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Pablo PINEAU
Finalmente, el aula tradicional ordenó las prácticas cotidianas, sobre todo a partir
del triunfo final y avasallante del método simultáneo, gradual o frontal sobre otras
posibilidades. La organización del espacio, el tiempo y el control de los cuerpos
siguió el método de organización por éste último propuesto. Dicha organización
otorgó un lugar privilegiado al docente en el proceso pedagógico, de forma tal que
el aprendizaje (en tanto proceso individual de incorporación de los saberes por los
sujetos) queda fundido en la enseñanza (en tanto proceso de distribución
intencional de saberes). Las situaciones en las que se evidencia la diferencia son
comprendidos, dentro de la metáfora reduccionista biologicista, como enfermedad
de los sujetos a educar. A su vez, se privilegiaron los procesos intelectuales de todo
tipo (leer, memorizar, razonar, observar, calcular) con sede en cuerpos indóciles a
ser controlados, reticulados y moldeados.
El laboratorio escolar del siglo XIX contempló la querella entre los métodos mutuo
y simultáneo, la constitución de la lógica de sistema -contra los conglomerados
previos- para ordenar las instituciones, la aparición y consolidación de otros
elementos que hemos mencionado anteriormente -como el Estado docente, la
feminización del cuerpo docente o el capital cultural académico- , y se cerró con el
triunfo y la expansión de la escuela por todo el globo. Para tal, se "descabezó" a la
pedagogía tradicional al cambiarle los fines "trascendentales" o metafísicos
comenianos, kantianos o herbartianos y ubicó allí al liberalismo, al nacionalismo
y/o al cientificismo.
Si bien las posturas espiritualistas pueden ser rastreadas desde el siglo XIX -en
tanto forma de escapar a los fronteras planteados por el positivismo cientificista
que limitaba la realidad a la pura recepción sensorial de la materia y consideraba a
la ciencia como la única forma correcta de conocer- en este trabajo en particular
nos interesa analizar qué se consideró que había "más allá de la materia" y qué
otras formas válidas de conocer se presentaban en las primeras décadas del siglo
XX y cómo esto fue procesado educativamente. Este abordaje nos lleva a descartar
el término "antipositivista", ya que, si bien consideramos que esta corriente tiene
una de sus fuentes principales en la crítica al positivismo, -al punto su origen
histórico, al menos en nuestro país-, las respuestas que presenta no pueden ser
sólo comprendidas como no positivistas sino dotadas de una especificidad propia.
La primera cuestión al respecto que surge se refiere a cuáles son los límites, o que
se entiende por, Escuela Nueva. Cabe preguntarse qué es lo que une a autores tan
diversos como Dewey, Montessori, Freinet, Kerstercheiner y Decroly , o a las
experiencias del Plan Dalton, la Escuela de Winnetka, las escuelas de trabajo de la
comunidad de Munich, Summerhill o la Casa dei Bambini, más allá de pertenecer a
las agrupaciones mencionadas.
En primer lugar, esta fuerte diversidad nos lleva, como punto de partida, a
considerar a la Escuela Nueva no como un discurso único y estrecho sino como un
campo discursivo complejo en el se inscriben las distintas propuestas, lo que
permitió la enorme cantidad de articulaciones que se llevaron a cabo. Será
necesario entonces identificar las distintas tendencias presentes dentro de dicho
campo discursivo para avanzar en una comprensión más acabada de la cuestión.
Por un lado, la Escuela Nueva puede ser entendida como la traducción escolar de la
modernización social de ese entonces -ampliación de las democracias y creación de
otros regímenes políticos de masas, avance de las tecnologías, taylorismo,
irrupción de los medios de comunicación masiva, etc. Así, la Escuela Nueva es una
propuesta fuertemente imbuida del optimismo y la confianza escolar heredados
del siglo XIX, que le permite articularse con diversos regímenes políticos,
económicos y sociales de entonces.
Pero más allá de esto, y mirando un poco más a su interior, notamos dos
regularidades -fuertemente opuestos a la escuela tradicional- en estos distintos
discursos que señalan las coordenadas del campo y establecen los elementos de
articulación con otros enunciados. Estos son 1) la centralidad del alumno en el
proceso pedagógico, y 2) el rescate de las posibilidades educativas del "hacer". En
síntesis: activismo y paidocentrismo.
Estos dos elementos -adecuación al alumno e inclusión de la actividad- se
convierten en nuevos criterios de validación pedagógica. Pero como se comprende,
estas coordenadas permiten muchas posibilidades: Por un lado, el paidocentrismo
establece la centralidad del alumno en el proceso pedagógico, pero queda por
determinar en cada caso qué funciones se le asignan al docente, y cuáles en forma
monopólica (guía, control, evaluación, establecimiento del curriculum, disciplina,
etc.), y cuáles son las imágenes de la infancia que se construyen. Por el otro, el
activismo implicó un rescate del hacer, pero cabe preguntarse si se trata de un
hacer manual, de vincular a la escuela con el aparato productivo, se trata de una
metodología de resolución de problemas, etc. Las distintas respuestas que se
dieron implicaron las distintas posiciones adoptadas y permitieron posibilidades
de articulación con otros enunciados provenientes de otros discursos.
Por otra parte, la importancia puesta por el espiritualismo en la función de la
formación de "valores" en los alumnos que el sistema educativo debía lograr en los
espíritus de los alumnos -dimensión supuestamente olvidada por los positivistas-
permitió una fuerte articulación con las posturas nacionalistas en auge en ese
entonces, ya que la década del 30 implicó la aparición de nuevos acercamientos y
aproximaciones a la cuestión.
A modo de cierre
-DUSSEL, Inés (1993). Existió una pedagogía positivista? sobre la formación de los
discursos pedagógicos (1850-1900). Buenos Aires, UBA-FFyL. (mimeo)
-DUSSEL, Inés y CARUSO, Marcelo (1999) La invención pedagógica del aula. Una
genealogía de las formas de enseñar. Buenos Aires, ed. Santillana.
-FOUCAULT, Michel. (1975). Vigilar y Castigar. Bs. As, Ed. Siglo XXI.
-HOBSBAWN, Eric (1986) La era del capitalismo (1848-1873). Madrid, Ed. Labor.
-VARELA. Julia (1995). "El estatuto del saber pedagógico" en AAVV Volver a pensar
la educación. Madrid, Ed. Morata.
En argentina, a través del movimiento de la escuela nueva, la iglesia vuelve a tener mayor peso
en la educación y se incorporan muchos rituales involucrando lo militar.
Algunos conceptos se oponían a los impuestos por la pedagogía fundante. Esos eran:
Critican que la escuela nueva solo se adecuo a modificar el cotidiano escolar en vez de generar cambios
radicales al sistema
Nueva mirada sobre la infancia, niños como sujeto con derechos, celo, sexo y necesidad de
explicaciones.
Se cultivó un arte para niño que se alejaba de las concepciones moralizadores del niño (maría
Elena Walsh, el del auto feo)
Consideró la educación social como el mecanismo a través del cual las Repúblicas podría llegar
a consolidarse y a la sociabilidad como el fin social de la escuela, en la medida en que el primer
deber de un republicano era saber sus obligaciones sociales
Propuso la inclusión social a través de la ‘escuela para todos’, la formación para el trabajo y la
adquisición de nuevos hábitos que posibilitaran las relaciones sociales propias de un sistema
republicano.
Fue a partir del siglo XVIII cuando empezó a tomar importancia el desarrollo y la
implementación de un nuevo concepto de educación que hizo tránsito de la educación
colonial a la republicana en el siglo XIX. La estructura imperante de la escuela hasta este
momento no satisfacía las nuevas necesidades sociales; era indispensable buscar el
mecanismo por el cual se cumpliera la premisa moderna de lograr una educación para
todos
Su preocupación se centra en la ‘fundación’ de repúblicas -que están establecidas pero no
fundadas- usando como instrumento la escuela, con objetivos muy precisos, sin
desconocer los aspectos técnicos de organización y aprendizaje”. Es un deber de todo
ciudadano instruido el contribuir con sus luces á fundar el Estado, como con su persona y
bienes a sostenerlo”
Rodríguez se interesó por lograr que el pueblo tuviese las herramientas para gobernarse
a sí mismo a través de la educación. Cuando nombraba al pueblo, se refería a los
muchachos pobres, a los declarados ilegítimos, a los expósitos, a las niñas, a los vagos y a
los excluidos en general. Era menester que fueran instruidos los que hasta ahora habían
sido excluidos de la educación, haciendo referencia principalmente los indios quienes, a su
juicio, eran los verdaderos dueños del país.
PROPOSITO DE LA EDUCACIÓN:
. Planteó que la intención no era llenar el país de artesanos rivales o miserables, sino
instruir y acostumbrar al trabajo, para hacer hombres útiles, asignarles tierra y
auxiliarlos en su establecimiento. De esta manera, hacía visible a la población que hasta
ahora había sido excluida de las políticas de gobierno y revalorizaba los mal llamados
oficios bajos, invitando a la mayoría de los marginados a aprender bien su labor. Para
hacer Repúblicas, es menester gente nueva”
Para Simón Rodríguez era impensable una sociedad que no contemplara la inclusión
social y con ella la educación para todos, de esta manera confirió el mismo nivel de
importancia a la educación intelectual como a la educación técnica, asumiendo que la
nueva sociedad requería de ciudadanos instruidos en los oficios y en las artes como
instrumento de revaloración del ciudadano y del lugar que este podría llegar a ocupar en
lo social a través de la formación para el trabajo
Rodríguez consideraba que tal y como estaba planteada la educación, no era posible
educar al nuevo ciudadano y que por el contrario, esta reproducía el orden social
monárquico manteniendo la ignorancia y la exclusión. Su método propendía por la
inclusión social por medio de la “escuela para todos”, por la formación para el trabajo
confiriéndole un sentido de utilidad, y por la adquisición de nuevos hábitos y nuevas
relaciones sociales que exigía la República
En este tratado pedagógico enunció básicamente dos consejos para potenciar la educación
social:
1- asegurar los fondos y financiamiento del colegio, realizar reformas al currículo para
que se dictara el castellano y Quichua en lugar del latín; física, química, historia
natural, en lugar de teología, derecho y medicina. Además, propuso establecer dos
fábricas de loza y vidrio y crear una albañilería, carpintería y herrería. deseaba
convertirla en una escuela de artes y oficios y, a través de ella, generar todo un
movimiento económico que desarrollara la región.
2- El segundo consejo estaba encaminado a influir en el Congreso de Ecuador para que se
expidiera una ley en favor del sostén y propagación de la escuela social,