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Aristipo (hedonismo)

en Diógenes Laercio, Vidas y opiniones de los filósofos ilustres

Era de Cirene (norte de África, frente a Grecia, en la zona de la actual Libia). Fue a Atenas atraído
por la fama de Sócrates, pero llegando a ejercer como sofista (cobrando por enseñar). Aunque
reconocía la sabiduría de Sócrates y lo admiraba mucho como maestro, sin embargo, fue criticado
por éste y por su discípulo Platón por poner la felicidad en el ‘placer’ (hedonismo).

Aristipo era muy hábil para adaptarse a cualquier cosa. Sabía disfrutar del placer del presente,
pero no se esforzaba en perseguir el disfrute de nada que no estuviera ya presente. -Decían de él:
“Distingue si algo es verdadero o no… por el tacto”.

Estando prisionero de un famoso gobernador persa, todos se extrañaban de que estuviera tan
tranquilo, y era porque le parecía interesante poder conversar con tan importante persona,
aprovechando que era su prisionero...
No sentía apego por nada. Lo mismo le daba aceptar algo, que desdeñarlo. Una vez le dieron a
elegir entre tres cosas y eligió las tres, pero nada más elegirlas se levantó y se fue, sin llevarse
ninguna...
Decía: “no se tiene más salud por comer más, sino por comer lo necesario”. Tampoco se es más
inteligente por leer mucho, sino por leer cosas útiles… Es, pues, muy importante saber elegir y
aconsejaba despreciar el exceso.
Sobre los placeres, pensaba que no era cuestión de evitarlos, de abstenerse de ellos, sino que lo que
había que hacer era dominarlos, que no sean ellos los que dominen a uno mismo…

En otra ocasión, le insultaron y él se levantó y se fue. El que le insultó le dijo: “¿Por qué huyes?”. Y
él respondió: “Igual que tú tienes la libertad de insultarme, yo tengo la de no oírte...”. -O, dicho de
otro modo: ‘no tengo por qué aguantar oír cómo me insultas...’.
Una vez, un conocido le pidió que educara a su hijo y él le pidió 500 dracmas por ello (¡mucho!).
Entonces aquél le dijo: “por ese precio casi me puedo comprar un esclavo”. Y él le respondió: “Pues
cómprate un esclavo y así ya tendrás dos...”. -¿Qué quiso decir con esto…?
A veces pedía dinero a los amigos… y, cuando se lo echaban en cara, él decía: “no se lo pido para
gastármelo yo, sino para que ellos aprendan a usar el dinero”.

Consideraba que la filosofía le había ayudado a “poder tratar a todos sin recelo”. Y que la ventaja de
ser filósofo era que da igual si se vive con leyes o sin leyes, el filósofo siempre vive igual (es
autónomo, independiente).
Le preguntaron: ¿por qué los filósofos buscan a los ricos, pero los ricos no quieren saber nada de
los filósofos? Y respondió: “Porque los filósofos saben lo que les hace falta, pero los ricos no...”
(es decir, no valoran más que las riquezas…). También los médicos van a visitar enfermos… y no es
que quieran ser enfermos...
Al parecer vivía lujosamente y a veces se lo echaban en cara, como si eso fuera en contra de lo que
predican los filósofos. Pero él decía que eso no podía ser malo, pues siempre que queremos celebrar
algo importante lo hacemos con lujo. Y que además se puede vivir bien (honesta y felizmente) al
margen de que uno sea rico… o no. -Una cosa no quita la otra.
Cuando le echaban en cara que gastaba mucho en comer bien, él respondía que el que no gasta
tanto en ello, en realidad es porque ama más el dinero que el placer.
Decía que es mejor ser indigente (pobre), que ignorante: los indigentes necesitan dinero…, pero los
ignorantes lo que necesitan es humanidad. Consideraba que había mucha diferencia entre un sabio
y el que no lo es, y que cualquiera lo notaría…
Despreciaba a los que se esmeraban mucho en elegir bien cuando iban a comprar cualquier
cacharro, pero, sin embargo, no sabían o no se preocupaban de cómo elegir bien la manera de
vivir.
A los que habían estudiado de todo menos filosofía los consideraba como a los pretendientes de
Penélope: que podían disponer de cualquier otra, pero no de aquella a la que de verdad querían.

En definitiva, el hedonismo consideraba que el fin último de toda la vida humana es sentir cosas
agradables. Que hay dos estados de ánimo entre los que elegir: el placer y el dolor. Y que da igual
el placer que sea, siempre hemos de preferir un placer que un dolor. Y que esto es así para todos los
seres vivos. Que el placer es por sí mismo un bien deseable: no puede ser un mal...
Es verdad que hay placeres más estables y placeres menos estables, menos duraderos. Y esto es lo
que lleva a Epicuro a pensar que el placer más estable y duradero no es, en realidad, ningún
placer en concreto, sino sencillamente no sufrir ningún dolor, no sentirse nunca realmente molesto
por nada. -Esto es el epicureísmo...
Pero los verdaderos hedonistas como Aristipo no se conforman con evitar el dolor (no estar mal:
pues, cuando uno está durmiendo no siente dolor y no por ello es ya feliz…), sino que buscan
positivamente el placer como fin en sí mismo: para ellos, sentirse bien es sentir placeres… estar
sintiendo placeres en el momento presente, sean los que sean… -Hacerse la vida agradable...
Cuando se rechaza el hedonismo es porque se piensa que los hedonistas sólo consideran los
placeres del cuerpo y se piensa que eso es una perversión o que puede acabar llevando al dolor.
Pero eso no es cierto, los hedonistas también consideran placeres del alma (psíquicos), como p. ej.
la alegría por la prosperidad. Lo que sí es cierto es que no se conforman con el recuerdo de
placeres pasados o la esperanza de placeres futuros: sólo reconocen como buenos los placeres
presentes, pues sólo sentimos en presente y el placer es sensación: los recuerdos y las esperanzas
no son sensaciones.
En todo esto hace falta introducir orden y administración… sabiduría. Los hedonistas prefieren
antes los placeres corporales. que los del alma. Y también prefieren antes evitar los dolores del
cuerpo, que los del alma. Porque son más fuertes. También piensan que es más natural disfrutar,
que sufrir: sufrir es penoso.
Pero no se trata de buscar o de esforzarse en organizar..., sino de saber elegir bien en presente, con
orden:
“Basta que cada uno disfrute cada placer que encuentre al paso...”

Así, por ejemplo, la riqueza produce placer, pero no es cuestión de desearla y buscarla, pues ello
sería fuente de numerosos quebraderos de cabeza y sufrimientos…

Hay que distinguir entre el placer y la felicidad. El fin de nuestras acciones -lo que hay que elegir
siempre- es el placer. La felicidad no es algo que podamos buscar directamente, en sí misma está
fuera de nuestro alcance. La felicidad es algo que llega indirectamente y sólo a base de coleccionar
muchos placeres concretos, de manera frecuente o estable y duradera, a lo largo de toda nuestra
vida…

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