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El hombre airado

Un hombre que sufría ataques de ira estaba ya harto de esta situación y un día decidió
solucionar su problema. Para ello, fue en busca de un viejo sabio que conocía como nadie
los secretos del alma humana.
Cuando estuvo ante él, le dijo: “Señor tengo fuertes arranques de ira que están arruinando
mi vida. Sé que es mi carácter, pero estoy dispuesto a hacer lo que usted me recomiende
para cambiar”.
“Puedo hacerme una idea de lo que te sucede, pero, para ayudarte, la próxima vez que te
invada la ira deberás venir corriendo para mostrármela.”, le ordenó el sabio.
Tras unos días de calma, el hombre volvió a notar cómo la ira se apoderaba de él y salió a
toda prisa a ver al anciano. Pero, como vivía en lo alto de una colina, tardó más de media
hora en llegar. Cuando estuvo ante él, ya se le había pasado el ataque. Y así sucedió una
y otra vez, pues cuanto más corría, más agotado y menos enfurecido llegaba ante el
sabio.
Un día llegó súper agotado y el venerable anciano sentenció: “Creo que me has tomado el
pelo. Si la ira formase parte de ti, podrías enseñármela. No es tuya. Te atrapa en
cualquier sitio y luego te abandona. Así que la solución a tu problema es fácil: la próxima
vez que quiera apoderarse de ti, no lo permitas y haz algo para que no te controle ella a
ti.”

Elegí este cuento porque el dominio de las sensaciones de ira y las rabietas, así como el
control de los impulsos son de los principales aspectos que se deben enseñar a temprana
edad. Para mí, es importante llevar esto a la práctica y ponerse a pensar en estrategias
no importa la edad que se tenga. El despejar la mente cuando se encuentra atrapada por
la ira es algo esencial para cualquier persona, ya que, a veces decimos algo de lo que nos
podemos arrepentir.

Estrategias:
1. Para poder dominar la ira es necesario aprender a identificar los momentos en los
que la sentimos. Para esto, hay que estar atentos a las señales de nuestro cuerpo
cuando presentamos uno y quizá anotarlos para aprender a identificarlos. Por
ejemplo, sensación de calor, deseo de no permanecer quieto, ganas de alejarse,
etc.
2. Tener una idea de las actividades que nos relajan o proporcionen placer para
llevarlas a cabo y contrarrestar los efectos de la ira.

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