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Cuadernos de Cine Documental 07

Michelangelo Antonioni
Prólogo a Seis guiones

¿Qué ha querido decir? Esta es la pregunta que me acuerdo entre ojo y cerebro, entre ojo e instinto, entre
formulan más a menudo. Me siento tentado de res- ojo y conciencia, es lo que hace nacer el impulso de
ponder: he querido hacer una película y nada más. hablar, de hacer ver.
Pero si tratan de saber por qué la hice, qué pensaba En lo que a mí respecta, en la raíz hay siempre un
mientras la realizaba, qué quise decir, si pretenden elemento externo, concreto. No un concepto ni una
que resuma mis razones y explique lo que es casi tesis. Y también hay un poco de confusión en esa
imposible de explicar, como lo son ciertos impulsos o raíz. Probablemente la película nace precisamente de
intuiciones o elecciones morales y figurativas, corren esta confusión. La dificultad estriba en poner orden.
el peligro de llegar a este resultado: que se les llegue Estoy convencido de que depende no solamente de
a estropear la película misma. una actitud, sino también de un hábito de la fantasía.
Lo que un director de cine diga de sí mismo o de Recuerdo muy bien cómo me vino la idea de La
su obra no creo que ayude a comprenderla. Cuando aventura. Estaba en un yate con unos amigos. So-
Manzoni habla de la novela histórica, no añade nada lía despertarme antes que ellos y tomar asiento en la
a lo que ha sido dicho en Los novios. El camino que proa, en completo abandono. Una mañana me pu-
un director de cine recorre para realizar una película se a pensar en una muchacha que desapareció años
está lleno de errores, de dudas, de defectos; por eso atrás y de la cual nunca más se supo nada. La había-
la cosa menos natural que se le puede pedir es que mos estado buscando por todas partes, día tras día,
hable de su obra. En lo que respecta a mí, por cierto inútilmente. El yate navegaba hacia Ponza, ya cerca-
conocimiento que tengo de mí mismo, mis palabras na. Y pensé: ¿Estará ahí? Eso fue todo.
servirán en todo caso para precisar un particular es- Por muy fascinante que pueda parecerme, no soy ca-
tado de ánimo, un vago conocimiento. En una pala- paz de aceptar en seguida una idea. La dejo allí, no
bra: ante esa pregunta preferiría responder: sucedían pienso en ella, espero. Pasan los meses, los años.
tales hechos en aquel período, veía a tales personas, Debe permanecer a flote por sí sola en el mar de co-
leía tales libros, miraba tales cuadros, amaba a X, sas que se acumulan viviendo; sólo entonces se ha-
odiaba a Y, no tenía dinero, dormía poco... ce una buena idea.
Pero el editor me pide un prólogo y no puedo negar- Un director de cine no hace otra cosa que buscarse en
me, aunque escribir no sea lo mío, aunque el hablar sus películas, las cuales son documentos no de un pen-
de mí me cueste. samiento hecho, sino de un pensamiento que se hace.
Resultará un prólogo fragmentario e insuficiente, pe- Londres 1952. Un callejón sin salida. Casas de ladrillos
ro no sé hacerlo mejor. ennegrecidos. Un par de persianas pintadas de blan-
Creo que si algo tienen en común unos directores de co. Un farol. Un canalón pintado de rojo muy brillante.
cine con otros es la costumbre de tener un ojo abier- Una motocicleta cubierta con plástico porque llueve.
to hacia adentro y otro hacia afuera. En ciertos mo- Quiero ver quién pasa por esta calle que recuerda a
mentos las dos visiones se aproximan y se superpo- Chaplin. Me basta con el primer transeúnte. Quiero 85
nen como dos imágenes trabajadas a fuego. Y este un personaje inglés por esta calle inglesa.
Espero tres horas y media. La oscuridad comienza a Debería haber puesto en los títulos de presentación
dibujar el tradicional cono de luz del farol cuando me de El eclipse estos dos versos de Dylan Thomas:
voy sin haber logrado ver a nadie.
Creo que esos pequeños fallos, esos momentos va- “...alguna certeza debe existir,
cíos, esos abortos de observación son, en conjun- si no de amar, al menos de no amar”.
to, fructuosos. Cuando juntamos un poco de todos
ellos, no se sabe cómo, no se sabe por qué, surge Las buenas ideas para las películas pueden no ser
una historia. El argumento de El grito me vino con- las mismas que sirven en la vida. Si fuese así, el mo-
templando un muro. do de vivir de un director de cine coincidiría con su
En Roma, el cuarto día de una huelga de barrenderos. modo de construir un film, y sus experiencias prácti-
Una Roma inundada de inmundicias, montones de cas, con las intelectuales. Por el contrario, por muy
basura coloreada por los rincones de las calles, una autobiográfico que uno pueda ser, siempre hay una
orgía de imágenes abstractas, una violencia figurativa intervención de nuestra imaginación que traduce y al-
nunca vista. Y, en contraste, la reunión de los barren- tera la materia. Y no digo nada nuevo.
deros entre las ruinas del Circo Máximo, un millar de Somos nuestros personajes en la medida en que cree-
hombres vestidos con camisas de color azul oscuro, mos en el film que estamos haciendo. Pero entre no-
mudos, ordenados, a la espera de no sé qué. sotros y ellos está siempre el film, está ese hecho con-
Una historia puede nacer también de esta manera: ob- creto, preciso, lúcido; ese acto de voluntad y fuerza
servando el ambiente que después será el marco. En que nos califica inequívocamente, que nos desvincula
el cine es, a menudo, un método eficaz, porque permi- de la abstracción, para traernos a apoyar bien los pies
te conseguir más fácilmente una coherencia figurativa. en la tierra. Y de esa manera, de proletarios nos con-
1962. En Florencia, para ver y filmar el eclipse de sol. vertimos, como si dijéramos, en burgueses, de pesi-
De repente, hielo. Un silencio distinto de todos los mistas en optimistas, de solitarios y alienados en per-
demás silencios. Luz térrea, diferente de todas las sonas que quieren abrir un diálogo y comunicarse.
demás luces. Y después, la oscuridad. Inmovilidad Jamás he pretendido definir filosóficamente lo que
total. Todo lo que consigo llegar a pensar es que du- hago en cine. La palabra “alienación” no la he inven-
rante el eclipse probablemente se detengan también tado yo; hace años que forma parte del bagaje crítico
los sentimientos. y filosófico europeo, desde Marx hasta Adorno. Por
Es una idea que guarda una vaga relación con la pe- consiguiente, expresa un fenómeno real, un proble-
lícula que estoy preparando, una sensación más que ma concreto de la humanidad, que probablemente
una idea, pero que define ya al film cuando todavía se ha agudizado en los últimos años.
está muy lejos de estar definido. Todo el trabajo rea- Ahora bien, no rechazo esta temática: mis películas
lizado después, en las tomas, está relacionado siem- están ahí y hablan –en el sentido literal del término–
86 pre con aquella idea, sensación o presentimiento. No solas. Quizás no me haya dado cuenta inmediata-
he conseguido prescindir de ella. mente del camino que sugerían, pero hay una cosa
cierta: he procurado en seguida no acordarme más, páginas inútiles. Tenemos a bien decir que quizás la
o mejor, olvidarlo. Lo que rechazo es la acusación de experiencia haya sido útil y que siempre es una expe-
“alienado” aplicada ad personam. riencia que mi generación debe sumar a otra, la de la
Como si realizando un film, viviendo este período de guerra: una adición que da miedo).
tiempo al servicio de un argumento, no pusiera en Un día inventé una película mirando el sol: la maldad
juego todos mis problemas y no los resolviese obje- del sol, la ironía del sol.
tivándolos. Pero realizando la película soy conciente, Hace años que me rondan por la cabeza estos ver-
me tengo presente a mí mismo, a mi ambiente, a mi sos de MacNeice:
historia, y estoy alienado en la medida en que este
hecho me induce a sufrir la alienación, a combatirla y “Pensad un número, duplicadlo, triplicadlo,
superarla realizando la película. elevadlo al cuadrado. Y canceladlo”.
El peligro más grande para quien hace cine consiste
en la extraordinaria posibilidad para mentir que ofrece. Estoy seguro de que podría convertirse en el núcleo
Los libros forman parte de la vida, y el cine nace de o, al menos, en el símbolo de un curioso film humo-
ella. Que un argumento provenga de una novela, de rístico. Indican ya un estilo.
un diario, de un episodio verdadero o inventado, no Pensé también –en un momento de desesperación–
cambia nada las cosas. Una lectura es un hecho. Un escenificar los primeros capítulos de la Introducción
hecho, cuando se evoca, es una lectura. a la filosofía matemática de Russell. Libro muy se-
O autenticidad, o invención, o mentira. La invención rio, pero rico, a mi parecer, en apuntes cómicos. Por
que precede la crónica. La crónica que provoca la ejemplo: “El número tres no es identificable con el
invención. Una y otra juntas en una misma autenti- terceto compuesto por los señores Brown, Jones y
cidad. La mentira como reflejo de una autenticidad Robinson. El número tres es algo que todos los ter-
por descubrir. cetos tienen en común”. De donde al terceto de los
En la inmediata posguerra pedí a los más importantes señores Brown, Jones y Robinson le está reservada
productores italianos que me enviaran a dar la vuelta una parte ya coloreada de ridículo. O bien: “La re-
al mundo para filmar un documental. Tenía también lación mujer-marido dícese inversa a aquella de ma-
en la cabeza la idea de filmar una revolución, una de rido-mujer”. Veía ya a estas dos parejas inversas y
esas revoluciones que de vez en cuando estallan en amigas y las situaciones en que serían involucradas.
Sudamérica. La película que más he lamentado no Y aún: “...el número dos es una entidad metafísica de
hacer es Las alegres muchachas del 24, ambienta- cuya existencia no estaremos nunca realmente segu-
da en los años revolucionarios del fascismo. ros ni de si la hemos individualizado”. Afirmación alu-
Propuse también alguna novela. Pero sobre todo, ar- cinante desde el punto de vista del número dos. De
gumentos originales. Decenas de propuestas. (Largo un número dos protagonista.
y penoso discurso este del tiempo perdido en las an- Son juegos, naturalmente, divertissements, que in- 87
tesalas, o en contar historias, o en escribir páginas y dican sin embargo, cómo las cosas más singulares
pueden sugerir una película. Deformación profesio- significado que comprenda también la historia con-
nal que, sin embargo, es también necesidad instinti- tada, pero que la supere por intensidad y libertad de
va y sincera de reducir todo a imagen. soluciones.
Hace tiempo estuvo en mi casa el escultor “pop” Ol- Sometiendo la película de celuloide a un determina-
demburg. Me impresionó una observación suya: que do proceso llamado “latensificación”, se consigue
en Europa se escribe más y se exhibe menos. Lo hacer resaltar elementos de la imagen que el normal
contrario de los Estados Unidos. Debo decir que la proceso de revelado no llega a mostrar.
influencia del cine en este sentido ha sido beneficio- Por ejemplo, el ángulo de una calle iluminado por
sa. La guerra y la posguerra, por ejemplo, han encon- la débil luz de un farol resulta perfectamente visible,
trado en el cine ilustraciones de una fuerza y de una también en sus detalles, si la película viene “latensifi-
verdad a veces desconcertantes. Esto depende de la cada”, pero, de otra manera no.
naturaleza misma del miedo, pero también del hecho Esto siempre me asombró. Significa –pensaba– que
de que nadie más que nosotros, hombres de cine, se sobre el celuloide se logra la impresión de las co-
ha visto obligado a mirar. sas débilmente iluminadas. Se logra concretamente.
Esta es una ocupación que nunca me cansa: mirar. Y siguiendo adelante con el razonamiento, podemos
Me gustan casi todos los escenarios que veo: paisa- deducir que la película de celuloide es más sensible
jes, personajes, situaciones. Por un lado es un peli- que la célula foto-eléctrica, cuya aguja no llega a mo-
gro, pero por otro es una ventaja, porque consiente verse con aquella luz. Y dando un paso más (en el
una fusión completa entre la vida y el trabajo, entre la plano teórico se entiende, porque en el práctico no
realidad (o irrealidad) y el cine. podemos omitir otras consideraciones): quizás la pe-
No se penetra en los hechos con el reportaje. lícula registra todo a cualquier luz, incluso en la os-
En la posguerra había una gran necesidad de verdad curidad, como el ojo de los gatos, como un aparato
y parecía posible fotografiarla desde cualquier ángu- militar americano de reciente invención, y solamente
lo de las calles. Hoy el neorrealismo está superado nuestro retraso técnico no nos permite revelar todo lo
en el sentido de que se tiende cada vez más a crear que hay sobre el fotograma.
una realidad propia. El criterio se aplica incluso a los Sabemos que bajo la imagen revelada hay otra más
largometrajes de carácter documental y a los noticia- fiel a la realidad, y bajo ésta otra más, y de nuevo
rios de actualidad, realizados la mayor parte según otra bajo esta última. Hasta la verdadera imagen de
una idea preestablecida. No un cine al servicio de la aquella realidad absoluta, misteriosa, que nadie verá
realidad, sino la realidad al servicio del cine. jamás. O quizá hasta la descomposición de cualquier
La misma tendencia existe en las películas de ficción. imagen, de cualquier realidad.
Tengo la impresión de que lo esencial es dar al film El cine abstracto tendría, por consiguiente, su razón
casi un tono de alegoría. Esto es, que cada personaje de ser.
88 actúe en una dirección ideal que se ajuste irracional- Allá abajo vive una muchacha... No está ni siquiera
mente con las direcciones de otros, hasta formar un enamorada de mí.
¿Dónde leí esta frase? Podría ser el símbolo de nues- muchachos del barrio me dieran una paliza. De ma-
tra juventud –mía y de mis coetáneos– en Ferrara. No drugada regresaba a casa, escuchando el rodar de
teníamos otras preocupaciones. El olor a cáñamo los carros sobre el empedrado. Doblados sobre los
(hoy en día en la región ferraresa el cáñamo cedió el carros, los traperos cantaban. Habían dormido sobre
puesto a otros cultivos); el de los restos de remola- cama dura, sumergido la cabeza en una palangana
cha en los carros que iban y venían de las azucare- de agua y bebido grappa en un bar, y ahora cantaban
ras; el del río, los de la hierba y el fango. Todos estos una melodía improvisada, sin alegría, que al poco ra-
olores que se mezclaban al de mujer en verano, al to dejaría paso a las blasfemias. Algunas veces subía
de los perfumes decadentes en los bailes populares también yo y me llevaban. No recuerdo bien de qué
en invierno. Las calles anchas y largas, calles de ciu- hablábamos, pero entonces aquellos diálogos me
dad de llanura, bellas y quietas, como invitando a la parecían extraordinarios.
elegancia, a los ocios disipados. Las interminables Pero entraba también en otras casas, sólidas casas
charlas en las esquinas de estas calles, a altas horas de color ladrillo con cornisas de terracota, espacio-
de la noche, con los amigos, que siempre versaban sas, seguras, donde vivían casi todas las muchachas
sobre el mismo tema: la mujer. Algunas noches íba- “bien” de la ciudad. Y también aquí ocurrían las mis-
mos a las tabernas a beber vino. Pero no me gus- mas cosas que en las barriadas populares, con más
taba emborracharme, perder conciencia de aquella circunspección quizá, pero con una despreocupa-
depravación. ción compleja y antigua, totalmente dentro de la tra-
Otras noches me iba solo a una barriada popular y dición, también artística e histórica, de la ciudad.
pasaba toda la noche con una chica. No me arrepien- ¿Por qué cuento estas cosas y no otras, ciertamente
to de haber pasado así tantas horas de mi vida, y por más interesantes? Quizá porque son las que consi-
eso puedo hablar. Nos poníamos bajo las escaleras dero más mías. Las restantes me caen encima como
y permanecíamos ahí, en la oscuridad. Veía, a la luz una avalancha y solamente puedo sufrirlas. Y además
de la luna, una arcada estupenda, y detrás el patio porque, en cierto modo, siento que están detrás de
del siglo XV. Oía pasos, voces en la oscuridad. Re- Crónica de un amor, La aventura, El desierto rojo.
cuerdo a un niño empujado fuera de una puerta de En otras palabras: ocurre que descubro antes la en-
esta manera: fermedad de los sentimientos que los mismos senti-
mientos.
— ¡Vete a buscar a la puta de tu hermana! No sé por qué empecé a interesarme en el cine más
— ¿Y dónde está? bien por los sentimientos que por otros temas más
— Contra la pared. La primera que encuentres con las palpitantes, como la guerra, el fascismo, los proble-
piernas abiertas, es ella. mas sociales, nuestra vida de entonces. No es que
estos temas me dejaran indiferente, ya que estaba
La muchacha que estaba conmigo era dulce y fiel. No inmerso en ellos y los vivía, si bien ciertamente de 89
me dejaba salir antes del alba porque temía que los una manera bastante solitaria. Debió ser una expe-
riencia sentimental mía, acabada de manera inexpli- El film terminado, la copia original preparada. Las du-
cable. De este final no debo preguntar el por qué a das, los arrepentimientos, los reproches. Nada está
nadie más que a mí mismo. Y este por qué se unía o tan acabado como una película terminada. Quizá sólo
todos los otros, y juntos se convirtieron en un solo y un edificio. Se está al descubierto, expuesto a las mi-
desmesurado por qué, un macizo espectáculo, que radas y a la ironía de todos, sin poder contar a nadie
tenía como protagonista al hombre. El hombre frente la aventura personal, que no está registrada ni en el
a su ambiente y el hombre frente al hombre. film, ni en el guión: un presentimiento, del cual el film
Esta es mi única presunción: haber embocado a so- no es más que un testimonio parcial, insuficiente.
las el camino del neorrealismo. Estábamos en 1943. Terminado El desierto rojo, recuerdo que dije a Mó-
Visconti filmaba Ossessione, en las orillas del Po; y nica Vitti: “Quizás no he sido lo bastante malo”. Que-
también sobre el Po, a pocos kilómetros de distancia, ría decir: no he puesto a prueba el film antes de co-
yo filmaba mi primer documental. menzarlo, no he controlado si era lo bastante malo.
El Po de Valano pertenece al paisaje de mi infancia. Es una prueba que necesitaría hacer siempre: ocurri-
Es el Po de mi juventud. Los hombres que pasaban ría por reciprocidad lo que le sucede a una sustancia
por los diques arrastrando con sogas las barcazas, puesta en contacto con su reactivo, que se revela a sí
con paso lento, cadencioso, y más tarde las mismas misma, su composición, su verdad.
barcazas arrastradas en fila por un remolcador, con Cuando la película está terminada, permanece siem-
las mujeres ocupadas en la cocina y los hombres en pre una violencia inexpresable, un resto de materia y
el timón, las gallinas, la ropa misma, verdaderas ca- maldad que nos impulsa a reemprender el peregrina-
sas ambulantes, conmovedoras. Eran imágenes de je, de un lugar a otro, para ver, interrogar, fantasear
un mundo del cual tomaba conciencia poco a poco. sobre las cosas, cada vez más huidizas, a la vista del
Sucedía lo siguiente: aquel paisaje, que hasta enton- próximo film.
ces había sido un paisaje de cosas, quieto y solitario: Bajo la rotonda del Gran Hotel, en Rimini, todavía ce-
el agua fangosa y llena de remolinos, las hileras de rrada por el alambre de espino que la circunda du-
álamos que se perdían en la niebla, la Isla Blanca, en rante el invierno, dos niñas de unos dieciséis años
medio del río, en Pontelagoscuro, que rompía la co- están jugando. Una da vueltas sobre una bicicleta. La
rriente en dos; aquel paisaje se movía, se poblaba de otra extiende sus brazos con soltura y, posándolos
personas y cobraba vigor. Las mismas cosas reclama- en la arena, se pone vertical, las faldas sobre la cara,
ban una atención distinta, una sugestión diferente. Mi- las delgadas piernas firmes al aire. Después se deja
rándolas de un nuevo modo penetraba en ellas. Co- caer, completando la voltereta, y comienza de nuevo.
menzando a comprender el mundo a través de la ima- Son dos niñas más bien pobres. La que anda en bi-
gen, comprendía la imagen, su fuerza, su misterio. cicleta bajo la rotonda, cada vez que pasa junto a su
En cuanto me fue posible volví a aquellos lugares con amiga, la llama: “Edna... Edna...”, y después conti-
90 una cámara. Así nació Gente del Po. Todo lo que hi- núa, con voz de cantinela: “¡Qué amor... qué dolor!”.
ce después, por bueno o malo que sea, nace de ahí. Desaparece. Reaparece. “¡Qué amor... qué dolor!”
Son las primeras horas de la mañana y no hay na- les, en sus colores, en su cadencia. Quizás éste sea
die en la playa, excepto estas dos niñas y yo. Ningún el momento más importante. El guión es una fase in-
otro rumor, a no ser el del mar y esa voz sutil que can- termedia, necesaria, pero transitoria. Para mí, el film,
ta amor y dolor. mientras estoy filmando, debe reengancharse a aque-
Durante todo el resto de la jornada, para mí esto fue llos momentos para que la cosa vaya bien; necesito
una película. volver a encontrar aquella carga, aquella convicción.
El episodio, narrado de esta manera, puede que no Las discusiones, en la fase del guión, con los colabora-
tenga ninguna sugestión, y que no resulte fácil com- dores; la búsqueda, a menudo fría y hábil, de una cons-
prender cómo ha podido sugerir una historia. Para trucción, de una solución sugerida por la experiencia,
comprenderlo sería necesario oír la entonación de contribuyen ciertamente a articular la historia de la me-
aquella voz. Era una entonación particular, fresca y jor manera. Pero se corre el peligro de que enfríen el
ansiosa al mismo tiempo, que daba a aquellas pa- impulso inicial. He aquí por qué durante la elaboración
labras una dimensión ciertamente inconsciente pero del guión hay siempre un momento de crisis, en el que
profunda, todo el amor, todo el dolor del mundo. Las se pierde el sentido de lo que se está narrando. Enton-
palabras eran absurdas en boca de aquel personaje; ces no hay más remedio que interrumpir lo que se está
la entonación, no. haciendo y volver a pensar en el film, tal como fue ima-
He aquí los límites de los guiones cinematográficos: ginado en los lugares que lo provocaron.
poner palabras a acontecimientos que las invalidan. He experimentado otra sensación leyendo estos
Escribir un guión es un trabajo fatigoso, precisamen- guiones, más bien curiosa: una especie de mezcla de
te porque se trata de describir, con palabras proviso- estupor e irritación. Porque sobre el recuerdo de las
rias –que después no volverán a servir–, imágenes; y películas ya realizadas hay demasiadas cosas que no
esto ya es antinatural. La descripción no puede ser coinciden. Y también porque las que coinciden están
más que genérica o francamente falsa, porque se re- expuestas en una forma seudo-literaria, que precisa-
fiere a imágenes carentes, muy a menudo, de refe- mente es lo que irrita. Se equivoca el que sostiene
rencias concretas. que el guión cinematográfico tiene un valor literario.
Releyendo estos guiones, lo que revivo con mayor ni- Se podrá objetar que si éstos no lo tienen otros bien
tidez es el recuerdo de los momentos que me lleva- podrían tenerlo. Puede darse el caso. Pero entonces
ron a escribirlos. Ciertos lugares, las charlas con la serán ya verdaderas novelas, autónomas.
gente, el tiempo transcurrido en los ambientes donde Un film no impreso sobre celuloide no existe. Los
la historia habría de cobrar vida después, el descubri- guiones presuponen el film, no tienen autonomía,
miento gradual del film en sus imágenes fundamenta- son páginas muertas.

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