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LA FORESTAL

Nunca se sabrá cuantos fueron los trabajadores masacrados en el chaco santafesino por las
extrañas guardias oficiales al mando de La Forestal. Sólo los socialistas del diario La
Vanguardia se animaron a calcular entre quinientos y seiscientos los muertos.
Los hechos de la tristemente famosa Semana Trágica habían ocurrido dos años antes, en enero
de 1919. Los actos callejeros, los choques armados, entre otros elementos, formaron parte de
aquel episodio. También, los desacuerdos entre las diferentes organizaciones obreras y partidos
de izquierda. El debate acerca de las responsabilidades de aquella masacre probablemente jamás
se zanje.
Sobre la masacre de La Forestal existen muy pocos trabajos y de escasa profundidad.

A mediados del siglo XIX, el quebracho colorado del chaco santafesino se explotaba de forma
sistemática. La Forestal, compañía inglesa de tierras, madera y ferrocarriles, llegó a la región en
1906 cuando arribaron los capitales de origen británico, dieron forma a un régimen social que
los tuvo prácticamente como dominantes absolutos: se hicieron con centenares de miles de
hectáreas de tierras, una extensa red ferroviaria privada, puertos aserraderos y fábricas; y
absorbieron a sus competidores, controlando la producción y distribución de los rollizos de
quebracho y de las bolsas de taino.
Los poblados forestales tenían características muy peculiares. En cuanto a los pueblos de
fábrica, alrededor se distribuían la gerencia, la comisaria, la plaza central, la estación ferrocarril.
El almacén y la carnicería, la escuela, las casas de empleados y las de los obreros, todo
propiedad de la empresa. El intendente de la comuna era un empleado de la compañía, y la
comuna era la llamada Sección de Pueblos de aquélla. Probablemente, ni el gobierno provincial,
ni la misma población local pudieran designar a las autoridades sin su consentimiento.
La empresa era la única abastecedora de alimentos y hacía circular su propia moneda. Se
pensaba que en el chaco santafesino se había instalado un “trozo del imperio británico”.

En enero de 1919, cuando en la Capital Federal ocurrió la masacre en los talleres de Vasena
Hermanos, los trabajadores de la compañía británica tenían pocos motivos para creer que
aquella también podía ser su historia.
A comienzos de la década de 1910, los trabajadores de algunos poblados forestales habían
comenzado a organizarse con el fin de reclamar mejoras en sus condiciones de trabajo y vida.
Construyeron asociaciones de socorros mutuos, que se convirtieron en sindicatos. Fueron los
operarios de fábrica quienes condujeron el movimiento obrero de la región. Alrededor de ellos
se agruparon las experiencias de los trabajadores rurales, peones y empleados de los pueblos
forestales, ferroviarios y marítimos de los trenes y puertos de La Forestal y de otras compañías.
El Sindicato de Obreros en Tanino y Anexos de La Forestal fue la expresión obrera de un
inmenso período de enfrentamientos sociales. Una vez constituido el sindicato, los conflictos se
fueron incrementando rápidamente y la primera huelga mostró que en el chaco santafesino
existía una clase obrera pujante y combativa.
Luego de dos años de intensa agitación y militancia, en los que obtuvieron resonantes triunfos,
los trabajadores se vieron encerrados dentro de un complejo dispositivo patronal. Por lo que se
hicieron presentes las diferencias ideológicas dentro de la dirigencia sindical. Los despachos
gubernamentales no estaban disponibles.

La época
Es la época del fin del “régimen oligárquico”, de la irrupción masiva del pueblo en la política,
de los últimos éxitos del “granero del mundo” como modelo económico y el final de un primer
ciclo de la historia del movimiento obrero del país, que tuvo como epílogo la bestial reacción de
la clase capitalista y las fuerzas represivas del Estado.
En las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX, la economía del país se
acopló al mercado mundial como proveedor de bienes agropecuarios; en aquella época el país
comenzó a vivir un incipiente desarrollo industrial. Fue la “era del frigorífico” y también de
otras industrias fabriles. El crecimiento de la vida industrial del país no podía tener lugar sin la
aparición del enorme ejército de indígenas que fueron expulsados de sus tierras y disciplinados
en el trabajo rural. Y la masiva llegada de inmigrantes. Con estos, sumados a los artesanos y
gauchos, encontramos la materia prima de los grandes sucesos obreros de aquellos años.
La historia no podía ser otra que la de una gran confrontación entre estos desposeídos y los
“dueños” de la Argentina.

Desde 1870 en adelante, los enfrentamientos fueron creciendo cada vez con mayor intensidad y
se fue formando una pujante clase obrera en todo el territorio nacional. Entre sus principales
promotores se encontraban los ferroviarios y los marítimos.
El movimiento obrero supo realizar huelgas parciales y organizarse en asociaciones mutualistas
y sindicatos por oficio, conformar federaciones de sindicatos, declarar huelgas generales,
realizar actos y movilizaciones de solidaridad y repudio, boicotear empresas o entrar en choques
armados con la policía o el ejército. A falta de leyes obreras y acceso al Congreso Nacional los
obreros reclamaban mejores condiciones laborales.
A la par que crecía el movimiento obrero, también se complejizaba, se iba formando en su
interior corrientes con objetivos igualmente revolucionarios. Primero socialistas y anarquistas,
luego sindicalistas revolucionarios y comunistas y sindicalistas a secas. Nunca pudieron
conformar una única central obrera.
Recién en 1901, anarquistas y socialistas se pusieron de acuerdo para conformar la primera
federación obrera. Un año más tarde se produjo la ruptura, quedando la federación en manos de
los anarquistas que, en 1904, la renombraron como Federación Obrera Regional Argentina
(FORA). En 1903 los socialistas conformaron otra central, la Unión General de Trabajadores
(UGT), pero se produjo una importante división: apareció así la corriente de los sindicalistas
revolucionarios. En 1914, socialistas, sindicalistas revolucionarios, anarquistas y sindicatos
autónomos, apostaron por fusionarse en la FORA. El intento se llevó a cabo en 1915. Pero los
sindicalistas revolucionarios fueron más. Se produjo una definitiva ruptura. La mayoría de los
anarquistas se marcharon y se reorganizaron en una estructura federal, se los conoció como los
de la FORA V o FORA COMUNISTA. Los sindicalistas revolucionarios, socialistas, autónomos
y algunos anarquistas se quedaron en FORA, pero desde entonces se los conoció como FORA
IX o SINDICALISTAS. En territorios de La Forestal, 1910, se hicieron presentes estas dos
grandes federaciones.

Los anarquistas llamaban a enfrentar toda jerarquía y autoridad centralizada. Buscaban destruir
el Estado en todas sus expresiones, a fin de que los obreros lograran adueñarse colectivamente
de las fábricas y otros medios de producción, Los socialistas daban prioridad al partido político
y a la actividad parlamentaria, otorgando mucha importancia a los aspectos legales. Priorizaban
la denuncia política y la participación electoral en procura de un “programa mínimo”. Los
sindicalistas revolucionarios compartían con los anarquistas los llamados a colectivizar los
medios de producción y a priorizar la acción directa, desconfiando de la disputa legal. Pero
fueron aceptando la negociación de las autoridades estatales.

Por último, el Yrigoyeismo y su relación con la “cuestión social”. Durante las dos últimas
décadas del siglo XX, las clases dominantes optaron por responder a las protestas obreras con la
más llana represión. El momento más álgido de ello fue la sanción de la Ley de Residencia,
1902, que autorizaba el Poder Ejecutivo a expulsar a todo extranjero cuya conducta fuera
considerada peligrosa para la seguridad nacional o el orden público, en 1910, la Ley de defensa
social, prohibía la entrada al país de los considerados indeseables y negaba la asociación o
reunión de la militancia revolucionaria. Estas leyes dieron un duro golpe al anarquismo y al
sindicalismo revolucionario.

Desde 1904, el movimiento obrero había logrado la sanción de algunas leyes laborales.
Además, en 1907, se había creado el Departamento Nacional del Trabajo. Pero la llegada de
Hipólito Yrigoyen a la presidencia, en 1916, dio un verdadero giro a la “cuestión social”. Por
primera vez, algunos sectores obreros lograron el apoyo del Estado en sus conflictos con la
patronal. Yrigoyen y los sindicalistas de la FORA IX encontraban una precaria convivencia
(obrerismo Yrigoyenista). Con el correr de los años, los sectores más reaccionarios de las clases
dominantes no toleraron una política gubernamental que no fuera exclusivamente favorables a
ellos. El gobierno radical fue desbordado; dejó actuar a las clases patronales, ordenó reprimir a
las fuerzas de seguridad. Llegados a la mitad del primer gobierno radical, se produjo un punto
de inflexión en el perfil “obrerista” del Yrigoyeismo.
La semana trágica, la Patagonia rebelde y la masacre de La Forestal fueron parte de este
escenario.

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