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16/3/22, 15:01 ¿Cómo educo el pudor de mis hijos?

¿Cómo educo el pudor de mis hijos?


EL PADRE MIGUEL A. FUENTES, IVE

La educación del pudor debe ser indirecta, porque una educación directa
implicaría necesariamente la orientación de la atención sobre los objetos que
justamente el pudor debe atenuar en su atractivo.

Consulta
Estimados amigos: les pido que me orienten sobre el modo en que puedo educar el pudor en mis hijos.
Tengo hijos pequeños y también algunos que ya han entrado en la adolescencia. Espero que me puedan
ayudar.

Respuesta
Estimado: El pudor es la tendencia a esconder algo para defender
la intimidad de las intromisiones ajenas. Es una “cualidad, en parte
instintiva y en parte fruto de la educación deliberada, que protege
la castidad. Se realiza lo mismo en la esfera sensitivo-instintiva
que en la consciente-intelectual, como freno psíquico frente a la
rebeldía de la sexualidad”[1]. Santo Tomás dice de él que es un
sano sentimiento por el que las pasiones relacionadas con la
sexualidad, después del pecado original, producen un sentimiento
de disgusto, de vergüenza, de malestar en el hombre, hasta tal punto que instintivamente se quiere ocultar
todo lo relativo al cuerpo, a la intimidad y a la sexualidad, de las miradas indiscretas[2].

En el plano puramente instintivo el pudor consiste en una resistencia inconsciente a todo lo que revelaría
en nosotros el desorden de la concupiscencia de la carne. El pudor, al ingresar en la esfera consciente
entra en la categoría de virtud y se denomina pudicicia[3]. La pudicicia o pudor-virtud “se relaciona
íntimamente con la castidad, ya que es expresión y defensa de la misma. Es, por consiguiente, el hábito
que pone sobre aviso ante los peligros para la pureza, los incentivos de los sentidos que pueden resolverse
en afecto o en emoción sexual, y las amenazas contra el recto gobierno del instinto sexual, tanto cuando
estos peligros proceden del exterior, como cuando vienen de la vida personal íntima, que también pide
reserva o sustracción a los ojos de los demás y cautela ante los propios sentidos. De esta suerte el pudor
actúa como moderador del apetito sexual y sirve a la persona para desenvolverse en su totalidad, sin
reducirse al ámbito sexual. No se confunde con la castidad, ya que tiene como objeto no la regulación de
los actos sexuales conforme a la razón, sino la preservación de lo que normalmente se relaciona
estrechamente con aquellos actos. Viene a ser una defensa providencial de la castidad, en razón de la
constitución psicofísica del género humano, perturbada por el pecado original”[4].

La falsificación del pudor se denomina “pudibundez”: es el pudor desequilibrado o excesivo, causado en


general por una falsa educación. La pudibundez no hace a las personas castas sino caricaturas de castidad.
“La pudibundez es enemiga nata del pudor, como la beatería es enemiga de la religiosidad verdadera y
consciente. El espíritu del adolescente se rebela y le molestan las ideas mezquinas y ruines”[5].

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La auténtica educación del pudor.


La educación del pudor debe ser indirecta, porque una educación directa implicaría necesariamente la
orientación de la atención sobre los objetos que justamente el pudor debe atenuar en su atrac­tivo. No
obstante, aunque indirecta, debe ser positiva, es decir, debe preparar aquella atmósfera espiritual que
además de impedir la degradación en el campo de la sexualidad animal, hará más fáciles las revelaciones
graduales necesarias en su tiempo oportuno. La educación del pudor implica:

La educación del sentimiento: no puede darse una educación moral eficaz sin un prudente apoyo
sobre el sentimiento, es decir, hacer surgir una actitud personal de “sensibilidad” por el bien, por el
orden, por la honestidad moral, por la perfección, por la vida vivida como valor humano y moral. La
educación de la pureza es, en gran parte, educación del corazón, es decir, de la afectividad. Para
educar el corazón, todo se resume en conseguir que el educando se enamore de la virtud y corregir
toda desviación anormal del amor sensible que pueda aparecer en él.
La educación de la voluntad: el problema educativo consiste en enseñar a querer lo que después se
enseñará que es preciso hacer. Es necesario formar la voluntad con la conciencia de los valores
trascendentes y absolutos. Ayuda mucho para la gimnasia de la voluntad hacer conocer, sobre todo
al adolescente, los motivos y valores de la pureza, y sugerir ideas fuerza que puedan ayudar en toda
circunstancia.
La educación de la religiosidad: la formación religiosa es fundamental para la pedagogía sexual; para
la vida casta, la educación religiosa “es el coeficiente primero y más poderoso, porque los demás
coeficientes humanos tienen valor solamente temporal, es decir, mientras perduran los intereses
correspondientes en el espíritu del niño. Sólo la religión posee una eficacia que sobrepasa los límites
de tiempo, de lugar, de espacio, de ambiente, de circunstancias, con tal que sea sentida, consciente y
activa La religión ha constituido siempre para la pedagogía sexual una potencia única. La religión
valoriza la pureza y la presenta al joven como una de las virtudes más altas y más hermosas, a la vez
que indica los medios para conservarla y defenderla con esmero, con reserva, con la disciplina
interior de las imaginaciones y de los deseos, y con la disciplina exterior de los sentidos”[6]. De esto
puede concluirse el grave y pernicioso sofisma de quienes piensan que no deben dar ninguna
formación cristiana a sus hijos, con el pretexto de no coaccionar su libertad, sino dejar que ellos
libremente elijan sus opciones religiosas cuando sean mayores.

En realidad quienes así actúan, optan en lugar de sus hijos: eligen para ellos el paganismo o el ateísmo.
Religiosidad, pero no una religiosidad cualquiera; el educador debe convencerse de que no es la piedad
formalista la que salva al niño y al adolescente de la seducción de las tentaciones y le ayuda a mantenerse
puro, sino la gracia divina recibida, apreciada, vivida con adhesión íntima. Es importante, por eso, tener en
cuenta algunos elementos de la religiosidad que más favorecen la vida de pureza en el niño y en el
adolescente:

1. Hay que educar a los niños, adolescentes y jóvenes para que sientan y vivan la amistad con Jesús.
Hay que hacerle comprender al niño que Jesús lo ama individualmente y que ese amor debe ser
correspondido; que Jesús quiere servirse de él para el apostolado, y, por tanto, debe hacerse digno
de esa colaboración apostólica mediante una intensa vida de gracia; que la pureza es un
compromiso de amistad y de fidelidad a Cristo, una condición para vivir en sí mismo la vida de Cristo;
que la lucha es para él una gloria; que saldrá victorioso si está con Cristo, etc.
2. Hay que hacerlo apreciar la vida sobrenatural que se nos comunica con la gracia santificante y que se
pierde por el pecado mortal; así encontrará la fuerza para renunciar a los placeres ilícitos y para
evitar todo lo que, aún remotamente, podría hacerle perder la dignidad y la alegría de ser hijo de
Dios.
3. Hay que ayudarlo a usar provechosamente de los sacramentos. Si se recogen pocos frutos de las
confesiones y de las comuniones frecuentes es porque no se ayuda de modo suficiente a sacar
provecho de este contacto habitual con la gracia.

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4. Hay que fomentar en él la devoción a María Santísima. Esta devoción no se agota en un montón de
invocaciones y prácticas, sino en la confianza plena, en el recuerdo filial y en la imitación constante.
5. Hay que enseñar al niño a respetar el propio cuerpo como cosa sagrada, como propiedad divina,
como miembro del cuerpo místico. Se convence fácilmente de que, si hay que tratar con veneración
las cosas sagradas, se deberá tener un respeto aún mayor por el propio cuerpo, que está consagrado
por la presencia de Dios y por la comunión eucarística. De la idea de la inhabitación divina será fácil
pasar a la de la presencia de Dios: si Dios está dentro, siempre te ve.
6. Finalmente, hay que convencer al adolescente de que la pureza es alegría. Esto no es muy difícil,
pues corresponde a una realidad actual, incluso para los niños, los cuales saben por experiencia que
el pecado impuro no trae alegría, sino insatisfacción y tristeza.

Bibliografía:
Consejo Pontificio para la Familia, Sexualidad humana: Verdad y Significado, Orientaciones educativas en
familia, 1995.

Notas al pie:
1. M. Zalba Erro, Pudor, en Gran Enciclopedia Rialp, tomo 19, Rialp, Madrid 1989, 455-456; cf. Rocco
Barbariga, Castidad y vocación, Ed. Herder, Barcelona 1963, pp. 178-209.

2. Cf. Suma Teológica, II-II, 151, 4

3. C. Scarpellini, Pudore e pudicicia, en Enciclopedia Cattolica, Roma 1953, vol. X, col.296.

4. Zalba Erro, loc. cit.

5. Paganuzzi, Purezza e puberta, Brescia 1953, p.222. Cf. A. Stocker, La cura morale dei nervosi, Milán 1951,
p. 155 ss.

6. Paganuzzi, op. cit., p. 249.

Agradecimiento
El padre Miguel A. Fuentes. "¿Cómo educo el pudor de mis hijos?", El Teólogo Responde (1 de junio de
2016).

El Teólogo Responde es una página de Internet en donde podrás encontrar la respuesta a distintas
consultas sobre liturgia, familia y matrimonio, sexualidad, adicción sexual, bioética, temas morales varios,
doctrina social, fe católica, religiones y sectas, supersticiones y creencias, la Biblia y vocación.

Sobre El Autor
El P. Miguel Ángel Fuentes, es sacerdote del Instituto del Verbo Encarnado, ordenado en 1984. Licenciado
en teología por la Pontificia Universidad Angélicum, de Roma; y doctor en Teología con especialización en
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Matrimonio y Familia, por el Instituto Giovanni Paolo II, de la Universidad Lateranense de


Roma.

Ha sido profesor en la Universidad Católica de San Luis, en el Seminario Diocesano de San


Rafael, en la Casa de estudios Fulton Sheen Residence, en Washington (USA), en el
Estudiantado Santa Catalina, de San Rafael (Argentina), y en el Seminario religioso del
Instituto del Verbo Encarnado, en San Rafael. Actualmente es docente en este último
centro de estudios y dicta cursos de actualización teológica en Argentina, Italia y Estados Unidos.

Ha publicado numerosos artículos en revistas de teología, una veintena de libros (algunos de ellos
traducidos al inglés, al italiano, al portugués y al árabe), y los veintiún números de la colección “Virtus”
(sobre formación de la afectividad). Es el director de la página“El Teólogo Responde” y asesor
del CEyTEC (Centro de estudios y tratamiento de enfermedades de la conducta).

Copyright © 2016 El Teólogo Responde

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