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Introducción
Perú es uno de los países hispanoamericanos que mejor conservan los dos
mundos paralelos que analizaré posteriormente: el indígena y el occidental, auna-
dos en una misma sociedad. Este país andino fue el centro del Imperio Inca, cuya
capital estaba en Cuzco —ciudad todavía existente—, por lo que la importancia
que tenía el país antes de la llegada de los españoles a América era considera-
ble. A su vez, físicamente, Perú aúna las tres geografías más características del
continente: la costa, la sierra y la selva; la costa del Océano Pacífico, la sierra
de la Cordillera de los Andes y la selva amazónica. Existen muchas diferencias
entre estos tres contextos no solo geofísicamente, sino también en sus gentes.
Es decir, existen ciertas disputas entre los costeños y los serranos, por ejemplo,
como señalará José María Arguedas en sus obras, peruano y defensor incansable
del universo indígena y sus derechos. El relato «Warma kuyay» servirá de ejem-
plo y de introducción del choque cultural y ambiental entre esos dos universos
antes mencionados; será, también, la propia vida del autor la que mostrará las
diferencias entre uno y otro.
62 Irene Río Barrial
1
Terminología planteada en su tesis doctoral La narrativa indigenista: un planteamiento y
ocho incisiones, de 1971.
2
A. Cornejo Polar, «Sobre el “neoindigenismo” y las novelas de Manuel Scorza», Revista
Iberoamericana, 127, 1984, pág. 549.
3
Ibíd., pág. 550.
4
M. Vargas Llosa, La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo,
Madrid, Santillana Ediciones Generales, 1996, pág. 59.
5
Ibíd., pág. 62.
José María Arguedas como puente entre el mundo indígena y el occidental… 63
esto por lo que «nunca se tuvo antes en las letras hispanoamericanas un acceso
tan profundo al alma indígena, nunca antes se pudo fusionar o compenetrar
tanto el “yo” del narrador con el “ellos” (los indios), nunca se recreó el universo
andino tan radicalmente “desde dentro”»6.
Arguedas vivió entre estos dos mundos, por lo que conocía sus costumbres y
sus mitos a la perfección. Y, según Vargas Llosa, esta doble vida lo convirtió en un
privilegiado, por un lado, por tener la oportunidad de conocer en profundidad
cada uno de los entresijos de estas dos «tradiciones históricas», en «sus miserias
y grandezas»7 y, por otro lado, en un desarraigado, por no llegar a identificarse
completamente con ninguno de estos dos universos, lo que le haría sufrir nu-
merosas crisis que lo llevarían al suicidio en 19698; él mismo dice que no llegó
a «conocer como es debido ninguna ciudad de ninguna parte»9.
«Warma kuyay»
El relato que analizaré forma parte del volumen Agua (1935), que in-
cluye otros dos cuentos («Agua» y «Los escoleros»), cuentos considerados
«semiautobiográficos»10. «Warma kuyay» cuenta la historia de Ernesto, un niño
mestizo que vive en la hacienda Viseca con Kutu, un indio mayor que él. Er-
nesto está enamorado de Justina, pero esta mantiene una relación con Kutu,
pues consideraba a Ernesto y su amor hacia ella un cuento de niños. Un día, el
cruel Don Froilán abusa de Justina, y Kutu se venga de ello haciendo daño a los
becerros que había en la hacienda. Al principio, Ernesto acepta esta venganza,
pero llegado el momento se da cuenta de que esa no es forma de vengarse de
Don Froilán, sino que lo que de verdad tiene que hacer Kutu es matarlo «con tu
honda, Kutu, desde el frente del río, como si fuera puma ladrón»11. Kutu no lo
hace y Ernesto lo tacha de cobarde, y todos comienzan a considerarlo «maula»,
razón esta por la que se va del pueblo; Ernesto por fin se queda con Justina en
la hacienda, pero sabe que nunca podrá llegar a nada con ella porque seguirá
considerándolo un niño: «Justina tiene corazón para ti [para Ernesto], pero eres
muchacho todavía, tiene miedo porque eres niño»12.
El título del relato ya nos indica su tema: warma kuyay que, en quechua,
significa amor de niño; así lo reconoce el protagonista Ernesto al final del cuen-
6
T. G. Escajadillo, «El indigenismo narrativo peruano», Philologia Hispalensis, 4, 1989,
pág. 123.
7
M. Vargas Llosa, ob. cit., pág. 13.
8
Ibíd., pág. 14.
9
J. M. Arguedas, El zorro de arriba y el zorro de abajo, Madrid, Colección Archivos, 1990,
pág. 81.
10
J. Rodríguez-Luis, Hermenéutica y praxis del indigenismo. La novela indigenista de Clorinda
Matto a José María Arguedas, México, Tierra Firme, 1980, pág 123.
11
J. M. Arguedas, «Warma kuyay», Relatos completos, Madrid, Alianza Editorial, 1988, pág.
90.
12
Ibíd., pág. 90.
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to, a lo largo del cual podemos sentir todos los sobresaltos del primer amor, sus
sufrimientos, sus angustias y sus anhelos. Sin embargo, dicho amor evoluciona
hacia un amor menos humano, pero con igual poder hacia la naturaleza y hacia
los animales, asunto este muy ligado a la cultura indígena. En este terreno, ve-
mos que los tres destinatarios del amor de Ernesto tienen una estrecha relación
con la vida indígena: la india Justina, los animales cuidados por los indios en la
hacienda, y la naturaleza idealizada llena de simbolismo.
Ya en la evolución del tema del relato se contraponen dos mundos: el indio
frente al blanco. El universo indio viene representado por Kutu, y el blanco por
el protagonista Ernesto, aunque la situación familiar del niño lo coloca más bien
en el mundo de los indios, por la estrecha relación que mantiene con ellos. Es
aquí donde podemos relacionar al protagonista del cuento con la vida del propio
autor, pues Arguedas, como más arriba he indicado, se crio con los sirvientes
indios de su casa.
Seguidamente, el relato se estructura en cuatro partes, diferenciadas tipográ-
ficamente. La primera y la segunda transcurren por la noche: «Noche de luna
en la quebrada de Viseca»13; la tercera se desarrolla durante el día, con el «cielo
limpio y alegre»14; por último, en la cuarta parte no se especifica el momento.
Parece que la oscuridad de la noche acentúa los miedos, el deseo, la vergüenza
del niño, a la vez que ampara las burlas que hacen de él e incluso los delitos
cometidos por los adultos. Por su parte, el día aclara el ambiente, donde la na-
turaleza es más nítida y es escenario de la evolución del argumento: Kutu se va
y Ernesto queda resignado con su amor de niño. La ausencia de temporalización
en la última parte hace resaltar la importancia de otros aspectos en la vida del
niño, como la desubicación que sentirá siempre por los cambios continuos en su
vida, pensamiento extensible a la vida del autor. En esta última parte, el adulto
Ernesto evocará su vida en la hacienda de Viseca y se definirá a sí mismo como
«amargado y pálido, como un animal de los llanos fríos, llevado a la orilla del
mar, sobre los arenales candentes y extraños»15.
Me gustaría, en este punto, estudiar la narración del relato, pues será una
forma de relacionar los acontecimientos del relato y la forma de presentarlos con
la vida del autor y la influencia que esta pudo tener en la redacción de este y otros
cuentos y novelas, como Los ríos profundos (1958). En primer lugar, la técnica
utilizada es la narración en primera persona, autobiográfica, con el objetivo de
asegurar la cercanía entre el narrador y protagonista (Ernesto) y la relación con
el autor. En ocasiones, el narrador pasa a ser omnisciente y convencional; en
cambio, otras veces aparecen retazos de monólogo interior, sobre todo en aque-
llos momentos en los que se cuenta algún episodio intimista, propio del autor,
donde abre paso a la narración más pura para contar fragmentos de la vida en
la casa o de la convivencia con los indios: «me abracé al cuello del cholo. Sentí
13
Ibíd., pág. 87.
14
Ibíd., pág. 93.
15
Ibíd., pág. 94.
José María Arguedas como puente entre el mundo indígena y el occidental… 65
entre esos dos mundos: los indios, alegres, bailan canciones agradables, cariñosas,
que hablan de los animales y los recuerdos, del mes de mayo y la primavera, y
del amor; el mundo de los blancos viene representado por Don Froilán, quien
aparece gritando «¡Largo! ¡A dormir!», y «los cholos se fueron en tropa hacia la
tranca del corral»22, abandonando los cánticos alegres y festivos para hacer caso
al patrón de la hacienda, autoritario, severo e insensible. También, Justina podría
considerarse como el personaje que representa la injusticia y la situación en la
que vive el resto de indios: ella baila, canta, pero tras esto, Don Froilán abusa de
ella, como jefe de la hacienda y encargado de mantenerla, aunque sea mediante
el abuso y la explotación de sus trabajadores, es decir, de los indios.
José María Arguedas, como escritor comprometido con sus orígenes y vi-
vencias, realizó también ciertas críticas a estudiosos que analizaban la situación
del indio en Perú. En primer lugar, es muy crítico con la generación hispanista
—aquella que defendía apasionadamente «la Conquista, la Colonia y los aportes
españoles a la historia y culturas peruanas»23—, entre la que se incluyen Riva
Agüero, Víctor Andrés Belaúnde y Raúl Porras Barrenechea. Aunque Arguedas
muestre claramente su oposición a este pensamiento, no tiene un punto de vista
determinado, pues en ocasiones se aproxima a Luis E. Valcárcel y su tesis histo-
ricista y racista —superioridad de la cultura inca sobre la europea, de la sierra
sobre la costa, y del «Cusco autóctono sobre Lima»24—; otras, a José Uriel García,
quien opta por un proceso integrador y comprensivo de la pluralidad peruana; y
sobre todo, a José Carlos Mariátegui —fundador de la revista Amauta— y su ini-
ciativa revolucionaria y marxista25. Seguidamente, en su madurez irá cambiando
levemente de perspectiva para afirmar que el indio debe integrarse en la sociedad
sin llegar a occidentalizarse, mediante un «proceso en el cual ha de ser posible la
conservación o intervención triunfante de algunos rasgos característicos […] de
la tradición hispano-quechua»26, considerando que la tradición incaica es lejana
y optando por una sociedad peruana formada por una pluralidad. Defiende el
colectivismo y la fraternidad de la comunidad india como rasgo que debe pervivir
y superar el intento «devorador» de la cultura occidental. Pero, en palabras de
Vargas Llosa, este pensamiento será una «quimera» o «utopía arcaica» y pasará
a ser el apoyo en el que basará toda su obra27. Y en muchas ocasiones, caerá en
la tentación de identificar a los costeños y blancos como los malvados, y a los
22
Ibíd., pág. 88.
23
M. Vargas Llosa, ob. cit., pág. 69.
24
Ibíd., pág. 84.
25
Ibíd., pág. 97.
26
Ibíd., pág. 99.
27
Ibíd., pág. 100.
José María Arguedas como puente entre el mundo indígena y el occidental… 67
serranos e indios como los personajes que encarnen el bien; la raza diferenciaría
el bien y el mal28.
Arguedas afirma que
el hecho de que la población nativa del Perú no fuera aniquilada por los con-
quistadores españoles […] tuvo consecuencias de importancia decisiva para el
proceso de la cultura en el Perú. Al mismo tiempo que los recientes estudios
etnológicos revelan que la cultura india ha conservado en nuestro país una in-
tegridad mucho mayor de lo que realmente se suponía, se reafirma con pruebas
cada vez más abundantes la existencia de un proceso de fusión entre la cultura
invasora y la nativa29.
Sin embargo, este proceso de fusión solo ha tenido lugar en las capas socia-
les intermedias de los valles costeños, pues en las regiones nativas más alejadas
de los centros neurálgicos del país, este proceso avanza a un ritmo mucho más
lento30. Por consiguiente, esta intención unificadora no dejará de ser una utopía
arcaica. Arcaica porque lo arcaico en Arguedas es el «legado cultural, tradición y
sedimentación histórica»; y utopía, porque esa esperanza de justicia social para
con los indios será «la proyección de un sueño y la recuperación simbólica de
lo perdido»31.
Así, Arguedas buscará un espacio donde recrear ese legado prehispánico
—identidad del indígena—, pero sin éxito, por lo que será este el motivo por
el cual Vargas Llosa piense «a Arguedas como el representante de un proyecto
demagógicamente sentimentalizado, románticamente definido en torno a un
claroscuro de dolor y lirismo, exaltación y melancolía»32, donde su poética y
biografía se comunican y complementan mutuamente. Siente nostalgia por ese
mundo perdido —utópico y arcaico— al que tan estrechamente estaba ligado,
ese mundo «incontaminado de modernidad, alejado de la costa y de todo lo que
es extranjero»33, que defendía con tanta pasión. Según Vargas Llosa, quien se
basa en las palabras del propio Arguedas, este fue retratando el Perú desde lo más
recóndito hasta lo más universal; es decir, centra su primera publicación (Agua,
1935) en un pueblecito; la segunda (Yawar Fiesta, 1941) en Puquio, una pro-
vincia; y en Todas las sangres (1964), dice que consiguió «retratar el conjunto de
la vida peruana»34, puesto que Perú está formado por «todas las sangres»: indios,
cholos, criollos, etc., lo que forma esa pluralidad que refería antes.
28
M. Vargas Llosa en J. M. Arguedas, Todas las sangres, Madrid, Alianza Editorial, 1982,
pág. ix.
29
J. M. Arguedas, Mitos, leyendas y cuentos peruanos, Madrid, Ediciones Siruela, 2009, pág. 17.
30
Ibíd., pág. 17.
31
M. Moraña, Arguedas/Vargas Llosa. Dilemas y ensamblajes, Frankfurt am Main-Madrid,
Vervuert-Iberoamericana, 2013, pág. 52.
32
Ibíd., pág. 53.
33
M. Vargas Llosa en J. M. Arguedas, Todas las sangres…, ob. cit., pág. xi.
34
M. Vargas Llosa, ob. cit., pág. 306.
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Conclusiones
35
R. González Vigil en J. M. Arguedas, Los ríos profundos, Madrid, Cátedra, 1958, pág. 26.
36
Ibíd., pág. 30.
37
Ibíd., pág. 31.
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Bibliografía