Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Heredero
Después de leer en el blog de Agustín Fernández Mallo una entrevista a Jean-Luc
Godard, os dejo una interesante entrevista de Carlos F. Heredero a Éric Rohmer en el
número 339 de la revista Dirigido por... Lo hago como homenaje a uno de los directores
más personales y geniales del cine; demasiado olvidado y erróneamente eclipsado por
compañeros de generación como Godard o Resnais. Hace casi un año murió -2010 ha
sido un año para olvidar por la muerte de Rohmer, Chabrol, Berlanga, Monicelli y
Hopper-, y murió lejos de los focos, siendo consecuente, como a lo largo de su vida.
Nunca quiso ser maestro de nadie ni jefe de ninguna generación. Sólo quiso relatar el
mundo, que luego se convirtió en el mundo de muchos -yo me incluyo en esos muchos-.
Aquí está la entrevista:
A sus 84 años, el director de los «Cuentos Morales», las «Comedias y Proverbios» y los
«Cuentos de las Cuatro Estaciones» ha emprendido lo que parece configurarse como
una nueva serie, dedicada a lo que el llama «Tragedias de la historia».
«Triple Agente» (2004) es el segundo fruto de este programa, inaugurado en 2001, con
«La Inglesa y el Duque». Nos acercamos hasta el despacho parisino de la «Compagnie
Eric Rohmer» para conversar con Jean Marie Maurice Schérer, y alli nos recibe un
juvenil octogenario que se presenta como un «dandy» diletante. Su deportivo Lacoste y
su coqueto pañuelo anudado al cuello anuncian la plena y activa vivacidad de su
reflexión intelectual, al mismo tiempo que contrastan con la ya visible fragilidad física
de su cuerpo. Con toda disponibilidad, nos ofrece algunas jugosas reflexiones sobre el
conjunto de su obra y sobre las motivaciones que bullen bajo la sugerente «Triple
Agente», de la que puede leerse una critica en el numero 336 (julio-agosto, 2004) de
«Dirigido por».
-No diría que no me inspira, pero sí que me siento más apartado de ella. Ahora bien, la
razón principal es que siempre tuve la tentación, como una respiración natural, de
realizar películas situadas fuera de la época moderna, porque me gusta mucho la
Historia, y ahora tengo más capacidad de encontrar dinero para este tipo de
producciones, que son muy caras. Observará, sin embargo, que sus protagonistas no
son los grandes personajes históricos, sino figuras poco conocidas y casi olvidadas,
que me parecían más interesantes, en parte porque, al saberse muy poco de ellas, esto
me permitía recrearlas con libertad en términos de ficción. Se puede decir, incluso, que
las he inventado yo, sobre todo en Triple agente , puesto que en La marquesa de O
partía de unas memorias autobiográficas reales, por lo que allí no podía haber la
dimensión novelesca con la que se juega, muy deliberadamente, en esta nueva entrega.
-La realidad histórica choca con la ficción, dentro de «Triple agente», mediante la
irrupción intermitente de los noticiarios de la época. ¿Tuvo la tentación de
incrustar digitalmente los personajes dentro de ellos, como había hecho antes con
los telones pintados en «La inglesa y el duque»?
-Inicialmente pensé en la posibilidad de hacer incrustaciones digitales, pero, al
examinar los documentos filmados de la época, no encontré nada que se pudiera
utilizar, porque los noticiarios disponibles estaban muy montados, los fragmentos eran
demasiado cortos y no había imágenes con la duración suficiente en las que pudiera
insertar una escena propia. Además eso me habría obligado a realizar la película en
blanco y negro. Y aquí no quería utilizar pinturas como en La inglesa y el duque,
porque no habría tenido un efecto moderno. Descubrí también la belleza y el gran
talento de los encuadres utilizados por operadores de los noticiarios, por lo que decidí
integrarlos como una huella estética más de la época retratada. La verdad, sin
embargo, es que hice un primer montaje sin los noticiarios y estuve dudando al
respecto, pero al añadirlos encontré que resultaba mejor, y ahora ya no podría
imaginar la película sin ellos. Ofrecen un contrapunto trágico al relato novelesco que
se cuenta y ayudan a sugerir que sus protagonistas acaban arrastrados por el viento de
la Historia.
- Lo interesante es que aquí la Historia no se ve, sino que se alude a ella mediante
la palabra. Son los discursos del protagonista los que cuentan o fantasean la
Historia. Fiodor conecta, de esta manera, con muchas de sus criaturas: personajes
que se ponen en escena a sí mismos delante de los demás...
- Sí, ésta es una relación muy particular con mis demás películas. Para mí es mucho
más interesante contar la historia de forma indirecta, a través de lo que dice un
personaje, y no de forma directa. Me podrían reprochar que esto es más propio de la
novela o del teatro, si se piensa que el cine debe mostrar frontalmente las cosas, pero
esto impide el misterio. Cuando era crítico de cine, escribí un artículo que se titulaba
«Por un cine que habla», en el que defendía la necesidad de incorporar la palabra
como un elemento de significación más. Luego descubrí las obras de Marcel Pagnol y
de Sacha Guitry, y me di cuenta de que era tonto no utilizar a fondo el poder de la
palabra. Para aprovechar su enorme potencialidad no es necesario hacer que la
significación de lo hablado sea indiferente o prescindible, sino engañosa. Es decir, un
cine en el que la palabra ponga en tela de juicio la verdad y en el que los personajes
mienten. Mostrar los hechos de manera frontal es muy sencillo, pero me parece mucho
más interesante plantear preguntas que mostrar certezas. Por eso me interesa mucho
más esa forma indirecta de aproximarme a la realidad a través de la palabra.
- Nunca se llega a saber, de hecho, si las explicaciones de Fiador a su esposa
corresponden o no a la verdad de lo sucedido en esta historia real que todavía hoy
permanece en la oscuridad...
-Lo que me interesa es que el espectador se plantee ese interrogante sobre dónde está
la verdad en ese discurso de Fiodor. Al contrario de lo que ocurre en todas las
películas de espionaje, aquí no se ofrecen soluciones. El misterio no queda aclarado
por la película, de la misma forma que tampoco se conoce la realidad completa de los
hechos en la vida real. Por eso mismo tampoco me hubiera atrevido a ofrecer mi propia
solución. No quería juzgar al personaje, y por eso le doy la posibilidad de ser inocente.
Puede que mienta, pero la mentira y la verdad pueden ser parte de una misma realidad
y pueden mezclarse. Fiodor dice cosas que son ciertas y otras no tan ciertas, y eso es,
precisamente, lo que me atraía en esta historia.
-Da la impresión de que el sentido del discurso político se disocia de los
acontecimientos históricos, como si el discurso hablado fuera por un lado, pero la
terrible realidad de la gran historia fuera por otro, en definitiva, al desastre del
pacto germano-soviético. ¿Le interesaba particularmente esa dicotomía, esa
disociación...?
-Quería que hubiese una oposición entre ambos, que también se corresponde con las
perspectivas de Fiodor y de su mujer, Arsinoé, porque creo que la verdadera
protagonista es ella. Se ve con los ojos y se oye con los oídos de la mujer. Ella
permanece siempre encerrada en interiores, donde sólo puede escuchar el discurso de
su marido. La percepción que tiene de fuera, donde transcurren los acontecimientos
históricos reales, la obtiene de boca de su marido, de los pocos amigos a los que puede
ver o de lo que lee en los periódicos. Se tiene la impresión de que Arsinoé no sale a la
calle y está siempre en casa. Me resultaba muy interesante señalar ese contraste.
-Volvemos así a una situación común a la mayoría de sus films, en los que,
frecuentemente, la historia parece ocurrir sobre todo en la mente de sus
protagonistas, como sugiere Pascal Bonitzer. ¿Podríamos interpretar la historia
novelesca de su película, entonces, como si todo fuera una invención, una
imaginación del personaje de Fiodor...?
-De alguna manera. Para que haya relato es preciso que el héroe no sea plenamente
consciente de lo que sucede o que, al menos, se engañe sobre la realidad o fantasee
sobre ella. Como se decía metafóricamente en La rodilla de Clara , a propósito de unos
frescos donde Don Quijote aparecía retratado con una venda en los ojos, «los héroes
de las historias tienen siempre los ojos vendados, porque si no, no harían nada, se
detendría la acción» . Sobre la forma indirecta de contar la historia, lo cierto es que
muchas novelas han utilizado este procedimiento, que aparecía ya, en filigrana, dentro
de los relatos de caballería: en Perceval, y también en Don Quijote. En grandes
escritores modernos, como Stevenson, o Conrad, encontramos también esta manera de
contar las cosas. Una novela de este último, «El agente secreto», no utiliza nunca la
descripción directa, y Dostoyevski narra íntegramente el asesinato del padre, en «Los
hermanos Karamazov», a través de lo que cuenta Dimitri, pero sin describir nunca el
suceso de forma objetiva.
-Hay un recurso muy significativo, la apertura y el cierre en iris de la elipsis, que
deja deliberadamente fuera de la narración la actividad de Fiodor durante el
secuestro, mientras deja a su mujer en la modista. Es un procedimiento propio del
cine mudo y, también, el único momento en que la película recurre a ese efecto de
montaje...
-Estuve dudando mucho si lo ponía o no, porque se alejaba un poco del estilo de mi
historia, pero ya lo había utilizado antes en La marquesa de O . Es un efecto que trata
de marcar un vacío en la narración, un momento muy importante. Me alegra que le
haya gustado, porque durante el montaje me preguntaron si no lo iba a cortar...
-Para la preparación de muchas de sus películas, acostumbra a realizar antes del
rodaje pequeños ensayos con los actores, utilizando un pequeña cámara de vídeo.
¿Ha recurrido también a este método para trabajar con los actores de «Triple
agente»?
- Sí; hice primero algunos ensayos con los actores. Katerina Didakalou me envió unos
extractos de películas suyas y la contraté enseguida. Se me impuso como la intérprete
de Arsinoé con total claridad, pero no había trabajado nunca con ella y tenía que verla
relacionarse con Serge Renko, que es francés pero descendiente de rusos. Al principio
estaba buscando un actor ruso auténtico, y por eso vi unas pruebas que mandaron
algunos intérpretes de allí. Así descubrí que los rusos actuales no hablan buen ruso. No
confío en su forma de hablar. Hablan un ruso un poco bastardo y yo necesitaba un ruso
más literario. Por eso elegí a Renko.
-A propósito de «La inglesa y el duque» y del período histórico en el que se centra,
dijo usted que «el terror es tanto más pernicioso en tanto que se practique en
nombre de un ideal» , y ahora su nueva historia, que comienza con el triunfo del
Frente Popular francés, desemboca en la firma del pacto germano-soviético en
1939. Podría pensarse que ambos films sugieren una reflexión crítica sobre las
tragedias que puede generar la subordinación de los medios a los fines por parte de
algunas utopías revolucionarias...
-Las dos historias se sitúan en etapas dominadas por regímenes totalitarios: el período
del terror tras la Revolución y el comunismo estaliniano. Personalmente, siempre he
sido un moderado y estoy en contra de la utopía revolucionaria. Grace Elliott, en La
inglesa y el duque , es una mujer conservadora y tradicionalista, pero tiene una
mentalidad liberal. Los rusos blancos de Triple agente son afectos al régimen zarista.
Están abiertos a reformas, pero entre ellos no hay demócratas. Lo que caracteriza al
personaje de Fiodor, conforme a la ceguera del héroe que antes citaba, es que no teme
al comunismo de Stalin, pero acierta al aventurar su capacidad de pactar con Hitler
porque piensa que ese régimen no puede durar. En ese sentido, es un idealista, pero al
fin y al cabo, tiene razón. Cuando trabajaba con Néstor Almendros, que era hijo de un
republicano español exiliado, me decía que el comunismo le asustaba mucho porque
conocía la experiencia cubana y porque la Unión Soviética se había apoderado de
países como Polonia y Checoslovaquia, pero yo pensaba ya, en 1968, cuando las
revueltas del mayo francés, que un régimen totalitario no podría resolver los problemas
de esos países y que acabaría por fracasar. Creo que, finalmente, yo tenía razón.
-Néstor Almendros fotografió para usted seis películas, desde «La coleccionista»
hasta «Perceval le Gallois». ¿Qué cree que aportó a su cine con su concepto de la
luz y su manera de trabajar?
-Yo no me quería separar de él, pero Almendros empezó a ser solicitado por el cine
americano y no pudimos seguir trabajando juntos. Su concepción de la luz vino a
sistematizar la que había puesto en práctica ya Nicholas Hayer, el operador de mi
primera película, Le signe du lion . Néstor pensaba y defendía una iluminación lógica.
Detestaba que hubiera una sombra sobre la pared que no estuviera producida por la
dirección de la luz existente en cada momento o en cada espacio. También era
partidario de una iluminación indirecta, enfocando los proyectores hacia las paredes o
con paneles reflectores. Esa forma de trabajar daba mayor libertad a los actores, que
así no debían sujetarse rígidamente a una iluminación directa muy marcada, y les
dejaba más espacio para moverse y para improvisar.
-Una curiosidad personal. En todas sus películas hay alguna alusión a España,
aunque sólo sea en una simple línea de diálogo. Es una cuestión que nunca ha
comentado en sus entrevistas... ¿Hay alguna razón para esta presencia?
- Pues la verdad es que no lo sé. Nadie me lo había dicho hasta ahora y ni siquiera yo
mismo lo sabía. A pesar de haber veraneado muchas veces en Biarritz y en San Juan de
Luz, nunca llegué a cruzar la frontera. En realidad, sólo he estado una vez en España,
en el antiguo Festival de Barcelona, y no sé decir nada en español, salvo las palabras
«Frente Popular», lo cual tiene una explicación. Cuando tenía dieciocho años, estaba
en San Juan de Luz y escuchábamos a los refugiados republicanos, que huían del
ejército franquista, hablar mucho y con admiración del «Frente Popular» francés.
Había una fortaleza cerca del río Bidasoa y teníamos miedo de que las tropas de
Franco nos atacaran. Recuerdo muy bien esa vivencia, que ha permanecido siempre
muy fresca en mi memoria. En Triple agente sí, efectivamente, se habla del Guernica,
de Franco, de la guerra civil, de las Brigadas internacionales, de Barcelona, de Andreu
Nin...
-¿Podría decirnos qué directores actuales le resultan más interesantes, o quiénes
piensa que puedan decir algo nuevo para el cine de hoy...?
- No voy mucho al cine, y ahora lo único que hago, casi, es volver a ver las películas
antiguas. Ejercí de crítico en mi juventud, pero ahora he perdido mi criterio para
valorar los films. No me siento capaz. Creo que uno debe realizar películas o
criticarlas, pero no hacer las dos cosas al mismo tiempo. La mayoría de los autores, ya
se trate de cineastas, de pintores o de artistas en general, se equivocan muchas veces al
valorar a sus contemporáneos. Yo no los juzgo. A veces me interesan cosas que no
tienen que ver con el valor de la obra. Me interesa un actor, el tema, una idea. En
ocasiones una película mediocre me ofrece una buena idea. Las obras maestras las
contemplo, las admiro, pero no suscitan ideas en mí. Las grandes obras no se pueden
tocar. Sus detalles se integran en el conjunto, y esa unidad no se puede trocear. Por el
contrario, en una película cuyo autor no tiene estilo, puedo ver algo que quizá me
puede inspirar.
-En «La inglesa y el duque» utiliza por primera vez la tecnología digital tras el
ensayo que supuso el cortometraje «La cambrure». ¿Qué potencialidad cree que
tiene para el cine actual esa tecnología? ¿Piensa seguir explorando esa posibilidad?
-Sí y no, porque es bastante complicado. Los profesionales actuales son bastante
reticentes, los operadores en particular, pues todavía nos les gusta mucho. Lo que me
encanta de la tecnología digital es que permite una mayor ligereza de los equipos. El
cortometraje La cambrure , que tiene una calidad de imagen equivalente a la de cine en
35 mm., fue como un entrenamiento para realizar después La inglesa y el duque . Rodar
con cámaras digitales es más ligero, más fácil y, para mí, mucho más agradable. Se
puede controlar la imagen y además se puede borrar y suprimir. Es ideal para hacer un
cine ligero, muy cerca del amateurismo. Los trucajes también son más fáciles, y por eso
recurrí a ella en La inglesa y el duque . Su coste también es más barato, pero después
de aquella experiencia, no he vuelto a ello, y no sé lo que haré de ahora en adelante.
Mi entrevista del año: Godard
Esta entrevista a Godard, interesante por los puntos de vista que da acerca de los
procesos de creación y de sus usos. Es mi entrevista del año.
La publicó El Cultural, (J.-M. LALANNE / S. KAGANSKI | 03/12/2010), en portada,
con el entresacado, “¿Derechos de autor? El autor sólo tiene deberes”
Como estos días se ha hablado mucho del asunto, pongo este interesante fragmento,
significativo por venir de un mito del cine; copio y pego (las negritas son originales de
la entrevista):
Jean-Luc Godard
“Europa existe desde hace mucho tiempo, no había necesidad de construirla como
lo hemos hecho”
J.-M. LALANNE / S. KAGANSKI | Publicado el 03/12/2010
A sus ochenta años de edad, que cumple hoy, Jean-Luc Godard sigue siendo la
gran autoridad moral del cine moderno. Este año ha estrenado nueva obra, Film
Socialisme (el día 17 en salas españolas), se ha publicado una controvertida
biografía suya y ha plantado a Cannes y Hollywood. En esta amplia entrevista,
habló con la revista “Les Inrockuptibles” sobre derechos de autor, cine, política y
la muerte.
Domiciliado en Francia, allí sigue pagando sus impuestos. Vive en Suiza porque
nació allí y no puede prescindir de “ciertos paisajes”, nos dirá en una entrevista en
la que, como todo en su persona, todo es muy... panorámico. Durante cuatro horas,
en su despacho un tanto espartano, muy funcional, justo al lado de su sala de
trabajo, donde hay media docena de pantallas y las estanterías rebosan con
decenas de DVD y VHS, de donde extrae sus citas, hablamos de historia, de
política, de Grecia, de la propiedad intelectual, de cine por supuesto, pero también
de cosas más íntimas, como la salud o el miedo a la muerte.
Geometría antigua
-Precisamente, los miembros de esa familia se parecen a los personajes de una
película de ficción ordinaria.
-Sí, quizá... Pero no del todo. Las escenas se interrumpen antes de que se
conviertan en personajes. Son más bien estatuas. Estatuas que hablan. Si hablamos
de estatuas, pensamos: “Esto viene de otros tiempos”. Y si decimos, “otros
tiempos”, entonces se empieza un viaje, te embarcas en el Mediterráneo. Así surge
el crucero. Había leído el libro del polemista de principios de siglo Léon Daudet El
viaje de Shakespeare. En ese libro, seguimos el trayecto en barco del joven
dramaturgo, cuando aún no había escrito una línea. Todo eso vino poco a poco.
Derechos de autor
-¿Para usted no hay diferencia de status entre esas imágenes anónimas de los gatos
que circulan por Internet y los planos de El gran combate de John Ford que usted
también utiliza en Film Socialisme?
-No veo por qué hay que hacer una diferencia. Si tuviera que responder legalmente
por la apropiación de esas imágenes, contrataría a dos abogados para que
actuaran de formas distintas. Uno defendería el derecho de cita, que apenas existe
en el cine. En literatura se puede citar extensamente. En el libro sobre Henry
Miller que escribió Norman Mailer hay un 80% de Miller y un 20% de Mailer. En
la ciencia, ningún científico paga derechos por utilizar la fórmula elaborada por un
colega. Esto es un derecho asumido que en el cine, sin embargo, no existe. El
derecho de autor realmente no tiene razón de ser. Yo no tengo derechos. Al
contrario, tengo deberes. Por tanto, en mi película hay otro tipo de préstamos, no
citas, simplemente extractos. Como una inyección que recoge una muestra de
sangre para ser analizada. Este sería el argumento de mi segundo abogado. Él
defendería, por ejemplo, el plano de las trapecistas tomado de Les Plages d'Agnès.
Ese plano no es una cita. Yo no cito el filme de Agnès Varda: me beneficio de su
trabajo. Es un extracto que yo cojo, que incorporo en un momento muy concreto
como ocurrencia que simboliza la paz entre Israel y Palestina. Este plano, yo no lo
he pagado. Y si Agnès me pide dinero, estimo que deberíamos pagarle una
cantidad justa. Es decir, una cantidad proporcional al presupuesto de mi película,
al número de espectadores a los que llega...
-¿Por qué prefiere utilizar imágenes de Varda para expresar la paz en Oriente
Medio a rodar usted sus propias imágenes?
-Me pareció que la metáfora en la película de Agnès estaba muy bien.
-El “socialismo” del filme tiene que ver precisamente con violentar la idea de
propiedad, empezando por la de las obras...
-No debería haber propiedad sobre las obras. Beaumarchais sólo quería
beneficiarse de una parte de la recaudación de Las bodas de Fígaro. Él podía
decir: “Fígaro lo he escrito yo”. Pero no creo que hubiera dicho: “Fígaro soy yo”.
Este sentimiento de propiedad de la obra no apareció hasta más tarde.
-Su película se sube a la red al mismo tiempo que se estrena en las salas...
-La idea no es mía. El hecho de que Film Socialisme esté en Internet [sólo para
Francia] es una idea del distribuidor. Ellos han aportado el dinero para la película,
así que hago lo que me piden. Si hubiera dependido de mí, yo no la hubiera
estrenado de esta manera. Hemos tardado cuatro años en hacer la película. Yo
creo que la película se debería haber beneficiado de la misma generosidad en la
distribución que tuvo en la duración de su rodaje.
La justicia y la ley
-¿La ecología no debería constituir un partido político?
-Ya sabe, los partidos... Los partidos se toman siempre. Incluso sus nombres,
algunas veces. De Gaulle estaba en contra de los partidos. Aun así, durante la
Liberación llamó a los partidos al Consejo de la Resistencia para tener peso frente
a los americanos. En esa época incluso estaba ya el Frente Nacional, salvo que no
era lo mismo que hoy. Entonces era una empresa del Partido Comunista. No
entiendo por qué los de ahora han mantenido el nombre. Tomaron un partido...
-La penúltima cita de la película es: “Cuando la ley no es justa, la justicia pasa por
encima de la ley...”
-Eso está relacionado con los derechos de autor. Todos los DVD comienzan con un
anuncio del FBI que criminaliza la copia. Fui a buscar una respuesta en Pascal.
Pero uno puede entender otra cosa en esta frase. Podemos pensar, por ejemplo, en
el arresto de Roman Polanski.
-El invierno pasado rodó una película muy corta en homenaje a Eric Rohmer.
-La productora Les Films de Losange me lo pidió. Tenían ganas de utilizar los
títulos de sus artículos, de evocar cosas que hicimos o vimos cuando éramos
jóvenes en el Cahiers du cinéma de los años cincuenta. Me cuesta hablar de otra
cosa que no sea de esas experiencias compartidas. No creo que podamos hablar de
las personas más allá de lo que hemos compartido con ellas. Desde luego, este no es
el método de Antoine de Baecque...
La posteridad
-¿La idea de acometer una obra que la vida le de tiempo para completarla, es algo
que le preocupe?
-No. Yo no creo en el concepto de “una obra”. Hay obras, se producen algunas
nuevas, pero la obra en su conjunto, la gran obra, es algo que no me interesa.
Prefiero hablar de un camino. En mi trayectoria hay altos y bajos, hay tentativas...
He puesto mucha paja. Lo más difícil de este mundo es decirle a un amigo que lo
que ha hecho no es muy bueno. A mí me ha faltado ese amigo. Rohmer tuvo el
coraje de decirme en la época de Cahiers que mi crítica de Extraños en un tren era
mala. Rivette también podía decirme cosas así. Truffaut nunca me perdonó que
pensara que sus películas eran malas. Él sufría porque era incapaz de pensar que
mis películas eran tan malas como yo pensaba que lo eran las suyas.
-¿Nunca le ha preocupado?
-Jamás.
-Cuesta creerle. Es difícil rodar Pierrot le fou sin tener la ambición de permanecer
por siempre jamás en la historia...
-Quizá tenga razón. Es posible que tuviera esa pretensión en mis inicios. Pero me
olvidé de ello bastante rápido.
-¿Piensa en su muerte?
-Claro, por fuerza. Con los problemas de salud... La vida cambia. De todos modos,
hace mucho tiempo que rompí con la vida social. Me gustaría volver a jugar al
tenis, pero tuve que dejarlo por problemas con mi rodilla. Cuando te haces viejo, la
infancia regresa. No pasa nada. Y la idea de desaparecer no me causa una angustia
especial.
Un año controvertido
A Jean-Luc Godard le ha rodeado la controversia en los últimos meses. A las
descalificaciones por haber dejado plantado a Cannes, se sumaron las acusaciones
de antisemitismo con motivo de la publicación de Godard: biographe, escrita por
Antoine de Baecque, y recientemente la incomprensión general por no haber
asistido a la entrega del Oscar Honorífico que la Academia de Hollywood quiso
entregarle el pasado 13 de noviembre. El cineasta declaró en una entrevista a la
publicación suiza NZZ que “si la Academia quiere darme el premio, que lo haga”,
a lo que añadía su estupor -“¿Pero de verdad conocen mis películas?”- y también
su rechazo -“No significa nada para mí. Quizá sea un reconocimiento tardío”-,
confirmando finalmente que no asistiría a la entrega del premio porque “no tengo
visado para Estados Unidos, no quiero pedirlo y es un viaje muy largo”. Carlos
Reviriego
http://www.hamacaonline.net/obra.php?id=716