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Los Mil y Un Colores Del Taj Mahal
Los Mil y Un Colores Del Taj Mahal
Mahal
TEXTO POR OSKAR GONZÁLEZ
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Mientras ojeaba el diario se preguntaba si no sería el mundo en el que vivía
una absurda rutina: corrupción, elecciones, fútbol, desahucios... Pasaba las
páginas casi sin mirarlas, con el único fin de llegar a su ansiado objetivo: el
crucigrama por estrenar sobre el que ningún otro cliente había tenido
tiempo de poner sus manos. Pero, a escasas hojas de su meta, una noticia
detuvo su decidido proceder.
—Más o menos, Martín. Conoces el Taj Mahal, ¿verdad? Pues aquí dice que
se está volviendo verde, ¡verde!
Tras escrutar la noticia con la velocidad que solo dan muchos años de
lecturas entrecortadas al otro lado de la barra sonrió triunfante.
—¿Ves? El río está lleno de bichos porque está estancado y las fábricas
cercanas lo han contaminado; como los peces que se comían a los bichos se
han muerto, ya no tienen depredador natural y su crecimiento se ha
desmadrado. ¡Así que, todavía tienes que pagar la cuenta!
—Bueno Martín, que conste que tú has dicho reacciones químicas y aquí
reacciones las justas. Aunque, hablando de química, me acabo de acordar
de que, cuando estuve allí, me sorprendió tanto lo resplandeciente del
blanco que pregunté si lo aclaraban con lejía. Obviamente, estaba de
cachondeo, pero en la oficina de turismo me explicaron que no siempre era
tan blanco. Resulta que justo unas semanas antes de que yo estuviese, lo
habían limpiado por primera vez desde hacía ocho años.
—Madre mía, había oído cosas sobre las condiciones de higiene en la India,
pero si limpian su mayor tesoro cada ocho años… ¡No quiero saber cómo
está el resto!
—Por lo visto de muchas partes. Algunas no son más que polvo y otras
partículas de lo que se conoce como carbono negro y carbono marrón, que se
forman por la quema de biomasa o de las emisiones de los vehículos. ¡Y eso
que el acceso a los coches está restringido cerca del monumento para
protegerlo! Pero doy fe que el tráfico en la India es un caos absoluto, no sé
hasta qué punto se cumplirán esas normas…
—Vamos, que le pueden echar la culpa a los bichos, pero en cualquier caso
es culpa del ser humano. Somos capaces de crear maravillas como el Taj
Mahal pero, al mismo tiempo, las destruimos poco a poco —sentenció
Martín—. Me imagino que al emperador que ordenó construirlo no le haría
ninguna gracia ver cómo están dejando que su edificio pierda la blancura
con el paso del tiempo.
Así, las piedras calizas tan empleadas en muchas casas e iglesias y el mármol
usado en tantísimas estatuas están formados por el mismo compuesto
químico, solo que, al tener estructuras diferentes, tienen propiedades
diferentes (¡las conchas de un caracol o las preciadas perlas también son de
carbonato cálcico!). En cualquier caso, y aunque el mármol sea más
resistente que la caliza, ambos se ven amenazados por la lluvia ácida. En un
medio ácido, la solubilidad del carbonato cálcico aumenta (debido a la
formación de ácido carbónico que se transforma en agua y dióxido
carbónico) lo que facilita que la roca se disuelva con la lluvia y la estatua,
sillar u objeto en cuestión se degrade. Además, el ácido sulfúrico que ya
hemos mencionado puede reaccionar con el carbonato cálcico formando un
nuevo compuesto: el sulfato cálcico (CaSO4). Con ese nombre igual no os
dice nada, pero si os hablo de yeso ya os suena más familiar, ¿verdad?