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1.- ¿QUÉ SIGNIFICA EL TÉRMINO “ÉTICA”?

- DEFINICIÓN NOMINAL ETIMOLÓGICA


El término Ética deriva del griego ethos (εθοσ) que significa principalmente carácter,
usos, costumbres. Y en este sentido equivale al término moral, proveniente del latín
mos, moris, que significa igualmente manera de obrar, comportamiento, costumbres.
Si nos detuviésemos en estos significados nominales, se podría entender por Ética o
Moral la ciencia descriptiva del obrar humano. Y, de hecho, muchos así la han entendido.
En el siglo XX se han desarrollado saberes como la Sociología que justamente tiene entre
sus objetivos principales la realización de un análisis descriptivo de las acciones
colectivas de los distintos grupos humanos. Y las concepciones positivistas han
considerado que esta descripción, en oposición a una prescripción, es lo único
científicamente válido en relación al obrar humano. De este modo no plantean
normativa alguna referida a lo que se debe hacer sino, en todo caso, un “arte moral”
capaz de proponer a los individuos y a la sociedad los caminos que llevan a la felicidad y
a la prosperidad. Así la Sociología viene a reemplazar, en esta postura, al tratado
filosófico o teológico sobre la moral.
Sin embargo, la lengua griega contiene otro término fonéticamente muy cercano cuya
significación es muy especial para caracterizar nuestro saber: ηθοσ. Esta palabra designa
el lugar propio, habitual donde algo se encuentra; para los animales es la cueva, el nido,
el establo. Así en este sentido la Ética se ocupa del lugar propio del hombre. Y aquí tiene
completa cabida el mandato de Píndaro asumido por Sócrates: sé lo que eres. En efecto,
la Ética es la ciencia de la perfección, de la realización de la persona en cuanto tal. Y dado
que nadie se perfecciona fuera de lo suyo, de lo propio, es tarea de esta ciencia marcar
el verdadero fin y el camino adecuado para que el hombre se perfeccione, alcance la
excelencia de acuerdo a lo que realmente es y está llamado a ser.
2.- ¿QUÉ ES LA ÉTICA? - DEFINICIÓN REAL
Pero si consideramos, más allá de su etimología, a la Ética en sí misma, debemos
comenzar definiéndola de un modo real. Distinguiremos para esto dos planos de
reflexión, derivados de dos fuentes distintas aunque no contrapuestas: la Filosofía1
(junto al aporte de los saberes naturales) y la Teología2.
La Ética natural, racional o filosófica, definida entonces esencialmente, es una: ciencia
especulativamente práctica que estudia la moralidad de los actos humanos.-
a) Es una ciencia. Esto significa, considerada en sí misma, un conjunto de conocimientos
ciertos y evidentes por las causas; un saber metodológicamente adquirido y

1
Entendemos por Filosofía, siguiendo la definición real clásica de origen aristotélico, “el conocimiento
cierto y evidente de todas las cosas por sus causas primeras o últimas bajo la sola luz de la razón”.
2
“Estrictamente considerada, la Teología consiste en una reflexión sobre el contenido de la fe, o sea, a
partir de los datos revelados, recurriendo al instrumento conceptual proporcionado por la ratio naturalis
(razón natural).” Basso, D., Los fundamentos de la moral. Centro de investigaciones en Ética Biomédica,
Buenos Aires 1993 (1era. reimpresión), p. 33.
sistemáticamente organizado. Y, desde el punto de vista del sujeto que la posee: un
hábito intelectual adquirido demostrativo que hace referencia a las causas y le otorga
certeza. La ciencia se distingue de la opinión la cual no tiene certeza en sus afirmaciones,
versa sobre lo particular y no conoce las causas. Pero es preciso aclarar aquí que si bien
la Ética es verdadera ciencia, y no un conjunto de opiniones acerca de las costumbres,
sin embargo no tiene el mismo rigor y exactitud que la Matemática, por ejemplo. Como
sostiene Aristóteles3 , a cada tipo de saber le cabe un grado de certeza y exactitud acorde
a la índole de su objeto. Y en la moral, dado que entra en juego la libertad humana, hay
una cierta relatividad (no relativismo) en su contenido o materia: el deber moral es
relativo al ser específico del hombre en cuanto persona (un ser racional y libre)8 ; a su
ser particular, individual (lo que cada hombre es por ser ese hombre) y a sus
circunstancias.
b) Especulativamente práctica. Los saberes se clasifican, según sus finalidades, en
especulativos y prácticos. Los primeros sólo buscan llegar a una verdad por la verdad
misma; el fin está en el mismo conocimiento. Así la Filosofía, por ejemplo, es la ciencia
teorética o especulativa por excelencia ya que intenta, libremente, esto es sin servir a
otros fines, llegar a las causas últimas de todas las cosas satisfaciendo el deseo natural
de conocimiento del ser humano. Los conocimientos prácticos, en cambio, se ordenan
a algo más: a la perfección interior del que obra. Pero, en realidad, el término actual
“práctico” se utiliza en dos sentidos diferentes. En primer lugar, para lo productivo (lo
que los antiguos griegos denominaban lo “poiético”), esto es, el saber hacer algo, como
por ejemplo el conocimiento de las propiedades de una sustancia mineral o vegetal es
utilizado por los químicos y farmacéuticos para la obtención de un medicamento. Y en
segundo término, designa su sentido original aplicado al conocimiento cuya finalidad no
está en la perfección de una cosa exterior sino en el mismo sujeto que lo posee. Por eso
sólo la Ética y la Política eran para Aristóteles saberes prácticos. Estos conocimientos
dirigen el obrar y no el hacer. El primero se refiere a algo interior mientras que el
segundo es exterior. La Ética tiene un estatuto especial: es especulativa por su modo
pero práctica tanto por su objeto, que es lo operable, como por su finalidad propia que
es dirigir la acción, aunque sea de una manera remota. No es puramente especulativa
ya que es reguladora y normativa4 pero dado que contempla las razones de ser de lo
moral, los fines, etc. es considerada de modo especulativo. c) Estudia la moralidad de

3
Aristóteles, Ética Nicomáquea, l.I, c.3, 1094b20: “Y cuando tratamos de cosas que ocurren generalmente
y se parte de tales premisas, es bastante con llegar a conclusiones semejantes. Del mismo modo se ha de
aceptar cada uno de nuestros razonamientos; porque es propio del hombre instruido buscar la exactitud
en la materia en la medida en que la admite la naturaleza del asunto; evidentemente, tan absurdo sería
aceptar que un matemático empleara la persuasión como exigir de un retórico demostraciones.” Ed.
Gredos, Madrid 1995, p. 131.
4
“Por fortuna, la ética filosófica es una ética que tiene una valor prescriptivo, cuando menos el de
considerar que existen hechos de prescripción (mandatos, órdenes, deberes, exigencias) que se le hacen
al hombre, y que éste acepta, o rechaza, en el uso de su libertad. (…) La ética filosófica es, por tanto, una
reflexión que tiene ciertamente un carácter teórico, pero no solamente teórico, sino también un carácter
práctico.” Millán Puelles, A., Ética y realismo, op. cit., pp. 22-23.
los actos humanos. Como toda ciencia, la Ética se define, ante todo, por sus objetos
material y formal.
c.1) El objeto material, esto es sobre lo que recae su estudio, está dado por los actos
humanos (actus humanus). Estos son actos realizados con conciencia y libertad y
suponen por lo tanto una preferencia activa. Se diferencian de los denominados actos
del hombre (actus homini) en los cuales no intervienen la deliberación y la voluntad
explícita y por ende no son morales. Respirar o hacer la digestión son actos del hombre
pero mentir o dar una limosna son actos humanos. Esta distinción permite también
evitar la confusión entre el ámbito moral y el jurídico. Dañar la pared del vecino con un
árbol caído de nuestro jardín en una tormenta tiene incumbencia en el terreno del
derecho civil pero no tiene relevancia moral. Pero no reconocer el mérito de un
compañero de trabajo por envidia nos inserta en el campo de la Ética pero no en el
jurídico.
c.2) Pero los actos humanos también son abordados por la Antropología Filosófica y la
Psicología. Lo específico del saber que nos ocupa está dado, entonces, por el ángulo
desde el cual aborda el estudio de este tipo de actos, esto es, por su objeto formal. Y
este se refiere justamente a la moralidad, es decir, a la consideración de la bondad, o
maldad, de los actos humanos según su relación de conveniencia, o no, con la naturaleza
del hombre y su verdadero fin último. De esta manera, aún cuando existen otras
disciplinas que pueden ser consideradas como ciencias morales, tales como la
Psicología, la Economía, la Sociología, la Política o la Historia, que estudian diferentes
manifestaciones, individuales o colectivas de la actividad humana deliberada, sin
embargo sólo la Ética considera lo moral en cuanto tal.
3.- EL VALOR DE LA ÉTICA
La ciencia a la que estamos refiriéndonos, una Ética natural, es un saber que, partiendo
de la observación de los comportamientos y la naturaleza humana, se desarrolla como
un esfuerzo de sistematización racional de la conducta moral. Sus principios de
conocimiento son de orden estrictamente filosóficos y científicos. La historia atestigua
que, más allá de las diferencias religiosas, es posible contar con una Ética natural común
a todos los hombres atendiendo a las exigencias derivadas de nuestra naturaleza. Y si
bien el filósofo, como sostiene J. Maritain, no es un legislador moral, a él le compete
reflexionar acerca de los preceptos que ya encuentra hechos en la naturaleza y
concretizarlos prescribiendo en base a un conocimiento verdadero5.

5
“Es labor del filósofo obtener conclusiones, que llaman remotas, de los preceptos primeros y segundos
– que son los más evidentes, los más sencillos de conocer – de la ley natural, los que están en principio al
alcance de cualquier fortuna intelectual, por modesta que ella fuere. Está al alcance del caletre de
cualquier hombre normal, por ejemplo, que insultar a la madre es una burrada. Pues bien, las conclusiones
remotas que de ahí se sacan son elaboraciones racionales a las que hay que pedir un rigor lógico. Si están
rigurosamente extraídas esas conclusiones de los preceptos de la ley natural, entonces tienen un valor
prescriptivo.” Millán Puelles, A., Ética y realismo, op. cit., pp. 25-26.
Pese a esto, algunas corrientes han intentado negarla. Así, ciertos grupos religiosos, por
ejemplo, que consideran que tras el pecado original ya no es posible hablar de una
naturaleza humana pues ésta quedó corrompida, no admiten consecuentemente la
existencia de una ley moral natural y por ende tampoco una ciencia moral basada en la
misma. Y también el iuspositivismo jurídico, aunque por diferentes motivos, al negar la
existencia de leyes morales universales e inmutables, vuelve absurda semejante ciencia;
sólo deja la posibilidad de un estudio referido al conjunto de postulados relativos a las
costumbres sociales de un grupo.
4.- ¿CUÁL ES EL OBJETIVO, ENTONCES, DE LA ÉTICA?
Evidentemente no consiste en procurar una receta, guía práctica o método para obtener
resultados concretos satisfactorios en el campo moral de las personas; tampoco intenta
confeccionar un listado de los posibles “casos” con sus soluciones previsibles (confusión
con la casuística6); ni una técnica para resolver y explicar situaciones de confesionario,
ni mucho menos, de gabinete psicológico; ni un compendio negativo de lo que no se
debe hacer, de pecados…
Se trata, más bien, de una reflexión puramente racional acerca de la naturaleza humana
y su ordenación al bien; una reflexión de carácter científico que intenta prescribir qué
objetos y actos humanos llevan a la perfección de la persona.
5.- ÉTICA Y CIENCIAS
a) Ética y metafísica
La Ética desde Platón y Aristóteles se había fundamentado en la metafísica. Pero, a partir
del empirismo inglés y de Kant, todo cambió. No se podrá admitir una moral metafísica.
En Kant el fundamento de la moral será la conciencia, no la noción del ente como bueno.
La moral así entendida deja de estar subordinada a la Metafísica, no se considera que el
fin y el valor son aspectos del bien. ¿Qué responder a esto?: que, contrariamente a lo
afirmado por Kant, la Ética está basada en la Metafísica.
Lo primero que se debe decir es: el obrar es posterior al ser, el obrar sigue al ser, “así
como un ser es, así obra”. Así entendido es lógico decir que el obrar, el acto, el bien, la
ley, el valor, se entienden si se piensa en el concepto de ser que es un legado de la
Metafísica: la Ética se fundamenta en la Metafísica como el deber-ser se fundamenta en
el ser. Es un principio sin necesidad de demostración. La escolástica tuvo en claro la
subordinación de la Ética a la Metafísica, la bondad es propiedad del ser, por eso es
apetecido; todo ente es bueno, aún la voluntad de los hombres que apetece el mal lo
hace en función del bien, porque apetecen un bien aparente.
La unidad potencia-acto del ser finito supone el desarrollo del obrar, su perfección y la
actualización del ser: negar esto lleva, al menos, a una posición errónea del ser y del

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La casuística que considera los casos particulares constituye, sin dudas, una parte de la moral. El
peligro radica en absolutizarla y que termine reemplazando a la misma moral.
obrar: porque la entidad actualizada es fundamento del valor entitativo del ser (ente y
bien son convertibles, intercambiables).
No se debe separar el valor que hay entre el plano especulativo y el práctico; entre el
ser y el deber-ser; entre la realidad y el valor: los valores, por ejemplo, pasan del deber-
ser al ser en la actividad de la persona.
En el obrar se dan también propiedades trascendentales: si en lenguaje de la Metafísica
se dice que todo ente por el solo hecho de ser es uno, bueno, verdadero y bello, así
también la perfección del obrar debe ser valorada: el cumplimiento de las normas, la
realización de valores, su verdad moral, se entiende en función del desarrollo del ser.
Si el obrar del hombre se considera como desarrollo de su ser: el obrar humano sigue al
ser del hombre y la libertad del hombre es, al mismo tiempo, libertad moral. El
agnosticismo metafísico, que niega la libertad del hombre (determinismos), niega la
libertad moral.
Como persona (“sustancia individual de naturaleza racional”, definición –de hecho–
metafísica) el hombre es un ser en sí, pero también es un ser en desarrollo, “en
potencia” de perfección. Así constituida la persona y considerando su libertad, mueve
su voluntad, siendo el objeto de la voluntad el bien.
Resumiendo, la Ética, si deja de lado la Metafísica, no puede establecer el obrar moral
que el hombre debe cumplir según sus actos humanos. Sustituir una moral con un
fundamento metafísico por otra autónoma dejaría de lado todo valor absoluto y nos
llevaría a una moral relativista y sin sentido último.
b) Ética y antropología
La Ética también se subordina a la antropología, porque si la Ética estudia la moralidad
de los actos humanos, la antropología tiene como objeto al hombre y se pregunta por
sus principios esenciales. La antropología filosófica como conocimiento especulativo se
une a la Ética como conocimiento práctico.
La consideración de los actos humanos (no actos del hombre) por parte de la Ética
supone el estudio previo de la estructura esencial de la actividad humana. Una
valoración de la conducta humana y su deber-ser se vincula con el concepto de hombre
que se tiene y las condiciones psicológicas de su actividad.
La concepción del hombre desde el punto de vista antropológico es sumamente
importante para la Ética: si el hombre fuera considerado como pura naturaleza
instintiva, su obrar moral no dependería de sus facultades de inteligencia y voluntad. Si,
en cambio, la persona es considerada un ser “espiritual” con sus facultades de
inteligencia y voluntad, el obrar humano no es puro instinto, por lo tanto es ordenable
por la razón.
Lo esencial es entender que no puede haber una ética sin una antropología, pero no es
indiferente que sea cualquier antropología.
El psicologismo inglés, por ejemplo, ha tratado de reducir la moral a la psicología,
aunque no hay que confundir el psicologismo moral con el subjetivismo (los hedonistas
son subjetivistas, pero no, psicologistas). Lo mismo podemos decir del materialismo, que
reduce todo a la materia, movimiento conforme a las leyes físico-químicas, sin
considerar al espíritu, o su opuesto el espiritualismo que concibe al cuerpo como
realidad meramente accidental a la esencia humana. Ninguna de estas posiciones refleja
la realidad de lo que el hombre realmente es.
Todas estas filosofías tienen algo en común: una visión antropológica reduccionista del
hombre. A esto se opone una antropología que considera al hombre en todos sus
aspectos como ser viviente: esto es, como una unidad corpóreo-espiritual. Sólo es
posible un estudio de la moralidad del hombre allí donde el hombre es visto como un
todo, como un ser que se trasciende a sí mismo.
c) Ética, Psicología y Sociología
La Ética y la Psicología tiene el mismo objeto material, los actos humanos, pero difieren
respecto de su objeto formal. La Psicología (etimológicamente “ciencia del alma”) tiene
como objeto formal el modo de ser del hombre o el carácter como “el conjunto de
disposiciones congénitas que forma el esqueleto mental del hombre”, distinto del
carácter o ethos ético.
La Psicología estudia el fenómeno psíquico, pero no evalúa la bondad o maldad de la
acción. Sin embargo, se debe dejar en claro la importancia del aporte de la Psicología a
la Filosofía moral o Ética: los condicionamientos de la acción libre del hombre, su
conciencia psicológica, el modo de realizarse el conocimiento sensible e intelectual, son
aportes de la Psicología a la Ética, que debe incluirlos en la consideración de la moralidad
del acto humano. Pero, a pesar de la relación entre ambas ciencias, está latente el
peligro de reducir la Ética a lo puramente psicológico: el reducir lo ético a lo psicológico
recibe el nombre de psicologismo. El psicologismo es la pretensión de explicarlo todo
“reduciéndolo” a, por ejemplo, la “presión del inconsciente” o a las necesidades
instintivas, o también pretender entender los valores éticos como meras
“sublimaciones, productos de la reacción y racionalizaciones”. Esto conduce
inexorablemente a la subjetivización y a la relativización de los mismos valores. Los
valores son aquí reducidos a lo subjetivo por cuanto ya no pueden tener validez
independientemente del sujeto y son relativizados por cuanto ya no pueden tener
validez de un modo incondicional.
Lo mismo cabe decir de la relación entre la Sociología y la Ética. La primera trata sobre
las realidades sociales, aunque el objeto material coincida con el de la Ética. La
Sociología aporta el estudio de la influencia social en el comportamiento de la persona,
a través, del estudio descriptivo y comparativo de los fenómenos sociales mediante
estadísticas y encuestas, pero la valoración ética de los hechos sociales le corresponde
a la Ética. La Sociología debe ser un instrumento para la Filosofía moral, no puede
pretender ser la ciencia que determine la moralidad del acto humano, lo que sería caer
en el sociologismo. Este suele definirse como la tendencia a explicar todos los
fenómenos culturales (morales, religiosos, artísticos, etc.) exclusivamente mediante las
diversas formas de la organización de la sociedad. Se trata, entonces, de un
“reduccionismo”. La concepción “sociologista” de la moral pretende, pues, lo siguiente:
normas y valores proceden siempre de la sociedad; qué tipo de normas y qué tipo de
valores hay en cada momento se explica exclusivamente por el tipo de organización
social existente; los sentimientos morales no son sino la respuesta del individuo a la
presión social. En conclusión, la moral individual está absolutamente determinada por
la sociedad. Sin embargo, una concepción así –presentada de un modo extremo– es
difícilmente sostenible. Y quizá no ha sido defendida, tal cual, por nadie. El sociologismo
no puede explicar, por ejemplo, cómo es posible que el individuo llegue a oponerse por
razones morales a las prácticas sociales establecidas. Por lo tanto, habrá que establecer
que:
1) ni la moral es exclusiva creación del cuerpo social (y el individuo sería solo un receptor
pasivo);
2) ni es creación de una razón “solipsista”, es decir, de una razón totalmente
prescindente de los demás y del mundo en que vive. Hay que reconocer la importancia
de la dimensión social de la vida moral.
Por otro lado, hay que distinguir cuidadosamente dos cuestiones: una cosa es explicar
sociológicamente la aparición o génesis de ciertas normas morales, y otra muy distinta
justificarlas éticamente. Esto último solo es posible hacerlo desde principios éticos, que
deben posicionarse precisamente más allá del mero consenso social o del capricho
arbitrario de la razón humana considerada único juez de la realidad. En definitiva, solo
un fundamento metafísico puede darnos los criterios inmutables y universales para
poder evaluar los comportamientos morales, independientemente de las épocas
históricas y las diferentes culturas. Lo contrario sería caer en los consabidos relativismos
históricos o sociológicos, o en el subjetivismo moderno, tan de moda hoy en día. La
indagación ética no debe olvidar nunca su carácter precisamente “ético”: no versa sobre
el “ser» (es decir, “esto es así, y punto”), sino sobre el “deber ser” (es decir, “esto debe
ser así”). O sea, no se contenta con aceptar “lo que hay” (lo que muestra la sociología),
sino que indaga si “eso que hay” es justificable éticamente y si no debería ser de otra
manera.
6.- PARTES DE LA ÉTICA
a) Ética Fundamental o General y Ética Aplicada o Particular o Específica
Son las dos partes esenciales de la Ética. En la primera de ellas se analizan los
fundamentos o principios generales del orden moral, es decir, los basamentos primarios
sobre los cuales se apoya todo el andamiaje del sistema moral. En ella se trata por
ejemplo de los criterios para establecer la moralidad de cualquier acto humano, o el
tema de la conciencia y la ley, etc.
La Ética particular o aplicada consiste en la “aplicación” de los principios morales
fundamentales o generales a las situaciones más concretas de la conducta moral y de la
actividad humana en general. Básicamente estas situaciones concretas se dan bajo tres
aspectos bien distinguidos: el aspecto individual, el familiar y el social.
b) La Ética profesional
También llamada Deontología (del griego = “ciencia del deber”), se ha
desarrollado dentro del campo de la Ética aplicada debido al notable incremento de los
problemas morales surgidos en el ámbito de las diversas profesiones. Su objetivo será
analizar las más importantes cuestiones morales suscitadas en el ejercicio de las diversas
profesiones. Según sean la profesión a que se refiere, se llamará Deontología o Ética
Jurídica, Deontología o Ética Médica, Deontología o Ética Docente, etc. Téngase en
cuenta que no es una Ética aparte: es la misma Ética que desciende hasta las actividades
concretas de cada profesión, especificando las aplicaciones que derivan racionalmente
de los principios generales y tratando de conciliar estos últimos con las
reglamentaciones que el Derecho Positivo suele imponer en cada país y para el ejercicio
válido de cada profesión.
c) Bioética
Desde aproximadamente la década de 1970 se ha ido desarrollando una nueva
disciplina, la bioética, neologismo inventado por el biólogo norteamericano van
Ressenlaer Potter. Ella se vincula principalmente con la ética médica. Estudia la
moralidad de la conducta humana en el campo de las ciencias de la vida. Incluye, por
supuesto, la ética médica tradicional y sus problemas morales clásicos: aborto,
esterilización, uso de drogas, derecho del enfermo a la verdad, secreto médico, etc.)
pero también debe abocarse a los problemas planteados por el desarrollo tecnológico
de las ciencias biológicas. Se interesa por los problemas del nacimiento, de la vida y de
la muerte a causa de los recientes progresos y de las posibilidades de la investigación y
de la terapéutica, por los problemas de ecología, etc.

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