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La Semana Trágica expresó el pavor de la derecha argentina al anarquismo.
Sindicalistas y anarquistas
Para el gobierno de Hipólito Yrigoyen, el primero electo por la ley de
sufragio universal, significó entrar en conflicto con las clases populares
que decía representar. También iba a mostrar las tensiones con la
inmigración, que se integraba a los criollos desde 1880, y el pavor de la
derecha argentina al anarquismo, al que presumía a las puertas de un
levantamiento de masas: la Revolución Rusa había ocurrido poco más
de un año antes.
Ciudad militarizada
Yrigoyen comisionó a uno de sus hombres de confianza, Elpidio
González, para negociar con la rama conciliadora de la FORA.
González se comprometió a que en 24 horas Vasena cedería a los
reclamos que llevaron a la huelga y a liberar a los presos. Claro que
marcó un límite: no habría indulto para Simón Radowitzky, preso desde
hacía una década por haber ultimado al jefe de policía Ramón Falcón.
La lucha por su libertad era una bandera de gran parte del movimiento
obrero y de los anarquistas. A la noche, el plenario de asociaciones
adheridas a la FORA del IX votó por continuar la huelga y se sumaron
los ferroviarios.
Pogrom en el Once
11 de enero: Vasena negocia con el gobierno radical y la FORA del IX.
La jornada pasaba a ser de ocho horas, con aumentos del 50, 40, 30 y
20 por ciento según el jornal, más un cobro del 100 por ciento en el
jornal de domingo. Además, se reincorporaba a todos los cesados e
iban a ser liberados los detenidos, salvo Radowitzky.
Entre los detenidos de aquella noche estuvo Pinie Wald, editor del diario
socialista judío Avangard. Diez años después de los sucesos, publicó
un libro en yiddish, titulado Pesadilla, en el que relató cómo fue
torturado. Lo acusaban de querer implantar un soviet en la Argentina, al
igual que al ucraniano Sergio Suslow y otros arrestados. A ese nivel
había llegado la paranoia de la derecha.
La derecha se organiza
Días más tarde, los principales bancos del país abrieron cuentas para
depositar dinero a nombre de la flamante Liga Patriótica, una iniciativa
que contó con el apoyo de la Bolsa de Comercio y la Sociedad Rural,
entre otros grupos concentrados. Julio Godio, estudioso de la Semana
Trágica, lo graficó así: “El gran capital extranjero y el nacional se
coaligaban con el fin de contrarrestar la creciente combatividad y
espíritu revolucionario de los trabajadores argentinos”. El 19 de enero
se formalizó la fundación de la Liga, bajo el lema “Patria y Orden”. Entre
apellidos como Martínez de Hoz y Nazar Anchorena figuraba el jefe de
la represión: el general Dellepiane.
Si Buenos Aires había sido epicentro de una violencia que los radicales
aún hoy relativizan, con los militares como mano de obra, se podía
replicar esa lógica en un conflicto similar a cientos de kilómetros. Fue lo
que ocurrió en Santa Cruz en 1921. El Ejército asumía funciones que
antes eran de la policía en cuanto al control social y la represión. La
fuerza se politizó y se crearon logias militares durante los años 20. El
camino quedaba tapizado hacia el primer golpe de Estado.