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A partir de 1344, los ejércitos de Juan VI, reforzados gracias a las tropas
enviadas por el emir turco de Aydın, fueron sometiendo las principales plazas de
Tracia y llegaron hasta las inmediaciones de Constantinopla. Por entonces, el
gobierno de la Regencia de Ana de Saboya atravesaba una importante crisis a causa
del asesinato del megaduque Alejo Apocauco el 11 de julio de 1345. Seguro de la
victoria, Cantacuceno se hizo coronar emperador por el patriarca Lazaros de
Jerusalén en Adrianópolis el 21 de mayo de 1346, antes de conseguir la rendición de
la capital. Esta solemne coronación significaba la legalización del levantamiento
iniciado en 1341 y un claro desafío a los derechos de Juan V al trono. Cuando a
principios de 1347 las tropas de Juan VI se disponían a iniciar el asalto final
contra Constantinopla, el partido de la regencia accedió a firmar un acuerdo, por
el cual Juan V y Juan VI gobernarían juntos, como coemperadores. La alianza fue
sellada a través del matrimonio entre Juan V y la hija de Juan VI, Helena
Cantacucena.
Eran arrastrados (los aristócratas) por las calles con una soga al cuello, como
esclavos. A veces un criado empujaba a su amo, otras un esclavo al que lo había
comprado. El rústico empujaba al general, el campesino al guerrero.
En 1350, la presión ejercida por el ejército serbio sobre Tesalónica, puso a los
zelotes en una situación delicada y les forzó a reconocer la autoridad de Juan VI
en la ciudad. La entrada de Cantacuceno en Tesalónica y el cambio de gobierno
fueron facilitados gracias a la presencia, al lado de Juan VI, del joven emperador
Juan V, que por entonces ya contaba con 19 años de edad.
Con el fin de evitar las protestas de Juan V, único emperador legítimo, Juan VI
accedió a cederle una parte del Imperio en calidad de apanage: la región de los
Rhódopes, franja costera al norte del mar Egeo. Sin embargo, con el tiempo la
oposición entre los dos emperadores se acentuó: el deseo de Juan VI de coronar a su
hijo Mateo Cantacuceno como coemperador y de expulsar definitivamente del trono
Juan V fueron suficientes para retomar las armas. En 1352, Juan V atacó la ciudad
de Adrianópolis, donde gobernaba Mateo Cantacuceno. Poco después, llegó el
emperador Juan VI Cantacuceno, acompañado de tropas mercenarias turcas. La
superioridad militar de Cantacuceno obligó a Juan V a rendirse. En esta difícil
situación, Juan V pidió ayuda al tsar serbio. Sin embargo, el resultado final de la
batalla siguió favorable a Juan VI y Juan V tuvo que retirarse. El momento no podía
ser más propicio para Juan VI, que utilizó como argumento el ataque de Juan V para
despojarle de su derecho al trono y coronar a su hijo Mateo (1353).