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La administración como actividad humana se remonta a tiempos tan lejanos como las
primeras civilizaciones. Ya en el Antiguo Egipto se planificaba, organizaba, dirigía y
controlaba el trabajo de grandes obras que hasta el día de hoy admiramos. Sin
embargo, durante la Revolución Industrial se produjeron hechos importantes que
marcaron el inicio de la Administración como disciplina científica. Desde finales del
siglo XIX diversos autores y corrientes teóricas han marcado el desarrollo y los
enfoques para abordar el fenómeno organizacional.
Una forma de abordarlo es distinguiendo que, ese contexto, presenta dos niveles de
análisis diferentes.
Responsabilidad social
Hoy los administradores deben tomar decisiones que incluyen las dimensiones de la
responsabilidad social: los precios, la calidad del producto, la seguridad del servicio, la
conservación del medio ambiente y la relación con los empleados son solo algunos de los
temas más comunes de escuchar.
La responsabilidad social es uno de los términos que más significados o definiciones ha
encontrado: búsqueda exclusiva de ganancias; trabajos voluntarios; compromiso con el
bienestar social general; sensibilidad social, etc. La mayoría de los debates se ha enfocado en
los extremos de este tema. Existe una opinión clásica, según la cual la única responsabilidad
social de las empresas es obtener utilidades y un punto de vista socioeconómico que afirma
que la responsabilidad social de una empresa trasciende la obtención de ganancias e incluye la
protección y mejoramiento del bienestar general de la sociedad. Vamos a profundizar un poco
estas opiniones para poder entenderlas.
Uno de los precursores de esta opinión es el economista Milton Friedman, quién sostiene que
la mayoría de los administradores no son dueños de las empresas donde trabajan y que, por lo
tanto, su única obligación es rendirle cuenta a los accionistas y dirigir el negocio protegiendo
los intereses de los accionistas. Como el único interés de los accionistas es obtener o
maximizar ganancias, cualquier acción de la organización que no lleve a ese rendimiento
financiero está equivocada.
Además sostiene que cualquier acción de la organización que tenga un “fin social”, debilitará el
mecanismo del mercado, debido a que alguien tiene que pagar por ello. Si se utilizan las
ganancias o dividendos de la organización para pagar por esa redistribución de activos, los que
salen perdiendo son los accionistas. Si se reducen los sueldos para cubrir la redistribución,
pierden los empleados. Si se elevan los precios, pierde el cliente y si el cliente no compra el
producto o servicio por ese aumento, es probable que la empresa no sobreviva con lo cual,
pierden todos los que tengan alguna relación con la organización.
Tal vez, entender este punto de vista es más visible en los pequeños emprendimientos en
donde los costos que genere un acto de responsabilidad social pueden tener mayor incidencia
o mayor notoriedad que en las grandes empresas. Además, en las pequeñas organizaciones, se
utiliza el dinero propio mientras que en las grandes empresas se utiliza el de la corporación
(que en cierta forma es como si fuera ajeno a la persona hasta que se distribuyan dividendos).
Otro tema importante que expone este punto de vista es que existe en mercados competitivos
una fuerte presión para que los fondos de inversión vayan donde encuentran mayores
beneficios y si la organización socialmente responsable no puede trasladar este costo por
motivos sociales a los consumidores y debe absorberlos ella misma, provocará que los fondos
de inversión se retiren gradualmente como consecuencia de la baja del rendimientos.
Esta opinión sostiene que las expectativas de la sociedad con respecto a los negocios no es la
misma que hace unos años atrás. Afirman que la responsabilidad social de la gerencia
trasciende la obtención de ganancias e incluye la protección y mejoramiento del bienestar
social. Es decir, se incluyen áreas tan diversas como la protección ambiental, protección al
consumidor, apoyo de la educación de las personas que dependen de los empleados de la
empresa, cumplir las regulaciones gubernamentales, contribuir con las organizaciones
comunitarias, dar respuesta a las necesidades de la sociedad en caso de desastre o extrema
pobreza, solo por nombrar algunos ejemplos.
Se considera (bajo la opinión socioeconómica) que el punto de vista clásico tiene una gran falla
temporal, porque si lo que buscan las empresas es maximizar los rendimientos financieros a
largo plazo, deben preocuparse por el bienestar social, porque es lo que la sociedad está
exigiendo hoy en día. Deben proteger el bienestar social no contaminando, no discriminando,
no incurriendo en publicidad engañosa, desempeñando un papel activo en el mejoramiento de
su sociedad, involucrándose y ayudando al sostenimiento de organizaciones benéficas.
Consideran que actualmente el punto de vista clásico resulta insostenible frente a la realidad.
Las empresas que incurren en gastos por cumplir con sus responsabilidades sociales (invertir
en maquinaria y transporte para el desecho de los aceites quemados de motor en un taller)
son bien vistas en su comunidad y hasta puede atraer clientes con esa imagen.