Está en la página 1de 13

LA TRAGEDIA DE ABOCOL EN CARTAGENA

Al revisar el blog y mis notas sobre la tragedia de Abocol del ocho de


diciembre de 1977, he visto con sorpresa que todo ello fue borrado de Internet
y que algunos apuntes basados en mi relatos se publicaron sin reconocer la
fuente.

Como esa tragedia no debe olvidarse, porque sus secuelas aún se sienten en
lo social en Cartagena y en lo económico en Colombia, es conveniente
recordar los sucesos de hace 35 años, para que alguien los conserve pues
seguramente serán borrados por gente interesada en echar tierra a la tragedia.

Ese ocho de diciembre, a las nueve y media de la noche una explosión sacudió
a Cartagena; nubes letales de amoníaco se esparcieron por el sector de
Mamonal amenazando al caserío de Pasacaballos y dejando como saldo la
destrucción ce la Planta de Úrea de la empresa Abocol , la muerte de 22
operarios y decenas de heridos, uno de ellos ciego por los productos quimicos
y otros con lesiones de por vida.

Por ese entonces yo era Superintendente de Mecánica de Abocol, con apenas


seis meses de antiguedad en la empresa y el convencimiento de haber hecho
un mal cambio, al pasar de Cementos Samper en Bogotá a una Compañía
manejada por un negrero que trataba a la gente a las patadas.

La tragedia me impactó muchisimo, sobre todo porque la desgracia pudo


haberse evitado, pues contra todo criterio sano el gerente ordenó la reparación
de un equipo que estaba desde meses atrás a la intemperie y contrató los
servicios de un tecnico gringo que con un soldador de Barranquilla, retiro la
cubierta interior de plomo y volvió a recubrirlo con soldadura de ese metal, sin
suficientes elementos de seguridad y sin que se atendieran las normas
internacionales para ese tipo de reparaciones.

Volvamos un poco atrás de esa luctuosa fecha:

Diciembre 1 de 1977

Fue un día soleado como la mayoría del tiempo en Cartagena. Desde la Planta
de Fertilizantes Compuestos se veía el muelle donde se descargaba
materia prima y se embarcaban abonos. A distancia. se escuchaban las voces
de los estibadores y se podía observar al soldador mulato que reconstruía la
cubierta de plomo en medio de los mortiferos humos.

Uno piensa ahora que el departamento de Seguridad de la Empresa debia


haber suspendido esa labor riesgosa, pero en esos momentos la presiòn era
mucha pues por falta del segundo reactor de úrea se estaban perdiendo
millones de pesos diarios.

Diciembre 3

En el cielo despejado se veía el vuelo rasante de las gaviotas y las


zambullidas impecables de los alcatraces. A eso de las diez de la mañana un
matorral flotante llegó al muelle con una culebra enroscada en un madero
podrido, Hubo un gran alboroto de los trabajadores tratando de matar al bicho
mientras al lado de la Planta de Úrea una grúa levantaba el reactor recién
reparado y lo ubicaba en la base de la segunda unidad.

Diciembre 5

Como a las dos de la tarde se selló la torre y empezaron las pruebas de


presión: se inyectó agua lentamente y se alcanzó la presión de prueba de
acuerdo con los protocolos internacionales… Todos los circuitos respondieron,
el equipo parecía estar listo para trabajar, salvo por una caída momentánea de
presión que se atribuyó a un problema menor en un manómetro.

Diciembre 6

Después de seis meses ininterrumpidos de trabajo sin festivos ni dominicales


libres tomé un rato de descanso en Turbaco, una pintoresca población que
acogió a Iturbide el dictador mejicano y visité un cementerio olvidado con las
cenizas de familias enteras de ingleses que perecieron, víctimas de las
enfermedades y del candente trópico,. durante la construcción de
un ferrocarril que nunca se puso en servicio.

Diciembre 8
Ese día celebraba mi hija mayor su primera comunión. La acompañé a la
catedral y a eso de las diez de la mañana me dirigí a Mamonal a supervisar la
puesta en marcha de una caldera y a ver cómo se iniciaba la operación del
reactor recién instalado. Todo estaba normal, la producción de úrea volvía a los
niveles esperados y mi gestión, sobre todo en la Planta de Compuestos, estaba
dando los mejores resultados.

ME SALVÉ DE MILAGRO

Mi intención era esperar el turno de la noche para dar algunas instrucciones al


personal de mecánicos, pero mi hija mayor estaba en una finca de Turbana
celebrando la primera comunión de una amiguita y el carro de mi esposa falló,
y como no pudo conseguir un vehiculo tuve la imperiosa necesidad de dejar la
planta de Abocol y viajara a Turbana a recoger a mi hija

A las nueve y cuarto de la noche, cuando me acercaba a Turbana, un ruido


sordo retumbó en los montes aledaños, pensé en muchas cosas, menos en
una explosión en la empresa. No había apurado el trago de ron blanco que me
ofrecieron cuando me llamaron por el radioteléfono móvil para avisarme de la
explosión de la Planta de Úrea y la necesidad de bomberos y ambulancias
para socorrer a las víctimas.

Me comuniqué con Termocartagena para que aislaran el circuito y evitar más


tragedias con las líneas de alta tensión y llamé a Bomberos, clínicas y Defensa
Civil y de inmediato me dirigí a toda velocidad a la planta de Abocol. con el
convencimiento de la explosión de una caldera y la responsabilidad directa
de la desgracia.

.DESAPARECE LA PLANTA DE ÚREA

¡Hubo una explosión- .Hay muertos y heridos, todo Abocol está ardiendo, esto
es un infierno¡

Como un bólido repase el trayecto hasta Mamonal; era tal mi desasosiego que
olvidé la falta de un puente al frente a al Planta de Soda al que en días
anteriores remplazaron por dos canales metálicos de seis pulgadas. De repente
me encontré con el boquete y aceleré , las dos ruedas izquierdas
quedaron sobre una canaleta y las derechas en el aire; con el impulso el
campero voló y alcance la otra orilla, en ese momento no sentí susto sino rabia,
pensé que si me había librado de la explosión era ridículo morir en un maldito
hoyo..

LA ANTESALA DEL AVERNO

El viento soplaba en dirección a la aldea de Pasacaballos a pocos kilómetros


de Abocol; sus habitantes celebraban en un fandango la fiesta de la Virgen. Al
escuchar la explosión la música cesó y todos vieron con temor una nube
negra que se recortaba con la luz de la luna, pronto sintieron el olor a
amoníaco y la asfixia empezó a afectar a los ancianos y a los niños.

La nube mortífera se aproximaba al caserío con toda su estela de destrucción


pero Dios protegió a los vecinos al cambiar el viento que siguió con la carga
fatal de amónico hacia mar abierto. En Abocol la visión era dantesca: hierros
retorcidos por todos lados ; fumarolas de gases que brillaban con la luz de las
linternas y un vaho de desolación, dolor e impotencia.

Con una máscara especial llegué hasta los escombros del cuarto de control,
seguí a mi oficina donde estaba incrustada la cabeza del reactor y continué la
ronda entre los destrozos,. en medio de la oscuridad ubiqué´elgunos cadáveres
que se deshacían como gelatinas cuando quería levantarlos, mis uñas y mis
dedos se cubrieron de una sustancia viscosa que solo pude retirar con piedra
pómez y cuyo olor a muerto se me pegó a la piel por varios días.

TERRIBLE EXPERIENCIA

Contabilizamos 22 muertos y según datos de la Defensa Civil en los hospitales


y clínicas de Cartagena se atendieron 24 heridos y 37 personas con sintomas
de asfixia, entre ellos varios niños de Pasacaballos

Ningún investigador de las aseguradoras me preguntó sobre el accidente


y que yo sepa, no entrevistaron a los mecánicos y a los obreros sobrevivientes,
tampoco tengo noticias de que se hayan publicado resultados de
investigaciones o establecido las causas del siniestro
En mi concepto fue la soldadura de plomo aplicada sobre una superficie
oxidada la causante del desastre, pues el carbamato atacó la parte débil y
colapsó el equipo, también pudo contribuir la fatiga del metal, pues el cilindro
de acero inoxidable llevaba muchos años de operación y un cambio súbito de
temperatura pudo desencadenar la falla..

9 de diciembre de 1977

En las horas de la tarde del día siguiente, sepultamos a los 22 compañeros en


un cementerio reseco, con flores de plástico y cruces recalentadas por el sol.
Añoré el clima fresco de Bogotá y las flores con abejas de sus camposantos,
me hastié de la tiranía de Manuel Maratínez y di vuelta atrás en mis proyectos.

En mi pasado quedó el mar, las gaviotas jugando con las olas y los alcatraces
clavándose entre la espuma. y sobre todo el recuerdo de esa gente noble y
laboriosa que podría estar viviendo si en vez de reparar un equipo
desgastado, ABOCOL hubiera comprado un reactor moderno.

A pesar de los destrozos, a los tres dias de la hecatombe puse a funcionar de


nuevo la Planta de Abonos Compuestos, la gente en forma admirable siguió su
vida pese a la pena y la ausencia de los amigos perdidos. Por esa gente
admirable vuelvo a recordar este episodio, que es una muestra más del
capitalismo salvaje donde las ganancias priman sobre la vida de nuestra gente.

LISTA DE MUERTOS POR LA EXPLOSIÓN

Alberto Díaz - Alfonso Cantillo- Carlos Barros- Guillermo Rincón- Guillermo


Martínez- Gustavo Casasbuenas- Ignacio Babilonia- Ignacio Martínez- José
Tinoco- Julio Calazans- Julio Quintana- Luis Magallanes- Luis Ocampo- Luis
Simancas- Macario Babilonia- Manuel Gómez- Miguel Reyes- Nelson
Babilonia- Nelson Pitalúa- Ramón Chigullo- Sixto Figueroa- Guillermo Florez.

TESTIMONIOS
Nadya L. Cardona B. ha dejado un nuevo comentario en su entrada "LA
EXPLOSIÓN DE LA PLANTA DE ÚREA DE ABOCOL-CARTAGENA..":

Fui testigo del dolor y todo el proceso que implicó la destrucción de la planta...y
sobre todo el sentimiento de todas las familias que llamaron ese mes como
"Diciembre negro"...imposible olvidar a mi padre llegando al amanecer
deshecho en llanto contando como ayudó a recoger cadáveres...con un "no
pude hacer más"...y contando como se tuvo que devolver al quedarse sin
oxígeno en su máscara...

Triste fue la imagen que quedó en la niña de ese entonces, viendo como su
padre trataba de quitarse sin éxito pedazos de piel adheridos a sus dedos....

Bendito sea el día que por cumplir con su responsabilidad de padre, se salvó
de una muerte segura!

LA BAHÍA DE CARTAGENA ESTÁ BAJO EL FANGO

La bahía de Cartagena vive tal vez uno de sus peores momentos de la historia.
Está literalmente ahogada, al igual que su navegabilidad. Es todo un desastre
ambiental en el corazón de una de las ciudades más turísticas del
país, patrimonio de la humanidad. El declive de este ecosistema tiene una
causa: los vertimientos del contaminado río Magdalena, que le están llegando a
través del canal del Dique.
Hoy la bahía está desnaturalizada. Se ha convertido en un ecosistema donde la
vida marina se hace cada vez más difícil y genera mayores costos y amenazas
a la actividad portuaria, según un reciente estudio ambiental de la organización
Ecoral, por encargo del Grupo Argos y con la participación de científicos de la
Universidad de Texas. (Lea también la columna de Salvo Basile: Una mano a
Cartagena).
De acuerdo con esa investigación, a la bahía le caen nueve millones de
toneladas de sedimentos anuales, que son la condena de la navegabilidad del
mismo puerto y de sus valores ambientales. Esto sin contar las aguas
residuales y contaminantes del centro del país, que llegan al Magdalena y que
este a su vez deposita en la bahía a través del canal.
Poco a poco, las ciénagas de sus alrededores, que servían de amortiguación,
se han ido acabando. A esto hay que sumar la pérdida de 180 hectáreas de
arrecifes coralinos. Lo grave es que ya están en riesgo los que aún sobreviven
en las islas del Rosario, hasta donde está llegando toda esa sedimentación.
“La bahía de Cartagena no nació siendo lo que es; su color era azul turquesa.
Pero en 60 años, tras la construcción del Dique y sus rectificaciones, logramos
transformar una zona marina y arrecifal en una zona estuarina, donde se
mezclan aguas dulces y saladas”, dice Federico Botero, gerente de Ecoral,
especialista en estudios ambientales de arrecifes coralinos.
Esta fusión de aguas cambia la salinidad que requieren los corales para poder
sobrevivir, que está entre 30 y 40 ppt (gramos de sal por litros de agua). En
épocas de altos caudales del Dique, la bahía presenta salinidades de menos de
16 ppt. (Lea también: Aguas negras y descargas industriales acaban con la
bahía de Cartagena).
Se estima que tenía unas 1.100 hectáreas de pastos marinos y 1.700
hectáreas de manglares, ecosistemas que se habrían podido conservar si los
proyectos industriales, urbanísticos y turísticos hubieran sido concebidos con
visión de sostenibilidad.
“Los manglares crecen en zonas inundables; protegen las costas y generan un
microclima agradable y aire puro. Son también el hábitat de especies
migratorias; son las guarderías de especies de peces de interés comercial,
entre otros servicios, que no se han sabido incorporar en la visión de desarrollo
de la ciudad de Cartagena, una ciudad de manglares”, explica Botero.

Por su parte, los pastos marinos son un ecosistema vital para mantener la
disponibilidad de alimento para los peces y el hábitat de muchas especies,
como las tortugas. Incluso, hay evidencia de que a la zona llegaban manatíes
para alimentarse. Todo ha quedado degradado.

Bondades desperdiciadas

Esta situación tiene un antecedente histórico: una inversión gubernamental que


hubiera podido ser un ejemplo de desarrollo y conservación ambiental, que
terminó enlodada.

Por sus profundidades extraordinarias para la actividad portuaria, los españoles


observaron por primera vez las bondades de la bahía de
Cartagena. Aprovechando esa condición natural, definieron a la ciudad como
centro de poder político, eclesiástico y económico. Después de la
Independencia, sus condiciones portuarias permitieron desarrollar un centro
industrial de importancia nacional, y de esta simbiosis resultó el más importante
puerto multipropósito del país y el más atractivo centro turístico.
En su momento, lo que es hoy la zona del canal del Dique era una planicie
inundable que, entre otros servicios, amortiguaba inundaciones con su sistema
de ciénagas y bombeaba agua en los periodos secos. (Lea también:Una
cruzada para salvar el Canal del Dique).
Pero todo comenzó a cambiar y a desdibujarse en 1923, cuando se empezó a
dragar el canal del Dique, existente desde el siglo XVI, con el propósito de que
por este pudieran entrar barcos desde el río Magdalena hacia la bahía y, de
paso, a la Heroica, para darle a la región una oportunidad de crecimiento
económico.
La obra tuvo un auge relativo, que se convirtió en ínfimo en 1982. Fue entonces
cuando el Gobierno decidió rectificar las curvas del canal, que servían como
trampas naturales de sedimentos: pasó de tener 270 curvas a 50 y de tener
180 kilómetros a 115 de longitud.
Esa rectificación dejó el canal casi recto y lo llevó a transformarse en un
rodadero de barro. A partir de entonces, se inició el llenado de la bahía
contoneladas diarias de suelos de todo el país y material arrastrado, proceso
que hoy continúa aumentando implacablemente.

Según José Vicente Mogollón, exministro de Ambiente, el río Magdalena arroja a las
bahías de Barbacoas y Cartagena el equivalente a 1.600 volquetas de 6 toneladas
de sedimentos diarios. Foto: Archivo / EL TIEMPO
Para atender la problemática, limitar el caudal del canal del Dique y controlar la
sedimentación que está cayendo en la bahía de Cartagena, en el 2012 el
Fondo de Adaptación adjudicó un contrato por 52.600 millones de pesos al
Consorcio Dique, conformado por la empresa holandesa Royal Haskoning DHV
y la firma colombiana Gómez Cajiao. El proyecto se pensaba realizar en 25
meses, y hasta el momento sigue en ejecución. Se estima que podría estar
terminado antes del 2017. Mientras tanto, la situación empeora.

José Vicente Mogollón, exministro de Ambiente, advirtió en su libro 'El canal del
Dique: historia de un desastre ambiental', que este pasó de transportar 6
millones de toneladas de sedimentos en los años 80, a 9 millones de toneladas
en la última década. Eso significa, entonces, que el Magdalena arroja a las
bahías de Barbacoas y Cartagena el equivalente a 1.600 volquetas de 6
toneladas de sedimentos diarios.
A pesar de haber dragado el canal para darle profundidad, lo único que hasta
ahora ha pasado por allí son los barcos que transportan productos de
Ecopetrol. Expertos en logística de hidrocarburos dicen que, en lugar de llevar
estos por allí, podrían ser transportados por los oleoductos del país.

Mogollón asegura que “este no es un canal sostenible. Año tras año tienen que
dragarse 1’200.000 metros cúbicos, y desde 1984 se han dragado 34’800.000
de metros cúbicos para mantenerlo navegable. Si se dejaran actuar las fuerzas
de la naturaleza, su navegación se haría imposible en menos de un año”.
SOS por los corales del Rosario
El diagnóstico es certero y sin rodeos: la subsistencia de los arrecifes de coral
en las islas del Rosario, de los más valiosos del Caribe, está muy
comprometida por la contaminación y sedimentación de la bahía de
Cartagena.(Lea también: Lanzan alerta por 'deterioro' de corales en islas del
Rosario).
La advertencia la lanzó la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas
y Naturales, en una carta dirigida al presidente Juan Manuel Santos y
respaldada por la Universidad Javeriana y cerca de 30 ambientalistas, entre
ellos Juan Armando Sánchez, de la Universidad de los Andes, y la
investigadora Elvira Alvarado, tal vez los dos colombianos que más saben
sobre los arrecifes nacionales.

La preocupación principal se concentra en la cantidad de sedimentos que


llegan desde el canal del Dique a la bahía de Cartagena y de allí hasta el
parque Corales del Rosario. El material sólido, que procede del río Magdalena,
está ahogando los corales y ha reducido críticamente la visibilidad para los
buzos y turistas que se sumergen a estudiarlos.
Se calcula que esa porción arrecifal se ha reducido en más del 35 por ciento,
según Parques Nacionales Naturales. Los corales funcionan como diques que
frenan inundaciones, sostienen la pesca y construyen playas.

Opinión un ciudadano.

“Aquella explosión fue horrible, yo me imaginé que iba a morir y que dejaría
solos a mis hijos. Solo me encomendé a San Gregorio”, relata Eleuterio
Acevedo Ricardo.

Hoy, después de 35 años de aquella desgracia en la que murieron 21 personas


y otras 48 quedaron con heridas graves, narra su versión de los hechos.
El 8 de diciembre del año 1977, Eleuterio salió de su casa a las 2 de la tarde
rumbo al trabajo, pues a las 3 de la tarde empezaba su jornada laboral, que
terminaba poco después de las 10 de la noche.

Tenía planeado acompañar a su familia en la fiesta de las velitas, una vez


saliera del trabajo. Sin embargo, no todo le salió como era la costumbre.
“Ese día todo salió diferente. A eso de las 9:30 de la noche sentí como si una
bomba hubiese explotado, se trataba de un tanque que contenía químicos que
había estallado”, refiere este turbanero.
“Si la explosión hubiese llegado a los demás tanques, hoy no habría
sobrevivientes para contar esta historia”, añade entre sollozos.

¿Y QUÉ OCURRIÓ?

Este sobreviviente nunca supo a ciencia cierta lo que ocurrió aquella noche.
Solo conoce las versiones que rondaron entre los empleados.
“Se dijo que el operador cedió el turno a otro que desconocía el manejo de la
maquinaria, quizá por eso ocurrió el accidente. También se rumoró que el
tanque con químicos estaba debilitado o desgastado”, comenta Eleuterio.
Su esposa Ángela Pérez, recuerda que se enteraron de la situación a eso de
las 10:30 de la noche, gracias a que Abraham, quien vio las llamas y se
arriesgó a salvar la vida de su hermano, quien laboraba cargando bultos en
Abocol.

Con varias heridas fue llevado al Hospital Universitario de Cartagena,


donde estuvo recluido más de 45 días. Posteriormente la compañía lo
envió a Bogotá para que le hicieran chequeos y tratamientos de mayor
rigor médico.

“El gerente de la época, un señor apellido Martínez, me dijo que después de mi


recuperación me emplearían de nuevo en la empresa, pero desgraciadamente
para mí ocurrió algo terrible: perdí la vista”.

Eleuterio recibió una indemnización económica de 9 millones de pesos.


Hoy, además de su ceguera, tiene problemas de varices, cuando camina
parece que sus piernas se fueran a reventar. 35 años después de la explosión,
este sobreviviente rememora la historia para que la sociedad lo recuerde a él y
a las demás víctimas y les tiendan la mano.
LOS 10 DESASTRES NATURALES QUE MARCARON AL PAÍS
En los últimos 30 años, Colombia ha sido uno de los países más vulnerables a
desastres naturales en América. Un informe presentado en septiembre de 2008
por la Dirección Nacional de Planeación (DNP) revela que en promedio cada
año ocurren 597 desastres en Colombia, superando a Perú (585), México (241)
y Argentina (213).Estas tragedias naturales, además de las grandes pérdidas humanas y
económicas para el país, han dejado huella en la mente de los colombianos por el dolor y la impotencia
del hombre ante un fenómeno que no se puede controlar. Vanguardia Liberal recopiló algunos de los
desastres naturales que marcaron la memoria de un país.

1644 - Tunjuelo: El Terremoto de Tunjuelo en la ciudad de Bogotá, se registró el 16 de marzo de 1.644.


Uno de los primeros sismos de los archivos históricos del país que generó grandes pérdidas humanas y
económicas, pero que, por su fecha, no se tiene información precisa sobre los daños causados.

1875 – Cúcuta: El Terremoto de Cúcuta o Terremoto de los Andes ocurrió el 18 de mayo de 1875 a las
11:15 a.m. Pese a que el epicentro fue Cúcuta, también se vio afectada la población del estado
venezolano de Táchira. En este día Cúcuta, así como los municipios metropolitanos de Villa del Rosario,
Los Patios y El Zulia; y los vecinos pueblos venezolanos de San Antonio del Táchira y Capacho que
actualmente, fueron destruidas totalmente.

1979 – Tumaco: El 12 de diciembre de 1979, en Tumaco (Nariño), quedo casi destruido por un terremoto
de 7,9 grados en la escala de Richter, seguido de olas de 5 y 6 metros, de grietas que cuartearon sus
calles y de agua que a chorros brotaba del piso, destruyó mil viviendas. La tragedia ocasionó la muerte de
más de 450 personas a lo largo de la costa pacífica entre Tumaco y Guapi (Cauca).

1983 - POPAYÁN :El 31 de marzo de 1983, a las 8:15 de la mañana, la ciudad de Popayán (Cauca),
sufrió un terremoto de magnitud 5.5 en la escala de Richter. El 70% de los edificios sufrieron desperfectos
de mayor o menor cuantía. Dos mil quinientas viviendas (12% del total) fueron completamente destruidas
y 6 mil 680 (34%) fueron severamente dañadas. El terremoto ocurrió cuando se estaban celebrando los
oficios del Viernes Santo y la Catedral sufrió serios daños. Como consecuencia, el 25% de todas las
muertes causadas por el terremoto ocurrieron allí.

1985 - Armero
La Tragedia de Armero (Tolima) ocurrió el 13 de noviembre de 1985, cuando aproximadamente a las
11:30 p.m., una avalancha del río Lagunilla, ocasionada por la erupción del cráter Arenas del volcán
nevado del Ruiz, evento que borró del mapa a la población de Armero, y dejó un saldo aproximado de
unos 25 mil muertos, 20 mil 611 damnificados y heridos, además de incalculables pérdidas económicas: 4
mil 400 viviendas, 19 puentes, $1.400 millones del comercio.

1987 – Villatina
Un deslizamiento de tierra en Villatina en la ciudad de Medellín del 27 de septiembre de 1987, tuvo
consecuencias similares a las del sismo de Popayán y la erupción del Nevado del Ruiz. El fenómeno dejó
un saldo de 500 muertos, mil 500 heridos, 80 casas destruidas y mil 300 personas damnificadas, balance
al cual habría que añadir efectos sociales graves y, como siempre, difíciles de cuantificar.

1992 - Sequía
La temporada de sequía conocida como ‘ Crisis energética’ , ocurrió durante el gobierno del presidente,
César Gaviria, entre el 2 de marzo de 1992 y el 1 de abril de 1993 provocada por el fenónemo de El Niño.
El fenómeno climático provocó sequías que afectaron los niveles de embalses generadores de energía
hidroeléctrica. Para contrarrestar el cambio climático, el Gobierno ordenó racionamientos de energía y,
como segunda medida, cambió la hora de Colombia adoptando la que para entonces era el que usaba
Venezuela.

1999 - Armenia
El terremoto de Armenia (Quindío), el 25 de enero de 1999, con una intensidad de 6.4 grados en la Escala
de Richter, es un desastre natural que afectó a 18 ciudades y 28 pueblos de los departamentos del eje
cafetero, y en menor grado, las ciudades de Pereira y Manizales. Cerca del 60% de las estructuras
existentes en Armenia colapsaron, debido a la gran cantidad de edificaciones antiguas, construídas sin
requerimientos técnicos y la falta de planeación urbana y estudios de tierra. El terremoto, inicialmente,
produjo la muerte de mil personas.

2005 - Girón
El 12 de febrero de 2005, las continuas lluvias generaron el desbordamiento del río de Oro, en el
Munichpio de Girón, por los que el agua arrasó con nueve barrios, además de zonas suburbanas de Girón
y al
Sector del Café Madrid (Convivir, Galán y el industrial de Chimitá), en Bucaramanga. Sólo un año
después se obtuvo la cifra total de damnificados que llegó a 30 mil, entre ellos 26 muertos y pérdidas por
$200 mil millones.

2008 - BELALCAZAR
El 24 de noviembre de 2008, una nueva tragedia sacudió a el municipio de Páez- Belalcázar (Cauca),
cuando una quebrada que atraviesa la población y corre por entre un cañón se creció y se vino en
estampida a lo largo de cuatro kilómetros, dejando un balance de mil 500 personas damnificadas y por lo
menos 120 casas semidestruidas.

También podría gustarte