiona. El amor es como una semilla que echa su tallo. Si
no cuidas esa pequeña y frágil planta, si la expones al fuego o al sol
intenso, se marchita y muere. Para que el amor crezca y madure, para que
se convierta en un árbol sólido que dé buenos frutos en el futuro, hay que
cuidarlo desde hoy con la cas dad, con el mutuo respeto, poniendo los
límites claros y luchando juntos por mantenerlos. El grave riesgo que se
corre cuando se adelantan las cosas es éste:
«Hace once meses que estoy con mi enamorada. Recién hemos tenido relaciones sexuales
por primera vez y me duele tanto haberlo hecho, porque desde que lo hice ya no soy capaz
de mirar su corazón como lo hacía antes; ¡ahora sólo pienso en eso!» (Un joven de diecisiete
años).

Había amor, pero un amor que necesitaba madurar, crecer, hacerse fuerte
en la espera. Al apresurarse, la mirada del joven se deformó, se enturbió.
Eso es lo que suele suceder en un chico que no ene madurez, que no es
capaz de dominarse, de esperar, de purificar sus intenciones: deja de ver el
corazón de su amada y empieza a mirarla cada vez más como un objeto de
placer. Así crece el egoísmo, mientras el amor sincero decrece y se
marchita.
Varias jóvenes a quienes yo les contaba lo que me había dicho aquel joven
me comentaron: «Lo mismo sen que pasó entre nosotros». Las relaciones
sexuales no son un juego, son algo muy serio, algo, incluso, sagrado. Los
químicos que entran a tallar en el cuerpo durante la relación sexual causan
cambios importantes en el cerebro del hombre y de la mujer, cambios no
sólo biológicos sino también psicológicos, con consecuencias también
espirituales. Cuando no se sabe esperar y se apresuran las cosas, el
hombre corre el riesgo de terminar enamorándose del cuerpo de la mujer
y del placer que ella le proporciona, y la mujer se vuelve dependiente del
hombre porque ya le ha entregado todo.
A las relaciones sexuales entre enamorados normalmente no se llega de la
noche a la mañana. Todo empieza cuando por primera vez se rompe un
límite. Roto ese límite, el cuerpo pide más, nunca menos, y así, de a pocos,
se va avanzando hasta que finalmente “pasa todo”.
Cuando se apresuran las cosas, cuando no hay la madurez necesaria que
proporciona un trato en el que prima el respeto, el amor en vez de
“hacerse” se deshace. Por preferir el placer del momento, por querer
experimentar el éxtasis que produce la relación sexual, vas ahogando el
amor verdadero. El precio que pagarás será muy alto. Esa desviación y
deformación del amor es un peligro del que muy pocos jóvenes son
conscientes, y muchos se niegan a aceptar que pueda pasarles a ellos,
«porque lo nuestro sí es amor». Pero lamentablemente se produce con
mucha facilidad cuando se exceden los límites en la relación, cuando se da
rienda suelta a la sensualidad que va llevando poco a poco al ero smo y a
las relaciones sexuales. En palabras de una joven:
«Me di cuenta de que mi relación fracasó totalmente porque después de haberme
entregado no había libertad, se fue el respeto, ni paz ni tranquilidad estaban en mi día a día,
se acabaron los detalles y después de eso dejó de haber confianza, ocasionó millones de
problemas y en vez de sen rme segura me sen a insegura al 100%».

Cuando el hombre sinceramente se enamora de una mujer, la mira con


respeto, como a una hermana. El amor hace que deje de lado la pica
mirada cosificadora de la mujer y se fije en su belleza interior, en toda su
persona. Realmente todo eso se malogra si empiezan a avanzar en el
campo sexual. Entonces el hombre pierde el respeto hacia la persona, el
amor se marchita, su visión se deforma. Es por eso que tú enes una grave
responsabilidad frente al chico que te quiere sinceramente y frente a
misma: si no quieres que la relación se dañe, ¡pon los límites claros y
respétenlos! Si quieres que el amor perdure y se haga más profundo,
¡esperen! Sólo en la espera el amor puede madurar, crecer, hacerse fuerte
y sostenerse por toda la vida.
Eduardo Verástegui, un ex actor de telenovelas mexicano que era
considerado un sex symbol y la n lover, y que en un momento hizo la
opción por vivir la cas dad, explicó en una entrevista que le realizó el
diario El Comercio en Lima (2012):
«La cas dad no es una cues ón fácil. Vas a contracorriente todos los días. Aristóteles decía: “no
hay conquista más grande que la conquista de uno mismo”. Es una libertad, la libertad de hacer
lo correcto… La cas dad es un entrenamiento. Le estoy siendo fiel a mi esposa antes de
conocerla».

Aprende bien esta importan sima lección: la cas dad no reprime ni limita
el amor, sino que lo purifica del egoísmo y lo eleva a su máxima madurez.
Vivir la cas dad no es ir en contra de tu naturaleza, no es “an natural”,
como algunos quieren hacerte creer, sino que te vuelve “de salvaje en
humano”; más aún, el ejercicio de la cas dad lleva a que tu naturaleza
humana evolucione a un nivel espiritual superior. Sólo entonces serás
capaz de amar y ser amada como lo reclama todo tu ser, porque fuiste
hecha para el amor y porque sólo un amor verdadero podrá sa sfacer esa
necesidad de infinito que hay en .
Ahora te pregunto: ¿Qué clase de amor quieres para ? ¿Un amor puro?
¿O uno contaminado por el egoísmo? Si has leído hasta acá, seguro que
quieres un amor puro, verdadero, autén co, que responda a tus anhelos
más profundos, un amor que traiga gozo, paz, alegría y felicidad a tu
corazón y al corazón de la persona que amas. Te repito que el único camino
para conquistar ese amor es la cas dad, que
«según la visión cris ana… no significa absolutamente rechazo ni menosprecio de la
sexualidad humana: significa más bien energía espiritual que sabe defender el amor de los
29
peligros del egoísmo y de la agresividad, y sabe promoverlo hacia su realización plena» .

La cas dad no consiste, pues, simplemente en “no hacer esto, o no hacer


esto otro”. No es represión de tus “impulsos naturales”. Tampoco es un
conjunto de prohibiciones que te limitan o impiden expresar todo tu amor.
Quien cree que eso es la cas dad, no pasa de ser un gran ignorante. La
cas dad, en cambio, es «un es lo de vida que te da libertad, respeto, paz,
30
alegría y hasta romance sin reproches, sin temores ni angus as» . Se trata
de
«algo posi vo, es una virtud, significa entender y vivir el autén co amor, no sólo
antes del matrimonio, sino durante toda la vida. El amor autén co no busca la propia
sa sfacción, sino lo que es mejor para el otro. Eso sólo lo consigue la cas dad, porque nos
hace entender que la sexualidad es un valioso regalo que hemos recibido y nos hace
respetarnos a nosotros mismos y a los demás, de forma que podamos amar a otra persona y
31
no caer en la tentación de u lizarla en nuestro propio provecho» .

Finalmente, la cas dad para los cris anos implica esperar hasta el
matrimonio para la entrega sexual. Por eso es que seguirá siendo la menos
popular de las virtudes. La norma cris ana es y será siempre: nada antes
del matrimonio, y nada fuera del matrimonio. Quien te diga, incluso si es
sacerdote, que «si hay amor, no es pecado adelantarse» es un gran
ignorante. No conoce el sexto mandamiento ni la doctrina de la Iglesia que,
basándose en la enseñanza divina, es clara y no admite excepciones:
«La fornicación es la unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio
[evidentemente se en ende también antes del matrimonio]. Es gravemente contraria a la
dignidad de las personas y de la sexualidad humana, naturalmente ordenada al bien de los
32
esposos, así como a la generación y educación de los hijos» .
V. ¿Por qué es importante vivir la castidad?
En el capítulo anterior hemos aclarado qué es la cas dad. Ahora es
necesario insis r en la importancia de vivirla.
¿No es una locura intentar vivir la cas dad cuando todo y todos nos dicen
que «es an natural», que «no ene sen do esperar» ya que existen
condones y an concep vos para evitar contagios y embarazos, que «hay
que disfrutar de la juventud», que « enes que ganar experiencia para
cuando te cases», etc.? ¿No es tonto rechazar los placeres que te ofrece el
sexo? «¡No sabes lo que te pierdes!», te dirán una y otra vez. ¿Por qué no
dejarse llevar por la corriente?
Antes de dejarte llevar por la corriente, por tus propios impulsos o por la
presión de otras personas, es necesario que te detengas un momento y te
preguntes: ¿Adónde me llevará esa corriente? ¿Adónde quiero ir? ¿Qué es
lo que quiero para mí y para mi futuro esposo e hijos? ¿Quiero descubrir y
vivir el amor verdadero? ¿Apresurar los placeres me ayudará a encontrar el
amor verdadero o me apartará de él?
La pregunta sobre lo que quieres vivir en el futuro es crucial, porque lo que
siembres hoy es lo que cosecharás mañana, para , para tu esposo y para
tus hijos. ¡Claro que es fácil y muy agradable dejarse llevar y disfrutar de
los placeres sexuales! Pero, ¿eso te va a conducir a la fuente del amor o a
una catarata?
Optar por vivir la cas dad es asumir una lucha dura, complicada, es
aprender a frenar tus impulsos e ir a contracorriente todos los días. Ante
tanta resistencia, ante tantas dificultades que podemos encontrar en el
camino, necesitamos razones poderosas que nos impulsen a luchar día a
día por la pureza.
¿Por qué es importante vivir la cas dad? Porque de lejos es la mejor
opción, aunque sea costosa y di cil. ¿Qué gano yo? ¿Qué gana mi
enamorado? ¿Por qué conviene emprender y mantenerse en esta lucha
cada día? Ahora quiero ofrecerte algunas razones para que en endas por
qué vale la pena todo este esfuerzo, todo este entrenamiento.
No olvides que como seres humanos «no podemos vivir sin el amor».
Nuestra vocación es al amor: estamos hechos para el amor, y por ello
necesitamos amar y ser amados. Pero este amor del que necesitamos
par cipar vivamente no es cualquier amor y no se puede confundir con el
sen mentalismo, el roman cismo y menos aún con la pasión o el sexo. El
sexo puede esperar. Las relaciones sexuales antes del matrimonio no son
“la prueba” de un amor verdadero, sino más bien una muestra del gran
egoísmo que existe en el corazón de un hombre cuando te pide que te
entregues sexualmente a él para “demostrarle que lo amas”. La verdadera
prueba de amor es que él se sacrifique por , que te demuestre cuánto te
ama con la espera paciente y el dominio de sus impulsos. La espera purifica
el amor del egoísmo que significa poseer a la otra persona tan pronto
acceda. La cas dad protege el amor autén co y educa al hombre a ver el
corazón de la mujer, evitando que termine usándote para sa sfacer sus
pasiones y amando tu cuerpo antes que a . La cas dad evita que tú
termines usándolo a él, quizá no tanto para sa sfacer tus deseos sexuales,
sino más para llenar un vacío de afecto, para no sen rte ni estar sola. La
cas dad es el camino que nos lleva a la cumbre del amor verdadero.
Ya esta razón sería suficiente para comprender la importancia de la
cas dad y la necesidad de vivirla. Sin embargo, quiero presentarte otros
beneficios que te traerá este es lo de vida:

1. Permite centrar la atención en la amistad, en el diálogo, en el


conocimiento profundo de la persona amada. De este modo se
va forjando una relación sana y consistente, en la que cada uno
se siente libre de ser uno mismo, sin dejar de ser dos. Ambos
buscan siempre qué es lo mejor para la otra persona, se ayudan
y apoyan para ser mejores cada día y así alcanzar juntos sus
metas.
El tes monio que ahora te ofrezco lo escribió una mujer de unos
vein cinco años, que luego de mantener una relación no casta con su
novio hicieron la opción de vivir la cas dad:
«Los meses de cas dad que él y yo tuvimos antes de casarnos hicieron que me
enamore más de él... Lo valoré más porque él se valoraba más y también empecé a
disfrutar cosas más inocentes y diferentes, las conversaciones eran más libres, como
de dos amigos que se respetaban más, y por úl mo, lo más importante, es que los
besos se volvieron más especiales porque era lo más cercano que teníamos».

2. Les da la posibilidad a ambos de vivir un amor sin


remordimientos. Sus frutos son la paz, la verdadera libertad y la
alegría de corazón:
«Al ejercitarme en la virtud de la cas dad todo ha ido cambiando en mi vida. Ahora
todo se ve dis nto. El poner los medios y estar en gracia me ha llevado a ser feliz y
libre. Gracias a la cas dad ha brotado en mí la alegría de caminar con Dios, hay más
espacio para Él, tengo la alegría de seguir viviendo, hay paz en mi corazón, puedo
“soltar el mundo” sin temor, me hace libre porque no me siento atada a nada. La
pureza es un fruto que se refleja en el rostro, en el cuerpo, cambia completamente la
vida, hay una felicidad interna cada vez que optas por el bien, por hacer lo correcto.
El renunciar a todo lo que va en contra de la cas dad es la opción más libre que he
hecho en mi propia vida, y descubro día a día la felicidad que eso me trae. La
felicidad que experimento no es una felicidad de un momento, es una felicidad que
viene de dentro, que brota con fuerza y permanece en una».

3. Te habilita para enamorarte no de una imagen idealizada de la


persona, sino de quien realmente es. Es muy peligroso
enamorarte de alguien a quien no conoces de verdad:
«Pocos fenómenos son tan usuales en la juventud como los espejismos del amor.
Muchas personas se casan creyendo que están enamoradas, como los peregrinos en
el desierto llegan a creer que a unos metros hay un oasis. Idealizar es el equivalente
a ver espejismos: Perdemos los estribos por alguien que ni siquiera conocemos bien,
lo miramos acercarse y sen mos cómo nos flaquean las piernas y nos palpita el
corazón. Vemos al príncipe o a la princesa de nuestros sueños encarnado en esa
persona y le atribuimos cualidades que, por lo común, está muy lejos de tener;
quisiéramos que fuera como lo hemos imaginado y nos empeñamos en ello, pero
todo es una invención… Sólo se ama cuando se conoce a la persona a nivel
33
profundo. Para ello, es necesario cul var una amistad real» .

La cas dad se vive también a nivel de las emociones; por eso es


34
necesario cul var asimismo una “cas dad emocional” . Ésta te
permi rá conocer bien a la persona antes de entregarle tu corazón.
¡Conocerse es fundamental! Y para ello es indispensable la cas dad.
La pureza en la relación permite centrar la atención en el mutuo
conocimiento.
4. Ejercitarte en el dominio personal y saber esperar forja tu
voluntad. Con el empo ello te da en términos generales una
mayor tolerancia a la frustración, una mayor seguridad en
misma, una capacidad de lograr una comunicación más aser va.
Ejercitarte en la virtud de la cas dad te ayuda a madurar como
35
persona .

5. Te proporciona una mayor obje vidad para ver los aspectos


importantes de una relación. Gracias a ella puedes descubrir las
virtudes y también los defectos de la persona que amas, de
modo que puedas aceptarla tal y como es, no tal y como
esperarías que sea. Eso es fundamental para la consistencia de
un futuro matrimonio:
«Una vez que el sexo entra a una relación, es casi imposible ser obje vos sobre la
relación. Esto se debe en parte a lo que el sexo le hace a tu mente: Durante la
excitación sexual, el cuerpo libera un químico llamado oxitocina. Funciona como un
súper pegamento humano porque crea un gran enlace emocional, aumenta la
confianza en la otra persona y disminuye la capacidad de verla obje vamente. Tal
enceguecimiento y apego ayuda a los matrimonios a perseverar en su amor durante
los empos di ciles. Pero fuera del matrimonio puede ser peligroso. Por ejemplo,
debido a que la oxitocina te condiciona a enfocarte en los aspectos posi vos y
buenos recuerdos de la otra persona, se hace más fácil pasar por alto los riesgos o
señales nega vas de una relación con ella. Un cien fico observó: “La oxitocina
puede afectar la precisión de esas evaluaciones nega vas, haciendo que nos
digamos ‘ah, bueno, esto no es tan malo’”. Las inves gaciones también muestran
que la vinculación intensa desac va circuitos cerebrales que cumplen con la función
de ayudarnos a evaluar obje vamente a la otra persona. Esto puede explicar el
porqué hay gente que permanece en relaciones sin futuro aunque sus amigos les
digan que se salgan. Ya que el estrógeno aumenta la formación de la oxitocina, con
el sexo las mujeres experimentan un enlace más fuerte que los hombres y sufren
36
más por un enlace roto» .

6. La cas dad es un entrenamiento: te prepara para ser fiel a tu


futuro esposo. Si hoy das rienda suelta a tus impulsos, si te
dejas llevar por tus “hormonas revueltas”, si te acuestas con uno
y con otro, créeme que cuando te cases será muy fácil que le
seas infiel a tu esposo.

Evidentemente lo que vale para la mujer vale también para el


hombre, y hay chicos que se están entrenando para ser fieles a sus
futuras esposas. Un joven que hizo la opción por vivir la virtud de la
cas dad me decía:
«Yo no quiero ir repar endo pedazos de mí a una y a otra, yo quiero pertenecerle
completamente a mi futura esposa, entregarle todo a ella».

Hoy son muchos los casos de mujeres que les son infieles a sus
esposos, y con ello destrozan sus vidas y sus matrimonios. He aquí el
tes monio de una de ellas:
«Mi caso fue en una reunión de compañeros de trabajo, en casa de uno de ellos.
Hubo aperi vos y vino. A la hora que todos se re raron, el compañero que organizó
la fiesta me pidió que no me fuera y acepté quedarme. Al final pasó lo que
deseábamos. Así comenzó una relación con mi pareja actual. Mi esposo se divorció
de mí. No saben lo arrepen da que estoy. No le deseo a nadie esto que estoy
pasando. A veces siento que fue todo calculado por mis otras compañeras. Y si así
fuera, ya no puedo cambiar las cosas».

Y otra:
«Me gustaría decir que por un error estoy viviendo como un robot que no ene
dirección, y todo sólo por una ilusión que no valió la pena, todo por nada, todo por
no tener la decisión de decir “no” cuando una debe decirlo. Si hubiese tenido esa
decisión, nada de esto hubiera pasado».

Si tú no te entrenas desde hoy a decir «no», créeme que llegará


también el día en que estés lamentando no haberlo hecho cuando
37
debiste . La cas dad te educa justamente a decir «no» cuando
debes, y ese entrenamiento comienza en las fiestas, cuando en vez
de estar regalando besos a cualquiera, eres capaz de hacerte
respetar y respetarte a misma. Ese entrenamiento se hace más
fuerte cuando estás con tu enamorado o novio: si entre ustedes
aprenden a decirse «no», si se ayudan, si se ejercitan cuando es tan
sencillo y parece tan normal entregarse sin esperar, créeme que a
ambos les será más fácil decir «no» a otras personas cuando estén
casados, o antes de casarse.
Sin duda podrás encontrar muchos otros beneficios que trae consigo el
ejercicio de la cas dad, pero basta con éstos. Por otro lado, creo que
también es conveniente considerar los daños que una se hace o puede
hacer a la persona amada cuando no se vive la pureza. Aquí te ofrezco un
breve recuento:
1. Daños a nivel sico/biológico

a. Posibilidad de contagio de enfermedades de transmisión


sexual, si alguno de los dos ha tenido contacto sexual con
otra pareja anteriormente.

b. Riesgo de quedar estéril, tanto por efecto de alguna


enfermedad de transmisión sexual (por ejemplo, la clamidia)
como por el uso de los an concep vos, en especial la píldora
del día siguiente:
«La infer lidad puede darse en algunos casos sin que se sepa cuál es la causa, la
razón. Pero muchas veces es la consecuencia de un comportamiento de riesgo. Entre
esos comportamientos de riesgo está el uso de an concep vos. Una chica que
empieza a u lizarlos muy joven puede tener como resultado —por ejemplo, con una
an concepción hormonal— un bloqueo de la función del hipotálamo, de la hipófisis
y de los ovarios, y así, cuando deja de usar an concep vos, puede encontrarse en
una situación de esterilidad, porque su ac vidad normal, su fisiología, no es la
misma que antes. Eso es muy peligroso.

No está bien que los médicos receten an concep vos a las mujeres jóvenes. Muchas
veces les dicen que pueden usarlos para regular un ciclo menstrual irregular, pero
ésa es una men ra. Muchas jóvenes que u lizan an concep vos han empezado a
hacerlo por esa razón. Pero esa razón no es verdadera, porque un ciclo menstrual
irregular es normal en una joven e incluso algunas mujeres enen un ciclo irregular
toda la vida. Cuando se u lizan an concep vos, no hay un ciclo regular, hay un ciclo
que está ligado a la suministración del an concep vo. Muchas veces las chicas
dicen: “Bueno, ya que tengo este tratamiento por esta situación, puedo u lizar su
mecanismo an concep vo”. Pero ello no es bueno para la educación de la chica,
porque la solución a la posibilidad de un embarazo no es u lizar an concep vos,
sino elegir el no tener una relación sexual.

Por otro lado, existe el riesgo de la pérdida de la fer lidad si se ha iniciado en una
edad muy temprana el uso de an concep vos.

Luego, hay otros problemas con tratamientos que se llaman an concep vos, pero
que no son sólo an concep vos, como por ejemplo la píldora del día siguiente.
Algunas jóvenes la u lizan más de una vez al año. Esto puede ser muy peligroso para
la fer lidad futura, porque la píldora del día siguiente puede influir también sobre la
38
fer lidad» .

c. ¿Qué harías si quedas embarazada? Una mujer que aborta


sufre heridas emocionales muy fuertes, además de los males
sicos que le puede causar, incluida la muerte. Luego de
haber escuchado a muchas mujeres que han abortado, te
puedo decir que es muy di cil que se perdonen a sí mismas
haber matado a su propio hijo. No hay nada más duro para
una mujer que eso. En el fondo ella no se cree aquello de que
lo que ha concebido es sólo “un tejido de células”, o un
“quiste”: sabe bien que es su hijo, digan lo que digan. Una
mujer que aborta no sólo mata a su hijo, también muere algo
en ella.

2. Daños a nivel psicológico

a. Te genera una autoes ma distorsionada: crees que vales por


tu sico, por tu cuerpo, por tu belleza, por el deseo que eres
capaz de despertar en un hombre; confundes ser mujer con
ser “sexy”, provoca va, seductora. En fin, crees que vales
sólo si eres deseada, mirada y admirada, halagada por lo
externo. Quien se preocupa sólo por su belleza externa se
olvida de cul var su belleza interior, las virtudes, los valores;
se convierte en una mujer vacía, vana.

b. Una mujer que no se valora y no se quiere a sí misma corre el


grave riesgo de entregar algo sexual tan sólo por sen rse
amada. De ese modo entra en un círculo vicioso: se devalúa
cada vez más a sí misma, y se convierte en una mendiga de
amor a cambio de sexo.

c. Te lleva a usar a los hombres —incluyendo a tu enamorado—


para llenar tus vacíos emocionales y afec vos. Eso, a su vez,
te incapacita para amar y ser amada verdaderamente, pues al
buscar “llenar vacíos afec vos” alimentas tu propio egoísmo
y el suyo.

d. Se devalúa una recta visión y aproximación a la sexualidad:


las relaciones sexuales se convierten en un “juego” o un
“entretenimiento” que produce un intenso placer, pero que
se apartan cada vez más de una real manifestación de amor.
«Desde que a los dieciséis años le entregué mi virginidad a un hombre que me
defraudó, le perdí total importancia a las relaciones sexuales. Tuve otros dos novios,
usé métodos de planificación, pas llas del día después... y sencillamente come a el
error de acostarme con ellos... Esta situación la tomé como “deporte”, pero cada vez
que lo hacía se formaba en mí un vacío grandísimo».

3. Daños a nivel espiritual

a. La falta de cas dad nos aleja de Dios y, por lo mismo, de


nuestra iden dad más profunda. Si bien el pecado de
impureza no es el más grave —muchísimo más grave es la
soberbia—, sí es el que más avergüenza. Cuando faltas a la
cas dad y pureza inmediatamente te llenas de vergüenza
ante Dios y te cuesta muchísimo ir a confesarte (en caso de
que lo hagas habitualmente). Pero si te apartas de Dios,
estarás separándote de Aquel único capaz de devolverte la
pureza y la paz del corazón. Es tan absurdo como huir de un
médico cuando uno se ha hecho una herida profunda y se
está muriendo. ¡Él es el único que puede salvar tu vida! Así
de tontos y de paté cos somos cuando nos apartamos de
Dios por la vergüenza que sen mos cuando faltamos a la
pureza de cualquier manera. ¡No hay pecado que Dios no te
pueda perdonar si estás arrepen da! ¡No hay impureza que
Él no pueda purificar! ¡No hay herida que Él no pueda curar!
Por ello, si caes, en vez de apartarte de Dios lo inteligente es
acercarte a Él, humilde y arrepen da, para pedir perdón.
Entonces Él te devolverá la pureza y una nueva oportunidad
para hacer las cosas bien en adelante.

b. Nos aparta asimismo de la Iglesia. Cuando los jóvenes


comprome dos con la vida cris ana y el apostolado —en su
parroquia o en un movimiento, por ejemplo— faltan a la
cas dad, dejan de rezar porque se sienten indignos, poco a
poco dejan de confesarse, de ir a Misa y de cumplir sus
obligaciones apostólicas.
c. Nos aleja también de las verdaderas amistades, de aquellos
amigos o amigas que saben aconsejarnos bien, porque
sen mos que los hemos defraudado, porque tememos que
se molesten con nosotros, porque sabemos que no nos van a
consen r lo que nosotros queremos consen rnos. Con eso,
volvemos a las “amistades” que nos arrastran por el camino
fácil y nos llevan al abismo.

d. Con el pecado, y con la repe ción del pecado, se produce un


endurecimiento del corazón, un adormecimiento de la
conciencia frente al pecado (ya no me parece que está mal,
me jus fico y voy perdiendo la vergüenza) y una ac tud cada
vez más cínica.

e. Generamos un hábito de men r para ocultar, lo que prepara


el camino para llevar una doble vida, rompiendo en el
presente o futuro promesas y compromisos asumidos verbal
o solemnemente.

f. Produce un subje vismo moral por el que se rechaza todo


criterio obje vo sobre lo que es bueno o malo: «Todo es
rela vo; yo determino qué es lo bueno y qué lo malo según
mi parecer o placer».
Hemos considerado brevemente los beneficios que trae vivir la cas dad,
así como también los daños de no vivirla. La lista no pretende ser ni
exhaus va ni completa, pero sí darnos una idea de por qué es conveniente
esta virtud.
Una vez que hemos entendido su importancia, surge otra pregunta que es
necesario responder.
VI. ¿Es posible vivir la castidad?
Podemos entusiasmarnos mucho cuando se nos explica bien qué es la
cas dad, cuáles son sus beneficios y cómo esta virtud es el camino para
encontrar el amor verdadero y vivirlo en plenitud. Sin embargo, no
podemos ser ingenuos. Junto con el entusiasmo debemos ser muy
realistas: hoy en día es especialmente di cil vivir la cas dad, por todo lo
que hemos visto al principio. Vivimos en una cultura que desprecia esta
virtud y nos presiona a todos a ir en una misma dirección: el sexo precoz,
con quien sea, cuando sea, como sea, cuantas veces uno quiera. ¿Esperar?
¡Para qué! ¡Hay que disfrutar!
La dificultad aumenta porque no sólo somos víc mas de un con nuo
bombardeo o lluvia de mensajes cargados de hedonismo, sensualidad y
egoísmo, o de la presión social, sino que a toda esta presión externa se
añade nuestra propia inclinación al mal y la acción de nuestras hormonas.
En resumen, ¡vivir la cas dad no es fácil! Como me decía alguien que
decidió hacer esa opción, «no me imaginé que el camino se iba a volver
más complicado».
Teniendo todo esto en cuenta, volvemos a hacernos la pregunta: ¿es
posible vivir la cas dad? Por más bombardeo o presión externa que
experimentemos, por más revueltas o alocadas que estén nuestras
hormonas, por más inclinados que estemos al mal, no dejamos de ser
libres. No estamos inexorablemente condicionados a vivir una vida no
casta. No podemos echarle la culpa “a los demás”, “a las circunstancias”, “a
las hormonas”, “al exceso de trago” o a lo que sea. Cada uno de nosotros
es dueño de sus propios actos y responsable de sus propias decisiones. A
pesar de la dificultad, a pesar de que muchos te digan que es imposible, tú
sí puedes vivir la cas dad si te lo propones firmemente.
La verdad es que la gran mayoría hoy en día piensa —antes de intentarlo
siquiera— que eso es imposible. Pero, cuando se trata de intentar algo,
nunca hay que pensar acerca de posibilidades o imposibilidades. ¡Cuántas
veces nos sorprende ver que otros hacen lo que antes parecía imposible!
Impresiona lo que el ser humano es capaz de lograr o hacer cuando se lo
propone. Y si a punta de voluntad, de inteligencia, de esfuerzo, de
entrenamiento, de superación de límites, de audacia, es capaz de lograr
cosas admirables y de someter y dominar energías insospechables, ¿por
qué de plano muchos piensan que es imposible vivir la cas dad? Hay
quienes lo están haciendo, tan sencillo como eso. No es imposible. ¿Qué
hace que sea posible? La firme decisión, la prác ca, la tenacidad, la
persistencia, el ponerse una y otra vez de pie luego de cada caída, la
mo vación de obtener el premio, que en el caso de la cas dad es el amor
verdadero. Lo único que impide vivir la cas dad es la limitación mental que
uno se pone a sí mismo, el “creer que no se puede”. Por cierto, a quien
decide intentarlo, Dios le ofrece la ayuda de su gracia, una ayuda que por
lo demás es absolutamente necesaria dada nuestra fragilidad:
«Podemos ciertamente estar seguros de que la cas dad perfecta, como la caridad perfecta,
no serán alcanzadas por nuestros meros esfuerzos humanos. Debemos pedir la ayuda de
Dios. Incluso cuando esto ya se ha hecho es posible que nos parezca que durante mucho
empo ninguna ayuda, o menos de la que necesitamos, nos es otorgada. No importa. Detrás
de cada fracaso, pidan perdón, levántense del suelo y vuelvan a intentarlo. Muy a menudo,
lo que Dios nos otorga primero no es la virtud en sí sino este poder de volver a intentarlo de
nuevo. Pues por muy importante que sea la cas dad (o el valor, la sinceridad, o cualquier
otra virtud), este proceso nos entrena en hábitos del alma que son más importantes todavía.
Nos cura de nuestras ilusiones con respecto a nosotros mismos y nos enseña a depender de
Dios. Por un lado, aprendemos que no podemos confiar en nosotros mismos ni siquiera en
nuestros mejores momentos y, por el otro, que no debemos desesperar ni en nuestros
peores momentos, porque nuestros fracasos son perdonados. La única cosa fatal es sen rse
39
sa sfecho con cualquier cosa que no sea la perfección» .

¡Qué importante es esto! Si decides hacer esta opción valiente por vivir la
virtud de la cas dad, ¡no con es en misma ni en tu mejor momento!
¿Por qué? Porque es en esas circunstancias en las que piensas que eres
fuerte, que enes todo bajo control, que “no va a pasar nada”, cuando te
expones a situaciones complicadas, cuando enes la guardia baja y recibes
los golpes más duros y se dan las caídas más fuertes. Cuando eso sucede,
vienen inmediatamente la desesperación, el desaliento, la idea de que “no
vas a poder”, de que “siempre será igual”, de que “nunca podrás superar tu
debilidad”, aparece la tentación fuerte de abandonarte y seguir
revolcándote en tu miseria. ¡No! En esos momentos, ¡no desesperes! ¡Sé
40
humilde! Pide perdón , perdónate a misma, pide la ayuda necesaria a
Dios y ponte de pie para volver a empezar de nuevo, con la conciencia de
que la única cosa fatal es renunciar a la lucha.
Así, pues, ¿se puede vivir la cas dad? ¿Es posible? Sí. Sí se puede. Sí es
posible. Con tu decisión y con la fuerza de Dios, todo es posible.
VII. ¿Cómo vivir la castidad?
Quien hace la opción de vivir la cas dad porque en ende que es lo mejor
para ella misma y para el hombre que ama, que ése es el camino para
crecer y madurar en un amor autén co, se encuentra ante una gran
pregunta: ¿Y cómo la vivo en lo prác co, en lo co diano? ¿Qué implica
concretamente?

Lo primero que enes que hacer, como hemos dicho, es quererlo con
firmeza. Desearlo con convicción y encontrar la mo vación apropiada son
fundamentales para la adquisición de esta virtud. En ese mismo sen do es
importante que en endas y estés convencida de que sí se puede vivir la
cas dad. Quien dice que es imposible, es porque no lo ha intentado
seriamente o porque ni siquiera quiere intentarlo. Y no porque él o ella no
quiera o no pueda, quiere decir que otros no puedan. En esto también se
aplica aquello de «querer es poder».

La cas dad ciertamente no se alcanza de la noche a la mañana, con sólo


quererlo y decidirlo. Luego de la decisión viene todo un entrenamiento y es
necesaria la perseverancia. La cas dad es una virtud, y nadie llega a ser
virtuosa sin esfuerzo, constancia, sacrificio, lucha, guía y mucha paciencia.
No te desanimes jamás si fallas al primer intento, o al segundo, o al
tercero. Lo importante es seguir intentando siempre de nuevo y nunca
darte por vencida, nunca quedarte con la úl ma experiencia de derrota.

Teniendo la decisión y con la convicción de que sí se puede, toca


entrenarte. Como en las artes marciales o en cualquier deporte, sólo se
puede alcanzar su perfecto dominio mediante técnicas, con un maestro
que te enseñe y con la repe ción diaria de ciertos movimientos y
ejercicios. Recuerda que, como en todo lo que requiere entrenamiento,
también en el dominio de los propios deseos e impulsos sexuales por
medio de la cas dad la repe ción de actos virtuosos y la perseverancia son
fundamentales.

Perseverar es nunca darse por vencida. Perseverar es ser como un


porfiado: si me caigo, ¡me vuelvo a poner de pie y regreso a la batalla!
¡Nada de quedarte rada en el suelo luego de una caída! Perseverar
implica ver la caída no como un fracaso, como la derrota final, sino como
una oportunidad para aprender, para ser más inteligente en adelante y no
cometer los mismos errores. Una caída no hace el final de la carrera. Es tan
sólo eso: un tropezón en el camino. Si te caes en el intento, sacas fuerzas
de donde sea, te pones de pie y vuelves a intentarlo, cuantas veces sea
necesario. Aunque falles, ¡el Señor siempre te ofrece una nueva
oportunidad! Sólo te pide que con humildad aceptes tu fragilidad, que
aprendas de tus caídas y que vuelvas a la lucha apoyada en su fuerza.

El fracaso no consiste en una caída, sino en no querer levantarse


nuevamente, en la decisión de abandonar la lucha. Aunque vuelvas a caer
“siempre en lo mismo”, jamás debes ceder al desaliento o desánimo.
Siempre se puede volver a intentar de nuevo. Si siempre te vuelves a poner
de pie, poco a poco, con el empo, con paciencia, verás que puedes ir
creciendo en un mejor dominio de misma.

Ten en cuenta que por más buena intención que tengas en un momento de
mucho entusiasmo, las caídas en el caminar son parte de la vida. Como me
escribió una joven arrepen da:
«Le cuento que caí. Me siento avergonzada y triste. Pensé seguir en la lucha constante, pero
no pude. Ahora me doy cuenta de que es una lucha muy fuerte, que no pude seguir, pero
me levanté, miré de frente. Pero ahora tengo más miedo que antes. Me dejé llevar, me puse
a tomar, tuve la oportunidad de dejar de tomar y no lo hice, y terminé casi cediendo a tener
relaciones sexuales con un chico que supuse que era mi amigo. Me siento mal, no me porté
bien, pero no me dejaré vencer por esta caída, así que iré a confesarme para retomar mi
lucha».

¡De eso se trata! De levantarse nuevamente, de pedir perdón, de aprender


de los errores, de volver a intentarlo con más humildad y prudencia.

Como esta joven que cayó a pesar de haberse propuesto vivir la cas dad,
tú también puedes caer en medio de tus luchas. En ese momento podrás
experimentar frustración, amargura, tristeza, vergüenza, podrás sen r que
has decepcionado a Dios o a quienes confiaron en , o a misma, y que ya
no mereces ser perdonada. A pesar de ello el Señor no te dirá jamás «hasta
aquí no más», «ya no mereces ser perdonada». No dejes nunca que la
decepción de misma te aparte de Dios o de quienes están allí para
ayudarte a ponerte de pie y alentarte a seguir caminando. Por tanto, si
caes, ¡pide inmediatamente perdón a Dios, levántate y vuelve a la batalla!
¡El Señor siempre te da la posibilidad de levantarte y empezar de nuevo!

Ahora bien, en nuestra opción por vivir la virtud de la cas dad para amar
de verdad es fundamental poner medios proporcionados. Un “medio” es
algo que me permite alcanzar un fin. Así, por ejemplo, un medio para llegar
a un lugar es un bus, un automóvil o una bicicleta. Pero un medio
“proporcionado” es aquel medio adecuado que me permite llegar al fin
deseado. No todos los medios son suficientes o apropiados. Por ejemplo, si
quiero ir a un país que queda en otro con nente, no lo puedo hacer a pie o
en automóvil únicamente. Debo hacer uso de otro medio de transporte: un
avión o un barco. El automóvil, aunque sirve para movilizarse, no me sirve
para cruzar el mar. No cualquier medio me permite alcanzar un fin
deseado. Para alcanzarlo debo usar uno proporcionado al fin que espero
alcanzar.

Finalmente, lo que parece imposible, con Dios se hace posible. Los


cris anos creemos que además de ser una virtud moral, la cas dad «es
41
también un don de Dios, una gracia» . En cuanto tal, hay que pedirla
insistentemente a Dios. Decía San Agus n:
«Creía que la con nencia dependía de mis propias fuerzas, las cuales no sen a en mí; siendo
tan necio que no entendía lo que estaba escrito: que nadie puede ser con nente, si Tú no se
lo das. Y cierto que Tú me lo dieras, si con interior gemido llamase a tus oídos, y con fe sólida
arrojase en Ti mi cuidado».

El Señor en el Evangelio nos enseña: «Si permanecen en mí, y mis palabras


permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo conseguirán» (Jn 15,7), y
también: «Yo les digo: pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se
les abrirá» (Lc 11,9). Así pues, la oración para pedir pureza y cas dad es
indispensable en nuestra lucha diaria.

Además de la oración, la fuerza para luchar y el amor que queremos vivir


los encontramos en los sacramentos de la Eucaris a y de la Reconciliación.
Acudir a ellos es fundamental. En la Eucaris a nos nutrimos de quien es el
Amor mismo, de Cristo. De ese modo podemos crecer día a día en un amor
verdadero, el mismo amor que Cristo nos ene, el amor que Él nos manda
vivir. Él, además, es fuerza para nuestra debilidad. Necesitamos de Él para
amar más, para amar verdaderamente y para poder ser cada día más
fuertes en nuestro empeño por vivir la cas dad. Por otro lado, en el
sacramento de la Reconciliación nos encontramos con el amor y la
misericordia de Dios, que nos acoge cuando nos caemos, nos perdona, nos
alienta y anima a ponernos de pie y volver a la batalla, cura nuestras
heridas y nos fortalece en todas nuestras luchas con una gracia par cular.

Comprometerse a vivir la cas dad es entrar en una lucha dura. Quien entra
en combate es muchas veces herido, incluso de gravedad. Comprometerse
a vivir la cas dad no es comprometerse a “nunca caer”, sino a luchar día a
día. Y si en medio de la lucha caes, es tomar la decisión de ponerte
nuevamente de pie para volver a la batalla. Si te tropiezas, acude al Señor a
pedir perdón. Él te espera para curar tus heridas, para alentarte a ponerte
nuevamente de pie y seguir en la batalla. De eso se trata: no de nunca caer,
sino de levantarnos SIEMPRE, y de hacerlo CUANTO ANTES, sin consen r la
tristeza que nos hunde en el desaliento, en la desesperanza, que quiere
hacerte creer que “no puedes”, que “siempre es lo mismo”, que “nunca
podrás superar tu debilidad”. ¡Nada de eso es verdad! El Señor nunca te va
a decir: «Efec vamente, tú no puedes». ¡Jamás! Él nunca te va a rechazar.
Nunca te condenes a misma cuando el Señor te está esperando en su
sacerdote para perdonarte «setenta veces siete» (Mt 18,22), es decir, sin
límite, sin medida.

Dicho esto, pasemos ahora a revisar las dis ntas situaciones que ponen en
riesgo nuestra cas dad, todo aquello que hemos de tener en cuenta para
ser prudentes y crecer en la virtud de la pureza. Sugeriremos también
algunos medios que quizá puedan parecer exagerados, pero que son
muchas veces los proporcionales para romper con situaciones pasadas que
nos han llevado a la impureza. Hay momentos en los que sencillamente
debemos dejar de hacer cosas con ciertos “amigos”, o apartarnos de
ciertas personas o lugares si es que queremos vivir la cas dad,
“recuperarnos” y fortalecernos en el dominio de nuestros impulsos
sexuales, a fin de orientarlos al amor verdadero.

1. ¿Como quién quieres ser?


La publicidad u liza a la mujer para despertar en los hombres el deseo.
Ponen a una chica sexy junto al producto que quieren vender y así el placer
sexual que le provoca al hombre verla queda asociado al producto.
¿Resultado? Aumentan las ventas. Es “matemá co”, es psicología pura:
es mulo-respuesta.

Esta publicidad, evidentemente, no genera el mismo efecto en los hombres


que en las mujeres. En ellas, al ver a la mujer hermosa, sensual, “perfecta”
en el cartel publicitario, se les despierta el deseo de imitar a la chica del
panel: «Quiero ser como ella, tener sus mismas formas, maquillarme como
ella, ves rme igual, para ser admirada, aceptada, deseada».

Al ver esas fotos de modelos hermosas, muchas chicas tratan de alcanzar lo


inalcanzable, porque además hoy en día son muy pocas las imágenes
publicitarias que no se “perfeccionan” con Photoshop. Para lograr ese
grado inalcanzable de belleza empiezan a hacer dietas realmente
42
inhumanas. La anorexia y la bulimia, Mía y Lía , han entrado en la vida de
muchas chicas por la necesidad de “verse como ellas”.

En vez de tomar como modelo a las mujeres de las portadas o de las


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revistas de vanidades, a las cantantes o ar stas de moda , a “la chica del
cartel”, toma como modelo a mujeres que se hacen respetar, que están
más interesadas en cul var las virtudes y embellecer su corazón que en
exponer “las partes” de su cuerpo a la vista de todos con tal de ganar un
poco de atención y valoración.

2. Elije bien a tus amistades

Leemos en un an guo texto: «Con el inocente serás inocente; con el


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elegido serás elegido, y con el perverso te perver rás» . Tan sencillo como
eso: si quieres vivir la pureza, enes que saber elegir a tus amigas y amigos,
porque lo quieras o no, ellos ejercerán a lo largo de tu vida una decisiva
influencia sobre , para bien o para mal.

A veces incluso será necesario distanciarse de aquellas amistades que de


un momento a otro empiezan a abandonar los ideales que compar an,
para que no seas arrastrada tú por ese mismo camino:
«Éramos las clásicas amigas que se contaban todo y vivíamos la experiencia de tener padres
separados… Aunque a ella le llamaba la atención el grupo de las chicas a las que les gustaba
“diver rse a morir”, no salíamos con ellas. Por otro lado, teníamos amigos que pensaban
que éramos “cool”, porque no necesitábamos llamar la atención, nos gustaban el rock y el
arte, nos consideraban diferentes porque nos hacíamos respetar. Los chicos se burlaban de
aquellas chicas que eran “fáciles” o a las que les encantaba hablar en doble sen do, y es así
como los chicos las ven.
De un momento a otro, mi amiga empezó a cambiar. Se fijaba mucho en su sico, el cabello,
si tenía algún defecto y todo ese po de cosas superficiales. Estuvo con un chico que le fue
infiel y luego con otro, con quien empezó a tener relaciones sexuales y llevaba una vida
oscura y extraña. Fue entonces, y porque me hablaba tanto de sus experiencias sexuales,
que yo también empecé a querer experimentar lo mismo, así que a mis quince años lo hice
con quien entonces era mi enamorado…
La verdad es que desde que empezó a cambiar debí cortar con esa amistad. Estoy segura de
que, de haber tenido otro po de amigas, me hubiese conservado hasta encontrar a mi
amor verdadero, o sea, a mi esposo. Ahora, a mis vein siete años, recién empiezo a
recuperarme de todo el daño que me causé luego de tomar aquella mala decisión,
influenciada por mi amiga».

Ten en cuenta que los amigos son como un ascensor: pueden elevarte o
llevarte a lo más profundo del sótano. Elige amistades que te eleven, que
te ayuden a ser mejor, y al mismo empo, ayúdalos tú a ser mejores, a
elevarse cada día más.

3. Aprende a dominar tu curiosidad

La curiosidad es como una voz interior que nos seduce y nos invita a
conocer o probar el “fruto prohibido”. Despierta el deseo de querer
experimentar lo que sabemos que no es bueno para nosotros, porque
nunca lo será (como, por ejemplo, probar drogas) o porque no es el
momento (como, por ejemplo, tener relaciones sexuales).

Dominar tu curiosidad no es nada fácil, pero es algo que debes aprender a


hacer si no quieres cometer graves errores en tu vida, de los que te
arrepen rás amargamente luego, errores que dejarán profundas heridas
en , o que te harán perder el control de tu vida.

Un día una joven de trece años acudió a mí para decirme en medio de su


angus a:
«¡Pasó algo horrible! ¡Me siento horrible! Hoy hice algo súper malo. Vino una amiga a mi
casa y tenía un cigarro. Entonces lo prendió, me entró la curiosidad y fumé. Mi vecina vio y
le va a contar a mi mamá. ¡Me siento pésimo! Estoy arrepen da porque sé que lo que hice
está mal. Me duele pensar que a ella la va a decepcionar. Y todo sólo porque la curiosidad
me ganó. ¡Prometo no volver a hacerlo! Aunque tengo miedo de que vuelva a pasar».

Lo primero, nunca hagas algo que tú sabes que no debes llevada por la
curiosidad, para saber cómo es, qué se experimenta, pensando acaso que
nadie se va a enterar. ¡Tú te vas a enterar! ¡Tú lo sabrás, y cargarás con esa
verdad en tu corazón, tratando de ocultarla a tus padres o a las personas
importantes para por miedo a lo que piensen de , por miedo a que te
rechacen! Muchas veces son ésos los primeros pasos para entrar en un
camino de men ra, de ocultamiento, de “doble vida”: sigues aparentando
que eres una buena chica, pero estás haciendo cosas que no son buenas,
que sabes que defraudarán y causarán dolor a quienes te aman de verdad.

Cuando empiezas a ocultar cosas por miedo a lo que tus padres piensen de
, cuando ya no enes la confianza para contarles lo que has hecho,
empiezas a recorrer un camino muy peligroso y oscuro. En ese camino te
quedarás sola, porque tú misma te privas del necesario consejo y ayuda de
quienes te aman y quieren lo mejor para .

A aquella joven le recomendé que tomara valor para afrontar las


consecuencias de sus actos y que hablase ella misma con su mamá para
contarle lo que había hecho. Su respuesta es la que probablemente darías
tú misma si te encontraras en una situación semejante: «¡No sé cómo
contarle a mi mamá!… ¡Me da miedo qué pueda pensar!… ¡Me da
nervios!». Finalmente tomó valor y habló con ella apenas pudo:
«¡Me entendió y ya estoy súper bien! Me dijo que el problema no está en el cigarro, sino en
que no sé decir “no”, y que si no puedo decirle “no” a un cigarro, cómo será con mi
enamorado. Me dijo que tengo que aprender a tomar buenas decisiones».

La curiosidad es algo muy di cil de controlar, pero debes aprender a


hacerlo, porque puedes terminar haciendo cosas peores que fumar un
cigarro simplemente porque tus “amigas” lo hacen, y como te hablan de
eso todo el día, te empieza a dar curiosidad y a provocar a también:
«Cuando estaba en la secundaria algunas de mis compañeras ya habían tenido relaciones;
yo, a pesar de tener enamorado, no pensaba en eso, hasta que “mi mejor amiga” lo hizo y se
despertó en mí la curiosidad, el deseo de experimentarlo yo también. Ella me hablaba de
eso todo el empo, de su “experiencia”, pero hoy, diez años después, les puedo decir que
con algo tan valioso no se experimenta. Si hubiese tenido una amiga con los mismos valores
que yo, todo hubiese sido dis nto y no hubiese come do los errores que come . Pero el
“hubiera” no existe. Lamentablemente cedí y eso me marcó para siempre».

A propósito, son varias las jóvenes de entre trece y quince años que me
han compar do su confusión. Me cuentan que ya algunas de sus amigas se
han iniciado sexualmente y que les dicen a las demás que les gustó. Una de
estas jóvenes, habiendo hecho el propósito de guardar su virginidad, me
decía: «Siento que no voy a poder, siento que mis hormonas están
revueltas». Porque ya algunas les cuentan de sus experiencias sexuales, a
las demás las hacen dudar y les despiertan una enorme curiosidad por
saber cómo es y qué se siente. Hablan entre ellas de «¿cómo será la
primera vez?». Otra, a sus dieciséis años, me confiaba que estaba asustada,
porque cuando comenzó a besarse apasionadamente con su enamorado —
apenas a la semana de estar juntos— empezó a sen r cosas «que nunca
antes había sen do».

¿Qué consejo darles a ustedes, jóvenes, que experimentan o


experimentarán esta fuerte curiosidad por saber “cómo es”, al punto de
empezar a dudar sobre su propósito de esperar hasta el matrimonio? Pues
acá les ofrezco algunos tes monios que pueden serles muy ú les.

El primero es de una joven a quien a los quince años su enamorado le pidió


tener relaciones sexuales. Aunque estuvo muy tentada, tuvo el valor de
decir «no». Sin embargo, no dejó de considerar la posibilidad de hacerlo
posteriormente, así que se le ocurrió preguntarle a una amiga que le había
comentado que ya había tenido relaciones varias veces con su ex y lo
seguía haciendo. Su respuesta la sorprendió:
«Se notaba confundida, era como si estuviera orgullosa y a la vez decepcionada. Cuando le
pregunté por qué lo hacía, me dijo que era porque ella se sen a bien con ello y que era
completamente normal hacerlo. Yo le dije: “Y si yo lo hago ahora a mis quince años, ¿qué
pasará?”. Mientras yo pensaba que podría fortalecer la relación que tenía con mi
enamorado, ella me dijo: “Una vez que le entregas TODO a un chico, ya no hay nada más
que dar, te quedas con NADA, y nada es lo que en adelante podrás ofrecer, porque para un
hombre tener relaciones es como la meta”. La verdad es que no pensé escuchar algo tan
crudo, pero es real... Ahora me siento realmente feliz de no haber cedido y haber tenido la
fortaleza para haber dicho “no”, y saber que por eso es tan especial la virginidad».
Este otro tes monio es el de aquella mamá que ya hemos citado y que
llevó a sus dos hijas de diecinueve y veinte años a la ginecóloga —nada
católica, por cierto— para un chequeo de ru na. Esta madre se quedó
sorprendida por el consejo que la doctora les dio, luego de preguntarles si
tenían enamorado:
«Las dos dijeron que sí. Después les preguntó que a qué edad se pensaban casar. Ellas
contestaron que no sabían, pero que posiblemente al acabar su carrera. Entonces les dijo la
doctora: “Les recomiendo, por el bien de sus cuerpos, que no inicien su vida sexual antes de
eso, porque una vez que empiezas con uno, es di cil decir que ‘no’ al siguiente enamorado,
luego al otro, y cuando ya te toca casarte, no sabes en realidad con cuál es con el que te
casas, pues ya son varios los que han entrado en lo más ín mo de tu ser”. Finalmente les
dijo: “Les aconsejo que no esperen tantos años para casarse”».

¡Piénsalo bien! ¿Quieres arriesgarte y arriesgar tu futuro por dejarte llevar


por la curiosidad, por tus hormonas, o por la presión de tus amigas o de un
chico? ¡Mantente firme en tu propósito! Lo único que va a fortalecer
verdaderamente una relación es la espera, el mutuo respeto, la pureza y la
cas dad. ¡Sólo así puede crecer y madurar un amor verdadero!

4. Aprende a dominar tus emociones

Esto es muy importante: ¡cuida tu corazón! ¿Qué significa esto? Ante todo,
debes ser consciente de que, por tu naturaleza femenina, eres más dada a
lo sen mental, a lo román co, a lo afec vo, que los chicos. Las jóvenes
enden a ilusionarse y, por lo mismo, a enamorarse de los hombres que
admiran y que las hacen sen r valiosas y significa vas. A par r de los trece
o catorce años puede bastar que un chico te diga «me gustas» o «te
quiero» para que ya estés pensando en él todo el día, te ilusiones y
proyectes con él una relación a futuro.

Esta caracterís ca par cularmente —no únicamente— femenina las hace


especialmente vulnerables a los halagos y a la manipulación de los
hombres. Esto quiere decir que, cuando te enamoras, el hombre puede
aprovecharse fácilmente de y obtener lo que quiera con tan sólo
convencerte de que es por amor. La manipulación de un hombre puede
llegar al extremo de decirte: «si me amas, demuéstralo», porque sabe que
tú, ya que lo amas, eres capaz de darle lo que sea, lo que quiera, “para
hacerlo feliz a él”. Otra forma su l de manipulación es la famosa frase: «si
nos amamos, ¿qué ene de malo?». Es una manera muy astuta de hacer
que quiebres tus límites. Esta frase no la vas a escuchar solamente de tu
enamorado, sino también de tus amigas y amigos, o es algo que tú misma
pensarás cuando estés profundamente enamorada, sin necesidad de que
nadie te la diga. Si te la crees, el sen miento se habrá conver do en la
norma úl ma que define qué es lo que está bien y qué no. En ese
momento ya no habrá límites, estarás dispuesta a entregarlo todo.

Una mujer enamorada, afec va y emocionalmente involucrada con un


chico, es muy di cil que diga «no» cuando el enamorado empiece a
avanzar o a pedirle otras cosas que no son amor. Por eso es importante
que tengas las ideas claras y desde el principio definas con claridad los
límites en una relación. El «nos amamos» no es excusa para avanzar en el
campo eró co o sexual. El verdadero amor se expresa en el respeto a la
persona amada y en el autodominio. Un hombre que te dice «no puedo
esperar» es alguien que se ama más a sí mismo que a . Tan sencillo como
eso.

Acerca de esta vulnerabilidad de la mujer advierte Crystalina Evert:


«Guardar tu pureza es tan sólo la mitad de la batalla. Muchas veces las mujeres no ponen
límites a sus emociones. Lo que quiero decir es que con frecuencia entregamos nuestros
corazones tan rápido, que estamos “emocionalmente casadas” con el chico después de unos
meses. Toda la palabrería sobre “estar juntos para siempre” no sólo hace más di cil la
pureza sica, sino que también hace que las rupturas se sientan más como divorcios.
A veces involucrarse tan rápido y tan profundamente en la relación con un chico es una
señal de una falta de relaciones profundas con otras personas. A veces es una señal de un
deseo desesperado de amor. La solución es enfocarse en profundizar nuestras amistades y,
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mientras tanto, proteger nuestros corazones» .

Tú debes aprender a esperar y hacer esperar al chico que amas y que te


ama. También debes aprender a tener una madurez emocional que te
permita decir «no» cuando alguien a quien amas te pida “la prueba de tu
amor” o simplemente empiece a “avanzar” con besos encendidos y
“caricias” que ya no son expresión de afecto, sino signo de descontrol y
deseo de usarte a para experimentar placer.

5. “Estar enamorados” no es lo mismo que “amar”


Debes tener siempre muy claro que no todo lo que parece amor es amor.
Muchos jóvenes se adelantan a tener “caricias ín mas” o relaciones
sexuales con la excusa de que «nos amamos». El “amor” se convierte en el
pretexto para hacerlo todo. ¿Pero es verdaderamente amor? Muchas de
ustedes confunden amor con “estar enamoradas”, ¡y no es lo mismo! Por
eso conviene definir claramente qué es amor y cuál es la diferencia con
“estar enamorados”. Una excelente explicación y diferenciación la ofrece
C.S. Lewis; aquí te la copio porque yo no lo puedo exponer mejor:
«Lo que llaman “estar enamorados” es un estado glorioso y, en varios aspectos, es bueno
para nosotros. Nos ayuda a ser generosos y valientes, nos abre los ojos no sólo a la belleza
del ser amado sino a la belleza toda, y subordina (especialmente al principio) nuestra
sexualidad meramente animal; en ese sen do, el amor es el gran conquistador de la lujuria…
Estar enamorado es bueno, pero no es lo mejor. Hay muchas cosas que están por debajo de
eso, pero también hay cosas por encima. No se le puede conver r en la base de toda una
vida. Es un sen miento noble, pero no deja de ser un sen miento. No se puede depender
de que ningún sen miento perdure en toda su intensidad, ni siquiera de que perdure. El
conocimiento puede perdurar, los principios pueden perdurar, los hábitos pueden perdurar,
pero los sen mientos vienen y van. Y de hecho, digan lo que digan, el sen miento de “estar
enamorado” no suele durar…
Pero, naturalmente, dejar de “estar enamorados” no necesariamente implica dejar de amar.
El amor en este otro sen do, el amor como dis nto de “estar enamorado”, no es meramente
un sen miento. Es una profunda unidad, mantenida por la voluntad y deliberadamente
reforzada por el hábito; reforzada por (en los matrimonios cris anos) la gracia que ambos
cónyuges piden, y reciben, de Dios. Pueden sen r este amor el uno por el otro incluso en los
momentos en que no se gustan, del mismo modo que yo me amo a mí mismo incluso si no
me gusto. Pueden retener este amor incluso cuando cada uno podría, si se lo permi eran,
estar “enamorado” de otra persona. “Estar enamorados” los llevó primero a prometerse
fidelidad; este amor más tranquilo les permite guardar esa promesa. Es a base de este amor
como funciona el motor del matrimonio; estar enamorados fue la explosión que lo puso en
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marcha» .

Creo que si en endes bien esta diferencia, comprenderás que el amor


verdadero no “se demuestra” con caricias subidas de tono ni con el sexo,
sino con el compromiso perpetuo y con el respeto a la persona que se ama.
Y ese respeto exige no que los dos estén de acuerdo para hacerlo, sino el
cuidar a la persona amada de nuestra impaciencia, de nuestro egoísmo, de
usarla «porque no puedo esperar más».

Cuando entendemos que “amor” no es lo mismo que “estar enamorados”,


ya no vale el argumento de «si nos amamos, no hay nada de malo en tener
sexo». Si hay amor, el verdadero argumento es éste: «Si nos amamos, nos
casamos; y si vamos a casarnos (y ya tenemos fecha), no hay ningún apuro
en adelantar las cosas». Una mujer que busca el amor verdadero no se
entregará mientras no esté convencida de que es para siempre.

Recuerda que tú eres capaz de ilusionarte con un chico simplemente por


las palabras lindas que te dice y por las promesas que te hace, así que
descon a de quien te pinta el cielo de estrellas si con ello busca “avanzar”
para obtener algo sensual o sexual de . Es muy probable que en un
momento tu enamorado o novio te diga que «esto es para siempre», «te
prometo cuidarte y quedarme a tu lado toda mi vida», con tal de no
esperar hasta el matrimonio. ¿Cuál es el apuro, si de verdad te ama? La
expresión más sublime del amor no es el sexo, sino el compromiso
solemne, no un compromiso hecho a tu oído en un momento de
roman cismo o de excitación, en un cuarto a solas o sobre una cama, sino
hecho públicamente, luego de una decisión firme, razonada. Las promesas
dichas a tu oído, aunque son muy lindas y emocionantes, no enen peso.
Nunca debes entregarte en base a esas promesas.

Entregarte porque enes sen mientos fuertes por un chico es


sencillamente el peor error que puedes cometer, porque aunque lo llamen
“amor”, eso aún no es amor.

6. Aprende a decir «no»

A las jóvenes se les hace muy di cil decir «no», pues muchas veces enen
miedo de “herir los sen mientos” de un chico o quedarse solas. Acaso
temen también perder su amistad o que se moleste con ellas. Por ello
prefieren sacrificarse a sí mismas, “seguir el juego” y no ser tajantes en
cortar los avances del enamorado o la relación misma cuando ésta les hace
daño o no ene futuro:
«En una reciente encuesta realizada en clases de educación sexual en una escuela
secundaria se les preguntó a las chicas cuál era para ellas la pregunta más importante sobre
sexualidad. Contrariamente a la expecta va de los profesores, no se refería a métodos de
control natal o enfermedades de transmisión sexual. Las chicas querían saber cómo decirle
que “no” a un chico sin herir sus sen mientos. Claro, no querían herir sus sen mientos, pero
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bajo este velo se ocultaba una preocupación secreta: temían el rechazo» .
A las jóvenes inseguras, que no enen una personalidad firme, se les hace
un mundo decir «no». Al contrario, como lo que buscan a veces
desesperadamente es ser aceptadas, son capaces de decir «sí» a todo.
Todos, pero especialmente las mujeres jóvenes, tenemos que aprender a
decir «no» a lo que sabemos que no es bueno o conveniente. Además,
debemos tener la lucidez para poder desenmascarar todo intento de
presión o de manipulación, aunque venga del enamorado.

Si te encuentras en una situación en la que tu enamorado o incluso tus


amigos te proponen “ir más allá de los límites” para no ser “aburrida”, ten
el valor y la personalidad para decir «no» y mantenerlo con firmeza. Los
hombres piensan que muchas veces el “no” de la mujer significa “insiste un
poco más”. De allí que muchos vuelvan a pedírtelo pensando que en
realidad te estás haciendo de rogar, que es cosa de empo y de insis r. Si al
chico no le interesan tus opciones y tus valores, si no le interesas tú, lo
intentará nuevamente, en otro momento, acaso cuando estés más
vulnerable o dispuesta a ceder. Ésta es la razón por la que muchos les dicen
a sus enamoradas cuando les ponen un freno: «Está bien, te esperaré
hasta que te sientas preparada». ¿Y cuándo será eso? ¿Cuando él logre
convencerte? ¿Cuando consiga “encenderte” con besos apasionados o
caricias sensuales? ¡A cuántas he escuchado decir: «No lo quería hacer,
pero me dejé llevar»! Su «no» inicial pasó a ser un «sí». Aprende a hacer
valer tu «no», hazte respetar. Tu «no» debe ser invariable. Nunca lo
cambies por un «sí», ya sea por presión, por insistencia o por miedo a
quedarte sola. Y si tu enamorado vuelve a la carga a pesar de que una y
otra vez has tenido que decirle que «no», es momento de terminar con él
aunque te duela en el alma. No hay otra manera de que en enda que tu
«no» es «no», y no hay otra manera de cuidarte a misma, consciente de
que en algún momento de vulnerabilidad puedes terminar haciendo lo que
no querías.

Por otro lado, en ende que un chico necesita que le digan «no» para
hacerse hombre. Si se molesta u ofende porque le dices «no», no pasa de
ser un niño inmaduro y engreído. Para hacerse hombre debe aprender a
soportar un «no». Eso lo forja. No lo prives de esa oportunidad que lo va a
ayudar a madurar como hombre. No temas, pues, “herir sus sen mientos”.
¡Edúcalo! ¡Y edúcate a misma a decir «no» por más pena que te dé!
¡Nada de sacrificarte tú para no hacerlo “sufrir” a él! ¡Nada de ceder o
rebajarte a misma para que no se moleste con go! Créeme que le harás
un gran favor diciéndole «no», además de hacértelo a misma.

7. Relaciones dañinas y relaciones construc vas

Enamorarse en la adolescencia es muy fácil. Sen r algo fuerte por tal chico,
pensar todo el día en él, decirle «cuídate mucho» cada vez que puedas,
tratar de estar juntos todo el día, chatear o hablarse olvidándose del resto
del mundo, sen r “maripositas” en el estómago cuando lo ves o estás
cerca de él, pueden ser síntomas de un estado al que llamamos “estar
enamorada”.

Una jovencita de trece años recibió en su colegio una excelente charla


sobre el tema del enamoramiento en la adolescencia, a par r de un video
elaborado por un grupo de jóvenes que refleja lo que puede suceder
cuando una se enamora de alguien que apenas conoce, se ilusiona, se
desilusiona, y sobre todo cuando no hay la suficiente madurez que ayude a
superar esas “decepciones amorosas”.

La psicóloga que les habló, luego de mostrarles ese video, les dio algunos
criterios fundamentales sobre el enamoramiento adolescente y les dijo
algo tan sencillo y básico como:
«Hay enamoramientos que son destruc vos, y lo que los adolescentes deben cuidar es que,
si se enamoran y si llegan a estar o no con la persona de la que se enamoran, ese
enamoramiento sea construc vo».

Esta joven nos comparte sus anotaciones sobre las caracterís cas que debe
tener un amor construc vo, aquello que es preciso que tenga en cuenta
toda adolescente para no terminar haciéndose daño a sí misma:

a. En el enamoramiento construc vo ambos dejan un espacio para la


individualidad, es decir, a pesar de estar juntos, hay un respeto por el
individuo, por el otro, por la necesidad de sen rlo diferente a uno, con sus
propias capacidades y fortalezas, así como por sus derechos y deberes
como persona.

b. El enamoramiento construc vo conduce a un crecimiento mutuo, en el


que ambos se enriquecen de la relación, ambos aprenden el uno del otro y
con ello se convierten en personas más valiosas.

c. En el enamoramiento construc vo existe en la pareja claridad y acuerdo


en los límites: en los horarios en los que pueden estar juntos, en las metas,
ayudas y caricias. El respeto a esos límites es lo que construye un amor
sólido con el empo.

¿Cuándo es destruc vo el enamoramiento o el “amor” que se enen los


adolescentes?

He aquí algunas caracterís cas:

a. Es una relación que obstruye otros ámbitos de la vida personal; por


ejemplo: los estudios, la familia u otras amistades.

b. Absolu za lo sexual, es decir, no se establecen límites y se va avanzando


cada vez más; así, poco a poco los “juegos sexuales” o el mismo sexo se
convierten en parte importante de la relación. En palabras de Carlos
Cuauhtémoc Sánchez:
«Se acompaña de una gran impaciencia sexual. ¿Tienes constantes deseos de besar, abrazar,
sen r la cercanía de otro cuerpo cálido? ¿No concibes una entrevista en la que tu pareja y tú
sólo pla quen [conversen] o convivan? ¿La razón principal y única de estar juntos es
encenderse con besos y caricias? ¿El noviazgo avanza paso a paso hacia la relación sexual
irremediable? Una señal inequívoca de que se trata sólo de un apasionamiento es la
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urgencia de caminar aprisa en el aspecto eró co» .

c. Los celos se vuelven enfermizos, las amenazas y manipulaciones se


hacen comunes:
«Se presenta con exceso de celos y búsqueda de control. “¿Dónde estuviste ayer?”. “¿Por qué
no me llamaste por teléfono?”. “¿Con quién hablabas en la calle esta mañana?”. “¿Por qué
no me avisaste que ibas a salir?”. Son algunas de las preguntas que hace una persona que se
siente dueña de otra. El verdadero amor no requiere ese control, no asfixia, no quita la
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libertad. Nadie es dueño de su pareja. Ni siquiera los casados» .
¿De qué te enes que cuidar en una relación?

a. De la idealización, es decir, de ver sólo lo buena y admirable que es la


persona. Éste es un fenómeno común en los adolescentes y, en general,
cuando uno se enamora: pierde de vista la realidad, solamente ve los
aspectos posi vos del otro y pasa por alto defectos que pueden ser muy
graves. La idealización dificulta el verdadero conocimiento de la pareja.
Lleva a un amor “ciego”, muchas veces irracional. Recuerda que «el
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verdadero amor no es ciego; la idealización sí» .

b. De enamorarse del cuerpo, y no de la persona. Esto sucede cuando los


adolescentes se fijan únicamente en los aspectos sicos del otro o de la
otra, donde lo más importante es lo visible a los ojos y no lo interior:
«Está basado en los atributos sicos. Cuando tu pareja cambia de peinado o usa una ropa
desagradable, ¿sientes que la quieres menos?, ¿te entusiasma demasiado lucir ante otros su
belleza?, o, por el contrario, ¿prefieres evitar reuniones sociales en su compañía para
evitarte la vergüenza de ser visto con alguien no muy favorecido? ¿Si tu novio o novia
sufriera un accidente que le produjera una irreparable marca, tu amor se terminaría? ¿De
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qué es exactamente de lo que estás enamorado, de la fruta o de la cáscara?» .

Se agrava cuando la relación empieza a avanzar en caricias o besos subidos


de tono, cuando el placer sico se convierte en parte importante de la
“demostración del amor” que se enen.

8. Enamorarse de la persona equivocada

Es posible enamorarse de una persona equivocada, como en este caso:


«Tengo dieciséis años. Mi vida no está muy bien que digamos… me enamoré de mi profesor.
Él me lleva más de quince años. Es casado y ene un hijo. Ya han pasado algunas cosas entre
nosotros. ¡No sé qué debo hacer!».

Lo más impresionante es que esta chica pregunte “qué debe hacer”, pues
la respuesta para nosotros es obvia: tomar distancia, apartarse de él, cortar
la comunicación. Si te encuentras en una situación semejante, lo primero
que debes preguntarte es qué es lo que anhelas a futuro. Toda joven sueña
con encontrar un hombre que la cuide, que la proteja, con el cual pueda
formar una familia sólida, y espera que esa unión esté basada en un amor
que dure para siempre.
Cuando te enamoras, pierdes la capacidad de ver las cosas con claridad y
obje vidad, es decir, ya todo en él “es bueno” y sus defectos desaparecen
como por arte de magia, o los jus ficas de tal manera que pasan a ser
“detalles sin importancia”, cuando en realidad no lo son. Como me escribía
una amiga,
«muchas veces conocemos a personas con las que tenemos una “química” impresionante,
es decir, una atracción súper fuerte, que con sólo su mirada o un simple roce nos sen mos
totalmente atraídas. Es en esas situaciones cuando inmediatamente ene que intervenir
nuestra razón para hacer un análisis rápido y obje vo de la persona. Para ello debemos
tener muy claro qué es lo que buscamos en una pareja, y ver si esta persona ene esas
cualidades o no, porque si nos dejamos llevar solamente por la atracción, nos ponemos en
alto riesgo de involucrarnos en una relación sin bases sólidas para sostener una relación
madura. Además, conforme vamos creciendo, el frenarnos se hace cada vez más di cil. Por
eso es importante saber que nos van a pasar este po de cosas y estar preparadas para
ello».

Si ya estás sen mental y emocionalmente involucrada con la persona


indebida, te será muy di cil y hasta “imposible” terminar con esa relación.
Aun cuando quieras o intentes, el recordarlo y extrañarlo te hará volver
una y otra vez a él, ya sea sólo con el pensamiento o en persona. Y esto no
les pasa únicamente a las adolescentes, sino también a mujeres mayores:
«Actualmente tengo cuarenta años, casada quince, enamorada y convencida de que mi
hogar es lo mejor. Pero hace un año empecé a salir con un compañero del gimnasio. Nos
vemos todos los días en el gym, pero no nos hablamos para evitar habladurías. Él también es
casado. Ya hemos estado juntos tres veces. La primera fue en abril. Pasaron dos meses y me
buscó. Después vinieron las vacaciones largas y dejamos de vernos, por lo que creo que
ambos nos olvidamos. Pero bastó que nos volviésemos a ver para que la atracción fuese
inevitable. Regresando de las vacaciones nos buscamos y estuvimos juntos hace tres
semanas. Es horrible, todo el día estoy pensando en él, y él igual. Nos buscamos por
WhatsApp y siento que cada vez es más peligroso, porque cada vez hablamos más empo y
ya no sé qué hacer. Quiero dejarlo, ¡pero no puedo! Lo mejor es no probar la fruta
prohibida, porque una vez que la has probado, no vas a poder parar».

En ambos casos son mujeres que se han enamorado de hombres de los


que nunca debieron enamorarse, pues son casados. En el segundo caso,
además, la mujer también es casada, lo cual es más grave aún.
Cuando un hombre casado se permite enamorarse de una mujer que no es
su esposa y propicia que una mujer se enamore de él, obviamente está
siendo infiel a su compromiso. Está engañando a su esposa, a sus
familiares, está decepcionando a sus hijos. Dime: un hombre que es infiel,
que le miente a su esposa, a sus hijos, por más que te jure que te ama y
que tú eres la mujer de su vida, ¿es confiable? ¿Cómo puedes fiarte de un
hombre que quiebra la promesa solemne que hizo ante Dios, ante su
esposa, ante muchos? ¿Cuánto empo tomará para que lo que te promete
a se lo lleve el viento? Un hombre que no se toma en serio el
compromiso que asumió libremente, por amor, lo más seguro es que
tampoco mantenga las promesas que te haga a . Lo mismo puedes
aplicarlo a los sacerdotes. Si un sacerdote o una persona que ha hecho un
compromiso perpetuo con Dios se permite enamorarse de y consiente
que tú te enamores de él, se convierte en alguien en quien no puedes
confiar. No es un hombre de una sola pieza. Si quiebra sus compromisos
solemnes, sin importarle el daño que con ello estará haciendo a tantos por
el escándalo que tarde o temprano causará, no le importará hacerlo otra
vez luego de jurarte que se quedará con go toda la vida.
Ahora bien, antes de enamorarte o si estás enamorada de un hombre
casado, piensa como hija: enes una mamá y un papá. ¿Te gustaría que tu
padre se enrede sen mentalmente con otra mujer y que abandone a tu
madre y su hogar “porque se enamoró de otra”? Quizá ya te ha sucedido,
quizá tu padre ya los abandonó por eso. Si es así, te dolió mucho, ¿verdad?
La infidelidad de uno de los esposos deja heridas muy profundas en los
hijos. ¿Quisieras que sus hijos pasen por eso, siendo tú la causante?
Ahora proyéctate a futuro y ponte en el lugar de su esposa: ¿Te gustaría
que tu esposo se enamore de una jovencita? ¿Cómo te sen rías si la
persona que se comprome ó con go para siempre y con quien has
formado un hogar se enamora de una colegiala y man ene un romance
con ella?
En estos casos es importan simo que apliques esta regla de oro: «No hagas
a otros lo que no quisieras que te hagan a ». Tú no puedes ser la
excepción porque “estás enamorada”. Si es tu caso, acepta que te
enamoraste de la persona equivocada, es decir, que no debiste permi rte
enamorarte de él, así como él no debió permi rse enamorarse de . Si no
es tu caso, en ende que enamorarse no es “algo inevitable”. ¡Tú puedes y
debes evitar enamorarte cuando, a pesar de sen r una natural atracción
hacia un hombre («me gusta», «siento una conexión especial con él», «es
lindo», «es diver do», «es el único que me presta atención», «me enseña
tantas cosas», «lo admiro tanto», etc.), tú decides mantener distancia
justamente porque sabes que es un hombre comprome do, o cuya
relación no te va a hacer ningún bien por más que lo quieras! Cuando
todavía estás a empo, cuando la razón aún te dice que «no», cuando tu
intuición te dice que «no», ¡no alimentes esa atracción inicial con diálogos
o comunicaciones frecuentes, coqueteando, aceptando o haciendo regalos,
y, menos aún, saliendo con él! Lo que debes procurar hacer por tu propio
bien es mantener una sana y prudente distancia de esa persona que tú
sabes que no es para porque ene un compromiso o también defectos
que, aunque sea un chico “lindo”, hará que te enredes en una relación
destruc va que te causará cada vez más daño mientras tú sigas aferrada a
él tratando de convencerte de que “va a cambiar”. Recuerda la triste
situación en la que se encuentra aquella mujer que le está siendo infiel a
su esposo y siente que ya no puede evitarlo:
«Siento que cada vez es más peligroso, porque cada vez hablamos más empo y ya no sé
qué hacer. Quiero dejarlo, ¡pero no puedo! Lo mejor es no probar la fruta prohibida, porque
una vez que la has probado, no vas a poder parar».

Considera, además, que al aceptar una relación con una persona indebida
estás yendo en contra de misma, renunciando al amor verdadero. Quizá
en medio de la ilusión llegues a pensar: «¡Pero si lo nuestro es amor de
verdad!». Sin embargo, la relación con una persona casada, por ejemplo,
no puede ser un amor verdadero desde el mismo momento en que él está
faltando al amor fiel que le había jurado a su esposa. Puede tratarse de un
sen miento muy fuerte, de una emoción, de una intensa atracción sica,
pero eso no es amor. Si te permites enamorarte de un hombre así, tú
misma estás destruyendo no sólo una familia, sino también tu propio
futuro, la posibilidad de conocer a un hombre que te ame de verdad, con
quien puedas construir un matrimonio sólido y consistente.
Si a pesar de lo dicho insistes en aferrarte a él porque no quieres a otro
más que a él, toma conciencia de que ese hombre está siendo un gran
egoísta: piensa ante todo en sí mismo, no le interesa el daño que les está
causando a su esposa y a su familia, daño que dejará heridas muy
profundas, di ciles o imposibles de sanar. Un hombre que oculta, que
miente, que lleva una doble vida “porque se enamoró de otra”, a quien no
le importa lo que sufran las personas que lo aman, ¿crees que le va a
importar si tú sufres por él en el futuro? Piénsalo: hoy “todo es lindo,
perfecto, maravilloso”... ¿y mañana? ¿Cómo se portará con go cuando se
haya pasado toda esa “magia” que sienten —y créeme que pasará—?
Finalmente, si insistes tercamente en aferrarte a esa relación, tú también
estarás siendo muy egoísta al pensar sólo en misma, sin importarte el
dolor que causarás a otros.
Hay momentos o situaciones en la vida en los que una ene que hacer
sacrificios costosos. Uno de esos momentos es cuando te has enamorado
de una persona de la que nunca debiste hacerlo. Entonces debes tener el
valor y el coraje de terminar esa relación, de alejarte de él, de “pasar
página”. Sufrirás por un empo, pero eso es mejor que sufrir por años,
causándote heridas cada vez más profundas. No hay otro camino si quieres
hacer las cosas bien, si quieres encontrar a un hombre que
verdaderamente sea para y tú para él, en una relación en la que puedan
vivir un amor libre de toda men ra, ocultamiento y egoísmo. En ese
proceso es importante que busques el apoyo de una amiga, o de tu madre,
o de una mujer profesional. También es importante que reces mucho, que
te acerques nuevamente a Dios y le pidas perdón y fuerzas a fin de superar
este capítulo doloroso de tu vida y empezar a escribir uno nuevo.
9. «Amigos con derechos»
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Ése es el tulo de un ar culo publicado en una revista juvenil . La autora
no lo firma, probablemente porque le da vergüenza iden ficarse. El
ar culo empieza así:
«Lo conocí hace más de cinco años, nos llevamos bien, conversamos mucho, nos gusta
bailar, ir por unos tragos, tenemos buen sexo y hay tanta confianza como para que no dude
en tomar el teléfono para contarme sus nuevas hazañas. A mí no me dan celos, él es mi
amigo… claro, mi amigo con derechos».
Luego de leer este primer párrafo me pregunto: ¿Puede haber un “amigo”
que tenga derechos sobre una sin al mismo empo tener deberes para con
una? ¿Qué clase de amistad es ésa, que sólo te usa para su sa sfacción
pero no está allí para cuando más lo necesitas, porque no puedes
reclamarle nada, absolutamente nada?

Después afirma la autora:


«Muchas personas saben lo que es tener un amigo con derechos, tener cerca a alguien para
pasar un buen rato, diver rse en una disco el fin de semana, pasar la noche juntos,
despertar, ves rse y despedirse con un “nos vemos”».

Las reglas comunes a este po de “relación” las expone también la


anónima autora:
a. «Tener las cosas claras: saben que pueden pasar un buen rato juntos; pero enen
clarísimo cuál es el límite entre el sexo y las emociones».

b. «Cero compromisos: son conscientes de que pueden hacer muchas de las cosas
que suelen compar r las parejas, pero no están dispuestos a todo el compromiso
que hay detrás de una relación, ni el “ enes que” porque estás con alguien. Nada
de eso».

c. «No hay derecho a reclamos: cual mismo mensaje de producto a precio de oferta,
cuando enes un amigo con derechos no hay lugar a reclamos. Si no te invitó a la
fiesta del fin de semana pasado, no te llamó por teléfono o si empieza a salir con
otra persona, créeme, no puedes reclamar».

d. «100% libertad: como no enes una “relación” (sí, entre comillas para no
olvidarse), cada uno es libre de poder hacer lo que se le plazca sin todas esas
explicaciones de por medio; es más, pueden salir con quien quieran y no habría
mayor problema».

Este po de “amistades” ene “sus reglas”, y todas apuntan en una misma


dirección: cero compromiso; cero responsabilidad; cero preocupación por
el otro; cero amor.

Al leer estas “normas”, me pregunto: ¿Es que puede una mujer poner un
límite o división entre sexo y emociones? ¿Hay algún ser humano que los
pueda separar y dividir? El día en que lo hace sencillamente deja de ser
humano para conver rse en un animal. ¿Y es un autén co hombre el que
no se compromete con ella para nada, el que no se preocupa por ella, el
que no vela por ella, el que ni siquiera está interesado en saber cómo está
o lo que necesita una mujer? Quien así piensa, simplemente ha
desesperado del amor verdadero, ya no busca amar y ser realmente
amada, sólo busca alguien que le llene un vacío.

Quién mejor que una chica que ha vivido eso para hacerte entender lo que
pasa en el corazón de una mujer que se presta a una experiencia así:
«A los diecisiete un hombre que era muchísimo mayor que yo logró conquistarme con su
forma de ser y vivir. Lo admiraba demasiado y comenzamos una relación que después de
varios meses tuvo como resultado entregarle mi virginidad, para sen rme a su altura y
madurez. Desgraciadamente, a la semana descubrí que tenía otra mujer... y allí quedó lo
más bonito de mí. Desde entonces le perdí total importancia a las relaciones sexuales. Tuve
otros dos novios, usé métodos de planificación, pas llas del día después... y sencillamente
come a el error de acostarme con ellos y luego me confesaba. Esta situación la tomé como
deporte, pero cada vez que lo hacía se formaba en mí un vacío grandísimo. Todo empeoró
cuando el año pasado conocí a alguien, uno de esos hombres que van por la vida como
muchos y a quienes sólo les importa su sa sfacción. Él me enamoró con sus cariños y
cuidados, pero cuando me vio en la palma de su mano, por decisión de él, sólo íbamos a ser
los famosos “amigos con derechos”, y perdí todo el valor como mujer, porque por
complacerlo y tenerlo a mi lado caí hasta lo más bajo que puede una mujer caer. Cada día
me hacía más daño con esa relación. Yo sabía que no le importaba a él como mujer y que no
me quería, pero yo tenía la esperanza de que eso cambiaría algún día. Por eso siempre era
erna, detallista, y me preocupaba por él y sus cosas, pero de él nunca recibí una muestra
de cariño» (Una joven de vein ún años).

Lamentablemente hay chicas confundidas que ceden ante esta mentalidad


de una entrega sexual sin compromiso. Quienes ya se han entregado y
rompen el vínculo, vuelven a tener relaciones con sus ex enamorados, esta
vez sin ninguna promesa del “para siempre”. Muchas chicas se prestan a
ello simplemente porque todavía lo quieren, porque lo extrañan, aunque
saben que esa unión ya no ene futuro, o no quieren pasar la página y
albergan secretamente la ilusión de que todo cambiará algún día si
con núan siendo detallistas, si siguen entregándose. Los chicos se
aprovechan porque saben que las enen “en la palma de sus manos”, que
por más que ellas decidan cambiar y comprometerse en adelante con una
vida casta, basta que las vean de nuevo para convencerlas de que
abandonen su “tonta idea” y se vuelvan a entregar a ellos. Literalmente las
enen emocional y sen mentalmente esclavizadas, al punto de que las
manipulan y hacen con ellas lo que quieren.
10. «Me siento sola»

Cuando dejas de salir con un grupo de amistades con el que siempre te


diver as “a morir”, o cuando terminas una relación que te hacía daño, hay
momentos en los que el deseo de volver a salir con ellos o de llamar a esa
persona que has decidido sacar de tu vida se hace muy fuerte,
especialmente en circunstancias en las que experimentas el cansancio, la
tristeza y, sobre todo, la soledad. De lo único que entonces dan ganas es de
renunciar a la lucha con tal de olvidar esos sen mientos:
«Las cosas a veces están bien y a veces todo lo malo vuelve nuevamente. Estos días siento
soledad y culpa, mucha pena por todas las cosas que han sucedido, se me vienen
pensamientos malos y no sé cómo calmarme. Siento que me estoy rindiendo... ¡Me siento
muy sola!».

Muchas mujeres, por no poder soportar ese sen miento de soledad y por
haber generado una fuerte dependencia, terminan llamando y buscando
nuevamente al chico al que habían jurado no llamar nunca más porque
«no me voy a volver a rebajar así». Y es que cuando se sienten solas, se
tornan muy vulnerables. ¡Cuántas renuncian a su dignidad, se olvidan de lo
que se prome eron a sí mismas y “le rompen el teléfono” con mensajes o
llamadas al chico que pocos días antes despreciaban con todo su ser, ¡tan
sólo por no sen rse solas o porque lo extrañan mucho! Una mujer es capaz
de abandonar la lucha y de renunciar a su dignidad con tal de sen rse
acompañada y querida, aunque ese “amor” sea una men ra.

La experiencia de soledad no es fácil de sobrellevar, pero es preciso que


pases por ella con paciencia si quieres ser amada de verdad. Para
encontrar el amor verdadero es necesario tener paciencia. Me imagino lo
que estás pensando en este momento: «¡Eso es lo que menos tengo!».
Pues te cuento que no eres la única. Hace un empo estaba en el
supermercado y me llamó la atención una niña de unos cinco años que le
decía a su mamá jalándola de la mano con fuerza: «Mamaaaaá, yo soy
pacienteee, ¡pero vamooos yaaa para que me compres lo que quieroooo!».
La madre me miró y nos reímos de su hija tan “paciente”.
Vivimos en una sociedad que nos educa a no esperar. Todo lo queremos
“para hoy”, todo ene que diver rnos “ya”, ¡y el aburrimiento se nos hace
insoportable! Sí, nuestra paciencia es puesta a prueba cuando tenemos
que esperar, más aún cuando nos sen mos solos, tristes, aburridos. En
esas situaciones parece agotarse y se hace fuerte la tentación de buscar
“sen rnos bien” a toda costa, volviendo a hacer lo que sabemos que nos
hace daño porque parece que es lo único que puede calmarnos mientras
tanto.

Hace poco me escribía una joven en un momento de debilidad, uno de


esos momentos en los que una quiere echar todo por la borda o “patear el
tablero”:
«Creo que ya no quiero nada. Extraño mucho mi vida de antes. Por seguir a Dios he perdido
mucho, he perdido amigos. Yo sólo quería ser feliz y dejé muchas cosas, y ahora todo es
peor. Extraño ser la chica normal de antes. Quiero ser normal como los demás… Ya no quiero
ser paciente ni nada. Ya no voy a ir a Misa, ni voy a rezar, ni voy a pensar en nada que tenga
que ver con Dios. Total, igual estando con Él lo decepciono. Quiero experimentar un empo
sin Dios, para ver si en verdad me hace falta».

Por ello, lo inteligente cuando una se separa de “amistades” que no lo son


en verdad o termina una relación, es buscar y apoyarse en amistades que
compartan los mismos principios. Si no encontramos esas amistades,
volveremos a las an guas. Si no te apoyas en amigas y amigos de verdad,
tarde o temprano preferirás estar mal acompañada que sola.

A esto se suma que las an guas “amistades” te presionarán, te insis rán


para que vuelvas a tu an gua vida (si es que la has tenido). Te harán sen r
mal y tramarán incluso cómo “recuperarte”. He escuchado muchas
historias al respecto, confabulaciones de “amigos” para “recobrar” a quien
quiere levantarse del fango. Y es que cuando alguien cambia de vida y
encuentra algo mejor, les molesta y cons tuye para ellos un con nuo
reproche a su conducta equivocada. Por eso, ¡busca y cul va amistades
que te sostengan, que te acompañen y alienten, y acude a ellas en los
momentos de tristeza y soledad que puedas experimentar!

Una úl ma recomendación: ¡no des lugar a la tristeza! Trata de mantenerte


ocupada. Eso es muy importante, porque en el momento en que no tengas
nada que hacer, empezarás a pensar en miles de cosas que no debes y que
te pondrán triste. Asimismo procura hacer algo a favor de otras personas.
¡Salir de misma para ayudar es aprender a amar y, por lo tanto, una
manera muy eficaz para dejar de sen rte sola!

11. Viajes de intercambio

Una joven de dieciocho años se fue de intercambio a París. Parece ser el


sueño román co de muchas chicas. Allí, el día antes de regresar, perdió la
virginidad que había prome do guardar hasta el matrimonio. Se la entregó
a un chico “bueno”, de su misma edad, a quien había conocido dos meses
antes y ya estaban de enamorados. Ella vivía en su casa y la mamá los
dejaba dormir juntos.

En países del primer mundo es usual que los enamorados duerman juntos.
Como contaba un muchacho europeo, para
«la mayoría de los chicos de mi edad y de mi país… es completamente normal llevar a tu
pareja a la casa de tus padres (cuando aún vives con ellos) a que pase la noche o el fin de
semana con go. Mis padres me hicieron un cuarto en el sótano para que tuviera total
privacidad y comodidad, para poder invitar a mis amigos y amigas cuando quisiera».

Pareciera que los jóvenes allá se aprovechan de las chicas “inocentes” para
“iniciarlas” en su forma de vivir tan liberal:
«Sí, de verdad, ¡todas regresan como loquitas y lamentablemente me incluyo! De verdad
que es increíble. Hay muchas cosas buenas que aprendes, pero también estamos expuestas
a cosas que no son buenas y a las que, por ser muy jóvenes, nos dejamos arrastrar».

12. Lo que miras

¿Cuántas cosas que no convienen nos consen mos mirar por saber “cómo
es”, “qué se siente”? No es bueno que te dejes llevar por la curiosidad
malsana. Es esencial que aprendas a dominarte. Decir «no» a un impulso
porque no es bueno ver todo lo que se presenta ante tus ojos es muy
importante. Para ello es fundamental este criterio: no mires lo que no
debes, por más curiosidad que te dé.

¿Qué te consientes mirar en la televisión? Como bien sabemos, en las


películas o series no faltan las escenas “subidas de tono”. A veces podemos
cambiar de canal, salir de la situación para evitar ver escenas que nos
pueden perturbar, que se quedarán grabadas en nuestra memoria por
mucho empo.

Quizá alguna vez, movida por la curiosidad, has visto pornogra a. De


repente has escuchado a tus amigos “volverse locos” con ella, y te has
preguntado: «¿por qué les atrae tanto?». Al ver una primera imagen
probablemente tu reacción haya sido de disgusto. O quizá no has visto
pornogra a aún. ¿Sabes? No te pierdes de nada. Es más, tú también
puedes perder la libertad y conver rte en una esclava de ella si la
consientes en tu vida:
«Bueno, es muy di cil decir esto… Cuando no conocía a Dios, tuve sexo con mi novio como
cualquiera del mundo, como por dos años. Dentro de esto hubo muchas cosas; entre ellas,
pornogra a. He escuchado que ésta atrae más al varón… pero yo la siento como mi villano
número 2, porque el número 1 siento que soy yo misma y mi conformismo con el pecado en
momentos como éste. Vivo una desolación que ya dura casi tres años, y siento que en estos
cinco años —desde que decidí cambiar y dejar todo atrás— no he logrado mucho. Ya
después de haber oído, visto y hecho tanto, a veces de la nada aparecen imágenes o relatos
que recuerdo y es fatal. Por empos lo supero, pero vuelve con fuerza en momentos de
soledad. ¡Es tan di cil dejarlo!».

Si no has visto pornogra a, niégate rotundamente a hacerlo, porque lo


único que hará es degradarte como persona. Si descubres que alguna
amiga o amigo lo hace, dile con firmeza que no está bien, que se está
haciendo mucho daño, porque deforma la visión de la mujer y del hombre,
así como también la concepción de una recta sexualidad humana. La
pornogra a es veneno, y tanto para los hombres como para cada vez más
mujeres, literalmente se vuelve una adicción de la que di cilmente podrán
liberarse.

Si tu enamorado ve pornogra a, háblale con firmeza y aliéntalo a que no lo


haga, porque tarde o temprano te mirará como a esas “estrellas porno” y
querrá hacer con go lo que ve en las escenas pornográficas. Y tú no
quieres que la persona que amas te tome como una pros tuta, ¿verdad?
Te lo vuelvo a decir: la pornogra a engancha especialmente al hombre. Y
mientras más vea, más va a querer que tú lo hagas con él, del modo como
allí lo ve. Un chico que mira porno termina pensando que el sexo en el
matrimonio o antes de él debe ser al “es lo porno”, y que ésa es la manera
de “sa sfacerte” a y a sí mismo:
«Yo empecé a ver pornogra a como a los catorce años más o menos… Era muy atrac vo.
Poco a poco fue aumentando el deseo por ver más y más. Veía videos de ese po, después
me me a a páginas de chat eró co y pla caba [conversaba] con chavas [chicas] y les decía
tantas cosas perver das… En verdad me sumergí en un vacío inmenso, tanto que, cuando
veía a una chica, sólo pensaba en hacerle lo que veía en los videos… Yo sé lo que es estar
atrapado por la pornogra a. Por propia experiencia puedo decirles cómo el ver porno te
deforma la mente y la mirada, de modo que llegas a ver a la mujer sólo como un objeto para
tu sa sfacción sexual».

Si tú crees que enes que actuar como esas chicas porno para sa sfacerlo
o para tenerlo contento y que no te deje, en ende que siempre saldrás
perdiendo. Sobre esto opina Tony Litster, un hombre que ha querido
ayudar a crear una solución ante la epidemia de la pornogra a y las
53
terribles secuelas que causa :
«Demasiadas mujeres están tratando de compe r con la pornogra a al nivel de la fantasía,
¡y siempre saldrán perdiendo! “Hollywood” siempre podrá sa sfacer más y mejor que la
vida verdadera. Cuando una mujer comprende lo que el hombre verdaderamente está
buscando, puede salir al encuentro de esa necesidad de un modo que la fantasía jamás
podrá».

Tanto el hombre como la mujer están necesitados de vivir un amor


autén co, puro, en el que el respeto mutuo se resiste firmemente a tratar
al otro como un mero juguete sexual, un objeto de placer.

Otra cosa que debes cuidar es el cómo miras a los hombres. ¿Te fijas
únicamente en su apariencia externa? No ene nada de malo que un chico
te guste y atraiga sicamente, pero es muy importante que no te quedes
en lo sico: mira su interior y conoce sus valores.

Por otro lado, tú sabes que tus miradas pueden decir y dar pie a muchas
cosas. ¡No uses tu mirada para jugar a la seducción!

En este punto podemos incluir no sólo el “qué miras”, sino también el


“cómo buscas ser mirada”. Una chica de quince años me comentó en una
ocasión que en una fiesta sen a una como “necesidad imperiosa” de
atraer la atención de un chico. No era la primera vez que esto le pasaba.
Me preguntó si estaba mal. «¿Y cómo tratabas de llamar su atención?», le
pregunté. La inocencia de su “estrategia” me dio hasta ternura: «Pasaba
delante de él, una y otra vez».

Es natural querer que te miren. Sin embargo, también pienso que la mujer
debe aprender a orientar rectamente ese deseo. De no hacerlo, la vanidad
será la mo vación de todo en su vida. La vanidad hace que lo más
importante sea la apariencia, lo externo, y lleva al olvido o postergación de
lo interior. La mujer vanidosa pone todo su valor en los halagos, en el
«¡qué bonita estás!», «¡qué bien se te ve!». Da demasiado peso al ves do,
al peinado, a la manera como se mueve, como sale en una foto, como
baila, o a «si estoy muy gorda». Todo lo ene me culosamente estudiado,
y se siente morir si no se ve “perfecta”. Lo cierto es quien busca ser mirada
y apreciada tan sólo por la apariencia no valora lo que ene dentro, en su
corazón. ¡Cuántas, justamente porque se creen tan poca cosa, porque se
consideran feas, porque no se valoran a sí mismas, tratan de llamar la
atención de cualquier manera para sen rse un poco valoradas! Y lo más
sencillo es hacerlo mostrando sus atributos sicos y ofreciendo fácilmente
cualquier cosa, porque eso nunca falla. ¿Quién no se va a fijar en las que se
regalan a cambio de un men roso «te quiero», de un beso o de un abrazo
que las haga sen r valiosas por un instante? ¡Son capaces, por ese
momento, de vender hasta su alma!

Orientar debidamente el deseo de ser mirada hace que, sin dejar de lado el
cuidado personal, te esfuerces con no menor empeño por cuidar y
embellecer tu corazón. De ello nos da un hermoso ejemplo la Madre de
Jesús. Ella misma nos cuenta —está en la Escritura— que se llenó de una
alegría incontenible porque Dios «se fijó en la pequeñez de su sierva» (Lc
1,48). ¡Que Dios se haya fijado en Ella es para María causa de una
desbordante alegría! Pero la Virgen sabía bien que Dios, a diferencia de los
hombres, no se queda en lo externo, tantas veces engañoso, sino que su
mirada cala en lo escondido, va a lo profundo de la persona: «La mirada de
Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las
apariencias, pero Dios mira el corazón» (1Sam 16,7). Así, con su propio
tes monio tan femenino, la Madre te enseña y te dice: “Hija mía, recuerda
que lo más importante no es buscar que te vean y admiren por una belleza
externa que pronto se marchitará, sino embellecer cada día más tu corazón
para atraer la mirada de Dios sobre , porque si Él se fija en , también se
fijarán en los hombres que saben mirar el corazón de la mujer, los
hombres que sí valen la pena”. Lograr que Dios se fije en por la belleza de
tu corazón es el camino para que seas rectamente mirada y amada
también por un hombre.

Por si acaso, en ningún momento he querido decir que descuides tu


apariencia sica. Sólo quiero exhortarte a que, así como te preocupas por
embellecerte exteriormente, también lo hagas —y aún más— por
embellecer tu interior, porque a los ojos de Dios tú eres bella y amada más
allá de tu sico.

13. Lo que escuchas

Innumerables mensajes llegan a diario a nuestros oídos. Los escuchamos y


asimilamos de una o de otra manera. Lamentablemente, muy pocos enen
los criterios morales y el sen do crí co necesario para saber discernir
entre lo que es bueno o malo.

¿Qué música escuchas? Conoces el “reggaetón”, ¿verdad? Seguro que sí. Tú


sabes que el contenido de muchas de sus letras es explícitamente sexual.
Se baila de manera sensual, e incluso con movimientos de pareja que
imitan el acto sexual. El “perreo” se ha vuelto algo normal en ciertos
estratos. Pues bien, las canciones con contenido sexual influyen en nuestra
visión del hombre y de la mujer, así como en nuestro comportamiento
sexual. ¿Cómo va a mirar y tratar un chico a una chica, si estas letras le
dicen que la mujer «lo que quiere es sexo»? El pensamiento expresado en
esas canciones es degradante para las mujeres y tremendamente machista.
Según te quieren hacer creer, para no pasar por “aburrida” en las fiestas no
te queda otra que bailar al ritmo del “reggaetón”, poniéndoles el trasero a
los hombres. Sin embargo, este modo de bailar, aunque a muchas les
parezca que “no ene nada de malo”, excita al hombre. Además, va
abriendo el camino al sexo “libre”, al sexo como diversión, porque va
rebajando nuestros estándares morales. Este po de baile y música no
puede ser algo aceptable para . Un joven me dijo en una ocasión:
«Si yo veo a una chica bailando así, inmediatamente pierdo el interés por ella… digo, para
algo serio».

¿Entendiste?

¿Te gusta esa música y la escuchas sin hacer caso a la letra? Pues aunque
no la escuches de manera consciente, sus mensajes van moldeando tu
pensamiento subconscientemente. Si crees que puedes escucharla sin que
te afecte, ¿no será que te has hecho insensible al mal y que por eso no te
choca algo que es degradante para y debería causarte repulsión? ¿A qué
mujer le gusta que la vean y la tomen como un objeto? Si a algunas parece
que les gusta, ¡no seas tú una de ellas! ¡Tú enes una al sima dignidad y
mereces ser tratada con respeto!

A los hombres este po de letras tampoco les hace bien. Un chico de


dieciocho años me contó en una ocasión que escuchar esta música lo
llevaba a tener imaginaciones y fantasías impuras. Finalmente, acababa
masturbándose. La letra de estas canciones enciende la pasión y despierta
el deseo de “querer hacer lo mismo”, o —si de momento no se da la
oportunidad— de buscar al menos experimentar el placer mediante el
autoero smo. Al tomar conciencia del daño que le hacían este po de
canciones, se propuso dejar de escucharlas.

Poco después otro joven de diecinueve años dejó un mensaje en la página


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de La Opción V que decía:
«Gracias a ustedes he dejado de escuchar “reggaetón” (y eso que era muy faná co de
aquella música, la escuchaba desde que tenía doce o trece años) y he dejado de hacer varias
cosas que me llevaban por el mal camino. Escuchar esa música alimentaba mis
pensamientos y fantasías sexuales… En las fiestas o discotecas me llevaba a tocar y besar a
cualquier chica que se prestara fácilmente para ello. Tener relaciones sexuales con alguna de
ellas era sólo cues ón de empo. Solamente veía a la mujer como un objeto y no como una
persona digna de respeto».

El “reggaetón” con contenido sexual no sólo es una música que no


conviene bailar, sino tampoco escuchar si es que quieres cuidar tu pureza.

He aquí otro tes monio de una joven de diecisiete años que hizo la opción
por vivir la cas dad luego de “tocar fondo”. Comentaba ella desde la
perspec va de quien, sin tomar alcohol, ve las cosas como son:
«Ayer fui a una fiesta. ¡Me chocó un montón! Yo llegué como a las once y ya mis amigas
estaban borrachas, y otras bailando muy feo. Me quedé una hora con ellas y luego me fui. A
mí me daba un poco de vergüenza ajena verlas bailar po “perreo”, mientras que a los
chicos que están acostumbrados a tomar hasta emborracharse y usar a las chicas como si
nada, les parecía de lo más normal».

Otro gran campo que ene que ver con lo que escuchas es el de las
conversaciones de doble sen do, obscenas o de contenido sexual. Sobre
esto escribía una joven:
«Mi entorno de amigos en la universidad y en el trabajo siempre hace bromas de doble
sen do. Yo, por entrar en el juego, empecé a entender esas bromas. Ahora sé que no me
ayudan a guardar mi pureza, y ya no quiero eso. Por más que esté en ese ambiente quiero
ser capaz de no contaminarme con eso. Lo que ahora en verdad necesito es purificarme».

Las bromas de doble sen do, las conversaciones insinuantes o de


curiosidad sobre temas sexuales, entre hombres y mujeres, hacen que
vuele la imaginación, alimentan una visión deformada de la persona,
manifiestan una enorme pobreza de espíritu y falta de respeto hacia el ser
humano, fomentan la incapacidad de ver más allá de lo sexual. Hablar de
sexo o de cosas sexuales se convierte en una especie de obsesión, y toda
obsesión lleva a querer no solamente hablar de esas cosas, sino también a
querer hacerlas, incluso entre “amigos”.

Hoy también se ha vuelto común que los diálogos y conversaciones sean


de lo más superficiales y vulgares. Muchas jóvenes han adoptado el
lenguaje grosero que antes usaban sólo los hombres. En vez de exigirles
respeto en el hablar, se han rebajado ellas mismas empleando el mismo
lenguaje. En cuanto a los chistes, muchas veces son ofensivos para la
mujer. Igual te ríes, por miedo a que te lden de “aburrida” o se burlen de
.

En esas situaciones debes hacer entender a tus amigos y amigas que a


ese lenguaje o esos chistes verdaderamente te incomodan porque le faltan
el respeto y degradan a la mujer. ¡Sé valiente! ¡No tengas miedo de hablar
en defensa de tu dignidad y de la de tus amigas! ¡No muestres duda ni
temor en decir las cosas claras! Como lo ha hecho aquella joven, niégate a
par cipar en los diálogos morbosos entre amigos o amigas del colegio, de
la universidad, de tu centro de trabajo o en las reuniones sociales. No te
rías ni festejes las bromas de doble sen do u obscenas. En cambio, ¡haz
sen r tu malestar por toda falta de respeto! En esas situaciones, ten la
personalidad para transmi r un claro mensaje: «¡A mí me respetas!».
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Y tú, ¡cuida tu lengua! ¡Usa la palabra para edificar ! Que de tu boca no
salgan groserías, malas palabras, insultos, maldiciones, bromas de doble
sen do o cosas semejantes. Al igual que la ropa, la forma como te expresas
verbalmente transmite una imagen de . Si tu manera de hablar es vulgar,
te tratarán como a una mujer vulgar. Claro que debes tener mucho cuidado
no sólo con el modo como te expresas con tus palabras, sino también por
la forma como caminas, bailas, etc.

Sobre los diálogos entre amigas, nunca falta alguna a la que le gusta
alardear sobre sus experiencias sexuales, contándoles a las demás sus
úl mas aventuras. Esto provoca la curiosidad en quien escucha, causa
confusión, despierta la fantasía e imaginación, incita el deseo de hacer lo
mismo, como relataba aquella joven de quince años que hemos citado
anteriormente:
«Mis amigas… enen ideas algo dis ntas. Bueno, unas ya lo hicieron y nos dicen que les
gustó, otras lo quieren hacer y a mí me entra esa curiosidad. ¡A veces creo que puede ser
bueno y me digo a mí misma que no! No sé, a veces pienso que me sen ría bien… A veces
me pongo a pensar, “no es tan complicado”, “sólo es sa sfacción”, y no digo que lo haría a
esta edad, porque en verdad no lo haría, pero lo pienso más en el futuro».

No consientas la curiosidad malsana, no par cipes tampoco en esos


diálogos, no prestes oídos a ese po de conversaciones de amigas que
quieren contarles “sus úl mas experiencias” a las demás.

En cuanto a lo que uno escucha, están también las clases de educación


sexual que se imparten en los colegios, orientadas a decirles que todo esto
es “normal”, parte de un proceso de crecimiento y maduración, y que lo
único que deben hacer es “protegerse” y “cuidarse”. Como me compar a
una joven de dieciséis años:
«He recibido charlas sobre “educación sexual” desde los doce años en mi colegio. En esas
charlas sólo nos mostraban un camino, sin ninguna opción. Nos decían —y siguen diciendo
— que era normal tener relaciones sexuales, siempre y cuando usásemos protección. Es así
como desde que entramos en la adolescencia nos llenan la cabeza de ideas erróneas
mostrándonos una sola vía, invitándonos a una iniciación sexual temprana. En esas charlas
nunca se nos habló de esperar. Como consecuencia, varias chicas que conozco ya enen
relaciones sexuales con sus enamorados o amigos desde los trece o catorce años».

Acá lo único que puedo decirte es que consideres siempre y que enseñes a
quienes ya han escuchado esas charlas que hay otra opción, la opción por
vivir la cas dad, por esperar, y que ésa es la mejor manera de cuidarse
tanto sica, como psicológica y espiritualmente.

En cuanto a los halagos, ¿a quién no le gustan? Todos nos sen mos bien
cuando nos halagan. Hay que aceptarlos con gra tud y sencillez, pero
debes tener cuidado también de no ilusionarte con un chico porque te dice
cosas bonitas. Los hombres saben que para seducir a una mujer la manera
es decirle cosas lindas, las cosas que ella quiere escuchar para sen rse
única, especial, valiosa, amada. Y aunque no digo que sea así siempre,
hablándote de esa manera podrían estar tratando de manipularte para
obtener algo de .

14. Lo que lees

Hace poco me contaba una amiga que había comprado un par de


rompecabezas para su hermano en una conocida librería limeña, ubicada
en un gran centro comercial. Al llegar a casa se dio con la sorpresa de que
le habían incluido, sin que se dé cuenta, un folleto promocional de un libro
eró co. El folleto, de 33 páginas, tenía en la carátula la silueta de una
mujer joven. En su cabeza se leía: «Mis fantasías, yo decido». En un rótulo
rojo, en el lado superior izquierdo, decía: «Sólo para las atrevidas». Al lado
izquierdo, a la altura de su cintura, estaba escrito: «Elige tu propia
aventura… hot!», y al lado derecho, dentro de una estrella roja: «La
protagonista eres tú». Finalmente, en la parte izquierda inferior, un logo:
«Sombras hot». Imposible no asociarlo con Cincuenta sombras de Grey,
una trilogía de alto contenido eró co y sadomasoquista.

Al abrirlo lo primero que encuentras son tres recuadros con diferentes


tamaños de calzón, y un cuarto con la silueta de una mujer sin calzón. El
folleto promociona un libro “interac vo”. Se trata de la historia de una
chica que queda con una amiga para ir juntas a un bar, y busca que tú te
iden fiques con esa chica. Dependiendo de cuál calzón “decidas ponerte”,
te envía a determinada página, en la que se va desarrollando “tu historia”
en relación con diversos hombres en el bar. Como sólo es un an cipo de la
novela, te pica la curiosidad: quieres leer más, conocer toda la historia. Es
una evidente estrategia comercial. En términos publicitarios esto se llama
sampling, es decir, se te ofrece gratuitamente una pequeña muestra del
producto para que, al probarlo, te enganches y luego lo compres.

Al final del folleto se lee: «Una novela inusual, eró ca, sensual y
apasionada. Despertarás tus ins ntos a medida que vayas seleccionando lo
que quieres que suceda. Muy cargado de intensas sensaciones como:
deseo, excitación, lujuria, curiosidad, desconcierto y fascinación. Pero
sobre todo, éste es un relato interac vo que despertará tus más bajas
pasiones. Atrévete a explorar en la humedad de tus deseos más ín mos.
Encuéntralo en librerías y supermercados».

Como verás, todo está dirigido a seducirte, a engancharte, a despertar «tus


más bajas pasiones», a avivar tu curiosidad… para que compres. En otras
palabras, son técnicas de manipulación para lograr su obje vo: vender
más. No les interesa tu bien, sino tu dinero. Lo mismo sucede con revistas
po Cosmopolitan. Siempre están proponiendo algo “para atrevidas”, ps
para quienes quieren experimentar nuevos placeres, “romper la ru na”…
¿Qué pasa si caes en la trampa, si te dejes llevar por la curiosidad, por el
deseo de “leer más” para fantasear? Te lo explica una psicóloga entendida
en estos temas:
«La literatura nos permite vincularnos a las historias de las personas y enriquecernos a
través de sus dis ntas manifestaciones. En la mujer es especial la manera como estas
historias nos hacen involucrarnos con el mundo interior de sus personajes, a través de las
situaciones y hechos que ellos viven. Es usual que las novelas con una trama personal sean
de mayor atracción para las mujeres, en par cular cuando éstas implican una historia de
amor. Comprendiendo esta disposición femenina, debes estar alerta frente a lo que lees y a
lo que te expones. ¡Sé muy astuta!, pues existen cada vez más autores y editoriales que
están buscando u lizar estas caracterís cas femeninas para que te enganches con historias
que distan mucho de una relación sana que te permi rá encontrar el verdadero amor. Estas
lecturas te engancharán con situaciones con un alto nivel de sensualidad y ero smo que
detonarán en imágenes que quedarán grabadas profundamente en tu mente al estar
asociadas a emociones y sensaciones fuertes, y luego volverán una y otra vez a tu memoria y
te llevarán a relacionarte con los hombres desde estas fantasías, buscando hacerlas luego
56
realidad» .

De ese modo este po de lecturas se convierten en una especie de


“manual” para relacionarte con los hombres. En otras palabras, al leer
literatura eró ca estás formando un patrón mediante el cual ero zarás y
sexualizarás tu necesidad de amor, creyendo que en la realización de tus
fantasías sexuales encontrarás la respuesta a tu deseo de ser amada y
aceptada.

Al “entretenerte” y “entrenarte” con este po de literatura, te haces daño,


porque una vez que pruebas esas “sensaciones”, es muy di cil dejar de
buscarlas, tendiendo a procurarte sensaciones cada vez más intensas, lo
que ene una directa repercusión en el desarrollo de tu cerebro. Dejemos
que te hable nuevamente nuestra amiga psicóloga:
«¿Sabes? En tu adolescencia —y hasta cerca de los 25 años— tu cerebro se está terminando
de formar. En ese empo se establecen conexiones entre tu sistema límbico (área encargada
de las emociones) y tu corteza cerebral (área encargada de dar razón de lo que sientes). A tu
edad —si eres adolescente o joven— es muy importante esta relación, porque se establece
el “cableado cerebral” que te permi rá entender y comprender tus emociones, así como las
emociones de los otros. Al exponerte a las sensaciones fuertes producidas por estas
lecturas, haces que tu cerebro trate de darles sen do, pero al no ser humanizantes, no las
puedes entender y te embotas, bloqueando poco a poco este circuito neuronal. Desarrollar
este circuito neuronal es fundamental para nosotras, pues es la base para desarrollar un don
que es propio de nosotras las mujeres: nuestra empa a. Al consumir este po de literatura,
sin darte cuenta estás sacrificando poco a poco la puerta de entrada a tu mundo interior y al
mundo interior de los otros».

Lamentablemente es cada vez más la literatura eró ca dirigida a mujeres


que aparece no sólo en las librerías, sino también en los supermercados, es
decir, al alcance de cualquier joven o niña, sin ningún po de restricción.
Una encuesta realizada en Italia arrojó como resultado que los libros
electrónicos más vendidos eran los eró cos, comprados por mujeres. Sí,
hay quienes han descubierto que este po de literatura “atrevida” es una
mina de oro, porque seduce y atrapa especialmente a las mujeres,
haciéndolas poco a poco consumidoras compulsivas. Esta literatura, si se le
puede llamar así, se está convir endo en algo análogo al gravísimo
problema que significa la pornogra a para los hombres: les produce una
deformación y una adicción que las aparta cada vez más del amor
autén camente humano.

Si tú quieres encontrar el amor puro y verdadero, lo peor que puedes


hacer es consumir ese po de literatura y alimentar tus pensamientos y
fantasías con ella. Si quieres aprender a amar y ser amada de verdad,
¡niégate a leerla!

Ahora bien, si ya has leído o visto cosas de contenido eró co o sexual, o si


incluso has realizado acciones de esa naturaleza, es probable que, aunque
no lo quieras ni lo busques, de pronto aparezcan nuevamente en tu mente,
pues han quedado profundamente grabadas en tu memoria. En esos
momentos es importante que con tranquilidad las rechaces y te digas a
misma: «No quiero pensar en esto, no quiero darle cabida a este
pensamiento o recuerdo». No te consientas fantasear con tus recuerdos o
imaginar situaciones de esa naturaleza. Lo mejor, para purificar tu memoria
y pensamientos, es distraerte con otra cosa. Recuerda que de eso se trata
la lucha por vivir la cas dad: la tentación muchas veces aparecerá de la
nada, sin que la busques, a través de algo que viste, oíste, de un recuerdo,
de algo que alguien dijo. En ese momento tú puedes decir «no», controlar
tus pensamientos, tu imaginación o fantasía, rechazar lo que no te
conviene, pensar en otra cosa. Si logras eso, ¡habrás ganado una batalla! Y
cada vez que ganes una batalla, te harás más fuerte, más pura también en
tus pensamientos, imaginación y fantasía.

15. La masturbación

Se te ha dicho probablemente que la masturbación es parte natural y


normal del desarrollo sico, una “autoexploración” de tu propio cuerpo
para conocer cómo se comporta. Al hombre se le llega incluso a decir que,
si no se masturba, se va a enfermar.

En una ocasión me escribió una psicóloga sinceramente preocupada por lo


que yo pudiera explicarles a los jóvenes sobre este tema:
«Consideramos que la masturbación es incluso parte del desarrollo sexual de un
adolescente, por lo que no quisiéramos que este tema se tratara en la charla. No
quisiéramos generar ningún po de culpa hacia personas que ya mantengan estas prác cas
o relaciones sexuales, sino simplemente mostrarles que existe una opción».

Le respondí lo que quiero que también tú analices ahora:


«Aunque muchos psicólogos lo consideren como parte normal del desarrollo sexual de los
jóvenes, hoy se ha caído en un exceso: a los jóvenes se les alienta al autoero smo en las
clases de educación sexual desde que empieza la pubertad, y luego se les convierte en un
vicio si no en una obsesión. Por otro lado, en éndeme que los hombres suelen masturbarse
viendo pornogra a o pensando en las mujeres, cosificándolas en sus pensamientos, en sus
fantasías. Así deforman su mirada y aproximación a las mujeres. Espero comprendas que no
puedo dejar de tocar ese punto como tampoco puedo dejar de hablar de las relaciones
sexuales prematrimoniales. Te repito que mi discurso no es moralista, y mi intención no es
crearle a nadie un complejo de culpa, sino hablarles con razones y argumentos, para que
cada cual tome una opción que sea verdaderamente libre, pues si los profesionales de la
salud y los psicólogos les dicen que “el autoero smo es normal y es parte del desarrollo
sexual de los jóvenes” y no les dan otro punto de vista, no son libres para elegir no hacerlo,
sino que los alientan y es mulan a hacerlo sin límite ni restricción».

Quiero añadir que una vez que un joven varón aprende a masturbarse,
nunca va a ser algo “ocasional”, siempre va a querer más, y más, perdiendo
con el empo el control y dominio de sí mismo, volviéndose muchas veces
algo no sólo obsesivo sino también compulsivo.

Sobre el tema de la masturbación femenina dejaré que te hable, desde su


propia experiencia, Dawn Eden. Ella ha publicado un libro excelente
tulado La aventura de la cas dad:
«En esta época del SIDA y otras enfermedades transmi das sexualmente de manera
desenfrenada, muchas organizaciones que reciben fondos gubernamentales promueven la
masturbación como forma de tener “sexo seguro”. Los centros de planificación familiar están
a la vanguardia en este esfuerzo, diciéndole a la juventud en su si o web, Teenwire, que la
masturbación es un “ensayo” para las relaciones sexuales. No sólo libera la tensión sexual,
dicen los centros de planificación familiar, sino que también permite aprender lo que a uno
lo excita y por lo tanto puede prepararse mejor para el acto sexual…
Cuando [la masturbación] se convierte en el modelo que el coito ene que emular, el
resultado es un concepto del sexo centrado en el orgasmo, en el que el cuerpo de uno y el
de la pareja se vuelven meros accesorios de las sensaciones genitales… El sexo, el cual
debería unir a un esposo y su esposa en el amor más intenso que se pueda obtener, queda
reducido a una carrera desenfrenada por alcanzar la meta de la mera sa sfacción.
Así que, por medio de la masturbación, me estaba enseñando a ser una compañera sexual
egoísta y superficial. ¿Y para qué? Unos segundos de orgasmo, después del cual me sen ría
57
más sola que antes» .
Conversaba también al respecto con una estudiante de psicología, católica
prac cante, quien sostenía que la masturbación sólo hace daño a nivel
espiritual, pero que ni sica ni psicológicamente afectaba a la persona.
Pienso que no podemos desligar la dimensión espiritual del ser humano de
su dimensión psicológica e incluso sica. Lo que daña el espíritu, daña de
una u otra forma la mente y también el cuerpo.

La experiencia de Dawn nos permite comprender que el ejercicio de la


masturbación o autoero smo produce una deformación en la
aproximación de la persona hacia sí misma y hacia los demás. De ese modo
se entrena a ver al otro como un objeto para producirse a sí mismo un
placer sexual. Este acto alimenta nuestro egoísmo porque nos centra en
nosotros mismos y de esa manera nos incapacita para que, llegado el
momento apropiado, podamos hacer del sexo un acto de verdadera
entrega y amor. Para quien consiente la masturbación, la relación sexual
termina convir éndose en un “masturbarse con otro”, en un egoísmo
“compar do” de a dos. La masturbación no te aporta nada bueno. Al
contrario, te afecta psicológicamente, haciéndote cada vez más incapaz de
un comportamiento verdaderamente humano, reduciendo la sexualidad a
la mera búsqueda del “máximo placer sico”.

16. ¿Cómo te vistes?

Sé que éste es un tema muy sensible para ustedes. Ya me han dicho de


todo por osar sugerirles cómo se deben ves r. El discurso siempre es el
mismo: «¿Quién se cree usted para decirnos cómo ves rnos? Nosotras
podemos ves rnos como nos venga en gana, y los hombres enen que
respetarnos sin importar cómo nos vistamos». Que quede claro desde el
principio que yo no te voy a indicar cómo te debes ves r. Sí, enes todo el
derecho de ves rte como tú quieras, pero a mí me toca explicarte que —
justo o no— los hombres te mirarán y tratarán según lo que te pongas. Con
tu manera de ves r estás dándoles un mensaje.

Para que en endas cuál es mi punto, quiero plantearte una sencilla


comparación. Si tuvieses muchas joyas y collares de oro, ¿se te ocurriría
ponértelos todos y salir a caminar con ellos por la calle para mostrárselos a
todo el mundo? A las chicas a las que les hago esa pregunta me responden
de inmediato: «No, porque me asaltan». Lo mismo sucede con tu cuerpo:
es una joya preciosa, y como tal despierta ambición en aquellos que lo ven,
un deseo de poseerlo. Ponerte ropa sensual, seductora, usar minifaldas
exageradas, escotes profundos, es como salir a la calle mostrando a todos
esa joya preciosa. Sencillamente, los hombres ambiciosos “te van a
asaltar”, van a querer poseerte con la mirada, con el pensamiento y a veces
con la acción. ¿Me en endes? Nuevamente, no te diré cómo debes
ves rte, ésa es tu decisión y opción, pero sé consciente de que con tu
modo de ves r puedes provocar mucho en los hombres.

Ahora quiero que comprendas un dato muy importante: los hombres


hemos sido diseñados de tal manera que nos produce placer el solo mirar a
la mujer. ¿Por qué crees que, especialmente cuando ven pasar a una chica
ves da de manera sensual, inmediatamente voltean a mirarla? Esto ene
una explicación desde la fisiología. Con el inicio de la pubertad, la
testosterona empieza a circular en mayores can dades en el varón, y esta
influencia hormonal genera cambios químicos y anatómicos en el cerebro;
las áreas responsables de la agresión y el sexo se hacen más grandes (2.5
veces más) en el cerebro masculino que en el femenino. Por eso el hombre
no sólo piensa más en el sexo, sino que también es más sensible que la
mujer a los es mulos visuales. Como resultado, empieza a experimentar un
interés inusual por las chicas. Es algo natural.

Pero, ¿qué pasa en el cerebro y en el cuerpo del hombre cuando ve una


imagen de una mujer seductora, ya sea en una foto, en la televisión, en el
cine o en la realidad? Estudios revelan que cuando el hombre mira a una
chica atrac va, su cerebro reacciona inmediatamente —en un tercio de
segundo—. En ese instante el centro del placer es es mulado liberando
dopamina, lo que genera que se sienta bien; al mismo empo el
hipotálamo hace que se dé una excitación fisiológica y se produzca el
sen miento de placer. Con pequeñas can dades de dopamina el hombre
ya siente placer, pero si los es mulos y las descargas son abundantes y
con nuos, se producirá un efecto mayor. Este mismo efecto es el que
experimentan las personas que usan drogas como cocaína, anfetaminas,
marihuana y heroína. Por este mo vo la pornogra a es catalogada como
58
una “droga visual” .
En resumen, los hombres somos “visuales”. El solo mirar a las mujeres nos
produce un placer inmediato, y mientras más muestre la mujer, más se
fijará el hombre “en eso” y mayor será el placer que experimente. El
hombre ha sido diseñado así, para que las mujeres le llamen la atención y
lo atraigan. Si las personas del sexo opuesto no atrajeran nuestra atención
y el sexo no fuese tan apelante, seguiríamos como en la escuela corriendo
detrás de una pelota sin hacer caso a las niñas, o sólo estaríamos
interesados en ir a la aventura. El problema no es que el hombre sea así,
sino la sobreexposición a la que es some do hoy: cartel tras cartel, foto
tras foto, película tras película, por todos lados es bombardeado con
imágenes de chicas sensuales o seductoras, que poco o nada dejan a la
imaginación, sobre todo cuando se trata de la invasión pornográfica que
encontramos en Internet.

Todo esto te lo digo para que en endas que tú no puedes esperar que los
hombres te miren con respeto vistas como te vistas. No pretendo
jus ficarlos. Simplemente es una realidad que debes considerar muy
seriamente a la hora de ves rte, más aún en una sociedad en la que se está
entrenando a los hombres a mirar a las mujeres tan sólo como objetos de
placer.

Alguien me explicaba —no creo que haya que generalizar— que «las
mujeres se esfuerzan en ves rse a la moda más por lo que dirán sus amigas
que por los hombres». Mientras ellas te comentan «qué linda estás», «qué
preciosa se te ve con ese ves do», «qué lindos tus zapatos, ¿dónde los
compraste?», etc., a los hombres les atrae más lo que insinúas con tu ropa
apretada, lo que muestras con tus escotes, con prendas que enseñan el
ombligo o las ritas del brasier, con la minifalda que en cualquier momento
deja ver tu ropa interior. ¡Los chicos se vuelven locos por eso! ¡Les dispara
la imaginación y la fantasía! ¡Los excita!

Hay chicas que argumentan: «¿Qué ene de malo ponerse lo que está de
moda?». La moda reinante considera el pudor como algo an cuado. Es
más, en la moda actual se juega con la insinuación, se procura “llegar al
límite”, se busca mostrar lo suficiente como para atraer la mirada de los
hombres y despertar excitación en ellos, pero dejándolos siempre con el
deseo de querer ver “un poco más”, o de querer ver todo y entrar en el
juego de la seducción para lograr “poseer esa joya”. Hacer de la moda el
criterio de lo que debes o no ponerte da pie a que no veas o te resistas a
ver lo que es tan obvio: las convierte en objetos de deseo, hace di cil al
hombre ver tu corazón.

Me contaba una joven que una profesora les aconsejaba en clase a un


grupo de chicas de dieciséis años: «Ustedes deben buscar ser deseadas».
Evidentemente se refería a ser deseadas sexualmente. Por tu forma de
ves r puedes lograr ciertamente que un hombre voltee su mirada y te
desee sexualmente. Si te vistes de una manera sensual, provoca va, sexy,
recuerda que probablemente lo único que logres es despertar su
sensualidad, avivar sus fantasías y alimentar sus pensamientos sexuales. De
ese modo contribuyes a que los hombres piensen “sólo en eso”.

Muchas se jus fican diciendo que se visten así sin mala intención, pero tu
intención inocente no impide que el chico te mire con “otras intenciones”,
que su mirada se quede en los atributos que muestras. Cuando elijas la
ropa que te pones, ten en cuenta lo que vas a despertar en los hombres
que te verán, y no te dejes presionar por tus amigas que te puedan calificar
de “aburrida” o poco femenina si no te pones “lo que está de moda”. Si no
enes en cuenta el pudor como un criterio para ves rte y te pones ropas
inapropiadas “porque están de moda”, no te haces ningún favor a misma:
lo primero y acaso único que atraerás es a chicos a los que les interesa
“sólo eso”.

Mira lo que escribe una joven de dieciocho años que a su manera ha


comprendido lo que te trato de explicar:
«Yo creía antes que la que no se arreglaba (exuberantemente) era una “aburrida”. Eso es lo
que mis amigas me decían: “Oye, ¿qué te ocurre? ¡Ponte otra cosa! ¡Pareces cualquier cosa
menos una chica!
A los catorce años estuve con mi primer enamorado. Él tenía dieciocho. Una vez me pidió
que lo acompañara a una reunión de su universidad. ¡No tenía qué ponerme! Tenía catorce y
estaba en tercero. ¿Qué me ponía? Fue la primera vez que usé pantalón de ves r apretado
con una blusa crema de gasa floja y tacos. Todo era perfecto, sólo que me hacía ver un poco
mayor. Sumado el maquillaje, me veía rara. Los demás decían que estaba “preciosa”. Cuando
mi enamorado me vio, no dijo nada. Pasamos la noche y todos se sorprendían cuando se
enteraban de mi edad. Cuando terminó la reunión, mi enamorado sólo me dijo: “La próxima
vez no te maquilles tanto. Te quita la inocencia”.
Después de dos años y medio ya no estaba con él… Comenzó mi época de polos cortos,
escotes, jeans apretados, ves dos mega chiquitos. Creía que así iba a llamar la atención de
alguien y también la de mi ex. Y aunque mi papá me gritaba siempre: “¡Bájate eso!”,
“¡Despíntate un poco!”, “¡Hijita, eres una niña!”, siempre tenía respuesta para sus reclamos.
Mi palabra era la úl ma y punto. Yo tenía la razón y no perdía. Pero estaba en el error, y me
di cuenta de que esas chicas eran vistas por los chicos como las más fáciles, como las del
“vacilón”. Nadie busca algo serio con ellas.
Mi mamá me habló bonito y me dio a entender que si yo no cuidaba de mí, nadie más lo
haría mejor. Tomé conciencia y aprendí a ves rme dignamente. Sé que mis amigos y amigas
piensan que soy rara o ridícula, pero mientras yo me sienta bien y cómoda con lo que llevo
puesto, todo estará perfecto. Prefiero mil veces eso que ser vista y tomada como una
“regalada” o un “vacilón”».

Recuerda: atraerás a un chico por “lo que muestras”, por “lo que pones en
vitrina”, por “lo que ofreces”. A la hora de elegir la ropa que vas a comprar
o usar, no puedes decir: «Yo me visto como quiero» y esperar luego que te
traten como una princesa. Una mujer que se ha dedicado a diseñar ropa
elegante y moderna para jóvenes opina lo siguiente:
«Todas queremos el reconocimiento social y algunas veces las mujeres se visten para
encajar, pero no se dan cuenta de que eso genera menos respeto. Si una no se respeta a sí
misma, entonces no se puede esperar respeto de los otros».

¿Ya me entendiste? Tu belleza sica es una riqueza, un don de Dios, y es


demasiado valiosa como para que andes enseñándosela a todo el mundo,
ya sean desconocidos o amigos, porque si muestras demasiado, si te vistes
sexy, te van a mirar con deseo. ¡Hay joyas preciosas que por prudencia
debes esconder de la mirada de los curiosos! ¡Hay partes de tu cuerpo que
deben permanecer veladas a los hombres!

Ahora quiero que leas lo que un amigo me compar ó, para que en endas
qué es lo que pasa por la cabeza de un hombre cuando tú no cuidas tu
forma de ves r:
«El otro día un amigo de mi amigo comentaba en estos términos: “Las mujeres no es que
estén más ricas; enseñan mucho más, y yo no me aguanto. ¡Qué me importa! Yo miro no
más. Algunas se dan cuenta y se tapan, ¿pero qué me importa? ¡Están bien ricas! Yo las miro
con cara de picardía como diciéndoles: ¿Para qué te pones esa ropita, mamita, si no quieres
que te mire?”. Este comentario resume lo que las mujeres van despertando cada vez más en
los hombres. Y lo más triste es que quien lo decía, era un hombre casado».
Finalmente, ¡cuida cómo te vistes especialmente cuando te vas a encontrar
con tu enamorado o novio! Con cuánta pena me comentaba un chico que
trataba de vivir la pureza que su enamorada, que se ves a de manera
decorosa cuando se reunía con sus amigas, lo hacía de forma sensual y
provoca va cuando iba a verlo a él, y terminaban teniendo relaciones
sexuales.

Seis criterios para vivir la modes a y guardar el pudor

No dejes de tener en cuenta estos criterios que te ayudarán mucho a


cuidar tu cas dad y pureza:

a. ¡Tú no eres un maniquí! El maniquí no ene personalidad, no


ene vida. Se viste con la ropa que otros le imponen. ¡Cuántas
veces son las “amigas” las que terminan vis endo a otra para ir
a una fiesta! «Ponte esta falda corta, porque como enes las
piernas gruesas, mientras más corta la falda, mejor, más largas
parecen tus piernas…», etc., etc. ¡Vístete como te sientas más
cómoda y segura de misma!

b. Sé autén ca, descubre quién eres de verdad y vive de acuerdo a


tu iden dad más profunda. No busques aparentar quien no eres
sólo por agradar a tus “amigos”, a tu familia o a tu pareja
(enamorado, novio o esposo).

c. Vístete para destacarte y no para rebajarte. ¡Escoge bien tus


ves dos, guiándote por la modes a y el pudor! Si son
demasiado cortos, o demasiado transparentes, o muestran
mucho... es mejor que busques otra opción. Tu valor no se mide
por cuántas miradas u hombres atraigas según la can dad de
piel que expones.

d. ¡El calor no es pretexto para quitarse la mayor can dad de tela


posible! Hay ves dos frescos para el verano. No porque hace
calor enes que mostrar todo. Con respecto a la playa y el traje
de baño, ves r con modes a no quiere decir que te tengas que
cubrir de los pies a la cabeza —estás en la playa y necesitas
ves menta adecuada para ello—, pero que tu ropa de baño sea
decorosa.

e. Si no encajas, quizá es empo de buscar un nuevo círculo de


amigos y amigas que te valoren por lo que hay en tu corazón.
No trates de ser aceptada en un grupo de gente “movida” para
no ser calificada de “aburrida”.

f. Nunca rebajes tus estándares por complacer a tu enamorado o


novio. ¡Manténlos elevados contra viento y marea! El amor no
puede ser jamás excusa para renunciar a la modes a y al pudor,
para mostrar lo que no debes cuando no es el momento.

17. Las fotos y videos que compartes en tus redes sociales

Las redes sociales son el lugar perfecto para mostrar imágenes tuyas
posando o modelando a fin de que te vea todo el mundo. ¿Por qué? ¿Para
arrancar más “likes” o halagos de los hombres? «Woooow», «¡qué sexy!»,
«¡qué tal cuerpazo!», etc., son los picos comentarios que uno encuentra
en semejantes imágenes. «¡Graciaaaas!», es la pica respuesta de la chica
que recibe tantos halagos por lo que muestra.

¿Has compar do fotos o videos tuyos en bikini o prendas pequeñas y


apretadas? ¿No te das cuenta de lo que miran los hombres? ¡No están
mirando tu corazón! Están mirando tu cuerpo, tus formas, tus atributos.

Conviene que leas este tes monio que me hizo llegar un chico:
«Ayer miré una foto de una amiga mía, ves da de forma muy provoca va… Por un instante
dejé de mirarla como amiga, pasó a ser un objeto deseado, despertó mi imaginación, mi
fantasía, me deleité en su sensualidad, para experimentar un placer interior… ¡Qué pena me
da! ¡Por mí, y por ella!».

Sin duda, mostrar tu cuerpo públicamente es una manera muy fácil de


atraer las miradas y piropos de los chicos, pero también es el camino más
seguro para que te busquen “sólo por eso”. ¿Cómo quieres que te vean tus
amigos? Tú enes una responsabilidad sobre ellos: cuidarlos, para que su
mirada no se deforme, y para que a no te vean y te traten luego como un
objeto sexual.
18. Tus conversaciones por chat

Siempre hay excepciones, pero por lo general a las mujeres no les atraen
las imágenes pornográficas tanto como a los hombres. Sin embargo, a lo
que sí son proclives a volverse “adictas” es a las conversaciones o chats
afec vos y sen mentales.

Una mujer casada se involucra con el mejor amigo de su esposo porque


éste se siente solo. Ella se cree en la “obligación” de acompañarlo en su
soledad, de “estar allí” para él. Las conversaciones se hacen cada vez más
frecuentes, más afec vas. Ella ya piensa más en él que en su esposo. No ve
la hora de volver a conectarse para hablar con el “amigo”. Se siente
responsable por él. ¿Cómo no sen rse así, si él le ha abierto su corazón, si
se ha apoyado en ella en momentos di ciles? Como por ahora vive lejos,
sólo se comunican por video. Pero él ha avanzado un poco más: le ha
pedido que le muestre su torso, que se desnude. Ella lo ha hecho, aunque
sabe que no está bien, acaso por complacerlo, por ser su “amiga”, para
aliviar su soledad. Los diálogos ya han tomado otro giro, evidentemente. La
propuesta es audaz: «Cuando nos veamos, quiero hacerlo con go, aunque
sea sólo una vez… o hasta que consiga una enamorada». Ella, enredada
emocionalmente en esta situación, confundida, avergonzada, ha caído en
la trampa perfecta, y aunque en algún momento toma conciencia de lo que
está sucediendo y hacia dónde va todo, es incapaz de decir «no», «se
terminó», «¡basta!».

De la misma manera, muchas mujeres jóvenes terminan involucrándose en


ac vidades de sex ng o “cibersexo” con sus enamorados, por la confianza
que les enen y porque al principio parece algo inocente. El término
“sex ng” nació de la conjunción de las palabras “sex” (sexo) y “tex ng”
(envío de textos) para referirse al envío de imágenes de ellos mismos o de
amigos con poca ropa o prendas eró cas a través de celulares,
computadoras con cámara u otros disposi vos electrónicos. Actualmente
el “cibersexo” implica cualquier po de conducta sexual que se lleva a cabo
a través de alguna herramienta de comunicación. Mientras se producen
diálogos eró cos en los que se expresan fantasías sexuales, los
par cipantes se filman y se muestran semidesnudos o desnudos para
excitarse mutuamente.

Hoy en día es muy fácil y seductor chatear o hablar de cosas sexuales, así
como también enviarse fotogra as o filmarse para mostrarse desnudos o
semidesnudos, sin considerar el riesgo enorme que existe en esta
ac vidad: lo que envías a través de la web queda grabado para siempre,
está allí y es de “dominio público”. El sex ng, en muchos casos, ha dañado
terriblemente la fama de las personas al difundirse masivamente lo que se
suponía que era privado. Dichas imágenes suelen transmi rse de persona
en persona mul plicándose en la web rápidamente, dejando al
protagonista de la foto o video en boca de todos. En algunos casos ha
llevado incluso a algunos jóvenes al suicidio:
«Jessi de dieciocho, Amanda de quince años y Gauthier de dieciocho no se conocieron, ni
vivieron en la misma ciudad, ni estudiaron en el mismo colegio, pero los tres enen cosas en
común. Jessie, Amanda y Gauthier vieron cómo su in midad se conver a en objeto público,
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al punto de sen rse incapaces de seguir viviendo y decidir quitarse la vida» .

El sex ng o el “cibersexo” pueden darse entre conocidos (enamorados) o


desconocidos. Quien se involucra en este po de ac vidad con chicos que
“conoce” por Internet ignora no sólo la verdadera iden dad de quien está
“al otro lado de la pantalla”, sino también sus reales intenciones. Muchos
hombres se hacen pasar por jóvenes apuestos para enganchar a chicas
ingenuas. Esto favorece los abusos de menores y sitúa a la mujer que
expone su cuerpo desnudo en una posición de alto riesgo: muchos son los
casos de chantaje que se presentan («Si no me muestras más, divulgo las
fotos que ya tengo») o de difusión masiva de sus fotos o videos por la red
(el “amigo” o enamorado que comparte esas fotos a sus amigos y así las
terminan viendo en todo el colegio). Debes entender que una vez que
mandas un mensaje o foto por Internet, pierdes totalmente el control
sobre ese material: cualquiera lo puede ver, ya no lo puedes borrar nunca
más, queda para siempre allí. ¿Puedes realmente confiar en que la persona
a quien le envías tus imágenes nunca las difundirá? ¿Y si le roban el celular
o la computadora? ¿Y si un día te toma cólera y se le ocurre vengarse
publicándolas? ¿Y si alguien “hackea” su cuenta y se encuentra con tus
fotos o videos? Por ello, tu norma debe ser siempre: nada de mensajes,
fotos o videos eró cos, desnudos o semidesnudos. Y si tu enamorado te lo
pide, pregúntate si eso fortalece el amor entre ustedes. ¿Ayuda a que vea
tu corazón? ¿O es que “te quiere” como su actriz pornográfica privada?
Aunque te diga que no hay nada de malo, que con es en él, este punto no
es negociable.

Además, el “cibersexo” ene otro grave peligro: facilita que se desarrollen


comportamientos adic vos, adoptando ac tudes incontroladas que llegan
a interferir tanto en la relación que va deteriorando y deformando un
verdadero amor. He aquí el tes monio de una joven que terminó
enredándose en este po de ac vidad:
«Tengo un enamorado que vive en otro país. Nos conocimos por Internet y nos hicimos muy
amigos en poco empo. Noté en él cosas que los otros chicos no tenían. Sin embargo, poco
a poco llegamos a hacer algo que no debíamos: prendíamos la webcam y yo mostraba mi
torso desnudo. Él no mostraba nada, sólo se tocaba. Las primeras veces yo no sen a culpa ni
nada, pero después ya me empecé a sen r mal y sólo lo hacía por él. Él no me pedía nada,
siempre he sido yo la que empezaba. He estado tratando de entenderme y llegué a la
conclusión de que lo hacía para sen rme “necesitada” por alguien.
En un momento optamos por no volver a hacerlo. Lamentablemente, luego de un mes, no
fuimos tan fuertes como debimos: de la nada la conversación se tornó un poco subida de
tono, intentamos parar, luego no pensamos y cuando me di cuenta estaba mostrándole de
nuevo el torso desnudo. Él no hizo nada por miedo a que alguien entrara a su cuarto. Yo no
seguí y paramos los dos.
Sé que es una lucha constante… No quiero seguir cayendo. Tengo claro que no debo volver a
lo mismo, pero a veces soy muy débil. También sé que por seguridad personal y protección
no debería hacerlo. Hay muchas razones para dejar de hacer eso. Lo peor es que yo lo sé,
pero aún así, lo sigo haciendo, aunque ya no es como antes: ahora trato de controlarme y ni
siquiera pensar en eso, pero una vez que ya lo has hecho, no es fácil dejar de hacerlo».

Recojamos la úl ma frase de este tes monio: «una vez que ya lo has


hecho, no es fácil dejar de hacerlo». Por ello, ¡lo mejor es no dar nunca un
primer paso en esa dirección!

Ten las cosas claras y mantente firme en este principio: nunca envíes fotos
sensuales o eró cas a tu enamorado o a un chico al que quieres conquistar.
Lo más seguro es que él no se quede con esas imágenes para sí mismo.
¿No te ha pasado que incluso cuando tu mejor amiga te cuenta un secreto
te es imposible guardártelo sólo para misma y no contárselo a otra amiga
“de confianza”? ¡Cuántas veces esos secretos se han terminado
convir endo en públicos porque una amiga o un amigo de confianza
come ó una infidencia! No te arriesgues, no es una cues ón de confianza,
sino de naturaleza humana: guardar un secreto es cosa que muy pocos
pueden hacer.

Muchas chicas que mandan este po de fotos a sus enamorados con an


plenamente en ellos, en que no se las pasarán a nadie más. No piensan
que en la vida y en el amor hay giros inesperados, y que si un día se pelean,
su “ex” puede usar esas imágenes tan sólo como una manera de
“vengarse” o dañarla. En la adolescencia hay una natural falta de
percepción del riesgo que acompaña estas ac vidades. Si un día te sientes
tentada de mandar una foto así, piensa en el futuro, piensa en tu futuro.
¡No lo hagas!

Algunas quiebran los límites porque les resulta simplemente diver do.
Datos del Na onal Crime Preven on Center Council indican que el 65% de
los jóvenes envían sex ng para diver rse, mientras que el 52% de las
adolescentes lo han hecho como “regalo” para su enamorado.

Para no caer en esta trampa, toma en cuenta estas recomendaciones:

a. ¡Valórate a misma! Tu cuerpo y tu integridad en general son


muy importantes. Trabaja en tu autoes ma: ¡Tú vales mucho!
No necesitas estar exponiendo tu cuerpo o partes de él para ser
aceptada o valorada. Si muestras tu cuerpo, valorarán tu
cuerpo, ¡pero no a ! Una joven que se valora a sí misma por lo
que es, por lo que hay en su corazón, no necesita recurrir a
estas formas equivocadas y peligrosas de “llamar la atención”
para “sen rse deseada”.

b. Reflexiona sobre las consecuencias que te traerá este po de


prác ca si se difunde. ¿Podrías soportar estar en boca de todos,
amigos y desconocidos? Dicen que el mejor secreto es el que no
sale de tu boca. Lo único que garan za que una foto tuya no se
difunda manchando tu fama, afectándote a y a tu familia, es
que no te la tomes ni permitas que nadie te la tome, aunque le
tengas mucha confianza. Y si alguien te dice «¿es que no con as
en mí?», respóndele que para es cues ón de principios, no de
confianza. Y que si esa persona te aprecia y te quiere, debe
respetar tus principios. ¡Punto! No te dejes manipular.

c. Así como es bueno no contar secretos que te cuentan si te los


cuentan, es bueno que no difundas o reenvíes este po de
imágenes si te llegan. Nunca le hagas a otras u otros lo que no
quisieras que te hagan a .

d. Si te has enredado en algún po de problema debido a la


difusión de este po de material y necesitas ayuda, no dudes en
recurrir a tus padres, por más vergüenza que te dé. También hay
organizaciones que te pueden asis r si estás en problemas:
h p://www.sextorsion.es/.

e. Edúcate en un uso responsable de la tecnología para evitar los


riesgos asociados a ella. Tienes que aprender a cuidarte a
misma. Debes saber qué puedes hacer y qué no. ¡No cedas
jamás a pe ciones que impliquen quebrar esos límites, ni de
extraños, ni de amigos, ni de enamorados! ¡Rechaza toda
presión con un rotundo «no»! ¡Edúcate a tener un carácter
firme!

f. ¡Domina tu curiosidad! No hagas cosas que tú sabes que no te


van a hacer bien por el solo hecho de que otras amigas lo están
haciendo, de que les parece diver do, por querer tú también
experimentarlo y “saber cómo es”. ¡No te dejes confundir y
mantente firme en tus principios, aunque te cueste!

19. Fiestas y discotecas

Hacer una opción por vivir la cas dad no necesariamente incluye no ir a


lugares como las discotecas. Diver rse y bailar no es malo; lo malo es cómo
muchos u lizan el baile de una manera insana. Hay personas que disfrutan
mucho bailando y pueden acudir a fiestas o discotecas que no interfieren
con su opción por vivir la pureza y cas dad. Si vas y bailas sanamente, para
diver rte y pasar un buen rato con tus amigos y amigas, no ene nada de
malo.
No debemos juzgar y menos condenar a nadie porque decide ir a una
discoteca. Como principio básico, no podemos saber lo que sucede en el
corazón de cada uno, por más que, según nuestros estándares, la persona
se esté comportando de una manera que no nos parece adecuada. No
debemos ser jueces y menos verdugos de quienes no se comportan como
nosotros esperaríamos que lo hagan, o como lo hacemos nosotros.

No juzgar, sin embargo, no quiere decir que debamos permanecer


indiferentes. Decir las cosas en las que obje vamente alguien ha obrado
mal no es lo mismo que condenar o juzgar a tu amiga o amigo. Si ves que
ella o él obra mal, debes decírselo a solas, en un momento oportuno, con
todo el cuidado del mundo, sin que se sienta juzgada o juzgado por .

Ahora bien, si quieres cuidar tu pureza, aquí te ofrecemos algunas


consideraciones para que tú misma veas y decidas cuándo te conviene ir y
cuándo no:

a. Si eres menor de edad, debes contar con el permiso de tus padres.


No les mientas y diles a qué lugar quieres ir y con qué amigos o
amigas. Si te dicen «no», es no. Y si te dan una hora de llegada, es
importante que retribuyas su confianza llegando a la hora
señalada.

b. Es conveniente conocer bien el si o adonde se va, porque no todas


las discotecas y fiestas son iguales. No se debe generalizar.
Averigua bien qué ambiente ene el lugar al cual vas a ir, el po de
música que ponen o la clase de espectáculo que habrá. Si va en
contra de tus principios o de tu propósito de vivir la cas dad, no
vayas. Hay discotecas o fiestas a las que defini vamente no
conviene asis r, ya sea por lo inapropiado de la música, por la
forma como se baila, por la gente que va o por las cosas que se
ven. Si sabes de una discoteca en la que las canciones suelen tener
contenido sexual, o se ven parejas bailando de maneras eró cas
(como el “perreo”), o corre mucho alcohol y droga, mejor sería que
no vayas a ésa y busques otra más adecuada. Y si vas a una fiesta o
discoteca en la que las cosas se van poniendo feas, no dudes en
salir de allí. No enes por qué quedarte hasta el final.
c. Es importante conocer bien a la gente con la que vas, e igualmente
importante que la mayoría de amigos con los que salgas compartan
los mismos valores que tú, que sean personas con quienes puedas
contar ante cualquier situación complicada. No es bueno que vayas
con “amigos” o “amigas” que van a estar presionándote para hacer
cosas que no quieres, sino con aquellos que respetan tu forma de
pensar y actuar y te cuidan. Cuida tú también de ellos.

d. Hay circunstancias o temporadas en las que es mejor que no vayas;


por ejemplo, si estás emocionalmente débil o si eres muy frágil
ante la presión social. Tú debes conocerte y saber cuándo no te
conviene asis r. Quizá has sido de las que salen todos los fines de
semana a una discoteca y acaban mal, y ahora que quieres hacer
las cosas bien te cuesta mucho dejar de ir. Debes entender que es
por un empo, pero en ese empo deberás mantenerte firme en
tu decisión, especialmente ante la presión de “amistades” que no
sólo no te ayudarán, sino que te presionarán hasta que vuelvas con
ellos a “diver rte” como antes. Si por el momento no enes la
fortaleza para decir «no» o para no dejarte llevar, lo mejor es que
seas humilde y aceptes que es preferible no ir, pues de lo contrario
terminarás haciendo nuevamente lo que no querías.

e. Cuida la forma como te vistes. Recuerda que con tu manera de


ves r estás dando un mensaje: según lo que muestres
exteriormente, serás tratada por los hombres.

f. Cuando vayas, mantente firme en tus convicciones y no cedas a


ningún po de presión. Recuerda que tú debes ser coherente con
tus principios en todo momento. Tener personalidad es
fundamental; debes saber decir «no» a lo que vaya en contra de
tus principios. Si algo te incomoda, ¡no lo hagas! ¡No te dejes
llevar! y pronuncia un decidido «¡no quiero!». Ah, y no enes que
sen rte obligada a darle explicaciones a nadie: simplemente di
«no» y punto.
g. Elige bien la música que bailas y cuida la forma en que lo haces.
Hay canciones que no es adecuado bailar por el contenido que
enen sus letras, como por ejemplo algunas de “reggaetón”. Si a
pesar de ir a una buena discoteca te encuentras con alguna canción
que no va de acuerdo a lo que quieres vivir, no la bailes. Si te
preguntan por qué no quieres hacerlo, ¡no enes que dar
explicaciones como si estuvieses en falta! Es suficiente con un
simple «no me gusta» o «no tengo ganas». No cedas a la presión,
burla o manipulación emocional de nadie. Quédate siempre cerca
de tus amigos y amigas.

h. Debes ser consciente de los efectos que ene el alcohol en :


desinhibe y te puede llevar a hacer cosas que no querías. Hoy en
día te dicen que, si no te emborrachas, no la vas a pasar bien, pero
eso es men ra. No necesitas tomar o estar borracha para
diver rte. Puedes pasarla muy bien sin una gota de alcohol. Debes
cuidarte especialmente en los si os en lo que estés más expuesta.

i. Una recomendación fundamental es ésta: nunca tomes nada que


no abran ante tus ojos, nunca quites la vista de tu vaso, nunca
aceptes de nadie un trago, agua o lo que sea. Hay quienes
introducen sustancias en las bebidas de las chicas para drogarlas o
excitarlas, y así poder aprovecharse de ellas.

j. No entres en el “juego” de los besos. También los besos son


sagrados y no son para estar regalándolos a cualquiera tan sólo
“porque te gusta”. Si alguien que no es tu enamorado te quiere
robar un beso, ¡apártalo de con firmeza! No sigas bailando o
hablando con él, porque si no terminará obteniendo lo que quiere.

k. Es importante tener el criterio para saber cuándo es oportuno


re rarse de un lugar. Si nos vemos expuestos a que pasen cosas
que nos pongan en riesgo a nosotros o a nuestros amigos o amigas,
ha llegado el momento de irnos.

l. Si no son tus padres quienes te recogen, nunca aceptes que te lleve


a casa un chico que recién conoces esa noche, aunque sea el mejor
amigo de alguna amiga, aunque ella te diga que es de confianza.
Que te lleven a casa personas que tú conoces bien.

20. El alcohol

En las reuniones sociales y fiestas abunda el alcohol. Incluso en los


quinceañeros hay “barras libres” para adolescentes.

Ten en cuenta que el alcohol es un desinhibidor: te suelta todos los frenos


y te vuelve torpe. Al tomarlo ciertamente puedes experimentarte “más
libre”, “más suelta y alegre”, capaz de hacer cosas que no harías
normalmente. Tomar te pone en un estado de euforia primero y, si sigues
tomando, en un estado de absoluto descontrol e inconsciencia de .
Historias como éstas se repiten indefinidamente:
«Cuando tenía dieciocho años, conocí a un chico, y en menos de una semana perdí mi
virginidad de la peor manera posible: estaba borracha, y lo peor, el chico desapareció, y
nunca supe qué fue de su vida».

Me contaron también la historia de una joven que fue a una fiesta y al día
siguiente por la mañana estaba contándole angus ada a una amiga que “se
sen a morir” porque había despertado en la cama con un chico que había
conocido la noche anterior y que no se acordaba de nada.

Lo cierto es que
«muchos embarazos indeseados provienen de una noche de copas. Miles de abusos
sexuales se planean con la maña de emborrachar a la mujer. Infinidad de jóvenes acaban
rompiendo todos sus límites, desinhibidos por el alcohol. Los novios que beben son varias
veces más propensos a tener caricias eró cas profundas y relaciones sexuales. Cuando la
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mecha está impregnada con alcohol, siempre resulta muy corta para apagarla a empo» .

Ahora bien, no necesariamente el resultado final de sobrepasarse con el


alcohol es una relación sexual, sea con un conocido o un total desconocido,
pero sí todo po de conductas inapropiadas:
«En el cumple de mi amiga salimos con otras amigas a bailar. Ella creo que bebió mucho y no
sabemos ni cómo pasó, porque estaba bien. ¡Habíamos hablado justo antes de nuestro
deseo de vivir la pureza, pero en ese estado besó como a tres chicos y había como un sofá y
estaba ella ahí muy ebria, con un chico que estaba perfectamente bien, aprovechándose de
su estado! ¡Lo hacía frente a todo el mundo! ¡Era horrible! Yo no podía soportar que se
aprovecharan así de mi amiga, así que me acerqué y la levanté, pero él no la soltaba y ella
no quería moverse tampoco y decía muchas incoherencias. ¡Traté de sacarla de allí como
cinco veces, pero ella no quería! Hasta me peleé con ese chico, ¡pero no había forma! Tuve
que llamar a sus padres para que viniesen a recogerla, y al siguiente día ella no se acordaba
de nada».

Recuerda que si vas a una reunión, nadie cuidará mejor de que tú misma.
Si pierdes el control, otros se aprovecharán de y quizá no tengas la buena
suerte de contar con una amiga que esté sobria y te libre de las
consecuencias de tu propia irresponsabilidad.

Puedes tener un propósito muy firme de guardar tu pureza, pero bajo el


efecto del alcohol todo puede cambiar, y a veces no es necesario tomar
mucho, basta con ¡tan sólo un vaso! Por ello debes aprender a ser
responsable de misma y a limitarte en el consumo del alcohol,
especialmente cuando vas a una fiesta o reunión social. Mejor es no tomar
nada, pues igual te puedes diver r muchísimo sin probar una gota de
alcohol.

21. Regalar besos

Se ha puesto también de moda “regalar” o “robar” besos. Algunas chicas


van a las fiestas a besar a cuantos chicos puedan. Compiten entre ellas a
ver quién “pesca” más. Hoy en día también los besos se han “pros tuido”,
se han hecho fáciles. Ya no es necesario “declararse” formalmente, basta
que “se gusten”, que se quieran “vacilar” o que tomen un poco para que se
empiecen a regalar besos “sin compromiso”, es decir, sin que el beso
signifique necesariamente que con ello se inicia una relación seria:
«El chico que me gusta fue a una fiesta este sábado por mi casa y justo salí a bailar con él y
nos besamos. Hace tres años que yo no me besaba con nadie y ese chico me gustaba mucho
y pasó. Fue su primer beso, pero él había tomado. Hoy me enteré que está diciendo que no
se acuerda qué pasó, ni cómo, ¡y eso me dolió!».

Es obvio que a los chicos también les gusta diver rse y disfrutar de los
besos, de la sensación que producen. No sólo se aprovechan de las chicas
que se los ofrecen fácilmente, sino que también buscan arrancárselos a las
que se hacen de rogar, porque así el reto es mayor, y porque piensan que
cuando la mujer dice «no» en un primer momento, en realidad les están
diciendo «insiste un poco más»:
«Ayer fui a la despedida de una amiga. Allí estuve hablando con todos. Yo tengo un amigo
muy amigo del cole que siempre me abraza cuando me ve. La cosa es que no sé por qué ayer
se le dio por abrazarme a cada rato. Se ponía a mi costado, me abrazaba, y en una de ésas
me contó que la semana pasada había ido a una discoteca y se había besado con una chica y
me dijo: “Así”, y me tomó la cara, se me acercó, y yo le dije: “Aléjate”. Él me insis ó y me
dijo: “Para mostrarte”. Y yo, tonta, me dejé, se me acercó y me dio un beso. Yo reaccioné y lo
aparté. Él se rio y me fui. Pero él me seguía buscando para abrazarme. Quería besarme a
toda costa, y me decía: “Dame un beso en el cachete”, se lo di y me pidió: “Otro, otro, otro”,
y cuando se lo iba a dar, volteó la cara y me dio otro beso en la boca (pico), y yo:
“¡Contrólate!”. Sé que estuvo mal dejarme llevar… pero, o sea, no sé cómo decirle “no” sin
parecer muy pesada, porque hay chicos que te dicen: “¿Qué te pasa? ¡No te haré nada!”, y
como es mi amigo… Me cuesta mucho dejar de hacer algo que me piden, aunque me
incomode o en el fondo no quiera. ¡Soy muy débil de carácter! Además, creo que lo permi
porque una amiga me molestó y me dijo: “Muy soltera, sin nada”, y me sen mal. ¡Creo que
por eso me dejé llevar! Y otras amigas me dicen: “¡vive la vida!”, “¡no es nada malo!”, “¡eres
joven!”, y cosas así, ¡y a veces me la creo!».

Los besos para una mujer digna son también sagrados. No se pueden estar
regalando a cualquiera, por simple “juego y diversión”. Incluso cuando
quieres a alguien, el beso debe esperar: antes de besar a una mujer el
hombre debe pasar por el riesgo de decirle que quiere comprometerse con
ella a algo serio, es decir, estar como enamorados. Sólo entonces una chica
puede acceder a dar el beso como expresión de afecto y de un amor que
exige hacer las cosas bien, por etapas, sin apuros.

22. La relación con tu enamorado

En la relación con tu enamorado debes “trazar la línea” y poner los límites


claros desde el principio. Si ya enes enamorado y no lo hiciste en su
momento, quizá sea necesario hablar con él ahora al respecto.

Me escribía un chico:
«Con mi enamorada, cuando recién empezamos nuestra relación, nos pusimos medios
concretos que consis an en evitar situaciones como: estar solos en su casa o en la mía, ver
películas o conversar con la luz apagada, que ella se siente encima de mí. Evitando estas
situaciones —que al principio nos costaron, pero luego se nos hicieron hábito— logramos
mantener nuestra pureza».
Quizá esto te pueda parecer “súper nerd”, pero es mejor eso a perder tu
pureza y a que la relación se vaya deslizando cada vez más hacia lo sensual
y sexual.

Pero, ¿hasta dónde puedes llegar con tu enamorado? ¿Cuánto puedes


permi rle? Luego de una de mis charlas un joven me preguntó justamente
eso. Se me ocurrió contestarle con otra pregunta: «¿Tienes hermana?».
«Sí», me dijo. Mi siguiente pregunta fue: «¿Hasta dónde quisieras que su
enamorado llegue con tu hermana?». Su respuesta no se dejó esperar,
veloz como un rayo pronunció un firme y rotundo «¡nada!». «Bueno —le
dije—, ése es el límite al que puedes llegar con tu enamorada». Como un
manotazo de ahogado vino entonces la inesperada repregunta de aquel
joven: «No, pues, Padre, ¿y si no tuviese hermana?». En ese momento
todos los presentes nos reímos, aunque él parecía estar hablando muy en
serio.
¿Por qué ene que ser uno el límite para el enamorado de su hermana, y
otro el límite para él? ¿Por qué él puede avanzar “más allá, hasta un cierto
punto”, pero exige a otros que respeten a su hermana al máximo? ¿Es que
su enamorada o novia no es hermana de alguien, hija de alguien que
también espera de él el máximo respeto hacia su hija o hermana? El
hombre debe tener la integridad de respetar a la mujer que ama como él
quisiera que respeten a sus hermanas o a sus futuras hijas. Y tú debes
exigírselo a él y a misma. Para , además, debe exis r otra norma: no
hagas nada con tu enamorado que tengas que ocultárselo luego a tus
padres por vergüenza.
Para vivir la cas dad, hasta los besos deben ser castos. Tú sabes o sabrás
cuándo no lo son, porque se vuelven demasiado apasionados, porque
excitan y poco a poco dan paso a caricias indebidas que despiertan las
pasiones que luego arrastran a cosas mayores. El límite debe estar al
principio del camino, no a la mitad ni justo antes del final. Quien juguetea
con el fuego de la pasión y piensa que puede avanzar hasta cierto punto sin
perder el control, terminará perdiéndolo. ¡A cuántas he escuchado decir:
«quería llegar virgen al matrimonio, pero me dejé llevar por el momento»!
Creyeron que podían tener todo bajo control, pero tarde se dieron cuenta
de que cuando la pasión se enciende, el control se pierde. Como un fuego
que se descontrola, no se apaga hasta que todo en un instante queda
consumado y consumido.

Si tu enamorado te jura amor eterno para que te entregues a él,


respóndele algo así: «¿De verdad es para siempre? ¡Entonces casémonos
de una vez!». ¡A ver qué te dice! Seguro te contesta que todavía no están
preparados, que primero deben terminar los estudios, y te pondrá miles de
pretextos y argumentos por los que habrá que esperar para eso. Entonces
tú le responderás que si no están preparados para casarse, tampoco lo
están para la entrega total, y que también para eso habrá que esperar. Sólo
cuando se casen, y si él ha sabido esperarte y respetarte hasta entonces, tú
tendrás la seguridad de que es para siempre. A las “promesas de amor
eterno” dichas en un momento de pasión, de emociones intensas, no hay
que hacerles caso. Sólo la espera en el empo determinará si esas
promesas son o no sólidas y consistentes, o si —incluso con la mejor
intención— sólo fueron dichas para poder obtener todos los “beneficios”
del matrimonio sin querer asumir las responsabilidades y deberes del
mismo.

¿Y si tu enamorado se molesta y no está de acuerdo con los límites que le


pones? Pues termina allí mismo esa relación. Mejor es estar bien con go
misma y con Dios que “estar bien” con el enamorado. Si estratégicamente
te dice que “respeta tu decisión” pero poco después intenta avanzar un
poco más, anúnciale: «¡Hasta aquí llegamos!». No tengas miedo de
perderlo; que él tenga miedo de perderte a si no respeta los límites
“exagerados” que le pones. Y si aún así no los respeta, en ende que no te
ama de verdad. Acepta esa realidad aunque te duela y termina esa relación
que tan sólo te va a traer más sufrimiento.

23. ¿Qué pasa si mi enamorado quiere saber si soy virgen?

Es común que al poco empo de iniciar una relación de enamorados se


hable “del tema”. «¿Qué piensas de las relaciones sexuales
prematrimoniales?». «¿Ya has tenido alguna experiencia sexual antes?».
«¿Todavía eres virgen?» «¿Te masturbas?». En general, existe un interés y
curiosidad —tanto del hombre como de la mujer— por querer saber la
vida sexual de sus parejas, cuántas enamoradas tuvo, cómo era su relación
con cada una de ellas. Hablar de esto perturba la mente y afecta la relación
en sí misma:
«Cuando uno está con alguien, no está porque tuvo uno o dos enamoradas o enamorados, o
porque fue de tal o cual forma, o porque tuvo relaciones con él o ella, sino porque te
enamoras de la persona, de sus cualidades, de sus virtudes, de sus valores. El problema está
en que, en medio de su inmadurez, muchas chicas y chicos se enamoran de la imagen que el
chico o la chica proyectan y no de la persona que lleva en su interior. Es entonces cuando se
vuelve importante saber sobre la vida sexual pasada del enamorado o enamorada».

Opino que la pregunta sobre tu vida sexual, si eres virgen o no, es una
pregunta que un enamorado no ene por qué hacerte, por respeto.

Cualquiera de las dos respuestas puede traer consigo ciertos riesgos:

a. Si respondes que sí has tenido relaciones sexuales, al chico se le va a


pasar por la mente que también él podrá hacer lo mismo con go.

b. Si respondes que eres virgen, el chico puede en efecto experimentar el


anhelo de cuidarte. Sin embargo, hay otras posibilidades: si él también es
virgen sen rá en un momento que sería “muy especial” hacerlo con go
por primera vez. Y si él no es virgen y ha tenido relaciones sexuales con una
o más enamoradas anteriores, o incluso con alguna “amiga con beneficios”
o pros tuta, robarte tu virginidad sería un trofeo más valioso para él.
¡En éndelo de una vez! El que un chico tenga relaciones con una chica que
es virgen es visto entre los hombres como un gran logro, como una
conquista. Una vez que tú también te entregas a él, te conviertes en su
posesión y corres el riesgo de ser con el empo “una más” para él. ¿Deseas
eso para ? ¿O quieres permanecer siendo esa “mujer especial” que
probablemente él te dice que eres, acaso con la intención de robarte
justamente eso especial?

Tu reacción y respuesta ante tal pregunta puede ser:

a. “Ponlo en su si o” y dile sin más que ésa es una pregunta que


no corresponde hacer en la etapa de enamorados, que es un
tema del que no enen por qué hablar. Seas virgen o no, a él lo
único que le toca saber es que debe respetarte, no traspasar los
límites y dominarse a sí mismo sin que tú tengas que estar
diciéndole «no». Si te ama, a él le toca cuidarte, venciendo sus
propios impulsos sexuales. No ene por qué saber más que eso.

b. Tampoco a te toca preguntarle sobre sus experiencias


sexuales, si las ha tenido o no. Nuevamente, domina tu
curiosidad.

c. Ello sólo será algo de lo que hablarán en un futuro, siempre y


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cuando sea conveniente . Entonces será el momento de hablar,
no por curiosidad, sino porque habrá cosas que enen que
saber de su pasado para poder curar sus heridas y aceptarse
cada cual con su propia historia personal. La transparencia, la
aceptación de cualquier error de la vida pasada y el perdón
deben ser los criterios para hablar de esos temas con madurez.

24. «El hombre no llega sino hasta donde la mujer se lo permite»

«El hombre propone, la mujer dispone». En la relación tú eres la que


permite o no que el chico avance. ¡Asúmelo! Aunque hay chicos que lo
hacen, no esperes que sea él quien ponga el freno. Normalmente el
hombre quiere avanzar. La mujer ene el poder de decir «no» cuando él ya
no ene la capacidad de hacerlo porque está excitado. Por eso —justo o no
— una gran responsabilidad recae sobre , sobre cuánto permites tú. ¡No
tengas miedo de decir «¡no!», de ponerle un freno si él ha perdido el
control o quiere avanzar “un poco más”!

Hoy en día a muchas chicas les preocupa decirle «no» a los chicos por
temor a “herir sus sen mientos”. Les inquieta que ellos puedan sen rse
mal y prefieren sufrir ellas a causarle algún sufrimiento al chico. ¿Cómo le
digo que «no» sin las marlo? Pues simplemente dile «no», con la
conciencia de que la verdad, aunque duela, es lo mejor para ambos. No
puedes mantenerlo ilusionado para que no sufra. Tarde o temprano sufrirá,
y sufrirá más y te reclamará al saber que no se lo dijiste antes. Una relación
o incluso una amistad jamás se puede basar en “mantener apariencias”.
Acostúmbrate a ser siempre sincera con tus sen mientos, pues así le
estarás dando también al chico la oportunidad de madurar como hombre.
Un hombre necesita de esos «no» para hacerse hombre. El rechazo que
experimentará lo ayudará a madurar. No tengas miedo de ceder por temor
a herir sus sen mientos.

25. ¿A qué lugares voy con mi enamorado?

Se ha hecho normal y frecuente que los enamorados se encierren en el


cuarto de alguno de ellos para ver una película, hacer tareas, jugar en la
computadora o simplemente estar echados en la cama. «¡Es tan
román co!», puedes pensar tú con ingenuidad. Pero allí, tarde o temprano,
termina pasando de todo. Por ello, tú misma eres quien debe ser firme: «A
tu cuarto o al mío, no entramos».

Muchas veces pasan cosas también en la sala de la casa, viendo una


película. Leamos lo que una joven de veinte años nos comparte:
«En menos de cinco meses ya jurábamos que nos amábamos, pero grande fue la sorpresa
cuando ambos nos dimos cuenta de que no era así. Todo ese empo lo único que yo
buscaba era agradarle, y confundí “amor” con “consen rle todo”. Sí, llegamos a realizar
algunos “juegos” que nunca llenaron mis ansias de amar y ser amada, tan sólo me alejaban
más y más de mi anhelo de un amor autén co. ¿Cuándo se daban estas situaciones? Pues
cuando estábamos en su sala. Tan tonta yo, no me daba cuenta de que todas las veces que
íbamos a su casa “a ver una película” terminábamos en eso, porque el lugar se prestaba y
nosotros no nos controlábamos. Yo, por miedo, cobardía y bastante inseguridad nunca le
dije que eso no me llenaba. Luego de que sucedían estas cosas, me preguntaba: “¿De eso se
trata el amor?”. No, eso no era amor. Con el empo nos dimos cuenta de que en realidad
nunca habíamos llegado a amarnos de verdad: ¡Sólo sen amos pasión! Fue doloroso
reconocerlo, pero era la verdad. Es triste saber que tan buenos momentos se perdieron por
consen r esos “juegos” y centrarnos cada vez más en darnos placer.
Chicas, desde mi experiencia les digo: ¡Eviten estar a solas con sus enamorados en una casa
o en un cuarto! ¡No se queden en esos lugares a solas pensando que “no va a pasar nada”,
porque llegará un momento en el que no podrán controlar la situación! ¡Es muy di cil decir
“no” en esas circunstancias!».

Hay chicos que llevan a sus enamoradas a un hostal para “pasar el rato
juntos”. Otros enen su departamento y llaman a sus enamoradas o
amigas simplemente para “pasarla bien”. Evidentemente, es para tener
sexo.

Tú enes que hacerte cargo de misma. Nadie va a cuidar mejor de que


tú misma. Si entras a una habitación, departamento o casa en la que no
hay nadie más que tú y él y cierras la puerta, ten por cierto que tarde o
temprano algo va a pasar. Además, si él te propone ir a un hotel y tú
accedes, implícitamente —al menos para el hombre— estás aceptando
que van “para eso”.

Si quieres vivir la pureza, enes que saber decir «no» si tu enamorado te


pide ir a esos lugares, o incluso a un descampado o a un parque lejos de la
gente.

He aquí un tes monio que te ayudará a entender el porqué de estas


recomendaciones:
«Acabé la secundaria y empecé la universidad. Para entonces había conocido a un chico
porque era fan de su música. Él era guitarrista de una conocida banda de rock. Al saber que
se acercaba mi cumple, me propuso organizar una tocada con toda la banda en su
departamento, sólo para mí. Yo estaba muy feliz. Aparte estaba próxima a cumplir dieciocho
años. Cuando llegué al lugar, no había nadie, no había torta, no había instrumentos ni
música, no había nada. Ese día perdí mi virginidad, el mismo día que cumplí dieciocho años.
Recuerdo que después de eso lloré mucho. Me sen a usada, sucia, me sen a “mosqueada”.
Sin embargo, no podía separarme de él. Él me usaba para sa sfacer sus necesidades
sexuales y yo lo usaba para sen rme querida y valorada aunque sea sólo por unos minutos.
Un día me dejó de contestar el celular y desapareció. Nunca más lo volví a ver».

No siempre son los hombres quienes proponen a las mujeres ir a un hotel.


Ésta es la historia que un joven me autorizó a compar r con ustedes: ella
tenía vein ún años y él vein séis. Se habían conocido en el trabajo, una
semana antes de estar de enamorados. Llevaban menos de una semana
juntos cuando ella le propuso ir a un hotel a ver televisión.
Inmediatamente le aclaró: «No pienses que va a pasar algo, ah»,
añadiendo que ella no lo iba a permi r. Fueron, y efec vamente no pasó
nada. Pero lo de ir al hotel se repi ó. En diez días de enamorados fueron
tres veces, y la úl ma él tomó un poco de más y se le pasó la mano. Ella se
molestó con él, le echó toda la culpa y le terminó. Bien por ella, por
hacerse respetar, ¿pero no lo puso ella misma en esa situación, al ir a un
hotel a ver televisión echados en la misma cama? ¿Es que aquella chica no
entendía todo lo que estaba despertando en el hombre? ¿No era ella en
parte responsable por los excesos del hombre? ¡Claro que sí!

Tú debes tomar conciencia de que no puedes poner a tu enamorado en


una situación así. A puede parecerte “muy román co” estar echados
juntos en la cama, pero para el hombre lo román co no es lo que prima, lo
que se va a despertar en él es otra cosa. ¡No lo pongas en esa situación!

Es muy importante que en endas que en ocasiones como ésas el «no»


debe decirse antes, porque en esos lugares finalmente no vas a poder decir
«no», no vas a poder dominarte; simplemente se dejarán llevar.

26. Los “besos apasionados”

Hace poco me hicieron esta consulta:


«Quisiera saber si es correcto besar apasionadamente o no y, en caso de ser aceptable, ¿en
qué momento hacerlo? Es algo que me inquieta mucho, pues siempre los muchachos me
dicen que les gustan mis besos, y hasta siento que sólo me buscan por mi forma apasionada
de besar».

En la vivencia del enamoramiento y noviazgo surgen muchas maneras de


expresar el cariño por la persona amada, pero hay que tener mucho
cuidado en cómo demostramos ese cariño. Te preguntarás, ¿por qué tener
cuidado?

En primer lugar, debes tener claro que hombres y mujeres no somos


iguales. Hay muchas caracterís cas que nos hacen diferentes. El hombre es
más “ sico”; en cambio la mujer es más afec va. En el plano biológico,
como hemos dicho anteriormente, el hombre ende a excitarse más rápido
que la mujer.

Par endo del conocimiento de estas diferencias, debes actuar con


precaución en lo que concierne a las caricias que das y que recibes, y ello
incluye los besos. Tanto los besos como las caricias (abrazos, tomarse de
las manos) son lícitos siempre y cuando sean moderados y no busquen
provocar la excitación de la pareja.

Moderar un beso es muy di cil, por eso es mejor no meterse en terreno


peligroso. Los besos apasionados no son convenientes en el
enamoramiento o noviazgo por las siguientes razones:

a. En el plano biológico los hombres son más sensibles y el simple


roce del cuerpo, más aún los besos, podrían hacer que se excite
en tan sólo segundos. Ello no quiere decir que no se puedan
contener, pero es más complicado para ellos que para las
mujeres. ¡Tú debes cuidar el corazón de la persona a la que
amas! Por eso es recomendable que no “explores” en un campo
que no les corresponde vivir en esa etapa.

b. Un beso prolongado y apasionado puede cruzar fácilmente la


frontera de la muestra de cariño y pasar al terreno de la
excitación.

c. Es más di cil controlar un beso que se ha subido de tono, ya


que muchas veces ese beso no va solo, sino que está
acompañado de caricias que encienden la pasión.

Muchas parejas de enamorados o novios que habiendo hecho un propósito


de esperar hasta el matrimonio tuvieron relaciones sexuales se preguntan:
«¿Cómo es que llegamos a este punto? ¿Cómo nos pudo pasar esto?». En
casi el 100% de los casos encontrarás la respuesta en un simple beso que
se extendió más allá de lo que podían manejar. No caigas en la trampa de
pensar que puedes controlar las caricias y los besos apasionados cuando ya
se han iniciado. A veces podrás, pero otras no. ¿Por qué arriesgarte? Mejor
será evitar la situación, es decir, detenerse antes de que los besos
despierten sensaciones intensas y los lleven a las caricias que enciendan la
pasión. Éstos deben estar reservados para el matrimonio.

Luego de leer esta respuesta, una joven de dieciocho años nos compar a
su experiencia y reflexión:
«La verdad es que necesitaba que alguien me aclarase, porque cuando estaba con mi ex
enamorado nos besábamos feo, muy apasionadamente. Estuvimos cuando yo tenía
diecisiete y él veinte. Al comienzo eran besos normales, pero pronto, a par r de la tercera
semana, se volvieron muy apasionados y eso dio pie a otras cosas que no me atrevo a decir.
Yo siempre sen a que, aunque eran sólo besos, algo estaba mal, pero cuando le preguntaba
a alguien, siempre, siempre me respondía que era algo “normal”, que “no tenía nada de
malo”. Ahora, gracias a esta respuesta, veo las cosas desde otra perspec va y en endo que
de haber evitado esos besos apasionados probablemente no habríamos llegado a hacer
otras cosas de las que ahora me avergüenzo, y no habríamos perdido la oportunidad de
amarnos bien. Aquellos besos fueron la “puerta de entrada” para otras cosas más “fuertes”
que también me decían muchos que eran “normales” entre enamorados, pero que
defini vamente terminaron haciéndome mucho daño y deterioraron la relación».
27. Las “caricias” en las partes ín mas

Hoy te dicen que es normal que los enamorados “exploren sus cuerpos”
para “conocerse” y conocer a su pareja. Pero para conocer a una persona
no es necesario estar tocándola. Acariciarse o besarse en zonas que en
ambos despiertan la sensualidad y el deseo de “ir más allá” es jugar con
fuego. Recuerda siempre que «el hombre no llega sino hasta donde la
mujer se lo permite». Una mujer digna no permite que la estén
manoseando. ¿Dejarías que te toque algún desconocido? Si tu respuesta es
no, ¿por qué acceder a que te toque un hombre que te ama? «¿Porque así
te demuestro el cariño que te tengo?». ¡Por favor! Un chico que empieza a
acariciarte en tus partes ín mas no lo hace por cariño, porque te ama, sino
porque quiere provocarte y provocarse un placer eró co y sexual. Tan
crudo y sencillo como eso. Si es alguien que te quiere y a quien quieres,
con mayor razón debes sacarle la mano y “aclararlo” si busca tocarte los
glúteos, los senos o tus partes ín mas. El amor puro depende de un trato
respetuoso: las manos deben permanecer en su lugar si de verdad se
aman.

Una joven me hizo llegar esta consulta:


«Llevo ya tres años con mi novio. A pesar de que él está de acuerdo en no tener relaciones,
cree que ciertas “caricias” (debajo de la ropa, en las partes ín mas e incluso besos... si es
que se les puede llamar así) no están mal y cree que me he vuelto faná ca y exagerada al
respecto. ¿Están bien esas caricias? Y si no, ¿qué le digo para hacerle entender?».

No te dejes confundir. ¡No eres una “faná ca exagerada” cuando optas por
cuidar tu pureza y la relación entre ustedes para que no se desvirtúe! ¡Tú
enes la razón! No están bien ese po de “caricias” que los chicos creen
que son “normales” y que, por lo tanto, estarían permi das en la relación
de enamorados.

Lo que más confunde es que incluso chicos católicos comprome dos sean
los que les piden cosas semejantes a sus enamoradas. Quizá has tenido
que decirle más de una vez a tu enamorado que no te sientes bien
haciendo eso, a lo que él argumenta que no ene nada de malo «porque
no están teniendo relaciones sexuales». Finalmente, confundida, confiada
de que un chico que está cerca de Dios no te puede estar pidiendo algo
malo, terminas haciendo lo que él quiere en contra incluso de tu propia
conciencia:
«A los diecinueve años tuve mi primer enamorado. Él y yo somos católicos comprome dos
en el apostolado. Al comienzo todo era tranquilo y yo tenía muy firme la idea de que quiero
llegar virgen al matrimonio, y en eso los dos estábamos de acuerdo desde el principio. Pero
al pasar algunos meses los besos se volvieron más apasionados, y él tenía ganas de ir un
poco más allá. Las primeras veces yo le decía que no, pero debido a su insistencia terminé
cediendo. Me dejaba tocar y él me pedía que lo toque, y así llegamos a la masturbación.
Apenas terminaban esos momentos era inevitable sen rme muy mal, pues en mi interior
algo me decía que había hecho algo malo. Pero cuando se lo decía a él, me respondía que no
había nada de malo, porque no estábamos teniendo relaciones sexuales. Sin embargo, eso
no me tranquilizaba. Nunca logró convencerme de que estaba bien, pues mi conciencia
nunca dejó de decirme que eso estaba mal. En mi cabeza sabía que la cas dad era no sólo
no tener relaciones sexuales completas, sino guardarme también de ese po de “caricias”».

Para entenderlo tú misma y explicárselo a él de la manera más sencilla y


contundente posible, plantéale lo siguiente: «Si alguien te roba cien
dólares… ¿está bien o está mal?». Es obvio que te va a decir que está mal.
Después pregúntale: «¿Y si te roba cincuenta?». Su respuesta será la
misma. Luego sigues: «¿Y si te roba diez?». Si es un hombre con valores, su
respuesta seguirá siendo la misma. Posteriormente concluyes: «Como tú
mismo dices, en todos los casos está mal. Lo mismo sucede con la cas dad:
tener relaciones es como robar cien, y tener esas “caricias” es como robar
primero cinco, luego diez, luego más. En ninguno de esos casos está bien
que me robes mi pureza. Además, si hoy te permito que me robes diez,
mañana serán veinte, pasado treinta y así llegarás a robarme finalmente
los cien».

Si no en ende ese argumento y sigue diciéndote que no está de acuerdo,


está siendo egoísta y quiere imponerte su parecer sin respetar la voz de tu
conciencia, sin respetarte a . En cambio, si te ama, entenderá tu
razonamiento y estará dispuesto a dominarse a sí mismo por amor a .
Ojo, no sólo lo dirá con palabras po «te prometo que voy a cambiar», «no
lo volveré a hacer», sino que lo demostrará con hechos y lo mantendrá en
el empo, cuidándote, respetando los límites que tú le pongas no sólo por
unas semanas o meses, o «hasta que tú estés lista», sino en todo
momento.
La mejor forma de que seas fiel a tu propósito y a tu futuro esposo (si es
este chico, ¡es muy importante que desde ahora lo eduques para que te
sea fiel en el futuro!) es manteniendo con firmeza tus criterios y anhelos y
sobre todo evitando toda situación peligrosa. Piensa: si este chico no es
capaz de contenerse ahora que son enamorados o novios, no hay ninguna
garan a de que en el futuro lo haga, si es que se casan. Si ahora él lo llama
«fana smo» o «exageración», pues en el futuro usará el mismo o cualquier
otro califica vo para jus ficar su falta de con nencia e infidelidad. Si un
chico te dice «te admiro», «respeto tu decisión», pero no comparte los
límites que tú le pones, es momento de considerar si realmente debes
seguir con esa persona.

Por tu parte, no tengas miedo de defender tu cas dad diciendo la verdad y


exigiendo respetar tu pureza, incluso si él decide dejarte por eso. No
tengas miedo; va a doler al inicio, pero será lo mejor, porque es preferible
sufrir por un empo que sufrir por el resto de tu vida. Además, ésa será la
verdadera “prueba del amor”: la persona que de verdad te ama no sólo
será capaz de respetar tu decisión y esperar, sino también de ayudarte en
tus esfuerzos por vivir la cas dad.

¡Mantente firme y no cedas ante nada! Si no cambia su mentalidad y no


opta por vivir una vida digna de un hombre verdadero que cuida y protege
a quien ama, no temas terminar tú la relación. ¡Tú mereces respeto y
enes dignidad! Él ene que entender claramente este mensaje: ese
asunto no es negociable y tú no estás dispuesta a luchar sola; él debe
ayudarte y luchar con go.

28. El sexo oral

La prác ca del sexo oral se ha hecho cada vez más común. Hay jóvenes que
se lo piden a sus enamoradas y chicas que se lo ofrecen a sus enamorados
o “amigos”. Este tes monio nos ayuda a entender lo que sucede cuando
una mujer se presta a ello:
«Llevo tres años con mi enamorado, tengo dieciocho. Nos habíamos propuesto llegar
vírgenes al matrimonio. Estos úl mos meses las cosas han “avanzado” un poco más allá de
las caricias. Hemos llegado a masturbarnos y él me pidió tener “sexo oral”. Yo accedí. Desde
entonces me siento fatal, no puedo más conmigo misma. Me siento tan avergonzada. Trato
de convencerme de que es normal, pero no puedo con mi conciencia. Me siento sucia,
indigna totalmente de Dios, he dejado de rezar, ya no voy a Misa. Me pregunto si no soy una
más de esas chicas que aparecen en las páginas porno. ¿Y por qué me lo pidió mi
enamorado? ¿Por amor? ¿Es a eso a lo que lleva el amor verdadero? ¿Es eso lo que tengo
que pasar o soportar por amor? Claro, yo también lo he propiciado… soy una estúpida… ¡por
encerrarme con él en su cuarto! ¿En qué pensará él cada noche, cada vez que se acuesta en
la cama en la que hicimos esas cosas que me repugnan? ¿Cuánto empo más pasará para
que empiece a pedirme algo más?».

Aquí no se trata tan sólo de un “sen miento de culpa generado por la


religión”. De acuerdo a un estudio hecho por el Ins tuto Alan Gu macher y
publicado en la revista Perspec vas de planificación familiar, «ofrecer sexo
oral hace que las chicas se sientan explotadas, pero igual lo hacen porque
62
quieren ser populares o “hacer felices a los chicos”» . Una mujer que se
siente explotada y usada, psicológicamente empieza a desvalorizarse y
despreciarse a sí misma.

Que “el sexo oral no ene nada de malo” es una creencia equivocada y
dañina: además de degradar psicológicamente a la mujer, las
enfermedades sexuales pueden ser fácilmente transmi das de los
genitales a la boca.

No es normal y de ninguna manera debes aceptar esa prác ca, ni con tu


enamorado, ni con tu novio, ni con tu esposo cuando lo tengas.

Insisto en que este sen rse mal no necesariamente se debe a la religión,


sino a un fenómeno absolutamente humano. El sexo oral —como también
las mismas relaciones sexuales que llevan a la mujer a percibirse usada— la
hacen sen r sucia, despreciable a sus propios ojos. Para que no te digan
que es “culpa de la religión”, acá te presento un extracto de un duro
tes monio que me hizo llegar una joven de veinte años, que creció
«rechazando la figura de Dios, la religión y a Cristo casi sin conocerlo, ya
que nunca he ido a catequesis ni me he confesado… Crecí pensando que
era atea o agnós ca»:
«A los dieciséis años perdí la virginidad con alguien que no quería… Perdí la virginidad como
método de cas go por haberle entregado mi corazón a alguien que al final u lizó mi cuerpo
y me hizo sen r por primera vez una pros tuta, ya que él no me amaba y yo pensaba que sí.
Por primera vez en mi vida sen a que alguien me tocaba el corazón; siempre había estado y
me había sen do sola; no tenía mucho contacto con gente y me sen a extremadamente
feliz en sus brazos. Quería darle mi vida, pero eso se acabó. Así que desde ese momento
empecé a infravalorarme cada vez más, muchísimo más… y cambié muchísimo. Yo, para mí,
era una pros tuta sin dignidad, por culpa mía, por haber entregado mi corazón y por un
chico que me trató como una pros tuta. Queriendo seguir sin endo ese amor que me hacía
estremecer el cuerpo, seguí buscándolo en brazos de un chico, y de otro y de otro, aunque
no con todos teniendo relaciones sexuales plenas. He llegado a un punto en el que siento
que no me tengo ni a mí misma. He perdido el saber qué es respetarme, qué es lo que
quiero. Me siento vacía en todos los aspectos de mi vida… No me llena ni mi propia
existencia, ni estudiar, ni mis padres... Intento conocer a algún chico para tener una pareja,
pero siempre me siento falsa, siento que querría sen r lo que sen , pero sé que si tengo
sexo me sen ré vacía y más vacía aún. Siento que no soy espontánea, que me he perdido a
mí misma. Sigo viendo porno y masturbándome. No me aportan nada, es todo vacío y sin
sen do. Quiero ser feliz, pero no lo soy. La ac tud que adquirí de seductora no hacía más
que no beneficiarme. Ahora ya no lo hago, pero pienso que no sé qué es sen rse mujer, no
sé qué clase soy. Si seduzco, soy una pros tuta y no me conviene; si no lo hago, no existe
nada».

La verdadera enseñanza cris ana no te llena de sen mientos de culpa; al


contrario, te libera de ellos. Cristo te ofrece el perdón, te libera del peso de
tus malas acciones, te devuelve tu dignidad de hija cuando te has rebajado
a misma, te levanta de tu miseria, te ofrece siempre la esperanza de
poder empezar de nuevo, te regala una nueva vida, si arrepen da te
acercas a Él y te acoges a su amor. El Señor, recordémoslo, no ha venido a
condenar, sino «a buscar y a salvar lo que estaba perdido» (Lc 19,10), a
sanar los corazones destrozados, a vendar las heridas, a disipar las nieblas
en las que nos hunden nuestros pecados, a darnos siempre una nueva
oportunidad para poder amar y ser amados de verdad. Todo el discurso de
que “la religión te llena de culpas y temores” es una visión totalmente
distorsionada del autén co cris anismo, y no ene nada que ver con él.

29. Las fechas importantes

Fechas importantes como los aniversarios o el día de San Valen n pueden


dar pie a que los enamorados se “expresen su amor” con el sexo:
«Mi primer enamorado me llevaba tres años. Cuando yo tenía quince él ya estaba en la onda
de experimentar y sacar ventaja entre sus amigos, y bueno, yo quería a mi príncipe azul. En
los primeros cinco meses él me había enseñado a confiar en él y lo bello que era estar de
enamorados. Yo era su primera enamorada y él el mío, y eso era muy especial. Jurábamos
que sería mágico para ambos, y soñábamos con un futuro juntos. El día que cumplimos
cinco meses salimos y la pasamos muy bien. En un momento me dijo que sus papás no
estaban en su casa y que podíamos ir a pasar el rato. Yo intuía que ese “pasar el rato” era
con otras intenciones. Ya no tenía la mente inocente como cuando era niña. Acepté. Ya en su
casa me llevó a su cuarto y él se quitó la camisa. A mí no me llamaba la atención tener
relaciones y mucho menos a esa edad, así que no me saqué nada. Entonces como que
empezaba a insinuar que quería algo, por la forma como me besaba y me miraba. Le dije
que tenía miedo y él me dijo: “No tengas miedo, yo te cuido, y si lo hacemos, prometo
quedarme con go para siempre”. Pero le dije que no, que ya era tarde y tenía que irme. Me
levanté y le dije que lo esperaba abajo. Salimos y fuimos a mi casa. Ésa fue la primera vez en
la que estuve muy tentada de tener relaciones».

Cuando estás muy enamorada o ilusionada con un chico, es comprensible


que quieras regalarle “lo mejor de misma” en fechas tan román cas.
Lamentablemente puedes terminar creyendo que “el mejor regalo” es tu
propio cuerpo, «porque es lo que él más quiere», porque «es lo que lo va a
hacer feliz». Si crees eso y lo haces, estarás come endo el peor error de tu
vida.

Si tu enamorado “te pinta el cielo de estrellas” y te promete que se va a


quedar con go por toda la vida si tan sólo te entregas a él, no temas
decirle que no. Muchos hombres prometen lo que sea con tal de obtener
lo que quieren, y una vez que se lo das, pronto se olvidan de todas sus
lindas y román cas promesas. ¿Quieres arriesgarte porque “lo de ustedes
es dis nto”? Al decirle «no» a tu enamorado evitarás lo que suele suceder
cuando se adelantan las cosas:
«Tenía quince años y creía con todo mi corazón que eso era amor. Él me dijo que si lo
amaba, se lo demostrara. Así lo hice. Pero al poco empo ya no quería pasar más empo
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conmigo, sólo pasaba el empo con mi cuerpo» .

Por tu propio bien, por el de él y por el de la relación, es mejor que lo


hagas esperar no «hasta que estés lista» —como suelen decirles hoy en día
muchos chicos a sus enamoradas cuando les dicen «no»—, sino hasta el
matrimonio. Entonces el compromiso de amarte y respetarte por todos los
días de su vida no será tan sólo una promesa hecha a tu oído, al calor de
las emociones y pasiones, sino un juramento solemne hecho públicamente
y ante Dios.

30. Viajes con el enamorado

Nos contaba y preguntaba confundida una joven:


«Tengo una amiga que apenas lleva algo así como siete meses con su novio y ya se ha ido
como tres veces de vacaciones con él: una vez a la playa, otra a nadar y otra a acampar. Muy
emocionada me comenta que próximamente incluso se irá fuera del país con él, o sea,
¡apenas son enamorados y se van solos! Yo por mi parte llevo poco más de año y medio con
mi enamorado y jamás me he ido de vacaciones con él. A veces me siento como rara por
eso, pues mi amiga me dice que ¡cómo puede ser que no salga de vacaciones con mi
enamorado! Yo por mi parte pienso que está bien que no haya hecho lo mismo que ella,
porque ir de vacaciones siendo enamorados… es algo que va contra cuidar la cas dad dentro
de la relación. ¿Es bueno o malo irse de vacaciones con el enamorado o el novio?».

En la actualidad situaciones como ésta son muy frecuentes. Se ha vuelto


una especie de lugar común que los enamorados o novios viajen juntos a
cualquier lugar del país o al extranjero, solos los dos o con otras parejas de
enamorados. ¿Es aconsejable irse de vacaciones con el enamorado o
novio? La respuesta es variada.

Si te propusieron pasar un fin de semana con su familia, no vas a rechazar


la invitación por pensar que es incorrecto ir con él. Puede ser una
oportunidad para relacionarte con ellos y ver cómo se comporta él en el
núcleo familiar, algo que es muy importante para el futuro de la relación.
Conocer a la familia ayuda mucho a conocer a tu enamorado o novio y
cómo se comportará en el futuro con go y con sus hijos (si se llegaran a
casar). En este caso, sí creo que es correcto que vayas y conozcas más
sobre él y su familia. Obviamente, tendrás que evitar estar a solas con él en
lugares cerrados, y si se hospedan en un hotel, no dormirán en el mismo
cuarto.

Si vas con amigos, que sea con amigos de verdad, de aquellos que cuidan
de ambos. Hay quienes buscan estas vacaciones para poder hacer lo que
les venga en gana, y lamentablemente muchos —especialmente las chicas
— ceden ante las presiones de estos enamorados, novios y/o “amigos”
sólo por no quedar como los nerds, los aburridos, los anormales. Cuida de
las amistades que enen. Rodéate de gente que te ayude a avanzar y que
comparta tus mismos ideales y aspiraciones. Si reciben alguna propuesta,
averigua siempre quiénes van, adónde, cuáles son los planes del viaje, cuál
es el obje vo, y opta por lo que no represente una ocasión peligrosa para
y para tu enamorado o novio.
Si se trata de ir solos, la respuesta es ¡NO! ¡Un NO rotundo y sin
excepciones! Ir de vacaciones solos es exponerse demasiado. La clave es la
prudencia. Puede ser que ambos tengan bien clara la idea de mantenerse
castos, pero al ir solos a un si o ya están siendo imprudentes, pues aunque
no estén pensando en hacer nada y consideren que «no va a pasar nada
entre nosotros», la pasión puede encenderse de un momento a otro,
llevándolos a perder el control de la situación. Es verdad que esto puede
suceder aun cuando no se vayan de viaje juntos, pero también es cierto
que el riesgo de que suceda en un viaje de éstos es muchísimo mayor. La
prudencia en este caso aconseja no exponerse, porque sí puede pasar de
todo.

Tal vez te preguntes a qué me refiero con «no exponerse». Es no ponerse


en situaciones u ocasiones en las que será más di cil controlar sus
expresiones sensuales. Te doy un ejemplo: muchas mujeres no ven nada de
malo en quedarse a dormir en la misma habitación e incluso en la misma
cama con el enamorado o novio (aunque no tengan relaciones sexuales);
es más, puede parecerles erno estar simplemente echados juntos en la
cama. Pero tomando en consideración nuestra biología, los hombres
reaccionan de manera dis nta, y para tu enamorado o novio puede ser una
situación muy complicada de manejar, porque fácilmente lo puede excitar.
No es que los hombres estén pensando en el sexo todo el empo, pero
situaciones como éstas (acostarse en la misma cama, acariciarse o besarse
mucho) podrían llevarlo a cruzar la línea del cariño a la excitación en sólo
segundos, y si eso sucede, lo más probable es que te arrastre también a
por ese camino. Así que lo mejor es no exponerse, o sea, no ponerse en
esas situaciones peligrosas para los dos, no quedarte a solas con él en
lugares cerrados o muy oscuros. Si amas a tu enamorado o novio, ¡cuida de
él!

Se dice que el hombre es como una bombilla de luz: le toma apenas unos
segundos encenderse (excitarse). En cambio, la mujer normalmente es
como una plancha: necesita un empo más largo para llegar a la excitación.
Ten en cuenta eso y actúa con cautela cuando estés con tu enamorado o
novio.
Recuerda que vivir la cas dad va más allá de abstenerse de tener sexo
cuando todavía no es el momento. Es purificar incluso las intenciones, para
que cuando tengas sexo en el matrimonio, ese acto no se desvirtúe y sea
hermoso. Siempre cues ónate y cues ónale a tu enamorado o novio:
¿Conviene irse de vacaciones a solas? Pregúntense sobre el lugar adonde
quieren ir y con quiénes irían. Si detrás de estas interrogantes encuentras
una respuesta con una doble intención, es mejor no intentar nada ni
menos creer que vas a hacerle cambiar sus ideas.

Si alguna amiga tuya lo ha hecho y tú no, ¡no te atormentes! Si mucha


gente te dice que es necesario irse de vacaciones con el enamorado o
novio para “pasarla bien” o “conocerse mejor”, pues la respuesta es ¡no!
¡No es necesario! Muchas mujeres han tenido novios que ahora son sus
esposos y no han necesitado tener esas “experiencias” previas de fin de
semana o de vacaciones con ellos para conocerse o diver rse juntos. Ésa es
una men ra que te quieren hacer creer para jus ficarse a sí mismas y para
que no les cues onen lo que en el fondo saben que es incorrecto.

Vivir la cas dad exige una conquista diaria. Habrá momentos en tu vida en
los que te costará más, pero para poder conquistarla debes poner los
medios humanos necesarios en cada caso, y eso muchas veces requerirá
huir de las ocasiones y no exponerse a ellas.

Lo que el resto hace no siempre es lo correcto. Tú edúcate en la virtud, y en


el momento en el que se presente la situación sabrás actuar
correctamente.

No te olvides que sola no puedes en esta lucha. Pídele a tu enamorado o


novio que luche con go, y juntos pidan la ayuda de Dios para que cada día
puedan forjar una relación que busque el bien de ambos. Aún cuando toda
la sociedad les grite que están locos por querer vivir la cas dad, es una
lucha que vale la pena sostener porque eleva el amor humano a una
dimensión superior.

31. «No puedo dejarlo»


Cuando estás en una relación en la que de pronto te comienzas a sen r
angus ada, intranquila y poco segura de misma, que tú das mucho y él
poco o nada, usada y poco valorada, quiere decir que la persona que está a
tu lado no es para . Acaso en esta situación no sabes qué hacer, ya que tu
razón te dice una cosa, pero el corazón te dice otra; es decir, sabes
claramente que debes terminar la relación, pero sientes que no puedes
romper con el vínculo porque ya has dado demasiado. Esto generalmente
sucede porque has creado un lazo afec vo tan fuerte con la otra persona
que se te hace casi imposible liberarte de esa relación.

Salir de una relación dañina no es nada fácil, pero tampoco es imposible,


como suelen pensar aquellas que ya no se valoran a sí mismas, que creen
que enen la culpa de que la relación no funcione, o que enen miedo de
quedarse solas porque «ya nadie las va a querer». En este caso aplican
aquello de «peor es nada», pues piensan que «estar así es mejor que estar
solas». Dichas mujeres se vuelven absolutamente dependientes del
hombre, entregando cualquier cosa con tal de recibir a cambio un abrazo o
un «te quiero», que en el fondo saben que no es de verdad y las deja
vacías.

Si quieres salir de una relación dañina que te desgasta y va deteriorando


cada vez más tu autoes ma, enes que tener claro que debes cortar TODO
vínculo con él y no ceder en nada, ni un poquito, ya que a la primera que
retomes el contacto, entrarás en un círculo vicioso de nunca acabar.
¡Cuántas siguen atadas a su ex o vuelven otra vez con él tan sólo por
responderle un mensaje de texto!

Si es que ya enes la convicción de que la relación no es buena para y ya


has tomado una decisión, no retrocedas y mantente firme. Una vez que le
digas «se terminó, esto no va más», no debes volver a verlo. Tal vez puedas
pensar: «Ok, yo estoy decidida a cortar con la relación y no volver más,
pero él sigue insis endo y me pide que volvamos a vernos para conversar o
aclarar algunas cosas». ¡No lo hagas! ¡Ya no hay nada que aclarar!
Sencillamente, no tendrás la fortaleza suficiente para decirle en la cara que
no hay vuelta atrás y que no hay más que conversar o asuntos pendientes.
Lo pico es que, cuando estés en su presencia, te olvides de todos los
argumentos que tenías preparados y los sen mientos te traicionen, de
modo que le vuelvas a dar «una nueva oportunidad» y —si ya antes te has
entregado a él— te estarás acostando con él nuevamente esa misma
noche, pensando que lo que falta para que la relación mejore es un poco
de sexo.

Si ya te diste cuenta de que la relación no va para más, entonces no sigas


buscando excusas o pretextos para verlo. No vale la pena arriesgar tanto.
No caigas en la men ra de pensar «esta vez sí podré verlo a la cara y
decirle que ya no me busque más». ¡No! En esas situaciones no debes dar
por sentado que tendrás esa fuerza, porque después de haberte
involucrado tanto con la persona, resulta muy di cil decir «no». Cuida tu
integridad y date cuenta de lo mucho que vales. Si no le pones fin a esta
historia, no podrás recuperar tu autoes ma y todo lo que has perdido por
estar envuelta en esta relación.

Si crees que enes que aclarar algo, déjaselo por escrito una sola vez y no
le vuelvas a responder. Una vez tomada la decisión y terminada la relación,
¡no debes contestarle ni siquiera un mensaje, aunque te cueste la vida!

Es importante que en endas que ninguna conducta es recurrente si no es


retroalimentada de alguna manera. Por ejemplo, si dices que tu ex no te
deja en paz porque una y otra vez te vuelve a llamar, es porque en algún
momento le has contestado. De ese modo le has hecho saber que todavía
pueden mantener alguna comunicación. Aquí está la clave para que no
insista: no volverle a contestar y dejar bien claro con tu silencio que no
quieres retomar la comunicación con él. Sencillamente, no hay otra forma
de que en enda ese mensaje.

Otro punto que debes tener muy claro es que tú no lograrás que él cambie.
Hay muchas chicas que se aferran a la idea de que «si estoy en su camino,
es por algo y yo puedo hacer que él recapacite y cambie de ac tud». De
hecho, ya lo has intentado; y ya ves que no hay ningún cambio, el
problema sigue ahí y tú sigues haciéndote daño. ¿No crees que ya es
suficiente? Es hora de abrir los ojos y comenzar a hacer algo por .
¡Tú vales mucho y estás hecha para amar de verdad! Debes recordar que el
verdadero amor no es egoísta, no piensa sólo en sa sfacer sus
necesidades, sino que sale de sí mismo y se preocupa por el bienestar del
otro. ¡Tú mereces un amor de verdad, no sólo migajas! No te conformes ni
te aferres a alguien que no te valora, no te toma en cuenta ni se preocupa
por . No tengas miedo a quedarte sola, porque no lo estarás. A veces
necesitas un empo para misma. Después te darás cuenta de que si
logras estar bien con go misma, podrás estar bien al lado de otra persona
y construir una relación saludable.

Sí, defini vamente es di cil pasar por una ruptura, pero sí se puede salir
adelante. No pienses que es imposible. La vida no se acaba; todo lo
contrario, vuelve a comenzar para . Para esto enes que buscar las cosas
que antes te llenaban y que poco a poco fuiste dejando de lado por estar
envuelta en esa relación. Evalúa cómo están tu vida espiritual y tu relación
con Dios. Él, más que nadie, te dará la fuerza que necesites para salir de
esto. Con su gracia, todo es posible.

Por otro lado, también debes recuperar los demás vínculos que tal vez has
dejado de lado: tu familia, tus compañeras y amigas. Debes buscar
ac vidades que te distraigan y que te ayuden a enfrentar esta etapa. Sal
con tus amigas, disfruta el empo en familia y las ac vidades de tu día a
día. No te quedes pensando en todo lo que fue y torturándote con la
situación; así no conseguirás nada bueno. Saca todas las fuerzas que
tengas, levántate y haz algo por , buscando todos los medios que
necesitas para recuperar tu vida.

En todo momento enes que repe rte que esto es lo mejor para , que
sólo rompiendo este vínculo podrás volver a valorarte a misma y
comenzar de nuevo. Recuerda que cada día es un nuevo comienzo, ¡nunca
te des por vencida! Ya sabes que en esta lucha no estás sola. Lo único que
enes que hacer es mantenerte firme en tu decisión y así cada vez serás
más fuerte.

En conclusión, da vuelta a la página, sigue para adelante y recuerda que los


beneficios de esto no son sólo recuperar tu tranquilidad y estabilidad
emocional, sino también recuperarte a misma como persona. ¡Tú lo
mereces y tú lo vales! Sólo mantente firme en tu decisión y, en menos de
lo que piensas, comenzarás a disfrutar de las cosas bellas de la vida y
estarás totalmente recuperada.

32. ¿Cómo “dar vuelta a la página” y escribir un nuevo capítulo en mi


vida?

Una joven de diecisiete años decidió terminar con su enamorado porque él


no la ayudaba a guardar su pureza. La relación ya le había hecho mucho
daño. Él sabía que ella había hecho un compromiso de guardar su
virginidad hasta el matrimonio, pero eso no le importó. Con sus
manipulaciones y su les presiones finalmente obtuvo lo que quiso: robarle
su virginidad. Roto el límite, volvió a suceder, a pesar de que ella —en frío
— no quería volver a hacerlo. Él no respetaba su deseo, así que ella sabía
que terminar la relación era lo que tenía que hacer si no quería seguir en lo
mismo. ¿Cómo desligarte de alguien a quien quieres y a quien ya le has
entregado todo? Tomar la decisión no fue fácil, y pasados dos meses se
mantenía firme. Sin embargo, no lograba olvidarlo: «No me siento tan
bien. A veces tengo ganas de llamarlo y decirle que lo extraño, pero sé que,
si lo hago, volveremos a lo mismo, ¡y no sé qué hacer para sacarme esto
que siento!».

Ella no es la única. Otra chica de dieciocho años que hizo una promesa de
guardar su virginidad para su futuro esposo está en la misma lucha. Ella
logró terminar la relación antes de entregarle todo a su enamorado. Él ya
había tenido relaciones sexuales antes y venía de un proceso de
recuperación por adicción a las drogas. En un momento empezó a
presionarla; incluso llegó a decirle que él no podía «esperar diez años hasta
casarnos». Estuvo muy tentada de entregarse, pero no lo hizo. Decidió
romper la relación antes de pasar “al siguiente nivel”. Transcurrido más de
un mes, ella seguía pendiente de todo lo que él decía o hacía. Si bien ya no
se comunicaba con él por teléfono o mensajes, había sido incapaz de
eliminarlo de sus redes sociales. ¿Su excusa? «Él me ha dicho que si lo
elimino soy una inmadura». ¿Te suena conocido? Finalmente, me dijo la
verdad: «Es que no quiero sufrir». Es decir, eliminarlo de sus contactos,
bloquearlo, es semejante al momento en el que se en erra a un muerto: se
sufre, porque es el signo claro y palpable de una separación defini va.
Luego de “patalear”, de querer jus ficar la “necesidad” de tenerlo como
contacto, ha logrado eliminarlo. Le costó, pero lo hizo y ahora se siente
libre y feliz por eso, por haber conseguido algo que se creía incapaz de
hacer. Sin embargo, sus amigas le siguen contando de él: «Me enteré de
que habla con la chica con la que antes coqueteaba y una amiga me
comentó: “Te apuesto que van a terminar estando, fácil porque está
despechado”». Su mejor amiga le ha dicho que él es un patán, pero ella
aún sigue preocupada porque no termine nuevamente en drogas o
malogre su vida. Es decir, aún cuando sabe que ese chico no le conviene y
que la relación ya terminó, sigue pensando en él, preocupada por él,
incapaz de dar vuelta a la página.

Una joven de dieciocho años, virgen también, está pasando por el mismo
sufrimiento. Luego de un año de relación se sen a emocionalmente tan
unida a su enamorado que no podía estar sin él, no podía vivir ni respirar
sin él. Su dependencia era total. Las cosas empezaron a ir mal, y ella sen a
que él ya no la amaba como antes. En un momento de desesperación, por
no querer perderlo, se olvidó de su propósito de guardar su virginidad
hasta el matrimonio y decidió que la solución era entregarse sexualmente a
él. Pensaba que era «la única manera de mejorar la relación» y quedarse
con él, así que se lo ofreció. Cuando estaba a punto de suceder, reaccionó,
lo apartó y se puso a llorar. Él le dijo: «Perdóname, te mereces a un chico
mejor que yo». Al poco empo él terminó la relación ¡por teléfono! Ni
siquiera tuvo la decencia de darle la cara. Para ella fue peor que si se
hubiera muerto. Han pasado tres meses, sigue sufriendo muchísimo y le
cuesta dar vuelta a la página, mientras que él parece que ya olvidó todo.
Para colmo, lo ve a diario en la universidad, pues están en el mismo salón.
Es imposible no escucharlo cuando en voz alta les comenta a sus amigos de
sus úl mas aventuras del fin de semana. En esos momentos es como si le
removiesen una y otra vez el puñal que le han clavado en el corazón.

Otra chica universitaria de diecinueve años terminó una relación de nueve


meses porque, aunque adoraba los momentos que pasaba con él —era
tranquilo, generoso y muy erno—, cambiaba de personalidad cuando
estaban en grupo con sus amigos. Entonces se conver a en alguien burlón,
egoísta y duro, y sen a que realmente a él, ella no le importaba. Nunca
entendió por qué él se dejaba influenciar tanto por sus amigos, por qué
prefería incluso maltratarla y ofenderla con tal de quedar bien con ellos.
Confundida por esta doble ac tud, decidió romper el vínculo. No le fue
fácil, le dolió demasiado, lloró muchísimo noche tras noche, algunas veces
pensó en correr y regresar con él, pero se mantuvo firme en su decisión
porque tenía claro que, más allá de todo lo que lo quería, primero estaba
su dignidad como mujer. Ya han pasado algunos meses, el dolor ha
amainado y está más tranquila. Ahora comprende que, de haberlo buscar
nuevamente, nada habría cambiado; antes bien, seguiría emocionalmente
esclavizada a un hombre que era incapaz de sacar la cara por ella ante sus
amigos.

¿Te has iden ficado con la historia de alguna de ellas? No me sorprende,


pues como ellas ¡hay miles! La verdad es que no es fácil terminar una
relación con una persona a la que quieres mucho pero sabes que no te
quiere igual, o te hace daño, o no enes futuro con ella. Es más di cil aún
cuando se ha entregado tanto, sica y también emocionalmente. Es tan
di cil que muchas ni siquiera enen el valor o la fortaleza para hacerlo,
aunque se sepan usadas. Piensan que ya nadie las va a querer, y a cambio
de algo sensual o sexual los usan para llenar un vacío afec vo o emocional.

Hay quienes logran tomar la decisión de terminar —a otras les terminan—,


pero no soportan el vacío que les deja y lo extrañan tanto que al poco
empo le mandan un mensaje o le contestan el que él les ha enviado. Así
quedan en encontrase de nuevo, y muchas veces sólo para tener contacto
sexual, ya sin compromiso. O sea, ya no les importa ni siquiera estar
comprome das, acaso lo único que quieren es sen r una “conexión” de
momento que les haga olvidar todo el sufrimiento de la soledad o los
problemas que pasan por la falta de amor. Viven una ilusión, pues esa
relación ya no existe. Ahora es tan sólo un “ex con beneficios”. Me
pregunto: ¿tan solas se sienten, tan vacías, tan “dañadas”, que no les
interesa su dignidad, que no son capaces de “soltar el pasado” para
construir un futuro en el que puedan ser amadas de verdad?
Volvemos a lo mismo: ¡Qué di cil es olvidar a alguien a quien hemos
amado, más aún si le hemos entregado no sólo el corazón, sino también el
cuerpo!

¿Hay manera de evadir ese sufrimiento y de hacer más fácil una ruptura?
¿Cuál es la salida? ¿Cuál la solución? Ante todo hay que decir que enes
que aceptar que no existe una salida fácil. Cuando terminas con alguien
porque en endes que no te ama de verdad, o porque no te conviene dado
que te está llevando a renunciar a tus propios ideales y estándares, no lo
haces porque dejas de quererlo o porque ya no te gusta. Debes entender
que normalmente el proceso de “independización emocional” es largo, que
los sen mientos hacia esa persona no se van de la noche a la mañana sólo
porque decides cortar la relación, y menos aún cuando es el chico el que
decide terminar con go. En ambos casos —sobre todo cuando él te
termina— se asemeja a la muerte de un ser querido y se entra en un
proceso largo que necesita un “período de duelo”, por decirlo así.

El duelo ene tres etapas picas:

a. La primera es la de la negación, la de la no aceptación de la


realidad. En esta etapa se entra en crisis y perdura hasta que se
asimile gradualmente la ruptura. Puede durar meses. Nos
invade una profunda tristeza, acompañada del llanto frecuente.
b. La segunda es una fase aguda de dolor por la separación,
acompañada de un desinterés por todo. La rabia brota y suscita
angus a. Es muy di cil deshacer los lazos emocionales que
man enen el vínculo con el ser amado. Este sen miento va
disminuyendo con el empo, pero puede volver con fuerza en
ocasiones como los aniversarios. Puede durar seis meses o más.
En ocasiones, luego de un empo y muchas veces por causa de
alguna caída de la que te cuesta levantarte, él viene
nuevamente a tu mente y te enta a entrar en el círculo vicioso
otra vez. En esos períodos de crisis simplemente quieres dejarlo
todo y buscas excusas tontas para regresar corriendo donde él,
recuerdas los buenos momentos vividos y olvidas los malos,
sueñas de nuevo en la relación, en que se puede recomponer,
en que ahora puede ser dis nto, pensando que «la esperanza es
lo úl mo que se pierde». No falta la amiga que te dice que
luches por eso y que los milagros existen.
c. La tercera etapa es el final del duelo. Es una fase de gradual
reconexión con la vida diaria y de estabilización ante los
al bajos de la etapa anterior. La tristeza y la nostalgia ceden, se
produce una “liberación emocional” que permite escribir un
nuevo capítulo en la vida, donde es posible experimentar
nuevamente la alegría, la felicidad, el gozo.

Pasar por un duelo no es fácil, y hay que entenderlo para no pensar que
«nunca va a desaparecer este dolor», que «es imposible vivir sin él».
Resulta más di cil aún en el caso de una ruptura sen mental porque la
persona sigue presente, quizá incluso la vemos todos los días. Mientras
que un en erro nos manda el fuerte mensaje de que la separación es
defini va, de modo que no queda sino aceptar la realidad, en una relación
que se rompe él sigue vivo, y no hay ese claro mensaje de que «no hay
vuelta atrás». Pero, ¡ánimo! ¡No sólo es posible sino también muy
liberador! Así que ten un poco de paciencia y no pierdas la esperanza.

Para recuperarse de una relación que ha terminado porque no llevaba a


nada bueno o no tenía futuro, es necesario completar algunas “tareas”:

a. Aceptar la realidad de que la relación se terminó y de que no hay vuelta


atrás o “nuevas oportunidades”.

Cuando decidas terminar una relación, lo primero que debes hacer es una
lista de los valores y cualidades que tú esperas que tenga un chico y, por
otro lado, una lista de los valores y defectos que ene la persona de la que
te estás desligando. Escribe, además, todas las razones por las que piensas
que es correcto terminar, de modo que puedas leer esa hoja cada vez que
te den ganas de llamarlo. Ojo: en el momento de leerlas nuevamente ten
claro que son los mo vos que deben hacerte fuerte para mantenerte
firme, ¡no una ocasión para torturarte a misma con todo lo que alguna
vez pasaste! En esos momentos de tristeza, de añoranza, de soledad, no
puedes olvidar las razones profundas que te llevaron a terminar una
relación que no tenía futuro y que acaso te hizo mucho daño. Si ya has
cortado esa relación y andas en este empo de “duelo”, antes de seguir
leyendo, ¡escribe esa lista ahora mismo!

En este período debes cortar completamente el contacto: ni llamadas ni


mensajes de ningún po. A veces tendrás que cambiar tu número de
celular, sobre todo si de cuando en cuando él te envía un mensaje o te
llama diciéndote cosas o prome éndote cambios que te llevarán a darle
una nueva oportunidad o simplemente a volver a buscarlo.

Si lo enes en alguna red social, debes eliminarlo o bloquearlo. Si es


necesario, cancela tu perfil y crea uno nuevo. Esto será di cil, sobre todo
cuando la “curiosidad” te lleve a querer saber cómo está, con quién, etc.
Pero DEBES HACERLO aunque te cueste, aunque te duela. Mantener a tu ex
en tu lista de contactos no es sino una fuente de tortura para misma,
lleva a abrir la herida una y otra vez, impide que cumplas con esta primera
tarea de aceptar que la relación se terminó. No alimentes una eterna
dependencia me éndote en la vida del chico, siguiéndole el rastro «para
saber cómo está», o cosas semejantes. Simplemente, ¡déjalo ir!

Si has llegado hasta acá, todavía falta lo más di cil: no serás libre mientras
sigas atada a todo lo que él te regaló. Debes deshacerte de esas cartas
lindas que alguna vez te escribió, de todo aquello que guardas como un
“recuerdo de un día especial”, un boleto de lo que sea, un osito, una
estampita con dedicatoria, un poema, una medalla o anillo, una foto
especial, etc. No hagas como una joven que, al romper su relación, me ó
todo en una caja y la llevó a otra casa, lejos de ella. Sin embargo, cada vez
que iba a esa casa, le daba por ver lo que allí había, le volvían la
melancolía, el dolor, el sufrimiento. Tampoco eso es suficiente. Ella nos ha
querido compar r su experiencia:
«Recuerdo esa caja, y recuerdo también todo el dolor. Y es que en esa insignificante caja no
sólo guardaba las cosas que él alguna vez me regaló, sino que estaban guardadas también
todas mis ilusiones rotas, todos los recuerdos, los sueños y deseos que tenía en ese empo,
estaba guardada una pequeña parte de mi vida. Cada vez que la volvía a abrir era como
regresar a ese empo y volver “a soñar”… Pero luego me topaba con una gran pared: la
realidad. Él ya no estaba, y yo no lo estaba dejando ir. Esa caja me seguía atando a él, y algo
que aprendí en este empo es que hay que desprenderse de las cosas que nos man enen
atadas a un “ex”, sobre todo de las cartas y de los regalos, de todas las cosas materiales que
son “recuerdos”. Aunque queramos, no podremos reconstruir nuestras historias con esa
caja. Lo esencial ya no está, y sin la esencia las cosas pierden su valor. Es como cuando un
hada pierde su brillo, sus polvos ya no funcionan, ya no hay magia… ya no ene significado.
Entonces, ¿por qué seguir aferrándonos a algo que ya no ene valor?».

Sólo serás verdaderamente libre de toda atadura emocional, sólo podrás


cerrar ese capítulo de tu vida y avanzar al siguiente, si cortas todo “hilo”
que te ata y no te deja volar: quema las cartas, regala o deshazte de todo
ello de tal manera que no puedas volverlo a ver nunca más. ¿Exagerado?
¿Demasiado di cil? Pues no hay otra manera de curar tus heridas y quedar
libre.

Por otro lado, tampoco conviene que vayas a los si os donde


probablemente él esté, porque estás vulnerable y es posible que, al verlo
de nuevo, actúes o reacciones de una manera no adecuada, totalmente
opuesta a lo que habías decidido “en frío”. Esta tarea es muy complicada
de cumplir cuando estudian en el mismo salón, o trabajan juntos. Eso no
hará más que prolongar la agonía, avivar una y otra vez los sen mientos
hacia él, ponerte en riesgo de que —si él te busca— vuelvan a pasar cosas
entre ustedes, porque si te dice palabras bonitas o halagadoras tendrás
muy poca resistencia a decir “no” y querrás al menos por un instante
“fugar” de la dolorosa realidad de que todo se acabó, renunciando acaso a
tu propia dignidad. A veces lo mejor es dejar de estudiar por un empo o
renunciar al trabajo. Pero si eso es imposible, tendrás que mantener tu
distancia con firmeza y será bueno que toda vez que puedas, en las
vacaciones sobre todo, te vayas de viaje, te alejes de todo lo que te
recuerde a él.

Otra de las recomendaciones básicas es ésta: ¡Diles a tus amigas que te


ayuden, y que no te estén contando o comentando de él!

b. Aceptar el dolor de la separación.

Todo sería más fácil si no nos doliese, pero duele. Y como me decía una de
aquellas jóvenes antes mencionadas, «es que no quiero sufrir».
Lamentablemente eso es imposible. De todas maneras vas a sufrir. Sufres si
terminas la relación, pero sufrirás también si la man enes, aunque en ese
caso cuentas con “dosis” de una falsa felicidad o placer que por momentos
te hacen olvidar todo el dolor que sientes, tus temores e inseguridades.
Pero tú sabes que eso es mantener la herida abierta y desangrarse
lentamente. Luego es peor, los celos y la inseguridad te matan, no puedes
estar sin él, tú misma empiezas a degradarte y avergonzarte de misma,
incluso a despreciarte, a creer que ya nadie te va a querer, que no mereces
ser amada…

Lo mejor es aceptar el sufrimiento con paciencia, con serenidad, y no


permi rte de ninguna manera “aliviar” ese sufrimiento mandándole un
mensaje, llamándolo por teléfono o hablando nuevamente con él. Debes
resis r con firmeza, con tenacidad, porque si no tu herida nunca va a cerrar
y cicatrizar. Necesitas mucha fuerza de voluntad para no ceder en esto que
parece tan pequeño («¡es tan sólo un mensaje!»), pero que ene la fuerza
de hacer volver todo el pasado y mantenerte atada y esclavizada a una
persona que no te conviene. El único camino para sacar de tu corazón eso
que sientes es mantenerte firme y dejar que el empo pase. El empo de
verdad lo cura todo si tú te man enes firme, ¡créeme!

Así, pues, sé valiente, asume el dolor de la separación con coraje. Si te


sientes débil, busca tu fuerza en Dios, ¡reza!, ¡pídele a Él las fuerzas que
necesitas! Él te dará esa fortaleza para resis r, para pasar esta prueba, para
cargar con este sufrimiento mientras tu herida va curando, sanando, hasta
que quede tan sólo una cicatriz que ya no duela. Apóyate también en una
buena amiga que te acompañe.

Por otro lado, lo peor que puedes hacer cuando terminas o te terminan
una relación es quedarte rada en tu cama viendo novelas, soñando
además que el protagonista es tu hombre ideal. ¡Nada de eso! Aunque no
tengas ánimos para nada, busca algo que hacer, no te abandones, no
alimentes tu melancolía viendo novelas román cas. En vez de encontrar
una fuga en esas películas, ¡lucha! Quizá pienses que no enes fuerzas,
pero no es verdad: ¡todos las tenemos! ¡Despierta esa fuerza que hay en
y lucha por no ceder a la tristeza! ¡No te quedes sin hacer nada y pensando
en él cada vez que algo te recuerde lo que pasó entre ustedes o lo que
pudo pasar o podría pasar «si tú lo cambias»!

Para concluir, nada de juergas con el propósito de olvidar las penas o


disfrazar tu sufrimiento. Tampoco creas en el viejo dicho de que «un clavo
saca otro clavo». ¡Es men ra, y no lograrás nada más que involucrarte en
otra relación que no te conviene!

c. Adáptate a un ambiente en el cual él no esté presente, aprende a vivir


sin él, re ra la “energía emocional” que antes le dedicabas a él e inviértela
en nuevas situaciones o relaciones.

Te ayudará mucho ocupar tu empo en cosas produc vas, en salir a


diver rte sanamente con tus amigas, concentrarte en ac vidades que te
apasionan o te interesan, como inves gar, escribir… Sal de misma y
ayuda a los demás, hazte parte de un proyecto, inscríbete en algún
voluntariado, etc., etc. Mientras más empo dediques a otros, menos
momentos de ocio tengas y más ocupes tu mente en cosas que te
distraigan, menos empo tendrás para estar pensando en él, menos
probabilidades habrá de que te hundas en un estado de melancolía y
menos fuerte se hará la tentación de llamarlo o buscarlo.

Los ejercicios son muy buenos también. ¡Muévete! ¡Haz algo de deporte!
Verás cómo eso te ayuda.

Para terminar

Quiero concluir este libro con el valioso tes monio de una joven que te
alentará en tu propia opción por luchar y vivir un es lo de vida diferente, a
contracorriente, el de la cas dad, el de la pureza de mente, corazón y
cuerpo, con el fin de conquistar el amor verdadero:
«Ya hace más de un año que aprendí a decir “no”. ¿Por qué? Porque los chicos que se me
acercaban eran vacíos en todo sen do y yo ya estaba cansada de estar rodeada de falsedad:
¡eso cansa y hasta te pone mal! A mí me ponía de mal humor y me desquitaba con todos, y
eso no me gustaba, ¡porque nadie ene por qué aguantarme las pulgas!
Eso de ilusionarse porque un chico “te pintó todo color de rosa” es a veces bueno, pero
depende del chico que te lo diga, porque unos lo hacen sólo para sacar algo a cambio. Ahora
soy de la idea de que esa persona que te ilusione ene que haber sido primero mi amigo,
porque el amor verdadero comienza con una amistad y se sos ene con ella...
Desde hace mucho soy muy cuidadosa con las personas que van a entrar a mi vida. Tengo
muchas expecta vas en una relación próxima, tengo muchas expecta vas en el chico que
conozca en un futuro.
Tengo muchas expecta vas en mí misma, porque no hay nada más hermoso para mí ahora
que decir: mi relación ene como base a Dios y el respeto. ¡Ahora yo apuesto por mí misma
y apuesto por un amor verdadero!».
La Opción V
“La Opción V” es un proyecto que alienta a los jóvenes a descubrir la
importancia de la cas dad en sus vidas. Nuestro obje vo es promover una
recta comprensión de la sexualidad que, yendo a contracorriente de lo que
la sociedad nos propone, forme en un amor autén co, libre de todo
egoísmo, base para futuros matrimonios sólidos y consistentes. Ofrecemos
también soporte y consejería a quienes asuman el desa o de esforzarse por
vivir esta virtud.
¡Únete a nosotros!

Si enes alguna pregunta o quieres hacernos alguna sugerencia, no dudes


en contactarnos a través de nuestra página web, en la que también
encontrarás tes monios, ar culos, videos y libros recomendados, un
espacio para hacer consultas y mucho más:

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Tenemos, además, diferentes canales de comunicación en los que siempre


contarás con nuestra ayuda y consejo:

La Opción V
laopcionv
La Opción V en TV
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¡Acompáñanos y déjanos acompañarte en tu decisión y lucha diaria por


vivir la pureza!
Notes
[←1]
Esta tarea está en total sintonía y responde a la exhortación hecha por el entonces Papa
Benedicto XVI a un grupo de obispos norteamericanos: «Hay una necesidad urgente de que
toda la comunidad cris ana recupere el aprecio de la virtud de la cas dad» (9/3/2012).
[←2]
C.S. Lewis, Mero Cris anismo, Rialp, Madrid 62009, p. 112.
[←3]
San Juan Pablo II, Redemptor hominis, 10.
[←4]
C.S. Lewis, Mero Cris anismo, ob. cit., pp. 114-115.
[←5]
Ver Jason Evert, Amor puro, Catholic Answers, San Diego 2007; Crystalina Evert, Feminidad
pura, Catholic Answers, San Diego 2008. Puedes encontrarlos en Internet y descargarlos
gratuitamente en versión PDF.
[←6]
Puedes leer una excelente apreciación crí ca sobre este libro en
h p://laopcionv.com/ar culos/sombras-como-mascaras-de-la-verdad/.
[←7]
C.S. Lewis, Mero Cris anismo, ob. cit., p. 119.
[←8]
Para comprender este terrible problema y encontrar soluciones te recomiendo leer el libro de
Carlos Cuauhtémoc Sánchez, Los fantasmas del espejo, Diamante, Estado de México 2008.
[←9]
Dolores Cedrone, en h p://gsolido.wordpress.com/2012/11/27/la-revolucion-sexual-una-
mirada-hacia-adelante/.
[←10]
Myron Magnet (ed.), Modern Sex. Libera on and its Discontents, Ivan R. Dee, Chicago 2001,
pp. VII-VIII.
[←11]
Zac Als n, en
h p://www.mercatornet.com/ar cles/view/defending_children_against_ero cised_adult_cu
lture.
[←12]
Crystalina Evert, Feminidad pura, ob. cit., p. 8.
[←13]
Allí mismo, pp. 6-7.
[←14]
C.S. Lewis, Mero Cris anismo, ob. cit., pp. 116-117.
[←15]
Cristalyna Evert, Feminidad pura, ob. cit., p. 28.
[←16]
Zac Als n, en
h p://www.mercatornet.com/ar cles/view/defending_children_against_ero cised_adult_cu
lture.
[←17]
Estas estadís cas y muchas otras referidas al consumo de pornogra a derivan de fuentes
reputables como Alexa Research, NRC, PBS, WordTracker, Google y MSNBC. Las encuentras
en: h p://www.familysafemedia.com/pornography_sta s cs.html.
[←18]
Carlos Cuauhtémoc Sánchez, Juventud en éxtasis, Diamante, Estado de México 1994, p. 63.
[←19]
Michael Coren, en h p://www.theinterim.com/poli cs/promo ng-perversity/. El biólogo y
sexólogo norteamericano Alfred C. Kinsey (1894-1956) publicó dos estudios sobre El
comportamiento sexual en el hombre (1948) y El comportamiento sexual en la mujer (1953),
cuyas conclusiones se conocen como el “informe Kinsey”. Controversiales y polémicas desde
el inicio, luego se ha comprobado que sus inves gaciones fueron manipuladas y adolecían de
serios problemas estadís cos, cien ficos, morales y legales.
[←20]
San Juan Pablo II, Redemptor hominis, 10.
[←21]
Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 2353.
[←22]
Gustavo E. Podestá, en h p://www.catecismo.com.ar/sermonesdurante26/30_87A.htm.
[←23]
Viktor Emil Frankl (Viena, 1905-1997), neurólogo y psiquiatra, fundador de la Logoterapia.
[←24]
En este video, que busca desalentar el consumo de material pornográfico, te muestran cómo
ha terminado la vida de cientos de estas “estrellas”: h p://www.youtube.com/watch?
v=r0q_VGacfNk.
[←25]
Jason Evert, Amor puro, Catholic Answers, San Diego 2007, p. 4.
[←26]
Seth Adam Smith, en h ps://sethadamsmith.com/2013/11/02/marriage-isnt-for-you/.
[←27]
Lug. cit.
[←28]
Ben Shapiro, Porn Genera on, Regnery Publishing, Washington 2005, p. 25.
[←29]
San Juan Pablo II, Familiaris consor o, 33.
[←30]
Jason Evert, Amor puro, ob. cit., p. 4.
[←31]
Mary Beth Bonacci, Tus preguntas y las respuestas sobre amor y sexo, Palabra, Madrid 32005,
pp. 11-12.
[←32]
Catecismo de la Iglesia Católica, 2353.
[←33]
Carlos Cuauhtémoc Sánchez, Juventud en éxtasis, ob. cit., p. 88.
[←34]
Sobre la “cas dad emocional”, puedes leer este interesante ar culo:
h p://laopcionv.com/ar culos/la-cas dad-emocional/.
[←35]
Puedes mirar este video, «La prueba del marshmallow», un experimento hecho con niños a
quienes se les ofrece una mayor recompensa si en vez de ceder a la sa sfacción inmediata
deciden esperar. Los resultados son muy interesantes: h p://www.youtube.com/watch?
v=KHR5vuU85Lc.
[←36]
Jason Evert, Amor puro, ob. cit., pp. 16-17.
[←37]
Vale la pena que leas este tes monio: h ps://laopcionv.com/tes monios/come -el-peor-
error-de-mi-vida-le-fui-infiel-a-mi-esposo/.
[←38]
María Luisa Di Pietro, Miembro del Comité Nacional de Bioé ca de Italia, en
h p://youtu.be/1x_O15I5VY4.
[←39]
C.S. Lewis, Mero Cris anismo, ob. cit., p. 116.
[←40]
Si eres católica, ¡acude a la Confesión! En nuestro esfuerzo por educarnos en la virtud de la
cas dad para amar de verdad necesitaremos ser curados y perdonados muchas veces. Si
caes, el Señor te espera en su sacerdote para perdonarte, para curar tus heridas, para
alentarte a ponerte nuevamente de pie y volver a la batalla.
[←41]
Catecismo de la Iglesia Católica, 2345.
[←42]
Para la comprensión de este problema es muy recomendable leer el libro de Carlos
Cuauhtémoc Sánchez, Los fantasmas del espejo, citado en la nota 8.
[←43]
Sobre muchas “estrellas pop” sería bueno que leas este excelente ar culo:
h p://laopcionv.com/ar culos/estrellas-al-desnudo/.
[←44]
San Clemente I, Carta a los Corin os, cap. 46, 2.
[←45]
Crystalina Evert, Feminidad pura, ob. cit., p. 18.
[←46]
C.S. Lewis, Mero Cris anismo, ob. cit., pp. 122-123.
[←47]
Crystalina Evert, Feminidad pura, ob. cit., p. 19.
[←48]
Carlos Cuauhtémoc Sánchez, Juventud en éxtasis, ob. cit., p. 90.
[←49]
Lug. cit.
[←50]
Allí mismo, p. 88.
[←51]
Allí mismo, p. 90.
[←52]
Pandora 38 (octubre de 2012).
[←53]
Puedes entrar a h p://www.CureTheCraving.com. Si sabes inglés, te recomiendo bajar
gratuitamente los materiales y recursos que allí se ofrecen.
[←54]
Ver h ps://www.facebook.com/LaOpcionV.
[←55]
«No salga de tu boca palabra dañina, sino la que sea conveniente para edificar según la
necesidad y hacer el bien a los que te escuchen» (Ef 4,29).
[←56]
Patricia Espinosa de Bambarén, Psicóloga Educa va, Máster en Neuropsicología y Educación.
[←57]
Dawn Eden, La aventura de la cas dad, Grupo Nelson, Nashville 2008, p. 164.
[←58]
Ver Dr. Donald L. Hilton, Jr., Slave Master. How Pornography Drugs & Changes Your Brain, en
«Salvo Magazine» 13 (2010), pp. 34ss:
h p://www.salvomag.com/new/ar cles/salvo13/13hilton.php.
[←59]
Juan Francisco Vélez y María Luisa Estrada de Vélez, en
h p://www.protegetucorazon.com/sex ando-yo/.
[←60]
Carlos Cuauhtémoc Sánchez, Free sex?, Diamante, Estado de México 2008, p. 67.
[←61]
Hay historias pasadas que pueden dañar mucho la relación, cuando no hay la suficiente
madurez por parte de la otra persona. Si sientes que algo de eso te puede suceder, y enes
miedo de decirle las cosas por las que has pasado a tu novio, lo mejor es que consultes con
alguna persona entendida y prudente para que te aconseje si debes hablar de eso o no, o de
qué modo y cuánto es necesario decir en su momento.
[←62]
Ben Shapiro, Porn Genera on, ob. cit., p. 27.
[←63]
Crystalina Evert, Feminidad pura, ob. cit., p. 1.

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