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- Especial - 2007
Revista nº3 » Textos Livres
abstract: En este artículo nos centramos en el análisis de dos textos del escritor
guatemalteco Miguel Ángel Asturias: la introducción titulada “Guatemala”, en la obra
Leyendas de Guatemala, en la que el escritor, además de presentar el libreo, condensa
en pocas páginas una profusión de elementos míticos, históricos y ficcionales, que
difícilmente encontraremos en otro texto tan corto; y la “Leyenda del Sombrerón”, uno
de sus cuentos más representativos en esta obra. Para este fin, utilizamos como apoyo
teórico las obras Mito e realidade y El mito del eterno retorno, de Mircea Eliade y los
estudios sobre religión y pensamiento maya, en la obra Historia y religión de los mayas,
de Thompson. Como soporte para la interpretación de los principales elementos
simbólicos que aquí trataremos, utilizamos el Dicionário de símbolos, de Jean
Chevalier.
I. Apuntes introductorios
Sus dueños son viejos, tienen güegüecho, han visto espantos, andarines y aparecidos,
cuentan milagros y cierran la puerta cuando pasan los húngaros: esos que roban niños,
comen caballo, hablan con el diablo y huyen de Dios. (ASTURIAS, 1968, p.21)
De acuerdo con Mircea Eliade (2006, p.13), en la obra El mito del eterno retorno en las
sociedades arcaicas, comprendiéndolas como las sociedades premodernas o
tradicionales, abarcando tanto el mundo que habitualmente se denomina "primitivo"
como las antiguas culturas da Asia, Europa y América la constitución del "ser", de la
identidad de este "ser", pasa por el concepto de sagrado: "una piedra, entre tantas otras,
llega a ser sagrada - y, por tanto, se halla instantáneamente saturada de ser." (ibidem,
p.13).
De esta forma, la construcción de una nueva imagen literaria forjada por las
vanguardias, que aparece también en la obra de Asturias, se da a través de una
reestructuración de elementos que abarcan no solo el sagrado perdido, sino también los
de una naciente modernidad. Lo que ocurre es la "vuelta" al mito, renovándolo,
intentando encontrar su lugar en un "nuevo mundo", literalmente. La narrativa de
Asturias, realiza esta construcción desde una óptica innovadora, en la que el mito, como
factor de inclusión, participa das transformaciones de la modernidad. Según Selena
Millares:
Ese nuevo territorio nace en su texto a partir de una mezcla que, inevitablemente, une
dos mundos. Las ciudades poscoloniales son un híbrido de América y Europa,
conquistadores y conquistados, pero también y muchas veces, de voces que resisten.
Con imágenes tan profundas como la de una "calle que se hunde como la hoja de una
espada en el puño de la plaza" (ASTURIAS, 1968,p.22) el autor evoca tiempos pasados
en un espacio físico presente, y lo hace de forma a llamar todos los tiempos a convergir
en este teatro de historias y leyendas, como si los momentos históricos pudiesen
simultanearse de una mágica y anacrónica forma:
Como se cuenta en las historias que ahora nadie cree - ni las abuelas ni los niños -, esta
ciudad fue construida sobre ciudades enterradas en el centro de América. Para unir las
piedras de sus muros la mezcla se amasó con leche. Para señalar su primera huella se
enterraron envoltorios de tres dieces de plumas y tres dieces de cañutos de oro en polvo
junto a la yerba-mala, atestigua un recio cronicón de linajes; en un palo podrido, saben
otros, o bien bajo rimeros de leña o en la montaña de la que surgen fuentes. (idem, p.21)
La materia de las ciudades que Asturias nos presenta, y que serán el escenario de sus
leyendas en toda la obra, estas urbes mágicas y complejas a la vez, están llenas de
elementos míticos imprescindibles no solo a su constitución, sino también a la
compresión de nuestro propio ser latinoamericano. Aún de acuerdo con Selena Millares:
Se desvelan así las presencias invisibles que rondan por la ciudad dormida, y el autor se
despoja de su voz para reconocer la anonimia de esos cuentos que subyacen en el
imaginario colectivo. La ciudad se hace sonora como un mar abierto; el agua rumorosa
será el canal de esa voz secreta que se filtra a través de los tiempos [...]. (MILLARES,
op cit., p.129)
La ciudad como lugar y como símbolo se repite y se transforma a lo largo del texto
(inclasificable como muchas otras narrativas de la vanguardia), y es una de las primeras
imágenes de gran importancia que se nos presenta. Las ciudades prehispánicas aparecen
enterradas para que en su lugar se yergan las nuevas urbes coloniales. Sin embargo,
estas ciudades no mueren, ya que respiran a través de mágicos portales naturales, como
las raíces de los árboles (símbolo del que trataremos más adelante). Aparentemente
olvidadas e desaparecidas, resurgen como espejos enterrados (FUENTES, 1990),
necesarios para que el rostro del sujeto latinoamericano sea dibujado:
Existe la creencia de que los árboles respiran el aliento de las personas que habitan las
ciudades enterradas, y por eso, costumbre legendaria y familiar, a su sombra se
aconsejan los que tienen que resolver casos de conciencia, los enamorados alivian su
pena, se orientan los romeros perdidos del camino y reciben inspiración los poetas.
(ASTURIAS, op. cit., p. 21-22)
El aspecto mágico, precolombino resiste porque forma parte de una nueva urbe, lugares
posibles que pueblan la mente de poetas y los sueños de otros muchos no-poetas, como
los que se hacen presentes en As cidades invisíveis, de Ítalo Calvino (2005), obra en la
que el autor italiano reestructura el trayecto del viaje que Marco Polo describió en El
libro de las maravillas, con la prosa poética que le caracteriza .
En Las ciudades invisibles se siguen, una tras otra, las descripciones de las ciudades
visitadas, no como un simple conjunto de características, sino como una reconstrucción,
en la que la visión y todos los otros sentidos del viajero confluyen para dar rostro a los
territorios. Las urbes no están hechas ni terminadas sin esta mirada. Necesitan, como las
ciudades de Asturias, ser inventadas, construidas a través de un discurso, transformadas
por la palabra.
Citamos Calvino porque este sentido dado a la ciudad, de que esta se forma también por
el elemento que la observa y la vive, es el mismo que que encontramos en nuestro viaje
por "Guatemala". La ciudad es el lugar que guarda todas las leyendas, todos los mitos:
La tela delgadísima del sueño se puebla de sombras que la hacen temblar. Ronda por
Casa-Mata la Tatuana. El Sombrerón recorre los portales de un extremo a otro; salta,
rueda, es Satanás de hule. Y asoma por las vegas el Cadejo, que roba mozas de trenzas
largas y hace nudos en las crines de los caballos. Empero, ni una pestaña se mueve en el
fondo de la ciudad dormida, ni nada pasa realmente en la carne de las cosas sensibles.
(ASTURIAS, 1968, p.22)
Como nos dice Ana Pizzarro (1993, p. 29): "la conquista y la colonización significan el
inicio de un orden cultural de tiempos diferenciados. La construcción del imaginario y
de la palabra que lo expresa se manifestará en un proceso de tiempos superpuestos,
aunque también secuenciales". Y también según Carlos Fuentes:
Una ciudad mágica tras otra, se suceden en el texto, Palenque, Copán, Quiriguá,
Utatlán, Cíbola, Antigua, Xibalbá, Tuláin, Iximché, Atitlán. "¡Ciudades sonoras como
mares abiertos!", "ciudades mitológicas, lejanas, arropadas en la niebla", que resisten de
mitos y símbolos complejos.
Otra imagen de gran importancia y que se relaciona con la de las ciudades es la del
árbol. Ya en los primeros párrafos podemos leer informaciones sobre el poder que los
árboles ancestrales imprimen a las híbridas urbes. Nos referimos nuevamente al párrafo
ya citado que dice: "Existe la creencia de que los árboles respiran el aliento de las
personas que habitan las ciudades enterradas..." .
El árbol es la casa del espíritu inmortal, y como tal alberga la memoria histórica, la
herencia indígena, el ánimo transformador. Otro de los aspectos simbólicos de esta
imagen es el de templo, lugar sagrado, protección y complicidad. También el árbol,
como la casa, constituye un tipo de local privilegiado para que, bajo sus hojas o a través
de sus raíces, se den importantes hechos, porque actúa como elemento mítico e
instrumento de contacto entre dos o más mundos. En muchas culturas y sistemas
mitológicos aparece como puente, unión entre el tiempo divino el humano:
En las mitologías nahua y maya, el árbol es uno de los cuerpos que el alma puede tomar
tras la muerte del cuerpo físico, siguiendo su vida, dando aliento y conciencia al ser
vegetal. Uno de los aspectos da religión maya, según Thompson (1907,p.247-249) , es
la posibilidad de que seres inanimados puedan ser habitados por espíritus, permitiendo
incluso que estos alcancen a categoría de divinidad. De esta forma, el árbol en Asturias
presenta rasgos como el aliento, humano y el poder de la magia, divino:
Los árboles hechizan la ciudad entera. La tela delgadísima del sueño se puebla de
sombras que la hacen temblar. [...]
El aliento de los árboles aleja las montañas, donde el camino ondula como hilo de
humo. Oscurece, sobrenadan naranjas, se percibe el menor eco, tan honda repercusión
tiene en el paisaje dormido una hoja que cae o un pájaro que canta, y despierta en el
alma el Cuco de los Sueños. [...] (ASTURIAS, op. cit., p.22)
[...] El sombrerón enamora a las mujeres bellas y de pelo largo, cantándoles canciones
románticas con una guitarrita de plata (en otros casos, con una guitarra de cajeta como
la de las ferias patronales), hechizándolas y haciéndolas agonizar. [...] Con una
personalidad y aspecto únicos, el sombrerón es conocido como tal casi en toda
Latinoamérica. En general, su apariencia es tosca, su estatura muy pequeña, anda
vestido de negro, con un enorme sombrero negro que le cubre casi todo el cuerpo. [...]
Aunque en algunos pueblos posee algunas variaciones, por ejemplo, en San Pedro
Pinula, Jalapa, donde se le conoce con el nombre de Zisimite o Sisimit, que además del
enorme sombrero, tiene los pies al revés (los dedos viendo hacia atrás) para que todo
aquel que intente seguir sus huellas, se pierda inevitablemente. Se alimenta de ceniza y
sus vestiduras son más de duende que de el clásico sombrerón negro que todos
conocemos. [...] ( ibidem)
Esta y otras leyendas fueron retomadas por Asturias en su obra, dotándolas, sin
embargo, de un tono literario y bastante más complejo. La del sombrerón recibe tintes
diferentes de la popular, una vez que en la leyenda presentada por la revista no se
explica de dónde y cómo surge el mito, y es exactamente a esta labor que se dedica
Asturias, contándonos su génesis.
Con fórmulas que nos recuerdan cuentos infantiles y la literatura oral ("En aquel
apartado rincón del mundo", "Y era de ver y era de oír"), el sombrerón nace,
aparentemente, a partir de una pequeña pelota, que siendo el juguete preferido de un
niño del pueblo, cae accidentalmente dentro de un curioso convento. El lugar se
describe con lujos de detalles y entrelineas. El autor ya nos anuncia que el escenario de
todo el relato es también, como las ciudades de su introducción, híbrido y ambiguo.
Convento o monasterio en el que conviven arte, religión, filosofía y locura:
Entre los unos, sabios y filósofos, y los otros, artistas y locos, había uno a quien
llamaban a secas el Monje, por su celo religioso y santo temor de Dios y porque se
negaba a tomar parte en las discusiones de aquéllos en los pasatiempos de éstos,
juzgándoles a todos víctimas del demonio. (ASTURIAS, 1968, p.43)
[...] la leyenda del Sombrerón vuelve a cuestionar la condena cristiana de las religiones
indígenas, aunque de modo más sesgado, para relatarnos la historia de un monje de
pureza intachable que un día descubre una pelotita de hule - evocadora del juego de
pelota maya, de connotaciones sagradas - y se ve invadido de alegría, seducido por su
desnudez redonda, trasunto de la manzana de Eva [...] (SELENA, op. cit.,p. 130)
Dos elementos se confunden no sólo en la mente del monje sino en el propio texto
literario, ya que el infierno tanto representa lo negativo como la delicia de entregarse al
pecado. La pelotita salva pero también condena. El placer se produce a través del
contacto físico con el sencillo objeto. La locura que se ofrecía al inicio de la leyenda,
como formadora del convento, aparece como tónica del monje, que se debate en
contradicciones y dudas. El elemento "loco", tan propio de la vanguardia, seria el único
que le salvaría de la difícil elección.
Al final del texto, la pelota vuelve al niño y al mundo, pero se opera una metamorfosis,
no sólo en el objeto, sino en el que fue tocado por él. El monje está contaminado por la
endemoniada alegría de la bola que se transforma en un enorme sombrerón. Vemos
actuar una de las más vanguardistas entre las características de las leyendas: lo
sobrenatural se "explica", a través de formas también sobrenaturales.
SOBRE O AUTOR
REFERÊNCIAS BIBLIOGRÁFICAS